Grahame Thompson* INTRODUCCION: SITUAR LA GLOBALIZACION GLOBALIZACION / INTEGRACION / ESTADO – NACION Objetivos El término 'globalización' ha llegado a ocupar un lugar central en las ciencias sociales contemporáneas, de manera que es oportuno y adecuado que esta revista dedique un número especial a analizar sus características e implicaciones. El conjunto de artículos incluidos aquí es un testimonio del uso generalizado del término en diversas disciplinas y discursos. Si bien la mayoría de éstas abordan temas económicos, el término no está en absoluto confinado exclusivamente al análisis del carácter de la economía mundial. De hecho, la globalización es uno de aquellos términos que se prestan para adoptar un enfoque auténticamente interdisciplinario en el análisis de la sociedad como un todo, porque parece abarcar la totalidad de los fenómenos sociales contemporáneos. Veremos que ciertos enfoques estudian este concepto desde una perspectiva sociológica, o cultural, o desde la perspectiva de sus implicaciones políticas. Además, la globalización abarca los desarrollos tecnológicos, la actividad de las organizaciones criminales, la teoría de las organizaciones internacionales, la modernización y las estrategias de desarrollo y muchos otros aspectos. En lugar de intentar introducir y resumir estos diversos enfoques, este artículo introductorio se concentra en los comentarios generales acerca de la globalización, situados dentro de un marco -hablando en términos amplios- de economía política. El objetivo aquí es centrarse en la cuestión crucial del carácter de la transformación que, según se dice, la globalización ha inducido en la economía internacional y las consecuencias políticas y económicas del fenómeno. Sin embargo, mi enfoque no es neutral. Presentaré un argumento concreto acerca de la globalización económica según la veo, cuyo carácter se clarificará a medida que desarrolle el artículo. El carácter de la globalización económica Cuando comencé a trabajar en el tema de la globalización económica (con mi colega Paul Hirst), uno de los primeros aspectos que nos sorprendió fue la falta de una definición clara del concepto (el término globalización existía, con sus numerosas interpretaciones, pero se echaba en falta un concepto claro). A medida que se definía el término, tendía a usarse simplemente como una palabra más que definía la mayor internacionalización de la actividad económica, en términos de una mayor integración e interdependencia. Por ejemplo, la Comisión Europea ha proporcionado una definición clásica en esta línea de pensamiento: La globalización se puede definir como el proceso mediante el cual los mercados y la producción de diferentes países están volviéndose cada vez más interdependientes debido a la dinámica del intercambio de bienes y servicios y a los flujos de capital y tecnología. No se trata de un fenómeno nuevo, sino de la continuación de desarrollos que habían estado funcionando durante un tiempo considerable. (Comisión Europea, 1997, página 45). Sin embargo, tal vez necesitemos una definición más clara de la globalización, que vaya más allá de la profundización de las interacciones económicas internacionales ya en fase tan avanzada. Si la globalización es sencillamente el cambio de nombre de la internacionalización, ¿a qué viene tanta agitación? Hirst y yo hemos dibujado una clara distinción entre lo que denominamos 'economía mundial globalizada' y 'economía mundial internacionalizada' (Hirst y Thompson, 1996, capítulo 1). Si hay algo distintivo de la época actual (un giro estructural potencial en el carácter del capitalismo internacional) que lo distingue de períodos anteriores, entonces algo se debe decir acerca del carácter de esta nueva situación. Para definirlo brevemente, una economía mundial internacionalizada sería una economía en la que las principales entidades siguen siendo las economías nacionales, o agentes que siguen atados a un determinado territorio nacional. Si bien hay una integración y entretejimiento creciente entre estas entidades, existe una relativa y permanente separación entre el escenario 'doméstico' y el escenario 'internacional', de modo que los procesos, acontecimientos e impactos internacionales se reflejan a través de marcos, políticas y procesos esencialmente nacionales. Esto significa que una economía mundial internacional estaría articulada 'hacia arriba', por decirlo así, desde los agentes nacionales hasta el nivel o esfera internacional. Esta economía internacional estaría formada por la articulación de economías nacionales relativamente diferentes y agentes asentados nacionalmente. Los principales agentes privados en este tipo de economía serían las empresas multinacionales. Éstas mantendrían una clara base nacional, un estilo de gestión y una formación de personal nacional. Aún estarían efectivamente reguladas y supervisadas por las autoridades 'del país de origen' y seguirían funcionando fundamentalmente en relación a su país de origen base. La imagen aquí, por lo tanto, sería la de un capital asentado nacionalmente en permanencia. El contraste de esto sería una economía mundial globalizada. Aquí la entidad principal es la propia economía global, que representaría una nueva estructura de relaciones económicas no asentadas. Se trata de una economía que existe 'por encima', y autónomamente, de las economías y agentes nacionales, proyectando su perfil sobre ellos dándoles su especial carácter y forma, 'envolviéndolos' en su propia dinámica. Por lo tanto, está articulada 'hacia abajo', por así decir. Determinaría que puede y no puede realizarse a nivel nacional, tanto por parte de los organismos públicos como privados. Se trataría de una economía que escapa al 'gobierno', tipificada por fuerzas del mercado no organizadas y descontroladas. Los principales agentes serían las empresas transnacionales. Éstas representan a organizaciones que se han desprendido de cualquier base nacional. Estas empresas están montadas, producen y comercializan auténticamente a nivel internacional. Pretenden encontrar unas ventajas competitivas y los beneficios más seguros y cuantiosos, buscando por todo el mundo lugares de producción baratos pero eficaces. El suyo sería un estilo de gestión y de personal internacionalizado. Por lo tanto, la imagen en este caso es la de un capital móvil que busca en todo el mundo las ventajas de la competencia. Presentamos escuetamente estas dos imágenes contrapuestas de diferentes tipos de economía mundial para intentar diferenciar cualquier nueva economía globalizada de otros antiguos conjuntos de relaciones económicas internacionalizadas en épocas anteriores. Ya volveré sobre esta distinción para contribuir a destacar las características de la fase presente de la internacionalización económica. En cualquier caso, esta distinción se ha revelado como polémica, puesto que los comentaristas han confundido a menudo estas distinciones ideales, típicamente analíticas, como medidas de la economía real. Al hacer esto, sin embargo, han surgido otras definiciones contrapuestas de la globalización que vale la pena considerar brevemente. La primera de éstas sugiere que el tipo de definición de una economía globalizada hecha más arriba sólo proporciona un único 'estado final' para el sistema internacional, a saber, la economía globalizada (Goldblatt, et