FRIEDRICH EDELMAYER Entrevista-2

Anuncio
Rojo: Publicado, y no en el original.
Negro: Publicado que sí coincide con el original.
Gris: Original que no aparece en lo publicado.
__________
FRIEDRICH EDELMAYER
“Los austríacos no planificaron ni ejecutaron bien la guerra”
Este catedrático de Historia Moderna de la Universidad de Viena nos ofrece el punto de vista austríaco de la
alianza entre el Sacro Imperio Romano Germánico y los catalanes.
Carlos I, nieto de los Reyes Católicos, unificó las coronas de Castilla y Aragón con las del Sacro Imperio
Romano Germánico, donde reinó como Carlos V entre 1519 y 1556. A su muerte, aquella unión se disolvió,
pero los vínculos dinásticos entre el Estado español y el Imperio austríaco se mantuvieron a través de la casa
de Habsburgo. De hecho, el emperador Leopoldo rodeó a su hijo, el archiduque Carlos, de un entorno
hispánico y le hizo aprender español.
¿Tan convencido estaba el emperador de que su hijo pequeño ocuparía el trono
español?
El Imperio español era extremadamente codiciado, y ya En 1668, por ejemplo, Leopoldo
había firmado por primera vez un pacto secreto con Luis XIV para repartírselo. De todos
los tratados, el más destacado es el último, el de 1691, según el cual los dos reinos de
España –Aragón y Castilla–, los Países Bajos y todo el Nuevo Mundo pasaban a manos del
archiduque y los territorios españoles en Italia pasaban al delfín de Francia. Exactamente
por causa de Italia el emperador Pero Leopoldo se opuso a firmar dicho pacto. a este
último plan.
Pero si parecía ventajoso para el Sacro Imperio…
Leopoldo no quería renunciar a los territorios españoles de Italia. En aquellos tiempos, los
soberanos todavía creían que era Dios quien les había concedido el dominio sobre sus
reinos y señoríos, un peso político muy personal. Además, la casa de Austria defendía
defendió la teoría según la cual Dios la prefería por encima de otras casas reinantes, lo que
influenciaba toda la propaganda política de esta casa. un pensamiento que impregnaba sus
decisiones políticas y su propaganda.
¿En Madrid se conocían todas estas intrigas?
Sí, y justamente porque se conocieron estos planes entre Leopoldo y Luis XIV, Carlos II
firmó, como sabemos, su último un testamento en el que dejaba toda su herencia a Felipe
de Anjou de Francia, para evitar cualquiera pérdida de territorio de la monarquía hispánica.
católica.
¿Por qué el emperador Leopoldo promovió la Gran Alianza contra Francia?
En la corte vienesa se consideraba inadmisible que la monarquía francesa y la española
estuviesen en manos de los Borbón, ya que existía el peligro de acabar uniendo los dos
reinos. Además, en 1701, Luis XIV había invadido el ducado de Milán, un feudo imperial, y
también se habían instalado tropas francesas en los Países Bajos. Por ello, durante 1701,
embajadores imperiales negociaron con Inglaterra y con los Países Bajos el tratado de la ya
citada unirse en la Gran Alianza contra los Borbón.
¿Cómo calificaría la política que llevaron a cabo los Austria durante la guerra?
La verdad es que yo no les pondría una buena nota. Toda la intervención estuvo muy mal
preparada, siempre reaccionaron tarde y mal, con grandes tensiones entre ellos y los aliados
ingleses. El rey tampoco pudo garantizar nunca la seguridad de sus vasallos, y eso es
bastante grave.
¿Y en su relación con los catalanes?
Tampoco es mejor. Los austríacos ocultaron información a los aliados catalanes y los
abandonaron a su suerte [¿Qué respondería a los que consideran que Carlos
abandonó a los catalanes a su suerte cuando abandonó Barcelona para ser
Coronado español? (…) Tenemos que ver el llamado “abandono” de Barcelona y la
“traición” de los ingleses en Utrecht en un contexto más internacional y ni catalán ni
austriacista. delante de las tropas de Felipe V y Luis XIV. Las matanzas de 1714 se habrían
podido evitar En septiembre de 1714 las tropas de Felipe V conquistaron la capital de los
catalanes, que también perdieron todos sus antiguos derechos y privilegios. Con la
conquista de Mallorca en 1715 la Guerra de Sucesión española por fin había terminado
definitivamente. si ingleses y austríacos hubiesen pactado con Luis XIV el futuro de los
catalanes.
¿Qué impacto geopolítico tuvo para el Imperio la pérdida de los reinos españoles la
corona hispánica?
Los tratados de Utrecht, Rastatt y Baden modificaron cambiaron profundamente la cara de
Europa. El Imperio obtuvo La casa de Austria ganó la herencia de la monarquía de Carlos
II, los Países Bajos españoles (hoy Bélgica y Luxemburgo), en Italia el ducado de Milán,
Mantua, que el duque había entregado durante la guerra a los franceses, Mirandola, y los
reinos de Nápoles y Cerdeña. A pesar de que los verdaderos ganadores de la guerra eran
sobre todo fueron los ingleses o británicos, como hay que llamarlos desde la unión de
Inglaterra y Escocia en 1707, la monarquía de Carlos VI estaba sin ninguna duda, a partir
de 1714, en el cénit de su poder, no sólo había ganado parte de la herencia española, sino
conquistó además sobre todo al conquistar parte del Imperio Otomano entre 1715 y 1718,
el norte de Serbia, con la fortaleza de Belgrado, y Valaquia.
En Serbia los catalanes exiliados fundaron una ciudad, la Nueva Barcelona. ¿Qué
significó para el Imperio acoger a aquel flujo de exiliados austracistas a Viena?
En el ámbito cortesano, el impacto fue muy grande, porque Carlos VI creía que no había
nadie mejor que los exiliados españoles para gobernar sus nuevos dominios italianos y
flamencos. Los gobernó a través de un propio consejo, que llamó Por ello, nombró el
Consejo Supremo de España, Las lenguas usadas en el Consejo fueron sobre todo en el
cual las lenguas habituales eran el catalán, el italiano y el castellano. Además de estos
consejeros, que eran sobre todo miembros de la alta nobleza y el clero la jerarquía
eclesiástica, el emperador también concedió tierras, señoríos, privilegios, honores, o cargos
administrativos a un gran número de exiliados, que fundaron ciudades durante todo el
XVIII. Allí existieron poblaciones, sobre todo catalanas, hasta el siglo XIX
¿Los austríacos de hoy conocen esta parte este episodio de su historia y el rastro de
los exiliados catalanes o ha caído en el olvido?
