La dedicación de la basílica de Letrán –Fiesta– Hablaba del templo de su cuerpo (Jn 2,13-22) ANTÍFONA DE ENTRADA (Ap 21,2) Vi la ciudad santa, la nueva Jerusalén, que descendía del cielo, enviada por Dios, arreglada como una novia que se adorna para su esposo ORACIÓN COLECTA Señor, tú que edificas el templo de tu gloria con piedras vivas y elegidas, multiplica, en tu Iglesia los dones del Espíritu Santo, a fin de que tu pueblo crezca siempre para edificación de la Jerusalén celeste. PRIMERA LECTURA (Ez 47, 1-2.8-9.12) Vi que manaba agua del lado derecho del templo, y habrá vida Lectura del Profeta Ezequiel En aquellos días, el ángel me hizo volver a la entrada del templo. Del zaguán del templo manaba agua hacia levante -el templo miraba a levante-. El agua iba bajando por el lado derecho del templo, al mediodía del altar. Me sacó por la puerta septentrional y me llevó a la puerta exterior que mira a levante. El agua iba corriendo por el lado derecho. Me dijo: -«Estas aguas fluyen hacia la comarca levantina, bajarán hasta la estepa, desembocarán en el mar de las aguas salobres, y lo sanearán. Todos los seres vivos que bullan allí donde desemboque la corriente, tendrán vida; y habrá peces en abundancia. Al desembocar allí estas aguas, quedará saneado el mar y habrá vida dondequiera que llegue la corriente. A la vera del río, en sus dos riberas, crecerán toda clase de frutales; no se marchitarán sus hojas ni sus frutos se acabarán; darán cosecha nueva cada luna, porque los riegan aguas que manan del santuario; su fruto será comestible y sus hojas medicinales.» SALMO RESPONSORIAL (Sal 45) R/. El correr de las acequias alegra la ciudad de Dios el Altísimo consagra su morada. Dios es nuestro refugio y nuestra fuerza, poderoso defensor en el peligro. Por eso no tememos aunque tiemble la tierra, y los montes se desplomen en el mar. R/. El correr de las acequias alegra la ciudad de Dios, el Altísimo consagra su morada. Teniendo a Dios en medio, no vacila; Dios la socorre al despuntar la aurora. R/. El Señor de los ejércitos está con nosotros, nuestro alcázar es el Dios de Jacob. Venid a ver las obras del Señor, las maravillas que hace en la tierra: pone fin a la guerra hasta el extremo del orbe. R/. SEGUNDA LECTURA (1 Cor 3, 9c-11.16-17) Sois templos de Dios. Lectura de la Primera Carta de San Pablo a los Corintios Hermanos: Sois edificio de Dios. Conforme al don que Dios me ha dado, yo, como hábil arquitecto, coloqué el cimiento, otro levanta el edificio. Mire cada uno cómo construye. Nadie puede poner otro cimiento fuera del ya puesto, que es Jesucristo. ¿No sabéis que sois templo de Dios y que el Espíritu de Dios habita en vosotros? Si alguno destruye el templo de Dios, Dios lo destruirá a él; porque el templo de Dios es santo: ese templo sois vosotros. ACLAMACIÓN AL EVANGELIO R/. Aleluya, aleluya Elijo y consagro este templo –dice el Señor– para que esté en él mi nombre eternamente. R/. Aleluya, aleluya EVANGELIO (Jn 2,13- 22) Hablaba del templo de su cuerpo Lectura del Santo Evangelio según San Juan Se acercaba la Pascua de los judíos, y Jesús subió a Jerusalén. Y encontró en el templo a los vendedores de bueyes, ovejas y palomas, y a los cambistas sentados; y, haciendo un azote de cordeles, los echó a todos del templo, ovejas y bueyes; y a los cambistas les esparció las monedas y les volcó las mesas; y a los que vendían palomas les dijo: -«Quitad esto de aquí; no convirtáis en un mercado la casa de mi Padre.» Sus discípulos se acordaron de lo que está escrito: «El celo de tu casa me devora.» Entonces intervinieron los judíos y le preguntaron: -«¿Qué signos nos muestras para