al., 1999; Perraton, 1999). Se piensa en esto como un 'equilibrio único', por así decir, el resultado final de una serie de etapas, que se desplegan mecánicamente una tras otras. Por contraste, se sugiere que la globalización es un proceso continuo (o a veces un conjunto de prácticas continuas) donde pueden darse una serie de resultados (múltiples equilibrios) dependiendo de la 'vía' por la que evoluciona aquel proceso. La actual 'fase' de globalización no es, por lo tanto, sino una de sus muchas formas posibles. Esta posición ve la globalización como un proceso que ha estado funcionando durante muchos siglos, y por lo tanto no siente la necesidad de introducir el tipo de distinción mencionada más arriba. De hecho, el resultado de este enfoque consiste en devolvernos a una idea que pone de relieve la creciente intensidad y alcance de la internacionalización de las relaciones económicas. Uno de los problemas de este tipo de enfoques es que se caracteriza de forma errónea la distinción conceptual expresada más arriba. Es perfectamente posible dar cuenta de esta distinción en el marco de un proceso en que una forma de la economía internacional da lugar a otra. Sin embargo, al realizar un trabajo analítico serio, siempre es necesario interrumpir dichos procesos y preguntarse exactamente dónde estamos con respecto a ellos. Hacer esto requiere especificar con mayor precisión los procesos con respecto a su periodicidad y conferirles una cierta estructura. Esto es exactamente lo que permitió la conceptualización de Hirst y Thompson. Además, yo sostendría que todos los procesos tienden hacia algún 'final' aunque nunca lo alcancen. Si no es así, la noción de proceso está casi desprovista de significado. Admitir el potencial de un equilibrio múltiple no nos exime de especificar la naturaleza de esos equilibrios. La segunda crítica de nuestra definición parte de otro aspecto. El enfoque sugerido más arriba pone de relieve las interacciones transfronterizas. En este sentido, es relativamente convencional. Un enfoque alternativo que proporcione otra definición del rasgo único del período de 'globalización' consiste en sugerir que las fronteras ya no son el rasgo clave del actual sistema internacional. Que lo 'global' es lo 'local' es una manera de expresar la llamada glocalización. De esta manera, la globalización funciona consiste imbricando los rasgos internacionales, y no necesariamente transfronterizos, en el nivel local. Se convierten en parte del tejido de lo local. Como se argumentará más abajo cuando analicemos el establecimiento de las prácticas internacionales de fijación de normas, la manera en que lo internacional y lo nacional o local se influyen mutuamente es una parte importante del proceso de internacionalización. Sin embargo, ¿cuándo han sido diferentes las cosas? Siempre ha existido una relación entre lo internacional y lo nacional o local de modo que éstos se condicionan y limitan mutuamente. Por lo tanto, queda pendiente una importante pregunta para saber si existe algo suficientemente único acerca de los niveles internacional y local que se rearticule para permitir que esto funcione como el rasgo que define una nueva economía mundial globalizadora. Se podrían agregar otras definiciones de la globalización que funcionan en una línea similar a ésta (la idea de que se trata de una 'estrategia', por ejemplo, y que, por lo tanto, sólo existe en las mentes de los responsables de la toma de decisiones, especialmente en la empresa privada). Sin embargo, yo defendería la clarificación original de la definición contra estas alternativas, ya que pienso que le confiere una parte más clara para comenzar una investigación científica de la naturaleza del sistema internacional contemporáneo. Sin embargo, antes de hacer esto creo que es necesario mencionar otro tema relacionado con la definición de la globalización: las implicaciones que tiene para el 'gobierno' del sistema. La globalización y las regulaciones Las próximas cuatro secciones tratan de tres asuntos interrelacionados: cómo se ha 'gobernado' el sistema económico internacional desde el final de la Segunda Guerra Mundial; cómo ha cambiado el sistema de gobierno en los años 90 y qué forma podría adoptar cualquier sistema de gobierno en el futuro. Suele pensarse que la 'globalización' de la actividad económica convertirá al gobierno público y efectivo en algo redundante e innecesario. Será el mercado quien 'gobernará' a partir de ahora, según se sugiere, a medida que las autoridades públicas se inhiban progresivamente de su función tradicional de gestión y regulación del sistema internacional. Estas autoridades públicas son cada vez más impotentes frente a un sistema productivo y financiero internacional en rápida integración. Un argumento clave de esta introducción es que el sistema económico internacional sigue estando abierto a un gobierno efectivo, incluso frente a la rápida internacionalización de la actividad económica, el crecimiento de la penetración del mercado y las medidas hacia una mayor desregulación y privatización de la actividad económica. Nosotros sugerimos que un gobierno público efectivo de la economía mundial es tanto necesario como posible, incluso aún más necesario frente al desarrollo de su integración. Sin embargo, antes de seguir debemos clarificar el término 'gobierno'. ¿Qué significa gobierno? La idea del gobierno público comprende algo más que el gobierno. El gobierno incluye las actividades tradicionales de las instituciones del Estado, que pueden abarcar diversos organismos privados en la medida en que éstos se integren en la formación de la política pública Por ejemplo, las corporaciones multinacionales emprenden una importante actividad diplomática en sus relaciones con los gobiernos y, por lo tanto, deberían incluirse en los dominios del gobierno público. Además, existe una gama de organizaciones semiprivadas/públicas que también influyen en la elaboración de las políticas públicas. Entre éstas, los principales serían los grupos de presión de diversos tipos, las ONGs, etc. Después, están las instituciones internacionales intergubernamentales, como Naciones Unidas, el Banco Mundial, el FMI, la OMC y otros escenarios de las negociaciones internacionales. Hay conjuntos de organismos internacionales creadores de normas que adquieren una creciente importancia, ya que, en la medida en que determinan el espectro posible de las actividades pública y privada, también están incluidos en un sistema de gobierno. También volveré a abordar brevemente la función de estas organizaciones en una sección posterior. Finalmente, contamos con una gama de organismos regionales de intercambio que han proliferado en los últimos años. Los más conocidos son la UE, el NAFTA, el APEC y el MERCOSUR. Todos estos organismos internacionales forman una compleja configuración de niveles y rasgos superpuestos de poderes públicos y privados; forman un 'sistema de gobierno'. No podemos analizar aquí todos los aspectos de un sistema tan complejo, de modo que me centraré únicamente en los rasgos principales. El gobierno público del sistema mundial de comercialización e inversión es absolutamente vital para su futuro sostenible. Una economía de libre mercado pura es tan frágil, volátil y vulnerable que los resultados de su funcionamiento en una escala verdaderamente global