Provincia Marista Cruz del Sur

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Provincia Marista Cruz del Sur
Cochabamba 1652 - 1148 Buenos Aires - ARGENTINA
Comunicación del Hermano Provincial
CIRCULAR N° 4
Buenos Aires, 2 de febrero de 2011.
Fiesta de la Presentación del Señor. Día de la vida consagrada.
Lanzamiento del
“Año del Discipulado Marista”
( 2 febrero 2011 – 2 febrero 2012 )
Queridos hermanos y laicos maristas:
Con esta cuarta circular pretendo realizar el lanzamiento
del AÑO DEL DISCIPULADO MARISTA. Me gustaría
proponerles que la misma sea imprimida, leída con calma y
reflexionada en comunidad.
La fiesta de la Presentación del Señor en el Templo nos ofrece un marco particular
para iniciar este Año especial. Jesús es presentado a la humanidad mediante las palabras
del anciano Simeón: “Mis ojos han visto tu salvación”. Jesús es vislumbrado como
“salvación” y como “luz” de las naciones. Él es la luz que ilumina las tinieblas de nuestra
vida y es la salvación que nos ofrece la seguridad plena que anhelamos. Él está con
nosotros aunque no lo advirtamos y aunque dudemos de su presencia redentora. Nos ha
dicho que él es “Camino, Verdad y Vida”. Y nos ha invitado a su seguimiento.
El Año del Discipulado Marista que hoy iniciamos es una invitación particular a
renovar nuestro seguimiento de Jesús como maristas. Ha sido preparado a lo largo del
2010, a través de varias sesiones del Consejo Provincial y de reuniones y asambleas
provinciales, y es respuesta a una prioridad proclamada con insistencia en el último
Capítulo Provincial. Como fruto de estas reuniones se han ido perfilando y definiendo los
siguientes objetivos para este Año:
1. Reencantarnos con nuestra vocación de discípulos y discípulas de Jesús, maristas
de Champagnat, para ser testigos entre los niños y jóvenes.
2. Profundizar en una mirada actual de la pastoral vocacional acorde a las
orientaciones del XXI Capítulo General.
3. Revisar las experiencias y procesos educativo-pastorales para cualificarlos en su
dimensión de descubrimiento y acompañamiento vocacional.
4. Promover la vocación marista en la Iglesia y en la Provincia Cruz del Sur.
En la planificación del Año, estos objetivos han sido concretizados en una serie de
criterios orientadores y de líneas de acción (proyectos) que se darán a conocer
próximamente. Nuestra pretensión es que en la Provincia se priorice una reflexión que
coloque el énfasis en la dimensión del discipulado como seguimiento de Jesús al estilo de
María y de Champagnat. La intención es que este Año tenga un impacto real y efectivo en
nuestras personas y comunidades. Para facilitar esto, uno de nuestros propósitos ha sido
buscar que las acciones provinciales sean graduadas, desde una clave transversal, sin
sobrecargar, creando espacios de participación para hermanos y laicos. Estos espacios
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de participación implican también a la pastoral vocacional, tal como es sugerida por el
XXI Capítulo General, en la que se desea involucrar a un gran número de hermanos y
laicos.
Como fruto de un proceso, durante los meses de diciembre y enero, surgieron el
LOGO y el LEMA que motivarán este Año del Discipulado Marista. El logo y el lema:
“Maristas de Champagnat, con Jesús hacia un nuevo amanecer”, nos sugieren el
sentido del Año que apunta fundamentalmente a tomar conciencia del camino marista
recorrido y a ponernos juntos en movimiento para vivir más decididamente el Evangelio
como lo hizo Marcelino Champagnat. Este camino de discipulado es iluminado por los
llamados del XXI Capítulo General, el cual nos invita a salir hacia nuevas tierras en busca
de un nuevo amanecer “que facilite el nacimiento de una nueva época para el carisma
marista” en nuestra Provincia Cruz del Sur.