Hoy en día la conocen lo saben solamente los especialistas en historia.
Y de cara al próximo año, tricentenario de la Guerra de Sucesión, ¿está previsto
realizar algún acto conmemorativo en Viena?
Parece Creo que no. Están mucho más presentes están el inicio de la Primera Guerra
Mundial (1914) y el Congreso de Viena (1814).
Texto original
Entrevista a FRIEDRICH EDELMAYER
La visió imperial de la guerra de Successió
1.Com s’estructurava i funcionava l'Imperi. Era una entitat política més simbòlica
que no pas real?
El Sacro Romano Imperio fue una monarquía feudal en el centro de Europa y en el
norte de Italia. La aparición de las palabras “Sacro” y “Romano” dentro de la
denominación de este sistema político proviene del hecho de que los hombres de la Edad
Media dividieron la historia en períodos con una concepción teológica. Basándose en las
profecías del profeta Daniel suponían la existencia de cuatro monarquías mundiales: la de
los caldeos, la de los persas, la de los griegos y, por último, la de los romanos. Además, al
terminar la monarquía de los romanos aparecería Jesucristo como Salvador. El antiguo
Imperio Romano y, con él, el Imperio situado en el centro de Europa y en Italia que
provenía de aquél merced a la teoría de la translación imperial –según la cual el antiguo
Imperio Romano continuó gracias a la coronación de Carlomagno como emperador por
parte del Papa en el año 800–, se convirtió de esta manera en el último Imperio de la
historia de la humanidad, a cuyo fin llegaría el Juicio Final. Por esta razón ese Imperio no
sólo fue “Romano” –la palabra aparece a partir del siglo XI en su título–, sino a partir de
1157 se titulaba también “Sacro”, y todo esto hasta su disolución en 1806.
Fue una formación multinacional que, desde el punto de vista geográfico, era mucho
más grande que la Alemania de hoy. En el siglo XVI pertenecían a ese Imperio los actuales
estados de Alemania, Austria, Suiza y Liechtenstein, los Países Bajos, Bélgica, Luxemburgo,
todo el este de Francia, el norte de Italia (excepto la República de Venecia), Eslovenia, la
República Checa, el oeste de Polonia y una parte de la Croacia occidental. Incluso el
principdo de Monaco era un feudo imperial. El Sacro Imperio fue por eso un cuerpo
político, cuyo población habló en alemán, francés, italiano, flamenco-neerlandés, checo,
esloveno, croata, lusaciano, romanche y frisón – sin ánimo de hacer una enumeración
completa. El Sacro Imperio no era de ninguna manera un estado en un sentido moderno,
con un territorio bién definido y con fronteras fijas, sino un sistema feudal con varias
formas de relaciones personales y de vasallaje entre los Emperadores o Reyes y sus
súbditos. Además se componía de una enorme abundancia de territorios de muy distintas
extensiones. Existían tanto grandes feudos imperiales del tipo de –por ejemplo– los
distintos territorios austriacos, Baviera o Brandemburgo, como de los minúsculos dominios
que poseían los condes, caballeros y monasterios imperiales. Había tanto principados
seglares (Wurtemberg, Hesse, Sajonia, etc.) y principados eclesiásticos (Salzburgo, Lieja,
Wurzburgo, etc.); y, ademas, cerca de setenta ciudades imperiales (Augsburgo, Ratisbona,
Frankfurt, Nuremberga, Estrasburgo, etc.); sin mencionar los aproximadamente trescientos
feudos imperiales situados en el norte de Italia (Milán, Módena, Mantua, Génova,
Florencia, Siena, etc.). Todos estos territorios tan diferentes tenían algo en común: al morir
el vasallo o el señor feudal (el Emperador o el Rey de Romanos) el feudo tenía que ser
renovado. Cuando un vasallo faltaba al ordenamiento imperial podía ser declarado
proscrito por el Rey de Romanos o por el Emperador y perder su feudo. Todos los
feudatarios imperiales dependían de forma inmediata del Sacro Imperio, es decir, que sólo
estaban subordinados al Rey de Romanos o al Emperador. La convivencia de los miembros
del Sacro Imperio quedó regulada de un modo definitivo desde la Baja Edad Media, y el
sistema feudal entonces definido se mantuvo hasta el final del Imperio.
El Sacro Imperio fue además una monarquía electiva, no hereditaria. Al frente del Sacro
Imperio estaba el Rey de Romanos, a quien, desde la Bula Dorada del emperador Carlos IV
(1356), elegían los siete príncipes electores (los arzobispos de Maguncia, Colonia y Tréveris,
el rey de Bohemia, el marqués de Brandemburgo, el Conde Palatino y el duque de Sajonia).
En el siglo XVII el círculo de los electores fue aumentado con dos miembros más, con el
duque de Baviera y el duque de Brunswick-Luneburg. El Papa podía coronar como
Emperador a este Rey de Romanos en Roma, lo que sucedió la ultima vez en el año de
1452 con Federico III. Su hijo, Maximiliano I, no pudo ir a Roma, porque la República de
Venecia no le permitió el paso por su territorio. Por eso en 1508 él mismo se autocoronó
en Trento. Se llamó por entonces «Electo Emperador de Romanos». El último emperador
coronado por el papa fue Carlos V, el nieto de Maximiliano I y de los Reyes Católicos.