podrían ser desastrosos. Esto ha sido reconocido por las autoridades públicas más sensibles, si bien los intereses comerciales más reflexivos y lúcidos también comienzan a entenderlo cada vez más. Las empresas no quieren funcionar en sus respectivos dominios totalmente desprotegidas. El apoyo y la regulación pública ofrecen una garantía contra todas las vicisitudes de un sistema turbulento y potencialmente autodestructivo. De hecho, las instituciones financieras internacionales han sido tradicionalmente quienes más firmemente han apoyado los gastos públicos (basta observar los recientes 'rescates' de las instituciones privadas tocadas por la crisis financiera del este asiático que ha llevado a cabo el FMI, desde finales de 1997 hasta mediados de 1998). Cuando se trata de argumentos para el gasto público, los que pesan no son los socialdemócratas escandinavos ni los trabajadores sociales desbordados, sino los banqueros internacionales que se enfrentan a una crisis económica. El sistema de gobierno después de la Segunda Guerra Mundial La idea más desarrollada del sistema de gobierno internacional después de la Segunda Guerra Mundial es la que ha sugerido John Ruggie en torno al concepto de 'liberalismo asentado' (Ruggie, 1993). Ésta estuvo vigente hasta finales de los años 70 y comienzos de los 80, y posiblemente hasta más tarde. El liberalismo asentado unió el gobierno nacional y supranacional. A nivel nacional o doméstico, significaba un compromiso entre la industria, la fuerza laboral y el Estado que, en términos amplios, sólo definía un suelo y un techo a la redistribución del ingreso. Este pacto social establecía un sistema estatal relativamente estabilizado a nivel nacional. A nivel internacional, estos Estados apoyaban un sistema de intercambio (y, más tarde, de inversiones) abiertamente multilateral, organizado en interés del capitalismo internacional por las instituciones intergubernamentales y supragubernamentales que proliferaron después de 1995 (el FMI, el Banco Mundial, el GATT, la OMC, la OCDE, etc.). Por multilateralismo se entiende aquí una lógica especial del gobierno que depende de la abierta negociación de los acuerdos entre un conjunto de socios formalmente iguales en temas que les conciernen mutuamente y afectan a todos ellos. Este cuadro ha cambiado durante un tiempo, tanto en el plano nacional como internacional. En el plano nacional, el compromiso social (a veces caracterizado como el estado de bienestar keynesiano en los países capitalistas avanzados) ha comenzado a deteriorarse -aunque esté lejos de extinguirse- en medio de la precipitada carrera de las élites políticas hacia la obligación de que todo sea económicamente competitivo y hacia una mayor desigualdad. En especial, esto ha minado la capacidad del Estado para aumentar los ingresos a partir de los impuestos y ha producido una creciente aversión a los impuestos por parte de los contribuyenteselectores en los países avanzados. El cambio hacia la imposición fue inicialmente emprendido en nombre de sus llamados efectos de incentivo, en gran medida como parte de un programa político nacional más que como el resultado de presiones de la 'globalización'. Así, mientras el gasto público de los Estados industriales desarrollados se amplía modestamente sólo a finales de los 80 y comienzos de los 90 (y en algunos casos realmente disminuía como porcentaje del PIB), los ingresos públicos no alcanzaban los montos correspondientes, lo cual generaba una situación presupuestaria adversa que observamos en muchos de estos países (Thompson, 1997). A nivel internacional, están surgiendo nuevas fórmulas y mecanismos de regulación que, al menos superficialmente, parecieran estar minando la continuidad de un multilateralismo gestionado. Así, vemos la emergencia del unilateralismo nacionalista en materia de comercio e intercambio (la Ley Helms-Burton en Estados Unidos, por ejemplo); de acuerdos bilaterales y negociaciones entre países; y de diversas configuraciones regionales de los intereses económicos mencionados más arriba. Todos éstos indican que existe una aguda incertidumbre entre los protagonistas del sistema internacional acerca del futuro del multilateralismo tradicional. También vale la pena mencionar otros dos marcos parciales para el gobierno del sistema internacional que han sido importantes en el pasado y que exhiben una lógica diferente al liberalismo tradicional asentado del tipo multilateral que hemos comentado. El primero de éstos es la construcción de los imperios. La lógica de este mecanismo de gobierno depende del ejercicio de un poder imperial en un país que gestiona directamente sus dominios y territorios a través de medios administrativos y coercitivos. El segundo es el proyecto hegemónico, que depende de la organización del consenso entre un conjunto de aliados en torno a un único papel de dirigente de un país dominante. Está claro que la actividad hegemónica puede desplegarse en diversas dimensiones: económica, cultural, política y militar, que no necesariamente coinciden. Así, aunque podría sostenerse que Estados Unidos, por ejemplo, ha ejercido una hegemonía económica y política en el sistema internacional contemporáneo, no ha perdido hegemonía militar (de hecho, probablemente la ha reafirmado) ni ha necesariamente perdido su hegemonía cultural. También hay que observar que estas lógicas están más bien específicamente definidas y no coinciden necesariamente con la manera más bien vaga con que se suele emplear los términos 'imperio' (o 'imperial') y 'hegemonía'. Estos dos mecanismos han demostrado ser efectivos en la organización del gobierno del sistema internacional en el pasado. Sin embargo, mi argumento es que es probable que aparezcan nuevamente en un futuro predecible como el mecanismo de gobierno fundamental por derecho propio. La época de construcción de imperios y de proyectos hegemónicos probablemente ha llegado a su fin. Volveré a tratar las razones que me impulsan a hacer esta valoración. Sin embargo, por ahora bastará con comentar que las relaciones entre estas tres lógicas siempre han sido complejas y se han superpuesto. El problema que la 'globalización' plantea al gobierno Como se ha señalado en la discusión anterior del liberalismo asentado y el multilateralismo, los gobiernos y los responsables de las políticas, después de la Segunda Guerra Mundial, llegaron a pensar que podían gestionar con relativa facilidad sus economías nacionales y la economía internacional. De muchas maneras, esto produjo una actitud complaciente de su parte. Los responsables de las políticas abordaron sus tareas como si estuviesen dictando los acontecimientos y tratando con una gama de agentes económicos privados disciplinados y responsables. Las autoridades habían aprendido a controlar a estos agentes. Sin embargo, durante los años 80, con la aparición de la 'globalización', las cosas empezaron a cambiar. La tesis de la globalización sugiere que se estaban desarrollando dos escenarios posibles pero interconectados que alteraban el cuadro de una época relativamente fácil para los responsables de las políticas. En primer lugar, sugería que no quedaba gran cosa sujeta a la gestión de las autoridades nacionales. En cuanto un responsable de políticas avanzaba un proyecto de gestión pública o un programa de políticas, las empresas privadas