Introducción: situar la globalización

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Grahame Thompson*
INTRODUCCION: SITUAR LA GLOBALIZACION
GLOBALIZACION / INTEGRACION / ESTADO – NACION
Objetivos
El término 'globalización' ha llegado a ocupar un lugar central en las ciencias sociales
contemporáneas, de manera que es oportuno y adecuado que esta revista dedique un
número especial a analizar sus características e implicaciones. El conjunto de artículos
incluidos aquí es un testimonio del uso generalizado del término en diversas
disciplinas y discursos. Si bien la mayoría de éstas abordan temas económicos, el
término no está en absoluto confinado exclusivamente al análisis del carácter de la
economía mundial. De hecho, la globalización es uno de aquellos términos que se
prestan para adoptar un enfoque auténticamente interdisciplinario en el análisis de la
sociedad como un todo, porque parece abarcar la totalidad de los fenómenos sociales
contemporáneos. Veremos que ciertos enfoques estudian este concepto desde una
perspectiva sociológica, o cultural, o desde la perspectiva de sus implicaciones
políticas. Además, la globalización abarca los desarrollos tecnológicos, la actividad de
las organizaciones criminales, la teoría de las organizaciones internacionales, la
modernización y las estrategias de desarrollo y muchos otros aspectos.
En lugar de intentar introducir y resumir estos diversos enfoques, este artículo
introductorio se concentra en los comentarios generales acerca de la globalización,
situados dentro de un marco -hablando en términos amplios- de economía política. El
objetivo aquí es centrarse en la cuestión crucial del carácter de la transformación que,
según se dice, la globalización ha inducido en la economía internacional y las
consecuencias políticas y económicas del fenómeno. Sin embargo, mi enfoque no es
neutral. Presentaré un argumento concreto acerca de la globalización económica
según la veo, cuyo carácter se clarificará a medida que desarrolle el artículo.
El carácter de la globalización económica
Cuando comencé a trabajar en el tema de la globalización económica (con mi colega
Paul Hirst), uno de los primeros aspectos que nos sorprendió fue la falta de una
definición clara del concepto (el término globalización existía, con sus numerosas
interpretaciones, pero se echaba en falta un concepto claro). A medida que se definía
el término, tendía a usarse simplemente como una palabra más que definía la mayor
internacionalización de la actividad económica, en términos de una mayor integración
e interdependencia. Por ejemplo, la Comisión Europea ha proporcionado una
definición clásica en esta línea de pensamiento:
La globalización se puede definir como el proceso mediante el cual los
mercados y la producción de diferentes países están volviéndose cada vez más
interdependientes debido a la dinámica del intercambio de bienes y servicios y
a los flujos de capital y tecnología. No se trata de un fenómeno nuevo, sino de
la continuación de desarrollos que habían estado funcionando durante un
tiempo considerable. (Comisión Europea, 1997, página 45).
Sin embargo, tal vez necesitemos una definición más clara de la globalización, que
vaya más allá de la profundización de las interacciones económicas internacionales ya
en fase tan avanzada. Si la globalización es sencillamente el cambio de nombre de la
internacionalización, ¿a qué viene tanta agitación? Hirst y yo hemos dibujado una clara
distinción entre lo que denominamos 'economía mundial globalizada' y 'economía
mundial internacionalizada' (Hirst y Thompson, 1996, capítulo 1). Si hay algo distintivo
de la época actual (un giro estructural potencial en el carácter del capitalismo
internacional) que lo distingue de períodos anteriores, entonces algo se debe decir
acerca del carácter de esta nueva situación.
Para definirlo brevemente, una economía mundial internacionalizada sería una
economía en la que las principales entidades siguen siendo las economías nacionales,
o agentes que siguen atados a un determinado territorio nacional. Si bien hay una
integración y entretejimiento creciente entre estas entidades, existe una relativa y
permanente separación entre el escenario 'doméstico' y el escenario 'internacional', de
modo que los procesos, acontecimientos e impactos internacionales se reflejan a
través de marcos, políticas y procesos esencialmente nacionales. Esto significa que
una economía mundial internacional estaría articulada 'hacia arriba', por decirlo así,
desde los agentes nacionales hasta el nivel o esfera internacional. Esta economía
internacional
estaría
formada
por
la
articulación
de
economías
nacionales
relativamente diferentes y agentes asentados nacionalmente. Los principales agentes
privados en este tipo de economía serían las empresas multinacionales. Éstas
mantendrían una clara base nacional, un estilo de gestión y una formación de personal
nacional. Aún estarían efectivamente reguladas y supervisadas por las autoridades 'del
país de origen' y seguirían funcionando fundamentalmente en relación a su país de
origen base. La imagen aquí, por lo tanto, sería la de un capital asentado
nacionalmente en permanencia.
El contraste de esto sería una economía mundial globalizada. Aquí la entidad principal
es la propia economía global, que representaría una nueva estructura de relaciones
económicas no asentadas. Se trata de una economía que existe 'por encima', y
autónomamente, de las economías y agentes nacionales, proyectando su perfil sobre
ellos dándoles su especial carácter y forma, 'envolviéndolos' en su propia dinámica.
Por lo tanto, está articulada 'hacia abajo', por así decir. Determinaría que puede y no
puede realizarse a nivel nacional, tanto por parte de los organismos públicos como
privados. Se trataría de una economía que escapa al 'gobierno', tipificada por fuerzas
del mercado no organizadas y descontroladas. Los principales agentes serían las
empresas transnacionales. Éstas representan a organizaciones que se han
desprendido de cualquier base nacional. Estas empresas están montadas, producen y
comercializan auténticamente a nivel internacional. Pretenden encontrar unas ventajas
competitivas y los beneficios más seguros y cuantiosos, buscando por todo el mundo
lugares de producción baratos pero eficaces. El suyo sería un estilo de gestión y de
personal internacionalizado. Por lo tanto, la imagen en este caso es la de un capital
móvil que busca en todo el mundo las ventajas de la competencia.
Presentamos escuetamente estas dos imágenes contrapuestas de diferentes tipos de
economía mundial para intentar diferenciar cualquier nueva economía globalizada de
otros antiguos conjuntos de relaciones económicas internacionalizadas en épocas
anteriores.
Ya volveré sobre esta distinción para contribuir a destacar las características de la fase
presente de la internacionalización económica. En cualquier caso, esta distinción se ha
revelado como polémica, puesto que los comentaristas han confundido a menudo
estas distinciones ideales, típicamente analíticas, como medidas de la economía real.