Carlos, elegido por los príncipes electores como Rey de Romanos en 1519, ya desde 1520
usó, como su abuelo, el título de “Electo Emperador”. Su coronación por el Papa no se
hizo en Roma, sino en la ciudad de Bolonia. Desde entonces quedaba establecida
definitivamente la práctica de que el Emperador intentase convencer a los príncipes
electores de que eligiesen un Rey de Romanos durante la vida del primero (electio vivente
Imperatore), el cual, a la muerte del Emperador, asumiría por su parte el título imperial, sin
que el Papa le coronase como Emperador. Esto favoreció a la casa de Austria, de modo
que entre 1438 y 1806 siempre fueron miembros de esta familia los Reyes de Romanos y
los Emperadores: Alberto II (rey 1438-1439), Federico III (rey 1440, emperador 14521493), Maximiliano I (rey 1486, electo emperador 1508-1519), Carlos V (rey 1519, electo
emperador 1520, emperador 1530-1556), Fernando I (rey 1531, emperador 1558-1564),
Maximiliano II (rey 1562, emperador 1564-1576), Rodolfo II (rey 1575, emperador 15761612), Matías (emperador 1612-1619), Fernando II (emperador 1619-1637), Fernando III
(rey 1636, emperador 1637-1657), Fernando IV (rey 1653-1654), Leopoldo I (emperador
1658-1705), José I (rey 1690, emperador 1705-1711), Carlos VI (emperador 1711-1740),
Francisco I (emperador 1745-1765), José II (rey 1764, emperador 1765-1790), Leopoldo II
(emperador 1790-1792), Francisco II (emperador 1792-1806, emperador de Austria 18041835). No obstante hubo una excepción: en 1742 los electores eligieron a Carlos VII de la
casa de Baviera como emperador (1742-1745), pero después de su muerte le succedió con
Francisco I otro miembro de la casa de Austria y Lorrena, como se llamaba por entonces.
El caso de Carlos VII demuestra bastante bien que el Sacro Imperio seguía siendo una
monarquía electiva y no una monarquía hereditaria. Dándose perfecta cuenta de esto, la
casa de Austria intentaba movilizar antes de que se produjesen las elecciones a los electores
que les eran favorables.
2.Quina era la relació de l’imperi amb la dinastia dels Borbons abans de la mort de
Carles II?
Si hablamos del emperador Leopoldo I, el padre del archiduque Carlos, tenemos que
distinguir con toda claridad entre sus diferentes funciones. Después la muerte de Carlos II
fue sin duda ninguna el jefe y señor de la casa de Austria, lo que le daba un cierto peso en
cuanto a asuntos familiares. Y los problemas acerca la sucesión española tenían en esta
época, en la que los soberanos todavía pensaron que el mismo Dios les había concedido el
dominio sobre sus reinos y señoríos, un peso político muy personal. La casa de Austria
defendió además la teoría, según la cual Dios la quería más que a otras casas reinantes, lo
que influenciaba toda la propaganda política de esta casa. Todavía a Leopoldo I le gustaba
la idea que la casa de Austria descendía de Héctor y los troyanos, idea que se encontraba ya
bajo el gobierno del emperador Maximiliano I (+ 1519), sin hablar de árboles genealógicos
de los siglos XVI y XVII, en los que aparecieron no solamente Noé o Adán como
antecedentes directos de los Austrias, sino también el dios Osiris. La casa de Austria fue
por eso, siempre según su misma propaganda, la más antigua de todo el mundo, lo que le
daba derechos casi naturales en cuanto a la herencia española.
Esto se nota además en cuanto al juego de los vocales AEIOU, que existió desde el
emperador Federico III (+ 1493), el padre de Maximiliano I, con cientos de
interpretaciones diferentes. Leopoldo I y el director de la biblioteca imperial, Petrus
Lambeck, fueron quienes ya en 1665 establecieron la devisa AEIOU de Federico III, la
versión “Austriae est imperare orbi universo”, como la única correcta. Estos muy pocos
ejemplos ya muestran con toda claridad quién tenía, según la interpretación de los mismos
miembros de la casa de Austria, el derecho de gobernar no solamente la herencia española,
sino finalmente, a todo el mundo. Para completar este argumento, se puede citar un cuadro
existente en el Museo Imperial de Historia del Arte de Viena, que muestra al emperador
Leopoldo I recibiendo el homenaje de los cuatro continentes, es decir, de Europa, Asia,
África y América. Este cuadro se debe considerar como un ejemplo más, tal como siempre
lo hicieron notar los miembros de la casa de Austria en su función de emperadores, de que
el gobierno sobre el mundo les correspondía.
Leopoldo I fue además emperador y por eso la suprema cabeza de un sistema feudal, el
Sacro Imperio, que tenía sus raíces en la Alta Edad media. Como emperador siguió
defendiendo la teoría que a él le correspondía el supremo gobierno seglar sobre todo el
mundo cristiano. Aunque en los inicios del siglo XVIII nadie ya tomaba muy en serio a
estos argumentos, sirvieron de nuevo para aportar a las posiciones políticas de Leopoldo I
más peso que a cualquier otro monarca europeo. Al sistema feudal del Sacro Imperio
pertenecieron además, con la excepción de la república de Venecia, todos los territorios de
Italia al norte del Estado de la Iglesia. Para Leopoldo I y todavía más para su hijo y sucesor
directo, el emperador José I, la defensa de los derechos feudales imperiales en Italia contra
los españoles y, sobre todo, contra los Borbones tenía una importancia muy especial, lo que
explica muchos de los acciones imperiales durante los primeros años de la Guerra de
Sucesión española, como vamos a mostrar más abajo.
El emperador tenía, todavía según el pensamiento medieval, la obligación de defender a
la Cristiandad contra los infieles y aumentar el territorio de esa misma Cristiandad. Ningún
antecesor de Leopoldo I había cumplido esta obligación de emperador tanto como el
mismo Leopoldo, que había reconquistado, entre 1683, fecha del segundo sitio de Viena
por parte de los otomanos y 1699, del Imperio otomano la mayor parte del reino de
Hungría –en 1718 iba a conquistar finalmente todo el territorio histórico del reino de San
Esteban, añadiendo a estas conquistas además Serbia y Valaquia, territorios que, sin
embargo, se perdieron de nuevo en 1739–, lo que daba al emperador todavía más peso
político, sin hablar de sus mejores posibilidades económicas que ofrecieron los nuevos
territorios reconquistados.