abandonaban el país, sustrayéndose a cualquier tipo de sistemas de control. Las fronteras se habían disuelto (Ohmad, 1980). Un argumento alternativo y relacionado consistía en sostener que instituciones e intereses inherentemente inestables y no gestionables ahora habitaban en las economías nacionales. Se negaban a ser gestionadas o controladas y acababan dictando los términos de su actividad económica a los responsables de las políticas. Sin embargo, ninguna de estas dos imágenes expresa adecuadamente la situación que afrontaban los responsables de las políticas. Si bien existe la necesidad de reconocer que el dominio de las políticas públicas (en términos de las organizaciones que comprende y de sus objetivos) indudablemente ha cambiado y es ahora más difícil de gestionar, esto no significa que la situación actual sea inherentemente imposible de gestionar. El desafío para los responsables de las políticas consiste en aprender cómo avanzar y dominar las nuevas organizaciones de la economía internacional, no en inhibirse totalmente de ejercer un gobierno. Ha habido un cierto número de intentos positivos para especificar cuál es la naturaleza de esta nueva situación, que no sostienen que actualmente es inherentemente imposible de gobernar ni que no existe una verdadera necesidad de ello. En este contexto, Paul Hirst y yo empezamos a escribir nuestro libro Globalization in question (Hirst y Thompson, 1996). Éste representaba un intento para declarar cuál era el carácter de los nuevos elementos de la economía internacional y preguntarse cómo era posible aprender a gestionarlos. Sosteníamos que la tesis de la globalización dura fomenta una actitud innecesariamente derrotista de parte de las autoridades públicas y conduce a un conjunto general de expectativas subvaloradas acerca de lo que aún se puede lograr. Los artículos incluidos en este número de la Revista, cada uno a su manera, también intentan analizar estos nuevos fenómenos. Por mi parte, me concentraré en ciertos temas generales, empezando con una discusión sobre los temas relacionados con un sistema de gobierno. ¿Por qué el multilateralismo mínimo? Una de las sugerencias es que un multilateralismo mínimo modificado basado en el fortalecimiento de las relaciones trilaterales entre América del Norte, la Unión Europea y Japón representa actualmente el aspecto más probable (pero no el único) para un gobierno efectivo del sistema económico mundial. El multilateralismo ha resultado ser una forma de gobierno muy económica y de bajos costes para la estabilidad económica internacional. No todos aprecian los resultados que han surgido de este proceso, y hay quienes sostienen, con buenos argumentos, que aún es necesario hacer mucho más para que esos resultados sean mucho más equitativos y efectivos por derecho propio. Pero ha proporcionado un marco más sólido para la consolidación de la soberanía nacional dentro del sistema internacional de Estados. Ha proporcionado la base internacional para la legitimación de la autoridad nacional. Al Estado se le reconoce como poseedor de ciertos atributos internos y sus relaciones externas están codificadas. Este reconocimiento y la estabilización de la actividad económica lograda por las instituciones multilaterales ha potenciado más que disminuido el poder del Estado en el gobierno nacional. Éste es un punto importante. Desde el Tratado de Westfalia, en 1648, que inauguró el sistema internacional de Estados, los tratados internacionales han proporcionado la base indispensable para la consolidación y el desarrollo interno. El Tratado de Westfalia no fue un tratado en el que los Estados ya 'soberanos' con poderes nacionales ya consolidados asumían el acuerdo de no interferir en los asuntos internos de otros Estados. El acuerdo de no injerencia era, en sí mismo, el prerrequisito para la consolidación de esos poderes (Hirst, 1997). Fue un acuerdo internacional el que estableció las posibilidades para la soberanía nacional, no la soberanía la que estableció las posibilidades para un acuerdo internacional. Éste ha sido el modelo de muchos tratados posteriores y constituye la base del compromiso de los Estados naciones con el principio del multilateralismo. El hecho de que el multilateralismo nunca ha existido en su forma pura (después de la Segunda Guerra Mundial, por ejemplo, fue estimulado (algunos dirían garantizado), por el proyecto hegemónico de Estados Unidos) y que ahora dependa de las economías claves de la Tríada, no debería distraernos de su eficacia básica. Las naciones no renunciarán fácilmente a estos beneficios ni se retractarán del multilateralismo. Por eso se sugiere aquí que el multilateralismo continuará como un componente principal del sistema de gobierno emergente. Pero será un sistema modificado, en el sentido de que ahora depende mucho más del núcleo de la Tríada. Sin embargo, es poco probable que la Tríada se pronuncie a favor de una forma ampliada de gobierno internacional que adopte iniciativas adicionales para redistribuir los ingresos de los ricos a los pobres, por ejemplo (para el beneficio a largo plazo de ambos, ricos y pobres), porque aún quedan demasiadas diferencias de políticas, con sus propios intereses, entre los tres principales actores. Sin embargo, es poco probable que dejen que el sistema económico internacional sufra una implosión hacia un sistema de bloques proteccionistas centrados en sí mismos e incluso antagonistas, como fue el caso en los años 30. Hay demasiadas cosas en juego en la continuidad de un sistema abierto para que los miembros de la Tríada se pronuncien a favor de ello actualmente. Además, en un plano básico es probable que no hayan suficientes diferencias fundamentales entre los tres actores principales para que se impliquen de forma beligerante. Cada uno continúa suscribiendo un internacionalismo capitalista abierto. Pero aquí la forma de gobierno puede ser descrita como un multilateralismo minimalista y modificado, con la Tríada en su centro. Se trata de una combinación compleja de multilateralismo liberal asentado y clásico con el nuevo trilateralismo: aquello que puede ser resumido de manera incómoda como 'multilateralismo mínimo modificado trilateralmente'. Como sugiere este término, este tipo de gobierno indica la compatibilidad básica del trilateralismo y el multilateralismo. En el resto del artículo intentaremos apoyar esta idea con un conjunto de observaciones más empíricas. El trilateralismo Como se ha analizado exhaustivamente en otras partes (Hirst y Thompson, 1996; ver también Hirst y Thompson, 1998 y 1999), las economías de la Tríada son responsables del grueso de las transacciones económicas internacionales. En 1993, totalizaban el 70% del comercio mundial. Manejaban el 65% de los stocks mundiales de FDI (inversiones extranjeras directas). Entre 1980 y 1993, gestionaban el 75% de los flujos mundiales de FDI. Si incluimos a diez de los países más favorecidos, este grupo ampliado correspondía al 90% de los flujos mundiales de FDI en el mismo período. Las relaciones comerciales básicas entre la Tríada aparecen ilustradas en la figura 1. Esto demuestra un punto importante sobre el que volveré más abajo. Expresado como una proporción del PIB, el comercio entre la Tríada aún era pequeño a comienzos de los años 90. De hecho, en términos internacionales, la Tríada en sí misma