En su conjunto, el logo y el lema aparecen como una representación muy creativa
y sugestiva que nos vincula con Jesús, con Marcelino, con los maristas de Uruguay,
Paraguay y Argentina, con los colores de nuestras banderas, con la Cruz del Sur, con las
violetas, con los brotes de vida… Son símbolos de lo nuestro, forjado por tantas
generaciones de hermanos y laicos que nos precedieron. Todo esto representa lo que
amamos, nuestro presente pero también nuestro futuro, nuestras esperanzas e ilusiones
más profundas. ¿Quién de nosotros no desea un nuevo amanecer para nuestra
Congregación y para nuestra Provincia, un amanecer donde Jesús y Marcelino sean más
amados, escuchados, consultados, ocupando un lugar más importante en el corazón de
los hermanos y laicos maristas? El seguimiento de Jesús como maristas de Champagnat
requiere de nosotros un corazón nuevo, ojos nuevos, actitudes nuevas que nos permitan
“volver al amor primero”.
Ponernos en camino con Jesús y Champagnat hacia una nueva tierra “exige que
estemos dispuestos a movernos, a desprendernos, a comprometernos en un itinerario de
conversión tanto personal como institucional”. Este Año del Discipulado Marista nos tiene
que alentar a trabajar para hacer realidad el llamado a “una vida consagrada nueva,
arraigada firmemente en el Evangelio, que promueva un nuevo modo de ser hermano”. Y
para hacer también realidad la “nueva relación entre hermanos, laicos y laicas, basada en
la comunión, buscando juntos una mayor vitalidad del carisma en el mundo de hoy”.
El camino de discipulado de Marcelino Champagnat estuvo fundamentado en su
profunda fe y amor al Señor. Estuvo hecho de una continua y palpable presencia de Dios
y de María, aún en medio de los trabajos, compromisos y obligaciones más preocupantes
y exigentes. Jesús fue la razón de su vida y la fuerza para llevar adelante cualquier
empresa por difícil que fuese. El camino que hizo Marcelino nos mueve a buscar al Señor
por encima de todo, a encontrarlo en los niños y jóvenes, particularmente en los más
postergados, abandonados y olvidados. Su espíritu sigue presente entre nosotros. Pero
en estos momentos de la historia necesitamos la gracia y la sabiduría para captar con
fidelidad creativa sus intenciones e intuiciones.
Algunas necesidades como focos de dificultad
Esta propuesta de un “Año del discipulado marista” no viene porque sí, o de un
modo abstracto. Nos toca en nuestra realidad y en necesidades bien concretas que
experimentamos como Provincia. Me permito compartirles mi mirada al respecto, con la
certeza de que sólo nombrando con lucidez nuestras dificultades y necesidades podremos
hacer un camino fecundo de crecimiento y superación.
1. La necesidad de re-encantarnos con nuestra vocación marista, los hermanos
y laicos, antes que pensar “qué hacer con los niños y jóvenes”.
Me refiero a esa marcada tendencia que consiste en vivir nuestra vocación marista
de un modo a veces parcelado, más desde el hacer que el ser, más desde el
afuera que el adentro, más desde la misión externa que desde la pasión interior.
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Invertimos muchas fuerzas y tiempo en preocuparnos y ocuparnos de los niños y
de los jóvenes, pero nos damos muy poco tiempo para cuidar que esa acción sea
auténtica “pasión apostólica”, porque brota de la armonía interior y de un corazón
unificado. La realidad es que nos damos escaso tiempo para reflexionar, para
tomar conciencia de las motivaciones por las que hacemos las cosas, para
compartir y orar la vida con otros maristas…
De alguna manera nosotros elegimos formar parte de esta familia marista,
optamos por un camino de seguimiento de Jesús en la vida consagrada o en la
vida seglar. El paso del tiempo quizá nos ha hecho perder el encanto de la
vocación elegida.
Como bellamente expresa el logo del Año del discipulado, a veces nos sentimos
caminando “en la noche”: nos llenan el alma de oscuridad las frustraciones y
dolores, los fracasos, los desencantos, las resistencias culturales a nuestras
propuestas… Sin embargo, nuestra más genuina tradición cristiana nos recuerda
que la noche, además de ser una maravillosa oportunidad de purificación, es el
preludio de un nuevo amanecer.
Esta “noche-amanecer” es, quizá, un momento privilegiado para volver a elegir ser
maristas de un modo más hondo, realizar una opción por motivaciones más
maduras que nos devuelvan el sabor perdido y la alegría de nuestra vocación.
Nuestro compromiso vocacional no puede reducirse a una serie de actividades
más o menos comprometidas, cuando lo que necesitamos es una actitud mental
nueva y una presencia más viva que contagie algo superior.
