Lunes, 14 de septiembre de 2015 “Exaltación de la Cruz” “Acepta tu Cruz, ama, ayuda a los demás y vivirás feliz y en paz” Nm 21,4b-9 El pueblo habló contra Dios y Moisés intercedió por él. Sal 77,1-38 No tenían fe en Dios, no confiaban en su salvación. Flp 2,6-11 Se humilló a sí mismo, obedeciendo hasta la muerte. Jn 3,13-17 Dios ha enviado a su Hijo para que el mundo se salve. ¡Qué difícil nos resulta mantenernos firmes cuando arrecian las tormentas y las dificultades de la vida! Como el pueblo de Dios, también nosotros levantamos la voz y nos preguntamos: ¿Acaso no somos cristianos, acaso no seguimos a Cristo, acaso no creemos en Dios, cómo es posible entonces que nos sucedan todas las cosas que nos impiden vivir cómodamente, sin problemas, sin temores,...? La fe, que nos pide el Señor, no es solamente una fe de rezos y de misas; se nos pide confiar en Dios, creer que Él siempre está con nosotros, a nuestro lado, luchando en medio de nosotros como un poderoso Salvador, como nos recuerda Sofonías. Vivir la vida no es nada sencillo, de continuo nos enfrentamos a retos, problemas, desgracias, que afrontamos, o bien despotricando contra Dios, como lo hizo su pueblo, o bien pidiendo a Dios que nos dé fuerzas para el combate, como lo hizo Jesús. A Jesús, Dios, siendo su Hijo, no le ahorro el dolor, el sufrimiento, la angustia de enfrentarse a una muerte ignominiosa y tremenda: La Cruz. Ante lo que le esperaba, lloró, suplicó al que podía salvarle, pero ante todo obedeció lo que Dios tenía preparado para Él, con la fe y la esperanza de que Dios jamás le abandonaría. De fe en fe, de prueba en prueba, como nos dice la Escritura, es como se va conformando nuestro querer, nuestro pensar con el querer y el pensar de Dios. Seamos dóciles a su Espíritu, como Jesús, y aceptemos su voluntad para ser su pueblo elegido, para ser su amor, para que seamos los que interceden ante Dios, como Moisés, por los que aún no han encontrado el camino de la Vida. Sábado, 19 de septiembre de 2015 “¡Déjate sembrar de amor y serás amor para los demás!” 1Tm 6,13-16 Conservad el mandamiento supremo del amor. Sal 99,2-5 Sabed que es Dios, Él nos hizo y suyos somos. Lc 8,4-15 La semilla cayó en tierra buena y dio fruto. Todos estamos llamados a ser amor en nuestra existencia, todos tenemos una historia en la que ser y una meta que alcanzar. Podemos vivir a nuestro aire de manera egoísta o vivir una vida llena de gracia que satisfaga nuestros afanes, nuestras ansias de felicidad, que nos impulsa a compartirla llenándola de actos de cariño, ternura, delicadeza…, entrega. Somos imagen de un Dios que es Amor, hechura de sus manos; por tanto, sólo nos sentiremos plenos cuando ejerzamos la misión a la que hemos sido llamados: ser amados para amar. Pablo, en su carta a Timoteo, nos recuerda que no nos olvidemos de guardar, cuidar el Amor que se nos da. Porque, quien no ama, no ha conocido a Dios. Podemos hacer muchas cosas en su nombre, pero, aunque habláramos lenguas, aunque profetizáramos, tuviéramos plenitud de fe, repartiéramos nuestros viernes a los pobres,… si nos falta el amor, nada nos aprovecha (1Cor 13). Es la Palabra la que nos ilumina, la que nos da fuerzas, la que nos guía, y es la que quiere sembrar cada día en nuestro corazón. ¡Shema, Israel! ¡Escucha la Palabra de Dios! Si no la escuchas, ¿cómo vas a saber su voluntad, lo que quiere? Escucharla, acogerla, depende de cada cual. Depende dejarnos interpelar por ella, dejarnos enseñar, corregir,... aprendiendo día a día a obedecerla. Dios nos invita a tenerlo presente y a que miremos en nuestro corazón a la luz de su Palabra, para que, dejándole que nos ame descubramos el gozo de vivir con él y en él, veamos lo que nos separa de su querer. Estemos atentos y acojamos todo lo que Dios nos regala. Miércoles, 16 de septiembre de 2015 “Reconoce cuán amado eres y disfruta del amor de Dios por ti” 1Tm 3,14-16 El Misterio ha sido manifestado en la carne. Sal 110,1-6 ¡Clemente y compasivo es Dios! Lc 7,31-35 Ahí tenéis un amigo de publicanos y pecadores. En la Encarnación de la Palabra en Jesús, hecho hombre como nosotros, Dios manifiesta la grandeza de su amor por nosotros. Y la predicación de su palabra y de sus obras, indican el camino. No somos felices, porque no profundizamos en lo muy amados que somos. Alguien decía: Sólo porque no se te ame como tú quieres, no significa que no te ame con todo su ser. Y, Dios nos ama con