Al hacer esto, sin embargo, han surgido otras definiciones contrapuestas de la
globalización que vale la pena considerar brevemente.
La primera de éstas sugiere que el tipo de definición de una economía globalizada
hecha más arriba sólo proporciona un único 'estado final' para el sistema internacional,
a saber, la economía globalizada (Goldblatt, et al., 1999; Perraton, 1999). Se piensa
en esto como un 'equilibrio único', por así decir, el resultado final de una serie de
etapas, que se desplegan mecánicamente una tras otras. Por contraste, se sugiere
que la globalización es un proceso continuo (o a veces un conjunto de prácticas
continuas) donde pueden darse una serie de resultados (múltiples equilibrios)
dependiendo de la 'vía' por la que evoluciona aquel proceso. La actual 'fase' de
globalización no es, por lo tanto, sino una de sus muchas formas posibles. Esta
posición ve la globalización como un proceso que ha estado funcionando durante
muchos siglos, y por lo tanto no siente la necesidad de introducir el tipo de distinción
mencionada más arriba. De hecho, el resultado de este enfoque consiste en
devolvernos a una idea que pone de relieve la creciente intensidad y alcance de la
internacionalización de las relaciones económicas.
Uno de los problemas de este tipo de enfoques es que se caracteriza de forma
errónea la distinción conceptual expresada más arriba. Es perfectamente posible dar
cuenta de esta distinción en el marco de un proceso en que una forma de la economía
internacional da lugar a otra. Sin embargo, al realizar un trabajo analítico serio,
siempre es necesario interrumpir dichos procesos y preguntarse exactamente dónde
estamos con respecto a ellos. Hacer esto requiere especificar con mayor precisión los
procesos con respecto a su periodicidad y conferirles una cierta estructura. Esto es
exactamente lo que permitió la conceptualización de Hirst y Thompson. Además, yo
sostendría que todos los procesos tienden hacia algún 'final' aunque nunca lo
alcancen. Si no es así, la noción de proceso está casi desprovista de significado.
Admitir el potencial de un equilibrio múltiple no nos exime de especificar la naturaleza
de esos equilibrios.
La segunda crítica de nuestra definición parte de otro aspecto. El enfoque sugerido
más arriba pone de relieve las interacciones transfronterizas. En este sentido, es
relativamente convencional. Un enfoque alternativo que proporcione otra definición del
rasgo único del período de 'globalización' consiste en sugerir que las fronteras ya no
son el rasgo clave del actual sistema internacional. Que lo 'global' es lo 'local' es una
manera de expresar la llamada glocalización. De esta manera, la globalización
funciona consiste imbricando los rasgos internacionales, y no necesariamente
transfronterizos, en el nivel local. Se convierten en parte del tejido de lo local.
Como se argumentará más abajo cuando analicemos el establecimiento de las
prácticas internacionales de fijación de normas, la manera en que lo internacional y lo
nacional o local se influyen mutuamente es una parte importante del proceso de
internacionalización. Sin embargo, ¿cuándo han sido diferentes las cosas? Siempre ha
existido una relación entre lo internacional y lo nacional o local de modo que éstos se
condicionan y limitan mutuamente. Por lo tanto, queda pendiente una importante
pregunta para saber si existe algo suficientemente único acerca de los niveles
internacional y local que se rearticule para permitir que esto funcione como el rasgo
que define una nueva economía mundial globalizadora.
Se podrían agregar otras definiciones de la globalización que funcionan en una línea
similar a ésta (la idea de que se trata de una 'estrategia', por ejemplo, y que, por lo
tanto, sólo existe en las mentes de los responsables de la toma de decisiones,
especialmente en la empresa privada). Sin embargo, yo defendería la clarificación
original de la definición contra estas alternativas, ya que pienso que le confiere una
parte más clara para comenzar una investigación científica de la naturaleza del
sistema internacional contemporáneo. Sin embargo, antes de hacer esto creo que es
necesario mencionar otro tema relacionado con la definición de la globalización: las
implicaciones que tiene para el 'gobierno' del sistema.
La globalización y las regulaciones
Las próximas cuatro secciones tratan de tres asuntos interrelacionados: cómo se ha
'gobernado' el sistema económico internacional desde el final de la Segunda Guerra
Mundial; cómo ha cambiado el sistema de gobierno en los años 90 y qué forma podría
adoptar cualquier sistema de gobierno en el futuro.
Suele pensarse que la 'globalización' de la actividad económica convertirá al gobierno
público y efectivo en algo redundante e innecesario. Será el mercado quien 'gobernará'
a partir de ahora, según se sugiere, a medida que las autoridades públicas se inhiban
progresivamente de su función tradicional de gestión y regulación del sistema
internacional. Estas autoridades públicas son cada vez más impotentes frente a un
sistema productivo y financiero internacional en rápida integración.
Un argumento clave de esta introducción es que el sistema económico internacional
sigue estando abierto a un gobierno efectivo, incluso frente a la rápida
internacionalización de la actividad económica, el crecimiento de la penetración del
mercado y las medidas hacia una mayor desregulación y privatización de la actividad
económica. Nosotros sugerimos que un gobierno público efectivo de la economía
mundial es tanto necesario como posible, incluso aún más necesario frente al
desarrollo de su integración. Sin embargo, antes de seguir debemos clarificar el
término 'gobierno'.
¿Qué significa gobierno?
La idea del gobierno público comprende algo más que el gobierno. El gobierno incluye
las actividades tradicionales de las instituciones del Estado, que pueden abarcar
diversos organismos privados en la medida en que éstos se integren en la formación
de la política pública
Por ejemplo, las corporaciones multinacionales emprenden una importante actividad
diplomática en sus relaciones con los gobiernos y, por lo tanto, deberían incluirse en
los dominios del gobierno público. Además, existe una gama de organizaciones
semiprivadas/públicas que también influyen en la elaboración de las políticas públicas.
Entre éstas, los principales serían los grupos de presión de diversos tipos, las ONGs,
etc. Después, están las instituciones internacionales intergubernamentales, como
Naciones Unidas, el Banco Mundial, el FMI, la OMC y otros escenarios de las
negociaciones
internacionales.
