Jules Massenet en la Opéra Garnier de París

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Ópera en Francia
por Alicia Perris
Jules Massenet
en la Opéra
Garnier de París
E
l Edificio Garnier era el 31 de diciembre un hormiguero
de gente subiendo y bajando por las suntuosas escaleras,
haciéndose fotos con el magnífico árbol de Navidad de los
salones de gala, admirando la sala de terciopelo rojo con la cúpula
de Marc Chagall. La Ópera Garnier de París está siempre en estado
de revista y no deja de fascinar a los que una y otra vez, casi como
en un ritual, nos acercamos cada vez que viajamos a la capital de
Francia para ver cómo sigue.
La boutique se ha transformado con sus sucesivas ampliaciones
en un acontecimiento en sí mismo: libros, películas, recuerdos
variados, ropa de ballet, es un sueño para los enamorados de la
música. Artistas antiguos y contemporáneos refulgen desde las
estanterías mientras una vendedora madura y de excelente buen
humor canturrea y baila a la vez un aire que sale de alguno de los
rincones de la tienda. Todo aquí parece perfecto. No hay más que
asomarse a los ventanales de la primera planta para divisar todo
París o detenerse en los maravillosos techos multicolores para
sentirse un cortesano o una dama de la corte de Napoléon III.
Massenet, representante de la belle époque
En el subsuelo, una muestra de Jules Massenet, cuyo Werther se
pudo escuchar en el Teatro Real de Madrid hace unos meses y que
acaba de cerrar el 2011 con un Don Quichotte luminoso en versión
concierto, recuerda la actualidad de este compositor plural, fino,
detallista y preocupado por el hecho escénico musical de su época
en todos los aspectos.
Después de brillantes estudios musicales, Massenet consigue el
Gran Premio de Roma en 1863. Amparado por la influencia del
influyente compositor Ambroise Thomas, que fue su profesor
en el Conservatorio, entrega dos obras a la Ópera-Comique:
La grand’tante, en 1867 y Don César de Bazan, en 1872. Es su
primer editor, Georges Hartmann, quien le abre las puertas de una
carrera teatral montando a sus expensas, en 1873, en el Theâtre
de l’Odéon, Marie Magdeleine. La obra es un triunfo y le permite
ofrecer Le roi de Lahore en la Ópera de París en 1877.
Desde la creación de esta obra hasta su muerte en 1912, Jules
Massenet (1842-1912) dominó la escena operística francesa y
consiguió combinar varias formas de arte y de música. No se
limitó a su actividad de compositor, sino que se mostró interesado
por todo, controlando todo. Cuando Esclarmonde se estrenó en
la Ópera-Comique en 1889, le pidió a Eugène Grasset, uno de los
más famosos ilustradores de su tiempo, que le diseñara parte del
frontispicio y secciones del escenario. Esclarmonde, así, ilustró
de una manera inequívoca el espíritu de la belle époque, pero su
carrera como compositor siguió con numerosas obras de éxito
como Manon, Werther, Le Cid, Thaïs, Grisélidis, Cendrillon,
Chérubin…
marzo-abril 2012
Retrato de Jules Massenet
pro ópera
Las partituras de Massenet se
interpretaron en todo el mundo por
los artistas más talentosos de su
época: Sibyl Sanderson, Rose Caron,
Lucienne Bréval, Marie Heilbronn o
Lucy Arbell entre otras. El compositor
fue el adalid del buen gusto y la
sensualidad francesa, envuelta en
toda su magnificencia y grandeur
escénicas. Massenet fue también un
maestro entregado y entre sus alumnos
destacaron Alfred Bruneau, Gustave
Charpentier, Ernest Chausson, George
Enescu y Reynaldo Hann. Incluso
Claude Debussy, que nunca llegó a ser
alumno suyo, confesó su admiración
por el compositor.
Esta exposición es una oportunidad
para la Ópera Nacional de París y la
Biblioteca Nacional de France para
celebrar conjuntamente el centenario
de la muerte del maestro. En un
ambiente recogido pero como de
cuento de hadas, pueden admirarse
trajes que en su día llevaron cantantes
consagrados, dibujos, maquetas
desbordantes de imaginación y
creatividad, partituras, escenografías
y, muy especialmente, una réplica del
estudio del maestro, donde trabajaba
con su piano Pleyel —cómo no—,
diseñado para que le sirviera a la vez
de instrumento y de escritorio.
La muestra tiene un carácter
exhaustivo y completo de la obra
del creador francés y es un territorio
de referencia para todos aquéllos
que trabajan en el universo de la
ópera o para los que navegan por las
constelaciones de la historia de la
música y de l’élégance. A pesar del
recorrido artístico brillante que lo
lleva a las más altas funciones y a las
mejores distinciones, el hombre como
pro ópera
Algunos vestuarios originales de sus óperas
El piano y los anteojos del maestro
tal sigue siendo un enigma. Efectivamente, Massenet puede aparecer como un personaje
mundano y superficial, como un mujeriego, como el compositor oficial a quien le atrae por
sobre todas las cosas el éxito y los honores. Y sin embargo, detrás de esa imagen que sus
enemigos se preocuparon por difundir, Massenet aparece como un ser torturado que detesta
su nombre, un solitario proclive a la melancolía, alguien nervioso, que elude asistir a sus
estrenos, que evita el número 13 por superstición. Alguien, en fin, que es buen padre de
familia y cae de agotamiento en su mesa de trabajo, el que sólo por obligación los abandona
para cumplir con algún evento social y protocolario. Un “trapero del tiempo” de la creación
musical y la vida, se podría decir, parafraseando al médico y escritor español Gregorio
Marañón. Una recuperación y un hallazgo. o
marzo-abril 2012
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