locura, con todo su ser. Su locura de Amor queda de manifiesto en la Cruz y glorificada en la Resurrección de su Hijo. Jesús es el Camino, es el Maestro, el que guía nuestros pasos, el que va delante marcándonos con su vida, que sólo hay una manera de ser feliz: Escuchando lo que Dios nos tiene que decir y obedeciendo su palabra. Dios es clemente y compasivo. Dice de Él San Agustín: Aprueba a los buenos, tolera a los malos y ama a todos. En Él, no hay acepción de personas, para Él todos somos hijos, todos somos parte de su ser, de sus entrañas: Eres un hijo tan querido para mí o niño tan mimado… En efecto, se han conmovido mis entrañas por ti, ternura hacia ti no ha de faltarme (Jr 31,20). ¡Cuánto añora Dios nuestra respuesta de amor! ¡Cuánto desea que seamos dóciles a su Espíritu! Que no andemos como los niños que no están contentos con nada. Hoy se nos invita a ser humildes y generosos en la comunidad, que nos seamos como el perro del hortelano que ni come ni deja comer. Acojamos lo que los demás aportan y tienen como un don para todos los que formamos la Iglesia de Cristo. Él lo dio todo por nuestra salvación, por nuestra enseñanza. Hoy cuenta con nosotros, hoy ha depositado en nosotros su esperanza, su fe y su amor. Jueves, 17 de septiembre de 2015 “¡Atrévete a ser, con Cristo, luz que ilumine las tinieblas!” 1Tm 4,12-16 No descuides el carisma que hay en ti. Sal 110,7-10 Ha enviado redención a su pueblo. Lc 7,36-50 A quien poco se le perdona, poco amor muestra. Dice el Papa Francisco: Necesitamos santos modernos, santos del siglo XXI, con una espiritualidad insertada en nuestro tiempo. Y Pablo nos recuerda: No descuides el carisma que hay en ti. Ambos nos invitan a ser cristianos responsables con el carisma que hemos recibido, que no nos olvidemos de vivir como hijos de Dios, felices, alegres, dinámicos, para que el amor de Dios reine en la mentalidad de nuestro tiempo; que no seamos mojigatos, sino personas que brillen, personas que seamos luz, que atraigan a todos al seno de la Iglesia de Cristo. No nos cansemos de amar, de perdonar, de acoger, de abrazar, de mostrar ternura; porque el mundo está falto de todos estos valores, el mundo necesita ver que el cristiano vive en el mundo para cambiar el mundo. Ser cristianos es ser de Cristo; por tanto acoger el carisma que su Espíritu nos da, y lo hacemos escuchando lo que quiere de nosotros, de cada uno, porque como Él, también nosotros estamos llamados a evangelizar, a llevar la Palabra, a mostrar a todo hombre que nuestra fe salva, libera, engalana el corazón. ¡Cuánto respeta Dios nuestra libertad y qué poco respetamos lo que piensa el que es distinto a nosotros! Dios no quiere que seamos seguidores de normas ni de liturgias que excluyen, sino seguidores y fieles a su amor. Dios quiere que hagamos como Jesús, que pasó por el mundo haciendo el bien, que abrazó, tocó, curó, perdonó,… Todo por salvar al hombre, por devolverle su dignidad de hijo, por ayudarle a ser hermano. Jesús no aprueba el pecado ni el mal, pero acoge, respeta y ama a todos. Viernes, 18 de septiembre de 2015 “¡Cree!, ¡conquista la vida!, ¡ama! Y dejarás huellas a tu paso” 1Tm 6,2c-12 Combate el buen combate de la fe, conquista la vida. Sal 48,6-20 Nadie puede redimirse ni pagar a Dios por su rescate. Lc 8,1-3 Jesús proclamaba y anunciaba la Buena Nueva del Reino. “Uno no escoge el tiempo para venir al mundo, pero debe dejar huella de su tiempo”. Así de claro nos lo comunica Pablo: Nacemos por amor, para ser amor y sólo nos llevaremos de esta vida el amor que hayamos sido capaces de dar. No seamos necios, pensando sólo en enriquecernos para “disfrutar” a tope de la vida… ¿Qué vida? ¿Qué es la vida? Un puñado de años que pasan rápido, y luego… Jesús predica y proclama la vida de Dios, la que Dios quiere y para la que nos ha creado. Pues no son las riquezas ni el dinero lo que llena el corazón del hombre, sino su humildad para acoger el amor que Dios le da, le tiene; y que viva ese amor entregándolo, amando a los demás en su carne. Amar, es darse a los hermanos, es ocuparnos y preocuparnos de los que están a nuestro lado, es vivir unidos en el amor, teniendo todos en común un solo Padre, un solo Dios”. Tenemos orgullo y a veces soberbios y egoístas, llegando a pensar que todo está en nuestras manos, que lo tenemos por méritos propios. ¡Necios!, si somos, somos porque Dios nos sostiene; si tenemos, es porque Dios en su amorosa