Hay
conjuntos
de
organismos
internacionales
creadores de normas que adquieren una creciente importancia, ya que, en la medida
en que determinan el espectro posible de las actividades pública y privada, también
están incluidos en un sistema de gobierno. También volveré a abordar brevemente la
función de estas organizaciones en una sección posterior. Finalmente, contamos con
una gama de organismos regionales de intercambio que han proliferado en los últimos
años. Los más conocidos son la UE, el NAFTA, el APEC y el MERCOSUR. Todos
estos organismos internacionales forman una compleja configuración de niveles y
rasgos superpuestos de poderes públicos y privados; forman un 'sistema de gobierno'.
No podemos analizar aquí todos los aspectos de un sistema tan complejo, de modo
que me centraré únicamente en los rasgos principales.
El gobierno público del sistema mundial de comercialización e inversión es
absolutamente vital para su futuro sostenible. Una economía de libre mercado pura es
tan frágil, volátil y vulnerable que los resultados de su funcionamiento en una escala
verdaderamente global podrían ser desastrosos. Esto ha sido reconocido por las
autoridades públicas más sensibles, si bien los intereses comerciales más reflexivos y
lúcidos también comienzan a entenderlo cada vez más. Las empresas no quieren
funcionar en sus respectivos dominios totalmente desprotegidas. El apoyo y la
regulación pública ofrecen una garantía contra todas las vicisitudes de un sistema
turbulento y potencialmente autodestructivo. De hecho, las instituciones financieras
internacionales han sido tradicionalmente quienes más firmemente han apoyado los
gastos públicos (basta observar los recientes 'rescates' de las instituciones privadas
tocadas por la crisis financiera del este asiático que ha llevado a cabo el FMI, desde
finales de 1997 hasta mediados de 1998). Cuando se trata de argumentos para el
gasto público, los que pesan no son los socialdemócratas escandinavos ni los
trabajadores sociales desbordados, sino los banqueros internacionales que se
enfrentan a una crisis económica.
El sistema de gobierno después de la Segunda Guerra Mundial
La idea más desarrollada del sistema de gobierno internacional después de la
Segunda Guerra Mundial es la que ha sugerido John Ruggie en torno al concepto de
'liberalismo asentado' (Ruggie, 1993). Ésta estuvo vigente hasta finales de los años 70
y comienzos de los 80, y posiblemente hasta más tarde. El liberalismo asentado unió
el gobierno nacional y supranacional. A nivel nacional o doméstico, significaba un
compromiso entre la industria, la fuerza laboral y el Estado que, en términos amplios,
sólo definía un suelo y un techo a la redistribución del ingreso. Este pacto social
establecía un sistema estatal relativamente estabilizado a nivel nacional. A nivel
internacional, estos Estados apoyaban un sistema de intercambio (y, más tarde, de
inversiones) abiertamente multilateral, organizado en interés del capitalismo
internacional por las instituciones intergubernamentales y supragubernamentales que
proliferaron después de 1995 (el FMI, el Banco Mundial, el GATT, la OMC, la OCDE,
etc.). Por multilateralismo se entiende aquí una lógica especial del gobierno que
depende de la abierta negociación de los acuerdos entre un conjunto de socios
formalmente iguales en temas que les conciernen mutuamente y afectan a todos ellos.
Este cuadro ha cambiado durante un tiempo, tanto en el plano nacional como
internacional. En el plano nacional, el compromiso social (a veces caracterizado como
el estado de bienestar keynesiano en los países capitalistas avanzados) ha
comenzado a deteriorarse -aunque esté lejos de extinguirse- en medio de la
precipitada carrera de las élites políticas hacia la obligación de que todo sea
económicamente competitivo y hacia una mayor desigualdad. En especial, esto ha
minado la capacidad del Estado para aumentar los ingresos a partir de los impuestos y
ha producido una creciente aversión a los impuestos por parte de los contribuyenteselectores en los países avanzados. El cambio hacia la imposición fue inicialmente
emprendido en nombre de sus llamados efectos de incentivo, en gran medida como
parte de un programa político nacional más que como el resultado de presiones de la
'globalización'. Así, mientras el gasto público de los Estados industriales desarrollados
se amplía modestamente sólo a finales de los 80 y comienzos de los 90 (y en algunos
casos realmente disminuía como porcentaje del PIB), los ingresos públicos no
alcanzaban
los
montos
correspondientes,
lo
cual
generaba
una
situación
presupuestaria adversa que observamos en muchos de estos países (Thompson,
1997).
A nivel internacional, están surgiendo nuevas fórmulas y mecanismos de regulación
que, al menos superficialmente, parecieran estar minando la continuidad de un
multilateralismo gestionado. Así, vemos la emergencia del unilateralismo nacionalista
en materia de comercio e intercambio (la Ley Helms-Burton en Estados Unidos, por
ejemplo); de acuerdos bilaterales y negociaciones entre países; y de diversas
configuraciones regionales de los intereses económicos mencionados más arriba.
Todos éstos indican que existe una aguda incertidumbre entre los protagonistas del
sistema internacional acerca del futuro del multilateralismo tradicional.
También vale la pena mencionar otros dos marcos parciales para el gobierno del
sistema internacional que han sido importantes en el pasado y que exhiben una lógica
diferente al liberalismo tradicional asentado del tipo multilateral que hemos comentado.
El primero de éstos es la construcción de los imperios. La lógica de este mecanismo
de gobierno depende del ejercicio de un poder imperial en un país que gestiona
directamente sus dominios y territorios a través de medios administrativos y
coercitivos. El segundo es el proyecto hegemónico, que depende de la organización
del consenso entre un conjunto de aliados en torno a un único papel de dirigente de un
país dominante. Está claro que la actividad hegemónica puede desplegarse en
diversas dimensiones: económica, cultural, política y militar, que no necesariamente
coinciden. Así, aunque podría sostenerse que Estados Unidos, por ejemplo, ha
ejercido una hegemonía económica y política en el sistema internacional
contemporáneo, no ha perdido hegemonía militar (de hecho, probablemente la ha
reafirmado) ni ha necesariamente perdido su hegemonía cultural. También hay que
observar que estas lógicas están más bien específicamente definidas y no coinciden
necesariamente con la manera más bien vaga con que se suele emplear los términos
'imperio' (o 'imperial') y 'hegemonía'.
Estos dos mecanismos han demostrado ser efectivos en la organización del gobierno
del sistema internacional en el pasado. Sin embargo, mi argumento es que es
probable que aparezcan nuevamente en un futuro predecible como el mecanismo de
gobierno fundamental por derecho propio. La época de construcción de imperios y de
proyectos hegemónicos probablemente ha llegado a su fin. Volveré a tratar las
razones que me impulsan a hacer esta valoración. Sin embargo, por ahora bastará con
comentar que las relaciones entre estas tres lógicas siempre han sido complejas y se
han superpuesto.
