Tefilá La Tefilá - plegaria, oración - es el medio por el cual el ser humano se comunica con su Creador. Por medio de la plegaria, la persona se eleva espiritualmente y se acerca a D-s. Este acto es recíproco: D´s se acerca a todo aquel que lo requiere. Desde la destrucción del Templo de Jerusalem y hasta nuestros días, los Sabios judíos establecieron la Tefilá reemplaza a los “Korbanot” (sacrificios) que se elevaban únicamente en el Gran Templo de Jerusalem (Bet Hamikdash). Como dice el versículo en el libro del profeta Hoshea 14,3: “Reemplazaremos los sacrificios por nuestros labios”. El significado de la oración Es difícil encontrar persona alguna que no se haya dirigido a D-s, alguna vez, en busca de ayuda y apoyo. Mucha gente que no acostumbra a orar diariamente ha rezado en momentos claves de su vida. Algo indefinable en su interior, impulsa inconscientemente a las personas a susurrar una plegaria. El corazón se pone de manifiesto en el rezo. Es el corazón y no la boca la que reza. ¿Estamos obligados a rezar? Rezar es uno de las exigencias del judaísmo. El sentimiento de acercarse al Creador y el deseo de comunicarse con la fuente de vida, la salud y la felicidad son sensaciones innatas que se encuentran en lo mas profundo de cada ser. En algunas personas este sentimiento conduce e ilumina sus vidas. En otras, esta sensación está latente por debajo de muchos otros pensamientos. Pero aún en estos últimos, en épocas de crisis y problemas, el sentimiento de elevarse espiritualmente atraviesa las barreras que lo encierran y claman a D-s en busca de ayuda. En el judaísmo la búsqueda de D-s y el sentimiento de dependencia del ser humano son sentimientos innatos, profundamente arraigados en el interior de cada individuo. Es por ello que al exigirle al hombre que rece, lo estamos obligando a manifiestar concretamente sus sentimientos. Los sentimientos cuando no se expresan, pierden su esencia y finalmente se marchitan. El libro que contiene las plegarias diarias de los judíos se llama Sidur, que en español significa “orden”. Si decimos que el rezar es un sentimiento natural en todo hombre, ¿por qué se requiere de una estructura y una forma preestablecidas? Si la plegaria debe surgir del corazón, ¿para qué se fijaron horarios y textos uniformes para rezar? Daremos a estas preguntas dos respuestas diferentes y complementarias: 1) Si bien tiene una gran importancia el rezar en hebreo como “leshon hakodesh” (idioma santo), según las leyes de los sabios judíos el ser humano puede elevar sus plegarias en todo idioma que comprenda (si no sabe leer el hebreo). Asimismo, podemos insertar nuestras propias palabras a lo largo de las distintas tefilot para expresar pedidos o gratitudes específicas y personales. 2) Las emociones personales son variables y pueden ser afectadas por muchos factores: circunstancias económicas, la salud, por el éxito o el fracaso. Nuestros sabios establecieron momentos para pronunciar las oraciones diarias para que en cualquier circunstancia los hombres se comuniquen con D-s. En consecuencia, se fijaron plegarias que incluyen todos los requerimientos del hombre para asegurar que toda persona rece siempre por cada una de sus necesidades. Por otra parte, muchas de las plegarias que figuran en el “sidur” (libro de oraciones) son en plural. De esta forma, al pedir por el bienestar de nuestros semejantes, se fomenta una personalidad más noble y una conciencia de pertenencia y solidaridad. El poder de la plegaria Según distintas fuentes y relatos judíos, la tefilá puede elevar espiritualmente al ser humano hacia el punto más alto en el universo. Asimismo la tefilá rompe las barreras que separan al hombre de D-s: a través de la plegaria podemos elevarnos y entablar un diálogo directo con el Todopoderoso por encima de la naturaleza. Una plegaria sincera con un objetivo noble, es siempre bien recibida por D-s. A veces, no vemos los resultados de nuestros pedidos en forma inmediata pero tal vez sí en nuestros hijos o nietos. No hay lágrimas que sean derramadas en vano; una plegaria que se eleva con verdadero sentimiento