era relativamente una entidad no integrada hasta mediados de los años 90, al igual que casi la economía internacional en general. En el cuadro 1 aparece una gama de medidas de integración de la Tríada. Alrededor del 80% del producto de la Tríada aún está consumido internamente (ver línea 1, de hecho sólo el 10% de la producción se exporta). La actividad conjunta del FDI y las EMN (empresas multinacionales) suele situarse bastante por debajo del 10% del PIB de cualquier miembro de la Tríada (líneas 2-4); y la importancia de la participación extranjera en los sistemas financieros de los países de la Tríada también es relativamente pequeña (líneas 5-8), aunque éstos tengan los mercados más abiertos y financieramente más liberales. La actividad financiera y la riqueza siguen siendo en gran medida un asunto nacional. Si esto parece demasiado dominado por la Tríada sin tener en cuenta la posición de los países del 'Sur' o en desarrollo, las relaciones comerciales correspondientes aparecen en la figura 2. Una vez más, lo que asombra es el bajo nivel del PIB comercializado entre el 'Norte' y el 'Sur' a comienzos de los años 90. Los datos que mostramos en las Figuras 1 y 2, al igual que en el Cuadro 1, demuestran que se suele exagerar el alcance de la globalización, medido en términos de integración económica. Sin embargo, ha habido alguna integración. Volviendo a la Tríada y pensando en los modelos que hemos descrito, los tres miembros también estaban desarrollando grupos de países con los que se estaban integrando de forma separada. Estos grupos tendían a ser geográficamente discretos y 'adyacentes' a uno u otro de los países de la Tríada. Así, los países de la UE tenían sus relaciones comerciales e inversiones más fuertes e intensas con otros países de la UE, y luego con los países de Europa del Este y con algunos del norte de África. Estados Unidos tenía relaciones más fuertes e intensas con los otros países de la NAFTA y con el resto de América Latina (y con algunos en Asia). Finalmente, los vínculos más fuertes de Japón eran con otros países del este de Asia, especialmente en términos de inversiones. Esta realidad se ha convertido en un modelo establecido y llevará mucho tiempo deshacerla. Por lo tanto, estos patrones forman la base de un sistema de relaciones trilaterales ampliadas en la economía internacional. Sin embargo, a pesar de la discreción creciente de los flujos comerciales y de inversión, su regulación multilateral sigue estando viva y en evolución. El comercio, en especial, se ha revelado como el más proclive a regulaciones multilaterales, a través del GATT y de los procesos de la OMC. Además, la comunidad económica internacional está volviendo su atención hacia los flujos de inversión, que actualmente representan el mayor elemento dinámico de la economía mundial. La estrategia inicial consistía en relacionar estos temas sobre las inversiones con los procesos GATT/OMC, vinculando el comercio y los problemas de las inversiones, de modo que se consiguieran éxitos en las conversaciones comerciales dentro de este margen. Paralelamente a esto, un número creciente de iniciativas sobre temas relacionados con las inversiones han surgido de otros organismos supranacionales e intergubernamentales. Si bien las Naciones Unidas tomaron un temprano liderazgo en este sentido, la OCDE es la que más ha progresado con sus negociaciones (actualmente en punto muerto) sobre los principales asuntos internacionales. El Banco Mundial también ha realizado algunas iniciativas. El resultado de toda esta actividad es que los temas de inversión internacional están siendo progresivamente traídos al ámbito de las negociaciones multilaterales. Una vez más, no todos están contentos con la forma que éstas están adoptando. El acuerdo de la OCDE, por ejemplo, sólo atiende a los asuntos que afectan a sus miembros ricos (se trata de establecer un campo de juego nivelado para los FDI sólo entre sus miembros). Esto afectará inevitablemente a los intereses de países que no pertenecen a la OCDE, si bien no se ha incluido a éstos en estas conversaciones específicas. De modo que, una vez más, el desafío consiste en ampliar aquellos escenarios para que se pueda escuchar un espectro más amplio de voces en los debates y negociaciones. Actualmente, las presiones para un criterio 'de concordancia con los mercados' siguen siendo dominantes. Sin embargo, esto no tiene por qué seguir siendo así en el futuro. Estas consideraciones demuestran que es poco probable que surja cualquier tipo de presiones internas y proteccionistas en el caso de la inversión internacional, puesto que no han surgido en el caso del comercio. No obstante, el sistema no es estático. Hay ciertos cambios que ya han comenzado y que podrían alterar el modelo. El primero de éstos es el crecimiento de la privatización en las economías emergentes fuera del grupo de la Tríada. Una medida importante del flujo del capital internacional representa actualmente la actividad de adquisición y fusión en estas economías por parte de los grandes protagonistas. De muchas maneras esto podría simplemente reforzar la intensidad de las relaciones de inversión entre la Tríada y sus países relacionados, puesto que ésta es la dirección que está tomando la mayoría de los flujos. También podría conducir a un cruce de flujos entre los países tradicionalmente relacionados con la Tríada y otros miembros de la Tríada. Además, se están desarrollando relaciones comerciales y de inversión potencialmente importantes a nivel subregional entre los propios países relacionados (relaciones intra-grupos), especialmente en el este de Asia y América del Sur. Finalmente, también se están dando nuevas relaciones inter-grupos sin pasar por los socios de la Tríada, si bien el alcance de éstas sigue siendo modesto en la actualidad. En segundo lugar, el caso de China requiere una consideración especial. China se ha convertido en el más grande receptor de FDI de los países en desarrollo. Sin embargo, estos flujos de FDI están organizados mediante un modelo poco habitual. Dependen en gran medida de la inversión china en el exterior en el país 'sede'. Por lo tanto, se puede estar desarrollando una ruta diferente y potencialmente alternativa para los flujos FDI en torno a China, lo cual, debido a la importancia y tamaño de este país, podría alterar el modelo dominante descrito más arriba. Finalmente, se vuelve cada vez más difícil saber de dónde provienen exactamente los flujos FDI. Así, una inversión que parece provenir de Estados Unidos a México podría haberse originado, de hecho, en la República de Corea o Suiza. Esta 'internacionalización' de la actividad económica podría disfrazar el verdadero carácter y los tipos de relaciones de inversión a nivel mundial. Sin embargo, es importante no exagerar el alcance de la verdadera integración productiva que estas cifras FDI parecerían indicar. Como hemos visto, el grado de integración colectiva real en la economía internacional sigue siendo sorprendentemente bajo, a pesar de las discusiones sobre el aumento de los flujos de FDI mencionados más arriba. La imagen de un capital productivo errante que vaga por el mundo buscando los costes laborales más bajos, los riesgos más bajos y el lugar más rentable para asentarse es una imagen exagerada. El alcance de la producción internacionalizada aún