La biopatía del cáncer

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¿Qué es el cáncer? Un tumor
de naturaleza invasora
y agresiva -decía la ciencia
médica tradicional-, que
surge espontáneamente
en un organismo sano
y .acaba por destruirlo.
Wilhelm Reich se opone
a esta concepción y define
el cáncer no ya como un tumor
-el tumor es una
manifestación ulterior
de la enfermedad-, sino
como una dolencia sistémica
causada por la frustración
crónica del funcionamiento
sexual natural.
De acuerdo con esta
concepción científica,
radicalmente distinta, de un
proceso que termina
literalmente en la
putrefacción del cuerpo vivo
determinada por la asfixia
crónica de los tejidos, Reich
llegó a la conclusión de que
"el cáncer es la expresión
somática más significativa
del efecto biofisiológico
de la estasis sexual". Si la
tesis de Reich se confirma,
las perspectivas que se abren
en el campo de la prevención
del cáncer son enormes.
Psicología
Contemporánea
La biopatía
del cáncer
Wilhelm Reich
Ediciones
Nueva Visión
Colección Psicología Contemporánea
NOTA: Trabajo de presentación, contacto: [email protected] / [email protected]
Wilhelm Reich
La biopatía del cáncer
Segundo tomo de El descubrimiento del orgón
Ediciones Nueva Visión
Buenos Aires
© 1985 de la traducción castellana by Mary Boyd Higgins as Trustee of
the Wilhelm Reich Infant Trust Fund.
Traducido de Der Krebs, volúmenes I y II, copyright © 1971 by Mary
Boyd Higgins as Trustee of the Wilhelm Reich Infant Trust Fund.
Publicado originalmente en inglés con el título The Discovery of the
Orgone, volumen II: The Cáncer Biopathy, copyright 1948 by The Orgone
Institute Press, Inc. Nueva edición en inglés The Cáncer Biopathy,
copyright © 1973 by Mary Boyd Higgins as Trustee of the Wilhelm Reich
Infant Trust Fund.
Las obras de Wilhelm Reich se publican en colaboración con The Wilhelm
Reich Infant Trust Fund. Las personas que deseen información complementaria deberán dirigirse a dicha Fundación, 382 Burns Street, Forest
Hills, N.Y. 11.375 o a The Wilhelm Reich Museum, Orgonon, Rangely,
Maine 04970.
Traducción del alemán: Nélida Mendilaharzu de Machain
Revisión técnica: Dr. Mario César Lujan
ISBN: 950-602-090-6
©1985 por Ediciones Nueva Visión SAIC
Tucumán 3748, Buenos Aires, República Argentina
Queda hecho el depósito que marca la ley 11.723
Impreso en la Argentina / Printed in Argentina
Este libro se terminó de imprimir
el 31 de marzo de 1985 en los Talleres
Gráficos Garamond, Cabrera 3856
Buenos Aires.
El amor, el trabajo y el saber
son las fuentes de nuestra vida
Ellas deberían gobernarnos
Wilhelm Reich
ÍNDICE
I.
II.
III.
IV.
V.
VI.
VII.
VIII.
IX.
X.
Prefacio
9
Prólogo al segundo tomo
15
Función de tensión y carga
25
Las vesículas de energía orgónica (biones) y
la organización natural de los protozoarios 34
El verdadero descubrimiento de la energía orgónica
87
Demostración objetiva de la existencia de la energía orgónica 106
La biopatía carcinomatosa de encogimiento
154
La célula cancerosa
206
Naturaleza y evolución de los experimentos de orgonterapia 271
Resultados de la orgonterapia experimental en seres humanos
afectados de cáncer
289
La anorgonía en la biopatía carcinomatosa de encogimiento
317
La biopatía del cáncer como problema sexual sociológico
365
Apéndice
385
9
9
PREFACIO
La teoría de Reich, según la cual el cáncer no es primariamente un tumor
que aparece de forma misteriosa en un organismo por lo demás sano, sino
una enfermedad sistémica provocada por una inanición sexual crónica,
sorprenderá al lector medio, para quien los trastornos de la sexualidad, si
bien penosos, no son patógenos. También irritará a muchos que, por
prejuicios morales, consideran semejante asociación como algo ofensivo e
insostenible. Wilhelm Reich, con su infalible sentido para captarlas
elaciones entre todos los fenómenos naturales, dejó de lado esos prejuicios
e incluyó el orgasmo entre los temas dignos de seria investigación. Sus
estudios lo llevaron a buscar la verdadera naturaleza de la energía que pone
de manifiesto en el orgasmo, y a demostrar que dicha energía no Sólo actúa
en los organismos vivientes, sino que representa el principio de
funcionamiento común a toda la naturaleza.
En La función del orgasmo se describe el camino recorrido por Reich
hasta llegar al descubrimiento de esta energía omnipresente, a la cual él
denominó orgón. En el presente tomo, La biopatía del cáncer, Reich
detalla el proceso en sí del descubrimiento de la energía orgónica y revela
importancia práctica en el problema del cáncer. Contribuye así en una
medida muy importante a la comprensión de la más grave y desconcertante
de las enfermedades que aquejan hoy a la humanidad.
Aparecida por primera vez en 1948, La biopatía del cáncer es una obra
prácticamente desconocida hasta ahora. Su difusión fue muy limitada y,
por fin, una disposición oficial -según la cual los libros de Reich debían ser
retenidos o incinerados por un organismo estatal de los EE.UU. -impidió la
venta. Por fortuna, esta nueva edición revela una creciente apertura a los
enfoques innovadores respecto al problema del cáncer.
10
11
La energía orgónica constituye la base de la teoría de Reich sobre el
cáncer. Dicha energía puede ser utilizada para el estudio de todos los
fenómenos naturales y para la investigación, tratamiento y profilaxis de
enfermedades. Lo lógico habría sido que la demostración de la existencia
de una energía cósmica -acerca de la cual el hombre ha especulado en el
curso de toda su historia- fuera recibida con expectante entusiasmo. Sin
embargo, la incapacidad del hombre medio para experimentar o entender
sus propias sensaciones corpóreas —que son manifestaciones del
movimiento de esa energía— lo llevó a rechazar la realidad de una fuerza
específica que gobierna su organismo. Por eso consideró el descubrimiento
de Reich, el de la energía orgónica, como una fantasía o una superchería.
Uno de los principales impedimentos para la comprensión de la teoría de
Reich acerca del cáncer es el convencional enfoque mecanicista de la
enfermedad. Hasta hace relativamente poco —en realidad, menos de cien
años—, se atribuían las enfermedades a los efectos de la interacción de
muchas variables en el individuo y su medio. Sin embargo, con las
investigaciones de Pasteur y de Koch comienza a imponerse la "doctrina dé
la etiología específica", según la cual una enfermedad es provocada por un
factor específico, por ejemplo, una bacteria o un virus o una deficiencia
hormonal. La medicina moderna se basa en este enfoque mecanicista,
respaldado en la actualidad por generosas partidas oficiales destinadas a la
investigación del cáncer. Él enfoque mecanicista goza de ese entusiasta
apoyo porque ha demostrado que se puede provocar una determinada
enfermedad en el animal de laboratorio, mediante un único factor aislado, o
que un procedimiento mecánico o una sustancia química —con frecuencia
descubierta por azar— pueden resultar efectivos para el tratamiento de una
enfermedad. Hay científicos prominentes que rechazan tal enfoque y
declaran inútil la búsqueda de un factor causal específico. Con todo, la
búsqueda prosigue.
Hoy se investigan varias "causas" del cáncer, entre otras teorías,
encontramos la del virus, la psicosomática y la bioquímica. Así algunos
investigadores están convencidos de que el cáncer es una enfermedad
infecciosa de origen virósico y creen que no tardará en desarrollarse una
vacuna. Otros han señalado la posibilidad de una etiología psicosomática
interaccional y han especulado acerca de la relación entre la aparición de
tumores malignos y la depresión física, la falta de agresión, etc. Otros, por
su parte, sugieren que ciertos factores psicológicos perturban el equilibrio
hormonal del organismo o deprimen los mecanismos de inmunidad,
contribuyendo así a la etiología del cáncer. Finalmente, en el terreno de la
bioquímica -en vista de que la falta de oxígeno parece
10
11
contribuir al desarrollo del cáncer- se están reconsiderando los olvidados
descubrimientos de Ótto Warburg, quien comprobó que los procesos
normales de oxidación sufren un daño irreversible en la célula cancerosa y
son reemplazados por procesos anaeróbicos.
A pesar del interés estimulado por estas distintas teorías, es evidente que
muchos interrogantes respecto de la etiología permanecen aún sin respuesta
y que muchos aspectos siguen siendo oscuros y confusos. Por ejemplo: Si
es verdad que los virus tienen una participación, ¿cómo y dónde se originan
éstos? Si hay algo más fundamental que la acción virósica, algo químico,
¿qué es? Si las emociones intervienen en la etiología, ¿cómo producen
concretamente el cáncer? La relación entre el cáncer y los virus, las
emociones, la falta de oxígeno, etc., parece indudable; pero ignora por qué
medios y de qué manera tales factores producen la transformación maligna
de los tejidos.
Ante el desconocimiento de la etiología del cáncer, el tratamiento se
orientado en gran parte por los síntomas, y los resultados han sido
imprevisibles y, por lo general, desalentadores. En realidad, los
sufrimientos del enfermo de cáncer suelen deberse más a los medios
empleados para atar los síntomas, que a la enfermedad en sí. El tumor es la
manifestación más visible de la enfermedad y la mayoría de los
investigadores lo considera la enfermedad en sí; por eso, el tratamiento
consiste en su extirpación quirúrgica o en el intento de destruirlo por medio
de radiación de substancias químicas. El valor de éstas es objeto de
enconadas controversias. Por ejemplo, no se ha llegado nunca a un acuerdo
respecto a la cantidad de tejido que debe ser extirpado para tener la
seguridad de que no quedan células de cáncer que puedan invadir y destruir
los tejidos vecinos sanos. El doctor George Crile (h.), de la Cleveland
Clinic, ha comprobado que muchas intervenciones quirúrgicas son
excesivas y se ha lamentado de que "en nuestra prisa por extirpar el cáncer
mediante un uso indiscriminado de la cirugía, olvidamos al paciente y hasta
difundimos la enfermedad". A pesar de las evidentes limitaciones que
presenta el tratamiento de la enfermedad por medio de una extirpación
quirúrgica o una destrucción del tumor, la medicina corriente considera que
el tumor es el único blanco de intervención terapéutica. Eso se debe a una
premisa mecanicista, según la cual el tumor aparece de novo en un
organismo por lo demás sano.
En La biopatía del cáncer, Reich presenta una teoría funcional del
cáncer, que explica el origen y desarrollo de la enfermedad y brinda
posibilidades de tratamiento y, lo que es más importante, de profilaxis. Al
hacerlo, no excluye las especulaciones actuales sobre una relación de esta
enfermedad con la infección, con trastornos emocionales, y con daños en
10
11
el metabolismo celular, ni discute el valor de extirpar simplemente los
grandes tumores, etcétera. El supuesto "virus del cáncer" guarda una
indudable relación con los bacilos-T de Reich que producían tumores
cancerosos en los animales de experimentación. Esto no haría más que
brindar un fundamento a la actual teoría de la infección. Sin embargo, para
conformarse con el punto de vista de Reich, la teoría de la infección
debería contemplar el hecho de que el bacilo-T tiene un origen endógeno,
puesto que surge de la desintegración bionosa de la sustancia viviente. (Por
supuesto, esto no coincide con la teoría metafísica de los "gérmenes del
aire", considerados como origen de todas las bacterias.) La depresión
psíquica o la falta de agresión señalada por los psicosomaticistas es la
"resignación caracterológica" de Reich. Pero para Reich, la "resignación”
no es sólo un interesante descubrimiento que interviene de manera poco
clara en la génesis de la enfermedad; es la primera fase de un proceso de
encogimiento, producto de un trastorno en la descarga de energía sexual.
La actual teoría de la deficiencia de oxígeno a nivel celular,
originariamente señalada por Warburg, no es un descubrimiento aislado sin
explicación; según Reich, se trata de la expresión bioquímica interna de
una insuficiencia en la respiración exterior. En otras palabras, en la teoría
del cáncer de Reich estos y otros hechos no son elementos inconexos ni
aparecen en un orden arbitrario, sino que se presentan como síntomas de
una enfermedad sistémica, cuyo origen se debe a una estasis crónica de la
energía biológica del organismo. Ello significa que estos elementos tienen
un origen común y luego adquieren la capacidad de funcionar en forma
autónoma y por eso producen la impresión de poseer una importancia
etiológica primaria.
A diferencia de las demás explicaciones ofrecidas hasta ahora, la teoría
de Reich toma en cuenta todos los aspectos del cáncer. Reich no sólo ha
practicado las mismas observaciones que hoy se están encarando en forma
individual, sino que ha demostrado la existencia de una relación funcional
entre ellas, que la metodología mecanicista no pudo descubrir. Lo trágico
es que los descubrimientos de Reich fueron recibidos con sorna, sin interés
y, sobre todo, con indiferencia, cuando los hizo públicos hace más de un
cuarto de siglo, y que jamás se intentó examinarlos con imparcialidad.
Incluso el interés actual por las primeras obras de Reich —que mantienen
su vigencia en el clima social de nuestros días— no se ha hecho extensivo
a sus trabajos posteriores, vinculados con el descubrimiento de la energía
orgónica. A pesar de todo, quizás ese nuevo interés estimule una recepción
más favorable de su teoría del orgón y posibilite la utilización de esa
energía en el estudio y tratamiento de enfermedades somáticas, como el
cáncer.
12
Esperamos que La biopatía del cáncer no provoque un entusiasmo
místico ni un rechazo ciego. Reich previo estas posibles reacciones
irracionales ante su obra e insistió en señalar que la solución del problema
del cáncer por él propuesta no significaba haber dado con un medio de
curación. Pero pese a sus esfuerzos por evitar malentendidos y por moderar
las expectativas exageradas, se lo ha condenado y ridiculizado por
afirmaciones que jamás formuló, aunque predijo que se le atribuirían sin
fundamento. De su prólogo surge con toda claridad esa conciencia de lo
inevitable de las distorsiones y de las reacciones malévolas. Conviene
leerlo con detenimiento para evitar cualquier malentendido respecto a lo
que Reich realmente pretende. Además, para eliminar cualquier duda
subsistente, recomendamos al lector un atento análisis del último capítulo,
en el cual Reich subraya, una vez más, que la auténtica solución del
problema del cáncer reside más en la profilaxis de la enfermedad que en su
curación. Los medios para esta solución se encuentran, en primer lugar, en
el terreno social, pues la sociedad coercitiva es la que crea la miseria sexual
y el consiguiente estancamiento de energía biológica que da origen al
cáncer.
Chester M. Raphael, M.D.
Forest Hills, N.Y.
1973
13
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15
PROLOGO AL SEGUNDO TOMO
El presente libro es el segundo tomo de mi obra El descubrimiento del orgón
y la inmediata continuación del primer tomo: La función del orgasmo. Está
integrado por una serie de artículos aparecidos entre 1942 y 1945 en el
International Journal 01 Sex Economy and Orgone Research, en los cuales se
informa acerca del descubrimiento de la energía cósmica orgónica. Estos
ensayos se ofrecen en forma de recopilación de tal modo que la biofísica
orgónica pueda verse más claramente como el resultado lógico de
observaciones relevantes, experimentos e hipótesis de trabajo. El lector libre
de prejuicios podrá convencerse así, mejor que a través de artículos aislados,
que el descubridor de la energía orgónica ha sido mucho más un instrumento
de la lógica y la coherencia científica, que un creador de "nuevas teorías". La
plétora de deducciones y hechos presentados en este libro excede en mucho
la capacidad de inventiva de la mente humana. Durante el proceso de
descubrimiento de la energía cósmica orgónica, mi tarea no fue la de elaborar
teorías sino -lisa y llanamente- la de registrar mis observaciones con
atención, integridad y honesto autocontrol, para verificarlas por medio dé
experimentos apropiados y establecer los lógicos puentes de pensamiento
entre un ámbito funcional y otro.
He reordenado, en parte, los artículos publicados previamente, para evitar
repeticiones y para presentar las contribuciones en orden cronológico. He
añadido, además, una enumeración de los errores relacionados con la "teoría
de los gérmenes del aire" y un capítulo destinado a los especialistas en
investigaciones sobre cáncer, en el cual procuro establecer una vinculación
entre la investigación clásica y la investigación orgonómica sobre el cáncer.
Al final de las secciones consagradas a la física orgonómica, se encontrará
una breve nota sobre la demostración de la existencia de energía orgonómica
14
15
en la atmósfera mediante el empleo de un contador Geiger-Müller. Me fue
imposible exponer en forma más detallada este hecho tan importante, en
razón de que su descubrimiento se produjo en el transcurso del verano de
1947.
Creo -y espero- que este tomo resulte accesible al lector sin formación
científica, aunque familiarizado con los principios de la investigación
científica en general y de la orgonomía en particular. Estos lectores pueden
saltear los capítulos demasiado especializados, sin que eso afecte demasiado
su comprensión del tema en general.
El presente libro abarca un período de trabajo de unos diecisiete años,
comprendido aproximadamente entre 1930 y 1947. Me he limitado a lo
esencial, ya que de incluir todos los detalles, el libro se habría vuelto ilegible.
No faltará oportunidad para proporcionar, en otros contextos, las
informaciones importantes que se hayan omitido aquí.
Es lamentable, aunque fácilmente comprensible, que este tomo no pueda
brindar una exposición definitiva. Esto debe atribuirse a que, en la
investigación sobre el orgón, quedan todavía muchos claros, como ocurre en
toda investigación objetiva practicada en el terreno de las ciencias naturales.
No se trata de un "sistema de pensamiento" ni de una nueva "filosofía de la
Naturaleza"; sólo presentamos nuevos hechos y nuevas relaciones entre
hechos conocidos, en la medida en que estos hechos y relaciones han podido
ser verificados hasta aquí. En los casos en que ha quedado un margen de
duda, lo he señalado en forma expresa.
Las actuales investigaciones sobre el orgón van mucho más lejos de lo
expuesto en esta obra. Los resultados orgonométricos de los últimos años
quedan reservados para una publicación ulterior. La exposición sistemática
de la técnica de pensamiento funcional -en la cual se basan todas las
observaciones, experimentos y conclusiones- también debió ser pospuesta. Es
una omisión lamentable, pero forzosa. En el transcurso de los últimos doce
años se ha podido comprobar, una y otra vez, que los biólogos y físicos no
entienden o malinterpretan los estudios sobre el orgón, porque no contemplan
los hechos nuevos desde el punto de vista del funcionalismo energético sino
que intentan abarcarlos con la ayuda de los tradicionales métodos del
pensamiento mecanicista. Y eso es absolutamente imposible. Para el
bacteriólogo, por ejemplo, el estafilococo es una formación estática, esférica
u ovalada, de un tamaño aproximado de 0,8 micrón, que reacciona a la
tinción Gram con una coloración azulada y está dispuesto en racimos. Para la
biofísica orgonómica, estas características son importantes, pero no
esenciales. El nombre en sí no dice nada acerca del origen, la función y
posición de los cocos azules en la naturaleza. Para el físico que estudia el
orgón, aquello que el bacteriólogo denomina "estafilococo",
16
es una pequeña vesícula energética implicada en un proceso de degeneración.
La biofísica orgonómica investiga el origen del estafilococo a partir de otras
formas de vida y sigue sus transformaciones, lo estudia en función de los
procesos de la energía biológica total del organismo y lo genera
experimentalmente mediante procesos degenerativos en biones, células,
etcétera.
Con este ejemplo sólo pretendo señalar -nada más que señalar- por qué los
hechos de la orgonomía no pueden ser aprehendidos por medio de los
clásicos métodos mecanicistas y químicos, y por qué es tan importante la
exposición sistemática de las técnicas de pensamiento y de los métodos de la
orgonomía para comprender la energía orgónica.
Pero es preciso que me imponga límites y sólo me resta esperar que los
hechos y funciones aquí expuestos hablen por sí mismos, aun cuando los
bacteriólogos, biólogos y médicos de formación tradicional los vean como
algo nuevo y extraño.
Los procesos naturales analizados en estas páginas no resultarán
fácilmente accesibles sin un conocimiento de la función biofísica del
orgasmo. El científico que pretenda estudiar especies animales deberá tener
suficientes conocimientos de geología. Quien quiera investigar las leyes
naturales que constituyen la base de la energía cósmica orgónica deberá tener
conocimientos muy precisos acerca de la función del orgasmo. En cuanto al
otro requisito que" debe llenar el observador que trabaje con energía
orgónica, sólo puede ser mencionado aquí, pero no fundamentado. Esta
exigencia se refiere a las sensaciones que dicho observador tiene de su propio
organismo, que no deben ser demasiado reprimidas. Es comprensible que la
estructura emocional del científico coloree sus observaciones y
pensamientos; por lo tanto, las sensaciones orgánicas del investigador son
una herramienta de trabajo. Este vale tanto para mí como para cualquiera que
trabaje con funciones orgonómicas naturales; si bien es cierto que la
experimentación debe confirmar o refutar las observaciones y las hipótesis de
trabajo, la forma en que se idean y se ejecutan los experimentos depende del
aparato sensorio del investigador. Las percepciones sensoriales y las
sensaciones orgánicas son factores decisivos en este caso. Es un error creer
que los experimentos por sí solos pueden llevamos a una conclusión. Siempre
es el organismo viviente, sensible y pensante el que explora, experimenta y
saca conclusiones.
Y esto es todo lo que diremos acerca del amplio y difícil campo de la
técnica de pensamiento funcional, que apenas se verá al pasar, en este libro.
Nuestro tema es muy serio y lleno de implicaciones decisivas para las
ciencias naturales en general. He tenido plena conciencia de este hecho desde
que comencé a registrar mis observaciones (1941). Por eso he dejado pasar
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siempre varios años antes de publicar una nueva observación o un
experimento poco usual. He tomado por norma no anunciar ningún hecho
nuevo hasta tanto éste no haya quedado confirmado por otros hechos. Ruego
al lector atento y bien dispuesto que no crea que -desde 1933- he invertido
bastante más de 100.000 dólares de mis ingresos personales en la
investigación de una "ilusión" o de una simple "idea", o sólo por
entretenimiento. No pocos estudiosos reconocen que las investigaciones
sobre el orgón han revolucionado varios conceptos anticuados e inexactos
acerca de la Naturaleza. Mucha gente ha comprendido ya que en la
orgonomía se quiebran las rígidas fronteras entre las ciencias especializadas.
Todo aquel que trabaja con la energía cósmica orgónica debe poseer sólidos
conocimientos de medicina, biología, sociología, física y astronomía para
entender las funciones del orgón en sus diversos campos. La Naturaleza no
reconoce límites entre funciones especiales. La biopsiquiatría fue mi punto
de partida. El conocimiento de las emociones humanas y de la función de los
impulsos instintivos desempeña un papel muy importante en la investigación
orgonómica, no sólo en relación con las funciones básicas de la energía
orgónica, sino en la comprensión de las reacciones humanas ante la
existencia de una energía cósmica universal, que en la esfera de lo viviente
funciona como "energía biológica", como la energía de nuestras emociones.
Esto tiene, por cierto, implicaciones muy serias.
Dado que por espacio de una década mis investigaciones sobre las
funciones biológicas esenciales de la energía orgónica han estado vinculadas
con la biopatía del cáncer, es lógico que esta enfermedad represente el eje
sobre el cual gira la tesis orgonómica del presente tomo. Creo que la
biopsiquiatría ha sido la encargada de señalar el camino para una
comprensión de la energía biológica de la célula yeso representa todo un
éxito para dicha disciplina. La comprensión de la energía biológica de la
célula, por su parte, preparó el terreno para el descubrimiento de la energía
orgónica atmosférica. Esto irá surgiendo en forma lógica de la exposición que
sigue. Además, es una satisfacción que, dentro de la biopsiquiatría, haya sido
la rama de la economía sexual, en particular, la destinada a resolver el enigma
del cáncer y de abrir nuevos horizontes para un posible método de
prevención de esta enfermedad. Sé -y me preocupa el percibirlo- que estas
afirmaciones representan una aterradora responsabilidad. Pero no puedo dejar
de formularlas si pretendo trasmitir al lector mi sensación de la seriedad de
esta situación. La seriedad del tema de este libro exige una cautelosa
evaluación de los hechos que expongo y de mis afirmaciones. Para resumir:
el cáncer, cuyo mecanismo esencial consiste en una progresiva retracción del
sistema vital, resulta claramente
18
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comprensible no bien se supera la resistencia a abarcar en un todo los
siguientes hechos:
1. Debemos abandonar la teoría de los gérmenes del aire y reconocer la
"infección endógena".
2. Debemos admitir sin retaceos el papel de las emociones en las
enfermedades orgánicas.
3. Debemos reconocer el desarrollo de una sustancia viva, de movimiento
espontáneo, como derivada de otra sustancia viviente o aun no viviente, en
realidad, proveniente de la energía orgónica libre. En otras palabras, al
estudiar el cáncer nos vemos directamente enfrentados con el problema de la
biogénesis.
4. Debemos centrar nuestros esfuerzos médicos al trabajar en cáncer -y
esto es imperativo- en la tan odiada y evitada patología sexual.
5. Para entender el cáncer en forma simple, debemos reconocer, de una
vez por todas, la existencia de una energía cósmica esencialmente nueva,
omnipresente, que no obedece tanto a las leyes mecánicas como a las
funciones, a la cual he denominado energía orgónica.
Cualquiera de estos cinco puntos basta para despertar al principio una
actitud escéptica en todo investigador serio. Puedo asegurar al lector que he
dejado transcurrir muchos años antes de animarme a revelar a otros -e incluso
a mí mismo- la plétora de hechos y de relaciones que he ido descubriendo. El
doctor Walter Hoppe me señaló muy acertadamente en una oportunidad que
la mayor dificultad que presenta mi trabajo es el exceso de descubrimientos.
En la investigación científica seria existe la obligación de reconocer los
hechos, aunque eso signifique arriesgar la propia cabeza. Yo no podía ni
debía evitar ese riesgo si pretendía hacer justicia a los hechos descubiertos.
Con el tiempo, la magnitud de los descubrimientos comenzó a parecerme
menos aterradora. Y creo que el lector bien centrado y amigo de la verdad
también perderá gran parte de su alarma una vez que se familiarice con las
siguientes circunstancias:
1. La ruptura de los límites netos trazados entre las especialidades de las
ciencias naturales facilita enormemente el trabajo en medicina y en
investigación básica. A pesar de su infinita variedad, la Naturaleza es, en el
fondo, una gran unidad. Esta unidad y simplicidad que subyace en la
Naturaleza se refleja en la simplicidad de las funciones del orgón, cuando
trabajamos con ellas. Creo que la energía orgónica es mucho menos
aterradora y mucho menos complicada que otras formas de energía utilizadas
para aniquilar ciudades enteras.
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2. Cuanto más nos familiarizamos con las funciones del orgón, tanto más
"a gusto" nos sentimos con ellas. La amplitud de visión que nos otorga dicho
trabajo, nos alivia de la constante presión experimentada al tratar, por
ejemplo, con enfermos de cáncer, cuando no se tienen conocimientos sobre la
energía biológica. Luego de trabajar durante algunos años con estos
conocimientos resulta imposible concebir cómo en algún momento hemos
podido arreglárnoslas sin ellos. Los movimientos coreicos y los ataques
epilépticos dejan de ser un misterio. Los procesos se hacen simples y
transparentes.
3. Se aprende de manera gradual a enfrentar la irracionalidad humana más
fácilmente. Se entiende mejor lo que ocurre dentro de los hombres cuando
son víctimas del misticismo o de la peste emocional.
4. Además, hay un hecho que no debe subestimarse: se comprende mejor y
más plenamente al hombre religioso cuando se sabe que existe una energía
cósmica omnipotente que penetra todo (el éter de Newton, los dioses de todos
los tiempos y todos los pueblos) y que puede experimentarse por medio de
nuestras sensaciones orgánicas de la vista y hasta medirse con el termómetro,
el electroscopio y el contador de Geiger-Müller.
5. Finalmente, es un alivio poder dar un contenido concreto al término
médico "predisposición". Es un alivio entender por qué una persona sufre
permanentemente de resfrío s y otra jamás; es un alivio saber por qué, sólo
ciertos individuos sucumben a una epidemia y otros no; por qué unos mueren
de cáncer o de hipertonía vascular, y otros no; es un alivio saber, en qué
estriba la diferencia entre un niño lleno de vitalidad y uno apático.
En resumen, la claridad de visión que nos brinda el conocimiento de la
energía orgónica compensa con creces la alarma experimentada al descubrir
los grandes enigmas de la naturaleza.
Para terminar, querría dedicar algunos párrafos a aquellos colaboradores
que han consagrado su vida a la investigación y a la aplicación práctica del
orgón cósmico.
El carácter revolucionario de nuestro trabajo nos obliga a adoptar ciertas
actitudes nuevas respecto al medio y a renunciar a algunas de las técnicas
usuales en el contacto con él; sólo así podremos cumplir nuestra misión de
investigadores del orgón. No es el interés personal, sino el interés por el
reconocimiento de la energía cósmica orgónica, para bien de todos" lo que
me mueve a formular las siguientes observaciones: En nuestras relaciones
con colegas y legos, chocamos con un clima de violenta hostilidad y hasta
soportamos peligrosos ataques a nuestra integridad física y profesional.
Como psiquiatras, comprendemos el carácter irracional de estos ataques y de
esta hostilidad.
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Sabemos de qué fuentes provienen. Nada tienen que ver con el carácter
personal de tal o cual investigador orgónico o terapeuta orgónico. Nos llegan
de manera típica tanto a mí como a otros que viven y actúan muy lejos de mi
laboratorio. No podemos aplicar públicamente, de manera personal, nuestro
conocimiento de los motivos de esa conducta irracional. Bajo ningún
concepto podemos decirle a un físico que rechaza en forma neurótica las
funciones del orgón, qué es lo que lo está motivando en el fondo. Podemos
señalar esos motivos en términos generales pero en ningún caso formular
juicios acerca de una determinada persona. Lo único que podemos hacer con
la conciencia tranquila es preguntamos si determinado ataque es racional o
irracional. Los ataques irracionales jamás deben recibir respuesta. Nosotros
los combatimos revelando el irracionalismo en la conducta humana. Ellos
mismos se anularán con el tiempo, aun cuando en algún momento asuman
formas peligrosas. Sabemos muy bien que nada atemoriza tanto al hombre
medio de nuestros días como el conocimiento de su naturaleza biológica.
Sabemos a la vez que su deseo más ferviente es el de satisfacer su naturaleza
biológica. Ambos factores, miedo al conocimiento y ansia de satisfacción, se
dan en forma conjunta. Por eso, siempre debemos buscar lo racional en lo
irracional, comprenderlo y exponerlo sin odio ni indignación. Con el tiempo
prevalecerá lo racional. Pero, lamentablemente, no puedo brindar consejo
alguno respecto a cómo protegerse de la irracionalidad, que constituye una
amenaza para la vida. En este caso de nada sirven los procesos judiciales ni
las invectivas.
Sin embargo, existe un medio muy eficaz para obligar -tanto a los
profesionales como a los legos- a adoptar una conducta racional: No aceptar
críticas en materia de investigación orgónica, si quien las formula no puede
demostrar que está familiarizado con nuestras publicaciones y
descubrimientos desde hace mucho tiempo. Nuestra ciencia sólo puede ser
juzgada desde el punto de vista de sus propias premisas, métodos y técnicas
de pensamiento. Esta es una regla muy estricta en el intercambio científico,
que siempre tiene validez cuando se está efectuando una investigación.
Esperamos y deseamos la crítica, pero sólo crítica inmanente.
De modo que si un psiquiatra forense partidario de la abstinencia sexual, o
un oncólogo recalcitrante y hasta un escritor free-lance se atreve a condenar
nuestro trabajo porque no lo entiende o porque siente que su imagen del
mundo se desintegra o porque se siente personalmente afectado o porque su
partido político se siente amenazado, nosotros responderemos con el silencio.
Nos negamos a participar en polémicas o riñas irracionales. Quisiera insistir
sobre esta regla, que ha demostrado ser muy útil. Cuando se ha realizado un
descubrimiento, es habitual buscar el respaldo de ciertas "autoridades",
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15
para lo cual es necesario humillarse Y recurrir a todo tipo de tácticas y
estratagemas en procura de su reconocimiento. Por lo común también se
procura lograr publicidad a través de la prensa.
Nada de eso se presta para nuestra tarea, que es sumamente seria. Si
trabajamos con honestidad y conciencia, si nos atenemos a los hechos y no
cedemos a la tentación de llegar a compromisos en asuntos tan esenciales
como la función del orgasmo, tarde o temprano ganaremos la confianza
pública. Hay pocas cosas más urgentes para el mundo que el conocimiento de
las funciones del orgón, dentro y fuera del organismo.
No podemos reconocer autoridad alguna en lo referente al orgón, porque
no existe una autoridad en la materia. Sin embargo, debemos delegar
responsabilidades. Es indudable que una clínica oncológica tiene la
responsabilidad necesaria para trabajar con energía orgónica. Todo médico
que haya sido testigo de los efectos terapéuticos de la energía orgónica, debe
asumir la responsabilidad de defender estos hechos en el terreno profesional
y no eludirlos ni aguardar la opinión de una "autoridad". Es responsabilidad
de todo individuo que haya resultado beneficiado por los efectos terapéuticos
de la energía orgónica, ayudar a su prójimo siempre que le sea posible.
Es ineludible responsabilidad de todo publicista no entorpecer el uso
salvador del orgón por medio de artículos periodísticos sensacionalistas. Al
articulista hay que hacerle comprender que está matando indirectamente a
muchas personas al agitar la opinión pública en contra de nuestro trabajo.
Finalmente, es responsabilidad de los gobiernos decidir si van a poner la
energía cósmica orgónica al alcance de la comunidad y dentro de qué plazos
lo han de hacer. Nosotros cumplimos con nuestro deber en todo sentido y de
la mejor manera posible. Hemos trabajado duro por espacio de décadas.
Hemos sacrificado dinero y tiempo libre. Procuramos ser decentes y
honestos. Comunicamos nuestros resultados con sentido de responsabilidad.
Es todo lo que podemos hacer. Lo demás depende de la opinión pública. Si se
toleran las publicaciones difamatorias, las mentiras y las distorsiones, se
estará perjudicando al público y no a un determinado profesional que aplica
la orgonterapia.
Quisiera evitar este tipo de declaraciones, pero no puedo. Es mi deber
formularlas.
Al mismo tiempo debemos comprender que el mundo de la ciencia natural
seria necesita mucho tiempo para orientarse en un terreno tan nuevo como el
nuestro. Para mal de la humanidad, los ignorantes e incompetentes escriben y
publican con gran rapidez y facilidad sus artículos; el orden político actual
facilita mucho más la publicación de un artículo difamatorio que la de hechos
de importancia vital. Debemos admitir, sin embargo, que los hechos
22
significativos se desarrollan con más efectividad, y precisión cuando se hace
necesario luchar contra las reacciones humanas irracionales. Pero no por eso
deja de ser triste que en la vida social lo racional necesite tiempo para su
aceptación... ¡mucho tiempo!
Quisiera agradecer, por fin, a todos los amigos que me han ayudado, a lo
largo de estos difíciles años, a construir el andamiaje descrito por este libro.
Podría mencionar muchos nombres, nombres muy importantes. Aquellos que
están familiarizados con nuestro trabajo comprenderán por qué no los
nombro aquí. Algunos de mis amigos íntimos y de mis colaboradores más
cercanos me han aconsejado también que dejara de lado esa práctica común a
la mayoría de las publicaciones científicas.
De muchas de mis publicaciones surge a las claras mi conciencia de la
deuda que tengo con los grandes pioneros de las ciencias naturales, sin cuyos
esfuerzos habría sido imposible el descubrimiento de la energía cósmica
orgónica. Con harta frecuencia he señalado la continuidad o interdependencia
de todas las ramas del trabajo científico vital. Debo destacar que el cuantioso
material recogido, con gran esfuerzo, por la investigación mecanicista del
cáncer fue indispensable para mi nuevo enfoque de la biopatía carcinomatosa,
por más que la teoría orgonómica del cáncer difiere mucho de la teoría
clásica y hasta la contradice en muchos aspectos. Más de un especialista en
cáncer ha comprendido ya que el problema del cáncer está resuelto y que para
resolverlo fue necesario el descubrimiento del orgón y la dilucidación de la
biogénesis.
Por otra parte, es preciso rechazar algunas injustificadas pretensiones de
prioridad que se hicieron oír en el campo de la medicina psicosomática
después de la publicación de La función del orgasmo (1942). La teoría del
orgasmo (1923) es mucho más antigua que cualquiera de las demás
concepciones derivadas del psicoanálisis como base para el conocimiento de
los trastornos psicosomáticos. Si estas concepciones pasan completamente
por alto la función del orgasmo -problema central de los procesos
psicosomáticos-, no merecen demasiada consideración. Sólo podemos
manifestar nuestro asombro ante la consecuencia con que se elude el factor
más importante. Una vez más, las principales víctimas son los enfermos, que
son muchos.
Publico este libro no sin serias preocupaciones. Me preocupa, ante todo,
que muchos lectores crean que por fin se ha encontrado el remedio contra el
cáncer. No es ése el caso. Si bien es cierto que el enigma del cáncer ha
quedado aclarado gracias al descubrimiento del orgón, no debe creerse que de
ahora en adelante todo aquel que padezca esta enfermedad puede ser salvado.
Es preciso recorrer un largo camino de trabajo duro y de estrecha
23
cooperación antes de establecer en qué medida la energía orgónica puede ser
útil en determinados casos de cáncer. Pero no cabe duda de que ese camino
ya se ha iniciado.
1
FUNCIÓN DE TENSIÓN Y CARGA
Wilhelm Reich
Orgonon, septiembre de 1947
1. La función del orgasmo
Quienes conocen la economía sexual saben que 1933 fue un año clave en el
desarrollo de nuestras investigaciones, porque en ese año se descubrió la
función biológica de tensión y carga. Quisiera explicar una vez más, y. en
forma sucinta, la esencia de este descubrimiento.
La investigación clínica nos ha demostrado que la función del orgasmo es
la clave del problema de la energía. Las neurosis son la consecuencia de un
estancamiento, de una estasis de energía sexual. La causa de esta estasis es
una perturbación en la descarga de una gran excitación sexual en el
organismo, sea ésta percibida o no por el yo. Tampoco influye el hecho de
que el aparato psíquico del hombre interprete los procesos en forma
neurótica, ni que el sujeto se forje una idea equivocada acerca de la
desarmonía de su sistema energético y la disfrace con ideologías. La
experiencia clínica cotidiana no deja lugar a dudas: La eliminación de la
estasis sexual por medio de la descarga orgástica de la excitación biológica
hace desaparecer todo tipo de manifestación neurótica. La dificultad que
ofrece esta solución es por lo general, de naturaleza social. Es indispensable
llamar una y otra vez la atención sobre estos simples hechos básicos.
En economía sexual se sabía, desde hace mucho tiempo, que el orgasmo es
un fenómeno biológico fundamental; "fundamental" porque la descarga
orgástica de energía tiene lugar en la raíz misma de la función biológica. Esta
descarga aparece en forma de una convulsión involuntaria de la totalidad del
sistema plasmático. Como la respiración, es una función básica de todo
sistema animal. Desde el punto de vista biofísico no se puede establecer una
distinción entre la contracción total de una ameba y la contracción orgástica
de un organismo multicelular. Las características más notables son:
24
25
intensa excitación biológica, repetida expansión y contracción, eyaculación de
fluidos corporales y rápido descenso de la excitación biológica. Para concebir
estas características como funciones biológicas debimos liberamos, por
supuesto, de las reacciones emocionales lascivas que provoca en el ser
humano la contemplación de las funciones sexuales y, en realidad, de las
funciones autónomas en general. Estas reacciones emocionales constituyen,
en sí, expresiones neuróticas que representan un problema en nuestra labor
psiquiátrica.
Con sus expansiones y contracciones en rápida sucesión, el orgasmo
constituye una función compuesta por aumento y disminución de la tensión,
por carga y descarga, es decir, pulsación biológica. Una observación más
precisa demuestra que estas cuatro funciones no se presentan apareadas, sino
más bien en cuatro tiempos, con un ritmo específico y regular. Al aumento de
tensión en la excitación biológica, que se manifiesta precisamente como
excitación sexual, sigue una carga de la periferia. Esto ha quedado claramente
demostrado por las mediciones de potencial de las zonas erógenas durante la
excitación agradable. Una vez que la tensión y la carga bioenergética han
alcanzado una determinada intensidad, son seguidas por convulsiones, es
decir, contracciones de todo el sistema biológico. La alta tensión de energía
de la periferia se descarga. Esto se manifiesta en un repentino descenso del
potencial bioeléctrico de la piel y, subjetivamente, por una brusca
disminución de la excitación. El repentino paso de la alta carga a la descarga
es lo que se denomina "acmé". A la descarga energética sigue un relajamiento
mecánico de los tejidos, resultado del reflujo de líquidos corporales. La
prueba de que se trata de una descarga de energía está en que el organismo no
es capaz de una nueva excitación sexual inmediatamente después de la
descarga. En lenguaje psicológico, este estado se denomina "gratificación".
La necesidad de gratificación o, para expresado en términos biofísicos, la
necesidad de descargar el exceso de energía por medio de la fusión con otro
organismo, se presenta a, intervalos más o menos regulares, según el
individuo y la especie. Los intervalos se abrevian, por lo general, en la
primavera. Entre los animales existe el fenómeno del celo, que es una
concentración de estas necesidades biológicas en una determinada época del
año, predominantemente en la primavera. Este hecho nos revela una estrecha
relación entre la función del orgasmo y una función energética de naturaleza
cósmica. Junto con los conocidos efectos del sol sobre el organismo viviente,
la función del orgasmo es uno de los fenómenos que nos llevan a considerar
al organismo viviente como una parte de la naturaleza no viviente, estado de
un funcionamiento peculiar.
De modo que la función del orgasmo se puede definir como un ritmo de
26
cuatro tiempos: tensión → carga → descarga → relajación. Para abreviar,
llamaremos a este ciclo "función T-C".
Por investigaciones anteriores sabemos que la función T-C no sólo es
característica del orgasmo, sino que se aplica también a todas las funciones
del aparato biológico autónomo. El corazón, los intestinos, la vejiga y los
pulmones (respiración) funcionan con este ritmo. Incluso la división celular
se cumple en cuatro tiempos. Otro tanto puede decirse del movimiento de los
protozoarios y metazoarios de todo tipo. Los gusanos y las víboras exhiben
claramente el funcionamiento rítmico definido por la formula T-C, tanto en el
movimiento de sus partes como en el del organismo completo. Eso hace
pensar en la existencia de una ley básica que gobierna el organismo como
totalidad y también sus órganos autónomos.
El organismo en su totalidad se contrae en el orgasmo como el corazón en
cada pulsación. Con nuestra fórmula biológica básica abarcamos la esencia
misma de las funciones vivientes. La fórmula del orgasmo resulta ser la
fórmula de la vida misma. Esto coincide por completo con nuestra primitiva
formulación: "El proceso sexual es el proceso biológico productivo per se" en
la procreación, en el trabajo, en el placer de vivir, en la productividad
intelectual, etc. La aceptación o el rechazo de esta fórmula es la que define a
los partidarios o a los opositores de la biofísica orgónica.
La tensión mecánica de los órganos por tumescencia es fácil de entender:
los tejidos acumulan humores y las partículas individuales del coloide
biológico se separan. La relajación mecánica, en cambio, se produce por
detumescencia: los humores son expulsados de los tejidos y, así, las
partículas vuelven á acercarse entre sí. El problema de la naturaleza de la
carga y la descarga ya no es tan accesible. El hecho de que podamos medir el
potencial eléctrico podría inducimos a dar por resuelto este enorme problema
rotulándolo como "carga eléctrica" y "descarga eléctrica"; porque, después de
todo, se han medido cantidades de energía eléctrica en las contracciones
musculares y en los llamados "peces eléctricos". ¿Y acaso no se han llegado a
medir ondas eléctricas en el cerebro? En mis experimentos bioeléctricos
(1934-36) registré los cambios de potencial que se producen en el placer y en
la ansiedad.
2. El postulado de una energía biológica específica
¿Son la energía biológica específica y la electricidad una misma cosa? No
podemos conformarnos con una respuesta demasiado simple. No cabe duda
27
de que sería muy cómodo expresar el funcionamiento del organismo en
conceptos físicos muy familiares. De esa manera, el organismo se nos
aparecería como una "máquina eléctrica particularmente compleja". Sería
muy fácil y muy práctico explicar la reacción de los reumáticos a los cambios
climáticos señalando que su "electricidad corporal" está sujeta a la influencia
de las cargas "eléctricas" de la atmósfera. Se ha intentado también aplicar las
leyes del magnetismo del hierro a los organismos vivientes. ¿Acaso no se
dice que uno experimenta el "magnetismo" de la persona amada, o que uno
está "electrizado" de excitación? Muy pronto nos convenceremos de que
estas analogías tienen una base errónea. En publicaciones anteriores yo
hablaba de "bioelectricidad", utilizando la terminología habitual. Es
indudable que el organismo contiene electricidad, en forma de partículas
coloidales cargadas eléctricamente y de iones. Toda la química coloidal opera
con ella; otro tanto ocurre con la fisiología neuromuscular. Por medio de
aplicaciones de corriente eléctrica pueden provocarse contracciones
musculares. Al peinarse, suelen surgir chispas "eléctricas" del cabello.
Y sin embargo: hay una serie de fenómenos que no coinciden de ninguna
manera con la teoría de la energía electromagnética.
En primer lugar están los efectos del "magnetismo" corporal. Muchos
médicos y terapeutas legos hacen uso práctico de estas fuerzas magnéticas.
Pero nosotros no podemos convencemos de que esas fuerzas magnéticas que
conocemos surjan de una sustancia orgánica coloidal, no metálica. En las
páginas que siguen aportaremos pruebas experimentales de que la energía del
organismo viviente no es lo mismo que el electromagnetismo.
El cuerpo experimenta los efectos eléctricos de una corriente galvánica
como algo extraño, "inorgánico". La energía eléctrica -incluso en cantidades
mínimas- siempre provoca trastornos en nuestro funcionamiento normal. Los
músculos, por ejemplo, se contraen de manera antinatural, inadecuada, "sin
sentido". Jamás se ha visto que una carga eléctrica aplicada al cuerpo
produzca movimientos que guarden el más remoto parecido con los
movimientos normales de sistemas musculares enteros, o de grupos
funcionales de músculos. La corriente eléctrica genera un movimiento en el
cual faltan las características esenciales de la energía biológica: el
movimiento de un grupo de órganos en forma coordinada y con un sentido
funcional. Los trastornos del funcionamiento biológico provocados por una
corriente eléctrica poseen, en cambio, el carácter de la energía eléctrica: son
rápidos, bruscos, angulares, como los movimientos que se observan en un
oscilógrafo cuando se frota un electrodo contra un metal (cf. Die Eunktion
des Orgasmus, Colonia, 1969).
En un preparado neuromuscular, el estímulo eléctrico no se manifiesta
28
29
directamente en el movimiento; de lo contrario, los músculos lisos deberían
contraerse con la misma velocidad que los estriados. La contracción del
músculo liso sigue el ritmo lento y ondulatorio que le es característico. De
modo que entre el impulso eléctrico y la acción muscular se interpone un
"algo" desconocido que sólo es activado por la corriente eléctrica y se
manifiesta como movimiento acompañado por una corriente de acción. Pero
ese "algo" en sí no es electricidad.
Nuestras sensaciones orgánicas nos demuestran con toda claridad que las
emociones (que indudablemente son manifestaciones de nuestra energía
biológica) difieren por completo de las sensaciones experimentadas como
resultado de una descarga eléctrica. Nuestros órganos sensoriales no son
capaces de registrar las ondas electromagnéticas que colman la atmósfera. No
experimentamos nada en la proximidad de una emisora radial. Un receptor de
radio reacciona en las proximidades de un cable de alta tensión; nosotros no.
Si nuestra energía vital estuviera constituida por electricidad, sería
incomprensible que sólo la longitud de ondas de la luz visible sea accesible al
ojo, y que por lo demás seamos insensibles cuando nuestras sensaciones
orgánicas son expresión de nuestra energía vital. No percibimos ni los
electrones de un aparato de rayos X, ni las radiaciones del radium. La energía
eléctrica no es capaz de proporcionar-nos una carga biológica. Por eso ha
resultado hasta ahora imposible determinar la potencia de las vitaminas por
medio de mediciones eléctricas, aun cuando es indudable que éstas contienen
energía biológica. Y así podríamos seguir enumerando ejemplos en forma
indefinida. Otro de los problemas es cómo se las arregla nuestro organismo
para no ser destruido por los infinitos campos electromagnéticos que lo
rodean.
Si bien es cierto que los voltímetros sensibles reaccionan al tacto de un
organismo vivo, las magnitudes de esta reacción son tan ínfimas, comparadas
con la cantidad de energía producida por nuestro organismo, que no parece
existir relación alguna.
Todas éstas son contradicciones muy importantes que no pueden
resolverse dentro del marco de ras formas de energía conocidas hasta ahora.
La biología y la filosofía de la Naturaleza las tenían en cuenta desde hace ya
mucho tiempo. Se ha procurado superar esta brecha mediante conceptos
destinados a hacer comprensibles las funciones específicas de la vida. La
mayoría de estos intentos fueron comprendidos por los vitalistas que se
oponían al materialismo mecanicista. Driesch procuró contribuir al
esclarecimiento de la situación con su idea de "entelequia", fuerza vital
inmanente a toda materia viviente, que gobernaba la vida. Pero como esa
fuerza no era mensurable ni tangible, tal idea acabó siendo una contribución
28
29
a la metafísica. El élan vital de Bergson también procuraba tener en cuenta la
incompatibilidad entre las formas conocidas de energía y las funciones
vitales. Su force créatrice representa una explosiva función de la materia, que
se manifiesta con particular claridad en la materia viva. La hipótesis de
Bergson estaba dirigida contra el materialismo mecanicista, pero también
contra el finalismo teológico. Desde el punto de vista teórico, captaba bien el
carácter básicamente funcional del proceso de la vida, pero carecía de
fundamento empírico. La fuerza en cuestión no era mensurable, tangible ni
controlable.
El célebre fisiólogo alemán Pflüger presumió la existencia de una relación
entre la energía vital y el fuego, sobre la base de la función del cianuro. Su
suposición era correcta. Destacados biólogos -como el vienés Kammerer- se
mostraron convencidos de la existencia de una energía biológica específica,
sin relación directa con la electricidad, el magnetismo, etc.
Si he de señalar, finalmente, lo que a mí me parece más probable declararé
-sobrepasando los límites de lo permisible al sentar un credo científico no demostrado
y, por el momento, indemostrable- que creo en la existencia de una ¡fuerza vital
específica!. En una palabra, una energía que no es calor, ni electricidad, ni magnetismo,
ni movimiento (incluyendo la oscilación y la radiación), como-tampoco energía
química, ni un mosaico de todas ellas, sino una energía que corresponde
específicamente a todos esos procesos naturales que denominamos 'vida'. Eso no
significa que sólo esté presente en los cuerpos naturales que nosotros llamamos 'seres
vivientes'; también lo está, por lo menos, en el proceso formativo de los cristales. Por
esa razón, y para evitar malentendidos, sería mejor denominarla 'energía formativa' en
lugar de 'energía vital'. No posee propiedades suprafísicas, a pesar de que no tiene nada
en común con las energías físicas conocidas. No se trata de una misteriosa 'entelequia'
(Aristóteles, Driesch), sino de una auténtica 'energía' natural; sólo que, así como la
energía eléctrica está vinculada con fenómenos eléctricos y la energía química con
transformaciones químicas, esta 'energía formativa' está vinculada con los fenómenos
de la vida y con la gestación y cambio de las formas. Está sujeta, sobre todo, a la ley de
la conservación de la energía y puede convertirse en otras formas de energía, así como,
por ejemplo, el calor puede convertirse en energía cinética y viceversa. (P. Kammerer,
Allgemeine Biologie, p. 8.)
Kammerer había tropezado con el problema de una "fuerza vital"
formativa en el curso de sus experiencias sobre la herencia de los caracteres
adquiridos en las salamandras. Las "sustancias hereditarias" y los "genes"
postulados por los teóricos de la herencia confundían la comprensión de los
procesos vivientes y parecían haber sido concebidos sólo para bloquear todo
acceso a éstos. Eran teorías comparables con una pirámide invertida, una
verdadera masa de afirmaciones hipotéticas que se balanceaba sobre la base
mínima de un contado número de hechos dudosos. Recuérdense, por ejemplo,
30
las conclusiones anticientíficas, injustificadas y moralizantes que se sacaron
del célebre estudio de la "familia Kalikak". Al leer las hipótesis sobre la
herencia, siempre se tiene la impresión de que hay en ellas más fanatismos
seudo éticos que ciencia. El proceso de la vida queda asfixiado por una
montaña de hipótesis mecanicistas. Esas teorías acabaron por desembocar en
la perniciosa teoría racial de Hitler.
En la obra de los vitalistas, la fuerza vital se convirtió en un vago espectro;
en la de los mecanicistas, en una máquina inanimada. Los bacteriólogos
postularon la existencia de un germen especial -nunca visto-"'en el aire". En
la segunda mitad del siglo XIX, Pouchet se dedicó a la agotadora tarea de
poner a prueba la exactitud de la teoría de los gérmenes del aire. Pasteur
demostró en forma experimental que los líquidos llevados a cierta
temperatura no contenían gérmenes, Si se encontraba algún organismo
viviente, lo atribuía a la contaminación del aire. Friedrich Albert Lange, en su
Geschichte des Materialismus, critica las conclusiones de Pasteur y cita los
experimentos de Pouchet. Pouchet hizo pasar cientos de metros cúbicos de
aire por agua y examinó el agua. Inventó un instrumento para su propio uso,
que impulsaba aire contra unas planchas de vidrio sobre las cuales quedaban
adheridas partículas de polvo. Luego analizaba el polvo así recogido. Efectuó
estos experimentos en los glaciares de los Pirineos, en las catacumbas de
Tebas, en el campo y en alta mar, en Egipto y en la torre más alta de la
catedral de Ruán. Si bien dio con todo tipo de cosas, sólo muy de tanto en
tanto encontró algún esporo de hongo y, en casos más excepcionales aún, un
infusorio muerto. La refutación de Pasteur a las primitivas teorías de la
generación espontánea fue mal entendida. Pesaba una verdadera prohibición
sobre toda indagación relativa al origen de los primeros gérmenes de la vida.
Para no entrar en conflicto con la doctrina de la "creación divina", se apeló a
la idea de una sustancia plasmática que descendió a nuestro planeta desde el
espacio exterior.
Ninguna de estas escuelas logró penetrar en los problemas funcionales de
la vida ni encontrar un nexo con la física experimental. El proceso de la vida
aparecía como un misterio insondable, intangible, reservado a la divina
providencia, en medio del vasto campo de las ciencias naturales
experimentales.
Y sin embargo, cada planta que brotaba, cada embrión que se desarrollaba,
el movimiento espontáneo de los músculos y la productividad de todo
organismo biológico demostraba diariamente la existencia de incalculables
energías que gobernaban el trabajo de la sustancia viviente. La "energía" es
la capacidad de trabajo. Ninguna de las formas de energía conocidas puede
competir con la capacidad de trabajo de la totalidad de los organismos
31
vivientes en nuestro planeta. Las energías que realizan este trabajo deben
tener su origen en la materia no viviente. Pero eso ha sido ignorado por la
ciencia desde hace milenios.
¿Qué impedía a los seres humanos comprender esta energía? Con el
descubrimiento de la función de la represión sexual, hecho por Freud, se
abrió la primera brecha en el muro que nos separaba de, la comprensión de1
proceso de la vida. Primero fue necesario entender las manifestaciones del
inconsciente y de la vida sexual reprimida. El segundo paso importante
consistió en la corrección de la teoría freudiana del inconsciente: la represión
de la vida instintiva no es natural; más bien es un resultado patológico de la
supresión de los instintos naturales, sobre todo de la sexualidad genital, Un
organismo que emplea la mayor parte de su energía en ocultar dentro de sí
mismo el proceso natural de la vida, no puede estar en condiciones de
comprender el proceso de la vida fuera de él. La manifestación central de la
vida es la función sexual genital. A ella le debe su existencia y perduración.
Una sociedad de seres vivos que ha proscrito y ha relegado al inconsciente la
manifestación esencial de esa función no puede manejar las funciones vitales
en forma racional y éstas aparecen como manifestaciones distorsionadas en la
pornografía. Sólo los místicos mantuvieron siempre contacto -en un plano
muy distante de la intelección científica- con el proceso de la vida. Y como el
proceso de la vida se había convertido en dominio de la mística, las ciencias
naturales serias se mantuvieron alejadas de él. En la literatura biológica y
fisiológica, no se encuentra el menor atisbo de comprensión del movimiento
autónomo, tal como, por ejemplo, se manifiesta en el gusano. Ese
movimiento recuerda demasiado los despreciados actos sexuales del reino
animal. De esa manera, la mística y la biología mecanicista quedaron
enfrentadas. Y, sin embargo, la fuerza del sentimiento religioso en sí revelaba
la existencia de un algo poderoso que los hombres sentían, pero que no
podían definir con palabras ni controlar. También la religión había
mistificado el proceso de la vida.
El problema sólo entraría en el terreno de las ciencias naturales cuando se
postulara la existencia de una función energética mensurable y controlable,
que hiciera comprensible la función básica de lo vivo y no entrara en
conflicto con la física.
Se deduce que esa energía biológica específica debería reunir las
siguientes propiedades:
no viviente, si nos atenemos al principio según el cual la materia orgánica
tiene su origen en la inorgánica.
3. Debería dilucidar de manera satisfactoria la relación entre los seres
vivientes y la Naturaleza no viviente (respiración, orgasmo, nutrición, etc.)
4. A diferencia de la electricidad galvánica, debería funcionar en la
sustancia orgánica, no conductora de la electricidad, y en los tejidos
animales.
5. Su función no podría limitarse a células nerviosas aisladas o a grupos de
células, sino que debería penetrar y gobernar todo el organismo.
6. Debería explicar con simplicidad la función pulsatoria básica
(contracción y expansión) de la vida, tal cual se manifiesta en la respiración y
en el orgasmo.
7. Debería manifestarse de manera comprensible en la producción de
calor, que es una característica de la mayoría de los organismos vivientes.
8. Debería poder aclarar definitivamente la función sexual, es decir que
debería explicar la atracción sexual.
9. Su naturaleza nos revelaría por qué los organismos vivientes no han
desarrollado un órgano sensible al electromagnetismo.
10. Debería contribuir a la comprensión de la diferencia entre proteína
viva y proteína muerta, y explicar qué se incorpora a la proteína –tan
compleja desde el punto de vista químico- para darle vida. Debería tener la
propiedad de cargar a la materia viviente y por lo tanto su efecto debería ser
positivo para la vida.
11. Debería revelamos los procesos que llevan a la simetría en el
desarrollo de las formas, y cuál es la auténtica función de dicho desarrollo.
12. Finalmente, nos explicaría por qué la materia viviente sólo existe en la
superficie de la Tierra.
Con la enumeración de estos problemas sólo se pretende fijar el marco
necesario dentro del cual ha de desarrollarse cualquier discusión sobre
biofísica o biogénesis.
l. Debería ser fundamentalmente distinta de la energía electromagnética y,
sin embargo, tener relación con ella.
2. Debería existir -al margen de los organismos vivos- en la Naturaleza
32
33
II
LAS VESÍCULAS DE ENERGÍA ORGÓNICA (BIONES) Y LA
ORGANIZACIÓN NATURAL DE LOS PROTOZOARIOS
Base experimental para entender la biopatía del cáncer
El orgón fue descubierto en un cultivo de biones. Por eso, debemos comenzar
por exponer los fenómenos orgonóticos, que representan la transición entre la
materia no viviente y la viviente.
Dada la relación funcional existente entre los biones y la energía del orgón
atmosférico, es importante que la exposición del descubrimiento del orgón en
sí vaya precedida por un análisis de las funciones del orgón en la materia
bionosa.
Es difícil precisar la fecha del descubrimiento del orgón. Ya en 1936-1939
se habían observado las funciones orgonóticas de la atracción, la penetración,
la pulsación y la luminación y se las había investigado en diversos preparados
biónicos. Sin embargo, por entonces yo ni sospechaba que me encontraba
ante manifestaciones de una energía biológica específica. Los experimentos
con cultivos de biones llevaron al descubrimiento de la energía orgónica en
biones SAPA, en el transcurso de enero de 1939, y en la atmósfera, en el
transcurso de julio de 1940. Sólo después de trabajar con las funciones
puramente físicas de la energía orgónica (1939-1942), comprendí las
observaciones que venía practicando desde 1936 en los biones y cultivos de
biones. El enfoque de mi libro Die Bione (1938) se ajusta aún a los conceptos
tradicionales de la bacteriología y la biología. El ulterior conocimiento de las
funciones del orgón me obligó a corregir gran parte de lo expuesto. Por
ejemplo, los cultivos de cocos y de bacilos derivados de los biones no
representan una etapa avanzada en el desarrollo de los biones hacia la vida
plena sino todo lo contrario: se trata de una degeneración de los biones hacia
una forma biológicamente estéril, incapaz de evolucionar. La evolución
normal de los biones pasa por su organización en protozoarios.
34
Los estafilococos, los estreptococos, los bacilos T y las bacterias de la
putrefacción son resultados de una degeneración del plasma orgonótico
viviente.
La exposición que sigue, acerca de los experimentos con biones, está
basada en el conocimiento del orgón atmosférico y, por consiguiente, su
enfoque ya no es biológico, sino funcional y se fundamenta en principios
energéticos. Los errores y las posteriores correcciones son inevitables cuando
se trabaja en un terreno inexplorado.
Los términos "bion" y "vesícula energética" designan a una misma
formación microscópicamente visible en funcionamiento. El término "bion"
significa que las vesículas dentro de las cuales toda materia expandida se
descompone son formaciones de transición entre lo no viviente y lo viviente.
El bion es la unidad funcional elemental de toda materia viviente. Al mismo
tiempo es portadora de un quantum de energía orgónica y, como tal, funciona
de uña manera específicamente biológica. Es una unidad energética,
compuesta por una membrana, un contenido líquido y un quantum de orgón,
comprendido en éste. En una palabra, es una "vesícula de energía orgónica".
Quisiera ahora resumir las observaciones y ensayos que justificaron estas
conclusiones tan pretenciosas.
1. Desintegración vesicular de la materia expandida (biones Pa)
El carbono es la sustancia básica que, combinada con oxígeno, nitrógeno,
hidrógeno y agua, constituye el punto de partida de innumerables compuestos
orgánicos y también de la materia viva. Dejemos de lado ahora las reacciones
químicas bien conocidas y limitémonos a observar una partícula de carbono
bajo un microscopio equipado con una lente apocromática. Todos los
estudios fueron practicados con buenos microscopios Reichert
("microscopios Z"), que posibilitan una ampliación de hasta 5000 veces. Los
procesos biológicos más finos, como la expansión y la contracción, la
vibración y la formación de un puente radiante, sólo pueden observarse con
más de 2000 aumentos, preferentemente con 4000. Lo que interesa no es la
resolución de los detalles estructurales más finos, sino la visualización del
movimiento. Para ello podemos emplear carbono obtenido de la sangre
cargada de anhídrido carbónico (en mis ensayos se utilizó el de la firma
Merck) o de hollín común. El origen del carbón utilizado para el experimento
carece de importancia, puesto que el proceso de combustión convierte todos
los componentes orgánicos en carbón.
35
En primer lugar observamos la partícula de carbono en seco, con una
ampliación de unas 300 veces. Vemos un cuerpo negro, irregular, que
permanece inmóvil. En el campo oscuro observamos una estructura, en su
mayor parte estriada, en la cual aparecen formaciones vesiculares. En los
límites entre las estrías y en las minúsculas vesículas ovaladas, la luz se
refracta con intensidad.
1. Pared gruesa de carbono, no elástica.
2. Aumento del contenido líquido, tumefacción.
3. Membrana más fina, elástica; el interior, azul, vibrante.
4. Bion de carbón en proceso de estrangulamiento.
5. División en dos biones.
Figura 1. Evolución de un bion de carbón.
Disponemos el microscopio para un aumento de aproximadamente 2000x
(objetivo 80x, ocular 16x y tubo binocular inclinado, lo cual aumenta en un
50% el aumento) Ahora vemos la estructura estriada y vesicular con mayor
claridad. No se advierte el más leve movimiento.
Añadimos una gota de agua común y volvemos a observar, primero con
300x, luego con 2000x de aumento. En esencia, nada ha variado. Seguimos
sin percibir movimiento. Sólo de tanto en tanto se desplaza una partícula
redonda e irregular. Su tamaño pocas veces supera el micrón de diámetro. En
términos generales, el campo está "muerto". No vemos contracciones ni
expansiones.
Con ayuda de una espátula, añadimos una pizca de carbón pulverizado al
agua contenida en un tubo de ensayo. Parte del polvo se precipita; otra parte
36
queda flotando en la superficie. El agua en sí se mantiene clara; no se ha
formado una solución coloidal. El preparado es no estéril. Diariamente
recogemos una gota del líquido y lo observamos al microscopio. Queremos
comprobar si se produce alguna transformación en el carbono y cuál es esa
transformación. Sólo después de transcurridas algunas semanas establecemos
que se ha producido una modificación. Las partículas esféricas que se
mueven débilmente por el campo son ahora algo más numerosas. Las
partículas de carbono de mayor tamaño muestran, en el campo oscuro, un
progreso muy lento del número de formaciones esféricas contenidas en ellas.
Pero el cuadro general es de ausencia de vida. Transcurren meses sin que el
panorama varíe mucho. Nos llama la atención la ausencia de las habituales
bacterias del aire. (Por supuesto, los tubos de ensayo han sido taponados con
algodón) Microscópicamente, el líquido sigue sin mostrar modificaciones.
Continúa siendo claro.
Este es nuestro ensayo de control. El experimento para producir biones de
carbón es el siguiente.
A partir de este momento aplicamos procedimientos estrictamente
estériles. Todos los líquidos se llevan a 1200C en la autoclave; todas las
sustancias secas y los instrumentos se esterilizan, en seco, a 1800.
Cargamos tubos de vidrio con 50% de caldo y 50% de solución de KCl 0,l
normal y se los esteriliza en autoclave. Luego calentamos sobre la llama una
pequeña porción de polvo de carbón en la punta de la espátula, hasta llevarlo
a la incandescencia. Mientras aún está incandescente, sumergimos el carbono
en el líquido estéril. Este se tiñe inmediatamente de negro y sólo las
partículas pesadas del carbón precipitan en el fondo. Las partículas más
livianas quedan flotando en la superficie. Se ha formado una solución
coloidal, a diferencia de lo que ocurría con el preparado de control. En el
transcurso de media hora, el negro pasa a ser gris. La solución sigue siendo
coloidal durante varios días (3-6), luego se aclara. Todas las partículas han
precipitado.
Una vez completada la preparación, recogemos -por medio de métodos
estériles- una gota y la observamos en el microscopio, primero con un
aumento de 300x en campo claro y oscuro, luego con 2000-3000x de
aumento. El cuadro que se nos ofrece difiere por completo del que vimos en
el preparado de control.
Hay un predominio de la estructura vesicular en las diferentes partículas
de carbón. Si proseguimos la observación vemos que, del borde de las
partículas más grandes, se desprenden pequeñas vesículas de alrededor de un
micrón de diámetro y que éstas se mueven libremente en el líquido. Cuando
la preparación es exitosa, observamos movimiento en los márgenes de las
37
partículas: extensión, contracción, vibración, etc. Y aun las partículas más
pequeñas, las que están en movimiento, se transforman ante nuestros propios
ojos por así decirlo; si las observamos duran bastante tiempo. Al comienzo
parecen "duras", la membrana es negra y gruesa. En el interior distinguimos,
cada vez con mayor claridad, un resplandor azul o azul verdoso. Las vesículas
se vuelven más turgente s y en su interior aumenta el movimiento. En algunas
vesículas se observa una vibración ondulatoria. Cuanto más se afina la
membrana, tanto más intenso se vuelve el azul y tanto más elásticos se vuelven
los movimientos. Muy pronto -ese mismo día o al día siguiente- observaremos
con toda nitidez movimientos de expansión y de contracción. Nadie que haya
estudiado estos preparados durante bastante tiempo dudará del carácter
viviente de dichos movimientos. Distinguiremos entre los movimientos de
traslación de la vesícula de un lugar a otro, y los movimientos internos del
contenido de la vesícula: desplazamientos del azul, de la claridad, protrusiones
y retracciones. Las vesículas laten con un ritmo irregular.
Hacemos pasar una corriente galvánica de alrededor de 0,2-0,5 Ma por el
preparado. Las vesículas se desplazan en dirección al cátodo, de modo que
tienen una carga eléctrica positiva. Después de varios días, cuando las
partículas ya no están en suspensión coloidal, los fenómenos cataforéticos se
debilitan y desaparecen. De modo que la carga de las vesículas parece ser
requisito indispensable para la suspensión coloidal y para la motilidad, como
ya lo supusiera Pauli. Además es el requisito para la capacidad de constituir
un cultivo (cf. Die Bione, pp. 54 y ss.).
Intentamos ahora una reacción biológica al colorante, y para ello
utilizamos Gram o fucsina fenicada. Como control, coloreamos simple polvo
de carbón. El carbón no preparado no admite una tinción biológica. Las
partículas continúan siendo negras. Los biones de carbón, en cambio,
evidencian una reacción positiva a "la tinción (azul, cuando se utiliza Gram).
También puede observarse que sólo aquellas partículas que han alcanzado un
determinado grado de evolución bionosa (membrana fina, aumento del
líquido y azul en el interior) tienen reacción positiva a la tinción, mientras
que las partículas no evolucionadas se mantienen neutras como el preparado
de control.
Al observar la preparación coloreada con un aumento de 3000x e
inmersión en aceite, comprobamos que la mayoría de las vesículas azules son
ahora esféricas, mientras que antes mostraban las formas más diversas. Pero
hay un nuevo fenómeno que nos llama particularmente la atención: además
de las vesículas de cerca de un micrón de diámetro, vemos unos corpúsculos
rojos que no resultaban visibles con un aumento de 300x. Los más pequeños
están en el límite de lo visible con microscopio, es decir alrededor de
38
39
0,2 micrones de longitud. Están agrupados en torno a las grandes vesículas
redondas y azules y a los cristales no coloreados. Son alargados y uno de sus
extremos es puntiagudo: parecen minúsculas lancetas. No los habíamos visto
en el preparado fresco, pero podemos verlos vivos en otros preparados de
biones de carbón (cf, Fig. 26, Apéndice).
Estos corpúsculos gram-negativos son de enorme importancia, como pudo
comprobarse después de largas experiencias. Se trata de los así llamados
"bacilos T", que desempeñan un papel tan crucial en el cáncer. Más adelante
volveremos sobre este tema.
Nuestra conclusión es que los biones son formas biológicamente activas
porque, a diferencia de la sustancia en la cual han tenido origen, reaccionan a
la coloración biológica.
Hay otra reacción específicamente biológica de los biones: las sustancias
no vivientes, vistas en el microscopio fluorescente, siempre muestran sólo su
propio color característico: negro, carbón, amarillo, cloruro de sodio, etc. Los
biones de carbón vistos con microscopio fluorescente no muestran un
resplandor negro, sino azul, de la misma manera que un cultivo de
estafilococo s o un tejido celular orgánico. Esta es una prueba más del
carácter biológico de los biones de carbón.
Antes de proceder a investigar otras propiedades de las vesículas
energéticas, debemos establecer si las vesículas azules se forman solamente
en el carbón, o si también aparecen en otras sustancias. Si se las encontrara
sólo en el carbón, no sería difícil hallar la respuesta al interrogante
fundamental acerca de la naturaleza de la energía biológica en la materia no
viviente. Pero el problema se vuelve más complejo, pues mientras mayor es
el número de sustancias que examinamos y sometemos a expansión, tanto
más se confirma la siguiente conclusión: Toda materia calentada hasta la
incandescencia Y expandida está constituida por vesículas de un resplandor
azulado o se desintegra en vesículas de esa naturaleza.
1. Alimentos cocidos: el músculo sometido a hervor pierde en gran parte su
estructura estriada y está constituido por vesículas azules, móviles. Lo mismo
ocurre con la verdura de todo tipo. El tamaño y la forma de las vesículas
puede variar, pero el contenido muestra siempre un resplandor azul.
2. Yema de huevo: está constituida por vesículas azules individuales,
aunque también pueden aparecer en acúmulos, rodeadas por una membrana.
Aparte de los glóbulos de grasa, la leche contiene biones azules. Lo mismo
puede decirse de los quesos, sobre todo de las variedades obtenidas por la
acción de bacterias, como el kéfir, el yogurt, el roquefort, etc. La presencia de
los biones azules también es muy destacada en la caseína de todo tipo.
18
19
Las vitaminas consisten -observadas con un aumento de 2000x-en vesículas
irregulares color azul, que refractan intensamente la luz. La clara de huevo
cruda carece de estructura. Cuando se la somete a hervor, se constituyen
acúmulos de vesículas azules. El comportamiento del suero sanguíneo es muy
similar. Las plaquetas sanguíneas, los glóbulos blancos y los rojos muestran
un intenso resplandor azul.
El musgo y la hierba presentan una estructura similar a la del músculo
animal: estriada, sin corpúsculos. La hierba o el musgo hervidos se
descomponen en vesículas azules. Al observarlos semejan algas. Por eso,
cabe preguntarse si las algas que se encuentran en los charcos no son lo
mismo que nuestros biones, es decir, vesículas energéticas de materia en
desintegración. En agua estancada pululan las vesículas azules, que sirven de
alimento a los protozoarios. Los experimentos con biones brindan una
sorprendente respuesta a ese interrogante, que ya estudiaremos en detalle
dentro de otro contexto.
Procuramos descubrir algo más acerca de la formación de biones.
Mezclamos determinadas sustancias sin estructura en un orden determinado.
Para comenzar preparamos las siguientes soluciones: a) 100 cm3 de agua + 50
cm3 de KC1 0,1 n + 2 mg de gelatina disuelta +50 cm3 de caldo filtrado; b)
unas gotas de clara de huevo en KCl; un poco de lecitina fresca en KCl. Estas
soluciones no muestran estructura. Sólo la mezcla de lecitina presentó
membranas que encerraban un espacio sin estructura interna. Ahora
mezclamos los tres grupos de sustancias. Al cabo de pocos minutos
presenciamos en el microscopio la aparición de las vesículas azules. Antes no
se había advertido el menor movimiento; ahora, las formaciones vivientes
pululan en la solución. La gelatina reúne varias vesículas azules en un
acúmulo, que se contrae y expande. Es como si las diferentes vesículas
contenidas procuraran moverse en diferentes direcciones creando así un
movimiento interno. En general, pueden distinguirse cuatro tipos de
movimiento (ver. Fig. 2).
Si ahora añadimos carbón animal finamente pulverizado, podremos
estudiar la aparición de biones de carbón muy móviles. Presenciamos cómo
el carbono absorbe el líquido que contiene clara de huevo. Los tubos de
lecitina, antes vacíos, se colman de vesículas azules. En todo eso bulle la
“vida''. Esterilizamos la mezcla en autoclave. El movimiento se vuelve más
intenso aún. Ahora han aparecido los bacilos T. La reacción a la tinción
biológica (fucsina fenicada, Giemsa o Gram) es ahora positiva. En enero de
1937 comuniqué los resultados de mi experimento -el número 6- a la
Academia de Ciencias de París.
En enero de 1938 recibí noticias del profesor Lapique, quien me informaba
que -después de un año- la preparación sometida a la autoclave aún mostraba
movimientos vivos y aún contenía formas contráctiles.
40
41
4. Acúmulo de vesículas con movimiento
ameboide; "protozoario" (ameba)
Figura 2. Formas de movimiento visible en los biones.
Lo más sorprendente es que el preparado estéril había sido sellado para evitar
todo contacto con el aire. La nota del profesor Lapique dice así:
Université de Paris
Faculté des Sciences
LABORATOIRE DE PHYSIOLOIE GENERALE
1, Rue Victor-Cousin (5e. Arr.)
Sorbonne, le 25 Janvier 1938
Monsieur le Docteur.
Chargé par l'Academie d'étudier votre communication du 8 Janvier de l'année
derniére, j'ai d'abord attendu le film que vous annonciez. Puis, ne le recevant pas, j'ai
examiné au microscope les échantillons que vous aviez joints á votre premier envoi.
J'ai constaté, en effet, les mouvements d'apparence vitale que vous annonciez. Il y a
quelque chose de curieux, en raison du long délai depuis la préparation.
Je suis disposé á proposer á l'Academie de publier briévement votre constatation en
la faisant suivre d'une courte note de moi-même, confirmant le fait avec une
interprétation physico-chimique n'engageant que moi. Laissant de côté votre théorie
électrique qui n'a rien á faire avec l'expérience, voulez-vous accepter que votre
commmnication soit insérée simplement sous forme de l'extrait ci-joint qui, en réalité,
est un résumé de la partie importante? Il me semble qu 'ainsi vous recevriez
satisfaction pour votre désir de voir vos recherches prendre place dans nos ComptesRendus.
Veuillez agréer, Monsieur, l'assurance de ma, considération distinguée.
(Fdo.) Dr. Louis Lapique
Professeur honoraire á la Sorbonne
Membre de l'Académie des Sciences
Traducción:
Sorbona, 25 de enero de 1938
De mi consideración:
Encargado por la Academia de estudiar su comunicación de fecha 8 de enero del año
pasado, no emprendí nada en espera de la llegada del film que usted anunciaba. Pero al
no recibirlo, decidí examinar microscópicamente las muestras que usted había añadido a
su comunicación inicial. He podido comprobar, en efecto, los movimientos
42
43
de apariencia vital que usted describe. El hecho en sí es curioso, dado el tiempo
transcurrido desde la preparación.
Quisiera proponer a la Academia la publicación de sus descubrimientos, en síntesis,
junto con una breve nota mía en la que yo confirmaría el hecho y ofrecería una
interpretación físico-química desde mi propio punto de vista. Dejando de lado su teoría
eléctrica que nada tiene que ver con el experimento, ¿aceptaría usted que su
comunicación fuera publicada simplemente en forma de extracto, como el adjunto, que
en realidad es un resumen de la parte más importante? Considero que de esta manera
cumpliríamos con su deseo de que la investigación quede registrada en nuestro boletín.
Saludo a usted con mi consideración más distinguida.
(Fdo.) Dr. Louis Lapique
Profesor honorario de la Sorbona
Miembro de la Academia de las Ciencias
Retiré mi consentimiento para la publicación en el Boletín de la
Academia, por las siguientes razones:
l. La interpretación químico-física habría oscurecido el carácter biológico
del experimento.
2. En el curso del año 1937 yo había producido cultivos de biones,
confirmados experimentalmente por el profesor Du Teil, de Niza.1 Este
hecho, de importancia decisiva, no sería publicado.
3. El resumen propuesto para la publicación no reflejaba de ninguna
manera el detallado informe que yo había enviado a la Academia. El
resultado habrían sido malentendidos y experimentos de control fallidos.
Entre las sustancias metálicas que más se prestan para nuestro experimento
están las limaduras de hierro dulce. Pocos minutos después de haber
introducido las limaduras estériles en nuestra solución estándar de caldo y
KCl, comienzan a surgir minúsculas vesículas de las partículas de hierro.
Este proceso puede seguirse en el microscopio. Se coloca una partícula de
hierro en el portaobjetos y se le añade una pequeña cantidad de KC1. Al poco
rato comienzan a surgir biones que, unos diez minutos después, dejan de
moverse. Como diminutos imanes se han ordenado siguiendo líneas de fuerza
magnética y se sostienen los unos a los otros (Figs. 27 y 28, Apéndice).
Una solución de biones de hierro se vuelve coloidal en el transcurso de
pocos días. Las partículas están constituidas por vesículas energéticas de un
1 El profesor Roger Du Teil dirigió experimentos de control de biones en la
Universidad de Niza (N. del E.).
1. Forma angular, sobre campo oscuro,
estructura vesicular con estrías
azul intenso, pesadas y angulosas, que se van haciendo cada vez más
"blandas" y elásticas. Las vesículas azules pueden formar cultivos; este tema
se expondrá más adelante.
El humus está compuesto por vesículas con un intenso resplandor azul, que
por lo general son móviles. La tierra sometida a autoclave se descompone por
completo en vesículas energéticas. La progresiva desintegración puede
observarse diariamente con microscopio (Fig. 29, Apéndice). Estos
experimentos son difíciles, exigen gran paciencia y constancia. No se pueden
arrojar simplemente unas cuantas sustancias en el caldo de cultivo y esperar a
que se desarrollen los biones, como hizo un biólogo que conozco. Tampoco
se pueden practicar estas experiencias sin el debido conocimiento del proceso
subyacente.
2. El problema del "movimiento browniano"
2. Aparición de estriado neto, con figuras
típicamente rectangulares y romboidales
3. "Ablandamiento": la estructura estriada se curva
4. Etapa evolutiva avanzada en
la formación de acúmulos
de biones. El contenido entre
las estructuras muestra un intenso
resplandor azul. El conjunto ya
comienza a mostrar movimiento.
5. Biones de limadura de
con hierro del tipo PA.
Móviles, contráctiles,
resplandor azul,
cultivables
Figura 3. Transformaciones experimentadas por la estructura de las
limaduras de hierro durante el proceso de hinchazón en el caldo y KCl.
44
Antes de sacar conclusiones de las observaciones, debemos aclarar algunos
problemas fundamentales.
Para rebatir la afirmación de que el movimiento de los biones se debía a
fuerzas bioenergéticas específicas, se trajo a colación el "movimiento
browniano". La física sabe desde hace mucho tiempo que las partículas
coloidales más pequeñas están en movimiento, es decir que se desplazan por
el campo en diversas direcciones. Estos movimientos incluso han sido
calculados. Se los atribuye a colisiones entre las moléculas de la solución y
las partículas coloidales más grandes.
Como vemos, esta interpretación es puramente física y mecanicista. Nada
en ella es compatible con las manifestaciones de energía biológica que se
advierten en las pulsaciones. ¿Podemos aplicar esta interpretación a los
fenómenos observados en las vesículas energéticas bionosas? Una
interpretación sólo adquiere validez cuando permite comprender nuevos
fenómenos; carece de validez si entra en conflicto con las observaciones, y se
torna inútil cuando contradice directamente las observaciones y puede ser
reemplazada por otra interpretación que hace más comprensibles los
fenómenos.
El "movimiento browniano" mecánico es defendido por los físicos como
un dogma. Esta defensa se justifica cuando está dirigida contra alguna
interpretación mística de los fenómenos de la vida. Pero la experiencia ha
demostrado con igual claridad que la interpretación del "movimiento
molecular" en sí tampoco está libre de motivos irracionales. De lo contrario,
el físico que sólo ve en torno suyo movimientos brownianos, de naturaleza
45
puramente física, no se negaría de manera tan terminante a consideran
algunos hechos que contradicen su interpretación en determinados casos. No
creo que jamás llegue a convencer a estos físicos; pero sé que el callejón sin
salida en que hoy se encuentra el enfoque puramente mecanicista, obligará
algún día a la ciencia a prestar atención a nuevos hechos y argumentos.
Sin duda existen movimientos de las partículas más finas, que admiten una
interpretación mecánica. Yo mismo creo, por ejemplo, que el movimiento del
grupo de vesículas (cf. Fig. 2), cuyos elementos se balancean en el mismo
lugar, no es de naturaleza biológica. No sé si son moléculas las que los
impulsan en su balanceo, porque nunca he visto moléculas, así como
tampoco las han visto los defensores del movimiento browniano, puramente
mecánico.
En primer lugar, dejemos en claro lo defendido por la interpretación.
físico-mecánica. Puesto que ni las partículas ni las moléculas desaparecen
jamás en la solución los impulsos moleculares lógicamente deberían actuar
en forma indefinida y el movimiento de las partículas no debería cesar.
Además, todas las partículas del mismo orden de magnitudes deberían estar
en movimiento. Por último, en tales circunstancias, sólo debería existir un
tipo de movimiento: el de traslación.
Las contracciones y expansiones del contenido de las partículas no pueden
explicarse con ayuda de la interpretación mecánica. ¿Cómo es posible que el
impulso de una molécula exterior provoque una vibración interna y hasta una
expansión? Más adelante nos familiarizaremos con otras propiedades de los
biones que no admiten explicación en términos mecánicos.
Estas observaciones exigen como mínimo un aumento de 2000x. Es el
mínimo indispensable. En realidad, para llegar a conclusiones correctas se
requiere un aumento de 3000-4000x. También es necesaria la observación
microscópica de un preparado vivo, antes de que éste sea destruido por la
tinción biológica. El biólogo A. Fischer, de Copenhague, se mostró
disgustado y hasta bastante hostil al no poder lograr un aumento superior a
1500x, como yo lo exigía para poder ver lo que yo le señalaba como un
hecho. La coloración Giemsa de los biones practicada en su instituto en 1936,
dio resultado positivo. Si se cumplen estos requisitos se manifiestan los
siguientes fenómenos, que no pueden ser interpretados desde un punto de
vista mecanicista:
1. Los movimientos se presentan unas veces y otras no. Se producen y
luego cesan. Las vesículas aparecen en el margen de los cristales de carbón o
de las partículas de musgo y muestran movimiento cuando se alcanza el
grado suficiente de tensión y carga. Determinados preparados de biones no
46
47
muestran movimiento alguno. ¿Dónde están, en tales casos, los impulsos
moleculares? ¡Las moléculas no se han ido y las partículas tampoco! Y la
escuela mecanicista no postula un tercer factor en el origen de los
movimientos. Por lo tanto, el movimiento externo de la vesícula energética
tiene que estar vinculado con su carga interna.
2. El movimiento interno de algunos biones, su expansión, contracción,
vibración y resplandor es un hecho que no puede explicarse como resultado
de impulsos externos; sólo pueden atribuirse a desplazamientos internos de
energía. La motilidad interna tiene que estar también relacionada con la
carga interna.
3. El estudio de los biones incluye los glóbulos rojos vivos como vesículas
orgonóticas. Son azules y laten, cuando se los observa con más de 2000
aumentos. Los glóbulos rojos muertos no son azules sino negros. Permanecen
inmóviles y no laten.
El movimiento de los glóbulos rojos sólo puede provenir de su carga
interna, no de impulsos externos. Con la desaparición del azul orgonótico,
también desaparece la motilidad.
El problema fundamental de toda biología es el origen de los impulsos
internos del organismo viviente. Nadie duda de que lo viviente se distingue de
lo no viviente por el origen interno de los impulsos motores. El impulso
motor interno sólo puede atribuirse a una energía que actúa dentro de los
límites del organismo. El interrogante acerca del origen de esa energía recibe
su respuesta a través del experimento con biones:
La energía biológicamente activa dentro del organismo, que genera los
impulsos, proviene de la misma materia de la cual están compuestos los
biones. He dado el nombre de "orgón" a la energía que observamos en la
materia bionosa móvil. El término de orgón deriva de las palabras
"organismo" y "orgástico". La expresión "orgonótico" abarca todos los
fenómenos y procesos energéticos específicamente vinculados con la energía
que gobierna la materia viviente. Todo organismo viviente es una estructura
membranosa que contiene una cantidad de energía orgónica en sus humores;
constituye un "sistema orgonótico".
La interpretación puramente físico-mecánica no aclara ninguna de las
reacciones biológicas específicas. No hemos querido que nadie sospeche ni
remotamente que pensamos en una fuerza vital sobrenatural, que trasciende
la materia y la energía. Junto con eso reconocemos una relación entre las
vesículas energéticas y la teoría funcional de Einstein sobre la materia y la
energía. Hemos observado algunos procesos fundamentales que nos orientan
acerca de la manera en que el orgón se libera de la materia.
46
47
Se trata de procesos específicos de desintegración de la materia y de
expansión de las partículas en desintegración. Estos procesos guardan la
solución del enigma del funcionamiento vivó. Las funciones objetivas
esenciales de la energía biológica coinciden con las funciones esenciales de
la materia viviente. Las funciones básicas de los organismos altamente
desarrollados son las mismas que las del más mínimo fragmento de plasma
contráctil. Aquí fracasa cualquier enfoque mecanicista o químico, pues no se
trata de sustancias sino de funciones de la energía biológica. En este aspecto
coincidimos con muchos biólogos. Uexküll, por ejemplo, escribe lo siguiente:
"La biología animal moderna debe su existencia a la introducción de la
experimentación fisiológica en el estudio de los animales inferiores. Las
esperanzas de que estas experiencias abrieran nuevos campos de
investigación, alentadas por los fisiólogos, no se cumplieron. La
descomposición de los fenómenos de la vida en procesos químicos y físicos
no avanzó en lo más mínimo... para todos aquellos investigadores que ven el
contenido esencial de la biología en el proceso mismo de la vida y no en su
reducción a la química, la física y las matemáticas." (Umwelt und Innenwelt
der Tiere, Springer, Berlín, 1921, p. 2.)
3. Los bacilos T
Al hablar del experimento con los biones de carbón, mencioné el
descubrimiento -mediante la utilización de la tinción Gram- de minúsculos
cuerpos lanceolados. Estos cuerpos recibieron el nombre de bacilos T (en
alemán. Todes bacilli = bacilos de la muerte) debido a su doble conexión con
el proceso de la muerte:
a) Se forman por degeneración y descomposición pútrida de proteínas vivas
y no vivas.
b) Los bacilos T, inyectados en fuertes dosis, pueden matar a una rata en el
término de veinticuatro horas.
Si se dejan estacionar durante un lapso bastante prolongado cultivos de
estafilococos o bacterias de putrefacción (proteus B, etc.), en torno al cultivo
se forma un borde verdoso, que contra la luz evidencia un resplandor
azulado. Esta orla tiende a ampliarse. Al comienzo de la experiencia nos
aseguramos de que el cultivo no contenía más que estafilococos.
Transcurridas algunas semanas, o incluso meses, tomamos una muestra del
48
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borde azul-verdoso y comprobamos que hay muy pocos cocos. En cambio
pululan unos bacilos mucho más pequeños, que se desplazan con vivos
movimientos zigzagueantes. Su longitud es de algo así como 0,2-0,5
micrones y, examinados con un aumento de por lo menos 2000x, su forma es
ligeramente ovalada (véase Fig. 4-c). Inoculados en caldo producen un
cultivo con un intenso resplandor azul-verdoso y un intenso olor ácido y
amoniacal. Cuanto más tiempo se deja estar el cultivo en el caldo, tanto más
denso se hace éste y tanto más se acentúa su coloración azul o azul-verdosa.
Los cultivos de bacterias de putrefacción (proteus B, subtilis B y
estafilococos) (véase Fig. 4-b) se aglutinan a los pocos días en el fondo del
Figura 4. Formas típicas de biones azules, cocos negros, bacilos y bacilos T.
50
51
tubo de ensayo o constituyen una membrana en la superficie. Los cultivos de
bacilos T, en cambio, sólo se aglutinan después de meses. Si se trata de un
cultivo mixto, todos los demás bacilos se aglutinan rápidamente, mientras
que los bacilos T continúan viviendo.
Los bacilos T pueden obtenerse por degeneración de todo tipo de
sustancias proteicas. Hasta ahora se han cultivado bacilos T -idénticos en
cuanto a forma y reacciones- a partir de quince fuentes distintas. Por lo tanto,
los bacilos T son el resultado de procesos degenerativos de putrefacción en
los tejidos. A continuación enumeraré algunas de las fuentes de bacilos T:
Sangre de enfermos de cáncer: a partir de la sangre de pacientes con cáncer
muy avanzado pueden cultivarse bacilos T por simple inoculación en un
caldo de cultivo. Esto se convirtió en una de las principales pruebas de cáncer
en nuestro laboratorio.
Tejidos cancerosos: todo tejido canceroso, fresco o viejo, muestra bacilos
T. visto en el microscopio y produce cultivos de éstos en caldo o en agar.
Cuando se lo hierve, se desintegra casi por completo en corpúsculos T con la
característica reacción roja a la tinción Gram.
Células y tejidos precancerosos: también éstos producen bacilos T, o sea
que se desintegran en corpúsculos T o ya los contienen en estado de completo
desarrollo. Los epitelios de la vagina, de la lengua, de la piel o del esputo por
lo común no tienen estructura. En el estado precanceroso muestran
corpúsculos T sumamente finos al examinarlos en campo oscuro.
Sangre en proceso de degeneración (experimento): se vuelca en una placa
de Petri esterilizado 2 a 3 cm3 de sangre y se la deja secar durante 24 horas en
una incubadora. Luego se espolvorea la sangre seca con carbón animal
calentado hasta llegar a la incandescencia. Trascurridas otras 24 horas se
añade suficiente cloruro de potasio y caldo hasta cubrir la sustancia. El
examen microscópico y la reacción a la tinción biológica confirman
inmediatamente la presencia de bacilos T.
Los bacilos T de cualquier origen generan excrecencias cancerosas,
destructivas e infiltrantes en ratas sanas. Preferiría tratar por separado este
aspecto del experimento con biones y restringirme aquí a las reacciones
esenciales, de importancia biológica, vinculadas con el problema de la
energía orgónica.
Los preparados de biones producen siempre dos tipos de biones: los biones
PA azules, ya descritos, y los pequeños bacilos T negros. Estos dos tipos son
antagónicos en el experimento biológico; los biones PA pueden matar o
inmovilizar a los bacilos T negros. Este proceso se cumple tanto en la gota
50
51
sometida a estudio microscópico como en una rata con vida (Fig. 4).
Colocamos una gota de solución de biones de tierra, hierro o carbón en un
portaobjetos cóncavo Y añadimos una gotita de un cultivo de bacilos T. Con
un aumento de 400 x, en campo oscuro, y mejor de 2000x en campo claro,
podremos ver que los bacilos se agitan en las proximidades de los biones
azules y giran una y otra vez sobre sí mismos sin abandonar el lugar, luego se
van deteniendo con movimiento trémulo, hasta que por fin permanecen
inmóviles. A medida que pasa el tiempo se van acumulando cada vez más
bacilos T en torno a los biones azules: se aglutinan. Los bacilos "muertos"
parecen atraer a los vivientes y ejercer una acción letal sobre ellos. Los
experimentos con energía orgónica en materia de cáncer tuvieron su punto de
partida en este significativo hecho.
Los bacilos subtilis o proteus, que son de cinco a ocho veces más grandes
que los bacilos T, experimentan el mismo efecto. La acción letal de los
biones azules puede observarse con mayor claridad en ellos. Al final, todo el
campo queda cubierto de bacilos muertos.
Entre enero de 1937 y enero de 1939 se practicaron experimentos de
inyección de biones PA y bacilos T en 178 ratas sanas. La tabla que sigue
muestra los resultados.
Inyección
Número
de ratas
Muertas
en 8 días
Muertas en
15 meses
Enfermas
a los 15
meses
Sanas a
los 15
meses
Bacilos T
84
30
30
24
0
Biones PA
luego
bacilos T
45
0
9
-
36
Biones PA
39
0
0
-
39
Bacilos T
luego
Biones PA
10
0
8
-
0
178
2 sacrificadas
De las 30 ratas T que murieron en el transcurso de los quince meses, 25
fueron cuidadosamente examinadas en busca de excrecencias cancerosas.
Siete de las ratas tenían células cancerosas ameboides en diversos tejidos. En
trece ratas se comprobó la existencia de proliferaciones celulares destructivas
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e infiltrativas, de naturaleza cancerosa. Las cinco restantes tenían
excrecencias inflamatorias crónicas. Las ratas que habían resistido durante
más tiempo a la inyección de bacilos T eran las que presentaban excrecencias
cancerosas más avanzadas.
La relación entre los bacilos T y el cáncer es de importancia decisiva y se
tratará más adelante.
Los resultados de estos experimentos tienen el siguiente significado para
la evaluación de la energía orgónica:
1. Teórico: en la base misma de los procesos de la vida, en el límite entre
lo no viviente y lo viviente, encontramos una forma de funcionamiento que
coincide por completo con nuestro esquema de validez general del
funcionamiento biológico: Toda función viviente obedece a la ley natural de
la disociación de lo unitario y de la antitesis funcional y la unidad de lo
disociado.
La materia no viviente A da origen a biones móviles B, con contenido de
energía orgónica. Estos biones se dividen en dos grupos: el grupo PA y el
grupo T. Ambos grupos mantienen una relación antitética: los biones PA
paralizan a los biones T. Este hecho sólo tiene una interpretación plausible
dentro del contexto de nuestro conocimiento de las funciones físicas de la
energía orgónica. Los biones PA son unidades orgonóticas totalmente
desarrolladas e intensamente cargadas. Los biones T, por su parte, son
producto de una degeneración y, por lo tanto, aparecen cuando los tejidos,
células o bacterias comienzan a perder su carga de orgón.
Contienen muy poco orgón y, por lo tanto, representan sistemas orgonóticos
muy débiles. Puesto que los sistemas orgonóticos más fuertes siempre atraen
a los débiles y les quitan su carga, se explica el hecho de que los biones PA
paralicen a los T. De modo que la relación funcional biofísica entre los PA y
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los T se puede deducir, por lo tanto, de las funciones puramente físicas de la
energía orgónica.
2. Práctico: los T son producidos por procesos de degeneración; es decir,
por pérdida de energía orgónica en formaciones más evolucionadas o se
originan a partir de uña entidad insuficiente de orgón libre de masa, dentro de
una vesícula energética.
Hasta ahora los bacilos T han sido producidos en mi laboratorio por
degeneración de los siguientes tejidos y preparados de biones: sangre seca,
materias fecales secas, tejidos cancerosos esterilizados en autoclave, medio
albuminoso espolvoreado con carbón incandescente y cubierto con hidróxido
de potasio, epitelio de la lengua dañado por un puente dental, células
degeneradas del epitelio vaginal, espermatozoides degenerados, bacterias de
putrefacción degeneradas, preparados de carbono de todo tipo y medio
albuminoso tratado con cianuro de potasio, etcétera.
La falta de contenido de orgón de los bacilos T se manifiesta en un hecho
muy curioso, que yo he denominado "hambre de orgón". Las observaciones
son las siguientes:
Filtramos sangre diluida 19 veces en una solución normal de KCl.
Mediante el uso de un filtro Berkefelt, con una medida de poro no superior a
los 0,25 micrones, evitamos el paso de cualquier bacilo T presente. El
examen microscópico con un aumento de 2000 a 4000x sólo revela fluido sin
la menor estructura. Incorporamos al suero una minúscula gotita de cultivo
puro de bacilos T, es decir, sin contenido de biones PA. Al cabo de pocos
minutos presenciamos un espectáculo muy interesante, que probablemente
encierre en sí el misterio de los "cuerpos inmunes" del suero:
Al comienzo sólo vemos bacilos T que se desplazan a gran velocidad por
el campo. Pero muy pronto aparecen aquí y allí grandes vesículas azules, en
torno a las cuales se agrupan cada vez más bacilos T, como en la mezcla de
PA y T. Los T parecen haber estimulado la formación de los biones azules
PA; el suero de control sin T sigue sin contener PA. Los biones PA, una vez
formados, ejercen una acción paralizante sobre los T, que comienzan a
aglutinarse.
Y así se inicia un segundo proceso, más sorprendente aún que el primero.
El acúmulo de T aglutinados es negro; no muestra el menor vestigio de azul.
Pero transcurridos unos quince a treinta minutos, ese montón negro e inerte
comienza a mostrar una intensa coloración azul y a formar vesículas
membranosas. Estas vesículas no son otra cosa que biones PA. Los T muertos
han extraído orgón del suero y se han transformado en biones PA.
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Estos dos fenómenos no han sido estudiados a fondo hasta el momento.
Por un lado guardan relación con la inmunidad, y por otro, con la
estructuración vesicular o con la desintegración vesicular de los tejidos que
entran en contacto con los bacilos T.
Si se inyectan por vía subcutánea bacilos T a una rata sana, a los pocos
días aparece una pápula no purulenta. El examen microscópico nos revela
que se trata de tejido en estado de desintegración vesicular. De la misma
manera, los epitelios de los enfermos de cáncer comienzan por desintegrarse
en T y luego aparecen en las inmediaciones numerosos biones PA.
Llegado a este punto, quisiera interrumpir la descripción de estas
observaciones, que tanto nos han revelado acerca del orgón en el cuerpo, y
aguardar los resultados de otras investigaciones antes de sacar conclusiones.
De cualquier manera es indudable que los bacilos T estimulan la
desintegración bionosa, y que las células de cáncer se organizan a partir de
los tejidos así desintegrados, así como las amebas y otros protozoarios se
forman a partir de los biones de musgo.
La prueba de sangre T
El vigor biológico -es decir, la capacidad funcional- de una célula no está
determinado por su estructura ni por su composición química. La
desintegración de la estructura y de la composición química deben
considerarse como consecuencias y no como causas de la degeneración
biológica. La estructura -junto con el equilibrio bioquímico de la célula- es la
expresión de su vigor; pero la función biológica en sí ha sido hasta ahora un
misterio. La carga orgonótica de la célula nos brinda la posibilidad de
determinar en forma experimental el vigor biológico de la misma.
Los glóbulos rojos de dos personas pueden ser idénticos desde el punto de
vista estructural y químico; pero pueden diferir por completo desde el punto
de vista biológico y funcional. Observados al microscopio, ambos pueden
tener la misma forma; la cantidad de glóbulos rojos y el contenido de
hemoglobina de los mismos puede ser normal e idéntico en ambas personas.
Ahora bien, expongamos muestras de la sangre de ambas personas al
mismo agente destructivo. Sometemos a la autoclave unas gotas de la sangre
de cada persona en caldo y cloruro de potasio, por espacio de 1 media hora, a
120 grados Celsius y 15 libras de presión de vapor. El examen microscópico
puede brindar dos resultados totalmente distintos. La sangre de uno de los
individuos se ha desintegrado en grandes vesículas biónicas con un
resplandor azul.
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La sangre del otro no presenta vesículas azules sino únicamente bacilos T. La
tinción con Gram confirma esta diferencia: una muestra de sangre produce
vesículas azules, Gram-positivas (Fig. 31, Apéndice), la otra, bacilos T rojos,
Gram-negativos (Bacilos T de un sarcoma, véase Fig. 32, Apéndice). De esto
puede sacarse la siguiente conclusión:
Una muestra de sangre revela una fuerte carga orgonótica en sus glóbulos
rojos. La carga se pone de manifiesto -después de haber pasado por la
autoclave- en los biones azules ("reacción B"). La otra muestra revela una
carga orgonótica débil o mínima en sus glóbulos rojos. La falta de carga
orgonótica se manifiesta en la ausencia de biones azules y en la presencia de
bacilos T -después que la sangre ha sido sometida a la autoclave-, lo cual es
el resultado de la degeneración de los glóbulos rojos ("reacción T'').
La reacción T es típica de los casos de cáncer avanzado, en los cuales el
contenido de orgón de la sangre ha sido consumido en la lucha del organismo
contra la enfermedad sistémica (biopatía del cáncer) y contra el tumor local.
Esta reacción T te presenta por lo común antes que cualquier síntoma de
anemia y con frecuencia revela el proceso canceroso mucho antes de que se
haya formado un tumor perceptible.
Por otra parte, los glóbulos rojos absorben con avidez la energía orgónica
cuando ésta es administrada al organismo por medio del acumulador
orgónico. Las pruebas con autoclave demuestran un desplazamiento de la
reacción T hacia la reacción B, es decir que los glóbulos rojos se han vuelto
más resistentes a los efectos de la autoclave; contienen más orgón.
Los glóbulos rojos pueden ser cargados con orgón atmosférico. (Los
efectos de la radiación solar se basan en el mismo principio.) Esto puede
confirmarse experimentalmente. En el portaobjetos del microscopio
mezclamos sangre biológicamente (o sea orgonóticamente) débil, con
bacterias de putrefacción o con bacilos T. La sangre muestra una reacción
débil, no destruye ni aglutina las bacterias y los bacilos T. Cuando el
organismo ha recibido una carga orgonótica (lo cual puede apreciarse
mediante pruebas de autoclave), la sangre ejerce un decidido efecto
paralizante y aglutinante sobre los mismos microorganismos patógenos. Los
protozoarios más pequeños también responden de la misma manera: no
experimentan daño alguno con la sangre débil en orgón y son paralizados por
sangre orgonóticamente fuerte.
El glóbulo rojo es un minúsculo sistema orgonótico, que contiene una
pequeña cantidad de orgón dentro de una membrana. Con un aumento de
4000x, los glóbulos rojos muestran un intenso resplandor azul y se advierte
una marcada vibración de su contenido. Se expanden y se contraen; por
consiguiente no son rígidos, como se cree habitualmente.
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Son los encargados de conducir el orgón atmosférico desde los pulmones
hasta los tejidos. La indudable relación entre el oxígeno atmosférico y el
orgón no ha podido ser experimentalmente confirmada hasta ahora.
Ignoramos aún si el orgón es idéntico a las partículas químicas del aire o si es
fundamentalmente distinto.
La carga orgonótica de los glóbulos rojos se revela también en su forma y
estructura. Las células con carga débil aparecen más o menos encogidas y
muestran un estrecho borde con un tenue reflejo azul. Cuando el organismo
está cargado, los glóbulos rojos se vuelven turgentes y el borde azul adquiere
una tonalidad intensa y se ensancha, a veces hasta llenar la totalidad de la
célula. Ningún microorganismo patógeno puede sobrevivir en las
proximidades de estos glóbulos sanguíneos con alta carga orgonótica.
débil
Borde de orgón delgado
Color azul débil
Membrana con frecuencia
contraída ("poikilocitosis")
fuerte
Color azul intenso
Borde de orgón ancho
Figura 5. Glóbulos rojos con carga orgonótica débil y fuerte (dibujados en
observación directa, con un aumento de 4500x aproximadamente).
Aún no se ha aclarado la vinculación entre estos hechos y la inmunidad a
las enfermedades infecciosas, resfríos, etc. Sin embargo, no debería ser difícil
descubrir tal relación. Es probable que la carga orgonótica de los tejidos y
células sanguíneas determine el grado de susceptibilidad a las infecciones, es
decir, la "disposición a la enfermedad".
El hecho de que en el proceso de destrucción de los microorganismos
patógenos los eritrocitos pierdan gradualmente su coloración azul, se vuelvan
negros y a veces degeneren en corpúsculos T demuestra que la carga de
orgón de los glóbulos rojos es el verdadero agente que produce la muerte de
protozoarios y bacterias. El examen de los tejidos tumorales de ratas tratadas
demuestra lo siguiente: los glóbulos rojos cargados penetran en el tejido
canceroso que, en su vecindad, se desintegra en corpúsculos T inmóviles. En
este proceso, los glóbulos rojos desaparecen y sólo se ven corpúsculos T. El
tumor canceroso presenta grandes cavidades que, vistas al microscopio
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(campo oscuro 300-400) resultan estar colmadas de corpúsculos T.
Macroscópicamente, el contenido de las cavidades es primero de un rojo
sangre que luego va adoptando una tonalidad pardusca a causa de la
hemosiderina. El pigmento de hierro se ha separado de los glóbulos
desintegrados, que han perdido su carga de energía. La típica anemia
secundaria de los enfermos de cáncer es la manifestación de la pérdida de
energía biológica de la sangre en la lucha contra los bacilos T y contra las
células cancerosas.
Al tratar de nuestros experimentos con cáncer daremos más detalles sobre
el tema. Aquí sólo hemos pretendido explicar de qué manera actúa la carga
orgonótica de las células sanguíneas en diversas condiciones. Para resumir
puede decirse que los eritrocitos con gran carga orgonótica actúan sobre las
bacterias y protozoarios pequeños, de la misma manera que los biones de
tierra, hierro, carbón, etc. Dado que los glóbulos rojos se forman en la
médula ósea, es lógico suponer que ésta tiene la facultad de generar nuevos
biones en forma permanente. El proceso de organización de vesículas
energéticas es una característica básica del tejido animal y vegetal. Todos
estos hechos constituyen el fundamento de la aplicación experimental de la
orgonterapia en caso de cáncer. La administración de energía orgónica desde
el exterior alivia al organismo de la carga que representa consumir su propio
orgón en la lucha contra la enfermedad. Esta es una prueba más de la
identidad entre orgón atmosférico y orgón orgánico (= "energía biológica").
El experimento revela las siguientes peculiaridades:
1. Una infusión de hierba desarrolla muy pocos protozoarios, o no
desarrolla ninguno, si se la mantiene desde el comienzo en el acumulador
orgónico. Es evidente que la energía orgónica carga los tejidos vegetales y
evita su desintegración en protozoarios.
2. Los protozoarios totalmente desarrollados no son destruidos en el
acumulador orgónico.
3. Los bacilos no son destruidos en el acumulador orgónico pero, por otra
parte, la sangre de los enfermos de cáncer queda libre de corpúsculos T en
pocos días, cuando el enfermo recibe la necesaria dosis de radiación
orgónica.
4. Luminación y atracción
Todo el mundo sabe que la sangre animal emite radiaciones, según lo pudo
comprobar por primera vez Gurtwitsch. Dado que, desde el punto de vista de
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la biofísica del orgón, los glóbulos rojos no son otra cosa que vesículas de
energía orgónica, es importante demostrar microscópicamente la existencia
de esta radiación. Una de sus características más salientes es -como lo hemos
podido comprobar en la física orgonótica pura- la "atracción orgonótica", que
no guarda relación alguna con el magnetismo del hierro. Para observar la
atracción orgonótica se deben llevar a cabo las siguientes experiencias, que
consisten fundamentalmente en la reunión de biones de diverso origen en el
habitual preparado de caldo y solución de cloruro de potasio y en su ulterior
observación microscópica:
Desde un punto de vista bioenergético la destrucción y aglutinación de
bacterias por acción de biones no es otra cosa que la atracción y consiguiente
extracción del orgón por parte del sistema orgonótico más fuerte, que es el del
bion PA. Al mezclar diferentes tipos de biones descubrimos otros efectos
importantes de la energía orgónica.
En primer lugar experimentaremos con una mezcla estéril de glóbulos
rojos y biones de tierra. Basta con una gota de sangre diluida y una de
solución de biones de tierra para que la solución no sea excesivamente densa
y permita una cómoda observación de cada bion. Con un aumento menor de
2000x no puede esperarse resultado alguno. Con todo, una buena lenteobjetivo apocromática de 80x, combinada con un ocular de l6x, en un
microscopio binocular inclinado bastaría para estos fines. Es conveniente el
uso de una lente especial de inmersión en agua, que puede sumergirse
directamente en la solución. Las interferencias mecánicas desaparecen
rápidamente. No hay por qué temer los efectos del metal, ya que los
fenómenos pueden observarse también con una cubierta de vidrio. Sin
embargo se trabaja con mayor facilidad y rapidez con la inmersión directa.
Los cubreobjetos no son convenientes con esta ampliación y si se emplean
portaobjetos cóncavos, pues se quiebran con facilidad. Cualquier
experimento de control nos convence de que la inmersión del objetivo en la
solución no afecta los resultados.
Puente de radiación entre dos sistemas orgonóticos
Al comienzo, los biones de tierra y los hematíes le mueven por separado.
Pero, poco a poco, se va estableciendo un agrupamiento. Por lo común, se
juntan varios glóbulos rojos en torno a un bion de tierra -más grande y
pesado- y se van acercando cada vez más, hasta que se rozan entre sí. En
cada punto de contacto aparece una intensa radiación luminosa. Allí donde
los glóbulos no se tocan directamente, sino que se mantienen a una distancia
de 0,5 a 1 micrón, se forma un puente de intenso brillo entre el bion de tierra
y
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el eritrocito, que parece establecer una unión. Este puente evidencia una
marcada vibración, se amplía o se estrecha. Finalmente, las membranas que
están entre los cuerpos parecen más difusas; Si se observa el proceso durante
un lapso considerable se verá con toda claridad que los eritrocitos refractan la
luz con mayor intensidad, que su color azul se acentúa cada vez más y que se
van volviendo más grandes y turgentes y muestran una pulsación muy vital.
De esa manera se pueden cargar orgonóticamente los eritrocitos de la misma
maneta en que se cargan en el cuerpo, por administración de orgón al
organismo. Si para este experimento se utilizan hematíes débiles y
deformados de la sangre de un enfermo de cáncer, su expansión y radiación
es más evidente aún. Los glóbulos rojos orgonóticamente débiles ejercen
poca o ninguna influencia sobre los bacilos y pequeños protozoarios. Los
efectos aparecen cuando están cargados con orgón. Los eritrocitos "beben" el
orgón de los biones de tierra hasta colmarse.
Inyectando biones de tierra, estériles a ratas con cáncer, se obtuvieron los
mismos efectos que al exponerlas a la acumulación del acumulador orgónico:
inhibición del crecimiento del tumor, reemplazo del tejido tumoral
3. Formación de un
puente de radiación
4. Disolución de la
membrana y
fusión orgonótica
Figura 6. Fases en la formación de un puente de radiación y en la fusión
orgonótica entre biones de tierra (B) y hematíes (E).
por sangre con fuerte radiación y destrucción de los bacilos T. En el examen
microscópico dé la mezcla de biones puede verse lo que ocurre realmente en
el organismo como resultado de la inyección de biones.