siempre es aceptada y respondida. Nosotros oramos a D-s manteniendo la relación de un hijo hacia su padre. Esto constituye un privilegio, ya que aunque no siempre nos merezcamos lo mejor, Él tiene compasión de nosotros y comprende que a pesar de nuestros errores, anhelamos mejorar. Pero la plegaria no es solo un pedido. También incluye una expresión de agradecimiento y reconocimiento a D-s como fuente de todo lo que nos rodea. Cuando una persona reza a D-s, también esta expresando gratitud por su fortuna, de esta manera reconoce que su propiedad, su salud, su alegría, no son productos del azar sino que provienen del Creador. Por ejemplo la bendición: “Al que cura a los enfermos del pueblo de Israel”, incluye tanto un pedido que cure a los enfermos como también expresan gratitud por aquellos que gozan de buena salud. El judaísmo como forma de vida exige que el hombre viva y se mantenga materialmente por sus propios medios. Esto no contradice que se deba agradecer por cada minuto de nuestras vidas y por el sustento que el Todopoderoso nos suministra cada día. Trabajo espiritual Por otra parte, la plegaria también es una forma de autoexámen. La palabra Tefilá tiene una relación lingüística con la palabra juicio, juzgado (biflilim). El momento del rezo es también el momento de juzgarnos a nosotros mismos. Cuando una persona se halla frente al Creador, también se halla frente a sí mismo. Entonces es el momento en que examina sus pensamientos, su conducta y sus acciones. La Tefilá es un trabajo espiritual sobre uno mismo, es un esfuerzo por cambiar y mejorar la propia personalidad. El trabajo sobre la personalidad significa hacer cambios, aspirar a refinarnos espiritualmente, mejorar conductas y actitudes. ¿Acaso las plegarias pueden cambiar la voluntad de D-s? Ciertamente no se puede convencer a D-s que necesitamos de tal o cual cosa. Sin embargo, sí podemos cambiarnos a nosotros mismos para que el objeto de nuestro pedido tenga otro sentido. Por supuesto, es evidente que la Tefilá no consiste meramente en pedir cosas o quedarse en simples meditaciones, sino en generar cambios personales que nos permitan actuar de acuerdo a los valores espirituales que se expresan en las distintas tefilot. ¿Para qué rezamos? * Rezamos para y por nosotros mismos. La Tefilá permite crear momentos de elevación espiritual por sobre la naturaleza, eliminando las barreras entre el hombre y su Creador. * El sentimiento de relación con D-s es una necesidad innata. Cada hombre frente a diferentes circunstancias acude a D-s. * La Tefilá no sólo es un pedido sino también un agradecimiento y alabanza al Todopoderoso. * Los sabios establecieron oraciones diarias que incluyen todos los requerimientos del hombre, para asegurar que el ser humano rece por cada una de sus necesidades. EL SIDUR- Una guía personal Muchas veces escuchamos en el Beit Hakneset (sinagoga): “Esto es demasiado complicado para mí”, “Nunca recé y no entiendo lo que están haciendo”. En principio, para quien no tiene la costumbre de asistir a la sinagoga en los Shabatot o en las festividades, puede resultarle difícil entender lo que “los otros” están haciendo. Sin embargo, esos “otros” están haciendo exactamente lo que cada uno también puede hacer: Tefilá, trabajo del corazón. Y para que no haya diferencias, nuestros sabios implementaron un orden para estas tefilot: el Sidur. Un libro que sirve de guía para ayudarnos a expresar y ordenar nuestras palabras de pedido, de ruego, de agradecimiento. Las tefilot pertenecen a todo el pueblo de Israel. Por eso todas las bendiciones (berajot) comienzan diciendo: “Baruj Ata Adonai Eloheinu Melej Haolam...”, “Bendito seas Adonai, nuestro D-s Rey del universo…” D-s nuestro en plural, y no D-s mío. Las palabras del Sidur son las que mantuvieron al pueblo judío, disperso por todos los continentes, unido en un mismo texto. Nos reconocemos como pueblo porque en momentos específicos en el tiempo, compartimos el mismo espacio de palabras, a pesar de no estar juntos físicamente. Muchos dicen: “para rezar no necesito las palabras de otros, yo tengo mi propios