providencia nos provee. ¿De qué gloriarnos pues? Hemos sido bien rescatados, hemos sido redimidos por la sangre del mismo Dios, ¿acaso podemos pagar tanto amor, tanta entrega?... ¿Cómo pagar a Dios todo el bien que nos hace?... Señor, toma nuestra vida, llévanos allí donde los hombres estén hambrientos de tu palabra, de tu amor. Ayúdanos a no malgastar nuestro tiempo, a ser capaces de dejar huellas de amor, que otros puedan seguir, encontrar y recorrer. Martes, 15 de septiembre de 2015 La Virgen de los Dolores “¡Obedecer, implica matar el yo para que nazca el nosotros!” Hb 5,7-9 Fue escuchado por su actitud obediente. Sal 30,2-20 En ti confío y me regocijo en tu amor. Jn 19,25-27 Junto a la Cruz de Jesús estaba su Madre. No es fácil vivir; cada día tiene sus cosas buenas y cosas que no son tan buenas. Se trata de tomar opciones, y toda opción en la vida supone crisis; es a la vez peligro y oportunidad, cuando sólo vemos una de estas dos cosas, es probable que tomemos una mala decisión. Ante Jesús se presenta el dolor, la angustia y la muerte, pero Él se fía, confía en la bondad del Padre y cree que el Padre no le dejará abandonado en manos de la muerte. Y esa fe, ese abandono, nos marca un camino de esperanza a los que le seguimos. Jesús clama al Padre y parece que el Padre le desoye. Aun así obedece y su obediencia es nuestra salvación. Nosotros pretendemos que, cuando oramos, cuando clamamos, todo se solucione como nos parece; no pensamos en que Dios quizás tiene otros planes para nosotros, que quiere que recorramos otros caminos. Nuestra opción puede ser rebelarnos y buscar salida a los problemas por nuestra cuenta o abandonarnos en las manos del Padre, que nos asegura que todo ocurre para nuestro bien. ¡Elige la vida!, nos recuerda la Escritura, elige la vida aunque ante tus ojos sólo veas la muerte. ¡Es duro el dolor!, ¡son duros los golpes de la vida!, pero en nuestras cruces no estamos solos; Jesús nos ofrece el amparo de su Madre, el amor y el cariño de una Madre que nos acoge y nos enseña a acoger el dolor y las dificultades; a tener fe, a creer que la muerte siempre será vencida. Nada se consigue sin esfuerzo ni sufrimiento; alcanzar la Vida Eterna, conlleva dolor, pero al final el gozo es para siempre. Si el amor está en vosotros amaréis y la vida en vosotros será eterna. Déjate amar para que el amor viva en ti. Domingo, 20 de septiembre 25º Tiempo Ordinario “Aumenta, Señor, nuestra pobre fe y se haga tu voluntad” Sb 2,12.17-20 Tendamos lazos al justo que nos fastidia. Sal 53,3-8 ¡Escucha mi oración!, ¡ven en mi auxilio! Stg 3,16;4,3 No tenéis porque no pedís. Mc 9,30-37 Caminando, iba enseñando a sus discípulos. Es en lo ordinario de cada día donde se pone a prueba nuestra fe, los motivos y los intereses que nos mueven. Dios lo sabe, sabe que estamos necesitados de su amor, de su fuerza y poder, por eso nos recuerda que pidamos su auxilio, su presencia en nuestros asuntos, que no le dejemos al margen de nuestras vidas. ¡Cuántas cosas nos daría el Padre si se las pidiéramos con fe, con humildad, buscando siempre lo bueno y lo agradable, lo perfecto! Si vosotros, siendo malos, sabéis dar cosas buenas a vuestros hijos, ¡cuánto más vuestro Padre que está en los cielos dará cosas buenas a los que se las pidan! (Mt 7,11) ¡Pedid y recibiréis!… ¿Qué nos pasa que buscamos de continúo el favor de los hombres y pasamos por alto que el único que puede ayudarnos es Dios?... ¿Acaso se nos ha olvidado que Dios todo lo puede, que es el Dios de los imposibles?... Sólo nuestra falta de fe, pues respeta nuestra libertad, impide a Dios ser grande en nuestras vidas. ¡Abramos los oídos a su Palabra!, que es la lámpara de nuestros ojos, sabiduría del sencillo, consuelo de nuestra alma. No la echemos en saco roto, pues, si germina en nuestro corazón seremos tierra buena que dé frutos de vida y de amor por generaciones. Necesitamos contemplar a Jesús, que siendo de condición divina se hizo hombre como nosotros para enseñarnos el camino del amor. Él es el que nos enseña, el que nos habla, el que nos ayuda a caminar; es el Maestro, atento a nuestra pobreza para colmarla de sabiduría, es el Pastor que nos guía y conduce por valles oscuros. Él es nuestro Dios. De Cristo y en Cristo nacen los frutos de amor, de verdad, de paz. Pautas de oración ¿Quién es el más grande? Haceos sencillos como los niños. Familia misionera católica Verbum Dei vdgodword.webnode.es