El problema que la 'globalización' plantea al gobierno
Como se ha señalado en la discusión anterior del liberalismo asentado y el
multilateralismo, los gobiernos y los responsables de las políticas, después de la
Segunda Guerra Mundial, llegaron a pensar que podían gestionar con relativa facilidad
sus economías nacionales y la economía internacional. De muchas maneras, esto
produjo una actitud complaciente de su parte. Los responsables de las políticas
abordaron sus tareas como si estuviesen dictando los acontecimientos y tratando con
una gama de agentes económicos privados disciplinados y responsables. Las
autoridades habían aprendido a controlar a estos agentes.
Sin embargo, durante los años 80, con la aparición de la 'globalización', las cosas
empezaron a cambiar. La tesis de la globalización sugiere que se estaban
desarrollando dos escenarios posibles pero interconectados que alteraban el cuadro
de una época relativamente fácil para los responsables de las políticas. En primer
lugar, sugería que no quedaba gran cosa sujeta a la gestión de las autoridades
nacionales. En cuanto un responsable de políticas avanzaba un proyecto de gestión
pública o un programa de políticas, las empresas privadas abandonaban el país,
sustrayéndose a cualquier tipo de sistemas de control. Las fronteras se habían disuelto
(Ohmad, 1980). Un argumento alternativo y relacionado consistía en sostener que
instituciones e intereses inherentemente inestables y no gestionables ahora habitaban
en las economías nacionales. Se negaban a ser gestionadas o controladas y
acababan dictando los términos de su actividad económica a los responsables de las
políticas.
Sin embargo, ninguna de estas dos imágenes expresa adecuadamente la situación
que afrontaban los responsables de las políticas. Si bien existe la necesidad de
reconocer que el dominio de las políticas públicas (en términos de las organizaciones
que comprende y de sus objetivos) indudablemente ha cambiado y es ahora más difícil
de gestionar, esto no significa que la situación actual sea inherentemente imposible de
gestionar. El desafío para los responsables de las políticas consiste en aprender cómo
avanzar y dominar las nuevas organizaciones de la economía internacional, no en
inhibirse totalmente de ejercer un gobierno.
Ha habido un cierto número de intentos positivos para especificar cuál es la naturaleza
de esta nueva situación, que no sostienen que actualmente es inherentemente
imposible de gobernar ni que no existe una verdadera necesidad de ello. En este
contexto, Paul Hirst y yo empezamos a escribir nuestro libro Globalization in question
(Hirst y Thompson, 1996). Éste representaba un intento para declarar cuál era el
carácter de los nuevos elementos de la economía internacional y preguntarse cómo
era posible aprender a gestionarlos. Sosteníamos que la tesis de la globalización dura
fomenta una actitud innecesariamente derrotista de parte de las autoridades públicas y
conduce a un conjunto general de expectativas subvaloradas acerca de lo que aún se
puede lograr. Los artículos incluidos en este número de la Revista, cada uno a su
manera, también intentan analizar estos nuevos fenómenos. Por mi parte, me
concentraré en ciertos temas generales, empezando con una discusión sobre los
temas relacionados con un sistema de gobierno.
¿Por qué el multilateralismo mínimo?
Una de las sugerencias es que un multilateralismo mínimo modificado basado en el
fortalecimiento de las relaciones trilaterales entre América del Norte, la Unión Europea
y Japón representa actualmente el aspecto más probable (pero no el único) para un
gobierno efectivo del sistema económico mundial.
El multilateralismo ha resultado ser una forma de gobierno muy económica y de bajos
costes para la estabilidad económica internacional. No todos aprecian los resultados
que han surgido de este proceso, y hay quienes sostienen, con buenos argumentos,
que aún es necesario hacer mucho más para que esos resultados sean mucho más
equitativos y efectivos por derecho propio. Pero ha proporcionado un marco más
sólido para la consolidación de la soberanía nacional dentro del sistema internacional
de Estados. Ha proporcionado la base internacional para la legitimación de la
autoridad nacional. Al Estado se le reconoce como poseedor de ciertos atributos
internos y sus relaciones externas están codificadas. Este reconocimiento y la
estabilización de la actividad económica lograda por las instituciones multilaterales ha
potenciado más que disminuido el poder del Estado en el gobierno nacional. Éste es
un punto importante. Desde el Tratado de Westfalia, en 1648, que inauguró el sistema
internacional de Estados, los tratados internacionales han proporcionado la base
indispensable para la consolidación y el desarrollo interno. El Tratado de Westfalia no
fue un tratado en el que los Estados ya 'soberanos' con poderes nacionales ya
consolidados asumían el acuerdo de no interferir en los asuntos internos de otros
Estados. El acuerdo de no injerencia era, en sí mismo, el prerrequisito para la
consolidación de esos poderes (Hirst, 1997). Fue un acuerdo internacional el que
estableció las posibilidades para la soberanía nacional, no la soberanía la que
estableció las posibilidades para un acuerdo internacional. Éste ha sido el modelo de
muchos tratados posteriores y constituye la base del compromiso de los Estados
naciones con el principio del multilateralismo.
El hecho de que el multilateralismo nunca ha existido en su forma pura (después de la
Segunda Guerra Mundial, por ejemplo, fue estimulado (algunos dirían garantizado),
por el proyecto hegemónico de Estados Unidos) y que ahora dependa de las
economías claves de la Tríada, no debería distraernos de su eficacia básica. Las
naciones no renunciarán fácilmente a estos beneficios ni se retractarán del
multilateralismo. Por eso se sugiere aquí que el multilateralismo continuará como un
componente principal del sistema de gobierno emergente. Pero será un sistema
modificado, en el sentido de que ahora depende mucho más del núcleo de la Tríada.
Sin embargo, es poco probable que la Tríada se pronuncie a favor de una forma
ampliada de gobierno internacional que adopte iniciativas adicionales para redistribuir
los ingresos de los ricos a los pobres, por ejemplo (para el beneficio a largo plazo de
ambos, ricos y pobres), porque aún quedan demasiadas diferencias de políticas, con
sus propios intereses, entre los tres principales actores. Sin embargo, es poco
probable que dejen que el sistema económico internacional sufra una implosión hacia
un sistema de bloques proteccionistas centrados en sí mismos e incluso antagonistas,
como fue el caso en los años 30. Hay demasiadas cosas en juego en la continuidad de
un sistema abierto para que los miembros de la Tríada se pronuncien a favor de ello
actualmente. Además, en un plano básico es probable que no hayan suficientes
diferencias fundamentales entre los tres actores principales para que se impliquen de
forma beligerante.