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Este tipo de aplicación de orgón se efectuaba en mi laboratorio antes del
descubrimiento del orgón atmosférico. Después de eso, las inyecciones de
biones fueron reemplazadas por irradiación en el acumulador orgónico.
Entre los biones de tierra y los eritrocitos no hay fusión; sólo se forma un
puente de radiación. Lo mismo ocurre con los biones de hierro, de carbón,
etc. En cambio, los biones de carbón y los biones de sangre o de cualquier
proteína esterilizada en autoclave se penetran entre sí. Esta fusión es de
importancia decisiva para entender la producción experimental de tumores en
las ratas, por medio de alquitrán.
5. Fusión e interpenetración
La sexualidad y la procreación tienen en común el hecho de que en ambas
dos sistemas vivientes se funden orgonóticamente entre si. En los organismos
unicelulares, luego de la fusión que se produce en la copulación, hay una
mutua penetración de sustancia corporal. La fusión y la interpenetración son
procesos en los cuales interviene tanto la sustancia como la energía. Pero en
los metazoarios, estos procesos son mucho más completos en cuanto a
energía que en cuanto a sustancia. En la cópula, el órgano masculino penetra
en el femenino. A partir de ese momento, ambos constituyen una unidad
funcional. En muchos moluscos hermafroditas (caracoles, gusanos) la
penetración es mutua, pero queda restringida a los genitales. En cambio, la
unión de dos gametos para constituir una cigota es un perfecto ejemplo de
total interpenetración y fusión de sustancia. Si bien es cierto que en los
animales multicelulares la fusión se limita a los órganos genitales y a las
células reproductoras, la función orgonótica es total; en otras palabras, en la
cópula, dos seres se funden temporalmente en un sistema orgonótico único de
energía. (En el ser humano éste sólo se cumple si ambas partes tienen
potencia orgástica.)
La fusión orgonótica va siempre precedida por una luminación. La
luminación celular orgonótica, la excitación fisiológica y la emoción sexual
síquica son procesos idénticos, desde el punto de vista funcional. La
percepción psíquica de un objeto sexual puede provocar una excitación
fisiológica (erección); una excitación fisiológica (caricia, fricción), por su
parte, puede despertar una emoción sexual. Este proceso psicosomático lleva
a la luminación orgonótica del organismo entero. La intensa luminación
orgonótica, a su vez, tiende a intensificar la necesidad de fricción fisiológica
que acompaña a la emoción psicosexual. Por eso, nuestro diagrama del
funcionamiento biológico conserva su validez:
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Emoción sexual psíquica
Excitación corporal fisiológica
Luminación celular orgonótica
Debemos tomar muy en serio la idea de que las manifestaciones
energéticas del organismo pluricelular están presentes en cada célula
individual y tienen en ellas su origen, en el sentido más estricto de la palabra.
La luminación orgonótica de las células individuales es lo que la fisiología y
la biología denominan "excitación celular y la psicología profunda define
como "libido de órgano" o "libido celular". Nosotros hemos logrado un
importante progreso en la comprensión de estos procesos, puesto que ahora
sabemos que en las células actúa una energía demostrable, específicamente
biológica. Las principales funciones energéticas son: formación de un puente
de radiación ("contacto sexual"), luminación y fusión e interpenetración.
Nuestro propósito aquí es, simplemente, observar los procesos energéticos de
fusión e interpenetración en los biones. Se justifica nuestra sensación de
triunfo al contemplar la fusión de un bion de carbón y de un bion de tierra;
conceptos hipotéticos como "excitación celular" y "libido de órgano" se han
convertido en realidades tangibles.
Luego que los biones de carbón son atraídos por los biones de tierra -más
pesados y, por lo tanto, menos móviles- y se forma el puente de radiación,
continúa el proceso energético, que presenta con toda claridad las diferentes
fases de la copulación.
Los biones "excitados", es decir, los “luminantes", se aproximan entre sí.
En el punto en que se forman los puentes de radiación, la sustancia de carbón
(en forma de bion) comienza a penetrar poco a poco en los biones de tierra.
Parecería que los biones de tierra absorben a los de carbón. Por fin, los biones
de carbón penetran por completo en el cuerpo del bion de tierra, que como
hemos dicho es más grande. La membrana negra del bion de carbón se
distingue netamente de la membrana pardusca de los biones de tierra. El
terrón constituido por la suma de biones de tierra y de carbón tiene un aspecto
parduzco y negruzco. Con el tiempo desaparece el negro, las membranas de
los biones de carbón se disuelven. El bion de tierra adopta una coloración
más oscura y sus vesículas azules emiten una radiación más intensa. Al final
ya no quedan rastros de la sustancia de carbón.
También podría decirse que el bion de tierra se ha "devorado" el de
carbón. Pero no tiene mucho sentido hacer un distingo entre "asimilación" y
"copulación” en el proceso de fusión, puesto que en este nivel biológico -el
más bajo de todos- la energía funciona aún en forma indiferenciada. Resulta
difícil establecer un distingo funcional entre copulación y la incorporación de
pequeños protozoarios a otros más grandes.
Por otra parte, esto también ocurre con los animales multicelulares,
cuando describimos procesos energéticos sin caer en la trampa
antropomórfica de adjudicar una finalidad al fenómeno. El niño que mama
persigue una " finalidad" completamente distinta a la de la mujer que acepta
el órgano masculino en su vagina. El primero está "sirviendo" a la
"preservación del individuo", la segunda a la "preservación de la especie".
Pero deberíamos cuidamos de estos distingos finalistas cuando se trata del
funcionamiento biológico. Desde un punto de vista energético -y éste es el
único enfoque válido en biofísica- el proceso que tiene lugar entre la boca del
lactante y el pezón de la madre es exactamente el mismo que se cumple entre
el pene erecto y la vagina. Esta identidad funcional llega hasta el más
menudo de los detalles fisiológicos. No debemos permitir que la mojigatería
invada terrenos tan serios como éste, para presentamos el "sagrado" acto de
lactar como un proceso "asexual", a fin de no cometer el "sacrilegio" de
compararlo con el "mefistofélico y sucio acto sexual". Aquí no interviene
para nada lo sagrado o no sagrado; sólo importa el funcionamiento biológico.
Sólo ahora comprendemos desde un ángulo biofísico el fundamental
descubrimiento de Freud, según el cual la boca del lactante es un órgano
sexualmente excitado, en la misma medida que lo es el pezón del pecho
materno. Esta observación es más valiosa que muchas teorías médicas,
cuando se trata de comprender la incapacidad de algunas mujeres para
amamantar a sus hijos.
Por eso no importa si el bion de tierra se ha "devorado" al bion de carbón
para "fortalecerse" -comportándose así de una manera "moral" o "racional"- o
si se ha fundido "sexualmente" con el bion de carbón. Lo único que importa
son las funciones energéticas, que son esenciales para el proceso en sí y
comunes a todas las funciones biológicas básicas, ya sea la ingestión, la
conjugación, la copulación, la formación de cigotas o el acto sexual del
metazoario.
Debe señalarse que el hambre de orgón puede saciarse. Si se introduce un
número limitado de biones de carbón en una solución de biones de tierra,
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a los pocos días no quedan biones de carbón. Pero si la cantidad de biones de
carbón incorporada a la solución es grande, no todos ellos desaparecen. El
grado de "hambre de orgón" varía según las especies de biones. Por ejemplo,
los cultivos de biones de arena demostraron "voracidad" en presencia de
biones de carbón. Los biones de hierro también se funden fácilmente con los
biones de carbón. Los biones formados a partir de sustancias orgánicas
hervidas -por ejemplo, los músculos- son mucho menos voraces y absorben
muchos menos biones de carbón. Esto nos permite sacar la siguiente
conclusión: cuanto menor es la cantidad de carbono contenida
originariamente por un bion, tanto mayor es su tendencia a colmarse de
carbono. Los biones SAPA surgidos de la arena no contenían originariamente
carbono, los biones de hierro sólo contenían pequeños vestigios, los biones
de músculos, en cambio, están constituidos por compuestos de carbono. Por
eso, su hambre de carbono es menor que la evidenciada por los biones de
arena. Prefiero no sacar conclusiones de gran aliento acerca del origen del
plasma en nuestro planeta y atenerme estrictamente a los hechos.
Los biones de carbón no son los únicos que se funden con otros. También
se funden los biones de tierra y los de hierro, los de hierro y los de músculos,
los de carbón y los de sangre, etc. He aquí un gran territorio virgen que se
presta a fecundas investigaciones.
Para resumir: las vesículas de energía orgónica muestran las funciones
básicas de las sustancias vivientes con un desarrollo completo: luminación,
puente de radiación, fusión y penetración. Estas funciones son propiedades
específicas de las vesículas de orgón, pues no se dan en los biones que han
perdido su carga, de orgón. De modo que no están determinadas por la
sustancia sino por la energía. Son funciones específicas del orgón y nada
tienen que ver con el magnetismo o con la electricidad.
Considero que ahora estamos mejor preparados para encarar las
observaciones efectuadas en el curso de nuestras investigaciones acerca de la
organización de células de protozoarios y de células cancerosas.
6. La organización natural de los protozoarios.
Quiero iniciar este capítulo con los brillantes conceptos con los cuales el
biólogo Uexküll comienza su obra Umwelt und Innenwelt der Tiere:
Hoy en día se practica un ridículo fetichismo con la palabra "ciencia", Por eso
conviene señalar que la ciencia no es otra cosa que la suma de las opiniones de
los investigadores vivientes. Todas las opiniones van cayendo en el olvido, son
desechadas o modificadas. Por eso, no incurriremos en una exageración si ante la
pregunta: "¿Qué es una verdad científica?" respondemos: "Un error de hoy"... Sin
duda esperamos avanzar de los errores más groseros a otros más sutiles, pero en
biología se tienen serias razones para dudar de que realmente nos encontramos en
el sendero acertado.
En el verano de 1938 publiqué en Die Bione algunas fotografías tomadas
con técnicas de movimiento rápido y tiempo de exposiciones. Estas tomas
demostraban con toda claridad que los organismos unicelulares no provienen
de gérmenes que flotan en el aire y que nadie ha visto jamás, sino de la
desintegración bionosa del musgo y de la hierba. El mundo de la biología, del
"error de hoy", guardó silencio, con muy pocas excepciones. Hoy, los hechos
hablan por sí mismos (Figs. 34, 35, 36, 37, 38, 39, 40, 41a, b, c, 42,
Apéndice).
El animal no es una mecánica suma de órganos, así como el órgano no es
una simple suma de células. El animal como totalidad -cada órgano y cada
célula por separado-, constituye, de por sí, un sistema orgonótico mantenido
por un ritmo de cuatro tiempos de tensión → carga → descarga → relajación,
y por lo tanto constituye unidades funcionales. Una de las características del
sistema vivo es que cada una de sus partes -sola o en relación con el
organismo en su totalidad- puede funcionar según la fórmula tensión-carga.
En la bibliografía biológica moderna se advierte, más o menos desde la
Primera Guerra Mundial, un paulatino progreso del enfoque funcional que
poco a poco va descontando ventaja al enfoque materialista-mecanicista. Uno
de los grandes problemas de la biología es que las funciones de las
estructuras (musculatura, nervios, glándulas, etc.) resultan comprensibles
desde el punto de vista mecánico, mientras que las funciones del protoplasma
se contemplan como un milagro. El protoplasma se distingue de manera
fundamental de una máquina, aunque más no sea porque resulta "imposible
concebir una máquina líquida" (Uexküll). El protoplasma funciona sobre la
base de características que las máquinas no poseen. Funciona sin estar
estructurado. Se conserva por un equilibrio entre asimilación y
desasimilación, o sea por función y no por estructura material. Cuando la
función cesa, se descompone el estado material. La propia estructura
material depende de la función del plasma viviente. "El animal es un suceso"
(Jennings).
Estos hechos son inaccesibles a la biología de orientación mecanicista y
materialista. Veamos ahora qué respuesta nos brinda el conocimiento de las
funciones del orgón. Hay algo evidente: una concepción que deduce todo de
los "gérmenes" y que acepta la existencia eterna del plasma germinativo, sin
investigar el origen de éste, no puede dar una respuesta acerca
64
65
del funcionamiento plasmático. Esta concepción, para la cual todo existe ya
"materialmente" en el germen, se asemeja a la antigua "teoría de la
preformación" de todas las futuras generaciones en las células germinales.
Ahora bien, si se puede observar en el microscopio y registrar en una película
la transformación de una materia no plasmática en plasma, las conclusiones
acerca de la evolución de la función plasmática en sí surgen por sí solas.
Podemos establecer, sin vacilaciones, que la función plasmática y la función
de tensión y carga son una misma cosa. Porque todas las funciones complejas
tienen como punto de partida la alternancia de expansión y contracción de la
pulsación biológica. La sustancia no viviente no late, la sustancia viviente, sí.
La solución al enigma de la biogénesis debe buscarse justamente en la
transición entre inmovilidad y movimiento pulsatorio. Y este punto de
transición puede observarse con microscopio y puede registrarse en un filme.
Los hechos que enumeraremos a continuación nos demostrarán hasta qué
punto la teoría metafísica de los gérmenes ha causado un daño a la
investigación biológica.
Ni uno solo de los textos de biología que conozco contiene una
descripción del material de las infusiones de protozoarios. No se nos informa
acerca de lo que sucede en el musgo o en la hierba. Los protozoarios se nos
presentan como "productos terminados". No es posible tomar en serio el
argumento esgrimido con tanta frecuencia contra la organización natural de
los organismos unicelulares, según el cual no existen protozoarios en el
musgo calentado. Son varios los biólogos que han señalado su inexactitud
desde hace mucho tiempo y la tenacidad con que se lo sigue sosteniendo
revela un interés que no es científico sino religioso. Nosotros sólo podemos
añadir que si el musgo hervido no contiene protozoarios, contiene en cambio
biones azules.2 Pero estos biones también se encuentran en el musgo no
hervido, que experimenta un proceso de progresiva hinchazón.
En todo texto oficial de biología encontramos la afirmación –ciegamente
copiada de un autor a otro- de que los protozoarios se desarrollan a partir de
"gérmenes enquistados". Porque se ha observado que los protozoarios pueden
adoptar forma esférica. La observación es correcta, por supuesto, pero se la
ha interpretado erróneamente. Se trata de dos procesos tratados como si
fueran un solo fenómeno. Un proceso es la adopción de una forma esférica
por parte del protozoario dañado. El otro proceso es el desarrollo de formas
esféricas en las infusiones de hierba. Estas formas nada tienen que ver con los
2
En 1944 se obtuvieron protozoarios de hierba esterilizada a 50, 60, 70 y hasta 80
grados Celsius.
64
65
protozoarios que han adoptado forma esférica. Se trata del resultado del
gradual desarrollo de biones que constituyen acúmulos de vesículas bionosas.
El acúmulo esférico de biones representa una etapa típica en la formación
natural de organismos unicelulares.
En los textos de biología se nos informa que las infusiones están llenas de
"algas", que también se han desarrollado a partir de "gérmenes". Es verdad
que los protozoarios se alimentan de "algas". Pero ¿quién ha visto el germen
de una de esas "algas"? ¿Y cómo es posible que esas supuestas "algas" se
encuentren en gran número y se muevan en preparados que sólo contienen
sangre o tejido muscular esterilizado en autoclave? Las "algas" no son más
que vesículas biónicas, es decir, esas vesículas en las cuales se descompone
todo tejido orgánico al hincharse. De modo que, en lugar de afirmar que los
"gérmenes" de protozoarios se encuentran en el aire y se "depositan" para
iniciar su proceso evolutivo cuando "encuentran" un terreno "propicio", nos
tomaremos el trabajo de observar una infusión con ayuda del microscopio,
una hora por día, desde el instante de su preparación, con un aumento de
2000x. No hay "gérmenes" de protozoarios en el aire (Pouchet). El prejuicio
de la biología nos parece tan inconcebib1e como lo que hemos llegado a
observar.
Pero antes que nada queremos recurrir a un simple experimento para
convencemos de que los "gérmenes de protozoarios" no son algo así como
"esporos del cosmos" que se han posado sobre las hojas de hierba o de
musgo. Para ello sostenemos unas cuantas briznas de hierba con unas pinzas
y raspamos los “gérmenes" de modo que caigan en un recipiente con agua no
estéril. Previamente se ha examinado la hierba para asegurarse de que las
briznas no están ya en estado de desintegración vesicular y que conservan su
estructura celular habitual. Sea cual fuere la forma en que procedamos no
podemos descubrir un solo protozoario o un solo quiste en el agua no
esterilizada en la cual hemos sumergido las briznas de hierba. ¿Qué es lo que
ocurre, entonces, en la infusión?
En el curso de dos o tres días, las hojas de hierba experimentan una
desintegración vesicular, como toda sustancia sometida a un proceso de
hinchazón (Figs. 34, 35, Apéndice). Ni aun con un aumento de 4000x se
advierte la presencia de bacterias, quistes o protozoarios. Trascurridos 2 ó 3
días más, apenas si aparece alguna brizna que conserva intacta su estructura
celular estriada. Puede que hayan aparecido algunos protozoarios aislados,
pero nuestra atención se concentra en los biones. Sólo aquí y allá observamos
acúmulos de vesículas biónicas rodeados por membranas. El proceso
evolutivo puede seguirse paso a paso. Ocasionalmente, dentro de un montón
las vesículas biónicas individuales comienzan
66
67
a exhibir un suave movimiento rotativo o vibratorio. Se vuelven cada vez
más turgentes y comienzan a tomar un aspecto que realmente se asemeja al
de los quistes. Pero no se trata de protozoarios secos, sino de formas dentro
del proceso de desarrollo de los acúmulos de biones. Estas masas o acúmulos
de biones adoptan formas y tamaños muy variados. Cuanto más turgentes,
más esféricos son. Se han llenado de líquido y, por lo tanto, están
mecánicamente tensos. El primer paso de la función tensión-carga se ha
cumplido. Vale la pena observar durante muchas horas una misma
configuración esférica, con 2000x de aumento, y recargar permanentemente
el líquido, para que la esfera se mantenga en foco. Podemos filmar esta
formación con movimiento rápido, lo cual si bien facilita la tarea, hace que se
pierdan muchos detalles interesantes. El proceso evolutivo por el cual uno de
estos acúmulos de biones se trasforma en un organismo unicelular pulsante
dura de uno a dos días. La vesícula germinal del protozoario (acúmulos de
biones) permanece inmóvil durante horas, pero como lo demuestra la película
de movimiento rápido, se vuelve más turgente y de contornos cada vez más
definidos. Poco a poco se inicia el movimiento de las vesículas energéticas en
el interior del acúmulo de biones. Se pueden distinguir los siguientes tipos de
movilidad:
a) Movimiento de rodamiento: las vesículas energéticas que se encuentran
dentro del acúmulo de biones ruedan acercándose y alejándose rítmicamente
entre sí. Se tiene la impresión de que se atraen y se rechazan en forma
alternada. La razón de este movimiento de rodamientos sólo puede
conjeturarse: originariamente, las vesículas de la hierba en descomposición se
mantienen aún unidas entre sí con firmeza. Su carga de orgón es la misma
que la de los demás biones de hierba, que no evolucionan hasta trasformarse
en protozoarios. A medida que el acúmulo esférico de vesículas se hincha y
se vuelve más turgente, debe desarrollarse más orgón dentro de cada vesícula
individual, ya que -como en el bión de carbón- la hinchazón afina la
membrana e intensifica la carga orgonótica. Cuando las vesículas
comprendidas dentro del acúmulo han perdido su cohesión mecánica, la
carga de orgón comienza a manifestarse en movimiento, con el consiguiente
desarrollo de la atracción orgonótica entre las vesículas. El efecto de
atracción ejercido por las vesículas más remotas se traduce en la mutua
atracción y repulsión.
b) Movimiento de rotación: todo el contenido de las vesículas comienza a
rotar en una dirección. Este movimiento puede mantenerse por espacio de
horas. Su intensidad aumenta hasta que, por fin, toda la masa, incluyendo la
membrana, comienza a rotar. En este proceso, la membrana se separa del
tejido vegetal que la rodea.
c) Confluencia de las vesículas energéticas: No todos los acúmulos de
biones conservan la estructura vesicular de su plasma. En algunos tipos de
amebas, los límites desaparecen entre las vesículas energéticas individuales y
el plasma constituye una masa homogénea con un resplandor azul. En otros,
la estructura vesicular persiste a través de todo el proceso evolutivo. Esto
ocurre también en el caso de las células cancerosas, que se organizan de la
misma manera, a partir de tejidos animales en estado de desintegración, que
los protozoarios a partir de la hierba o el musgo. Las células cancerosas no
son otra cosa que protozoarios formados en el organismo humano a partir de
biones tisulares. La organización natural de protozoarios en las infusiones de
hierba o musgo es la clave para comprender la organización de las células
cancerosas en los tejidos animales.
d) Pulsación: con un aumento de 3000x aproximadamente se pueden
observar movimientos mínimos de expansión y contracción en el acúmulo de
biones. Parecería ser que las formaciones en las cuales hay coalescencia de
las vesículas energéticas son mucho más capaces de pulsación que aquellas
que retienen el carácter vesicular del plasma, por ejemplo, los
"orgprotozoarios" (vorticela) (Figs. 39, 42, Apéndice).
En las vesículas germinales de algunos infusorios se observa una variante
de la confluencia de biones. En este caso, los pequeños biones no convergen
en una masa, sino que se agrupan en vesículas de tamaño mediano en el
interior del cuerpo más grande. Entonces las vesículas comienzan a
desarrollar movimientos de rodamiento y rotación alrededor y hacia cada una
de ellas, exactamente del mismo modo que los biones de los cuales proceden.
Cuanto mayor es el número de biones que confluyen -es decir, cuanto más
fluido es el plasma-, tanto más móvil es el organismo en su totalidad.
Sobre todo en los bordes del musgo o la hierba en estado de
desintegración, se pueden ver, además de animales "terminados", organismos
y formas en todos los niveles de desarrollo. Como en la amoeba limax y en el
proteus II, los núcleos se forman por una concentración distinta de las
vesículas energéticas, que se pone de manifiesto por su luminación más
intensa.
La fatiga hace difícil observar la transición de una etapa evolutiva a otra.
El dispositivo retardador es una ayuda invalorable en este aspecto. Cuando la
filmación se prolonga a través de varios días; se coloca el cubreobjeto sobre
el portaobjeto de manera tal que una parte de la concavidad de éste último
quede al descubierto. Además se hace subir el líquido hasta más arriba del
borde de la concavidad y se forma afuera una reserva de líquido que puede
reponerse a voluntad, sin perturbar el foco. Es imposible filmar con la
cavidad del portaobjeto totalmente cubierto por el cubreobjeto.
68
En primer lugar, por la formación de burbujas de aire y, en segundo lugar,
porque los microorganismos se asfixiarían. Hasta el momento se ha logrado
filmar la estructura bionosa y la motilidad plasmática en protozoarios org,
con un aumento de 2300x. La técnica de movimiento acelerado permite ver
en el término de pocos minutos un proceso que, en la realidad, ha durado de
dos a tres días.
La evolución es idéntica en todos los protozoarios, hasta la etapa en la cual
se forma la vesícula germinal bionosa. A partir de ese punto los protozoarios
se diferencian obedeciendo a una regla aún ininteligible para nosotros. No
puedo suponer, después de años de observación, que las primeras vesículas
germinales pertenezcan a formas individuales específicas. Más bien creo que
la diferenciación de las formas sólo se inicia en un determinado punto de la
evolución en común (Fig. 7). Las futuras observaciones deberán complementar
y corregir mucho en este aspecto. Uno de los misterios más grandes es por
qué determinadas formas, una vez desarrolladas, se reproducen de la misma
manera. En lo que a este tema se refiere, el enfoque funcional deberá librar
más de una batalla contra la teoría metafísica de la herencia que reemplaza la
comprensión por genes completos y acabados.
Las vesículas germinales que adoptan un movimiento rotatorio y presentan
una estructura vesicular grande, por lo general se convierten en paramecios.
Las vesículas germinales inmóviles, en las cuales el contenido biónico se
licua, se convierten en amebas fluyentes (amoeba limax) (Figs. 36, 37,
Apéndice). La forma en que ambos tipos se separan de su matriz también es
característica: los paramecios ruedan hasta desprenderse, mientras que las
amebas simplemente fluyen y se apartan de la masa de biones (Fig. 38,
Apéndice).
Las vorticelas, a las cuales yo he dado el nombre de "protozoarios org",
por las contracciones y expansiones semejantes al orgasmo que muestran,
suelen permanecer adheridas a las hojas de hierba hasta que están totalmente
desarrolladas (Fig. 39). Pero en algunos casos se desprenden y nadan
libremente, a veces con una minúscula porción de hierba bionosa adherida a
ellas.
Los protozoarios completamente desarrollados absorben biones del
líquido, por atracción. La atracción ejercida por los paramecios y los
colpidios sobre las vesículas energéticas es enorme y no puede atribuirse a la
acción mecánica de las cilias. Porque las vesículas del líquido no se mueven
junto al cuerpo con la corriente, como ocurriría por acción de las cilias, sino
que son atraídas hacia el paramecio con gran fuerza, cuando se encuentran a
una determinada distancia. La impresión es inconfundible. Después de
haberse contraído, el protozoario-org se expande y abre de par en par su
69
extremo estomático; los biones del fluido fluyen entonces al interior con gran
fuerza. El estoma se cierra, el protozoario se contrae a su primitiva forma
esférica y, en su interior, se inicia un movimiento rítmico de trituración. Las
observaciones practicadas con un aumento de 2000-3000x proporcionan
interesantes resultados. En el lugar en que ha de formarse un seudopodio se
advierte primero un intenso movimiento de fricción de las vesículas.
Figura 7. Diferenciación de formas. Evolución de protozoarios.
70
71
Estas presentan un brillante color azul. A continuación el plasma comienza a
fluir hacia la periferia; en otras palabras, comienza la expansión. Algunas
vesículas azules son arrastradas, pierden su color azul y se vuelven negras.
Esto admite la siguiente interpretación: La emisión del seudopodio es
precedida por una rápida e intensa concentración de orgón, que es la fuente
del impulso de expansión. Si el impulso se traduce en movimiento, la energía
orgónica se consume en forma visible; no existe otra explicación del
ennegrecimiento de las vesículas. No quisiera generalizar esta correlación,
puesto que el fenómeno que acabamos de describir no se presenta en todos
los protozoarios. Pero no cabe duda de que la carga de orgón de los biones
contenidos en el protozoario provee la energía del movimiento en forma de
impulsos de expansión. La interpretación mecanicista basada en el
movimiento browniano no tiene cabida aquí. Tampoco puede echarse mano a
la concepción química del plasma como un cuerpo de carbono
extremadamente complejo. El protoplasma viviente es una compleja proteína
gobernada por orgón libre de masa.
El cuerpo del protozoario representa también un campo de energía
orgónica que actúa sobre el entorno. Esa influencia afecta a biones, pequeñas
bacterias y otros pequeños protozoarios, que son atraídos y paralizados. Los
eritrocitos cargados parecen ser orgonóticamente más fuertes que los
paramecios y las amebas, ya que pueden limitar la movilidad de estos
organismos. De modo que, desde el punto de vista de la física orgonótica, el
protozoario consiste en un núcleo, una periferia plasmática y un campo de
energía orgónica, con lo cual constituye un "sistema orgonótico".
Se entiende que la formación de protozoarios a partir de tejidos vegetales
bionosos no contradice el hecho de su procreación por división. El desarrollo
por organización natural y la procreación por división se producen de manera
simultánea, como puede observarse con toda facilidad a través del
microscopio.
Difícilmente exista un campo más apto para el estudio de las funciones de
tensión → carga → relajación, que el que brindan los protozoarios. Sus
movimientos, sus corrientes plasmáticas, su expansión y contracciones dejan
trasuntar de manera inequívoca la vigencia de nuestra fórmula de
funcionamiento del organismo vivo. Se pueden alterar, acelerar y hasta
destruir estas funciones por medio de una débil corriente eléctrica. Pero,
como lo demuestra el desarrollo de los protozoarios, la energía necesaria para
estas funciones proviene de los biones que integran la vesícula germinal del
protozoario. Las funciones locomotrices de la ameba deben atribuirse
exclusivamente a la energía orgónica, en vista de la falta de composición
estructural. Los seudopodios aparecen y desaparecen no bien las funciones de
70
71
expansión y de contracción lo exigen. La ameba no forma un seudopodio
"con el fin" de llegar a un objeto. No lo hace en procura de un "objetivo",
como se considera desde un punto de vista finalista. Se trata de algo
funcional puesto que, por atracción, un objeto apropiado provoca un impulso
de expansión en el plasma orgonótico.
Aunque sólo sea para proteger las futuras investigaciones, debemos
atenemos con toda firmeza al principio de que la materia viviente
simplemente funciona sin un "sentido" ni una "finalidad". Es fácil explicar
todo cuando se invoca una "finalidad". Mucho más difícil es descubrir la
naturaleza de las funciones desconocidas. La "conducta finalista" de la ameba
puede atribuirse a la función del orgón; por ejemplo, el protozoario incorpora
una vesícula biónica porque su carga orgonótica más intensa atrae la carga
más débil del bion libre. Es verdad que de esa manera también se cumple la
"finalidad" de la nutrición, pero esto es el efecto y no la causa del acto de
ingestión. El protoplasma no funciona según principios finalistas mecánicos o
metafísicos; lo hace sobre la base de las funciones energéticas del orgón.
Todas las funciones biológicas pueden reducirse, en principio, a la
pulsación, es decir a la alternancia de expansión y contracción. La pulsación
en sí es una expresión natural de dos funciones antitéticas de la energía
orgónica: la disociación y la atracción de materia orgánica cargada con
orgón. Si nos basamos en los procesos observados en el plasma de la ameba,
debemos suponer que el estado inmediato de la materia ejerce la siguiente
acción sobre la función de la energía orgónica:
Las vesículas individuales, cargadas de orgón, pueden disponerse en
hileras, como en el musgo, y constituir una estructura tisular estriada. Esto
debe atribuirse a la función organizativa de la atracción. En otros
protozoarios, las vesículas energéticas convergen para formar una masa
homogénea. Por efecto de la atracción, toda concentración de materia,
cargada de orgón desencadena, en forma automática, el impulso hacia la
disociación y provoca, por lo tanto, una separación de las partículas. Si la
ameba ha adoptado ya una forma esférica, en el punto en el cual las vesículas
energéticas están más densamente concentradas se advierte un vivaz
movimiento de rotación. Este movimiento se convierte en una expansión, es
decir, en una separación de las vesículas. A su vez, la separación de las
vesículas desencadena el impulso de reaproximación por efecto de la
atracción. Eso da lugar a la contracción. Mientras el plasma tenga suficiente
carga de orgón, toda contracción provocará una expansión y toda expansión
una contracción. Este proceso interno aparece exteriormente como pulsación
biológica, cualquiera que sea su ritmo. Dado que la expansión va
acompañada de tumefacción y la contracción de detumescencia, la función
72
mecánica y la orgonótica coinciden en el patrón de cuatro tiempos:
tumescencia (tensión) → expansión (carga) → contracción (descarga) →
detumescencia (relajación). Pero la pulsación en sí esta ligada, en esencia, a
la alternancia de la disociación con la atracción y de la atracción con la
disociación de las partículas.
Este proceso es de extraordinaria claridad en la expansión y la contracción
de la vorticela (protozoarios org): después de cada contracción, se inicia un
movimiento de trituración o de fricción de las vesículas contenidas dentro del
cuerpo, movimiento que culmina con una expansión. La apertura del estoma
en un extremo del cuerpo está conectada con esta expansión. Las vesículas
energéticas del líquido son atraídas ("devoradas"), es decir que se produce la
carga. Esto va seguido por una contracción hasta alcanzar la forma esférica;
lo cual significa un reacercamiento de las vesículas internas. Y esto se repite
interminablemente.
Tendremos oportunidad de encontrar con frecuencia este funcionamiento
biológico. La pulsación biológica (contracción y expansión), en tanto
fenómeno central de la sustancia viviente, quedaría explicada así por dos
funciones físicas básicas antitéticas, dentro de la energía biológica: la
atracción y la disociación.
Resumen
1. Si se expone la materia a altas temperaturas y se provoca una
hinchazón, se inicia en ella un proceso de desintegración vesicular.
2. A pesar de que las altas temperaturas -calentamiento hasta llevar a la
incandescencia (unos 1500º C) o la acción de la autoclave (120º C)destruyen la vida, producen vesículas energéticas que luego pueden
desarrollarse hasta convertirse en organismos vivientes.
3. La función energética en los biones proviene de la desintegración
vesicular de la materia y no de una fuente externa.
4. Las vesículas energéticas son cantidades ínfimas de materia que
contienen una porción de energía originada por esa materia.
5. Los biones son portadores de energía biológica: Representan la
transición entre lo no viviente y lo viviente.
6. El color azul de los biones es una manifestación de esa energía. Al
desaparecer ese color también desaparece el carácter básicamente biológico
de los biones.
7. Los experimentos con biones no "crean" vida artificial, Se limitan a
revelar el proceso natural por el cual los organismos unicelulares y las células
73
cancerosas surgen espontáneamente de la desintegración vesicular de
materia.
Experimento XX 3
Sobre la organización de la materia plasmática a partir de energía orgónica
libre de masa.
En las páginas que siguen quiero informar acerca de un resultado
experimental debido al "azar". Fue una de esas casualidades que suelen darse
en el curso de investigaciones experimentales sistemáticas. Por lo común,
cuando se estudia más a fondo uno de estos sucesos accidentales se
comprueba que son la lógica consecuencia del proceso experimental de
pensamiento y de trabajo. En este caso, se trató de un simple experimento (Nº
XX, 1944-1945).
Yo había estado observando durante varios años preparados de biones de
tierra que mantenía con vida reponiendo el agua de manera continua.
Transcurridos unos meses -en algunos casos, sólo después de algunos añosadvertí la aparición de pequeños organismos vivientes de movimientos muy
rápidos, con forma de porotos o semejantes a las cabezas de los
espermatozoides. Pude seguir con toda claridad la evolución de esas formas a
partir de biones intensamente radiantes, con una lenta pulsación. Como ya
sabemos, esas formas vivientes no surgen del aire. En primer lugar, no se las
encuentra en el polvo del ambiente; en segundo lugar, no se las puede
cultivar a partir de la contaminación del aire; en tercer lugar, su aparición,
sólo después de meses o años, en las preparaciones de biones de tierra no
estériles confirma su organización a partir de las preparaciones mismas. Por
añadidura, pudimos comprobar que en las preparaciones esterilizadas en
autoclave surgían las mismas formas vivientes.
En diciembre de 1944, adquirimos un aparato especialmente diseñado para
la medición cuantitativa de la fluorescencia en los líquidos, que también
podía aplicarse a la colorimetría. El uso de ese aparato se basó en las
siguientes consideraciones:
Experimentos anteriores habían demostrado que la energía orgónica tiene
la propiedad de la "luminación". Era lógico suponer que los líquidos con
3
El protocolo se inició el 2 de enero de 1945. Fue autenticado el 3 de
marzo de 1945 y concluido el 26 de mayo de 1945.
74
mayor potencia orgonótica -que, por lo tanto, contienen más energía
orgónica- luminarían con más intensidad que los líquidos con menor potencia
orgonótica. Por consiguiente, la intensidad de la fluorescencia en los líquidos
se consideraría como expresión de la luminación. Como hipótesis de trabajo,
se tomó el grado de fluorescencia como medida de la potencia orgonótica.
Estas suposiciones se confirmaron en lo sucesivo y condujeron a resultados
experimentales prácticos y controlables.
La medición de la intensidad fluorofotométrica, o sea de la potencia
orgonótica de los líquidos que habían contenido biones de tierra durante
meses y a veces durante años, dio por resultado inmediato e incuestionable
un valor fluorofotométrico mucho más alto que el del agua común.
Quisimos averiguar los cambios que podía experimentar la potencia
orgonótica expresada en valores fluorofotométricos, bajo diversas
condiciones. Distribuimos en diversos lugares del laboratorio ampollas que
contenían agua con biones de tierra ya sometida a medición
fluorofotométrica. Dejamos ampollas cerradas en la propia sala del
laboratorio, por espacio de varias semanas. Colocamos otras en un pequeño
acumulador triple, en la sala de rayos X, al aire libre y enterradas. Nuestra
intención era sólo la de controlar los valores fluorofotométricos después de
cierto tiempo. Trascurridas tres semanas, advertimos que las ampollas
depositadas al aire libre, que se hablan congelado a consecuencia de las bajas
temperaturas, al derretirse presentaban densos copos. Pero el azar interviene
en lo siguiente: "estábamos a punto de descartar esas ampollas, por
consideradas "contaminadas", cuando se me ocurrió examinar los copos en el
microscopio. Para mi sorpresa, comprobé que los copos -que se habían
formado en un líquido absolutamente cristalino: es decir, absolutamente
libres de partículas- examinados al microscopio eran partículas de materia
bionosa, con una intensa radiación. Con un aumento mayor (3000x) pudimos
observar biones contráctiles y expansivos que nos resultaban muy familiares.
Repetimos el experimento filtrando y congelando agua bionosa cristalina,
hasta que no nos quedó la menor duda: Estábamos ante un proceso a través
del cual la energía orgónica que se encuentra libre en el agua -es decir, no
ligada con una materia bionosa- se puede organizar hasta constituir sustancia
plasmática viva, que presenta todos los criterios de la vida.
En lo sucesivo me limitaré a exponer la técnica de este Experimento XX y
de los hechos comprobados. Por el momento prefiero no ubicar estos datos
experimentales dentro de un contexto más amplio. Las implicaciones de estos
hechos son de extraordinaria trascendencia, pero sólo resultan comprensibles
si se los analiza dentro del contexto de la función física orgonótica. Esto se
intentará en otro momento.
75
Por ahora me limitaré a señalar el avance que significó este experimento para
la preparación de biones, es decir de vesículas de energía orgónica viables.
Resumiendo:
1. Desde 1936 hasta 1945, los biones se prepararon exclusivamente a
partir de materia ya organizada (humus, hierba, hierro, arena, carbón, etc.). El
avance representado por el Experimento XX reside en el hecho de que ahora
las vesículas de energía orgónica -con todas las propiedades de lo vivientetambién pueden obtenerse del orgón libre de masa., Por eso, en la producción
de biones podemos distinguir entre los obtenidos de materia ya organizada
("formación secundaria") y la organización de vesículas de orgón a partir de
energía no organizada ("formación primaria"). En otro momento hablaremos
de la importancia de esta distinción para la comprensión de la biogénesis y de
ciertos problemas bioquímicos.
2. Otro progreso del Experimento XX respecto a los experimentos con
biones practicados hasta ahora consiste en que con él se ha logrado una nueva
e irrefutable prueba de la naturaleza específicamente vital de la energía
orgónica.
Prueba fluorofotométrica de la existencia de orgón en el agua con
biones de tierra
1. Se tamiza tierra común de jardín para quitarle las partículas más
grandes, tales como piedritas o terrones de barro. Se añade agua a la tierra así
tamizada y se la observa a través del microscopio: no se advierte en ella el
menor movimiento.
2. Se examina agua destilada y agua de vertiente con métodos
fluorofotométricos. Si el valor fluorofotométrico del agua destilada se
considera igual a 1, el agua con sales -es decir el agua de vertiente o el agua
corriente de las cañerías- tiene un valor de 3 a 4, como se midió en Forest
Hills, Nueva York. Consideramos, además, el valor fluorofotométrico del
líquido como expresión de su luminación orgonótica, es decir, de su
"potencia orgonótica". El galvanómetro conectado al fluorofotómetro tiene
una escala con una graduación equidistante de 1-100. La potencia orgonótica
del liquido medido resulta entonces un múltiplo de la potencia orgonótica del
agua destilada. La tabla que sigue muestra los valores de la potencia
orgonótica de una serie de líquidos.
3. La tierra de jardín ya tamizada es destilada o hervida durante una hora
en agua corriente o sometida por espacio de media hora a la acción de la
autoclave (120º C, 15 libras).
76
77
Líquido
Agua destilada
Agua de lluvia
Agua corriente
Agua de mar
Arena en H20, filtrada
Limaduras de hierro en H20, filtrada
Polvo de carbón de leña en H2 0, filtrado
Tierra en H20, filtrada
Biones de tierra en H20, filtrados
Hierba en H20, filtrada.
(después del desarrollo de biones y protozoarios)
Orina
NaCl (solución fisiológica)
KCl (0,1 normal)
CaCl2 (0,1 normal)
HCl (0,1 normal)
NaOH (0,1 normal)
Solución de Ringer
HgCl2 (desinfectante)
Alcohol (95%)
Caldo de cultivo
50% caldo, 50% KCl
Azúcar blanca (solución saturada)
Azúcar negra (solución saturada)
Melaza de arce (solución saturada)
Dextro-Maltosa (solución saturada)
Miel
Jugo de naranja
Leche (pasteurizada)
Leche (no pasteurizada)
Clara de huevo
Té
Whisky
PO
1
3
4
8
1
5
7
8
(promedio) 50
13
43
4
2
2,5
1
2
1,5
3,5
3
45
60
9
13
27
41
73
7
55
más de 100
25
2
11
4. Se filtra el agua hasta quitarle la tierra hervida y dejarla cristalina.
Llamaremos a este líquido "agua de biones”. A diferencia del agua original,
que era incolora, ésta presenta "una tonalidad amarilla de intensidad variable.
Inmediatamente después de haber hervido y filtrado el agua de biones se
efectúa la medición fluorofotométrica de su potencia orgonótica. El valor
obtenido -o sea la PO- varía por lo general entre 30 y 60, con un promedio de
45. En otras palabras, la luminación orgonótica del agua de biones es,
término medio, 45 veces mayor que antes del hervor. Puesto que el
galvanómetro registra la reacción de una célula fotoeléctrica a los rayos de
luz fluorescente, el aumento del valor fluorofotométrico del agua después de
80
81
la cocción de la tierra indica un mayor contenido energético del líquido. Este
contenido puede estimarse en microamperios. Como es lógico, el valor en
microamperios que leemos en el galvanómetro no es la verdadera medida de
la luminación orgonótica; sólo es la medida de la excitación de la fotocélula
transformada en energía eléctrica. Como he señalado en otro contexto, las
unidades de medida eléctrica sólo reproducen una ínfima fracción del
verdadero valor energético del orgón.
5. A primera vista resulta desconcertante e incomprensible que el agua
bionosa hervida alcance valores energéticos que están en el nivel de los de
líquidos orgánicos como los caldos de cultivo, la leche o las vitaminas. Pero
si se analiza el problema veremos que el resultado es perfectamente lógico:
La cocción ha transformado la sustancia de la tierra en una materia
bionosa móvil. Se ha liberado energía de la materia, como lo demuestra en
forma inequívoca la movilidad interna, las lentas pulsaciones rítmicas y la
contractilidad de las vesículas de energía orgónica (en contraste con la
inmovilidad de las partículas de la misma tierra antes de la cocción). Pero la
transformación de las partículas de tierra en biones y la liberación de energía
dentro de las partículas no fueron los únicos efectos: esa energía penetró en
el agua porque el agua atrae al orgón y viceversa. Por eso, la potencia
orgonótica del agua ascendió de su propio valor básico al nivel de líquidos
bioquímicos de alto valor orgonótico.
6 La experiencia nos ha demostrado que el agua bionosa hervida desarrolla
bacterias de putrefacción, aun cuando se la envase herméticamente. Por esa
razón, en los experimentos más recientes el agua bionosa se esterilizó en
autoclave durante treinta minutos, a 15 libras de presión y 120º C. Este
proceso hace que la PO descienda de 5 a 8 puntos, para luego recobrar su
nivel original en el transcurso de las 24 a 48 horas. El agua bionosa sometida
a la autoclave es envasada en frascos herméticamente cerrados con algodón
esterilizado, o en ampollas selladas, que se conservan en heladeras.
Organización de materia bionosa y plasmática a partir de la energía
orgónica contenida en el agua bionosa.
El agua bionosa completamente libre de partículas, estéril y con una alta
potencia orgonótica es vertida en varias redomas y tubos de ensayo dos días
después de haber sido esterilizada en la autoclave o hervida. Se sellan las
redomas y se cierran los tubos con tapones de algodón esterilizado.
78
79
Dividimos los tubos en tres grupos. El grupo A es colocado en un acumulador
de tres capas de orgón y de 1 pie cúbico; el grupo B se deja en el laboratorio;
el grupo C se coloca en el congelador de la heladera. Para fines de control se
colocan en los mismos lugares recipientes con agua común esterilizada para
cada uno de los grupos.
Dos a ocho días después, se retira el grupo C de la heladera. Antes de
comenzar el descongelamiento advertimos que el amarillo del agua bionosa
se ha concentrado en el centro del hielo, en una opaca mancha amarilloparduzca: El hielo circundante es completamente claro y transparente. No
bien se licua el hielo, se advierte la presencia de copos blanquecinos y
parduscos en el líquido antes cristalino. A simple vista, los copos son de 1-5
mm de largo y alrededor de 1 mm de ancho. El líquido en sí es de un amarillo
homogéneo.
Los grupos A y B desarrollan los mismos copos, aunque con mucha más
lentitud, en un lapso de tres a ocho semanas. De los grupos de control, ni el B
-que se encuentra en el laboratorio- ni el C -que es agua común congeladadesarrollan esos copos. El grupo de control A, en cambio, es decir el agua
común ubicada en el acumulador de orgón, llega a desarrollar copos en el
transcurso de varios meses; si bien su densidad es mucho menor y su forma
no es tan neta como la de los grupos experimentales A, B y C.
El examen microscópico de los copos revela siempre la existencia de dos
tipos básicos: formas lisas, plasmáticas, pero bien definidas, en las cuales se
encuentran dispersos gránulos oscuros y algunos biones PA azules, en
diverso grado de densidad; o acúmulos de vesículas de energía orgónica con
un intenso resplandor azul y un borde muy neto (Figs.43-47, Apéndice).
Los preparados que siguen manteniéndose estériles muestran al cabo de
varios días, y sobre todo después de dos o tres semanas, un aumento en el
número de copos. A través del microscopio se puede establecer que los copos
crecen individualmente por acumulación de sustancia y, además, se dividen.
Los copos, filiformes, enrulados, serpentinos y brillantes, se trasforman en el
transcurso de las semanas en acúmulos de biones con una intensa radiación.
Experimentos de cultivo. Para convencemos en forma definitiva del
crecimiento y la multiplicación de los copos, colocamos algunos de ellos en
agua bionosa, clara y esterilizada, operación en la cual se prestó mucha
atención a las condiciones de esterilidad. Trascurridas una o dos semanas, en
las muestras se observó con perfecta claridad la formación de cultivos. Los
copos se habían vuelto más densos.
78
79
80
81
40
Sin tratamiento, conservado bajo techo
Autoclave; 3 días congelado.
Autoclave; brumoso, algunas bacterias de
putrefacción; 13 días congelado
Autoclave; 4 días congelado
+
Contenía algunas bacterias de
putrefacción; 5 días congelado
38
60
67
+
61
61
+
+
+
Dilución; 1 parte de agua de biones en 4
partes de agua; autoclave: 5 días congel. 55
Secado e incorporado a agua bionosa
15 días congelado
48
44
Brumoso, lleno de bacterias de
putrefacción; congelado por 4 días'
Autoclave; 4 días congelado.
40
42
Congelado durante 7 días degenerado;
vuelto a congelar por 2 días
Congelado durante 8 días
+
Autoclave; secado, incorporado a agua de
52
biones
+
+
+
52
52
52
Secado, incorporado a agua de biones
Autoclave; congelado por 14 días
Congelado durante 14 días
+
+
←+
(+)
←+
+
+
+
←+
←+
←+
←+
+
+
+
+
+
+
+ +
+
+
+
1 g resecado, incorporado a agua de
cañería
+
37
Autoclave; secado, incorporado a agua de
37
biones
+
Autoclave; congelado 1 día
57
Autoclave; secado e incorporado a agua
de biones
+
+
57
Autoclave; congelado y descongelado
alternativamente durante 6 días
Autoclave; congelado 1 día
51
51
Autoclave y 4 días congelado.
Autoclave; secado e incorporado a agua
destilada
+
60
Autoclave y 3 días congelado.
+
+
+
+
+
+
+
+
←+
+
←+
+
(+)
(+)
←+
Secado en cristales añado agua destilada
+
+
Autoclave y 4 días congelado.
+
+
+
+
+
+
+
+
+
+
+
+
+
+
+
+
+
+
+
+
+
+
+
+
+
+
+
+
+
+
+
+
+
+
+
+
+
+
+
+
+
+
+
+
+
+
+
+
+
+
+
+
+
+
+
+
+
+
+
+
+
+
+
+
+
+
+
+
+
+
+
+
+
+
+
+
+
+
+
+
+
+
+
+
+
+
+
+
+
+
+
+
+
+
+
+
NºPreparado
+
+
+
+
+
+
xx 3 cf
26/1
xx 9 cg
xx 9 cf
9/2
9/2
xx 8 cf
xx 6cg
6/2
9/2
xx 6cf
xx 5 cg
xx 5 cf
xx 4 cf
5/2
31/1
31/1
30/1
xx 1 g
xx 2 f
25/1
30/1
xx 1 x
xx 1 e
xx 1 f
8/1
6/1
3/1
2/1/45 xx1 org
Fecha
+
+
+
+
Form. de
Plasma aislad.Células
zoariosProto-Multipl. TDegener.
poroto
Cong.4 días
←+
41
Autoclave, conservado bajo techo
+
38
21 días congelado
52
46
20 días en acumulador de orgón
+
tratamientoPO antes delBión
Procedimiento
organizaciónForma deexistentesOtras formas
EXPERIMENTO XX
80
81
xx i0g
13/2
xx 15 f
xx 15 g
2/3
5/3
6/4
14/3
8/3
7/3
xx 20 cf
xx 19 cf
xx 18 cf
xx 17 f
7/3 dil. fxx 16 c
xx 14 cf
xx 13 f
1/II
1/3
xx 11 f
xx 11 f
21/2
20/2
xx 10cg
xx 10 cf
13/2
13/2
xx 10 f
xx 1 gg
13/2
12/2
Según nuestra experiencia, la PO del líquido de cultivo se mantiene
aproximadamente en su nivel primitivo o hasta aumenta.
Si se cuenta con suficiente número de preparados y se los examina con
microscopio a intervalos regulares (una vez a la semana durante varios
meses), podremos observar cambios biofísicos muy graduales en los copos.
En algunos de ellos aparecen biones esféricos de 2-3 micrones de diámetro,
con un borde bien definido y un intenso resplandor azul. Estos biones se van
estirando poco a poco y finalmente adoptan la siguiente forma de poroto:
En condiciones favorables, es decir, cuando no se ha producido una
prematura desintegración T en los preparados, estas "formas de porotos"
evolucionan hasta convertirse en protozoarios contráctiles que se mueven de
una manera rápida y brusca. La mayoría de estos protozoarios tienen un
plasma con estructura granular y estriada, otros tienen plasma liso, es decir,
sin estructura. Pueden obtenerse cultivos puros de estos protozoarios
inoculando el líquido que sobrenada, sin perturbar los copos depositados en
el fondo. Los protozoarios se multiplican en el nuevo cultivo y, luego, de
cultivo en cultivo, sin la menor dificultad.
Observaciones y pruebas para determinar la naturaleza biológica de
los copos de orgón
1. El agua bionosa descongelada de la preparación XX representa un coloide
irreversible: si se hace evaporar el agua bionosa, transparente y amarilla, de
alta potencia orgonótica, en el fondo del recipiente se forma una capa
amarillo-dorado, lisa y opaca. Si se raspa esta cubierta, se obtiene un polvo
constituido por diminutos cristales entre amarillos y parduscos. Estos
cristales -a los cuales hemos denominado "orgontina"- no pueden ser
nuevamente disueltos, ni en agua común ni en agua con un alto contenido de
orgón. Sólo se hinchan y se comportan de la misma manera que los copos
obtenidos por descongelación del agua bionosa congelada. También estos
82
83
cristales muestran los fenómenos de crecimiento, multiplicación y formación
de protozoarios.
2. Observación microscópica de la organización: los copos crecen en largo
y ancho; los acúmulos de biones incorporan más biones del líquido, por
organización. Los copos más pequeños aumentan de tamaño y los de mayor
tamaño dan origen a biones pequeños. Los biones suelen disponerse en
grupos. Cuanto más crecen los copos, tanto más oscuros se vuelven; adoptan
una coloración entre pardusca y negruzca.
3. Atracción orgonótica y efecto esterilizante. Los copos de orgón
reaccionan de la misma manera que todas las demás materias bionosas
investigadas hasta ahora. Si se las acerca a bacterias de putrefacción, las
matan o las paralizan.
4. Degeneración T y putrefacción: Los copos de orgón degeneran por
putrefacción como toda otra sustancia orgánica o viviente o se desintegran en
los corpúsculos T que ya conocemos. Los protozoarios se forman con mayor
lentitud y dificultad en los preparados muy degenerados que en los estériles.
Pero los preparados degenerados pueden quedar libres de bacilos T y de
bacterias de putrefacción si se los congela repetidas veces. Esto parece
aumentar la capacidad de organización de protozoarios móviles.
5. Los copos secos y molidos en pequeñas partículas se queman en la
llama hasta reducirse a una sustancia negra semejante al carbón. Es decir que
se comportan como el protoplasma viviente y como las combinaciones
orgánicas no-vivientes de carbono. Aun cuando se los deje secar, sin
molerlos, se desarrolla -probablemente por oxidación- la misma sustancia
negruzca, que ha demostrado ser combustible a la llama.
6. Contenido de azúcar: El agua bionosa con alta potencia orgonótica tiene
un sabor dulzón. Cuando se queman los copos se percibe un aroma a
caramelo. (Hasta ahora no ha sido posible realizar un análisis bioquímico
exacto, pero se proyecta hacerlo.)
7. Todos los recipientes que han estado en contacto por bastante tiempo
con el agua de biones parecen grasosos al tacto.
8. El agua bionosa reacciona a las influencias debilitantes, como la acción
de la autoclave, de la misma manera en que reaccionaría un organismo
viviente, es decir con una disminución de la PO, que luego sólo se recupera
en forma paulatina.
9. Contractilidad del orgón libre de masa en el agua de biones: la presencia
de una mancha amarillenta, concentrada en el centro del hielo cristalino, sólo
admite una explicación plausible: la energía orgónica libre de masa
reacciona en el agua en proceso de congelación de la misma manera que la
energía orgónica en un organismo viviente en proceso de congelación:
84
85
se contrae y se retira del punto en donde se está produciendo la congelación.
Por lo tanto, la energía orgónica libre de masa tiene la facultad de contraerse.
En el proceso se crea materia, evidentemente por condensación Este proceso
necesita un estudio intensivo.
10. Los copos de orgón se desarrollan con más rapidez hasta convertirse
en protozoarios, cuando se añaden bacilos T al preparado. En ese caso puede
observarse la aparición de formaciones fusiformes de tosca estructura,
similares a las formaciones Ca III (ver Capítulo VI).
Etapas en el desarrollo de protozoarios en agua bionosa esterilizada,
libre de partículas
1. Una vez que la solución de agua bionosa se ha descongelado, aparecen
copos plasmáticos granulados de forma típicamente orgánica.
2. Muchos de los gránulos individuales se expanden y se desarrollan hasta
convertirse en vesículas esféricas de energía orgónica, con un intenso
resplandor azul. La mayoría de estos grupos de biones se fusionan en
formaciones más grandes.
3. Los biones esféricos se van estirando con el correr de los días o semanas
hasta adquirir una forma similar a la de un poroto, pero aún no muestran
señales de movimiento.
4. Estas formaciones con aspecto de porotos adquieren luego movimiento
en dos sentidos: con un aumento de 3000-5000x, el contenido de las
vesículas energéticas revela finos movimientos de expansión y de
contracción; la formación se estira cada vez más, sus membranas se vuelven
más blandas y aparecen movimientos de traslación. Las formaciones que más
se han elongado desarrollan movimientos serpenteantes y espiriformes. Los
esquemas que siguen se tomaron en forma directa, con un aumento de 240x
aproximadamente.
5. Si se inocula agua bionosa con protozoarios a agua bionosa esterilizada,
los protozoarios se multiplican y pueden ser reinoculados al infinito. A estos
protozoarios les he dado el nombre de orgonomía.
84
85
Experimentos de control
1. El congelamiento de agua común de pozo no estéril o destilada no
produce ni copos ni protozoarios. De modo que debemos atribuir la
organización de materia plasmática al alto contenido de orgón medido con el
fluorofotómetro.
2. Cuando se destila agua bionosa de aproximadamente 40·50 PO, se
observa un pequeño número de copos inmediatamente después del
enfriamiento y un gran número después de la congelación. Esto confirma, en
otro aspecto, la afirmación hecha en el punto 1.
3. El agua de mar es extraordinariamente rica en orgón, por eso no es de
sorprender que siga produciendo copos y protozoarios después de ser filtrada
y sometida a la acción de la autoclave. Sin embargo, debemos señalar que en
esto subsiste un leve enigma. El agua del Océano Atlántico recogida en Jones
Beach, Long Island, Nueva York, sólo tiene de 8 a 10 PO alrededor de una
hora después de la extracción. En el agua bionosa de tierra con una PO tan
baja no hay crecimiento bionoso o si lo hay es deficiente; por eso no se
entiende que el bajo índice de PO no tenga importancia en el caso del agua de
mar. El fenómeno es importante, pero es evidente que no podemos
comprender todo en forma inmediata.
4. El agua de hierba sometida a la acción de la autoclave también produce,
después de la congelación, copos que se multiplican y crecen.
Conclusiones generales
1. El humus contiene energía orgónica. La trasformación de humus en
biones de tierra da lugar a un aumento de la potencia orgonótica del agua que
los contiene, de 4 a 30-70 (si la PO del agua destilada se considera igual a 1).
2. La energía orgónica en altas concentraciones otorga una tonalidad
amarillenta a los líquidos.
3. La energía orgónica distribuida en forma homogénea en un líquido a
temperatura ambiente se contrae cuando se la enfría o congela y forma un
núcleo amarillo parduzco en el hielo.
4. El orgón libre de masa concentrado da origen a copos protoplasmáticos,
o sea a materia.
5. Los líquidos de alta potencia orgonótica dan lugar al desarrollo de
protozoarios por la vía de la formación de vesículas de energía orgónica.
6. La formación de materia plasmática a partir de energía orgónica
concentrada indica un proceso general a través del cual se constituye materia
84
85
a partir de energía. Eso nos lleva a considerar la energía orgónica como la
energía cósmica primordial.
7. Según los resultados obtenidos en nuestro Experimento XX, la
evolución del plasma viviente precedió en nuestro planeta a la organización
del carbón y de los hidratos de carbono. El carbón es un producto de la
desintegración de la materia viviente. Las moléculas bioquímicas no existían
antes del desarrollo de la sustancia plasmática; sólo aparecieron como uno de
los elementos mecánicos en el proceso de la organización plasmática.
86
87
III
EL VERDADERO DESCUBRIMIENTO DE LA ENERGÍA
ORGÓNICA
1. Absurdos de la teoría de los gérmenes del aire
Hasta ahora habíamos tenido que defendemos contra una objeción o, mejor
dicho, contra un slogan, según el cual los biones no son otra cosa que una
"común y corriente infección por el aire". He esgrimido tres argumentos en
contra de esa afirmación:
1. Las estructuras de biones en formación se pueden observar no bien se
completa el preparado. La infección por el aire requiere, en cambio, muchas
horas de incubadora para su desarrollo.
2. Los experimentos con cultivos de biones pueden realizarse con éxito en
un sistema hermético, sin contacto con el aire.
3. Entre los cultivos de biones se encuentran algunos cuya identificación no
se había logrado hasta ahora, por ejemplo, los biones SAPA.
Para discutir los múltiples problemas planteados por el cultivo de biones,
debemos comenzar por refutar la objeción de la infección a través del aire.
Pero, por encima de todo -la causa así lo exige-, debemos poner de
manifiesto el absurdo que significa en la actualidad el uso de ese argumento,
y debemos hacerlo tanto en forma experimental como teórica. Cada vez que
se produce un avance en el terreno de la ciencia, los obstáculos más difíciles
de superar no son tanto los hechos como los conceptos muy arraigados.
Las formaciones a las cuales yo he designado como biones (PA y T) y
cultivos de biones, no se encuentran en los cultivos de gérmenes del aire. Esto
puede demostrarse con toda facilidad en forma experimental. Para ello debe
llevarse a cabo la siguiente serie de experimentos:
a)
Con una espátula esterilizada se raspa la palma de la mano y se
colocan las impurezas así obtenidas en un caldo de cultivo. Luego de
veinticuatro horas de permanencia en la incubadora, el líquido evidencia una
brumosidad floculenta, que vuelve a desaparecer en el curso de unos días o
semanas, para ser remplazada por una fina membrana que flota sobre la
superficie y un denso precipitado en el fondo. Al examinar el líquido con
microscopio vemos diminutos cocos de forma redondeada a ovoide, con un
brillo negruzco, y algunos bacilos alargados de movimientos serpenteantes.
No encontramos, en cambio, ameboides contráctiles del tipo PA ni formas
celulares nucleadas, ni bacilos T (en los preparados nuevos).
b) Añadimos unas gotas de agua de la canilla al caldo de cultivo. Por lo
general trascurren varios días antes de que aparezca una turbiedad. Con
frecuencia no se produce crecimiento de cultivo. Al microscopio se observan
los mismos tipos de cocos —pequeños y redondeados— y de bacilos.
c) Colocamos un pequeño cuenco de agua al borde de una carretera
polvorienta y lo dejamos allí, al aire libre, por espacio de una hora. Luego
inoculamos una muestra de esa agua en un caldo de cultivo. Puede ser que no
se produzca un crecimiento de cultivo. Si se produce, la turbiedad deja paso
-al cabo de unos pocos días o semanas- a una membrana que flota en
superficie y a una densa masa floculenta depositada en el fondo. Pueden
transcurrir de cuarenta y ocho a setenta y dos horas antes de que tal
crecimiento aparezca realmente. Observado en el microscopio se ven
pequeños cocos y bacterias alargadas, con aspecto de salchicha, de
movimiento lento y serpentino. No se advierte la presencia de formaciones
del tipo de nuestros cultivos (amebas) en paquete y bacilos T).
d) Dejamos abierto un tubo de ensayo con caldo de cultivo en posición
vertical, durante media hora, en nuestro laboratorio. Trascurridas veinticuatro
horas, se advierte turbiedad en el líquido. También esta turbiedad desaparece
con el correr del tiempo para ser remplazada por una membrana en superficie
y una masa floculenta en el fondo. En el examen microscópico encontramos
nuevamente los pequeños cocos ya conocidos, más hileras de formas
estreptocócicas y una que otra formación claviforme. También se advierte la
presencia de los bacilos con forma de salchicha y movimiento serpentinos.
De nuestros tipos de biones no existe el menor indicio.
e) Dejamos un cultivo estéril de agar en una placa de Petri por espacio de
media hora, sin cubierta, en nuestro laboratorio. Luego de veinticuatro horas
en el horno se desarrolla un crecimiento constituido por los típicos pequeños
acúmulos, no contráctiles, de vesículas. También pueden encontrarse,
88
89
de tanto en tanto, algunos bacilos. Pero nuestros biones no aparecen. Si
dejamos la placa de agar descubierta el tiempo requerido como para una
inoculación, nos convenceremos de que es muy difícil producir infección por
el aire.
f) Podemos variar este experimento de control recogiendo polvo de la
superficie de un armario o de un horno abierto, con ayuda de una espátula, e
incorporándolo a nuestra solución de caldo y KC1 0,1n, es decir,
sometiéndolo a las mismas condiciones a las cuales está sometido al cultivo
de biones. Una vez más nos encontramos con el panorama familiar:
crecimiento después de veinticuatro horas, pero también después de cuarenta
y ocho o setenta y dos. Nada de biones, sólo bacterias filiformes, espirilos y
formas análogas a las espiroquetas así como pequeños cocos, no contráctiles,
que se desplazan a gran velocidad. Si se lo inocula en agar, el cultivo sólo
produce, por lo general, formas bacilares con movimiento serpentino. Como
todos los demás cultivos no estériles, éste forma una membrana y, trascurrido
cierto tiempo, un precipitado floculento. Cuan; do se utiliza medio de huevo
se produce una contaminación masiva de polvo, por lo general de moho.
Estos experimentos de control respecto al problema de la infección por el
aire pueden repetirse a voluntad en una gran variedad de formas, y siempre
revelan dos hechos:
1.
Que el aire sólo contiene ciertas formas de bacilos más grandes y de
cocos simples.
2. Que no es posible cultivar biones a partir del aire ni en caldo, ni en
agar, ni en medio de huevo.
Los experimentos de control nos demuestran un tercer hecho: El peligro
de infección por el aire ha sido un argumento muy exagerado por quienes lo
esgrimen contra la idea de la organización bionosa de la materia no viviente.
Después de habernos asegurado por partida doble de que nuestros cultivos
de biones nada tienen que ver con los "gérmenes del aire", someteremos a un
análisis crítico al propio concepto de "gérmenes del aire". Comencemos por
resumir las conclusiones que pueden extraerse de la afirmación de que los
organismos protozoarios sólo pueden provenir de gérmenes que están
presentes en el aire:
1. Debería existir un germen específico para cada tipo de organismo
unicelular o bacteriano. En otras palabras: debería haber tantos tipos de
gérmenes como de microorganismos existentes, es decir, millones de tipos.
88
89
Esto se contradice con un hecho indiscutible, y es que el cultivo de bacterias
del aire sólo produce una fracción mínima de las formas conocidas en
patología. Esta sola discrepancia plantea algunos interrogantes que deberían
recibir una respuesta clara y directa por parte de los defensores de la teoría de
los gérmenes del aire.
¿Alguna vez se ha logrado cultivar directamente a partir del aire vibriones
de cólera, bacilos de peste, espiroquetas de sífilis, etc.? Lo real y lo cierto es
que hasta ahora sólo se han cultivado estas formas a partir de tejidos animales
y luego se ha forjado una teoría. Mientras existan formas microbianas -y,
ahora, también biones- que no han sido cultivados a partir del aire, la
hipótesis de la infección por el aire carecerá de validez.
2. Refutación de la teoría metafísica de los gérmenes del aire: El
experimento de los biones -que ha sido filmado- demostró que la
desintegración vesicular del musgo da lugar a la organización natural de
organismos unicelulares, como los protozoarios. La teoría metafísica de la
esporogénesis, en cambio, asegura que los protozoarios tienen su origen en
gérmenes omnipresentes en el aire, que se desarrollan en lugares favorables
para su crecimiento. Ninguno de los paladines de esta teoría de los gérmenes
ha podido hasta ahora probar su existencia. La inexactitud fundamental de
esta teoría queda demostrada en forma palmaria por el siguiente experimento:
Si los protozoarios se originaran en gérmenes adheridos al musgo y al
heno y pudieran aparecer después de unos días en infusiones, este hecho
debería ponerse de manifiesto en la experiencia que sigue. Se lava heno o
musgo, no esterilizado, con agua común. Para eliminar hasta la más ínfima
partícula de heno, se hace pasar el agua por un filtro sobre el cual está
apoyado el musgo, o bien se hacen correr briznas de heno por el agua, con
ayuda de una pinza. El agua así "contaminada" no evidencia crecimiento de
protozoarios y ni siquiera el menor atisbo de este fenómeno. En cambio, la
infusión de heno o musgo muestra una progresiva hinchazón de los tejidos y
todas las fases del desarrollo de protozoarios, desde la primera desintegración
vesicular hasta la formación, en los bordes, de crecimientos hacia afuera de
tejido vegetal, que finalmente se desprenden como protozoarios
completamente formados.
Para que la teoría de los gérmenes del aire pueda confirmar su validez,
será necesario que sus partidarios se esfuercen por demostrar en forma
experimental que los esporos, a partir de los cuales evolucionan
supuestamente los protozoarios, pueden ser aislados de la materia a la cual
están adheridos para luego evolucionar hasta convertirse en protozoarios.
Supongamos por un momento que todas las formas microbianas conocidas
y las nuevas formas de biones se encuentran en el aire;
90
91
¿puede considerarse la expresión "gérmenes del aire" como una explicación
científica del origen de dichas formaciones? Con toda razón podríamos
replicar: Y bien, esas formas existen en el aire; pero ¿de dónde provienen y
cómo llegaron al aire?
Si analizamos esta pregunta con atención estaremos de acuerdo en que la
teoría de los gérmenes del aire carece de valor científico. Si estamos en lo
cierto al afirmar que los microorganismos se forman a partir de la materia
inorgánica y de la materia orgánica en descomposición, tendríamos una
explicación válida acerca del origen de los gérmenes del aire. Por otra parte,
en el aire no puede haber más que sustancias inorgánicas o sustancia orgánica
muerta. Dejemos de lado el hecho de que sólo se han visto, a lo sumo, los
esporos de unos pocos organismos primitivos; nadie ha visto jamás los
gérmenes o esporos de una ameba o de un paramecio. Los slogans con los
cuales se sustituye la auténtica experiencia visual, a modo de tesis teológicas
absolutas —Omne vivum ex vivo y Omnis cellula ex cellula— no pueden ser
consideradas como afirmaciones científicas serias a la luz de nuestras
experiencias; sólo se las puede considerar una efectiva defensa contra hechos
muy contundentes.
Ahora que hemos demostrado lo absurdo de la teoría de los gérmenes del
aire, tal cual ésta predomina en el pensamiento médico actual, debemos
esforzarnos por demostrar hasta qué punto es perjudicial para la comprensión
de gran número de fenómenos de gran importancia dentro de la medicina;
cómo, al desechar la idea de la organización natural, la medicina se priva de
toda posibilidad de ver hechos simples y aleccionadores, de investigarlos a
fondo y de aplicar esos conocimientos en la terapéutica.
1. La medicina sabe que en el organismo animal se forman, de manera
permanente, organismos vivos de funcionamiento biológicamente autónomo.
Tal es el caso de los glóbulos rojos y de los blancos, formados en la medula
ósea y en el sistema linfático, o de los óvulos y espermatozoides formados en
los epitelios de las gónadas. La discrepancia entre este hecho reconocido y la
teoría de los gérmenes parece no haber turbado la conciencia del mundo
científico. Se forman eritroblastos que dan origen a los eritrocitos; el óvulo se
forma a partir del folículo; el espermatozoide tiene su origen en la
espermatogonia. Las formas transitorias se desarrollan a partir de los epitelios
de los órganos en cuestión. Una forma celular se trasforma en otra totalmente
distinta. Este proceso se produce en el cáncer y es uno de los factores
primordiales del problema. La formación de entidades biológicamente
independientes a partir de organismos biológicos de naturaleza diferente es
continua dentro del cuerpo.
Y justamente esto resulta incomprensible si no se admite la metamorfosis de
tejido orgánico en formaciones unicelulares independientes.
2. Hay diversas formas de microorganismos en las mucosas y orificios del
cuerpo humano. Las bacterias intestinales, por ejemplo, deben de llegar al
tubo digestivo desde alguna infección exterior al cuerpo. Pero la razón por la
cual la bacteria coli se encuentra precisamente en el colon y no, por ejemplo,
en la mucosa bucofaríngea, permanece en el misterio. Igualmente misteriosa
es la razón por la cual los neumococos pasan del aire a los pulmones y no van
a dar a los intestinos. Más aún, ¿cómo es posible que el género humano no se
haya extinguido hace ya mucho tiempo si en el aire, y por consiguiente en las
mucosas, hay miles de variedades de bacterias letales? La fórmula mágica
con que se elude este interrogante es la célebre "disposición". Pero el propio
concepto de "disposición" revela lo que la teoría de los gérmenes del aire
oculta. Es inexplicable, por ejemplo, que en un tejido canceroso recién
extraído del interior de un hueso se encuentren cientos de miles de
microorganismos cultivables y hasta fatales para las ratas. ¿Cómo llegaron al
hueso? No podemos tomar muy en serio la información de que "vinieron del
aire, se instalaron en las mucosas" y "de allí por vía circulatoria llegaron al
hueso"; porque es imposible no formularse esta pregunta: ¿cómo es posible
que esa bacteria del aire, en su complejo recorrido, se haya detenido
precisamente en ese hueso y no haya desencadenado enfermedades
infecciosas de todo tipo en su trayectoria a través del cuerpo humano? El
hecho de que haya organismos patógenos en la garganta que sólo son dañinos
en determinados momentos y para determinadas personas, es un milagro para
cuya explicación no bastan, sin duda, las palabras "disposición" y "virulencia
latente", porque no son más que palabras. Lo importante es establecer con
precisión qué ocurre dentro del organismo, por qué un microorganismo ejerce
sus efectos unas veces y otras no.
3. En la bibliografía sobre microorganismos encontramos a cada paso la
explicación de que determinados organismos sólo prosperan en determinados
medios de cultivo. Es más que místico suponer que los gérmenes de amebas,
los cuales, según la teoría, tienen que estar repartidos por la atmósfera en
forma pareja, escojan precisamente las charcas barrosas y la cara inferior de
las hojas de las plantas. Más curioso aún es que estos gérmenes de ameba no
puedan desarrollarse en el fresco musgo primaveral y, en cambio, aparezcan
masivamente en el musgo de otoño. Es fácil advertir la carencia de lógica, la
inconsecuencia y el afán de ocultar hechos que privan en un pensamiento de
esta naturaleza.
4. Dentro del contexto de estas consideraciones, podemos arriesgarnos a
rozar una problemática que desencadena todo tipo de pasiones.
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93
De acuerdo con la teoría de los gérmenes del aire, los bacilos del cólera o de
la peste bubónica zumban por el aire todo el tiempo, pero no se ponen de
manifiesto en condiciones normales de higiene. Surgen del aire para producir
epidemias, que cuestan la vida a cientos de miles de personas, en tiempos de
guerra y en zonas densamente pobladas en las cuales no se adoptan las
medidas de higiene apropiadas. ¿Cómo podemos creer que en estas
epidemias no represente un papel importante el estado biológico de los seres
humanos expuestos a una crónica falta de higiene o a los horrores de una
larga guerra? ¿Es posible que toda la responsabilidad recaiga sobre un bacilo
y que el organismo viviente en el cual éste ejerce su acción devastadora no
tenga nada que ver? ¿Qué razones hay para atribuir tanta importancia al
bacilo y tan poca al organismo del hombre? ¡Me temo que la "bacteria del
aire” sea menos difícil de combatir que las biopatías! Si bien no pretendo
responder aquí a las preguntas formuladas, quiero destacar que el estado
biopático de las víctimas del cólera y de la peste bubónica merece una
atención mucho mayor que las bacterias en cuestión, sobre cuyo origen muy
poco se sabe hasta el día de hoy.
Para resumir: La teoría de los gérmenes del aire no sólo es errónea desde
el punto de vista experimental; no sólo no puede explicar fenómenos decisivos
de la biología y la patología; por encima de todo, impide la clara
comprensión de los mecanismos de la enfermedad. Se ha convertido hoy en un
dogma, que, como todos los dogmas, evita pensar y buscar. Hemos visto en
qué medida la teoría de los biones y los hechos en los cuales ésta se basa
pueden contribuir a la clarificación de los problemas no explicados por la
teoría de los gérmenes del aire.
Volvamos ahora nuestra atención a un determinado cultivo de biones, en
el cual se descubrió realmente la energía orgónica.
2. Los cultivos de biones radiantes de arena
Con el objeto de descartar en forma definitiva la teoría de la infección por el
aire, ya en 1936 comencé a esterilizar en autoclave los preparados de biones,
por espacio de media hora, a una temperatura de 120ºC. Con este
procedimiento, la desintegración en vesículas fue más completa aún que
cuando utilizaba simplemente el proceso de hinchazón. Los biones azules
aparecían con más rapidez; la reacción biológica a la tinción (Gram, fucsina
fenicada) era más intensa. En mayo de 1937 comencé a calentar carbón y
cristales de tierra en el mechero Bunsen hasta llevarlos a la incandescencia,
antes de introducirlos en un medio de cultivo que favorecía la hinchazón.
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El proceso de calentamiento aceleraba aún más la formación de biones. La
desintegración bionosa podría llevarse ahora a cabo en el término de pocos
minutos, si se aseguraba la esterilidad total. Ya no me era necesario esperar
días y semanas para que se cumpliera el proceso de hinchazón que producía
biones a temperatura ambiente. Para provocar la hinchazón de las sustancias
utilizaba lejía y cloruro de potasio. Durante dos años (1937-1939),
experimento tras experimento confirmaron la desintegración vesicular de la
materia hinchada y la organización de biones. 1
En enero de 1939, una de mis ayudantes, que estaba haciendo una demostración del experimento de incandescencia en el laboratorio de Oslo,
tomó un recipiente equivocado del esterilizador, y en lugar de calentar tierra
hasta llevarla a la incandescencia, lo hizo con arena oceánica. Dos días
después se había empezado á formar un cultivo en la solución de caldo y
cloruro de potasio, que inoculada en un medio de huevo y agar producía un
crecimiento amarillo. Examinado al microscopio, el novedoso cultivo estaba
constituido por grandes y pocos móviles paquetes de vesículas energéticas,
con un intenso resplandor azul. El cultivo era "puro", es decir, estaba
constituido por una sola clase de formaciones. Con un aumento de 400x,
éstas se asemejaban a las sarcinas que de tanto en tanto se encuentran en el
agua. El examen con un aumento de 2000 y 4000x revelaba la presencia de
formaciones con intensa refracción, constituidas por paquetes de 6 a 10
vesículas y de un tamaño de 10 a 15 micrones. Repetimos ocho veces el
ensayo en el transcurso de unos meses y obtuvimos cinco veces las mismas
formaciones (Fig. 48 a, b, Apéndice).
Dimos a estos biones el nombre de SAPA (Sand-Packet). Sus propiedades
resultaron ser muy interesantes.
El efecto de los SAPA sobre las bacterias de putrefacción, los protozoarios
y los bacilos T fue mucho más poderoso que el de otros biones. Al
juntárselos con células cancerosas se pudo comprobar que ejercían sobre ellas
una acción letal o paralizante a distancia, inclusive con unos 10 micrones de
separación. Las células cancerosas ameboideas se detenían a esa distancia,
comenzaban a girar sobre sí mismas y por fin quedaban inmóviles. Este
resultado se registró en una película.
Observé los biones SAPA por espacio de cuatro semanas, durante varias
horas diarias. Trascurridos algunos días, los ojos comenzaron a dolerme
cuando miraba mucho tiempo a través del ocular. Para controlar ese dolor
utilicé un tubo monocular: siempre dolía sólo el ojo con el cual yo miraba por
el microscopio. Por fin se me declaró una fuerte conjuntivitis; el ojo se volvió
1
Véase Die Bione, 1938.
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muy sensible a la luz y debí consultar a un oculista. Este consideró que la
historia era "fantástica"; me trató el ojo, me prescribió anteojos negros y me
prohibió trabajar con el microscopio durante varias semanas. Mi problema
ocular mejoró, pero me convenció de que en todo aquello intervenían
radiaciones. Varios meses antes de este resultado me había escrito el físico
holandés doctor Bon, preguntándome si no había percibido alguna vez
radiaciones en mis biones. Yo le había contestado que no. El doctor Bon
mantenía desde hacía años una polémica con sus colegas, pues afirmaba que
la vida era un fenómeno de radiación. Y de pronto yo me veía enfrentado a
esa realidad. No sabía cómo aproximarme a ella. Si bien es cierto que
conocía los problemas teóricos fundamentales de la física, nunca había
trabajado con radiaciones en la práctica. Esto constituía una dificultad muy
seria, pero tenía sus ventajas. La radiación descubierta resultó ser nueva y
muy peculiar. Los métodos habituales de investigación sobre radiaciones
dieron indefectiblemente resultados negativos. La radiación orgónica exigía
la elaboración de métodos y procedimientos desconocidos hasta ese momento
y que sólo podían lograrse en forma paulatina y tras prolongados períodos de
observación. Los métodos esquemáticos de rutina fracasaban.
Para comenzar probé la existencia de radiación dentro de los tubos de
cultivo en una forma muy primitiva: apoyándolos contra la palma de mi
mano izquierda. Cada vez que lo hacía creía experimentar una débil
comezón, pero no estaba seguro de esa sensación.
Luego coloque un portaobjetos (de cuarzo) sobre mi piel, volqué una
pequeña cantidad de cultivo SAPA en una solución de cloruro de potasio y lo
dejé actuar por espacio de unos diez minutos. En el lugar donde el cultivo
actuaba sobre la piel (a través del cristal) se formó una mancha anémica con
un borde hiperémico. Repetí este ensayo con todos mis discípulos, cuyas
reacciones vegetativas conocía muy bien. Los individuos con gran movilidad
vegetativa siempre presentaban resultado positivo. Los menos emocionales
mostraban reacciones débiles o no evidenciaban reacción alguna. Eso
indicaba algo, pero algo que aún no alcanzábamos a entender.
Recurrí al doctor Moxnes, físico especializado en radium, del hospital
oncológico de Oslo. El doctor Moxnes colocó un tubo de cultivo en el
electroscopio de radium. No hubo reacción. El físico declaró que "no había
radiación". Puesto que su electroscopio estaba preparado exclusivamente para
radium, objeté que sólo podía afirmarse que no había radioactividad, pero no
podía asegurarse que no existiera ningún tipo de radiación. La reacción de la
piel no podía ponerse en duda. Yo estaba desconcertado; no sabía con qué
tipo de radiación tenía que vérmelas. La rapidez de la reacción epidérmica
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hacía pensar en enejas enormes. El enrojecimiento de la piel sólo se produce
al cabo de algunos días después de a exposición a rayos X o al radium Los
cultivos SAPA, en cambio producían el enrojecimiento a los pocos minutos.
Como veremos más adelante la ausencia de reacción en el electroscopio tenía
una explicación perfectamente lógica.
Los resultados que se obtuvieron a continuación respondieron en forma
completa al interrogante.
Trascurridas dos semanas más, la palma de mi mano izquierda se inflamó
de manera notoria y comencé a experimentar fuertes dolores. No cabía la
menor duda: los cultivos podían ejercer una acción biológica
Con el correr del tiempo advertí también que el aire de la sala en la cual
permanecían los cultivos se ponía "pesado" y provocaba dolor de cabeza si
no se abrían las ventanas durante más de una hora.
Un buen día advertí, durante un procedimiento experimental, que todos los
objetos metálicos -tijeras, pinzas, agujas, etc.- evidenciaban un alto grado de
magnetismo. Por supuesto, en ese momento no entendí para nada un
fenómeno que hoy me parece tan comprensible. Jamás lo había observado
antes y no estaba preparado. Pero como el electroscopio del físico de Oslo no
había reaccionado, yo estaba dispuesto a recibir una sorpresa.
Experimenté con placas fotográficas de diversas maneras: coloqué
preparados del cultivo sobre placas descubiertas, en la oscuridad, sobre
placas guardadas en su portaplacas, sobre placas total o parcialmente
cubiertas de plomo y, para fines de control, coloqué algunas placas sin
cultivos en la misma sala. Para mi sorpresa, todas las placas que se
encontraban en la sala de los cultivos se velaron. En algunas de ellas se veía
un ennegrecimiento que coincidía con las juntas del portaplacas; en otras,
observe un marcado ennegrecimiento en los lugares en donde el cultivo no
había actuado directamente sobre la placa, pero que coincidían con los
lugares en donde la cubierta de plomo presentaba alguna fisura. Lo más
curioso es que hasta las placas de control que estaban en la misma habitación
aparecían veladas. Yo no entendía nada. Era como si la energía actuara contorneando los ángulos de los portaplacas y a través de sus juntas Aquella
radiación parecía ser "omnipresente". Pero también podía existir un error
incontrolable.
En el curso de dos décadas de trabajos clínico y experimental, yo había
aprendido a no descartar ciertas ideas aparentemente incidentales como la de
la "energía omnipresente". Me merecen gran respeto esas ocurrencias que
pueden conducirnos al objetivo si se las sabe combinar con un estricto y
objetivo control. Mi intuición fue acertada: La energía orgánica es realmente
omnipresente. Pero en aquellos tiempos esta frase no enunciaba nada concreto
aún.
Había llegado a un callejón sin salida en lo referente a las experiencias con
placas. Si "todo" estaba expuesto a esa radiación, no había posibilidades de
aislar y controlar los fenómenos; no existía ningún factor de comparación. 2
Trasladé los cultivos a sótanos oscuros y proseguí allí mis investigaciones.
Con el fin de intensificar el efecto preparé docenas de cultivos. Las
observaciones en tinieblas tenían algo de "siniestro e inquietante". Una vez
que los ojos se acostumbraban a la oscuridad, el recinto no se veía absolutamente negro, sino azul-grisáceo. Yo veía vapores nebulosos, rayas
luminosas de una tonalidad azulada y puntos que se movían de un lado a otro.
Las paredes y los objetos parecían emitir a veces una luz de un violeta
profundo. Estas impresiones luminosas, por lo general de color azul o azulgrisáceo, se hacían más intensas y las rayas y puntos aumentaban de tamaño
si colocaba una lupa ante mis ojos. Los anteojos negros debilitaban las
impresiones; en cambio, éstas se mantenían si cerraba los párpados. Todo eso
sólo contribuía a aumentar mi confusión. Aún no sabía que la radiación
orgónica irrita de manera específica los nervios ópticos y provoca una
persistencia de imágenes.
La permanencia de una o dos horas en el sótano me provocaba dolor y
enrojecimiento de los ojos. A pesar de eso, una noche permanecí en el sótano
por espacio de cinco horas, sin interrupción. Trascurridas dos horas, pude ver
con toda claridad que las palmas de mis manos emitían un resplandor, lo
mismo que las mangas de mi camisa y mi cabello (visto en el espejo). El
resplandor azul comenzó a rodear lentamente mi cuerpo y los objetos del
recinto, como un luminoso vapor azul-grisáceo de vagos límites. Admito que
me alarmé. Esa misma noche llamé al doctor Bon por teléfono y le relaté mi
experiencia. El me recomendó que me protegiera. Pero yo no sabía cómo
protegerme, puesto que esa radiación parecía ser omnipresente y penetraba
por doquier.
Invité a nuestro amigo, el doctor H., 3 a que compartiera mis observaciones
en el sótano a oscuras. A pesar de que éste nada sabía acerca de mi
experiencia, confirmó la mayoría de mis observaciones, tal cual las acabo de
describir. Durante varios meses sometí a una infinidad de personas a la
prueba de la piel y a las observaciones en la oscuridad. Las descripciones
coincidían; ya no cabía duda de la existencia de esa radiación.
2
3
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En el otoño de 1940 logré fotografiar por fin la radiación SAPA.
El doctor Harrevold, según la versión estadounidense.
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La tarea más ardua consistió en deslindar los fenómenos objetivos de las
sensaciones subjetivas del ojo. Pero en el curso del trabajo fueron surgiendo
infinidad de pequeñas técnicas que permitían establecer la distinción. Por
ejemplo, pedía a los sujetos que aferraran los objetos luminosos en plena
oscuridad o que indicaran dónde estaba mi brazo en determinado momento.
Luego les hacía apartar los ojos de las impresiones luminosas hasta que la
persistencia de la imagen había desaparecido. Después les pedía que trataran
de ubicar otra vez las impresiones primitivas. La radiación irritaba mucho los
nervios visuales. Un comerciante, que me había suministrado un aparato y
participó una vez en la experiencia, formulo el siguiente comentario: "Es
como si hubiera estado mirando el sol durante un buen rato.”
Este comentario de un lego me dio que pensar. No podía dejar de tener en
cuenta la conjuntivitis que habían sufrido varias de las personas que habían
compartido la experiencia. Un buen día surgió en mí la idea: "Energía solar".
Y a continuación se me ocurrió una solución simple, que en el primer
momento parecía absurda: Los biones SAPA se habían obtenido de la arena
de mar. Y la arena de mar no es otra cosa que energía solar solidificada. La
incandescencia y la hinchazón de la arena habían vuelto a liberar esta
energía del estado material.
Debí superar mi renuencia emocional a aceptar esta conclusión. Si la
energía en cuestión estaba directamente relacionada con la energía solar,
muchos de los fenómenos quedaban explicados de la manera más simple.
Tomemos por ejemplo la irritación de los ojos y de las conjuntivas, el
enrojecimiento de la piel y su posterior oscurecimiento. Yo había emprendido
las investigaciones en el invierno y comienzos de la primavera de 1939, no
había tomado sol y, sin embargo, tenía la piel muy bronceada. Además me
sentía muy fuerte, “fuerte como un oso” y con gran vitalidad vegetativa en
todos los aspectos. Poco a poco fui perdiendo el temor a las consecuencias
negativas de la radiación y comencé a trabajar sin protección.
No cabía la menor duda de que me encontraba ante una energía de
extraordinaria acción biológica. Pero quedaba por averiguar de que
naturaleza era aquella energía y qué método podía emplearse para su
medición Uno de mis colaboradores relató la experiencia de los biones SAPA
a una asistente del Instituto Bohr de Copenhague. Esa persona consideró tan
"fantasiosa" la idea de que pudieran producirse biones a partir de la arena,
que decidí no exponer mi descubrimiento al peligro de un examen ya influido
desde el comienzo por un descreimiento prejuicioso.
Por añadidura no podía ofrecer más que efectos biológicos y sensaciones
subjetivas como punto de partida para una determinación cualitativa y
cuantitativa de la radiación.
98
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Hasta la reacción negativa de los cultivos en el electroscopio del físico de
Oslo era una exhortación a la prudencia. La campaña contra las
investigaciones del orgasmo y de los biones, iniciada poco antes por los
patólogos y psiquiatras noruegos, había destruido las bases de una
cooperación amistosa.
De modo que, por el momento, parecía no existir la menor posibilidad de
una investigación cuantitativa. Debía dejar todo librado a la evolución
espontánea de los hechos y al azar. Ese "azar" no tardó en intervenir.
Yo pasaba el tiempo dedicado a producir fenómenos electroscópicos bien
conocidos provocados por la fricción entre diversos materiales. Un día se me
ocurrió realizar un experimento electroscópico con alto voltaje. Para aislar
mis manos me calcé un par de guantes de goma que siempre guardaba en una
cajita de vidrio en el laboratorio. Cuando aproximé las manos al
electroscopio se produjo un brusco movimiento en la hoja. Esta se dobló
hacia arriba, luego se dobló hacia la pared de vidrio del electroscopio y
permaneció adherida a ella. Yo sabía que los aisladores podían estar
"cargados"; pero lo sorprendente era el movimiento lateral de la hoja y la
manera tenaz en que se adhería al vidrio. ¡El aluminio no-magnético se
adhería al vidrio aislante no sometido a fricción! Yo no había friccionado los
guantes de goma. ¿De dónde provenía la acción? Se comprobó que los
guantes habían estado en la proximidad de un grupo de cultivos SAPA. A
manera de control, dejé un guante de goma en un lugar ventilado y sin sol,
trabajé con el otro y, trascurrido un rato, los cambié. Así pude comprobar que
el guante (o bastoncillo de goma, según el caso) que había permanecido
quince minutos al aire libre no provocaba reacción alguna en el electroscopio;
en cambio el guante o bastoncillo antes neutro daba lugar a una intensa
reacción si se lo dejaba durante media hora junto a los cultivos, bajo una
cubierta metálica común. El resultado fue el mismo durante varias tardes
consecutivas.
Pudo establecerse que los bastoncillos de goma dura, los guantes de goma,
el papel, el algodón, la celulosa, etc., absorbían energía de los cultivos y por
esa razón provocaban la brusca reacción de la hoja, sin que se los hubiera
sometido previamente a fricción. La humedad, la sombra combinada con
brisa fuerte y la permanencia de estos materiales en la mano durante varios
minutos hacían desaparecer el efecto.
Habíamos logrado un punto de partida para la comprensión cualitativa de
la radiación. No cabía duda de que los cultivos cargaban la goma y otras
sustancias orgánicas. Estas sustancias podían ser cargadas con sólo ponerlas
en contacto con los cultivos, y se las podía descargar exponiéndolas al aire
libre o sumergiéndolas en agua.
La situación se complicó cuando adquirí un par de guantes de goma
nuevos y comprobé que éstos también provocaban una reacción en el
electroscopio, sin que los hubiera expuesto a la acción de los cultivos y sin
que los hubiera sometido a fricción. ¡De modo que la energía no sólo estaba
en los cultivos! ¡También estaba "en otras partes"! Este descubrimiento
echaba por tierra la certeza de que la reacción a los cultivos era inequívoca
Sin embargo, parecía importante. Una vez más tuve la sensación de que esa
radiación era omnipresente, como en el caso de mis experimentos con las
placas fotográficas.
Y en esos momentos acudió a mi memoria aquel comentario de una de las
personas que habían participado en las experiencias: “Es como si hubiera
estado mirando el sol durante un buen rato." Aquella radiación tenía que
estar vinculada con la energía solar. Si estaba en todas partes sólo podía
provenir del sol. Dejé un par de guantes de goma descargados a pleno sol.
Luego de una permanencia de cinco a quince minutos al sol, los guantes o
bastoncillos de goma provocaban -sin previa fricción- una intensa reacción en
la hoja de aluminio del electroscopio Esa era una prueba más del origen solar
de la energía: por un lado estaba el experimento con arena incandescente, que
había liberado energía solar de ésta, por el otro, los aisladores se habían
cargado directamente con la radiación solar. La irradiación prolongada de
aisladores con lámpara ultravioleta producía el mismo efecto.
Pero era lógico pensar que si los biones y el sol emitían la energía en
cuestión, ésta también debía estar presente en los organismos vivientes.
Coloqué guantes y bastoncillos de goma descargados sobre la epidermis
abdominal de un paciente vegetativamente muy activo. Al hacerlo procuré
evitar toda fricción. El resultado fue positivo: luego de cinco a quince
minutos de contacto con la piel del vientre, la goma provocaba una intensa
reacción en el electroscopio. Repetí este experimento con varios discípulos y
pacientes. El resultado fue siempre positivo. En los individuos con cierta
rigidez vegetativa y con mala expiración, la reacción era más débil. La
respiración forzada mejoraba el resultado.4
Ahora comprendía muchos fenómenos antes incomprensibles. Era evidente
que estaba ante una energía desconocida con actividad específicamente
biológica. Surgía de materia calentada hasta la incandescencia y sometida a un
proceso de hinchazón. Probablemente se originaba por descomposición y
desintegración de la materia (como en el caso de los biones radiantes).
Además era irradiada por el sol en la atmósfera y por eso era omnipresente.
4
Véase "Drei Veisuche am statischen Elektroskop", en Experimenteller und
klinischer Bericht, N° 7, 1939.
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Eso aclaraba el hecho aparentemente contradictorio de que el electroscopio
reaccionara no sólo en presencia de la goma cargada por los biones SAPA,
sino también de aquella que no había estado cerca de los cultivos.
La energía recién descubierta también se encuentra en el organismo
viviente, el cual la absorbe de la atmósfera y directamente del sol.
Era la misma energía con la cual mis biones azules -cualquiera que fuese
su origen- mataban a los bacilos y a las células cancerosas. La única
diferencia era que, en los biones, esa energía estaba contenida en minúsculas
vesículas azules.
Dimos a esa energía el nombre de "orgón". Este nombre hace referencia a
la historia de su descubrimiento, que partió de un estudio del orgasmo, y a su
efecto biológico que consiste en cargar sustancias de origen orgánico.
Por fin entendía también aquellos vapores azul-grisáceos que había
observado en la oscuridad en torno a mi cabeza, a mis manos y mi
guardapolvo blanco: la materia orgánica absorbe energía orgánica y la
retiene.
El electroscopio del físico de Oslo no había reaccionado a los cultivos
porque la energía orgónica sólo puede influir sobre un electroscopio en forma
indirecta, a través de aisladores cargados.
3. Visualización del orgón atmosférico
Era necesario estudiar la radiación de los biones SAPA sin necesidad de
recurrir a medios demasiado complicados. Para eso debía construirse un
ambiente que contuviera y aislara la radiación emanada de los biones y
evitara su rápida difusión en el entorno. Para eso no podía emplearse materia
orgánica, puesto que ésta absorbe la radiación. Sobre la base de ciertas
observaciones, consideré que el metal podía ser, en cambio, lo más apropiado
para reflejar la radiación y mantenerla dentro del ámbito en cuestión. Pero la
radiación también podía llegar a atravesar el metal, para perderse en el
exterior. Para evitar esto, el aparato debía tener paredes interiores metálicas
y exteriores de materia orgánica. La radiación desarrollada adentro por los
cultivos sería reflejada por las paredes metálicas interiores; la cubierta
exterior de materia orgánica (algodón y madera) evitaría la irradiación del
metal hacia afuera o por lo menos la reduciría. La pared frontal del aparato
tendría una mirilla que permitiera observar la radiación desde el exterior.
Se construyó el aparato y se colocaron alrededor de doce preparados
de cultivo. Como visor se empleó uno de esos dispositivos con lupa que se utilizan
para mirar las películas en detalle. Los rayos debían chocar contra el disco de
celulosa del visor y de esta manera se harían visibles. El intento resultó. Pude
observar con toda claridad móviles vapores de tonalidad azulada y rayas y
puntos claros, entre amarillos y blancos. Varias personas que se prestaron
para el control confirmaron mis observaciones. Los resultados parecían ahora
ser lo bastante concluyentes como para ser publicados. Pero entonces se
produjo un fenómeno totalmente inesperado. Yo suponía que una vez vacío y
bien ventilado, el interior del aparato no mostraría ningún fenómeno
luminoso. De no ser así, mi afirmación de que los rayos provenían de los
cultivos quedaría invalidada. Ni por un instante dudé de que el control
confirmaría el experimento.
Para mi sorpresa, en el cajón vacío aparecieron los mismos rayos, los
vapores azulados y también las líneas brillantes. Desarmé por completo el
dispositivo, sumergí en agua las planchas metálicas, cambié el algodón, ventilé
todas las piezas durante varios días y volví a hacer la prueba. Suponía que el
material de la cubierta había absorbido la radiación de los cultivos y que a
eso se debían los efectos observados en el experimento de control. Todos mis
esfuerzos fueron inútiles. Me fue imposible suprimir los fenómenos de
radiación del interior del cajón. No encontraba explicación a lo que estaba
sucediendo. ¿De dónde provenían los rayos en aquel cajón que no contenía
cultivos? Porque si bien es cierto que los fenómenos luminosos no eran tan
intensos como en presencia de los cultivos, no podía negarse que existían.
Hice construir otro cajón con una pared de vidrio adelante y sin cubierta
orgánica. Lo mantuve alejado de todas las habitaciones en las que había
cultivos SAPA. Puesto que no tenía cubierta de material orgánico, no podía
hablarse de restos de energía absorbida.
Todo fue inútil, los rayos volvieron a aparecer. Después de algunos días y
noches de explicable inquietud, recordé de pronto que con los guantes de
goma y el electroscopio había ocurrido algo semejante. La goma sometida a
la acción de los cultivos había excitado al electroscopio. El agua y la
ventilación (a la sombra) habían suprimido el fenómeno. Si se sometía
nuevamente la goma a la acción de los cultivos éste se repetía. Pero los
guantes de goma que no habían permanecido en las proximidades de los
cultivos ni habían sido sometidos a fricción también producían el fenómeno.
En aquel momento yo había comprendido que los cultivos emitían una
radiación omnipresente. El hecho de que el cajón siguiera conteniendo esa
radiación aun sin la presencia de los cultivos me obligaba a extraer la misma
conclusión. ¿De dónde provenía esa radiación?
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Hoy que la energía orgónica puede medirse y se utiliza para el tratamiento
de enfermos de cáncer, mi desconcierto inicial parece absurdo. Porque desde
el comienzo yo había intuido la omnipresencia de esa radiación. Además, el
incidente de los guantes cargados a pesar de no haber sido expuestos a la
acción de los cultivos debería haberme preparado para recibir sin sorpresa la
presencia de radiación en el cajón vacío. Es fácil ser inteligente a posteriori;
pero durante los dos primeros años yo dudaba de todas mis observaciones.
Las sensaciones como "esa radiación está presente en todas partes" o sucesos
como los de "los guantes espontáneamente cargados" no eran demasiado
convincentes y más bien contribuían a apartar mi atención de la radiación en
sí. Por añadidura, las constantes dudas, objeciones y comprobaciones
negativas de físicos y bacteriólogos me impedían tomar mis propias
observaciones tan en serio como ellas lo merecían. La confianza que tenía en
mí mismo había declinado bastante a raíz de la campaña persecutoria
emprendida por la prensa noruega, que acababa de terminar cuando descubrí
la radiación. Esa confianza no bastaba, por cierto, para hacer frente al diluvio
de descubrimientos que acababa de precipitarse sobre mí. Esos
descubrimientos ponían en tela de juicio muchas convicciones
inquebrantables en el terreno de la biología y la bacteriología: la teoría de los
gérmenes del aire, la "electricidad corporal", la idea de que el protoplasma no
era más que una proteína extremadamente compleja, la visión mecanicista y
vitalista de la existencia, etc. Sólo la evolución espontánea y la lógica de mis
experimentos me sostuvieron.
Es interesante y útil volver la vista a esos períodos de inseguridad, cuando
uno miraba como fenómenos inexplicables hechos que hoy intervienen en la
labor cotidiana. Eso brinda el coraje necesario para proseguir, a pesar de los
descubrimientos perturbadores y aparentemente negativos que puedan darse
en los experimentos de control, para no invalidar hechos nuevos por causa de
un control superficial, para controlar siempre personalmente los resultados
negativos de los experimentos de control y, finalmente, para no ceder a la
tentación de una salida fácil y decirse: "Realmente, tiene que haber sido una
simple ilusión". La existencia de la radiación había quedado demostrada sin
lugar a dudas. No podía esperar que todos los fenómenos quedaran aclarados
en un santiamén. Menos aún podía permitirme dar paso a las dudas y a las
conmociones emocionales que esos estados de confusión traen aparejados.
Por supuesto, no bastaba con declarar que la radiación en ausencia de
cultivos correspondía a la reacción del electroscopio a la goma que nunca
había estado en las proximidades de éstos. Semejante explicación no era más
que un puente temporal sobre un vacío que yo no estaba en condiciones de
llenar.
Durante varias semanas observé la radiación en el gabinete vacío. Seguía
como la primera vez que la viera. Allí estaba con sol o con lluvia, con niebla
o con tiempo despejado, con índice alto o bajo de humedad ambiente, de
noche y de día. De modo que no podía ser directamente provocada por la
radiación solar, como la carga de la goma sometida a la acción del sol. Venía
"de todas partes", pero no se podía determinar qué era “todas partes”.
En el verano de 1940 tomé unas vacaciones y viajé a Maine, en Nueva
Inglaterra. Una noche -aún bajo la presión del enigma no resuelto- comencé a
observar el cielo sobre el mar. La luna estaba a muy poca altura sobre el
horizonte occidental; en el sector opuesto del cielo, sobre el este, se veían
estrellas que titilaban intensamente. Advertí que las estrellas que estaban en
el cenit no titilaban con la misma intensidad. Si se cumplía la teoría según la
cual el titilar de las estrellas se debe a la difusión de la luz, todas las estrellas
-estuvieren donde estuvieren- deberían titilar con igual intensidad y, en todo
caso, la titilación debía ser más marcada en las proximidades de la luz lunar.
Pero ocurría justamente lo contrario.
Comencé a observar las estrellas por separado a través de un tubo de
madera. Sin proponérmelo dirigí el tubo hacia un manchón azul oscuro del
cielo, entre las estrellas. Para mi sorpresa vi en el campo circular del tubo una
animada titilación, seguida por un entrecruzamiento de finos rayos de luz. El
fenómeno se fue perdiendo a medida que yo movía el tubo en dirección a la
luna. Alcanzaba su máxima intensidad en los lugares más oscuros del cielo,
entre las estrellas. Eran los mismos temblorosos y minúsculos puntos de luz y
las mismas finas rayas que yo había aprendido a conocer tan bien en mi caja.
Inserté una lupa en el tubo para agrandar las imágenes. De pronto, mi cajón
perdió todo misterio. El fenómeno se había hecho perfectamente inteligible.
La radiación que contenía mi cajón sin cultivos provenía simplemente de la
atmósfera La atmósfera contiene una energía de la cual yo no había oído
hablar hasta ese momento.
No podía tratarse de "rayos cósmicos". Nadie había visto los rayos
cósmicos a simple vista. Por otra parte, los físicos aseguran que los “rayos
cósmicos" provienen del espacio exterior y, por lo tanto, no tienen origen en
nuestro planeta, si bien en los últimos tiempos hay quienes afirman que no es
así. Pero si la supuesta radiación cósmica de los físicos fuera de origen
planetario, no sería otra cosa que rayos de orgón. El gran "poder de
penetración" de los "rayos cósmicos" se explicaría simplemente por el hecho
de que la energía orgánica está presente en todas partes.5
5
Rudolf W. Ladenburg declara lo siguiente en "The Nature of Cosmic Rays
104
105
Dirigí el tubo hacia la tierra y las rocas. El fenómeno se repetía, unas
veces era más intenso, otras menos. En las nubes ocurría lo mismo aunque en
forma más intensa. Ahora entendía: Durante mis experimentos de control de
la radiación SAPA había descubierto la energía orgánica atmosférica.
Ahora trataré de describir la energía orgónica en forma sistemática y de
manera tal que cualquiera pueda descubrirla por sí mismo, sin recorrer los
complicados caminos que yo recorrí con mis experimentos sobre biones. Al
redescubrir el orgón conoceremos muchas propiedades desconocidas en otras
formas de energía. Sólo después de esta exposición entenderemos la lógica
que establece un vínculo entre el "bion azul” y su función energética, y la
energía atmosférica. El orgón atmosférico podía haberse descubierto, sin
duda, aun cuando no hubieran mediado los biones SAPA. Sin embargo,
gracias a este complicado rodeo a través de la radiación bionosa hemos
adquirido una visión de profundo significado: La energía que gobierna todo
lo vivo tiene que ser lo mismo que la energía atmosférica; de lo contrario no
habría conducido al descubrimiento del orgón atmosférico.
________________
and the Constitution of Matter" (Scientific Monthly, mayo de 1942): "El
origen de los rayos cósmicos es todavía un gran enigma. Desconocemos los
procesos responsables de la producción de estas partículas inmensamente
energéticas. Algunas de ellas tienen un millón de veces más energía que la
mayoría de las partículas energéticas que podemos producir artificialmente.
Y en cuanto al problema de la constitución de la materia, nuestra respuesta
sigue siendo incompleta. Sabemos que toda materia consiste en átomos, que
cada átomo está constituido por minúsculos núcleos rodeados de electrones y
que los núcleos están constituidos por protones y neutrones. Tiene que haber
fuerzas muy grandes que actúen entre los protones y neutrones, para mantener
los núcleos cohesionados. Pero ignoramos cuáles son esas fuerzas. No son de
naturaleza eléctrica, como hemos visto, y se han formulado muchas teorías
en el afán de entender dichas fuerzas. El descubrimiento del mesón en los
rayos cósmicos ha hecho concebir esperanzas de alcanzar la meta. Pero este
fundamental problema está aún muy lejos de su solución." (La bastardilla ha
sido incorporada por mí. W.R.)
IV
DEMOSTRACIÓN OBJETIVA DE LA EXISTENCIA DE LA
ENERGÍA ORGÓNICA
1. ¿Existen las impresiones luminosas subjetivas?
Cuando éramos niños, los fenómenos luminosos que veíamos con los ojos
cenados eran una constante fuente de fascinación. Puntitos azul-violáceos
flotaban lentamente de un lado a otro ante nuestros ojos. Surgían de algún
lugar desconocido y nosotros seguíamos su recorrido con un lento girar del
globo ocular; flotaban en curvas suaves y periódicamente describían un
movimiento espiralado, en un recorrido más o menos así:
Nos divertía cambiar la forma y el recorrido de los puntitos de luz
restregándonos los ojos con los párpados cerrados. De esa manera
lográbamos también ejercer una influencia sobre el color de los puntos
luminosos; el azul dejaba lugar a un rojo intenso, a un verde o a un amarillo.
Parte del juego consistía en abrir los ojos de repente, mirar de lleno la luz de
la lámpara, volver a cerrar los ojos y observar las postimágenes. Nuestra
imaginación se encargaba de adjudicar una identidad a cada una de las
formas que percibíamos: tan pronto eran arcos voltaicos, como globos o
siluetas humanas o cabezas de animales.
Esos "entretenimientos infantiles" iban perdiendo interés a medida que
crecíamos y comenzábamos a estudiar física, matemática y biología. Nos
enterábamos de que las impresiones visuales subjetivas son "irreales" y deben
ser separadas de los fenómenos físicos objetivos y mensurables representados
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por la luz y sus siete colores. Con el correr del tiempo, lo que era posible de
ser medido y pesado iba obliterando las vigorosas impresiones de nuestros
órganos sensoriales. Dejamos de tomarlas en serio. La tarea práctica diaria
exigía una total concentración en problemas concretos y la fantasía se
convertía en un estorbo. Pero las impresiones luminosas subjetivas no
desaparecían y más de uno se habrá preguntado alguna vez si fenómenos tan
claros como las sensaciones visuales a ojos cerrados no reflejarían, después
de todo, una realidad. Lo ilusorio de estas sensaciones visuales no es tan
evidente como parece.
Se nos enseñó que las impresiones visuales a ojos cerrados eran "sólo
subjetivas" y, por consiguiente, "no reales". La investigación científica no se
ocupó más del asunto. Las impresiones visuales subjetivas quedaron relegadas
al terreno de la "fantasía humana". La vida imaginativa del hombre es
demasiado ajena a la realidad y, por añadidura, inestable e inspirada por
deseos subjetivos; era lógico, pues, que la investigación científica buscara un
fundamento realista y objetivo por la vía del experimento. El experimento
ideal otorga independencia a nuestro juicio, lo emancipa de nuestras fantasías,
ilusiones y deseos subjetivos. En una palabra, el hombre no confía en sus
facultades de percepción. Cuando investiga algún fenómeno prefiere confiar
-con toda razón- en la placa fotográfica, en el microscopio y en el
electroscopio.
Sin embargo, pese a todo el progreso logrado, al abandonar la experiencia
subjetiva para alcanzar una observación objetiva se perdió una cualidad
esencial de la investigación. Aquello que captamos en forma objetiva tiene,
sin duda, una existencia real; pero carece de vitalidad, es algo muerto. En
interés de la objetividad científica, hemos aprendido a matar lo que está vivo,
antes de tomarlo en cuenta. El resultado es, necesariamente, una imagen
mecánica de lo vivo, en la cual falta la cualidad esencial: su específico "estar
vivo". Pero ocurre que ese "estar vivo" nos recuerda demasiado las intensas
percepciones sensoriales de nuestra infancia. Esas percepciones sensoriales
subjetivas son el punto de partida de to1 das las formas del misticismo, sea el
ensimismamiento yoga, el "ardor de la sangre" de los fascistas, la reacción de
una médium espiritista o la vivencia extática de Dios de un derviche. El
misticismo denuncia la existencia de fuerzas y procesos que las ciencias
naturales niegan o desdeñan. Pero si nos detenemos un instante a pensar
comprenderemos que el hombre no puede sentir ni imaginar nada que no
tenga una existencia real y objetiva, en alguna forma. Pues las impresiones
sensoriales humanas son sólo funciones de procesos naturales objetivos que se
desarrollan dentro del organismo. ¿No es posible que nuestras impresiones
visuales "subjetivas" tengan por fundamento una realidad, después de todo?
¿No es posible que a través de nuestras sensaciones oculares "subjetivas"
percibamos la energía biológica de nuestro propio organismo? La idea parece
extraña, audaz. Pero veamos.
No podemos descartar las impresiones luminosas a ojos cerrados y
tildarlas lisa y llanamente de "fantasías". Esas "fantasías" se cumplen en un
organismo gobernado por determinadas leyes naturales y, por lo tanto, tienen
que ser reales. No hace mucho, la medicina rechazaba por irreales y
fantasiosos todos los trastornos funcionales y nerviosos que no entendía. Pero
un dolor de cabeza es un dolor de cabeza y una impresión luminosa es una
impresión luminosa, los entendamos o no.
Haremos bien en rechazar las afirmaciones místicas en una errónea
interpretación de las sensaciones orgánicas, pero esa no es razón para negar
la existencia de sensaciones orgánicas. También debemos rechazar las
ciencias naturales fragmentadas con un criterio mecanicista, porque separan
las sensaciones orgánicas de los procesos orgánicos reales. La
autopercepción es una parte esencial del proceso de la vida. No podemos
considerar por separado los nervios, los músculos y las sensaciones
orgánicas; las acciones de los tejidos constituyen una unidad funcional
inseparable de las sensaciones de las mismas. Esta habría de ser una de las
fundamentales normas teóricas con basamento experimental en nuestra labor
terapéutica. La alegría y el miedo expresan un determinado estado funcional
de todo el organismo. Por eso debemos establecer una clara distinción entre
el pensamiento funcional y el mecanicista y fragmentante, que jamás podrá
penetrar en lo esencial del proceso de la vida. Veamos cuatro importantes
principios del enfoque funcional de la Naturaleza:
1.
Todo organismo viviente constituye una unidad funcional cerrada y no
una simple suma mecánica de órganos. La función biológica básica controla
cada órgano y el organismo en su totalidad y gobierna a cada uno de sus
órganos.