Creo que necesitamos revisar nuestro estilo vocacional de vida, nuestra manera
de posicionarnos frente a la llamada recibida. Necesitamos tomar más conciencia
de que nuestra vocación es un don, una gracia, una elección que nos implica en
un seguimiento de Jesús al estilo de María y Champagnat.
2. La necesidad de focalizar nuestros procesos de crecimiento humano y
espiritual en el discipulado de Jesús como María y Marcelino.
Todos nosotros tenemos una experiencia espiritual en la vida marista. Muchas
veces observo que los criterios que a veces empleamos para medir la autenticidad
de la vida espiritual propia o de otros no siempre son los más apropiados. Sin
darnos cuenta podemos caer en una vida espiritual de gran seguridad, pero de
mucha ansiedad, juzgadora de los demás, encerrada en un narcisismo y
egocentrismo disfrazado de virtud. La espiritualidad es aquello que hacemos en
virtud de lo que creemos. La espiritualidad encarna nuestros credos. Siempre
tenemos que estar revisando nuestra manera de encarnar lo que creemos, nuestra
manera de comunicarnos con Dios y, más propiamente, el estilo de vivir nuestro
seguimiento de Jesús.
La vida marista – religiosa y seglar – es una manera de vivir nuestra vocación
cristiana. Es una manera de estar en el mundo viviendo y proclamando unos
valores que nos caracterizan. Estamos llamados a una vida espiritual sólida, a una
conversión de nosotros mismos, a un cristianismo centrado antes que nada en
Jesús. Puede ser que aceptemos fácilmente, sin dar lugar a dudas, que estamos
caminando en pos de los pasos de Jesús. Quizás damos por hecho que estamos
en el camino correcto. Defendemos nuestros puntos de vista y seguimos adelante
sin mayores cuestionamientos sobre la propia vida, sobre las ideas y actitudes que
caracterizan la propia existencia. La relación con Dios sigue su camino, su ritmo…
sin dar lugar a saludables confrontaciones. Por supuesto, todos tenemos nuestras
propias experiencias y sensibilidades espirituales. Pero la pregunta importante es
si realmente nuestra experiencia espiritual se focaliza en el aspecto principal que
es Jesús y su Evangelio.
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Para el marista este seguimiento de Jesús se realiza al estilo de María y Marcelino
Champagnat. Ellos son los mediadores de esta experiencia espiritual marista de
seguimiento de Jesús. Las actitudes de María y de Marcelino inspiran nuestra
manera humana de relacionarnos entre nosotros y, en consecuencia, con Jesús.
Hay un modo muy sencillo de calibrar qué tan genuina es nuestra espiritualidad del
seguimiento de Jesús: se trata de ver qué tan felices, esperanzados, audaces y
pacientes somos. Para Marcelino la confianza en Dios, y el arrojarse como un niño
en los tiernos brazos de María eran “su modo” indeclinable de ser discípulo.
Abandonado en el amor y sensible ante la realidad se atrevió a hacer cosas que
para otros eran “locuras”.
3. La necesidad de recrear la dimensión vocacional en nuestros procesos
educativos y pastorales.
Realizamos muchas tareas educativas y pastorales con niños y jóvenes, pero
quizás nos está faltando un objetivo unificador de toda nuestra acción. Nuestra
misión educativa es ayudar a cada niño y a cada joven a que su vida pueda
encaminarse más profundamente en la dirección del sueño de Dios para él o ella.
Muchas veces nuestros procesos educativos y pastorales tienen esta dimensión
vocacional debilitada o desarticulada.
Es importante que trabajemos de manera más decidida para generar en nuestros
colegios y obras una “cultura vocacional” que favorezca la preocupación por un
proyecto de vida que trascienda lo meramente humano. Es dentro de la búsqueda
de un sentido existencial donde surgen las opciones vocacionales específicas.
Esta cultura vocacional forma parte de la tarea de evangelización de nuestros
colegios y obras. Tiene que ver con esa capacidad de maravillarse, de anhelar, de
entregar la vida por los demás. Tiene que ver con las preguntas profundas de la
existencia y con las preguntas pequeñas de cada día. Se relaciona con los valores
que brindan un verdadero sentido a la vida.
En cuanto conjunto de valores, la cultura vocacional debe avanzar cada vez más
hacia la convicción colectiva de que no se puede construir ningún futuro sobre un
modelo de hombre “sin vocación”. Esta cultura es el objetivo más importante de la
pastoral vocacional y, por qué no, de la pastoral en general. Una pastoral
verdadera es aquella que cultiva la libertad de sentirse llamados por Dios.