obrar así?» Jesús contestó: -«Destruid este templo, y en tres días lo levantaré.» Los judíos replicaron: -«Cuarenta y seis años ha costado construir este templo, ¿y tú lo vas a levantar en tres días?» Pero él hablaba del templo de su cuerpo. Y, cuando resucitó de entre los muertos, los discípulos se acordaron de que lo habla dicho, y dieron fe a la Escritura y a la palabra que había dicho Jesús. ORACIÓN SOBRE LAS OFRENDAS Acepta Señor, nuestras ofrendas y concede a tu pueblo unido en la plegaria, recibir la gracia de estos sacramentos y el fruto de sus ruegos y deseos. ANTÍFONA DE COMUNIÓN (1 Pe 2,3) Vosotros, como piedras vivas entráis en la construcción del templo del Espíritu formando un sacrificio. ORACIÓN DE COMUNIÓN Señor y Dios nuestro, que has querido hacer de la Iglesia signo temporal de la Jerusalén del cielo, concede a tus siervos, por la participación en este sacramento, ser transformados en templos del Espíritu y entrar en el reino de tu gloria Lectio Según una tradición que arranca del siglo XII, se celebra el día de hoy el aniversario de la dedicación de la basílica construida por el emperador Constantino en Laterano. Esta celebración fue primero una fiesta de la ciudad de Roma; más tarde se extendió a toda la Iglesia de rito romano, con el fin de honrar aquella basílica, que es llamada “madre y cabeza de todas las iglesias de la Urbe y del Orbe”, en señal de amor y de unidad para con la cátedra de Pedro, que como escribió san Ignacio de Antioquía “preside a todos los congregados en la caridad”. a. Símbolo del Templo Recordemos que en la Biblia, el templo es un signo visible de la presencia de Dios en medio de su pueblo. Es un signo que no agota la trascendencia de Dios, porque Dios es inabarcable. Desde el caminar del Pueblo por el desierto, cuando la presencia de Dios se significaba en la “Tienda del encuentro”, hasta la construcción del templo de Jerusalén. En la lectura de la profecía de Ezequiel, 47, 1-12, el torrente que sale del templo, es notable que la visión del rio que va fertilizando las tierras a partir del lugar donde Dios está presente. El Dios invisible se manifiesta por la vida que comunica a los hombres. El Espíritu Santo, figurado por el rio del agua viva, Juan 7,38 “venga a mí el que tenga sed; el que cree en mi tendrá de beber. Pues la Escritura dice: De él saldrán ríos de agua viva”. El rio se dirige hacia el mar salado o muerto. Este es una figura de la sanación que Dios comunica al mundo purificado por el pecado. Estructura del texto El texto de Juan 2,13-22, tiene tres partes: a) Jesús llega como peregrino desconocido a Jerusalén, para la fiesta de Pascua –celebración de la liberación-, entra en la explanada del Templo y se encuentra ante un mercado: comercio de animales para los sacrificios y cambio de monedas para pagar el tributo del Templo. Jesús ve los abusos y reacciona interviniendo. Lo que ve allí no va de acuerdo con el Dios a quien proclama como su “Padre”. La “Casa de mi Padre” (v.16) no es un mercado; la presencia del Padre debe ocupar los pensamientos y las acciones de todos, todo lo demás debe ser quitado de en medio (leer 2,13-17). b) Los judíos le piden a Jesús que explique su atrevida reacción. Él ya se había remitido a la dignidad de la casa de “su” Padre, pero esto no satisface a sus adversarios, éstos lo consideran presuntuoso y le piden que les de pruebas. Entonces Jesús, anuncia el signo de todos los signos, la última y la definitiva confirmación de su obra en el mundo: su propia muerte violenta y su resurrección (ver 2,19). Los judíos malinterpretan sus palabras pensando en el templo de piedra, pero Jesús