2. Todo organismo viviente es parte de la Naturaleza circundante y es
idéntico a ésta desde el punto de vista funcional.
3. Toda percepción se basa en la correspondencia entre una función
dentro del organismo y una función del medio externo, es decir, en una
armonía orgonótica.
4. Toda autopercepción es expresión inmediata de procesos objetivos en el
organismo (identidad psicofísica).
De las especulaciones filosóficas acerca de la realidad de nuestras
sensaciones es poco lo que puede esperarse, en tanto no se imponga el
principio de que el yo que observa y percibe (sujeto) y el objeto observado y
108
109
percibido constituyen una unidad funcional. La investigación mecanicista
divide esta unidad en una dualidad. El empirismo mecanicista
contemporáneo no tiene salida, pues descarta por completo la sensación.
Todo descubrimiento importante comienza con la sensación subjetiva o
vivencia de un hecho objetivo, es decir, con un estado de armonía orgonótica.
Sólo es preciso objetivar la sensación subjetiva, separarla del estímulo y
descubrir la fuente del mismo. Como orgonterapeutas hacemos eso muchas
veces por día o por hora en nuestro trabajo con los pacientes, al entender la
expresión corporal de éstos. En el proceso de intelección nos identificamos
con el enfermo y sus funciones. Una vez que hemos comprendido
emocionalmente, hacemos trabajar nuestro intelecto y objetivamos el
fenómeno.
Volvamos ahora -ya con una idea clara de lo que es la armonía orgonóticaa las fantasías e impresiones luminosas de nuestra infancia. ¿Cómo podemos
hacer para decidir en forma objetiva si las impresiones luminosas que
recibimos con los ojos cerrados corresponden a procesos reales?
2. La titilación en el cielo objetivada (el orgonoscopio)
En primer lugar tratemos de establecer si percibimos fenómenos semejantes
con los ojos abiertos y a plena luz del día. Si nos tomamos suficiente tiempo
y observamos con atención, comprobaremos que esas sensaciones visuales
también se producen de día y con los ojos abiertos. Miremos fijamente una
pared, una pantalla o una puerta blanca. Observaremos una titilación. Es
como si sobre la superficie blanca se deslizaran sombras o vapores, con
mayor o menor rapidez y ritmo. En lugar de descartar esta observación so
pretexto de que se trata de una "impresión visual subjetiva", resolvemos
establecer objetivamente si tal titilación debe atribuirse a nuestros ojos o se
produce fuera de nuestro organismo.
Al comienzo no es fácil idear un método que nos permita establecer la
distinción. Cerramos los ojos, la titilación desaparece, pero deja lugar a un
movimiento de pequeños puntos, formas y colores. Abrimos y cerramos los
ojos hasta convencernos de que los fenómenos percibidos con los ojos
cerrados son diferentes de los que observamos al mirar con fijeza la pared que
está ante nosotros.
Miramos al cielo con "la mirada perdida en el infinito". Al comienzo no
vemos nada. Pero si seguimos observando descubriremos, con sorpresa, una
titilación rítmica y ondulante en el cielo azul. Se la percibe con toda claridad.
¿Está esa titilación solamente en nuestros ojos o en el cielo? Continuamos
observando el fenómeno durante varios días con diferentes condiciones
meteorológicas y a distintas horas. Descubrimos que el tipo y la intensidad de
la titilación observada en el cielo varían mucho. Lo que más nos molesta es la
luz difusa que llega a nuestros ojos desde todos los ángulos. Por eso
intentamos practicar nuestras observaciones por la noche. Y comprobamos
que por la noche se percibe la titilación con más nitidez. Es como si el cielo
fuera atravesado por corrientes ondulatorias. A veces creemos sorprender
aquí y allá un relámpago en forma de rayas o puntos. Distinguimos el titilar
de puntos y los finísimos rayos también en las nubes oscuras, en donde se
hace más intenso. Si observamos el cielo durante semanas advertimos que la
titilación de las estrellas puede tener diferente intensidad. Algunas veces, las
estrellas parecen muy luminosas y serenas, otras veces su titilación es débil y
otras, intensísima. Los astrónomos atribuyen la titilación de las estrellas a la
"luz difusa". Alguna vez aceptamos esta explicación sin pensar, como en
tantos casos; pero ahora que la existencia o no existencia de una titilación en
el cielo se ha convertido en una preocupación para nosotros, nos preguntamos
si la titilación de las estrellas tendrá algo que ver con la que hemos observado
entre las estrellas. Si fuera así habríamos dado el primer paso en la
demostración de la existencia objetiva del movimiento de un algo
desconocido en la atmósfera. Nadie puede afirmar que la titilación de las
estrellas es un fenómeno visual subjetivo. Los astrónomos acostumbran
instalar sus observatorios en la alta montaña para eliminarla. Por lo tanto, el
algo desconocido que hace titilar las estrellas debe estar próximo a la
superficie terrestre. Si la responsable del fenómeno fuese la "luz difusa", la
titilación estelar debería ser siempre igual. Las variaciones en la intensidad de
esa titilación no pueden explicarse como un resultado de la "luz difusa". Estas
explicaciones sólo contribuyen a ocultar los hechos. Demoremos un poco la
respuesta.
Cuanto más discernible se va haciendo la titilación en el cielo y en los
objetos y cuanto más tiempo dedicamos a la observación del fenómeno, tanto
más imperativa se hace la delimitación de un campo visual reducido.
Construimos un tubo de metal de 2 a 3 pies de largo y 1 pulgada de diámetro,
con paredes interiores negro mate. A través de ese tubo observamos las
paredes de día y el cielo de noche. El tubo aísla un círculo que aparece más
claro que el contorno. Si mantenemos ambos ojos abiertos y miramos por el
tubo con uno, vemos un oscuro cielo nocturno en el cual aparece un círculo
más claro. Dentro de ese círculo vemos primero un movimiento de titilación
y luego aparecen los inconfundibles puntitos y rayitas de luz que se mueven
en todas las direcciones, que aparecen y desaparecen constantemente.
110
111
El fenómeno pierde nitidez en las proximidades de la luna y esa nitidez va en
aumento a medida que el fondo atmosférico se oscurece.
¿Seremos víctimas de una ilusión una vez más? Para cerciorarnos
insertamos un ocular plano-convexo con un aumento de unas cinco veces y
miramos a través de él.
El campo circular más claro se ha ampliado; los puntos y rayas de luz han
aumentado de tamaño y se distinguen con más claridad. Puesto que es
imposible magnificar las impresiones luminosas subjetivas, el fenómeno tiene
que ser objetivo. Hemos apartado un sector bien delimitado y podemos
observar el fenómeno con claridad (sin el inconveniente de la luz difusa). Por
añadidura, el círculo claro aparece dentro de un campo negro constituido por
las paredes interiores de nuestro tubo. En dichas paredes no se observa
titilación; esta se limita estrictamente al círculo luminoso, por lo tanto no es
una sensación "subjetiva". Sin pretenderlo, hemos construido un primitivo
"orgonoscopio". Podemos perfeccionarlo de la siguiente manera:
C: Disco de celulosa con superficie exterior mate
MA: Malla de alambre a ambos lados del disco
M: Cilindro metálico de 4" de largo y 2" de ancho, aproximadamente
L: Lente biconvexa, aprox. 5 x, enfocada en el disco.
T: Tubo telescópico, de 1 a 2 pies de largo y alrededor de 2" de ancho
OC: Ocular, 5-10x, para aumento adicional
Figura 8. El orgonoscopio.
Apuntarnos con el tubo hacia el oscuro cielo nocturno, frente al espejo de un
buen microscopio, equipado con lentes apocromáticas. Utilizamos un
objetivo de 10x y un ocular de 5x. Para habituarse a la oscuridad nuestros
ojos necesitan media hora más o menos. El microscopio muestra el fenómeno
luminoso del cielo con toda claridad. Se percibe con nitidez rayo por rayo.
Quitemos ahora el ocular del tubo. Ahora veremos la titilación en una escala
menor, pero más intensa; ya no se distinguen los rayos individuales.
¿Pueden atribuirse estos fenómenos a la bruma atmosférica, por ejemplo?
Procuremos observar los fenómenos en noches de niebla o bruma. No
tardaremos en convencernos de que los fenómenos son muy débiles o han
desaparecido por completo. Ni la niebla ni la bruma producen titilación en el
campo circular. El movimiento de las partículas luminosas en el campo del
microscopio nada tiene que ver con el movimiento de la niebla.
Por medio de una cuidadosa observación podemos establecer que los
fenómenos de luz y ondas se extienden sobre la totalidad del cielo y sólo se
debilitan en las proximidades de las estrellas o de la luna a causa de la luz.
Alcanzan su máxima intensidad en las noches claras, con poca humedad
relativa ambiente. Cuando la humedad relativa ambiente supera el 50%, los
fenómenos de radiación disminuyen. La humedad absorbe la radiación de la
atmósfera, tal cual ocurre con la radiación SAPA.
Dirigimos el tubo a diversos lugares de la superficie; observamos el suelo
de las calles, la tierra removida, una superficie de césped, paredes, etc.
Vemos el mismo movimiento de partículas luminosas. Es más marcado en la
tierra que en el asfalto. Dirigimos el tubo a un arbusto muy frondoso y lo
acercamos a unos 10 cm. Luego lo apartamos para enfocar otra cosa y
volvemos lentamente a la fronda. Repetimos la operación. No cabe duda de
que los fenómenos son mucho más intensos en el arbusto que en sus
alrededores. Parecen partir de las propias hojas. Observamos diversas flores.
Los fenómenos de radiación son más intensos en la flor que en el tallo.
La tierra, las paredes, los arbustos, la hierba, los animales, la atmósfera,
etc., muestran los mismos fenómenos, sólo que con diferente grado de
claridad y de densidad. Esto nos obliga a sacar la siguiente conclusión: Los
fenómenos de radiación existen en todas partes. Hay diversos grados de
densidad e intensidad de energía. Quizás nos hubiera gustado encontrarla en
determinados lugares y en otros no. En ese caso, el descubrimiento no habría
sido tan abrumador. Pero debemos atenernos a los hechos, por
desconcertantes que nos parezcan.
112
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3. Cómo delimitar un ámbito de radiación y hacerlo objetivamente visible
Quedamos, pues, en que la radiación orgánica se encuentra por doquier. Este
conocimiento no nos habilita para emprender ningún tipo de experimento.
Para describir con precisión un fenómeno, debemos aislarlo y captarlo por
comparación con fenómenos de distinta naturaleza. Debemos crear un
espacio bien delimitado en el cual pueda aislarse la energía.
Queremos cerciorarnos de si una habitación totalmente oscura nos puede
proporcionar algún conocimiento nuevo. Asignamos más o menos media hora
para que nuestros ojos se habitúen a las tinieblas. Durante ese lapso
desaparecen todas las impresiones luminosas subjetivas y sólo vemos negro,
es decir, nada. Recurrimos a nuestro tubo y miramos la oscuridad a través de
él. ¡No vemos nada! Con esta experiencia no hacemos más que confirmar el
hecho de que en la oscuridad total reina el negro total. La radiación ha
desaparecido y estamos dispuestos a renunciar para no preocuparnos por un
"problema estúpido". Más de uno se habría detenido aquí. Pero eso no es
investigación, pues no podemos olvidar que habíamos establecido, sin lugar
a dudas, que al aire libre se produce un fenómeno extraño. No es posible que
haya desaparecido sin más ni más. Pero convicción y demostración son cosas
distintas.
Puesto que desconocemos las propiedades de nuestra radiación
atmosférica, debemos trabajar con aparatos que se emplean en otros terrenos
energéticos conocidos. Podemos utilizar una "jaula de Faraday", es decir un
espacio cuyas paredes están constituidas por una densa red de alambre de
hierro o de cobre. Una jaula de esta naturaleza tiene por lo común la función
de crear un espacio cerrado en el cual no pueden penetrar ondas
electromagnéticas exteriores. La jaula en sí está libre de campos
electromagnéticos porque todas las ondas electromagnéticas que convergen
sobre él desde el exterior son atrapadas por la red de cobre y conducidas a
tierra por un cable. Si cruzamos en auto un puente con superestructura
metálica, la radio deja de funcionar. El principio es el mismo que el de la
jaula de Faraday. Dentro de la jaula se pueden practicar los experimentos más
delicados con el oscilógrafo sin riesgo de interferencia.
Ahora construimos una de esas jaulas metálicas en un ángulo del sótano.
Forramos las paredes de alambre de cobre con chapas de hierro, a fin de
reducir a un mínimo el contacto entre el aire interior y el exterior. Sólo
dejamos un par de grietas o de orificios para poder respirar dentro de la jaula.
Nos sentamos en la jaula, completamente a oscuras y dejamos que nuestros
ojos se acostumbren a las tinieblas.
Trascurrida media hora, aproximadamente, el negro da lugar a un
resplandor indefinido. Curiosos fenómenos luminosos irritan nuestra vista.
Es como si el espacio fuera atravesado por vapores nebulosos de una
coloración azul-grisácea. Si miramos con fijeza un determinado lugar de la
pared, vemos movedizos fenómenos luminosos. Cuanto más tiempo
permanecemos en ese recinto, tanto más nítidos se vuelven los fenómenos
luminosos. Dentro de los vapores azul-grisáceos vemos puntitos de luz de
una profunda tonalidad azul-violácea. Esos puntos nos recuerdan las
familiares impresiones visuales subjetivas que experimentamos antes de
dormirnos. Una vez más surge la duda: ¿están esas impresiones dentro o
fuera de nuestros ojos? Si cerramos los ojos, los puntitos violáceos no
desaparecen. ¿Estarán irritados nuestros nervios ópticos o los fenómenos
luminosos no son reales? Los fenómenos deberían desaparecer al cerrar los
párpados y reaparecer al abrirlos. Es cierto que la persistencia de las
imágenes, que es de carácter subjetivo, existe. No podemos dejar de lado el
problema porque aún ignoramos cómo pueden llegar a irritarse los nervios
ópticos en la oscuridad total y por qué no podemos "apartar de los ojos" esos
fenómenos. Cuanto más tiempo dura la observación, tanto más llamativos se
vuelven los fenómenos. En los días secos y soleados se ven, por ejemplo,
relámpagos de luz en la jaula metálica. Para eliminar toda duda acerca de la
existencia de la energía atmosférica orgónica, insisto en que mis discípulos se
familiaricen con estos fenómenos.
Algunos sujetos de experimentación sufren una leve conjuntivitis si
permanecen una hora o más en la jaula de Faraday. Lo normal es que la vista
descanse en la oscuridad completa, de modo que en la jaula tiene que haber
algo que irrite los ojos, que excite los nervios ópticos y que congestione la
conjuntiva. Repetimos las observaciones en la jaula oscura hasta que
encontramos medios y caminos para resolver estos importantes problemas.
Por ejemplo, ¿pueden ampliarse los fenómenos azul-grisáceo y violeta
profundo con ayuda de un lente de aumento? Comprobamos que un buen
cristal de aumento amplía realmente los puntos luminosos. Estos se presentan
de dos maneras: vienen hacia nosotros o pasan ante nosotros. En el primer
caso observamos la siguiente secuencia de impresiones luminosas:
Cada punto de luz parece expandirse y contraerse en forma alternada, como si
latiera. Los puntos de luz que pasan ante nosotros siguen una trayectoria más
o menos como ésta:
114
115
A causa de la trayectoria descripta le hemos dado provisionalmente el
nombre de onda espiriforme (Kreiselwelle). Su importancia sólo se hizo
evidente mucho después.
Los puntitos luminosos azul-violáceo parecen surgir de las paredes
metálicas a intervalos rítmicos.
Si permanecemos mucho tiempo —dos o tres horas— en la jaula,
advertimos un resplandor azul-grisáceo en torno al guardapolvo blanco. Los
contornos de otra persona se distinguen desdibujados, pero claros. No
permitamos que el carácter místico y fantasmal de este fenómeno nos
desconcierte. No hay nada de místico en él. La radiación parece adherirse a la
tela y a los cabellos. Espolvoreamos un trozo de algodón con un buen
material fluorescente, por ejemplo, sulfuro de cinc (ZnS), y lo sujetamos a
una pared frente a nosotros. No nos habíamos engañado. La zona del trozo de
algodón aparece más clara que sus inmediaciones. A través de la lente de
aumento vemos la radiación ampliada. Se observa la titilación y los finos
rayos de luz, que ya nos resultan familiares.
Dejamos un disco de papel impregnado en sulfuro de cinc en la jaula. Al
cabo de varios días lo doblamos lentamente. Emite una intensa radiación.
Como control dejamos un disco similar al aire libre o doblamos el primero
para arriba y para abajo durante largo rato. En ambos casos el fenómeno
luminoso desaparece. Ahora dejamos el disco de control otra vez durante
unos cuantos días en el ámbito con orgón. Los fenómenos luminosos
reaparecen cuando lo doblamos. El disco de papel impregnado en sulfuro de
cinc ha vuelto a absorber orgón.
Nuestro siguiente cometido consistirá en hacer visible desde afuera el
orgón contenido en la jaula. Recortamos una ventanita cuadrada, de 5
pulgadas de lado, en la pared frontal del aparato. Por dentro, sobre el forro
metálico, cubrimos la abertura con una plancha de vidrio fluorescente, de
esas que se utilizan para hacer visibles los rayos X.1
1
Por fluorescencia se entiende -a diferencia de luminación- la propiedad de una
sustancia de producir luz mientras actúan sobre ella partículas de energía
invisibles. En el caso de la luminación, el efecto luminoso persiste durante
períodos más o menos prolongados, después que la sustancia ha sido sustraída a
la influencia de los rayos excitantes. El sulfato de zinc es una sustancia
fluorescente; el sulfato de calcio, en cambio, es luminiscente.
En la pared exterior de madera sujetamos un tubo metálico provisto de un
ocular con un lente biconvexo cuyo aumento está entre 5 y 10x. Tanto el tubo
como el lente son desmontables, a fin de que la plancha fluorescente pueda
observarse con o sin ampliación.
En el interior de la jaula instalamos una bombita de luz verde, del tipo que
se utiliza para revelar placas fotográficas de alta sensibilidad. La lamparita,
controlada reostáticamente, suministra una luz mortecina y constante como
fondo de la radiación. En este experimento imitamos el modelo
proporcionado por la naturaleza: la radiación de orgón resulta bien visible de
noche, sobre el fondo de un cielo nocturno apenas iluminado. Para reproducir
también la titilación de las estrellas, practicamos unas cuantas perforaciones
(de alrededor de 1/8 de pulgada de diámetro) en las paredes. Luego
observamos el aparato desde afuera en una completa oscuridad.
A través de las perforaciones vemos una luz azulada, que titila con notable
intensidad. En la plancha de vidrio fluorescente se percibe un marcado
movimiento. Titilantes rayos de luz la cruzan rápidamente. Alcanzamos a
distinguir con toda claridad especies de relámpagos, unas veces formados por
rayas y otras por puntos luminosos. Trascurrido un rato, vemos vapores de
una coloración violeta profundo que parecen brotar de las aberturas. El área
visible de radiación es un cuadrado netamente definido sobre el negro de la
jaula. La titilación y los rayos de luz sólo se observan dentro de ese cuadrado.
A través de la lente de aumento, los fenómenos luminosos se ven con mucha
mayor nitidez. Distinguimos cada rayo por separado. Con tiempo seco y cielo
despejado los fenómenos son más nítidos e intensos que con tiempo húmedo
y lluvioso. El uso del orgonoscopio mejoró sensiblemente la observación en
la jaula de Faraday.
¿Cómo penetraba la energía en la jaula? Se suponía que la red de alambre
derivaba a tierra toda energía electromagnética. El interior de la jaula debería
haber estado libre de cargas eléctricas, de lo contrario no se habrían podido
practicar en ella delicados experimentos eléctricos sin experimentar
inconvenientes. Nos encontramos ante un problema:
¿Será electricidad la energía contenida en la jaula? Debemos encarar dos
tareas:
1. Captar las propiedades de la energía radiante orgónica, ahora visible.
2. Investigar la relación entre energía orgónica y electricidad.
116
117
4. El acumulador de orgón
Interrumpiré aquí mi informe sobre el desarrollo de los experimentos en
materia de orgonterapia, para responder a una pregunta que debe de estar en
la mente de todo lector atento: siempre se habla de "acumulador de orgón",
pero no se explica cómo tiene lugar la acumulación de orgón atmosférico ni
cómo se la mide.
No podemos responder aquí a esta pregunta en la forma exhaustiva en que
debería hacerse. El orgón es una forma de energía desconocida hasta ahora y
fundamentalmente distinta de la electricidad y del magnetismo. Su estudio y
la definición de sus propiedades corre por cuenta de la física orgonómica en
el campo de la naturaleza no viviente. Esta investigación se encuentra hasta
ahora en sus comienzos. El lector que posea cierta formación científica
conocerá los conceptos aplicables a la electricidad; pero éstos no lo son al
orgón. Los nuevos conceptos físicos, que se van desarrollando en el curso de
nuestros experimentos, requieren una exposición detallada, acompañada por
una serie de experimentos bien definidos, puramente físicos. Esta exposición
excedería los límites de un informe sobre orgonterapia experimental, de
modo que nos veremos obligados a diferirla. Dentro del presente contexto, lo
más interesante para el lector es la información acerca del mecanismo de
acumulación y del método de medición. A riesgo de ser mal entendido y mal
interpretado por los electrofísicos, señalaré los tres hechos fundamentales que
demuestran la acumulación de orgón en el acumulador y que posibilita sus
mediciones.
Mecanismo por el cual se concentra la energía orgónica atmosférica
El acumulador de orgón está constituido por un gabinete de material
orgánico, que puede ser madera o, mejor aún, celotex. La pared de ese
gabinete está revestida por dentro con una fina chapa de hierro.* Este
dispositivo basta para obtener una concentración de orgón atmosférico
mucho mayor que la concentración corriente en la atmósfera. El mecanismo
de esta concentración está basado en dos hechos:
1. La materia orgánica de cualquier tipo atrae el orgón y lo absorbe. A su
vez, el material con contenido de orgón atrae pequeñas partículas orgánicas y
las retiene.
* Cada capa está constituida por una plancha exterior de material orgánico y una
interior de metal. Su número puede ampliarse a voluntad. Se han llegado a
utilizar veinte capas. (Nota del editor alemán.)
116
117
2. Los materiales mecánicos, sobre todo el hierro, atraen orgón, pero
lo repelen rápidamente. El metal cargado de orgón, por su parte, repele las
partículas metálicas.
Estos dos hechos fundamentales en la física orgónica pueden demostrarse
en forma experimental y ser reproducidos a voluntad de la siguiente manera:
0:
M:
CO:
EM:
Atr.:
Rep.:
E:
C:
PO:
Ch:

▪▪▪:
Material orgánico
Material metálico
Campo de energía orgónica
Esfera metálica.
Atracción
Repulsión
Electroscopio (orgonómetro) conectado a tierra o no
Cable de unión
Portador de orgón (bastoncillo de poliéster)
Chispa a la punta del electroscopio
Dirección de la deflección
Figura 9. Demostración de la atracción orgonótica del material orgónico y
de la repulsión del material metálico en el campo de la energía
orgónica de una esfera metálica.
118
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Se apoya una esfera metálica sobre una plancha de corcho o goma y se la
coloca bajo una campana de vidrio. Se suspende un trocito de corcho de un
lado del ecuador de la esfera de hierro, de modo tal que penda libremente a
una distancia de 2-3 mm. Del otro lado se sujeta un trocito de papel metálico,
que penda también libremente a la misma distancia, de modo que ni el corcho
ni el papel metálico rocen la esfera de hierro y se mantengan inmóviles en su
posición. La esfera está conectada por un cable a un electroscopio.
A continuación cargamos un bastón de poliestireno (la carga producida
por el bastón de goma es demasiado débil) pasándolo sobre nuestro cabello,
sin friccionar. Luego se aproxima el bastón cargado a la pared de la campana
de vidrio del aparato o, mejor aún, a la punta metálica del electroscopio
conectado con la esfera. Si la carga de orgón es lo bastante fuerte (y la
humedad atmosférica no es superior al 50%), el trocito de corcho se. moverá
hacia la esfera metálica y permanecerá adherido a ella por cierto tiempo sin
ser rechazado. Esta reacción significa que la energía trasferida del cabello al
bastoncito ha permitido que la esfera metálica forme un campo de energía en
derredor, en el cual la materia orgánica es atraída y retenida. Referido a
otros experimentos podemos invertir los términos: la materia orgánica atrae
la energía orgónica y la retiene.
Un bastoncillo de poliestireno no cargado no ejercerá influencia alguna
sobre un trozo de papel metálico. Un bastoncillo de poliestireno cargado
atraerá, en cambio, la hojita de papel metálico y la retendrá.
Conclusión: la energía orgónica y las sustancias orgánicas se atraen; lo
mismo ocurre con las sustancias orgánicas cargadas de orgón y las sustancias
metálicas también cargadas con esta energía.
Del otro lado de la esfera, en donde pende libremente la hojita de papel
metálico, en las proximidades de la esfera de hierro, el efecto es otro: el
trocito de papel metálico es atraído en primer lugar hacia la esfera metálica y
luego es rechazado y mantenido a distancia. El efecto mutuo de dos sustancias
metálicas que se encuentran en el campo de energía orgónica es de repulsión.
De eso puede deducirse también lo siguiente: El metal, sobre todo el hierro,
atrae al orgón, pero no lo retiene, sino que lo repele. (Estos experimentos
sólo pueden efectuarse con un bajo porcentaje de humedad atmosférica.)
Estos descubrimientos son fundamentalmente nuevos. Guardan cierta
relación con el confuso concepto de "electricidad de frotamiento" y con la
igualmente confusa teoría de la "electricidad estática". Todo esto se explicará
en detalle más adelante. El simple experimento que acabo de describir
demuestra dos funciones básicas de la energía orgónica: la atracción de
118
119
sustancias orgánicas y la repulsión de sustancias metálicas en el campo de
energía orgónica.
La aplicación y significación de estos resultados para el acumulador de
orgón se ponen de manifiesto en los siguientes estudios experimentales.
Medición térmica de la energía orgónica atmosférica
(Orgonometría térmica)
Las paredes interiores de nuestro acumulador de orgón son "frías". Si
mantenemos por un rato la palma de la mano o la lengua a unos 10 cm. de
distancia de la pared metálica experimentaremos calor y un ligero
hormigueo. En la lengua se percibe un sabor salobre. Si colocamos un
termómetro en el mismo lugar, o mejor aún, sobre la superficie superior y
otro fuera del acumulador de orgón, para nuestra sorpresa comprobamos que
la diferencia de temperatura es de 0,2°—0,5°C respecto a la temperatura
ambiente de la habitación.
Puesto que la temperatura de la pared metálica es inferior a la temperatura
del aire a 10 cm. de distancia de ella, el calor que experimentamos en la
palma de la mano o que medimos con el termómetro no puede deberse al
calor irradiado, como tal, por la pared. Por otra parte, no hay una fuente de
calor ni en la pared ni detrás de ella, ni debajo ni dentro del acumulador. Nos
vemos, pues, obligados a formular una hipótesis y ver adónde nos lleva.
Sabemos que la radiación en general consiste en partículas energéticas en
movimiento. Supongamos por el momento que las frías paredes metálicas del
acumulador irradian o reflejan la energía.
Debemos suponer lo siguiente: cuando mantenemos la palma de la mano o
un termómetro a 6-10 cm. de distancia de la pared, estamos frenando el vuelo
de las partículas de energía. La energía cinética de las partículas, al ser
bloqueada, se manifiesta como una sensación de calor o como aumento de
temperatura objetivamente medido con el termómetro. Esta suposición está
por completo de acuerdo con la física de toda radiación. El bloqueo de los
electrones que vuelan del cátodo al anticátodo de un tubo de rayos X,
desarrolla calor y fenómenos de luz.
Construimos un pequeño acumulador de orgón. Con seis planchas
cuadradas de hierro, de un pie de lado cada una, fabricamos un cubo hueco.
En el exterior de la plancha metálica de arriba sujetamos un recipiente
metálico cilíndrico, de unos 15 cm. de altura, en el cual podemos montar el
termómetro. Una abertura en el recipiente permite medir la temperatura
dentro de la caja. Para aislar el interior del cilindro de la temperatura
120
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T0 Temperatura sobre el cilindro; T: Control (temperatura del aire en la
habitación); E: Electroscopio; : dirección de la radiación; medida: 1 pie
cuadrado; Ti: Temperatura en el interior del aparato
Figura 10. Esquema básico del acumulador de orgón (sección
transversal).*
ambiente, envolvemos el gabinete metálico con algodón, madera u otro mal
conductor de la temperatura. Además protegemos la carcasa del termómetro
desde afuera con una campana de vidrio. Entre el termómetro y la chapa
metálica superior no debe encontrarse material orgánico.
La construcción se basó en la hipótesis de que las partículas de radiación
dentro de la caja rebotarían de una pared metálica a otra. Estarían bloqueadas
por todas partes. Puesto que el calor asciende, el lugar más favorable para
medir el cambio de temperatura estaría encima de la plancha metálica de
arriba. Tenía que existir una diferencia de temperatura entre el aire encerrado
por encima del acumulador (en el cilindro) y el resto del aire del salón.
* En los acumuladores para fines terapéuticos, la madera es reemplazada
habitualmente por celotex, el algodón por lana de vidrio y las planchas
metálicas por lana de acero, con excepción de las planchas rígidas de la capa
interna. (Nota del editor alemán.).
120
121
122
123
Figura 11. Medición de la diferencia de temperatura T(0) – T (en la habitación).
Daremos a la temperatura del aire en el salón la denominación de T y a la del
aire contenido en el cilindro la de T0. La diferencia de temperatura T0 - T
debería ser positiva y constantemente presente, si nuestras suposiciones son
correctas. Aún ignoramos su magnitud. Las mediciones efectuadas durante
varios días indican una diferencia constante en la temperatura, que varía entre
los 0,2° y los 1,8o C. La media aritmética de las diferencias de temperatura
obtenidas sobre la base de mediciones practicadas varios días por semana
asciende a los 0,5° C, aproximadamente. Dado que no hemos introducido
ninguna fuente constante de calor en el gabinete, la diferencia de temperatura
debe tener origen en el bloqueo de las partículas de radiación.
los fenómenos subjetivos y objetivos son notablemente más intensos en el
interior del aparato que fuera de él.
Resumamos ahora lo que hemos averiguado hasta este momento acerca de
la energía orgónica:
1. Las sustancias orgánicas absorben la energía.
2. Las sustancias metálicas la reflejan.
3. El bloqueo de la energía cinética mediante un obstáculo metálico
cualquiera provoca un aumento de la temperatura local.
A esta altura del proceso advertimos una falla en nuestra construcción. Las
paredes metálicas desnudas, expuestas tanto al interior como al exterior,
irradian la energía y el calor producido tanto hacia afuera como hacia
adentro. Para separar mejor el aire contenido en el acumulador del aire
atmosférico circundante, envolvemos el gabinete metálico en un material
orgánico tal como algodón. Para que la construcción sea más sólida y para
mejorar el aspecto, construimos un segundo gabinete en torno al primero.
Utilizamos para ello madera terciada fina o celotex. Se accede al interior por
una puerta ubicada en la pared frontal (Fig. 10).
De modo que la parte exterior del aparato es de material orgánico y la
interior de material metálico. Puesto que la cubierta exterior absorbe la
energía y las paredes interiores la reflejan, se produce una acumulación de
energía. La cubierta orgánica absorbe la energía de la atmósfera y la trasmite
al metal del interior. El metal irradia la energía hacia afuera, hacia el algodón
y hacia el interior, hacia el espacio vacío del acumulador. El movimiento de
la energía hacia adentro es libre; hacia afuera, en cambio, tropieza con
resistencias. Por esa razón, la energía puede oscilar libremente en el interior,
pero no en el exterior. Además, una parte de la energía irradiada por el metal
hacia afuera es absorbida por el algodón y devuelta al metal. No sabemos
cómo penetra la energía a través del metal; sólo sabemos que lo hace, pues
122
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La diferencia de temperatura T0 - T es más constante y, término medio,
más alta después que se ha revestido el metal. Hemos creado un acumulador
que limita y concentra el orgón. Para control de estos resultados practicamos
mediciones dentro, fuera y arriba de un gabinete de las mismas medidas, pero
confeccionado en madera o cartón. Nos convencemos de que la temperatura
del aire se iguala por completo en un gabinete de esa naturaleza: las
temperaturas son las mismas en todas partes. Las diferencias de temperatura
sólo se producen cuando el gabinete tiene un revestimiento metálico.
Medición del orgón al aire libre
Durante los meses del verano de 1940 yo había mantenido enterrada en mi
jardín una pequeña caja orgónica y había observado una diferencia de
temperatura constante. Pero sólo en febrero de 1941 comprobé hasta qué
punto esa diferencia era superior a la registrada en ambientes cerrados.
El 15 de febrero de 1941 -un día de sol en que soplaba un fuerte viento
frío- enterré un acumulador hasta dos tercios de su altura total, de modo tal
que el termómetro (I) quedara por encima del nivel del suelo. El gabinete,
junto con la carcasa del termómetro, ubicada sobre su cara superior, estaban
dentro de otra caja, esta última de cartón. Rellené los espacios libres a los
lados y arriba del gabinete con algodón y viruta de madera, y cubrí el
conjunto con una manta de lana. (Como es lógico, el espacio en el cual se
practicarán las mediciones de temperatura debe ser protegido contra las bajas
temperaturas exteriores para mantener el calor producido.) Introduje un
termómetro de control (II) a través de un orificio, en un recipiente de vidrio y
enterré dicho recipiente a 4 pulgadas de profundidad, de modo tal que el
bulbo del termómetro quedara bajo el nivel del suelo. Coloqué otro
termómetro de control (III) a 1 pulgada de profundidad, en este caso con el
bulbo sin protección. Utilicé también este segundo termómetro de control
(IIIa) para medir la temperatura del aire sobre el suelo, aproximadamente a la
altura en que se encontraba el termómetro del gabinete orgonótico, a veces
con cubierta protectora contra el viento y otras veces sin ella. Los tres
termómetros se intercambiaban de manera constante. Los esquemas de este
experimento ilustran tanto el dispositivo como el resultado de los ensayos.
Con esta disposición, T0 - T es mucho más amplia que en una habitación
cerrada, probablemente por la eliminación de los efectos de la radiación
orgonótica secundaria de paredes, superficies de mesas, etc., que reducen la
124
125
124
125
(al aire libre). Experimento del 16 al 17 de febrero de 1941.Figura 12. Medición de la diferencia de temperatura T(0) – T
126
127
-2.0º
17,30
-1º
11,30
-1.2º
-1º
9,30Feb 17’41
16,00
-2.1º
24,00
-1.1º
-0.9º
17,00
15,00
-0.6°
16,00
-1º
0.2°
15,30
14,00
0.3°
14,30
-0.9º
2.1°
13,45
-0.7°
3.4°
13,00
13,00
3.6°
Feb. 16’41
12,30
12,15
Libre
Aire
Fecha y hora
-0.7°
-0.9º
-1º
-1º
0.6°
0.3º
0.6°
3.5°
4.6º
5.0º
Protegido
0.1°
0.2°
0.3º
0.3º
0º
0º
0º
0º
0.2°
0.3°
0.4°
0.4°
0.3°
0.5º
Suelo
0.2º
0.6º
0.7º
0.7º
0.7º
0.7º
0.9º
+0.7º
-0.4º
0.2º
0.4º
1.3º
1.3º
1.3º
1.5º
1.5º
+2.5º
+1.0º
+1.2º
+1.2º
+1.3º
+1.3º
+2.3º
+1.8º
+1.7º
0º
+0.6º
2.9º
6.5º
9.5º
11.4º
11.6º
+2.5º
+2.2º
+2.3º
+2.2º
+2.0º
+2.2º
+3.3º
+2.8º
+3.8º
+0.9º
+1.2º
+2.7º
+6.2º
+7.4º
+8.0º
+8.0°
Noche; temperatura de
congelación
8
Fuerte nevada
Fuerte nevada
Fuerte nevada
13
14
15
Fuerte nevada
Fuerte nevada
12
16
Fuerte nevada
Fuerte nevada
11
10
Nuboso. A la mañana temprano;
Aparato a la sombra;
temperatura de congelación
7
9
Aparato a la sombra; temperatura de congelación.
Aparato a la sombra
Aparato a la sombra
Sol, viento frío, claro
Sol, viento frío, claro
Sol, viento frío, claro
6
5
4
3
2
1
lecturaNº deTiempo
Aparato al aire libre toda la noche. Se
vuelve a cubrir la manta a la mañana
temprano.
El termómetro se intercambió a cada
lectura siguiente
Interrupción de las mediciones; remoción
de la manta de lana.
Manta de lana sobre el aparato; efectos de
temperaturas de congelación.
Manta de lana sobre el aparato; efectos de
temperaturas de congelación.
Manta de lana sobre el aparato;
eliminación de la radiación solar.
Manta de lana sobre el aparato.
Aparato con termómetro envuelto en
cartón, frente izquierdo expuesto. Dos
tercios enterrado, comenzada a las 24 hs.
Aire en frasco de vidrio el suelo
el suelo
comparado con el aireT(o) – T
en
T-org en
Observaciones
diferencia en las habitaciones. T0 — T oscila al aire libre, sin sol, alrededor
de los +2o Celsius.
Para asegurar estos resultados proseguí el experimento durante la noche y
al día siguiente, desde el 16 hasta el 17 de febrero de 1941, de la siguiente
manera: dejé el aparato como estaba, al aire libre, pero le quité la manta de
lana, es decir que lo dejé "enfriar por completo" con las bajas temperaturas
nocturnas. El 17 de febrero, a las 9,30 horas, la temperatura del aire era de -1o
C y la de la tierra de 0o C. Volví a envolver el aparato con la manta de lana e
inserté el termómetro cuando acababa de registrar -1o de temperatura
atmosférica a través de la abertura del gabinete. La columna de mercurio
ascendió y un rato después marcaba +2,3° C. La temperatura del aire seguía
siendo de -1o C y la de la tierra de 0º C. El aire contenido en el frasco
enterrado tenía una temperatura más de +0,9º C.
Este ensayo se realizó con el propósito de refutar las objeciones de un
distinguido físico. En enero de 1941, pocos meses después del
descubrimiento de la llamativa diferencia de temperatura, Albert Einstein
instaló un pequeño acumulador de orgón en su casa de Princeton (Nueva
Jersey). Einstein confirmó en una carta la existencia de la diferencia de
temperatura en el acumulador, pero también descubrió una diferencia de
temperatura entre la cara inferior y la cara superior de la mesa sobre la cual se
encontraba el acumulador. Por supuesto, esta comprobación restaba validez a
los registros en el acumulador. Un ayudante de Einstein, Leopold Infeld,
intentó explicar la diferencia de temperatura en el acumulador atribuyéndola
a la "convección desde el techo a la cara superior de la mesa", que aumentaba
la temperatura en la habitación del subsuelo, en donde se practicaban las
observaciones. El ayudante de Einstein no controló su interpretación de la
diferencia de temperatura ya confirmada, es decir, no efectuó mediciones al
aire libre y en el suelo, donde no existe posibilidad alguna de "convección
desde el techo hasta la cara superior de la mesa".
Creo que los hechos hablan un lenguaje muy claro:
a) La Tierra y la atmósfera contienen una energía mensurable en nuestro
aparato como calor.
b) Esta fuente constante de energía-calor sólo alcanza valores altos con
una determinada disposición de los materiales. Para lograr un aumento de la
diferencia de temperatura debe colocarse material orgánico en el exterior y
material metálico en el interior.
Este ensayo muestra también la importancia de la disposición de los
126
127
Figura 13. Mediciones de la diferencia de temperatura practicadas en una
habitación con la ventana abierta.
128
129
materiales en relación con la radiación solar y del suelo. A la sombra, en
donde la influencia de la radiación solar desaparece, la diferencia T0 - T se
reduce, respecto a las mediciones de control, de + 5o C a + 2o C término
medio. El termómetro de control encerrado en un frasco de vidrio y, por
consiguiente, apenas expuesto a la radiación de la energía orgónica del suelo,
registra una diferencia de sólo 1o C aproximadamente. El acumulador, en
cambio, que es el dispositivo más completo construido hasta ahora para
absorber y acumular la energía orgónica, registra valores mucho más altos,
superiores a los + 2o C.
El descenso de temperatura al aire libre a causa de las condiciones
meteorológicas alcanza al termómetro de la caja, a pesar del aislamiento. La
diferencia T0 — T permanece constante, dentro de determinados límites
superiores e inferiores, debido al descenso paralelo de T0 y T en el curso de
unas 3 horas:
T0
=
T-(Aire) =
11,4°
T0 — T = 6,8°
4,6°
T0
=
T-(Aire) =
9,5°
T0 — T = 6°
3,5°
T0
=
T-(Aire) =
6,5°
T0 — T = 5,9°
0,6°
Resultados experimentales
1.
El dispositivo descrito demuestra, en todas las condiciones, una
diferencia de temperatura entre el termómetro del aparato y el termómetro de
control, sin que intervenga una fuente de calor constante, de naturaleza
conocida.
2. Las mediciones al aire libre demuestran una radiación de suelo que se
manifiesta en diferencias de temperatura cuyo grado varía de acuerdo con la
disposición de los materiales intervinientes.
La diferencia de temperatura al aire Libre varía con el aumento y la
disminución de la radiación solar, por lo tanto, también con la hora del día.
No son raras las diferencias de hasta 20° C en los días estivales muy
soleados. Por supuesto, el org-termómetro nunca se expone directamente a
los rayos solares.
La medición térmica de la radiación orgónica del suelo también puede
realizarse con ayuda de otros dispositivos. El ingrediente esencial en estos
128
129
130
131
control en la tierra
experimentos es la estricta y clara definición de la base comparativa para las
mediciones. T0 puede medirse respecto a T aire o a T suelo. Es preciso
establecer la diferencia entre la T0 del aire y la T0 del suelo. Asimismo es
preciso distinguir si se la mide dentro de un cilindro metálico vertical o por
encima de una plancha metálica de ese cilindro. El esquema de pp. 129-130
ilustra algunos de los principales métodos de medición de las temperaturas de
la energía orgónica. Los resultados podrían resumirse así:
El aumento de temperatura en un tubo metálico es mayor encima de una
placa metálica trasversal, que si se prescinde de esa placa.
Con tiempo lluvioso, las diferencias de temperatura son mínimas o
desaparecen por completo.
Con intensa radiación solar, las diferencias de temperatura reaparecen y
alcanzan altos valores.
Para lograr los efectos de la radiación orgónica, dejamos los tubos
abiertos. Para lograr la diferencia de temperatura, cerramos los tubos con
placas metálicas y efectuamos las mediciones por encima de las placas.
El físico teórico con experiencia no tardará en reconocer la diferencia
constante de temperatura orgonótica como un descubrimiento que podría
invalidar la segunda ley de la termodinámica. Es verdad que en la Naturaleza
se cumple un proceso que conduce hacia la entropía, lo cual significa que el
universo está amenazado de muerte. Pero existe otro proceso, un proceso
orgonótico, que se desarrolla en dirección opuesta, hacia una restitución de la
energía que se va perdiendo en el proceso de creciente entropía. Este
problema tendrá que ser analizado en otro contexto.
Demostración de la atracción orgonótica en el campo de energía del
acumulador de orgón.
Organización de la experiencia: acercamos una buena aguja magnética a un
acumulador de energía orgónica de 1 metro cuadrado de luz interior, de la
siguiente manera:
a) hacia los centros de los cuatro bordes superiores;
b) hacia los centros de los cuatro bordes inferiores.
Resultado: El polo magnético Norte se fija siempre hacia el centro de los
cuatro bordes superiores; el polo magnético Sur se fija hacia el centro de los
cuatro bordes inferiores.
132
133
Conclusión: La reacción del campo de energía del acumulador de
orgón es de naturaleza orgonótica y no magnética.
Prueba: 1) La atracción magnética emana sólo de determinadas partes del
hierro: de los extremos más que del centro; el centro no es magnético.
2) Los polos de atracción magnética (Sur o Norte) no son intercambiables,
salvo que se magnetice un imán más o menos débil con ayuda de uno más
fuerte. Si el efecto de atracción del acumulador de orgón fuera
ferromagnético, la aguja magnética siempre se movería hacia el centro de los
bordes cualquiera que fuera la dirección en que moviéramos o hiciéramos
girar el acumulador de orgón. Pero esto no ocurre. Cualesquiera que sean los
bordes que convirtamos en bordes inferiores, laterales o superiores, la aguja
magnética siempre reacciona de la manera descrita, es decir, se coloca
sistemáticamente con el polo Norte hacia el centro de los cuatro bordes
superiores y con el polo Sur hacia los cuatro inferiores. La atracción que
emana del acumulador de orgón no está, pues, ligada a partes específicas del
material y, por consiguiente, no puede ser de naturaleza magnética. Es
evidente que la reacción depende de la colocación del acumulador de orgón
en el campo de la atmósfera orgonótica de la Tierra. Si se tienen en cuenta
todos los elementos teóricos y experimentales, se llega a la conclusión de que
el campo energético de la Tierra no es de naturaleza magnética, sino
orgonótica y se mantiene en una relación bien definida con los polos
magnéticos Norte y Sur del planeta.
Es probable que el magnetismo resulte ser una función particular de la
energía cósmica orgónica. Muchos científicos dudan también de la naturaleza
magnética del llamado "magnetismo terrestre".
Demostración y medición de la energía orgónica con ayuda del
electroscopio estático.
Las mediciones de la diferencia de temperatura T0 - T demuestran que en el
interior del acumulador actúa una energía radiante; pero nada dicen acerca de
su naturaleza. Los fenómenos luminosos subjetivos tampoco permiten sacar
conclusiones acerca de la calidad de la radiación. Sin embargo, estos
fenómenos luminosos son de gran importancia, aparte de ser muy llamativos
y convincentes.
Durante varios meses medimos en forma sistemática -varias veces por día,
bajo techo y al aire libre- la descarga del electroscopio dentro del
acumulador. Encaramos el experimento con mediciones electroscópicas
basándonos en la siguiente premisa:
132
133
Los electroscopios de hoja, cargados, se descargan con mayor rapidez en
el aire intensamente ionizado que en el aire débilmente ionizado o no
ionizado. Por "aire ionizado" entendemos el aire que contiene unidades
eléctricas negativas o sea "electrones". Se puede "ionizar" el aire de un
ambiente cerrado por medio de rayos X o ultravioletas de una lámpara de sol.
El aire de las alturas está mucho más ionizado que el de las llanuras bajas. El
aire muy ionizado provoca la rápida descarga porque actúa como conductor
entre todas las partes del electroscopio, de modo que la carga de las paredes
metálicas y la de la hoja se igualan con mayor facilidad que en el aire noionizado, que es un mal conductor. Las mediciones electroscópicas en el
estudio de los rayos cósmicos se basa en este principio.
Ahora bien, si medimos las descargas electroscópicas fuera y dentro del
acumulador de orgón existen las siguientes posibilidades:
1.
El electroscopio descarga con igual rapidez dentro y fuera del acumulador de orgón. Esto significaría que no hay diferencia entre la carga del
aire contenido por el aparato y la del aire libre, y que por lo tanto no hay una
gran concentración de energía orgónica dentro del aparato. En este caso el
fenómeno de la diferencia de temperatura resultaría incomprensible.
2. El electroscopio se descarga con más rapidez dentro del acumulador de
orgón que fuera de él. Eso significaría que el aire contenido por el aparato
está más ionizado que el aire libre, es decir que contendría más partículas
eléctricas con carga negativa (electrones). Nuestra energía orgónica no sería,
pues, otra cosa que electricidad negativa. También eso haría incomprensible
el fenómeno de la absorción de energía orgónica por parte de los materiales
orgánicos.
3. orgón que fuera de él. Eso El electroscopio descarga con más lentitud
dentro del acumulador de significaría que la energía orgónica es "algo"
diferente de la electricidad negativa. Sería necesario explicar la descarga más
lenta, para llegar a la conclusión de que el electroscopio está registrando una
concentración de energía orgónica. Sólo en este caso tendrían coherencia y
resultarían comprensibles los fenómenos subjetivos, la diferencia de
temperatura y la velocidad de descarga del electroscopio. Nuestra teoría del
orgón habría avanzado un buen trecho, puesto que diversas manifestaciones
de la energía se harían derivar ahora de un solo principio.
La medición sistemática dentro y fuera del acumulador demuestra, en
efecto, que el electroscopio se descarga con mayor lentitud adentro que
afuera. Por el momento postergaremos el análisis de los porqué y los cómo
134
135
de nuestra observación y sólo registraremos este hecho. La conclusión a
extraer es la siguiente:
1. La tensión de energía dentro del acumulador es diferente de la que reina
afuera. Esto implica una diferencia de potencial entre el interior y el exterior.
Aún no conocemos el signo del gradiente de potencial; no sabemos si va de
adentro hacia afuera o de afuera hacia adentro.
2. La energía dentro del aparato no puede deberse a la mayor ionización
del aire interior, de lo contrario el electroscopio debería descargarse con más
rapidez adentro y no con mayor lentitud. Si la indudable presencia de la
energía dentro del acumulador no se debe a los electrones, ¿a qué se debe?
Podría tratarse de otra forma de energía. En todo caso, no se trata de
electricidad negativa.
No es fácil explicar la lenta descarga dentro del acumulador. La descarga
más rápida o igual sería perfectamente explicable sobre la base de las teorías
conocidas, pero para la descarga más lenta no estábamos preparados.
Sin embargo, un hecho acude en nuestra ayuda: cargamos el electroscopio
extrayendo la energía de algodón o celulosa. También podemos cargarlo con
toda facilidad recogiendo energía de nuestro cabello (seco), con la ayuda de
un bastoncillo de poliestireno o una plancha de celulosa. Ambos absorben la
energía de nuestro cabello. La energía está en el aire, tanto dentro como fuera
del aparato, sólo que en diferentes concentraciones, como lo demuestra la
diferencia de la velocidad de descarga. El electroscopio se comunica a través
de la placa y de los orificios, y su cubierta exterior está conectada a tierra. La
energía que le trasmiten la radiación o nuestro cuerpo vuelve a pasar al aire
circundante en el proceso de la descarga. Tenemos razones para suponer lo
siguiente:
Cuanto más baja es la tensión de energía del aire, en relación con la carga
del electroscopio, tanto más rápidamente trasmitirá éste al aire la energía con
la cual está cargado. Cuanto más alta es la tensión de energía del aire
circundante -o sea, cuanto menor es la diferencia entre la tensión de energía
del electroscopio y la del aire circundante- tanto más lenta será la descarga
del electroscopio.
Esta suposición está de acuerdo con las leyes de la energía en general. El
agua pasa de un recipiente a otro situado más abajo tanto más rápidamente
cuanto más abajo se encuentra el segundo recipiente y tanto más lentamente
cuanto más arriba está ubicado éste. La velocidad de la corriente depende del
ángulo de la pendiente o, para decirlo con otras palabras, de la magnitud de la
diferencia de energía entre cada posición.
134
135
La placa metálica de nuestro electroscopio descarga con más rapidez en un
aire con baja tensión de energía que en un aire con alta tensión de energía.
Con toda intención trato de explicar la diferencia de la velocidad de
descarga apelando a la tradicional teoría del gradiente de energía. Dentro de
otro contexto se verá que la interpretación puramente biológica se ajusta más
a los hechos. Esta característica de nuestra energía es nueva. La teoría de la
ionización no la explica. El electroscopio se descargaría con mayor rapidez
en un aire con alta carga eléctrica. La energía en cuestión no puede ser
electricidad. Esta conclusión se impone, pero es inquietante, pues una energía
que influya sobre un electroscopio y no sea electromagnética parecería ser
algo muy improbable.
Debemos considerar otra posible objeción:
La descarga espontánea del electroscopio es más lenta en el interior del
aparato que fuera de él, porque el aire de adentro no circula con la misma
velocidad que el de afuera. En consecuencia, el intercambio de iones de aire
es más lento adentro que afuera, lo cual retarda la descarga. De acuerdo con
este enfoque, el fenómeno podría explicarse entonces en función de la teoría
de los iones, es decir, de la electricidad.
Es fácil someter a prueba esta objeción. Medimos con toda exactitud la
velocidad de descarga de nuestro electroscopio fuera del acumulador. Luego
cargamos el electroscopio hasta el mismo nivel y aceleramos la circulación
del aire en torno a él con ayuda de un ventilador. Resultado: el ventilador no
ejerce acción alguna sobre la velocidad de descarga. La diferencia de la
misma no puede atribuirse al aire circulante. Nuestra energía se comporta de
manera diferente que la electricidad. La velocidad de la descarga
electroscópica depende sólo de la tensión de energía de la atmósfera. Esta, a
su vez, está condicionada por la densidad o concentración de las partículas de
orgón por unidad cúbica de aire.
Según lo han demostrado nuestras observaciones, la energía aparece más
concentrada en el aparato que al aire libre. La designación "acumulador de
energía atmosférica" es, pues, exacta.
En teoría, los electroscopios cerrados no deberían perder su carga; pero lo
cierto es que también los electroscopios herméticos se descargan en forma
espontánea. Esto es lo que la física tradicional denomina natural leak. Se
atribuye este fenómeno a la humedad del aire. De modo que, en realidad,
medimos el fenómeno designado como natural leak del electroscopio. No
sellamos herméticamente el electroscopio para mantener absolutamente
separado el aire contenido en el mismo. A propósito le permitimos que se
comunique con el aire exterior. De esa manera provocamos precisamente el
136
137
fenómeno que los físicos tratan de evitar al medir el efecto de una fuente de
radiación eléctrica, y que, en la medida en que no logran hacerlo, sustraen del
resultado el efecto de los iones porque hasta el momento no se había
entendido el natural leak. La descarga espontánea del electroscopio "sin
razón aparente" no es otra cosa que el efecto normal de la energía
atmosférica orgánica.
Hay otra objeción posible:
El electroscopio se descarga con más lentitud dentro del acumulador que
fuera del mismo, porque las paredes metálicas internas aíslan el ambiente
interior del acumulador de los efectos de sustancias radiactivas.
Esta objeción puede refutarse así:
1. El fenómeno de la descarga más lenta en el interior del acumulador -al
igual que la diferencia de temperatura- se da siempre, se ubique donde se
ubique el aparato. Es muy improbable que tengamos "sustancias radiactivas"
por doquier.
2. Si el efecto debiera atribuirse a sustancias radiactivas que se encuentran
fuera del acumulador, la descarga tendría que ser más rápida en una simple
caja de madera que en una caja de madera protegida contra la radiactividad
por placas metálicas exteriores. En realidad, la descarga del electroscopio es
más rápida cuando la caja de madera está forrada exteriormente por planchas
metálicas. Este hecho invalida la objeción y es una confirmación más de la
exactitud de nuestro descubrimiento.
Determinación cuantitativa del orgón
La energía orgónica se manifiesta en las diferencias de temperatura y en las
variaciones de velocidad de la descarga electroscópica dentro del acumulador
de orgón. Estos hechos pueden utilizarse como base para mediciones
cuantitativas del orgón. En primer lugar determinamos en forma arbitraria la
unidad de energía orgónica, que será 1 org El org. puede definirse como la
cantidad de energía orgónica contenida en un espacio de un pie cúbico y que
corresponde al mantenimiento de una diferencia de temperatura T0 - T de 1°
C, durante una hora, según la fórmula:
1 org = (T0 -T).t.f 3
en la cual T0 - T es la diferencia de temperatura en grados Celsius, t el tiempo
en horas y f 3 el volumen en pies cuadrados.
Distinguiremos la cantidad de energía orgónica -es decir, el número de
136
137
partículas de energía orgónica por unidad de espacio (org)- de la tensión de
orgón (op). Definiremos 1 op como la carga de orgón atmosférico que reduce
la carga de un electroscopio estático en una unidad (E0 -Er-1), en el término
de 1 hora (T, 60 t' y 3600 t").
Si 1 op (atm) designa la unidad de tensión de orgón atmosférico, E 0 la
carga del electroscopio, Er lo que resta de carga electroscópica después de la
lectura, (E0 - Er) la cantidad de descarga y t el tiempo en horas, la siguiente
fórmula representa la tensión de orgón atmosférico en el aire libre
t
op = ---------E0 – Er
La op dentro del acumulador se distinguirá de la op atmosférica por el
añadido de la designación "acu". Op puede expresarse también directamente
en horas-org, minutos-org o segundos-org, según que una unidad de carga del
electroscopio se descargue en una hora, un minuto, un segundo o en
fracciones o múltiplos de estas unidades de tiempo conforme a la siguiente
tabla:
1 hora op
=
60 minutos org (60'0)
0,75 op
=
45 minutos org (45'0)
0,5 op
=
30 minutos org (30'0)
0,25 op
=
15 minutos org (15'0)
0,16 op
=
10 minutos org (10'0)
0,1 op
=
6 minutos org (6'0)
0,05 op
=
3 minutos org (3'0)
0,015 op
=
1 minuto org (1'0)
0,00025 op =
1 segundo org (1"0)
Supongamos que una unidad de la carga electroscópica se descarga en
treinta minutos. La op es entonces
0,5 (t)
op = ------------------ = 0,5
1 (Eo-Er)
op = 30' org
Si, por ejemplo, la carga total del electroscopio Eo = 5 org (equivalente a 630
voltios) se descarga en veinte minutos,
138
139
0,33 (t)
op = --------------------- = 0.066
5 - 0 (E0 - Er)
11 1/2
780
división
o
op = 4' org (4 minutos org)
La elección de uno u otro método de cálculo es cuestión de conveniencia.
La carga de orgón del electroscopio estático de hoja también puede ser
expresada en unidades electrostáticas. Universalmente se otorga a una
"unidad electrostática" un valor de aproximadamente 300 voltios. Cargamos
un electroscopio con energía del cabello hasta que la hoja se aparta entre 45 y
90 grados de la vertical. Podemos lograr el mismo efecto si aplicamos un alto
voltaje al electroscopio. Una unidad de carga op corresponde entonces al
voltaje necesario para producir la misma deflección en la hoja del
electroscopio. Por este método descubrimos que una suave pasada por el
cabello puede extraer cantidades de energía equivalentes a cientos de voltios.
El instrumento utilizado para estas mediciones es un electroscopio estático
con hoja de aluminio. La calibración de voltaje de este electroscopio en el
laboratorio de la Radio Corporation of America reveló los siguientes valores:
Divisiones de la escala
1
135
2
180
3
225
4
270
5
330
6
390
7
450
8
Estándar: 1 org. 9
138
Voltios
510
120 voltios
Aprox. 45
voltios por
división.
Aprox. 60
voltios por
división.
570
10
630
11
730
Aprox. 100
voltios por
139
Cargamos este electroscopio recurriendo al método de pasar un disco de
celulosa sobre el cabello en forma continua hasta la décima división de la
escala, es decir, hasta una carga de energía equivalente a aproximadamente
630 voltios y luego lo dejamos descargar dos divisiones de la escala -es decir,
un equivalente en orgón de 120 voltios- en el aire circundante. De modo que
dos divisiones de la escala (8-10) corresponden a una unidad de carga de 1
org, es decir, 120 voltios. Si un electroscopio que ha sido cargado hasta la
décima división de la escala con una energía orgónica equivalente a 630
voltios se descarga en una hora (sesenta minutos) 1 org (= 120 voltios), la
tensión de orgón (op) del aire circundante es de 1 hora-op o 60 minutos-op.
En otras palabras, el electroscopio descargó en el aire a razón de 2 voltios por
minuto.
La unidad de 1 org se determinó por la diferencia constante de
temperatura T0 - T en una hora, en un acumulador de 1 pie cuadrado. Desde
el punto de vista electroscópico, 1 org se define como el equivalente de 120
voltios. Aun no se sabe si estas dos determinaciones de la unidad 1 org son
equivalentes.
El hecho de que las curvas que representan T 0 - T y la tensión de orgón de
la atmósfera (op atm) sean paralelas parece indicarlo. Con todo, deberán
practicarse otras investigaciones antes de llegar a una respuesta definitiva.
4 dic. 5 dic. 6 dic. 7 dic.
1940 Nieve
8 dic. 9 dic. 10 dic. 11dic.
12 dic.
Figura 15. Mediciones del orgón atmosférico al aire libre, en el acumulador
de orgón y en la habitación en que se encuentra el acumulador. La línea
punteada representa T(o) - T. Op 1 corresponde a T(o) - 1° C.
140
141
Quisiera ahora mencionar los resultados de ciertas mediciones que nos
revelan algunos datos interesantísimos sobre la tensión orgónica en la
atmósfera y la relación entre esta tensión y la tensión dentro del acumulador.
Por cierto, no se trata más que de torpes esbozos que requieren un largo
período de elaboración antes de abarcar todos los detalles. Pero los puntos
esenciales saltan a la vista.
La figura 15 muestra tres curvas superpuestas de tensión orgónica: "op
(atm)" representa la curva de las variaciones diarias en la tensión orgónica
atmosférica, medida regularmente a las 12 horas. "op (h)" describe las
variaciones de la tensión orgónica en la sala en la cual se encontraba el
acumulador de orgón en el lapso durante el cual se efectuaron las mediciones,
"op (acu)", la tercera curva y la que está por encima de todas, muestra las
variaciones de la tensión orgónica dentro del acumulador, medidas entre las
12 y las 13. La curva punteada T0 — T representa la curva de la diferencia de
temperatura en el acumulador de orgón, medida diariamente a las 12 y 13
horas, desde el 29-11-1940 hasta el 22-12-1940, en un acumulador de orgón
de un pie cúbico, y a partir del 24-12-1940, en un acumulador de orgón de 25
pies cúbicos (2' x 2,5' x 5'), destinado a seres humanos (véase fig. 16).
Al observar las curvas en general nos llaman la atención los siguientes
detalles:
1. La curva de tensión de la sala (op h) es más alta que la de la atmósfera
(en minutos org); la del acumulador (op acu) es más alta que la de la sala y
que la de la atmósfera (op atm); es decir que la concentración de la energía
alcanza el máximo en el acumulador.
2. La curva de diferencia de temperatura T0 - T con sus altibajos es más o
menos paralela a la de la tensión orgónica en la atmósfera.
3. El ascenso de la tensión en la sala y en el acumulador se ajusta
predominantemente al ascenso de la tensión atmosférica en un día, más o
menos.
4. La curva de tensión atmosférica es baja en los días de lluvia y de
nevada, y alta en los días de sol. La tensión atmosférica oscila entre 0 y 1
aproximadamente. Uno o dos días antes de una nevada o de una lluvia, la
curva de la tensión atmosférica desciende en forma más o menos brusca;
también desciende la curva de diferencia de temperatura antes de los días de
lluvia o mientras dura la precipitación.
De modo que existe una relación entre el estado de concentración del
orgón atmosférico y la evolución de la situación meteorológica. Para nosotros
es muy importante el conocimiento de la relación entre nuestro
140
141
Minutos org
15 jul 1941
Despejado 16 jul 1941
8 9 10 11 12 1 2 3 4 5 6 7 8 9 10 11 12
AM
PM
18 jul 1941 Despejado
Minutos org
Despejado 17 jul 1941
Nuboso
20
19
18
17
16
15
14
13
12
11
10
9
8
7
6
5
4
3
2
1
0
8 9 10 11 12 1 2 3 4 5 6 7 8 9 10 11 12
AM
PM
19 jul 1941
Viento, niebla, nubes,
el electroscopio no
registró después
de las 9 hs.
Chaparrón con
tormenta 13 hs.
Chaparrón con
tormenta
20
19
18
17
16
15
14
13
12
11
10
9
8
7
6
5
4
3
2
1
0
8 9 10 11 12 1 2 3 4 5 6 7 8 9 10 11 12
AM
PM
8 9 10 11 12 1 2 3 4 5 6 7 8 9 10 11 12
AM
PM
8 9 10 11 12 1 2 3 4 5 6 7 8 9 10 11 12
AM
PM
20 jul 1941
Nubosidad variable,
viento fuerte
8 910 11 12 1 2 3 4 5 6 7 8 9 10 11 12
AM
PM
Figura 16.
142
143
22 jul 1941
23 jul 1941 Despejado
desde las 14 hs.
8 9 10 11 12 1 2 3 4 5 6 7 8 9 10 11 12
AM
PM
8 9 10 11 12 1 2 3 4 5 6 7 8 9 10 11 12
AM
PM
24 jul 194 Sol, Bruma
Minutos org
Minutos org
21 jul 1941 Despejado
20
19
18
17
16
15
14
13
12
11
10
9
8
7
6
5
4
3
2
1
0
8 9 10 11 12 1 2 3 4 5 6 7 8 9 10 11
AM
PM
25 jul 1941
20
19
18
17
16
15
14
13
12
11
10
9
8
7
6
5
4
3
2
1
0
8 9 10 11 12 1 2 3 4 5 6 7 8 9 10
AM
PM
8 9 10 11 12 1 2 3 4 5
AM
PM
Figura 16. Variaciones diarias de la tensión de orgón en la
atmósfera entre el 15 y el 25 de julio de 1941.
acumulador de orgón y la evolución de la situación meteorológica, pues si
pensamos aplicarlo con fines terapéuticos debemos conocer las oscilaciones
de su intensidad.
Pero pasemos ahora a encarar otra posible objeción de importancia, que
podría formularse al estudiar las curvas de la figura 15. Dicha objeción sería
la siguiente: para explicar el descenso de la curva, es decir, la descarga más
rápida del electroscopio antes de producirse una precipitación no hay por qué
suponer la existencia de una energía orgónica especial.
Este fenómeno puede explicarse con toda facilidad en función de la
"electricidad atmosférica". El aire se encuentra más ionizado antes de una
lluvia o tormenta y eso provocaría la descarga más rápida del electroscopio.
Yo mismo me había planteado esa posibilidad, pero no pude pasar por alto el
hecho de que la descarga del electroscopio es más lenta en el interior del
acumulador.
Esta objeción quedó por completo refutada durante una serie de
mediciones experimentales practicadas durante los meses de julio y agosto de
1941 en mi laboratorio de Oquossoc, Maine, EE.UU. Durante ese período no
sólo seguí, por espacio de semanas, las oscilaciones diarias alrededor de las
12 del mediodía, sino que también registré las variaciones en la tensión de
energía atmosférica durante el día, de 8 a 24, hora a hora, con todo tipo de
situación meteorológica. Estas mediciones demostraron, sin lugar a dudas,
que la descarga del electroscopio no depende de las variaciones de la
"electricidad atmosférica", sino de las variaciones de la tensión de orgón de la
atmósfera.
La figura 16 muestra las variaciones diarias de la tensión atmosférica
medidas entre el 15 y el 25 de julio de 1941. Por la mañana temprano, la
descarga del electroscopio es mucho más rápida que en el lapso comprendido
entre las 12 y las 16 horas; durante las horas del mediodía alcanza su máximo
grado de lentitud. Por supuesto, eso está relacionado con la intensa radiación
solar de mediodía, es decir, con el aumento de concentración de orgón
durante estas horas del día, totalmente en conformidad con nuestras
observaciones anteriores. No tiene sentido suponer que el aire atmosférico
está más "ionizado" por la mañana y al atardecer que bajo el sol de mediodía.
El electroscopio se descarga con mayor rapidez por la mañana temprano y a
última hora de la tarde, y no con mayor lentitud, como podría esperarse si se
cumplieran las leyes de la "electricidad atmosférica". La máxima
concentración se produce alrededor de las 16 horas. En los días en que no hay
nubosidad desde el amanecer hasta la puesta del sol, la curva es más o menos
regular en sus ascensos y descensos. En cambio el tiempo cambiante provoca
considerables fluctuaciones en las curvas, como ocurrió,
144
145
por ejemplo, el 20 de julio, cuando entre las 9 y las 20 se registraron
repetidos ascensos y descensos en la intensidad de la concentración, que no
se produjeron en los días parejamente soleados. También advertimos que
entre tres y dos horas antes de una lluvia o de una tormenta eléctrica se
produce un brusco descenso en la concentración de la energía atmosférica. El
electroscopio se descarga con suma rapidez al aire Libre y en el acumulador
de orgón (algo más rápido en el acumulador que en el exterior), y la
diferencia de temperatura T0 - T se reduce mucho o desaparece por completo.
Las mediciones practicadas a intervalos regulares, durante lapsos
prolongados, indican que la curva de descarga electroscópica describe
ondulaciones aproximadamente paralelas a las de la curva de diferencia de
temperatura.
El 25 de junio a las catorce se produjo una tormenta eléctrica acompañada
de lluvias. Durante la mañana, la tensión había descendido —entre las 10 y
las 11— de 12' org a 5' org. El 16 de junio se registró un descenso similar. En
ese día, la tensión bajó de 14 minutos org a 10" org entre las 16 y las 16,30
horas, es decir en el término de 30 minutos. A medianoche se produjo un
violento chaparrón.
Otro tanto ocurrió el 22 de julio, día en que la tensión descendió de 12' org
a 2' org entre las 16 y las 19 horas, y sólo llegaba a 30" a las 10 de la noche.
A las 3 de la mañana del 23 de junio se inició una fuerte y persistente
precipitación pluvial.
El día 19 de junio fue ventoso, nublado y la tensión no superó 1 minuto
org. A las 10 de la mañana, no se pudo cargar el electroscopio, y a las 13 se
desencadenó una fuerte tormenta que se prolongó hasta las 15. Por contraste,
los días con una curva de tensión regular y con alta concentración de orgón
durante las últimas horas de la tarde (1-3 minutos org) son seguidos siempre
por días soleados. Las variaciones diurnas revisten gran importancia para la
aplicación terapéutica del orgón. Si exponemos a un paciente a la energía
orgónica en dosis calculadas en horas-op o minutos-org, la duración de la
aplicación no puede ser la misma por la mañana que a mediodía o a última
hora de la tarde. Esto seguirá siendo necesario mientras no podamos regular
la tensión del orgón con prescindencia de la situación meteorológica.
Las mediciones de control efectuadas a intervalos regulares desde el
verano de 1941 confirmaron los descubrimientos más importantes: la tensión
de energía orgónica varía con la hora del día; desciende o desaparece por
completo antes de una lluvia o nevada, o en el transcurso de las mismas; las
reacciones del electroscopio se oponen por completo a la teoría de la
ionización del aire.
El lector con conocimientos de física se habrá formulado la siguiente
144
145
pregunta: "¿Qué relación guarda el orgón con la llamada 'electricidad
estática' "? Esta pregunta recibirá respuesta dentro de otro contexto. 2
5. Demostración de la pulsación orgonótica en el ámbito de la materia
no viviente
Las observaciones y experimentos que siguen se practicaron con el fin
de demostrar la presencia de la energía específicamente biológica llamada
orgón, en el ámbito físico puro. El éxito de esta empresa evita toda
posibilidad de un enfoque místico y trascendente de la energía
específicamente biológica. Las observaciones y experimentos en cuestión
son muy simples y fáciles de realizar.
A.Oscilaciones de un péndulo en el campo pulsante de energía
orgónica, de una esfera metálica
Experimento: Se coloca una esfera metálica, de hierro o acero, de un
diámetro de 4 a 6 cm, sobre una superficie estable, 3 por ejemplo una mesa
sólida o un piso de cemento. A 0,5 cm. de distancia del ecuador de esta
esfera se ubica otra mucho más pequeña -de sólo 1 cm. de diámetro, por
ejemplo-, suspendida libremente como péndulo. Por razones muy
especiales, la longitud del hilo del péndulo debe ser de 16 cm. de largo.
Según mi experiencia, los mejores resultados se obtienen confeccionando
esta última esfera con una mezcla de tierra y limaduras de hierro (es decir
material orgánico, más material inorgánico) amasadas en agua y
encerradas luego en un recipiente esférico de vidrio, sumamente delgado.
Tanto la esfera grande como la del péndulo -incluyendo el hilo- se cubren
con una cubierta de celulosa para protegerlas de las corrientes de aire.
Observación: con tiempo seco y soleado, la esfera del péndulo oscila en
dirección al centro de la esfera metálica, sin que se le imprima impulso.
Cuando la humedad relativa es superior al 70 por ciento o cuando llueve,
2
Cf. "Orgonotic Pulsation", International Journal of Sex-economy and Orgone
Research, 3, 1944, 97-150.
3
Este dispositivo es útil, pero no indispensable. Los movimientos de un péndulo
provocados por la inestabilidad de la base sobre la cual han sido instalados se
distinguen con toda claridad de las pendulaciones orgonóticas.
146
147
las oscilaciones del péndulo van disminuyendo, hasta desaparecer por
completo. Su movimiento espontáneo se reanuda al restablecerse el buen
tiempo. Las oscilaciones del péndulo se harán más marcadas si el organismo
del observador tiene un campo de energía orgónica intenso y de gran alcance.
Las oscilaciones se mantienen sin detenerse, cualquiera que sea la ubicación
del aparato. Sólo obedecen a las leyes que gobiernan a cualquier péndulo, el
número de oscilaciones varía por unidad de tiempo, según la longitud del
péndulo y la altura sobre el nivel del mar.
M:
P:
(PK):
← →
Esfera metálica
Péndulo
Cuerpo del péndulo (sustancia orgánica y metálica)
Dirección de oscilación
Figura 17. Demostración de la existencia de pulsación orgonótica
en la atmósfera.
146
147
Conclusión: este experimento demuestra la existencia de un campo
pulsante de energía orgónica en torno a una esfera de hierro común, que
imprime movimiento a un cuerpo pendular. El campo natural de energía
orgónica, en el ámbito de la materia no viviente, es pulsante.
B. La pulsación del orgón atmosférico
Observación y experimento: Preparé mi experimento de la siguiente manera:
ubiqué un telescopio con una apertura de 3 1/2 pulgadas y una longitud de 4
pies (de la empresa E. Vion, de París, Francia), con un aumento de 185x, a
orillas de un lago, de manera tal que pudiera observarse con toda claridad la
orilla opuesta, situada a una distancia de entre cuatro y ocho millas. Se
practicaron observaciones hacia los cuatro puntos cardinales, en el transcurso
de dos meses del verano de 1944, y durante cuatro semanas del verano de
1945, en mi cabaña, junto al lago Mooselookmeguntic, cerca de Oquossoc,
Maine. En esos dos períodos se efectuaron las observaciones a diario, desde
la mañana temprano hasta el anochecer, con intervalos de una media hora.
Por razones obvias, sólo se anotaron las medias diarias y los cambios. La
observación fue la siguiente: cuando se dirigía el telescopio hacia el Sur se
podía observar, sobre el fondo de la orilla opuesta del lago, con un aumento
de sólo 60x, un movimiento ondulatorio y pulsa torio que, con pocas
excepciones, avanzaba siempre de Oeste a Este. El movimiento Oeste-Este es
constante, cualquiera que sea el grado de quietud o agitación de las aguas, la
dirección y la intensidad del viento. Cuanto más se hace girar el telescopio
hacia el Oeste o hacia el Este, tanto más difícil resulta distinguir el
movimiento. Cuando se enfoca directamente uno de esos dos puntos
cardinales, deja de verse. La velocidad del movimiento ondulatorio varía
según la hora. Es independiente de la temperatura del aire. Como es lógico,
ese "algo" en la atmósfera gira con más rapidez que la Tierra, de lo contrario
no podría observarse su movimiento. Cada vez que se formaba una tormenta
más o menos importante en el Oeste, la dirección del movimiento ondulatorio
se invertía o se detenía del todo. Nunca la pude ver avanzar de Sur a Norte o
de Norte a Sur.
Esta observación con telescopio se ve apoyada por una observación
practicada a simple vista, cuando no sopla ni la más leve brisa y el lago se
mantiene inmóvil: sobre la superficie se distingue la pulsación de un número
infinito de sectores, al mismo tiempo que "el todo" sobre el nivel del agua se
mueve claramente, con pulsaciones lentas o rápidas, de Oeste a Este.
148
149
Estas observaciones, que con un poco de práctica y de paciencia se llevan
fácilmente a cabo, están de acuerdo con la comprobación de la existencia de
un campo de energía orgónica pulsante en torno a una esfera metálica, y con
el concepto orgonótico y biofísico de la función pulsatoria básica de la
energía orgónica. Más aún, la rotación y pulsación del orgón atmosférico de
Oeste a Este coincide a todas luces con determinadas observaciones
astronómicas practicadas hace mucho tiempo. En otro escrito me explayaré
sobre la importancia astronómica de la observación descrita. Pero la
conclusión provisional es que la Tierra no sólo está rodeada por una
atmósfera de determinada composición química, sino también por una
cubierta de energía orgónica. Esta cubierta de orgón gira de Oeste a Este, con
mayor velocidad que el planeta. Aún queda por estudiar con detenimiento la
relación entre la inversión de esta dirección de movimiento y los procesos
meteorológicos locales. La cubierta rotatoria de orgón nada tiene que ver con
ondas de bruma o con el movimiento del aire, pues es independiente de estos
procesos.
Lo expuesto reviste el carácter de descubrimiento provisional y requiere
otras investigaciones que lo confirmen, lo amplíen o lo limiten, a medida que
las condiciones sociales y financieras lo permitan. Por el momento nos
limitamos a comunicar —con la ayuda de un oscilógrafo— que se ha logrado
registrar una pulsación en la atmósfera. Quisiera reservarme el análisis y
exposición detallada de este fenómeno.
6. Demostración de la luminación orgonótica
en el aparato medidor del campo de energía orgónica
Experimento: El polo diferente del bobinado secundario de un aparato de
inducción eléctrica (un viejo aparato de diatermia, por ejemplo) se conecta,
por medio de un cable eléctrico común, a una placa de hierro de dos pies de
largo por uno de ancho. La cara inferior de esta plancha de hierro está
provista de una capa aislante de madera. Por encima de esta plancha se monta
otra, paralela a ella, a una distancia de 6 a 12 pulgadas, de manera tal que se
la pueda deslizar hacia arriba y hacia abajo. Se aísla la cara superior de esta
segunda plancha metálica por medio de una plancha del mismo tamaño, de
plástico u otro material análogo, de un espesor de 1/2 pulgada, más o menos.
Una plancha de celotex también puede servir para estos fines. La primera y la
segunda plancha metálica quedan conectadas por medio de un cable a una
simple lamparita cilíndrica de unos 40 vatios. La corriente primaria del
aparato de inducción se mantiene al nivel mínimo necesario para mantener
148
149
mpo luminiscente de energía orgónica M: Material metálicoO: Material orgánicoS; Bobinamiento; i: polo indiferente; d: polo diferente
150
Figura 18. Diagrama de un dispositivo para medir el campo de energía
orgónica.
151
la incandescencia del filamento. Por supuesto, la manera de obtener este
punto de incandescencia depende de la naturaleza del aparato de inducción
utilizado.
Observación:
A. Si se aproxima un tubo de gas argón (tubo fluorescente) a la plancha de
arriba, éste se encenderá a una distancia que depende de la intensidad de la
corriente primaria. Si apoyamos el tubo de gas sobre la placa superior y
retiramos la mano, la luz se apagará. La luz reaparece no bien acercamos
nuestra mano y se vuelve muy luminosa si rozamos el vidrio. La luminosidad
alcanza su máxima intensidad entre las dos planchas metálicas y se va
debilitando a medida que aumenta la distancia respecto al aparato. La
luminación en sí es intermitente. Con este método podemos determinar con
exactitud el campo de energía del medidor de campo de energía orgónica.
B. Si acercamos poco a poco nuestras manos desde arriba a la plancha
superior, veremos que la luminosidad de la bombita aumenta. La luz se
intensifica cuando apoyamos las manos sobre la plancha superior. (Para
evitar la posibilidad de una descarga eléctrica, la plancha aislante no debe
incluir ningún elemento metálico.) Cuanto más amplia es la superficie
corporal que acercamos a la plancha superior, tanto más intensa se vuelve la
luminosidad. Mediante una exacta dosificación de la corriente primaria, se
pueden percibir incluso los latidos del corazón, en forma de leves
fluctuaciones en la intensidad de la luz.
C. Un electroscopio estático de hoja no evidencia deflección cuando
acercamos la palma de la mano a su placa. Pero si colocamos el electroscopio
en el campo de energía del aparato, sobre la plancha superior, y le acercamos
la palma de la mano (por supuesto, sin rozar la placa), lograremos que la hoja
se mueva.
D. Una rama recién cortada, con muchas hojas, hace que la bombita se
ilumine, si bien esa luminosidad es más débil que la producida por la mano.
Lo mismo ocurre si apoyamos un pescado recién muerto sobre la plancha
superior; pero la luz se va debilitando a medida que pasa el tiempo desde el
instante en que murió el pez. Lo mismo puede decirse de la rama.
E. Si aproximamos a la plancha superior un trozo de madera estacionada,
lo bastante largo como para que nuestro campo de energía orgónica no entre
en contacto con el campo de energía orgónica del aparato, comprobaremos
que no se produce luminación. En cambio una plancha de hierro sostenida
150
151
por encima de la plancha superior hace que el filamento de la bombita se
ponga incandescente.
F. En el campo de un equipo de rayos X de 60-80 kilovoltios no se logra que el gas argón adquiera luminación.
varias semanas, pueden producir de 25 a 100 impulsos por segundo en el
contador de impulsos, a un "umbral de rotación" de 900 a 1000 voltios.
Conclusiones:
A. A diferencia de lo que ocurre con la simple alta tensión eléctrica, el
bobinado secundario de un aparato de inducción desarrolla un campo de
energía orgónica cuya existencia puede ser demostrada por la luminación de
un gas inerte como el helio, el argón o el neón, sin que sea necesario un
contacto directo por medio de cables.
B. La luminación orgonótica es el resultado del contacto de dos campos de
energía orgónica.
C. El efecto de luminación puede lograrse por contacto entre un campo de
energía orgónica y el campo de un organismo viviente, no por contacto con
material orgánico no viviente. Esto significa que el organismo viviente se
distingue del no viviente por tener un campo de energía orgónica.
D. Si se instala un ojo eléctrico de selenio muy sensible, frente a la
lamparita cilíndrica, la energía luminosa puede ser trasformada en energía
eléctrica y medida en unidades eléctricas por medio de un galvanómetro. El
medidor de campo de orgón puede usarse, pues, para determinar la densidad
y alcance del campo de energía orgónica de un organismo viviente.
7. Una fuerza motriz de la energía orgónica
En el verano de 1947 se realizaron ciertas observaciones y de ellas se extrajo
una importante conclusión.
1. Si se utilizan varios acumuladores o una sala de orgón especialmente
construida, se puede obtener una alta concentración de energía atmosférica
orgónica. Esto puede demostrarse con el contador Geiger-Müller, que registra
de 40-80 impulsos por minuto, con una tensión límite de 700-800 voltios.
2. Los tubos de contadores Geiger que han absorbido energía orgónica
por permanencia en una atmósfera orgonótica de alta concentración, durante
152
153
Este índice de impulsos basta para una pareja rotación de la aguja en el
contador de impulsos. En otras palabras:
3. La energía orgónica puede desarrollar una fuerza motriz. No bien se
completen los experimentos de control se publicarán los detalles importantes.
Pero ya en este momento es evidente la existencia de una fuerza motriz en la
energía orgónica, lo cual proporcionaría una explicación de la locomoción de
los organismos vivos.
152
153
V
LA BIOPATÍA CARCINOMATOSA DE ENCOGIMIENTO
1. Definición de las biopatías
El tumor es tan sólo un síntoma visible de la enfermedad que llamamos
cáncer. Por eso, el tratamiento local del tumor maligno, sea por cirugía o por
aplicación de radium o rayos X, no ataca al cáncer como tal sino a uno de sus
síntomas visibles. Tampoco la muerte, por cáncer puede atribuirse a la
presencia de uno o varios tumores; más bien es el resultado final de una
enfermedad biológica sistémica, el "cáncer", cuya causa es un proceso
desintegrativo del organismo en general. La literatura médica no nos brinda
información sobre la naturaleza de esta enfermedad biológica integral. La
llamada "predisposición cancerosa" sólo deja traslucir que detrás del tumor
maligno se encuentran en acción procesos letales hasta ahora no investigados.
La típica caquexia del cáncer sólo puede considerarse como la última fase
visible del desconocido proceso sistémico "cáncer".
El término "predisposición cancerosa" carece de sentido e induce al error.
Por eso lo reemplazaremos por la designación biopatía carcinomatosa. La
finalidad de esta serie de trabajos es poner de manifiesto el proceso que
constituye la base de la biopatía del cáncer.
Dentro del término biopatías resumiremos todos los procesos patológicos
que se cumplen en el aparato autónomo vital. Existe una típica disfunción del
aparato vital autónomo que, una vez en marcha, puede manifestarse en una
diversidad de cuadros sintomáticos. Una biopatía puede desembocar en un
carcinoma ("biopatía carcinomatosa"), pero también en una angina pectoris,
en un asma, en una hipertensión cardiovascular, epilepsia, catatonía,
esquizofrenia paranoidea, neurosis de angustia, esclerosis múltiple, corea,
alcoholismo crónico, etc. Hasta ahora desconocemos los factores que
determinan la evolución de una biopatía en una u otra dirección.
154
155
Pero lo más importante es el común denominador de todas estas
enfermedades: se trata de un trastorno de la función natural de pulsación en
la totalidad del organismo. De acuerdo con esta definición, una fractura, un
absceso local, una neumonía, la fiebre amarilla, una intoxicación alcohólica
aguda, una peritonitis infecciosa, la sífilis, etc., no son biopatías. Ninguna de
ellas se basa en una perturbación de la pulsación autónoma del aparato vital
en conjunto; están circunscriptas y pueden provocar una perturbación de la
pulsación biológica, pero secundariamente. Sólo en los casos en los cuales el
proceso patológico comienza con un trastorno de la pulsación, podemos
hablar de "biopatía", cualquiera que sea el cuadro secundario en el cual
desemboca. De modo que podemos distinguir una "biopatía esquizofrénica"
de una "biopatía cardiovascular", y éstas de una "biopatía epiléptica",
"carcinomatosa", etcétera.
Este despliegue de terminología médica se debe al hecho de que no
podemos entender ninguna de las muchas enfermedades específicas del
aparato vital autónomo a menos que:
1. delimitemos estas enfermedades para distinguirlas de las típicas
enfermedades infecciosas y de los casos de traumatismos con tratamiento
quirúrgico;
2. busquemos y descubramos su mecanismo común, la perturbación de la
pulsación biológica;
3. aprendamos a comprender sus diferenciaciones en diversos cuadros
patológicos.
El cáncer se presta de manera muy especial para el estudio del mecanismo
fundamental de las biopatías. En él confluyen muchos de los trastornos
tratados a diario por la medicina clínica. Se manifiesta en un crecimiento
patológico de las células; una de sus características esenciales es la
intoxicación y la putrefacción bacterianas; se desarrolla a partir de trastornos
químicos y bioeléctricos del organismo; está vinculado con perturbaciones
emocionales y sexuales; da lugar a una serie de procesos secundarios -por
ejemplo la anemia-, que por lo general evolucionan como enfermedades
independientes; es una enfermedad en la cual nuestro modo de vida
"civilizado" ejerce una acción decisiva; interesa tanto al especialista en
nutrición como al endocrinólogo o al científico consagrado al estudio de los
virus.
Las múltiples manifestaciones del cáncer ocultan un trastorno básico.
Algo semejante ocurre en el terreno de las neurosis y las psicosis, las cuales
154
155
dentro de su multiplicidad sólo tienen un común denominador: la estasis
sexual. Y esto nos conduce directamente a nuestro tema:
La estasis sexual representa un trastorno fundamental de la pulsación
biológica. Porque la excitación sexual es una función primaria del sistema
plasmático viviente. La función sexual demuestra ser la función vital
productiva por excelencia.1 Una perturbación crónica de esta función debe
coincidir, pues, necesariamente con una biopatía.
La estasis de la excitación biosexual puede manifestarse, en principio, de
dos maneras principales: indirectamente, como trastorno emocional del
aparato psíquico, es decir como neurosis o como psicosis; o directamente,
como perturbación funcional de los órganos, en cuyo caso se presenta como
enfermedad orgánica. Según nuestros actuales conocimientos, no puede
generar enfermedades infecciosas.
El mecanismo central de una biopatía es la perturbación de la descarga de
excitación biosexual. Esta afirmación requiere una amplia fundamentación.
No sorprenderá comprobar que en la biopatía intervienen tanto procesos
físico-químicos, como factores emocionales. La unidad psicosomática del
sistema biológico total se evidencia con máxima claridad en la emoción
biosexual. Por eso es muy lógico que los trastornos de la descarga de energía
biosexual -aparezcan donde aparezcan- constituyan el punto de partida de
trastornos en el funcionamiento biológico, es decir de las "biopatías".
2. Encogimiento biopático
En esencia, el proceso vital es el mismo en el hombre que en la ameba. 2 Su
característica principal es la pulsación biológica, la alternancia de
contracción y expansión. En los organismos unicelulares este proceso puede
observarse con claridad en las contracciones rítmicas de las vacuolas o en las
contracciones y movimientos serpentinos del plasma. En los metazoarios, se
la observa, sobre todo, en el sistema cardiovascular, en el cual el latido del
pulso es un claro signo de la pulsación. La pulsación biológica se manifiesta
de diferentes maneras según la estructura de cada órgano. En el intestino
aparece como "movimientos peristálticos", es decir, ondas alternadas de
contracción y expansión que avanzan en dirección distal.
1
Véase Wilhelm Reich, The Function of the Orgasm, Orgone Institute Press, N.Y.,
1942. [Vers. cast.: La función del orgasmo, Paidós, Buenos Aires, 1974.]
2
Véase Wilhelm Reich, Der Urgegensatz des vegetativen Lebens. 1934.
156
En la vejiga, funciona en respuesta al estímulo de la expansión mecánica que
se produce al llenarse la vejiga. El proceso se manifiesta también en las
funciones musculares: en los músculos estriados, como contracciones, y en
los lisos, como peristalsis ondulante. En la convulsión orgástica ("reflejo de
orgasmo"), la pulsación alcanza al organismo en totalidad.
Ni los movimientos pulsatorios de los órganos del cuerpo ni sus trastornos
-como el shock, el bloqueo, el encogimiento, etc.- coinciden con la idea
predominante de que los nervios actúan tan sólo como conductores de
impulsos mientras ellos mismos permanecen rígidos e inmóviles. Los
movimientos autónomos sólo resultan comprensibles si el sistema nervioso
autónomo en si es móvil. Este interrogante tan decisivo puede aclararse por
medio de la observación directa. Observemos con un buen microscopio
gusanos lo bastante transparentes (por ejemplo, gusanos de la harina) como
para permitirnos poner en foco no sólo los nudos ganglionares sino también
las fibras. El gusano se mueve constantemente y reacciona con violencia al
círculo de luz, de modo que es preciso aprender a mantener en foco las fibras
nerviosas por medio de movimientos compensatorios de los tornillos de
ajuste. Esta observación nos demostrará que el sistema nervioso autónomo no
es rígido sino contráctil y expansivo. Los movimientos de los nervios son
serpentinos, lentamente ondulatorios y, a veces, bruscos. Siempre preceden
en una fracción de segundo a los movimientos correspondientes del
organismo total. Primero se contraen el nervio y sus ramas, sólo después de
eso se produce la contracción de la musculatura. Lo mismo puede decirse
respecto a la expansión. Cuando el gusano muere, el sistema nervioso
comienza a encogerse en forma paulatina y, al ocurrir esto, el organismo se
encorva. El paulatino encogimiento se ve interrumpido por alguna que otra
contracción violenta. Trascurrido un lapso de inmovilidad total, la
contracción rígida (rigor mortis) cede: el organismo se va poniendo laxo,
junto con los nervios, y el movimiento no retorna.
El encogimiento biopático comienza con un crónico predominio de la
contracción y con la inhibición de la expansión del sistema nervioso
autónomo. Esto se pone de manifiesto con particular claridad en los
trastornos respiratorios de los neuróticos y psicóticos: la pulsación
(alternancia de expansión y contracción) de los pulmones y de la caja torácica
se hace limitada y hay un predominio de la actitud inspiratoria. La
contracción general ("simpatectomía") no se limita a determinados órganos.
Abarca el sistema íntegro, sus tejidos, el sistema sanguíneo y el sistema
endocrino, así como también la estructura caracterológica. Se manifiesta en
una diversidad de formas, según su localización; por ejemplo: como alta
157
presión sanguínea y taquicardia en el sistema cardiovascular; como
encogimiento de los glóbulos rojos (formación de bacilos T, poiquilocitosis,
anemia) en el sistema sanguíneo; como bloqueo afectivo y endurecimiento
del carácter, en el terreno emocional; como constipación espástica en el
aparato digestivo; como palidez en la piel; como impotencia orgástica en la
función sexual, etcétera.
El lector atento se formulará aquí una serie de preguntas: ¿Puede hablarse
de "encogimiento" si el aparato vital autónomo está simplemente en un
estado de contracción crónica? ¿No es posible que la contracción ceda y se
restablezca la función de la plena pulsación? ¿No debería establecerse una
distinción entre "contracción crónica" y "encogimiento" del sistema nervioso
autónomo? Después de todo, el encogimiento podría ser una consecuencia de
la contracción crónica del sistema nervioso autónomo, es decir un paulatino
agotamiento del aparato vital, un morirse gradual y prematuro.
La objeción es correcta. El encogimiento biopático en el cáncer es, en
efecto, la consecuencia de una contracción crónica, gradual del aparato
autónomo vital.
3. Premisas económico-sexuales
Cuatro factores -que nos resultan familiares a través de nuestra práctica
clínica económico-sexual- constituyen el puente entre la función sexual y el
cáncer:
1. La mala respiración externa, que trae como consecuencia un trastorno
de la respiración tisular interna.
2. Los trastornos de las funciones de carga y descarga orgonótica de los
órganos autónomos, en especial los sexuales.
3. Los espasmos crónicos de la musculatura ("contracturas").
4. La impotencia orgástica crónica.
Hasta ahora no se ha investigado a fondo la vinculación entre las
perturbaciones de la descarga de energía sexual y el cáncer. Sin embargo, los
ginecólogos experimentados saben que esa relación existe. Los trastornos
respiratorios y las contracturas musculares son consecuencias directas de un
temor -adquirido- a la excitación sexual (impotencia orgástica). Órganos
pobremente cargados, que permanecen espásticos o que no respiran bien,
desarrollan una debilidad biológica que los hace muy vulnerables a los
estímulos cancerígenos de todo tipo. Los órganos que funcionan
correctamente desde el punto de vista biológico resisten esos estímulos. Esta
158
159
es una suposición obvia y necesaria.
Los descubrimientos de la carga biológica deficiente, de la contractura
muscular y de la respiración externa e interna reducida han quedado
demostrados en el terreno clínico y otorgan al concepto de "predisposición
para el cáncer" un contenido tangible.
A continuación quisiera exponer la forma en que la práctica clínica en
materia de economía sexual abrió el camino a las investigaciones sobre
cáncer.
Los estudios de las neurosis de carácter, practicados desde el punto de
vista económico-sexual, demostraban una y otra vez el papel crucial
desempeñado por las contracturas musculares y los fenómenos de
desvitalización del organismo. La contractura muscular y la falta de carga
orgonótica se perciben subjetivamente como "muerte". La hipertonía
muscular por una estasis sexual crónica desemboca indefectiblemente en una
disminución de las sensaciones orgánicas, hasta que el sujeto siente un frío de
muerte. Este proceso coincide con un bloqueo de la actividad bioenergética
en el órgano afectado. El bloqueo de la excitación biosexual en los órganos
genitales, por ejemplo, va acompañado por una contracturación de la
musculatura pelviana. Esto mismo ocurre con la contracturación de los
músculos del útero en las mujeres frígidas y neuróticas. Los trastornos y
dolores menstruales, los pólipos y los miomas suelen ser consecuencias de
estas contracturas. La contractura del útero no tiene otra función que la de
evitar que la energía biosexual llegue a hacerse sentir en la mucosa vaginal.
Los espasmos que inhiben las corrientes plasmáticas se presentan sobre todo
en donde hay esfínteres, como en la garganta, en la entrada y salida del
estómago, en el ano, etc. Son lugares del organismo en los cuales el cáncer se
da con particular frecuencia. Los trastornos de la carga biológica en una
glándula, mucosa o una determinada área de la piel se deben a un bloqueo
muscular en las proximidades del lugar afectado, que interrumpe la corriente
plasmática. En el caso de una paciente a la cual sometí a un tratamiento con
orgón, las radiografías habían probado la existencia de una incipiente lesión
carcinomatosa en el cuarto cartílago costal, del lado derecho. Este estado era
consecuencia de una contractura de muchos años en el músculo pectoral
derecho, la cual a su vez se debía a una retracción de los omóplatos. Detrás
de esa actitud física había un impulso de golpear, largamente reprimido. Para
esa paciente, el flirt era una compulsión y nunca había experimentado un
orgasmo.
En la práctica de la orgonterapia no sólo nos encontramos con
perturbaciones neuróticas del carácter, sino también con esquizofrenias,
epilepsia, cuadros parkinsonianos y manifestaciones reumáticas y cancerosas.
158
159
La enfermedad orgánica aparece durante el tratamiento o se desarrolla
después, de modo que uno recuerda los signos que la anunciaron antes: por
ejemplo, los espasmos de la musculatura pelviana son muy frecuentes en las
mujeres y por lo general dan origen a tumores benignos en los órganos
genitales.
Nuestra práctica clínica nos ha llevado a formularnos una importante
pregunta: ¿qué ocurre con la excitación sexual somática cuando no se la
descarga debidamente? Sólo sabemos que la excitación biosexual puede ser
restringida y reprimida por medio de una tensión muscular constante. En
pacientes de sexo femenino, esta tensión se manifiesta en engrosamientos —
semejantes a nudos— en el útero, que se palpan como un bulto sobre el
pubis. El espasmo muscular del útero se extiende por lo común al esfínter
anal y al vaginal, para pasar, por fin, a los aductores de los muslos.
Generalmente, la pelvis aparece retraída y la región sacra de la columna
vertebral suele estar rígida y anquilosada. El lumbago y la lordosis son
típicos en este estado. No hay sensaciones orgánicas en la pelvis. En la
exhalación, la onda de excitación es bloqueada por el pecho, que es
mantenido alto, o por el abdomen tenso. La excitación de los grandes
ganglios abdominales no penetra hasta los órganos genitales. En
consecuencia hay una perturbación del funcionamiento biológico. Los
genitales ya no son susceptibles de excitación biológica.
Algunas mujeres que padecen tensiones genitales y anestesia vaginal, se
quejan de que "allí abajo algo no anda bien". Informan que durante la
pubertad experimentaron los conocidos signos de excitación biosexual,
picazón, cosquilleo. Aprendieron a combatir las excitaciones reteniendo el
aire, con lo cual las sensaciones desaparecían. Más tarde -así rezan los típicos
informes- en la zona genital predominó una sensación de tener allí algo
"muerto" o "entumecido", que las atemorizaba. Puesto que el estado
biológico de los órganos se refleja en sensaciones orgánicas debemos atribuir
gran importancia a esos datos, para evaluar el proceso somático. 3
La inhibición sexual, tan común en las mujeres, es la causa de la notable
frecuencia del cáncer de mama y de los órganos genitales en el sexo
femenino. En innumerables casos, la inhibición sexual sólo llega a
manifestarse como cáncer después de décadas.
El caso que describiremos a continuación ilustra la relación directa entre
coraza caracterología, contractura muscular y aparición de tumor maligno.
3
Por lo común, las mujeres no entienden sus propias sensaciones orgánicas. El
análisis caracterológico las habilita para hacerlo.
160
161
Un hombre de 45 años concurrió a mi laboratorio para hacerse tratar una
obstrucción total de esófago provocada por un carcinoma. Ya no podía
ingerir aumentos sólidos y vomitaba gran parte de los líquidos. La radiografía
mostró una sombra del tamaño de un puño pequeño y un estrangulamiento
total en el sector medio del esófago. Ya se había iniciado un rápido proceso
de adelgazamiento y debilitamiento; la anemia había alcanzado un grado muy
avanzado y existía una intoxicación de bacilos T. La anamnesis reveló lo
siguiente: varios meses antes de la aparición de los primeros síntomas de
cáncer, su hijo había ingresado al servicio militar. El enfermo sentía un afecto
muy particular por ese hijo y la preocupación que sentía por él desembocó en
una depresión. Caracterológicamente, siempre había mostrado una tendencia
a la depresión. En el término de pocos días se le produjo un espasmo de
esófago. Experimentaba dificultades para tragar, pero éstas desaparecían en
cuanto bebía agua. Estos malestares, acompañados por una sensación de
presión en el pecho, aparecían y desaparecían, hasta que un día no pudo
librarse ya de ellos. La dificultad para tragar fue aumentando rápidamente.
Consultó a un médico y éste comprobó la existencia del estrangulamiento y
de un pequeño tumor. El tratamiento con rayos X no sirvió de nada y, al cabo
de pocos meses, el hombre estaba al borde de la muerte por inanición.
Conviene destacar que este individuo padecía desde la infancia de una
marcada rigidez de la musculatura mandibular y que su rostro tenía una
expresión dura, obstinada. El movimiento pasivo de la mandíbula era casi
inexistente. También evidenciaba trastornos en el habla: la tensión de los
músculos maxilares lo llevaba a hablar con los dientes apretados.
Hasta ahora no se ha llegado a evaluar en toda su medida la acción
devastadora que puede ejercer sobre el cuerpo la inhibición del ritmo
biológico natural, que se manifiesta en la respiración y en la tensión y
gratificación sexual. Es lógico suponer que la mala respiración debe de
perturbar gravemente "la respiración interna de los órganos", es decir, el
suministro de oxígeno y la eliminación de anhídrido carbónico en los tejidos.
Hace varios años, cuando comprendí la importancia de los trastornos
respiratorios en los trastornos emocionales, recordé que en los tejidos
cancerosos hay un marcado déficit de oxigeno.
El investigador vienes Otto Warburg 4 comprobó que los diversos
estímulos del cáncer tienen una característica en común: la producción de una
deficiencia local de oxígeno, la cual a su vez provoca una perturbación
respiratoria en las células afectadas. De acuerdo con esta hipótesis, la célula
4
Otto Warburg en Biochemische Zeitschrift, N° 317, op. cit.
160
161
cancerosa es una célula que respira mal y, por consiguiente, no cumple su
papel en la oxidación tisular. Warburg considera esta deficiencia de oxígeno
y el consiguiente trastorno respiratorio como una causa de la aparición del
cáncer. A su juicio, las únicas células capaces de sobrevivir y continuar
desarrollándose en determinadas áreas afectadas por la falta de oxígeno son
aquellas que superan los trastornos respiratorios provocados por dicha
deficiencia y de esa manera adoptan el metabolismo de la célula cancerosa.
Se trata, pues, de una perturbación del metabolismo energético. El trastorno
respiratorio es una característica común a todos los blastomas malignos
conocidos hasta ahora, incluido el sarcoma de Rous. Por consiguiente, el
metabolismo del cáncer podría considerarse como el metabolismo de células
normales en condiciones de anoxia.
Sin embargo, las correctas comprobaciones de Warburg no nos permiten
extraer la conclusión de que la célula de cáncer es tan solo una célula normal
con una forma diferente de crecimiento, motivada por falta de oxígeno.
Desde el punto de vista biológico, la célula cancerosa es fundamentalmente
distinta de la normal; no es otra cosa que una formación protozoaria.
Estos hechos constituyen, pues, el puente entre las funciones biológicas
autónomas y el cáncer.
4. De la historia de un canceroso: intento de orgonterapia
A continuación reproduciré la historia de una enferma de cáncer, pues
considero que se presta para poner de manifiesto la esencia de la biopatía de
encogimiento.
El hermano de la paciente nos informó que la enfermedad se había
iniciado tres años antes con un intenso dolor en el hueso ilíaco derecho. El
dolor era incesante y "desgarrador". La paciente pesaba en ese entonces
55,180 kg. El médico que la trató diagnosticó un espasmo sacroilíaco. La
mujer no podía levantarse de la cama. El médico le administró inyecciones de
morfina y atropina, sin éxito. El dolor continuó siendo muy intenso y la
paciente no podía dejar la cama. Según sus parientes, yacía inmóvil, de
espalda. Tres meses después comenzó a tener vómitos. Entretanto, el dolor
había pasado de la zona sacroilíaca a la quinta vértebra cervical. Los rayos X
revelaron la existencia de una vértebra aplastada. Un ortopedista colocó a la
paciente en un yeso. Este médico fue el primero en descubrir una atrofia de la
décima vértebra dorsal, debida a un carcinoma en la mama izquierda. La
biopsia confirmó el diagnóstico de cáncer. La paciente fue sometida a un
tratamiento de rayos en la pelvis y en la columna vertebral. No podía
162
163
abandonar la cama. Otro médico le aplicó rayos X, para esterilizarla. Cuando
abandonó la clínica, su peso era de 40,900 kg.
Las fichas provistas por el hospital brindan los siguientes datos: 4 meses
antes de la internación la paciente comenzó a experimentar dolores en la
cadera derecha, sobre todo cuando caminaba. También le resultaba difícil
sentarse.
Nos llamó la atención que los dolores, que obligaron a la paciente a
guardar cama durante más de dos años, no aparecieron originariamente en la
zona en la cual se había diagnosticado el tumor maligno. Los dolores se
hacían sentir en la cadera derecha, mientras que el tumor primario estaba
localizado en la mama izquierda, con metástasis en la columna vertebral.
Además, la paciente padecía vómitos. Los registros de la clínica hacían
constar que la mujer yacía de espaldas en la cama y que todo movimiento le
provocaba dolor. Los ganglios linfáticos no aparecían agrandados. Las
medidas del tumor de mama eran de aproximadamente 3 x 2 x 6 cm. Ya en
ese momento tenía poco movimiento en las piernas y el sacro rígido. La
mayor parte de la columna vertebral presentaba una sensibilidad dolorosa. El
diagnóstico de la clínica fue: carcinoma de la mama izquierda con metástasis
de hueso. Cuatro meses después de la aparición de los primeros dolores, el
médico que la trataba en el hospital llegó a la conclusión de que no había
esperanzas.
26 meses después de haber sido descubierto el tumor de mama, la paciente
llegó a mi laboratorio experimental de cáncer. Lo hizo ayudada por dos
familiares y a duras penas podía pararse. Su piel -sobre todo la del rostro- era
de un gris ceniza y estaba encogida en torno a la nariz. Los dolores de
espalda, a la altura de la XII vértebra eran bien localizados y agudísimos. El
tumor del pecho izquierdo tenía el tamaño de una manzana pequeña y era
apenas movible. Un análisis de sangre practicado ese mismo día mostró el
siguiente resultado: contenido de hemoglobina, 35%; cultivo de bacilos T en
caldo, marcadamente positivo (a las 24 horas). Se observaron bacterias de
putrefacción, elongadas y serpentinas. Los glóbulos rojos se encontraban en
su mayor parte en estado de desintegración bionosa y presentaban espinas T.
También se comprobó la presencia de pequeñas células redondas granuladas
y acúmulos de bacilos T en grandes cantidades. La prueba de autoclave dio,
sobre todo, biones azules, pero las vesículas eran pequeñas y con radiación
débil. La inoculación del cultivo de caldo en agar produjo un margen
definido de bacilos T. 5
5
Véase Wilhelm Reich, "Bion Experiments on the Cancer Problem", Klinische
und experimentelle Berichte, 1939.
164
Estos datos indicaban una extrema debilidad biológica del sistema sanguíneo.
El examen radiográfico reveló lo siguiente:
Examen radiográfico de la columna entera.
Quinta vértebra cervical colapsada. En las demás vértebras cervicales no se
observan detalles de importancia.
La columna dorsal muestra un colapso de la décima y la duodécima vértebras
y un estrechamiento del espacio entre la tercera y la cuarta vértebra. También hay
marcados indicios de una lesión metastásica en el segundo tercio medio de la
novena costilla derecha.
.
No se advierten lesiones en la columna lumbar, pero hay tres zonas redondas
de menor densidad en el ilion derecho, cerca de la articulación sacroilíaca que
hacen pensar en una lesión metastásica, aunque podría tratarse de sombras de gas
en el ciego.
Conclusión: Múltiples lesiones metastásicas óseas.
El médico a quien envié a la paciente para un examen general, declaró el
caso sin esperanzas, sobre la base de las radiografías. Sin embargo, a mí me
había impresionado más la debilidad biológica de la sangre que las
radiografías.
Dos médicos amigos de la familia declararon que el final no podía estar
lejos; calculaban que la enferma viviría alrededor de dos semanas. Otro
médico afirmó que según los informes proporcionados por los médicos
particulares y por el hospital, la enferma viviría a lo sumo dos meses.
La coraza muscular
El hábito biofísico de la paciente cuando la vi por primera vez era el
siguiente: la mandíbula parecía soldada en la articulación; la mujer hablaba a
través de los dientes, como en un siseo. Los maseteros reaccionaban con un
fuerte espasmo a todo intento de tracción de la mandíbula hacia abajo. La
musculatura superficial y profunda del cuello, sobre todo en la región
supraclavicular, mostraba una extraordinaria rigidez. La paciente mantenía la
cabeza un poco recogida e inclinada hacia adelante, como si temiera que a su
nuca le pudiera ocurrir algo terrible si movía la cabeza. A primera vista, esta
postura parecía ser consecuencia del colapso de la quinta vértebra cervical.
La paciente había usado durante mucho tiempo un collar ortopédico en el
165
164
165
cuello y la fractura de la columna cervical como resultado de un movimiento
brusco o extremo entraba dentro de lo factible. No tardó en comprobarse que
había aprovechado esta situación como defensa neurótica. Su miedo a mover
la musculatura de la nuca existía mucho antes del colapso de la vértebra. Más
aún, esa postura del cuello sólo era parte de una actitud biofísica general, que
no debemos entender como consecuencia sino como causa biopática de su
cáncer.
Todos los reflejos de cabeza, tronco y piernas eran normales. La
respiración estaba gravemente perturbada. La paciente tenía los labios
apretados, los orificios nasales un poco dilatados, como si tuviera que aspirar
continuamente por la nariz. El tórax se mantenía inmóvil. No se contraía y se
expandía con el ritmo de la respiración y permanecía como fijado en la
posición de inspiración. No pudo obedecer a la orden de espirar totalmente.
Parecía no haber entendido lo que se le pedía. Al intentar presionar la caja
torácica para llevarla a la posición de espiración se tropezó con una marcada
y activa resistencia muscular. La cabeza, el cuello y los hombros constituían
una sola masa rígida, como si las articulaciones carecieran de movimiento
independiente. La paciente sólo podía levantar los brazos con lentitud y con
gran esfuerzo. La presión de ambas manos era extraordinariamente débil. Los
músculos escapulares estaban muy tensos y en algunos lugares se palpaban
verdaderos nudos. Entre los omóplatos y a ambos lados de la columna
vertebral los músculos presentaban una reacción dolorosa al tacto.
La pared abdominal también estaba tensa y reaccionaba con gran resistencia a la menor presión. La musculatura de las piernas parecía débil en
comparación con la del resto del cuerpo, como si fuera atrófica. La pelvis
estaba muy retraída e inmóvil.
Un examen psiquiátrico superficial arrojó los siguientes resultados: La
paciente había padecido de insomnio muchos años antes de descubrirse su
tumor maligno. Era viuda desde hacía doce años. El matrimonio -en
apariencia estable- había durado dos años pero, en realidad, había sido
desdichado. En contraste con tantos otros casos de infelicidad matrimonial en
los cuales no hay conciencia del sufrimiento, la paciente siempre supo que su
matrimonio no andaba bien. Su marido era impotente. En las primeras
semanas y en los primeros meses de vida marital, se había mantenido en un
estado de permanente excitación e insatisfacción. Su marido había fracasado
en el acto sexual y cuando finalmente se logró el coito, ella no llegaba a la
gratificación pues el marido padecía de eyaculación precoz. Durante los
primeros meses de su matrimonio sufrió mucho por la insatisfacción sexual,
pero más tarde se "acostumbró". Siempre había tenido conciencia de la
necesidad de una satisfacción sexual, pero no había encontrado salida a esa
situación. Cuando su marido murió, se consagró a la educación del hijo,
rechazó todo acercamiento a los hombres y evitó todo contacto social. Sus
excitaciones sexuales desaparecieron con el tiempo; pero fueron
reemplazadas por estados de ansiedad, que ella combatió mediante diversas
fobias. Cuando llegó a mí ya no padecía de estados de ansiedad; parecía
emocionalmente equilibrada y reconciliada con su destino y con su
abstinencia sexual. Para el analista de carácter, aquél era el típico cuadro de
la resignación neurótica. La mujer ya carecía de impulsos para modificar su
vida. Evité penetrar más hondo en el conflicto latente de la enferma y
concentré la atención en los cambios orgánicos que no tardaron en
producirse.
Resultados del experimento con orgonterapia
Más adelante expondremos en detalle la técnica de la orgonterapia;* aquí me
limitaré a lo esencial.
Nuestros experimentos de orgonterapia consisten en colocar al enfermo de
cáncer en un acumulador de orgón. La energía orgónica acumulada en el
interior del aparato penetra en el cuerpo desnudo y además es aspirada. El
lapso durante el cual los pacientes son expuestos a la radiación, dentro del
acumulador, depende de la tensión de energía atmosférica. La intensidad de
la radiación se determina por la velocidad de la descarga electroscópica
dentro del acumulador, comparada con esa misma descarga en el ambiente de
la habitación, y se mide en minutos orgón. La concentración de energía
orgónica es tres a cinco veces más alta dentro del aparato que en la atmósfera
libre. 6
Durante la sesión inicial yo exponía a los pacientes a una radiación de 30
minutos org, es decir que el paciente permanecía dentro del acumulador por
espacio de treinta minutos, cuando una unidad se descargaba en 60 minutos.