pedidos y necesidades”. El Sidur no pide que desechemos las palabras de nuestros corazones sino que las complementemos con un orden que nos une al resto del pueblo judío. A partir del texto en común de las distintas plegarias, la Tefilá se convierte en un componente activo de la identidad colectiva de los judíos. ¿Por dónde empezar? La clave para orientarse en el Sidur no es diferente a la de cualquier otro libro. En primer lugar hay que saber lo que se busca. En la mayoría de los sidurim hay un índice con los títulos de cada una de las secciones. En general la primera parte corresponde a las tefilot diarias, luego las de Shabat y por último las tefilot de las festividades y bendiciones especiales. Asimismo, el Sidur incluye plegarias y bendiciones relativas a la mayoría de las situaciones que ocurren en la vida: Brajot (bendiciones) para todas las ocasiones, la tefilá que hacemos antes de emprender un viaje, la ceremonia de recordación de un ser querido fallecido, plegarias por el Estado de Israel, bendiciones por la comidas, etc. Minián - La Tefilá en comunidad El Talmud, en el tratado de Berajot, nos enseña: “¿Cómo se sabe que cuando diez personas rezan en conjunto, la presencia divina los acompaña? Porque está escrito: D-s está presente en la congregación de sus fieles” (Salmos cap.82, 1). Según la tradición judía, la Tefilá debe ser es mayormente una actividad colectiva y grupal, en lugar de una experiencia de aislamiento individual. Si bien está permitido según la Halajá (ley judía) la posibilidad de orar de forma individual y cumplir así con la obligación de rezar, la misma Halajá fija que cada persona debe realizar el esfuerzo necesario para unirse a un Minián en las tefilot diarias. La palabra “minián” viene de la raíz hebrea contar o numerar. Tradicionalmente el minián se integra por un mínimo de 10 hombres, mayores de trece años. (De acuerdo a las leyes rabínicas, todas las Tefilot de “Santificación” divina deben efectuarse solamente en presencia de minián, así por ejemplo el Kadish, el Barjú, la Kedushá; pero entran dentro de este requisito también la repetición pública y en alta voz de la Amidá, o la lectura de la Torá.) Esta necesidad de rezar en grupo, ha ayudado en muchas ocasiones a mantener unida a la comunidad judía en lugares aislados o en épocas de persecusiones. ¿Por qué diez personas? No hay una respuesta única. El número de diez personas se relaciona con el relato bíblico que figura en el libro de Bereshit (Génesis) acerca del diálogo que mantuvo el patriarca Abraham con D-s para interceder ante el castigo establecido sobre las ciudades perversas de Sdom y Amorá. Abraham propone que las ciudades sean perdonadas por el mérito de los sabios y justos que en ellas residen. La Torá describe el diálogo entre Abraham y D-s, que comienza con el pedido de Abraham sobre la posibilidad que habiten por lo menos cincuenta justos en esas ciudades para salvarlas de su castigo y que concluye con la exigencia de al menos diez justos en cada ciudad. Al no haber ni siquiera ese número de justos (minián), Abraham finalmente desiste y reconoce la falta de merecimiento de las ciudades pecadoras. Los sabios entendieron que el número diez tiene la fuerza de interceder ante D-s y elevar las plegarias a un nivel espiritual alto en defensa de los pedidos de la congregación. Rezar en el marco de un minián es llamado “TEFILA BETZIBUR”, tefilá en público. En la Tefilá Betzibur compartimos la experiencia personal con la diversidad del prójimo, lo que otorga a la Tefilá un significado trascendente adicional. La Tefilá pública es una de las prácticas diarias que más simbolizan la experiencia de pertenecer al pueblo de Israel. El gran rabino Abraham I. Kuk dijo que “la perfección intelectual puede ser consumada por el estudio individual, pero la moralidad necesaria para la vida en comunidad es establecida a través de la Tefilá.” La Tefilá en minián nos educa a apreciar el sentido de la vida en común; saber que cada judío es tomado en cuenta y existe una solidaridad recíproca, aprender a compartir momentos de alegría y de tristeza