En nuestra Provincia, tenemos obras con niños, adolescentes y jóvenes que están
en diversas situaciones socio-económicas, y, por lo tanto, experimentan
oportunidades distintas. A aquellos a los cuales no les faltan oportunidades de
progreso tendremos que ayudarlos a descubrir que hay un horizonte de felicidad y
plenitud humana más cautivante y urgente que el mero bienestar, y que tiene que
ver con la solidaridad y la profundidad de la vida; que no basta con “elegir la
carrera adecuada” para ser felices, sino acertar en la construcción de un proyecto
vital que dé plenitud a la vida toda y construya la comunidad humana. A aquellos
cuyas oportunidades están amenazadas, además de ponernos “de su lado” para
luchar por sus derechos, y de ofrecerles posibilidades de crecimiento, tendremos
que ayudarles a reconocer al Dios de Jesús como aliado de su despliegue
personal, desde una identidad rica y plena; el Dios que se atrevió a asociar al
Milagro de su Encarnación a una adolescente analfabeta de un poblado pobre y
desconocido. ¡Todos los niños y adolescentes “tienen vocación”!
Un nuevo paradigma de la pastoral vocacional
El XXI Capítulo General nos invita a una nueva comprensión del Instituto y, por lo
tanto, de la pastoral vocacional. Nos impulsa a una nueva “Pastoral Vocacional Marista”
que asuma los nuevos paradigmas: las vocaciones específicas de hermanos y laicos que
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se enriquecen mutuamente, y la corresponsabilidad en la búsqueda de nuevas vocaciones
maristas. Como señala el Capítulo:
“El grito de Marcelino Champagnat, “¡necesitamos hermanos!”, nos sigue
interpelando hoy. Que cada uno de nosotros, hermanos y laicos maristas,
se atreva a invitar a los jóvenes a unirse a ser hermanos maristas o laicos
maristas” (documento del XXI Capítulo General).
Como ya fue referido, nuestro Capítulo Provincial, realizado hace algo más de un
año, señaló la Pastoral Vocacional como una de las prioridades que debemos atender
como Provincia en el trienio. Por tanto, debemos esmerarnos en dar una respuesta.
Creo que estamos llamados a cambiar el concepto reductivo que tenemos cuando
hablamos de “pastoral vocacional”, entendida habitualmente como “reclutamiento” de
candidatos. En este sentido, la cultura vocacional, de la que hablamos anteriormente, no
pasa por una preocupación egoísta de “mantenernos”, de conservar nuestras obras. La
pastoral vocacional marista necesita abrirse firmemente al laicado que vive y trabaja junto
a los hermanos. De este modo puede ser vivida como una preocupación por cuidarnos y
enriquecernos mutuamente, y puede ser realizada desde la convicción del valor de una
vida entregada a Dios y a los demás.
Como maristas, estamos llamados a poner nuestro empeño en “despertar
vocaciones maristas” para la vida religiosa y laical. De esta manera, “laicos y hermanos
profundizamos en nuestras vocaciones específicas a medida que nos encontramos unos
con otros en un camino que se abre al futuro y del que ya hemos descubierto rasgos
significativos” (En torno a la misma mesa, 26). La vocación religiosa del hermano inspira
la vocación laical y viceversa. El carisma marisma es un don de Dios que debemos
impulsar y extender caminando en esperanza hacia el futuro.
Considero que el Año del Discipulado Marista nos podría ayudar a abrirnos a
distintas propuestas de revitalización del carisma y la espiritualidad, entre ellas: repensar
la pastoral vocacional en nuestros colegios y obras para ayudar a las personas a
reencontrar el llamado personal más profundo, explicitar en el currículo escolar el sentido
vocacional de la existencia, construir puentes entre los distintos equipos de la Provincia,
establecer itinerarios formativos de hermanos y laicos para reflexionar juntos este tema,
apostar decididamente por la pastoral juvenil universitaria…
Por lo tanto, la pastoral vocacional como cultura vocacional no es un asunto que
pertenece sólo a un grupo, sino que es algo que debe ser asumido por toda una
comunidad. Cada vez con más fuerza necesitamos que nuestras comunidades (religiosas
y educativas) sean moradas de puertas abiertas, acogedoras de los jóvenes, capaces de
estimularlos a preguntarse por lo que el Señor quiere de ellos.