En el informe que sigue me limitaré a mencionar las reacciones de la
paciente, típicas en todos los cancerosos sometidos a la orgonterapia. Cuando
se trate de reacciones individuales lo señalaré en forma expresa.
* Véase Capítulo VII. [Nota del editor alemán.]
6
La concentración de energía orgónica dentro del acumulador es de tres a cinco veces
mayor que al aire libre. Una unidad de carga electroscópica se descarga dentro del
acumulador dos, tres y hasta cinco veces más lentamente que en la atmósfera. Cuantos
más minutos demora una unidad en descargarse, tanto más alta es la tensión de energía.
166
167
En la primera sesión se produjo un enrojecimiento de la piel entre los
omóplatos, en un lugar que dos meses más tarde desempeñaría un importante
papel en la enfermedad funcional de la paciente. A partir de la segunda
sesión, las reacciones se hicieron más intensas y claras. El dolor en la región
de la décima vértebra disminuía durante la aplicación de orgón. El retroceso
del dolor se mantenía por lo general hasta el siguiente tratamiento, pero el
dolor se agudizaba cuando había mal tiempo, sobre todo con humedad o
lluvia. Durante la segunda sesión, el enrojecimiento de la piel se extendió a
toda la parte superior de la espalda y el pecho. Cuando se interrumpía la
aplicación por cinco minutos, el enrojecimiento desaparecía para volver no
bien la paciente reingresaba al acumulador. A partir de la tercera sesión, la
paciente sintió que el aire dentro del acumulador era "closer and heavier". "I
feel like I'm filling up", "I nave buzzing around the ears from the inside",
"something makes me strong", "some-thing clears up in my body” *. En la
tercera sesión se produjo también sudoración, sobre todo en las axilas. A una
pregunta expresa, la paciente respondió que no transpiraba desde hacía años.
Las reacciones orgánicas mencionadas hasta aquí son típicas de los
cancerosos sometidos a orgonterapia. En algunos es más evidente una
reacción; en otros, otra. El enrojecimiento de la piel, la disminución de
frecuencia de las pulsaciones, el sudor tibio y las sensaciones subjetivas
como que en el cuerpo "algo se afloja", "se llena" o "se hincha", sólo admiten
una interpretación: el hábito canceroso está determinado por una
simpaticotonía general, es decir, por una contracción vegetativa; por eso, en
la mayoría de los enfermos de cáncer encontramos pulso acelerado, palidez y
sequedad de la piel, mejillas hundidas, reducida motilidad de los órganos,
constipación e inactividad de las glándulas sudoríparas. La radiación
orgónica ejerce un efecto vagotónico, de modo que actúa en contra de la
retracción simpaticotónica general del organismo. El pulso del paciente
expuesto a la radiación orgónica en el acumulador puede descender, en el
término de 20 minutos, de 120 a 90 ó de 150 a 110, sin ayuda de
medicamento alguno. También se advierte una reacción en la piel, que se
enrojece, y en las glándulas sudoríparas. Los vasos periféricos se dilatan y la
presión sanguínea disminuye. En términos de pulsación biológica: la
contracción crónica del sistema plasmático cede y deja lugar a una expansión
vagotónica. Esta "expansión plasmática" va acompañada de una reducción de
los típicos dolores de cáncer.
* "Más encerrado y más pesado". "Siento como si me estuviera llenando", "siento
un zumbido misterioso en los oídos", "algo me está dando fuerzas", "algo se
ordena dentro de mi cuerpo". [N. del T.]
166
167
En general se atribuyen los dolores padecidos por el enfermo de cáncer a
lesiones mecánicas locales de los tejidos por causa del tumor. Es indudable
que en algunos casos los dolores tienen ese origen; por ejemplo, cuando un
nervio es comprimido o cuando un órgano sensible al dolor sufre una lesión.
Pero el típico dolor de cáncer, al cual me refiero aquí, se distingue claramente
de los dolores mecánicos locales. Para definirlo, lo denominaremos "dolor de
encogimiento”. Lo entenderemos mejor si analizamos un par de hechos que
hemos pasado por alto hasta ahora.
La economía sexual se ha visto obligada a dejar de lado un concepto aún
vigente en la medicina actual: el de que los nervios autónomos de los
organismos multicelulares sólo trasmiten impulsos y son rígidos en sí. Los
dolores "desgarrantes" o los "tirones" resultan incomprensibles si no se
admite que ese sistema nervioso se estira y se contrae, es decir, que es móvil.
Esto se ve confirmado —como lo señalara en la primera parte— por la
observación microscópica del sistema nervioso autónomo en los gusanillos
de la harina. Vemos que los filamentos nerviosos de los ganglios autónomos
se estiran y se contraen; sus movimientos son independientes de los
movimientos del organismo total y se adelantan a los del cuerpo. Los
impulsos motores se manifiestan primero en los movimientos del sistema
nervioso autónomo y son trasmitidos secundariamente a los órganos
locomotores mecánicos del organismo. Esta afirmación parece revolucionaria
y desconcertante, pero es en realidad una conclusión lógica que debí extraer
de las funciones pulsatorias del organismo y que luego pude confirmar por
observación directa. La ameba contráctil y expansible sigue viviendo en el
organismo multicelular en forma de sistema nervioso autónomo contráctil y
expansible. Ese sistema nervioso autónomo no es otra cosa que plasma
contráctil organizado. Por eso, el movimiento emocional, vegetativo,
autónomo es expresión directa de la corriente plasmática. La idea
prevaleciente, acerca de la rigidez de los nervios autónomos, no se ajusta a
ninguno de los fenómenos observados en el acontecer biofísico, tales como el
placer, el miedo, la tensión, el relajamiento; las sensaciones de presión, de
tracción, de dolor, etc. La contractilidad del sistema nervioso autónomo, en
cambio, que constituye una unidad funcional e histológica (sincicio), explica
de manera simple nuestras sensaciones plasmáticas subjetivas. Lo que
experimentamos como placer es una expansión de nuestro organismo. En el
placer, los nervios autónomos se extienden literalmente hacia el mundo. En la
angustia, por el contrario, sentimos una especie de reptar hacia dentro de
nosotros mismos, un encogimiento, un esconderse y una "angostura"
(angustiae, Angst). Experimentamos, pues, el proceso real de la contracción
del sistema nervioso autónomo.
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Sentimos el orgasmo como una convulsión involuntaria; esto refleja
también el proceso objetivo de la expansión y contracción de todo el sistema
plasmático. El dolor de los cancerosos refleja la retracción de los nervios
autónomos del lugar enfermo y el "tironeo" de los tejidos. La descripción del
dolor como "desgarro" o "tirón" responde por completo al proceso objetivo.
Sólo se puede negar el hecho simple e inequívoco de la identidad de nuestras
sensaciones orgánicas y los procesos reales en el sistema nervioso autónomo
si se asume una actitud rígidamente mecanicista, reñida con la vida, con la
biología y con la psicología. Tal actitud remite nuestras sensaciones
orgánicas al terreno de la metafísica y por consiguiente no puede enfocar
debidamente ninguno de los hechos que constituyen el cuadro sintomático del
cáncer.
Ahora entendemos ese fenómeno que parece ser tan extraño: el de la
disminución o desaparición de los dolores de cáncer en el acumulador de
orgón. Si dichos dolores no son la manifestación de una lesión mecánica
local sino de una contracción general de los nervios autónomos, un "tironeo
de los tejidos", se entiende que la extensión vagotónica de los nervios haga
ceder el tironeo y por ende los dolores.
Este hecho nos revela un efecto esencial de la energía orgónica: carga los
tejidos vivos y provoca una expansión del sistema plasmático (vagotonía).
La revitalización general de las funciones del organismo por efecto del
orgón también se manifiesta en el cuadro hemático de los cancerosos.
Cuando la paciente acudió a nosotros, el contenido de hemoglobina de su
sangre era de 35%. Dos días después había ascendido al 40%; a los cuatro
días era del 51% a los siete del 55% a los nueve del 63% a los quince del
75% y a las tres semanas había alcanzado el nivel normal, es decir 85%. La
paciente abandonó la cama, se volvió a hacer cargo de su hijo y comenzó a
trabajar, luego de años de inactividad. Llegó a abusar de su bienestar: salía de
compras y pasaba horas enteras recorriendo tiendas. No experimentaba
dolores, dormía bien y se sentía sana, de modo que atendía su casa sin ayuda
de ninguna clase. Tuve que llamarle la atención y recordarle que tenía que
superar una enfermedad muy grave y que todavía debía cuidarse mucho. Mi
llamado de atención era muy justificado. Trascurridas una seis semanas, la
paciente comenzó a experimentar fatiga y el contenido de hemoglobina de su
sangre descendió al 63% Los dolores de espalda no volvieron, pero la mujer
se quejaba, por primera vez, de dificultad para respirar y de un "dolor
errante" en la región del diafragma. Le ordené reposo absoluto y el cuadro
hemático volvió a mejorar. La hemoglobina no tardó en aumentar al 70% y
ocho días más tarde había vuelto al nivel normal, al 85%. El peso se había
estabilizado alrededor de 53,360 kg.
168
169
Trascurridas otras cuatro semanas, el nivel de hemoglobina continuaba
siendo de 85%.
Ya no era necesario que la trasladaran a mi laboratorio en automóvil;
acudía a diario en subterráneo para someterse al tratamiento. Los familiares y
los médicos que la habían tratado estaban atónitos. Sin embargo, ya en ese
caso tuve oportunidad de observar la extraña conducta de los médicos, que se
alejan cuando la situación de un enfermo de cáncer no es la esperada. Es una
conducta incomprensible desde el punto de vista racional: no preguntan cómo
se logró esa mejoría. Al comienzo yo había enviado a la paciente a un médico
que predijo su muerte para unos pocos días después. Ahora la paciente estaba
en pie y las radiografías mostraban una completa osificación de la columna
vertebral, antes afectada por el cáncer. Las sombras en los huesos pelvianos
habían desaparecido ya a las dos semanas de iniciarse el tratamiento. Los
médicos no se hicieron ver ni oír a pesar de todo. Las radiografías no dejaban
lugar a dudas; se estaba cumpliendo un proceso de curación. Eso confirmaba
lo que yo había observado con tanta frecuencia en los experimentos con ratas:
la energía orgónica detiene el crecimiento del tumor, lo reemplaza por un
hematoma que, en condiciones favorables, es reabsorbido y reemplazado por
tejido conjuntivo o, si el tumor es en los huesos, por calcificación.
Pruebas de sangre biofísicas orgánicas
Resumiré lo que luego he de exponer en forma más detallada: La energía
orgónica carga biológicamente los eritrocitos.
Cada eritrocito es una vesícula energética orgonótica independiente,
cerrada en sí. Está sometido a la misma función biológica de tensión y carga
y pulsación que el organismo total y que cada uno de los órganos autónomos.
La expansión y contracción de los eritrocitos pueden observarse con toda
facilidad con un aumento de 3000x aproximadamente. Los glóbulos rojos se
contraen con la administración de adrenalina y se expanden con la
administración de cloruro de potasio. Por consiguiente están sometidos a la
antítesis de la función placer-angustia.
Nuestras pruebas de sangre de enfermos de cáncer se realizan de la
siguiente manera:
1. Prueba de cultivo. Una muestra de sangre es sometida a la prueba de
crecimiento bacteriano en caldo o en 50% de caldo + 50% de KC1 0,1 n. En
los pacientes con cáncer muy avanzado, la sangre muestra siempre un
marcado crecimiento de bacilos.7
7
Véase Bion Experiments on the Cancer Problems.
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171
2. Prueba de resistencia biológica. Se vierten unas gotas de sangre en
caldo + KC1 y se las somete a la acción de la autoclave por espacio de media
hora, a una presión de vapor de 15 libras. La sangre sana resiste el proceso de
autoclave mejor que la sangre biológicamente débil del enfermo de cáncer.
Los glóbulos sanguíneos biológicamente fuertes se descomponen en grandes
vesículas azules. La sangre debilitada por el cáncer se descompone en
corpúsculos T. El contenido de T aumenta y el de biones azules disminuye
según el grado de debilitamiento.
El tratamiento con orgón carga los glóbulos rojos. Esto se manifiesta en la
transformación de la reacción T en reacción B: la sangre se vuelve resistente
a la destrucción por acción de altas temperaturas.
3. Desintegración en solución fisiológica salina. Se vierte una pequeña
gota de sangre en un portaobjetos cóncavo con una solución de cloruro de
sodio al 0,9%. Los glóbulos sanguíneos se desintegran con lentitud o con
rapidez, según su resistencia biológica. Cuanto más rápido se desintegran, se
contrae su membrana y se forman vesículas bionosas en el interior de las
células, tanto menor es su resistencia biológica. Los eritrocitos
biológicamente fuertes pueden mantener su forma por espacio de 20 minutos
o más. La descomposición en un lapso de uno a tres minutos demuestra ya un
alto grado de debilidad biológica. En la anemia avanzada, los glóbulos rojos
muestran las características agujas T, es decir, una membrana contraída.
4. Borde orgonótico azul: Los eritrocitos biológicamente fuertes muestran
—al ser observados con objetivo apocromático, con 2-3000 aumentos— un
borde de intensa coloración azul o azul-verdoso y un ancho considerable. Los
glóbulos rojos debilitados, con tendencia a una rápida desintegración,
presentan un borde muy estrecho, de un azul desvaído.
Las pruebas efectuadas con la sangre de la paciente en cuestión
demostraron un fortalecimiento biológico general. Los cultivos de sangre
eran positivos cuando inició el tratamiento, es decir que había un intenso
desarrollo de bacilos T. Tres semanas después, los cultivos de sangre eran
negativos y lo siguieron siendo de ahí en adelante. Los glóbulos rojos dejaron
de contraerse; se los veía turgentes, con anchos bordes orgonóticos de un azul
profundo. La prueba de autoclave dio como resultado una desintegración en
biones del cien por ciento y no reacción T como al comienzo. La
desintegración en biones dentro de una solución de cloruro de sodio fue muy
lenta y sin formación de agujas T.
La paciente ya no experimentaba dolores, se mostraba alegre, pero sus
malestares reaparecían en los días de lluvia. Acudía diariamente al
laboratorio para someterse a la aplicación de radiación orgónica. Su presión
sanguínea se mantuvo constante en 130/80. El pulso nunca superó la
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frecuencia normal de 80. Sólo había un síntoma que no sólo no desaparecía,
sino que hasta tendía a empeorar: la inexplicable dificultad de respiración.
Aparición de la biopatía carcinomatosa
Pasaré ahora a describir la biopatía carcinomatosa, que sólo apareció una vez
eliminados los tumores y restituido el cuadro hemático normal. Yo no tenía la
menor idea de lo que voy a describir y, al comienzo, lo viví con asombro e
incomprensión. Era difícil entender las relaciones entre los fenómenos.
Luego de la desaparición de los tumores cancerosos locales, pasó a primer
plano un cuadro biopático general, antes oculto y que había constituido el
verdadero fondo del cáncer: el encogimiento biopático.
La paciente parecía haber recuperado por completo su salud física. Este
estado se mantuvo durante aproximadamente seis semanas y quedó
confirmado por los resultados de los análisis de sangre y de las radiografías:
los tumores habían desaparecido. La sangre seguía siendo fuerte; la anemia
no reaparecía. El tumor en la mama derecha ya no se palpaba después de la
octava aplicación de energía orgónica. De considerarse la patología desde un
punto de vista mecanicista, se podría haber hablado de "curación" de ese caso
de cáncer. Pero en ese mismo lapso comenzaron a aparecer, cada vez con
mayor claridad, síntomas emocionales que nos aconsejaban moderar nuestro
entusiasmo.
Cuando la paciente acudió a mí, carecía por completo de libido. Unas
cuatro semanas después de haberse iniciado la orgonterapia observé en ella
signos de una grave estasis sexual. Se había mostrado alegre y
despreocupada, y llena de esperanzas en el futuro; ahora comenzaba a
insinuarse un estado depresivo. Estaba desarrollando síntomas de ansiedad
propios de la estasis. Volvió a apartarse de la gente. Me confesó que sus
intentos de rectificar su situación sexual habían fracasado.
Logré vencer su timidez y así me enteré de que en los últimos tiempos
había experimentado intensas excitaciones sexuales, que -según ella decíaeran incomparablemente más fuertes que las que experimentara en los
comienzos de su matrimonio, 14 años atrás. A juzgar por sus descripciones,
se trataba de excitaciones vaginales normales. En las dos primeras semanas
de su recuperación, la paciente había intentado varias veces una
aproximación sexual a algunos hombres. Ante su fracaso, se sumió en la
desesperación y en estados de agotamiento físico. Esos intentos, que se
habían repetido durante varias semanas, fueron saludables e indicaban una
actitud positiva ante la vida.
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173
Un día me preguntó si el contacto sexual con un hombre "una vez por mes"
podía resultarle dañino. La pregunta fue formulada en un tono medroso que
contradecía sus conocimientos sobre asuntos sexuales. Eso era el índice de un
miedo irracional: la paciente había comenzado a gestar el miedo de que
durante el acto sexual le ocurriera una desgracia, "puesto que su columna
vertebral estaba deshecha en dos lugares". Temía las consecuencias de los
movimientos bruscos durante la excitación sexual. Cabe señalar que esta idea
surgió después del fracaso de sus intentos por encontrar un compañero. Había
conocido a un hombre que había resultado ser impotente. Eso la enfureció,
pero ella combatió su odio y su decepción. Cuando percibió los síntomas de
un nuevo acceso de furia, "se la tragó". Su cuadro era ahora el de una total
neurosis de estasis. La depresión se había acentuado; sufría accesos de llanto
convulsivo, que era incapaz de dominar; se quejaba de opresión y de un "peso
en la zona del corazón". "There is a dreadful pressure in my chest"*, se
lamentaba, "it goes through and through".
Podría haberse atribuido el "peso en la zona del corazón" al estado de la
XII vértebra; pero había un elemento que nos inducía a descartar esta idea. La
paciente había pasado seis semanas sin dolores, no había experimentado el
menor malestar en la zona torácica, había trabajado duro. No era lógico que
la presión mecánica de la vértebra colapsada sobre un nervio se hiciera
presente de una manera tan brusca, luego de un largo período sin
inconvenientes. Los acontecimientos confirmaron la suposición de que estaba
desarrollando una histeria de miedo y que esa histeria se valía de la lesión en
la columna vertebral para una racionalización. Cualquier médico sin
experiencia psiquiátrica habría atribuido aquellos síntomas patológicos a la
vértebra colapsada sin tener en cuenta el hecho de que esa vértebra estaba
igualmente colapsada durante las semanas que la paciente vivió sin
experimentar dolores.
Las excitaciones sexuales habían aparecido luego de unas diez aplicaciones
de orgón. La paciente estaba biofísicamente cargada por acción de esa
energía, pero no podía manejar sus excitaciones sexuales. La neurosis de
miedo que comenzaba a manifestarse era sólo una reactivación de conflictos
que había vivido en la pubertad. Ahora se encontraba en una situación
trágica: despertaba a una nueva vida sólo para encontrarse ante la nada.
Mientras estuvo enferma, el tumor canceroso y los padecimientos que éste le
infligía habían absorbido todos sus intereses. Su organismo había consumido
grandes cantidades de energía biológica en la lucha contra el cáncer; pero
ahora esas energías estaban libres y se habían visto reforzadas por la carga
* "Siento una horrible opresión en el pecho". [N. de la T.]
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173
orgonótica. En una fase de depresión excepcionalmente aguda, la mujer me
confesó que se sentía fea, arruinada como mujer y que no sabía cómo hacer
para seguir soportando la vida. Me preguntó si la energía orgónica también
podía curar su neurosis de angustia. Mi respuesta fue negativa y ella
comprendió por qué.
Resumamos ahora la secuencia de los acontecimientos:
1. Grave neurosis de estasis al comienzo de su matrimonio, por la
impotencia de su marido.
2. Represión de la excitación sexual, resignación, depresión y una década
de abstinencia.
3. Las excitaciones sexuales desaparecen mientras se gesta el cáncer. Más
adelante veremos que la localización de las metástasis se produce
exactamente en aquellos órganos de los cuales se vale la coraza muscular
para combatir las excitaciones sexuales.
4. Destrucción de los tumores por acción de la energía orgónica,
recuperación física de la paciente y reaparición de la excitabilidad sexual.
5. La gran excitación sexual culmina en decepción, reaparece la antigua
neurosis de estasis.
Este cuadro patológico total desembocó, por fin, en un encogimiento
general del organismo.
Así estaban las cosas cuando un día se produjo un desafortunado
accidente. La paciente había abandonado el acumulador de orgón y había
comenzado a vestirse. Se inclinó con cierta brusquedad para recoger una
media que se había deslizado al suelo y entonces oímos un alarido. Corrimos
hacia donde se encontraba la mujer. Estaba pálida como una muerta, su pulso
era irregular y parecía a punto de desmayarse. Nos alarmamos porque
ignorábamos lo que había ocurrido y porque las lesiones de columna eran
realmente una espada de Damocles. No se podía saber en qué momento la
paciente podía sufrir una fractura de columna. El alto grado de posibilidad de
que ocurriera semejante hecho era lo que lo convertía en una fácil
racionalización de la neurosis. Cuando se hubo calmado, pudimos establecer
que se trataba de una falsa alarma. Por un instante, la mujer había creído
realmente que su columna se había fracturado a causa de aquel movimiento
demasiado rápido. En realidad, sólo había sufrido una leve distensión
muscular en el omóplato al poner en movimiento, con excesiva rapidez, un
músculo hipertónico. Durante los días siguientes la paciente se sintió bien,
pero al cuarto día se quejó de una "intensa opresión en el pecho" y de
debilidad en las piernas. El examen de los reflejos no mostró daño alguno en
174
175
el sistema nervioso. En los días que siguieron, sus piernas parecieron más
fuertes, pero la presión en el tórax persistió. Luego, un día, durante una
conversación en el consultorio, la mujer lanzó un grito y se dobló en dos.
Todos los presentes pensaron en una fractura de columna. Un examen
practicado en ese mismo momento reveló que los reflejos de las extremidades
inferiores y del tronco funcionaban a la perfección. Por otro lado apareció un
nuevo síntoma que mantuvo a la paciente durante muchos meses en cama y
que desorientó a muchos médicos.
Cuando la mujer cayó hacia adelante se detuvo su respiración y comenzó a
boquear en procura de aire. Tuve la impresión de que se había producido una
contractura espástica del diafragma, un bloqueo diafragmático.
El dolor en las costillas inferiores acerca del cual se quejaba la paciente
podía deberse tanto a ese espasmo como a una presión mecánica de las
vértebras colapsadas sobre un nervio sensorio: la XII vértebra -que en la
paciente estaba aplastada- corresponde a la inserción costal del diafragma.
Los sucesos de los meses siguientes representan, en esencia, un conflicto de
opiniones acerca de la validez de esas dos explicaciones. Aconsejé a los
familiares de la paciente consultar al ortopedista que antes le había prescripto
la minerva. El ortopedista declaró que la columna y la pelvis estaban Libres
de sombras y metástasis y que el estado de la mujer se debía a una lesión
mecánica de la duodécima vértebra torácica. El médico no preguntó cómo
habían desaparecido las metástasis. Recomendó reposo con chaleco de yeso.
El hermano de la paciente se resistió a aceptar ese consejo, pues había
seguido con inteligencia el curso de la enfermedad de su hermana y estaba
convencido de que yo tenía razón. En esos días descubrí la relación entre la
lesión de la duodécima vértebra y la contracción biopática del diafragma.
Tenía que existir una razón para que el espasmo diafragmático -tan familiar
para nosotros, los orgonomistas- se presentara justo en ese momento.
También tenía que existir una razón para que una de las metástasis más
importantes hubiera aparecido justo en la inserción costal del diafragma. El
diagnóstico clínico se veía tremendamente dificultado por la coincidencia del
espasmo de diafragma y la lesión vertebral; sin embargo, dicha coincidencia
permitía comprender la importantísima relación entre el espasmo muscular,
de origen emocional, y la localización de las metástasis. Uno de los objetivos
de este capítulo será el de establecer que la localización de un tumor
canceroso está determinada por la inactividad biológica de los tejidos situados en la inmediata vecindad.
Fue preciso interrumpir la orgonterapia, puesto que la paciente se veía
obligada a guardar cama. Los nuevos exámenes practicados en un hospital
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oncológico y por médicos particulares demostraron que no existía ningún
tumor canceroso y que los defectos de la columna vertebral estaban
calcificados. El tumor de mama no reapareció. Sin embargo, nadie podía
asegurar que los tumores no volverían a presentarse. Visité varias veces a la
paciente en su domicilio. Se quejaba de intensos dolores en las costillas
inferiores. Los dolores no eran constantes ni localizados; aparecían aquí y
allá a lo largo del borde inferior del tórax y siempre podían ser eliminados
corrigiendo la respiración. El cuadro general era de una neuralgia con un
marcado componente histérico. La paciente yacía inmóvil en la cama y
aparentemente no podía moverse a causa de los dolores. Parecía incapaz de
mover brazos y piernas. Si se procuraba moverlos en forma pasiva, la mujer
gritaba de dolor, palidecía y se empapaba en sudor frío. Unas pocas veces
logré que abandonara el lecho y se sentara en un sillón, indicándole que
respirara profundamente por espacio de diez minutos. Los familiares se
admiraban de que yo consiguiera suprimir los dolores con tanta facilidad.
Habían sido testigos de la eliminación de los tumores, confirmada por
médicos ajenos al proceso. Mi orgonterapia tenía mucho de misterio, puesto
que no se basaba en medicamentos ni en inyecciones. Para contrarrestar esa
impresión traté de explicarles el mecanismo de la enfermedad. Entendieron
que el dolor no podía provenir de la lesión de columna, puesto que de ser así
habría estado bien localizado y no podría haber sido suprimido por una
simple corrección de la respiración. Por entonces yo no sospechaba aún que
la paciente no experimentaba dolores sino terror a la aparición de éstos.
Ensayamos una inyección intercostal de anestésico en el lugar en donde se
producían los dolores más intensos. La anestesia no surtió efecto y poco
después de la inyección aparecieron los dolores en otra costilla. El médico a
cargo del caso —quien al comienzo estaba convencido de que el dolor tenía
su origen en la lesión vertebral— terminó por admitir que el problema era
esencialmente "funcional". Pero ninguno de nosotros sabía decir qué
"sentido" tenía aquel síntoma "funcional". Por añadidura, para muchos
médicos "funcional" significa "no orgánico-anatómico", es decir "no real sino
fingido".
Un día encontré a la paciente otra vez con "dolores" intensísimos.
Boqueaba en procura de aire y emitía unos curiosos gemidos. Su estado
parecía grave, pero el cuadro desapareció rápidamente al corregirle la
respiración o al hacer desaparecer la tensión de los músculos de la
mandíbula. Confié el control de la respiración a un colega, pues me vi
obligado a ausentarme por dos meses. Esto me confirmó después que había
logrado suprimir los dolores imponiendo a la paciente una espiración total.
La paciente fue nuevamente internada. El médico a cargo del caso
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comprobó una vez más la ausencia de metástasis en los huesos. No creía que
el tratamiento con rayos X eliminara los dolores. También dudaba de que una
intervención quirúrgica al nervio del XII segmento espinal tuviera un
resultado positivo. Esto ocurría cinco meses después de la iniciación de la
orgonterapia y tres y medio después de su interrupción. Cuando el hermano
de la paciente mencionó los éxitos de la orgonterapia, el médico se mostró
muy reticente; no podía expedirse "mientras el mundo de la medicina no
hubiera aceptado el asunto". El colega pasaba por alto el hecho de que él
mismo era parte de ese "mundo de la medicina" sobre el cual descargaba la
responsabilidad del reconocimiento del éxito de la orgonterapia en casos de
cáncer.
La paciente no tardó en volver a su casa y allí permaneció en cama,
inmóvil, de espaldas, como antes. La atrofia de la musculatura por inactividad
hacía rápidos progresos y el peligro de una recidiva de los tumores era muy
grande. Un mes después volví a ver a la paciente. Una vez más pude suprimir
los dolores por corrección de la respiración. La mujer pudo bajar de la cama,
pero se sentía muy débil. Durante uno de esos intentos de mantenerla en pie,
observé que caía en un profundo estado de ansiedad. Me imploró que la dejara
regresar a la cama. No experimentaba dolores en ese momento. Logré que
permaneciera un rato más en pie. De pronto comenzó a temblar con violencia,
palideció y se empapó en sudor frío, de miedo. Era una violenta reacción -casi
un shock- del sistema autónomo al acto de mantenerse en pie. No la dejé
volver a la cama, porque advertí que un miedo irracional la impulsaba a
acostarse. Pocos instantes después comenzaron a hacerse visibles las
convulsiones en la región abdominal superior. La paciente abría la boca en
procura de aire y pude ver que el espasmo diafragmático se disolvía en
convulsiones clónicas de la musculatura abdominal. A partir de ese instante
se sintió aliviada y pudo moverse con libertad.
Por primera vez, yo captaba un elemento esencial de la biopatía: la
paciente había reaccionado con una contracción del diafragma a la carga
biológica por medio del orgón y a las excitaciones sexuales que siguieron. 8
Esa contracción del diafragma provocaba, sin duda, la "presión en el tórax" y
la sensibilidad dolorosa que ella atribuía a la lesión de columna. La presión
"dolorosa" sobre el tórax desaparecía cuando yo lograba superar el espasmo
inspiratorio al prolongar la exhalación, con lo cual se restablecía el
movimiento pulsatorio del diafragma. Pero era evidente que esas
contracciones y expansiones del diafragma inspiraban un terrible miedo a la
8
La represión de la excitación sexual por medio de una actitud crónica de
inspiración es un fenómeno bien conocido por los orgonterapeutas.
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paciente, que ella contrarrestaba refugiándose en el espasmo inspiratorio. Y
ahora quedaba demostrado que el "peligro" de una disolución clónica de la
contracción al mantenerse de pie o andar era demasiado grande para la
paciente. El peligro consistía en las fuertes convulsiones que amenazaban
disolver el espasmo diafragmático. La mujer no se animaba a abandonar la
cama porque temía esas convulsiones. De modo que el miedo la mantenía
atada a la cama, si bien no era el único motivo que la llevaba a la
inmovilidad.
No cabe duda de que el espasmo de diafragma provocaba dolores
neurálgicos en las costillas y en la inserción de este músculo. Pero el espasmo
sólo constituía una parte de su inmenso miedo de moverse. Más importante
era su miedo de "desplomarse" o "quebrarse la columna" si se movía. Las
convulsiones involuntarias del diafragma, que amenazaban producirse si se
ponía de pie, parecían confirmarle el peligro. La mujer no padecía, pues,
dolores agudos, sino un miedo mortal a la aparición de dolores terribles.
Según ella misma decía, pocos meses antes había podido comprobar que
"algo dentro de ella crujía, cuando se movía con excesiva rapidez". De modo
que padecía a causa de una mala interpretación de las sensaciones
orgonóticas normales que acompañan a los movimientos del diafragma. La
necesidad de guardar cama era un tremendo mecanismo de defensa, cuya
función consistía en evitarle el miedo a "quebrarse". Ese peligro se hacía
sentir no bien el espasmo diafragmático comenzaba a disolverse en
movimiento clónicos, y para conjurarlo ella intensificaba su contracción
espástica del diafragma. Por supuesto, tal estado emocional debía tener
consecuencias somáticas graves, pues daba lugar a una rigidez muscular
general que dificultaba todo movimiento. Con el tiempo, esta falta de
movimientos redundaba a su vez en una atrofia de los músculos tensados. Por
ejemplo, la paciente apenas si podía levantar los brazos. Si quería levantar el
izquierdo tenía que hacerlo con ayuda del derecho. No podía levantar las
piernas y apenas si flexionaba las rodillas. Mantenía la cabeza en una postura
rígida, como si la musculatura profunda del cuello la mantuviera fija en un
punto. Los movimientos pasivos de la cabeza tropezaban con una automática
resistencia. Era evidente el miedo de la paciente a que se le "quebrara el
cuello". Todos los médicos consultados habían insistido en que se guardara
de efectuar movimientos bruscos puesto que la quinta vértebra cervical estaba
colapsada.
Pocos días después, encontré a la paciente en estado lamentable. Pese a su
intensa necesidad de defecar no había ido al baño durante varios días para no
abandonar la cama. Y una vez más sucedió: cuando exhaló el aire a fondo,
desaparecieron los "dolores" y pudo levantarse. La defecación fue
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abundantísima y el proceso se cumplió sin dificultad alguna.
Informé al hermano que quería tratarla durante dos semanas con
orgonterapia psiquiátrica, pero que lo haría a título de ensayo e interrumpiría
el tratamiento si no veía resultados. La paciente se trasladó a las
proximidades de mi domicilio y durante las semanas siguientes trabajé con
ella por espacio de dos horas diarias (este trabajo fue sin honorarios). En el
curso de este tratamiento quedó en descubierto el fondo fóbico de su estado
biopático.
Expresión caracterológica de la biopatía de retracción
Seis meses después del colapso en mi laboratorio, la paciente comenzó a
padecer de una parálisis fláccida del recto y de la vejiga. Se hacía necesario
decidir con toda seriedad si los fenómenos de parálisis obedecían a una lesión
mecánica localizada o —como yo suponía— a un encogimiento funcional del
sistema autónomo. En el primer caso no habría un fundamento emocional; el
trastorno estaría netamente localizado e indicaría una lesión focal específica.
En el segundo caso cabía esperar que los trastornos emocionales y
caracterológicos se manifestaran en primer plano y que los fenómenos físicos
de parálisis fueran inconstantes.
Expliqué una y otra vez a la paciente su temor a la aparición del dolor y no
tardó en comenzar a moverse en la cama sin ayuda y sin experimentar
dolores. Pero sólo podía ejecutar esos movimientos si corregía de antemano
su respiración y relajaba los músculos de la mandíbula. Tenía que "perder
antes el temor al movimiento", como ella misma decía. Eso habría sido
imposible en el caso de una lesión del decimosegundo segmento dorsal.
El esfuerzo de ponerse de costado o boca abajo la dejaba agotada.
Buscamos juntos el origen de aquel agotamiento y por fin lo encontramos en
la extraordinaria tensión de la musculatura superficial y profunda del cuello.
Era como si la cabeza de la paciente fuera tironeada hacia abajo, hacia el
pecho. Era la posición involuntaria que adopta alguien que se defiende de un
golpe a la cabeza. Era una actitud automática. La paciente no la podía
controlar ni relajar voluntariamente. Cuando la musculatura del cuello se
contracturaba, la respiración se detenía y la paciente emitía unos ronquidos
que hacían pensar en una garganta constreñida. Eran sonidos semejantes a los
que se emiten al morir o en un estado de intenso shock. Para aliviar el
espasmo, yo tenía que introducirle dos dedos en la garganta, a lo cual ella
reaccionaba con ahogo y arcadas. Las reacciones eran tan violentas que el
rostro de la paciente adquiría una coloración azulada.
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Después de un rato se sentía "muy aliviada de la garganta".
En una ocasión, mientras se hablaba de los reflejos de la garganta, me
relató espontáneamente que tenía pesadillas. Por la noche soñaba que caía en
precipicios, que se hundía en el suelo, que se asfixiaba, que algo se
desmoronaba sobre ella y la aniquilaba, etc. El orgonterapeuta está muy
familiarizado con los sueños de caída. Como es sabido, aparecen en la fase
final del análisis de carácter, durante el período en el cual las sensaciones
preorgásticas comienzan a aparecer en el abdomen y los genitales, y son
reprimidas antes de que se hagan conscientes. Tales sensaciones, cuando
están cargadas de miedo, se experimentan como caídas. El mecanismo de
acción es el siguiente:
La excitación preorgástica es el punto de partida de una convulsión
involuntaria del sistema plasmático. Si el individuo se resiste a esa convulsión
por miedo, en medio de la expansión que debería culminar en convulsión, el
organismo desarrolla una contracción neutralizante. En otras palabras: el
organismo frena la expansión. De eso proviene la sensación que se
experimenta al descender rápidamente en un ascensor o al aterrizar con
rapidez en un avión. De modo que la sensación de caída es la percepción de
una contracción del sistema autónomo, que frena, súbitamente, una expansión
a punto de iniciarse. Los típicos sueños de caída suelen ir acompañados por
una repentina contracción de todo el cuerpo.
Aplicado a la paciente en cuestión esto significaba que ella reaccionaba a
una excitación vagal de su organismo, con contracciones espásticas. Su
organismo se trababa en espasmos musculares del cuello y del diafragma,
para "aferrarse a algo". El temor a las contracciones disminuía
considerablemente cuando yo lograba eliminar los espasmos al desencadenar
el reflejo de vómito. Los movimientos que la paciente ejecutaba en la cama
no terminaban ya en espasmos, sino en una sensación de bienestar:
experimentaba el placer del movimiento.
Toda corriente plasmática tiene su origen en una contracción central que
se disuelve en una expansión vagal, 9 esta expansión está conectada con la
sensación de placer. En el caso de temor al placer orgástico, concluye en un
espasmo muscular. Ya no cabía duda: la paciente sufría una reacción
espástica a la expansión vagal, como consecuencia de su miedo al orgasmo.
De modo que el encogimiento biopático comienza con una restricción
espástica de la pulsación plasmática. El encogimiento biopático se distingue
de la simple neurosis simpaticotónica de estasis en que los impulsos de
9
Este fenómeno puede observarse directamente en la amoeba limax al
microscopio con un aumento de 2000x.
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expansión y extensión van desapareciendo, mientras que en la neurosis por
estasis su intensidad no se pierde. Con todo, es difícil establecer una
distinción muy neta.
El mecanismo de reacción espástica de la musculatura a los impulsos de
expansión vagotónica, que acabamos de describir, funcionaba de manera
especial en cada sistema muscular. Si yo intentaba mover los brazos de la
paciente en forma pasiva, la reacción invariable era una contracción de los
músculos del hombro y de los flexores del brazo. La reacción se asemejaba al
negativismo y a la rigidez de los catatónicos. La paciente parecía ser víctima
de una parálisis fláccida de brazos. Cuando le pedí que me golpeara el brazo
pareció incapaz de hacerlo; pero cuando le sugerí que imaginara estar
descargando así su furia, logró superar la parálisis en cinco minutos y
comenzó a golpear casi con alegría. Al final, el movimiento y la acción se
convirtieron en un placer para ella. La parálisis parecía considerablemente
disminuida. La paciente había superado temporalmente su miedo a la
expansión y a la pulsación plasmática. Esto fue contribuyendo a mejorar su
estado general.
Pude observar el mismo proceso cuando la enderezaba en la cama contra
su voluntad. Cada vez que lo hacía se alarmaba hasta el punto de quedarse sin
respiración y palidecer. "No debería haber hecho eso", repetía aterrada. Sin
embargo, cuando repetí unas cuantas veces el procedimiento y logré, por fin,
que la enferma superara sus temores y se convenciera de qué nada le ocurría,
no tardó en ejecutar los movimientos por propia voluntad. Ella fue la primera
sorprendida y comentó: "Es un milagro que esto sea posible".
A partir de ese momento provoqué en forma regular el reflejo de vómito,
le hice morder la almohada y golpearme el brazo, con la intención de
desencadenar contracciones clónicas en los hombros y en la musculatura del
cuello. Sabía por experiencia que la energía biológica sólo se desprende de
los músculos tónicamente contraídos, en forma de clonus. Esta comprobación
se confirmó también en el caso de esta paciente. Al cabo de media hora de
movimientos voluntarios aparecieron contracciones involuntarias en los
músculos de los brazos y los hombros. Las piernas también comenzaron a
temblar. Logré intensificar ese temblor flexionándolas y estirándolas con
suavidad.
Cuando se produjeron las primeras contracciones clónicas, la paciente se
mostró muy asustada. No sabía qué le estaba ocurriendo. Era el mismo miedo
al clonus involuntario de su musculatura, que ella evitaba por medio de
contracciones tónicas. Pero luego de trascurridos algunos minutos, los
movimientos clónicos comenzaron a provocarle placer. Poco a poco comenzó
a intervenir en el clonus la musculatura profunda del cuello.
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La paciente expresó su temor de vomitar. Por un momento pareció que iba a
desmayarse. Yo insistía en que no se resistiera a las contracciones
involuntarias, que se entregara a ellas. Al cabo de un rato, la intensidad de las
contracciones comenzó a ceder: la energía biológica retenida se había
descargado. La mujer se desplomó agotada. Su rostro adquirió color; su
respiración se hizo calma, profunda, completa. Ya no era posible provocar el
reflejo de vómito. "Siento una extraña sensación de libertad en la garganta",
comentó. "Es como si me hubiera liberado de una presión." La presión en el
tórax también había desaparecido.
Al día siguiente, la respiración era normal y procuré hacer desaparecer la
parálisis de las piernas provocando un clonus de la musculatura de dichas
extremidades. Lo logré hasta cierto punto separándolas y juntándolas con
gran lentitud. Por supuesto, no había prevenido a la paciente acerca de las
sensaciones preorgásticas que aparecen en los genitales al relajarse la
musculatura contracturada de las piernas. De pronto, la respiración de la
mujer se detuvo, su mandíbula se crispó y su rostro adoptó una expresión que
sólo puede describirse con la palabra "agónica". La reacción fue tan violenta
que me alarmé. Sin embargo, yo había movido sus piernas con gran lentitud;
era imposible que se hubiera producido algún daño mecánico. La paciente
comenzó a emitir unos sonidos propios de grandes dolores en el tórax. Era
una mezcla de ronquido y gemido. Por mi experiencia clínica comprendí que
aquélla era su reacción a las corrientes plasmáticas en los genitales. La
vegetoterapia nos ha enseñado que bajo la presión del miedo al orgasmo, las
sensaciones orgásticas se manifiestan como temor a la muerte. "Muerte" en el
sentido de total desintegración, disolución, pérdida de conciencia, "no ser".
Los estertores se hicieron más violentos, la paciente palideció y su piel
llegó a adquirir una tonalidad azulada; los ojos se le dieron vuelta. Parecía
agotada. Yo nunca había presenciado la reacción agónica neurótica con
semejante grado de realismo. A pesar de mis veinte años de trabajo en
disfunciones del orgasmo, yo seguía subestimando la profunda significación
de los trastornos de la pulsación biológica. Es verdad que siempre había
afirmado que el orgasmo es una función básica de toda actividad viviente y
que "la fórmula del orgasmo es la fórmula de la vida por excelencia"; pero
hasta ese momento nunca había visto "morir" con tanto realismo, por miedo
al orgasmo. Comuniqué a los familiares que quizá la vida de la enferma sólo
se prolongara unos días más. Comprendía que el encogimiento de su aparato
vital podía llevarla realmente a la muerte. Si la paciente no hubiera llegado a
mí siete meses antes al borde de la muerte, yo habría dado por terminado el
tratamiento al llegar a ese punto. Pero, dada la situación no había nada que
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perder con proseguirlo y el caso me permitiría aprender mucho acerca de la
naturaleza de la biopatía de encogimiento.
Al día siguiente recibí una llamada telefónica de la familia: la enferma
agonizaba, respiraba con dificultad, con estertores, y no defecaba.
Inmediatamente fui a verla. A primera vista me pareció que estaba realmente
moribunda. Su rostro tenía una coloración azulada, estaba muy demacrada,
respiraba con estertores y murmuraba: "This is the beginning of the end". El
pulso era acelerado, pero firme.
En el término de un cuarto de hora, mis o menos, pude establecer un buen
contacto con ella. Le pregunté si recordaba haberse sentido morir antes de
que aparecieran los tumores. Sin la menor resistencia me informó que de niña
solía poner los ojos en blanco y "jugar a que se moría". Los suspiros y
estertores también le resultaban familiares desde la infancia. Solía emitir esos
sonidos cuando sentía una constricción en la garganta o, según sus propias
palabras, cuando sentía que "algo se le cerraba en la garganta". La aparición
de una metástasis en la quinta vértebra cervical se debía, pues, a un espasmo
de la musculatura profunda del cuello, con varias décadas de existencia.
Según siguió informando ella misma, la sensación de constricción en la
garganta iba acompañada por un encogimiento de hombros y por un
endurecimiento "entre los omóplatos", es decir, justamente en el lugar en el
cual más tarde aparecerían los dolores de tipo canceroso.
La paciente hablaba ahora con toda animación y lucidez. La invité a que
"jugara a que se moría". En el término de pocos segundos reprodujo en forma
consciente el cuadro que antes había ofrecido involuntariamente. Hizo girar
los globos oculares hacia arriba, entrecerró los párpados como para que se
entreviera el blanco del ojo, mantuvo la caja torácica en posición de
inspiración y comenzó a emitir aquellos sonidos mezcla de gemido y de
estertor. No fue fácil sacarla nuevamente de su pose de moribunda; pero
mientras mayor fuera la frecuencia con que adoptaba a conciencia aquella
pose, tanto más fácil le resultaría renunciar a ella. Mi experiencia en
orgonterapia me decía que una función autónoma puede objetivarse por la
práctica y termina por quedar sometida al control consciente.
Pregunté a la paciente si creía que inconscientemente estaba tratando de
suicidarse. La mujer rompió en llanto y declaró que ya no tenía motivos para
vivir. La enfermedad había destruido sus encantos sexuales. Ya no volvería a
ser feliz y no podía imaginar la vida sin perspectivas de felicidad.
Volví a provocar el reflejo de vómito. El temblor clónico de las
extremidades superiores y de la musculatura del cuello no tardó en
reaparecer, aunque no con la misma intensidad que el día anterior.
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La paciente logró sentarse en la cama por sus propios medios, pero las
piernas no le obedecieron. Tuve la impresión de que la mitad superior del
cuerpo funcionaba, pero que la mitad inferior desde las caderas hacia abajo
no participaba.
Durante algunos días la enferma comió con apetito, se sintió bien y se
mostró animada. Luego recayó, sin transición, en su actitud de moribunda.
Comprendí que no estaba actuando; su reacción biopática la había dominado.
Respiraba con dificultad, con inspiraciones poco profundas, estaba pálida, la
nariz se le había afilado, las mejillas estaban sumidas y emitía un ronquido.
Yo no entendía por qué estaba sucediendo aquello en ese momento. La mujer
se quejaba de terribles dolores y no podía moverse. Una vez más logré
hacerla respirar con normalidad, y ella luchó con coraje para salir, adelante.
Nuevamente se produjo un violento clonus en el tronco y en el cuello, pero
las extremidades inferiores continuaron "muertas". Hice que la propia
paciente se introdujera los dedos en la garganta otra vez; los espasmos se
intensificaron.
Advertí que la pelvis comenzaba a participar en las convulsiones, pero era
evidente que la mujer se contenía. Los espasmos se prolongaron por unos
diez minutos, luego cedieron. Si antes había dado la impresión de estar
asfixiándose, ahora se advertían con toda claridad reacciones vagotónicas. El
rostro adquirió color, la palidez del cuerpo desapareció. Los dolores
provocados por el espasmo de diafragma se calmaron. Pocos minutos
después la paciente comenzó a hablar. Temía que le pudiera ocurrir algo
"abajo". Confesó que desde el momento en que inició su tratamiento conmigo
se había masturbado de vez en cuando. Aquello era una tardía rectificación
de sus declaraciones originarias acerca de la total abstinencia en que había
vivido por espacio de diez años. Durante la primera semana del tratamiento
con orgón había reprimido todo impulso de masturbación en respuesta a
fantasías acerca de una relación sexual conmigo. Desde entonces no se había
animado a tocar sus genitales. La represión del impulso de masturbarse, junto
con la fantasía de relación sexual, había traído como consecuencia una estasis
de excitación, intensificada por la carga biológica que recibía en el
acumulador. El aumento de necesidades sexuales intensificó sus miedos. Y
así surgió la fobia a la fractura de la columna. La distensión de un músculo
del hombro al agacharse bruscamente pareció confirmar sus temores; era
como si se hubiera dicho a sí misma: "Has visto, yo ya sabía".
Al día siguiente de haberme confesado sus fantasías onanistas, la encontré
de excelente humor, sin quejas y llena de esperanzas. Sus confesiones del día
anterior le habían permitido masturbarse por primera vez después de varios
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meses. Afirmó haber experimentado una gran satisfacción. En esos días pudo
controlar bien el espasmo de diafragma. Estaba constipada, pero sentía necesidad
de evacuar. El miedo al movimiento le impedía ir al baño. Se movía mucho
mejor en la cama. Pudo incorporarse sin ayuda y eso la asombró y la alegró.
Por primera vez tenía conciencia de la cadena de causas: temor a la fractura
de columna→miedo al dolor→inhibición de la respiración por bloqueo del
diafragma→dolor real en el tórax→temor a la fractura de columna. Pero esta
vez, la inhibición del movimiento por miedo a la fractura de columna se
demoró, por así decirlo. El miedo sólo aparecía cuando el movimiento le
exigía demasiado esfuerzo. De esa manera resulta inteligible la relación entre
su miedo a la fractura de columna y su miedo al "movimiento".
Al día siguiente volví a encontrar a la paciente con respiración deficiente,
quejumbrosa, afligida y en actitud de moribunda. No supo decirme lo que le
había ocurrido. Sus familiares me informaron que el día anterior se había
sentido muy bien hasta entrada la noche. Su estado había empeorado de
pronto a raíz de un incidente sin importancia: su hijo estaba en el cuarto de
baño vecino al dormitorio y ella oyó un rumor y se asustó. De pronto imaginó
que el niño estaba encerrado en un espacio muy pequeño, que no podía
respirar y que se asfixiaría. Pasó gran parte de la noche despierta y cada vez
que se dormía tenía pesadillas angustiantes o sueños de caída. Ese día no
pude hacer otra cosa que corregirle la respiración y las quejas acerca del
"dolor" cesaron.
En los días subsiguientes la paciente se sintió muy aliviada. Estaba en
condiciones de moverse en la cama sin dolores y de levantar las piernas. La
debilidad de los brazos había disminuido, comía con apetito y parecía muy
esperanzada. Durante uno de los tratamientos, al moverse en la cama se
acercó mucho al borde y palideció, dejó de respirar y lanzó un grito. Tenía
miedo de caerse de la cama. Sin duda alguna, la reacción era desmedida, no
guardaba relación con la situación real. Después de ese incidente me relató
que en el verano, mientras estaba internada en la clínica, había pedido que le
colocaran una cama a cada lado de la suya, por temor a una caída. La levanté
y la acerqué al borde de la cama. A pesar de la firmeza con que la sostenía, la
mujer gritó de terror. El miedo a la caída, que estaba en el fondo de sus
trastornos de movimiento, se ponía de manifiesto con toda claridad.
Al día siguiente la hice sentar en la cama. No experimentaba dolores, pero
estaba aterrorizada y profería gritos histéricos, mientras su cuerpo se
empapaba en sudor. Anunció que estaba a punto de morir, que hasta ese
momento había luchado contra la muerte, pero que ahora moriría. Lloraba por
su hijo. Me pidió que le administrara una inyección letal para acabar con
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sus padecimientos. "No quiero dejar esta cama, quiero quedarme acostada."
Después de un rato se tranquilizó y advirtió con asombro que permanecía
sentada sin esfuerzo. Pero, poco a poco, aparecieron en todo el cuerpo -y con
particular intensidad en los hombros— violentos espasmos clónicos. La
paciente manifestó su terror a esos espasmos: justamente por eso permanecía
en la cama. Sentía que los clonus comenzaban a manifestarse no bien se la
obligaba a enderezarse. Ahora no era miedo a la caída, pero la relación era
clara. Las tremendas contracciones clónicas de su musculatura constituían la
base fisiológica de su miedo neurótico a la caída. Como ya he señalado, la
paciente tenía pesadillas. Caía en profundidades, algo pesado se precipitaba
sobre ella, unos hombres la asaltaban y la querían estrangular, etc. Ahora
recordaba haber experimentado el mismo tipo de miedos durante la pubertad.
También recordó una fobia: cuando andaba por la calle y oía pasos a sus
espaldas acostumbraba correr por miedo a que "alguien la siguiera". Por lo
general, el miedo era tan intenso que "las rodillas se le doblaban" y tenía la
sensación constante de estar a punto de caer al suelo. Ahora advertía que era
la misma sensación física que la dominaba cuando se veía obligada a
abandonar la cama. Las rodillas se le doblaban y temía desplomarse. El
diafragma se le contraía de terror.
Vemos, pues, que la debilidad motriz de las piernas era provocada por una
fobia que había dominado su ser ya en la pubertad y, por consiguiente,
mucho antes de que apareciera el cáncer. Su paresia no era otra cosa que una
intensificación de la antigua debilidad de las piernas. Ahora podía asociar ese
miedo a la caída con la idea de la fractura de columna y así racionalizarlo.
Por lo tanto, debemos considerar su antigua fobia a las caídas como
antecedente real de su paresia de las piernas.
El día anterior se había visto obligada a ir al baño con mucha frecuencia.
Los movimientos de intestinos y de vejiga habían sido "extraordinariamente
intensos". Durante la noche había estado inquieta. Luego, al promediar la
mañana, no pudo orinar más. Las piernas habían perdido sensibilidad. La
examiné y comprobé que la sensibilidad a la puntura había disminuido hasta
el décimo segmento dorsal, aproximadamente. El reflejo patelar era normal y
otro tanto ocurría con el reflejo de Aquiles y los de la pared abdominal. Por
teléfono me habían informado que la paciente no podía mover las piernas; sin
embargo, bien pronto se puso de manifiesto que las movía, aunque sólo hasta
cierto punto. La sensibilidad profunda en las articulaciones de los dedos de
los pies había disminuido. El cuadro era el de una paresia funcional. De
acuerdo con los síntomas, no se trataba de una parálisis decididamente
espástica ni tampoco fláccida. Sólo había un elemento de juicio para suponer
que la lesión de la duodécima vértebra era la responsable:
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los trastornos de la sensibilidad en la parte superior del abdomen tenían un
límite bastante preciso hacia arriba.
Al día siente, la paciente volvió a orinar con normalidad, pero tres días
después se debilitó su esfínter anal y la mujer dejó de tener control sobre su
movimiento intestinal. Todos los reflejos eran normales, pero la paciente
tenía honor a enderezarse.
Ingresó nuevamente al hospital para un examen general. Las radiografías
revelaron una total ausencia de metástasis en la columna, a pelvis y los
muslos; en cambio habían aparecido nuevas metástasis en el cráneo y en el
húmero del brazo derecho. Los nuevos tumores habían aparecido, pues a
considerable distancia de las regiones del cuerpo que mostraban fenómenos
de paresia. La biopatía funcional y los tumores cancerosos estaban netamente
separados: nada tenían que ver entre si.
La paciente permaneció 14 días en el hospital. Allí no se le practicó
ningún examen neurológico. La paresia de las piernas se consideró, sin duda,
como una lógica consecuencia de la lesión vertebral. El carácter funcional de
la parálisis escapó a la atención de los médicos. Estos informaron a la familia
que la paciente viviría a lo sumo dos semanas.
La familia decidió trasladarla nuevamente a su casa, puesto que en el
hospital sólo le administraban inyecciones de morfina. Yo la vi el mismo día
de su regreso. Con actitud temerosa me insistió en que debía controlar mucho
sus movimientos, pues los médicos del hospital habían recalcado que "la
columna vertebral estaba presionando un nervio y podía quebrarse" Como es
lógico, la recomendación de los médicos de la clínica reafirmó a la paciente
en su convicción y reforzó la fobia. Los parientes me pidieron que hiciera un
nuevo intento de orgonterapia para eliminar los tumores del cráneo. Ese día
no palpé ninguna tumefacción en el cráneo.
Seguí visitando a la paciente en su casa durante otras cuatro semanas. Los
reflejos de sus piernas eran normales. Los intestinos y la vejiga habían vuelto
a funcionar bien; pero la atrofia de la musculatura y de los huesos progresaba
rápidamente. (A causa de la larga permanencia en cama le había abierto una
escara de decúbito pútrida en las nalgas.) Las piernas se movían en respuesta
a estímulos dolorosos, pero pocas veces había impulsos espontáneos. Las
pesadillas proseguían: hombres que caían en un precipicio y se quebraban el
cuello; un elefante que se lanzaba sobre ella, que estaba "como paralizada",
no podía moverse. Aun de día había una expresión de miedo en sus ojos y
sentía el pecho oprimido El dolor había desaparecido por completo, pero el
temor a moverse ante el peligro de una fractura de columna era tan intenso
como siempre.
186
187
Hicimos construir un acumulador especial para su cama. El efecto del
orgón se manifestó en el enrojecimiento de la piel y en la disminución de la
frecuencia de pulsaciones, que descendió de 130 a un índice que variaba
entre las 80 y 84 pulsaciones por minuto. La paciente se sentía bien en el
acumulador, sus mejillas solían adquirir color y la angustia desaparecía.
El cuadro hemático, que había vuelto a deteriorarse en los últimos meses
(50% Hgb, agujas T, cultivo T +, 50% T luego de la esterilización en
autoclave), mejoró en forma visible. Los impulsos motores de sus piernas
también mostraron un aumento de frecuencia e intensidad. Y entonces se
produjo una catástrofe imprevista que selló definitivamente el destino de la
paciente: una noche, al darse vuelta en la cama, se fracturó el fémur
izquierdo. Fue necesario trasladarla inmediatamente a una clínica quirúrgica.
Los médicos se sorprendieron ante el ínfimo diámetro del fémur. En el lugar
de la fractura no se encontraron vestigios de tejido canceroso. Los médicos
tampoco podían entender la desaparición del tumor de mama. Se administró
morfina a la paciente, quien decayó en el curso de las siguientes cuatro
semanas, hasta que por fin murió.
La orgonterapia le había conservado la vida por espacio de unos diez
meses, la había mantenido durante esos meses libre de tumores y dolores de
cáncer y había normalizado su cuadro hemático. La interrupción del
tratamiento con orgón a causa de la parálisis biopática impide extraer
conclusiones acerca de la posibilidad de un final feliz. Pero no cabe duda de
que, en este caso, la causa de muerte fue el encogimiento biopático y no los
tumores locales.
Este caso nos permitió estudiar el trasfondo vegetativo-emocional del
cáncer y sacar importantes conclusiones. Se nos plantea ahora un interrogante
de fundamental importancia: ¿qué ocurre en los tejidos y en la sangre como
consecuencia del encogimiento biopático? En otras palabras, ¿de qué manera
el encogimiento general del sistema autónomo llega a producir tumores
locales? Me atrevo a afirmar que la consecuencia general del encogimiento
biopático es la putrefacción de los tejidos y de la sangre. El tumor canceroso
es sólo uno de sus síntomas. De más está decir que estos descubrimientos
requieren una detallada fundamentación clínica y experimental que se
brindará en otra oportunidad.
5. Naturaleza de la enfermedad funcional: Resumen
Pasemos ahora revista a lo expuesto, para lograr una visión panorámica del
problema. La "agonía" de la paciente en el ataque biopático no hacía pensar
188
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para nada en histeria o simulación. El sistema autónomo reaccionaba de una
manera tal que no podía excluirse la posibilidad de la muerte: mejillas
sumidas, nariz afilada, estertores, coloración cianótica de la piel, pulso
acelerado y pequeño, espasmo de la musculatura de la garganta, limitación
del movimiento y debilidad física general. Todas ésas eran peligrosas
realidades.
Me atrevo a afirmar que cada uno de esos ataques era el comienzo de una
cesación real de las funciones vitales. La agonía, precedida por una
intensificación extrema del encogimiento del aparato vital, pudo ser
interrumpida múltiples veces merced a la disolución de los espasmos y a la
corrección del bloqueo respiratorio diafragmático. La expansión vagotónica
contrarrestó otras tantas veces el proceso de muerte. No se trataba de
sugestión. La sugestión, en el sentido corriente, no puede afectar el aparato
biológico a niveles tan profundos. En cambio, los impulsos biológicos de
expansión desencadenados en diversos sistemas somáticos lograron detener
durante meses el proceso de encogimiento. Por supuesto, el buen contacto
emocional con la enferma fue parte indispensable del proceso terapéutico.
Sólo en ese aspecto puede decirse que intervino la sugestión.
Recurramos ahora a nuestro familiar esquema del funcionamiento
psicosomático para comprender qué parte del aparato vital se ve afectada por
la biopatía —en contraste con la neurosis de angustia o una lesión mecánica
— y por el experimento orgonterapéutico:
PSIQUIS
Neurosis
Psicoterapia
b1
b2
SOMA
Lesión mecánica
Terapia químico-física
a
BIOSISTEMA
Biopatía
Orgonterapia
188
189
Toda prolongada estasis de energía en el sistema plasmático biológico
(sistema autónomo a) se manifiesta inevitablemente en síntomas somáticos y
psíquicos (b1 y b2). La psicoterapia enfoca los síntomas psíquicos; la terapia
químico-física ataca los síntomas somáticos. La orgonterapia parte del hecho
de que tanto el soma como la psiquis tienen raíces comunes en el sistema
plasmático pulsante (sangre y sistema autónomo). Por eso, la orgonterapia no
ejerce influencia sobre la función psicofísica en sí, sino sobre la raíz común
de las funciones psíquicas y somáticas, al tratar de disolver el bloqueo
respiratorio, el bloqueo del reflejo orgástico y otras inhibiciones de funciones
biológicas. Por eso, la orgonterapia no es terapia psíquica ni fisiológicoquímica, sino una terapia biológica que se ocupa de las perturbaciones de la
pulsación en el sistema autónomo. Dado que estos trastornos se ponen de
manifiesto en todas las capas superficiales del aparato psicosomático -por
ejemplo, como hipertensión y neurosis cardíaca en lo somático, como fobia
en lo psíquico— la orgonterapia necesariamente debe atacar los síntomas de
las capas biológicas superficiales. Podemos afirmar, pues, que la orgonterapia
es por ahora el método más avanzado para ejercer una influencia sobre los
trastornos biopáticos. Por el momento se limita a las biopatías. En la biopatía
carcinomatosa, el tratamiento de los trastornos respiratorios y orgásticos se
combina con orgonterapia física, dirigida contra la anemia, los bacilos T de la
sangre y los tumores locales. En nuestro laboratorio existe una conciencia
clara de la complejidad de esta nueva terapia contra el cáncer y de su carácter
eminentemente experimental, como se verá en los capítulos que siguen.
La concepción clásica sólo conoce antítesis entre la lesión mecánicoquímica en el sistema somático y la perturbación funcional del sistema
psíquico. La investigación biofísica orgonómica de la biopatía carcinomatosa
de encogimiento revela la existencia de un tercer factor, más profundo: la
perturbación de la pulsación plasmática, que actúa en la base biológica
común al soma y a la psiquis. Lo fundamentalmente nuevo es el hecho,
experimentalmente establecido, de que una inhibición de la función sexual
autónoma puede provocar un encogimiento biopático del sistema nervioso
autónomo. Aún no ha podido establecerse con claridad si esa etiología tiene
validez para todas las formas de cáncer.
Se suele partir del preconcepto de que el organismo está dividido en dos
partes independientes entre sí. Según este punto de vista, una de estas partes
es el sistema somático, físico químico, que es destruido por los tumores
cancerosos y la caquexia, y la otra es la psíquica, que produce fenómenos
histéricos -los llamados síntomas de conversión- y "desea" o "teme" tal o cual
cosa, que nada tienen que ver con el cáncer. Esta artificial división del
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organismo es fuente de errores. No es verdad que un aparato psíquico "se
sirve de fenómenos somáticos" y tampoco es cierto que el aparato somático
sólo responde a reacciones químicas y físicas, pero no "desea" ni "teme". En
realidad, las funciones de expansión y contracción del sistema plasmático
autónomo representan el aparato unitario responsable de los "deseos" y
"miedos" de la psiquis y de la vida y "muerte" del soma Nuestra paciente
mostró a las claras la unidad funcional de resignación psíquica y
encogimiento biopático. El proceso vital de la paciente declinaba
gradualmente; la función de expansión fallaba. Expresado en términos
psicológicos, el movimiento, la acción, la resolución y la lucha carecían de
impulsos. El aparato vital parecía encerrado en una reacción de miedo,
psíquicamente representada por la idea fija de que con cualquier movimiento
algo podría provocar una fractura de su cuerpo. El movimiento, la acción, el
placer y la expansión se ven como un "peligro mortal". La resignación
caracterológica precede al encogimiento del aparato vital.
La motilidad del propio sistema biológico plasmático se ve afectada por el
encogimiento biopático. La base real del miedo al movimiento está
precisamente, en ese encogimiento vegetativo. El sistema plasmático se
contrae y el organismo pierde su estabilidad autónoma y la autorregulación
de su función locomotriz. La etapa final del proceso es una mengua de la
sustancia corporal.
La inhibición de la motilidad plasmática por efecto del encogimiento explica
todos los aspectos del cuadro patológico. Nos permite comprender el miedo
neurótico y la parálisis funcional, el miedo a la caída y la atrofia de los
músculos, los espasmos y el trastorno biológico que se manifiesta como
"cáncer" y culmina como caquexia general. En múltiples oportunidades pude
ayudar a la paciente a desarrollar nuevos impulsos vitales con sólo corregir el
espasmo de diafragma, que constituye el centro de los trastornos biopáticos
de motilidad, de la defensa contra la sexualidad y, en general, de la defensa
contra la función expansiva vital. La paciente respiraba realmente mal; la
ventilación de sus tejidos era incompleta; los impulsos motores plasmáticos
en los miembros eran, efectivamente, insuficientes para el movimiento
coordinado; su miedo a caer y a lesionarse tenían un fundamento real y no
eran una simple fantasía neurótica, más aún, la "fantasía" de un desastre
ocasionado. Por la caída tenia un fundamento muy real en la restricción de la
motilidad biológica Vemos, pues, que el carácter histérico-funcional de la
parálisis adquiere una base biopatológica concreta. Entre la parálisis de
motilidad de origen histérico y la parálisis causada por el encogimiento
biopático sólo existen diferencias de grado.
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191
En los círculos médicos existe la tendencia a considerar las parálisis
funcionales con cierta ironía. La medicina aún no se ha liberado de la idea de
que las parálisis funcionales son más o menos "simuladas". Me atrevo a
afirmar que las perturbaciones funcionales de la motilidad atribuibles a
trastornos biopáticos de la pulsación plasmática son mucho más serias y
pueden afectar zonas mucho más amplias que una parálisis resultante de una
lesión mecánica segmentaria. La lesión mecánica no afecta el funcionamiento
del organismo como totalidad. La parálisis funcional, en cambio, es la
manifestación de una perturbación biológica total. Está perturbada la función
de generación de impulsos plasmáticos en el núcleo biológico del organismo y
eso puede dar lugar a una cuantiosa pérdida de sustancia en los tejidos
(atrofia muscular, caquexia general, anemia, etc.). No quiere decir nada el
hecho de que el trastorno mecánico sea inmodificable por sugestión, mientras
que el funcional es accesible a ésta; porque la "sugestión" capaz de producir
una mejoría de la parálisis funcional no es, en realidad, otra cosa que un
estímulo de placer para el sistema plasmático por medio del cual se lo induce
a abrirse a una nueva posibilidad de vida y, por consiguiente, a retomar su
funcionamiento biológico.
La perturbación básica en el funcionamiento del plasma corporal,
representada y causada por una estasis sexual crónica, por rigidez de carácter,
por resignación y por una simpaticotonía crónica, debe tomarse mucho más en
serio que las lesiones mecánicas locales. Es preciso superar, en parte, el
enfoque mecanicista y puramente materialista de la medicina actual y, en
parte, complementarlo con el enfoque funcional. Con ayuda de este último ha
podido abrirse una brecha en el muro que tornaba inaccesible el problema del
cáncer. En las páginas que siguen se verá hasta qué punto esto es ya
practicable. Ahora pondremos toda nuestra atención en los cambios
experimentados por la sangre y los tejidos como resultado de la retracción
biopática.
6. Inanición sexual del organismo por abstinencia crónica.
Un caso de encogimiento carcinomatoso sin tumores
En el capítulo anterior traté de demostrar que el tumor local en sí no es el
cáncer. En realidad, detrás del tumor tiene lugar un encogimiento del sistema
autónomo. En el caso de la paciente cuya enfermedad he descrito, los tumores
locales fueron eliminados por orgonterapia; a pesar de eso, la mujer murió
como consecuencia de una profunda perturbación sexual que provocó un
constante encogimiento del aparato vital. Por casualidad tropecé con otro
192
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caso que confirmó y complementó al primero. Como éste, revela a las claras
el trasfondo social y sexual de la biopatía de encogimiento. Muestra, al
mismo tiempo, las posibilidades que abre al médico y al educador la
orgonterapia de la biopatía carcinomatosa. La responsabilidad que debe
asumir el ecónomo sexual y el psiquiatra al combatir las biopatías sexuales es
enorme. Sólo podemos llegar a una intelección de las biopatías paso a paso, a
través del estudio de diversos casos. Un caso abre interrogantes que
encuentran respuesta parcial en otro, y éste, a su vez, nos enfrenta a nuevas
incógnitas. Pero estos interrogantes sólo resultan evidentes al psiquiatra
orientado hacia la economía sexual. El patólogo mecanicista ni siquiera los
percibe.
Un ecónomo sexual y distinguido colaborador del Instituto había logrado,
en el transcurso de pocos meses, un notable cambio en el estado de una mujer
afectada de una grave neurosis. Una amiga de ésta, que había advertido el
cambio, recordó el caso de una treintañera que desde hacía dos años padecía
de un mal que ningún médico podía explicar. Fue así como la enferma llegó a
mi laboratorio.
La primera impresión superficial fue la siguiente: la expresión facial sólo
podía describirse como la de una "máscara mortuoria". Su acentuada palidez
tenía un tinte azulado. Las mejillas estaban tan sumidas que los huesos de la
mandíbula se destacaban en forma neta bajo la piel. La mirada era fatigada y
velada, como carente de esperanzas. Los labios estaban contraídos en un
rictus de resignación y profunda depresión. El cuerpo era tan magro que las
costillas y las vértebras resultaban claramente discernibles. La totalidad de la
musculatura era tan débil que no podía ponerse en duda la existencia de un
proceso atrófico. Los movimientos eran lentos, cansinos, como si se
arrastrara. La enferma hablaba con lentitud, como si eso le demandara un
gran esfuerzo, sin mímica alguna. Era como si toda actividad estuviera
frenada, como si los impulsos carecieran de la energía necesaria. Los huesos
de la pelvis eran extraordinariamente prominentes. Tenía las manos y los pies
húmedos, fríos y pálidos. Su entonación era monótona y la voz débil. Tuve la
impresión de que la mujer quería tomar contacto conmigo, pero no lo
lograba.
Pesaba 40,100 kg. Había perdido 4,500 kg. durante las últimas cuatro
semanas. Dos años antes pesaba 54,500 kg. Había sido obesa hasta los cinco
años. Luego comenzó a crecer y adelgazó. Desde entonces había pesado
siempre menos de lo que correspondía a su edad. De niña había tenido
sarampión y tos convulsa. Padecía de frecuentes "resfriados" y había sido
sometida a una intervención quirúrgica (extirpación de amígdalas). La
menstruación había aparecido a los 14 años y se presentaba cada cuatro
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semanas con toda regularidad; pero siempre se prolongaba 8 días o más y era
muy dolorosa.
Cinco años atrás consultó a un psiquiatra por problemas sexuales. Desde
su pubertad había estado convencida de que "no andaba" en el aspecto sexual.
Con frecuencia había debido dejar de asistir a clase por varios días para
"restaurarse", como ella decía. Al interrogarla más en detalle pude enterarme
de que en su infancia y adolescencia solía sentirse débil, se cansaba con
facilidad y no podía seguir el ritmo de estudio de sus compañeros. Las tareas
más simples representaban para ella una magna empresa. Padecía de graves
depresiones y no se sentía capaz de enfrentar la vida. La resignación se fue
convirtiendo, poco a poco, en inactividad total.
La madre había sido operada de cáncer de útero (extirpación total) y había
muerto más tarde de metástasis a los huesos. La enferma describió a su madre
como una persona muy silenciosa y tranquila, consagrada a sus hijos. Su
muerte había sido tan silenciosa y resignada como su vida.
La educación de la enferma en el aspecto sexual había sido muy rígida y
ascética. Nunca había mantenido relaciones sexuales. Muy pocas veces la
habían dejado salir a bailar. Durante la pubertad había ambicionado por un
tiempo la amistad de jóvenes del sexo opuesto, pero sus intentos habían
fracasado. Su familia, de una severa religiosidad, no toleraba situaciones que
implicaran cierto grado de "peligro". La jovencita había fracasado por
completo en sus intentos de romper esas inhibiciones externas y se convenció
de que -por más que considerara su propia actitud como algo irracionalinteriormente era incapaz de aproximarse a un hombre. Ese estado se había
impuesto en las postrimerías de su pubertad y se conservaba hasta el
presente. Contribuía en gran medida a sus depresiones y la vida retirada que
llevaba. Era bonita y, sin embargo, los hombres parecían eludirla. Más de una
vez había comenzado a gestarse una amistad; pero ésta había terminado
siempre en nada, porque ante la sola idea de una intimidad física se producía
un inevitable espasmo de los órganos genitales. La enferma terminó por tener
miedo a esos dolorosos estados espasmódicos y evitó toda situación que
pudiera culminar en una actividad sexual. Sabía que estaba enferma, pero no
sabía qué hacer. No se animaba a pedir consejo a los médicos ni a hablar del
asunto con otras personas. En una palabra, se dio por vencida. Nunca se había
masturbado, por más que experimentara excitaciones sexuales; pero de noche
tenía tendencia a apoyar las manos sobre los genitales. A diferencia de otros
casos de abstinencia sexual, tenía plena conciencia de su trastorno pero no
intentaba disfrazarlo con ideales ascéticos. Eso contribuía a aumentar sus
padecimientos. Trató el tema casi sin inhibiciones durante nuestras primeras
entrevistas.
194
195
Interrumpiré la descripción de su abstinencia para volver más adelante
sobre el tema.
La gravedad del estado de la paciente exigía un examen físico completo.
El resultado fue sorprendente: el médico en cuestión prescribió una dieta,
pero no encontró trastornos físicos. Su informe decía así: This is to certify
that I have given Miss... a complete physical examination, including blood and
urine examination, and find her to be in good health."* Este resultado
contrastaba tanto con la impresión que me había causado la paciente, que en
el primer momento no lo entendí. La paciente había perdido 4,500 kg. de
peso durante las últimas cuatro semanas. Desde hacía dos años estaba
incapacitada para trabajar, permanecía en su casa, sin establecer contactos
sociales y se sentía tan débil que se levantaba de la cama para sentarse en un
sillón. No era raro que el médico pasara por alto la biopatía de abstinencia,
pero la pérdida de peso debería haberle llamado la atención. Por otra parte, el
aspecto general de la paciente no era como para pasar inadvertido. Todo ello
me llevó a reflexionar sobre el hábito de la profesión médica de tomar sólo en
cuenta los resultados mecánicos y químicos de un examen. Con frecuencia se
pasa por alto un grave hábito biopático, sólo porque el médico no ha
aprendido a observar la expresión somática de su paciente y a prestar atención
al carácter de su vida sexual.
La enferma tenía un pequeño tumor, del tamaño de un poroto, en el borde
exterior de su mama derecha. Le pregunté si el médico que la examinó lo
había visto; la paciente me aseguró que sí, pero como el tamaño de ese tumor
sufría marcadas variaciones, había llegado a la conclusión de que se trataba
de una inofensiva tumefacción glandular. Al emitir ese diagnóstico se basó,
sin duda, en la creencia de que un tumor maligno nunca se reduce
espontáneamente y siempre crece. Aquel tumorcillo no se había desarrollado,
pese a haber aparecido hacía ya un año. No quise ordenar una biopsia, para
no alarmar a la paciente. Puesto que ésta deseaba someterse a la orgonterapia
experimental, decidí esperar, para ver si el tumor desaparecía después de
algunas irradiaciones. Si desaparecía con rapidez era porque se trataba de una
formación maligna. Si tardaba muchas semanas o meses en desaparecer o no
desaparecía ni crecía, sería porque se trataba de una simple e inofensiva
tumefacción glandular. Además, recurriríamos a nuestras pruebas de cáncer
para confirmar los resultados.
* "Por la presente certifico que he sometido a la señorita
X a un examen físico
completo, incluyendo análisis de sangre y de orina, y que se encuentra en buen
estado de salud." [N. de la T.]
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195
Estas pruebas fueron todas positivas. El diagnóstico era "cáncer" sin lugar
a dudas. Los exámenes del índice de desintegración de los eritrocitos en
solución fisiológica mostraron desintegración bionosa con formación de
agujas T, en el término aproximado de un minuto. Los márgenes de orgón de
los eritrocitos eran estrechos con una débil coloración azul. El contenido de
hemoglobina era normal: 80%.
En la prueba de cultivo, el caldo se enturbió a las veinticuatro horas. La
inoculación en agar y la tinción de Gram mostraron el típico crecimiento de
bacilos T.
Al ser sometida la sangre a la acción de la autoclave, en caldo y solución
de KCL, se produjo una intensa reacción T de los glóbulos rojos (alrededor
del 60%).
Estos resultados, junto con el estado biofísico de la paciente, hicieron casi
inevitable el diagnóstico de biopatía carcinomatosa de encogimiento
avanzada. El hecho de que el pequeño tumor de la mama derecha fuera o no
carcinomatoso carecía de importancia. Mi impresión era que la paciente no
tenía más de un año de vida.
Notifiqué esto a un familiar cercano de la enferma y le solicité que
confirmara por escrito que yo no me comprometía en lo más mínimo a curar
el cáncer por mí diagnosticado. Le previne que la paciente podía morir muy
pronto si el experimento con orgón no tenía éxito. Yo sabía que ningún
médico podía llegar a diagnosticar un cáncer sobre la base del cuadro
existente. Por otra parte, aun en el caso de que algún médico manifestara
sospechas acerca de la existencia de un cáncer, dado el estado general de la
paciente, no había otra alternativa que la orgonterapia, puesto que no había
tumores locales que pudieran considerarse cancerosos.
La paciente comenzó a someterse a aplicaciones diarias de orgón en mi
laboratorio. Más adelante encargó un acumulador de orgón y se sometió dos
veces por día, durante media hora, a la radiación: por la mañana temprano,
después del baño y por la noche, antes de acostarse. El resultado de este
tratamiento fue el siguiente, en el transcurso de las primeras doce semanas:
Peso: sin novedades durante la primera semana; ni aumento ni pérdida de
peso. A las dos semanas, la paciente pesaba 41,360 kg. A las tres semanas
había alcanzado un peso de 41,700 kg, a las cuatro semanas, 41,930; a las
seis semanas, 43,520 kg y a las doce semanas 45,400 kg. De manera que no
sólo se había detenido el proceso de encogimiento, sino que la paciente
recuperaba rápidamente peso.
Crecimiento de bacilos T en cultivo de sangre: transcurridas cinco
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197
semanas, tanto el cultivo en caldo como en agar dio resultados negativos, y
continuó sin variantes en las semanas siguientes.
Prueba en autoclave: hasta la tercera semana no se produjo una mejoría.
La reacción T seguía siendo del 60%. La solución de biones de sangre no
tenía el carácter de un coloide puro, sino que presentaba la coloración azulverdosa característica de muchos casos de cáncer avanzado.
Tumor de mama: a los diez días de tratamiento con orgón había
desaparecido el pequeño tumor de la mama derecha. La orgonterapia hace
desaparecer tumores de mama de tamaño mediano en un lapso de dos o tres
semanas.
Estas comprobaciones fueron de gran importancia para el experimento con
orgonterapia. Demostraron que un organismo puede presentar síntomas de un
avanzado estado canceroso, sin manifestaciones locales alarmantes. Eso
confirmaba mi opinión de que el cáncer consiste más bien en un
encogimiento general y que el tumor local sólo es uno de los síntomas, pero
no la enfermedad en sí. También quedaba demostrado que la formación
médica corriente no capacita al médico clínico para diagnosticar cáncer antes
de la aparición de fenómenos locales muy conspicuos. Finalmente, estas
comprobaciones probaban la utilidad de las pruebas biológicas con biones de
sangre, practicadas en nuestro laboratorio en los casos en que los métodos
tradicionales no podían verificar el diagnóstico de cáncer. Aun cuando un
cirujano hubiera sospechado la presencia del cáncer y hubiera extirpado el
pequeño tumor de mama, la biopatía de encogimiento general habría
subsistido y la enferma habría perecido. Es muy poco probable que ese
pequeño tumor sin metástasis en las glándulas de la axila fuese la causa de
aquel desastroso estado general. El tumor era más reciente que el estado de
encogimiento general. De modo que podemos hablar con todo fundamento de
"biopatía de encogimiento canceroso sin tumores". Será necesario establecer
con qué frecuencia se producen esos casos. De cualquier manera, la
posibilidad de la orgonterapia reduce en gran medida el temor a la
enfermedad, aun cuando queden muchas preguntas sin respuesta. En este
caso, el experimento con orgonterapia fue exitoso y ese éxito justifica la
pretensión de que se lo someta a prueba y se lo desarrolle en escala más
amplia. Más adelante trataré por separado este aspecto del problema.
Antes de pasar al tema principal de este análisis -es decir al principio de
los ensayos de orgonterapia, al problema de la evolución de la célula
cancerosa y a los procesos que se cumplen dentro de los tejidos- me detendré
algo más en este caso. Cuando apareció el primer número del International
Journal of Sex Economy and Orgone Research, un médico que veía con
196
197
simpatía nuestro enfoque comentó que la economía sexual le parecía
importante y acertada; "¿pero qué tiene que ver con el cáncer?", fue la
consiguiente observación. A su juicio, las investigaciones sobre el cáncer, y
sobre el orgón, sólo dificultarían la aceptación de la economía sexual. Fueron
muchas las voces que se alzaron para manifestar asombrada incredulidad
cuando califiqué al cáncer de biopatía sexual o de flagelo de hambre sexual.
Esas reacciones demuestran que el punto cardinal de nuestro trabajo no había
sido comprendido, no se había entendido que las enfermedades generadas
por estasis sexual son graves enfermedades biopáticas del organismo. La
biopatía carcinomatosa es una de esas formas de enfermedad en las cuales se
ponen de manifiesto las perturbaciones crónicas de la economía sexual del
hombre. El cáncer es una biopatía sexual (enfermedad por inanición sexual).
Por eso, la economía sexual y el cáncer son inseparables. El análisis
caracterológico, la vegetoterapia y la orgonterapia son métodos de
tratamiento diferentes, pero en el fondo constituyen una misma bioterapia que
actúa sobre un organismo unitario. Se complementan uno al otro y tienen una
raíz común en el biosistema. Su diferenciación superficial corresponde a la
artificial división del organismo total en funciones biofísicas, caracterológicas
y fisiológicas.
Pedí un examen ginecológico de la paciente. Ese examen confirmó mi
diagnóstico de encogimiento plasmático: el cuerpo del útero era muy
pequeño en relación con el cuello y los ovarios no podían palparse por vía
rectal, lo cual significaba, a juicio del ginecólogo, que estaban muy poco
desarrollados. El tejido glandular de las mamas parecía no haberse
desarrollado en lo más mínimo. Por supuesto, resultaba difícil establecer si se
trataba de una atrofia o de una inhibición primitiva del desarrollo de los
órganos sexuales. El ginecólogo opinaba que se trataba de un subdesarrollo
primitivo de los ovarios. Nuestro enfoque teórico no concibe la idea de un
trastorno ovárico aislado y primitivo, pues los ovarios no son órganos de
funcionamiento autónomo sino que forman parte del aparato autónomo en su
totalidad y dependen de éste. Sobre la base de la historia sexual de la
paciente, me inclino a creer que la falta de desarrollo de las mamas y de los
órganos genitales en esta enferma deben considerarse como el resultado de
un proceso de atrofia por inactividad del aparato sexual. Por el momento no
podemos señalar con certeza en qué medida las glándulas endocrinas
desempeñan un papel primitivo y en qué medida se las debe considerar como
los órganos ejecutivos de la función plasmática general.
Decidí tratar a la paciente utilizando simultáneamente orgonterapia física y
técnica de orgonterapia psiquiátrica. Al poco tiempo la paciente comenzó a
198
199
formular, con gran interés, preguntas de este tenor: "¿Es doloroso el acto
sexual?" "¿Cuándo piensa violarme?" (Esta paciente, como muchas otras que
padecen de una crónica inanición sexual, tenía graves fantasías de violación.
Creía firmemente que una mujer no puede permanecer largo tiempo a solas
con un hombre en una habitación, sin que éste la viole.) "¿El pene del
hombre se mueve dentro de la vagina? ¡Eso tiene que ser doloroso!" "¿Qué se
hace cuando se tienen demasiados hijos?" (No sabía nada acerca de métodos
anticonceptivos.) "¿La mujer tiene que acceder cuando el hombre busca
satisfacción? Eso me da miedo." La enferma ignoraba las cosas más
elementales acerca de la vida sexual. De niña había acosado a la madre con
preguntas sobre el tema, pero ésta se había negado a responder. A partir de
entonces no volvió a interrogar a nadie y se convenció de que "esas cosas"
debían ignorarse. Su apego al padre se había ido acentuando. Este era un
educador autoritario y un rígido moralista, que había reprimido
inmediatamente las primeras excitaciones de la pubertad en la niña. Poco
después, ésta comenzó a tener fantasías perversas que la hacían sufrir mucho.
La fantasía de violación brutal estuvo siempre en primer plano. A raíz de eso
comenzó a experimentar pánico cada vez que se le acercaba un muchacho.
Con el miedo aparecieron los espasmos genitales ya en la pubertad. Dichos
espasmos se convirtieron en un mal crónico. La muchacha se fue apartando
cada vez más de los hombres y terminó por aislarse.
Su carácter fue asimilando y fijando las habituales enseñanzas erróneas
acerca de la sexualidad: lo sexual es malo, satánico, un terrible pecado contra
los mandamientos divinos. Sólo se mantienen relaciones sexuales en el
matrimonio y sólo con el fin de concebir hijos. (Por supuesto, todo lo que
veía a su alrededor contradecía esas ideas.) El hombre es un animal que viola
a las jóvenes "para satisfacer sus apetitos". Las mujeres no tienen sexualidad;
sólo conciben hijos. Mantienen relaciones sexuales únicamente con el
marido, porque él lo necesita. Si uno se masturba acaba lisiado o idiota y
"pierde humor vital de la médula", etc. (Como consecuencia de estas
enseñanzas, nunca se había masturbado realmente, pero desde niña había
mantenido las manos inmóviles sobre los genitales por la noche). Los seres
humanos se diferencian de los animales por su falta de sexualidad. Todo
impulso animal es bajo y debe ser combatido. Todo apetito sexual es un
impulso animal. Deben cultivarse los "valores ideales" y no tolerar los "malos
pensamientos". Por supuesto, ella tenía "malos pensamientos" y en
consecuencia se sentía culpable, su tensión aumentaba, y con ella "los malos
pensamientos". Ya de niña tenía fantasías brutales y sádicas, que reprimía
llena de angustia. Sentía impulsos de arrancar con las manos o con los dientes
los genitales a los hombres que la rodeaban.
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199
Cuando un muchacho la invitaba a bailar, durante su pubertad, sentía la
tentación de estrangularlo. Ese impulso iba acompañado por una intensa
excitación sexual. Eso la hizo encerrarse aún más en sí misma. El padre solía
prevenirla acerca de las enfermedades venéreas y le dejaba entrever que los
contactos sexuales siempre desembocan en eso. Nunca le dijo, en cambio,
cómo podía protegerse de la infección. Y así permaneció desamparada,
librada a sus propias fuerzas, tironeada por ansias de amor y por su miedo al
mismo. Esto la condujo a situaciones realmente peligrosas. La curiosidad la
llevó a acercarse a hombres por completo desconocidos y a permitirse
diversas prácticas, sólo para luego huir horrorizada y encerrarse durante
meses. Es evidente que el propio miedo la colocó en situaciones peligrosas.
Sentía necesidad de descubrir si era cierto lo que se le había inculcado. El
miedo era una expresión de su vital ansia de satisfacción. Esto confirma algo
que la economía sexual ha sostenido siempre: La moral compulsiva y el
ascetismo generan criminalidad y perversión sexual, es decir, exactamente lo
que pretenden combatir.
La paciente no conocía la anatomía de los genitales; pero la idea de que
tenía que conocerla (dado que sus genitales le daban tanto que hacer) se había
convertido en una verdadera obsesión. Surgía hasta en las conversaciones
más inocentes con conocidos de ambos sexos. Su reacción instintiva era la
huida inmediata y el alejamiento. Sólo una vez, a los veinte años, se enamoró
realmente de un muchacho y trató de liberarse de sus inhibiciones, pero
fracasó. Y quedó "hecha pedazos". La excitación sexual se hizo tan intensa y
el espasmo genital se intensificó hasta tal punto que quiso suicidarse. No
podía concebir el acto sexual sino como una brutal violación.
Ya en la pubertad, su capacidad de trabajo se veía afectada por la
tremenda estasis sexual. Cada vez que se interesaba en su trabajo se
presentaban pensamientos sexuales compulsivos. Es evidente que el estímulo
emocional proporcionado por el trabajo desencadenaba al mismo tiempo la
excitación sexual que ella tanto temía. La estasis sexual es la causa más
importante de los problemas de trabajo en la pubertad.
Con los años, la capacidad de trabajo de la paciente fue disminuyendo más
y más, hasta que llegó a ese estado de completo vacío emocional de los
últimos dos años. Durante esos dos años, la vacuidad emocional y
caracterológica comenzó a traducirse en un encogimiento somático.
En estos primeros intentos de tratar una biopatía de encogimiento, yo
partía de la siguiente premisa: la estasis sexual, que produce la "neurosis por
estasis", es el punto de partida tanto de la biopatía carcinomatosa como de la
cardiovascular. Pero debe de existir una diferencia esencial entre cáncer y
biopatía cardiovascular.
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Las víctimas del cáncer son, por lo común, individuos mansos en el terreno
emocional y resignados en el del carácter. Los individuos que sufren de
hipertensión cardiovascular, es decir, de contracción vascular crónica, se
caracterizan, en cambio, por ser fácilmente excitables, "emocionalmente
lábiles" y explosivos. Esto se pone claramente de manifiesto en sus ataques
agudos de angustia. En cuanto a los cancerosos, jamás he tratado a un
enfermo que muestre emociones violentas, accesos de ira, etc. Por eso es
lógico pensar que, pese a la base común representada por la estasis sexual,
tienen que existir diferencias específicas entre las dos formas de biopatía. El
factor esencial es la forma de reacción del organismo a la excitación sexual
estancada.
Al investigar nuevos terrenos nos vemos obligados, una y otra vez, a partir
de suposiciones inspiradas por los cuadros patológicos, sin estar en
condiciones de afirmar con certeza que tales suposiciones son acertadas. No
nos queda otra alternativa que esperar a que nuevas experiencias confirmen o
refuten nuestras suposiciones. En estos asuntos nunca se es lo bastante
flexible y cauto, la autocrítica nunca es demasiado severa. En síntesis, la
comparación clínica de la biopatía del cáncer con la hipertonía vascular nos
obligó a suponer una elaboración fundamentalmente distinta de la excitación
sexual en el biosistema. En la biopatía vascular (neurosis de angustia como
resultado de la abstinencia), la excitación sexual permanece siempre viva en
el terreno biológico, es decir, fisiológico y emocional. En otras palabras, el
núcleo biológico del organismo, el aparato vital autónomo, continúa
generando energía al máximo. El organismo reacciona contra eso, en el
estado de contracción, con crisis de angustia o explosiones de ira, y con
síntomas somáticos como el hipertiroidismo, la diarrea, etc. En el cáncer, en
cambio, el núcleo biológico reduce su producción de energía. Este descenso
en la producción de energía hace que las emociones y excitaciones se vayan
debilitando con el tiempo. El metabolismo energético experimenta así una
perturbación mucho más profunda que la de los trastornos con síntomas más
llamativos, como es el caso de la histeria. Desde un punto de vista funcional,
una crisis de angustia es una descarga de energía, aunque de naturaleza
patológica. La quietud emocional crónica, en cambio, tiene que ir
acompañada de calma bioenergética en el sistema celular y plasmático.
Aunque con ciertas vacilaciones, no puedo evitar hablar aquí de una
"asfixia del sistema energético celular". Si bien por el momento no existe una
certeza, podemos suponer que la resignación caracterológica es la
manifestación superficial de un proceso interior de cesación gradual de las
funciones energéticas del aparato vital. Procuraremos aclarar este concepto
con una comparación:
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En un arroyo en movimiento, el agua se renueva en forma permanente;
eso posibilita lo que se ha dado en llamar autopurificación del agua. Las
impurezas se disuelven con rapidez, por un proceso que aún no ha llegado a
comprenderse por completo. En una charca, en cambio, en donde no hay
renovación de agua, los procesos de putrefacción no sólo no son eliminados,
sino que se ven acelerados. Las amebas y demás protozoarios prosperan mal
o no prosperan en el agua en movimiento, pero se desarrollan profundamente
en el agua estancada. Aún no sabemos en qué consiste esta "asfixia" en el
agua estancada o en el sistema energético inmóvil, pero tenemos muchas
razones para suponer la existencia de tal proceso y estado. No es casual -no
puede serlo- que las células cancerosas se desarrollen tan pocas veces en un
organismo bioenergéticamente vivo y, en cambio, aparezcan con tanta
frecuencia en los organismos calmos desde el punto de vista bioenergético.
Es evidente que la biopatía de encogimiento, a diferencia de otras formas de
biopatía, se inicia con esa calma en la vida sexual y emocional. La historia
de los enfermos de cáncer abunda en síntomas de angustia por estasis, pero
es muy raro que esos síntomas subsistan cuando el cáncer alcanza su
madurez. Se tiene la impresión de una marcada disminución del
metabolismo energético que en los individuos sanos se manifiesta con tanta
vivacidad en la función del orgasmo. Considero que estas suposiciones son
de gran importancia y por eso espero que sean objeto de una investigación
profunda.
No debemos suponer que las células del organismo aceptan la extinción
del sistema energético sin lucha. Cuando la excitación bioenergética
(orgonótica) del sistema total se reduce, la excitación orgonótica de células o
sistemas celulares aislados puede mantenerse con intensidad, a la manera de
lo que ocurre con un organismo que se asfixia y lucha contra la relajación
final por medio del clonismo. De modo que cuando el organismo en su
totalidad ya ha perdido la capacidad de excitación y de metabolismo
energético, puede haber células individuales en un estado de sobreexcitación
orgonótica. Pero esas excitaciones aisladas, sin conexión con las excitaciones
orgonóticas del organismo entero, ya no pueden ser fisiológicamente
normales. Tienen que ejercer un efecto nocivo sobre la estructura celular.
Por ahora no insistiré sobre este tema. De todas maneras, la física
orgonómica promete suministrar datos importantes para aclarar la función
afectiva de las células del cuerpo y su relación con el metabolismo de la
energía orgónica. Tenemos, por ejemplo, el fenómeno de la luminación
orgonótica de los biones, que revela importantes relaciones con la luminación
y excitación de las células del organismo. Pero ahora volvamos a la paciente.
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La conducta emocional y bioenergética de nuestra enferma respondía por
completo a las suposiciones que acabamos de exponer. Constantemente
formulaba preguntas acerca de los procesos sexuales; pero en esas preguntas
no se advertían ansias ni excitación. Una paciente con histeria de angustia
habría formulado las mismas preguntas con gran excitación o las habría
reprimido y habría desarrollado un intenso miedo. La significación emocional
de las preguntas se habría puesto en seguida de manifiesto. El caso de nuestra
paciente era muy distinto. Todo lo que ella afirmaba o preguntaba carecía de
relieve, como si hubiera sido dicho sin interés, a pesar de que eran temas
vitales para ella. El contenido de sus fantasías eran horripilantes, pero ella
permanecía intacta, como si su interés fuese sólo superficial. No tardó en
comenzar a quejarse de esa superficialidad de sus vivencias, de esa manera
de vivir las cosas "como un cadáver". Esa sensación la había hecho sufrir
desde su pubertad. Sentía que no podía establecer un auténtico contacto con
nadie y con nada. Esa calma emocional de la víctima del cáncer es muy
distinta de la frialdad y falta de contacto del carácter compulsivo con bloqueo
de emociones. En el carácter compulsivo hay potentes impulsos energéticos
ligados al bloqueo afectivo: en el canceroso falta energía.
La detenida observación del comportamiento de la paciente contradecía la
suposición de que en las profundidades biológicas había emociones
reprimidas. Ni siquiera en las profundidades había emociones. El reflejo de
orgasmo se presentó con sorprendente facilidad, pero casi sin fuerza emotiva.
Las emociones son expresión de una excitación celular bioenergética. Si se
logra superar la inhibición respiratoria de un paciente afectado de neurosis de
estasis, con angustia cardíaca, la consecuencia inmediata e inevitable serán
intensas excitaciones. En nuestra enferma no se advirtió nada de eso. La
corrección de su respiración durante un lapso de dos meses dio lugar a
acciones vegetativas espontáneas pero no a movimientos vivaces. El reflejo
orgástico fue débil, de modo que no le causó temor, a diferencia de lo que
ocurre en una persona con neurosis de estasis, que vive esa experiencia con
intensa angustia. La pobreza emocional, pues, alcanzaba a las profundidades
del sistema biológico.
Yo me preguntaba si los espasmos del aparato genital desaparecerían sin
la intervención de intensas excitaciones. Era evidente: la mujer no sanaría
mientras su sexualidad no comenzara a funcionar con vigor. Al cabo de dos
semanas de tratamiento, comenzó a desarrollar débiles corrientes vegetativas
en los genitales. De ahí en adelante, los espasmos genitales se aliviaron y
desaparecieron los dolores. Pero como las excitaciones eran muy débiles y
resultaba imposible intensificarlas, la enferma no desarrolló los miedos
habituales. Eso es algo fuera de lo común y confirma la suposición de que en
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la biopatía de encogimiento las fuentes de excitación del sistema autónomo
se van extinguiendo lentamente. Queda por establecer, a través de nuevas
observaciones y estudios, si las funciones energéticas en extinción pueden
restablecerse por completo con ayuda de la orgonterapia. Más adelante
volveremos sobre el tema.
La resignación sin protestas abiertas o encubiertas contra la pérdida de la
alegría de vivir debe considerarse, pues, como una de las bases esenciales de
la biopatía de encogimiento. La biopatía de encogimiento sería, por
consiguiente, una continuación de la resignación caracterológica crónica en
el terreno de la función celular.
Tratemos ahora de visualizar las funciones biológicas -fisiológicas y
psíquicas- de una manera plástica. Imaginemos un amplio círculo con un
centro ("núcleo"). El encogimiento de la periferia del círculo representaría el
comienzo de la resignación caracterológica y emocional. El núcleo, el centro
del círculo, se mantiene aún intacto. El proceso avanza hacia el centro, hacia
el "núcleo biológico". El núcleo biológico no es otra cosa que la suma de
todas las funciones plasmáticas celulares. Cuando el proceso de encogimiento
alcanza ese núcleo, el plasma mismo comienza a encogerse. Esto mismo
ocurre con la pérdida de peso. Mucho antes de que se llegue a un deterioro
directo de la función plasmática, se producen perturbaciones en las funciones
fisiológicas y caracterológicas periféricas: pérdida de la capacidad de
establecer contacto social, pérdida de la alegría de vivir, de la capacidad de
goce, de la capacidad de trabajo y, por último, trastornos de la pulsación y de
la excitación vegetativa.
El aparato vital rodea al núcleo biológico en capas de diferentes
profundidades. Hay capas superficiales y capas profundas en el biosistema.10
Por consiguiente, los trastornos en la función somática pueden ser
superficiales o profundos. Un trastorno respiratorio agudo no afecta al núcleo
del biosistema. Un trastorno respiratorio crónico, provocado por una actitud
inspiratoria crónica, generará una angustia crónica, pero no afectará la
función plasmática biológica, en la medida en que continúen las funciones
bioenergéticas dentro de la célula misma, es decir, en la medida en que el
organismo siga produciendo impulsos vigorosos. Pero si la producción de
impulsos en la célula misma llega a verse afectada, si la resignación
caracterológica periférica ha penetrado hasta el sistema plasmático, estamos
ante un proceso de encogimiento biopático. Tendremos que estudiar también
este proceso en la esquizofrenia crónica (sobre todo en la hebefrenia).
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Una estratificación similar se ha descubierto en el carácter. Véase Wilhem
Reich, Character Analysis, Nueva York, 1972.
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Parecería ser ya indudable que el encogimiento biopático es específico del
cáncer. Pues el proceso canceroso propiamente dicho se asemeja en sus
rasgos esenciales a la vida protozoaria en una charca, en la cual el agua ya no
se mueve y, en cambio, prosperan los protozoos. Lamentablemente, este
proceso que se cumple como trasfondo de la biopatía de encogimiento no
puede ser observado microscópicamente; sólo podemos deducirlo. En la
medida en que pueda completarse la observación directa y, con referencia a
ésta, subsiste una brecha entre la quietud afectiva caracterobiológica y el
proceso en el plasma celular que, en el proceso del cáncer, podemos observar
microscópicamente en forma de desintegración vesicular bionosa.
Ahora centraremos nuestra atención en esos trastornos celulares y
tisulares. De lo dicho surge a las claras que una simple cicatriz, una verruga,
una herida o una irritación crónica no pueden constituir el punto de partida de
un cáncer, a menos que ya exista una perturbación fundamental de la función
vital en el núcleo del sistema biológico, que termina por adueñarse de esa
lesión local. ¿Pero de qué manera ocurre eso?
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VI
LA CÉLULA CANCEROSA
1. El enigma del origen de la célula cancerosa
Entre los múltiples problemas no resueltos que se vinculan con el flagelo del
cáncer, uno de los que más han interesado a médicos y a legos es el del
origen de la célula cancerosa. El tejido sano es "tranquilo". Las innumerables
células individuales del organismo viven en íntima armonía entre sí, cumplen
en común las funciones de los respectivos órganos, como son la absorción de
alimentos, la excreción, la respiración, la excitación y la gratificación
sexuales, etc. En una palabra, están subordinadas a las funciones orgánicas,
responsables de las funciones vitales del organismo en su totalidad. El tejido
canceroso se desarrolla a partir de tejidos que previamente parecían sanos.
Según el punto de vista tradicional, las principales características del cáncer
derivan de un único hecho: una o varias células "tranquilas" comienzan a
"intranquilizarse", se dividen con gran rapidez, proliferan en forma vigorosa,
constituyen grandes acúmulos y dan origen así al "tumor canceroso". A
diferencia de las células sanas, las células cancerosas son móviles. Penetran
en los tejidos vecinos por un proceso de rápida división. No se detienen ante
nada, lo invaden todo. Al penetrar en los tejidos, los destruyen. Por eso, su
crecimiento se define, con toda razón, como infiltrante y destructivo.
Dejemos ahora de lado los múltiples interrogantes planteados, para
concentrarnos en uno, el más esencial: ¿Cómo es posible que una célula
inmóvil, que vive y funciona en armonioso orden con otras células, se
trasforme en una célula móvil, que se separa de la comunidad, una célula
"salvaje" que destruye todo lo que encuentra a su paso? Lo más curioso de
todo es que la célula cancerosa es una estructura extremadamente débil que
se desintegra con toda facilidad.
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Esa brusca transición entre la célula sana y la cancerosa ha permanecido
hasta ahora en tinieblas para nosotros. Se conocen con toda precisión las
características de la célula sana. La forma y muchas de las características de
la célula cancerosa tampoco nos son desconocidas. En cambio nada se sabe
acerca de lo que ocurre en la etapa de transición; se ignora como una se
transforma en la otra.
A través de la investigación de los biones se encontró la respuesta a ese
interrogante, aunque a través de curiosos rodeos. Con la solución de este
problema fundamental se abrieron muchas puertas a la comprensión del
cáncer y, por consiguiente, a la forma de combatirlo. Adelantaré en pocas
palabras lo esencial de este descubrimiento: era un error creer que la célula
cancerosa surgía directamente de la célula sana. Una célula inmóvil y sana no
se trasforma de buenas a primeras en una célula inquieta, móvil y prolífica.
Mucho antes de que se desarrolle la primera célula cancerosa se producen
una serie de procesos patológicos en el tejido orgánico afectado y en su
inmediata vecindad. Estos procesos locales, a su vez, van precedidos por una
enfermedad general del aparato vital. La aparición de las células cancerosas
en un determinado lugar sólo es, en realidad, una fase en el desarrollo de una
enfermedad general llamada "cáncer" Hemos elegido la denominación
biopatía de encogimiento carcinomatoso para esta enfermedad sistémica. El
tumor canceroso ni siquiera es el elemento más importante de la enfermedad;
sólo es el más llamativo y hasta ahora, el único visible y palpable de la
biopatía carcinomatosa. Por eso, el descubrimiento de la biopatía de
encogimiento como la verdadera enfermedad fue de enorme importancia pues
orientó nuestra atención hacia los factores esenciales. Si lo esencial es la
enfermedad sistémica y no el tumor local, el tratamiento del cáncer debe ser,
por lógica, general; ya no puede limitarse a la pequeña zona del cuerpo en la
cual se desarrolla repentinamente en tumor. El desconocimiento de la
enfermedad sistémica y el convencimiento de que el tumor local era el
verdadero cáncer han sido las causas del estancamiento en la lucha contra el
cáncer.
Pero ahora volvamos a lo que ocurre en el tejido antes de la aparición de
las primeras células cancerosas totalmente desarrolladas. Para responder a
esta pregunta deberemos desembarazamos de algunos procedimientos que
dificultan las investigaciones sobre el cáncer:
1) Ni los tejidos sanos ni aquellos sobre los cuales recae la sospecha de
cáncer deben ser examinados, como es habitual, muertos, fijados y
coloreados Debemos habituarnos a examinarlos en estado vivo. El preparado
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207
fijado y coloreado puede utilizarse como control, pero el preparado vivo nos
revela hechos que el preparado muerto no nos puede mostrar.
b) Debemos aprender a practicar nuestras observaciones microscópicas
con un aumento mínimo de unas 2000x. Esto es indispensable, pues con un
aumento menor no podemos seguir el desarrollo de la célula de cáncer.
c) Debemos aprender a practicar con frecuencia las observaciones
mencionadas en a) y en b) sobre excreciones (esputo, materia fecal, orina)
sangre viva, células de la piel, de las mucosas, etc.
Formaciones inusuales en tejidos cancerosos
y en la sangre de enfermos de cáncer
Los tejidos vivientes sanos y la sangre sana examinados con un aumento de
2000x muestran exclusivamente las células y formaciones descritas, en
cualquier texto bueno de biología o de fisiología, como elementos
constituyentes del organismo. Observemos ahora sangre o excreciones y
tejidos de un enfermo de cáncer; digamos, de un individuo afectado de cáncer
de pulmón. Descubrimos células formadas y formaciones incompletas que
jamás habremos visto en las ratas sanas ni en los tejidos o excreciones de
individuos sanos. Lo que más llama la atención es la presencia de estructuras
estriadas, vesiculares con una intensa coloración azul que no tienen aspecto
de células ni de bacterias. Algunas presentan contornos irregulares, como
inacabados, otras muestran una forma alargada, semejante a un bastoncillo o
formas caudadas. Nos asombra encontrar amebas caudadas, de movimiento
rápido y pulsante en el esputo. ¿Cómo llegan al pulmón esas formaciones
semejantes a amebas? Sin duda, no por "infección proveniente del aire",
porque en el aire no existen esas amebas. Por lo tanto tienen que haberse
desarrollado en el pulmón mismo. ¿A partir de qué? Por cierto no a partir de
gérmenes que hayan penetrado en el pulmón por azar. Hemos visto que las
amebas se desarrollan en infusiones de musgo a través de un proceso de
desintegración vesicular, que dicho proceso comprende muchas fases y que
no hay "gérmenes" en el sentido que daba a esta palabra la protozoología
tradicional. ¿Es posible que las amebas y demás formaciones del esputo se
hayan desarrollado a partir de tejidos pulmonares en descomposición, igual
que las amebas desarrolladas a partir de los tejidos de musgo en
descomposición? Esta ocurrencia nos da mucho que pensar, pues explicaría,
de pronto, el origen de las células cancerosas. Pero ese tipo de ocurrencias
sólo pueden retenerse y traducirse en afirmaciones una vez que se han
reunido los elementos objetivos necesarios para probar que la suposición era
acertada.
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209
Somos un poco desconfiados en lo que se refiere al éxito de nuestra
empresa. ¿Cómo es posible que hasta este momento nadie haya pensado en
analizar el esputo de individuos en los cuales se sospecha o se conoce la
existencia de un cáncer? ¿Cómo es posible que a nadie se le haya ocurrido
buscar en ese material la presencia de formaciones inusuales? De haberse
hecho, se habría comprobado sin dificultad la presencia de amebas en los
pulmones. Si la cosa es tan simple como parece, es preciso ser doblemente
cauto y comenzar por entender las razones de esa negligencia de los
investigadores. Examinamos la literatura sobre cáncer y comprobamos que
nadie hace referencia a la forma, variedad, e incluso existencia de células
cancerosas vivas y móviles en las excreciones o en los tejidos vivos. A pesar
de todo, no podemos aceptar sin más ni más el hecho de que varias
generaciones de investigadores se hayan equivocado hasta ese punto. Las
posibilidades son dos: que nuestra ocurrencia sea un disparate y que las
amebas del esputo nada tengan que ver con el cáncer, o que... generaciones
enteras de investigadores hayan cometido realmente un error tan serio. No
queremos regocijarnos prematuramente ante esta eventualidad, sino analizar
con seriedad todos los aspectos del problema. En primer lugar, ¿se cometen y
se han cometido en la ciencia ese tipo de errores y omisiones? De eso no cabe
duda; tales omisiones y errores suelen preceder al nacimiento de un
importante conocimiento nuevo. Antes de Pasteur y de Lister, cuando nada se
sabía acerca de infecciones ni de esterilización, morían innumerables mujeres
de fiebre puerperal. Y, sin embargo, habría sido muy simple perfeccionar el
viejo descubrimiento de Leeuwenhook y practicar observaciones
microscópicas. Un prejuicio crónico, hondamente arraigado, impedía a los
médicos del tiempo de Pasteur utilizar el microscopio y eso costó
innumerables vidas. La actividad sexual infantil, aceptada hoy por todos los
pedagogos y médicos modernos, no existía a los ojos de la ciencia antes de
que Sigmund Freud la descubriera. Sin embargo, qué simple es hoy ver que
el supremo interés de los niños pequeños se orienta hacia la sexualidad.
Eso nos anima a suponer que los investigadores del cáncer pueden haber
cometido un error catastrófico similar. Pero debemos identificar ese error,
debemos entender su naturaleza, debemos probar que nuestro punto de vista
es el correcto. Una vez admitida la posibilidad de un error monstruoso ya no
podemos retroceder. Sólo cabe seguir adelante. Si nuestro enfoque está
equivocado, debemos reconocerlo; pero si la investigación sobre el cáncer ha
seguido un camino equivocado y ha partido de premisas erróneas, nos
corresponde demostrarlo. Quisiera adelantar aquí mi conclusión: La
investigación tradicional en materia de cáncer sigue, efectivamente, un
camino equivocado y ha partido de falsas premisas.
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Eso explica la negligencia en que ha incurrido al no observar al microscopio
esputos de enfermos.
El estudio consecuente de las excreciones y de la sangre de cancerosos nos
suministraría, con el tiempo, los medios para un diagnóstico precoz seguro.
Algún día no será necesario ya aguardar a que el tumor canceroso sea lo
bastante grande como para permitir el diagnóstico sobre la base de
radiografías y biopsias. En última instancia se contará con una base firme para
extraer conclusiones respecto al origen del cáncer y a la forma de combatirlo.
La demostración del error fundamental de la investigación tradicional y la
prueba de la exactitud de nuestro enfoque acerca del origen de la célula
cancerosa están indisolublemente ligadas. Si entendemos cómo se desarrolla
la célula cancerosa a partir del tejido sano, habremos comprendido también
cuál fue la falla de la investigación tradicional.
Observemos con mayor detenimiento el esputo de nuestro enfermo de
cáncer y llevemos el aumento de 2000x a 3000 e incluso a 4000x.
Descubrimos así una multitud de diminutos corpúsculos lanceolados que no
habíamos alcanzado a distinguir con 2000x de aumento. Tienen la forma de
los bacilos T que cultivamos a partir de tejidos degenerados, sangre en
proceso de desintegración o proteína en estado de putrefacción. Son los
mismos corpúsculos que hemos visto en los preparados de carbón y que
pueden ser obtenidos de cualquier tipo de tejido canceroso por simple
inoculación de cultivo.