con nuestros semejantes. Objetos personales relacionados con la Tefilá Para los observantes, el ceremonial religioso es parte de la vida cotidiana y requiere objetos ceremoniales personales. Dichos objetos son diferentes para los hombres y las mujeres y de hecho se aplican principalmente a los varones porque los requisitos del ritual personal se centran en ellos. La Kipá (solideo) es el indicador externo de un judío ortodoxo. No implica ninguna santidad y puede ser tejido con diseños, motivos religiosos y (en el caso de los niños) el nombre de quien lo usa. Dos vestimentas personales son usadas por los varones judíos. El más conocido es el Talit (manto de oraciones), un manto rectangular con flecos (tzitzit) en sus extremos. Los talitot generalmente son blancos y están hechos de lana, algodón o seda. Muchos tienen franjas, la mayoría negras, o azules. Los flecos son hechos de cuatro hebras comunes anudadas de acuerdo a una forma prescrita. En algunas comunidades los talitot no son usados por los varones solteros; en otras, adolescentes e incluso los niños los usan. El segundo tipo de vestimenta con flecos es el Talit katán (“pequeño talit”), usado por adultos y niños a partir de los tres o cuatro años de edad. El propósito de esta ropa interior sin mangas es observar el mandamiento de usar flecos durante todas las horas del día. La Torá ordena a los varones a llevar las palabras de D-s en su frente y en sus brazos. Este precepto se cumple literalmente al colocarse los Tefilín (filacterias): dos cajas en forma de cubo de color negro, montadas sobre bases, que contienen los pasajes relevantes de la Torá escritos en pergamino. Los Tefilín son dos: el Tefilín del brazo y el Tefilín de la cabeza. Se atan con correas de cuero negro al brazo y a la cabeza respectivamente. El precepto de la colocación de Tefilín comienza a los 13 años de edad de los varones. Los Tefilín se usan durante la oración matutina de todos los días hábiles del año, con excepción de Shabatot y Festividades. Se los trata con mucho respeto y no deben caerse o llevarse a lugares impuros. Flavio Josefo (siglo I e.c.) informó que los judíos se colocaban Tefilín, y fragmentos de ellos fueron encontrados en las excavaciones arqueológicas de las cavernas en la zona del Mar Muerto. El Bet Hakneset - la Sinagoga Desde la destrucción del Templo en Jerusalem y con el devenir de las diásporas del pueblo judío, disperso por las distintas latitudes del mundo, el Bet Hakneset (o sinagoga) se convirtió en el centro de reunión comunitario por excelencia a través de generaciones. La sinagoga representa desde el punto de vista de la religión judía un “Mishkán Meat”, un pequeño tabernáculo, en recuerdo al centro espiritual que acompanó al pueblo de Israel durante su travesía por el desierto desde la salida de Egipto y hasta la construcción del Bet Hamikdash en Jerusalem. Las sinagogas varían de edificios comunes e incluso habitaciones hasta magníficas construcciones. El principal objeto ceremonial es el Arón Hakodesh (Arca Sagrada), que puede tener la forma de un simple armario de madera, o de uno ornamentado. El Arca por lo general está en alto, su acceso es a través de una escalera y está decorada con ilustraciones de los Diez Mandamientos. El Arca está adosada o empotrada en la pared que da hacia Jerusalem. Tiene una cortina bordada o decorada, por lo general de pesado terciopelo, o puertas de madera decoradas. Una sinagoga puede tener varios juegos de cortinas para el Arca: lisas para los días de semana, decoradas para Shabat y Fiestas, blancas para las Altas Festividades (Rosh Hashaná y Iom Kipur). El objeto ceremonial más importante y sagrado es el Sefer Torá (rollo de la Torá), donde están escritos los cinco libros del Pentateuco, que relatan la historia de la Creación del universo y del pueblo judío y difunde los mensajes universales del monoteísmo y los preceptos del comportamiento ético. El Sefer Torá es guardado constantemente en el Arca, de donde se lo extrae para la lectura pública. El rollo de la Torá, formado de grandes trozos de cuero especial que son cosidos