Cada uno continúa suscribiendo un internacionalismo capitalista abierto. Pero aquí la
forma de gobierno puede ser descrita como un multilateralismo minimalista y
modificado, con la Tríada en su centro. Se trata de una combinación compleja de
multilateralismo liberal asentado y clásico con el nuevo trilateralismo: aquello que
puede ser resumido de manera incómoda como 'multilateralismo mínimo modificado
trilateralmente'. Como sugiere este término, este tipo de gobierno indica la
compatibilidad básica del trilateralismo y el multilateralismo. En el resto del artículo
intentaremos apoyar esta idea con un conjunto de observaciones más empíricas.
El trilateralismo
Como se ha analizado exhaustivamente en otras partes (Hirst y Thompson, 1996; ver
también Hirst y Thompson, 1998 y 1999), las economías de la Tríada son
responsables del grueso de las transacciones económicas internacionales. En 1993,
totalizaban el 70% del comercio mundial. Manejaban el 65% de los stocks mundiales
de FDI (inversiones extranjeras directas). Entre 1980 y 1993, gestionaban el 75% de
los flujos mundiales de FDI. Si incluimos a diez de los países más favorecidos, este
grupo ampliado correspondía al 90% de los flujos mundiales de FDI en el mismo
período. Las relaciones comerciales básicas entre la Tríada aparecen ilustradas en la
figura 1. Esto demuestra un punto importante sobre el que volveré más abajo.
Expresado como una proporción del PIB, el comercio entre la Tríada aún era pequeño
a comienzos de los años 90.
De hecho, en términos internacionales, la Tríada en sí misma era relativamente una
entidad no integrada hasta mediados de los años 90, al igual que casi la economía
internacional en general. En el cuadro 1 aparece una gama de medidas de integración
de la Tríada. Alrededor del 80% del producto de la Tríada aún está consumido
internamente (ver línea 1, de hecho sólo el 10% de la producción se exporta). La
actividad conjunta del FDI y las EMN (empresas multinacionales) suele situarse
bastante por debajo del 10% del PIB de cualquier miembro de la Tríada (líneas 2-4); y
la importancia de la participación extranjera en los sistemas financieros de los países
de la Tríada también es relativamente pequeña (líneas 5-8), aunque éstos tengan los
mercados más abiertos y financieramente más liberales. La actividad financiera y la
riqueza siguen siendo en gran medida un asunto nacional.
Si esto parece demasiado dominado por la Tríada sin tener en cuenta la posición de
los países del 'Sur' o en desarrollo, las relaciones comerciales correspondientes
aparecen en la figura 2. Una vez más, lo que asombra es el bajo nivel del PIB
comercializado entre el 'Norte' y el 'Sur' a comienzos de los años 90. Los datos que
mostramos en las Figuras 1 y 2, al igual que en el Cuadro 1, demuestran que se suele
exagerar el alcance de la globalización, medido en términos de integración económica.
Sin embargo, ha habido alguna integración. Volviendo a la Tríada y pensando en los
modelos que hemos descrito, los tres miembros también estaban desarrollando grupos
de países con los que se estaban integrando de forma separada. Estos grupos tendían
a ser geográficamente discretos y 'adyacentes' a uno u otro de los países de la Tríada.
Así, los países de la UE tenían sus relaciones comerciales e inversiones más fuertes e
intensas con otros países de la UE, y luego con los países de Europa del Este y con
algunos del norte de África. Estados Unidos tenía relaciones más fuertes e intensas
con los otros países de la NAFTA y con el resto de América Latina (y con algunos en
Asia). Finalmente, los vínculos más fuertes de Japón eran con otros países del este de
Asia, especialmente en términos de inversiones. Esta realidad se ha convertido en un
modelo establecido y llevará mucho tiempo deshacerla.
Por lo tanto, estos patrones forman la base de un sistema de relaciones trilaterales
ampliadas en la economía internacional. Sin embargo, a pesar de la discreción
creciente de los flujos comerciales y de inversión, su regulación multilateral sigue
estando viva y en evolución. El comercio, en especial, se ha revelado como el más
proclive a regulaciones multilaterales, a través del GATT y de los procesos de la OMC.
Además, la comunidad económica internacional está volviendo su atención hacia los
flujos de inversión, que actualmente representan el mayor elemento dinámico de la
economía mundial. La estrategia inicial consistía en relacionar estos temas sobre las
inversiones con los procesos GATT/OMC, vinculando el comercio y los problemas de
las inversiones, de modo que se consiguieran éxitos en las conversaciones
comerciales dentro de este margen. Paralelamente a esto, un número creciente de
iniciativas sobre temas relacionados con las inversiones han surgido de otros
organismos supranacionales e intergubernamentales. Si bien las Naciones Unidas
tomaron un temprano liderazgo en este sentido, la OCDE es la que más ha
progresado con sus negociaciones (actualmente en punto muerto) sobre los
principales asuntos internacionales. El Banco Mundial también ha realizado algunas
iniciativas.
El resultado de toda esta actividad es que los temas de inversión internacional están
siendo progresivamente traídos al ámbito de las negociaciones multilaterales. Una vez
más, no todos están contentos con la forma que éstas están adoptando. El acuerdo de
la OCDE, por ejemplo, sólo atiende a los asuntos que afectan a sus miembros ricos
(se trata de establecer un campo de juego nivelado para los FDI sólo entre sus
miembros). Esto afectará inevitablemente a los intereses de países que no pertenecen
a la OCDE, si bien no se ha incluido a éstos en estas conversaciones específicas. De
modo que, una vez más, el desafío consiste en ampliar aquellos escenarios para que
se pueda escuchar un espectro más amplio de voces en los debates y negociaciones.
Actualmente, las presiones para un criterio 'de concordancia con los mercados' siguen
siendo dominantes. Sin embargo, esto no tiene por qué seguir siendo así en el futuro.
Estas consideraciones demuestran que es poco probable que surja cualquier tipo de
presiones internas y proteccionistas en el caso de la inversión internacional, puesto
que no han surgido en el caso del comercio. No obstante, el sistema no es estático.