Hacia un nuevo amanecer
Entre nosotros he podido escuchar alguna vez la expresión: “Los hermanos somos
una especie en extinción”. Me pregunto: ¿Qué es eso de especie? Y ¿qué es eso de
extinción? Personalmente, pienso que no somos ninguna especie, sino miembros
comunes del pueblo de Dios que camina entre luces y sombras… Y aquello de “extinción”
no me gusta, porque creo que la disminución vocacional actual no es necesariamente una
apuesta a la desaparición sino a la transformación, a la transfiguración… No sé expresarlo
bien, pero creo que Dios nos está haciendo pasar por una noche de purificación que no
estamos en grado de comprender, y a través ello hará surgir una nueva realidad marista
mucho más centrada en lo esencial. Lógicamente, si nos presentamos de ese modo
pesimista ante los jóvenes, nuestra opción vocacional como “hermanitos de María”
aparecerá como un camino hacia la muerte…
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La vida consagrada es la aventura de varones y mujeres que hacen de su amor
apasionado por Dios una apuesta de totalidad tal que viven desde esa pertenencia al
Señor su capacidad de amar, de tener y de elegir. Es un signo de que el Cielo no está
“allá arriba” esperándonos, sino que el “el Reino de Dios está aquí, entre nosotros”. Y es
un testimonio elocuente de que Dios es capaz de saciar los deseos más hondos de
felicidad y comunión.
Si creemos en la fecundidad y validez de una vocación consagrada, haremos dos
esfuerzos importantes:
-
acompañar y cuidar la vocación de cada hermano, animándolo a cultivar ese
vínculo tan particular con Jesús, favoreciendo ese modo apostólico de amar
que brota de la consagración, y reconfortándolo en las cruces y dificultades de
su camino;
-
proponer decididamente a los jóvenes el cuestionamiento vocacional: llevarlos
a que se pregunten si el Señor, en lo profundo de su corazón, no los está
invitando a esta opción de amor que es la consagración.
Los últimos 40 años nos han regalado la certeza de que nuestro Instituto no tiene
“laicos colaboradores”, sino que somos una Familia Espiritual convocada por Dios a
sentarse “en una misma Mesa”, en relación de igualdad y corresponsabilidad de
hermanos y laicos/as. El laicado tiene un lugar insustituible en la construcción del Reino
de Dios.
Si creemos de verdad en la vocación del laico/a marista, también tendremos que
hacer dos esfuerzos significativos:
-
buscar los modos de discernir y acompañar esta vocación, creando los
itinerarios y mediaciones apropiados para ello;
-
crecer en una positiva y auténtica comunión que implique compartir no sólo
tareas sino también responsabilidades, poder, confianza, espiritualidad,
reflexión…
Creo que hay en el corazón humano, y especialmente en el corazón de los
jóvenes, una capacidad de generosidad muy grande, y esa capacidad está ahí para ser
canalizada en algún proyecto "grande". La grandeza de ese proyecto está ligada a la
correlación que ofrezca entre las renuncias y los objetivos.
La generosidad de los jóvenes está y estará siempre. Lo que hace falta son
caminos para mostrarles a estos jóvenes generosos cuál es la diferencia entre los dioses
de este mundo y el Dios de todo el mundo. Si lográramos mostrarlo quizás tendríamos
una abundante cosecha vocacional…. Creo sinceramente que estos dos modos de “ser
maristas de Champagnat” son capaces de ofrecer, hoy, sentido y plenitud a la vida de los
jóvenes.
El “nuevo amanecer” que intuimos tiene que ver, a mi criterio, con caminar en esta
dirección:
-
reconocer, valorar, gozar y celebrar la vocación del hermano y del laico
marista;
-
cuidarnos y apoyarnos en la vivencia de nuestras vocaciones específicas,
facilitando los medios para que cada marista (hermano, laica, laico) logre la
mejor versión de sí mismo/a con ayuda de la comunidad;
-
juntos, lanzarnos hacia “nuevas tierras” con la ternura de María y la audacia de
Marcelino.
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Todos comprometidos
Se ha conformado un equipo animador del Año del Discipulado Marista integrado
por laicas, laicos y hermanos de distintas edades, servicios y lugares de la Provincia. Ellos
serán quienes animen las acciones y coordinen las diversas propuestas a nivel provincial.