está refiriéndose a lo que será la meta de su camino: la resurrección a la cual llega por medio del camino violento de la cruz (leer 2,18-21). c) En tercer lugar aparecen los discípulos, los que a la luz del hecho de la resurrección de Jesús, “recuerdan” (dos veces se dice “recordar”: vv.17 y 22) de sus palabras y comprenden el sentido de la Cruz. Con esto queda claro que la convivencia con Jesús no es suficiente para entenderlo. Aunque ya es toda una gracia el poder acompañarlo constantemente en su misión, lo importante es que solamente permaneciendo paciente y fielmente hasta el final podrán comprender plenamente toda la grandeza de la persona de Jesús. Sólo la meta del camino, la resurrección, hará posible la captación del sentido del itinerario completo de sus acciones, palabras y opciones. Ésta, sumada a la guía de la Palabra de Dios (ver que hay una cita bíblica en el v.17 y una referencia a la “Escritura” en el v.22), puede dar la luz que ilumina toda oscuridad (leer 2,22). Templo en el Evangelio de Juan 2, 13 – 22 Este capítulo del Evangelio de Juan, lo encontramos en marcado, entre el primer milagro en las bodas de Caná y Jesús y Nicodemo: hay que nacer de nuevo. Jesús llega como peregrino desconocido a Jerusalén que es como el corazón del pueblo judío y el símbolo de su religión Mc 11, entrada triunfal de Jesús a Jerusalén. En cada ciudad tenían sinagogas para reunirse, leer la Biblia y cantar los salmos, pero solamente en el Templo los sacerdotes ofrecían los animales sacrificados y celebraban el culto verdadero. Para la fiesta de la Pascua, celebración de la liberación, entra en Templo y se encuentra ante un mercado: comercio de animales para los sacrificios y cambio de monedas para pagar el tributo del Templo. Jesús no era sacerdote ni guardia del templo, pero se da cuenta de los abusos y reacciona interviniendo. Sabiendo que ese Templo era la casa de su Padre. Por eso se hizo un látigo con cuerdas y los echó a fuera a todos. Será llamada casa de oración para todas las naciones. Y eran precisamente los patios destinados a los extranjeros, los que ocupaban los vendedores. Limpiar el templo significaba tener la iglesia abierta y acogedora para todos. Me devora el celo de tu casa, los insultos de los que lo insultan cayeron sobre mí: esto estaba escrito en el salmo 69,10. Y, en realidad, el odio de los jefes de los sacerdotes llevará a Jesús a la muerte. En este tiempo los discípulos no podían comprender estas palabras: para ellos no había cosa más sagrada que el Templo y la Biblia. Pero, algún día, sabrán que la más insignificante palabra de Jesús tiene tanto peso como toda la Escritura. Y también comprenderán que Jesús es el verdadero Templo. Hasta entonces los hombres se construían templos y buscaban lugares donde encontrar a Dios y lograr sus favores. Ahora Dios se ha hecho presente en Jesús: él es el que nos entrega todas las riquezas de Dios. La segunda reacción viene de parte de los sumos sacerdotes, que reaccionan en nombre de los vendedores: “que señal nos muestras para hacer estas cosas” (V. 18). Le piden un signo; él les da el de su muerte: “destruid este templo y en tres días lo edificaré (V.19). Jesús es el templo que asegura la presencia de Dios en el mundo, la presencia de su amor; la muerte en la cruz hará de Él el templo único y definitivo de Dios en medio de su pueblo y el lugar por excelencia de la adoración de Dios. En Jn 4, 21- 24 Jesús le Dijo: “creedme, mujer: la hora ha llegado para ustedes de adorar al Padre. Pero no será en este cerro, ni tampoco en Jerusalén. Pero llega la hora, y ya estamos en ella, en que los verdaderos adoradores