Hay ciertos cambios que ya han comenzado y que podrían alterar el modelo.
El primero de éstos es el crecimiento de la privatización en las economías emergentes
fuera del grupo de la Tríada. Una medida importante del flujo del capital internacional
representa actualmente la actividad de adquisición y fusión en estas economías por
parte de los grandes protagonistas. De muchas maneras esto podría simplemente
reforzar la intensidad de las relaciones de inversión entre la Tríada y sus países
relacionados, puesto que ésta es la dirección que está tomando la mayoría de los
flujos. También podría conducir a un cruce de flujos entre los países tradicionalmente
relacionados con la Tríada y otros miembros de la Tríada. Además, se están
desarrollando relaciones comerciales y de inversión potencialmente importantes a
nivel subregional entre los propios países relacionados (relaciones intra-grupos),
especialmente en el este de Asia y América del Sur. Finalmente, también se están
dando nuevas relaciones inter-grupos sin pasar por los socios de la Tríada, si bien el
alcance de éstas sigue siendo modesto en la actualidad.
En segundo lugar, el caso de China requiere una consideración especial. China se ha
convertido en el más grande receptor de FDI de los países en desarrollo. Sin embargo,
estos flujos de FDI están organizados mediante un modelo poco habitual. Dependen
en gran medida de la inversión china en el exterior en el país 'sede'. Por lo tanto, se
puede estar desarrollando una ruta diferente y potencialmente alternativa para los
flujos FDI en torno a China, lo cual, debido a la importancia y tamaño de este país,
podría alterar el modelo dominante descrito más arriba.
Finalmente, se vuelve cada vez más difícil saber de dónde provienen exactamente los
flujos FDI. Así, una inversión que parece provenir de Estados Unidos a México podría
haberse originado,
de hecho,
en la República de Corea o Suiza. Esta
'internacionalización' de la actividad económica podría disfrazar el verdadero carácter
y los tipos de relaciones de inversión a nivel mundial.
Sin embargo, es importante no exagerar el alcance de la verdadera integración
productiva que estas cifras FDI parecerían indicar. Como hemos visto, el grado de
integración
colectiva
real
en
la
economía
internacional
sigue
siendo
sorprendentemente bajo, a pesar de las discusiones sobre el aumento de los flujos de
FDI mencionados más arriba. La imagen de un capital productivo errante que vaga por
el mundo buscando los costes laborales más bajos, los riesgos más bajos y el lugar
más rentable para asentarse es una imagen exagerada. El alcance de la producción
internacionalizada aún sigue limitado. Hacia 1995, la producción basada en el
extranjero se calculaba en torno al 7,5% de la producción mundial (era el 4,5% en
1970) (Thompson, 1999).
También es importante reconocer que los FDI sólo contribuyeron con alrededor del
5,2% en la formación de capital bruto fijo en 1995 y el stock de FDI hacia el interior
representaba sólo el 10,1% del PIB mundial (Thompson, 1999). Por lo tanto, aún no
existe un sustituto para el ahorro doméstico en aras del proceso de desarrollo
económico. Los países no pueden pedir prestado el camino hacia la prosperidad. El
sistema financiero internacional está lejos de ser un sistema integrado y, desde luego,
no lo suficientemente integrado como para permitir que una economía pida prestado
suficiente capital en el exterior para una estrategia eficaz de desarrollo nacional.
Además, cuanto más pide prestado un país, más está acumulando problemas de pago
de su deuda. Por lo tanto, la clave para una estrategia exitosa de desarrollo sigue
siendo la movilización de los ahorros domésticos, que pasan a formar la base de
cualquier programa de inversión nacional serio.
Desde luego, la mayoría de los comentarios sobre la globalización de la actividad
económica se centran en el desarrollo del sistema financiero internacional y de los
regímenes de tipos de cambio, y es en este punto donde se piensa que los temas de
gobierno se encuentran más amenazados. En cierto sentido, esto es verdad. Analizar
todos los temas que surgen en este contexto sería imposible, de modo que me
centraré únicamente en tres.
El primer punto consiste en reconocer que desde 1850 ha existido en el mundo un
buen número de regímenes monetarios y de tipos de cambio en la economía mundial y
no únicamente tres (el del Patrón Oro, el sistema de Bretton Woods y el posterior
sistema de régimen de tasas flotantes post Bretton Woods). En Hirst y Thompson
(1996) hemos descrito al menos nueve de estos regímenes, ninguno de los cuales ha
durado más de treinta años. Han experimentado grandes variaciones en los ciclos de
regulación y liberalización. De modo que ¿por qué habría de durar para siempre el
régimen relativamente desregulado existente actualmente? La clave para entender
cómo los sistemas financieros funcionan realmente consiste en estar preparados para
cambios permanentes.
En segundo lugar se han producido llamamientos para volver a regular el sistema
financiero internacional, especialmente a la vista de los colapsos de diversos bancos
(por ejemplo, el Barings) y los ataques de la especulación sobre las monedas del este
de Asia y de Europa del Este. La introducción de la tecnología de la información, la
telemática y el comercio instantáneo ha creado numerosos problemas a los gestores
de las instituciones financieras, así como a las autoridades reguladoras. Los gestores
han perdido cada vez más el control de sus organizaciones en la medida en que el
comercio se consuma rápidamente con decisiones instantáneas que se realizan con
medios electrónicos en las bolsas del mundos, que se encuentran en un lugar 'remoto',
lejos del escrutinio administrativo y con cantidades crecientes de actividad que se
registran 'fuera del balance general' de modo que el riesgo y las posiciones de liquidez
son difíciles de verificar. Esto ha preocupado tanto a los gestores como a las
autoridades públicas y empieza a crearse un consenso en aras de una mayor
regulación y un gobierno en un espectro amplio de la comunidad financiera (¡incluso el
archiespeculador Georges Soros se ha pronunciado a favor de algun tipo de
regulación!).
En tercer lugar, el desarrollo del euro a medida que la Unión Monetaria Europea
progrese (si progresa) cambiará el perfil del sistema financiero internacional, que
podría contribuir a 'enfriar el casino' más o menos automáticamente. En lugar de
quince divisas europeas, existiría una sola. Esto disminuirá las posibilidades para una
actividad especulativa y contribuirá a estabilizar el sistema internacional. En efecto,
sólo habrá tres divisas que tengan importancia para la Tríada (el dólar
estadounidense, el yen japonés y el euro).