Con todo esto estamos ante el fenómeno, que Leopoldo I pareció tener suficientes
argumentos y motivos muy variados para enfrentarse a la casa de los Borbones: Como jefe
de la casa de Austria, como emperador, suprema cabeza seglar del mundo cristiano y
defensor de los derechos imperiales, sobre todo en Italia, y como príncipe al que, por sus
éxitos contra los otomanos, Dios había mostrado de nuevo que estaba del lado de la casa
de Austria. Si no bastaban todos estos argumentos, hay que añadir la política de los
llamados reuniones de Luis XIV, que no solamente había disminuido el territorio del Sacro
Imperio en la frontera occidental del mismo, sino que había llevado a Leopoldo I hacia la
conocida Guerra de los Nueve Años, una guerra finalizada solamente en 1697.
3.El emperador Leopold va fer que el seu fill Carles aprengués castellà de petit i el
va envoltar d’un entorn hispànic. Tant convençut estava que esclataria un conflicte
pel tron espanyol?
La política de Viena estaba por entonces dispuesta a no permitir a la casa de los
Borbones la sucesión en la Monarquía católica. Leopoldo I podía además citar todos los
diferentes tratados de partición de una herencia española tan esperada, existentes desde los
finales de los años sesenta. En 1668, por ejemplo, había firmado por primera vez un pacto
secreto con Luis XIV sobre la partición de la Monarquía de Carlos II, según el cual los
reinos de España y el Nuevo Mundo iban a caer en manos de un candidato austriaco,
mientras el candidato francés iba a recibir los Países Bajos españoles, el Franco Condado,
Navarra, los presidios españoles en el norte de África y los reinos de Nápoles y Sicilia. No
es necesario repetir aquí todos los planes de partición que fueron discutidos los decenios
siguientes, vale hablar del último pacto, que firmaron Francia, Inglaterra y los Países Bajos
independientes después la muerte de José Fernando de Baviera, previsto heredero de la
Monarquía de Carlos II así como nieto directo de Leopoldo I y bisnieto de Felipe IV, en
1699. Según este último pacto el archiduque Carlos iba a heredar España, el Nuevo Mundo
y los Países Bajos españoles, mientras los territorios españoles en Italia iban a caer en
manos del delfín de Francia. Exactamente por causa de Italia el emperador se opuso a este
último plan. Cuando en Madrid se conocía el plan, Carlos II firmaba, como sabemos, su
último testamento, dejando toda su herencia a Felipe, duque de Anjou, para evitar
cualquiera pérdida de territorio de la Monarquía católica.
4.Quin va ser el paper de Leopold en la gestació de la Gran Aliança de l'Haia?
En el centro del interés de Leopoldo I estaba por entonces la Italia imperial. Por eso el
emperador había ordenado ya en noviembre de 1700 al príncipe Eugenio de Saboya, héroe
de la guerra pasada contra los otomanos, la organización de un ejército que tenía que
asegurar los territorios del ducado de Milán para el emperador. Según los derechos del
Sacro Imperio, un feudo imperial, y Milán tenía tal carácter, caía de nuevo en las manos del
emperador y del Sacro Imperio, si el señor feudal moría. Normalmente el emperador daba
el feudo de nuevo al heredero, el hijo del anterior señor feudal. Los herederos de los
príncipes italianos pidieron por eso siempre la renovación de sus feudos –los fondos del
Consejo Áulico Imperial en el Archivo de Estado de Austria están llenos de estos
documentos de la renovación de los feudos– y la renovación aportaba además dinero a las
cajas imperiales, porque por supuesto no fueron gratuitos. En el caso de la extinción de una
dinastía el emperador tenía el derecho de entregar el feudo a cualquier príncipe nuevo.
Milán había así, en tiempos de Carlos V, caído en manos de la casa de Austria, y había
entrado por la vía de la infeudación imperial en el conjunto de la Monarquía católica – por
lo que no hay que maravillarse de que saliera por el mismo camino del derecho feudal de
nuevo de esta Monarquía. Leopoldo I no tenía las más mínimas ganas infeudar a la casa de
Borbón con un feudo imperial, y todavía menos en el norte de Italia, desde donde hubiera
sido mucho más fácil atacar a los llamados países hereditarios de los Austrias.
Luis XIV conoció bastante bien el derecho feudal imperial –durante los años de su
política de las ya citadas reuniones había usado también argumentos basados en el derecho
del Sacro Imperio–, por lo que tropas francesas ocuparon en abril de 1701 el ducado de
Milán. Entraron además en el ducado de Mantua, cuyo duque se puso al lado de los
franceses y así en rebeldía contra su supremo señor feudal. El rey de Francia quería
provocar un fait accompli, para conseguir así la infeudación por parte del emperador. No
vamos a entrar mucho más en el tema de la Guerra de Sucesión en sino que vamos a hablar
solamente de estos acontecimientos que tenían relación expresa con la Italia imperial.
Mientras los miembros de la llamada “Gran Alianza”, formada en septiembre de 1701 por
Inglaterra, los Países Bajos y el emperador, declararon la guerra a Francia finalmente en
mayo de 1702, la guerra en Italia imperial estalló ya en mayo de 1701. Para el príncipe
Eugenio de Saboya, que no disponía de tantas tropas, fue bastante difícil expulsar a los
franceses del norte de Italia. Ganaba algo de terreno cuando Víctor Amadeo II, duque de
Saboya, entraba en 1703 al lado de las tropas imperiales en la guerra contra Francia. Incluso
con este apoyo las tropas imperiales, a las que además ayudaron finalmente soldados
pagados por las potencias marítimas, tardaron años en obtener la victoria final sobre los
franceses. Después de muchas altas y bajas conquistaron hasta el año 1706 todo el ducado
de Milán –oficialmente en nombre del “legítimo” rey Carlos III– y además Piemonte,
territorio del duque de Saboya antes ocupado por los franceses. Por fin las tropas francesas
salieron del norte de Italia en la primavera de 1707. La victoria sobre los franceses, que
habían sitiado en 1706 la ciudad de Turín, tenía tanta importancia que la liberación de Turín
está ilustrada incluso en uno de los relieves que decoran los cuatro lados del sarcófago de
José I en la cripta imperial de los capuchinos de Viena.