entre sí, puede llegar a una altura de hasta 80 cm. Está montado en dos varas de madera para enrollarlo, levantarlo y portarlo. En la costumbre ashkenazí (europea), las manillas de estas varas están cubiertas generalmente por coronas o remates de algún metal fino. La Torá está atada con una faja, lisa o bordada, que se desata solamente cuando se lee en público, y está cubierta por un “Begued” (vestimenta) una especie de funda, por lo general bordada. Un pectoral de plata, en recuerdo del que usaba el Sumo Sacerdote, cuelga desde las manillas sobre el Begued que cubre al Sefer Torá. En las comunidades mesorientales (sefaradíes) el Sefer Torá es colocado en una caja cilíndrica, barnizada y decorada, y por lo general envuelta con una faja. La mayoría de las cajas son de madera, pero existen también modelos en plata y en oro. El rollo de la Torá es tratado con la máxima reverencia aunque, por supuesto, no es adorado. Al igual que los tefilín, no debe ser dejado caer, ni debe ser llevado a un lugar impuro. El Klaf, cuero del rollo de la Torá, no se toca excepto cuando es absolutamente necesario. El lector se ayuda de un puntero de madera o de plata que tiene en su extremo una mano con el índice extendido. Las sinagogas suelen tener sus propias Meguilot (escrituras bíblicas en forma de pergaminos enrollados) adicionales; los más comunes son “Shir Hashirim” (El Cantar de los Cantares), “Meguilat Rut”, “Kohelet” (Eclesiastes) y “Meguilat Ester”, que se leen públicamente en las festividades de Pésaj, Shavuot (Pentecostés), Sucot y Purim, respectivamente. Algunas sinagogas tienen un arca separada con los rollos de los libros bíblicos de los que se leen las haftarot, las lecturas públicas suplementarias en Shabat y fiestas. El rollo que más comúnmente se encuentra, después de la Torá es el de Meguilat Ester, que cuenta el relato de Purim. Dado que no menciona el nombre de D-s, se encuentra en muchos hogares. Se lo mantiene en una cajas ornamentales de madera, plata u otros materiales. Una lámpara especial, símbolo de la “luz eterna” en el Templo de Jerusalem, se coloca frente al Arca. Las sinagogas pueden funcionar perfectamente sin esta lámpara, y muchas sinagogas en Israel carecen de ella. Los objetos ceremoniales en la sinagoga incluyen un Shofar , un cuerno de carnero que se hace sonar al término de los servicios matutinos durante el mes de Elul anterior a Rosh Hashaná, en Rosh Hashaná mismo y en el Día del Perdón (Iom Kipur). Muchas sinagogas cuentan con un sillón alto muy labrado y ornamentado que permanece vacío durante la ceremonia de la circuncisión (Brit Milá) a los varones de ocho días de edad. Según la tradición, en este sillón se sienta el profeta Elías (también llamado “el ángel del pacto”). Las distintas Tefilot La Halajá (ley judía) indica que se debe rezar tres veces al día: por la mañana, tarde y noche. La Tefilá matutina, Shajarit, puede rezarse desde el amanecer (según el Gaón de Vilna) o desde la salida del Sol (según el “Maguen Abraham”). El Talmud establece que su tiempo es durante el primer tercio del día. Es por eso que quien por algún percance reza después, no pronuncia el nombre de D´s en las bendiciones de Kriat Shemá. La Tefilá de Minjá, vespertina, puede recitarse desde media hora después del mediodía hasta trece minutos y medio después de la puesta del sol. La Tefilá de la noche, Maariv o Arvit, se extiende desde la salida de la estrellas hasta el amanecer. En Shabat y las demás festividades, se agrega la Tefilá de Musaf que se recita entre Shajarit y Minjá (hasta la séptima hora del día). Es importante destacar que todos estos horarios se calculan en base a las llamadas “Shaot Zemaniot” (horas temporales). Cada una de estas horas, es la doceava parte del tiempo de luz diurna en que el sol ilumina a la Tierra (desde la salida hasta la puesta del sol). KRIAT HATORA – La lectura y el llamado a la Torá “Y tomó Moshé el Libro del Pacto y leyó a oídos del pueblo.” Libro de Shemot (Éxodo 24:7) Desde ese entonces el pueblo de Israel sigue escuchando las palabras de su libro más sagrado: la Torá. La Torá nunca