A ellos les expreso mi más sincero agradecimiento e invito a todos a que apoyemos y
facilitemos su tarea.
En el folleto explicativo del Año del Discipulado Marista, que se dará a conocer en
los diversos encuentros de verano y en las Asambleas zonales de marzo y abril,
encontrarán una serie de proyectos que, como Provincia, hemos decidido apoyar y
animar, en vistas a que este Año del Discipulado se dinamice de un modo intenso y
fecundo. Los invito a leer ese folleto con tranquilidad y atención, ya que sus acciones nos
convocarán a todos, invitándonos a aportar desde nuestros lugares, edades y roles
específicos.
En esta circular quiero hacer un pedido especial a todos los equipos y comisiones
provinciales: Consejo Provincial; Secretaría Provincial; Dirección Provincial de GestiónPastoral, Educación Formal, Administrativo-Contable, Solidaridad; Administración
Provincial; Gram Editora; Fundación Marista; FEMAP, FAEM, Fraternidades Maristas,
Equipo de EAM, Equipos de Animación de Hermanos, Pastoral Vocacional… Quisiera que
todos estos grupos asuman el “Año del Discipulado Marista” como un eje central de sus
proyectos y acciones de este 2011, y que me hagan llegar su planificación anual
destacando de qué modo van a sumarse a esta iniciativa provincial.
De igual modo, cada Centro Educativo (escuelas, colegios, obras sociales,
Institutos de Profesorado), y cada Comunidad, está llamada no sólo a adherir y
acompañar lo que se anime desde la Provincia, sino también a generar sus propias
propuestas. Dios quiera que seamos lo suficientemente creativos y audaces para que este
año no pase como uno más, sino que deje profunda huella en nuestros corazones y en los
de nuestros niños y jóvenes.
Peregrinos, no vagabundos
Somos peregrinos en este camino marista. La mirada tierna y comprometedora de
Jesús nos cuestiona y nos invita a seguirle, nos da la garantía de una vida plena y feliz. A
los adolescentes y jóvenes digámosle que no tengan miedo. Porque Jesús, como nadie,
los conoce, los quiere y les puede dar la verdadera felicidad. Mientras tanto nosotros,
hermanos consagrados y laicos, hagamos de nuestra vida testimonio y provocación para
tantos jóvenes que el Señor pone en nuestro camino.
Vivamos este Año con los sentimientos del peregrino que camina con esperanza y
sencillez, llevando en sus labios y en su corazón el mensaje de Jesús Resucitado y
confirmando a sus hermanos en la fe y la vocación.
A diferencia del vagabundo, cuyos pasos no tienen un destino final determinado, el
peregrino siempre tiene una meta, aunque a veces no sea consciente explícitamente de
ello. Esta meta no es otra que el encuentro con Dios por medio de Jesucristo, en quien
todas las aspiraciones del corazón humano hallan su respuesta.
Para terminar quiero dirigir una oración a Jesús, "Camino, Verdad y Vida", a quien
presento a todos mis hermanos y hermanas que, peregrinando por la vida marista, van
buscando su rostro:
Señor Jesús, peregrino de Emaús,
que por amor te haces cercano a nosotros,
aunque, a veces, el desaliento y la tristeza
impidan que descubramos tu presencia.
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Tú eres la llama que aviva nuestra fe.
Tú eres la luz que purifica nuestra esperanza.
Tú eres la fuerza que enciende nuestra caridad.
Enséñanos a reconocerte en la Palabra,
en la casa y en la Mesa donde el Pan de Vida se reparte,
en el servicio generoso al hermano que sufre.
Y cuando atardezca, ayúdanos, Señor, a decir:
"Quédate con nosotros".
Amén.
Conclusión:
Finalizo esta circular expresándoles a todos ustedes mi profundo agradecimiento
por lo que son y lo que hacen en la familia de San Marcelino. Gracias por formar parte de
esta gran familia espiritual.
Le pido a María, la Buena Madre, que nos conserve, nos multiplique y nos
santifique.
Le pido a San Marcelino que nos ayude a ser dóciles a la acción del Espíritu y a
vivir este año especial con entusiasmo, alegría y esperanza.
¡Feliz fiesta de la Presentación del Señor y de la vida consagrada!!!
¡Feliz inicio del Año del Discipulado Marista!!!
Con mi aprecio, recuerdo y gratitud,
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