Miremos ahora a la corte de Viena y a los territorios del Sacro Imperio en el norte de los
Alpes. Ya poco tiempo después la muerte de Carlos II los consejeros imperiales votaron en
favor de asegurarse toda la Monarquía católica para la casa de Austria. El argumento central
de los círculos palaciegos de Viena era clarísimo: Si no fuera posible conseguir el Imperio
español para el archiduque Carlos, Europa estaría bajo una hegemonía total de los
Borbones o, mejor dicho, de Francia. En Viena incluso supieron pronto que ya en
diciembre de 1700 Luis XIV había confirmado los derechos hereditarios de su nieto Felipe
al reino de Francia. El peligro de una futura unión entre la Monarquía católica y el reino de
Francia empezaba a concretarse con esta declaración.
Durante todo el año 1701 embajadores imperiales negociaron con Inglaterra y con los
Países Bajos el tratado de la ya citada Gran Alianza, que pareció incluso más importante,
porque el elector y duque Maximiliano Manuel de Baviera, gobernador de los Países Bajos
españoles, había permitido entrar a las tropas francesas en aquellos territorios, también
feudos imperiales, en febrero de 1701. Las tropas neerlandesas, que estaban desde 1698 en
algunas de las fortalezas flamencas, tenían que retirarse. Los franceses en Bruselas
significaban no solamente un peligro para los neerlandeses, sino también para los ingleses.
Este peligro aumentaba todavía más, cuando los franceses entraron con sus tropas en el
territorio del obispo de Lieja, José Clemente de Baviera, hermano de Maximiliano Manuel,
y en noviembre de 1701 además en el territorio del arzobispado y electorado de Colonia,
también bajo el gobierno de José Clemente.
La casa de Baviera, según mostraban todos estos acontecimientos, estaba de manera
fuerte al lado de Luis XIV, lo que iba a ser peligrosísimo para los países hereditarios de
Leopoldo I, que tenían sus confines con el ducado de Baviera, mientras que todos los otros
príncipes imperiales, hartos de la política francesa de las reuniones, apoyaron esta vez
claramente al emperador. El precio de este apoyo, sin embargo, iba a provocar para el
futuro unas hipotecas bastante caras, como muestra sobre todo el ejemplo del elector de
Brandeburgo: Para ganar el apoyo del mismo contra Francia, el emperador aceptó los
deseos de Federico de Brandeburgo-Prusia y le concedió el derecho de llevar el título rey en
Prusia. El nuevo rey se obligaba por eso no solamente a enviar tropas, sino también al pago
de subsidios bastante altos, que iban a aportar, por ejemplo, al éxito de los Austrias en
Italia. En el momento concreto del año 1700 el emperador se había asegurado con esta
medida de un aliado importante contra Francia, pero el nuevo título real iba a convertirse
en el fundamento de la futura competencia, muchas veces bélica, entre Prusia y Austria,
que llevó directamente, a partir de los años cuarenta del siglo XVIII, a los conflictos por la
hegemonía dentro del Sacro Imperio. El conflicto entre Prusia y Austria iba a durar hasta
1866 y terminó con la derrota total de Austria.
5.Els britànics eren més forts militarment i tenien més diners. Fins a quin punt va
marcar aquesta dependència econòmica i militar de l’imperi?
No creo que los británicos fueren más fuerte en el campo militar ni tampoco
económicamente. Un ejemplo: La diplomacia imperial consiguió finalmente durante el año
de 1704 un mejor apoyo por parte de Inglaterra y los Países Bajos independientes. Tropas
inglesas bajo el mando de John Churchill duque de Marlborough desembarcaron en el
Sacro Imperio y derrotaron junto con las tropas imperiales bajo el príncipe Eugenio, que
se había marchado desde Italia hacía el norte, al ejército franco-bávaro en la famosa batalla
de Höchstädt o Blindheim (agosto de 1704). Maximiliano Manuel de Baviera tuvo que salir
de Baviera, retirándose hacía los Países Bajos españoles, donde todavía ejercía su oficio
como gobernador de Felipe V. Las tropas de Leopoldo I ocuparon Baviera, territorio que
en los años siguientes tuvo que financiar muchos de los gastos imperiales de la guerra. Los
dos hermanos electores, él de Baviera y él de Colonia, fueron además proscritos por la
Dieta imperial, perdiendo así todos sus territorios.
El elector de Baviera no tenía mucha suerte como gobernador de los Países Bajos. El
duque de Marlborough y sus aliados controlaron a partir de 1706 gran parte de Brabante,
de Malinas y de Flandes. Habían conquistado ese mismo año Bruselas, la capital de los
Países Bajos. Cuando en 1708 llegó el príncipe Eugenio a aquellos territorios, sus tropas
imperiales junto con las anglo-neerlandesas bajo Marborough ganaron la batalla de
Oudenaarde en el sur de Gante. A este éxito siguió la conquista de Lille, la que parecía abrir
el camino hacia París a las tropas imperiales. Por fin, en 1709, Luis XIV aceptó abrir
negociaciones sobre un tratado de paz. Las negociaciones, sin embargo, fracasaron, porque
los aliados querían obligar a Luis XIV a ayudarles a expulsar a Felipe V de España. Así, la
guerra se intensificó de nuevo. Después de una victoria de los aliados sobre los franceses
en la batalla de Malplaquet en Flandes (septiembre de 1709) las negociaciones de paz
empezaron de nuevo, pero fracasaron nuevamente.
6.En paral·lel, l’esclat de la guerra afavoreix que pobles amb greuges pendents
amb la monarquia austriacista es rebelessin, com els malcontents d’Hongria. Quin
va ser el paper d'aquesta revolta en el conjunt de la contesa?
Durante el año 1703 el emperador tenía en su política mala suerte. Las tropas unidas
franco-bávaras ganaron en el mismo año una batalla más contra las del emperador
(Schwenningen-Höchstädt, septiembre de 1703) e invadieron el territorio del obispo de
Passau, llegando a inicios de 1704 casi hasta Linz, la capital de Alta Austria, provocando el
temor de que dentro de poco iban a unirse con tropas rebeldes, procedentes de Hungría.