fue un documento secreto ni un texto para unos pocos iluminados, sino que es patrimonio de toda la comunidad. Al comienzo de las generaciones, no había un orden establecido para la lectura pública de la Torá. El Talmud nos cuenta que Ezra, el escriba, estableció la práctica de leer la Torá en público los días lunes y jueves por la mañana y en Shabat, por la tarde. Los lunes y jueves eran días de feria pública (“Ioma deShuka”) cuando los campesinos llegaban a las ciudades para vender sus productos y comprar mercaderías. Estos días eran una excelente oportunidad para leer y explicar la las distintas partes de la Torá a las masas, ya que no había muchos libros de Torár y tampoco muchos sabían leer. Los comerciantes de la ciudad, en cambio, los días de mercado estaban sumamente atareados. Para ellos se agregó la lectura del día sábado por la tarde. Existe, además, una explicación simbólica acerca de la lectura de la Torá en estos días específicos: la Torá es comparada con el agua. Así como el cuerpo humano no resiste más de tres días sin agua, así nos aseguramos, cada tres días de recibir las aguas del manantial de vida que son las palabras de la Torá. Hubo varios métodos de división de la Torá en porciones semanales. Finalemente se instauró la división que hicieran los judíos de Babilonia: 54 Parshot (porciones), que corresponden a las semanas que tiene un año embolismal (el calendario judío tiene años en los que se le agrega un mes). Cuando el año es regular, o sea 50 semanas (recordemos que el calendario es lunar), en ciertos Shabatot se leen dos “parshot” juntas, de manera de poder completar los cinco libros de la Torá (Pentateuco) en el transcurso de un año. Cuando culminamos la lectura del Pentateuco celebramos Simjat Torá, la alegría de la Torá, para volver a comenzar ese mismo día con la primera parashá del primer libro: Bereshit (Génesis). Cada parashá está dividida en “Aliot”. (Término difícil de traducir ya que literalmente aliá significa subida). Se denominan Aliot a las distintas partes en que se divide el texto de cada una de las Parshot de la Torá. El término Aliá se explica porque cuando una persona es llamada a la Torá, en concreto lo que hace es “subir” a la Bimá (especie de mesa o plataforma elevada del piso donde se lee la Torá) y recitar las bendiciones antes y después de la lectura de la parte de la Torá que le correspondió. Espiritualmente, el término Aliá expresa la elevación del individuo a partir del honor de escuchar las palabras de la Torá y poder bendecir a D’s en público por habernos entregado Su testimonio. La cantidad de Aliot que se leen en público varía según la ocasión. 1) Los lunes y jueves por la mañana, los Shabatot en el servicio de Minjá por la tarde, Minjá de Iom Kipur por la tarde, los días de Janucá en las mañanas, en Purim y los días de ayuno se leen tres aliot. 2) En Rosh Jodesh y Jol Hamoed -los días intermedios de las festividades de Pésaj y Sukot, se leen cuatro aliot. 3) En las festividades de Pésaj, Shavuot y Sukot y en Rosh Hashaná, la lectura de la Torá se divide en cinco aliot. 4) En Iom Kipur por la mañana, la lectura se divide en seis aliot. 5) Todos los Shabatot por la mañana, se divide la Torá en siete aliot. Asimismo, es importante saber que se fijó un orden de prioridades en cuanto a las personas que son invitados a “subir” a la lectura de la Torá: la primer aliá debe ser para uno de los Cohanim presentes en la tefilá, la segunda es para uno de los Leviim y a partir de la tercer aliá son llamados los demás hijos de Israel. Cohen, Leví e Israel Cohen, Leví e Israel son los tres grupos genealógicos en que se divide el Pueblo Judío. Esta división no corresponde a “castas” o niveles sociales sino que está basada principalmente en los funciones y tareas relativas al servicio religioso que se realizaban diariamente en el Gran Templo de Jerusalem. Los Cohanim (plural de Cohen) descienden de Aarón Hacohen -hermano de Moshé Rabenu- y se desempeñaban como sacerdotes; los Leviím (pl. Leví) descienden de la Tribu de Leví y cumplían sus funciones colaborando con los sacerdotes; el