La Catequesis en la Escuela I. ALGUNOS PRESUPUESTOS FUNDAMENTALES 1. Distinción entre Educación Religiosa Escolar Católica (EREC o Clases de Religión) y Catequesis Se trata de dos maneras con las cuales la Iglesia ejerce la misión profética que le ha sido confiada por el Señor (ministerio de la Palabra). Las dos formas son importantes y necesarias, pero no se identifican. Son diferentes en sus objetivos, en sus contenidos y en sus metodologías. Sin embargo, ambas se complementan, se enriquecen y se exigen mutuamente. Por lo tanto, los departamentos de educación y de catequesis de la diócesis deben dialogar y asegurar juntos la realización de esta única tarea eclesial, pero en ambas modalidades. La EREC apunta fundamentalmente a: Reconocer, valorar y desarrollar la dimensión religiosa del ser humano. Transmitir los contenidos racionales y científicos del fenómeno religioso. Contribuir al desarrollo integral de la persona abierta a la trascendencia. Conocer y respetar el pluralismo religioso a través del diálogo y de la tolerancia. Promover la integración y la síntesis entre cultura y vida, entre teoría y práctica, entre ciencias y fe. Acentuar la enseñanza de la doctrina cristiana, su racionalidad, sus implicancias y consecuencias, sus grandes valores para la humanidad. Dialogar con las ciencias y las tecnologías mediante la interdisciplinariedad y la transdisciplinariedad. Dar respuestas a los grandes interrogantes filosóficos y existenciales del mundo de hoy. La Catequesis apunta fundamentalmente a: Promover y educar progresivamente la fe de los creyentes. Formar discípulos y misioneros de Jesucristo, insertos en una comunidad cristiana estable. Preparar para la celebración de la fe a través de los diferentes sacramentos mediante procesos de catequesis de iniciación cristiana. Llevar al creyente a una progresiva integración entre fe y vida. Desarrollar la vocación misionera activa y corresponsable. 1 Importante: Los colegios de Iglesia, poseedores de un buen Proyecto Educativo-Pastoral animado por una Comunidad Educativo Pastoral, concientes de su misión evangelizadora, y que cuentan con educadores animados por la fe, se pueden considerar como especiales Comunidades Eclesiales de Base. Por lo tanto, no hay dificultades para que en ellos, contando siempre con catequistas preparados y acompañados, se realicen las catequesis sacramentales, especialmente de Iniciación a la Vida Eucarística y Catecumenado Juvenil como preparación al sacramento de la Confirmación. 2.- El Obispo, pastor y maestro en la Iglesia Local El Código de Derecho Canónico indica que el Obispo en su diócesis es el Pastor, el Maestro de la doctrina, el Sacerdote del culto, el Ministro para el gobierno de la porción del Pueblo de Dios que le ha sido confiada. Él, junto con la función de santificar, tiene la función de enseñar y regir, siempre en comunión jerárquica con la cabeza (Papa) y el colegio apostólico (Canon 375). Corresponde al Obispo diocesano gobernar la iglesia particular que le está encomendada, con potestad legislativa, ejecutiva y judicial. Debe promover la disciplina que es común a toda la iglesia y, por lo tanto, exigir el cumplimento de todas las leyes eclesiásticas; ha de vigilar para que no se introduzcan abusos en la disciplina eclesiástica, especialmente acerca del ministerio de la palabra, la celebración de los sacramentos y sacramentales, el culto de Dios, etc. (Canon 391-392). En fin, todas las actividades de apostolado deben ser coordinadas bajo su dirección (Canon 394). Importante Le corresponde, por lo tanto, al Pastor local definir concretamente los criterios y las orientaciones que ordenan el ejercicio del ministerio de la enseñanza, de la liturgia y de la construcción de la unidad. Esto hace posible una pastoral orgánica, legítima y eclesialmente corresponsable. 3.- Los principios de la contextualización, de la inculturación y de la adaptación. Lo que más importa es asegurar la evangelización. Esta es la gran y única misión que el Señor le confió a la Iglesia. Su vocación y su alegría es anunciar a Cristo, siempre y en todas partes. Todo lo demás son mediaciones, instrumentos, modalidades, estrategias, etc. Desde siempre la Iglesia ofrece orientaciones universales y después confía en la sabiduría, en la prudencia y en el criterio pastoral de sus ministros, expertos y agentes de pastoral. Una excesiva normativa, obligante y asfixiante, que neutraliza toda iniciativa, no hace bien al crecimiento. Pero también un liberalismo incontrolado puede dañar la unidad e imposibilitar la corresponsabilidad. 