Por lo tanto, todos estos desarrollos hacen de la ampliación de un gobierno multilateral
en el ámbito de las transacciones financieras internacionales, si no algo muy probable
en el futuro cercano, al menos no excluido por algún misterioso proceso de
'globalización'. El verdadero problema en el caso de los flujos de capital es la rápida
transición desde el control cuantitativo total sobre los movimientos de capital al
movimiento libre de capital. Esto es análogo a una transición de un comercio de cuotas
a un comercio plenamente libre en el caso de las manufacturas, sin tener que pasar
por una etapa de tarifas de aranceles internacionales. El problema consiste,
nuevamente, en someter los flujos de capital a tarifas, especialmente los flujos de
capital a corto plazo. Actualmente, el sistema internacional funciona subsidiando a los
movimientos de capital a corto plazo y penalizando a los capitales de largo plazo. En
primer lugar, el coeficiente de suficiencia de capital del Banco de Pagos
Internacionales para los préstamos bancarios internacionales requiere una menor
ponderación para los préstamos a corto plazo que para los de largo plazo, lo cual
estimula un sistema de préstamos a corto plazo a los países en desarrollo. En
segundo lugar, las medidas de rescate son particularmente perniciosas, puesto que
garantizan casi completamente los fondos consignados a corto plazo mientras obligan
a que se realicen todos los ajustes que deben hacerse para las financiaciones a largo
plazo en la economía real. Los mecanismos propuestos para someter los préstamos a
corto plazo a tarifas incluyen un pequeño impuesto en los movimientos de capital a
corto plazo (el 'impuesto Tobin'), la imposición de reservas obligatorias no
remunerativas sobre los flujos de capital a corto plazo (como en Chile) y la propuesta
de George Soros para una 'Corporación Internacional de Seguro del Crédito' que
garantizaría los préstamos internacionales a un país por un montante moderado.
La creación de normas
Un aspecto de creciente importancia en el asunto del gobierno internacional es la
proliferación de la actividad internacional de creación de normas. Desde luego, se trata
de una característica en las organizaciones de gestión supranacional ya establecidas,
como el Banco Mundial, el FMI y la OMC. Ya se han adoptado numerosas normas
para el comercio, las inversiones y los préstamos oficiales. Pero, además de éstos,
hemos visto el crecimiento de modos informales y no oficiales de creación de normas
que no suelen ser reconocidos como tal. Así, en el campo de los asuntos comerciales,
las normas de contabilidad y las normas legales están siendo cada vez más
codificadas internacionalmente, normalmente en torno a las normas angloestadounidenses. Además, los procesos ISO 9000 desarrollan normas de calidad para
las actividades productivas. ¿Pero quién sabe dónde está localizado el ISO, y más aún
quién nombra a sus funcionarios? También existen los organismos 'privados' de
calificación, como Moody's y Standard & Poor. Este tipo de actividad no es nueva: las
instituciones financieras del Reino Unido establecieron la calificación de créditos a
finales del siglo XIX y comienzos del XX, Inglaterra y Noruega creó las actividades
normativas de seguridad naviera a comienzos de los años 20, la FAA (Federal Aviation
Administration) hizo lo mismo de manera efectiva para el transporte aéreo
internacional en los años 60, de modo que el argumento de la creación normativa no
se puede usar para definirlo como justificación de la 'globalización'. Pero sí da un
enorme poder a aquellas organizaciones que llevan a cabo este tipo de actividad.
Estas prácticas de creación de normas son fundamentalmente una parte del sistema
comercial internacional y facilitan el comercio y las inversiones internacionales.
La pregunta es ¿qué son exactamente estas organizaciones? ¿Son públicas o
privadas? Tal vez la mejor manera de describirlas es como empresas que a la vez
exigen y ejercen un poder público, si bien no son organizaciones totalmente privadas
ni
totalmente
públicas.
Representan
un
nuevo
género
de
instituciones
semiprivadas/semipúblicas, y constituyen parte del cambio en el sistema internacional
al que nos referíamos más arriba. Por lo tanto, son una parte importante del sistema
de gobierno emergente y necesitan que les prestemos una mayor atención.
¿Persiste la función del Estado nación?
A estas alturas, tal vez merezca la pena decir algo más sistemático acerca de dónde el
Estado nación puede encajar en el sistema aquí descrito y actualmente en evolución.
La tesis dura de la globalización siempre ha afirmado que los poderes del Estado han
sido fundamentalmente modificados por la internacionalización de la actividad
económica, que, en términos amplios, están minados por ella. Sin embargo, debería
quedar claro, a partir de los comentarios hechos hasta ahora, que la función del
Estado podría eventualmente ser potenciada por la necesidad de gobierno del
sistema. El Estado nacional es el único agente que puede abordar las negociaciones
multilaterales sobre los asuntos de interés común. También es el Estado el que regula
las disposiciones legales internacionales a medida que los resultados negociados de
los acuerdos son recogidos en un marco legal, con el fin de regular la conducta de la
actividad económica nacional e internacional. Por lo tanto, no se puede ignorar al
Estado en este proceso.
También existen otros actores nuevos diferentes del Estado, y otros acuerdos no
gubernamentales que comienzan a emerger en este proceso, tal y como se ha
descrito. Éstos están adoptando cada vez más la forma de 'poderes públicos
confederados' a nivel internacional. En cierta manera, la idea de un multilateralismo
minimalista modificado, como se ha descrito más arriba, es una expresión de este
sistema de poderes públicos confederados en acción. Es confederado en el sentido de
que implica 'voluntariamente' sólo a aquellos agentes y países que acceden a sus
condiciones de funcionamiento y a sus modalidades de supervisión. No se obliga a
ningún país ni grupo a participar. También pueden abandonar voluntariamente esta
'confederación' si lo desean. Además, su modalidad de poderes es 'de abajo a arriba'
(los confederados acuerdan otorgar sólo ciertos poderes específicos al poder público
confederado). Se trata de organismos que adoptan una forma no estatal, en el sentido
tradicional, y, sin embargo, ejercen un 'poder público' concreto. Esta idea de poder
público sin un Estado, en el que los Estados naciones participan y que legitiman,
requiere a todas luces una mayor elaboración de la que aquí se puede presentar.