Muchos de los fracasos de la política y de las tropas imperiales durante el año de 1703
tenían su causa en este otro conflicto, que estalló en el mismo año, y que en un inicio tenía
muy poca relación con la Guerra de Sucesión española. Leopoldo I no podía luchar en
1703 con toda concentración contra Francia y Baviera. La culpa la tenía la situación en
Hungría. Allí uno de los más poderosos nobles del reino, Ferenc II Rákóczi, se había ya en
1700 puesto en contacto con Luis XIV. Rákóczi provenía de una familia con territorios
muy grandes en Transilvania y en Alta Hungría (hoy Eslovaquia) y con una tradición de
oposición a los Austrias desde hacía varias generaciones. Aunque Leopoldo I consiguió en
1701 la detención de Rákóczi, éste logró huir. En 1703 volvió a Hungría como cabeza
organizativa de una rebelión de los campesinos en Alta Hungría. En poco tiempo grandes
partes de la alta nobleza húngara se solidarizaron con la rebelión. Rákóczi fue elegido
príncipe de Transilvania en 1704 y luchó los años siguientes contra los Austrias. La guerra
de Hungría duró hasta 1711, lo que significa, que durante toda la Guerra de Sucesión
grandes partes de la maquinaria militar de los Austrias estaban ocupados por la situación
húngara y no tanto por los asuntos españoles y franceses. Las tropas de Rákóczi llegaron en
1703 incluso hasta las murallas de Viena. Si por eso la política vienesa no actuaba siempre
con vehemencia durante la Guerra de Sucesión en el oeste, tanto deseado por los ingleses y
los neerlandeses, esto tiene su relación con la situación en Hungría, donde Luis XIV
ayudaba durante toda la guerra a las fuerzas en contra los Austrias.
7.El fet que Carles entrés per Catalunya va ser la causa que s’afeblís el suport
austriacista a la resta d’Espanya. Ho van entendre així els austriacistes de l’època
o els costava d’entendre les diferències culturals entre castellans i catalans?
Para la política vienesa Carlos no entraba al inicio en Cataluña sino en Portugal y más
tarde en España y no en Cataluña. En un inicio la situación de Hungría tenía la culpa que
Leopoldo I tardara bastante tiempo en presentar a su hijo menor como candidata oficial
para los tronos ibéricos. Esto no sucedió hasta en 1703. En aquel año el reino de Portugal
había firmado un tratado de alianza con el Emperador, así como con los ingleses y
neerlandeses, contra las monarquías borbónicas. Cuando habían concertado el tratado de
alianza, ya quedaba claro que los portugueses sólo iban a ayudar a los Austrias, sabiendo
con certeza para qué fines iban a luchar. Por eso fue necesario instalar de manera formal al
archiduque Carlos como rey de España. Carlos fue el más joven de los Austrias, lo que
significaba, que en un primer acto, su padre Leopoldo I y su hermano José I tuvieron que
renunciar a sus derechos al trono español en favor del archiduque, lo que les costó
bastante. Por un lado los miembros de los Habsburgo querían fundar una nueva rama
española de la casa de Austria, por otro veían toda la casa como una única unidad. Por eso
el emperador y sus hijos firmaron el llamado “pactum mutuae successionis”, un pacto de
sucesión recíproca, que regulaba la sucesión viceversa entre las dos nuevas ramas de la casa
de Austria. Si un día una de las dos ramas se extinguiera sin dejar descendencia, los
miembros de la otra rama tendrían todos los derechos de sucesión. Después de jurar los
tres Austrias el nuevo pacto familiar, proclamaron en Viena en septiembre de 1703, al
archiduque Carlos como rey de España. En un cuadro esmaltado de la familia imperial, que
fue elaborado para conmemorar aquella ceremonia, se representó a Carlos con un globo
terráqueo en las manos, como el único rey legítimo de España. Después la proclamación
como rey, el archiduque viajó primero a los Países Bajos, más tarde a Inglaterra, y llegó por
fin a Portugal. Con esto empezó la guerra en la Península ibérica.
8.Sabem les implicacions culturals que va tenir pels barcelonins l’establiment de la
Cort austriacista a la ciutat. Hi va haver algun traspàs cultural (mots, costums...)
català envers l’imperi?
13.Què va significar per l’imperi acollir el flux d’exiliats austriacistes catalans a
Viena?
Hay muchas influencias. De suma importancia para conservar el recuerdo de sus años
en España, y sobre todo en Cataluña, eran los consejos que Carlos VI trasladó de España a
Viena o que, mejor dicho, fundó en su capital. Él que pensara que sus nuevos dominios
italianos y flamencos nadie los podía gobernar mejor que españoles, no permitió a los ya
existentes consejos imperiales intervenir en los asuntos de estos territorios. Los gobernó a
través de un propio consejo que llamó “Consejo Supremo de España”. El nombre del
Consejo no es ninguna traducción del alemán, sino de verdad se llamaba así en castellano.
Las lenguas usadas en el Consejo fueron sobre todo catalán, italiano y castellano. Su primer
presidente fue Antonio Folch de Cardona, arzobispo de Valencia. Después de su muerte el
nuevo presidente fue Josep de Silva y Meneses, marqués de Villasor y conde de
Montesanto. Bajo el Consejo estaban la Secretaría de Estado y del Despacho Universal con
su secretario, el marqués de Rialp, cuatro secretarías territoriales, la de Nápoles, la de
Cerdeña, la de Milán y la de los Países Bajos, una Tesorería y Receptoría del Consejo y una
Secretaría de la Presidencia. Todos los miembros del Consejo Supremo de España eran
exilados, procedentes de la Península Ibérica, que salieron de allí ya con Carlos en 1711,
con su esposa Isabel Cristina en 1713 o a más tardar después de la caída de Barcelona en
las manos de Felipe V en 1714. El ejemplo del Consejo Supremo de España y su mismo
nombre pueden mostrarnos que el Emperador no tenía en su mente la más mínima
intención olvidar sus reclamaciones a la Monarquía católica.