sigue limitado. Hacia 1995, la producción basada en el extranjero se calculaba en torno al 7,5% de la producción mundial (era el 4,5% en 1970) (Thompson, 1999). También es importante reconocer que los FDI sólo contribuyeron con alrededor del 5,2% en la formación de capital bruto fijo en 1995 y el stock de FDI hacia el interior representaba sólo el 10,1% del PIB mundial (Thompson, 1999). Por lo tanto, aún no existe un sustituto para el ahorro doméstico en aras del proceso de desarrollo económico. Los países no pueden pedir prestado el camino hacia la prosperidad. El sistema financiero internacional está lejos de ser un sistema integrado y, desde luego, no lo suficientemente integrado como para permitir que una economía pida prestado suficiente capital en el exterior para una estrategia eficaz de desarrollo nacional. Además, cuanto más pide prestado un país, más está acumulando problemas de pago de su deuda. Por lo tanto, la clave para una estrategia exitosa de desarrollo sigue siendo la movilización de los ahorros domésticos, que pasan a formar la base de cualquier programa de inversión nacional serio. Desde luego, la mayoría de los comentarios sobre la globalización de la actividad económica se centran en el desarrollo del sistema financiero internacional y de los regímenes de tipos de cambio, y es en este punto donde se piensa que los temas de gobierno se encuentran más amenazados. En cierto sentido, esto es verdad. Analizar todos los temas que surgen en este contexto sería imposible, de modo que me centraré únicamente en tres. El primer punto consiste en reconocer que desde 1850 ha existido en el mundo un buen número de regímenes monetarios y de tipos de cambio en la economía mundial y no únicamente tres (el del Patrón Oro, el sistema de Bretton Woods y el posterior sistema de régimen de tasas flotantes post Bretton Woods). En Hirst y Thompson (1996) hemos descrito al menos nueve de estos regímenes, ninguno de los cuales ha durado más de treinta años. Han experimentado grandes variaciones en los ciclos de regulación y liberalización. De modo que ¿por qué habría de durar para siempre el régimen relativamente desregulado existente actualmente? La clave para entender cómo los sistemas financieros funcionan realmente consiste en estar preparados para cambios permanentes. En segundo lugar se han producido llamamientos para volver a regular el sistema financiero internacional, especialmente a la vista de los colapsos de diversos bancos (por ejemplo, el Barings) y los ataques de la especulación sobre las monedas del este de Asia y de Europa del Este. La introducción de la tecnología de la información, la telemática y el comercio instantáneo ha creado numerosos problemas a los gestores de las instituciones financieras, así como a las autoridades reguladoras. Los gestores han perdido cada vez más el control de sus organizaciones en la medida en que el comercio se consuma rápidamente con decisiones instantáneas que se realizan con medios electrónicos en las bolsas del mundos, que se encuentran en un lugar 'remoto', lejos del escrutinio administrativo y con cantidades crecientes de actividad que se registran 'fuera del balance general' de modo que el riesgo y las posiciones de liquidez son difíciles de verificar. Esto ha preocupado tanto a los gestores como a las autoridades públicas y empieza a crearse un consenso en aras de una mayor regulación y un gobierno en un espectro amplio de la comunidad financiera (¡incluso el archiespeculador Georges Soros se ha pronunciado a favor de algun tipo de regulación!). En tercer lugar, el desarrollo del euro a medida que la Unión Monetaria Europea progrese (si progresa) cambiará el perfil del sistema financiero internacional, que podría contribuir a 'enfriar el casino' más o menos automáticamente. En lugar de quince divisas europeas, existiría una sola. Esto disminuirá las posibilidades para una actividad especulativa y contribuirá a estabilizar el sistema internacional. En efecto, sólo habrá tres divisas que tengan importancia para la Tríada (el dólar estadounidense, el yen japonés y el euro). Por lo tanto, todos estos desarrollos hacen de la ampliación de un gobierno multilateral en el ámbito de las transacciones financieras internacionales, si no algo muy probable en el futuro cercano, al menos no excluido por algún misterioso proceso de 'globalización'. El verdadero problema en el caso de los flujos de capital es la rápida transición desde el control cuantitativo total sobre los movimientos de capital al movimiento libre de capital. Esto es análogo a una transición de un comercio de cuotas a un comercio plenamente libre en el caso de las manufacturas, sin tener que pasar por una etapa de tarifas de aranceles internacionales. El problema consiste, nuevamente, en someter los flujos de capital a tarifas, especialmente los flujos de capital a corto plazo. Actualmente, el sistema internacional funciona subsidiando a los movimientos de capital a corto plazo y penalizando a los capitales de largo plazo. En primer lugar, el coeficiente de suficiencia de capital del Banco de Pagos Internacionales para los préstamos bancarios internacionales requiere una menor ponderación para los préstamos a corto plazo que para los de largo plazo, lo cual estimula un sistema de préstamos a corto plazo a los países en desarrollo. En segundo lugar, las medidas de rescate son particularmente perniciosas, puesto que garantizan casi completamente los fondos consignados a corto plazo mientras obligan a que se realicen todos los ajustes que deben hacerse para las financiaciones a largo plazo en la economía real. Los mecanismos propuestos para someter los préstamos a corto plazo a tarifas incluyen un pequeño impuesto en los movimientos de capital a corto plazo (el 'impuesto Tobin'), la imposición de reservas obligatorias no remunerativas sobre los flujos de capital a corto plazo (como en Chile) y la propuesta de George Soros para una 'Corporación Internacional de Seguro del Crédito' que garantizaría los préstamos internacionales a un país por un montante moderado. La creación de normas Un aspecto de creciente importancia en el asunto del gobierno internacional es la proliferación de la actividad internacional de creación de normas. Desde luego, se trata de una característica en las organizaciones de gestión supranacional ya establecidas, como el Banco Mundial, el FMI y la OMC. Ya se han adoptado numerosas normas para el comercio, las inversiones y los préstamos oficiales. Pero, además de éstos, hemos visto el crecimiento de modos informales y no oficiales de creación de normas que no suelen ser reconocidos como tal. Así, en el campo de los asuntos comerciales, las normas de contabilidad y las normas legales están siendo cada vez más codificadas internacionalmente, normalmente en torno a las normas angloestadounidenses. Además, los procesos ISO 9000 desarrollan normas de calidad para las actividades productivas. ¿Pero quién sabe dónde está localizado el ISO, y más aún quién nombra a sus funcionarios? También existen los organismos 'privados' de calificación, como Moody's y Standard & Poor. Este tipo de actividad no es nueva: las instituciones financieras del Reino Unido establecieron la calificación de créditos a finales del siglo XIX y comienzos del XX, Inglaterra y Noruega creó las actividades normativas de