resto y la mayoría del pueblo conforman el grupo llamado Israel. Esta herencia se transmite de padres a hijos y es a tener en cuenta para ciertos casos detallados en la Ley Judía y con la reconstrucción del Gran Templo de Jerusalem con la llegada del Mashíaj volverán a desarrollar sus funciones naturales. Las Haftarot El Talmud en el Tratado Meguilá, enseña que después de concluir la lectura de la Torá en Shabat, se debe leer una Haftará (finalización, conclusión). El origen de esta costumbre que se convirtió en ley, se remonta a la época del gobierno helenista sobre el pueblo de Israel. Las Persecuciones y el Decreto El imperio que dominaba en esa época la tierra de Israel, había decretado que al pueblo de Israel le quedaba totalmente prohibida la lectura de la Torá, y además advirtieron que los transgresores serían castigados mediante la pena de muerte. Algunos estudiosos determinan que estos hechos ocurrieron durante la época en que el Imperio Griego dominaba al pueblo judío, bajo el emperador Antíoco (siglo II a.e.c.). Otros sabios dicen que Ezrá Hasofer fue quien instituyó la lectura de la haftará (siglo IV a.e.c.). Para eludir estos decretos y mantener el espíritu de la lectura de la Torá, los Sabios de aquella época fijaron que se lea en público capítulos de los libros de los Profetas relacionados con alguno de los temas incluídos en la parashá que se debería haber leído en ese Shabat. A diferencia de la Torá, cuya lectura se completa anualmente, los libros de los Profetas no son leídos en forma íntegra. Además dicha lectura puede ser hecha de un libro impreso, a diferencia de la Torá, cuya lectura sólo se realiza del pergamino enrollado “Klaf” (cuero especialmente trabajado y escrito a mano por un Sofer). Los Libros de los Profetas Las distintas lecturas para las haftarot de todo el año han sido seleccionadas de los libros de los Profetas. Los ocho libros de los Profetas se dividen en dos grupos: los Neviim Rishonim (Primeros Profetas) que están ordenados por orden cronológico y los Neviim Ajaronim (Últimos Profetas). Los temas y acontecimientos tratados en los libros de los Profetas abarcan desde la conquista de la tierra de Israel a manos de Josué y hasta el exilio en Babilonia, después de la destrucción del Primer Templo de Jerusalem. La Lectura y las Costumbres Se leían 21 pesukim (versículos), divididos en párrafos de tres versículos por cada una de las siete personas que se llamaban al frente de la sinagoga (así como si estuvieran leyendo de la Torá). Además, se recitaban siete bendiciones por la lectura de los Profetas, como si estuvieran leyendo de la Torá (pues en shabat siete personas leen del libro de la Torá recitando una bendición anterior y otra posterior a la lectura). En general, para cada parshá - así como también para cada día de fiesta - ha sido seleccionada una haftará diferente que guarda una relación determinada con la parashá semanal o la fiesta en cuestión. En las semanas que comienzan desde la fecha 17 de Tamuz y hasta después de Rosh Hashaná, las haftarot seleccionadas están directamente relacionadas con acontecimientos relacionados al duelo y el consuelo por la destrucción de los Templos de Jerusalem. Existen algunas diferencias entre los judíos ashkenazim y los sefaradim respecto de la haftará que se lee en algunas semanas, o respecto apues a veces alguna de las comunidades comienza la haftará algunos versículos antes o después que la otra, o concluye su lectura algunos versículos antes o después que la otra. El Rabino M. Hirsh (Alemania, s. XIX) en su libro "Séder Hahaftarot", destaca que si bien el motivo por el cual se empezó a leer las Haftarot fue coyuntural, (los decretos en contra de la lectura de la Torá), con el tiempo la lectura de la Haftará se convirtió en una parte integral del servicio religioso. La lectura de los textos de los profetas, que figuran en las distintas Haftarot cumple una importante función educativa porque actualiza el mensaje del texto bíblico: el valor de la conducta moral necesaria para construir una sociedad más justa inspirada en el amor y la solidaridad.