Puesto que los bacilos T son el resultado de la degeneración de tejidos y
de la desintegración por putrefacción, no podemos menos que llegar a la
conclusión de que en los tejidos pulmonares se está cumpliendo un proceso
de desintegración y putrefacción. Aún no lo sabemos, pero debemos
determinar si esos bacilos T son consecuencia o causa de la desintegración
del tejido. Sin embargo, hay algo indudable ya: esos bacilos T no llegaron al
pulmón como infección por vía del aire. Eso me demuestra con toda
facilidad: cualquiera que sea el medio de cultivo que utilicemos, es imposible
cultivar bacilos T a partir del aire. Sólo se los obtiene cuando las propias
bacterias del aire cultivadas (bacterias de putrefacción, B-subtilis,
estafilococos, etc.) degeneran; se reconoce la aparición de bacilos T en el
cultivo por un fino borde azul-verdoso y resplandeciente que se forma en
torno a todo tipo de cultivo en proceso de degeneración. Se percibe, además,
un olor marcadamente ácido y amoniacal. De ese borde pueden cultivarse
bacilos T puros. A la pregunta de si los bacilos T preceden a la aparición del
cáncer o si son resultado de la misma o quizá ambas cosas a la vez, puede
responderse por la vía experimental. Más adelante nos detendremos en este
tema.
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En el esputo de nuestro enfermo de cáncer de pulmón encontramos
también formaciones azules, contráctiles, de formas diversas, que no aparecen
en los tejidos pulmonares sanos. Se trata de los biones PA, acerca de los
cuales ya hemos hablado. Nosotros no los llevamos hasta el pulmón, de modo
que también ellos deben de haberse desarrollado allí. A semejanza de los
bacilos-T, estos biones no pueden cultivarse directamente a partir del aire.
Los reconocemos como biones PA porque ejercen el mismo efecto paralizante
sobre los bacilos T que ejercían los biones PA experimentalmente producidos
a partir de la tierra o del carbón. Y ahora surge un nuevo interrogante: ¿Qué
relación existe entre estos grandes biones azules y el cáncer? El problema se
torna más complicado a medida que se prolongan e intensifican las
observaciones. Sin embargo, comprobaremos que la solución es simple.
Autoinfección del organismo por desintegración de los tejidos
Las estructuras descubiertas en el esputo no se encuentran en el aire, por
consiguiente deben de tener origen dentro del organismo. Nuestra tarea
consiste en establecer de qué manera se desarrollan. Suponemos que son
productos de una descomposición de tejidos y que provocan una
autoinfección del organismo. Para confirmar nuestra suposición analizamos
las excreciones y secreciones de otros órganos de individuos afectados de
cáncer: secreciones vaginales y uterinas, orina, materia fecal, etc. En los
casos de cáncer de piel raspamos una porción de epitelio y la analizamos en
solución fisiológica. Procedemos de la misma manera con tejidos de tumores
cancerosos espontáneos. Cuanto más tejidos cancerosos examinamos, tanto
más firmes se hacen nuestras conclusiones.
a) La célula cancerosa totalmente desarrollada sólo es el producto final de
una larga serie de procesos patológicos en los tejidos afectados. Tales
procesos nunca han sido investigados.
b) Ciertas fases típicas de la descomposición tisular y de la formación de
estructuras no aparecen en los tejidos sanos.
c) La primera fase de degeneración cancerosa de los tejidos es la pérdida
de estructura normal por formación de vesículas.
d) El tejido en proceso de desintegración vesicular da origen a dos tipos
fundamentales de biones: los biones PA azules y los pequeños y negros
bacilos T, de forma lanceolada.
e) A partir de esas vesículas energéticas bionosas se organizan las células
cancerosas, a través de una serie de fases intermedias, hasta constituir el
protozoario ameboide móvil.
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En todos los tipos de tejido canceroso examinado encontramos las mismas
formas iniciales y transicionales (Fig. 20, p. 246). El tejido muscular sano
muestra una estructura estriada regular, sin vesículas (Fig. 51, Apéndice). El
tejido muscular del útero afectado de cáncer, en cambio, muestra una
desintegración vesicular (Fig. 52, Apéndice). Las células vivas sanas tienen
un protoplasma azulado, finamente estriado o inestructurado. Las mismas
células, en tejidos cancerosos, presentan en su interior vesículas bionosas de
un azul profundo o diminutos corpúsculos negros. Las células sanas
(músculos, epitelio de la piel, epitelio de la lengua, etc.) se desintegran en
grandes biones azules cuando se las hierve en solución de KCl. Las células
afectadas de cáncer se descomponen en corpúsculos T cuando se las hierve.
Por consiguiente, las células cancerosas totalmente desarrolladas se
distinguen de las células tisulares normales porque al hervirlas no se
descomponen en biones azules PA sino en bacilos T.
El tipo de tejido canceroso (sarcoma, adenocarcinoma, epitelioma) y su
localización no es lo definitorio. El cáncer se caracteriza por la estructura
vesicular de los tejidos vecinos y por diversas formas de organización, que
evolucionan hasta convertirse en células cancerosas totalmente desarrolladas
o bien surgen de su desintegración. El primer paso en el desarrollo de un
carcinoma es siempre la desintegración vesicular del tejido. Por eso puede
suponerse que la proliferación de células cancerosas en la zona no sólo debe
atribuirse al avance del tejido canceroso ya formado, sino también -y quizá
en mayor medida- a la desintegración del tejido reblandecido de los
alrededores. El tejido circundante sano debe experimentar un proceso de
desintegración vesicular antes de permitir la infiltración del tumor vecino. Se
trata de una acción recíproca entre el tejido canceroso formado y los tejidos
vecinos sanos. El primer grupo celular en proceso de desintegración vesicular
se organiza para constituir un tejido celular canceroso. Este tejido celular
canceroso, ya formado, daña al tejido vecino, todavía sano, y provoca su
desintegración vesicular. Este tejido vecino, en el cual ya se ha iniciado la
desintegración, no ofrece resistencia a la infiltración, va retrocediendo ante
ésta y comienza a organizarse también él, para constituir células cancerosas.
Eso explica el típico crecimiento destructivo, infiltrante del rumor. Las
microfotos (Fig. 53, Apéndice) de tejidos cancerosos vivos, sin colorear,
demuestran que parte del tejido se trasforma lentamente en formaciones
cancerosas de tonalidad oscura.
La forma de las células cancerosas totalmente desarrolladas es igual en
todos los tipos de cáncer y cualquiera sea su localización (hueso, glándulas,
músculos, etc.) (Figs. 49 y 54, Apéndice). Una vez que se ha aprendido a
distinguirlas, se las reconoce con toda facilidad por su forma caudada.
212
213
Esa forma aparece mucho antes que la motilidad. Por eso, si en las
secreciones vaginales y en los epitelios aparecen formaciones alargadas, de
intenso resplandor azul, vesiculares (bionosas) y caudadas, el diagnóstico de
cáncer incipiente queda confirmado. No se puede saber si la enfermedad va a
pasar de ese estado; eso depende de muchos otros factores que pronto
veremos.
Las formas caudadas no pueden ser confundidas con ninguna célula sana.
Hay células cilíndricas en la mucosa gástrica que pueden tomarse por células
cancerosas, pero el observador experimentado no dejará de advertir la
diferencia.
Además de las típicas formaciones claviformes, hay grandes cantidades de
células redondas con plasma liso, no estructurado o constituido por biones de
intensa coloración azul. (El problema de si esta estructura tiene algo que ver
con la típica coloreabilidad intensa (cromofilia) y la cromatina nuclear
-problema muy conocido por los especialistas en cáncer que trabajan con
tejidos muertos- sólo tiene interés para los especialistas y, por lo tanto, se
analizará dentro de su contexto particular.)
Las etapas típicas de la evolución de las células cancerosas en las ratas y
en los hombres son, por lo tanto, las siguientes:
a) Tumefacción y desintegración vesicular del tejido. Esa desintegración
tiene su origen en espasmos locales y en una crónica estasis sistémica de
energía.
b) Organización de vesículas bionosas en acúmulos de vesículas
energéticas o biones ("acúmulos de biones").
c) Formación de una membrana en torno al acúmulo de biones.
d) Disolución de los biones en plasma sin estructura o azul estriado. Los
biones pueden subsistir también en su forma primitiva.
e) Formación de cuerpos claviformes.
f) Aparición de la motilidad en los cuerpos claviformes. Esto no puede
observarse con un aumento menor de 3000-4000x. Los movimientos son
lentos y espasmódicos, y provocan desplazamientos.
g) Licuefacción del plasma y, junto con esto, desarrollo de protozoarios
ameboides. En el cáncer humano se alcanza muy pocas veces este estado
pues el organismo sucumbe, por lo general, mucho antes de que se produzca
la desintegración tisular y el proceso de putrefacción. (Más adelante nos
detendremos en el proceso de putrefacción.) En las ratas, sobre todo en
aquellas que desarrollan un cáncer artificial luego de inyectárseles bacilos T,
se encuentran con mucho mayor frecuencia las formas ameboides. Las
células de cáncer se desplazan mediante sacudones rítmicos o fluyen de un
213
214
lugar a otro. Algunas células cancerosas son caudadas y se mueven como un
pez en el agua (esto se ha registrado en una película cinematográfica). La
variedad de formas de las células cancerosas en estado de completo
desarrollo es infinita. Hay formaciones con células chicas y otras con células
grandes. Por razones aún desconocidas, las formaciones constituidas por
microcélulas son mucho más malignas que las constituidas por macrocélulas,
es decir, que llevan más rápido a la muerte. La forma más virulenta es el
sarcoma de células pequeñas en los individuos jóvenes.
El desarrollo del tumor canceroso corresponde simplemente a la
autodesintegración protozoaria y a la autoinfección del organismo. En otras
palabras, tejidos aislados del organismo metazoario se trasforman en
organismos unicelulares de forma y tamaño variables. Si este proceso pudiera
continuar sin ser interrumpido por la muerte, la persona o la rata afectadas de
cáncer terminarían por convertirse totalmente en protozoarios. El fenómeno
concomitante más destructivo de esta trasformación es el proceso de
putrefacción típico del cáncer. Esta putrefacción de los órganos y de la sangre
requiere una descripción especial. Para las investigaciones sobre biones
importa poco que las células cancerosas se desarrollen a partir de tejidos
epiteliales, glandulares, conjuntivos u óseos; el proceso básico es siempre el
mismo. La diferenciación tradicional entre diversas formas de cáncer
(epitelioma, adenocarcinoma, glioma, etc.) pierde así importancia. Para el
enfermo, lo esencial es la localización y no el tipo histológico.
Función del orgasmo en el metabolismo energético orgánico de la
célula: asfixia nuclear en la célula precancerosa
El proceso biopático de encogimiento tiene que tener, necesariamente, un
efecto sobre la formación de tumores localizados. Las observaciones
practicadas al aplicarse la orgonterapia han permitido extraer la conclusión de
que las contracturas locales y los trastornos de carga en los tejidos son las
causas fundamentales de la formación de tumores. En cambio, la inhibición
respiratoria es la causa primaria del encogimiento sistémico. Sin embargo,
estos procesos explican los trastornos del organismo y del órgano aislado,
pero no la perturbación de las funciones celulares en los órganos afectados. A
través de un curioso rodeo, este problema nos conduce de vuelta al viejo
interrogante: ¿Cuál es la función del orgasmo sexual en el metabolismo
energético de la célula? ¿Por qué se ha desarrollado semejante función
cardinal y en qué procesos biofísicos de la célula se basa?
214
215
La ciencia suele formular preguntas que parecen superfluas o ingenuas a los
ojos del lego. Sin embargo, son de importancia fundamental.
Ni la economía sexual ni la investigación sexológica que la precedió han
brindado hasta ahora una respuesta a este interrogante. No es posible adoptar
un punto de vista cómodo como el de la mística y aceptar que el hombre, a
diferencia de la bestia, "puede existir sin función orgástica". Los daños que la
impotencia orgástica causa a la humanidad son demasiado devastadores,
demasiado generales y demasiado graves como para seguir negándolos. La
importancia del orgasmo para el equilibrio bioenergético del organismo ha
sido aceptada como un hecho por la economía sexual, pero no ha sido
comprendida. Sólo sabíamos que el orgasmo regula el equilibrio biológico y
que su ausencia provoca las biopatías. Pero no sabíamos cómo cumple su
función el orgasmo; no sabíamos que provoca la descarga orgástica
(orgonótica) en las células. Inesperadamente, las investigaciones sobre cáncer
enfocadas desde el punto de vista de la economía sexual nos llevaron a la
solución de este importante problema, de la siguiente manera:
Los tumores cancerosos locales se desarrollaron en órganos espásticos y
mal cargados, es decir, en órganos en proceso de asfixia. Las células
individuales tienen que resultar gravemente afectadas por tal proceso. Eso
nos lleva a suponer que el desarrollo de una célula cancerosa, a partir de una
célula normal sedentaria, corresponde a un cambio de la función
"bioenergética" -es decir, físico-orgonótica- de la célula. Las investigaciones
químicas han proporcionado importantes datos en este aspecto, como por
ejemplo la producción de ácido láctico en el tejido canceroso, el exceso de
anhídrido carbónico, que indica un metabolismo de asfixia en las células, etc.
etc.
La investigación sobre biones incorpora, entonces, el enfoque físicoorgonótico, es decir, energético, al químico. Sostiene que la estasis de energía
conduce a una descomposición de la sustancia celular y que la célula
cancerosa sólo se desarrolla a partir de esos biones. Pero es necesario que
investiguemos mejor ese aspecto: ¿De qué manera lleva la estasis de energía
en un tejido a la descomposición bionosa de la CÉLULA?
Cada célula del organismo, con su núcleo, su plasma y su campo de
energía orgónica constituye un "sistema orgonótico" diminuto, pero
completo. Puesto que toda célula contiene energía orgónica su estructura
tiene que estar en relación con la carga de esta energía. No es difícil adivinar
cuál es esta relación: El núcleo es el elemento más importante de la célula y
el que contiene más energía. El plasma celular, sin núcleo, no está capacitado
para vivir: en cambio hay células con un plasma mínimo -como las células
espermáticas- que viven perfectamente bien. Por consiguiente, el núcleo debe
214
215
ser considerado como el "centro vegetativo" de la célula individual, así como
el sistema nervioso autónomo es el "núcleo biológico" o el "centro
vegetativo" del organismo en su totalidad. El núcleo celular y el sistema
nervioso autónomo representan el aparato más rico en energía del sistema
orgonótico correspondiente; es decir, la célula, en el caso del núcleo, y el
organismo total, en el caso del sistema nervioso autónomo.
El núcleo es energéticamente más fuerte que el plasma celular. Todos los
procesos y funciones biológicos esenciales comienzan en el núcleo y sólo en
segundo lugar pasan al plasma. La división celular, por ejemplo, comienza en
el núcleo y luego se produce la división del plasma. Las amebas en proceso
de división suelen vivir por espacio de horas con el núcleo dividido, es decir
con dos núcleos, antes de que se formen dos amebas, por división del cuerpo.
El biólogo alemán Richard Hertwig tiene el mérito de haber sido el primer
científico que investigó la relación entre el núcleo y el plasma y que la
formuló en su célebre "relación núcleo-plasma".1 Se sabía desde hacía tiempo
que la mayoría de las células alcanza cierto tamaño al dividirse y que ese
tamaño varía dentro de límites muy estrechos. Luego de la división, la
pequeña célula hija crece hasta alcanzar el tamaño de la célula madre antes
de dividirse. Para la biología clásica, la relación normal núcleo-plasma es la
que guardan el núcleo y el plasma de la célula inmediatamente después de la
división. Según Popoff, una célula joven, que acaba de surgir de la división,
crece con ritmo parejo hasta la próxima división, en tanto las condiciones del
medio no varíen. Pero ocurre que el volumen del núcleo de esa célula crece
con menos rapidez que el plasma hasta poco antes de la próxima división.
Sólo entonces se produce un brusco crecimiento del núcleo ("crecimiento de
división"), de modo que muy poco antes de producirse la división llega a
doblar su tamaño, como ya lo ha hecho el plasma. Vemos, entonces, que el
retraso en el crecimiento del núcleo después de la división de una célula da
lugar a un desfasaje en la relación núcleo-plasma, a favor del plasma: hay
más plasma que núcleo. Esta desproporción crea una tensión en la célula que
lleva al núcleo a crecer y a recuperar lo que ha perdido de manera relativa,
debido al mayor crecimiento del plasma. De modo que el núcleo crece por su
parte y, de esa manera, restablece la relación normal núcleo-plasma. Ahora
bien, Hertwig pensó que esa tensión en la célula no sólo desencadenaba el
crecimiento del núcleo sino que también estimulaba la división celular. Sobre
la base de nuestra fórmula del orgasmo, podemos añadir que inmediatamente
1
Hartmann, Allgemeine Biologic, Gustav Fischer, Jena, 2da. ed. pp. 364 y ss.
216
217
antes de la división, la célula está sujeta a mayor tensión mecánica y está más
cargada de energía que inmediatamente después de la división, cuando su
tamaño es menor.2 Antes de la división la relación núcleo-plasma se
descompensa en favor del núcleo, porque éste es orgonóticamente más fuerte
que el plasma. Si la relación de la masa del núcleo con la masa del plasma
permanece invariable, la relación orgonótica entre núcleo y plasma debe
favorecer considerablemente al núcleo. La tensión y la carga relativamente
altas del núcleo en su tamaño máximo provoca la división. Como es sabido,
la división en sí se ajusta a la fórmula tensión-carga y conduce a la descarga
por medio de la división, y a la relajación en forma de células hijas. El lector
se preguntará qué tiene que ver esto con el problema de las células
cancerosas. La respuesta es: muchísimo.
En los cortes muertos, coloreados, por lo común se reconoce a las células
cancerosas por las siguientes características: Los núcleos presentan un
agrupamiento irregular; hay numerosas divisiones de estos núcleos (mitosis);
son núcleos extraordinariamente ricos en cromatina, grandes y que aparecen
amontonados, como si la masa nuclear superara a la plasmática. Impresiona
la abundancia de núcleos en los tejidos afectados.
Si sumamos estas comprobaciones a nuestra descripción físicoorgonómica del proceso de formación de la célula cancerosa, surgirá un
nuevo interrogante: ¿Puede expresarse la relación núcleo-plasma de Hertwig
en términos de biofísica orgonómica? Sí, se puede. El núcleo representa el
sistema más fuerte, es decir más rico en orgón, de la célula. El plasma celular
es el sistema orgonóticamente más débil. Existe, pues, una diferencia entre la
carga orgonótica del núcleo y la del plasma. Eso puede confirmarse por
medio de la observación microscópica. El núcleo muestra todas las
características orgonóticas con mayor intensidad que el plasma. Es más
radiante que éste y tiene una coloración azul más intensa. En torno al cuerpo
de la célula hay un campo de energía orgónica, que podría considerarse como
la parte más débil en orgón de "todo el sistema orgonótico" de la célula.
Ahora bien, una de las leyes fundamentales de la física orgonómica (a
diferencia de la electrofísica y de la mecánica) es que el sistema orgonómico
más fuerte atrae al más débil y extrae energía de él. Este hecho reviste una
importancia enorme. Nos aclara, de pronto, ciertas incógnitas hasta ahora no
resueltas:
2
Wilhelm Reich, "El descubrimiento del orgón", Tomo I, La función del
orgasmo, Paidós, Buenos Aires, 1974.
216
217
a)
b)
¿Qué es lo que mantiene unida a la célula en sí?
¿Cómo es posible que la relación núcleo-plasma siempre se mantenga aproximadamente igual (salvo en los períodos de división) y que, por lo
tanto, el núcleo sea siempre más fuerte que el plasma en el aspecto
orgonótico? Todo organismo irradia orgón en forma continua y, por
consiguiente, con el tiempo tendría que perder la totalidad de su carga.
La respuesta es la siguiente: El núcleo es, desde el punto de vista
funcional, el centro y la fuente de energía de la célula, su "sistema nervioso
autónomo", por así decirlo. El plasma celular es el depósito de sustancias
alimenticias y el órgano ejecutivo de los impulsos nucleares, de la misma
manera que los órganos digestivos y locomotores del metazoario son órganos
ejecutivos del sistema autónomo. El núcleo extrae de manera continua orgón
del plasma celular, que lo ha asimilado por vía de la nutrición y de la
respiración. De esa manera, el núcleo mantiene su sobrecarga de orgón
respecto al plasma. La relación núcleo-plasma no debe establecerse sólo en
términos de materia, es decir, de acuerdo con la masa. Lo más importante es
determinarla en términos de energía, de acuerdo con la diferencia en la carga
de orgón. Si el plasma celular crece en el período comprendido entre dos
divisiones celulares, la energía orgónica se acumula en él. En un determinado
momento, el núcleo crece rápidamente, es decir, corrige la relación de carga
orgonótica. De eso surge que durante la fase entre dos divisiones (dos
convulsiones orgonóticas), la absorción de energía orgónica por parte del
organismo celular sobrepasa constantemente la descarga de orgón sobre el
contorno. Esto (y no los procesos químico-materiales) explica el crecimiento
de la célula en totalidad hasta el momento de su división. La preponderancia
del flujo de energía de afuera hacia el núcleo conduce inevitablemente a un
exceso de energía orgónica y, por consiguiente, a una inversión del flujo de
energía, del núcleo hacia afuera. Pero la descarga del exceso de energía
biológica se cumple en todo el ámbito viviente —tanto en los vegetales como
en los animales, tanto en los protozoarios como en los metazoarios— por
medio de convulsiones del plasma total, en otras palabras, por medio del
orgasmo.
Por eso, no son especulaciones sino hechos bioenergéticos los que nos
inducen a afirmar que el orgasmo —ya sea en una célula o en una masa de
células ("organismo")— es una "función celular básica, el "regulador de
equilibrio energético del organismo". Los cuatro tiempos, tensión → carga →
descarga → relajación, caracterizan tanto el orgasmo sexual de los
metazoarios como la división de cada célula individual. Por eso, la "fórmula
del orgasmo" debe ser considerada como la "fórmula de la vida"
218
219
y la división celular como un proceso orgástico en el sentido estricto de
nivelación del exceso de energía biológica. De modo que el orgasmo no es un
regalo superfluo de la vida, no es un capricho de la Naturaleza, no es la
función colmada de problemas que ven los individuos víctimas de su
insatisfacción sexual y de su rigidez biológica (impotencia orgástica); es el
regulador del equilibrio de la energía biológica. El orgasmo descarga el
exceso de energía orgónica que se acumula periódicamente en los núcleos
celulares.
De modo que nuestra teoría del orgasmo adquiere un sólido respaldo
desde el instante en que penetramos en los misterios de la función celular.
Nos permite explicar muchas funciones celulares hasta ahora ininteligibles: el
orgasmo (descarga de orgón por convulsiones) libera el exceso de energía
acumulada en todo proceso de crecimiento. Una vez que el proceso de
crecimiento se detiene, con otras palabras, cuando la producción de excesos
de energía orgónica en el núcleo biológico comienza a disminuir, la función
del orgasmo va perdiendo importancia. Se hace menos frecuente y termina
por desaparecer. Pero ésta es una característica esencial del proceso normal
de envejecimiento, es decir, de involución del organismo. La vida en su fase
ascendente es sexualmente vigorosa y se va debilitando en su fase
descendente. Este principio es válido tanto para los individuos como para las
generaciones de células. Hay períodos de florecimiento y períodos de
extinción de generaciones de células, por ejemplo, la "muerte generacional"
de los protozoarios. En este aspecto quedan aún muchos puntos oscuros.
Pero ahora quisiera ilustrar la asfixia celular precancerosa con un ejemplo.
Imaginemos un grupo humano que trabaja en conjunto en condiciones
favorables. Tiene suficiente espacio vital. Los individuos se apoyan entre sí,
no tienen miedo, funcionan plenamente en todo sentido. Ahora imaginemos a
ese mismo grupo comprimido en un espacio mínimo. Se declara un incendio;
se produce pánico. Ese pánico no es otra cosa que una rebeldía de los
impulsos vitales contra el peligro que amenaza la existencia. La paz y el
orden desaparecen y se imponen las reacciones salvajes y el desorden. Los
que han quedado en pie pisotean a los caídos. El miedo no sólo ha puesto fin
al funcionamiento ordenado, sino que, por añadidura, ha creado un nuevo
tipo de funcionamiento: el pánico, que es mortal. Algo semejante ocurre
cuando se desarrollan las salvajes células cancerosas en un tejido en proceso
de asfixia.
La contracción crónica del organismo impide la respiración normal del
plasma celular, dificulta la carga y descarga de orgón. El plasma se contrae
primero y luego comienza a encogerse. Los procesos químicos del
metabolismo se trastornan. El exceso de anhídrido carbónico provoca una
218
219
situación similar a la asfixia en el animal. El sistema autónomo reacciona a la
asfixia, es decir a la amenaza de muerte, por medio de violentas
convulsiones, o sea una hiperactividad desordenada.
La conclusión lógica es que los núcleos celulares desarrollan esta
sobreexcitación y esa actividad salvaje cuando el funcionamiento del plasma
se limita y la masa plasmática comienza a encogerse. Hay leyes
fundamentales que gobiernan tanto el organismo en su totalidad como la
célula individual, nunca nos cansaremos de repetirlo. Esto confirma el
principio de la unidad y antítesis funcional. En la función normal, el núcleo
constituye una unidad funcional con el plasma. Al producirse la asfixia del
plasma, el núcleo reacciona oponiéndose en forma decidida al proceso
patológico del plasma. El núcleo, como sistema orgonótico más fuerte,
todavía puede "defenderse" cuando el plasma celular —que es
orgonóticamente más débil— comienza a sucumbir. Desde el punto de vista
energético, esto significa que la relación núcleo-plasma de Hertwig se
desequilibra rápida y peligrosamente en favor del núcleo. El exceso de
energía del núcleo aumenta demasiado en relación con el plasma en proceso
de asfixia. En ese estado de sobrecarga, el núcleo sólo admite una función: la
luminación y la división. La radiación biológica orgónica declina durante el
proceso de encogimiento del sistema plasmático y sanguíneo; la radiación
mitogenética del núcleo celular amenazado de asfixia aumenta, en cambio, en
forma desmesurada. Esto fue confirmado, por ejemplo, por von Klenitzky, en
el caso de carcinomas de útero. Gurwitsch, por su parte, comprobó que en la
pulpa tumoral se advertía un aumento de la radiación y de la inducción. Los
núcleos de las células afectadas intentan compensar la falla del organismo
total: se hacen cargo de la función de descarga de energía orgónica, que el
organismo total ya no puede cumplir a consecuencia de la impotencia
orgástica y de la contracción del sistema plasmático. En lugar de las
convulsiones orgásticas naturales del sistema plasmático total, se produce una
descarga de energía en el nivel biológico más profundo, en forma de
luminación y división de los núcleos.
Este enfoque hace inteligible esa profusión de divisiones celulares
(mitosis) en los tejidos cancerosos. Dado que estas divisiones ya no pueden
tener lugar de una manera fisiológicamente normal, es forzoso que aparezcan
diferencias de tamaño entre los núcleos. Y puesto que el plasma sufre una
grave perturbación, es lógico que también se vea afectada la formación del
núcleo, que se descompone en biones con una intensa radiación. Esta
desintegración bionosa del núcleo afecta a la totalidad de la célula y hasta se
extiende a las células vecinas, reduciéndolas a masas amorfas de vesículas
bionosas, que en los preparados coloreados aparecen como "abundancia de
220
221
núcleos", "densidad de núcleos" y "cromofilia". A partir de esa masa de
biones se organizan, pues, los protozoarios llamados "células cancerosas". Lo
hacen con la ayuda de su energía orgónica, que ya no funciona en armonía
con el resto del organismo. El metazoario deja de funcionar y el protozoario
prospera, como en una charca, donde ya no hay metabolismo energético. La
vida se hunde y funciona en el nivel biológico más bajo. Pues cuando un
organismo multicelular no puede ya sobrevivir, un protozoario puede seguir
existiendo y, por supuesto, también puede seguir funcionando un bion.
Por consiguiente, el tumor canceroso es la última manifestación de una
grave perturbación del equilibrio orgonótico y de la función unitaria del
organismo provocadas por la impotencia orgástica. Todo esto es resultado de
una rebelión de los núcleos celulares contra los procesos de asfixia y
encogimiento que se cumplen en los correspondientes plasmas. Esta rebelión
es la que da lugar al "salvaje crecimiento de células". Este proceso que se
cumple en los núcleos celulares corresponde a la alteración del sistema
autónomo en un estado agudo de angustia, como por ejemplo en las neurosis
de angustia. Podemos hablar de un ataque de miedo en los núcleos celulares
de los tejidos en proceso de asfixia. En la neurosis de angustia, el ataque de
angustia afecta al núcleo biológico y a la periferia biológica; el ataque de
angustia en el cáncer afecta sólo a los núcleos, mientras que la periferia del
sistema orgonótico del organismo y sus células permanece "emocionalmente"
calma. En la neurosis de angustia, la angustia, el miedo se apoderan de todo
el organismo; en la formación de tumores locales, el ataque de angustia se
limita a un tejido y, dentro de éste, a los núcleos. En la neurosis de angustia,
la totalidad del organismo retiene toda su capacidad de funcionamiento; en la
formación de tumores locales, el organismo total está en proceso de extinción
y sólo los núcleos conservan vitalidad y son capaces de experimentar
"miedo". Vemos que el mecanismo de las biopatías de estasis sexual es, en
última instancia, un mecanismo patológico celular.
El proceso local es una consecuencia y un fenómeno concomitante de la
biopatía sistémica de encogimiento. El proceso de encogimiento en sí
atraviesa por tres etapas típicas:
1. Fase de contracción: comienza con una incapacidad crónica para la
expansión (vagotónica) y se manifiesta caracterológicamente en resignación.
Sus características fisiológicas son el espasmo muscular, la palidez de la piel
y el debilitamiento de la carga biológica de los tejidos, la impotencia
orgástica y la anemia. Esta primera fase es común a todas las biopatías,
incluyendo a la del cáncer.
2. Fase de encogimiento: se caracteriza por la pérdida de sustancia
222
corporal, por la retracción de los eritrocitos, por la debilidad física, por la
pérdida de resistencia del organismo en su totalidad, por la pérdida de peso y,
finalmente, por la caquexia general.
3. Fase de putrefacción: se caracteriza por la pérdida de orgón en las
células tisulares, por la trasformación del material canceroso en materia
pútrida, por la rápida formación de bacterias de putrefacción (desintegración
pútrida), por la desintegración de las bacterias de putrefacción en bacilos T,
por la intoxicación general de bacilos T, por las escaras de decúbito pútridas,
por el olor corporal pútrido y por la muerte.
Las manifestaciones de la biopatía de encogimiento coinciden con los
fenómenos de regresión de la ancianidad, es decir, la paulatina atrofia del
organismo ("involución"). En la ancianidad, el organismo se va encogiendo
en forma gradual y se pudre después de la muerte. En la biopatía cancerosa
este proceso general de atrofia se cumple en forma prematura y acelerada. La
muerte por cáncer es prematura, pero cumple todos los pasos de la muerte por
vejez. Es patológica por tratarse de un proceso prematuro y acelerado, y
porque la putrefacción del cuerpo se inicia cuando éste aún está con vida. Los
procesos de la muerte se inician en un órgano que se ha mantenido en un
estado de contracción por espacio de años, que respira mal y que funciona
mal desde el punto de vista bioenergético (orgonótico). Estos fenómenos son
los siguientes: pérdida de orgón de los tejidos y sus células, descomposición
vesicular, formación de bacterias de putrefacción y formación de bacilos T.
La perturbación abarca, sobre todo, el sistema sanguíneo y, junto con éste, el
organismo todo. El aparato autónomo comienza a encogerse. Este proceso es
consecuencia de un trastorno de la economía sexual del organismo. Empieza
a cumplirse en el organismo mucho antes de que aparezcan los síntomas
tangibles, que lo hacen inteligible al enfoque mecanicista. Por eso, el
diagnóstico de los tumores locales siempre llega demasiado tarde. Por la
misma razón la terapia local tradicional, por medios quirúrgicos o
aplicaciones de rayos X o de radium no ataca al "cáncer" como enfermedad
en sí. Por completa que sea la extirpación de un tumor maligno de mama, el
proceso de putrefacción no sufrirá alteración. Estos hechos son de importancia
decisiva para la profilaxis del cáncer por medio del orgón. Sólo cuando
estemos en condiciones de combatir el proceso sistémico de encogimiento y de
putrefacción podremos hablar de "terapia del cáncer". Este principio ha
surgido de nuestros experimentos con biones en ratas afectadas de cáncer y ha
guiado los ensayos de orgonterapia del cáncer en nuestro instituto.
Como es sabido, las células cancerosas son formaciones extremadamente
223
débiles desde el punto de vista biológico y se desintegran con gran facilidad.
El tumor canceroso en sí es inofensivo cuando no aparece en órganos vitales
(corazón, hígado, etc.) Por eso hay individuos con pequeños tumores
cancerosos que viven y trabajan durante años sin sentirse mal. Muchos
ancianos tienen tumores cancerosos que no provocan trastornos y sólo se
descubren después de la muerte, cuando se practica una autopsia. Los típicos
dolores de cáncer y la debilidad general aparecen cuando el organismo entero
está muy afectado. A partir de ese momento, la declinación es rápida.
El tejido canceroso en descomposición es siempre pútrido y huele a
putrefacción. El producto final de esta desintegración son cantidades ingentes
de bacilos T. La debilidad biológica de las células del tumor canceroso
representa el peligro máximo para el enfermo, pues cuanto mayor es la
cantidad de células cancerosas que se descomponen, tanto más se generaliza
la intoxicación T. Desde el punto de vista de la orgonterapia, eso representa
una gran ventaja, pues el tumor puede destruirse con facilidad. Las
dificultades con que tropieza hoy la orgonterapia no están relacionadas con la
destrucción del tumor en sí, sino con la eliminación de los productos de
desintegración. Pero para superar esa dificultad es necesario entender con
toda claridad la naturaleza de dichos productos. Para eso practicamos un
experimento: sometemos a cocción las células cancerosas de un tumor
operado y analizamos el producto. Ya no hay células cancerosas formadas.
En lugar de eso encontramos cantidades enormes de bacilos T, que nos
resultan tan familiares. El tejido celular sano se desintegra en biones azules
por efecto de la cocción. El tejido canceroso se desintegra en bacilos T. Los
biones azules son beneficiosos para el organismo; los bacilos T son nocivos.
Por eso, para la orgonterapia, el centro de gravedad en la terapia del cáncer
se ha desplazado y ha pasado de la destrucción del tumor a la neutralización y
eliminación de los productos de descomposición.
Por supuesto, no es posible examinar los órganos mismos para determinar
la existencia y el grado de putrefacción; para ello se recurre al análisis de
sangre y de excreciones. Dado que la putrefacción va siempre precedida por
encogimiento y por desintegración bionosa, es necesario observar la forma y
funcionamiento de los eritrocitos en particular. Los eritrocitos sanos son
turgentes y con un aumento de 2000x se los ve latir. Los eritrocitos en
proceso de encogimiento son más pequeños, por lo general, no ovalados sino
redondos, su pulsación es más débil o no existe. Los eritrocitos sanos tienen
un borde de orgón ancho y fuerte, de intensa coloración azul y vigoroso
resplandor. Los eritrocitos en proceso de encogimiento muestran un borde de
orgón estrecho y pálido.
222
223
Figura 19. Eritrocitos deformados que aparecen en la sangre de
individuos con un cáncer avanzado. Formación de biones en el
centro, formación de agujas T en la membrana ("simpaticotonía"
de los glóbulos rojos).
Pierden su turgencia y la membrana suele aparecer encogida. Si el proceso no
ha avanzado tanto como para que se adviertan en seguida las membranas
encogidas (formación de agujas T: "poiquilocitosis"), se puede observar
cómo los glóbulos rojos sucumben, es decir, se encogen rápidamente en
solución fisiológica salina. Los eritrocitos sanos mantienen su forma durante
media hora o más. Los eritrocitos en proceso de encogimiento o con
tendencia al encogimiento suelen desintegrarse en el término de segundos o
de pocos minutos, muestran una membrana serrada y forman las llamadas
"agujas T" (ver fig. 19). Las agujas T son índice de una avanzada
degeneración cancerosa. En este caso, el término "canceroso" es sinónimo de
encogimiento ("simpaticotonía" de los eritrocitos). Los glóbulos rojos sanos
se descomponen en biones azules, con lentitud en una solución salina y con
rapidez en la autoclave. Los eritrocitos cancerosos se desintegran casi por
completo en corpúsculos T (reacción cancerosa T, que contrasta con la
reacción normal B.).
La sangre sana no produce cultivos de bacterias en caldo. La sangre
cancerosa produce bacterias de putrefacción y bacilos T. También el
microscopio permite observar bacterias de putrefacción y bacilos T en la
sangre de individuos afectados de cáncer (aunque no con aumentos menores
que 2000x).
Como se comprenderá, el análisis de la sangre es un elemento
extraordinariamente útil para el diagnóstico precoz del cáncer. En realidad,
me atrevería a afirmar que la sangre es el primer sistema afectado por la
224
225
contracción general y por el encogimiento del organismo, que sigue a esa
contracción sistémica. Porque, después de todo, la sangre es la "savia de la
vida" que une a todos los órganos en un todo y los alimenta. Por eso, la
sangre desempeña un papel decisivo en la orgonterapia del cáncer. Todo esto
hace necesario que comprendamos muy a fondo la función orgonótica de la
sangre.
Creo que ha llegado el momento de comentar la teoría que procura
explicar la difusión de los tumores cancerosos. Según dicha teoría, las células
cancerosas del primer tumor penetran en el torrente sanguíneo y son
arrastradas a los diferentes órganos, en donde se instalan y desarrollan nuevos
tumores, las llamadas "metástasis". Ahora bien, hasta este momento nadie ha
observado directamente ese proceso. ¿Será acertada la hipótesis? Nuestro
enfoque nos permite vislumbrar una explicación distinta y más plausible: no
es necesario suponer que las células cancerosas son trasportadas por la
sangre. Pues si el proceso de encogimiento y putrefacción es general, los
tumores locales pueden formarse, tarde o temprano, en cualquier lugar del
organismo. El caso que describí en páginas anteriores demostró, por otra
parte, que la localización de las metástasis está determinada por contracturas
locales y perturbaciones del funcionamiento biológico de una determinada
área del organismo. Primero puede aparecer un tumor de mama como
consecuencia de un espasmo crónico del músculo pectoral, para luego ser
seguido por otro tumor en las costillas o en la columna vertebral causados por
espasmos musculares en el diafragma, etc. Las contracciones musculares son
la prueba de una disfunción biopática y representan la tendencia general del
organismo a la contracción y al encogimiento. Por supuesto, es necesario
establecer el distingo entre la formación de metástasis en partes del cuerpo u
órganos distantes del tumor primitivo, y la difusión de ese tumor en los
tejidos vecinos, por ejemplo, cuando un cáncer de recto penetra en la pared
de la vejiga.
Quizás convenga exponer ahora una hipótesis acerca de la naturaleza del
cáncer de sangre, de la llamada leucemia. Por el momento no se puede
aceptar de plano esta hipótesis ni tampoco descartarla, pues para ello se
requerirían más observaciones. Si el encogimiento y la desintegración de los
eritrocitos representa la primera fase y la más general dentro del proceso
canceroso, la violenta proliferación de leucocitos tiene una explicación fácil:
los glóbulos blancos no tienen la función de hacer respirar a los tejidos y de
suministrarles orgón, como los eritrocitos; su misión consiste en defender al
organismo contra las bacterias y otros "cuerpos extraños". Los glóbulos
blancos, leucocitos, linfocitos y fagocitos, siempre se acumulan allí donde
hay cuerpos extraños (bacterias, impurezas, etc.) que penetran en la
224
225
sustancia corporal. Tal acumulación de glóbulos blancos da lugar a la
formación de abscesos y de secreción purulenta en las heridas. Ahora bien,
cuando los eritrocitos comienzan a desintegrarse se transforman en sustancias
extrañas al organismo. En consecuencia, la capacidad defensiva de los
glóbulos blancos debe aumentar enormemente para "acabar" con los
eritrocitos en proceso de desintegración. Considerada desde este enfoque, la
leucemia -el síntoma prominente del cáncer de sangre- no sería otra cosa que
una reacción del organismo al encogimiento y a la desintegración T de los
glóbulos rojos. Por eso también se observa la proliferación de leucocitos en
otras enfermedades en las cuales se produce un encogimiento del sistema
sanguíneo. Una vez que los glóbulos blancos han llegado a predominar sobre
los rojos y el organismo se ha debilitado hasta el punto de no poder
suministrar glóbulos rojos completamente desarrollados, la muerte es
inevitable.
Por ende, el interrogante que se plantea en la orgonterapia del cáncer es el
siguiente: ¿Es posible detener e incluso evitar el proceso de descomposición
de los eritrocitos? Si esta pregunta tuviera una respuesta práctica quedarían
abiertas las puertas para la profilaxis del cáncer.
Ya veremos, en otro capítulo, que las células cancerosas de un tumor se
constituyen originariamente como una defensa del proceso patológico (y no
como síntoma de enfermedad). Puede que esto parezca muy revolucionario y,
sin embargo, en el fondo es algo obvio.
Antes de pasar a la función curativa de la sangre debo responder a ciertas
preguntas que, sin duda alguna, se ha formulado el lector:
1 ¿Cómo es posible saber que la célula cancerosa se desarrolla tal como
lo he descrito? ¡Porque no es posible disecar continuamente un organismo
humano para seguir la evolución de la célula cancerosa en un tejido en
proceso de desintegración vesicular! La pregunta es justificada e importante,
y merece respuesta. (Véase la exposición detallada de este tema en las
páginas 245 y siguientes.)
2 ¿Cuál es el error fundamental de la investigación tradicional sobre el
cáncer? ¿Cómo es posible que se haya pasado por alto en forma total los
procesos que yo describo? También en este caso se justifica la curiosidad.
Ambas preguntas reciben respuesta a través de un mismo hecho:
Precisamente la omisión que constituye el error básico de la investigación
tradicional sobre cáncer es responsable de que se hayan pasado por alto las
etapas evolutivas de la célula cancerosa. Este será nuestro próximo tema.
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227
El desarrollo de los protozoarios en las infusiones de hierba: clave
para la comprensión del cáncer
Las ciencias naturales de enfoque mecanicista, inclusive la biología
mecanicista, se han enredado en el misticismo. Como lo he señalado más de
una vez, se recurre al misticismo para llenar los claros que deja la
interpretación mecanicista de la vida. En concreto, la ciencia natural
mecanicista ha quedado atrapada en el error de que la "célula sólo proviene
de otra célula" y de que el "huevo sólo proviene del huevo". Elimina asía
priori la lógica pregunta acerca del origen de la primera célula y del primer
huevo. Y al excluir estos interrogantes básicos de la biología se están
cerrando las puertas al conocimiento de determinados hechos. Se da por
sentado que por cada una de las formas de organismos unicelulares -de las
cuales existen billones- hay un germen "listo" "del aire". Hasta ahora nadie
ha visto uno solo de estos gérmenes. Sin embargo, aparentemente, los
gérmenes listos lo explican todo: la tuberculosis, la sífilis, la neumonía, etc.
Pero luego se empezó a ver que ciertas enfermedades no admitían la
"explicación" de los "gérmenes del aire". Estas enfermedades son las que
tienen que ser atribuidas a minúsculas partículas invisibles, que se encuentran
en la frontera entre lo viviente y lo no viviente. La parálisis infantil
(poliomielitis), la aftosa, etc., siguen siendo incomprensibles hasta el día de
hoy. Porque los virus no pueden cultivarse a partir del aire. Se desconocía el
origen de las bacterias y protozoarios a partir de la desintegración bionosa de
materia orgánica e inorgánica. La presencia de organismos vivientes en las
infusiones de musgo se tomaba como algo dado y otro tanto ocurría con la
presencia de células cancerosas en el cuerpo. Por supuesto, se indagaba acerca
del origen de las células cancerosas. Pero como, primero, no se las encuentra
en el aire; segundo, no se puede dudar de que se originan en el cuerpo y,
tercero, está terminantemente prohibido suponer que las células se organizan
a partir de tejidos en descomposición, se omitieron los siguientes pasos:
a) examinar con atención las excreciones humanas en su estado natural;
b) seguir con detenimiento las transformaciones de los tejidos de hierbas
en las infusiones.
La aseveración de que existe una infección autógena e incluso una
organización de protozoarios en el cuerpo parece absurda a cualquier patólogo
mecanicista, que ni siquiera querrá prestar oídos a semejante afirmación. Y,
sin embargo, los procesos que intervienen en el desarrollo de bacterias y
protozoarios constituyen la clave para la comprensión del desarrollo de las
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229
células cancerosas y de las bacterias de putrefacción a partir de tejidos
animales en estado de descomposición.
Ahora bien, a la pregunta de cómo es posible describir la evolución de las
células cancerosas en el organismo podemos responder así:
En realidad, se siguen las múltiples etapas evolutivas de los protozoarios y
bacterias en los tejidos de hierba en descomposición. Suponemos que las
amebas de la infusión de hierba no son otra cosa que "células cancerosas" de
la hierba; si nuestra suposición es acertada, se puede llegar a la conclusión de
que en los tejidos animales se desarrollan procesos semejantes Este
procedimiento por sí solo no bastaría para conferir validez absoluta a la
conclusión. Por eso revisten enorme importancia las observaciones -todavía
esporádicas e inconexas- practicadas sobre las excreciones de individuos
aparentemente sanos y de enfermos de cáncer. Si en los tejidos cancerosos y
en sus inmediaciones se descubren formas y procesos idénticos a los
observados en la hierba o musgo en descomposición, las observaciones y
experimentos combinados adquieren mayor consistencia. Y se llega a la
certeza cuando se logra producir artificialmente el cáncer en ratas sanas y se
practican observaciones en serie en las diversas fases de la enfermedad. Las
observaciones de los procesos que se cumplen en el tejido de hierba en estado
de descomposición, en las excrecencias de enfermos de cáncer y en los
tejidos de ratas con cáncer artificial nos suministran un cuadro simple y
concluyente:
1. Las células cancerosas son los protozoarios de los tejidos animales en
estado de descomposición bionosa.
2. Las amebas y otros protozoarios de las infusiones son las células
cancerosas de la hierba en estado de descomposición.
3. El origen de las células cancerosas y el problema de la biogénesis son
una misma cosa.
Estas tres conclusiones son lo bastante imponentes como para llevarnos a
vacilar. Parecen demasiado simples. Sin embargo, los grandes hechos son
siempre muy simples. Una vez extraídas estas conclusiones, casi todos los
claros debidos a la imposibilidad de practicar observaciones directas del
cáncer pueden llenarse con las observaciones practicadas sobre los
protozoarios que se desarrollan en la hierba en estado de descomposición.
Entre 1936 y 1942, mientras preparaba infusiones en diferentes épocas del
año, simplemente poniendo en remojo hierba o musgo secos, comprobé que
era imposible o muy difícil obtener protozoarios a partir de infusiones de
hierba primaveral fresca. En cambio, la hierba y el musgo otoñales
228
229
producían con toda facilidad abundantes protozoarios de todo tipo. Un
investigador que creyera en la hipótesis de los gérmenes del aire no habría
reparado en ese hecho; pero para nosotros fue de enorme importancia, pues
confirmaba la identidad entre los protozoarios de la infusión de hierbas y las
células cancerosas. Porque las células cancerosas nunca se desarrollan en
tejidos frescos y jóvenes; sólo prosperan en tejidos animales "otoñales"
biológicamente dañados y en proceso de envejecimiento.
Quisiera subrayar que nunca se me había pasado por la cabeza la idea de
consagrarme al estudio del cáncer. Podría decirse que las circunstancias me
obligaron cuando descubrí el desarrollo de protozoarios a partir de biones, en
las infusiones de musgo, y cuando lo confirmé fotográficamente. Aparte del
tejido normal de hierba y de los protozoarios totalmente desarrollados hay
una infinita cantidad de formas imposibles de definir desde el punto de vista
de la biología mecanicista: vesículas azules aisladas, que no son bacterias del
aire, montones irregulares de tales vesículas, acúmulos que sólo presentan
membrana en un lugar, otros acúmulos que ya parecen turgentes pero que
sólo se han rodeado parcialmente de una membrana, etc. Hay infinidad de
formaciones estructuradas en los márgenes del tejido en descomposición que
no podrían definirse como "musgo" ni como "protozoarios" (cf. figs. 39, 40,
41a, b, Apéndice).
A esta altura quiero intercalar el relato de un incidente minúsculo pero
interesante. En 1936, mi laboratorio mantenía relaciones con el laboratorio
botánico de la Universidad de Oslo. Yo necesitaba un cultivo de amebas. El
asistente del laboratorio buscó en una infusión y me mostró las amebas. En
ese instante se me escapó una pregunta Cándida: "¿Me puede decir cómo
llegan esos protozoarios a la infusión?" Al formularla yo había olvidado la
existencia de la "teoría de los gérmenes". El asistente me miró atónito y, tras
una vacilación, respondió con un dejo de desprecio ante mi ignorancia
biológica: "De los gérmenes del aire, por supuesto. Se instalan en el musgo."
A partir de ese momento preparé cientos de cultivos de gérmenes del aire en
diversos medios, pero jamás llegué a ver el germen de una ameba o una
verdadera ameba. Con el tiempo fui perdiendo el pudor ante mi falta de
cultura biológica.
Relataré otro suceso que quizá sirva para convencer al lector de que el
organismo humano sabe lo que debe hacer, aun en aquellos casos en que
oficialmente se lo considera equivocado. Yo estaba preparando la primera
publicación sobre biones, sobre la desintegración vesicular de la materia y
sobre el desarrollo de protozoarios. Esto ocurría en el otoño de 1937,
aproximadamente un año y medio después de las primeras observaciones
concluyentes. En esa época yo ni siquiera presentía la existencia de los dos
230
231
tipos básicos de vesículas energéticas, los biones PA azules y los negros
bacilos T, ni sabía que las vesículas azules, con contenido de orgón, mataban
a los bacilos T. En otras palabras, no tenía la menor idea de que alguna vez
estaría en situación de emprender "ensayos de orgonterapia del cáncer". Y
fue entonces, en ese otoño de 1937, cuando se inició la campaña difamatoria
de los mecanicistas y místicos noruegos contra mis investigaciones sobre
biones. A pesar de mi expreso pedido de que se me dejara trabajar en paz,
comenzaron a aparecer largos artículos periodísticos cuya presunta intención
era la de "arrancar de una vez por todas el velo que protegía a mi
laboratorio". Se me acusó públicamente de pretender "curar el cáncer".
Semejante acusación me dejó perplejo, pues ni siquiera había pensado en eso
y, por supuesto, jamás había alentado tal pretensión. ¿Cómo era posible que
se me formulara semejante cargo (si es que se puede hablar de cargo)?
Mucho tiempo después, luego de descubrir la acción mortífera de los biones
azules PA, comprendí la razón de aquella acusación. Era evidente que mis
agresivos "críticos" habían comprendido antes que yo que el descubrimiento
de la biogénesis de los protozoarios abriría las puertas a la comprensión del
cáncer.
Después de décadas de enormes esfuerzos, las investigaciones sobre el
cáncer estaban atrapadas en un callejón sin salida, justamente por los tabúes
que bloqueaban la comprensión del desarrollo de los protozoarios. Los
protozoarios no podían desarrollarse a partir del musgo bionoso; tenían que
surgir, por la voluntad de Dios, de "gérmenes" que nadie había visto jamás y
que estaban allí "listos" desde siempre y para siempre.
Cuando vi el problema con claridad, reanudé mis observaciones de los
tejidos cancerosos que me había suministrado un hospital oncológico muchos
meses antes. Desde hacía bastante tiempo yo acostumbraba a dejar mis
preparados estacionados, para observar lo que ocurría en ellos con el correr
del tiempo. Entre mis cultivos había unos cuantos viejos preparados de caldo
a los cuales yo había añadido tejidos cancerosos estériles. Para mi sorpresa
todos esos cultivos habían adquirido una coloración azul-verdoso. Despedían
un olor intensamente ácido, amonial y fétido. La inoculación de uno de esos
cultivos en agar produjo un crecimiento terso, de una intensa coloración azulverdoso. Tomé material del borde y lo inoculé en una nueva placa de agar.
Fue entonces cuando vi por primera vez los bacilos T, cuyo descubrimiento
abriría una importante brecha en el muro que rodeaba al problema del cáncer.
Ruego al lector que trate de comprender la magnitud de mis temores al ver
los campos de investigación que se abrían ante mí. Esperé años antes de
publicar estos descubrimientos. No se trataba simplemente del
230
231
descubrimiento de bacilos desconocidos hasta ese momento; de repente me
encontraba ante problemas que no me animaba a encarar sin más ni más.
Los bacilos T se forman por la descomposición de tejidos. Eso significa
que nos encontramos ante el problema de la biogénesis. La descomposición
de los tejidos en el organismo viviente es consecuencia de daños sociales
crónicos causados a la actividad vital, lo cual nos enfrenta al problema de la
biogénesis, del ordenamiento social de la energía biológica. Los biones
habían revelado la existencia de una energía biológica específica, lo cual nos
enfrenta al problema de la situación de la vida misma en el universo. El
descubrimiento de los bacilos T parecía condenado a provocar a todas las
fuerzas de la oposición al poner en duda el origen divino del hombre y su
excelso destino. Yo había dejado atrás experiencias muy amargas con
médicos, investigadores y todo tipo de seres humanos (y tenía aún por
delante la campaña difamatoria de Oslo). Yo no era ciudadano del país en el
cual había tenido lugar el descubrimiento. Yo era un huésped en un país
extraño, un "extranjero", un "intruso". Los malintencionados parecieron
interesarse más por mi condición de apátrida que por mis descubrimientos.
Pero entonces, una hermosa mañana de primavera, un pensamiento muy
simple me ayudó a superar todas mis ansiedades: "Soy ciudadano del
planeta", me dije. Y, como tal, me sentí orgulloso de haber entrado en
contacto con uno de los problemas científicos más grandes de la ciencia
natural de este siglo y quizá de todos los siglos. El hecho de que en la
investigación de los biones encontrara de manera tan espontánea el común
denominador de muchos problemas cuya relación no se había entrevisto hasta
ese momento, me infundió coraje. No era una vergüenza sino un triunfo que
esos problemas comenzaran a resolverse, a pesar de todas las dificultades y
trabas creadas por colegas y burócratas, y a pesar de haberme visto obligado
a cambiar seis veces de país de residencia. Y cuando, por fin, en enero de
1939, los biones SAPA irradiaron la energía biológica en la atmósfera de mi
laboratorio y cuando, en 1940, comencé a concentrar dicha energía en el
interior del acumulador de orgón, mis angustias desaparecieron y las
actitudes hostiles e injustas que yo había debido soportar perdieron
importancia. Desde ese momento sólo contaba cumplir, en la medida de mis
fuerzas, la obligación que se me imponía, la responsabilidad que me había
tocado en suerte.
Lo cierto es que el problema del cáncer parecía estar íntimamente
vinculado con el problema de la naturaleza de la vida y de la muerte. El
problema no ha quedado resuelto, pero se han abierto las puertas para su
solución.
Ya he descrito en detalle el bacilo T y, por consiguiente, puedo limitarme
232
233
a relatar la evolución de los estudios sobre cáncer. Considero esencial
exponer este proceso, pues la simple afirmación: "El cáncer es en el fondo
una putrefacción del sistema tisular y sanguíneo, algo casi como una lenta
muerte en vida", sólo adquiere sentido merced a las relaciones que se fueron
dando espontáneamente en el curso de nuestros experimentos y
observaciones. Sólo así se comprenderá por qué se ha pasado hasta ahora por
alto la naturaleza básicamente simple del cáncer. El descubrimiento de un
filón de oro en las montañas del Colorado es un hecho muy simple y
provechoso; pero el camino que condujo hasta él es tortuoso y se halla lleno
de acechanzas.
El descubrimiento de bacilos T en un viejo tejido de sarcoma planteó al
punto varios interrogantes a los cuales sólo se pudo dar respuesta luego de
largos años de intensa labor:
3.
No pueden practicarse observaciones correctas con un aumento inferior
1. ¿Pueden producir cáncer los bacilos T si se los inyecta a ratas sanas?
2. ¿Qué relación existe entre el bacilo T y la célula cancerosa? ¿Es aquél
causa o producto de su degeneración?
3. Si los bacilos T son la causa del cáncer ¿cómo llegan al organismo
sano?
Por supuesto, en el momento de descubrir los bacilos T yo no tenía la
menor idea de que éstos recibirían esa designación ni de que eran el resultado
de la desintegración pútrida de tejidos vivos. Sin embargo, el camino que
debí recorrer en mis experimentos con los bacilos T me descubría a cada paso
nuevos misterios acerca de ese flagelo que es el cáncer. Por eso, la
descripción de ese camino es, a la vez, la descripción de la naturaleza del
cáncer, en la medida en que se ha logrado desnudarla hasta ahora.
Sin embargo, antes de pasar a esa descripción, quisiera dar respuesta a la
pregunta acerca del error de la investigación tradicional sobre cáncer que se
formulara en páginas anteriores. Resumiendo, esa respuesta es la siguiente:
1.
Ni las vesículas energéticas azules, a partir de las cuales se organizan
las células cancerosas, ni los bacilos -mucho más pequeños-, en los cuales se
descomponen, resultan visibles en los cortes de tejido coloreados. Sólo se los
puede ver en el preparado vivo. Pero la investigación tradicional sobre cáncer
trabaja casi exclusivamente con tejido muerto.
2. Por la misma razón no se descubrieron las etapas intermedias en la
evolución del cáncer.
232
233
a 2000x. La investigación tradicional sobre cáncer rara vez va más allá de
1000x.
4. La terminante negación de la organización natural de los protozoarios a
partir de materia tanto inorgánica como orgánica, bloqueó la comprensión de
la célula cancerosa.
5. El prejuicio de los "gérmenes del aire" distrajo la atención de los
investigadores y los condujo por un camino equivocado.
6. El cáncer es una perturbación general del funcionamiento del
biosistema y, por consiguiente, sólo puede captarse con un enfoque funcional.
Pero la medicina y la biología tienen una orientación mecanicista, puramente
físico-química. Buscan las causas en células individuales, en órganos
muertos, individuales, en sustancias químicas individuales. Y se pasa por alto
la función total, la que determina el carácter de cada una de las funciones
particulares. (La función sexual sigue siendo la entenada.) Pero no es posible
entender el funcionamiento de un aparato de radio a través de la descripción
de la composición química del vidrio o del metal de las lámparas o a través
de un análisis de la situación mecánica de las partes entre sí. De la misma
manera, es imposible que la descripción de la forma de las células cancerosas
y de su reacción a la tinción o de su ubicación respecto a las células del tejido
sano explique la función biopática del cáncer. Tampoco la composición
química de la proteína viva, por sofisticada y compleja que sea, podrá revelar
algo acerca de la pulsación viva.
Pero ahora sigamos el camino que nos señalan los bacilos T.
2. La muerte en vida
Es preciso que me detenga y resuma una amplia serie de hechos aún
inconexos. Los bacilos T revelan un proceso letal en el organismo vivo, precisamente la "muerte en vida". La letra "T" es la inicial del vocablo alemán
"Tod", que significa muerte. La denominación "bacilos T" señala dos hechos:
los bacilos T son el resultado de la muerte de tejidos vivos y, además, son la
causa de la muerte de ratas, si se los inyecta en grandes dosis. Cuando obtuve
el primer cultivo de bacilos T, inyecté una muestra a ratas sanas. Muchas de
esas ratas murieron en el término de una semana, otras se recuperaron un
poco, para luego morir unos meses después. En el transcurso de dos años
(1937-1939) inyectamos bacilos T a varios centenares de ratas blancas sanas,
siempre en grupos de seis. A dos de cada grupo sólo se les inyectaban biones
PA, para control. A otras dos ratas del mismo grupo se les inyectaba una
234
235
determinada dosis (que variaba con cada grupo) de bacilos T. Al tercer y
último par de ratas se le inyectaban bacilos T y biones azules PA. Este
experimento con ratas se describe sumariamente en la sección "Organización
natural de los protozoarios".
La inyección combinada de biones azules PA y de bacilos T fue la
consecuencia lógica de mi observación microscópica, según la cual los
biones PA paralizaban a los bacilos T y los llevaban a aglutinarse. Como ya
se señaló, el resultado final, al cabo de dos años de experiencia, fue que todas
las ratas sanas a las cuales se habían inyectado biones PA continuaron siendo
sanas; que todas las ratas sanas a las cuales se les inyectaron sólo bacilos T
murieron en seguida o en el término de quince meses como máximo a
consecuencia de una desintegración y proliferación de células en diferentes
grados, en una palabra: morían de cáncer; que las ratas a las cuales se les
inyectó la combinación de bacilos T y biones PA permanecieron sanas en una
gran proporción. Ese efecto de los biones azules PA fue el punto de partida de
las experiencias de orgonterapia en casos de cáncer.
Podría limitarme ahora a consignar los resultados puramente empíricos y
darme por satisfecho con los éxitos prácticos obtenidos hasta ahora. De esa
manera ahorraría al lector el esfuerzo de seguir un complicado proceso. Pero
no puedo hacerlo. Porque aunque se haya abierto una importante brecha para
penetrar en el problema del cáncer, hace falta un trabajo intenso y constante
si se quiere eliminar por completo esta enfermedad.
La conclusión que he sacado de los experimentos de orgonterapia del
cáncer es que sería mucho más fácil prevenir el cáncer que curarlo una vez
que ha alcanzado su pleno desarrollo. Y justamente ese resultado exige que
me remonte mucho más allá de los límites de esta investigación; porque el
problema del cáncer tiene muchos puntos en común con el problema
infinitamente complejo de la relación entre la vida y la muerte. El cáncer no
es otra cosa que una muerte prematura y acelerada, pero "normal", del
organismo. Los procesos orgánicos que conducen a una muerte prematura por
cáncer son los mismos que provocan la muerte natural.
Quiero señalar que tengo plena conciencia de las implicaciones de estas
afirmaciones y que no las formulo a la ligera. Mi enfoque del problema dista
mucho de ser frívolo. Al comenzar las experiencias con biones no había
pensado en el problema del cáncer; pero éste se me plantó en el camino y me
vi ante la alternativa de renunciar a mis investigaciones sobre biones o
abocarme de lleno a ese magno problema. Mi decisión de demorar la
publicación de los primeros resultados exitosos de mis experimentos con
biones en el terreno del cáncer, y de no comunicarlos a las autoridades
234
235
responsables, se debió a que desde el comienzo advertí que el problema del
cáncer y el de la vida y la muerte son una misma cosa. Si analizamos con
detenimiento esta afirmación veremos que no es tan sorprendente como
parecería ser a primera vista. Los primeros experimentos con biones y la
observación de la organización natural de los protozoarios nos enfrentaron
ya, casi sin querer, con la biogénesis. Luego, los experimentos con biones nos
condujeron, a través de los biones PA y de los bacilos T, directamente al
cáncer. Puesto que la vida y la muerte están indisolublemente ligadas, era
lógico que las investigaciones acerca del origen de los protozoarios nos
llevaran al problema de la muerte por cáncer y, por consiguiente, al de la
muerte en general.
Creo que, en cierto modo, yo me había preparado inconscientemente para
encarar estos problemas. Ya en 1926 tropecé con el problema de la muerte
cuando comencé a refutar, desde un punto de vista clínico, la hipótesis de
Freud sobre el instinto de muerte. Negué, con fundamento, la existencia de
una voluntad de morir. Pero no cabe duda de que existe un proceso objetivo
de muerte, que comienza mucho antes de que el corazón deje de funcionar.
Después de refutar con éxito la hipótesis del instinto de muerte (cf. La
función del orgasmo) subsistió mi interés en el proceso objetivo de la muerte,
ese proceso que el ser vivo no desea, ese proceso tan temido, al cual el
organismo sucumbe tarde o temprano. Los bacilos T son una prueba tangible
del proceso de muerte. Esto es lo que procuraré demostrar a continuación.
La biofísica orgónica reduce todas las manifestaciones de vida a la función
biofísica básica de la pulsación. El proceso de la vida consiste,
fundamentalmente, en una continua oscilación -en el organismo como
totalidad y en cada uno de los órganos individuales- entre expansión y
contracción. La "salud" se caracteriza por una regulación económico-sexual
de la energía y por la plenitud de esas pulsaciones en todos los órganos. Si la
expansión predomina de manera constante sobre la contracción, hablamos de
vagotonía. Si la contracción predomina constantemente sobre la expansión,
hablamos de simpaticotonía crónica. La contracción crónica lleva, como ya
hemos visto, a espasmos musculares y a la preponderancia crónica de la
actitud de inspiración. Como consecuencia de esta actitud se produce un
exceso de ácido carbónico en los tejidos (Warburg), un proceso de
encogimiento y la pérdida de sustancia corporal que culmina en la caquexia.
De modo que el proceso de la vida funciona como una pulsación constante
en cada órgano de acuerdo con su ritmo propio y en el organismo como
totalidad según un característico ritmo placer-angustia. En el orgasmo sexual,
el exceso de energía se descarga periódicamente en pulsaciones extremas
234
235
(convulsiones). Pero la expansión y la contracción también gobiernan el
lapso total de vida en una prolongada y única pulsación. La expansión del
biosistema se inicia con la fecundación del óvulo y continúa (con predominio
de la expansión sobre la contracción) hasta la edad madura. Por lo común, el
crecimiento, la sexualidad, la alegría de vivir, la actividad expansiva, el
desarrollo intelectual, etc., predominan hasta la década entre los cuarenta y
cincuenta años de vida. A partir de ese período -es decir al comenzar el
envejecimiento, la llamada "involución"- comienza a predominar la
contracción del sistema vital. El crecimiento se detiene y deja el lugar a un
lentísimo encogimiento de todas laS funciones vitales, que culmina en la
ancianidad con una involución de los tejidos. La involución natural de la
persona que envejece va acompañada por una cesación de la función sexual.
También disminuye la necesidad de placer sexual, de actividad y desarrollo.
El individuo se hace "conservador"; predomina la necesidad de descanso.
Esa contracción natural del sistema vital en la edad avanzada puede
desembocar en la "muerte fisiológica por cáncer". El cáncer es mucho menos
peligroso en la ancianidad que en la juventud. Hay muchos casos de muerte
por vejez en los cuales se descubre accidentalmente el cáncer en la autopsia.
Por lo visto, la enfermedad no había producido síntomas llamativos en vida
del individuo. La muerte del organismo en sí va acompañada por una intensa
contractura muscular, el llamado rigor mortis, que nos muestra con toda
claridad la contracción del sistema vital. Finalmente, el cuerpo se
descompone en la putrefacción. En contraste con el tejido vivo, el tejido
muerto no muestra un aumento del potencial bioeléctrico de la piel. El tejido
moribundo sólo presenta una reacción negativa. La fuente de energía
biológica se extingue. El pescado, por ejemplo, acusa —poco después de la
muerte— el efecto de la radiación orgonótica en el medidor de campo
orgonótico; pero con reacciones débiles que no tardan en perderse. Las ramas
muertas, a diferencia de las vivas, no acusan acción del campo de orgón. Eso
significa que el organismo moribundo pierde su energía biológica; primero se
encoge el campo de energía orgónica que rodea al organismo, luego se
produce la pérdida de orgón en los tejidos. Por eso, debemos reconocer que la
creencia popular en que al morir "el alma abandona el cuerpo", no carece de
fundamento. Pero no es que el "alma" sea algo estructurado que, luego de
abandonar el cuerpo, flota en el espacio como "espíritu" esperando habitar un
nuevo cuerpo, según las creencias místicas. Lo real y lo cierto es que la carga
de orgón del organismo constituye la base de las percepciones vitales y esas
percepciones van perdiendo intensidad a medida que la carga de orgón se
debilita. Este proceso no se cumple en el transcurso de las horas anteriores a
la muerte, sino a través de décadas. La muerte aguda, caracterizada por el
236
237
paro cardíaco, es sólo una -aunque decisiva- fase del proceso. Pero aun
cuando el corazón haya dejado de latir no todo "muere" repentinamente; las
funciones vitales individuales se prolongan por un breve lapso y cesan en
forma gradual por falta de oxígeno. (La muerte repentina por "shock" no es
más que una brusca y total contracción del aparato vital hasta un grado que
hace imposible la renovación de la fase expansiva.)
La putrefacción de los tejidos, que sigue a la muerte, es el resultado de la
descomposición bionosa de los mismos. No es necesario suponer que las
"bacterias de putrefacción de la atmósfera" invaden el organismo en esta
etapa. Porque es imposible no preguntarse por qué las bacterias de
putrefacción que flotan en la atmósfera no se instalan en el organismo vivo y
hacen que se pudra. Esta pregunta es mucho más importante de lo que parece
a primera vista, pues apunta nada más ni nada menos que al problema de la
defensa natural que ofrece el organismo sano a la "muerte en vida". La
investigación sobre biones nos puede brindar una respuesta concluyente al
respecto.
En los estadios más primitivos de la vida, la expansión, el metabolismo
energético de la sustancia viva, etc. están representados por los biones azules
PA. En cambio, la contracción y degeneración de la sustancia viviente, su
decadencia, su desintegración y putrefacción están representadas por los
bacilos T. ¿Se cumple eso también en el caso de los organismos muy
desarrollados? Los biones PA no son otra cosa que portadores de energía
orgónica, las "vesículas de energía orgónica". Los bacilos T se caracterizan
por la falta de carga de orgón. Las células del cuerpo están constituidas por
vesículas energéticas azules, con una alta carga de orgón. La ingestión de
alimentos representa una fuente constante de energía orgónica en forma de
biones PA contenidos en la comida. Los biones PA matan a los bacilos T por
su mayor carga de orgón e impiden la putrefacción del organismo. La energía
orgónica presente en la radiación solar también mata las bacterias de
putrefacción. Es decir que el funcionamiento del sistema vital se debe a la
constante acción de desinfección y carga de orgón que se hace efectiva en el
cuerpo; en otras palabras, a la función de expansión. Esta evita el predominio
de la función de contracción, que desembocaría en la putrefacción, con
producción de bacilos T.
Pero si la función orgonótica de carga y expansión declina, la función de
contracción puede predominar y conducir a procesos letales. Los bacilos T
son una manifestación de estos procesos. La biopatía del cáncer no es otra
cosa que un proceso letal de esta naturaleza. Por eso, el cultivo y estímulo de
las funciones vitales positivas, como el placer, el desarrollo, la actividad, etc.,
son decisivos en la prevención de procesos de muerte prematuros.
236
237
El aumento de las expectativas de vida del hombre de ciertos círculos
culturales durante las últimas décadas debe atribuirse a una liberación de las
funciones sexuales naturales.
Estas suposiciones no sólo tienen justificación, sino que se imponen de
manera ineludible si se intenta reducir diversas observaciones a un común
denominador. Y ésa es precisamente la tarea de las ciencias naturales. La
biopatía carcinomatosa de encogimiento (también podría llamársela
"enfermedad de inanición sexual") sólo puede ser entendida dentro del
contexto de procesos concretos de vida y de muerte.
Cuando en 1937-1938 logré producir por primera vez excrecencias
carcinomatosas en ratas sanas por inyección de bacilos T, creí haber dado con
el "agente específico del cáncer". El bacilo T había sido cultivado a partir de
tejidos cancerosos y ahora producía cáncer en tejidos sanos. Las células
cancerosas se desintegraban en bacilos T. Estos hechos son fáciles de
demostrar y la investigación tradicional tenía idea de su existencia. Hace
largo tiempo que se busca lo que yo llamo bacilo T, pero el prejuicio de la
infección por el aire y la resistencia a la idea de la infección endógena
crearon un obstáculo insalvable para el progreso.
un curso internacional de la Academia de Posgraduados de Berlín (1936), Hirsch,
Leipzig, 1937.
3. Enigmas en la investigación tradicional del cáncer
El "agente” buscado
Quisiera repasar brevemente los enigmas con que ha tropezado la investigación del cáncer, en los cuales parece preanunciarse el descubrimiento del
bacilo T. Para ello me ajustaré a la eficacísima reseña de Blumenthal 3 y a la
recopilación de Adam y Auler4. He podido leer algunos trabajos sobre el
tema, pero los avatares de la guerra me han impedido, lamentablemente, leer
toda la literatura especializada en su original. Sin embargo, esto no afectará la
calidad de mi resumen, puesto que me baso en una excelente reseña.
El interrogante básico de la investigación tradicional sobre cáncer, al igual
que el de la biofísica orgonótica, es el siguiente:
3
Ergebnisse der experimentellen Krebsforschung und Krebstherapie, Leiden, 1934.
4
Neuere Ergebnisse auf dem Gebiete der Krebskrankheiten, 47 conferencias
pronunciadas con el auspicio del Comité Alemán de Lucha Contra el Cáncer, en
238
239
¿Está el cáncer esencialmente representado por el tumor y sus metástasis o ya
está presenté en el organismo antes de la aparición de una excrecencia? Y si
está presente ¿de qué manera lo está? En el primer caso, lo verdaderamente
patológico sería la célula cancerosa; en el segundo caso un "algo", que no es
la célula misma, pero que está en una determinada relación con ella. La
respuesta a este interrogante es de enorme importancia, puesto que las
decisiones acerca de la intervención quirúrgica de tumores dependen de ella.
Otro tanto ocurre con el problema del diagnóstico precoz del cáncer y, sobre
todo, su profilaxis y de la destrucción de ese "algo".
Los experimentos para provocar tumores trasplantando pulpa tumoral de
un animal enfermo a otro sano llevaron a los investigadores a la unánime
conclusión de que es necesario trasplantar considerables cantidades de pulpa
tumoral para obtener resultados positivos. Las experiencias con sustancias
centrifugadas y con filtrados fueron negativas. El agente buscado está
siempre vinculado con el residuo de la sustancia centrifugada. En lo referente
al bacilo T, reviste extraordinaria importancia la hipótesis de R. Kraus,
basada en experimentos efectuados por Swarzoff, quien observó el desarrollo
de células tumorales a partir de partículas de tejido y células parciales. Krans
llegó a la conclusión de que omnis cellula ex granula y no, como se afirmaba
hasta ese momento, ex cellula. La idea de que las células cancerosas se
desarrollan a partir de diminutos "gránulos" coincide por completo con la
observación orgonológica de que se desarrollan a partir de biones.
Esto hace que el problema se desplace de la célula cancerosa hacia el
origen de los biones en el organismo. La célula cancerosa ya no seria tanto
causa de enfermedad y pasaría, más bien, a ser síntoma y consecuencia de
algún tercer factor más general, de un "algo" presente en el organismo antes
que ella.
Ernst Fränkel descubrió que el agente del sarcoma de Rous, de las gallinas,
estaba ligado a los eritrocitos y a la globulina. Determinados experimentos
demostraron la presencia de un principio carcinógeno en el bazo, que podía
estar libre o contenido en las células esplénicas. Experimentos con animales
señalan una curiosa relación entre la función esplénica y la función tumoral.
Si se extirpa el bazo a una rata normal, ésta se verá afectada por una grave
anemia (Lauda). Si se extirpa el bazo a una rata con tumores, la anemia no se
producirá, pero aparecerá en cuanto se le extirpen los tumores. Por
consiguiente, el tumor puede asumir determinadas características del bazo.
Todo esto parece muy extraño y, sin embargo, una vez más señala en
dirección de la sangre y sus glóbulos. Es sabido que el bazo es el depósito de
glóbulos rojos. Según se dice, nadie sabe qué ocurre con los eritrocitos que
se desintegran. Se supone que guardan cierta relación con el cáncer, pero se
ignora cual es esa relación. Lindner, ayudante de laboratorio de Blumenthal,
240
utilizó la sangre extraída de una vena tumoral para producir tumores en
anímales de la misma especie. Los tumores producidos fueron siempre de la
misma especie, con una única excepción. Estos experimentos tuvieron
también éxito con sangre del corazón y de la vena axilar. Se demostró así que
el agente del cáncer está relacionado con los componentes sólidos de la
sangre. Los experimentos resultaron particularmente exitosos cuando se
emplearon coágulos y eritrocitos adultos. En efecto, el bacilo T tiene su
origen en los glóbulos rojos en proceso de degeneración. La sangre venosa
resultó ser mucho más eficaz que la arterial; los tejidos cancerosos muestran
señales de un metabolismo de asfixia, es decir, exceso de C02. En una
oportunidad, Láser logró producir cáncer en una gallina de la siguiente
manera: había inyectado una solución de alquitrán a otra gallina y luego,
cuando todavía no habían aparecido tumores, cultivó macrófagos a partir de
la sangre del animal. Al inyectar los macrófagos a la segunda gallina, éstos
dieron origen a un tumor. Este resultado sugiere la interpretación de que los
macrófagos habían absorbido al agente que circulaba por la sangre y luego lo
habían trasmitido a la otra gallina. Muchos investigadores han conjeturado
que este agente es un componente de la célula cancerosa que sólo penetra en
la circulación cuando las células cancerosas se descomponen. Los leucocitos
cultivados a partir de la sangre de ratas afectadas de sarcoma provocaron
sarcoma en ratas sanas, al serles inyectado. El hecho de que ese "algo" que
puede dar origen al cáncer esté presente en la sangre antes de la existencia de
células cancerosas y a la vez se desarrolle a partir de la desintegración de las
mismas, es lo que más confunde.
Se dice que ese "algo" puede estar presente en un órgano sin que se llegue
a la formación de tumores. Diversos experimentos, algunos de ellos muy
ingeniosos, han demostrado que las células sanguíneas están en estrecha
relación con las células malignas. "Las células sanguíneas normales", escribe
Blumenthal, "tienen que contener sustancias indispensables para la
preservación de la actividad del principio etiológico del cáncer o para su
reproducción. Las células sanguíneas son particularmente ricas en albúmina
coagulable... Parecería ser que este fibrinógeno se liga con el factor
etiológico de las células cancerosas y lo trasfiere a las células del
organismo... trasformando las células normales de ese organismo en células
cancerosas... En todos... los casos se ha demostrado que algo emana de las
células de cáncer, algo que trasforma las células antes normales, en células
cancerosas..." (La bastardilla es un añadido mío, W.R.) De modo que el algo
241
buscado está, por una parte, ligado con los glóbulos de la sangre y, por otra
parte, produce células cancerosas a partir de células normales.
Estas conclusiones enfrentan a la patología clásica con una serie de
interrogantes. Resumiré a continuación los más importantes:
¿Es ese algo carcinógeno un cuerpo enzimático, es decir, no un organismo
viviente? Hasta tanto no se demuestre que ese cuerpo es capaz de
multiplicarse no se lo debería comparar con un organismo viviente.
¿Es ese algo una sustancia química del cuerpo, que estimula las células
mesenquimáticas sanas del animal a producir la misma sustancia y las
trasforma en células cancerosas? ¿Se trata de un veneno químico, de una
sustancia lítica, de un autocatalizador?
¿Se trata de algo celular? Si es celular se plantea el siguiente interrogante
fundamental: ¿es posible que algo sea celular e infeccioso y, sin embargo, no
sea "parasitario", es decir "extraño al cuerpo"? Debe tenerse en cuenta que en
el caso del estímulo carcinógeno no se trata de incorporación de células
trasferidas, sino de la degeneración de células previamente sanas.
De modo que ese extraño "algo" podría esbozarse así:
Está presente en el organismo antes de que aparezcan las células
cancerosas y está ligado a los elementos sólidos de la sangre. Sin embargo,
también surge de las células cancerosas. Se comporta como un parásito y, a la
vez, como una sustancia química venenosa. Es "infeccioso", sin que la
enfermedad -el cáncer- lo sea. Produce la célula cancerosa a partir de la
célula sana y surge de la célula cancerosa. Se comporta como un parásito y,
sin embargo, no tiene origen fuera del cuerpo.
Blumenthal ha señalado, con mucho acierto, lo siguiente: "Se ve, pues, que
el problema del cáncer es un problema que roza los limites entre lo viviente y
lo no-viviente, al plantear la posibilidad de que las células animales puedan
producir algo que presenta características parasitarias."5
Nuestros bacilos T constituyen el puente entre lo viviente y lo no-viviente.
El experimento con bacilos T confirma un punto de vista que ha ido ganando
terreno en la investigación cancerológica moderna y que Blumenthal ha
resumido así:
En el caso del sarcoma de Rous se ha demostrado que dentro y fuera de los
tumores existe algo con lo cual pueden producirse tumores, es decir que el agente
o principio de los tumores no es necesariamente una célula. La diferencia esencial
entre la célula tumoral y el agente tumoral -en lo que respecta a la génesis del
cáncer- es que la célula sólo produce células de la misma especie, mientras que el
5
Experimentelle Krebsforschung und Krebstherapie, p. 94.
240
241
agente del cáncer en sí no se multiplica, sino que influye sobré células antes sanas
para transformarlas en células cancerosas.
biones PA -y a veces después de una segunda inyección de biones PA- se
inyectaba a dos de las cuatro ratas una de las diferentes cepas de bacilos T.
Nuestros bacilos T coinciden exactamente con la descripción de
Blumenthal:
1.
Están presentes en la sangre y en los tejidos antes que aparezca el
tumor.
2. Llevan al desarrollo de células cancerosas y son, a la vez, el producto
de la descomposición de las mismas.
3. Son resultado de la desintegración de glóbulos rojos.
4. Son auténticos bacilos con características parasitarias y, al mismo
tiempo, el cáncer no es infeccioso.
5. Los bacilos T constituyen, efectivamente, un puente entre lo noviviente y lo viviente, pues se forman a partir de biones de carbón por
degeneración precoz, y se propagan.
6. Son, en efecto, productos de células animales que muestran
características parasitarias.
7. En efecto, son venenosos, tienen una oscura relación con el cianuro y
ejercen un efecto similar a la asfixia y a la parálisis respiratoria.
Si el bacilo T es el agente específico del cáncer que se ha estado buscando,
los resultados de la experimentación con animales deberán ser los siguientes:
1. La inyección de bacilos T a ratas sanas debe provocar una proliferación
celular destructiva y penetrante.
2. El bacilo T debe ser recultivable.
3. El tumor experimentalmente creado debe contener bacilos T.
En los experimentos con ratas empleando bacilos T se cumplieron los tres
requisitos.
Experimento con ratas sanas, empleando bacilos T (1937-1939)
Estas experiencias se practicaron habitualmente con grupos de seis ratas.
Cada tipo de biones PA (paketamöboide Bione) se inyectó a cuatro ratas para
controlar la patogenicidad. Dos días después de la primera inyección de
242
243
El tercer par de ratas sólo recibía la inyección de bacilos T. La dosis de la
inyección era la siguiente: se disolvía una asa de biones PA en 3 cm3 de
solución fisiológica estéril o de solución de cloruro de potasio. Se inyectaba
1/2 cm3 de ésta solución en el lomo por vía subcutánea. En el experimento
con bacilos T se disolvía un asa en 5 cm 3 y se inyectaba por vía subcutánea
en el lomo 1/2 ó 1/4 cm3 de esa solución. Hasta fines de enero de 1939 se
habían practicado esas inyecciones en serie a un total de 178 ratas. De ese
total, 84 ratas sólo recibieron inyecciones de bacilos T. De esas 84 ratas, 30
murieron en los ocho días siguientes a la inyección. Otras 30 murieron en el
transcurso de 15 meses. El resto estaban enfermas al concluirse este
protocolo. De las 30 ratas muertas en el lapso de 15 meses, 25 fueron
examinadas para establecer la presencia de excrecencias cancerosas. Siete de
las ratas examinadas contenían células cancerosas con movimiento ameboide
en los epitelios de los intestinos y el estómago, de las glándulas cervicales, de
los genitales, etc. 13 de estas ratas presentaban las características formaciones
celulares caudadas, fusiformes o claviformes, e infiltraciones en diversos
órganos, sobre todo en el peritoneo, en las glándulas cervicales, en los
genitales, en el estómago y en el duodeno. Las restantes cinco ratas no
mostraban fenómenos claramente discernibles.
De las 45 ratas que recibieron primero las inyecciones de biones PA y
luego los bacilos T, 36 se mantuvieron sanas y 9 murieron en el transcurso de
los siguientes 15 meses. Entre las 39 ratas a las cuales sólo se les inyectaron
biones PA, no hubo ni una que mostrara signos de enfermedad en el mismo
lapso. De las 10 ratas a las cuales se les inyectaron primero el bacilo T y
luego los biones PA, 8 murieron en el transcurso de los quince meses
siguientes, y dos debieron ser sacrificadas a causa de abscesos.
Los bacilos T, cualquiera que fuese su origen, condujeron indefectiblemente a la formación de células caudadas o claviformes, en diversos
órganos. También el efecto de los biones azules PA fue el mismo, cualquiera
que fuese su tipo. En dos casos, un tipo paqueteameboideo (SAPA I),
inyectado después de la aplicación de bacilos T, provocó úlceras secas,
"limpias", en las ratas, semejantes a las úlceras provocadas por los rayos X, y
esas úlceras aparecieron precisamente en el lugar en el cual los bacilos T
habían infiltrado el tejido después de la inyección.
Para los experimentos con bacilos T se utilizaron cepas cultivadas directamente a partir de tejidos carcomatosos y carcinomatosos (T I), de sangre
de enfermos de cáncer (T Ca 10), de sangre del corazón de ratas muertas
después de experimentos con aplicación de alquitrán (T II 6); bacilos T
cultivados por degeneración, a partir de la sangre de seres humanos sanos (T
10), bacilos T de la sangre de personas en las cuales se sospechaba la
242
243
existencia de un cáncer, sin que los exámenes clínicos habituales hayan
suministrado pruebas de la enfermedad (T 10), de cultivos de biones
degenerados (6 d TT y l0e 41 T), de la sangre cardíaca de ratas muertas de
tumores Bluko (Bluko-T) y, por fin, bacilos T recultivados a partir de la
sangre cardíaca de las ratas afectadas (10 Ge Tr, 10 Ta Tr, 6 dT Tr, etc.).
Todos los tipos de bacilos T produjeron todas las fases de excrecencias
carcinomatosas en ratas blancas sanas.
las células, de los núcleos y de los lóbulos hepáticos; acumulación de bacilos
T en los glomérulos renales, con atrofia de las células de los epitelios renales.
Resumen
1. Los bacilos T muestran un comportamiento parasitario y, sin embargo,
2.
3.
4.
5.
6.
se originan en sustancias del cuerpo.
Se forman por degeneración de tejidos y organismos.
Aparecen cuando el carbono se trasforma en biones.
Muestran un parentesco con el cianuro.
Provocan la formación de biones.
Siempre son un signo de contracción simpaticotónica y de
encogimiento del organismo.
El típico síndrome de la intoxicación con bacilos T es el siguiente: Pocas
horas después de la inyección de bacilos T, los movimientos de las ratas se
hacen más lentos, el cuerpo se encorva, la rata arrastra las patas y pierde el
apetito. Ocasionalmente pueden presentarse conjuntivitis y abscesos locales,
pero no es lo típico. Si la rata que ha recibido la inyección no muere en el
término de ocho días, suele mostrar una aparente mejoría. Pero pasados de
dos a cinco meses se inicia siempre un nuevo proceso de contracción y
encogimiento en el organismo; se repite el cuadro de los primeros días
siguientes a la inyección, pero esta vez con más lentitud; el proceso tiene
carácter crónico. El organismo se va encogiendo, hasta que se produce la
muerte. Estos experimentos practicados entre 1937 y 1941 revelaron, sin que
yo tuviera conciencia de ello, la "biopatía de encogimiento", que -a partir de
1941- descubrí en las personas afectadas de cáncer y comencé a comprender.
Las autopsias practicadas a ratas sacrificadas en diversas etapas de la
enfermedad o después de su muerte espontánea presentaban siempre bacilos
T en todos los órganos y en la sangre (cultivable en caldo); procesos atróficos
y necróticos en los epitelios de las mucosas, especialmente en el tubo
digestivo; cuadro sanguíneo canceroso, glóbulos sanguíneos anémicos,
membranas encogidas con agujas T; agrandamiento del hígado y atrofia de
244
245
Cuanto más tiempo vive la rata después de la inyección T, tanto más
abundantes y desarrolladas son las formaciones fusiformes y claviformes en
los diversos órganos. La presencia de células ameboides en la glándula
submaxilar, en la vejiga o en los riñones confirma el diagnóstico de cáncer
completamente desarrollado. La formación de excrecencias poliposas en la
mucosa intestinal va acompañada por una completa atrofia de las mucosas en
la inmediata vecindad. En las ratas macho se encuentran numerosas
formaciones cancerosas, incluyendo formas ameboides, en los testículos.
La conclusión general respecto al aparato vital autónomo es que al ser
inundado el organismo por bacilos T se produce una paulatina contracción y
el subsiguiente encogimiento de los tejidos y de las células individuales. Como
resultado de este fenómeno hay una pérdida de peso, atrofia y degeneración
de las células, que culmina en una descomposición pútrida, es decir, en
putrefacción. Es exactamente el mismo proceso que se cumple en el cáncer
humano. En las ratas utilizadas para este experimento, el proceso de
encogimiento es provocado por la inyección; en el cáncer humano, el
encogimiento biofísico, como consecuencia de la resignación caracterológica,
precede a la formación de bacilos T. Al desarrollarse y proliferar, los bacilos
T apresuran el proceso general de encogimiento y provocan intentos locales
de defensa, es decir, la formación de tumores. Otras observaciones nos
permitirán determinar si los tumores locales siempre representan o no una
reacción defensiva, y en cuántos casos se forman a partir de daños tisulares
locales, que conducen secundariamente al encogimiento general del aparato
vital.
Etapas en el desarrollo de las células cancerosas en los experimentos
T con ratas (1937-1942)
Las observaciones comparativas de los tejidos de ratas que habían muerto o
habían sido sacrificadas en el transcurso de cuatro años, brindaron el
siguiente cuadro del efecto T sobre los tejidos del organismo. Las
observaciones se concentraron en el grado de madurez de las células
caudadas fusiformes o claviformes, formas que nunca se encuentran en los
tejidos de ratas sanas o afectadas por otras enfermedades. Examinadas con un
aumento de 3000-4000x, estas formas son tan típicas que no es posible
confundirlas con otra clase de células. Sólo en el epitelio gástrico e intestinal
puede ocurrir que las células epiteliales cilíndricas se confundan con células
cancerosas en desarrollo si no se recurre al aumento adecuado. Sin embargo,
la diferencia entre ambos tipos de células es tan marcada para cualquiera que
244
245
esté familiarizado con las formas, que el riesgo de confusión es mínimo.
A continuación describiré los descubrimientos hechos en las disecciones
practicadas en diversas etapas de los efectos causados por los bacilos T. Se
comprobó que el cáncer necesita un muy largo tiempo de maduración. Las
células cancerosas ameboides representan su estado de máxima madurez. No
obstante eso, las ratas morían con frecuencia antes de alcanzar ese estado,
cuando la infiltración de los tejidos y la destrucción de la función fisiológica
de los órganos había avanzado mucho (septicemia, nefritis, atrofia del
hígado, etc.).
1. Lesiones tisulares por hinchazón y desintegración vesicular (Ca I)
El experimento bacilo T-albúmina demostró que los tejidos pueden sufrir
daños por la acción directa de los bacilos T o por trauma químico o mecánico
-como es el efecto del alquitrán o de un golpe-, lo cual crea, sólo
secundariamente, un campo de acción para los bacilos T, ya presentes en el
organismo. En este último caso -el del daño químico y traumático de los
tejidos-, cabe suponer que el estímulo carcinógeno tiene origen en la
formación de bacilos T a partir de tejidos en desintegración. Esto explicaría la
formación de cáncer después de la lesión de una cicatriz, de una quemadura,
etc.
1. Células epiteliales sanas (estructura pequeña)
2. Célula epitelial que se descompone en biones azules; sobre el
3.
margen derecho, formación de husos con intenso resplandor
azul: estadio precanceroso (Ca I)
Célula epitelial que se desintegra en bacilos T, los cuales ya se
ven fuera de la célula (Ca I)
Figura 20. Células epiteliales sanas y precancerosas.
246
247
La tendencia a la rápida desintegración vesicular, con hinchazón y
formación de bacilos T, es uno de los signos más importantes del comienzo del
desarrollo de un cáncer, aunque también es cierto que la actividad defensiva
del organismo puede anular esa tendencia, mientras sus funciones totales se
mantengan intactas. Pero los tejidos que se hinchan rápidamente en KC1 y
que muestran desintegración vesicular y formación de bacilos T deben ser
considerados como sospechosos (Fig. 55a, b, Apéndice). Si esta afirmación es
acertada, abre un amplio campo de investigación: el cáncer podría
diagnosticarse mucho antes de que se organicen las verdaderas células
cancerosas o antes de que aparezca cualquier excrecencia o infiltración
destructivas (Fig. 56a, Apéndice).
Figura 21. Estadios de la transformación de la célula epitelial en célula
cancerosa (Ca II).
2. Estado inflamatorio agudo (Ca II)
El organismo reacciona al daño provocado por los bacilos T con los medios
que nos son familiares: hiperemia, acumulación de leucocitos y formación de
tejido de granulación. Como se observó con frecuencia en los experimentos T
con ratas, el crecimiento inflamatorio puede quedar localizado o puede
extenderse, sin que aún se lo pueda designar como excrecencia carcinomatosa.
1.
2.
3.
Una parte de la célula muestra una estructura azul estriada
La célula adopta una forma oblonga; se desarrollan biones azules
Los biones azules confluyen y constituyen una densa estructura
estriada
4.
La célula adopta forma de clava
246
247
Se puede observar el tejido de granulación pardo o pardo-rojizo que se
difunde a partir del punto de inyección, a lo largo de los vasos sanguíneos y
linfáticos, en dirección a los tejidos más profundos. Estos crecimientos
inflamatorios se extienden con particular frecuencia hacia las glándulas. El
examen microscópico, tanto en vivo como en corte, no permite detectar aún
-aparte de los elementos de cualquier inflamación- signos de formas celulares
carcinomatosas (Fig. 57, 58b y 58c, Apéndice).
3. Formas celulares aisladas fusiformes, claviformes y caudadas en
los crecimientos inflamatorios crónicos (Ca III)
Este tercer estadio —que ya puede designarse como carcinomatoso— se
caracteriza por procesos que no se encuentran en tejidos sanos o sólo
inflamados. Hay, sobre todo, una disposición fusiforme y claviforme de las
vesículas (Fig. 56 c, d, e, Apéndice) y una desintegración vesicular del tejido
que rodea la inflamación (Fig. 59, Apéndice). Macroscópicamente puede
verse que el tejido de granulación parduzco se va transformando casi
imperceptiblemente en ramificaciones duras de un blanco grisáceo, sin que se
adviertan límites precisos. Estas estrías son, en parte, tejido conjuntivo; a
pesar de eso muestran ya una gran variedad y multiplicidad de células (Fig.
62 c, d, Apéndice). Los leucocitos son menos numerosos y se encuentran
formaciones de naturaleza nueva. Estas formaciones celulares, que
evidencian diferentes grados de organización, se caracterizan por su
extraordinaria colorabilidad biológica (cromofilia). Todas ellas tienen en
común —cualquiera que sea su tamaño— la tendencia a la forma de clava
caudada. En los pulmones, riñones, hígado, glándulas y epiplón se encuentran
las mismas estrías blanco-grisáceas que, en el preparado de eosinahematoxilina sólo indican una inflamación crónica. En este estadio, el corte
muerto coloreado aún no nos revela nada acerca de las formaciones
carcinomatosas de biones, de los acúmulos de vesículas, de las formaciones
fusiformes, etc., características del proceso carcinoma-toso, que se ven con
inconfundible claridad en los preparados vivos, con una ampliación de
4000x. Por eso, es posible que el preparado vivo permita formular el
diagnóstico de cáncer en una etapa en la cual el preparado muerto coloreado
no muestra el menor indicio.
Por ejemplo, el preparado vivo de tejido renal puede presentar el siguiente
cuadro (Fig. 22 b): tres células que rodean un conducto se conservan en un
estado completamente normal: presentan un plasma homogéneo, un neto
núcleo en el centro y no hay en ellas formación vesicular.
248
249
La cuarta célula, en cambio, ya es claviforme, muestra una estructura
vesicular y una marcada coloreabilidad en todo el cuerpo celular. El núcleo
va no se distingue de la estructura del plasma; el material del núcleo colma el
cuerpo entero de la célula. De modo que la metamorfosis de la célula normal
en célula cancerosa del primer estadio (Ca III) tiene lugar a través de la
desintegración vesicular de la célula y de su transformación en una estructura
claviforme caudada (Fig. 58 c, Apéndice).
a. Forma típica
de célula epitelial
precancerosa
b. Cuatro células epiteliales,
de las cuales una es cancerosa,
Del tubo urinario de una rata T.
Dibujo tomado directamente
del preparado vivo.
c. Diversas formas de células cancerosas que se encuentran en los tumores
que han aparecido espontáneamente en las ratas o que son producto de la
inyección de bacilos T
Figura 22. Células cancerosas en estado de maduración (Ca III).
248
249
En otros casos se observa cómo dos o tres células pierden sus límites y se
convierten en una sola célula claviforme caudada. Esta trasformación puede
reproducirse artificialmente. Si enviamos impulsos eléctricos de unos 8-10
voltios a través de una preparación de tejido muscular o renal en solución
KC1, veremos la progresiva aparición de vesículas en el plasma, de una
intensa refracción de la luz y de una elongación. Los límites entre las células
se disuelven y éstas confluyen en una sola pieza. El mismo experimento
puede practicarse con tejido muscular. Al colorear con azul de metileno se
verá que las células que se han vuelto vesiculares se colorean con mayor
rapidez e intensidad que las células sanas. Se trata de las mismas formaciones
que en el corte eosina-hematoxilina producen la impresión de "ricas en
cromatina" y de ovaladas a fusiformes. Si estas formaciones no se encuentran
nunca en los pulmones o riñones de las ratas sanas y, en cambio, aparecen
regularmente en las ratas enfermas en el estado de inflamación crónica (Ca
III), se justifica diagnosticar que son estadios preliminares de la futura célula
cancerosa ameboidea. Esta suposición queda verificada por el hecho de que,
al prolongarse la enfermedad, tales formaciones se hacen cada vez más
abundantes y se vuelven más definidas.
La conclusión que puede extraerse de esta serie de observaciones con ratas
a las cuales se había inyectado bacilos T es la siguiente: es verdad que una
célula sana puede convertirse en una formación fusiforme carcinomatosa;
pero, por lo común, varias células sanas experimentan una desintegración
vesicular y confluyen en un acúmulo de vesículas, a partir del cual se han de
constituir luego una o varias células cancerosas.
Entre esas neoplasias de los tejidos enfermos hay algunas formaciones
curiosas, constituidas a partir de eritrocitos afectados de desintegración
vesicular, combinados con acúmulos de biones vesiculares no estructurados.
Es de suponer que en el proceso de desintegración vesicular de los tejidos se
puede producir cualquier combinación nueva entre las formas desintegradas.
La formación fundamental es siempre la estructura vesicular. Exigió gran
esfuerzo localizar estas nuevas formaciones confirmadas en el preparado
vivo, en el corte coloreado del mismo tejido. La figura 60 (Apéndice)
muestra esas células trasformadas, ricas en cromatina, que corresponden a las
nuevas formaciones vesiculares fusiformes.
En el corte muerto coloreado de epitelio intestinal, por ejemplo, se puede
observar —con un aumento de unos 1600x— además de las células sanas,
células alargadas y acúmulos de células intensamente coloreados que no se
encuentran en las ratas sanas. Si fuera del intestino se encuentran extensas
excrecencias constituidas por estas formaciones celulares (Fig. 60c,
Apéndice) y si en el preparado viviente del mismo tejido se encuentran
250
251
acúmulos de formaciones fusiformes, se habrá confirmado el diagnóstico de
"cáncer de primer grado" (Ca III).
En algunas de las ratas de experimentación se encuentran las mismas
agrupaciones de células oscuras, observadas dentro del epitelio intestinal, en
lugares muy distantes de los intestinos, por ejemplo, en la epidermis de la
espalda o del cuello, en el tejido conjuntivo que rodea a los vasos sanguíneos,
dentro y alrededor de las glándulas, en el tejido adiposo, etc. (Fig. 59,
Apéndice).
En algunos casos, con un aumento de 4000x se pueden ver células
glandulares que se han separado de la membrana y se han transformado en
formaciones claviformes oscuras, intensamente coloreadas. En otros casos,
cantidades masivas de estas células degeneradas penetran en toda la glándula.
Que yo sepa, estas formaciones celulares no se conocen en la patología
clásica. No pude ubicarlas en las obras especializadas de patología. Varios
patólogos formularon diagnósticos diferentes o admitieron no poder
ubicarlas. Uno de los patólogos las tomó por células pancreáticas, porque se
encontraban fuera del estómago. Cuando le mostré las mismas células, pero
en el tejido subcutáneo del cuello, admitió que eran algo nuevo para él.
Desde hace mucho tiempo se sabe que los procesos inflamatorios crónicos
(tuberculosis, sífilis, cicatrices y quemaduras, etc.) pueden dar origen a
auténticos carcinomas. Sin embargo, el interés se ha centrado siempre en la
naturaleza de la célula cancerosa. Nuestros experimentos con biones y, en
particular, las nuevas formaciones tisulares en ratas que habían recibido
inyecciones de bacilos T, pueden arrojar considerable luz sobre este
problema. Como ya he señalado, basándome en preparados vivos, puedo
diagnosticar "cáncer de primer grado (Ca III)", cuando el histólogo sigue
diagnosticando "inflamación crónica", sobre la base de cortes coloreados.
Desde el punto de vista patológico e histológico resulta muy comprensible la
neta separación diagnóstica entre tumores auténticos e inflamaciones
crónicas, de acuerdo con el cuadro proporcionado por el corte muerto
coloreado. Sin embargo, para crear una base común de discusión es
indispensable tener en cuenta los resultados tan diferentes obtenidos
mediante el examen de preparados vivos. Para quienes investigan los biones,
el diagnóstico de "tumor maligno" puede formularse cuando en el preparado
vivo aparecen signos de desintegración vesicular de las células y formaciones
nuevas, fusiformes (Ca III), aunque sólo sea en forma aislada. Después de eso
no queda más que establecer el grado de madurez de la célula tumoral.
En su reseña Ergebnisse der experimentellen Krebsforschung, 1934, p. 1,
Blumenthal señala lo siguiente:
250
251
Respecto al crecimiento autónomo, es posible que esta característica sólo sea aparente;
es posible que, un buen día, descubramos que ciertos tumores son de naturaleza infecciosa.
Como dice Lubarsch, ese descubrimiento reduciría el terreno de los tumores autónomos y
ampliaría el de las neoformaciones infecciosas. Con lo cual los verdaderos tumores
cancerosos serían cada vez menos. Pero el estudio de esos granulomas abarcaría una parte
de lo que hasta ese momento había abarcado la investigación sobre cáncer. En última
instancia, el crecimiento autónomo sólo se ha concebido como lo opuesto a esos tumores
en los cuales el impulso de crecimiento proviene de un parásito, con cuya muerte se detiene
el crecimiento del tumor. El lugar del parásito puede estar ocupado por otro estímulo que,
considerado desde el punto de vista de la célula, debería considerarse como exógeno.
Crecimiento autónomo sólo significa que el impulso de crecimiento parecería estar dentro
de la célula. Porque, después de todo, el crecimiento autónomo sólo puede pertenecer a la
célula, a pesar de la presencia del estímulo. Si está presente en el cáncer, este crecimiento
sólo es necesario en la etapa precancerosa, es decir que proporciona los impulsos para la
transformación de la célula normal en célula cancerosa.
Mis experiencias con biones y con bacilos T me inducen a dar la razón a
Blumenthal. En efecto, los bacilos T son sólo el estímulo para la
transformación de las células normales en células cancerosas. Los bacilos T
son sólo responsables del estado precanceroso. En cambio, el crecimiento de
las células cancerosas ya formadas es completamente autónomo, es decir,
independiente de los bacilos T.
El patólogo y oncólogo Borst vislumbró este problema hace ya mucho
tiempo:
El diagnóstico histológico de un carcinoma suele no ser fácil. Se ha hablado de cambios
precancerosos y se ha señalado que la transformación cancerosa va precedida por
excrecencias epiteliales atípicas, como las que aparecen con tanta frecuencia en las
inflamaciones crónicas. No cabe duda de que las neoplasias epiteliales de tipo inflamatorio,
regenerativo o hiperplásico pueden desembocar en carcinomas en una transición muy
fluida. Pero es imposible predecir histológicamente cómo evolucionarán las diferentes
excrecencias epiteliales atípicas. Sólo se sabe, por experiencia, que algunas de esas
excrecencias se convertirán en carcinoma con más frecuencia que otras, y que muchas
nunca llegarán a ser carcinoma. Por otra parte, nuestra experiencia acerca de la
reversibilidad de esas excrecencias es aún muy incompleta. Por consiguiente, no parece
indicado hablar de cambios precancerosos, pues eso hace pensar que esas excrecencias
epiteliales atípicas son obligatoriamente estadios iniciales del cáncer. En determinados
casos, en los cuales la experiencia desempeña un papel decisivo, parecería mejor hablar de
excrecencias sospechosas de cáncer, e instar al médico a mantener, esos casos bajo un
estricto control. El cuadro histológico de las llamadas excrecencias epiteliales atípicas
puede asemejarse mucho al del carcinoma incipiente. ¿Cómo pueden determinarse,
entonces, los límites desde un punto de vista histológico? La característica esencial en las
excrecencias epiteliales cancerosas es, sin duda, la penetración autónoma del epitelio en
los tejidos conjuntivos subyacentes. El epitelio abandona su lugar en superficie y penetra
en las profundidades; el epitelio glandular atraviesa la membranae propiae.
252
253
De modo que el diagnóstico histológico de un carcinoma tendrá que basarse, ante todo en
la heterotopía de las excrecencias epiteliales. Sin embargo, es preciso señalar que también
en los estados inflamatorios crónicos se produce un conflicto de límites entre epitelio y
tejidos conjuntivos, y que también en esos casos los epitelios pueden penetrar
profundamente en los tejidos conjuntivos subyacentes, sobre todo cuando se trata de
procesos ulcerosos o de formación de fístulas. No es fácil distinguir entre estas heterotopías
inflamatorias epiteliales y el carcinoma. No se puede tomar la epitelioheterotopía por sí
sola como prueba histológica de carcinoma; es preciso establecer el carácter destructivo de
la excrecencia epitelial cancerosa. En el carcinoma vemos una penetración autónoma de las
células epiteliales, con frecuencia sin el acompañamiento de tejido conjuntivo, lo cual
indica el carácter desplazante y disolvente de tejidos de esta excrecencia epitelial
autónoma. De modo que, aun cuando se pueda formular un diagnóstico histológico de
carcinoma sobre la base de la heterotopia destructiva de epitelio de crecimiento autónomo,
esto implica reconocer que no podemos captar histológicamente los estadios iniciales de
carcinoma, durante los cuales el epitelio en crecimiento todavía se mantiene dentro de sus
límites fisiológicos. Pero, aunque de hecho no se pueda contar con características
histológicas absolutamente seguras y específicas para juzgar la llamada malignidad
potencial (Ewing), ciertas trasformaciones nucleares que tienen lugar en los epitelios de
superficie y glandulares antes de su penetración destructiva en los tejidos, permiten
reconocer con un cierto grado de probabilidad el comienzo de un cambio canceroso.
Cuando una excrecencia epitelial muestra una variabilidad muy notable en lo que se refiere
a tamaño, forma, contenido de cromatina y estructura general de sus núcleos, eso debe
interpretarse siempre como un signo de procesos de división celular no regulados y como
probable indicación de carcinoma. 6
6
Max Brost, Pathologische Histologie, 1938, pp. 447/448.
Los experimentos con biones en los preparados vivos, que describimos en
páginas anteriores, llenan el claro que Blumenthal y Borst formularon con
tanta claridad:
1 Entre el estadio de "célula dañada, pero aún normal" y el de "célula
cancerosa en crecimiento destructivo" hay una serie de etapas de transición:
a)
desintegración vesicular de las células sanas;
b)
organización de las masas celulares bionosas en estructuras
fusiformes y claviformes;
c)
maduración de esas formaciones, con ritmo variable, hasta el estado
de células cancerosas autónomas;
d)
crecimiento autónomo de las células cancerosas hasta constituir un
tumor.
2 La "penetración" destructiva de las células cancerosas en los tejidos
vecinos se debe, en gran parte, a la desintegración bionosa de esa vecindad.
Es como si los tejidos vecinos sanos retrocedieran ante la masa de células
252
253
cancerosas, pero sufriendo, a su vez, una trasformación carcinomatosa
mientras se retira. Tras fonación "carcinomatosa" no significa aquí otra cosa
que desintegración bionosa por asfixia interna. Esta interpretación coincide
con la de Bierisch. 7
Hemos aprovechado el descubrimiento de que en el tejido canceroso hay glicólisis
aeróbica y de que los tejidos tumorales contienen una concentración relativamente alta de
ácido láctico, para formarnos una idea de los efectos del tumor sobre su inmediata vecindad.
Cori, Warburg y nosotros hemos podido comprobar que los tejidos tumorales producen
ácido láctico. Como el contenido de ácido láctico del tumor se mantiene alto es forzoso que
dicho ácido pase directamente del tumor a los tejidos vecinos. Para comenzar investigamos
la acción ejercida por el ácido láctico -en concentraciones como las que se dan en los
tumores- sobre la estructura histológica de los tejidos normales cuando se infiltra
lentamente en dichos tejidos. Puesto que los cánceres experimentales de piel limitan con
tejidos conjuntivos, estudiamos primero el efecto del ácido láctico sobre estos tejidos.
Comprobamos que, en el experimento, las estructuras del tejido conjuntivo se disuelven en
forma gradual. En ese proceso se producen las mismas trasformaciones estructurales que
aparecen en el tejido conjuntivo que limita con el tejido canceroso, en el curso del
desarrollo del cáncer experimental por alquitrán. Ese proceso de disolución es una recesión
proteolítica, la cual, en los tejidos vivos, requiere la presencia de ácido láctico, catepsina
activada Y un tercer factor. Una vez que han quedado desintegradas las estructuras
específicas del tejido conjuntivo en inmediata vecindad con el tumor desaparece el límite
fisiológico que, en condiciones normales, separa el epitelio del tejido conjuntivo, y las
células cancerosas pueden avanzar sobre los terrenos vecinos, así debilitados. A falta de
pruebas en contra, debemos suponer que el ácido láctico es la punta de lanza que precede a
la penetración de las células cancerosas en los tejidos epiteliales o en los vasos sanguíneos,
lo cual lleva a la conclusión de que el "crecimiento incontrolado" del tumor no es el
resultado directo de su actividad celular, sino que resulta indirectamente de la destrucción
de los tejidos vecinos.
La célula cancerosa pierde, pues, importancia ante los daños tisulares que
preceden a su formación. La célula cancerosa no es causa sino consecuencia
del cáncer. Sólo su desintegración T la convierte en un peligro para la vida.
De modo que, resumiendo, podemos responder de la siguiente manera a la
pregunta acerca de los estímulos específicos que convierten la célula normal
en célula cancerosa:
Los bacilos T, surgidos de la desintegración vesicular de los tejidos (autodestrucción), al estimular la formación de biones, constituyen el estímulo
específico de las formaciones cancerosas. El efecto de los bacilos T se limita
a esa acción. La ulterior evolución de los biones hasta que se convierten en
7
R. Bierisch, "Uber den Stoffwechsel der Krebszellen", en Neuere Ergebnisse
auf dem Gebiete der Krebskrankheiten, Leipzig, 1937.
254
255
formaciones de células cancerosas, y la proliferación de dichas formaciones,
hasta que constituyen un tumor canceroso, son procesos autónomos, es decir,
independientes de la acción de los bacilos T. La formación cancerosa de
biones y la subsiguiente formación de células cancerosas debe ser
considerada como una defensa del organismo contra el. Estímulo de los
bacilos T. Sin embargo, esta defensa es de carácter patológico, puesto que se
vale de la destrucción de células sanas. De esa manera exige nuevas defensas
al organismo para evitar la destrucción.
4. La célula cancerosa madura (Ca IV)
Este cuarto estadio, el estadio de madurez, se caracteriza por la presencia de
células vivamente ameboides. Ellas representan la fase final en la evolución
de las formaciones celulares fusiformes. Si el organismo no muere en los
primeros estadios de la inflamación crónica, es decir, en las primeras etapas
del cáncer (Ca II - Ca III), las nuevas formaciones celulares tienen suficiente
tiempo para desarrollarse hasta constituir verdaderas amebas (Fig. 23). La
patología carcinomatosa clásica las considera "parásitos".
En el tratado de protozoología de Döflein (IV edición, aumentada, 1916, p.
743) encontramos las siguientes observaciones:
Lieberkühn ya había advertido la presencia de células extrañas en el líquido ascítico que se
forma en determinados tumores malignos; había confirmado su movilidad, pero no formuló
ninguna otra observación acerca de las restantes características. Es probable que estas
células hayan sido observadas por muchos investigadores a partir de entonces, pero nadie
les ha prestado la debida atención.
Sólo en 1896, Leyden y Schaudinn emprendieron una investigación más o menos
detenida de estas formaciones y llegaron a la sorprendente conclusión de que se trataba de
un nuevo rizópodo parasitario contenido por el líquido ascítico del hombre vivo. Dado que
era la primera vez que un destacado protozoólogo establecía la naturaleza protozoaria de
formaciones presentes en una enfermedad humana de tipo canceroso, con lo cual queda
confirmado el descubrimiento clínico, sería importante investigar este asunto con mayor
detenimiento.