Los consejeros en el Consejo Supremo de España eran sobre todo miembros de la alta
nobleza española y de la jerarquía eclesiástica. Pero no sólo en la corte imperial había
españoles exiliados, sino en todos los territorios de la Monarquía austriaca. El Emperador
les daba a los exiliados señoríos, honores y cargos administrativos. Antonio conde de
Puebla, hijo del comandante de la fortaleza de Ceuta, por ejemplo, terminó su vida como
capitán del condado de Gorizia, lo que quiere decir que era el lugarteniente del Emperador
en el condado. Más impresionante aún es su sepulcro en Gorizia con la inscripción “El
Nuevo Mundo dio Colón a Castilla-León”. El Emperador entregó además en los territorios
húngaros y serbios, reconquistados de los turcos, señoríos a sus fieles súbditos españoles.
Así existieron allí poblaciones, sobre todo catalanas, hasta el siglo XIX, por ejemplo Nueva
Barcelona en la actual Vojvodina a 75 kilómetros al norte de Belgrado.
En la simbología de poder de Carlos VI se nota también que el Emperador durante toda
su vida nunca dejó sus pretensiones a la herencia española. Vamos a citar aquí sólo unos
ejemplos para concretar este argumento. Para Carlos VI sus pretensiones a la Monarquía
católica siempre se unieron con las pretensiones al dominio mundial. El globo terráqueo se
convirtió en un símbolo de ese dominio. Cuando Carlos partió, en 1703, para España, se le
representó en un cuadro esmaltado de la familia imperial –en que podemos ver también a
Leopoldo I y a José I– con un globo terráqueo en las manos, como el único rey legítimo de
España. Cuando en 1711 Carlos asumió la sucesión en el Sacro Imperio, se le representó en
una litografía que muestra un globo con los continentes Europa, África y Asia. En el
escudo imperial se encuentran tanto el águila bicípite del Sacro Imperio, como también las
insignias españolas. De esta manera, Carlos es claramente presentado como el nuevo
soberano del mundo.
Dentro de la iconografía política, Carlos VI fue representado con el globo, para mostrar
sus pretensiones al dominio mundial. El globo y su simbología podemos verlos
frecuentemente. En la sala principal de su nueva biblioteca en el palacio imperial de Viena
hay aún una estatua del Emperador, rodeada de globos terráqueos. Además el globo se usó
para la propaganda política. En un dibujo de propaganda austriaco sobre las negociaciones
de paz entre Francia y las potencias marítimas en Utrecht, las que el Emperador boicoteó,
podemos ver el globo terráqueo roto en pedazos. El Emperador quería mostrar así que los
franceses, ingleses y neerlandeses, negándose a proclamarle rey de toda la Monarquía
católica, rompieron el mundo. En este contexto no hay que maravillarse que en una
alegoría a la paz de Rastatt podemos ver a Carlos VI como él que portó la paz al mundo –
el globo está entero otra vez.
Hay más ejemplos que muestran la omnipresencia de la Guerra de Sucesión española en
la simbología de poder y en la propaganda durante el gobierno de Carlos VI. Esto es
notorio, sobre todo, si miramos el sarcófago que el Emperador dejó construir para su
hermano José I en la cripta de los capuchinos de Viena. En las cuatro partes del sarcófago
podemos ver episodios de la Guerra de Sucesión, por ejemplo la conquista de la fortaleza
de Landau, la conquista de los Países Bajos españoles, la liberación de Turín, etc. Una parte
del sarcófago conmemora el sitio de Barcelona por los franceses y la liberación de la ciudad
en 1706 con la inscripción “Victrix causa Barcelonam liberavit MDCCVI”. El sitio de
Barcelona era para los Austrias uno de los sucesos más emblemáticos de toda la guerra.
Esto se nota además en el mismo Carlos VI, que se acordaba durante toda su vida de los
sucesos del año 1706, sobre todo del día de la liberación de Barcelona en mayo de aquél
año. El 12 de mayo de 1736, por ejemplo, anotó en su diario personal: “Barcelona heut 30
jahr”, “Barcelona hoy 30 años”.
En este contexto no es de maravillarse que la hija de Carlos VI, la emperatriz María
Teresa, haya dejado poner en el sarcófago de su padre también escenas de la Guerra de
Sucesión. En la parte anterior, la que es la más visible para el espectador, podemos ver la
batalla de Zaragoza de 1710, que abrió el camino hacia Madrid para el ejército austriacista.
Y en el sarcófago de Isabel Cristina, la madre de María Teresa, vemos en la parte anterior
su viaje a Barcelona, en 1708, para casarse con Carlos.
Por fin vamos a hablar del edificio más emblemático e importante de la época de Carlos
VI, de la iglesia de San Carlo Borromeo de Viena. Carlos VI dejó construir esta iglesia para
conmemorar la liberación de Viena de la peste. Pero al mismo momento la iglesia tenía que
mostrar en su simbología el derecho al dominio mundial, que Carlos VI veía basado en su
oficio de Emperador, así como sus pretensiones a la herencia española nunca olvidadas.
Todo esto muestra de una forma grandiosa la fachada principal de la iglesia. Su simbología
es muy variada. Las columnas emulan la columna de Trajano, pues el poder de los antiguos
emperadores del Imperio Romano. Pero hay dos columnas en el mismo estilo, así que
podemos ver las columnas de Hércules y la pretensión al dominio mundial, citando así el
«plus ultra» de Carlos V. Las coronas que están sobre las columnas son el símbolo de los
reinos españoles, un ejemplo más de que Carlos VI nunca olvidó sus pretensiones a la
Monarquía católica. Estas pretensiones se muestran también dentro de la iglesia. Así están,
por ejemplo, los escudos de los reinos ibéricos puestos en un sitio muy visible al lado del
órgano.
Que el Emperador nunca olvidó sus pretensiones a la Monarquía católica se ve en otras
muchas inscripciones en edificios públicos de la época, en las que lleva el título de rey de
España. Este título o el del rey católico aparece además en las portadas de muchos libros. Y
los escudos de España son omnipresentes en los edificios construidos durante el gobierno
de Carlos VI.
9.Què respondria als que consideren que Carles va abandonar els catalans a la
seva sort quan va abandonar Barcelona per ser coronat emperador? I què diria als
que consideren que l'arxiduc va tenir un paper massa tebi al llarg de la contesa?
10.Per la seva banda, els austríacs consideren que els anglesos els van trair a
Utrecht?
