5. Constructores de comunidades-Iglesia Punto de partida: el don del Rabino. “Hay una historia, no sé donde la leí, no me acuerdo cuando. Solo me acuerdo de su título: EL DON DEL RABINO. La historia cuenta de un monasterio que estaba viviendo tiempos difíciles. Todas las comunidades secundarias de la Orden habían sido destruidas. Quedaban el Abad y cuatro monjes, muy ancianos, que vivían en un viejo y decrépito monasterio. Estaba destinado a desaparecer. En el bosque que rodeaba el monasterio, se encontraba un pequeño rancho donde iba a orar un Rabino. Los monjes se habían acostumbrados tanto a su presencia que podían decir cuando el Rabino estaba o no estaba en el rancho. Un día el Abad decidió ir al rancho y preguntar al Rabino si, de casualidad, no tenía algún consejo para salvar a su monasterio. El Rabino le contestó: ‘conozco su problema. La gente ha perdido su espiritualidad. Lo mismo pasa en la ciudad en la que vivo. Casi nadie va a la Sinagoga’. Los dos siguieron hablando, rezaron juntos, estaban conmovidos y emocionados por aquel encuentro tan lindo. ‘Pero, de verdad... ¿no tienes ningún consejo para darme?’ preguntó el Abad. ‘Lo siento mucho’ contestó el Rabino, ‘No tengo consejo para darte. Puedo decirte solamente que el Mesías está entre ustedes’. Cuando el Abad volvió al monasterio los monjes le preguntaron sobre el éxito del encuentro. ‘No puede ayudarme’ dijo el Abad ‘Hemos rezado juntos y lloramos juntos. Lo único que me dijo antes de irme, ha sido algo oscuro. Dijo que el Mesías está entre nosotros. Pero no sé lo que quería decir’. En los días siguientes los monjes se pasaban meditando sobre la frase. ‘El Mesías está entre nosotros...’ Quería decir que el Mesías es uno de los monjes del Monasterio. ¿Quién puede ser? ¿Será el Abad? Hace tiempo que nos guía. Pero hubiera podido referirse al Hermano Tomás. Es un hombre santo e iluminado. Claro que no hablará del Hermano Hernán. ¡Se enoja! Pero, a pesar de eso, casi siempre tiene razón. Podría ser él el Mesías. Pero podría ser Felipe. Tiene el don de estar siempre presente cuando uno lo precisa. ¿Podría ser yo? ¡Pero no!, eso sí que no... Pensando en todo eso, los monjes empezaron a tratarse con mucho respeto, el Mesías hubiera podido ser uno de ellos, y empezaron a tratar con el mismo respeto a sí mismos, por la remota posibilidad de que... El bosque alrededor del Monasterio era muy lindo, a veces venía gente para pasar un rato, pasear descansar. Sin darse cuenta, de a poco, empezaron a sentir el clima de respeto que había entre los monjes. Algo misterioso que fascinaba a todos. Casi sin entender bien el motivo, la gente empezó a volver y llevar a los amigos para descansar, rezar, jugar. Algunos de los más jóvenes empezaron a estar más tiempo con los monjes y algunos de ellos pidieron para entrar en el monasterio con ellos. Después de algunos años el Monasterio volvió a hospedar una Orden floreciente, volvió a ser un centro de espiritualidad para toda la zona. Todo gracias al don del Rabino”. Preguntas: 1) ¿Qué nos cuenta este relato? 2) ¿quiénes son los que renuevan el Monasterio? 3) ¿Cómo logran hacerlo reflorecer? Iluminación con la Palabra de Dios: Hechos 16,4-15 “A su paso de ciudad en ciudad, iban entregando las decisiones tomadas por los apóstoles y presbíteros en Jerusalén y exhortaban a que las observaran. Estas Iglesias se iban fortaleciendo en la fe y reunían cada día más gente. Atravesaron Frigia y la región de Galacia, pues el Espíritu Santo no les dejó que fueran a predicar la Palabra en Asia. Estando cerca de Misia intentaron dirigirse a Bitinia, pero no se lo consintió el Espíritu de Jesús. Atravesaron entonces Misia y bajaron a Tróade. Por la noche Pablo tuvo una visión. Ante él estaba de pie un macedonio que le suplicaba: «Ven a Macedonia y ayúdanos.» Al despertar nos contó la visión y comprendimos que el