Según el informe de Leyden, las formaciones en cuestión se encontraron en el líquido
ascítico de un hombre -que, de acuerdo con las comprobaciones hechas más tarde en la
autopsia, padecía de un carcinoma de estómago- y en el de una muchacha, quien también
padecía de tumores en la región abdominal. El líquido extraído por punción contenía,
además de glóbulos blancos y rojos y células similares a las de los endotelios, gran número
de células redondeadas, con gotitas como de grasa y pigmento amarillo; estas células se
reunían por lo común en grandes grupos y eran difíciles de separar. Se movían vivamente,
con seudopodios lobulados o filiformes, sobre todo en los días cálidos de julio. Retenían su
motilidad en el líquido, conservado estéril entre tres y siete días, y no morían.
254
255
Viva. Las flechas indican los movimientos espasmódicos del
plasma. La flecha grande muestra la dirección del
movimiento de la célula completa.
Muerta. Adopción de la forma esférica y desintegración.
Figura 23. Formas de células cancerosas ameboides -madurasen ratas T (Ca IV).
Algunas contenían eritrocitos dentro de su plasma. Schaudinn, que examinó con todo
detenimiento estas formaciones, consideró que se trataba de parásitos ameboides. 8
Aquí se ve hasta qué punto el prejuicio de la infección parasitaria alejó de la
realidad a eminentes investigadores. Leyden no vio nada más que células
cancerosas ameboides, que se desarrollaban en el propio organismo. La
confusión de las células cancerosas con parásitos exógenos persiste en 1942:
Protozoarios varios: Otros observadores no pudieron considerar todas las células
cancerosas como parásitos extraños al organismo, pero identificaron a algunas de las
células tumorales como amebas parasitarias, debido a sus formas caprichosas y a los largos
seudopodios que se extendían entre las células adyacentes. Este es el caso del
Rhopalocephalus carcinomatosus de Karotneff y de la Cancriamaeba macroglossia de
Eisen. L. Pfeiffer describió estructuras intracelulares que se asemejaban a los
microsporidia del tejido muscular.
8
F. Döflein, Generelles Lehrbuch der Protozoenkunde, IV ed. corregida y aumentada,
1916, p. 743.
256
257
Podwyssozki y Sawtschenko describieron como esporozoos a una variedad de
estructuras intracelulares libres y encapsuladas, muchas de las cuales se asemejaban a los
parásitos de Soudaketvitch. Ruffer y Walker perfeccionaron los métodos técnicos para
demostrar la existencia de cuerpos cancerosos y procuraron establecer la distinción entre
parásitos auténticos y espurios. Kahane creyó detectar un diminuto protozoario en la
corriente sanguínea de individuos afectados de cáncer. Schaudinn observó, en el líquido
ascítico canceroso, una gran célula ameboide, a la cual denominó Leydenia gemmipara.
Schuller siguió el ciclo completo de un diminuto protozoario intranuclear en las células
cancerosas. Este protozoario difería de casi todos los demás parásitos del cáncer. 9
A esta altura nos vemos obligados a suponer que el grado de malignidad
de un tumor depende del grado de madurez de las células cancerosas y de la
velocidad con que éstas y los sectores de tejido destruidos se desintegran en
bacilos T. Como se ha podido comprobar en los experimentos con ratas, las
metástasis se producen ya en el estado de maduración del cáncer (Ca III). Sin
embargo, las células fusiformes y redondas, con escasa motilidad, no pueden
causar el mismo daño que amebas con movimiento más rápido y, por
consiguiente, mayor destructividad.
5.
Fase final del tumor canceroso: desintegración pútrida (Ca
V)
La desintegración pútrida puede atribuirse a una simple infección cuando el
tumor está expuesto al aire. Pero la desintegración del tumor, con formación
de bacterias de putrefacción y neoformación de bacilos T, sólo debe
atribuirse a todas las células cancerosas necróticas. Esta desintegración de las
células de formación nueva en bacterias corresponde a la autodescomposición experimental del medio de huevo cuando se le incorporan
bacilos T. El cuadro eosina-hematoxilina es igual en ambos casos (Fig. 58d,
Apéndice). Se asemeja al de la necrosis post-mortem de los tejidos, en la cual
la proteína animal se desintegra en sus componentes químicos. Por eso en el
estadio Ca V puede hablarse de "necrosis premortem". En su estado final, el
cáncer muestra una tendencia a la destrucción, cada vez más rápida, del
organismo en su totalidad. Este fenómeno nos resulta comprensible ahora,
pues sabemos que se produce una bacteremia y toxemia sistémica del
organismo como consecuencia de la desintegración de las efímeras células
cancerosas en bacilos T. Cuando no se produce una grave perturbación de
funciones vitales por acción del tumor, la muerte por cáncer es provocada por
una putrefacción tóxica general.
9
James Ewing, Neoplastic Diseases, IV ed., W.E. Saunders, Filadelfia, 1942, pp. 116 y ss.
256
257
Por eso la enfermedad tiende a agravarse rápidamente hacia el final y
desemboca en la muerte.
Hacia la comprensión del cáncer experimental por alquitrán
producido en ratas de laboratorio
La clásica investigación oncológica ha descubierto una multitud de hechos en
sus experimentos con animales, pero pocos de esos hechos pueden reunirse
para constituir un cuadro comprensible. Uno de los tantos descubrimientos
inexplicables es la producción experimental de carcinoma en ratas y conejos
por medio de la aplicación de alquitrán. Yamagiwa 10 e Itschikawa fueron los
primeros que lograron provocar cáncer, pincelando en forma constante las
orejas de conejos. Provocaron así una úlcera carcinomatosa y, en algunos
casos, incluso metástasis en las glándulas regionales. Tsutsui, Dellman,
Bloch y Dreifuss llevaron a cabo con todo éxito el mismo experimento con
ratas blancas. Por supuesto, se procuró establecer qué componentes del
alquitrán ejercían el efecto carcinógeno Dellman descubrió que los destilados
de alquitrán de 900-1000° C son los más efectivos; Kenneway y Rusell
llegaron a los mismos resultados con alquitrán de carbón de piedra llevado a
los 900° C, cuando ese mismo alquitrán había sido ineficaz antes del
calentamiento.
La acción carcinógena del alquitrán ha seguido siendo incomprensible
hasta ahora. Dos interrogantes habían quedado sin respuesta:
1. ¿Por qué y cómo provoca cáncer la sustancia del alquitrán?
2. ¿Por qué sólo es efectivo el alquitrán previamente llevado a altas
temperaturas?
Blumenthal resume de la siguiente manera los experimentos con
aplicación de alquitrán.
1. Como lo señalara por primera vez Lubarsch, el cáncer por alquitrán
elimina una serie de teorías sobre el carcinoma, incluyendo la del agente
carcinógeno unitario, la de la malformación y la de la predisposición
embrional. La oreja de un conejo no tiene una predisposición especial y, por
lo tanto, no puede hablarse de predisposición heredada.
2. La formación del cáncer va precedida por un largo estado inflamatorio.
10
La totalidad de los datos incluidos en esta sección han sido extraídos de la reseña de
Blumenthal, op. cit.
258
259
Estas dos comprobaciones asestan un golpe mortal a la teoría del cáncer
hereditario. También refutan a los patólogos que insisten por todos los
medios en mantener estrictamente separados el proceso inflamatorio y el
proceso carcinomatoso. Los experimentos de aplicación de alquitrán a ratas
también coinciden con el hecho de que las personas que trabajan con
alquitrán y anilina, así como los deshollinadores, que están en permanente
contacto con el hollín, son víctimas del cáncer con más frecuencia que otros.
¿De qué manera han contribuido los experimentos con biones a la
solución de estos problemas?
Primero, nos suministran algunos datos fundamentales como base para una
comprensión de los problemas:
1.
Las vesículas bionosas (vesículas de energía orgónica) dan origen a
protozoarios, entre los cuales debemos incluir las células cancerosas.
2. Los tejidos animales y vegetales pueden desintegrarse en biones.
3. El carbono, componente esencial de la proteína animal, desempeña un
papel decisivo en los experimentos con biones. Llevado a la incandescencia y
combinado con nutrientes y sustancias que producen hinchazón, el carbono
da origen a biones y a cultivos de biones.
4. Observadas con un aumento de 2-3000x y sobre campo oscuro, todas
las sustancias de alquitrán llevadas a temperaturas altas revelan una
estructura vesicular similar a la de los biones producidos a partir del carbono
llevado a la incandescencia.
El carbono no calentado y el carbono llevado a la incandescencia revelan
un comportamiento muy distinto. El carbón no llevado a la incandescencia
sólo presenta un mínimo de estructura vesicular, y visto en el microscopio
fluorescente muestra su propio color: negro. La sustancia de carbón calentada
hasta la incandescencia se descompone en seguida en vesículas bionosas que
exhiben una fluorescencia azulada, no negra.
Ahora bien, si producimos un preparado de biones de carbón, se podrán
observar los siguientes hechos llamativos:
Cuanto más elevada es la temperatura a que llevamos al carbono, tanto
más fácil y rápido es el desarrollo de biones y tanto más se destaca la
coloración azul de los biones de carbono en la estructura primitivamente
negra del carbón. Por supuesto, los biones de carbón son algo completamente
distinto del carbono, del cual surgieron. En primer lugar, se ha modificado la
estructura. Un cristal de carbono se ha trasformado en una suma de vesículas
de energía orgónica. Estas vesículas pueden hincharse, dividirse, penetrar en
otras sustancias, etc. Inoculadas en medios de cultivo o incorporadas a una
258
259
solución que produzca hinchazón, absorben fluido de proteína y diversas
sales. Es verdad que aún no sabemos cómo definir desde un punto de vista
químico el bion de carbón terminado; sin embargo, estamos seguros que ya
no se trata de carbono puro. A través de su comportamiento en el
experimento con medio de cultivo, advertimos que guarda un estrecho
parentesco con la proteína viva. La proteína viva no es tan solo un compuesto
de carbono-hidrógeno altamente diferenciado; desde el punto de vista
funcional es diferente de la proteína no-viviente: Las sustancias químicas son
sólo portadoras de la energía orgónica que gobierna la función viviente.
Si observamos al microscopio la combinación de biones de carbono
maduro y sustancias proteicas, como por ejemplo medio de huevo IV o sangre
esterilizada en autoclave, comprobaremos que los biones de carbono penetran
en las sustancias proteicas y, combinados con ellas, se organizan en diversas
formaciones.
Si se vierte una solución fresca de biones de carbono sobre medio de
huevo IV, al cabo de pocas semanas en dicho medio se habrán desarrollado
"excrecencias" del tamaño de una cabeza de alfiler (Experimento Ca XIV). El
estudio microscópico revela formaciones curiosamente organizadas y
estructuradas, que no se encontraban antes en el medio de cultivo ni en el
preparado de biones de carbono (Fig. 61 a, b, c, d, Apéndice).
La inyección subcutánea de biones de carbono frescos o con 24 horas de
existencia producirá en el punto de inyección estructuras semejantes a las
observadas en el tubo de ensayo al juntar los biones de carbono con una
sustancia proteica. En el curso de los meses las ratas tratadas presentarán en
el lugar de inyección proliferación de células con estructura muy cromofílica,
que penetran en los tejidos, se infiltran en ellos y, con el tiempo, los
destruyen. En algunos de esos casos, el examen microscópico revela la
presencia de las típicas formaciones fusiformes y claviformes en los órganos,
es decir, de las células de la fase Ca III, que aún no ha llegado a la madurez.
En total, se utilizaron treinta y cuatro ratas sanas para los experimentos con
biones de carbono llevado a la incandescencia. Todas ellas se enfermaron y la
mayoría desarrolló excrecencias precancerosas y maduras (10 e Ca).
Estos experimentos explican el efecto de la aplicación de alquitrán. El
carbono calentado a altas temperaturas tiene efecto carcinógeno, porque a
temperaturas muy altas se forman biones a partir de la sustancia del carbono
y esos biones constituyen el elemento fundamental en la organización de
formaciones cancerosas.
Por supuesto, en el transcurso de estos experimentos con biones de
carbono surge una pregunta ineludible: ¿fueron sólo los biones de carbono
260
261
los que dieron origen a las excrecencias o existió una relación con los bacilos
T? En otras palabras ¿el efecto de la proliferación de bacilos T también
habría sido responsable de las excrecencias en las ratas tratadas con
alquitrán? Pincelé la cerviz de varias ratas con alquitrán, según el método
habitual; algunas de esas ratas murieron antes de que llegaran a constituirse
las excrecencias. Pues bien, en la sangre de esas ratas se encontraron bacilos
T que pudieron ser cultivados en un cultivo puro (T 11 4). Los cultivos de
sangre cardíaca de algunas ratas pinceladas con alquitrán, que habían
superado el estado de inflamación crónica y habían alcanzado ya el de las
excrecencias infiltrantes, también produjeron bacilos T.
¿Cómo llegaron los bacilos T a la sangre de las ratas tratadas con
alquitrán?
La pregunta permaneció sin respuesta durante mucho tiempo, hasta que se
me ocurrió aplicar la tinción de Gram a una solución de biones de carbono
previamente calentada hasta la incandescencia. Descubrí, entonces, que
inmediatamente después de producido un preparado de biones de carbono se
puede detectar la presencia de bacilos T. En cambio, el carbono no llevado a
la incandescencia y no tratado no reacciona a la tinción Gram. En un caso
pude cultivar bacilos T directamente a partir de los biones de carbono (10 c T
XVI).
De modo que los bacilos T penetran al organismo con la sustancia
carbono-hidrógeno antes calentada a altas temperaturas. Queda aún por aclarar cómo actúan los biones de carbono sobre los bacilos T en los tejidos del
animal. ¿Es su acción complementaria o se neutralizan el uno al otro? Los
exámenes microscópicos permiten comprobar que los biones de carbono
atraen, irritan y paralizan a los bacilos T. Tanto desde el punto de vista
teórico como desde el práctico es importante encontrar la respuesta a esta
pregunta. Pero, por el momento, no puedo ofrecer una solución experimental.
La proliferación de las sustancias proteicas es, pues, estimulada por los
biones de carbono (PA y T). Eso explica el cáncer de los deshollinadores, el
cáncer de los obreros que trabajan con alquitrán y anhilina y el cáncer de
boca de los fumadores de pipa.
4. La célula cancerosa: producto de una reacción defensiva del
organismo
El cáncer tiende a desarrollarse también con facilidad a partir de antiguas
cicatrices o de tejidos crónicamente lastimados, como por ejemplo, cuando el
262
263
puente de una dentadura lacera el epitelio de la lengua durante años.
Las lesiones graves de tejidos, como un golpe, pueden dar origen a
sarcomas que acarrean la muerte en poco tiempo. Los experimentos con
biones permiten comprender esta relación: La lesión de tejidos da origen a
productos que degeneran en bacilos T y estimulan las excrecencias
cancerosas. Una cicatriz o una herida no provocan un daño real en tejidos
orgonóticamente fuertes, es decir sanos. De modo que lo decisivo no es la
lesión local, como se cree, sino la fuerza orgonótica del tejido, a la cual
denominaremos "potencia orgonótica".
Todo esto se pudo entender mejor con el descubrimiento de los bacilos T y
reforzó mi creencia de que el bacilo T era el estímulo específico del cáncer y
que sólo se encontraba en los individuos afectados por esta enfermedad.
Siempre es gratificante encontrar el estímulo o la causa "específica" de una
enfermedad, y poder trazar así un límite neto entre enfermedad y salud. Nos
sentimos más seguros al comprobar así que hay organismos libres de ese
estímulo. Pero ese concepto es errado y nos impide penetrar en la naturaleza
de la inmunidad, es decir, de las funciones naturales de defensa del organismo
viviente; en otras palabras, su potencia orgonótica. No se puede establecer un
límite preciso entre gente mentalmente sana y gente mentalmente enferma.
Tampoco es exacto suponer que hay "enfermos de cáncer", por un lado, y
personas "libres de cáncer", por el otro. Todo individuo "sano" tiene, en el
fondo, sus mecanismos catatónicos y sus bacilos T. Los límites distan mucho
de ser netos y el problema se desplaza de las "causas" específicas y de los
"estímulos" específicos de la enfermedad a los mecanismos orgonóticos
defensivos contra las enfermedades. Tenemos que entender la salud, antes de
intentar la curación de enfermedades. Por eso es alentador ver que la medicina se afirma cada vez más en el punto de vista según el cual los "estímulos" y "causas" específicos sólo son eficaces cuando el organismo se lo
permite. Los bacilos de la tuberculosis, por ejemplo, sólo pueden producir su
efecto patológico bajo condiciones bioenergéticas bien definidas. Un trauma
psíquico requiere la disposición emocional del organismo para ejercer su
acción. De la misma manera, para que el bacilo T encuentre campo propicio
debe existir un deterioro general de la biofunción. Una vez más volveremos
al concepto de "predisposición para la enfermedad" como factor decisivo.
Pero ahora el enfoque es diferente del de las teorías tradicionales. Para
nosotros "predisposición para la enfermedad" es el funcionamiento vivo y
orgonótico del organismo y no alude a sustancias muertas en el blastodermo
ni a conceptos moralistas vacíos como "constitución psicopática
degenerativa". A nuestro juicio, la predisposición a la enfermedad se adquiere
esencialmente por la miseria de la vida y no se
262
263
hereda indefectiblemente de los antepasados. Significa género y grado de
motilidad emocional (orgonótica) del biosistema.
Se supone que la célula cancerosa inicia el proceso patológico "cáncer" al
transformarse "células normales en células cancerosas". Si se sigue con
máxima atención el desarrollo de la célula cancerosa, se comprobará que este
concepto es erróneo. Ocurre todo lo contrario: La célula cancerosa es una
consecuencia de la defensa de los tejidos contra la acción de los bacilos T.
Esta afirmación puede sonar extraña, pero deja de parecerlo una vez que se
examinan los hechos. El primer paso en el desarrollo del carcinoma no es la
célula cancerosa ni la desintegración del tejido en biones azules sino el
ingreso masivo de bacilos T en esos tejidos o en la sangre. Los bacilos T
también se encuentran en los tejidos sanos y en la sangre sana. Siempre están
presentes cuando hay degeneración de proteínas.
Luego de practicar una serie de exámenes de la sangre de individuos
afectados de cáncer, comencé a analizar la sangre de personas de las cuales
no se podía decir que padecieran de cáncer en el antiguo sentido de la
palabra. Pude cultivar bacilos T a partir de la sangre y de las excreciones de
individuos completamente sanos. Este descubrimiento fue alarmante y
desconcertante en un principio. Si los bacilos T guardaban una relación
directa y específica con el desarrollo del cáncer, como yo creía a fines de
1937, la posibilidad de cultivarlos a partir de la sangre de personas sanas
significaba que, en el fondo, todos los seres humanos están enfermos de
cáncer. Como esa suposición no podía ser exacta, la única alternativa era que
los bacilos T no estuvieran en relación específica con el cáncer. El hecho
indiscutible de que todo enfermo de cáncer y todo tejido canceroso
contuviera enormes cantidades de bacilos T contradecía a su vez tal suposición. Trascurrieron varios meses antes de que los experimentos y los razonamientos nos permitieran dar con la respuesta adecuada: El individuo
sano no se distingue del enfermo de cáncer por la ausencia de bacilos T sino
por la potencia orgonótica del organismo, es decir, por la capacidad de
eliminar los bacilos T existentes y por el grado de la tendencia de tejidos y
células sanguíneas a desintegrarse en bacilos T. Porque si bien es cierto que
yo había podido cultivar bacilos T a partir de la sangre y las excreciones de
individuos sanos, la sangre de enfermos de cáncer y los tejidos cancerosos
producían con facilidad y rapidez los bacilos T, mientras que la sangre y las
excreciones de individuos sanos debían ser sometidas a un proceso de
degeneración más o menos largo para que produjeran bacilos T. En el caso de
los enfermos, ese proceso duraba pocos días; en el de los sanos, varias
semanas. De modo que la disposición al cáncer está determinada por la
resistencia biológica de la sangre y de los tejidos a la putrefacción.
262
263
Y esa resistencia biológica, a su vez, está determinada por el contenido de
orgón de la sangre y de los tejidos, es decir, por la potencia orgonótica del
organismo. Por consiguiente, todo proceso que reduce el contenido de orgón
y el funcionamiento orgonótico del organismo o de determinados órganos,
aumenta en la misma medida la disposición al encogimiento y a la
desintegración cancerosa. Buen número de observaciones y experimentos por
demás concluyentes nos reafirman en esta suposición.
Cuando me vi confrontado con el difícil y decisivo problema de establecer
si el bacilo T sólo aparecía allí donde podía desarrollarse el cáncer o si es una
presencia universal y, por lo tanto, también el cáncer puede aparecer en todas
partes, comencé a examinar sangre, epitelios y excreciones de numerosos
individuos sanos. Y, en efecto, pude localizar formaciones locales de bacilos
T aquí y allá, en órganos y tejidos en los cuales no existía el menor indicio de
cáncer. Por ejemplo, vi desintegración T en los epitelios vaginales y
cervicales de muchas mujeres sanas. En algunos casos, el cuadro T
desaparecía después de un tiempo, en otros se mantenía constante. Comprobé
la existencia de desintegración T en los epitelios de mi propia lengua, del
lado izquierdo, en el lugar en que un puente rozaba constantemente el epitelio
de la lengua y había provocado una pequeña erosión. Hasta pude producir un
cultivo de bacilos T a partir del material extraído. Eso sucedió hace cinco
años y todavía no me he enfermado de cáncer. El lado derecho de la lengua
no presentaba bacilos T y las células epiteliales eran sanas. Cultivé bacilos T
a partir de la sangre de uno de mis asistentes, permitiendo que esa sangre
degenerara, luego se la inyecté a una rata y produje un definido
adenocarcinoma (cáncer con una estructura similar a las glándulas; Fig. 62 a,
Apéndice) en el glúteo. Ese fue el primer tumor maligno que obtuve por
inyección de bacilos T de una persona sana. El hecho de que la causa de ese
tumor eran realmente los bacilos T quedó demostrado por la forma en que se
produjo la evolución: la inflamación se extendió desde el lugar de inyección,
siguiendo los vasos linfáticos del flanco derecho de la rata, hasta llegar al
músculo glúteo; allí apareció una inflamación crónica que luego se
transformó en adenocarcinoma. Este diagnóstico fue verificado en la
Universidad de Columbia, a pesar de que yo no comuniqué que se trataba de
un cáncer de tejido muscular (10 Ge T Ca; Fig. 62 a e, Apéndice).
De modo que hasta el organismo más sano contiene bacilos T y tiene
tendencia a la desintegración pútrida. Eso significa que la disposición al
cáncer es universal. Pero en tanto los tejidos y la sangre sean
orgonóticamente fuertes, los bacilos T serán destruidos y eliminados antes de
que se multipliquen, se acumulen y puedan provocar daños. ¿Pero cuál es el
primer daño que puede infligir un bacilo T? La respuesta a esta pregunta
264
265
demostrará que la formación de células cancerosas es una reacción defensiva
del organismo contra los bacilos T y no la enfermedad en sí.
Cuando en algún lugar del cuerpo se forman bacilos T y comienzan a
acumularse, el organismo reacciona con una inflamación leve pero crónica.
En ocasiones, la acumulación de glóbulos blancos basta para detener el
avance de los bacilos T. En otros casos, en cambio, la autoinfección con
bacilos T es demasiado grande o las defensas orgonóticas del organismo son
demasiado débiles. ¿Y qué ocurre en tales casos? ¿Cómo reacciona el tejido
afectado?
Un experimento con bacilos T en tubo de ensayo puede brindarnos la
respuesta. Se inoculó un poco de cultivo de bacilos T en un medio de cultivo
albuminoso con una determinada composición, completamente estéril (E IV).
Los bacilos T proliferan en ese medio. ¡Pero no sólo los bacilos T! Habíamos
examinado previamente el medio estéril al microscopio con un aumento de
2000x y no habíamos visto ni bacilos T ni biones azules. Sin embargo, el
medio inoculado no sólo mostraba ahora bacilos T sino que, para nuestra
sorpresa, también habían aparecido una multitud de móviles biones PA
azules en el lugar de la inyección. Eso significa que los bacilos T inyectados
no sólo habían proliferado ellos mismos en el medio de cultivo, sino que
habían estimulado a las sustancias proteicas que los rodeaban, a la albúmina
orgánica, para que formara biones azules PA, es decir para que se hinchara y
se desintegrara en biones.
Lo mismo ocurre en el tejido sano de la rata a la cual se le inoculan bacilos
T en la cerviz o en otro lugar, en una dosis como para que no reaccione en
seguida con el absceso y la muerte, sino con una inflamación leve, pero
crónica: en la vecindad del lugar de inyección se produce una desintegración
bionosa. Si se procede a la disección de las ratas T en series desde el primer
día hasta la décima semana, más o menos, se podrá seguir el desarrollo de las
formaciones de células cancerosas surgidas de los biones PA.
Repetí muchas veces esos dos experimentos y siempre obtuve el mismo
resultado. Al principio no lo entendía, y cuando comencé a entenderlo se me
escapó por mucho tiempo la enorme significación de este hecho. Para
abreviar: Los bacilos T, que son el producto de una desintegración pútrida de
materia orgánica o viviente, estimulan la formación de biones azules en otra
materia orgánica o viva. Ahora bien, dada la relación antitética existente
entre los biones azules PA y los bacilos T, esta formación de biones tiene la
función de reaccionar contra los bacilos T. Eso significa que los biones
azules estimulados por los bacilos T son una reacción de defensa contra la
infección.
Si el único efecto de los bacilos T fuera esa formación local de PA, es
264
265
decir la "reacción B", su interés sería muy relativo. Es frecuente encontrar en
la sangre de individuos sanos, plaquetas sanguíneas que no son otra cosa que
biones azules PA, rodeados de bacilos T muertos adheridos a ellos. De tanto
en tanto se encuentran también leucocitos llenos de cuerpos T. Por
consiguiente, el proceso de la reacción de los PA contra los T, es decir la
reacción B, debe de tener lugar en forma permanente y general, hasta en el
más sano de los organismos. Pero cuanto más débil sea la carga orgonótica de
las formaciones PA, tanto más biones azules tendrán que formarse para
terminar con los T existentes; y a partir de los biones azules se organizan
formas biológicas superiores, protozoarios, entre los cuales están las células
cancerosas. Vemos así que la célula cancerosa sólo es, en realidad, un
producto de los muchos biones azules constituidos a partir de las células
sanguíneas o tisulares, como defensa contra la autoinfección local con bacilos
T. Esta visión de las cosas aclara notablemente el panorama. Y cabe ahora
llamar la atención sobre un hecho aparentemente desconectado, pero que en
realidad tiene mucho que ver con este problema: el humus es materia
orgánica en desintegración bionosa. La fertilidad del humus es un resultado
de la desintegración pútrida de materia orgánica, sobre todo de compuestos
de nitrógeno simples. Esta "fertilización" no es otra cosa que un estímulo a la
formación de biones PA azules en el humus, debido a la materia pútrida, es
decir, a los bacilos T. Lo más notable es que el humus es estéril y tiene efecto
esterilizante; eso debe atribuirse a la presencia de los biones PA azules de
tierra. Estos biones pueden reproducirse experimentalmente y observarse con
toda facilidad esterilizando en autoclave tierra en KC1.
Los experimentos con bacilos T abren, de tanto en tanto, una ventana
hacia una futura concepción química. Pero estos temas siguen siendo oscuros
aún. Con todo, mencionaremos aquí un hecho de considerable interés: en la
descomposición pútrida de sustancias proteicas aparecen esencialmente
compuestos de metilo y de nitrógeno (urea, scatol, indol), es decir,
constituyentes de la orina y de las materias fecales. Los cultivos viejos de
bacilos T tienen un olor fétido, acre y amoniacal. El olor corporal de los
casos de cáncer avanzado es similar y muy típico. De modo que la
"putrefacción en vida" no es una simple metáfora.
Existe, además, una relación oscura entre los bacilos T y el cianuro (CN).
Según Warburg, este veneno tiene la característica de paralizar los procesos
respiratorios en las células al inhibir la oxidación por medio de su
combinación con la enzima respiratoria de las células, que contiene hierro.
Muchas de nuestras ratas T murieron como resultado de fenómenos de
asfixia, sangre hipervenosa y parálisis respiratoria. La relación entre esta
característica de los bacilos T y el metabolismo de asfixia de los tejidos
266
267
afectados de cáncer es evidente. Se abre aquí un fecundo campo para la
bioquímica.
Hasta ahora sólo hemos conocido una dirección del efecto de los bacilos
T: deterioro de los tejidos → bacilos → desintegración bionosa de los tejidos
→ organización de protozoarios (células cancerosas) a partir de los biones
PA de los tejidos. De modo que este proceso va de los bacilos T a
formaciones biológicas más elevadas. Pero existe también un proceso a la
inversa, en el cual las células cancerosas se desintegran en bacilos T y en el
cual se va acentuando la putrefacción: célula cancerosa → bacilos T →
putrefacción general de la sangre y los tejidos e intoxicación T. La verdadera
causa de la muerte no es la formación de células cancerosas sino la
desintegración secundaria en bacilos T. La lesión tisular era en un comienzo
local y los bacilos T se desarrollaban en cantidades relativamente reducidas;
pero el proceso de desintegración del tumor canceroso imprime gran
aceleración a la putrefacción y la difunde por todo el cuerpo. Se produce así
la putrefacción de la sangre y de la linfa y la intoxicación con bacilos T. Por
eso vemos que los enfermos de cáncer se mantienen bastante bien a través de
meses e incluso años y después, de pronto, se produce una caída general,
seguida por una rápida caquexia y por la muerte. La segunda fase, la
desintegración de los tumores cancerosos en masas pútridas, sólo demora
unas pocas semanas, es decir, un lapso muy breve si se lo compara con el de
la formación del tumor. La formación de bacilos T y la putrefacción son,
pues, tanto causa como consecuencia de la biopatía del cáncer.
Esta distinción es de gran importancia terapéutica. Porque una vez que los
tumores, los tejidos y la sangre entran en proceso de desintegración pútrida
secundaria, se forman cantidades tan enormes de bacilos T que todo intento
terapéutico está condenado al fracaso. En la fase inicial, en cambio, en la de
formación del tejido canceroso, la orgonterapia puede lograr mucho. En uno
de los capítulos que siguen volveré sobre este tema.
El problema de la terapia y de la prevención en su totalidad puede
reducirse ahora a esta simple fórmula: La reacción T del organismo, la
debilidad orgonótica, tiene como contraparte la reacción B, la fuerza
orgonótica en la sangre y en los tejidos. El destino del enfermo depende por
completo de la relación entre la reacción B y la T. Para llegar a dominar este
asunto en la práctica tenemos que familiarizarnos más con los efectos de la
energía orgónica.
5. Un comentario acerca del problema de la herencia
El lector que esté más o menos familiarizado con el problema del cáncer se
266
267
formulará aquí una pregunta muy justificada: ¿Y qué hay del factor
hereditario en el cáncer? ¿Acaso no ha quedado "demostrado" que hay cepas
de ratas con particular tendencia al cáncer y que esta enfermedad es muy
frecuente en determinadas familias? En todos mis escritos insisto en que
nosotros no negamos la existencia de la herencia. Lo que subrayamos es que
la investigación sobre la herencia no nos ha explicado concretamente cómo
se manifiesta este factor hereditario y cómo funciona desde el punto de vista
biológico. El concepto de "genes" no nos sirve ni en el aspecto práctico ni en
el teórico. La economía sexual se ha preparado desde sus comienzos para dar
algún día con los mecanismos de la herencia de características y condiciones,
mecanismos acerca de los cuales la investigación tradicional parece no tener
nada que decir. No me refiero aquí a "sustancias hereditarias" sino a
funciones plasmáticas. Al estudiar el problema del cáncer tropezamos con el
de la herencia por una vía tan inesperada como simple, que nada tiene que
ver con la cuestión de los rasgos caracterológicos hereditarios. Al estudiar los
rasgos patológicos de un carácter se descubre siempre una clara influencia de
la educación en la primera infancia, por identificación y estasis sexual precoz.
De modo que la "herencia" de rasgos caracterológicos biopáticos es un
fenómeno postnatal. La herencia del cáncer, en cambio, parece ser prenatal,
pero los mecanismos nada tienen que ver con lo que suponen los estudiosos
del tema.
En nuestro laboratorio tuvimos oportunidad de observar centenares de
ratas, tanto sanas como enfermas de cáncer. Nos llamó la atención el hecho
de que rara vez los hijos de animales afectados de cáncer desarrollaran esta
enfermedad. Al comienzo nos dimos por satisfechos con el dato de que no
estábamos trabajando con una cepa de ratas proclives al cáncer. Se
produjeron un par de casos de cáncer entre las ratas jóvenes, pero no
encontramos explicación. El cáncer se había desarrollado en esos animales
espontáneamente y no por intervención experimental.
La sorpresa se produjo con las ratas originariamente sanas, a las cuales se
les inyectaron bacilos T a la edad de 3 a 8 meses. No tardamos en comprobar
que los hijos de esas ratas originariamente sanas eran enfermizos, morían
jóvenes y hasta desarrollaban carcinomas. En ningún caso las ratas de
control, no sometidas a tratamiento, tuvieron hijos cancerosos o afectados de
alguna manera por bacilos T. La disección y el análisis bacteriológico de esas
crías cancerosas que no habían recibido la inyección de bacilos T, dieron los
mismos resultados que la autopsia y análisis de las madres tratadas con
inyección: bacilos T en la sangre, descomposición pútrida de los tejidos del
estómago, de las glándulas y, sobre todo, de los genitales, etc. Las ratas que
han desarrollado espontáneamente cáncer, no presentan fenómenos propios
268
269
de esta enfermedad en los órganos a menos que haya metástasis. En cambio,
las ratas que han recibido inyección de bacilos T presentan cáncer en casi
todos los órganos. Esto es fácil de entender, pues el tumor espontáneo surge
de una lesión tisular local, mientras que los tumores T de las ratas con
inyección se caracterizan por su difusión general del T en el organismo. Esas
ratas pueden morir de carcinosis sistémica y de intoxicación T, sin que se
lleguen a formar grandes tumores locales. Esto parece ser la regla y se
explica por la inyección de bacilos T que son trasportados por la sangre en
grandes cantidades y diseminados por todo el organismo.
Ahora entendemos por qué los hijos de ratas T desarrollan con tanta
frecuencia cáncer prenatal cuando nacen después que la madre ha recibido la
inyección: Los bacilos T inyectados llegan a los embriones a través de la
sangre materna y ejercen una acción carcinógena.
Este hecho aclara un gran sector del problema de la herencia del cáncer:
Cuando en la sangre materna hay gran número de bacilos T suficientemente
virulentos durante el embarazo, el hijo tiene que resultar infectado. El hecho
de que el organismo del niño pueda o no llegar a dominar los bacilos T
depende de otras circunstancias. Depende de la relación entre la reacción B
del niño y la reacción T, tan precoz en este caso.
La aparición de cáncer de mamas en las ratas sigue siendo incomprensible.
Pero cabe señalar que las ratas hembras utilizadas para las observaciones ya
no llevan una vida sexual natural. Están constantemente separadas de los
machos o se les regula la cría. Algunas de las observaciones practicadas con
machos a los cuales se había inyectado bacilos T, indican que la estasis
sexual estimula el efecto de la reacción T y reduce la reacción B. Los machos
mantenidos en la abstinencia desarrollaban con mayor facilidad cáncer -sobre
todo en los testículos- que los que convivían con las hembras. Quisiera
señalar que estos experimentos no se han practicado aún con la suficiente
amplitud e intensidad como para admitir generalizaciones.
En las madres del género humano deben tenerse en cuenta otras dos
influencias "hereditarias": la acción local por espasmo del útero y la
inhibición respiratoria general, de naturaleza biopática. Aún no podemos
decir nada definitivo al respecto. Pero es importante tener en cuenta que una
perturbación respiratoria grave de la madre tiene que tener consecuencias
perjudiciales para la respiración tisular del embrión y otro tanto debe de
ocurrir con el espasmo crónico de útero. Pero esas influencias prenatales no
son efectos hereditarios según el sentido que dan a esa palabra los teóricos de
los "genes". Se trata más bien de efectos sociales. El organismo de la madre
es, en un sentido estricto, el primer "factor social" en la existencia
intrauterina del embrión.
268
269
La hipótesis mecanicista y metafísica de la herencia no nos brinda la
menor posibilidad de entender los trastornos adquiridos en una etapa prenatal
y, por consiguiente, de eliminarlos. El conocimiento de la existencia y
naturaleza de los bacilos T, de la estructura caracterológica y de las funciones
pulsatorias de los padres nos permite, en cambio, abrir nuevos caminos hacia
la comprensión del problema de la herencia, que pueden llegar a revestir gran
importancia, tanto desde el punto de vista teórico como del práctico. 11
Esta incursión en el problema hereditario no fue intencional. Se hizo
necesaria como resultado de algunas observaciones estrechamente vinculadas
con la orgonterapia del cáncer. Tendremos que habituarnos cada vez más a la
idea (y podemos hacerlo) de que el cáncer comienza a perder su horror y de
que es más fácil prevenir que curar esta enfermedad. Por ejemplo, de ahora en
adelante será posible determinar el grado en que la sangre materna tiende a la
desintegración T, si la sangre materna contiene bacilos T libres, etc. En esos
casos, el tratamiento orgonótico de la madre libraría al embrión de los efectos
T. También se puede someter al lactante a un tratamiento orgonótico. Hasta
ahora no sabemos si el bacilo T es específico del cáncer o si puede provocar
también otras enfermedades cuando actúa en otra forma y se localiza de otra
manera. En este aspecto, la oscuridad es total y tenemos que prepararnos para
grandes sorpresas. Enfermedades infecciosas tan poco vinculadas entre sí
como el botulismo agudo y el estadio agudo de la poliomielitis podrían estar
comprendidas dentro de ese sector. Esta suposición es aceptable; pero no es
más que una suposición.
11
Es posible que el problema de la herencia del cáncer se aclare si se exponen
ratas con un alto índice de cáncer hereditario, debidamente comprobado, a la
radiación orgónica. El punto de vista de la biofísica orgonótica quedaría
confirmado si se lograra una reducción o una eliminación del cáncer en las
generaciones siguientes de esa cepa de ratas. (Hemos procurado, en vano, obtener
una cepa de ratas cancerosas en el Jackson Memorial Laboratorium de Bar
Harbor, Maine.)
270
271
VII
NATURALEZA Y EVOLUCIÓN DE LOS EXPERIMENTOS
DE ORGONTERAPIA
Ya contamos con los elementos necesarios para encarar tema de la
orgonterapia. Esta puede reducirse a una fórmula biológica muy simple:
Estimular la reacción B del organismo y reducir o suprimir la reacción T. Si
no se puede acentuar la reacción B cuando predomina la reacción T de la
sangre y de los tejidos, eso significa que la orgonterapia ha fracasado. En
cambio, la orgonterapia puede considerarse todo un éxito cuando las
reacciones T dejan lugar a las reacciones B. Establezcamos ahora un paralelo
entre las reacciones B y las T en la siguiente forma esquemática:
Reacción B
Reacción T
1.
Organismo total
Erguido, con buena tonicidad. Sin espasmos, sin
clonismo. Sensación de
fuerza, capacidad de
disfrutar.
Encorvado, fláccido o hipertónico. Espasmos, clonismo.
Sensación de debilidad,
incapacidad de disfrutar o
miedo al placer.
2.
Piel
Tibia, bien irrigada,
turgente,
rosada
o
bronceada; sudor tibio
Fría, húmeda, sudor frío,
lívida, arrugada, palidez que
puede ser de un blanco
cadavérico.
3.
Musculatura
Relajada, capaz de alternar tensión con relajación. Fuerte. No hay
coraza muscular. Buen
peristaltismo, ni constipación ni hemorroides.
Tensa o fláccida y débil con
frecuencia, exceso de adiposidad, coraza muscular por
doquier, sobre todo en
mandíbulas, frente, nuca,
aductores, glúteos, espalda.
270
271
3a. Expresión facial
Vivaz, cambiante.
Semejante a una máscara
rígida.
4. Sangre
Reacción B al ser
esterilizada en autoclave,
eritrocitos
turgentes,
pulsantes; amplio y neto
margen
de
orgón;
desintegración bionosa
muy lenta en solución
fisiológica. Cultivos no
producen bacilos T.
Reacción T al ser esterilizada
en
autoclave;
eritrocitos
pequeños o encogidos, sin
pulsación, agujas T, margen de
orgón débil y estrecho,
desintegración bionosa muy
rápida, estafilococos, estreptococos o bacilos T cultivables.
5. Sistema
cardiovascular
Presión
sanguínea
normal; pulso regular,
sereno y fuerte.
Tensión sanguínea demasiado
alta o demasiado baja; pulso
demasiado rápido o demasiado
lento, irregular o débil.
6. Tejidos (células
epiteliales, tejidos
extraídos para
biopsia, etc.)
Firme turgencia; sin
formación de biones en
KQ.
Falta de turgencia, encogidos,
estructura bionosa o rápida
desintegración bionosa en KC1
7. Ojos
Brillantes (rápida reacción a la luz en las
pupilas). Globos oculares
ni
protuberantes
ni
hundidos.
Opacos; mirada "perdida",
reacción pupilar lenta; a veces
midriasis; globos oculares
protuberantes o hundidos.
8. Respiración
Espiración completa, con
pausa a continuación,
libre pulsación del tórax.
Sensación placentera en
los genitales después de
cada espiración.
Espiración superficial, incompleta. Actitud inspiratoria
crónica, pausa a continuación
de la inspiración; actitud
crónica de ansiedad en la caja
torácica. No hay sensación
placentera al espirar.
9. Orgasmo
Normal; convulsión del
cuerpo en su totalidad.
No hay estasis sexual.
Inexistente
o
perturbado.
Estasis sexual crónica.
10. Campo orgonótico
en torno al
organismo.
Amplio, "elástico".
Estrecho o inexistente.
272
273
Los síntomas de la reacción T son idénticos a muchos síntomas de la
contracción crónica del simpático. En cambio, los síntomas de la reacción B
no son idénticos a los de la expansión vagotónica crónica, sino que responden
a un estado del organismo cuya característica es la pulsación serena,
ordenada y plena en todos los órganos.
La esencia de la orgonterapia (no sólo en el tratamiento del cáncer sino
también de todas las biopatías basadas en una contracción o encogimiento del
aparato vital) es la supresión de la contracción crónica y el estímulo de la
expansión. Una vez que el organismo vuelve a estar en condiciones de
expandirse, de dilatar los vasos, de hacer llegar sangre a la piel y demás
tejidos, de hacer que los tejidos absorban agua y alimento, que los intestinos
recuperen su movimiento peristáltico ondulatorio, que los músculos tensos se
relajen, en una palabra, que todo el sistema vital autónomo se expanda, la
pulsación normal se establecerá por sí misma y se implantará el estado de
funcionamiento vivo, que hemos definido como una oscilación entre
contracción y expansión, es decir, la pulsación biológica. El predominio de la
reacción B sobre la T no es otra cosa que el predominio de las reacciones
positivas en todas las partes del organismo. Dado que el organismo es una
unidad en funcionamiento, la pulsación ordenada de esa totalidad es el
requisito fundamental para neutralizar la reacción T en los tejidos y en la
sangre. Y puesto que los bacilos T se desarrollan a partir de una contracción
crónica del organismo (reacción T), es lógico que la pulsación natural y
plena del organismo constituya la base de la profilaxis del cáncer. La
contracción crónica, por su parte, es la base general de la biopatía de
encogimiento carcinomatosa.
Vemos, pues, que el problema del cáncer no puede quedar restringido a
órganos individuales, a un tumor individual o a una determinada enzima; es
un problema ligado al funcionamiento biológico total del organismo. En
consecuencia no se puede encarar el tratamiento del cáncer con hormonas,
enzimas, congelamiento, cirugía o aplicación local de rayos. Porque el cáncer
no es una afección local de los órganos sino un proceso sistémico de muerte
prematura, que se pone de manifiesto en las reacciones T, clínicamente
palpables. La única terapia del cáncer que puede considerarse válida es
aquella que ataca esa biopatía por su raíz. Sólo podremos hablar de terapia
del cáncer cuando estemos en condiciones de suprimir las reacciones T
sistémicas del organismo y de restablecer el predominio de la reacción B, es
decir, de restaurar el funcionamiento vital. Por eso, si la orgonterapia lograra
eliminar el tumor local y hacer desaparecer los bacilos T de la sangre pero no
tuviera otra influencia sistémica, se la podría considerar como un buen método
curativo de los síntomas, pero no se podría hablar de "terapia del cáncer".
272
273
La psiquiatría nos ha enseñado que no podemos considerar una neurosis
como "curada" por el solo hecho de haber eliminado un dolor de cabeza o
una compulsión. En la práctica de la vegetoterapia analítica sólo hablamos de
"curación" cuando hemos logrado eliminar la base general caracterológica y
biofisiológica de los síntomas individuales, es decir, la "neurosis de carácter".
Esto sólo se consigue restableciendo la potencia orgástica, es decir, la total
capacidad de pulsación. Esta exigencia es severa, pero es la única que cumple
con las necesidades esenciales de la medicina y de la higiene social. No debe
confundirse nuestra labor con esos métodos ilusorios que creen "curar" un
dolor de cabeza neurótico con bromuro, o un cáncer con una intervención
quirúrgica. Este principio —el de considerar un caso curado sólo cuando se
ha hecho desaparecer la neurosis— ha gobernado nuestro trabajo clínico
desde los primeros años del seminario de terapia psicoanalítica, en Viena.
Nos proponemos serle fiel, pues nos ha deparado muchas satisfacciones.
Antes de seguir adelante, quisiera aclarar que aún no sabemos si la
orgonterapia es el método ideal para el tratamiento del cáncer. Porque si bien
es cierto que estamos ya en condiciones de trasformar la reacción sistémica T
del organismo en reacción sistémica B y de eliminar los tumores locales en
cualquier lugar del cuerpo, también es verdad que aún no sabemos cuánto
puede mantenerse esa reacción B sistémica y si tarde o temprano no cederá el
lugar a una reacción T. No hemos llegado a dominar la biopatía de
encogimiento. A pesar de todo, considero que esta publicación se justifica,
aunque se requieran muchos años más de experiencia y de trabajo intensivo
antes de que la orgonterapia pueda ser considerada como el método para el
tratamiento del cáncer y antes de que podamos fijar los límites de su eficacia.
Pero lo descubierto hasta ahora supera en mucho nuestras esperanzas de hace
pocos años y merece un análisis detallado en estas páginas.
A continuación relataré cómo surgió la orgonterapia experimental de hoy
(1943) de los torpes experimentos con biones de 1936.
Los comienzos de la orgonterapia del cáncer se remontan a la primera
observación del efecto letal ejercido por los biones azules sobre muchas
especies de bacterias de putrefacción y otros bacilos. Era lógico que yo
reuniera bajo la lente del microscopio diversos tipos de biones PA azules con
diversas formas de bacilos y que, juntos, los inyectara a ratas. En el microscopio podía verse que, en la vecindad de biones azules vigorosos —obtenidos
a partir de limaduras de hierro en polvo, humus, carbón, etc.— los bacilos
con motilidad se tornaban intranquilos, intentaban huir, o permanecían en su
lugar, como paralizados, cuando estaban demasiado próximos. Lo mismo
ocurría cuando se reunían los bacilos T —de rápido movimiento
zigzagueante— con los biones azules PA.
274
275
Los bacilos T se adherían, inmóviles, a los biones azules o constituían
montones inmóviles en torno a ellos ("aglutinación"). Como ya señaláramos
en el capítulo sobre "organización natural de protozoarios a partir de
vesículas de energía orgónica", todas las ratas que habían recibido
inyecciones de biones PA exclusivamente conservaron la salud. Aquéllas a
las cuales se les había inyectado sólo T, morían tarde o temprano de
intoxicación T aguda o de cáncer en diversos grados de maduración. Las
ratas que habían recibido inyecciones de PA y de T al mismo tiempo,
conservaban en su mayor parte la salud.
Estos resultados revelaban el efecto curativo de los biones azules (más
tarde denominados "vesículas de energía orgónica") en el caso de infección
de bacilos T. No se tenía la menor idea acerca de los posibles efectos directos
de los biones PA sobre los tejidos cancerosos. En esa etapa de mi trabajo
había muy pocas certezas y ningún conocimiento que pudiera servir como
punto de partida. Nadie sabía qué podía esperarse de esos experimentos.
Reuní biones PA y células cancerosas bajo la lente del microscopio. Los PA
se congregaron en torno al montón de células cancerosas, penetraron en la
masa y destruyeron su estructura (Fig. 63, Apéndice).
Uno de nuestros colaboradores, médico, logró persuadir a un cirujano de
que inyectara biones estériles PA a una paciente que estaba muriendo de
cáncer. El cirujano le inyectó por tres veces unos l0cm 3 de PA en la vena del
brazo. La enferma reaccionó con fiebre. Murió una semana después. La
autopsia reveló lo siguiente: un tumor duro, del tamaño de un puño, en el
hígado. En varios puntos, la superficie de dicho tumor presentaba
ablandamientos de 1 cm. de profundidad aproximadamente. El patólogo
consideró este hecho muy curioso. Para nosotros se trataba de un dato
incierto, pero coincidente con las comprobaciones hechas durante el
experimento. (Yo sabía que en Europa se habían emprendido varios
experimentos para atacar el cáncer con inyecciones de estreptococos. Pero
mis biones eran formaciones estériles, obtenidas en autoclave.)
Me veía, pues, ante dos hechos diametralmente opuestos: Los biones PA
paralizaban a los bacilos T, que actuaban en la raíz misma del cáncer.
Además destruían los propios tejidos cancerosos. El primer hecho apuntaba
en dirección a la profilaxis del cáncer; el segundo en dirección a la terapia
local de dicha enfermedad. Durante los años siguientes, la primera
orientación fue cobrando cada vez más importancia.
Lo lógico habría sido emprender nuevos ensayos con seres humanos. Por
ejemplo, se podía haber estudiado la acción de las inyecciones con cultivos
de biones PA, hasta determinarla con precisión. Pero había algo en los biones
PA que nos detenía: teníamos suficientes elementos de juicio para considerar
274
275
a los biones PA como una determinada especie de organismos vivientes. Al
ponérselos en contacto con los bacilos T consumían su energía biológica en
la lucha. Esto se ponía de manifiesto en el microscopio: muchos de los biones
PA perdían su coloración azul y las multiformes vesículas azules se
convertían en cocos negros redondos, es decir, en simples estafilococos
productores de pus. De modo que la idea de inyectar biones PA a seres
humanos quedaba descartada.
Entre el otoño de 1937, cuando se produjo el descubrimiento de los
bacilos T, y el otoño de 1939, en que se llevaron a cabo los primeros
experimentos de orgonterapia en ratas, se practicaron múltiples
observaciones que, aunque inconexas, contribuyeron a orientarnos en nuestra
labor. Los cultivos de biones PA azules exterminaban los T inyectados en el
torrente sanguíneo de las ratas. Cuando conté con los primeros cultivos de
biones SAPA, que dieron lugar al descubrimiento de la radiación orgónica,
me vi enfrentado a un importantísimo interrogante: ¿Es la energía irradiada
por los cultivos de biones de arena (orgón), la misma que la contenida por los
primeros biones azules PA que yo había inyectado a las ratas para
protegerlas de la acción T? Hoy damos por sentado que la energía de los
biones de tierra, la de los biones de musgo, la de los biones radiantes SAPA,
la de los glóbulos "rojos" de resplandor azulado y, por fin, la energía visible
de la atmósfera representan una y la misma forma de energía. La identidad de
las energías en las diversas sustancias y estados ha quedado demostrada
desde entonces en forma experimental y ha conducido a importantes
suposiciones teóricas acerca del funcionamiento de lo vivo. Sobre eso será
necesario informar en detalle, dentro de otro contexto. Pero por entonces,
cuando observé los primeros efectos del orgón sobre los tejidos cancerosos,
sin suponer que se trataba de dicha energía, todo era aún inseguro. Toda
hipótesis que se imponía y contradecía los conceptos de la patología
tradicional nos alarmaba y nos hacía retroceder. Yo veía con toda claridad
que el azul de los biones PA guardaba alguna relación con su efecto letal,
pero nunca habría supuesto que ese color es el propio de la energía biológica
del plasma. Sólo después de que hubo quedado establecida la existencia de la
radiación SAPA (1939) y, con ella, el origen solar del orgón, me arriesgué a
formular suposiciones más audaces.
Aunque más no fuera para avanzar, me vi obligado a suponer
hipotéticamente que el azul de los biones PA revelaba la presencia de la
misma energía que irradiaban los SAPA, es decir, la energía exterior a la
vesícula bionosa e incluso exterior al tubo que contenía los cultivos.
Había descubierto, en mi mejilla izquierda, una pequeña verruga que
contenía bacilos T. Acerqué el tubo de cultivo SAPA a la verruga por espacio
276
277
de breves minutos en repetidas oportunidades. El análisis microscópico que
había revelado la presencia de bacilos T vivos, reveló ahora la existencia de T
muertos. La verruga se curó. De modo que la energía orgónica de los SAPA
actuaba a distancia, a través del vidrio del tubo. En una erosión del lazo
izquierdo de mi lengua había bacilos T vivos. Expuse ese lado de la lengua
aproximando el tubo de cultivo. La lesión curó rápidamente y los bacilos T se
inmovilizaron. En una mujer que padecía de leucorrea comprobé la existencia
de una degeneración T en el epitelio vaginal y cantidades masivas de bacilos
T vivientes en la secreción. También había unos protozoarios caudados con
motilidad ameboide: los llamados tricomonas vaginales. Bajo la lente del
microscopio, al reunirlos con unos pocos biones SAPA, los protozoarios se
inmovilizaban (sin haber llegado a entrar en contacto con los SAPA). Indiqué
a la mujer que se introdujera en la vagina un tubo cerrado estéril que contenía
biones SAPA, y que repitiera la operación varias veces por espacio de medio
minuto. Muy pronto la paciente se quejó de ardor en el bajo vientre e
interrumpió la experiencia. Analicé entonces la secreción vaginal y
comprobé, con enorme sorpresa, que ya no contenía bacilos T vivientes. Lo
que me sorprendió fue la rapidez de la reacción, a pesar de que ya me había
familiarizado con el rápido enrojecimiento de la piel provocado por la
aplicación de un cultivo SAPA.
En mayo de 1939 me vi obligado a interrumpir mi trabajo como resultado
de una campaña de desprestigio iniciada por la prensa noruega. El laboratorio
fue trasladado a Nueva York. También envié los cultivos de SAPA con una
asistente. Sólo pude recomenzar la labor a mediados de septiembre de 1939,
una vez que se hubo reinstalado el laboratorio en Forest Hills. No fue fácil
esperar con paciencia. Las verdaderas experiencias en materia de
orgonterapia del cáncer comenzaron con la inyección subcutánea de una
solución de cultivos SAPA, a ratas (de Herrlein Inc., New York City, N.Y.)
con tumores espontáneos, de rápido crecimiento. La primera rata tratada con
SAPA que pertenecía a una cepa de París tenía el diagnóstico de "mammary
tumor". Un médico, discípulo mío, había conseguido la rata -París R 3- en la
Universidad de Columbia. Recuerdo con cuánta excitación todos esperamos
los resultados de esa primera inyección. Yo sabía (y esta idea fue confirmada
por un médico del Presbyterian Hospital que trabajaba conmigo) que hasta la
más pequeña reducción del tumor sería un verdadero acontecimiento. Porque
jamás en la historia de las investigaciones oncológicas se había logrado
reducir y, menos aún, hacer desaparecer tumores en las ratas.
El tumor, ubicado en la mama izquierda, era del tamaño de un poroto
grande y de consistencia dura. Al segundo día advertimos que se estaba
ablandando y unos días después su tamaño no excedía el de una arveja
276
277
pequeña. Nuestra sensación de triunfo fue indescriptible, pero la experiencia
nos había enseñado a no ser demasiado optimistas. Y esa reticencia quedó
justificada.
Si bien es cierto que el tumor disminuyó sensiblemente de tamaño, dos
semanas después comenzó a crecer de nuevo y llegó a tener el tamaño de una
nuez. Yo no sabía si continuar con las inyecciones de SAPA o suspenderlas.
Entretanto murieron de caquexia algunas de las ratas no sometidas a
tratamiento. Pero también las ratas sanas a las cuales yo había inyectado
SAPA como control, morían con síntomas muy curiosos: agrandamiento del
hígado y degeneración de los acinos glandulares. Nos tranquilizó el hecho de
que las ratas tratadas con SAPA tuvieron una sobrevida mucho mayor que las
ratas cancerosas no tratadas. Algunas vivían varias semanas más y otras
incluso varios meses más. Pero finalmente todas murieron. En algunas, los
tumores se redujeron y permanecieron así hasta la muerte; en otras, los
tumores se redujeron y hasta llegaron a desaparecer, pero luego volvieron a
desarrollarse. Era deprimente. Con todo, habíamos comprobado que el orgón
reduce el tamaño de los tumores.
Comencé a inyectar SAPA a muchas ratas, en total 101. Con el correr de
los meses se fue aclarando aquella confusa situación. Lo que más nos
desorientaba era el hecho de que los tumores se agrandaran después de
haberse reducido en el primer momento. En muy pocos casos habían
desaparecido en forma definitiva.
Desde el comienzo de la experimentación yo había examinado con toda
atención tanto a las ratas que habían recibido la inyección como a las no
sometidas a tratamiento; sin embargo, no se había podido aclarar de qué
forma los biones SAPA destruían el tejido tumoral. Existía la posibilidad de
que los biones SAPA penetraran en el tumor por la sangre y destruyeran las
células cancerosas mótiles, como ocurre en el portaobjetos del microscopio.
La autopsia de la primera rata tratada ya mostró un cuadro muy
desconcertante: de los biones SAPA inyectados no quedaba el menor vestigio,
ni en la sangre ni en el tumor. La autopsia de las restantes ratas tratadas
reveló lo mismo.
No podíamos entender lo que había ocurrido; pero entonces advertimos
que los tumores de las ratas tratadas eran extraordinariamente hiperémicos, y
comprendimos por qué los tumores comenzaban por reducirse y luego
volvían a agrandarse: el crecimiento que seguía a la reducción debía
atribuirse a la hiperemia de los tumores. La sangre tenía que ver con el
proceso de destrucción del tumor.
Las ratas tratadas con biones SAPA se distinguían de las no tratadas por
sus eritrocitos. En las primeras, los glóbulos rojos eran turgentes y
278
279
biológicamente vigorosos; en las segundas, se advertía el típico cuadro del
cáncer: membranas encogidas, agujas T y abundantes bacilos T en la sangre,
en general, y en los cultivos de sangre. Las ratas tratadas, en cambio,
presentaban muy pocos bacilos T en la sangre o bien dichos bacilos ni
siquiera aparecían. La notable diferencia en la forma y actividad de los
eritrocitos nos llevó a pensar que, en realidad, los agentes directos de la
destrucción del tumor no debían de ser los biones SAPA sino los glóbulos
rojos. Era evidente que los SAPA cargaban orgonóticamente a los eritrocitos y
ellos mismos se consumían en ese proceso. Los glóbulos rojos así cargados se
hacían cargo de la curación del tumor, cosa que nosotros habíamos atribuido
inicialmente a la acción directa de los biones SAPA. Esta suposición resultó
acertada, pues nos condujo a otros descubrimientos de importancia. Una vez
extraída la conclusión de que la sangre con una fuerte carga orgonótica debe
ser considerada como el verdadero factor curativo, aplicamos este principio a
nuestra labor en forma consecuente. Así se entendía la anemia y la caquexia
de las ratas no tratadas. Las ratas tratadas también murieron, pero nunca
llegaron al grado de caquexia y anemia alcanzado por las no tratadas. En éstas,
el organismo, en su lucha contra la enfermedad, hizo uso de la energía
biológica disponible en los glóbulos rojos hasta que llegó a la caquexia. En el
caso de las ratas cancerosas tratadas con orgón, el organismo podía
economizar su propia energía biológica, puesto que se le estaba suministrando
desde afuera. Los resultados fueron los mismos cuando inyectamos biones de
tierra esterilizados en autoclave en lugar de las vesículas energéticas SAPA.
Practicamos la disección de varias decenas de ratas cancerosas sin
tratamiento y comprobamos que, en algunos casos, los tumores también
contenían cavidades libres de tejidos cancerosos organizados o compactos.
Contenían, en cambio, una masa macroscópicamente parduzca y que vista a
través del microscopio estaba constituida, en esencia, por detritos y bacilos T.
Sobre campo oscuro y con un aumento de 3000x, se veía con toda claridad
que siempre que los eritrocitos entraban en contacto con células cancerosas,
no sólo provocaban la desintegración de los tejidos en corpúsculos T, sino
que ellos mismos se desintegraban en dichos corpúsculos. Las ratas sin
tratamiento tienen sangre débil en orgón, por consiguiente yo no sabía si la
desintegración de los eritrocitos en corpúsculos T debía atribuirse a esa
debilidad orgonótica o a la pérdida de energía durante la lucha contra las
células cancerosas. Después descubrimos el mismo fenómeno hasta en los
tumores de ratas tratadas con orgón. También en este caso, los eritrocitos se
desintegraban en T siempre que entraban en contacto con las células
cancerosas. (Esto se observa también en los cortes coloreados.) Con eso
quedó demostrado que la desintegración T de los glóbulos rojos era una
280
consecuencia de su lucha contra el tejido canceroso y no el resultado de la
debilidad orgonótica.
Y así dimos con la pista del mecanismo autocurativo del organismo, que
habría de orientar toda nuestra futura labor: El factor curativo natural del
cáncer sólo puede ser la propia sangre.
Quisiera recordar al lector que por ese entonces (invierno de 1939/40)
nadie suponía la existencia del orgón atmosférico. Por consiguiente, tampoco
había acumulador de orgón. La orgonterapia de las ratas afectadas de cáncer
se basaba en la inyección de biones con contenido de orgón. Observamos
detenidamente, a diario, las muchas ratas sometidas a tratamiento y creímos
advertir que las vesículas de energía orgónica que les inyectábamos destruían
el tumor, pero que también, en cierto modo, dañaban a las ratas.
Personalmente, siempre experimenté una marcada aversión a la inyección de
sustancias extrañas -ya se trate de productos químicos o de sueros exógenosen un organismo vivo. No es posible olvidar que muchas drogas alivian el
dolor, pero al mismo tiempo dañan el aparato vital autónomo. El efecto
anestésico de los alcaloides (morfina, etc.) se basa justamente en la depresión
de la sensibilidad vegetativa del organismo. Desde el punto de vista biológico
su efecto es, pues, opuesto al perseguido por la orgonterapia, es decir que
deprimen en lugar de estimular las funciones vitales. Este problema médico
es muy antiguo: ¿existe algún medio para matar el agente patógeno y calmar
los dolores sin dañar el sistema vital"? La investigación química no ha dado
hasta ahora con la respuesta.
Las ratas de control sanas también enfermaban después de la inyección de
biones SAPA; las ratas cancerosas tratadas quedaban Libres de tumores, pero
no se recuperaban del todo. Por eso, ya en esa etapa inicial del trabajo intenté
desarrollar un método que suplantara la inyección de vesículas de energía
orgónica. Al comienzo no veíamos forma de aplicar la energía orgónica sin
recurrir a la inyección de biones. Pero cuando se pudo establecer que los
biones actúan por intermedio de la sangre y no en forma directa, se abrieron
nuevos caminos a la aplicación de orgón sin apelar a la inyección de biones.
Me limitaré a describir brevemente estos métodos, que sólo constituyen una
aleccionadora etapa intermedia en las experiencias de orgonterapia y más
tarde se los abandonó por completo. No obstante, nos revelaron importantes
propiedades de la sangre en su relación con la energía orgónica y con los
tumores malignos.
Los métodos indirectos que se emplearon para la aplicación de orgón
fueron los siguientes:
1. Se punzaron los tumores con gran contenido de sangre de las ratas
tratadas con energía orgónica. Se extrajo la sangre por métodos estériles,
281
se la centrifugó para separar los eritrocitos del suero. Se incorporó un cultivo
estéril de biones SAPA a ese suero y se refrigeró la solución por espacio de
un día. Dado que los fluidos absorben orgón, estábamos seguros de que el
suero se cargaría con la energía orgónica de los biones SAPA. Luego se filtró
el suero, es decir que se lo liberó nuevamente de los cuerpos SAPA. Por fin
se inyectó el suero cargado de orgón a las ratas con cáncer. Este experimento
nos convenció de que en la sangre de las ratas afectadas de cáncer no se
desarrollaban anticuerpos específicos contra las células cancerosas, ya que el
suero de las ratas no tratadas no evidenciaba la más mínima acción
terapéutica, cosa comprensible, puesto que la sangre de los organismos
afectados de cáncer es pobre en orgón. El suero de las ratas sometidas al
tratamiento preliminar de SAPA, en cambio, ejercía un efecto bien definido,
aunque no tan intenso como el de la inyección directa de SAPA.
2. Inyectamos varias veces cultivos SAPA a conejos sanos, luego les
extrajimos sangre (una vez más pudimos comprobar que la sangre ya no
contenía biones SAPA estructurados) y se la inyectamos a ratas cancerosas
de dos maneras diferentes: un grupo de ratas recibió a diario, durante varias
semanas, inyecciones de sangre de conejo (0,2-0,5 ce) diluida en cloruro de
potasio; el otro grupo recibió inyecciones de sangre de conejo centrifugada,
es decir de puro suero de conejo rico en orgón. Este método de
administración indirecta de energía orgónica también tuvo éxito. Las
inyecciones en la vena caudal de las ratas resultó más efectiva que la
subcutánea, pero se produjeron algunas muertes por shock, debido a la
inoculación endovenosa de KC1.
3. Ni el suero ni la sangre completa de conejo inyectados directamente en
el tumor tuvieron efectos favorables.
4. Por último empleamos sangre humana. Se extrajo sangre venosa del
brazo de algunos de los asistentes y se la reunió con biones SAPA en un tubo
de ensayo. Ya a través del microscopio se podía ver con toda claridad cómo
los eritrocitos se congregaban, ávidos, en torno a los biones SAPA, formaban
puentes orgonóticos y absorbían energía orgónica. Estas observaciones
fueron tan aleccionadoras como emocionantes. Los glóbulos rojos adquirían
turgencia, el borde orgonótico se ampliaba, la radiación (sobre todo si se
practicaba la observación con un filtro azul) se hacía más intensa. Una vez
más se utilizaron dos grupos de ratas con cáncer; a uno de ellos se le inyectó
suero humano centrifugado, libre de eritrocitos, al otro, suero con eritrocitos.
Los efectos sobre los tumores cancerosos de las ratas fueron muy marcados.
Pero el procedimiento completo exigía mucho tiempo y esfuerzo. Era preciso
observar la más estricta esterilidad y, por añadidura, la inyección endovenosa
en la cola de las ratas no es fácil.
280
281
5. También intentamos producir un "suero de bacilos T". Inyectamos
pequeñísimas dosis de bacilos T a conejos sanos, extrajimos muestras de
sangre al cabo de ocho días, la filtramos e inyectamos el suero a las ratas
cancerosas. No pudimos comprobar efectos satisfactorios, a pesar de que en
el microscopio habíamos observado la formación de vesículas azules de
energía orgónica en el suero claro, filtrado, cuando se le incorporaban bacilos
T. No tardamos en renunciar a la producción de un suero T específico.
Tampoco tuvieron éxito nuestros intentos de estimular la formación de
anticuerpos en la sangre de ratas y conejos, por inyección de bacilos T
sometidos a la acción de la autoclave.
De todos los métodos de administración indirecta de orgón, el más
satisfactorio fue la inyección de eritrocitos previamente cargados de orgón
por acción de los biones SAPA. Este método tuvo el mismo efecto que la
inyección directa de biones SAPA. El tejido tumoral se desintegró en cuerpos
T, la anemia de la sangre disminuyó y en la prueba de autoclave, la reacción
T de la sangre fue reemplazada por una reacción B.
La mayoría de las 27 ratas de control examinadas de manera especial (en
realidad habíamos observado un número mucho mayor de ratas cancerosas no
tratadas) murieron con todos los síntomas típicos del cáncer (caquexia,
necrosis de la sangre, reacción T, crecimiento de los tumores, desintegración
pútrida del tejido canceroso, etc.) en el transcurso de la primera semana (unas
dos semanas después de haber sido descubierto el tumor en el criadero). El
criador nos aseguró que examinaba a todas las ratas una vez por semana, de
manera que, al ser descubierto, el tumor visible no podía tener más de siete
días de antigüedad. En el curso de la segunda semana murieron cinco ratas
cancerosas. Luego murieron dos por semana, entre la tercera y la séptima
semana, y una por semana, entre la octava y la undécima. De modo que la
supervivencia máxima de las ratas cancerosas no tratadas fue de 10 a 12
semanas después de la aparición del tumor. La supervivencia media es mucho
menor (3,9 semanas de vida) ya que la mayoría de las ratas afectadas de
cáncer mueren muy poco después de la aparición del tumor.
En contraste con esto, la supervivencia media de las 101 ratas cancerosas
que recibieron aplicaciones directas e indirectas de orgón, fue de 9,1
semanas. La supervivencia media se obtiene dividiendo el número total de
semanas de supervivencia postumoral de todas las ratas cancerosas tratadas
por el número total de ratas. En realidad, la cifra debería ser más alta ya que
nosotros sacrificamos 47 de las 101 ratas tratadas para controlar los efectos
del orgón en los tejidos.1 Sólo 54 de las 101 ratas cancerosas tratadas
1
Desde el punto de vista estadístico puede argumentarse que es incorrecto
282
283
murieron espontáneamente. Eso permite afirmar que la supervivencia media
de las ratas cancerosas tratadas fue casi 2,5 veces mayor que la de las no
tratadas. La supervivencia máxima de las ratas no tratadas fue de once
semanas, mientras que dos de las ratas cancerosas tratadas con orgón vivieron
28 semanas, es decir siete meses después de aparecido el tumor. Este
resultado fue inusual y representó un éxito para este primer intento de
orgonterapia del cáncer de las ratas. Dado que la expectativa de vida de una
rata sana es de sólo 2 1/2 años aproximadamente y que la mayoría de las
ratas afectadas de cáncer llegaban a nuestras manos a una edad de 5-8 meses,
se puede decir que prolongamos su vida en un cuarto del lapso de vida
normal. Esta prolongación equivaldría a quince años en una vida humana.
Estos primeros resultados fueron estimulantes, aun cuando distaron mucho de
lo que podría ser una radical terapia del cáncer. Parecía justificado esperar
resultados mejores aún de la aplicación de la orgonterapia al organismo
humano. En primer lugar, un tumor humano es mucho menor que el de la rata
con relación al tamaño total del cuerpo. La rata no puede comunicar los
dolores o cualquier otro síntoma que pueda anunciar el tumor. En el caso del
hombre se dispone de una gran variedad de ayudas médicas que pueden
representar un complemento de la orgonterapia: vegetoterapia, cura de agua,
coloides de hierro, dieta, vitaminas, etcétera.
Este era el estado de los ensayos de orgonterapia con ratas en el transcurso
de 1940. Pasaré por alto nuestros múltiples esfuerzos por llenar claros y
obtener resultados más satisfactorios. Sólo me referiré a una gran dificultad,
con la que volveríamos a tropezar al iniciar nuestros experimentos de
orgonterapia con seres humanos. Si bien estábamos en condiciones de
destruir tumores cargando la sangre de orgón, la vida o la muerte de la rata
sometida a tratamiento dependían, en esencia, de la eliminación del material
tumoral muerto. En el transcurso de esos experimentos murieron muchas
ratas, pero no tanto por efectos del tumor canceroso o de la intoxicación T,
sino -y aquí cabría aquello de "operación exitosa, paciente muerto"- por la
obstrucción de los conductos renales y los vasos linfáticos, o por un tremendo
agrandamiento del hígado y del bazo. Estos son los órganos encargados de la
eliminación del detrito. La obstrucción de los conductos renales era un
fenómeno muy típico. Cuanto mayor era el tamaño del tumor desintegrado,
tanto más grave era este peligro. La rata no moría de caquexia cancerosa ni
por putrefacción de los tejidos y de la sangre.
--------------incluir las ratas sacrificadas en los cálculos. Debe señalarse, sin embargo, que se las
sacrificó cuando estaban evidentemente a punto de morir; por consiguiente su inclusión
en los cálculos no modifica el resultado en forma sustancial.
282
283
Grupo C
Grupo B
Grupo A
SUPER VIVENCIA DE RATAS CANCEROSAS
Supervivencia en semanas
Método para
aplicación del
orgón
Inyección de
vesículas de
energía
orgónica
(cultivos de
biones SAPA,
biones de
tierra, etc.)
Número
de ratas
1 2 3 4 5 6 7 8 9 10 11 12 13 14 15 16 17 18 19
Muertas
54 2 2 5 2 3 3 9 3 2 7 1
Muertas
para
autopsia
47
3 4 5 6 1 4 3 3 4 1 1 5
Inyección de
sangre cargada de
orgón
Total
(de conejo,
muertas
tumores, etc.)
101 2 5 9 7 9 4
Acumulador
de energía
orgónica
36
Ratas de control
no tratadas
27 8 5 2 2 2 2 2 1 1 1 1
Total de ratas utilizadas
3 2 1 1 1 1
2 2 1 1
6 5 11 2 1 8 2 3 3 2 2
1 3 1 5 2 3 3 2
1 2 4 3
1 1
164
En el momento de la muerte tenían buen aspecto, la piel era suave y la
delgadez no era excesiva. Morían en el intento de eliminar los productos de la
desintegración del tumor. Este tremendo problema no ha sido resuelto hasta el
día de hoy. Si se destruyen con rapidez los grandes tumores, se obturan los
órganos encargados de la eliminación. Si se los destruye con lentitud, la
proliferación de células cancerosas neutraliza esta acción. Hasta ahora sólo
hay una respuesta: El tumor no debe llegar a ser demasiado grande. Por eso
nuestro análisis de sangre para el diagnóstico precoz del cáncer (reacción T,
cultivo, etc.) adquiere importancia fundamental.
En julio de 1940 descubrí el orgón en la atmósfera. Al cabo de pocos
meses contábamos con el acumulador de orgón, que concentra el orgón
atmosférico. Luego de diversas investigaciones, se llegó a la conclusión de
284
285
TRATADAS Y NO TRATADAS (1939-1941)
después de la detección del tumor
20 21 22 23 24 25 26 27 28 29 30 31 32 33 34 35 36 37 38
2
1
1
2
1
2
Supervivencia
media
Supervivencia
máxima
9.1
semanas
28
semanas
11.1
semanas
38
semanas
3.9
semanas
11
semanas
1
2
2
1
2
1
que el orgón atmosférico tenía las mismas propiedades que el orgón
contenido por las vesículas energéticas que habíamos inyectado a las ratas
con cáncer. Por eso, en lugar de seguir inyectándoles dichas vesículas,
comenzamos a dejar al animal media hora diaria en el acumulador. Los
resultados positivos se pusieron de manifiesto con sorprendente rapidez: las
ratas tratadas con orgón atmosférico se recuperaban a ojos vista, la piel se
tornaba suave y brillante, los ojos perdían la anterior opacidad, el organismo
todo revelaba vigor, la típica postura encorvada y contraída de la rata
afectada de cáncer desaparecía para dejar lugar a una actividad normal, los
tumores dejaban de crecer e incluso retrocedían. Al comienzo nos pareció
raro que se obtuvieran semejantes efectos biológicos con sólo dejar las ratas
en una caja con forro interior metálico. Más tarde, cuando esos efectos se
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285
convirtieron en rutina, tuvimos oportunidad de observar esa misma sorpresa
en muchas personas que visitaron el laboratorio. Buscaban cables eléctricos y
maquinarias complejas, y no entendían que una simple caja forrada
interiormente de metal pudiera ejercer una acción beneficiosa sobre el cáncer.
Trascurridos varios meses, se pudo establecer que, estadísticamente, los
resultados que estábamos obteniendo con el orgón atmosférico eran mejores
que los obtenidos con las inyecciones de biones. En total se trataron 36 ratas
con cáncer en el acumulador de orgón. La supervivencia media de las ratas
tratadas con inyecciones de vesículas de orgón había sido de 9,1 semanas; la
de las ratas tratadas en el acumulador de orgón llegó a 11,1. La supervivencia
máxima había sido de 28 semanas, es decir, siete meses después del
descubrimiento del tumor; la supervivencia máxima de las ratas tratadas con
orgón atmosférico fue de 38 semanas, es decir 9 1/2 meses. Eso significaba un
importante paso adelante. Habíamos prolongado la supervivencia de 1/4 (7
meses) a 1/3 (9 1/2 meses) de la expectativa total de vida (alrededor de 30
meses). Eso equivalía a prolongar la vida humana en 20 años, si la
expectativa normal de vida del ser humano se fijaba en 60 años. (Cabe
señalar, sin embargo, que con toda probabilidad las ratas no padecen de
graves biopatías emocionales que en el ser humano tienden a complicar
enormemente el proceso del cáncer.) Nos alegró que ya no fuera necesario
introducir cuerpos extraños en el organismo. Por añadidura, el tratamiento era
mucho más fácil en cuanto a su aplicación y preparación. Mientras las ratas
estaban en el acumulador quedábamos en libertad para dedicarnos a otras
tareas. El descubrimiento abría nuevas perspectivas para una futura terapia
del cáncer en los seres humanos. Si el acumulador de orgón resultaba ser
eficaz y no dañaba los tejidos sanos y la sangre normal, existía la posibilidad
de que tanto la gente sana como la enferma tuviera un acumulador en su casa.
El primer acumulador diseñado para uso humano fue construido en diciembre
de 1940. A continuación reseñaré las pruebas mediante las cuales llegamos a
establecer que el orgón atmosférico concentrado en el acumulador no era
dañino para individuos sanos.
Yo mismo había pasado, durante dos años, varias horas diarias en una
jaula de Faraday, con paredes de hierro (y que, por consiguiente, funcionaba
como acumulador de orgón) para estudiar los efectos del orgón. No sólo no
experimentaba malestar alguno, sino que hasta percibía una notable vitalidad
en mí. Algunos de los técnicos del laboratorio pasaban por lo menos media
hora diaria dentro del acumulador. Durante varios meses alojamos conejos y
ratas en el acumulador y los dejamos allí gran parte del día. Dejando de lado
cierta nerviosidad, no pudimos comprobar ningún efecto negativo en esos
animales. Una exposición demasiado prolongada al orgón concentrado puede
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287
provocar sensación de mareo y náuseas en los seres humanos, pero esos
fenómenos desaparecen rápidamente al aire libre.
Un experimento especial puso de manifiesto algo curioso, que sin
embargo encajaba dentro del cuadro total. En circunstancias normales, en una
infusión de hierba, los protozoarios se desarrollan en cantidad entre el
segundo y el quinto día. Colocamos infusiones de hierba en un pequeño
acumulador de orgón y comprobamos que esas infusiones tratadas con orgón
no presentaban desarrollo de protozoarios o bien que éste era mínimo. Sin
embargo, una vez que los protozoarios y bacterias habían alcanzado su pleno
desarrollo y la estructura normal de la hierba había quedado destruida casi
por completo, el acumulador no ejercía un efecto letal sobre los protozoarios.
Al comienzo no lo entendíamos. Los análisis de sangre de las ratas con
cáncer demostraban con toda claridad que el tratamiento con orgón en el
acumulador cargaba la sangre y eliminaba los bacilos T; pero si colocábamos
un cultivo de bacilos T en el acumulador, no se advertía acción letal. Este
resultado coincidía con el del experimento con infusiones de hierba, pero era
incomprensible.
A través del razonamiento llegamos al siguiente análisis del proceso: los
biones SAPA tampoco ejercían una acción mortal directa sobre las células
cancerosas y los bacilos T; actuaban de manera indirecta, cargando los
eritrocitos y los tejidos sanos. El orgón del acumulador debía de cargar, pues,
los tejidos sanos de la hierba fresca contenida en la infusión, lo cal provocaba
una demora en su desintegración en protozoarios. Si los tejidos sanos
sometidos a carga no existían, tampoco podía existir el efecto mortal sobre
los protozoarios. A falta de tejidos sanos, el orgón cargaba justamente a los
protozoarios biológicamente. Como se verá, los experimentos con orgón
resultan incomprensibles si se los enfoca sin prescindir de los rígidos
prejuicios de la mentalidad mecanicista.
Para eliminar cuerpos extraños protozoicos o bacterianos, o para evitar su
desarrollo, tienen que existir sistemas orgonóticos sanos, vigorosos, capaces
de absorber una fuerte carga orgonótica. Una de las leyes fundamentales de
la física orgonótica es que el sistema orgonótico más fuerte atrae al más débil
y le extrae su carga. (Exactamente a la inversa de lo que ocurre con la carga
eléctrica, en la cual la energía siempre fluye del sistema más fuerte al más
débil.) Los tejidos o la sangre de un ser humano o de una rata representan un
sistema orgonótico mucho más fuerte que los protozoarios, células
cancerosas y bacilos T, de allí su efecto letal. En condiciones normales, este
efecto se cumple aun sin la administración de orgón de una fuente exterior.
Pero en su lucha contra las células cancerosas y los bacilos T, el tejido sano y
la sangre pierden crecientes cantidades de
286
287
energía orgónica, provocando anemia y pérdida de peso. Ahora bien, si
suministramos al organismo, en forma regular, energía orgónica concentrada,
le estaremos economizando el consumo de su propia energía orgónica. En tal
caso, la caquexia y la anemia no se presentan o desaparecen.
El experimento con infusiones de hierba fue una interesante y decisiva
confirmación de esta idea de la acción del orgón sobre los tejidos y la sangre.
En la aplicación del orgón atmosférico tropezamos con las mismas
dificultades que ya habíamos encontrado con las inyecciones de biones.
Muchas ratas morían por obstrucción de los órganos excretores, sin anemia y
sin caquexia. Analizaremos este problema más en detalle al hablar de los
experimentos de orgonterapia en seres humanos.
Pasaré ahora a exponer los principios de la orgonterapia en el cáncer
humano. Antes de hacerlo quiero señalar una vez más que no se trata de
resultados definitivos, sino de experiencias llenas de claros e inseguridades.
288
289
VIII
RESULTADOS DE LA ORGONTERAPIA EXPERIMENTAL
EN SERES HUMANOS AFECTADOS DE CÁNCER
1. Luminación celular orgonótica: efecto del acumulador de orgón
y factor terapéutico.
El lector que no esté familiarizado con los experimentos de energía orgónica
puede poner en duda el valor terapéutico del acumulador. No parece muy
plausible que alguien experimente una acción curativa con sólo sentarse en
un gabinete de aspecto insignificante y construcción simple —con paredes
exteriores de material orgánico e interiores de metal—, para absorber orgón
del aire. Parece más increíble aún cuando se observa que ese acumulador no
incluye componentes sofisticados, cables, botones ni motores. Y por
añadidura, la energía orgónica, que ha demostrado ejercer un efecto tan
importante sobre la biopatía de encogimiento, es algo gratuito, que no
necesita comprarse. El Instituto del Orgón * ha procurado evitar cualquier
forma de lucro en la aplicación de esta energía. Una cuidadosa
documentación de los resultados nos permitirá contrarrestar el escepticismo
que inspira la simplicidad del aparato y de su uso.
Efectos puramente físicos y biológicos nos demuestran que la energía
atmosférica orgónica aparece concentrada dentro del acumulador. Pero eso
no explica la acción terapéutica ejercida sobre el organismo vivo. En este
capítulo procuraremos trazar un cuadro claro de este fenómeno.
Durante los primeros meses de experimentación sobre la utilización del
orgón atmosférico para fines terapéuticos (comienzos de 1941) era poco lo
que se sabía aún respecto a la naturaleza de esta energía. Por supuesto, ya se
la había hecho visible y ya se había descubierto la existencia de diferencias
* El Instituto del Orgón no era una organización, sino el nombre bajo el cual
Reich conducía su trabajo. A su muerte, en 1957, el Instituto dejó de existir.
(Nota del editor alemán.)
290
291
de temperatura y de descarga electroscópica (si bien estos resultados no
habían sido objeto de una completa elaboración), de modo que estábamos
seguros de la concentración, pero el mecanismo del efecto terapéutico no nos
resultaba claro aún. Nuestra hipótesis de trabajo, por esa época, era que el
orgón concentrado penetraba en el cuerpo desnudo y de esa manera cargaba
biológicamente la sangre y los tejidos. En el transcurso de los dos años
siguientes se fueron acumulando observaciones que proponían una
explicación diferente y mejor.
En la investigación científica, los hechos aislados carecen de importancia.
Existe una tendencia a otorgar una denominación a hechos inconexos -como
ocurre con la teoría de la "electricidad estática"- y se cree, erróneamente
haberlos entendido. O bien se busca una "interpretación" para cada uno de
estos hechos sin establecer correlación entre ellos. El asunto cambia cuando
del contexto de muchos hechos surge espontáneamente un único concepto
que se impone a nuestra razón, que parece ineludible y que reúne todos esos
hechos diferentes en una unidad funcional. Ahora bien, si ese concepto único
no sólo permite comprender la relación funcional entre los hechos, sino que
hace innecesarias muchas interpretaciones, explicaciones, etc., y por
añadidura revela nuevos hechos que encajan sin esfuerzo dentro del cuadro,
quiere decir que estamos ante una teoría que puede considerarse satisfactoria.
A pesar de que los llamados "pragmáticos" ven la postulación de teorías
como un "lujo filosófico", ésta es una operación científica comparable al
ordenamiento del instrumental antes de una intervención quirúrgica. Este
proceso de ordenamiento es tan decisivo para el éxito de la operación como
cada uno de los instrumentos en sí. El más hábil de los cirujanos fracasaría en
su tarea si tuviera que buscar cada uno de los instrumentos que necesita.
Como en el caso del instrumental quirúrgico, en la formulación de teorías
puede haber un ordenamiento más o menos eficaz de los hechos. Por
consiguiente, las teorías no pueden constituir nunca un sistema acabado;
siempre son incompletas y perfectibles. Este principio también se aplica al
informe que sigue, acerca del efecto terapéutico del orgón acumulado.
Nuestra hipótesis inicial de que el orgón del acumulador simplemente
penetraba en el organismo, dejaba algunos hechos sin explicación. Algunos
enfermos reaccionaban al orgón en seguida, otros necesitaban muchas
exposiciones antes de que los efectos se hicieran evidentes. Si la acción se
basaba sólo en la penetración mecánica de las partículas de orgón en el
organismo, todos los organismos tendrían que haber reaccionado de la misma
manera. Las reacciones no eran parejas, de modo que eso requería una
explicación.
290
291
Al formular la hipótesis de que la energía del orgón penetraba en el
organismo y que éste permanecía pasivo nos basamos en la acción de los
rayos X y del radio. En el caso de estas dos radiaciones el tratamiento
significa aplicar al cuerpo una energía no biológica, extraña a él; el
organismo no emite ni rayos X ni de radio. El orgón atmosférico, en cambio,
representa una energía específicamente biológica. El organismo la absorbe en
forma constante, directamente del aire y del sol, a través de la piel y por
ventilación pulmonar. Por eso, el organismo contiene orgón en todas sus
células y en todos sus humores y lo irradia de manera incesante. Cuando el
organismo se encuentra en el acumulador de orgón se establece una relación
funcional entre dos sistemas orgonóticos. Eso lo sabemos ahora; no lo
sabíamos en 1941. Para entender la relación funcional entre dos sistemas
orgonóticos debemos volver a las observaciones de biones (vesículas de
energía orgónica).
Como se sabe, un eritrocito y un bion de tierra constituyen dos sistemas
N: Núcleo biológico
P: Periferia plasmática
CO: Campo de energía orgónica
Atr: Asimilación de orgón o carga
Rep: Eliminación de orgón o descarga
Figura 24. Representación esquemática del, "sistema
orgonótico" viviente.
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291
orgonóticos independientes. Desde un punto de vista biofísico, los
constituyentes de tal sistema son un núcleo bioenergético, una periferia
plasmática y un campo de energía orgónica que rodea al organismo. Si lo
representamos en un diagrama su forma sería la siguiente (Fig. 24).
Si dos sistemas orgonóticos se aproximan entre sí, se establece un
contacto energético entre los dos campos de orgón. El resultado inmediato de
este contacto orgonótico es la mutua excitación y atracción, que se traduce en
una mayor aproximación de ambos sistemas orgonóticos. Los eritrocitos se
agrupan en torno al bion de tierra, que es más pesado y por lo tanto menos
móvil. Cuando los eritrocitos se han aproximado al bion de tierra hasta un
determinado grado se forma un puente de energía orgónica con intensa
refracción de luz. Los núcleos biológicos de los dos sistemas orgonóticos
comienzan a emitir una radiación más intensa. Este fenómeno es lo que
hemos denominado "luminación orgonótica". Es el mismo fenómeno
observado por la biología tradicional en la división celular y definido como
"radiación mitogenética". Todos los procesos bioenergéticos fundamentales,
tales como la excitación sexual, el orgasmo, la fusión celular y la división
celular van acompañados por una intensa excitación bioenergética, es decir
por luminación orgonótica. Se trata de una sustancial descarga de energía en
la materia viviente. El "contacto sexual" entre dos organismos vivientes que
tienden al acto sexual representa, en términos de la física orgonótica, la
formación de un puente de orgón y una luminación orgonótica en ambos
cuerpos (sistemas orgonóticos). Muchos biólogos (entre ellos, Burr) han
demostrado la existencia de un campo energético en torno a las células vivas
y a los organismos multicelulares, que va más allá de los límites materiales
de éstos. Se lo considera como un campo de energía electromagnética. La
física orgonótica, en cambio, sostiene que ese campo energético que rodea al
organismo nada tiene que ver con el electromagnetismo y que se trata, en
realidad, de un campo de energía orgónica, es decir, de un campo de energía
específicamente biológica. Funciona a la distancia, sin necesidad de un
contacto directo entre las superficies materiales de los cuerpos. Mis propios
experimentos con el oscilógrafo y con el medidor de campo orgonótico
recientemente desarrollado, demuestran la existencia de ese campo
energético y revelan que su área de radiación varía considerablemente de
individuo a individuo y va desde unos pocos centímetros hasta cuatro metros
(según las observaciones practicadas hasta el momento). Además, el campo
energético varía en un mismo organismo, es decir que tiene la propiedad de
ampliarse o estrecharse; en otras palabras, de expandirse o de contraerse.
Estas funciones del campo energético dependen del estado emocional del
organismo. Al producirse la luminación celular orgonótica, por ejemplo,
siempre hay una
292
293
considerable expansión del campo energético.
Por consiguiente, aun tratándose de dos relaciones tan divergentes como
la que existe entre el eritrocito y el bion de tierra, por un lado, y entre el
acumulador y el organismo instalado en su interior, por otro, en realidad
estamos ante un mismo fenómeno. Pero existe una diferencia esencial.
Mientras que en la primera relación sólo se establece un puente de radiación
a través del cual las superficies entran en contacto, en el caso del acumulador
el campo de energía orgónica del sistema orgonótico no-viviente envuelve por
completo el campo de energía orgónica del sistema orgonótico viviente. El
siguiente diagrama ilustra este1 proceso:
Contacto entre el campo de energía orgónica del organismo y el del
acumulador de orgón, representado por las flechas de línea llena.
Las flechas exteriores, de línea interrumpida, muestran la atracción
del orgón atmosférico. Efecto: luminación del organismo.
Ahora bien, ¿en qué hechos se fundamenta esta suposición teórica? Hay
una serie de hechos perfectamente demostrados.
l. Los efectos del acumulador de orgón son mucho más débiles y hasta
desaparecen cuando las paredes interiores se encuentran a más de 4-8
pulgadas de la superficie del organismo. El desconocimiento de este hecho
fue la causa de muchos fracasos terapéuticos. Por ejemplo, cuando
tratábamos ratas en el acumulador diseñado para seres humanos, los efectos
eran muy pobres. Mejoraban sensiblemente cuando empleábamos unidades
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pequeñas, de 8-12 pulgadas. En la actualidad empleamos acumuladores más
pequeños aún, pero hemos aumentado el número de capas de material
orgánico y de metal. Un niño de cuatro años con cáncer de huesos tuvo una
reacción mucho menos favorable que los adultos afectados del mismo tipo de
cáncer; se lo había tratado en un acumulador construido para adultos. Más de
una vez se ha comentado, a manera de argumento en contra del condensador,
que los electrofísicos que trabajan en jaulas de Faraday deberían
experimentar algún efecto. Como es obvio, una jaula de alambre de gran
amplitud no puede ser un acumulador de orgón biológicamente eficaz. Yo,
personalmente, puedo permanecer mucho más tiempo en mi acumulador
experimental, que mide 3 x 2 m, que en un acumulador terapéutico, de 2 x 2
1/2 pies.
2. Los individuos más activos desde el punto de vista vegetativo
(orgonótico) experimentan los efectos del orgón en el acumulador con mucha
mayor rapidez que los individuos vegetativamente (orgonóticamente)
perezosos. Los primeros tienen un campo de orgón más amplio que los
últimos. El contacto entre el campo energético de su cuerpo y el de las
paredes metálicas interiores del acumulador se establece con mucha mayor
rapidez y facilidad.
3. Con frecuencia, los individuos orgonóticamente perezosos comienzan a
experimentar los efectos del acumulador sólo después de varias aplicaciones.
Este fenómeno puede tener una explicación solamente: el organismo recibe la
carga en forma pasiva hasta que ésta alcanza cierto grado; su propia radiación
orgonótica debe intensificarse para permitirles la percepción subjetiva del
efecto del orgón. Un médico amigo no experimentó, durante meses, la típica
sensación de cosquilleo y calor en las manos que se experimenta cerca de la
pared interior del acumulador. Sólo cuando comenzó a utilizar el acumulador
en forma regular fueron presentándose, poco a poco, esas sensaciones. Su
organismo había permanecido inicialmente pasivo, pero después de un
tiempo se "extendió", por así decirlo, en dirección al campo orgonótico de la
pared metálica.
Estas experiencias son de extraordinaria importancia, no sólo para la
comprensión de los efectos del orgón acumulado sino también para la
comprensión de las reacciones orgonóticas del organismo. A pesar de todo,
aún estamos muy lejos de haberlas entendido a fondo.
4. Las paredes metálicas internas del acumulador son frías; pero si se
mantiene durante cierto tiempo la palma de la mano frente a ellas, a una
distancia de unos 4 cm., se experimenta una débil sensación de cosquilleo y
calor. (En el Capítulo IV se informó en detalle acerca de las diferencias
objetivas de temperatura en el acumulador.) Suponemos que la sensación de
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295
calor y el cosquilleo son el resultado subjetivo del impacto de partículas de
energía orgónica sobre la piel. Este hecho nos ayuda a entender la sensación
de calor que experimenta el individuo expuesto a la radiación orgónica.
En 1942 se descubrió un importante fenómeno que guarda una relación
decisiva con la luminación del cuerpo en el acumulador: la temperatura
corporal aumenta varias líneas —hasta uno e incluso dos grados Farenheit—
en el acumulador (la rapidez y el margen del aumento de temperatura varían
según el individuo). Si la temperatura corporal se aproximaba al límite de la
fiebre antes de ingresar al acumulador, dentro de éste supera dicho límite. De
modo que el acumulador provoca una ligera fiebre.
Se sabe que la elevación de temperatura en el organismo es una reacción
fundamental de excitación de las células y de la sangre. Hasta ahora no se la
había entendido. Ese aumento de temperatura indica una luminación del
sistema orgonótico corporal. Así como el contacto entre dos biones produce
una luminación orgonótica, la sangre y el sistema celular luminan en contacto
con el campo de orgón del acumulador. Este contacto de ambos sistemas
orgonóticos conduce a un aumento del metabolismo energético de orgón en el
organismo y a éste debe atribuirse el efecto restaurador de la orgonterapia.;
Las etapas esenciales del proceso son, por orden: contacto entre dos campos
energéticos, interpenetración, luminación celular, ascenso del metabolismo
energético del orgón. Estas etapas coinciden con fases típicas de importantes
procesos biológicos tales como la copulación y la conjugación. En la
orgonterapia estamos manejando, pues, procesos de energía sexual en el más
estricto sentido biofísico de la palabra. Sólo así se explica que tantos
enfermos que padecen de una cesación del metabolismo de energía biológica
experimenten excitaciones sexuales y una estasis sexual mientras se someten
a la orgonterapia. Volveremos sobre este tema al estudiar los casos
específicos.
Nuestro acumulador, confeccionado con sustancias orgánicas por fuera y
con chapa metálica por dentro, no es, pues, el insignificante gabinete que
parecería ser. Se trata de un sistema muy activo desde el punto de vista
biológico, que nos proporcionará abundante material de meditación dentro de
otro contexto.
Las repetidas luminaciones del organismo provocadas por el acumulador
de orgón se manifiestan también en una gradual intensificación de la energía
biológica de los eritrocitos, que les permite irradiar con mayor fuerza, ganar
en turgencia, destruir las células cancerosas, matar los bacilos T, etc., cosa
que no pueden hacer en estado de debilidad orgonótica. Desde cierto punto
de vista, la orgonterapia podría definirse también como una "terapia de
fiebre", si se interpreta la fiebre como es debido, es decir como signo de una
294
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actividad bioenergética intensificada. Esto podría arrojar luz sobre algunos
métodos curativos que se aplican con frecuencia, pero en forma puramente
empírica, sin entenderlos. La terapia de la malaria contra la paresia general
introducida por mi maestro Wagner-Jauregg en Viena, consiste en un
estímulo artificial de la luminación celular, por inyecciones de parásitos de
malaria. El té caliente con ron contra los resfríos y las "compresas calientes"
contra el dolor de muelas son tratamientos que entran dentro de esta
categoría. Pero nuestro deber es tratar de entender el efecto de muchas
técnicas quicio-terapéuticas desde este punto de vista y así distinguir las
drogas beneficiosas de las nocivas. Una droga que mata los bacilos pero que
al mismo tiempo daña las células de la sangre y el sistema plasmático, en
lugar de fortalecerlos, no debería ser permitida, aun cuando poderosos
intereses creados traten de imponerla. Sólo puede ser la luminación
orgonótica dentro del organismo lo que hace disminuir rápidamente los
dolores de todo tipo y hasta los suprime.
De acuerdo con las observaciones practicadas hasta la fecha, considero
que la luminación celular provocada por el acumulador en el organismo es el
verdadero y esencial agente terapéutico. Esta luminación celular ejerce un
efecto tan destructivo sobre las células cancerosas y los bacilos T contenidos
en el organismo, como el de la intensa radiación orgonótica de los biones
SAPA, que paralizaba los bacilos T y las células cancerosas móviles en
nuestras observaciones microscópicas, registradas luego en película
cinematográfica. Esperamos que otros experimentos, con diferente
ordenamiento de los materiales, aumenten en forma considerable el efecto del
acumulador de orgón. Lo más importante sería abreviar la duración de cada
una de las aplicaciones y lograr un mayor aumento de las temperaturas
corporales.
Los resultados de la orgonterapia en seres humanos, que expondré a
continuación, son incompletos. Hubiera preferido demorar un poco la
publicación de estos datos, pero nos pareció que los esfuerzos generales por
dominar el cáncer recibirían un poderoso impulso si se daba a conocer este
enfoque de los mecanismos de la biopatía del cáncer, se aclaraba un
problema fundamental de la formación de células cancerosas y se tenía
conocimiento de los efectos de la energía recién descubierta.
Los primeros enfermos de cáncer sometidos a la experimentación con
orgón fueron aceptados en el Laboratorio de Investigaciones sobre Orgón y
Cáncer, de Forest Hills, con la condición de que el médico a cargo del caso
no tuviera nada que objetar contra el experimento y que los familiares
firmaran la siguiente declaración:
I state herewith that I came to Dr. Wilhelm Reich for possible help in the case
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297
of my... who suffers from cancer. I came because I was told of the experiments that Dr.
Reich has made with cancer mice and human beings. Dr. Reich did not promise me any
cure, did not charge any money and told me that only during the last few months has he
tried the orgone radiation on human beings who suffer from cancer...
Death or abscesses could occur as a consequence of the disease. I told Dr. Reich that
the physicians have given up the case of my... as hopeless. Should death or abscesses
occur during the time of the experiment it will not be because of the treatment.*
experiencia se produjera la muerte del enfermo o aparecieran abscesos, ello no sería
consecuencia del tratamiento experimental.] [N. de la T.]
Quisiera comenzar por nuestras decepciones y fracasos. Consideramos
muy importante evitar la impresión de que disponemos de una panacea que
"cura" el cáncer en cualquier circunstancia. Es indispensable entender los
fracasos para luego ampliar y desarrollar los efectos beneficiosos del orgón.
Los ejemplos que siguen ilustrarán las dificultades y los fracasos.
Caso. M.F. Paciente de sexo femenino, viuda. Llegó a nosotros con
numerosos tumores, sobre todo en el cráneo y en los huesos de los brazos.
Era de una religiosidad compulsiva, y además hipocondríaca y masoquista.
17 años antes le habían extirpado el útero por la presencia de tumores. Los
dolores en la nuca, en la cabeza y en la región del sacro habían aparecido
hacía unos dos años. Dormía mal y había perdido el apetito. Resultaba difícil
distinguir entre sus quejas hipocondríacas y sus auténticas quejas por los
dolores de cáncer. Sólo podía andar con ayuda; tenía la piel viscosa y lívida;
sus extremidades estaban siempre frías y sudorosas. El contenido de
hemoglobina de la sangre era del 33%. En los análisis de sangre, todas las
reacciones revelaban la existencia de cáncer: desarrollo de bacilos T,
reacción T ante la esterilización en autoclave, rápido encogimiento de los
glóbulos rojos en NaCl. Los tumores en la parte superior del cráneo eran
palpables y duros. El diagnóstico de cáncer fue confirmado por el Memorial
Hospital.
La enferma concurrió diariamente, durante ocho semanas, para someterse
al tratamiento con orgón. Al tercer día, el contenido de hemoglobina de la
sangre había ascendido a 41%, al sexto día era de 55%, al octavo día, del
85%. Se mantuvo en ese nivel durante cuatro semanas, luego descendió a
* [Por la presente declaro que acudí al Dr. Reich en procura de su posible ayuda en el
caso de mi... que padece de cáncer. Recurrí a él porque tuve conocimiento de las
experiencias que estaba llevando a cabo con ratas y con seres humanos afectados de
cáncer. El Dr. Reich no me prometió la curación, no me exigió retribución y me
informó que hace sólo pocos meses que estudia los efectos de la radiación orgónica en
seres humanos afectados de cáncer... La muerte o los abscesos pueden ser una
consecuencia de la enfermedad. Comuniqué al Dr. Reich que el médico a cargo del caso
de mi... considera que no se pueden concebir esperanzas. Si en el transcurso de la
296
297
78% y permaneció constante en torno a ese valor. Las reacciones T
continuaron siendo positivas durante unas tres semanas. Trascurridas cuatro
semanas desaparecieron los bacilos T de la sangre, pero la desintegración T
de los eritrocitos -que al comienzo era del 100 %- seguía siendo del 35 % al
cabo de siete semanas.
Los tumores palpables del cráneo se redujeron notoriamente y perdieron
dureza. Comenzaron a presentarse hemorragias nasales. La sangre tenía una
coloración parduzca y contenía típico material de tumores Los dolores
disminuyeron, el sueño y el apetito mejoraron. La enferma se sentía a gusto
en el acumulador y quiso tener uno en su casa, para evitarse el largo viaje
diario. No pude acceder a eso, porque mi experiencia con los efectos de la
orgonterapia en seres humanos era aún muy limitada
Trascurridos dos meses, aparecieron tensiones en el sector superior de los
muslos y en los aductores. La enferma comenzó a evidenciar un rechazo al
acumulador, que en un principio yo no comprendí. Más o menos en la misma
época, la primera enferma cuyo caso relaté en un capítulo anterior reaccionó
con estasis sexual. Eso me hizo pensar que el orgón podía haber cargado
sexualmente también a esta paciente, y que los espasmos de los aductores del
muslo podían ser una reacción contra esa carga sexual. La hipocondría se
acentuó. Ya no experimentaba dolores de cáncer, pero se mostraba quejosa y
pendenciera. Los familiares no pudieron soportarla más y la internaron en un
asilo de ancianos. El tratamiento con orgón quedó interrumpido. Una nueva
serie de radiografías reveló una sensible reducción y calcificación de los
tumores del brazo y del cráneo. Pero la neurosis de la paciente complicaba la
terapia. Luego de algunos meses de notable mejoría, la enferma murió. La
orgonterapia había prolongado su vida por varios meses y había aliviado sus
dolores.
También esta paciente presentaba un cuadro de total resignación
emocional. Sus familiares también lo habían advertido. En una oportunidad
uno de sus sobrinos me dijo: "She has nothing to live for.”* Era imposible
librarse de la impresión de que esa mujer se moría porque su "instinto de
vida” nunca había funcionado bien y porque su sistema vital se detenía por
falta de alegría de vivir.
Caso C.K. Paciente de sexo femenino, treinta y tres años de edad Estaba
en tratamiento médico por una colostomía. Se le había practicado dicha
intervención por un cáncer de colon. La enferma decía haber sufrido de
constipación desde su más tierna infancia. Además, siempre había sido
anémica. En el verano de 1939 comenzó a padecer de "disentería" durante su
período menstrual. En 1940 se sumaron hemorragias intestinales.
* ["No tiene ninguna razón para vivir"] [N. de la T.].
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Antes de eso, durante muchos meses, experimentaba insoportables dolores en
el recto. Los supositorios analgésicos y la codeína por vía oral sólo le
deparaban un alivio temporal.
Cuando aceptamos este caso en el laboratorio, el 7 de mayo de 1941, la
enferma estaba en un estado desesperado. La caquexia estaba muy avanzada
y, a pesar de su considerable estatura, la paciente sólo pesaba 50,250 kg. No
tardamos en advertir que padecía de una grave biopatía sexual. Su expresión
era medrosa y padecía de frecuentes sueños angustiantes. Su marido había
muerto ocho años atrás. Desde entonces vivía en total abstinencia. En el
matrimonio, la actividad sexual también había sido muy limitada: el marido
siempre estaba enfermo y "demasiado débil para prestar atención a esas cosas"
("too week to pay attention to that"). La colostomía agudizó su estado de
nerviosismo. Se sentía al borde del desmayo cuando los gases intestinales se
le escapaban sin control. Padecía de insomnio desde hacía largo tiempo,
mucho antes de aparecer los primeros síntomas de cáncer. Durante sus ataques
de angustia se le producían espasmos en el cuello y en el ano y "se sentía
morir".
Varios médicos particulares habían formulado diagnóstico de cáncer y
otro tanto había ocurrido con los médicos de la clínica.
Los resultados de los análisis fueron los siguientes: hemoglobina 72%,
prueba de autoclave 99% de reacción T. Los glóbulos rojos eran pálidos; el
margen de orgón, estrecho; la degeneración lenta, pero con evidente
formación de agujas T. El cultivo de las excreciones intestinales revelaba una
intensa reacción T, numerosas bacterias de putrefacción y células cancerosas
formadas, algunas ya ameboides.
Dos días después de iniciado el tratamiento con orgón, el contenido de
hemoglobina ascendió al 82% y permaneció en ese nivel. Al cabo de dos
semanas, el cuadro sanguíneo había mejorado en forma notable. En las
excreciones intestinales se encontraban ahora pocas células cancerosas
completamente formadas y, en cambio, grandes cantidades de estas
formaciones destruidas y de T inmóviles. Trascurridas cuatro semanas, la
reacción T de la sangre esterilizada en autoclave sólo llegaba al 5% y la
reacción B al 95%.
Los dolores habían disminuido de manera sensible después de la quinta
aplicación de orgón. La enferma pasaba la noche con una sola pastilla de
codeína, cosa que nunca había ocurrido y podía dormir. Después de la
duodécima aplicación de orgón, dejó de usar supositorios y en las seis
semanas siguientes sólo recurrió a ellos en dos oportunidades. Además, ya no
necesitaba codeína. Su apetito mejoró, pero no aumentó de peso.
El 29 de mayo, el examen de las excreciones rectales reveló la total
ausencia de células cancerosas formadas y la presencia de detrito de cáncer,
299
T inmóviles, etc. La excreción ya no era gris sino parduzca, lo cual indicaba
sangre desintegrada del tumor.
Después de la duodécima aplicación de orgón comenzó a experimentar
prurito anal. La enferma sudaba ahora copiosamente en el acumulador y la
piel perdió su palidez. Los dolores habían desaparecido y la mujer dormía
bien, caminaba, recibía amigos, etcétera.
Continuó el tratamiento hasta el 28 de julio de 1941, con breves
interrupciones. No experimentaba dolores y se sentía bien. A principios de
agosto dejó de concurrir. A mediados de septiembre nos informó
telefónicamente que seguía sin dolores y que se sentía bien, pero que no
podía continuar con el tratamiento. El 30 de septiembre escribí una carta a los
familiares de la paciente en la cual les comunicaba que no podía hacerme
responsable del futuro de ésta. Descubrí entonces que era su neurosis lo que
le impedía seguir concurriendo al laboratorio a recibir el tratamiento Desde la
pubertad padecía de una grave claustrofobia y no podía emplear el
subterráneo para ir al laboratorio. La relación con sus familiares más
cercanos era pésima. Más de una vez tuve la impresión de que el profundo;
odio inconsciente de esos parientes los hacía desear la rápida desaparición de
la enferma. No parecían dispuestos a dedicarle tiempo o le demostraban tan a
las claras la molestia que causaba que ella, con su manera silenciosa y
resignada, ya no manifestaba su deseo de que la trasladaran en automóvil. Yo
sabía que la mujer estaba condenada, pero no podía hacer nada por ella. Era
imposible superar aquella situación familiar y no podía facilitar a la paciente
un acumulador para que lo usara en su domicilio porque su médico de
cabecera había adoptado una actitud hostil, pese a que el 24 de mayo había
admitido ante uno de los hermanos de la enferma la mejoría en el estado
general de ésta. Al iniciarse el tratamiento había amenazado con denunciarme
a la policía y se había negado a suministrarme la historia clínica de la
paciente. En el verano de 1942 me enteré de su reciente deceso.
Esa muerte fue un claro ejemplo de biopatía de encogimiento El estado de
la enferma había mejorado mucho durante varios meses por efecto de la
orgonterapia, y su vida se prolongó alrededor de un año Pero este caso nos
demostró que la orgonterapia también depende de circunstancias sociales y
familiares.
2. Interrogantes abiertos respecto a la orgonterapia del cáncer
La orgonterapia eliminará una serie de afecciones derivadas del cáncer e
incluso evitará su aparición; pero esta terapia, por sí sola, nunca podrá
300
301
dominar ese flagelo llamado cáncer. La orgonterapia es sólo una de las
medidas sexo-económicas en la lucha contra las biopatías. El orgón puede
cargar los tejidos y lograr la expansión del aparato vital, pero cuando el
medio social obliga permanentemente al organismo a la contracción, a la
resignación y al encogimiento, la aplicación de energía orgónica equivaldría a
llenar de agua un barril sin fondo.
Por eso, para clarificar estos problemas separemos el uso específico de la
energía orgónica de las medidas sociales de carácter más general. En el
primer momento, los médicos sólo se interesarán por la orgonterapia. Pero si
quieren tratar al organismo humano como un producto de influencias
biológicas y sociales, nunca deberán olvidar el condicionamiento social de
las biopatías.
La orgonterapia del cáncer ofrece varias ventajas sobre las aplicaciones de
radio y de rayos X, y sobre la intervención quirúrgica. Es verdad que los
rayos X pueden detener en forma transitoria el desarrollo de un tumor, pero el
tratamiento trae como secuela un debilitamiento biológico general. El apetito
disminuye, aparecen estados nauseosos y vómitos, etc. El efecto es
puramente local y no influye sobre la biopatía de encogimiento. Los
resultados de las aplicaciones locales de radio son mejores, pero se limitan a
la superficie del organismo y dejan también la biopatía intacta. La extirpación
quirúrgica de un tumor es de un efecto radical en el aspecto local, pero no
impide las metástasis y tampoco modifica el proceso general.
A diferencia de estos métodos, la orgonterapia tiene la enorme ventaja de
aplicar un tipo de energía que no es extraña al cuerpo y que puede llegar a
cualquier lugar del organismo por vía de la sangre. La carga orgonótica de
los glóbulos rojos cumple dos importantes funciones: estimula la expansión
general del organismo y la creación de fuerzas defensivas propias de éste,
para su lucha contra la intoxicación T. Por eso, siempre que la decadencia del
organismo no haya avanzado demasiado, la aplicación de orgón hace que
aumente el apetito, que se detenga la pérdida de peso y hasta que se produzca
un aumento del mismo. Las náuseas y los dolores disminuyen y las
reacciones de la sangre se hacen más vigorosas. La destrucción del tumor no
es inmediata. Primero se fortalece la sangre. Sólo cuando el fortalecimiento
biológico general ha alcanzado cierto grado comienza el ataque de la sangre
contra el tumor y la infección T sistémica. Por eso, la eliminación de masa
tumoral en forma de un líquido pardo-rojizo sólo se inicia después de algunas
semanas. Los cultivos de bacilos T a partir de la sangre del paciente sólo son
negativos luego de trascurridas semanas de tratamiento.
En algunos casos en los cuales la anemia ha alcanzado un grado muy
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301
avanzado y la sangre está biológicamente debilitada, el ataque al tumor va
precedido por un aumento en el número de glóbulos rojos. Este proceso
puede seguirse con métodos microscópicos. Los tumores de mama
desaparecen en el término de dos o tres semanas.