seguridad naviera a comienzos de los años 20, la FAA (Federal Aviation Administration) hizo lo mismo de manera efectiva para el transporte aéreo internacional en los años 60, de modo que el argumento de la creación normativa no se puede usar para definirlo como justificación de la 'globalización'. Pero sí da un enorme poder a aquellas organizaciones que llevan a cabo este tipo de actividad. Estas prácticas de creación de normas son fundamentalmente una parte del sistema comercial internacional y facilitan el comercio y las inversiones internacionales. La pregunta es ¿qué son exactamente estas organizaciones? ¿Son públicas o privadas? Tal vez la mejor manera de describirlas es como empresas que a la vez exigen y ejercen un poder público, si bien no son organizaciones totalmente privadas ni totalmente públicas. Representan un nuevo género de instituciones semiprivadas/semipúblicas, y constituyen parte del cambio en el sistema internacional al que nos referíamos más arriba. Por lo tanto, son una parte importante del sistema de gobierno emergente y necesitan que les prestemos una mayor atención. ¿Persiste la función del Estado nación? A estas alturas, tal vez merezca la pena decir algo más sistemático acerca de dónde el Estado nación puede encajar en el sistema aquí descrito y actualmente en evolución. La tesis dura de la globalización siempre ha afirmado que los poderes del Estado han sido fundamentalmente modificados por la internacionalización de la actividad económica, que, en términos amplios, están minados por ella. Sin embargo, debería quedar claro, a partir de los comentarios hechos hasta ahora, que la función del Estado podría eventualmente ser potenciada por la necesidad de gobierno del sistema. El Estado nacional es el único agente que puede abordar las negociaciones multilaterales sobre los asuntos de interés común. También es el Estado el que regula las disposiciones legales internacionales a medida que los resultados negociados de los acuerdos son recogidos en un marco legal, con el fin de regular la conducta de la actividad económica nacional e internacional. Por lo tanto, no se puede ignorar al Estado en este proceso. También existen otros actores nuevos diferentes del Estado, y otros acuerdos no gubernamentales que comienzan a emerger en este proceso, tal y como se ha descrito. Éstos están adoptando cada vez más la forma de 'poderes públicos confederados' a nivel internacional. En cierta manera, la idea de un multilateralismo minimalista modificado, como se ha descrito más arriba, es una expresión de este sistema de poderes públicos confederados en acción. Es confederado en el sentido de que implica 'voluntariamente' sólo a aquellos agentes y países que acceden a sus condiciones de funcionamiento y a sus modalidades de supervisión. No se obliga a ningún país ni grupo a participar. También pueden abandonar voluntariamente esta 'confederación' si lo desean. Además, su modalidad de poderes es 'de abajo a arriba' (los confederados acuerdan otorgar sólo ciertos poderes específicos al poder público confederado). Se trata de organismos que adoptan una forma no estatal, en el sentido tradicional, y, sin embargo, ejercen un 'poder público' concreto. Esta idea de poder público sin un Estado, en el que los Estados naciones participan y que legitiman, requiere a todas luces una mayor elaboración de la que aquí se puede presentar. Desarrollos en el futuro cercano Frente a la crisis económica del este de Asia, el futuro inmediato de la economía internacional parece más problemático de lo que ha sido durante algún tiempo. Aquella crisis ha despertado temores de que, debido a la globalización y a su integración, todo el sistema económico global es ahora más vulnerable que nunca a una crisis de contagio más profunda. ¿Acaso la recesión que actualmente afecta a Japón, donde el sistema financiero parece especialmente vulnerable a mayores desafíos estructurales y donde las iniciativas de la política económica son demasiado débiles o parecen incapaces de reactivar la actividad económica, será la chispa de una crisis económica global más general? Incluso en Europa el futuro parece menos seguro y las dificultades que se vislumbran en Rusia podrían volver a la economía principal de Europa Occidental, a saber Alemania, vulnerable a una contracción iniciada por una cuestión financiera. Con la llegada inminente de la UME y la introducción del euro, éstos problemas parecen adquirir mayor relieve. Siempre es peligroso especular acerca del futuro inmediato en asuntos económicos, especialmente cuando las cosas son tan fluidas y cambiantes en el sistema internacional. Sin embargo, merece la pena ofrecer algunos comentarios sobre esta situación. Como he sostenido más arriba, la clave para el futuro inmediato del sistema internacional es lo que sucede en la Tríada. Aquí podemos formular ciertos puntos acerca de la similitud de una crisis global y una coyuntura desfavorable grave. Tenemos que emprender un análisis condicional. ¿Bajo qué condiciones sería probable una recesión global? Para mayor conveniencia, divido a éstas en tres. La primera tiene que ver con el grado de integración entre los tres principales protagonistas; la segunda con el estado de la actividad económica en estos tres actores; y la tercera , con la política económica que cada uno lleva adelante. Analicémoslas individualmente. Como he señalado más arriba, el grado de integración entre las economías de la Tríada es aún bastante limitado. Para que el contagio se generalice rápidamente, el grado de integración probablemente tendría que ser muy superior a lo que es en el presente, si bien hay elementos vulnerables en el sistema que requerirían atención y supervisión (por ejemplo, los movimientos de capital a corto plazo). Pero los países de la Tríada siguen siendo asombrosamente autárquicos en términos económicos. Esto fue demostrado por los datos que aparecen en la Figura 1 y en el Cuadro 1. Claramente, Japón está sufriendo la crisis más aguda y es posible que ésta empeore en lugar de mejorar. Si se produce un empeoramiento de la 'crisis del crédito' en Japón causado por la conmoción financiera, entonces es posible que los japoneses comiencen a liquidar sus activos en el exterior, especialmente en Estados Unidos y Europa (ya se trate de activos reales o financieros). En el verano de 1998, cuando esto ha sido escrito, no parecía haber claros indicadores de que esto sucedería. Los activos de Estados Unidos y de Europa eran los únicos que generaban verdaderos beneficios a los inversores japoneses (sus activos en otros lugares, especialmente en el este asiático, tenían malos rendimientos y serían presumiblemente los primeros en ser liquidados). Sin embargo, cualquier liquidación a gran escala de los activos en Estados Unidos y Europa podría causar problemas importantes en estos países. En cualquier caso, los fundamentos económicos eran más seguros en Europa y, especialmente, en Estados Unidos. Éstos no parecían vulnerables a ningún impacto económico generado internamente, de modo que dos polos de la Tríada están en condiciones económicas razonablemente buenas. Para que se produzca una grave crisis internacional, tendría que darse una crisis profunda autónomamente generada en los tres países de la Tríada simultáneamente. En tercer lugar, para que una recesión mundial se produzca