Por una pedagogía de la amistad

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Buscando el sentido
VICENÇ ARNAIZ
Psicólogo. Menorca
Por una pedagogía de la amistad
F
ui alumno de la escuela en la que uno de los mandamientos centrales era “estar callado”. La atención se debía dedicar en exclusiva al maestro o al libro. Aunque compartía
pupitre con otro alumno, ya se encargaba el profesor de emparejarnos de manera que no coincidiéramos “los amigos”: así se
evitaba la tentación de charlar “con el de al lado”. La orden era
tajante: “cada uno a lo suyo”. Era el reinado del poder, y la conversación estaba postergada al patio o a la calle.
Con la extensión de los valores democráticos y la eclosión de los
paradigmas comunicativos llegó después el descubrimiento pedagógico de la sociabilización: el valor del desarrollo de las capacidades relacionales se equiparó con una buena parte de los
aprendizajes. Los otros dejaron de ser puros compañeros de
pupitre para ser parte del grupo. Del “no copiar” y el “Fulanito,
apunta en la pizarra al que hable mientras yo corrijo” pasamos al
“preguntaros la lección unos a otros” y al “podéis hacer los trabajos entre dos”, hasta alcanzar la conversación y los debates en
clase como recurso didáctico. Los compañeros se convertían en
cómplices, en motivación y en ayuda para el aprendizaje. Las
relaciones entre iguales dejaron de ser consideradas amenazas
en el aprendizaje para devenir un apoyo útil en el aprender.
La eclosión social del valor de lo emocional comportó que en la
escuela se buscaran fórmulas para la alfabetización emocional:
descubrir y poner nombre a lo que se siente, percibir, interpretar
y representar las emociones propias y de los demás, etc. Así las
relaciones son causa y fruto de emociones empatizadas. Y el
ámbito emocional, algo para alimentar energías.
Quizás ahora podamos ya profundizar hacia una verdadera pedagogía de la amistad. La escuela es lugar de encuentros e intersubjetividades.
Sabemos de trabajo cooperativo. Sabemos de expresión y comunicación. Sabemos de cómo los mayores pueden ayudar a los
menores. Sabemos de integración, de diversidad, de inclusión.
Con estos “previos”... ya podemos abordar la amistad. Ya podemos dar el salto de la empatía a la hospitalidad. Quizás ya sepamos producir acogimiento del otro más allá de la impulsiva y agitada complicidad emocional.
Educar para la amistad tiene que ver con capacitar para el acompañamiento y el consuelo, tiene que ver con la “eticidad” de la
relación con el otro. Tiene que ver con saber del otro, de los
otros. Va más allá de respetarlo y escucharlo. Amistad es pensar
en él, esperarlo.
Amistad tiene un sinónimo: “otredad”. La pedagogía de la amistad tiene que ver con compartir con el “otro” porque justamente es otro, no porque se parezca a mí.
La pedagogía de la amistad quizás empieza con un: “Dibuja al
otro”.
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