Nuestra experiencia nos indica que, cualquiera que sea su localización, los
tumores se ablandan siempre. Si bien esto es motivo de satisfacción, la
terapia del cáncer se complica mucho justamente por la destrucción de los
tumores cuando el detrito no puede ser absorbido o eliminado. El proceso nos
resulta familiar por nuestros experimentos con ratas. La sangre
orgonóticamente fuerte penetra en el tumor y el tejido canceroso se
desintegra. Se forman grandes cavidades colmadas de sangre, que pueden
llegar a aumentar el volumen del tumor. En esas cavidades se va juntando un
líquido parduzco, no pútrido. Como en el caso de las ratas tratadas con orgón,
ese líquido está compuesto por enormes masas de corpúsculos T inactivos.
Esto puede comprobarse mediante el análisis microscópico de las
excreciones. El desenlace sólo depende ahora de que esas enormes masas de
material del tejido canceroso destruido puedan ser eliminadas del organismo.
En una oportunidad, el tumor cerebral de una enferma quedó desintegrado en
el término de dos semanas. Los síntomas en los ojos y la presión intracraneal
perdieron intensidad; pero el detrito del tumor llenó y obstruyó las glándulas
linfáticas del cuello y la paciente murió, según el informe de su médico, de
asfixia por edema de glotis.
Otra enferma con un tumor en el estómago del tamaño de una manzana
reaccionó muy bien a la orgonterapia. El tumor, que era palpable, se ablandó
y su volumen se redujo notablemente. Pero al cabo de ocho semanas se
obstruyeron los conductos renales, las piernas se le edematizaron, comenzó a
fallar el corazón y la mujer murió de parálisis cardíaca.
En este caso, la eliminación de los productos de desecho podía haberse
producido por los intestinos, pero la paciente sufría de constipación crónica.
En consecuencia, los intestinos no pudieron hacerse cargo de la eliminación y
la mayor parte de los productos de desecho pasó al torrente sanguíneo.
Una tercera mujer con tumores de ovario también murió por
complicaciones renales luego que, por efecto de la orgonterapia, había
experimentado una sensible mejoría en su estado general así como el
ablandamiento y recesión del tumor.
En el caso de un niño de cinco años con un tumor de glándulas
suprarrenales y metástasis en la columna vertebral, la radiografía reveló la
calcificación de los defectos óseos al cabo de cuatro semanas y el tumor en la
glándula suprarrenal izquierda dejó de ser palpable después de dos semanas
de tratamiento. Pero la masa tumoral disuelta en la columna colmó el canal
302
303
medular y el niño fue afectado por una parálisis fláccida de las extremidades
inferiores. Murió más tarde de agrandamiento del hígado y degeneración de
las células hepáticas, evidentemente a causa de una falla en el proceso de
eliminación.
El agrandamiento del hígado con degeneración de las células hepáticas y
la obstrucción de los conductos renales son los resultados más típicos y
frecuentes de la destrucción de los tumores cuando la masa de tejido tumoral
destruida no encuentra un camino de salida con rapidez y facilidad Aún no
hemos encontrado solución para esta dificultad. Es verdad, no debe permitirse
que el tumor alcance un volumen tal como para producir este tipo de
complicaciones; pero no podemos darnos por satisfechos con esa afirmación.
Tenemos que encontrar medios y caminos para tratar esta manifestación
secundaria en los casos en que acudan demasiado tarde en procura de
tratamiento. Quiero recordar al lector que ninguno de los casos de cáncer
tratados en el laboratorio de investigaciones sobre cáncer y orgón llegó a
nosotros inmediatamente después del descubrimiento del tumor. Todos ellos
habían dejado pasar dos o más años durante los cuales se los había tratado
con otros métodos. Todos estaban al borde de la muerte. Por consiguiente, no
sabemos si muchos carcinomas no desaparecerían sin esos fenómenos
secundarios si la orgonterapia se iniciase no bien descubierto el tumor. En
tumores de tamaño mucho menor, la masa de detrito sería inferior, lo cual
reduciría también las probabilidades de una obstrucción de las vías excretoras.
Es preciso subrayar que la potencia biológica de la sangre no puede
juzgarse por el porcentaje de hemoglobina. Hemos visto casos con 80% de
hemoglobina, que tienen un 100% de reacción T en la prueba de autoclave
Las reacciones T y B de la sangre son las que indican la resistencia biológica
de la misma, por eso es necesario distinguirlas con toda claridad del
contenido de hierro de la sangre.
Quisiera analizar en forma muy breve algunos problemas de economía
sexual en la orgonterapia del cáncer, que revisten suma importancia practica
Sabemos ya que en el fondo de la biopatía de encogimiento carcinomatoso
actúa la resignación sexual. Por eso, los pacientes llegan a nosotros con un
pronunciado déficit de libido. El tratamiento con orgón produce una
reducción de los dolores y una carga orgonótica del sistema sanguíneo Estos
dos efectos dan lugar, en muchos casos, a un renacimiento de la excitación
sexual. Si la represión y la coraza son muy marcadas, el enfermo no percibe
la excitación sexual y la expresa de una manera que sólo resulta inteligible
para quien conoce los principios de la economía sexual: aparición de estados
de ansiedad aguda, espasmos genitales, "pesadez" de la musculatura de los
muslos y de la pelvis o simple fuga ante la "inquietante" radiación orgónica
304
305
(dos casos). En otros casos, en los cuales la vida sexual no se había
extinguido por completo y que de tanto en tanto mantenían aún relaciones
sexuales (aunque, naturalmente, sin potencia orgástica) fue más fácil
solucionar la dificultad. En estos casos el trastorno en la vida sexual adopta, en
general, la forma de prácticas dañosas y de inhibiciones por ignorancia. Por
ejemplo, un hombre con cáncer de recto comenzó a experimentar dolores en
los testículos y en los cordones espermáticos al mejorar su estado general
como resultado de la orgonterapia. El paciente atribuyó esos dolores a su
enfermedad, pero yo reconocí en ellos un síntoma de estasis y pude aliviarlo.
Su esposa se negaba a mantener relaciones sexuales con él, y el hombre
estaba demasiado enfermo para procurarse satisfacción de otra manera. Por su
formación no pensó siquiera en la masturbación. Durante una consulta, a la que
asistió también su hermano -que demostró ser muy inteligente- comprendió que
los dolores se debían a una estasis genital y que el único recurso era la
masturbación. Poco tiempo después, los dolores habían desaparecido.
Otro paciente, que sufría de cáncer de vejiga, experimentaba
esporádicamente intensos dolores en la pelvis. Pero esos dolores eran
diferentes de los provocados por el tumor antes del tratamiento con orgón.
Traté de obtener un panorama claro de su situación sexual. El hombre no
mantenía relaciones sexuales con su esposa desde hacía 15 años y desde
hacía cinco años tampoco se había procurado otro tipo de satisfacción sexual.
No puedo afirmar que esa estasis haya guardado una relación directa con la
aparición del cáncer de vejiga, pero me atrevo a suponerlo. Mantuve una
seria conversación con él sobre ese tema y comprendió que debía librarse de
esa estasis genital. La desaparición de los dolores fue tan rápida que es
imposible dudar de la vinculación. Por eso resulta incomprensible la actitud
médica expresada en una crítica al primer número de nuestra revista, en la
cual encontramos el siguiente comentario: "One may reasonably object to the
recommendation to practice masturbation in order to achieve relaxation of the
genital apparatus".* ¿Por qué? No creo que exista un solo argumento
racional contra esta medida. Inclusive opino que es necesario prestar mucha
atención a los dolores del aparato genital y a los estados de estasis del
enfermo de cáncer, como lo demuestran los dos casos que acabo de
mencionar.
La máxima dificultad con que tropieza la orgonterapia del cáncer es el
fondo biopático general del cáncer; el encogimiento del sistema autónomo
entero ("biopatía de encogimiento") roza las raíces mismas de la vida. Por eso,
* "Existen sobradas razones para objetar una recomendación como la de la práctica de
la masturbación para lograr el relajamiento del aparato genital." [N. de la T.]
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305
debemos estar preparados para enfrentar grandes dificultades en nuestros
esfuerzos por encarar este problema. Sin duda alguna, el lector habrá
comprendido la importancia de los descubrimientos hechos en el caso de
cáncer descrito en el capítulo "La biopatía de encogimiento carcinomatoso":
el organismo continuó encogiéndose aún después de eliminados los tumores
locales. Este hecho desplazó todo el problema del tumor local, para centrarlo
en el encogimiento sistémico. Pero, en este terreno, los problemas ya no son
biológicos solamente, sino sociales y sexo-económicos. No estamos aún en
condiciones de afirmar que la orgonterapia puede contrarrestar la tendencia al
encogimiento general y en qué medida puede hacerlo. Probablemente eso
dependa de la medida en que pueda llegar a mejorar la forma de vida
sexoeconómica del paciente. Será preciso recoger más experiencias prácticas
antes de formular una conclusión.
Hasta ahora me he limitado a mencionar las dificultades de la orgonterapia
y los problemas que impiden su eficaz aplicación. Veamos ahora sus logros,
que son inequívocos y alentadores.
Caso S. T. Paciente de sexo femenino de cuarenta y dos años de edad.
Concurrió por primera vez a nuestro laboratorio el 30 de abril de 1941 para
someterse a la orgonterapia. En febrero de 1938 había sufrido la extirpación
radical de la mama izquierda por un cáncer. Dos meses después de abandonar
el hospital aparecieron dos tumores en ambas piernas, por debajo de la rodilla.
Comenzó a experimentar intensos dolores y caminaba con gran dificultad. Por
esa razón permanecía en cama la mayor parte del tiempo. Ya antes de la
mastectomía había padecido de dolores "reumáticos" en las piernas. Los
pulgares de los pies se le "dormían". Además, durante años la habían
perseguido los "tirones" en los brazos, en la punta de los dedos y en la nuca.
Los dolores de cabeza y los vértigos la habían hecho padecer ya mucho antes
de la operación. También padecía de estreñimiento crónico. Había tenido cinco
partos prematuros y tres abortos espontáneos. El tratamiento con rayos X había
hecho que su menstruación desapareciera seis meses atrás. Los tumores de las
rodillas se desarrollaban en forma lenta pero incesante; los dolores se
intensificaban con el mal tiempo. La debilidad de sus brazos era tan grande que
tenía que sostenerse un brazo con el otro cuando quería levantar algo. Desde la
operación, el brazo izquierdo estuvo siempre hinchado y dolorido.
Teníamos ante nosotros la típica historia clínica de una biopatía. Los
exámenes confirmaron el cuadro. La totalidad de la musculatura del cuello
era marcadamente hipertónica. El tórax se mantenía expandido, la espiración
estaba casi por completo inhibida, el cuello, muy rígido, parecía en actitud de
desafío. La pared abdominal estaba tan rígida que era imposible deprimirla.
Los tumores de las piernas tenían el tamaño de una nuez.
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Análisis de sangre: hemoglobina 80%; prueba de autoclave y coloración
Gram: 40% de reacción T. Cultivos T+++, con abundantes bacterias de
putrefacción. Los eritrocitos eran pálidos, con márgenes de orgón estrechos,
pero sin agujas T. La desintegración se produjo en cinco minutos
Secreción vaginal: Bacilos T+++ con numerosas bacterias de putrefacción y
bacilos T.
El 4 de mayo ya caminaba mejor. La sensación de brazos y piernas
“dormidos” desapareció Los tumores de las piernas habían comenzado a
disminuir en forma bien notoria. El 6 de mayo, el médico de la familia
confirmo la reducción de dichos tumores y le aconsejó continuar el
tratamiento con nosotros. La paciente escribió a su hijo comunicándole la
notable mejoría de su estado general. Ya no guardaba cama y hasta se sentía
con fuerzas para encargarse de parte de las compras. El 7 de mayo había
desaparecido el tumor de la rodilla izquierda y el de la derecha apenas si
resultaba palpable. Las reacciones de la mujer en el acumulador se iban
intensificando: comenzó a transpirar, con un sudor cálido; se había logrado,
pues, una respuesta vagotónica. El peso permanecía estable en unos 78,600 kg.
Radiografías: Antes de que la enferma acudiera a nosotros, su sistema
óseo estaba sembrado de pequeñas sombras, sobre todo en la región pelviana.
El 20 de jumo de 1941 las radiografías revelaron que dichas manchas se
habían aclarado sensiblemente, sobre todo en los huesos pelvianos. Las
rodillas estaban normales.
En los meses siguientes, hasta diciembre de 1941, la enferma no
experimentó dolores, ya no tuvo necesidad de morfina, la pérdida de peso se
detuvo y pudo desempeñar sus tareas domésticas con normalidad. En
diciembre de 1941 interrumpió el tratamiento con orgón. En enero de 1943
vivía aún y se sentía bien. Es imposible predecir si el proceso canceroso se va
a reiniciar. La paciente no tiene acumulador en su casa.
Caso F.H. Paciente de sexo masculino; edad: cuarenta y cinco años.
Concurrió por primera vez a nuestro laboratorio el 19 de abril de 1941. Un
año antes había comenzado a experimentar un dolor desgarrante en el pecho
que le producía sensación de asfixia ("it choked him”). Perdió 11,360 kg. de
peso en el curso de un año. Ya no podía consumir alimentos sólidos e incluso
sólo podía beber los líquidos por cucharaditas. Padecía de hipo, de insomnio
y se cansaba rápidamente cuando trabajaba. En el capítulo "Biopatía
carcinomatosa de encogimiento" se describe la naturaleza emocional de este
caso.
El diagnóstico del médico a cargo del caso fue: cáncer inoperable de
esófago. El estrechamiento del conducto, confirmado por las radiografías era
casi total. El epigastrio aparecía tenso y el paciente padecía de grave constipación.
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307
El tórax no se movía con la respiración. Peso: 65,450 kg.
Exámenes de sangre: hemoglobina, 70%; cultivo T+++, reacción T, 95%
(!!!). Los glóbulos rojos, que ostentaban agujas T, experimentaban al instante
una desintegración bionosa, pero se transformaban luego en pequeños
eritrocitos con citoplasma homogéneo.
La reacción del paciente al acumulador de orgón fue inmediata e intensa:
sudor caliente, enrojecimiento de la piel, sensación de obnubilación al cabo
de veinte minutos de exposición.
El 28 de abril, el contenido de hemoglobina era del 85% y ese nivel se
mantuvo durante los meses siguientes. Durante el mismo período, el peso
corporal aumentó en unos 2,780 kg. La fatiga había desaparecido y podía
tragar con facilidad los alimentos blandos (carne picada, sopa de fideos, etc.).
La reacción T, el 9 de mayo, era de sólo 10%. La sensación de asfixia había
desaparecido; el paciente dormía bien y trabajaba sin fatigarse. La piel
adquirió un tono bronceado. El paciente se mostraba feliz y agradecido.
El tratamiento con orgón duró sólo 12 semanas, aproximadamente. En
enero de 1943, el paciente seguía con vida y trabajaba. Sin embargo, también
en este caso podría producirse una recidiva.
Resumen
En total fueron 13 los casos de cáncer diagnosticados en clínicas y tratados
con rayos X, y dos casos diagnosticados por mí, que se observaron con
detenimiento y se trataron con orgón. Todos esos enfermos estaban en un
avanzado grado de caquexia al iniciarse la orgonterapia. En todos los casos se
alivió el dolor y se disminuyó en forma considerable y hasta se eliminó el uso
de morfina. En todos disminuyó el tamaño de los tumores, mejoró el estado
de la sangre y se produjo un aumento del peso corporal. Los tumores de
mama desaparecieron en todos los casos. Los demás tumores se achicaron y
se ablandaron.
En cuatro casos las radiografías revelaron la calcificación de los defectos
óseos. La mayoría de los enfermos pudo eliminar el material de los tumores
desintegrados. En tres casos el tratamiento con orgón no logró prolongar la
vida. En seis casos la orgonterapia demoró la muerte de 5-12 meses e hizo
más soportables los últimos meses de vida. En seis casos se detuvo el proceso
de encogimiento. En seis casos se restableció la capacidad de trabajo. Cinco
de los 14 casos inoperables y destinados a morir viven aún hoy (dos años
después de interrumpido el tratamiento con orgón) en un estado de tolerable a
bueno. En un caso, la orgonterapia no logró eliminar el líquido ascítico de la
cavidad abdominal.
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Estos resultados fueron estimulantes, por más que distaran mucho de ser
satisfactorios, e hicieron que nos sintiéramos obligados a proseguir nuestra
labor. Si se los compara con el estado en que se encontraban los pacientes
antes de la orgonterapia, deben considerarse sorprendentemente buenos. Pero
el problema de la eliminación del material tumoral no ha podido ser resuelto
aún.
Los resultados no sólo confirman la fundamental exactitud de los
descubrimientos en materia de biones, sino que han confirmado la correcta
orientación de nuestros experimentos con bacilos T, de las pruebas de orgón
en la sangre, de la fórmula tensión-carga y de los descubrimientos en el
terreno de la biofísica orgónica.
3. Cinco años de experiencia con orgonterapia física
Es hora de presentar una breve reseña de los resultados obtenidos en el
curso de cinco años con la aplicación de la orgonterapia física. Cuanto más
sorprendentes son los éxitos terapéuticos, tanto mayor es la expectativa
mística que suele despertar todo tipo de terapia nueva. La gente espera que se
la libre de todo mal, que se la cure de toda enfermedad y que se le brinde el
paraíso en la tierra, todo ello en el acto y sin el menor esfuerzo. La
orgonterapia física, es decir, el uso específico del acumulador de energía
orgónica, está muy lejos de esa concepción de la terapéutica. Trabaja con un
nuevo tipo de energía, descubierta hace apenas unos años y que aún no ha
sido lo bastante estudiada y probada: la energía cósmica orgónica. Por eso se
recomienda cautela en todos los aspectos. Los médicos honestos,
genuinamente consagrados a su profesión, desconfían tanto de todos los tipos
de "curaciones" y de la ruidosa propaganda de la industria farmacéutica, que
la auténtica terapia tropieza con serias dificultades para encontrar el necesario
apoyo. A esto se añade la impotencia de la medicina ante las biopatías, ante
las claudicaciones del aparato vital autónomo, contra las cuales nada pueden
las drogas. Y bien, la energía orgónica ha demostrado su eficacia
precisamente en este tipo de enfermedades. El lector comprenderá que eso
me obligó a adoptar ciertas medidas para mantener la orgonterapia fuera del
ámbito de la práctica clínica cotidiana. Esas medidas consisten
fundamentalmente en evitar ciertas cosas:
1. En mis publicaciones sobre la biopatía del cáncer señalé siempre la
profundidad de las raíces del cáncer e hice más hincapié en los fracasos que
en los llamativos éxitos aislados.
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En general, la terapéutica ignora los fracasos.
2. Se evitó toda sospecha de lucro en el uso del acumulador de orgón,
creando una fundación administrada como una organización de bien público.
3. Se evitó el empleo de los métodos de propaganda habituales para
difundir la terapia.
4. A los usuarios del acumulador de orgón no se les promete la curación.
El paciente es quien decide si el tratamiento es eficaz o no.
La orgonterapia física se aplica según los siguientes métodos:
Aplicaciones en todo el organismo por medio del acumulador de orgón
El enfermo se instala en el acumulador de orgón una o dos veces por día, con
o sin ropa. La aplicación dura de 15 a 45 minutos, según la capacidad de
reacción del individuo. Hay personas intensamente orgonóticas que
comienzan a percibir los efectos a los cinco minutos. Otros enfermos, que
padecen de anorgonia, necesitan una hora y más para comenzar a sentir el
calor y el cosquilleo. El efecto terapéutico pleno sólo se percibe con el uso
diario, y en el caso de pacientes anorgonóticos, sólo después de tres semanas.
Los individuos cuyo campo de energía orgónica está encogido, no
experimentan nada en un comienzo. En la medida en que su organismo se
carga, se agudizan también la sensibilidad y las percepciones.
Los signos de una total reacción del organismo al tratamiento con orgón
son: sensación subjetiva de calor, sudor, enrojecimiento de la piel, sobre todo
la del rostro y el cuello, pero también la de otras zonas del cuerpo; sensación
de cosquilleo, hormigueo, etc. Aumento de la temperatura corporal
objetivamente mensurable; desaparición de tensiones y dolores.
En aquellos casos en los cuales el acumulador se empleó en forma regular
y a través de meses, la aplicación de orgón al organismo entero ha producido
los siguientes resultados:
La anemia, en cualquier grado, desaparece en el término de tres a seis
semanas. Este efecto figura entre las experiencias mejor documentadas. Junto
con la desaparición de la anemia, el médico observará una mejor irrigación de
la piel. La piel se broncea y deja de ser viscosa o coriácea. La tendencia a los
resfríos disminuye en casi todos los casos. Estos sólo se presentan de tanto en
tanto y sin la duración e intensidad de antes. También disminuye la tendencia
a los llamados "enfriamientos", que poco tienen que ver con los virus y
mucho con las condiciones del orgón atmosférico.
En algunos casos -entre los cuales me incluyo- se logró conjurar la gripe
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o suavizar sus efectos mediante aplicaciones adicionales (varias veces por
día). En el invierno de 1945-1946, durante una epidemia de gripe que azotó a
Nueva York, yo soporté la enfermedad sólo 12 horas y mi temperatura nunca
superó los 100º F. Otros sujetos de experimentación informaron también que
su gripe había sido breve y benigna. Es evidente la importancia que puede
tener este descubrimiento para la prevención de las neumonías como secuela
de una gripe.
Un efecto muy feliz y promisorio es la disminución de la presión
sanguínea en los casos de hipertensión vascular. Este efecto se explica por la
influencia vagotónica del orgón. Esta acción se observó sólo en cuatro casos y
requiere un estudio más detenido.
Las aplicaciones de orgón han resultado hasta ahora muy eficaces en los
casos en que un indefinible estado de debilidad -lo que en biofísica
orgonótica se llama ataque anorgonótico- pone en peligro la vida del
individuo afectado. En los casos en los cuales la anorgonia va acompañada de
síntomas que indican una tendencia a la putrefacción carcinomatosa de los
tejidos, la orgonterapia ha resultado casi siempre muy efectiva. El éxito del
tratamiento se refleja con particular claridad en las reacciones de la sangre a
las pruebas biológicas, en el paso de la reacción T a la reacción B.
Hace varios años, al comenzar mis experimentos, yo creía que el orgón
podía ejercer una influencia favorable sobre los tejidos, en la medida en que
no se hubieran producido ya cambios estructurales. Por eso consideré que el
acumulador no podía resultar eficaz en los casos de artritis con marcadas
contracturas y deformación de las articulaciones. En el verano de 1944 me
invitaron a examinar a un anciano enfermo que vivía en Rangeley, Maine.
Padecía desde hacía largo tiempo de una grave artritis y durante los últimos
años se había visto obligado a guardar cama. Cuando lo vi estuve a punto de
renunciar. Tenía las rodillas fijas en posición de flexión. No podía caminar y
apenas si se desplazaba con movimientos rígidos. Estaba en un estado de
extrema delgadez, pálido, anémico y próximo a la muerte. Las articulaciones
de los dedos estaban rígidas y presentaban las típicas deformaciones
artríticas. La familia me rogó que intentara tratarlo a pesar de su estado. Les
aclaré que no veía la menor esperanza, pero que lo intentaría si ellos lo
deseaban. Se le suministró un acumulador sin cargo. Pasaron varios meses
sin que tuviera noticias de aquel enfermo. En el transcurso del invierno me
llegaron las primeras informaciones: el paciente se sentía mejor, más fuerte,
con buen apetito y de cuando en cuando abandonaba la cama y caminaba por
su habitación. No volví a saber nada hasta el verano. Cuando regresé a
Rangeley y visité a aquella familia no pude dar crédito a mis ojos y a mis
oídos. Tuve la sensación de haberme convertido en uno de esos santones
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que curan por la fe. El anciano ya no estaba en la cama, sino que se movía de
aquí para allá con movimientos casi normales. Tenía la tez sonrosada, la piel
bien irrigada. Me entere que desde hacía algunas semanas había vuelto a
caminar realmente, que paseaba por el patio, que ya no sufría de
constipación, que comía bien y estaba de buen humor. El hombre rompió a
llorar cuando me vio. Quiero dejar bien claro que no puede hablarse de
sugestión ni nada por el estilo. Primero: la sugestión no puede curar una
artritis avanzada. Segundo: yo sólo había hablado brevemente con el enfermo
en una oportunidad y le había señalado en forma expresa que no creía en la
posibilidad de una curación. Tercero: había pasado un ano sin ver ni hablar al
enfermo. Todo fue obra del acumulador. Algunas semanas después, el
paciente me visitó en el laboratorio -que se encontraba a unas 10 millas de
distancia- lleno de gratitud y demostrando un conmovedor interés por nuestra
labor.
Sólo he tratado tres casos de angina pectoris, uno crónico y grave y dos
más leves. En los tres casos el orgón ejerció una acción curativa. El paciente
que padecía la afección crónica dejó de sufrir accesos frecuentes v pudo dejar
de apelar a medicamentos durante largos periodos, aunque no se curó en
forma definitiva. En los otros dos casos desaparecieron todos los síntomas
después de unos pocos meses de orgonterapia.
En cuanto a los efectos del orgón en los casos de esquizofrenia, pretiero
tratar el tema dentro de otro contexto.
Quisiera relatar ahora el interesante caso de una paciente que pudo evitar
una peligrosa intervención quirúrgica con ayuda de la orgonterapia Los
médicos habían descubierto una excrecencia, una dureza en la rama
descendente del colon, y habían diagnosticado un probable tumor canceroso
y recomendaban la intervención quirúrgica. La enferma había oído hablar de
mis pruebas para determinar la presencia de un cáncer y quiso consultarme
antes de someterse a la operación.
Mi examen por medio del fluoroscopio y por tacto demostró, en efecto la
existencia de un tumor duro, del tamaño aproximado de una nuez y ubicado
en el centro del colon descendente. Era un tumor movible. El examen físicoorgónico de sangre practicado a continuación no mostró el menor indicio de
degeneración cancerosa. Aconsejé a la paciente -quien también padecía de
constipación crónica- que demorara la operación hasta que estableciéramos la
naturaleza de aquel tumor, con ayuda de la orgonterapia. Sabía por
experiencia que podía tratarse de un nudo espástico localizado y que la
orgonterapia puede aliviar tales espasmos.
Suministramos un acumulador de orgón a la enferma para que lo utilizara
en su domicilio. A los ocho días la volví a ver. Ya no se palpaba el tumor.
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Mi suposición se confirmaba: el supuesto tumor no era más que un simple
espasmo. Pero como todo tejido crónicamente espástico puede sufrir una
degeneración cancerosa, recomendé a la paciente mucha cautela y un uso
constante del acumulador. La mujer se libró de la terrible operación y pocos
meses después estaba sana y muy agradecida. La constipación también había
disminuido y la totalidad de sus funciones se habían intensificado. Casos
como éste son realmente alentadores.
Quisiera añadir que los niños disfrutan con el uso del acumulador desde
sus primeros meses de vida. Al comenzar mis investigaciones prefería
prevenir a las mujeres embarazadas contra el uso del acumulador, puesto que
yo no conocía los efectos de la radiación orgónica sobre el embrión y sobre el
funcionamiento del útero. El primer experimento con el uso del orgón en una
mujer encinta se efectuó en mi propio hogar. Estoy muy agradecido a mi
esposa por haber aceptado ese riesgo. Como responsable colaboradora de
nuestro laboratorio se declaró dispuesta a realizar la experiencia, fiel al
principio de nuestro instituto, según el cual todo lo que se recomiende a los
demás tendrá que haber sido probado antes en uno de nosotros. El éxito de la
aplicación de orgón durante el embarazo fue notable. La madre se sintió
fuerte y llena de vida durante todo el período de gestación. El niño
demostraba gran vitalidad y el ginecólogo declaró que el latido fetal era
excepcionalmente vigoroso. Hoy en día, el niño muestra a las claras la acción
biológica del orgón. Es más alto que los de su edad y de extraordinaria salud
física.
Sobre el uso local del orgón atmosférico
Se puede conservar el principio del acumulador de orgón y cambiar su forma
utilizando un tubo en lugar del cajón. Lo más conveniente para estos fines es
el caño de luz (BX cable pipe) utilizado para proteger los cables en las
instalaciones eléctricas. Ese caño se recubre de un material orgánico
cualquiera, como lana o cinta aisladora. Un extremo del caño se introduce en
un acumulador construido de la siguiente manera: Se recubre con celotex una
armazón de madera cuyos lados miden 2/3 de pie. Las paredes interiores
están constituidas por finas chapas metálicas. El espacio entre las paredes
metálicas interiores y las exteriores de celotex se rellena con una mezcla de
lana de vidrio y lana de acero o de polvo de celotex y lana de acero. Esta capa
intermedia absorbe el orgón atmosférico con gran intensidad y lo trasmite
rápidamente al espacio cerrado del interior. El orgón allí concentrado pasa
por el tubo metálico. En el extremo libre de dicho tubo se sujeta un embudo
de chapa del tamaño que se prefiera.
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Ese embudo se acerca al lugar que ha de ser sometido a radiación. La
aplicación se prolongará según el órgano tratado. Los datos que suministro a
continuación acerca de los diferentes tiempos de la aplicación se han fijado
en forma empírica, pero no dudo que la experiencia irá modificándolos. Yo
acostumbro a exponerme a la radiación durante los lapsos que enumeraré a
continuación y hago lo mismo con las personas utilizadas como sujetos de
experimentación:
región cardíaca, una vez al día de 2 a 5 minutos,
raíz de la nariz, una vez al día, alrededor de 4 minutos,
cavidad bucal, una vez al día, alrededor de 5 minutos,
ojos, con los párpados cerrados, de 1/2 a 1 minuto.
oídos, junto a la apófisis mastoide, alrededor de 1-2 minutos,
zona del plexo-solar, diariamente alrededor de 3 minutos.
El organismo atrae energía orgónica del acumulador y al cabo de unos
minutos (el tiempo varía de acuerdo con los individuos) de "calentamiento"
se experimenta una clara sensación de tibieza y de cosquilleo en la zona del
cuerpo expuesta a la radiación.
Para tratar el interior de la nariz se puede utilizar un tubito de vidrio de
unos 10 cm. de largo, relleno con lana de acero. Se puede tratar el interior de
la vagina de un modo similar. El examen microscópico demuestra que las
bacterias de putrefacción quedan inmovilizadas al cabo de un minutó de
aplicación. La experiencia indica que la vagina no puede ser sometida por
más de 1/2 minuto a la acción del orgón; trascurrido ese lapso se experimenta
una intensa sensación de ardor.
Las quemaduras y las heridas cicatrizan con gran rapidez por efecto de la
radiación orgónica. En los casos más favorables puede observarse el proceso
de cicatrización en forma directa. Las escaras producidas por una larga
permanencia en cama evolucionan de manera muy favorable con la
orgonterapia.
Probé por primera vez el poderoso efecto curativo de la energía orgónica
localmente administrada con ayuda de un tubo, en el caso de un hombre de
sesenta años que padecía de úlceras varicosas. Se le habían formado varias
úlceras de profundidad diversa y una reacción inflamatoria en la piel de
ambas piernas. El estado se mantenía desde hacía varios años y el hombre
había sido tratado en varios hospitales sin el menor resultado. Experimentaba
dolores al caminar; su capacidad para ganarse el pan (se trataba de un
campesino) se veía considerablemente limitada. Había logrado ahorrar 400
dólares durante toda su vida y había gastado 300 en hospitales y médicos. Me
ofreció sus últimos 100 dólares para que lo curara.
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Por supuesto me negué a aceptar ese dinero. No le prometí nada, pero le
facilité un pequeño "disparador de orgón". En realidad, no tenía esperanzas
de lograr una curación. En el transcurso de las cuatro primeras semanas no se
produjo ningún cambio, a pesar de las repetidas aplicaciones diarias. Y, de
pronto, las úlceras comenzaron a perder profundidad. La piel se alisó y,
trascurridas seis semanas más, recuperó su aspecto normal. Ambas piernas
sanaron. Había una tendencia a la recidiva, pero el enfermo podía neutralizar
cualquier trastorno tisular con nuevas aplicaciones intensivas de radiación.
Aquel pobre campesino difundió por todo Maine el "milagro de su curación".
Su gratitud y el verlo recuperar su antigua capacidad de trabajo fueron mi
mejor recompensa.
Aquel éxito terapéutico se comentó tanto en Maine que en el verano de
1945 me vino a ver un joven de Augusta. También él presentaba profundas
úlceras en las piernas. En este caso eran úlceras secas, con bordes necróticos
y zonas vecinas anémicas. Las lesiones eran de unos 2 cm. de profundidad y
unos 3 cm. de radio. El caso no hacía concebir muchas esperanzas. Facilité al
joven un pequeño disparador de orgón y el enfermo aprendió muy pronto a
regular la duración de las aplicaciones. A las dos semanas me volvió a visitar
(vivía a 80 millas): las úlceras habían adquirido una coloración rojiza, la
secreción era activa, como en las heridas normales, y en el fondo y en los
bordes se advertía ya la presencia de tejidos de regeneración.
Cuatro meses después me escribió a Nueva York comunicándome que una
de las úlceras ya había cicatrizado; en la otra había desaparecido el cráter
pero aún no se había formado una nueva membrana de piel.
Las úlceras varicosas suelen desafiar cualquier tipo de terapia, de modo
que este éxito del acumulador de orgón fue realmente sorprendente. Pero
también es sorprendente que los médicos testigos de este éxito terapéutico no
hayan hecho nada para que el orgón esté al alcance de todos. Parece que cada
médico espera que los demás "lo acepten oficialmente". Esta actitud no es
sólo incomprensible. ¡Es perniciosa!
En el caso que acabo de relatar, me enteré más tarde de que el paciente se
había negado a utilizar el acumulador grande (como complemento de la
aplicación local con el "disparador", yo había recomendado aplicaciones en
todo el organismo) y, además, seguía usando venda elástica en la pierna no
curada aún, a pesar de que yo le había indicado lo contrario. Yo le había
advertido ya que la curación local sería limitada si no se procuraba una carga
genera] del organismo mediante el uso del acumulador grande.
Los dolores violentos desaparecen también cuando la parte afectada es
expuesta a la radiación orgónica. Un obrero que trabajaba en la construcción
de Orgonon* se abrió un profundo tajo en el tobillo con el hacha. El corte era
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neto y penetraba hasta el hueso, que había quedado al descubierto. El dolor
era tan intenso que el hombre estuvo a punto de perder el conocimiento.
Sometí inmediatamente la herida a la radiación „ y a los dos minutos cesó el
dolor. Luego lo vendé y lo llevé en automóvil al consultorio de un médico de
Rangeley, quien se hizo cargo del tratamiento corriente.
En las quemaduras también desaparece rápidamente el dolor. Mi idea
sobre la naturaleza del dolor es la siguiente: los nervios autónomos se retiran
del lugar lesionado y, por lo tanto, "tironean" literalmente de los tejidos. La
desaparición del dolor podría atribuirse, pues, a que los nervios vuelven a
estirarse por influencia del orgón, con lo cual cesa el tironeo. Como acabo de
decir, ésta es mi idea, pero estoy dispuesto a aceptar cualquier otra
interpretación que explique el fenómeno mejor que la mía.
Aplicación local de radiación orgónica mediante biones de tierra
Los antiguos tratamientos con apósitos de fango partían de un principio
correcto: el fango es tierra bionosa y, por consiguiente, muy rica en orgón.
Sólo que no es tan fácil conseguir fango, y su aplicación es laboriosa y
molesta. Los resultados del experimento XX nos abrieron un nuevo cari mino
para la aplicación de la energía biológica del humus.
Con este preparado obtenemos tres resultados simultáneos. Primero, el
agua rica en orgón, que usamos para estimular crecimientos; segundo, los
copos obtenidos por congelamiento del agua orgónica, que resultaron tan
decisivos para la comprensión teórica de la biogénesis primaria; tercera, la
tierra bionosa en sí. Recogemos los biones de tierra que quedan después de
filtrar el agua orgónica y los conservamos en estado seco. Los distribuimos
en bolsitas de lino muy fino, de diversos tamaños, cuyas bocas se cosen. El
tratamiento consiste en humedecer uno de estos paquetitos de tierra bionosa y
aplicarlo sobre el lugar dolorido o inflamado. El dolor se alivia y, puesto que
el orgón es aportado desde afuera, el organismo se ahorra cierta cantidad de
esfuerzo sistémico al no tener que gastar su propia energía en provocar la
inflamación del lugar lesionado. La experiencia parecería indicar que basta
con una aplicación de 1/2 a 1 minuto. Las aplicaciones más prolongadas
provocan violentas reacciones inflamatorias en algunos pacientes, por lo cual
conviene evitarlas. Este uso del orgón parece suprimir, también, los espasmos
locales.
* Nombre que Reich había dado a la propiedad de Rangeley/Maine, en donde
tenía su laboratorio. (Nota del editor alemán.)
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Se requieren más experiencias en este terreno antes de arriesgar juicios al
respecto.
Los experimentos con la cuarta forma de administrar orgón, es decir por
ingestión o inyección de agua orgónica, no han concluido aún; pero ya no
cabe duda de que se obtienen así reacciones vagotónicas y que se estimula el
crecimiento de animales y vegetales.
Para resumir diré que el descubrimiento del orgón y de sus aplicaciones en
medicina por medio del acumulador, del "disparador" de orgón de la tierra
bionosa y del agua orgónica ha abierto una multitud de perspectivas nuevas
y, al parecer, muy promisorias. Por supuesto, se requieren otras
investigaciones para establecer el verdadero alcance de la aplicación
terapéutica de la energía biológica.
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IX
LA ANORGONIA EN LA BIOPATÍA CARCINOMATOSA DE
ENCOGIMIENTO
Resumamos brevemente lo que hemos aprendido hasta ahora acerca de la
angustia de caída en las enfermedades biopáticas. La angustia de caída
Una contribución al problema de la prevención del cáncer
El concepto de anorgonia resume todos los estados biopáticos que tienen
como común denominador el bloqueo de la motilidad plasmática Este
trastorno del funcionamiento plasmático es desconocido en la patología
clásica. Sin embargo, no hay médico práctico que no este familiarizado con él
La patología mecanicista no ha podido entenderlo porque no se traduce
directamente en cambios estructurales de los tejidos o en lesiones de los
cordones nerviosos, sino en un descenso de la función energética total del
organismo. El lenguaje popular describe la anorgonia con diversas
expresiones. Hay palabras y frases que definen la expresión emocional de un
organismo. Tal el caso de "sin vida", "muerto","rígido falto de contacto", "sin
atracción", etc. (en contraste con "vital”, chispeante, "cálido" "lleno de
contacto", etc.). Todas ellas comunican la impresión que nos causa una
persona. El término "anorgonia", que hemos acuñado y presentamos aquí,
abarca algo más que la "falta de comunicación” o de "vida" de un individuo.
Se refiere a un estado patológico muy definido, pero hasta ahora ignorado,
que yo he encontrado más que nada en los enfermos de cáncer y en las
personas proclives a esta enfermedad.
Para describir la anorgonia de la biopatía carcinomatosa me veré obligado
a volver sobre un conocido descubrimiento de la economía sexual clínica Su
importancia para la salud y para la enfermedad se puede entender hoy más a
fondo, a la luz del descubrimiento del orgón. Me refiero a la estabilidad de la
función plasmática en el organismo sano y a su contrapartida, la angustia
biopática de caída.
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está siempre presente en los casos de neurosis de carácter o de biopatía
somática y se pone de manifiesto cuando logramos romper la coraza y
contribuir a que afloren las sensaciones orgásticas. La "sensación orgonótica"
no es más que la percepción subjetiva de la "excitación plasmática" objetiva,
que hasta ahora hemos descrito —a la manera mecanicista— como "corriente
vegetativa". A nuestro juicio la aparición de la angustia de caída es signo
inequívoco de que la excitación plasmática y las sensaciones orgásticas
comienzan a hacerse sentir en todo el organismo. La angustia de caída puede
manifestarse de diversas maneras, por ejemplo, como vértigo, como
sensación de "hundirse", como sueños de caída, presión o dolor en la región
gástrica, náuseas y vómitos. Estos síntomas y otros similares forman parte del
típico cuadro clínico que se produce al romperse la coraza y en el cual
también intervienen sensaciones orgonóticas como contracciones musculares
involuntarias, escalofríos, oleadas de calor, pinchazos, cosquilleos, comezón,
etc. Las manifestaciones psíquicas de estos síntomas biológicos son una
angustia y una inseguridad generalizadas. A grandes rasgos, las etapas
esenciales del proceso terapéutico son: debilitamiento de la coraza,
sensaciones orgonóticas, resquebrajamiento de la coraza, clonismo, angustia
de caída, intensificación de la excitación plasmática y, finalmente,
sensaciones orgásticas en el aparato genital.
Si se procede a disolver la coraza correctamente, las sensaciones orgánicas
desagradables van cediendo paulatinamente el lugar a experiencias placenteras
del cuerpo. Con frecuencia oímos decir a los pacientes que acaban de
experimentar convulsiones clónicas que se sienten "mucho mejor de lo que
jamás se habían sentido". Pero si no se procede a disolver la coraza, capa por
capa, correctamente, si subsisten bloqueos rígidos como restos de la coraza,
si se permite que las comentes orgonóticas emerjan en forma demasiado
abrupta y choquen así contra las capas no disueltas de la coraza, el paciente
puede reaccionar replegándose por completo en la antigua coraza. Su rigidez
biopática se intensifica por temor a las excitaciones plasmáticas ("miedo al
placer"). Se siente abrumado por un sentimiento de desorientación que puede
llegar al pánico (como consecuencia del aumento de energía biológica
móvil). Este estado puede agudizarse hasta producir impulsos suicidas.
Esto en cuanto a los fenómenos clínicos conocidos.
La angustia de caída puede manifestarse más en el terreno somático o en
el psíquico, pero por lo común ambos tipos de fenómenos aparecen
combinados. Sea como fuere, la aparición de síntomas de angustia de caída
constituye para nosotros un signo de crisis biopsíquica, es decir del primer
paso hacia la salud, desde el punto de vista de la potencia orgástica.
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Si el orgonterapeuta domina el caso, no se alarmará ante los llamativos
síntomas de angustia de caída.
La angustia de caída no es peligrosa en el caso de neurosis de carácter puras.
Mis experiencias con una serie de pacientes con cáncer o con disposición
cancerosa me han demostrado, en cambio, que la angustia de caída puede
presentarse como síntoma de un proceso mortal En ese caso indica un total
colapso de la función plasmática en el núcleo biológico del organismo.
Lo fundamental es, evidentemente, la profundidad del trastorno biopático.
El orgonterapeuta debe decidir si está ante una desorientación superficial del
organismo en el momento de transición entre un funcionamiento rígido y un
funcionamiento plástico, como ocurre en la neurosis de carácter pura, o si la
función plasmática total oscila entre pulsación v no-pulsación, como en la
biopatía carcinomatosa de encogimiento. Es difícil delimitar estos terrenos en
forma neta; las transiciones siempre son fluidas y el terapeuta tiene que
desarrollar una sensibilidad para apreciar justamente esta transición entre el
síndrome de angustia de caída benigno y el grave. Porque la biopatía
carcinomatosa de encogimiento no es más que una forma particularmente
grave de la neurosis de carácter si somos consecuentes y entendemos por
"carácter" la forma biofísica de reacción de un organismo. La resignación
puede difundirse de las capas superficiales del biosistema a las más
profundas, y así llegar a afectar la función plasmática celular misma.
Ahora investigaremos el mecanismo biofísico de la llamativa angustia de
caída propia de la biopatía carcinomatosa.
Quien haya estudiado con detenimiento el caso de biopatía de
encogimiento carcinomatosa descrito por mí en páginas anteriores, habrá
advertido la importancia del papel desempeñado en el por la angustia de
caída La paciente en cuestión podría haber conservado la salud conquistada
al comienzo si junto con la excitación sexual no hubiera aparecido una grave
angustia de caída. Y, en efecto, la paciente se desplomó en mi laboratorio
después de haber quedado libre del cáncer desde el punto de vista
sintomático. De pronto, las piernas dejaron de sostenerla. A partir de ese
momento quedó postrada en cama y desarrolló un miedo fóbico a ponerse de
pie. De esa manera impidió la prosecución de la orgonterapia y finalmente, se
fue encogiendo en el curso de unos pocos meses hasta que el proceso
culminó en la muerte. En el fondo, yo no había entendido su angustia de
caída; sólo sabía que la excitación sexual la había provocado Y bien, los
casos de cáncer que traté desde entonces en forma experimental presentaban
esa angustia de caída con las mismas manifestaciones típicas. En esos casos
ulteriores las reconocí con toda facilidad, las entendí mejor y me aproximé a
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las bases biológicas, aunque sin que los resultados mejoraran mucho. Con
todo, eso me alentó a esperar que una investigación más detenida de la
angustia de caída en la biopatía de encogimiento pudiera traducirse en
determinadas medidas terapéuticas. Esa expectativa se confirmó en dos casos
de biopatías carcinomatosas que acudieron a tiempo para someterse a
tratamiento. En total he podido observar a fondo la angustia de caída en seis
casos de cáncer y seguir su génesis en un lactante de cuatro semanas (por
supuesto, no computo aquí las neurosis de carácter puras), de modo que esta
publicación se justifica. De los seis casos de cáncer, cuatro, que llegaron
demasiado tarde, murieron, y dos, que llegaron a tiempo, se curaron. No
expondré la historia clínica completa; sólo extraeré de ellas lo referido al
diagnóstico y la angustia de caída. La angustia de caída del lactante antes
mencionado suministrará la clave del problema.
La angustia de caída como expresión de inmovilidad plasmática:
parálisis anorgonótica
Para comenzar resumiré los descubrimientos que nos permiten entender la
angustia biopática de caída como expresión de inmovilidad plasmática. Los
cancerosos observados tenían en común los siguientes síntomas de
inmovilidad plasmática:
1. Debilidad física general. Este estado se manifestaba como falta de
disposición a moverse y como lentitud de movimientos. La tendencia a
permanecer tendido era grande. Cabe señalar que la perturbación de la
motilidad plasmática existía en estos pacientes mucho antes de que se
advirtiera el menor indicio del futuro cáncer.
En tres de los seis casos, la lentitud al moverse y al hablar ya existía desde
la primera infancia.
La angustia de caída se me presentó por primera vez con toda claridad en
un caso particular de cáncer (publicado por primera vez en 1942). La paciente
relataba que en una ocasión, en que un joven pareció dispuesto a seguirla, las
piernas dejaron de responderle y estuvo a punto de caer. Más tarde, en el
estado terminal de la biopatía de encogimiento, sus piernas entraron en
pronunciada atrofia; el miedo a caminar se debía, más que nada, a la
debilidad de sus miembros inferiores. Los reflejos motores y sensitivos
estaban intactos. Hubo también una parálisis de vejiga e intestinos, pero fue
transitoria. Una fractura de fémur apresuró el final. (Los tumores cancerosos
locales estaban localizados entre la X y la XII vértebra dorsal y entre la V y
la VII vértebra cervical.)
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El temor a quebrarse la columna era el pretexto con el cual la paciente
justificaba su necesidad compulsiva de permanecer en cama. En mi
exposición del caso pude demostrar que no se trataba de un dolor mecánico
en la columna vertebral, sino de angustia de caída. Se podía inducir a
la paciente a andar. Durante el período de su recuperación había caminado
mucho, a pesar de que la deformación de la columna era irreversible.
Pero más adelante no podía mover las piernas y temía que cualquier
movimiento pudiera provocar la fractura de una parte de su cuerpo.
2. En todos los casos, la angustia de caída iba acompañada por una
inseguridad en el equilibrio. En el caso del lactante que sufría de angustia de
caída, pude observar esa misma inseguridad.
Establezcamos ahora una relación entre los dos fenómenos: es muy
probable que la perturbación del equilibrio determine la angustia de caída. La
angustia de caída es la expresión racional de un trastorno biopático de
inervación y no su causa. En algunos casos llegó a representar un peligro
mortal para la vida de la paciente, pues provocó la interrupción de la terapia,
estimuló la atrofia de la musculatura y apresuró la muerte por escaras de
decúbito.
3. Uno de los seis casos de cáncer, que sufría de carcinoma de próstata,
quedó por un tiempo libre de síntomas locales como resultado de la
orgonterapia (orina clara, sin células cancerosas ni bacilos T, ausencia de
dolores locales, etc.), pero los músculos de sus piernas se habían atrofiado y
el enfermo desarrolló una apraxia funcional. También en este paciente los
reflejos motores permanecían intactos. Pude seguir este caso por espacio de
cuatro meses, durante los veranos de 1942 y 1943, y lo traté a diario con el
acumulador de orgón y una vegetoterapia simplificada. De esa manera pude
estudiar con todo detenimiento las peculiaridades de la parálisis. Después de
la eliminación del tumor de próstata, el enfermo comenzó a caminar y pareció
recuperarse. No experimentaba dolores, comía con excelente apetito,
aumentó 3,200 kg. en pocas semanas, se mostraba esperanzado y hasta
trabajaba. En medio de esos progresos, un buen día se le doblaron las rodillas
y se desplomó. De repente había perdido el dominio de sus piernas, "como si
la vida las hubiese abandonado". A partir de ese momento no pudo volver a
mover las piernas, se vio obligado a guardar cama y no tardó en iniciarse un
paulatino proceso de encogimiento de la sustancia muscular en ambas
piernas. Dos meses más tarde se añadió al cuadro la pérdida de control de los
esfínteres. Una creciente insensibilidad comenzó a invadir las piernas y la
región perineal, hasta más allá de la sínfisis. El enfermo conservaba la
sensibilidad al tacto, pero la sensibilidad al dolor había disminuido. El esfínter
de la vejiga estaba espástico y el anal, afectado por una parálisis fláccida.
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El hombre no podía orinar ni retener la materia fecal. Los límites del
trastorno de sensibilidad eran difusos, es decir, no coincidían de manera neta
con un segmento central de la columna vertebral. El problema no era causado
por una lesión central de la médula espinal, sino por una parálisis biopática
de la periferia plasmática. Esto se puso de manifiesto en la irregularidad del
trastorno y sobre todo en el hecho de que yo hubiera logrado primero reducir
la parálisis y luego eliminarla. El carácter biopático de la parálisis sólo se
reveló al tratar la inmovilidad con orgón: cuando el enfermo recuperó la
capacidad de sentarse y de mover las piernas se pusieron de manifiesto la
angustia de caída y la perturbación del equilibrio.
Antes de entrar al análisis de esta situación considero necesario encarar y
descartar algunas objeciones: es muy poco probable que se haya tratado de un
trastorno de naturaleza mecánica. Si se hubiera tratado de una lesión orgánica
de la médula espinal, por ejemplo un tumor en el lugar que corresponde a la
perturbación, los efectos se habrían mantenido e incluso extendido al crecer
el tumor. La perturbación habría sido irreversible. Tampoco puede pensarse
en una parálisis periférica del nervio, porque aunque los dolores se
asemejaban a los de la neuritis, se los podía suprimir sin más recurso que las
medidas orgonterápicas. Además, la neuritis misma tendría que ser explicada
como síntoma. En caso de una lesión mecánica, periférica o central, no habría
sido posible modificar o eliminar el trastorno de control del esfínter anal. En
cambio, este trastorno fluctuaba con el estado biofísico del paciente. Si estaba
relajado y optimista, movía las piernas con mucho mayor facilidad y en
forma más completa que cuando se encontraba en un estado de abatimiento.
La localización del tumor en la próstata fue una consecuencia directa de
ocho años de permanente abstinencia. El posterior espasmo del esfínter
urinario y la parálisis de la musculatura anal fueron de naturaleza
simpaticotónica y, de acuerdo con nuestra experiencia, pueden considerarse
como causa directa de la degeneración carcinomatosa del tejido. La parálisis
biopática se fue difundiendo a partir de ese centro en el perineo y atacó las
dos extremidades inferiores, hasta los dedos del pie. Gracias a la orgonterapia
no aparecieron metástasis. El torso y las extremidades superiores del enfermo
permanecieron móviles hasta último momento Sólo las piernas mostraban
signos de atrofia, y tiene que haber existido una razón para que la parálisis se
localizara en las piernas.
Durante el verano de 1943 traté al enfermo a diario, para devolverle el
movimiento de las piernas. En primer lugar aflojé los espasmos de la
musculatura del tobillo mediante movimientos pasivos; luego fui aflojando,
día tras día, otra pequeña parte de la pierna.
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El procedimiento provocaba intensos dolores al enfermo, pero no tardó en
flexionar y en estirar los dedos del pie y mover las articulaciones del pie y de
la rodilla. Luego comencé a trabajar con la musculatura del muslo y,
finalmente, con la de las caderas. Al cabo de unas cuatro semanas de
orgonterapia el paciente movía las articulaciones de la rodilla y de la cadera.
Poco después se sentaba en la cama. Eso lo alentó y fortaleció su decisión de
curarse.
Le propuse, entonces, que se trasladara a un sofá. Su reacción fue muy
peculiar: daba la impresión de estar muy entusiasmado, pero comenzó con
evasivas en el momento de llevar a la práctica mi idea. Prefería esperar, etc.
No cabía la menor duda de que estaba en condiciones de sentarse en un sofá,
dado que permanecía sentado en la cama sin la menor dificultad. Era evidente
que tenía miedo de pasar de la cama al sofá, por más que contaba con la
ayuda de dos personas fuertes y no le podía pasar nada. Le sugerí que se
sentara al borde de la cama, a manera de transición. Aceptó mi propuesta con
bastante renuencia. Lo ayudamos, lo sostuvimos, pero no bien sintió que sus
piernas se balanceaban en libertad, el miedo lo abrumó. Palideció y la frente
se le humedeció con un sudor frío. No experimentaba dolores; sólo tenía
miedo. Trascurrido medio minuto nos rogó que lo dejáramos acostar.
Mi primera enferma de cáncer se había comportado de la misma manera.
Le rogué que me describiera con toda precisión las sensaciones que lo
inducían a implorarnos que le permitiéramos volver a acostarse. Me dijo que
se sentía muy inseguro: su cuerpo parecía dormido de la cintura para abajo,
como "si no le perteneciera”, como si pudiera "quebrarse en cualquier
momento". Tenía un miedo mortal de caerse o de que lo dejaran caer y que su
cuerpo se hiciera pedazos. Recordó un curioso estado patológico que lo había
acosado entre los 6 y los 18 años de edad. Tenía que trabajar en el bosque y,
con frecuencia, sus rodillas y muslos dejaban de sostenerlo y las piernas se le
doblaban o tenía que sentarse rápidamente. Ningún médico había podido
interpretar aquella debilidad que pronto desaparecería para reaparecer meses
después.
Ahora comprendemos que la anorgonia de la parte inferior del cuerpo tuvo
sus raíces en esa anorgonia infantil. De modo que la anorgonia precedió al
cáncer en unos 60 años. No sabemos cómo llegaban a producirse esos
ataques de debilidad anorgonótica) Debería añadir que la madre del paciente
murió poco después del nacimiento de éste. El niño había sido criado por
padres adoptivos, sin amor, y había trabajado duramente en su infancia.
La sensación de entumecimiento de la mitad inferior del cuerpo
desapareció gracias a la orgonterapia y sólo quedó una zona entumecida, del
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tamaño de una manzana pequeña, en la raíz del pene. Las reacciones a los
estímulos eran normales. No experimentaba dolores al mover las
articulaciones; cuando yacía de espaldas podía mover la totalidad de las
articulaciones y hasta ejecutar una especie de danza con las piernas. Eso
hacía más enigmático aún su miedo mortal a sentarse sin apoyo.
Comencé a hacerlo sentar dos veces por día, durante uno o dos minutos, al
borde de la cama, a manera de ejercicio. Ese ejercicio resultó útil.
Trascurridos ocho días más, la angustia de caída había disminuido tanto que
por fin lo pudimos hacer sentar en una silla de ruedas y trasladarlo al aire
libre. El miedo a la caída parecía superado. La permanencia de varios meses
en cama y la atrofia de las piernas le habían hecho perder la sensación de su
propio cuerpo y, con ella, la sensación de equilibrio. Las había recuperado, en
parte, con el ejercicio de sentarse y de esa manera había desaparecido la
angustia de caída.
Traducido al lenguaje de la biofísica orgonótica, el proceso se cumplió de
la siguiente manera:
El encogimiento biopático había extinguido casi por completo la motilidad
orgonótica y, con ella, la sensación orgánica. Eso nos permite extraer la
conclusión de que la sensación orgánica es una expresión directa de la
motilidad del plasma orgánico. La pérdida de la sensación del propio
organismo trae aparejada la sensación de que se trata de un cuerpo ajeno, el
miedo a caerse y a "hacerse pedazos". El entumecimiento con reacciones
senso-motrices normales sólo admite una interpretación: el entumecimiento de
los órganos es la percepción subjetiva de la inmovilidad orgonótica objetiva de
las partes del cuerpo afectadas. Va acompañada por una sensación similar a la
de un miembro "dormido", con su característico "hormigueo". La anorgonia de
nuestro paciente no sólo difería del entumecimiento agudo de un miembro por
su duración y por su fondo biopático. Por lo demás, los síntomas eran iguales.
Uno se pregunta cómo se puede interpretar la anorgonia: ¿Consiste en una
pérdida del contenido de orgón de los tejidos o en una inmovilidad de ese
orgón tisular, sin una real pérdida cuantitativa? Porque la pérdida de orgón
en el tejido biopático es tan factible como la inmovilización del orgón
corporal, es decir, como la limitación de la pulsación orgonótica. Pero, por
ahora, posterguemos la respuesta a este interrogante.
El paciente se sintió bien durante algunos meses. Hasta recuperó el control
del esfínter anal. Y entonces comenzó a experimentar grandes dolores cuando
había mal tiempo. Un médico a quien se llamó en una emergencia le inyectó
Venom (veneno de víbora) para aliviarle los dolores: pocos días después, el
enfermo había muerto. Sin duda habría muerto aun sin dicha inyección, pues
el encogimiento carcinomatoso ya había avanzado demasiado.
324
325
Pero el tejido orgonóticamente débil tiene una bajísima tolerancia a las
sustancias venenosas. Por eso hemos tomado por norma no aplicar, en los
casos de biopatías carcinomatosas, sustancias químicas que ejerzan una
acción simpaticotónica sobre el aparato vital o que dañen los tejidos, aun
cuando calmen los dolores. Este tipo de sustancias estimula la anorgonia en
lugar de suprimirla.
Pasaré ahora a relatar brevemente el tercer caso de cáncer, que luego
murió también. El tumor (un sarcoma histológicamente diagnosticado) había
aparecido en el músculo deltoides del hombro derecho; se lo trató con rayos
X. Se redujo pero el tratamiento dejó como secuela una quemadura de tercer
grado de unos 15 a 18 cm2, lo cual no contribuía a mejorar mucho el
pronóstico. El estado biopático general también era inquietante. La piel de
todo el cuerpo aparecía viscosa y pálida. Las piernas se mantenían frías y su
piel presentaba ciertas características que ahora reconocemos como
anorgonia de la piel: lividez, temperatura baja y sequedad, sin indicios de
campo orgonótico. El enfermo era una persona sumamente tranquila y
resignada. Creía haber malgastado su vida sin lograr nada. Cuando acudió a
mí, lo que más le preocupaba era su pelvis, le parecía "entumecida",
"muerta". Había tenido intenciones de consultarme un año antes de la
aparición del tumor, pero no lo había hecho porque entre algunos
psicoanalistas había corrido el rumor de que yo había perdido el juicio. Pero
cuando apareció el tumor en la parte superior de su brazo derecho, con lo
cual quedaban confirmados sus viejos temores, decidió someterse a la
orgonterapia. No es fácil declarar que un rumor difundido por colegas
irresponsables costó una vida humana, pero yo creo que fue así. Un año antes
el enfermo podría haberse salvado.
El paciente progresó en forma notoria durante cuatro meses de continua
orgonterapia física y psiquiátrica. Fue saliendo de su ensimismamiento y
hasta tuvo accesos de ira, cosa que jamás le había ocurrido hasta entonces. La
quemadura de los rayos X sanó por efecto de las aplicaciones de orgón, pero
aquel lugar del hombro derecho permaneció ajeno a la influencia. El enfermo
aumentó de peso, mejoró su neurótica y complicada relación familiar e hizo
progresos tan rápidos que el reflejo orgástico pareció a punto de aparecer.
La elección del hombro derecho para la localización del tumor era clara.
Desde que el paciente podía recordar, su brazo derecho había sido "débil".
Era como si los impulsos quedaran bloqueados en ese brazo. El omóplato
derecho estaba mucho más retraído que el izquierdo. Durante la duodécima
sesión terapéutica aparecieron violentos impulsos de golpear con el brazo
derecho; pero trascurrió bastante tiempo antes de que se pudiera permitir
descargar un golpe de puño. Cada vez que comenzaba a abrirse paso el
324
325
impulso de asestar un golpe, el paciente sufría un espasmo de glotis. Parecía
que iba a asfixiarse. La voz y el aliento se convertían en un sonido como de
silbido en alto tono. El rostro adquiría una expresión agónica. Los ojos se le
daban vuelta; la piel adquiría una tonalidad azulada, la respiración era
superficial y el pulso se debilitaba.
La orgonterapia había hecho aflorar un síndrome oculto. Estos fenómenos
se producían ya, desde hacía varias décadas, aunque en forma más leve. El
propio enfermo atribuía parte de su resignación al hecho de que, desde niño,
jamás se había sabido defender con éxito contra los ataques de los demás. No
bien se preparaba para asestar un golpe y comenzar una riña, se producía el
espasmo de glotis y la falta de aire. Eso lo había vuelto impotente y cobarde.
Por supuesto, su orgullo sufría con esa situación y no tardó en renunciar a
todo tipo de lucha. Se hizo cobarde, conformista, evasivo; pero al mismo
tiempo se despreciaba por ello.
Estudiemos con detenimiento esta reacción biopática de nuestro enfermo.
La encontraremos nuevamente al final de sus días y comprenderemos la
enorme importancia que ha de atribuirse a la estructura biofísica en las
vicisitudes de la vida. Conviene destacar que este enfermo no es un caso
excepcional, sino que fue un caso típico.
El espasmo de glotis y la actitud agónica de nuestro paciente se
convirtieron en una reacción típica contra el progreso del tratamiento.
Como él mismo decía, su pelvis había estado "muerta" cuando acudió a
mí. El reflejo orgástico comenzó a emerger, poco a poco, pero era algo
mecánico, sin sensaciones orgonóticas en la pelvis. La situación mejoró
cuando se aclararon sus inhibiciones infantiles sobre la masturbación; pero la
anorgonia de la pelvis subsistió. Ambos teníamos la impresión de que aquella
pelvis nunca había "vivido" y de que estaba "definitivamente muerta". En
realidad, esa era su máxima preocupación desde hacía muchos años. Cuando
oyó hablar por primera vez de la orgonterapia, supo que era lo indicado para
su caso.
Al cabo de varias semanas de grandes esfuerzos por revivir las emociones
en la pelvis, apareció en forma muy repentina una contracción hacia
adelante, con intensas sensaciones orgonóticas. De modo que en las
profundidades existía aun la motilidad orgonótica. Pero la reacción del
enfermo ante la nueva situación fue tan violenta que de pronto comprendí la
profundidad de la anorgonia.
Inmediatamente después de la contracción pelviana, el hombre cayó de
nuevo en una actitud agónica. El espasmo de glotis fue tan intenso que le
costaba un gran esfuerzo respirar. Pocos días después comenzaron a
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327
hincharse puntos aislados del hombro derecho, quemado por los rayos X.
El orgonterapeuta está familiarizado con las reacciones espásticas de las
corrientes plasmáticas recién liberadas. No esperábamos que el reflejo
orgástico apareciera sin producir espasmos. Todo lo contrario, cualquier
nuevo avance hacia la corriente plasmática en el núcleo biológico provoca
siempre profundas reacciones de angustia, estados simpático-tónicos en el
lugar en donde aparecen, reaparición de antiguos espasmos musculares ya
desaparecidos, etc. Encontramos estos elementos en todos los casos.
En la biopatía de encogimiento del cáncer, este proceso se complica
porque -a diferencia de lo que ocurre en otras biopatías- la anorgonia afecta al
núcleo y puede conducir a un bloqueo total de la pulsación. Las experiencias
en la práctica clínica no dejan lugar a duda acerca de este factor. Esto
significa que la total cesación de las funciones vitales se acerca en forma
alarmante. El problema consiste en estimular la función de expansión para
contrarrestar la anorgonia y en determinar con cuánta velocidad se lo puede
hacer. Los casos que relataremos aclararán este aspecto.
Pero ahora volvamos a nuestro caso anterior: los exámenes de sangre
demostraron que el progreso biológico logrado se mantenía. Cuando inició el
tratamiento, su sangre era de una debilidad orgonótica extrema: el contenido
de hemoglobina era del 70%, la reacción T del 99%, la desintegración de los
glóbulos rojos se producía en segundos, etc. Trascurridas unas seis semanas
del tratamiento con orgón, esa sangre era normal: casi 100% de reacción B,
duración del proceso de desintegración: 30 minutos, amplio margen
orgonótico en los glóbulos rojos, nivel de hemoglobina normal: 84%.
La complejidad de la biopatía carcinomatosa quedó de manifiesto en este
caso luego de la extirpación quirúrgica del tumor y de la recuperación de la
total orgonidad de la sangre, pues estos dos factores no bastaron para detener
el avance del proceso de encogimiento en el aparato vital autónomo. La
muerte de este paciente es clara prueba de ello. Ni siquiera la prevención de
la caquexia por medios orgonterápicos pudo evitarla. El paciente murió con
la sangre sana y sin haber llegado a la caquexia. Una autoridad en el terreno
de la patología mecanicista del cáncer lo comprobó con asombro, poco antes
de la muerte del paciente.
Ahora se comprenderá por qué me empeño en repetir en todos mis
informes sobre orgonterapia experimental de la biopatía carcinomatosa que
estamos en camino a la eliminación de ese flagelo que es el cáncer, pero que
aún quedan por entender y dominar mecanismos patológicos muy profundos.
Dada la complejidad de la biopatía carcinomatosa resulta extraño que
difícilmente pase una semana sin que se anuncie en los periódicos la
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aparición de tal o cual medicamento que cura el cáncer. No se llegará tan
pronto a una terapia radical de esta enfermedad.
Por eso es difícil entender la actitud de la patología tradicional. En primer
lugar, parte de premisas falsas en su enfoque del cáncer; en segundo lugar,
permanece aferrada a los síntomas locales, sin ir más allá; en tercer lugar,
está tan atada por su impotencia, que parece incapacitada para tomar
conocimiento de los fecundos esfuerzos de la biofísica orgonótica. He dicho
parece; pero no puede excluirse la posibilidad de que su silencio acerca de las
investigaciones sobre cáncer enfocadas desde el punto de vista de la
economía sexual sea sólo una callada espera. En general, en nuestro trabajo
tenemos la impresión de que estamos hablando en una gran sala vacía en la
cual "las paredes oyen" pero no hablan. Esto no debería desanimar a los
amigos de la biofísica orgonótica. Algún día se reconocerá el potencial que
encierra.
Repasemos ahora la situación terapéutica de nuestro enfermo: su
anorgonia era muy marcada; su inclinación caracterológica a la resignación
era grande; al iniciar el tratamiento ya no tenía tumores, pero su motilidad
plasmática -es decir, su única posibilidad de salvación- estaba afectada por la
anorgonia. Se había insinuado, por primera vez, débilmente, pero el enfermo
había reaccionado con un intenso miedo al orgasmo, sobre todo con
espasmos de glotis.
Comenzó a tomar clases de gimnasia vegetoterapéutica no específica para
mejorar la motilidad del cuerpo. Un día se le produjo un pequeño desgarro en
el glúteo izquierdo. Tres semanas más tarde apareció en aquel lugar un
pequeño tumor que siguió creciendo lentamente. Al cabo de otras tres
semanas había adquirido el tamaño de un zapallito. El paciente estaba aún en
condiciones de andar, pero su tendencia a permanecer en cama reapareció. Se
acostó y no volvió a levantarse hasta su muerte. El tumor de la cadera
izquierda no continuó creciendo, pero la pequeña inflamación del hombro
derecho comenzó a crecer y a extenderse.
Un buen día se le presentaron dificultades para orinar y -como en el caso
de cáncer antes descrito- el perineo y la raíz del pene estaban "dormidos".
Una serie de radiografías de todo el cuerpo demostraron que no había
metástasis en los órganos internos, cosa sorprendente en un linfosarcoma. Se
produjo algo de inflamación ganglionar en la región inguinal y en las axilas.
El estado del hombro derecho se hacía cada vez más ominoso. Apareció un
edema que se difundió por todo el brazo derecho y hasta la primera costilla.
El espasmo de glotis se hizo más frecuente. La voz del paciente se
enronqueció y el peligro de muerte por asfixia, como consecuencia del edema
de glotis, se fue acentuando cada vez más. Los cirujanos no podían hacer
nada contra el edema. Una punción del tumor de la cadera reveló la presencia
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329
de pequeñas células malignas.
Se pudo aliviar repetidas veces la sensación de entumecimiento en la
región genital, de modo que no fue necesario recurrir a la cataterización.
Un día, el espasmo de glotis fue más persistente y provocó la muerte por
asfixia.
Como los casos anteriores, este enfermo de cáncer no murió por efecto de
un tumor local, ni de debilidad, ni de parálisis cardíaca o caquexia. La causa
directa de su muerte fue el espasmo de glotis, que el paciente había
desarrollado décadas antes de la aparición del tumor. La localización del
tumor en el brazo derecho y del ulterior edema estuvo determinada por una
inhibición biopática crónica de un impulso en el hombro derecho.
Comprendemos la razón directa de la muerte, es decir, el desarrollo y la
función del espasmo de glotis vinculado con su miedo al orgasmo. También
entendemos la gran recaída como reacción contra las primeras agitaciones de
las corrientes plasmáticas. Pero no llegamos a captar bien el mecanismo
biopático que actuó en los tejidos del hombro derecho y que se expresó en la
aparición del edema. Las radiografías revelaron que el tejido tumoral
localizado junto a la clavícula derecha era del tamaño aproximado de una
manzana pequeña. Por consiguiente, la hinchazón del brazo y del hombro no
podía atribuirse a un desarrollo sustancial del tumor. La "obstrucción de los
vasos linfáticos" en sí podría explicar en parte la formación del edema, pero
no la explicaría en totalidad. Se puede suponer que el edema de los tejidos
bloqueó el drenaje de los líquidos tisulares o, a la inversa, que la obstrucción
de los vasos linfáticos con sustancia tumoral provocó el edema.
Quisiera intentar aquí una interpretación biofísica del edema de los
enfermos de cáncer, en lugar de la puramente mecanicista. Considero que se
adapta más a la biopatía del cáncer que la simple mecánica de la "obstrucción
de los conductos excretores". Hay suficientes ramificaciones y conductos
secundarios para permitir el drenaje de los líquidos. En este proceso tiene que
intervenir otro elemento.
Es bien sabido que en los casos de inanición se forman edemas ¡y no se
puede hablar de "obstrucción de los conductos linfáticos"!
Hay edemas de encía cuando el dolor de muelas es muy intenso.
¡Tampoco en ese caso se puede hablar de "conductos linfáticos obstruidos"!
Las mujeres embarazadas suelen padecer de edemas en las piernas. Si el
embarazo dificultara en forma puramente mecánica la eliminación del líquido
de los tejidos, todas las embarazadas deberían padecer de edema de piernas,
cosa que no ocurre. También hay edemas en casos de quemaduras y de
graves inflamaciones, y no se trata de un trastorno de la eliminación de los
líquidos.
328
329
Hoff 1 afirma lo siguiente:
En todos los casos de paraplejia más o menos prolongados, se producen edemas en
las piernas que deben atribuirse, en primer lugar, al trastorno de la irrigación provocado
por la falta de movimiento. Pero en dos casos Böwing observó inmediatamente después
de la lesión medular una hinchazón edematosa de las piernas de una magnitud tal que
sólo podía explicarse como resultado de un daño trófico de las paredes vasculares.
Marburg y Rance observaron el mismo fenómeno en pacientes con heridas de bala en la
médula espinal. En un caso de hemiplejia, nosotros presenciamos la aparición de un
edema de un lado de la cara, acompañado por parálisis facial. Estas observaciones nos
ayudan a entender los edemas angioneuríticos descritos, sobre todo, por Quincke. Aún
no está claro por qué mecanismos un trastorno de la inervación vascular vegetativa
puede conducir al edema. Pero según las investigaciones de Asher y su escuela parece
probable que los nervios vegetativos afecten la permeabilidad de las membranas y de
las paredes de los capilares... No son raros los edemas hemilaterales del lado contrario a
la lesión cerebral. La sola dificultad de movimiento no basta para explicarlos. Böwing
observó la formación de vesículas en la piel, adelgazamiento de la piel con un aumento
del brillo, cambios en las uñas y mayor crecimiento del pelo del lado paralizado. En los
casos de psicosis con cambios orgánicos del cerebro Reinhardt encontró más de una vez
cambios tróficos, en particular úlceras, que no podían deberse a adelgazamiento ni a
lesiones causadas por presión. (Bastardillas de W.R.)
Volvamos al edema en el cáncer. Las observaciones practicadas en
enfermos de cáncer, sumadas a las de edemas no carcinomatosos como las
descriptas por Hoff, permiten suponer una causa funcional, biofísica. El
movimiento de líquidos en el organismo no es una función puramente
mecánica. Es muy poco probable que los ganglios y vasos linfáticos sean
rígidos, es decir que el movimiento de la linfa sea sólo pasivo y mecánico. Es
más lógico suponer que todos los órganos, incluyendo los nervios, los vasos
sanguíneos, los vasos linfáticos y las células de los tejidos son contráctiles y
que, por consiguiente, tienen una pulsación. Aunque ésta se cumpla a
diferentes ritmos.
Las funciones vitales de los diferentes órganos están vinculadas con la
pulsación de los mismos. Debemos ser coherentes en nuestro enfoque
funcional. Según éste, cada órgano constituye —independientemente del
organismo total— una unidad viva, equipada con sensibilidad y capacidad
para reaccionar ante los estímulos. Esto ha quedado demostrado en forma
inequívoca en los experimentos practicados con órganos extirpados como
corazón, intestinos, vejiga urinaria, etc. Debemos suponer, pues, que cada
1
todos los terrenos de la vida, la reacción viva ante perturbaciones de la
función consiste en una intensificación de la función especifica para destruir
la fuente de los estímulos perturbadores o una retracción ante el estímulo. Los
procesos regenerativos e inflamatorios, el ascenso de temperatura de la
sangre, etc., forman parte de este tipo de reacciones. También son parte de
ellas la formación de biones PA y de células cancerosas, como defensa contra
la desintegración cancerosa de los tejidos, y la destructiva reacción de ira del
aparato vital.
La anorgonia pertenece al segundo tipo de reacción vital a los trastornos
de función. Si la primera forma de reacción representa una lucha contra el
daño experimentado, la segunda puede compararse con una renuncia o para
expresarlo de otra manera, con un aislamiento de la parte enferma de los
órganos aún sanos. El aislamiento de órganos enfermos se conoce en
patología como secuestro. Ejemplo de esto sería la expulsión de la parte
enferma de un hueso. En el reino animal suele eliminarse el miembro
enfermo integro -por ejemplo, una pata- simplemente a dentelladas. La
contrapartida del aislamiento físico de un órgano enfermo es la inflamación
con regeneración. Cuando no existe posibilidad de regeneración, es decir de
reacción plasmática de crecimiento, se produce el aislamiento.
En los enfermos de cáncer se observa con toda claridad el aislamiento del
órgano enfermo. Sus principales características son el retiro de los nervios
autónomos de la zona enferma y la cesación de la pulsación en ella El
resultado de este proceso es, por lógica, una serie de síntomas patológicos
secundarios: anemia local, embotamiento de la sensibilidad, exceso de CO2 y,
por último, atrofia de la sustancia celular. En los casos de carcinoma de
estómago o de ovario, la ascitis abundante es algo usual y no se puede hablar
de obstrucción mecánica de los órganos excretores. Esto produce trastornos
funcionales generales como la parálisis intestinal con lo cual se apresura la
muerte. Por eso, a mi juicio, el principal factor de inhibición del movimiento
de líquidos en las vecindades del órgano enfermo es el bloqueo anorgonótico
de motilidad en los nervios vitales. Esto explicaría el edema desde el punto de
vista funcional. El edema y los trastornos anorgonóticos similares son
funciones vitales específicamente orgonóticas y no funciones mecánicas,
químicas o físicas.
¿Existen pruebas experimentales que apoyen esta concepción físicoorgonótica? En primer lugar, las experiencias de la orgonterapia física y
psiquiátrica nos enseñan que los estados anorgonóticos pueden ser suprimidos
o aliviados. Estos dos métodos terapéuticos parten de la suposición de que el
Véase L. R. Müller, Lebensnerven und Lebenstriebe (3a. ed., 1931), pp. 753, 754.
órgano reacciona a la lesión o a la perturbación de funciones de la misma
manera en que lo hace el organismo total ante estímulos perturbadores. En
330
331
sistema autónomo es contráctil. Los resultados prácticos del tratamiento
confirman tal hipótesis.
Además, en la fisiología clásica existe una serie de fenómenos que
resultarían incomprensibles si no se conocieran las funciones físicoorgonóticas. Entre estos fenómenos está el de la resorción en los intestinos. El
desenlace de un edema provocado por anorgonia local depende de si el
líquido acumulado es reabsorbido o no. Eso depende también de la potencia
orgonótica y de la pulsación de los tejidos afectados. Aquí se estrella
cualquier concepción mecanicista. Para comenzar, orientémonos por el
conocido proceso de la resorción intestinal:
La naturaleza de las fuerzas de resorción del organismo representa un
importante problema que la fisiología mecanicista parece estar muy lejos de
resolver. ¿Se comporta la membrana de resorción de la pared abdominal
como una membrana muerta durante el pasaje de los elementos nutritivos o en
este proceso intervienen en forma activa las células de las vellosidades
intestinales? Esa es la pregunta que se formula la fisiología. Los procesos en
el tejido viviente suelen estar en contradicción con los procesos puramente
físico-mecánicos en las membranas semipermeables. La asimilación de los
alimentos fluidificados a través de la pared intestinal no puede ser atribuida a
osmosis. Heidenheim2 extrajo sangre de un perro, abrió el abdomen del
animal y le inyectó su propio suero en una asa intestinal vacía, ligada con
ambos extremos. Se comprobó que el perro reabsorbía su propio suero. En
este experimento no había diferencia de concentración entre el contenido del
intestino y el líquido de los tejidos, de modo que en la resorción no
participaron los procesos puramente mecánicos de la difusión y de la
osmosis. Los fisiólogos procuraron explicar la resorción en el intestino -que
no admite el principio de la osmosis ni el de la difusión- como un resultado
del trabajo de la musculatura abdominal. Conjeturaron que los músculos
intestinales, que rodean el contenido del intestino y pueden someterlo a
presión, habían obligado al suero del experimento antes mencionado a
filtrarse a través de la mucosa intestinal y a penetrar en la sangre por acción
mecánica. Los experimentos emprendidos para aclarar ese problema
demostraron que la filtración por presión mecánica es imposible. Reid utilizó
como diafragma trozos de intestino delgado extraídos de un conejo recién
muerto. Separó dos espacios llenos de la misma solución salina, es decir, dos
espacios isotónicos. Se comprobó que los trozos de intestino trasportaban
durante un tiempo la solución del lado de la mucosa al lado de la serosa. De
2
Los datos que siguen pertenecen a la excelente obra de Höbers, Lehrbuch der
Physiologie des Menschen, 7a. ed., 1934, pp. 69 y ss.
332
modo que, según las palabras de Höber -que informa sobre ese experimento
en su texto de fisiología-, la pared intestinal en sí realiza el trabajo. Höber
resume el proceso de la resorción intestinal en esta frase: “Esta (la pared
intestinal) presiona o absorbe la solución a través de sí". Y luego añade:
Al cabo de un tiempo -cuando muere, por supuesto, y también cuando es cloroformadala pared abdominal falla, lo cual demuestra que todo depende de la vitalidad de sus
células. (Bastardilla de W.R.) ¿Cómo se explica este hecho? A esto sólo puede responderse
con una hipótesis: las vellosidades intestinales pueden acortarse por acción de las fibras
musculares Usas, y los espacios linfáticos del tejido conjuntivo reticular situado debajo del
epitelio se expanden, para constituir un vaso quilífero central que desemboca en los
grandes vasos linfáticos más profundos que conducen quilo, es decir, linfa intestinal. Ahora
bien, como las vellosidades se yerguen y se acortan alternativamente por la acción
periódica de los músculos, puede producirse un efecto de bombeo; las vellosidades no
engrosan al acortarse, por lo cual el espacio del vaso quilífero central se agranda y se
achica alternativamente... Si este mecanismo de "bombeo" existiera realmente,
entenderíamos los enigmáticos resultados del experimento de Reid. Es verdad que debemos
reconocer sin reservas el papel desempeñado por actividades vitales en el proceso de
resorción, pero el problema que quedaría sin resolver no difiere del que nos plantea
cualquier contracción muscular.
Es evidente que la interpretación mecanicista de la función de resorción,
es decir, de movimiento de líquidos a través de la pared intestinal, es
deficiente. Las funciones mecánicas de osmosis y difusión no bastan para
explicar el fenómeno vivo. Luego de defender en vano el punto de vista
mecanicista, Höber continúa:
Pero también hay observaciones que contradicen por completo lo que podría
esperarse de las leyes de la difusión y la osmosis. O. Cohnheim, por ejemplo, ha
demostrado que si se llena el intestino de un cefalópodo con ioduro de sodio y se lo
suspende en agua oceánica, todo el NaI desaparece y es despedido a la solución
circundante. También se ha comprobado en perros que, en determinadas condiciones, el
contenido de NaCl de una solución presente en el intestino desciende por debajo del
contenido de NaCl del plasma sanguíneo mientras dura la resorción: es decir que la sal
se mueve contra el gradiente de concentración. [De modo que la sal no va de la
concentración más alta a la más baja, como se espera, sino de la más baja a la más alta
(Nota de W.R.).] Es como si un gas se moviera de una concentración más baja a la más
alta, o sea, de una menor presión a una mayor presión. Esto ocurre también de una
manera semejante, en otros órganos, pues el trabajo de concentración es típico de
numerosas glándulas... Esto es una prueba más de que la célula viva desempeña un
papel muy activo en el proceso de resorción.
Esta declaración en nada contribuye a la solución del problema,
correctamente formulado por la fisiología mecanicista. La fisiología
mecanicista
333
no nos presta ninguna ayuda cuando se trata de comprender en qué forma y
en obediencia a qué leyes energéticas realiza la célula viva ese trabajo
contrario a las leyes mecanicistas del gradiente de potencial energético. Pues
las leyes mecánicas conocidas no se cumplen. ¿Está la física orgonótica en
condiciones de brindar una respuesta mejor? Su respuesta es la siguiente:
1. Dado que según la ley de la física orgónica el sistema orgonótico más
fuerte atrae siempre al más débil, se entiende que la pared intestinal absorba
siempre el contenido de los intestinos y que no ocurra jamás lo contrario, es
decir que el contenido de los intestinos absorba los jugos de la pared
intestinal. Por eso, el movimiento de los líquidos en una sola dirección
durante el proceso de digestión debe atribuirse a la ley del funcionamiento
orgonótico. Los biones de la alimentación contenida por los intestinos son
sistemas orgonóticos extremadamente débiles si se los compara con la
orgonidad de la pared intestinal. Esta ley de funcionamiento orgonótico se ha
extraído de la observación directa y no se ha inventado para explicar
fenómenos biológicos. Después de haber sido descubierta en el acumulador
de orgón, se la aplicó con éxito a procesos biológicos. La atracción ejercida
por el sistema orgonótico más fuerte sobre el más débil se cumple tanto en el
ámbito viviente como en el no viviente.
2. La circulación de la sangre y de los líquidos tisulares depende de la
vitalidad de la función de pulsación de los órganos. Cuanto más "vivo" está
un organismo -esto es, cuanto más activo está- tanto más vigorosa es su
pulsación orgonótica y tanto más rápido y completo es el metabolismo de los
líquidos del cuerpo. La intensificación y la reducción del metabolismo son
funciones vitales vegetativas, que dependen directamente de la actividad
pulsatoria general de los órganos. La "pérdida de vitalidad" se puede
interpretar, desde el punto de vista de la biofísica orgónica, como una
disminución de la motilidad orgonótica, que puede llegar hasta la completa
anorgonia. Desde ese punto de vista, el edema provocado por el dolor de
muelas, el edema de hambre, el de lesión nerviosa o el de quemadura, el de
un embarazo mal tolerado, así como el de tumores cancerosos circunscriptos
provienen de una causa esencial.
Al disminuir la actividad pulsatoria de la región orgánica afectada se hace
más lento el fluir de líquidos del cuerpo. En la parte del cuerpo en que se ha
producido el debilitamiento de la pulsación comienza a acumularse el
líquido: es más el líquido que entra a la región enferma que el que sale de
ella.
La actividad pulsatoria de un órgano depende, en primer lugar, de la
actividad de los nervios autónomos. Por eso, una inmovilización de los
nervios autónomos en una determinada parte del cuerpo tiene que provocar
334
335
una detención del movimiento de líquido. Eso explica la rápida formación de
ampollas llenas de líquido en las quemaduras y también los edemas de
diverso origen.
Volvamos ahora a nuestro enfermo de cáncer: desde su infancia el patente
había experimentado inhibiciones de la motilidad del brazo derecho y de los
órganos de fonación. Esta inhibición de la motilidad, con sus
correspondientes espasmos y anorgonia local de los tejidos, había conducido
a la formación de un tumor en el músculo deltoide derecho. Detrás de esta
anorgonia local estaba la resignación caracterológica, centrada sobre todo en
la pelvis y en los genitales, y que provocó la anorgonia local del aparato
genital que, ya cerca de la muerte, culmino con una parálisis de la vejiga. En
esos dos lugares anorgonóticos se formaron edemas, como consecuencia del
bloqueo de motilidad de los nervios autónomos El final fue la muerte por
asfixia, a causa de un espasmo de glotis
Pasemos ahora a otro caso que ilustra con particular claridad el estado de
parálisis anorgonótica. En su infancia, la paciente había sufrido una angina
con características de difteria, que le había dejado como secuela una leve
debilidad cardíaca. La menstruación se había presentado a la edad de doce
años y había sido normal al comienzo. Pero más tarde comenzó a
experimentar, durante el primer día, violentos dolores espasmódicos en la
región del ovario izquierdo. Ni los fomentos ni los calmantes le procuraban
alivio. Desde entonces, el lado izquierdo del bajo vientre fue un "punto
débil", en el cual se producían siempre dolores desgarrantes A los 16 años, la
paciente entró a trabajar en un laboratorio de rayos X A los tres meses
comenzó a sentirse mal, a experimentar náuseas y palpitaciones y advirtió
que perdía el pelo. Un médico le recetó arsénico, pero la joven no lo toleró
bien. El problema cardíaco se acentuó. A los 17 años se comprobó que
padecía de una grave anemia y que sus ovarios habían sufrido un daño.
Además se le habían hinchado los pechos. Los dolores en la región del ovario
izquierdo se iban intensificando. Los distintos médicos que la examinaron
formularon diferentes diagnósticos: "espasmo de útero", "inflamación de
ovarios", etc. Ningún tipo de medicación resultaba eficaz. Dos años después
comenzó a experimentar un cansancio anormal en la pierna izquierda y a eso
se añadió una flebitis. La paciente padecía de "gripe" dos o tres veces por año
y en esas ocasiones se acentuaba la debilidad de la pierna izquierda y la
flebitis No había trascurrido mucho tiempo cuando se presentaron dolores en
el bajo vientre. Un embarazo y un parto agravaron la hinchazón de la pierna
izquierda y le dejaron una exagerada sensibilidad a la presión en todo el
cuerpo. Desarrolló una anemia de 3,2 millones de glóbulos rojos y 56% de
hemoglobina. Se probaron diversas terapias, pero nada ayudó. De la historia
334
335
clínica surge que los muchos médicos consultados emitieron las opiniones
más encontradas en cuanto a diagnóstico y terapéutica. La paciente fue,
tratada con diatermia, inyecciones de hígado, terapia de calor y evitan, pero
todo sin resultado. )
Exámenes de sangre: el resultado del examen físico-orgonótico de la sangre
de esta enferma fue muy curioso. Yo nunca había visto un cuadro sanguíneo
como aquel. El contenido de hemoglobina era del 95%; sin embargo, el cultivo
de la sangre fue decididamente positivo. La prueba de autoclave y la tinción
Gram del coloide sanguíneo dio casi el 100% de reacción T. El examen
microscópico reveló lo siguiente: la prueba de autoclave había indicado una
extrema debilidad orgonótica en los eritrocitos y, sin embargo, en el
microscopio éstos no evidenciaban encogimiento ni desintegración bionosa
precoz (la desintegración se producía en veinte minutos). Ocurría todo lo
contrario: su borde orgonótico era amplio y mostraba un intenso resplandor.
Pero lo más sorprendente era que el tamaño de algunos eritrocitos excedía en
mucho las dimensiones normales de un glóbulo rojo. En todos los campos
había un buen número de células grandes con plasma Uso, semejantes a
macrófagos. Los glóbulos rojos se agrupaban en torno a esas grandes células a
cierta distancia, sin contacto entre las membranas pero con una intensa
formación de puentes orgonóticos. Al cabo de unos minutos de observación
tuve la impresión de que esos eritrocitos estaban enormemente sobrecargados.
Esta sobrecarga, que se ponía de manifiesto en su color y en su tamaño,
también podía traducirse en la extraordinaria lentitud con la cual se
desintegraban en la solución fisiológica salina. Mientras que, por lo común, las
primeras vesículas bionosas aparecen en los glóbulos sanguíneos al cabo de
tres a cinco minutos, en el caso de esta enferma, a los 15 minutos no se había
iniciado aún la desintegración bionosa. Y cuando por fin se produjo, las
vesículas energéticas eran extraordinariamente grandes y resplandecientes.
Quisiera sintetizar el carácter tan peculiar de este cuadro sanguíneo de
manera tal que mi diagnóstico de leucemia latente resulte inteligible.
Hace algunos años, al escribir sobre orgonterapia experimental de la
biopatía carcinomatosa señalé que la leucemia podía no ser una enfermedad
de los glóbulos blancos, sino una enfermedad del sistema de glóbulos rojos.
Suponía que los eritrocitos quedan sometidos a un proceso de desintegración
o putrefacción y que los glóbulos blancos proliferan de la misma manera que
cuando penetran bacterias u otros cuerpos extraños en el torrente sanguíneo.
En la leucemia, estos "cuerpos extraños" son los propios eritrocitos en
proceso de desintegración.
Nuestra enferma presentaba las siguientes contradicciones en su cuadro
sanguíneo: examinados en el microscopio, los eritrocitos se veían, como ya
336
337
hemos dicho, sobrecargados, con una radiación excesiva; la prueba de
autoclave, en cambio, revelaba putrefacción interna, es decir, una
desintegración T de casi el 100%. Es difícil conciliar la sobrerradiación
orgonótica con el proceso de putrefacción que se cumplía simultáneamente
en los eritrocitos. Sin embargo, conocemos muchos fenómenos en el
organismo que consisten en la exageración de las funciones biológicas
normales cuando así lo exige la defensa contra procesos patológicos en el
mismo órgano. Por eso, a mi juicio, la paciente padecía de una latente
tendencia crónica a la putrefacción de los glóbulos rojos. El organismo
reaccionaba a esa putrefacción de los eritrocitos con proliferación de
glóbulos blancos, desarrollo de grandes células blancas semejantes a
macrófagos3 y elevación de la temperatura, es decir, con repetidas
luminaciones del sistema sanguíneo para superar la debilidad orgonótica.
Como de costumbre, la orgonterapia fue la piedra de toque para demostrar
el grado de exactitud de mi hipótesis. Si mi suposición era correcta, la
administración de energía orgónica tenía que eliminar la tendencia de los
eritrocitos a la putrefacción y los síntomas correspondientes. Y así fue.
Apenas una semana después de haberse iniciado la orgonterapia, el cultivo de
la sangre fue negativo. Los eritrocitos ya no eran tan grandes y había menos
glóbulos blancos en el campo. La desintegración de los eritrocitos se iniciaba
al cabo de tres a cinco minutos y ahora aparecían las agujas T.
Al practicarse el tercer análisis de sangre, dos semanas después de iniciada
la orgonterapia, ya no había formaciones de células grandes y plasma liso, y
tres semanas más tarde habían desaparecido también las agujas T y la
sobrerradiación. Trascurridas tres semanas más se practicó un nuevo examen
de sangre y se pudo comprobar que la reacción T después de la esterilización
en autoclave -que en el primer análisis era casi 100% positiva- sólo llegaba al
10/20%. El cuadro sanguíneo ya era casi normal. En el transcurso del año
siguiente se practicó un análisis de sangre mensual. La reacción al cultivo
seguía siendo negativa. La sobrerradiación de los glóbulos rojos y la
proliferación de los blancos no reaparecían; pero la reacción T después de la
esterilización en autoclave -en forma de decoloración verdosa del coloide y
desintegración T- permanecía constante entre 30 y 40%. Una sola vez, en el
curso de ese año, la reacción de cultivo fue positiva, y eso ocurrió después de
que otro médico le prescribió un medicamento.
3
En estos casos no es posible formular un diagnóstico sobre la base de una preparación
coloreada untable. Lo que interesa no es el nombre ni la estructura de los distintos tipos
de glóbulos blancos, sino la función viva del agrupamiento de glóbulos blancos, en
torno a los rojos, y la constitución orgonótica de las células sanguíneas vivas y muertas.
336
337
Los accesos de fiebre que había padecido durante tanto tiempo nuestra
paciente debían considerarse, pues, como una reacción del sistema sanguíneo
contra su propia tendencia a la putrefacción. Era como si, en este caso, la
sangre hubiera reaccionado ante su propia debilidad orgonótica, como ante
una toxicosis. Prueba de ello es que los accesos de fiebre desaparecieron
junto con la hiporgonia y la reacción T de la sangre. Queda por investigar si
lo que denominamos "fiebre funcional" puede atribuirse regularmente a la
luminación del sistema de células sanguíneas, es decir, a una reacción de
defensa contra trastornos de las funciones vegetativas. El sistema sanguíneo
se comportó en este caso como lo habría hecho ante una infección bacteriana.
El padre de esta enferma había muerto de leucemia. Ella misma había
padecido durante un tiempo una sospechosa leucocitosis. En la época en que
era víctima de su fiebre funcional, el número de glóbulos blancos llegó a
14.000. Su médico también había sospechado la existencia de una especie de
leucemia latente, a pesar de que los métodos habituales no revelaban nada
concreto. Nuestras pruebas de sangre no dejaron dudas acerca del carácter
canceroso del cuadro sanguíneo. Aún no había señales de tumores malignos
circunscriptos, pero los signos ominosos eran muchos: quistes de ovario,
putrefacción del útero, etc.
Yo personalmente no dudaba de que la paciente habría muerto dé leucemia
si la orgonterapia no hubiera dado resultado. Existía una latente hiporgonia
de los glóbulos rojos. La orgonterapia experimental reveló hasta qué punto
eran profundas las raíces de esa hiporgonia, pues sólo se la pudo eliminar con
mucha lentitud y la tendencia a la recidiva era siempre grande. Con otras
palabras, la coherencia del plasma en los eritrocitos era débil y, por
consiguiente, la tendencia a la putrefacción era grande.
Los accesos de debilidad no cesaron con el restablecimiento de la reacción
normal de la sangre. Sin embargo, se hicieron más esporádicos, no duraban
mucho y ya no postraban a la paciente por espacio»de meses. Por eso, la
anorgonia no podía atribuirse solamente a la debilidad bioenergética del
sistema sanguíneo. Evidentemente, la anorgonia puede afectar órganos
específicos y grupos de órganos y de esa manera producir trastornos de las
funciones orgánicas específicas y excrecencias malignas locales. Pero, como
lo demuestra este caso, la anorgonia puede existir también sin trastornos
tisulares, o sea que su efecto puede ser puramente funcional.
Nuestra enferma podía interrumpir los accesos de debilidad mediante el
uso del acumulador de orgón. Pero la tendencia a la anorgonia subsistió más
de dos años después de su recuperación. Es evidente que estamos ante un
trastorno de funcionamiento del contenido total de orgón del cuerpo,
independiente de los trastornos orgánicos mecánicos o fisiológicos que
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339
puedan estar ligados a la anorgonia. Es necesario suponer la existencia de esa
anorgonia total independiente.
La anorgonia no es lo mismo que la condición de contracción plasmática
que encontramos en la hipertensión vascular. Puede acompañar o seguir a
la hipertonía muscular y vascular, pero también puede aparecer sin
hipertonía.
Tampoco es lo mismo que el proceso de encogimiento carcinomatoso. Si
bien es cierto que el encogimiento siempre conduce, en última instancia, a la
anorgonia y a la muerte, la anorgonia no desemboca necesariamente en el
encogimiento. He tenido oportunidad de observar estados anorgóticos en
casos en los cuales no podía hablarse de encogimiento del sistema autónomo.
Debemos imaginar la hipertonía del aparato vital como una contracción
biofísica que se resiste a los fuertes impulsos del núcleo biológico. La
biopatía de encogimiento va acompañada por una merma de los impulsos del
núcleo; hay un paulatino debilitamiento de las funciones de impulso
pulsatorio.
La anorgonia, en cambio, se caracteriza por una brusca cesación de la
motilidad, como en la parálisis de miedo, que quizá represente la anorgonia
aguda en su forma más pura. Todos los casos descritos hasta ahora
presentaron la anorgonia aguda junto con el proceso paulatino de
encogimiento: nuestra primera enferma de cáncer se desplomó en el
laboratorio cuando estaba recuperándose y aumentando de peso. Otro tanto
ocurrió con el enfermo afectado de cáncer de próstata. También él se
desplomó un buen día, cuando ya estaba en plena etapa de recuperación.
Incluso nuestro tercer caso fue asaltado por la anorgonia en forma
repentina, en momentos en que su estado mejoraba ostensiblemente.
La parálisis de miedo y el shock vegetativo nos brindan una idea del tipo
de fenómenos que tenemos por delante: se trata de una abrupta cesación del
funcionamiento plasmático del organismo total. Si la anorgonia aguda se
extiende al sistema cardiovascular, se produce la muerte.
El caso que estábamos tratando reveló parte del mecanismo subyacente en
la cesación de la motilidad plasmática. La enferma se sometió a la
orgonterapia para eliminar el fondo biopático de su leucemia latente. Por
espacio de varios meses hizo considerables progresos, de modo que el
recuerdo de su enfermedad se iba desvaneciendo. Y, de pronto, un día
reapareció todo el antiguo cuadro patológico, como si entretanto no hubiera
ocurrido nada. El motivo de esta recaída fue la aparición de sensaciones
genitales muy intensas, que la paciente se empeñó en rechazar. En el instante
en que experimentó esas sensaciones vaginales de corriente surgió el miedo
al orgasmo y, con él, un estado anorgonótico que se prolongó por espacio de
338
339
unos diez días y que adquirió características alarmantes. Esta vez, el
fenómeno no me sorprendió impotente. Mis anteriores experiencias con
enfermos de cáncer me habían preparado para esta contingencia. En un
esfuerzo terapéutico concentrado -sometí a la paciente a un tratamiento
diario- luché por permitir que el reflejo del orgasmo se desarrollara del todo,
eliminando las agudas reacciones de miedo que impedían a la paciente
vivenciar a fondo sus sensaciones genitales. Una multitud de experiencias
infantiles que comenzaron a aflorar a la memoria demostraron que su madre
había amenazado con castigar severamente cualquier actividad que indujera a
la excitación sexual, por ejemplo el baile, y la había apartado de tales
actividades al calificarlas de propias de una "puta".
Es preciso subrayar esta relación, pues es la clave para la comprensión no
sólo de las biopatías en general, sino de la anorgonia aguda, de tipo shock, en
particular. Por supuesto, lo importante no es la palabra "puta", sino todo lo
que ella representa desde el punto de vista social, psíquico, estructural y
biofísico: para que los impulsos genitales no considerados como "putescos"
por el compulsivo moralismo social y por la estructura blindada, tienen que
ser moderados, controlables y reprimibles. El vigoroso impulso natural del
erotismo incontrolable (luminación) del plasma corporal es vivenciado
oficialmente como algo inmoral, criminal, "propio de putas" y,
subjetivamente, como una "pérdida del autocontrol".
Este hecho tiene graves consecuencias sociales y biopsiquiátricas. Las
expresiones "miedo al placer" y "miedo al orgasmo" son demasiado débiles y
estrechas para expresar las tempestades bioenergéticas que se producen
dentro del organismo cuando éste experimenta la excitación orgástica plena
mientras está aún bajo la presión de su coraza. Las consecuencias de este
conflicto entre coraza y excitación plasmática orgástica son muy serias; no
son "problemas clínicos menores" como se suele creer, sino que pueden
decidir sobre la vida o la muerte de un individuo. Espero poder trasmitir a
mis lectores la conciencia de la gravedad de este hecho.
Siempre fueron estados de parálisis anorgonótica los que acabaron con la
vida de enfermos de cáncer que ya se habían recuperado en mis manos. Los
tres primeros casos descritos murieron cuando la excitación orgástica natural
se estrelló contra la estasis plasmática. En el cuarto caso logré salvar la
situación. El quinto caso, que pasaré a relatar, revelará con mayor claridad
aún los peligros de la anorgonia.
Resumiré los datos esenciales de esta historia clínica:
Los primeros signos de la enfermedad aparecieron entre los 12 y los 14
años de edad de la paciente, es decir, a comienzos de la pubertad. Primero fue
un dolor desgarrante en la cadera izquierda que se prolongó durante varios
340
341
años, aunque con intervalos. Poco después comenzaron los accesos de dolor
al pecho, que se producían a intervalos y se repitieron por espacio de diez
años. El diagnóstico fue "pleuritis". Cuando la paciente tenía 22 años, una
radiografía de pulmón dio lugar al diagnóstico de "tuberculosis curada". A la
edad de 13 años comenzó a experimentar "dolores reumáticos y neuríticos"
generales, que también se mantuvieron, con interrupciones, por espacio de
unos 15 años. A los 12 años de edad fue operada de amígdalas a causa de una
"amigdalitis purulenta". A los 15 años soportó una inflamación de las
glándulas salivales (parótidas). Por la misma época comenzó a experimentar
intensos dolores en los dedos gordos de los pies, que con frecuencia
adquirían una coloración azul-grisáceo. Evidentemente, se trataba de ataques
angioespásticos. Desde su más tierna infancia la enferma había padecido de
graves estados de angustia, que se intensificaron hasta constituir accesos
agudos de palpitaciones, cuando llegó a los 19 años, aproximadamente. A los
15 años sufrió una infección de los maxilares y de las raíces dentarias. Fue
preciso resecarle un buen pedazo de maxilar inferior, junto con nueve piezas
dentarias. El diagnóstico fue "osteomielitis". Entre los 16 y los 20 años
padeció diversos trastornos intestinales y la diarrea alternaba con períodos de
constipación. También se vio afectada por estados febriles y, sobre todo, por
una debilidad y cansancio generales que perduraron hasta el momento en que
se sometió a la orgonterapia.
A los 19 años tuvo intensos dolores en ambas regiones inguinales y se la
sometió a una nueva intervención quirúrgica, esta vez por "apendicitis".
Después de la operación debió soportar durante ocho meses altas
temperaturas, acompañadas de "diarrea" y escalofríos. El estado culminó con
un "colapso nervioso".
Entre los 21 y los 26 años debió someterse a una segunda operación de
amígdalas —el diagnóstico también fue esta vez de "inflamación e
infección"— y a una laparotomía exploratoria, es decir, una operación de
abdomen con fines diagnósticos, "para descubrir la causa de los dolores". En
esa ocasión se seccionaron algunas adherencias en el bajo vientre. Las altas
temperaturas persistieron. Los diagnósticos siempre eran de "infección".
Entre los 24 y 27 años se comprobó que padecía de "anemia" e "hígado
agrandado". Durante un tiempo se produjeron hemorragias rectales en todas
las defecaciones. Dos años después, en un hospital, le diagnosticaron
"disentería amebiana" y la operaron de "hemorroides". A los 30 años debió
someterse a una tercera operación de amígdalas, por "supuración". A los 31
años se vio afectada de poliuria. Una vez más la sometieron a una
intervención quirúrgica, esta vez del útero, por "múltiples tumores benignos";
le extirparon el cuerpo del útero y un ovario con quiste. Poco después de esa
340
341
operación se comprobó que la mujer padecía de "úlceras gástricas". Dos años
antes de comenzar la orgonterapia se le abrió una fístula purulenta en el
medio del abdomen.
Los resultados del examen ginecológico eran los siguientes:
Orificio vaginal de dos dedos. Uretra y glándulas de Bartholino y de Skene
libres. Cuello en eje. Muñón del útero movible, sin exudado. No se palpan los
anexos izquierdos; aparentemente han sido extirpados al practicarse la
histerectomía supracervical. La trompa derecha es normal. El ovario derecho,
extremadamente pequeño. El examen con espéculo revela graves alteraciones
inflamatorias, debidas a una infección tricomónica en una mucosa vaginal
atrófica. De los restantes síntomas físicos sólo mencionaré la mastitis cística.
El ginecólogo diagnosticó "disfunción de las glándulas endocrinas" y
atribuyó a esa causa las numerosas infecciones.
Pero no nos detengamos en los aspectos tragicómicos de la larga historia
de padecimientos de esta enferma. Son innumerables los casos de individuos
que deambulan de médico en médico con enfermedades orgánicas agudas, sin
ser neurasténicos hipocondríacos. Y esos enfermos no sólo reciben los más
diversos diagnósticos a causa de la variedad de síntomas, sino que deben
someterse a los tratamientos más diversos porque cada médico formula un
diagnóstico distinto sobre un mismo síntoma. El daño que ha causado a la
medicina el enfoque mecanicista se pone de manifiesto, entre otras cosas, en
el hecho de que la comprensión médica ha sido reemplazada por clisés
diagnósticos entre los cuales se destacan dos: "Infección" y "Trastorno de la
función glandular". Lo fundamental no es que se recurra al bisturí o a las
vitaminas en el intento de curar; la raíz del problema está en ese aferrarse a
los slogans mecanicistas. El bacilo "que está en el aire" es un comodín y la
"disfunción hormonal" un simple cliché. El bisturí se ha convertido en el
símbolo supremo de los abusos del mecanicismo, de su falta de respeto al
organismo. No se pregunta por qué se acortan los ligamentos del parametrio o
por qué se forman tumores en el útero o por qué los "bacilos que están en el
aire" se pueden instalar en cualquier órgano. No se vacila en suponer que la
vagina está infectada por protozoarios, por más que nadie puede probar la
existencia de dichos protozoarios "en el aire". En una palabra, se han
degradado los grandes descubrimientos médicos sobre infección, secreción
interna, etc., a la categoría de un deus ex machina, de un esquema acabado,
contra el cual se estrella todo planteo novedoso y que -lo cual es mucho más
grave- aniquila infinidad de vidas humanas. ¿Es posible que esta enferma
342
343
padeciera de una docena de enfermedades? Es difícil concebirlo. En realidad
padecía de un único trastorno: una disfunción de la pulsación plasmática. Los
diagnósticos individuales no tienen importancia en este caso. Cuando el
plasma corporal como totalidad no funciona como es debido, los órganos —
biológicamente mal cargados— se tornan vulnerables a la invasión de
bacterias, las glándulas de secreción interna funcionan mal, la contracción
muscular tironea de los ligamentos, las mucosas se atrofian, etc.
Supongamos que el dueño de una casa edificada sobre arena efectúa al
cabo de veinte años el inventario de los problemas que esa edificación le ha
acarreado: grietas en la chimenea; desconchado del cielorraso, hundimiento
en el piso, lesión de un niño por una araña que se vino abajo, rotura de
cañerías, filtraciones de agua, etcétera. ¿Cómo penaría la ley al arquitecto
incapaz de reconocer que todos esos defectos se deben a que esa casa ha sido
edificada sobre terreno poco firme? La fragmentación mecanicista en el
diagnóstico de afecciones somáticas parte de un enfoque tan miope como el
de ese arquitecto. Los términos como "infección" o "gripe", acuñados por los
mecanicistas, ocultan el hecho de que se desconoce el agente provocador de
esos trastornos y de que no se puede demostrar su existencia. El
orgonterapeuta que presencia la aparición de un catarro o de dolores
reumáticos o pleuríticos no bien la correspondiente región del cuerpo se
contractura, piensa en la posibilidad de que las infecciones sean el resultado
de trastornos biopáticos de la función. Se trata de un terreno totalmente
inexplorado en el cual todo está por hacerse. En caso de epidemias, como el
cólera, el tifus, la poliomielitis, etc., tendremos que aprender a atribuir tanta
importancia a la orgonidad del organismo como al agente específico dé la
enfermedad. Si se ha podido establecer que microorganismos específicos
pueden desarrollarse en forma autógena, por degeneración de las células del
cuerpo, el "bacilo" puede ser tanto causa como resultado de la enfermedad
sistémica.
Los tumores del aparato genital de nuestra paciente, que hicieron necesaria
la extirpación del útero, y la tendencia a la destrucción de tejidos por
supuración crean una similitud entre este caso y el caso 4. Los estados
febriles y de agotamiento hacen pensar en un grave trastorno del equilibrio de
la energía biológica. Es verdad que, con excepción de los tumores genitales,
los síntomas precancerosos fueron mínimos; sin embargo, eran lo bastante
netos como para justificar la afirmación de que la enferma habría muerto de
cáncer. Así como el orgonterapeuta psiquiátrico prevé el desarrollo de una
psiconeurosis basándose en los accesos de angustia agudos, la patología del
cáncer puede prever el desarrollo de una biopatía carcinomatosa cuando
comienzan a hacerse presentes los primeros emisarios de este mal. Una de las
344
345
principales tareas de la profilaxis del cáncer consistirá en reconocer y
eliminar estos precursores de la enfermedad. La orgonterapia física y
psiquiátrica está particularmente bien equipada para esta tarea.
Y ahora veamos las reacciones de la paciente a la orgonterapia: su tórax
mostraba la inmovilidad típica, su respiración era superficial, la musculatura
del cuello estaba tensa, la columna era lordósica, la pelvis estaba "muerta".
Su expresión facial se caracterizaba por una sonrisa rígida, que era en
realidad una mueca. No era difícil percibir una profunda depresión y un
reprimido deseo de echarse a llorar.
La eliminación de las inhibiciones respiratorias superficiales despertó al
punto impulsos corporales consistentes en bruscos y violentos movimientos
de rechazo. Esos movimientos no tardaron en adoptar la forma de una
enconada defensa contra un ataque sexual, acompañada por una expresión de
odio en el rostro. Por paradoja, el reflejo del orgasmo servía para expresar el
odio contra los movimientos sexuales. De niña, entre los seis y los dieciséis
años, la paciente había sido objeto de frecuentes abusos sexuales por parte de
sus hermanos mayores. Eso la había excitado y a la vez le había causado
repulsión. La excitación la había compelido a tolerar una y otra vez esos
abusos; la repulsión la había fijado somáticamente en la actitud de "rechazo".
Y así, su reflejo orgástico había adquirido una forma muy especial.
Dejaré de lado los múltiples detalles de su historia infantil y me limitaré a
la anorgonia. Porque lo fundamental no son las experiencias tempranas que
determinaron la anorgonia. Se trata de una reacción puramente biológica a un
bloqueo crónico de la función del orgasmo. Es probable que el elemento
específico de la anorgonia sea la contradicción entre impulsos genitales muy
vigorosos y fracturas igualmente poderosas en el curso del reflejo orgástico.
Me atrevo a afirmar que los niños que no desarrollan una orgonidad genital
muy potente también tienden a ser menos vulnerables a los ataques
anorgonóticos. Pero se trata de una simple suposición, que como tal es muy
dudosa.
Volviendo a la paciente, mientras las contracciones de su cuerpo
expresaron odio, el trabajo prosiguió por las vías habituales. Pero eso cambió
cuando las contracciones se hicieron más blandas, más "tolerantes" y, por
ende, más placenteras. A medida que la expresión de odio iba dando paso a
una expresión de placer, el movimiento de la pelvis iba cambiando de
dirección. Al comienzo, la pelvis había tendido a moverse hacia atrás en las
contracciones, a "alejarse"; ahora aparecían movimientos hacia adelante. No
pasó mucho tiempo antes de que aparecieran las esperadas sensaciones
preorgásticas en el suelo de la pelvis. Por ese mismo tiempo desapareció la
inflamación de la mucosa vaginal.
