THE RUNKLE COLLECTION Amongst the many rich collections of pictures to be found in New York, none is more fastidiously chosen than that of Mr. Runkle. A glance at its treasures suffices to prove Mr. Runkle a connoisseur in art and an amateur of the poetic branch of painting illustrated in landscapes. Rousseau, with all the mysterious repose which distinguishes him, Corot, prolific of dreamy sylvan scenes peopled with nymphs, Daubigny, who depicts nature under colors as sombre as those of Dupre are vigorous and solid, Millet, who succeeds in giving stability to his own vagaries and Diaz, at whose magical touch a peculiar blue light emanates from dense shadow—all these illustrious masters of landscape art are represented in M. Runkle’s collection. Diaz, who has reproduced the nude women of the Italian school, the blue draperies and the smile of nature in his moments of tender revery, is the painter of two little pictures which recall his works on exhibition at the Metropolitan Museum. They bear the imprint of his favorite effects of light, of which the most notable is a bit of blue sky, pure and limpid, in the midst of a dark canvas, whereof the thick forest and the water which reflects the dense foliage of the overhanging trees only serve to throw it into more vivid relief. Another autumnal sketch, filled with the subdued light of an October day, and a third picture, representing a woman recumbent on the grass, her back turned, and, with a ware of her hand, dismissing a charming Cupid, who steals from the trees in the vicinity, are full of interest and artistic merit. The effect of light in the latter work, as it passes through a clearing in the opaque foliage and falls on the figure of the woman and of the little Cupid underneath, is really remarkable. Between Millet’s two pictures it is difficult to make a choice. One depicts a female figure, pure in drawing and harmonious in color, and sketched with a bold, free hand, uniting at the same time the ease of Díaz with the mysterious suggestiveness of Corot; the other, whose inexhaustible beauties permit close inspection, is based on a effect of moonlight. A woman advances alone from a dark background, her back turned to the moon, which illumines the horizon with steady and sustained light. Detaille contributes a genre picture Les Incroyables, to this collection, which is wanting in the easy grace and vigorous realism of his later works, but in which he gives, nevertheless, a faithful copy of the fantastic idlers of Barras’ day. Mr. Runkle possesses one picture signed with the name of the great Gérôme. The painter of Moorish women was in London during the siege of Paris, and whilst there executed this charming work, minute in the treatment of figures and misty in perspective. The picture represents the house of the English painter Turner, to whom three street musicians, veritable and picturesque Italians, offer their salutations. The accurate contour of their forms is well defined by the early morning light, which illumines at the same time the ribbons and flowers of their hats. The little Italian, his cheeks distended as he plays his pipe, abandons himself with youthful delight to the pleasures of his art, his aged companion is evidently less charmed with the treadmill of professional labor. Jacquet contributes an interesting picture, which might be called Rêverie, but is, in fact, Autumn. Similar to the charming female figure in the work entitled Rêverie, the subject of his sketch dreams under the trees, which cast their autumn leaves at her feet. One hand rests on a book, the other, neatly gloved, hangs listlessly at her side. An indescribable air of dreamy melancholy pervades the features of this lovely woman, quite in keeping with the subject of the piece. One of the most charming elements of this collection, however, is a little picture by Boldini. In color it suggests Madrazo, in light Pasini. A young woman, whose exquisite, dainty head peeps from a hammock, and out of a cloud of white drapery, ornamented with pink ribbons, is gracefully swaying to and fro under the trees. A fairy foot protrudes from the folds of her dress, and from the variegated masses of bright color one would say that a butterfly had shaken over the canvas its wings of many hues, but theses caprices of color only intensify the grace and harmony of the drawing. The Hour, Nueva York, 11 de septiembre de 