adorarán al Padre en espíritu y en verdad. Son esos adoradores a los que busca el Padre. El espíritu, que recibimos de su Hijo, nos hace posible conocerlo y servirlo según la verdad. En Ef, 2,19 - 22 Así pues, ustedes ya no son extranjeros ni huéspedes, sino ciudadanos del pueblo de los santos: ustedes son de la casa de Dios. Ustedes son de la casa, cuyas base son los apóstoles y los profetas, y cuya piedra angular es Cristo Jesús. En él toda la construcción se ajusta y se alza para ser un templo santo en el Señor. En él ustedes también están incorporados al edificio para que Dios habite en ustedes por su Espíritu. San Cesario de Arlés, obispo, en uno de sus sermones escribe: debemos disponer nuestras almas del mismo modo como deseamos encontrar dispuesta la iglesia cuando venimos a ella. ¿Deseas encontrar limpia la basílica? Si desea que la basílica esté bien iluminada, Dios desea también que tu alma no esté en tinieblas, sino que sea verdad lo que dice el Señor: que brille en nosotros la luz de las buenas obras y sea glorificado aquel que está en los cielos. Del mismo modo que tu entras en esta iglesia, así quiere Dios entrar en tu alma, como tiene prometido. Habitaré en medio de ellos y andaré entre ellos. Lo que nuestro espíritu, es decir, nuestra alma, es para nuestros miembros, eso mismo es el Espíritu Santo para los miembros de Cristo, para el Cuerpo de Cristo que es la Iglesia CIC. N° 794. “A este Espíritu de Cristo, como al principio invisible, ha de atribuirse también el que todas las partes del cuerpo estén íntimamente unidas, tanto entre sí como con su excelsa Cabeza, puesto que está en todo el cuerpo, todo en cada uno de los miembros.” El Espíritu Santo hace de la Iglesia” el templo de Dios Vivo” (2 Co 6, 16). La oración de la dedicación del Templo se apoya en la promesa de Dios y su alianza, la presencia activa de su Nombre entre su pueblo y el recuerdo de los grandes hechos del Éxodo. El rey eleva entonces las manos al cielo y ruega al Señor por él, por todo el pueblo, por las generaciones futuras, por el perdón de sus pecados y sus necesidades diarias, para que todas las naciones sepan que Dios es el único Dios y que el corazón de su pueblo le pertenece por entero a Él. CIC.N°2580. Busquemos a Dios dentro de nosotros mismos, que somos el templo de su gloria, donde quiere ser encontrado. Vayamos con fe, gozo y alegría al templo-iglesia y celebremos a Dios, escuchemos su Palabra, encontrémonos con nuestros hermanos pero tengamos presente, al recordar esta fiesta de la dedicación de la Basílica de Letrán o del Divino Salvador, el gran misterio del templo, presencia de Dios Padre, de Cristo y del Espíritu Santo. Apéndice DEL CATECISMO DE LA IGLESIA CATÓLICA El Señor Jesús y el Templo 583 Como los profetas anteriores a Él, Jesús profesó el más profundo respeto al Templo de Jerusalén. Fue presentado en él por José y María cuarenta días después de su nacimiento. A la edad de doce años, decidió quedarse en el Templo para recordar a sus padres que se debía a los asuntos de su Padre. Durante su vida oculta, subió allí todos los años al menos con ocasión de la Pascua; su ministerio público estuvo jalonado por sus peregrinaciones a Jerusalén con motivo de las grandes fiestas judías. 584 Jesús subió al Templo como al lugar privilegiado para el encuentro con Dios. El Templo era para Él la casa de su Padre, una casa de oración, y se indigna porque el atrio exterior se haya convertido en un mercado. Si expulsa a los mercaderes del Templo es por celo hacia las cosas de su Padre: «No hagáis de la Casa de mi Padre una casa de mercado. Sus discípulos se acordaron de que estaba escrito: “El celo por tu Casa me devorará” (Sal 69,10)» (Jn 2,16-17). Después de su Resurrección, los apóstoles mantuvieron un respeto religioso hacia el Templo. 