344
345
El examen microscópico de la secreción vaginal mostró una disminución de
las tricomonas, que ahora estaban inmóviles en su mayor parte y hasta
comenzaban a desintegrarse. A partir de entonces pude observar, por espacio
de meses, que la frigidez genital iba acompañada por una intensa formación
de protozoarios mientras que la excitación vaginal producía un decrecimiento
en la formación de protozoarios. Esta observación coincidía con una
afirmación de la biofísica orgonótica, según la cual los protozoarios sólo se
forman en el organismo cuando los órganos afectados son orgonóticamente
débiles, y desaparecen cuando la orgonidad es fuerte. La relación entre las
tricomonas y la potencia orgonótica del tejido es comprensible, puesto que
estos protozoarios se forman a partir de epitelios vaginales y cervicales en
estado de desintegración. 4
Mientras las corrientes plasmáticas en la vagina fueron débiles, el proceso
de curación de nuestra paciente en nada difirió de los restantes casos. Pero la
situación cambió cuando la paciente experimentó la primera oleada intensa
de excitación sexual. En una oportunidad cedió mucho más que de
costumbre. Una intensa oleada de excitación recorrió la parte inferior de su
cuerpo y no pudo moverse ni hablar. No respondía cuando se le hablaba, no
podía incorporarse. Sus extremidades habían sido atacadas por una parálisis
fláccida. El cuadro total era alarmante: la piel del cuello y de la mitad
superior del cuerpo presentaba manchas azuladas como en el shock
vegetativo. El cuerpo no respondía a estímulos, como pellizcos, etcétera. Sin
embargo, la enferma no había perdido el conocimiento; cuando pasó el
ataque anorgonótico, declaró que se había hecho la más completa "oscuridad"
a su alrededor; de pronto había dejado de sentir su cuerpo y creyó estar
"muriendo".
El ataque presentaba todos los signos de una anorgonia aguda. Había
reflejos y también sensaciones táctiles y de dolor, pero la motilidad había
desaparecido. La anorgonia se prolongó por unos 40 minutos. Ayudé a la
enferma a sentarse, pero se volvió a desplomar. Trascurrida una hora, pudo
incorporarse por sus propios medios, aunque con gran esfuerzo. Pero cuando
se puso de pie, las rodillas se le doblaron. Después de descansar una hora
más, pudo regresar sola a su casa.
En la próxima sesión, la coraza había vuelto a ser impenetrable. Cuando
logré debilitarla se volvió a producir el ataque de anorgonia; pero esta vez fue
más breve y menos completo. La enferma describió el ataque como un
"fading out" (esfumarse). A partir de ese momento pude inducir la anorgonia
4
La organización de trichomonas vaginalis a partir del epitelio de la mucosa
vaginal ha quedado comprobada y registrada en filme.
344
345
a voluntad. Por ejemplo, podía provocarla moviendo la cabeza de la enferma
hacia un lado o hacia atrás.
Es importante destacar que los ataques se produjeron sin que mediara un
estado de ansiedad, de angustia. Poco a poco se fue aclarando la relación
entre la anorgonia y la corriente orgonótica. La paciente contaba con el
mecanismo del humorismo superficial como defensa contra las emociones
serias. También era capaz de "morirse", como ella misma decía, cuando esas
emociones se volvían demasiado intensas. Ahora se incorporaba el ataque
anorgonótico como tercer mecanismo de defensa.
La superficialidad caracterológica y la pasividad afectiva eran corazas
superficiales. La anorgonia era y continuó siendo el verdadero mecanismo en
profundidad. Con el correr de los meses quedó perfectamente demostrado
que la anorgonia siempre había funcionado subterráneamente. A ella se
debían tanto los estados de debilidad como los múltiples procesos
supurativos. La anorgonia desaparecía cuando la paciente se permitía
experimentar la excitación sexual y reaparecía en forma abrupta cuando la
excitación no podía seguir su curso normal, es decir, cuando quedaba
interrumpida en pleno proceso ascendente.
La anorgonia iba acompañada de vértigos y angustia de caída. Su
desarrollo podía cumplirse "en superficie" y prolongarse por varios días, o
"en profundidad", es decir, en forma inmediata y plena. Como en el caso 4, el
ataque de debilidad solía desaparecer con facilidad en el acumulador de
orgón. La liberación del reflejo orgástico también lograba aliviarla.
El mecanismo de la anorgonia de este caso coincidía por completo con los
de los casos antes descritos: el organismo reacciona a una intensa y
desacostumbrada excitación plasmática con un bloqueo de la motilidad, que
se manifiesta con trastornos del equilibrio y angustia de caída. Es como si la
expansión orgonótica comenzara a insinuarse, sin poder seguir su curso;
como si el impulso de expansión se extinguiera en forma repentina.
En el curso del tratamiento, la enferma recordó diversas situaciones
infantiles en las cuales se habían presentado esos estados de debilidad. Por
ejemplo, se sentía "como paralizada" cada vez que experimentaba el impulso
de demostrar afecto a su padre. El análisis de los detalles de esos incidentes
no dejaba lugar a dudas de que la parálisis se debía al desarrollo de una
excitación sexual demasiado intensa dentro de la criatura. El padre era un
hombre duro y frío. Experimentar la sensación de una corriente sexual en su
presencia era algo horrendo. La parálisis expresaba el desvalimiento de una
criatura que deseaba exteriorizar su afecto, pero no podía evitar la sensación
física que acompaña a la expresión de afecto. El resultado era un bloqueo de
la motilidad y un ataque de debilidad.
346
Logré localizar el bloqueo de motilidad. Cuando el reflejo orgástico se
intensificaba y se difundía del tórax al abdomen, la paciente repetía siempre
un curioso acto reflejo: se doblaba literalmente en dos; las piernas se
levantaban en un movimiento brusco y el tronco avanzaba hacia adelante. Las
manos se apoyaban en el bajo vientre como si experimentara un intenso
dolor. Poco a poco se fue naciendo evidente —y la palpitación del abdomen
lo confirmó— que la ola de excitación orgonótica era bloqueada en su avance
hacia los genitales por un espasmo intestinal. Y el lugar del espasmo era
exactamente el mismo en el cual había aparecido la fístula supurante de la
pared abdominal. (La fístula en sí había desaparecido, entretanto, por acción
de la orgonterapia.) Era evidente que los órganos abdominales sufrían un
espasmo no bien la ola de excitación orgonótica se abría paso hacia los
genitales. Así habían surgido los cólicos, las diarreas y las constipaciones. Lo
que no resulta tan claro es el mecanismo histológico a través del cual esos
espasmos dan origen a tumores uterinos e intestinales. Pero no cabe la menor
duda de que los tumores genitales benignos se originan en estados espásticos
de los órganos abdominales.
En dos semanas de intenso trabajo se logró hacer desaparecer este bloqueo
en el bajo vientre. El reflejo orgástico dejó de ser brusco y espasmódico y se
convirtió en un movimiento fluido. No tardó en aparecer la placentera
sensación de corriente en el abdomen y, por primera vez en su vida, la
paciente experimentó durante un acto sexual las sensaciones preorgásticas de
corriente en los genitales. Con la desaparición del bloqueo de la motilidad,
cesaron los ataques de anorgonia aguda, pero los largos estados de debilidad
en superficie continuaron presentándose. Algunos meses después
desaparecieron también esos estados de debilidad.
Y así el proceso terapéutico confirmó el concepto de anorgonia.
Creemos haber definido de manera satisfactoria el estado de parálisis
anorgonótica, tanto desde el punto de vista sintomático como desde el
dinámico. Abarca todos esos estados que hasta ahora habían desempeñado un
papel de Cenicienta dentro de la patología, bajo el nombre genérico de
"parálisis funcionales". Ahora las entendemos más como un trastorno en el
funcionamiento de una energía biológica concreta, que como lesiones
"histéricas" o mecánicas de los cordones nerviosos.
Más difícil es el distingo entre la anorgonia en tanto resultado de un
encogimiento plasmático paulatino, y la anorgonia como fenómeno agudo.
¿En qué consiste la anorgonia? ¿Es una pérdida de contenido orgonótico del
organismo, o se trata sólo del resultado de un bloqueo de la motilidad de un
contenido orgonótico intacto? Es fácil establecer con seguridad la diferencia
entre estados de debilidad orgonótica latentes y ataques de anorgonia aguda.
347
El principio es, seguramente, el mismo en ambos casos. Es lógico suponer
que la anorgonia que se manifiesta en ataques agudos puede convertirse en un
proceso de encogimiento crónico y viceversa: que la anorgonia crónica puede
culminar en una parálisis funcional aguda. El organismo puede resignarse y,
finalmente, encogerse, si sus impulsos de expansión no funcionan. Por otra
parte, el organismo puede cesar de expandirse cuando el cuerpo está
sometido a una pérdida paulatina del contenido de orgón. El elemento común
a ambos estados es la inhibición de la expansión, para expresarlo en términos
biofísicos, o la inhibición de las vivencias de placer, si lo expresamos en
términos psicológicos.
El próximo interrogante es: ¿Hasta qué altura de la historia del paciente se
remonta este trastorno? En los cinco casos descubrimos signos de anorgonia
leve, ataques pasajeros, en la primera infancia de los enfermos. Pero eso no
responde a la pregunta. La anorgonia tiene que tener su origen en etapas muy
tempranas. Es probable que las funciones orgonóticas del cuerpo adquieran
su individualidad en la existencia intrauterina, durante el desarrollo del feto.
Eso no significa que exista una "predisposición hereditaria"; sólo significa
que el problema comienza poco antes y no poco después del nacimiento. Es
importante recordar que la constitución de un organismo es un proceso
formativo y no algo que "ya se presenta acabado". La evolución de la
constitución biofísica continúa después del nacimiento y se prolonga,
probablemente, hasta el final del primer año de vida.
De la misma manera que jamás es demasiado temprano para aplicar
medidas profilácticas, así también la investigación de la constitución biofísica
debe comenzar por el embrión. Y eso se ha hecho posible, en principio,
gracias al conocimiento de ciertas funciones del orgón.
El progreso de la ciencia consiste en reducir los datos empíricos a causas
primarias y en una progresiva unificación de esas causas. La psicopatología
freudiana, con su descubrimiento de la libido infantil, redujo en forma
sensible la importancia de ese comodín que era la "herencia". Sus
afirmaciones se basan en la observación clínica de niños a partir de los dos
años.
La investigación orgonótica va más allá. La orgonterapia de
esquizofrénicos no deja lugar a dudas de que los mecanismos centrales de la
futura esquizofrenia ya quedan establecidos durante las primeras semanas de
vida. Es de vital importancia adquirir un conocimiento más profundo de este
problema. El lenguaje del movimiento, el lenguaje de los órganos y el
lenguaje de la expresión emocional, estudiados y aprovechados por la
orgonterapia, son filogenética y ontogenéticamente más antiguos que el
lenguaje de las palabras, ideas y representaciones que sirve de instrumento
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a la psicología profunda. El lenguaje de la motricidad y de la expresión
corporal no comienza en una determinada edad y no se limita al ser humano,
como el de la palabra y la idea. El lenguaje de la expresión corporal es una
función del mundo animal en general, aun cuando todavía no hayamos
llegado a entenderlo. Al utilizarlo, la física orgónica logra acceso a las
funciones de la vida del hombre, antes del primer año de existencia, y del
animal, pues las emociones y la expresión motriz están ligadas a la pulsación
plasmática.
En otra oportunidad me extenderé sobre los descubrimientos que nos ha
posibilitado la orgonterapia de esquizofrénicos y ahora quisiera concluir este
informe sobre anorgonia con la descripción del lenguaje expresivo de un
recién nacido. Se verá que, en efecto, el despuntar de la anorgonia debe
buscarse en el lapso que media entre el último período de vida intrauterina y
el que sigue al nacimiento.
La angustia de caída en un lactante de tres semanas
Hace poco tuve oportunidad de observar en forma directa la evolución de la
angustia de caída en un lactante de tres semanas. Esta observación llenó un
claro en la investigación de la biopatía del cáncer.
El lactante en cuestión nació en un medio en el cual el lenguaje expresivo
del organismo se entiende y se maneja profesionalmente. Por eso resulta tan
desconcertante que los padres se sintieran desvalidos ante el lenguaje gestual
del infante. Durante las primeras semanas tenían la impresión de que no se
puede saber prácticamente nada acerca de la vida emocional del recién
nacido. Por supuesto, el cuidado puramente mecánico del lactante no
satisface en lo más mínimo sus necesidades emocionales. El lactante sólo
tiene una forma de expresar sus necesidades: el llanto. Esa forma de
expresión abarca infinidad de necesidades, grandes y pequeñas, desde la
molestia que le ocasiona el pliegue de un pañal, hasta un cólico. Pero el
lenguaje expresivo del recién nacido no encuentra respuesta en el medio.
Prescindiré aquí de esas prácticas nocivas que la educación moderna ha
eliminado ya, o que aún procura combatir: el suministro de alimentos en
rígidas porciones y el inflexible respeto a las horas de comida, a la Pirquet; el
forzado estiramiento de las piernas mediante una firme envoltura como se
hacía hace 30 años; el mantener al niño apartado del pecho de la madre
durante las primeras 24 horas, como se acostumbra en algunos hospitales; la
calefacción excesiva de las habitaciones; el tratamiento rutinario que se les da
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en los grandes establecimientos; la costumbre de dejarlos "que chillen hasta
cansarse", etc. Estas medidas compulsivas expresan la actitud hostil a la vida
de los padres y médicos. Son prácticas que dañan la autorregulación
biológica del organismo en el período que sigue al nacimiento y sientan las
bases de futuras biopatías que luego se consideran erróneamente como taras
hereditarias. Estos hechos ya no se discuten, por más que su aplicación al
cuidado del lactante no haya llegado a generalizarse aún.
Quisiera limitarme ahora a un determinado efecto nocivo en las primeras
semanas de vida, al cual no sé le ha prestado atención hasta ahora. Me refiero
a la falta de contacto orgonótico entre el infante y la persona encargada de su
cuidado. La falta de contacto puede ser de naturaleza física o psicológica.
Pero lo que quisiera hacer resaltar aquí es que la comprensión del lenguaje
expresivo del lactante es tanto más completa cuanto más pleno es el contacto
orgonótico.
El principal lugar de contacto en el cuerpo del infante es la boca
-incluyendo la garganta-, cuya carga bioenergética es muy alta. Esta parte del
cuerpo busca en forma directa la gratificación, se "extiende" hacia ella. Si el
pezón de la madre reacciona a los movimientos de succión del niño de una
manera biofísicamente normal, con sensaciones de placer, entrará en erección
y la excitación orgonótica del pezón se aunará con la de la boca del lactante,
así como en el acto sexual orgásticamente satisfactorio los genitales del
hombre y de la mujer experimentan una luminación orgonótica y se funden el
uno en el otro. No hay nada de "anormal" ni de "repugnante" en eso. Toda
madre sana experimenta la succión del hijo como un placer y se entrega al
mismo.
Pero ocurre que alrededor del 80% de las mujeres padece de anestesia
vaginal y de frigidez. Por consiguiente, los pezones son anorgonóticos, es
decir "muertos", o bien la madre reacciona con angustia y repugnancia a las
sensaciones de placer que experimenta en el pecho durante la succión. Esta es
la razón por la cual tantas mujeres no quieren dar de mamar a sus hijos. Tal
situación acarrea otras consecuencias. Un pecho anorgonótico funciona mal
desde el punto de vista fisiológico, es decir, la producción de leche está
perturbada. La excitada boca del lactante se encuentra, pues, con un pezón
muerto -que no le depara satisfacción- o con el inexcitable pezón de goma del
biberón al cual lo ha condenado la fobia de la madre.
El trastorno del funcionamiento plasmático de la boca y de las regiones
del cuello y los hombros que encontramos en las biopatías no dejan lugar a
dudas: los trastornos de la madre, a los que acabamos de hacer referencia,
provocan graves daños en la orgonidad del lactante en la región de la cabeza
y del cuello.
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Los trastornos del habla, la falta de expresión emocional, los espasmos de la
musculatura cervical, los trastornos de la nutrición, los vómitos espasmódicos
histéricos, el miedo a los besos, la depresión, el tartamudeo, el mutismo, etc.,
son consecuencia de un mal funcionamiento orgonótico de los órganos de la
boca y del cuello Hasta aquí nos hemos limitado a hablar del primer contacto
fisiológico del lactante con el mundo.
Pasemos ahora al contacto emocional, que esta directamente determinado
por el contacto orgonótico. El infante no cuenta con más medios de expresión
que las diversas formas de movimiento (muecas, movimientos de los brazos,
piernas y torso, expresiones de los ojos) y el llanto. El contacto de la madre
-o de quien esté a cargo del cuidado del niño- con este no se guía pues por el
lenguaje, sino por la expresión motriz: al comienzo, el adulto comprende la
expresión motriz del lactante por contacto orgonótico (en términos
psicológicos: por identificación). Si el lenguaje expresivo del adulto funciona
bien, éste no tendrá dificultades en entender la expresión del lactante. Si el
adulto está acorazado, es caracterológicamente duro, se retrae ante el placer o
tiene otro tipo de inhibiciones estará incapacitado para comprender al infante
y la evolución emocional de éste estará expuesta a influencias nocivas. Las
necesidades del infante sólo pueden ser satisfechas si se entienden sus
expresiones; pero no siempre es fácil saber en seguida qué es lo que desea el
niño.
Todo recién nacido tiene su individualidad, su nota emocional peculiar y
es preciso reconocer esa nota si se pretende comprender sus reacciones
emocionales. El lactante que describiremos aquí se caracterizaba por su
"expresión adusta". Esta "expresión de observación" estaba ya plenamente
desarrollada a los pocos minutos del nacimiento. El recién nacido miraba con
los ojos bien abiertos y daba la impresión de “ver”. Aceptó el pecho de la
madre sin vacilaciones y con vigor. En el transcurso de la primera semana
lloró poco. Durante la segunda semana lloró mucho; las personas a cargo de
su asistencia no pudieron saber por que. El chupete no siempre lo calmaba.
Yo sentía con frecuencia que ese niño deseaba algo muy definido. ¿Pero qué?
Sólo dos semanas más tarde comprendí que deseaba contacto físico. Será
necesario que aclare este punto.
Durante las pocas horas en que se mantenía despierto, el niño seguía con
los ojos las espirales rojas pintadas en las paredes de su habitación. Era
evidente que prefería el rojo al verde y al azul. Su mirada se detenía mucho
más en el rojo y su expresión se hacía más intensa.
A dos semanas de su nacimiento, el lactante experimento su primera
excitación orgástico en la boca. Ocurrió mientras mamaba: los ojos giraron
hacia arriba y hacia los lados, los labios comenzaron a temblarle, lo mismo
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que la lengua; las contracciones se difundieron luego sobre todo el rostro y
desaparecieron a los diez segundos, más o menos. La musculatura del rostro
se relajó. Los padres tomaron esta excitación como algo natural; pero
sabemos por experiencia que muchos padres se alarman al presenciar el
orgasmo oral de sus hijos. La contracción convulsiva del rostro se repitió
varias veces durante las cuatro semanas siguientes.
Al cumplirse la tercera semana de vida el niño experimentó un agudo
acceso de angustia de caída en el momento en que lo sacaron del baño para
tenderlo sobre la mesa. En el primer momento no se supo con certeza si el
movimiento con que se lo depositó de espaldas sobre la mesa había sido
demasiado rápido o si el enfriamiento de la piel había sido el factor
desencadenante de la angustia de caída. Lo cierto es que el niño rompió a
llorar bruscamente y echó los brazos hacia atrás, como para buscar apoyo,
intentó adelantar la cabeza y sus ojos revelaron verdadero pánico. Fue
imposible calmarlo durante un largo rato. Lo tomaron en brazos, pero cuando
intentaron dejarlo otra vez sobre la mesa, la angustia de caída volvió a
hacerse presente. Sólo se calmó cuando volvieron a levantarlo y a sostenerlo
en brazos.
Durante los días que siguieron a este incidente, el omóplato derecho y el
brazo del mismo lado permanecieron echados hacia atrás y su movilidad fue
inferior a la del lado izquierdo. La contracción de la musculatura del hombro
derecho era evidente y también lo era su vinculación con la angustia de caída:
en su acceso de angustia, el niño había echado ambos hombros atrás, como
para sostenerse. Esa actitud muscular persistió; no se relajó ni siquiera
durante los periodos intermedios, cuando no experimentaba ansiedad.
Creo que debe atribuirse gran importancia a este incidente; pero para
comenzar, descartaremos algunas explicaciones:
No puede haberse tratado de una angustia de orgasmo genital, como el que
experimentan los enfermos después de la pubertad. Tampoco se puede pensar
en un miedo racional, puesto que un lactante de tres semanas no tiene noción
de lo que es "caída", es decir, de lo que es "altura" o "profundidad". Tampoco
puede haber sido un miedo psiconeurótico a la caída, pues antes del
desarrollo del lenguaje oral no hay representaciones, no hay conceptos, y no
puede haber fobia sin representaciones.
La explicación psicoanalítica del "miedo instintivo", que suele ofrecerse
en casos como éste, no es satisfactoria: ¿de qué tipo de instinto se estaba
defendiendo? A esa edad no existe un yo moral y, según la teoría
psicoanalítica, cuando no hay defensa moral tampoco puede haber defensa
contra los instintos. No existe un "yo" que "señalice" una erupción instintiva
por medio del ataque de miedo.
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Como vemos, ni las explicaciones racionalistas ni las psicológicas nos
brindan una explicación satisfactoria. ¿Cómo es posible, entonces, que un
niño de tres semanas experimente un agudo ataque de angustia de caída
cuando no tiene conciencia del peligro que ésta significa ni puede haber una
señal de miedo como defensa del yo contra el instinto? No podemos apelar a
la existencia de un "miedo instintivo", "innato", "arcaico". Sería muy
cómodo, pero no explica nada. Un acceso de miedo es un trastorno funcional
y sólo puede ser comprendido en términos de funciones orgonóticas del
cuerpo.
Intentemos una interpretación biofísica: si descartamos el miedo al peligro
y la defensa contra los instintos, sólo nos queda el mecanismo placeransiedad del sistema orgonótico corporal, que funciona ya desde los primeros
movimientos del plasma. En mi trabajo Psychischer Kontakt und vegetative
Strömung (1934) formulé la hipótesis de que la sensación de caída es
puramente biofísica y que se debe a un brusco retiro de la bioenergía de la
periferia al centro vegetativo del organismo. Se trata de una sensación
orgánica cenestésica, que se experimenta en la caída real, en el terror, y
cuando la expansión orgánica es detenida en forma brusca. Como lo he
demostrado clínicamente, la angustia de caída siempre está en la raíz de la
angustia de orgasmo. La pulsación rápida y extrema del orgasmo se vivencia
como caída cuando no puede seguir su curso normal. Por contraste, la
contracción orgástica libre, sin impedimentos, produce la sensación de flotar
o volar.
Ahora bien, el retiro de la bioenergía de la periferia del cuerpo equivale a
una anorgonia de las extremidades y la anorgonia de los órganos de apoyo
trae aparejada una sensación de pérdida del equilibrio.
De modo que la angustia de caída no es una "formación psíquica", sino la
simple expresión de una brusca anorgonia de los órganos encargados de
mantener el equilibrio del cuerpo al oponerse a la gravedad. Sea que la
angustia de caída y la anorgonia sean inducidas por la brusca aparición de la
angustia de orgasmo, por una caída real o por una contracción de terror, el
mecanismo es igual: pérdida de la motilidad plasmática periférica
acompañada por pérdida de sentido del equilibrio y del equilibrio en sí. La
vivencia de la angustia es una reacción biofísica inmediata a la repentina
contracción del sistema plasmático". La contracción orgonótica, sin embargo,
está vinculada con la pérdida de motilidad plasmática en la periferia y, por
esa razón, se manifiesta como miedo a la caída.
Por supuesto, poco importa que la inmovilización se produzca como
consecuencia de un bloqueo secundario del placer o a causa de una
contracción primaria de miedo. El efecto es el mismo: la sensación de caída
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es la percepción interna inmediata de una inmovilización de la periferia del
cuerpo y de la pérdida del equilibrio. Por lo tanto, el equilibrio del cuerpo en
el campo gravitacional es una función de pulsación orgonótica plena en la
periferia del sistema orgonótico.
Quisiera relatar un incidente que reafirma esta interpretación. Un
muchachito conocido logró cazar una ardilla y la llevó entre sus manos para
mostrárnosla. Me llamó la atención que la ardilla se mantuviera completamente
laxa en manos del niño, que no se agitara, que no se defendiera, que no
mordiera ni pataleara. Estaba paralizada de miedo, era víctima de un ataque
anorgonótico agudo. Trascurridos unos minutos, el niño la dejó en el suelo.
Al comienzo, la ardilla permaneció inmóvil, como muerta. Luego intentó
incorporarse, pero se desplomó. Para expresarlo en términos físicos: no pudo
vencer la acción de la gravedad. Sus intentos por incorporarse fracasaron por
espacio de unos quince minutos. No estaba herida, porque poco después pudo
correr y trepar con toda normalidad. El trastorno del equilibrio y las repetidas
caídas contribuyeron a aumentar la angustia y eso dio lugar a nuevos fracasos
en sus intentos de enderezarse. Durante unos minutos el cuerpo de la ardilla
se contrajo en convulsiones tan violentas que la lanzaban a 10 y hasta 20
centímetros del suelo. Por fin se repuso del ataque y se refugió en un
matorral, en donde descansó largo rato. Luego huyó.
Volvamos ahora a nuestro lactante. ¿Es posible deducir la causa de ese
ataque de anorgonia? Yo creo que sí. Durante las dos primeras semanas el
contacto orgonótico de la madre con el bebé había sido pobre.
Evidentemente, el niño tenía fuertes impulsos de contacto que no fueron
satisfechos. Luego se produjo el orgasmo oral, una descarga muy natural de
la extrema excitación en la región de la cabeza y el cuello. Eso significó más
aún la necesidad de contacto. La falta de ese contacto provocó una
contracción, un retiro de la energía biológica como consecuencia de los
esfuerzos inútiles por establecer contacto. Si pudiéramos recurrir aquí a la
terminología psicológica, diríamos que el niño "se resignó" (it was
"frustrated"). Pero la "resignación biológica" trajo aparejada la anorgonia y
apareció la angustia de la caída. Esto recuerda el caso 5, en el cual la
biopatía estuvo gobernada por idénticos mecanismos.
Mis esfuerzos por dominar la angustia de caída del niño se vieron
coronados por el éxito. Si mis conclusiones no estaban erradas, a mi juicio
debían adoptarse las tres medidas que paso a enumerar:
1. Había que levantar al niño y tenerlo en brazos cuando lloraba. Esto dio
resultado. A las tres semanas, el miedo a la caída había desaparecido. Con la
angustia de caída había aparecido también el miedo a los extraños. Antes del
primer ataque, el niño permanecía muy a gusto en brazos de cualquier extraño.
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Después del episodio lloraba y daba muestras de temor. Además, en una
oportunidad, había reaccionado con angustia ante la repentina aparición de un
perro.
2. Era preciso mover con toda suavidad hacia adelante el hombro fijado
en una postura de "retracción” para eliminar ese primer indicio de coraza
caracterológica de los hombros. Llevé los hombros del niño hacia adelante
como si se tratara de un juego, entre risas y sonidos que deleitaban a la
criatura. Esa operación se realizó a diario durante unos dos meses y siempre
como un juego.
3. Era preciso "dejar caer" realmente al niño, para que éste se
acostumbrara a la sensación de caída: También esta medida dio resultado.
Levantábamos a la criatura, sosteniéndola bajo los brazos y luego la
hacíamos descender; primero con gran lentitud, luego cada vez más rápido.
Al comienzo el bebé reaccionaba con llanto, pero con el tiempo comenzó a
disfrutar de ese movimiento. No tardó en convertir aquel sube y baja en un
juego: cuando estuvo en condiciones de erguirse comenzó a efectuar
movimientos de "andar" con las piernitas. Se apoyaba en mi pecho y
levantaba los ojos para mirarme a la cara. Comprendí: quería trepar por mi
cuerpo. Al llegar arriba, encima de mi cabeza, chillaba de placer. En las
semanas que siguieron a la primera "ascensión", el subir y "caer" se convirtió
en un juego predilecto.
Por fortuna, la primera reacción biopática había quedado superada.
Durante los seis meses siguientes no observamos el menor indicio de
angustia de caída.
Es importante seguir un poco más la evolución de este lactante en un terreno
directamente vinculado con el encogimiento biopático: cuando el encogimiento
carcinomatoso del organismo adulto tiene sus raíces en una contracción y en
una resignación crónicas adquiridas a una edad muy temprana, para la
prevención de la biopatía de encogimiento debe propenderse a un libre
desarrollo de los impulsos vitales en los primeros meses de vida.
Sin duda alguna, el descubrimiento de una droga contra el proceso de
encogimiento del cáncer sería algo más simple y mejor recibido; pero ya que
eso es imposible, deberemos atenernos a la educación del recién nacido en la
economía sexual. Hasta donde alcanzo a ver, no existe otro camino, y
sabemos que las consecuencias sociales son muy graves.
Habíamos partido de la incapacidad de los adultos para entender el
lenguaje expresivo del recién nacido, Esta incomprensión va muy lejos y es
general. Los padres de este niño se consideraban muy comprensivos porque
permitían al recién nacido decidir por sí mismo cuándo y cuánto quería comer.
Pero ya a la cuarta semana de vida percibimos en el niño una inquietud que
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se traducía en excesivo llanto. Al comienzo no lo entendíamos; pero poco a
poco comenzamos a entrever la simple realidad: es muy triste permanecer
horas y horas en una cuna, con altas paredes a ambos lados y una capota por
encima.
El recién nacido es un ser lleno de vida y necesita vida alrededor. Y no me
refiero sólo a la vitalidad del lenguaje expresivo de los adultos sino al
movimiento, en el sentido literal. El lactante prefiere los colores vivos a los
tonos pastel; prefiere los objetos móviles a los fijos. Si se lo instala en el
cochecito o en la cuna de manera tal que las paredes de éstos no obstruyan la
visual; si se suprime la capota para que pueda observar lo que lo rodea, las
personas que pasen cerca de él, los árboles, los arbustos, los postes, las
paredes, etc., despertarán en él vivo interés.
El supuesto "autismo del infante", su ensimismamiento, es un concepto muy
generalizado pero erróneo. El autismo del infante es un artificio causado por la
conducta de los adultos. Está generado artificialmente por el estricto
aislamiento en que se lo mantiene y por la coraza caracterológica de los adultos
responsables de su cuidado y de los teóricos que elaboran los criterios para su
crianza. Resulta muy comprensible que el infante no pueda salir de sí mismo (o
que lo haga con las mayores dificultades) si en vez de brindársele afecto y
comprensión se lo somete a reglas inflexibles y a un tratamiento inadecuado.
Es muy cierto que actualmente la mayoría de los infantes son callados y
encerrados en sí mismos. Pero habría que preguntarse si el hecho de que la
lordosis o la neurosis de angustia sean muy comunes justifica que se las
considere naturales.
Mientras los padres, los médicos y educadores traten a los bebés de una
manera falsa e inflexible a la vez que condescendiente y oficiosa en lugar de
establecer con ellos un contacto orgonótico, los bebés continuarán siendo
callados, encerrados en sí mismos, apáticos, "autistas", "raros" y más adelante
serán "unos animalitos salvajes", a quienes los adultos cultos creerán
necesario "domar".
Este mundo no cambiará, a pesar de toda la cháchara de los políticos,
hasta que los adultos no se tomen la molestia de evitar que la inercia ejerza
una influencia fatal sobre el sistema plasmático, no dañado aún, del infante.
El bebé no responde con ningún movimiento expresivo a la empalagosa
"charla infantil" o al lenguaje frío y estricto de los adultos. Responde
únicamente a la entonación y al timbre de la voz, a un lenguaje que tenga
relación con el suyo. Cuando el bebé tiene apenas una semana de edad, se
puede procurarle un intenso placer y obtener de él respuestas vivaces si se le
habla imitando sus sonidos guturales y haciendo sus movimientos y,
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principalmente, manteniendo con él un contacto lleno de vida. Un
comportamiento falso de parte del adulto obliga inevitablemente al niño a
replegarse en sí mismo. Es preciso destacar una y otra vez que el 90 por
ciento de los adultos no ha tomado conciencia aún de esta situación, razón
por la cual se producen constituciones biopáticas día tras día.
Las deficiencias atribuibles a la secreción interna y a las interesantísimas
funciones enzimáticas son los resultados y los síntomas, no las causas, de
ulteriores enfermedades del biosistema. Esta conclusión es correcta si el
punto de vista químico mecanicista es incorrecto... y es incorrecto. El
miserable estado de salud de la población de nuestro planeta es prueba
suficiente de este estado de cosas.
La forma espantosa en que los indios, los japoneses y otros asiáticos de
regímenes autoritarios crían a los niños no debería sorprendernos demasiado.
No estamos mucho mejor en nuestro "culto" mundo occidental. Sólo los
métodos empleados para "domar a los animalitos salvajes" son diferentes. La
mojigatería, la intolerancia por todo lo que tiene vida es la misma. Dentro de
veinte o cincuenta años será un lugar común que quienes estén a cargo del
cuidado de los niños deben haber experimentado el amor y que su organismo
debe conocer las convulsiones y sensaciones orgásticas para que puedan
comprender a un niño pequeño. Soy perfectamente consciente de que mis
afirmaciones pueden resultar repugnantes para algunos, pero la experiencia
cotidiana nos enseña que el mayor peligro para el desarrollo del niño está
representado por los educadores orgásticamente impotentes.
El así llamado autismo del niño pequeño -su pasividad, su palidez, su
ensimismamiento- es un artificio de la crianza, un producto de nuestra total
miseria social Aunque pueda parecer descabellado, la diarrea, la anemia, etc.,
pronto ingresarán también en esta categoría. Puesto que la función intestinal
es de naturaleza vegetativa, la carencia emocional, es decir, orgónicabiofísica, del desarrollo del niño desempeña un papel decisivo en la diarrea,
la palidez, la anemia y otras manifestaciones. No tiene sentido hablar de
"miseria social" porque realmente, en última instancia, la miseria social es el
producto de un mundo de seres humanos embrutecidos, de un mundo que
tiene dinero de sobra para desencadenar guerras, pero nunca el suficiente -ni
siquiera una mínima fracción de lo que se gasta en pagar los costos de un día
de guerra- para asegurar la protección de la vida. Y esto es verdad porque los
seres humanos, animalizados y endurecidos, no comprenden lo que significa
estar vivo; en realidad, temen saberlo. No hay miseria social que se iguale a
la miseria de los niños de padres biopáticos.
Es un concepto erróneo y muy generalizado el de creer que las funciones
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de asir, gatear, caminar y otras similares aparecen sencillamente un buen día,
que el niño empieza a asir a la edad de x semanas, a gatear a la edad de y
semanas y a caminar a la edad de z semanas. Parece asombroso que los
pediatras no hayan elaborado un régimen que establezca el número de pasos
que el bebé debe dar por día, así como han determinado el número de calorías
que deben consumir. Un pezón erogénicamente vivo y un cálido contacto con
la madre son mucho más eficaces que cualquier receta química para estimular
la digestión y el funcionamiento integral del recién nacido. Una vez que se
establece el contacto entre el infante y el entorno cálido y comprensivo,
entonces -y sólo entonces- se observarán procesos naturales en lugar de los
productos artificiales de una educación patológica. Las conclusiones
científicas acerca de los niños serán acertadas cuando los educadores sean
sanos desde el punto de vista sexual. Una norma educativa debe evaluarse en
función de la estructura caracterológica de quien la formula Considero que
eso debe llegar a ser una cosa tan natural (y sin duda lo será) como lo es hoy
el juzgar el valor pedagógico de un tratado por la elegancia del estilo, o la
eficacia de un cirujano por la firmeza de su pulso.
Hay que comenzar por establecer el marco para la observación correcta: Si
el contacto orgonótico existe, las diversas funciones se manifiestan en el
lactante mucho antes de que se haga presente su "finalidad". Por ejemplo: el
ojo sigue el movimiento de la mano; la crispadura de la mano se perfecciona
mucho antes de que el niño aferré un objeto, y esto nada tiene que ver con el
"reflejo" considerado desde el punto de vista mecánico. Se trata de un
movimiento con un objetivo preciso que se va desarrollando en forma
paulatina por la fusión de muchas funciones, es decir por conexión de los
movimientos de órganos antes incoordinados. El contacto entre el movimiento
de los ojos y el movimiento que se produce alrededor del niño y que genera
placer en éste, es lo que precede a la acción de mirar con un propósito
definido. Una vez que ésta se ha desarrollado y constituye ya una función
más compleja, el pequeño busca nuevos motivos placenteros en los cuales
puede ejercitarla. Los estímulos no placenteros, que provocan contracciones,
no desarrollan la acción de mirar. El exceso de miedo y displacer
experimentado por los lactantes dan origen al futuro "cansancio ocular", a la
"miopía" y a las limitaciones en el movimiento palpebral, lo cual produce, a
su vez, esa expresión "muerta" en los ojos.
Si tenemos en cuenta todos estos hechos ¿qué podemos decir de la pobre
definición mecanicista, según la cual la "visión es la respuesta de la retina a
un rayo de luz"? Podemos decir que es cierto; pero la reacción de la retina es
sólo un vehículo, es un medio de la visión. ¿Acaso podemos definir el baile
del niño "sólo" como el contacto entre los pies y el suelo, o "sólo" como una
sucesión de contracciones musculares que se cumple de tal o cual manera?
358
En este ejemplo vemos con toda claridad el vacío que hay en las
interpretaciones mecanicistas de la vida.
El niño nos mira de una manera cuando le sonreímos y de otra cuando
fruncimos el ceño. Por lo tanto, el elemento fundamental es la expresión
motriz del plasma y no los diversos estímulos, reacciones o contracciones
musculares. El rayo de luz que hiere la retina configura siempre el mismo
proceso de determinadas longitudes de onda. Pero los ojos de un niño pueden
aparecer brillantes u opacos según la turgencia tisular, que es estimulada por
el placer e inhibida por la ansiedad.
Cuando se establece un buen contacto con el lactante se está en
condiciones de estimular las funciones del pequeño. Cada vez que me
acercaba a su cuna, el lactante al cual yo observaba practicaba movimientos
de marcha tal cual estaba, en posición decúbito. De esa manera me indicaba
su deseo de "caminar". A los tres meses y medio chillaba de placer cuando lo
sostenía por debajo de los brazos y le permitía que moviera rítmicamente los
pies sobre el suelo, alternándolos para "avanzar". Miraba a cada paso las
paredes o el techo para convencerse de que estaba realmente "en
movimiento", es decir, si los objetos desfilaban junto a él.
Los bebés atraviesan una etapa de desarrollo que se caracteriza por la
vigorosa actividad de la musculatura vocal. Muchos padres confunden el
placer que experimenta el niño al emitir la voz con todo vigor (gritos,
chillidos, ensayo de diversos sonidos), con agresividad patológica. Por
consiguiente se lo induce a callar, a no gritar, etc. Se frenan así los impulsos
del aparato vocal, la musculatura en cuestión se contrae en forma crónica y el
niño se hace callado, "bien educado" y retraído. El efecto de ese error de
formación pronto se manifiesta en trastornos del apetito, apatía general,
palidez, etc. Es de suponer que los trastornos del habla, el atraso en la
evolución de la misma, etc. tienen ese origen. En los adultos encontramos los
efectos de ese abuso de autoridad educativa en forma de espasmos de
garganta. Los fenómenos más característicos parecen ser la constricción
automática de la glotis y de la musculatura profunda del cuello con la
consiguiente inhibición de los impulsos agresivos de la cabeza y el cuello. La
experiencia clínica indica que es necesario dejar a los infantes que "griten
hasta cansarse" cuando los gritos son expresión de placer. Quizás eso resulte
bastante incómodo a algunos padres; pero en materia de educación debemos
guiarnos exclusivamente por los intereses del niño y no por los de los adultos.
Espero poder demostrar dónde veo yo el problema del origen de los
procesos de encogimiento biopático. A mi juicio ese origen está en la
359
dependencia que se establece entre las funciones psíquicas y fisicoquímicas y
la actividad bioemocional del organismo en los comienzos de la evolución. Y
aquí, sólo aquí, se encontrarán también los medios para evitar este proceso, y
no en las drogas ni en las teorías culturales de sublimación.
He insistido en que las funciones psicosomáticas dependen de las
funciones bioenergéticas de la pulsación plasmática. La enérgica actividad
pulsatoria a partir del nacimiento es el único medio preventivo concebible
contra la contracción crónica y el encogimiento precoz.
La pulsación bioenergética es una función que depende por completo de
los estímulos del medio y de los contactos con éste. Las estructuras
caracterológicas de los educadores constituyen una pieza clave dentro del
medio desde el instante del nacimiento. El organismo de la madre cumple la
función del medio, desde el instante en que se forma el embrión hasta el
momento en que se produce el nacimiento.
Quisiera hablar ahora acerca de lo poco que sabemos respecto a la
evolución prenatal del organismo. Es verdad que no es mucho y que aún no
se trata de nada decisivo; el camino a recorrer hasta abordar el oscuro
problema de la herencia es muy largo; sin embargo, las notas que siguen -no
son más que eso, por cierto- constituyen un punto de partida para la
adquisición de nuevos conocimientos.
Si el origen de la biopatía de encogimiento se remonta al desarrollo del
embrión, el paso siguiente consistirá en investigar la influencia de la sangre
materna sobre el embrión, es decir, el efecto de la orgonidad del organismo
materno -sobre todo del estado bioenergético de los órganos genitales- sobre
el embrión.
Las contracciones del embrión de pollo registradas en películas
cinematográficas confirman la naturaleza clónico-pulsatoria del crecimiento
embrional. La vitalidad de un embrión se manifiesta en esas contracciones. La
propia forma vesicular indica que allí operan las típicas funciones
bioenergéticas de protrusión protoplasmática, que tan bien pueden estudiarse
en las amebas que fluyen libremente. Es lógico suponer que un útero que se
contrae libremente representa un medio mucho más favorable para el
embrión que un útero espástico y anorgonótico. En un útero orgonóticamente
vigoroso, la circulación de la sangre y de los líquidos del cuerpo es más
completa y, por ende, el metabolismo energético es más eficiente. Pero,
además, la capacidad de carga del tejido materno se trasmite al embrión, el
cual, en realidad, es una parte funcional de la mucosa uterina.
Por eso, los hijos de madres de gran potencia orgástica son mucho más
vitales que los de las mujeres frígidas y acorazadas. No es difícil someter a
prueba esta afirmación.
360
361
Lo que se suele definir como "temperamento hereditario" es, en gran parte, el
efecto del tejido materno sobre el embrión. Este enfoque nos permite, por
primera vez, entender parte de ese enorme problema que es la "herencia del
carácter". Dado que las funciones emocionales están determinadas por las
funciones de energía orgonótica, es comprensible que, inicialmente, las
peculiaridades caracterológicas sólo dependan del mayor o menor grado de
actividad energética. En otras palabras: el temperamento es una expresión de
la cantidad de actividad pulsatoria del sistema orgonótico corporal.
El “factor hereditario" pasaría a ser así, en principio, algo tangible, ya que
se convertiría en un factor energético cuantitativo. Es lógico que un sistema
rico en energía se resigne con menos facilidad que uno pobre en energía. La
legítima conclusión es que el nivel de energía de un embrión está
condicionado por el nivel de energía de los genitales maternos. El déficit
energético podría concebirse, desde un punto de vista cuantitativo, como
disminución de la orgonidad, y desde el punto de vista funcional, como
limitación de la actividad pulsatoria del plasma. Ahora bien, es probable que
la limitación de la pulsación plasmática pueda provocar una anorgonia en el
embrión. Por eso, no podemos suponer automáticamente que el embrión en sí
ha sido anorgonótico desde un comienzo, aun cuando los padres hayan
padecido un metabolismo de energía orgónica bajo. Existen dos
posibilidades; una anorgonia original en el embrión o una anorgonia
secundaria determinada por la anorgonia del aparato genital de la madre.
Sigamos un poco más este razonamiento, aunque, por supuesto, se
requieren observaciones concretas para corregir o ampliar lo que queda
oscuro en este terreno.
El embrión participa de las contracciones orgásticas del útero durante el
acto sexual de los padres. No puede ser de otra manera, dada la situación
fisiológico-anatómica. Antes del nacimiento se producen también
contracciones evolutivas, que desde el punto de vista bioenergético no se
distinguen de las contracciones orgásticas. A eso se suman las contracciones
orgásticas estimuladas por el orgasmo materno. Si, por añadidura, el
organismo femenino poseía un alto grado de orgonidad antes del embarazo,
las condiciones bioenergéticas para la orgonidad del embrión son favorables.
Estas condiciones son reforzadas después por la estructura caracterológica
genital de los padres, que prolonga en el terreno del desarrollo psíquico lo
que la función bioenergética ha establecido en el embrión. Después del
nacimiento, el lactante experimenta contracciones orgásticas independientes
en la cabeza y en el cuello.
El alto grado de orgonidad provoca una vigorosa actividad expansiva
360
361
instintiva, con lo cual queda conjurada la anorgonia. La predisposición para
una biopatía carcinomatosa o para una anorgonia se hace así poco probable,
aunque no del todo imposible, pues las influencias destructivas en etapas
ulteriores pueden llevar al organismo más vigoroso a la resignación y al
encogimiento.
Pero volvamos ahora a nuestro recién nacido. A partir del quinto mes del
embarazo los movimientos del niño habían sido extraordinariamente
vigorosos; tanto, que la madre solía experimentar dolores. El obstetra
también se mostró sorprendido por la fuerza de los latidos del corazón de
aquel feto. Pese a las dificultades del parto (primer embarazo, rotura de la
bolsa antes de tiempo, veinte horas de trabajo de parto) el niño no presentó
señales de asfixia. La sangre de la madre permaneció orgonóticamente fuerte
y libre de bacilos T hasta el final del embarazo.
Para resumir: El alto grado de orgonidad y la potencia orgástica de los
padres, la ausencia de anorgonia en el útero, la ausencia de bacilos T y de
exceso de CO2 en la sangre materna, son los requisitos biosociales para la
fuerte orgonidad del ser en estado embrionario.
Por lo contrario, la impotencia orgástica de los padres, la anorgonia del
útero, los trastornos de la respiración tisular interna, la presencia de bacilos
en la sangre y la coraza muscular, todos estos factores provocan los
trastornos de funcionamiento que pueden determinar la futura anorgonia del
niño.
La teoría mecanicista-mística de la herencia pierde así más terreno ante el
avance de la patología funcional. El problema ya no es un incontrolable
"daño hereditario del embrión" que "predispone" al niño al cáncer; se trata de
funciones modificables, de cantidades de energía y de trastornos de la
pulsación. Es verdad que estos trastornos crean una tendencia a la anorgonia;
pero no es forzoso que esa tendencia se desarrolle, pues las condiciones de
vida favorables del futuro pueden reparar el daño. El organismo viviente
tiene una gran capacidad de adaptación. Se adapta tanto a las malas como a
las buenas condiciones de vida.
El período que media entre la formación del embrión hasta el nacimiento y
desde éste hasta el final del primer año de vida, aproximadamente, es para la
biofísica orgonótica el "período crítico" en la "constitución del sistema
orgonótico de funcionamiento". El núcleo de esta "constitución" es el grado
de orgonidad y de capacidad pulsatoria de los tejidos, que determina el grado
de actividad pulsatoria del plasma.
Si en lugar de fijar la terminación del proceso de desarrollo embrional en
el nacimiento, lo establecemos alrededor de los diez o doce meses de vida
extrauterina —es decir, en el momento en que se reúnen todas las
362
363
bifurcaciones, para constituir un biosistema unitario y coordinado—
habremos abarcado el período crítico, decisivo para el futuro funcionamiento
bioenergético. El período crítico para el desarrollo psíquico está
comprendido, en términos generales, entre el tercero y el quinto año de vida.
Su resultado está condicionado, en gran medida, por el curso del crítico
período biofísico precedente. Es en esta fase biofísica crítica donde debe
buscarse la solución del misterioso hecho de que después del tratamiento
orgonótico, cuando se han elaborado todos los mecanismos patológicos,
queda algo intangible: una inmodificable desesperanza en la actividad vital,
una pasividad del organismo, una irritabilidad, en resumen, lo que la
psiquiatría clásica solía definir como "disposición innata".
Son muchos los puntos oscuros que quedan en lo referente a la angustia de
caída y a la anorgonia. Ni el miedo ni la ira son manifestaciones patológicas
del sistema vital. Es natural que un niño experimente miedo si se cae o si es
atacado por un perro; es natural que el recién nacido manifieste enojo si no se
satisfacen sus necesidades.
Pero la angustia de caída es más que un miedo al peligro. Puede hacerse
presente mucho antes de que el ser humano tenga conciencia del peligro. Está
relacionada con bruscas contracciones del aparato vital; en realidad, es
producida por esas contracciones. Así como la caída real desencadena
contracciones biológicas, también la contracción produce, a su vez, la
sensación de caída. Por eso (se entiende que una contracción producida en
pleno proceso de expansión orgástica traiga aparejada la angustia de caída) Y
es comprensible que la angustia de caída se haga presente cuando se rompe la
coraza muscular y se establecen las primeras corrientes plasmáticas. Una
contracción en medio de una expansión plasmática trastorna la sensación de
equilibrio. Pero hay algo que ha quedado sin explicación. Procuremos
localizar el problema aun cuando no podamos resolverlo.
Una de las funciones básicas del sistema orgonótico viviente consiste en
oponerse a la gravedad de la tierra y superarla. El pedúnculo de una hoja
muerta obedece por completo a la atracción gravitacional. El pedúnculo de
una hoja viva se desarrolla en dirección opuesta a la gravedad. (Y este
fenómeno no se debe simplemente a un proceso de tensión mecánica, pues un
tallo muerto no se yergue aunque se lo colme de agua.) El vuelo de los
pájaros depende de la capacidad de éstos para vencer la fuerza de gravedad.
La marcha erecta del hombre exige una enorme dosis de equilibrio para
compensar la acción de la gravedad. Sabemos que ese equilibrio falla cuando
la unidad de las funciones motrices del cuerpo sufre alguna perturbación. Esa
perturbación motriz puede ser puramente mecánica, como una lesión en una
pierna o un tabes; pero también puede ser funcional.
362
363
La anorgonia de la totalidad del cuerpo o de órganos esenciales significa una
perturbación de la capacidad de equilibrio y, por consiguiente, tendencia a
caerse y angustia de caída. Hasta aquí todo resulta claro. Pero la
manifestación de angustia de caída en un niño de tres semanas (que, por lo
que sabemos, fue desencadenada por el enfriamiento de la piel después del
baño) sigue siendo un misterio. Es verdad que está la función de la rápida
contracción vascular; pero, en cambio, no existe la experiencia de la caída.
¿De dónde proviene, entonces, la expresión de la angustia de caída?
Podríamos conformarnos con la "experiencia filogenética" como explicación.
Pero, para ser efectiva, la experiencia filogenética debe tener un punto de
apoyo actual. La función de la memoria no existe sin un mecanismo actual.
Aquí nos vemos obligados a renunciar a nuestro intento de entender por
completo la anorgonia y la angustia de caída y debemos conformarnos con
entender la relación entre el bloqueo de la pulsación orgonótica y la pérdida
de la sensación orgánica de equilibrio. La relación de la orgonidad y de la
anorgonia con la gravedad es clara. En el estado anorgonótico los miembros
se vuelven "pesados" y todo movimiento exige un gran esfuerzo. En el estado
de alta orgonidad, en cambio, el individuo se siente "liviano", como si
"flotara". Tomemos estas expresiones al pie de la letra y con toda seriedad.
En la anorgonia hay menos energía biológica libre y activa. La masa inerte
del organismo se vuelve mayor y por lo tanto más pesada en relación con la
energía activa encargada de mover el cuerpo. En la alta orgonidad hay más
bionergía libre y activa, y la masa del organismo se vuelve más liviana con
relación a ella. Nos encontramos ante una auténtica relación variable entre
masa y energía en el biosistema.
Por el momento no podemos avanzar más, sin invocar a ese duende
metafísico que supuestamente actúa, piensa, siente y reacciona en el fondo de
las funciones vivas. Y eso no nos conduciría a nada. Es preferible que
esperemos una oportunidad más propicia para terminar de entender lo que
falta por entender. Bástenos, por el momento, haber comprendido que el
proceso de encogimiento carcinomatoso y su anorgonia despuntan en una
etapa muy temprana, y con haber localizado las funciones orgonóticas en las
cuales puede estar su punto de partida.
364
365
X
LA BIOPATÍA DEL CÁNCER COMO PROBLEMA
SEXUAL SOCIOLÓGICO
Se requerirán muchos años de experiencia clínica para comprender a fondo la
devastación que la peste emocional ha causado en el sistema vital. Este
estado de cosas se vuelve particularmente afligente debido a que el desquicio
en la economía sexual de los enfermos de cáncer -provocado, en esencia, por
la peste emocional- es algo que se ignora en forma total y permanente a pesar
de ser tan obvio. La conclusión general es la siguiente: privados de la función
sexual natural, los cancerosos en potencia desarrollan una resignación
caracterológica general. Al comienzo sólo aparecen "trastornos" locales y
benignos, una úlcera gástrica o una simple acidez, hemorroides, espasmos de
la garganta, adormecimiento genital, trastornos menstruales, rigidez de la
musculatura torácica, etcétera. El trastorno crónico del funcionamiento
biológico va deteriorando en forma creciente la respiración y la pulsación de
los tejidos. Estos comienzan a decaer lentamente y a aproximarse al proceso
de putrefacción. Los bacilos T hacen su aparición y aceleran el proceso, que
se prolonga, sin embargo, a través de algunos años. Por fin comienzan a
proliferar los protozoarios, hasta que el carcinoma se hace palpable y visible.
Como es lógico, hasta el más precoz de los diagnósticos del tumor local
siempre llega demasiado tarde, pues la biopatía ya ha cumplido su tarea
devastadora en el organismo. La tarea de la terapia del cáncer consiste, pues,
en ejercer una influencia sobre el trastorno general en la función del
biosistema, en fomentar la reacción B del organismo. Si reducimos todo esto
a un común denominador, comprenderemos que (mientras la educación
continúe produciendo resignación caracterológica y coraza muscular en
forma masiva, no podrá hablarse de una erradicación del flagelo del cáncer.
Sin duda se eliminarán más tumores y se salvarán más vidas; pero no nos
entreguemos a la peligrosa ilusión de que las drogas y el bisturí o el orgón
364
365
por sí solo pueden llegar a derrotar al cáncer.
Yo también he sucumbido a esas ilusiones. Cuando vi el efecto de la
radiación orgónica sobre los tumores cancerosos de las ratas experimenté un
enorme alivio.” ¡Por fin se abre un camino a la terapia del cáncer!", me dije.
"Por fin podremos comenzar a curar el cáncer, e, incluso, a prevenido." En el
fondo me deleitaba la perspectiva de librarme, por fin, del "maldito problema
sexual" y refugiarme en la atmósfera "pura", libre de sexo, de la patología
orgánica. Pero me estaba engañando a mí mismo. Los hechos no mentían y
era preciso enfrentado. No tardaron en despojarme de mi confortable ilusión
de haber encontrado un camino fácil.
Los grandes problemas no se resuelven por caminos fáciles. La dificultad
del camino no es más que el reflejo de la dificultad del problema. Yo no me
había librado de la "maldita" economía sexual y hoy no puedo menos que
experimentar gratitud ante esos hechos incontrovertibles.
Los enfermos de cáncer que traté hicieron aflorar a mi conciencia con gran
nitidez lo que yo había observado desde hacía veinticuatro años: la
devastadora influencia de los trastornos sexuales. Por más que lo intentara, no
había forma de eludir la realidad: el cáncer es una putrefacción de los tejidos
que se produce en vida, como consecuencia del hambre de placer del
organismo. Ni los métodos, inadecuados de investigación ni los errores
terapéuticos por sí solos eran los responsables de que se hubiera pasado por
alto este hecho tan simple. Yo lo encontré por casualidad, sólo porque debía
ser consecuente como economista sexual y rastrear los resultados de las
perturbaciones sexuales en todas las direcciones. En realidad, la responsable
de esta ceguera es toda nuestra visión del mundo: nuestro moralismo, la
deformación sexual de nuestros niños y de nuestros jóvenes, los prejuicios
moralistas de la medicina y la pedagogía; en una palabra: nuestra ceguera
ante la vida y nuestro miedo a la misma, esa ceguera y ese miedo que se van
trasmitiendo desde hace varios milenios, de generación en generación.
Hemos convertido la función más importante de la vida en algo ilegal, la
hemos rotulado de pecaminosa y hasta de criminal, y le hemos negado toda
protección social. Y por añadidura, hemos tolerado y seguimos tolerando al
enemigo mortal de la vida erótica natural de la infancia: la pornografía, la
chismografía sexual, la coerción sexual y las leyes medievales respecto al
sexo. Seguimos tolerando que mentes sucias -ya sean hipócritas y mojigatas o
bien abiertamente sádicas y pornográficas- sigan determinando cómo hemos
de educar a nuestro hijos y a quién debemos amar y abrazar. Hemos perdido
la confianza en las leyes naturales de la vida y ahora estamos experimentando
las consecuencias.
366
No podemos dejar de sorprendemos ante la vitalidad y la capacidad de
resistencia del organismo. Resulta difícil creer que los organismos humanos
no perezcan más rápido, si tenemos en cuenta la acción devastadora del
mecanicismo y del misticismo. Pero nuestra esperanza radica, precisamente,
en esa fuerza de lo vivo. Si un organismo maltratado es capaz de sobrevivir
por espacio de décadas antes de desarrollar crecimientos locales, puede que
lleguemos a ver el final de ese terror sin límites que es hoy el cáncer; pero
eso sólo ocurrirá si encaramos el problema sin ilusiones y, sobre todo, si nos
negamos a aceptar las ideas neuróticas de un género humano azotado por la
peste.
El World Almanac de 1942 contiene un resumen estadístico de la
frecuencia con que aparecen las enfermedades que hemos definido aquí como
biopatías. Son datos oficiales del Estado de Nueva York. He tomado estas
cifras del artículo de un colega. Entre 1921 y 1940, el considerable descenso
en el promedio de enfermedades no-biopáticas (neumonía, difteria, etc.) 1
coincide con el aumento del porcentaje de enfermedades biopáticas
(enfermedades mentales, hipertonía cardiovascular, cáncer, suicidios,
criminalidad, etc.).
PRINCIPALES CAUSAS DE MORTALIDAD
EN EL ESTADO DE NUEVA YORK
(Tasas por cada 100.000 habitantes)
Enfermedades no biopáticas
Tuberculosis
pulmonar
Neumonía
Muertes
Tasa
Muertes
1921
1925
9,503
9,162
88.6
78.9
10,645
13,571
1930
8,146
64.6
12,908
1935
1940
6,847
5,793
52.4
42.9
11,018
6,143
Tasa
99.3
116.
8
102.
4
84.4
45.5
Difteria
Muertes
Tasa
1,702
1,001
15.9
8.6
656
5.3
102
45.5
0.8
0.01
367
1
W.F. Thorburn, "Mechanistic Medicine and the Biopathies", International
Journal of Sex-Economy and Orgone Research. vol. 1, nº 3, 1942.
366
367
1935
1941
Enfermedades biopáticas
1921
1925
1930
1935
1940
Cardiovasculares
Muertes
Tasa
Cáncer
Muertes Tasa
36,594
43,370
48,487
55,109
64,987
11,163
13,201
15,144
18,600
21.384
341,4
373.3
384.5
422.1
481.3
2,180
2,188
16.7
16.2
104.1
113.6
121.8
142.5
158.4
ENFERMOS MENTALES EN EL ESTADO DE NUEVA YORK
(Tasas por cada 100.000 habitantes)
1920
1925
1930
1935
1941
Hombres Mujeres
Total
Tasa
19,515
22,667
28,674
36,124
45,870
40,780
46,525
56,411
70,067
89,263
390.0
413.6
444.0
493.0
664.2
21,265
23,858
27,737
33,943
43,393
CONVICTOS DE DELITOS EN EL ESTADO DE NUEVA YORK
Total
1920
1925
1930
1935
1940
40,691
77,202
175,530
363,743
1,155,986
SUICIDIOS EN EL ESTADO DE NUEVA YORK
(Tasas por cada 100.000 habitantes)
1920
1925
1930
368
Total
Tasa
1,442
1,664
2,135
13.5
14.3
17.2
369
Estas cifras demuestran que las biopatías no sólo son de naturaleza muy
diferente de la de otros tipos de enfermedades, sino que no se las entiende. La
medicina mecanicista, que no se orienta por la economía sexual, no tiene
acceso a las biopatías. Las biopatías son enfermedades provocadas por
trastornos de la pulsación biológica del aparato vital autónomo. En el fondo,
estos trastornos tienen un condicionamiento social; se trata de enfermedades
resultantes dé la estasis sexual: Su principal característica es una alteración de
la economía de la energía biológica, o sea, la impotencia orgástica, que
imposibilita la correcta pulsación del aparato vital Y hace descender la
potencia orgonótica. El número de biopatías se mantiene en continuo
crecimiento. La situación es muy grave y exige atención y asistencia.
La economía sexual y la biofísica orgónica ofrecen a la medicina y a las
ciencias de la educación algunos datos importantes que podrían representar
una valiosa ayuda en este terreno. Nuestra ayuda no es de la naturaleza que el
común de la gente desearía; no hemos descubierto ninguna droga que haga
desaparecer masivamente y de una vez por todas el flagelo de las biopatías.
Eso no es tan fácil. La campaña contra las biopatías ha de ser una de las
tareas más pesadas que haya encarado jamás la sociedad humana. Me atrevo
a asegurar que ninguna revolución, ni siquiera el esfuerzo que requirió
dominar las pestes del Medioevo, es comparable a esta misión, en cuanto a
magnitud, profundidad y riesgos. Es probable que la solución de este
problema exija la mayor revolución del pensamiento y de la acción que el
hombre haya encarado jamás. Y estos cambios no pueden producirse por
acción individual, sino de toda la sociedad.
Las biopatías son una enfermedad endémica de la población de la tierra. El
índice de enfermos mentales en el Estado de Nueva York, que se ha
duplicado en los últimos 20 años (y estas cifras tienen validez para todo el
mundo), no requiere comentarios. Todavía no contamos con los
conocimientos necesarios o, si contamos con ellos, aún no están lo bastante
organizados y las teorías erróneas están demasiado arraigadas como para
permitirnos esperar que las biopatías puedan ser eliminadas con rapidez, con
facilidad y sin peligros. Apenas estamos comenzando a comprender la
tremenda desgracia que aflige al género humano desde hace algunos milenios
y que, en la actualidad, amenaza casi con aplastado. Esta tragedia no podría
entenderse ni encararse con droguitas, slogans políticos u oraciones. Esas
cosas sólo contribuirán a ahondada. Los requisitos indispensables para llegar
a la solución son: profundizar los descubrimientos ya efectuados; fomento y
defensa de la verdad bajo cualquier circunstancia; coraje para admitir la
enormidad de la tragedia social y confianza en la función vital natural. Lo
esencial de esta tragedia es que se ignora la función natural de lo vivo, se la
368
369
teme y se la reprime por doquier. Y sin embargo, es y seguirá siendo la única
esperanza. Está y seguirá estando ligada a la función sexual natural de la
especie animal "hombre". Es imposible eludir esta verdad y es una bendición
que no podamos eludirla.
El doctor Friedrich Lönne, director del Theresienhospital de Düsseldorf,
declara lo siguiente en su tratado Wirksame Krebsbekämpfung (1937):
"Tenemos que contar con que, en Alemania, mueren anualmente unas 15.000
mujeres de cáncer uterino y vaginal y unas 3.500 a 4.000 de cáncer de
mamas. En más de 12.000 casos de útero y vagina, el mal está radicado en el
cuello de útero..."
El cáncer de los órganos genitales, y de las mamas es muchísimo. Más
frecuente que el cáncer de otros órganos, Eso demuestra con toda claridad la
naturaleza sexual biopática del cáncer. Si ligamos este hecho con el
predominio de la frigidez sexual entre las mujeres, comprenderemos que las
estadísticas sobre cáncer no hacen más que confirmar lo que la práctica
clínica de la economía sexual nos viene demostrando desde hace mucho
tiempo respecto a los trastornos de las funciones sexuales. Y lo que
perseguimos aquí es justamente demostrar la relación existente entre la
patología sexual y las estadísticas de cáncer. Porque de eso puede extraerse
una importantísima conclusión: La afección cancerosa local es un fenómeno
resultante de la economía sexual trastornada del organismo. Por eso, una
campaña radical contra el cáncer exige un cambio radical en la higiene
sexual de la población. Las declaraciones de muchos cancerólogos no suenan
muy lógicas si se las considera en función de esta conclusión. Porque ocurre
que, en su impotencia en la lucha contra el cáncer, creen necesario aferrarse a
teorías erróneas y perimidas. En lugar de extraer las mismas conclusiones que
nosotros de esa predilección del cáncer por los órganos sexuales, escriben
cosas como éstas:
Las investigaciones científicas acerca del cáncer consideran en la actualidad que,
además de las causas locales para el desarrollo del cáncer, debe suponerse la existencia
de otro factor general, que es la debilidad del sistema antiblástico. [El "sistema
antiblástico", que hasta ahora no ha sido entendido, no es otra cosa que nuestra
"reacción B", es decir, la "potencia orgonótica" del organismo. W.R.] En el tratamiento
práctico del cáncer, nos vemos obligados -por razones clínicas- a sujetarnos a la teoría
del origen local de esta enfermedad porque la mejor operación y el mejor tratamiento de
rayos serían sólo una dudosa solución parcial si antes de la aparición del tumor ya
existiera una enfermedad sistémica: Tanto los médicos como los pacientes perderían su
confianza en la curabilidad del cáncer, porque ninguno de nosotros conoce un método
eficaz para combatir una enfermedad sistémica, si es que ésta realmente existe. (De
Krebskrankheiten, Hirzel, Leipzig. 1937, pp. 221 y ss.).
370
371
De modo que si no conocemos un método para curar la biopatía del
cáncer, la solución es ignorar su existencia y seguir aferrados a la teoría del
origen local del tumor canceroso, pues de lo contrario tanto el médico como
el paciente pierden la confianza: ¿Qué confianza? Confianza es una ilusión,
que no hace más que cerrar el camino a la comprensión de la biopatía del
cáncer y, por consiguiente, a su eliminación. Esta argumentación de Lönnes
es muy similar a la de ciertos psiquiatras, que niegan el origen social de la
represión sexual o la naturaleza biopática de las neurosis y psicosis sólo
porque al admitir estas relaciones entran en conflicto con determinadas
instituciones sociales y se ven obligados a defender públicamente hechos
muy impopulares. Esta conducta está reñida con la medicina y con la ciencia
en general. Es una simple cuestión de negocios o de miedo a encarar la vida.
El lector comprenderá mejor ahora por qué describí como primer caso de
cáncer una biopatía de encogimiento sin tumores malignos diagnosticables.
También justificará el hecho de que en esta exposición se haya concedido
importancia al fondo biopático y no al tumor local.
En la literatura sobre estadísticas de cáncer se afirma que el crecimiento
de las cifras de muerte por cáncer durante las últimas décadas se atribuye al
mayor acierto de los diagnósticos, tanto en el organismo vivo como en los
cadáveres; de modo que el aumento de las cifras sería sólo aparente. Para
aferrarse a la teoría de la "naturaleza puramente hereditaria del cáncer", se
niega que los pueblos primitivos, que todavía llevan una vida sexual natural,
se mantienen relativamente libres de esta enfermedad y que el aumento
estadístico de las muertes por cáncer corresponde a un crecimiento real de la
enfermedad.
A continuación reproducimos una estadística sobre casos de muerte por
cáncer en Noruega, entre 1853 y 1925 (según Gade).
1853
1860
1870
1880
1890
1900
1910
1920
1925
370
Muertes por
cáncer por
cada 100.000
habitantes
Número de
médicos en
el país.
Porcentaje de
certificados de
defunción extendidos
por médicos.
7
12
27
42
58
91
93
105
118
295
330
410
551
658
1066
1177
1281
1496
20,4
28,8
38,5
50,0
55,4
82,7
88,3
92,4
98,5
371
La interpretación que los místicos de la herencia hacen de estas cifras
estadísticas podría resumirse así: La mística de la herencia no admite que el
medio social influye sobre los factores hereditarios. La teoría de la herencia
de caracteres adquiridos no ha logrado imponerse hasta el día de hoy, pese a
que es acertada. Hay razones de sobra para dudar del carácter científico
racional de la teoría de la herencia. No podemos dudar, en cambio, de que en
cualquier enfoque de la herencia interviene un factor emocional que escapa a
todo control. Y es precisamente este factor irracional en la teoría mística de la
herencia lo que lleva a excluir las influencias del medio social y a eternizar
los caracteres de la masa hereditaria Por consiguiente, para ella, las
enfermedades heredadas formarían parte de la "masa hereditaria" y serían
inaccesibles desde el punto de vista de la profilaxis. Todo esto significa que,
de acuerdo con este enfoque la trasformación de las influencias sociales es
algo innecesario e inadecuado Es más, si el cáncer se da en los vegetales y en
los animales, es decir, en la Naturaleza entera, no existirían diferencias entre
los pueblos primitivos y el hombre mecanizado en lo que a esta enfermedad
respecta. En consecuencia, el cáncer sería el resultado de una "malformación
embrionaria" y, por eso, en los libros de texto se lo trata entre los teratomas.
De este enfoque hereditario" resulta, además, que el crecimiento de las cifras
de muerte por cáncer es puramente artificial y sólo se debe a un
perfeccionamiento de las técnicas de diagnóstico y al mayor número de
médicos con relación a la población, lo cual permite detectar más tumores
cancerosos que antes.
El sentido oculto de todos estos argumentos es el de salvar la falsa teoría
de la masa hereditaria inalterable y evitar que el enfoque vivo y funcional de
la interacción entre plasma y medio acabe con ella. Esta teoría mecanicistametafísica de la masa hereditaria no ha producido una sola idea fecunda en
cuanto a la posibilidad de una influencia médica sobre las llamadas
enfermedades hereditarias. Un enfoque de esta naturaleza conduce en línea
recta a la idea mística del superhombre y del hombre inferior como producto
de una herencia inalterable, es decir, al mundo de las ideas de la peste
emocional. Pero esto no es de sorprender, pues se trata justamente de la
función conservadora que desempeña la teoría de la herencia. Los trabajos de
Darwin, de Vries, Freud, etc. han logrado abrir una amplia brecha en ella;
pero, por desgracia, esa brecha resulta aún insuficiente. La teoría de la
herencia no es ciencia sino una coartada ética
Por las razones que acabamos de esbozar, es difícil formular comentarios
sobre estadísticas aparentes como las que hemos reproducido. El número de
médicos aumentó en forma considerable en Noruega desde 1853, de modo
que la evaluación de estas cifras es extraordinariamente difícil.
372
373
No se puede afirmar, en cambio, que el aumento de los casos de muerte por
cáncer entre 1921 y 1940 también se deba a mejores diagnósticos. Los
médicos no han aprendido demasiado en materia de diagnóstico del cáncer
desde 1921 y su número no ha aumentado en forma tan notable. A pesar de
eso, el índice de muertes por cáncer ha aumentado de 104,1 a 158,4 por
cada 100.000 habitantes en el estado de Nueva York, en el transcurso de 20
años.
El argumento de que el aumento de los casos de muerte por cáncer es una
estadística artificial o que puede atribuirse a un aumento en la expectativa
media de vida pierde toda validez si, en lugar de aislar la biopatía del cáncer
de las restantes biopatías sexuales, se la relaciona con el aumento del número
de muertes por biopatías cardiovasculares, con el aumento de casos de
esquizofrenia, de criminalidad y de suicidio. Si se establece esta relación y se
capta el fondo económico-sexual y social que todas ellas tienen en común,
los argumentos esgrimidos se convierten en fórmulas vacías. Sólo entonces
nos enfrentaremos al hecho desnudo del efecto mortal causado por la peste
emocional y por la ignorancia de los médicos y educadores en lo referente a
la vida sexual natural de los niños y adolescentes. No hay negligencia de la
medicina que pueda compararse con esta imperdonable indiferencia general
ante el flagelo del hambre sexual. La medicina y la pedagogía no fueron
culpables de que cientos de miles de personas fueran víctimas de la peste
bubónica. Se desconocía el agente. La medicina no fue la culpable de que
infinidad de mujeres murieran de fiebre puerperal. Pero las biopatías mortales
son producidas, en última instancia, por las reacciones irracionales de
individuos, es decir que su origen es social. Los educadores y los médicos
eluden los problemas sexuales o los enfocan desde el punto de vista de una
moral coercitiva. Es una actitud deliberada, pero en general inconsciente. La
resistencia que estos grupos ofrecen a la lucha contra las biopatías sexuales es
una prueba de lo acertado de esta afirmación.
Pero ante esta triste verdad se levanta una poderosa esperanza. Cuando se
llegue a comprender que las enfermedades biopáticas del aparato vital son, a
la vez, causa y resultado de enfermedades sociales, ese cuadro tan alarmante
y desconcertante se simplificará. Es verdad que ningún ser humano puede
constituirse en salvador; es verdad que no podrá aparecer el "redentor" que
aguardan las masas; pero el constante agravamiento de la tragedia social
logrará lo que ningún individuo puede lograr: las masas humanas, que tanto
padecen biopática y socialmente, se verán obligadas a pensar en forma
racional y a recuperar el contacto con su esencia biológica. Esta revolución
ha de ser, probablemente, el resultado más significativo de la peste emocional
del siglo XX. Hay innumerables signos de que esa revolución está en marcha.
372
373
Hace diez o veinte años, la sexualidad del niño y del adolescente era un
tema tabú, tanto para los legos como para los científicos. Hoy ya no lo es y
cada vez lo será menos. El padecimiento sexual se ha hecho demasiado
obvio, se ha difundido demasiado. Los ensayos y estudios extraoficiales, e
incluso oficiales, en torno al problema son cada vez más numerosos e
insistentes. Todavía no se los incluye en ningún programa político; pero, por
primera vez en la historia de la humanidad, se está examinando la utilidad y
la racionalidad de los programas políticos. Hasta se ha llegado a preguntar si
la política en sí no es una enfermedad social. La conciencia de las exigencias
naturales de la vida se hace cada vez más clara, y ya no como imposición o
sueño de personalidades individuales, sino como logro de la sociedad
humana.
El lector se preguntará qué relación guardan estos problemas sociales
generales con el flagelo del cáncer. La relación es muy estrecha: la
dependencia es total. La principal finalidad de este libro es demostrar en
forma convincente que el cáncer, en tanto forma especial de biopatía, está
indisolublemente ligado con el problema de la sexualidad y con la estructura
de nuestra sociedad. Más aún: el cáncer ha constituido hasta ahora un
problema insoluble, porque nunca se tomó en cuenta su motivación sexual ni
social. "¿Pero qué tiene que ver la patología orgánica con la sociología?", se
suele preguntar. Hace pocos años se preguntaba en Europa qué tenía que ver
la vida sexual de las masas con la política y la sociología. Hoy esa pregunta
no se formula más. En este terreno, la economía sexual ha logrado abrir
amplias brechas en la muralla del pensamiento tradicional. Ya no existe una
sexología "apolítica", como existía en el III Congreso de la Liga Mundial por
la Reforma Sexual, celebrado en Viena en 1930. Hoy es cosa sabida, en el
campo de la biopsiquiatría, que la sexualidad y la sociología sólo pueden
tratarse en relación una con otra. No pasará mucho tiempo antes de que la
patología orgánica investigue las causas sociales y sexuales de una lesión
tisular. El hombre es un organismo biosexual y social que desarrolla
trastornos funcionales tanto en los tejidos como en su vida emocional.
Quienes estén familiarizados con las cifras sobre crecimiento de la
biopatía carcinomatosa se habrán preguntado por qué esta enfermedad en
particular se ha difundido así. Hace algunos años los psiquiatras se vieron
enfrentados al mismo interrogante, al comprender que las enfermedades
psíquicas no se limitan a los síntomas histéricos y neuróticos compulsivos y
que las neurosis de carácter pasaban cada vez más a primer plano y se
difundían eh sectores cada vez más amplios de la población. Se llegó a esta
conclusión: antes del comienzo de nuestro siglo, la represión sexual y el
acorazamiento eran totales. Eso significaba que sólo se producían irrupciones
374
375
violentas y circunscriptas de síntomas neuróticos, la grande hystérie, etcétera.
El individuo íntegramente acorazado era el "hombre normal". A partir de
entonces, las demandas sexuales se fueron abriendo cada vez más camino y
exigieron que se les prestara atención y se las satisficiera Las neurosis
sintomáticamente circunscriptas fueron dando lugar a la neurosis de carácter:
tos mayores exigencias de la vida chocaron contra formas perimidas y rígidas
de existencia, contra dogmas irracionales y contra inhibiciones neuróticas
internas.
Seres humanos que adquieren conciencia de sus necesidades sexuales al
cambiar las costumbres, pero que, al mismo tiempo, no encuentran los
caminos y medios para permitir que su energía sexual siga un curso natural
en la satisfacción plena, tienen que vivir, necesariamente, un grave conflicto
tienen que ser víctimas de biopatías, tienen que volverse asociales y
criminales. Es imposible retornar al ayer. Estamos inmersos en el progreso en
un progreso sin parangón, por más que sea doloroso y momentáneamente
peligroso. Cualquier intento de resistencia sólo contribuye a producir
desdicha o aumentar la ya existente.
Los reaccionarios y místicos sólo verán en esto el peligro de la
“inmoralidad" y exigirán el retorno a la antigua vida de resignación. En
realidad, insisten constantemente en esta exigencia; pero no aportan nada
constructivo, no proponen nada que alivie el sufrimiento humano. Y en la
evolución biosocial no hay retorno. Sólo existe la posibilidad de lograr que
esa evolución sea menos dolorosa y menos sembrada de peligros.
Lo dicho respecto a la difusión de la biopatía carcinomatosa puede
aplicarse a las biopatías en general. La evolución social ha comenzado a
reemplazar las antiguas formas de vida social por modalidades nuevas. A
principios de siglo, una mujer de 35 años era una matrona; hoy es una joven
llena de vida. Lo mismo puede decirse del hombre cuarentón o cincuentón
Pero la educación y la medicina no se han puesto a tono con esta evolución
social. La capacidad estructural de los individuos para vivir en forma plena es
muy inferior a sus conocimientos y a sus exigencias. Por eso la estasis de
energía biológica en los organismos humanos es mucho mayor que hace 20 o
40 años. Alrededor del año 1900, una mujer frígida que permanecía en su
casa, que no ejercía una profesión m mantenía contacto con hombres estaba
mucho menos expuesta a un conflicto sexual consciente de lo que estaría hoy,
cuando su participación en la vida social se torna cada vez más activa. El
desarrollo industrial y la guerra actual son las principales causas de esta
situación. Y debemos estar preparados para cambios más revolucionarios aún
en la vida femenina. Nadie -con excepto de los fascistas- exigirá que la mujer
"vuelva a la cocina”.
374
375
Y hasta el propio fascismo ha revelado su impotencia en este aspecto. Ahora
bien, si el organismo humano está expuesto a una creciente discrepancia
entre lo que exige la vida y su propia incapacidad de gratificación es lógico
que la estasis de energía biológica aumente en la misma medida. Y cuanto
mayor es la estasis sexual, tanto más profundo será el daño fisiológico y
emocional que inflija al organismo. El cáncer es la expresión somática más
significativa del efecto biofisiológico de la estasis sexual. La esquizofrenia es
su equivalente en el terreno emocional No es por una simple casualidad que
el estado de Massachusetts, en el cual impera la más estricta legislación en
contra del control de la natalidad en pleno siglo XX, tenga uno de los índices
de mortalidad por cáncer más altos de los Estados Unidos. 2 Será preciso
aprender a tomar muy en serio el cáncer como producto de la inanición sexual.
El enorme incremento de las biopatías es pues la simple expresión de una
discrepancia entre el ansia de vida sexual y la incapacidad de concretarla. El
ansia de vivir se ha desarrollado de una manera descomunal; la capacidad de
vida (potencia sexual, capacidad de responsabilidad, autorregulación, etc.),
en cambio, no ha progresado. La solución no consiste en reducir nuevamente
la voluntad de vivir sino en crear una capacidad estructural de vida en el
organismo humano que esté de acuerdo con las exigencias de la vida. Esa
misión es esencialmente educativa y social. La medicina no es más que una
mediadora. Es evidente que para desarrollar en plenitud la capacidad de
placer y de vida en el individuo será necesario trasformar las instituciones y
leyes que la restringen desde hace siglos y, a veces, milenios. Por eso si los
adolescentes de ambos sexos establecen relaciones eróticas naturales, que los
gratifiquen antes de la edad legal y eso los expone al reformatorio, es decir, a
la asocialidad, lo racional es modificar esas leyes caducas y no la natural
sexualidad de la gente joven. Este solo ejemplo basta para calcular la
magnitud de las fuerzas contra las cuales chocará un experimento social de
esta naturaleza, y la intensidad que alcanzará el conflicto. ¿Pero acaso
alguien puede creer que esa lucha será una simple cuestión de palabras y no
de problemas vitales específicos, como el que acabamos de mencionar? Los
cambios sociales no se producirán con frases sino con la solución concreta de
los problemas individuales.
2
"¿Cuáles son los aspectos públicos del cáncer? El cáncer es responsable de
mayor número de muertes que cualquier otra enfermedad, con excepción de las
afecciones cardiacas. Aproximadamente una de cada ocho muertes ocurridas en
Massachussets se debe a esta enfermedad. Massachussets tiene uno de los índices
más altos de todos los estados por causa de este mal.” What and Whys of Cancer,
Massachusetts Department of Public Health, 1939.
376
377
El plan "Orgonon" sobre la posibilidad de la prevención del cáncer
Hasta el verano de 1942 me había negado a facilitar acumuladores de orgón a
los pacientes para su utilización a domicilio. Varios amigos que seguían con
entusiasta interés mis trabajos me lo habían sugerido. Mi negativa obedecía a
diversas razones. Desde un punto de vista puramente legal, no estaba clara la
forma en que debían librarse los acumuladores al uso público. Como los
negocios no me interesan, no quería convertirme en "empresario"; por otra
parte, dejar la construcción y distribución de los acumuladores de orgón en
manos de comerciantes habría significado someter las investigaciones sobre
el orgón a las prácticas propias de la industria farmacéutica actual. También
me detenía la desagradable competencia que se desencadenaría en forma
inevitable. No tenía ni tiempo ni ganas de encarar ese tipo de problemas.
Quise patentar el acumulador, pero comuniqué expresamente a la Oficina de
Patentes y a todos mis colaboradores que sólo lo hacía para defender el
descubrimiento de una explotación comercial inescrupulosa. El orgón, como
el agua y como el aire, se obtiene gratuitamente y existe en cantidades
inconmensurables. Si se lo recoge en acumuladores (como se recoge el agua
en un tanque), es para administrárselo a los usuarios en forma concentrada.
Es importante proveer medios para que el orgón concentrado resulte
accesible hasta a los sectores más pobres.
El lector se preguntará por qué no me limité a "ofrecer al mundo" mi
descubrimiento, como es habitual. Yo mismo me formulé esa pregunta.
Como no me interesa la explotación económica del descubrimiento, no me
habría resultado difícil crear en torno a mi persona ese halo de generosidad
que genera una donación de ese tipo. Pero no puedo olvidar que las
investigaciones sobre orgón deben seguir adelante. Hasta ahora, ninguna
institución social ha considerado necesario ofrecer a nuestro instituto el
apoyo económico que se brinda a cualquier mediocre trabajo experimental en
el campo de la química. Para colmo, la investigación del orgón debió sufrir
en los países escandinavos el duro impacto de la mezquindad e irracionalidad
de convencionales funcionarios de la ciencia. Estos grupos estuvieron a punto
de destruir todo el trabajo cuando comenzaron a intuir que la física
orgonótica funcional amenazaba con constituirse en un peligroso rival del
mecanicismo y del misticismo en las ciencias naturales. El ataque de que fui
objeto en Noruega, en 1937-1938, fue un serio aviso. Tuve que desprenderme
de mi ingenuidad. Es muy peligroso esperar" ayuda de instituciones sociales
que deben su existencia a la falta de conocimientos. ¿Qué le habría ocurrido a
Edison si hubiera recurrido a los fabricantes de lámparas de gas para que
financiaran el desarrollo y producción de sus bombillas eléctricas?
376
377
El orgón atmosférico es para la industria farmacéutica lo mismo que la
bombilla eléctrica fue para la industria de las lámparas de gas.
Siempre recuerdo que madame Curie no tenía el dinero para comprar el
radio necesario para sus investigaciones; que se lo obsequiaban como por
lastima, mientras que los magnates ganaban millones negociando con ese
material. Conozco demasiado bien la "ética" del comercio y sé hasta que
punto depende de ella la ciencia rutinaria, de modo que he aprendido a ser
cauto.
Descartada la venta, la donación o la explotación personal de la patente,
parecía no quedar camino para el aprovechamiento práctico del orgón. Pero
como ocurre con tanta frecuencia en esas situaciones, la marcha natural de
los sucesos trajo la solución que ahora relataré:
Desde hace algunos años disfruto de la amistad de un cazador de nutrias y
pescador de Maine, en donde poseo una cabaña. El hombre tiene ahora 70
anos. En esa cabaña de Maine instalé un laboratorio para el estudio del orgón
atmosférico. Dado que la gran humedad imposibilita el trabajo en Nueva
York durante los meses de verano, yo proseguía mis investigaciones en
Maine.
En febrero de 1942 me enteré por su familia que mi amigo padecía de un
cáncer de próstata y estaba internado en una clínica, en donde se lo sometía a
un tratamiento de rayos X. El tumor había sido descubierto unos meses atrás
y, en noviembre de 1941, los médicos le pronosticaron de seis meses a un año
de vida a lo sumo.
La noticia me conmovió profundamente. Habíamos llegado a ser muy
buenos amigos cuando, años atrás, le expliqué la naturaleza de los biones
Aquel hombre sencillo reveló un conocimiento natural del proceso de la vida
con el cual difícilmente habrían podido competir muchos biólogos y físicos
universitarios. Yo había llevado conmigo mi microscopio grande y le
pregunté si quería ver la energía vital de los biones. Pero quedé mudo de
asombro cuando mi amigo -antes de asomarse al microscopio- me describió
los biones a la perfección. Durante muchas décadas había observado, con el
agudo instinto de un ser íntimamente ligado a la naturaleza la germinación de
las semillas y el carácter del humus y se había trazado el siguiente cuadro: en
todas partes -así me dijo- hay minúsculas y delicadas burbujas (bubbles).
Esas burbujas representan la "vida" Todo se desarrolla a partir de ellas. Son
tan pequeñas que no se las distingue a simple vista, pero el musgo de las
rocas nace de ellas. La roca expuesta a lluvias continuas se "ablanda" en
superficie y forma esas burbujas portadoras de vida. Más de una vez había
intentado tratar ese tema con turistas universitarios, pero siempre habían
378
379
escuchado su teoría con una curiosa sonrisa. Sin embargo, él estaba seguro de
tener razón. Yo estuve de acuerdo con él, porque ¿cómo era posible que las
"semillas" de musgo "echaran raíces" en la roca?
Cuando aquel hombre vio en el microscopio las vesículas que había
intuido y le expliqué que la lente aumentaba 4000 veces el tamaño de
aquellas "burbujitas", experimentó -según sus propias palabras- "la emoción
más grande de su vida". Jamás había esperado llegar a ver las burbujitas en
las cuales él creía firmemente y en las cuales pensaba cada vez que trataba de
concebir el verdor, el crecimiento, la floración y la fertilidad del suelo.
Durante aquel primer verano no le hablé del orgón atmosférico por temor
a empañar nuestra relación. Más tarde me enteré de que también él me había
ocultado ciertas ideas suyas por la misma razón.
Cuando en el verano de 1942 me trasladé a Maine para proseguir mis
investigaciones sobre física orgonótica lo encontré en estado caquéctico.
Había perdido mucho peso, caminaba encorvado, apenas si podía trabajar, se
cansaba muy pronto, había perdido el apetito y también las esperanzas. Sabía
que no le quedaba mucho tiempo de vida. Un médico se lo había confirmado.
Me confesó que no se resignaba a su destino; más aún, que se rebelaba con
todas sus fuerzas. No quería morir, porque aquel mundo de bosques,
montañas y lagos, en el cual había pasado casi setenta años de su vida, era
demasiado hermoso y estaba demasiado ligado con él. No podía concebir que
pronto dejaría de verlo y de disfrutarlo. Amaba su soledad en el bosque, esa
soledad en la cual había luchado duramente por la existencia durante muchas
décadas.
El tratamiento con rayos X había calmado sus agudos dolores por un breve
lapso, pero ahora éstos habían reaparecido. No tenía dinero, pues siempre
había sido un mal negociante. La familia estaba desesperada. Los médicos no
le habían dado la menor esperanza. No quería volver a la clínica; se había
sentido muy mal allí y se había rebelado contra todo y contra todos. De modo
que, además de ser un mal negociante, era un pésimo paciente. Como todo
individuo que está muy cerca de la naturaleza, no se adaptaba con facilidad a
los "valores" de la cultura y de la civilización. Sabía demasiado acerca de la
naturaleza, del amor y de la vida, de la guerra y los negocios, como para
poseer esa respetada cualidad que definimos como "entrega al destino". Era
profundamente religioso en el buen sentido, pero despreciaba el negocio
eclesiástico. Eso le había valido la fama de apóstata en la región, cosa que,
por cierto, no iba en desmedro del gran respeto que todos sentían por él. Yo
siempre pensé que si ese hombre hubiera nacido en otro medio económico
podría haber sido un brillante naturalista. ¡Cuántos talentos se pierden así!
378
379
Un día le pregunté si creía en Dios y me respondió: "Por supuesto,
-respondió-, está en todas partes, en mí y en torno a nosotros. Mire eso..."
Señaló él azul frente a las montañas distantes. "I call it life, but the people
would laugh at me, and therefore I don't like to speak about it".*
De modo que también conocía la existencia de la energía orgónica en la
atmósfera.
Hacía semanas que su familia y yo trazábamos planes para convencerlo de
que utilizara el acumulador de orgón. Era extremadamente desconfiado en
todo lo que se refería a medicina y, para colmo, era tozudo. No iba a ser tarea
fácil la de convencerlo y su hija lo consideraba un imposible.
Cuando me reveló su secreto y definió el azul de la atmósfera como
"vida", yo también le confié el mío. Le dije que tenía razón, que lo que él
llamaba "vida" era, en efecto, la energía biológica descubierta por mí, el
"orgón". Y esa energía podía concentrarse y se la podía ver brillar como un
relámpago. Le expliqué que las auroras boreales también eran manifestación
de un estado especial del orgón. Una noche le mostré los rayos de orgón en
un orgonoscopio. Los vio y los entendió al punto, sin ninguna de esas dudas
compulsivas que los universitarios mecanicistas y místicos exponen en esos
casos para preservar su dignidad científica. Lo convencimos de que
construyera un acumulador de orgón para su propio uso. Puso manos a la
obra cautelosamente y con mucha renuencia. El proceso nos parecía
interminable, pues su decadencia física era cada vez más rápida. Por fin, un
día el acumulador quedó terminado y mi amigo se instaló en él. Nos informó,
radiante, que había experimentado un cosquilleo en las manos. Pero no
logramos convencerlo de que utilizara el acumulador en forma regular. Por fin
descubrí que se resistía con todas sus fuerzas a aceptar el hecho de que estaba
enfermo. Mantuve una charla amistosa con él, pero fue en vano. Pero un día de
tormenta comenzó a experimentar violentos dolores y ya no pudo moverse. El
ardor en la uretra era tal, que estuvo a punto de entregarse a la enfermedad.
Con gran esfuerzo de mi parte, y con la ayuda de su intenso deseo de vivir,
lo persuadí de que se sentara en el acumulador dos veces por día, durante una
hora. A los pocos días desapareció el dolor. El análisis microscópico de la
orina reveló la presencia de células cancerosas en estado de desintegración.
Los bacilos T estaban inmóviles, pero eran muy abundantes. El enfermo
volvió a andar y recuperó el apetito. Le arranqué la promesa de que se
cuidaría por lo menos durante un año, de que no experimentaría la
enfermedad como una ignominia y de que proporcionaría a su organismo la
* "Yo lo llamo vida, pero la gente se reiría de mí y por eso prefiero no hablar del
asunto. (N. de la T.)
380
381
posibilidad de recuperarse.
Los efectos del acumulador, sumados a mis esfuerzos psicoterapéuticos,
dieron resultado. Seguí su proceso de recuperación durante varias semanas.
El visitaba mi cabaña, que estaba a cuatro millas de su casa, y me interrogaba
acerca de las características de esa energía a la cual él llamaba "vida".
Entendía en forma intuitiva todo lo que yo había elaborado
experimentalmente y lo entendía bien. Por fin partí, convencido de que
pronto dejaría de utilizar el acumulador con regularidad. Pero estaba errado.
Le tomó cariño, admitió que le había salvado la vida por el momento y me
informó por carta que se sentía mucho mejor. Ya no experimentaba dolores,
aumentó de peso y, según sus propias palabras, se sentía "rejuvenecido".
Aumentó 3,180 kg. en el transcurso de dos meses. Por un tiempo excretó un
líquido parduzco, es decir, el detrito de tumor.
Este hombre debería haber muerto hace mucho tiempo. A la fecha de la
publicación de este libro se muestra lleno de vida, casi no experimenta
dolores y no necesita recurrir a droga alguna. Cualquiera que sea su destino
ulterior, al final de su vida ha experimentado el poder de lo que él llamaba
"Dios" y "vida".
Este hombre se llama Herman O. Templeton y es el administrador de los
laboratorios del Instituto Orgón, que establecimos en Franklin County,
Maine, bajo el nombre de "Orgonon".*
Lo que paso a describir ahora es sólo un plan del Instituto del Orgón. Su
materialización no depende sólo del Instituto. No sabemos cuánto tiempo
transcurrirá hasta que la administración social reconozca los peligros que
para la existencia humana representan las biopatías sexuales. No sabemos
cuánto se prolongará esta guerra que impide fomentar el desarrollo humano.
De todas maneras, el Instituto del Orgón ha adoptado algunas medidas
decisivas para la prevención de las biopatías. Dejo ahora librado a juicio del
lector el opinar si nuestros esfuerzos merecen o no el apoyo de la opinión
pública. Y no me refiero sólo a reconocimiento o encomio, sino a asistencia
tangible, económica y social.**
* El señor Templeton falleció más tarde a causa de un ataque anorgonótico. (Nota del editor
alemán.)
** Si bien se hicieron grandes progresos en lo que se refiere a la implementación del plan expuesto
por Reich en las páginas siguientes (escritas en 1943), las circunstancias que culminaron con su
muerte fueron paralizando el trabajo en Orgonon. Hoy, Orgonon es una parte del Wilhelm Reich
Infant Trust Fund; espera una renovación del apoyo que le permita volver a ser el centro de
investigaciones de la orgonomía. El interés sin precedentes que despierta hoy esta joven ciencia nos
permite concebir la esperanza de que esa ayuda se concrete a la brevedad. (Nota del editor alemán.)
380
381
Templeton fue el primer enfermo de cáncer que tuvo un acumulador de
orgón permanentemente en su casa. El efecto de ese autotratamiento a
domicilio fue excelente. Los enfermos de cáncer que concurrían a mi
laboratorio para someterse a la orgonterapia iban a diario "al médico". Mi
amigo fue su propio médico. Podía utilizar el acumulador con la frecuencia
que quisiera y cuando se le ocurriera. Cuando experimentaba dolores no tenía
que soportarlos una hora hasta arreglar la cita con el médico; él podía
someterse enseguida a la acción del orgón. Podía instalarse no una sino tres
veces diarias en el acumulador. Le sobró tiempo para familiarizarse con la
radiación, para trabar amistad con ella, por así decirlo. El acumulador ya no
era un "aparato médico" en un "laboratorio clínico". El enfermo podía
mostrárselo a sus amigos y parientes, invitar a Fulano o a Mengano a que se
sentara en él, discutir con ellos los fenómenos y confirmar sus experiencias.
El enfermo no era el objeto pasivo de un tratamiento, sino que desempeñaba
un papel activo en la terapia. Aprendió a meditar sobre la energía que tanto lo
había ayudado y a manejarla. Se convirtió en una nueva especie de trabajador
social, que ponía a la gente de su medio en contacto con el tema, sin
intervención del médico. Economizó mucho dinero que tendría que haber
invertido en largos viajes, en medicamentos, etc. Estos efectos médicos y
sociales del acumulador de orgón a domicilio constituyen la base del plan
Orgonon. Nuestro enfermo recuperado se ofreció espontáneamente a hacerse
cargo de la construcción de acumuladores. Su hija lo sucedió, más tarde, en
esa tarea. Si todo se cumpliera como es debido, con el tiempo la demanda de
acumuladores de orgón aumentaría mucho, y por lo tanto se necesitaría un
predio para levantar los talleres. Pero la adquisición del terreno y la
edificación de los talleres exigen dinero. Las investigaciones sobre el orgón
requieren sumas muy elevadas, que quienes trabajamos en el Instituto no
podemos aportar y que nadie suministrará. Por eso, las pequeñas sumas
cobradas para el uso de los acumuladores de orgón podrían cubrir no sólo los
costos de su fabricación, sino todo el trabajo de investigación. Cuando el
público se vaya familiarizando con la naturaleza del orgón, se mostrará
dispuesto a contribuir a la investigación y se verá compensado por los
beneficios del acumulador.
Así nació la idea de emplear el acumulador en la investigación del orgón,
en lugar de venderlo o de explotarlo. Esto sólo podría realizarse en forma de
una institución pública sin fines de lucro.*
El Instituto adquirió una granja de 150 hectáreas en Maine, por un valor
* La Wilhelm Reich Foundation fue creada en 1949 con ese objeto. Ya no está en
actividad. (Nota del editor alemán.)
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383
de 4 000 dólares. El dinero fue facilitado como préstamo sin intereses por una
maestra de escuela que estudiaba en el Instituto. La amortización se cumpliría
en el transcurso de los próximos años. La granja incluye algunos viejos
edificios cuyos materiales pueden aprovecharse para levantar los talleres
indispensables. Herman Templeton se hizo cargo de la administración de las
edificaciones. El National Research Council de Washington está al tanto de
este plan.
Orgonon está situado a 1600 pies de altura y tiene un clima seco y soleado
Eso lo hace muy apto para la investigación experimental del orgón. Con el
tiempo, todo el trabajo biofísico podrá trasladarse a Orgonon. Así se
solucionaría, por fin, el problema de la falta de espacio, que dificulta el
trabajo en un pequeño laboratorio neoyorquino atestado de aparatos. Orgonon
se convertiría en el centro de la investigación físico-orgonótica, que ya lleva
quince años deambulando de país en país. Es hora de que adquiera cierta
estabilidad y tranquilidad. Lo merece.
Los acumuladores de orgón construidos en Orgonon seguirán siendo
propiedad del Instituto. Se alquilarían como se alquila un teléfono por el
tiempo que se desee y por un pequeño aporte mensual destinado al "Fondo de
Investigaciones sobre el Orgón". Los ingresos de este fondo provienen de las
contribuciones de estudiantes y asociados, de aportes voluntarios de otras
personas, de los exámenes de laboratorio y del pago mensual por el uso de
acumuladores. Este fondo es nuestra única fuente de dinero para costear la
organización, para los salarios de los obreros y para la expansión de la física
orgonótica.
El acumulador de orgón produce excitación vagotónica del organismo y
carga la sangre de orgón, con lo cual aumenta la resistencia del organismo
contra las enfermedades. Por eso se convertirá en un instrumento
indispensable en la lucha contra aquellas enfermedades que consisten en una
reducción de las reacciones de defensa biológica del organismo y en una
contracción del aparato vital. No dudo de que la desconfianza que inspira el
aparato por su novedad y por su simplicidad pronto quedara superada. Si he
renunciado a la idea de las ganancias, no es por magnanimidad sino para
evitar toda sospecha de competencia económica con la poderosa industria
farmacéutica.
Quisiera repetir una vez más que mis investigaciones con el acumulador de
orgón no se circunscriben al cáncer, por más que la acción del orgón se haya
probado más que nada en esta enfermedad. Lo que más nos interesa es la caga
bioenergética del organismo, que por fin se hará posible gracias al orgón.
Sostengo que la prevención del cáncer depende de nuestra capacidad de
elevar la potencia orgonótica del organismo, mucho antes de que lleguen
382
383
a desarrollarse los bacilos T e incluso las células cancerosas. Lo importante
es evitar el encogimiento del aparato vital y la consiguiente putrefacción. Esta
tarea abarca dos aspectos: el biofísico, que es más limitado, y el médicosocial, que es de mayor amplitud.
La tarea biofísica consiste en la aplicación directa de orgón por medio del
acumulador. La tarea más amplia, el aspecto social de la cuestión, consiste en
educar a la población para que entienda y prevea las biopatías sexuales en la
infancia y en la adolescencia, es decir, para que evite el desarrollo de los
procesos orgánicos que no sólo culminan en la biopatía de encogimiento del
cáncer, sino en todos los tipos de biopatía. Sin duda alguna, la tarea social es
mucho más amplia y ardua que la biofísica. Esta, que consiste en la
aplicación directa del orgón, es simple y, al comienzo, deberá practicarse en
escala limitada y en forma experimental. Para ello existen dos caminos:
a) A medida que el uso de los acumuladores de orgón se vaya difundiendo
llevaremos un registro exacto de los usuarios que hayan desarrollado cáncer u
otras enfermedades después de tres o cuatro años. Esto nos brindará un
panorama de las posibilidades de profilaxis del cáncer. Pero el factor
emocional, el encogimiento del aparato vital por resignación, es
imponderable y; sin duda, sólo podrá ser eliminado con la ayuda del aspecto
social de la tarea. Volviendo al acumulador, supongamos que en un momento
dado hay 5.000 unidades en uso. Si los 5.000 usuarios no desarrollaran
cáncer o lo hicieran en una proporción mucho menor que la población en
general, esta parte de la tarea habría quedado cumplida. El principio podría
aplicarse en escala nacional e internacional.
b) En caso de contar con la ayuda de organizaciones públicas, la tarea
podría cumplirse también de la siguiente manera; en un distrito o estado o
ciudad con una población de, digamos, 10.000 habitantes, se suministraría
"un acumulador por domicilio". Los asistentes sociales llevarían un registro
exacto del número de casos de cáncer producidos en ese distrito. Ese registro
se compararía con el de otros distritos en los cuales no se utiliza el
acumulador. En un lapso que podría mediar entre dos y cinco años se podrían
extraer conclusiones muy precisas acerca de la posibilidad de una profilaxis
general del cáncer.
Este plan puede parecer fantástico a muchos lectores. Pero yo formulo la
siguiente observación: si se puede movilizar la población de todo el planeta
con fines bélicos ¿por qué no habría de movilizarse un distrito de 10.000
habitantes para realizar un experimento decisivo? Tengo plena conciencia de
las dificultades que esto implica; pero la materialización de este plan es
posible y no debe ser omitida.
384
Fig. 25. Biones de carbón, obtenidos de polvo de carbón llevado a la incandescencia y
luego hinchados en caldo y solución KCl.
Fig. 26. Tres bacilos-T (flecha). Tinción Gram (roja). Inmediatamente después de haber
producido un preparado de carbón animal. Aumento de 5000x aproximadamente;
tamaño real inferior a 0,25 micrones. Las grandes manchas negras son polvillo de
carbón. (ver pág. 39)
385
Fig. 27. Limadura de hierro
seca. Aprox. 3000x. (p. 43)
Fig. 28. Limadura de hierro
después de 15 minutos en
una solución de caldo y KCl.
Las vesículas inmóviles al
comienzo, se separan y se
disponen
en filas
que
corresponden a un campo
magnético. Aprox. 500x.
(p. 43)
Fig. 30. Cultivo de biones PA. Aprox. 3000x.
Fig. 29. Vesículas energéticas
en cada partícula de tierra y de
humus. (p. 45)
Fig. 31. Preparado vivo de biones PA azules, en sangre humana
esterilizada en autoclave (Reacción B). Aprox. 2000x. (p. 55)
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387
Fig. 32. Bacilos-T obtenidos en un tejido sarcomatoso. Aprox. 5400x. (p. 55)
Fig. 33. Bacilos obtenidos por infección del aire. Aprox. l000x. Compárese con
la Fig.32
388
389
Fig. 34. Desintegración vesicular (bionosa) en una infusión de hierba. Aprox.
700x (p. 64 y 66)
Fig. 35. Vesículas bionosas que muestran un intenso resplandor azul en una
hoja de hierba. Aprox. l500x (p. 64 y 66)
390
391
Fig. 36. Fase inicial en el desarrollo de la ameba limax. Las formas esféricas que
aparecen en el ángulo superior derecho provienen de hierba hinchada. Se desarrollan
hasta trasformarse en amebas. Abajo a la izquierda se está constituyendo un
protozoario. Aprox. l000x.Para filmar este proceso se utilizó retardador. (p. 64 y 69)
Fig. 37. El mismo preparado que en la fotografía anterior, en un estado más avanzado.
Las grandes formas esféricas que aparecen a la izquierda se encuentran en un proceso
de desarrollo que culminará en amebas fluidas. Aprox. l000x. (p. 64 y 69)
390
391
Fig. 38. Gérmenes de protozoarios en disolución (a lo largo del borde derecho de la
hierba en estado de desintegración); a la izquierda y arriba, se desprenden amebas.
(p. 64 y 69)
Fig. 39. Acúmulo de vesículas bionosas en una etapa avanzada de organización
(p. 64, 68, 69 y 229)
392
393
Fig. 40. Un protozoario que se desarrolla a partir de
un musgo. Aprox. 3500x. (p. 64 y 229)
Fig. 41a. Organización de un protozoario en el
margen de una hierba en estado de desintegración
bionosa. Aprox. 700x. (p. 64 y 229)
392
393
Fig. 41b. Vesículas bionosas organizadas en
acúmulo. Aprox. 1500x. (p. 64 y 229)
Fig. 41c. Germen de protozoario (vesícula bionosa)
en desarrollo sobre el margen derecho de una hierba
en desintegración. (p. 64)
392
393
Fig. 42. "Org-protozoario". Un protozoario completamente organizado
en estado de expansión, aun cuando todavía no se ha desprendido de
la hoja de hierba. Obsérvese la estructura vesicular del protoplasma
Aprox. 3000x. (p. 64 y 68)
394
395
Figs. 43-47. Copos plasmáticos del Experimento XX, Aprox. 300x.
Fig.43 (p. 79)
394
395
.
Fig.44. (p. 79)
396
397
Fig.45. (p. 79)
394
395
Fig.46. (p. 79)
398
399
Fig.47. (p. 79)
394
395
Fig. 48a, b, Cultivo de biones (SAPA) en el cual se descubrió en 1939
la existencia de la energía orgón. (p. 94)
400
401
Fig. 49. Preparado de un
tumor de hueso (fíbula) en
el cual el tejido muestra
estructura vesicular con
un acúmulo de células
cancerosas en avanzado
estado de organización.
Aprox. 1000x. (p. 212)
Fig. 50a. Formación
fusiforme precancerosa
(flecha) y biones SAPA
(arriba a la derecha) de
una secreción vaginal.
Fig. 50b. Contracción
hasta adoptar forma
esférica e inmovilización
de dos células cancerosas
ameboides, oblongas y
móviles; provocadas por
la acción de un bion
SAPA.
394
395
Fig. 51. Tejido muscular (humano) normal, con estructura estriada, no vesicular.
Observado en estado viviente en solución fisiológica salina. Aprox. l000x.
(p. 212)
Fig. 52. Tejido muscular canceroso de un útero humano. Se advierte estructura
bionosa. En el margen derecho aparece una organización protozoaria. Observado
en solución fisiológica salina. Aprox. l000x. (p. 212)
402
403
Fig. 55a. Células
epiteliales en
solución KCl. Muestran
transformaciones
precancerosas (X).
Extraídas de una
verruga en el rostro.
(p. 247)
Fig. 53. Células epiteliales de un cáncer de mama, observadas sin tinción, en
estado viviente, en solución fisiológica salina, una hora después de la extirpación
del tumor. A la derecha, arriba y abajo, células epiteliales sanas que no muestran
estructura. Hacia el centro de la fotografía se observa tejido epitelial en
desintegración bionosa, que se extiende hasta el borde inferior del recuadro. A la
izquierda, montones de células cancerosas aún en proceso de formación. Aprox.
l000x. (p. 212)
Fig. 55b.
Proliferación (X) de
células epiteliales de la
misma verruga.
(p. 247)
Fig. 56a.
Células epiteliales
precancerosas del
cuello; hay
corpúsculos T y
vesículas con una
intensa radiación.
(p. 247)
Fig. 54. Tres típicas células cancerosas claviformes de un tumor humano. Aprox.
2300x (p. 212)
394
395
Fig. 56b. Epitelio
cervical canceroso
con formaciones
fusiformes (X).
Fig. 56c y d. Epitelio
canceroso cervical
con células cancerosas
en desarrollo (X). (p. 248)
Fig.56e. Célula cancerosa
fusiforme de una secreción
vaginal (Ca III). (p. 248)
394
395
Fig. 57. Aparición de formaciones fusiformes intensamente cromáticas (X) en el
interior de una célula epitelial (flecha), de la secreción vaginal de una mujer en la
cual se suponía la existencia de un cáncer (Ca III). (p. 248)
Fig. 58a. Epitelio sano, glándulas gástricas de una rata.
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Fig. 58 b. Degeneración carcinomatosa incipiente del epitelio gástrico de una rata
a la cual se le habían inyectado bacilos-T. Ca II y Ca III. (Corte transversal).
(p. 248)
Fig. 58c. Trasformaciones carcinomatosas en las células de las glándulas
intestinales de una rata tratada con bacilos-T (oscurecida con hematoxilinaeosina); corresponden a las formaciones claviformes del preparado viviente.
Fases CA II y 1II. Sección longitudinal. (p. 248 y 249)
394
395
Fig. 58d. Desintegración pútrida de la mucosa gástrica cancerosa de una rata
tratada con bacilos-T (CaV). (p. 257)
Fig. 59. Metástasis en el tejido subcutáneo cervical de una rata tratada con
bacilos - T (Ca 111). (p. 248 y 251)
408
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Fig. 60a. Sección del
pulmón de una rata
T, coloreada con
hematoxilina-eosina.
Se pueden ver
metástasis de células
cancerosas. Aprox.
300x. (p. 250)
Fig. 60b. Tejido
subcutáneo de una
rata T que muestra
metástasis de células
cancerosas, teñidas
con hematoxilinaeosina. La flecha
señala células
fusiformes
individuales. Aprox.
300x. (p. 250)
Fig. 60c. Las mismas
células metastásicas
tomadas de la
cavidad peritonea1
de una rata T.
Coloreadas con
hematoxilina-eosina.
Aprox. 300x. (p. 250)
394
395
Fig. 61a. Modelo de célula
cancerosa del experimento
Nº 14. Se ven biones de
Carbón que penetran en el
medio de huevo. Aprox.
300 x. (p. 260)
61b. Lo mismo que 61a, con un
aumento de aprox. 2000x. (p. 260)
Fig. 61c. Células bionosas
en estado vivo. (p. 260)
410
411
Fig. 61d. Lo mismo con coloración
Gram. (p. 260)
Fig. 62a. Tumor canceroso en
la región glútea de una rata,
después de una inyección de
bacilos-T. Estos se obtuvieron
a partir de sangre de seres
humanos sanos, sometida a un
proceso de desintegración (10
Ge T). (p. 264)
Fig. 62b. El mismo tumor
extirpado del músculo glúteo.
Fig. 62c. Sección coloreada del mismo tumor, en el límite entre el tejido sano y el
tejido crónicamente inflamado. Las flechas indican células cancerosas
individuales grandes e intensamente coloreadas. (p. 248)
Fig. 61e. El tumor fue provocado en una rata sana por inyección de bacilos-T.
Fig. 61f. Bacilos-T vistos
en el
peritoneo de la
misma rata. Coloreados.
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Fig. 62d. Formación de quistes en un corte del mismo tumor. La flecha señala la
zona de inflamación crónica entre la musculatura sana y el adenocarcinoma.
(p. 248)
Fig. 62e. Otro corte en el cual se puede
observar la completa trasformación adenocarcinomatosa en el músculo. (p. 264)
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Fig. ·63. Biones azules PA que penetran en las células cancerosas y las
destruyen masivamente. Fotograma de una película cinematográfica.
(p. 275)
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Fig. 64e. Tumor extraído a una rata con energía
orgónica. Grandes cavidades, antes colmadas de
sangre. Detrito (izquierda) que contiene bacilos-T.
En el centro tejido conjuntivo nuevo remplazando
las cavidades. En el centro y a la derecha, masas
cancerosas restantes.
.
Fig. 64f. Tumor de una rata tratada con energía
orgónica. Grandes cavidades, antes colmadas de
sangre, que ahora contienen tejido canceroso y
detrito constituido por bacilos-T.
Fig. 64g. Tumor de una rata curada con energía
orgónica. Escaso tejido canceroso desintegrado. En
el centro, detrito estéril. En la parte inferior, nuevo
tejido conjuntivo.
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Fig. 64a, b. Un compacto y duro tumor canceroso de mama de dos ratas no
tratadas.
Fig. 64c. Secciones de estómago y duodeno en los cuales se produjo cáncer
por medios artificiales (ratas T). Mucosa gástrica atrófica; excreciones
carcinomatosas en forma de pólipos; masas de células cancerosas en el
peritoneo.
Fig. 64d. Tumor de una rata en el cual se percibe la desintegración, pútrida.
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