2 De aquí la necesidad de los encuentros de intercambios de pareceres y experiencias, de búsqueda de consensos y de propuestas, de nuevos caminos apropiados a cada situación y a cada ocasión. Todo esto sin olvidar el objetivo final: el anuncio de Cristo vivo (kerigma) y la formación de discípulos y misioneros en comunidades vivas y misioneras para que el mundo tenga vida plena. Dialogar hace bien. Intercambiar experiencias y opciones pastorales hace crecer. Los individualismos, los paralelismos, los aislamientos, las descalificaciones fáciles, etc., desdicen de una comunidad que busca unión y común-unión (una buena koinonía para una fecunda diakonía). Importante Aunque la Conferencia Episcopal de un país, a través de sus comisiones episcopales, no tenga injerencia directa e impositiva en los organismos pastorales de las iglesias locales sino simplemente disponibilidad de servicio orientador, es razonable y conveniente que en todas las diócesis se conozcan como un referente importante las Orientaciones Pastorales nacionales. II. ALGUNOS CRITERIOS ORIENTADORES 1.- En lo posible precisar en los Directorios Diocesanos las normas orientadoras (edades, lugares, catequistas, textos, duración, acompañamientos, celebraciones, fechas significativas, exigencias de participación, evaluaciones etc.), referentes a todos los procesos catequísticos. 2.- En el caso de que algunas catequesis sacramentales, por razones de mayor factibilidad, se realicen en contextos escolares, cuidar especialmente: Que el párroco esté siempre presente antes, durante y al final de proceso, como “el catequista”. Toda escuela, católica o no católica, se encuentra y funciona inserta en un territorio parroquial y, por lo tanto, el párroco puede y debe interesarse, estar presente y orientar. Obviamente lo hará a través de mediadores. Que los catequistas y los otros educadores de la fe como son los profesores de Religión Católica, tengan la debida formación y autorización. Motivar debidamente y orientar a los interesados en la preparación a los sacramentos hacia las comunidades eclesiales de base correspondientes o a sus sedes parroquiales, pues es ahí donde más y mejor se puede educar una fe inserta en la comunidad y comprometer de una manera más estable y cercana a toda la familia. Aunque la preparación semanal se hiciera en los locales de la escuela, las celebraciones propias de los procesos (entrega del Padrenuestro, del Credo, etc.), las celebraciones penitenciales, la participación a las fiestas del Año Litúrgico y de las eucaristías dominicales, se podrían hacer en las parroquias y con participación de toda la comunidad escolar, que se vincula así con los demás fieles de la zona. 3.- En caso de que, por razones que se ven convenientes, algunos grupos opten por la preparación al sacramento en la escuela, hay que cuidar los siguientes asuntos: 3 Fidelidad a los criterios diocesanos comunes de la Catequesis Familiar de Iniciación a la Vida Eucarística o de Confirmación. (Por ejemplo: participación de los padres, presencia de catequistas guías y de ACN, duración tradicional, textos, celebraciones, etc.). Fortalecer la dimensión eclesial de la fe y la inserción progresiva a la comunidad local normal. Es muy deseable que la celebración final se celebre en la Parroquia o capilla de la CEB. En el caso que sea en el colegio, con la presencia del párroco. En caso de que los catequizandos provengan de muchos lugares diferentes, deben conocer a sus parroquias, a sus párrocos y a sus comunidades referenciales, pues el colegio no es una comunidad estable, sino de transición. No sería aceptable que la preparación a un sacramento preparada en una escuela, católica o no, substituyera las normales Clases de Religión. Es ilícito, injusto e inconveniente. Es razonable que en algunas escuelas de Iglesia con una fuerte pastoral educativa para todos los alumnos y apoderados, se opte por adaptaciones de duración y de contenidos, para evitar de esta manera excesivas repeticiones. Los niños y los jóvenes, con larga permanencia en el mismo establecimiento católico, tienen ya clases de Religión semanalmente por trece años consecutivos, un ambiente evangelizador, comunidades cristianas misiones, grupos apostólicos, movimientos carismáticos, acompañamiento espiritual, retiros y jornadas, escuelas de padres, liturgias por cursos, etc. Las adaptaciones con convenientes. III. ALGUNOS PELIGROS A EVITAR Iniciar el año pastoral sin dar previamente orientaciones claras y