Tenemos que ver el llamado “abandono” de Barcelona y la “traición” de los ingleses en
Utrecht en un contexto más internacional y ni catalán ni austriacista. En 1710 Inglaterra
vivió un cambio de gobierno. El nuevo ministerio de los tories no tenía mucho interés en
mantener una guerra que no les era de mucho provecho. Muchas más consecuencias tuvo
la muerte del todavía joven emperador José I en 1711, que tan sólo tenía 32 años. José I
había vivido una vida entregada al vicio, le habían gustado la caza y las mujeres, no tanto su
esposa, con la que tenía solo dos hijas. Esta muerte cambiaba toda la situación geopolítica
de Europa, siendo ahora el archiduque Carlos el heredero de todos los territorios de los
Austrias en el centro de Europa y en los Balcanes. Si en esta situación hubiera sido posible
expulsar a Felipe V de España, las relaciones dinásticas entre la Península Ibérica y el
centro de Europa hubieran sido renovadas. La hegemonía de los Austrias en Europa, como
había existido en la época de Carlos V, hubiera nacido de nuevo, con la consecuencia de un
desequilibrio entre los estados europeos en favor de los Austrias. Esto no lo quería nadie,
sobre todo no lo querían ni los ingleses ni los neerlandeses. No habían luchado al lado del
Emperador durante casi diez años contra los Borbones, intentando evitar la creación de
una nueva superpotencia borbónica en Europa, para ver por fin la creación del mismo tipo
de superpotencia, esta vez bajo la bandera de los Austrias. Además los electores del Sacro
Imperio eligieron por unanimidad, en octubre 1711, al heredero de todos los territorios
austriacos como emperador, lo que significaba que el archiduque Carlos, como emperador
Carlos VI, era además la cabeza del Sacro Imperio y así el supremo jefe seglar de toda la
Cristiandad, aunque esto ya no tenía mucha importancia en el siglo XVIII.
La consecuencia de esta nueva situación eran nuevas negociaciones sobre una paz en
toda Europa, que empezaron a principios del año 1712 en Utrecht en los Países Bajos. El
Emperador, que había salido de Barcelona, dejando allí a su esposa Isabel Cristina de
Brunswick-Wolfenbüttel como gobernadora, era el único que no quería esta paz, y mandó
al príncipe Eugenio de Saboya a luchar de nuevo contra Francia, pero sin muchos éxitos.
Todos los antiguos aliados, Inglaterra, los Países Bajos, Prusia, Saboya y Portugal, firmaron
en abril de 1713 el tratado de paz de Utrecht. El Emperador solo, no tenía el poder
suficiente para la lucha contra Francia, y Luis XIV también quería la paz después de tantos
años de guerra. Nuevas negociaciones entre el príncipe Eugenio y los franceses terminaron
por fin en marzo de 1714 con la paz de Rastatt entre Carlos VI y Luis XIV, que era además
firmada por el Sacro Imperio en septiembre de 1714 en Baden. La guerra todavía destruía
Cataluña, que Isabel Cristina de Brunswick-Wolfenbüttel ya había dejado en 1713. En
setiembre de 1714 las tropas de Felipe V conquistaron la capital de los catalanes, que
también perdieron todos sus antiguos derechos y privilegios. Con la conquista de Mallorca
en 1715 la Guerra de Sucesión española por fin había terminado definitivamente.
11. Quin impacte geopolític va tenir la pèrdua de la corona hispànica per a
l’imperi? I la consecució dels territoris italians?
Los tratados de paz de Utrecht, Rastatt y Baden cambiaron profundamente la cara de
Europa. La casa de Austria ganó de la herencia de la monarquía de Carlos II los Países
Bajos españoles, hoy Bélgica y Luxemburgo, en Italia el ducado de Milán, Mantua, que el
duque había entregado durante la guerra a los franceses, Mirandola y los reinos de Nápoles
y Cerdeña. El duque de Saboya se convirtió en rey de Sicilia. Carlos VI reconoció
implícitamente a Felipe V como rey de España, sin dejar él mismo tal título. Los
verdaderos ganadores de la guerra eran sobre todo los ingleses o británicos, como hay que
llamarlos desde la unión entre Inglaterra y Escocia en 1707. Habían conseguido disminuir
el poder francés en el Nuevo Mundo, tenían ahora el derecho del asiento de negros en el
Imperio español de ultramar y poseían Gibraltar y la isla de Menorca, lo que era de suma
importancia para el comercio británico. Francia, al contrario, no había ganado mucho. Es
cierto que la misma familia gobernaba ahora España y Francia, pero los tratados de paz no
permitían una futura unión entre las dos monarquías.
La monarquía del emperador Carlos VI estaba sin ninguna duda, a partir de 1714, en el
cenit de su poder. No sólo había ganado parte de la herencia española, sino conquistó
además en una nueva guerra contra el Imperio Otomano, entre 1715 y 1718, el norte de
Serbia, con la fortaleza de Belgrado, y Valaquia. Cuando, en 1721, iba a cambiar con Saboya
el reino de Cerdeña por el de Sicilia, su monarquía era, en un sentido territorial, incluso más
grande que en 1714.
12.Per què l'emperador Carles no va signar la pau amb Felip V fins el 1725?
Todos estos éxitos políticos no le permitieron a Carlos VI olvidar la pérdida de “sus”
reinos ibéricos tan deseados. España quedaba presente durante toda su vida, no sólo en sus
planes políticos, sino también en toda su simbología de poder, como hemos arriba dicho.
Por eso no quería firmar un tratado con Felipe V.
14.Els austríacs d’avui coneixen aquest episodi de la seva història i el rastre dels
exiliats catalans o ha caigut en l'oblit?
Hoy día lo saben solamente los especialistas en historia.
15.El proper any està previst fer algun acte o commemoració especial a Àustria
sobre la guerra de Successió?
Parece que no. Mucho más presentes están el inicio de la Primera Guerra Mundial
(1914) y el Congreso de Viena (1814).
L’entrevista va acompanyada d’un perfil biogràfic a mode de currículum de
l’entrevistat en sis dates: Data de naixement, data d’obtenció de títol universitari o
doctorat, dates de publicació d’algun llibre, inici d’una activitat professional rellevant…
Descargar