rápidamente, tendría que darse una política económica particularmente pobre e inepta como respuesta a nivel nacional en los tres países de la Tríada. Si bien, una vez más, esto es plausible, una convergencia de medidas de políticas directamente contraproducentes (tales como un severo ajuste de la política fiscal y monetaria) parece poco probable. Las ventajas del multilateralismo trilateral mínimo señaladas más arriba parecerían contradecir esta realidad. Por lo tanto, a pesar de que el argumento no es que sea imposible un panorama de grave crisis, las condiciones para ello son más bien severas. Tendría que darse una emergencia simultánea de todas las condiciones adversas referidas hasta ahora. Éste no era el caso en 1998, o parecía poco probable en el futuro inmediato. Desarrollos a largo plazo Una de las cuestiones que la crisis en el este de Asia ha puesto de manifiesto es la vulnerabilidad de la economía japonesa ante mayores turbulencias económicas. A medio plazo, esto podría conducir a un replanteamiento de Estados Unidos y Europa como protagonistas económicos clave en la Tríada, y Japón quedaría atrás, en una posición económica subordinada, al no lograr recuperarse económicamente para alcanzar su antigua preeminencia económica. No obstante, a largo plazo no deberíamos ignorar el potencial de una crisis más radical en el sistema económico internacional. Antes de la crisis del este asiático, el Banco Mundial había predicho que las diez economías más grandes en el año 2020 serían, en este orden: China, Estados Unidos, Japón, India, Indonesia, República de Corea, Alemania, Tailandia, Francia y Brasil. De los actuales países G7, esta lista únicamente contiene cuatro. Seis nuevas economías se unirían a las cuatro más grandes existentes. También se había vaticinado que la participación de la OCDE en el PIB mundial podría bajar del 61% en 1998 al 38% hacia el 2020 (OCDE, 1997, Figura 10, p. 43). Esto podría haber cambiado drásticamente el panorama económico internacional hacia el 2020. Sin duda, estos países tendrían sus propios programas económicos diferentes de las políticas en los países actuales del G7 y sus aliados en las organizaciones internacionales e intergubernamentales, de modo que podría prevalecer un sentimiento diferente al que pide una mayor desregulación neoliberal en interés del capital financiero internacional. Estas predicciones y posibilidades podrían haberse visto rotas por los recientes acontecimientos. No se sabe si las sugerencias del Banco Mundial y de la OCDE podrían haber sido correctas, incluso si estos acontecimientos no se hubieran producido. No debería darse por sentado la probabilidad de que algunos países en la lista puedan mantenerse a flote como entidades separadas en el proceso de rápido crecimiento y transformación que se había previsto (¿podría crecer Indonesia, o incluso China o Rusia, a un 7%-8% entre 1995 y 2020 sin sufrir una grave crisis interna económica y política?). En cualquier caso, estas predicciones deberán ser seriamente revisadas. Esto no quiere decir que, a largo plazo, todo seguirá igual. Es posible que algunos de los países mencionados emerja como gran protagonista durante estos años, lo cual acelerará el proceso de cambio en el sistema internacional e, inevitablemente, tendrá un impacto en los países G7 de la OCDE. Es posible que éstos no puedan controlar el problema de la economía internacional en el año 2020 tan fácilmente como en 1999. Conclusiones De esta discusión surgen tres grandes conclusiones. La primera es la tesis de la globalización dura, que conduce a una pérdida de confianza por parte de las autoridades públicas y, de hecho, de cualquier agente que vea la necesidad de un gobierno. Disminuye las expectativas de lo que aún se puede lograr y conduce a una actitud derrotista por parte de aquéllos relacionados con las políticas públicas. Aunque sólo sea por esta razón, debería afrontarse como un problema. Como hemos visto, la economía internacional sigue siendo sorprendentemente no integrada. En términos de nuestra distinción conceptual inicial, la economía mundial aún parece más una economía 'internacional' que una economía 'globalizada'. En segundo lugar, es crucial reconocer que la economía mundial está compuesta por nuevas organizaciones e intereses, y que está cambiando tanto en su forma como en su contenido. El desafío para los responsables de las políticas consiste en aprender a gestionar este sistema en evolución. En esta tarea, la idea de globalización a veces puede ser más un obstáculo que una ayuda. Su utilidad como categoría se pone en entredicho, puesto que tiende a dejar la gestión de la economía mundial a los simples dictados de la economía de mercado (en principio, aunque no siempre en la verdadera práctica). Finalmente, hay todo un espectro de temas relacionados con el gobierno que surgen en la economía internacional o que deberían abordarse en ese plano. Éstos se organizan en torno al papel futuro de la Tríada, en torno a los flujos internacionales de inversión y las decisiones, en torno al carácter del sistema financiero y el régimen de términos de intercambio y en relación a las organizaciones que establecen las normas. Estos problemas no se encuentran más allá de las posibilidades de que se les gobierne. Potencialmente, al menos, pueden llevarse al ámbito de lo que aquí se ha denominado un 'multilateralismo mínimo modificado trilateralmente'. Traducido del inglés Nota * Quisiera agradecer a mi colega Paul Hirst por las estimulantes discusiones sostenidas durante nuestro trabajo conjunto sobre la globalización y que han contribuido a los argumentos de este artículo. Referencias COMISIÓN EUROPEA, 1997. 'Informe Económico Anual, 1997' European Economy No.63. Bruselas: CE. GOLDBLATT, D., HELD, D., McGREW, A. y J. PERRATON, 1999. Global Flows, Global Transformations: Concepts, Arguments and Evidence. Cambridge: Polity Press. HIRST, P.Q., 1997. 'The International Origins of National Sovereignty', En: Hirst, P.Q. From Statism to Pluralism. Londres: UCL Press. HIRST, P.Q. THOMPSON, G.F., 1996. Globalization in Question: The International Economy and the Possibilities for Governance. Cambridge: Polity Press. HIRST, P.Q.; THOMPSON, G.F., 1998. 'The Tyranny of Globalization: Myth or Reality?' Ponencia presentada en la Conferencia RUCA, 'La globalizacion y el Estado nacional', Universidad de Amberes, Bélgica, 10 de noviembre, 1998. 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'Where do MNCs conduct their business activity and what are the consequences for national systems?', En:; S.Quack, G.Morgan y R. Whitely, (eds) National Capitalisms, Global Competition and Economic Performance. Berlin: De Gruyter. * Nota biográfica Grahame Thompson es profesore de economía política en la Facultad de Ciencias Sociales de la Open University, Milton Keynes MK7 6AA, Inglaterra. Email: [email protected]. Ha trabajado durante muchos años en temas de integración económica internacional, y particularmente en el tema de la globalización. En 1996 publicó, con Paul Hirst, Globalization in Question: The International Economy and the Possibilities of Governance, de la cual está prevista una nueva edición en 1999. El Editor desea expresar su agradecimiento al Profesor Thompson por su inestimable apoyo como Consejero Editorial para este número de la Revista.