1880 [Mf. en CEM] LA COLECCIÓN RUNKLE (Traducción) Entre las muchas colecciones valiosas de cuadros que se encuentran en Nueva York, ninguna ha sido escogida con más cuidado que la del señor Runkle. Una ojeada a sus tesoros es suficiente para consagrar al señor Runkle como un conocedor de arte y un aficionado de la rama poética de la pintura representada por los paisajes. Rousseau, con toda la quietud misteriosa que lo distingue; Corot, prolífico soñador de fantásticas escenas silvestres pobladas de ninfas; Daubigny, que presenta la naturaleza con colores tan sombríos como son vigorosos y fuertes los de Dupré; Millet, que ha logrado darle firmeza a sus propios caprichos; y Díaz, a cuyo toque mágico una extraña luz azul emana de una sombra oscura—todos estos maestros paisajistas están representados en la colección del señor Runkle. Díaz, que ha reproducido las mujeres desnudas de la escuela italiana, los ropajes azules y la sonrisa de la naturaleza en los momentos de tiernos ensueños, es el pintor de dos pequeños cuadros, que recuerdan sus obras en exhibición en el Museo Metropolitano. Portan el sello de sus efectos favoritos de luz, de los cuales el más notable es un poco de cielo azul, puro y claro, en medio del lienzo oscuro, puesto aún en más vivo relieve por un espeso bosque y el agua que refleja el follaje espeso de los árboles sobresalientes. Otro bosquejo otoñal, lleno de la luz tenue de un día de octubre, y su tercer cuadro, una mujer recostada en la hierba, de espaldas, que con un gesto de la mano despide a un encantador Cupido que sale de los árboles próximos, están llenos de interés y de valor artístico. El efecto de luz en esta última obra, al pasar por un claro del follaje opaco y caer sobre la figura de la mujer y del pequeño Cupido debajo, es verdaderamente maravilloso. Es difícil escoger entre los dos cuadros de Millet. Uno representa una figura femenina, de líneas puras y colores armoniosos, y dibujada con mano audaz y desenvuelta, uniendo al mismo tiempo la facilidad de Díaz con la sugestión misteriosa de Corot; el otro, cuya belleza inagotable no impide un examen cuidadoso, se basa en los efectos de la luz de la luna. Una mujer avanza sola de un fondo oscuro, de espaldas a la luna, que ilumina el horizonte con una luz firme y fija. Detaille contribuye a la colección con un cuadro de genre, Les Incroyables, que carece de la gracia fácil y el realismo vigoroso de sus obras posteriores, pero en el cual, no obstante, ofrece una copia fiel de los fantásticos frívolos de los tiempos de Barras. EI señor Runkle posee un cuadro firmado por el gran Gérôme. El pintor de mujeres moras estuvo en Londres durante el sitio de París, y mientras se hallaba allí pintó esta obra encantadora, minuciosa en la presentación de la figura y de perspectiva brumosa. El cuadro representa la casa del pintor inglés Turner, a quien tres músicos callejeros, genuinos y pintorescos italianos, ofrecen sus saludos. El contorno exacto de sus figuras está bien destacado por la temprana luz mañanera, que ilumina simultáneamente las cintas y flores de sus sombreros. El pequeño italiano, las mejillas dilatadas mientras toca la flauta, se entrega por entero con goce juvenil a los placeres de su arte, pero su viejo compañero evidentemente se encuentra menos a gusto con los gajes de su labor profesional. Jacquet contribuye con un cuadro interesante que podría titularse Rêverie, pero que en realidad se llama Otoño. Parecida a la mujer encantadora del cuadro titulado Rêverie, la figura de este bosquejo sueña bajo los árboles, que dejan caer sus hojas de otoño a sus pies. Una mano descansa sobre un libro, la otra, bien enguantada, cae lánguidamente a su lado. Un aire indescriptible de melancolía soñadora se extiende sobre las facciones de la hermosa mujer a tono con el asunto del cuadro. Sin embargo, uno de los cuadros más atractivos de la colección, es una pequeña pintura de Boldini. Su color recuerda a Madrazo, su luz a Pasini. Una joven, cuya exquisita y delicada cabeza atisba desde una hamaca, y entre una blanca nube de encajes adornados de cintas rosadas se mece graciosamente bajo los árboles. Un pie de hada sale de los pliegues del vestido, y por la cantidad variada de brillantes colores se podría decir que una mariposa había sacudido sus alas multicolores sobre el lienzo, pero estos caprichos del colorido solo aumentan la gracia y la armonía del cuadro.