para todos. Una excesiva multiplicidad de experiencias que hacen imposible una evaluación y una conducción diocesana de los procesos catequísticos. La prolongación de experiencias sacramentales no evaluadas seriamente por los interesados y los responsables diocesanos. La aceptación de experiencias muy diferentes en parroquias o colegios de un mismo decanato. Esto puede llevar a confusiones y confrontaciones lamentables. Por ejemplo: uso de textos distintos, diversa duración de los procesos, distintos criterios en torno a la participación de la familia, etc. El descuido de encuentros más amplios y con catequizandos de varias realidades, a nivel decanal, zonal o diocesano, para acentuar el sentido de comunidad eclesial, para el conocimiento, etc. IV. ALGUNAS ORIENTACIONES MAGISTERIALES “La dimensión comunitaria de la Escuela Católica viene, pues, exigida no sólo por la naturaleza del hombre y la del proceso educativo, como ocurre en las demás escuelas, sino por la naturaleza misma de la fe. Consciente de sus limitaciones para responder a los compromisos que se derivan de su propio proyecto educativo, la Escuela Católica sabe que ella constituye una comunidad que debe alimentarse y confrontarse con las fuentes de las que se deriva la razón de 4 su existencia: la palabra salvífica de Cristo, tal como se expresa en la Sagrada Escritura, en la Tradición sobre todo litúrgica y sacramental, y en la existencia de aquellos que la han vivido o la viven actualmente” (La Escuela Católica, 1977, nº 54). “Es importante que, de acuerdo con la fe que profesan y el testimonio de vida que están llamados a dar, los laicos católicos que trabajan en esta escuela participen sencilla y activamente en la vida litúrgica y sacramental que en su ámbito se desarrolle. Los alumnos asimilarán así mejor, a través del ejemplo vivo, la importancia que esa vida tiene para los creyentes. Es sumamente positivo que, en una sociedad secularizada donde los alumnos ven a muchos laicos que se dicen católicos vivir habitualmente apartados de la liturgia y de los sacramentos puedan contemplar la conducta de otros laicos adultos que toman seriamente esas realidades como fuente y alimento de su vivencia cristiana” (El Laico Católico, Testigo de la Fe en la Escuela, 1982, nº 40). “Los educadores cristianos, como personas y como comunidad, son los primeros responsables en crear el peculiar estilo cristiano. La dimensión religiosa del ambiente se manifiesta a través de la expresión cristiana de valores como la palabra, los signos sacramentales, los comportamientos, la misma presencia serena y acogedora acompañada de amistosa disponibilidad. Por este testimonio diario los alumnos comprenderán "qué" tiene de específico el ambiente al que está confiada su juventud. Si así no fuera, poco o nada quedaría de una escuela católica” (Dimensión Religiosa de la Educación en la Escuela Católica, 1988, nº 26). “Aunque la preparación e incluso la celebración de los sacramentos de la primera confesión y comunión se pueden realizar en la escuela o en otro lugar distinto de la sede parroquial, la catequesis de los padres y de los hijos debe orientarlos explícitamente a la participación habitual en su respectiva parroquia…” (Directorio de Pastoral Sacramental, 1983, nº 140). “El encuentro con Dios es siempre un acontecimiento personal, una respuesta al don de la fe que, por su propia naturaleza, es un acto libre de la persona. La escuela, incluida la católica, no pide la adhesión de fe, pero puede prepararla. Mediante el proyecto educativo es posible crear las condiciones para que la persona desarrolle la aptitud de la búsqueda y se la oriente a descubrir el misterio del propio ser y de la realidad que la rodea, hasta llegar al umbral de la fe. Luego, a cuantos deciden traspasarlo, se les ofrece los medios necesarios para seguir profundizando la experiencia de fe mediante la oración, los sacramentos, el encuentro con Cristo en la Palabra, en la Eucaristía, en los acontecimientos, en las personas” (Las Personas Consagradas y su Misión en la Escuela, 2002, nº 51). “Dada sus posibilidades, la escuela podrá ofrecer una instancia catequizadora a los alumnos, padres, educadores, auxiliares y administrativos, que en ella conviven como parte de una eventual pastoral escolar. Es posible vivir la experiencia de la comunidad cristiana, dentro de una pastoral orgánica, en contacto con su parroquia y especialmente integrada en la diócesis, a través de sus organismos” (Orientaciones para la Catequesis en Chile, 2003, nº 179). 5