Señor nos llamaba para evangelizar a Macedonia. Nos embarcamos en Tróade y navegamos rumbo a la isla de Samotracia; al día siguiente salimos para Neápolis. De allí pasamos a Filipos, una de las principales ciudades del distrito de Macedonia, con derechos de colonia romana. Nos detuvimos allí algunos días, y el sábado salimos a las afueras de la ciudad, a orillas del río, donde era de suponer que los judíos se reunían para orar. Nos sentamos y empezamos a hablar con las mujeres que habían acudido. Una de ellas se llamaba Lidia, y era de las que temen a Dios. Era vendedora de púrpura y natural de la ciudad de Tiatira. Mientras nos escuchaba, el Señor le abrió el corazón para que aceptase las palabras de Pablo. Recibió el bautismo junto con los de su familia, y luego nos suplicó: «Si ustedes piensan que mi fe en el Señor es sincera, vengan y quédense en mi casa.» Y nos obligó a aceptar”(Hch 16,4-15). Preguntas: 1) ¿Cómo construye San Pablo las primeras comunidades cristianas? 2) ¿Qué medios utiliza y que actitudes? Textos de San Eugenio: “Diario, 27 y 28 de marzo de 1850 Recibo una carta de la Propaganda que me da mucho que pensar. Mons. Barnabó me ofrece un nuevo vicariato apostólico que se va a crear en el distrito oriental del Cabo de Buena Esperanza y que se llama tierra de Natal. Es también posesión inglesa. Estamos metidos en un asunto de envergadura que exige reflexión y luz de las Alturas. En la situación actual sería imposible aceptar esa invitación. Sin embargo, viene de Dios. Ninguno de nosotros pensaba en ello, y nos llega por el camino que utiliza la Iglesia. Por lo tanto hay que ponerse en presencia de Dios antes de contestar. Está en juego la salvación de las almas. Por otra parte, es una llamada para cumplir el primer deber de nuestro Instituto y la llamada viene inequívocamente de Dios. ¡Qué bien! Estoy entreviendo el modo de responder. Hemos comprobado que el ministerio que se ha confiado a nuestros misioneros en Argelia, no es el que nos correspondía. El Obispo tiene una visión de las cosas que no se aviene con nuestro espíritu. Se había comprometido a darnos en Blida el puesto que iría bien a hombres esencialmente de comunidad. Se ha vuelto atrás de su compromiso y obliga a nuestros Padres a ser simples párrocos de pueblecitos donde apenas se puede hacer el bien. Dejo de lado esos procedimientos que no deben tenerse en cuenta cuando se trata de servir a Dios. En resumen: nuestros Padres no están en su sitio en Argelia, y ya que se abre otro campo para nosotros, si dejamos aquel puesto, podremos aceptar éste; es el caso de dar preferencia a una misión que se nos ofrece a través del organismo del Jefe de la Iglesia y que es, por otra parte, totalmente conforme con el espíritu de nuestro Instituto y con el fin que se propone nuestra Congregación. Estos son los pensamientos que Dios me inspira y que me han preocupado hoy en la visita que he hecho a las iglesias con ocasión del Jueves Santo. He rezado mucho a Dios para que me dé la gracia de conocer su voluntad y de adaptarnos a ella (...) Hubiera tenido la sensación de haber rechazado el llamamiento de Dios, si, después de que la Sagrada Congregación, desoyendo el consejo de llamar para esa misión a los Jesuitas o a los Libermanos, nos la ofrece a nosotros, y yo me negara al ofrecimiento que se nos hace” (Rey II, 331-332). Preguntas: 1) ¿En qué se puede comparar la experiencia de San Pablo con la de San Eugenio? 2) ¿Quién es que los impulsa a construir comunidades? 3) ¿Qué nos sugiere esa experiencia? Compromiso: - nos tomamos unos minutos de silencio para rezar en silencio y personalmente. En ese rato de oración nos preguntamos: ¿Cómo puedo servir mejor a la Iglesia? - Luego de ese rato de silencio, cada uno puede expresar su compromiso, pero puede también no decirlo. Oración: rezamos con el canto IGLESIA PEREGRINA DE DIOS.