585 Jesús anunció, no obstante, en el umbral de su Pasión, la ruina de ese espléndido edificio del cual no quedará piedra sobre piedra. Hay aquí un anuncio de una señal de los últimos tiempos que se van a abrir con su propia Pascua. Pero esta profecía pudo ser deformada por falsos testigos en su interrogatorio en casa del sumo sacerdote y serle reprochada como injuriosa cuando estaba clavado en la Cruz. 586 Lejos de haber sido hostil al Templo donde expuso lo esencial de su enseñanza, Jesús quiso pagar el impuesto del Templo asociándose con Pedro, a quien acababa de poner como fundamento de su futura Iglesia. Aún más, se identificó con el Templo presentándose como la morada definitiva de Dios entre los hombres. Por eso su muerte corporal anuncia la destrucción del Templo que señalará la entrada en una nueva edad de la historia de la salvación: «Llega la hora en que, ni en este monte, ni en Jerusalén adoraréis al Padre» (Jn 4,21). La Iglesia, Templo del Espíritu Santo 797 Quod est spiritus noster, id est anima nostra, ad membra nostra, hoc est Spiritus Sanctus ad membra Christi, ad corpus Christi, quod est Ecclesia ("Lo que nuestro espíritu, es decir, nuestra alma, es para nuestros miembros, eso mismo es el Espíritu Santo para los miembros de Cristo, para el Cuerpo de Cristo que es la Iglesia"; san Agustín, Sermo 268, 2). "A este Espíritu de Cristo, como a principio invisible, ha de atribuirse también el que todas las partes del cuerpo estén íntimamente unidas, tanto entre sí como con su excelsa Cabeza, puesto que está todo él en la Cabeza, todo en el Cuerpo, todo en cada uno de los miembros" (Pío XII: Mystici Corporis: DS 3808). El Espíritu Santo hace de la Iglesia "el Templo del Dios vivo" (2 Co 6, 16; cf. 1 Co 3, 16-17; Ef 2,21): «En efecto, es a la misma Iglesia, a la que ha sido confiado el "don de Dios" [...] Es en ella donde se ha depositado la comunión con Cristo, es decir, el Espíritu Santo, arras de la incorruptibilidad, confirmación de nuestra fe y escala de nuestra ascensión hacia Dios [...] Porque allí donde está la Iglesia, allí está también el Espíritu de Dios; y allí donde está el Espíritu de Dios, está la Iglesia y toda gracia» (San Ireneo de Lyon, Adversus haereses, 3, 24, 1). 798 El Espíritu Santo es "el principio de toda acción vital y verdaderamente saludable en todas las partes del cuerpo" (Pío XII, Mystici Corporis: DS 3808). Actúa de múltiples maneras en la edificación de todo el cuerpo en la caridad (cf. Ef 4, 16): por la Palabra de Dios, "que tiene el poder de construir el edificio" (Hch 20, 32), por el Bautismo mediante el cual forma el Cuerpo de Cristo (cf. 1 Co 12, 13); por los sacramentos que hacen crecer y curan a los miembros de Cristo; por "la gracia concedida a los apóstoles" que "entre estos dones destaca" (LG 7), por las virtudes que hacen obrar según el bien, y por las múltiples gracias especiales [llamadas "carismas"] mediante las cuales los fieles quedan "preparados y dispuestos a asumir diversas tareas o ministerios que contribuyen a renovar y construir más y más la Iglesia" (LG 12; cf. AA 3). 809 La Iglesia es el Templo del Espíritu Santo. El Espíritu es como el alma del Cuerpo Místico, principio de su vida, de la unidad en la diversidad y de la riqueza de sus dones y carismas. 810 «Así toda la Iglesia aparece como el pueblo unido "por la unidad del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo" » (LG 4; cf. San Cipriano de Cartago, De dominica Oratione, 23).