Desarrollos en el futuro cercano
Frente a la crisis económica del este de Asia, el futuro inmediato de la economía
internacional parece más problemático de lo que ha sido durante algún tiempo. Aquella
crisis ha despertado temores de que, debido a la globalización y a su integración, todo
el sistema económico global es ahora más vulnerable que nunca a una crisis de
contagio más profunda. ¿Acaso la recesión que actualmente afecta a Japón, donde el
sistema financiero parece especialmente vulnerable a mayores desafíos estructurales
y donde las iniciativas de la política económica son demasiado débiles o parecen
incapaces de reactivar la actividad económica, será la chispa de una crisis económica
global más general? Incluso en Europa el futuro parece menos seguro y las
dificultades que se vislumbran en Rusia podrían volver a la economía principal de
Europa Occidental, a saber Alemania, vulnerable a una contracción iniciada por una
cuestión financiera. Con la llegada inminente de la UME y la introducción del euro,
éstos problemas parecen adquirir mayor relieve.
Siempre es peligroso especular acerca del futuro inmediato en asuntos económicos,
especialmente cuando las cosas son tan fluidas y cambiantes en el sistema
internacional. Sin embargo, merece la pena ofrecer algunos comentarios sobre esta
situación.
Como he sostenido más arriba, la clave para el futuro inmediato del sistema
internacional es lo que sucede en la Tríada. Aquí podemos formular ciertos puntos
acerca de la similitud de una crisis global y una coyuntura desfavorable grave.
Tenemos que emprender un análisis condicional. ¿Bajo qué condiciones sería
probable una recesión global? Para mayor conveniencia, divido a éstas en tres. La
primera tiene que ver con el grado de integración entre los tres principales
protagonistas; la segunda con el estado de la actividad económica en estos tres
actores; y la tercera , con la política económica que cada uno lleva adelante.
Analicémoslas individualmente.
Como he señalado más arriba, el grado de integración entre las economías de la
Tríada es aún bastante limitado. Para que el contagio se generalice rápidamente, el
grado de integración probablemente tendría que ser muy superior a lo que es en el
presente, si bien hay elementos vulnerables en el sistema que requerirían atención y
supervisión (por ejemplo, los movimientos de capital a corto plazo). Pero los países de
la Tríada siguen siendo asombrosamente autárquicos en términos económicos. Esto
fue demostrado por los datos que aparecen en la Figura 1 y en el Cuadro 1.
Claramente, Japón está sufriendo la crisis más aguda y es posible que ésta empeore
en lugar de mejorar. Si se produce un empeoramiento de la 'crisis del crédito' en Japón
causado por la conmoción financiera, entonces es posible que los japoneses
comiencen a liquidar sus activos en el exterior, especialmente en Estados Unidos y
Europa (ya se trate de activos reales o financieros). En el verano de 1998, cuando esto
ha sido escrito, no parecía haber claros indicadores de que esto sucedería. Los activos
de Estados Unidos y de Europa eran los únicos que generaban verdaderos beneficios
a los inversores japoneses (sus activos en otros lugares, especialmente en el este
asiático, tenían malos rendimientos y serían presumiblemente los primeros en ser
liquidados). Sin embargo, cualquier liquidación a gran escala de los activos en Estados
Unidos y Europa podría causar problemas importantes en estos países. En cualquier
caso, los fundamentos económicos eran más seguros en Europa y, especialmente, en
Estados Unidos. Éstos no parecían vulnerables a ningún impacto económico generado
internamente, de modo que dos polos de la Tríada están en condiciones económicas
razonablemente buenas. Para que se produzca una grave crisis internacional, tendría
que darse una crisis profunda autónomamente generada en los tres países de la
Tríada simultáneamente.
En tercer lugar, para que una recesión mundial se produzca rápidamente, tendría que
darse una política económica particularmente pobre e inepta como respuesta a nivel
nacional en los tres países de la Tríada. Si bien, una vez más, esto es plausible, una
convergencia de medidas de políticas directamente contraproducentes (tales como un
severo ajuste de la política fiscal y monetaria) parece poco probable. Las ventajas del
multilateralismo trilateral mínimo señaladas más arriba parecerían contradecir esta
realidad.
Por lo tanto, a pesar de que el argumento no es que sea imposible un panorama de
grave crisis, las condiciones para ello son más bien severas. Tendría que darse una
emergencia simultánea de todas las condiciones adversas referidas hasta ahora. Éste
no era el caso en 1998, o parecía poco probable en el futuro inmediato.
Desarrollos a largo plazo
Una de las cuestiones que la crisis en el este de Asia ha puesto de manifiesto es la
vulnerabilidad de la economía japonesa ante mayores turbulencias económicas. A
medio plazo, esto podría conducir a un replanteamiento de Estados Unidos y Europa
como protagonistas económicos clave en la Tríada, y Japón quedaría atrás, en una
posición económica subordinada, al no lograr recuperarse económicamente para
alcanzar su antigua preeminencia económica.
No obstante, a largo plazo no deberíamos ignorar el potencial de una crisis más radical
en el sistema económico internacional. Antes de la crisis del este asiático, el Banco
Mundial había predicho que las diez economías más grandes en el año 2020 serían,
en este orden: China, Estados Unidos, Japón, India, Indonesia, República de Corea,
Alemania, Tailandia, Francia y Brasil. De los actuales países G7, esta lista únicamente
contiene cuatro. Seis nuevas economías se unirían a las cuatro más grandes
existentes. También se había vaticinado que la participación de la OCDE en el PIB
mundial podría bajar del 61% en 1998 al 38% hacia el 2020 (OCDE, 1997, Figura 10,
p. 43). Esto podría haber cambiado drásticamente el panorama económico
internacional hacia el 2020. Sin duda, estos países tendrían sus propios programas
económicos diferentes de las políticas en los países actuales del G7 y sus aliados en
las organizaciones internacionales e intergubernamentales, de modo que podría
prevalecer un sentimiento diferente al que pide una mayor desregulación neoliberal en
interés del capital financiero internacional.
Estas predicciones y posibilidades podrían haberse visto rotas por los recientes
acontecimientos. No se sabe si las sugerencias del Banco Mundial y de la OCDE
podrían haber sido correctas, incluso si estos acontecimientos no se hubieran
producido. No debería darse por sentado la probabilidad de que algunos países en la
lista puedan mantenerse a flote como entidades separadas en el proceso de rápido
crecimiento y transformación que se había previsto (¿podría crecer Indonesia, o
incluso China o Rusia, a un 7%-8% entre 1995 y 2020 sin sufrir una grave crisis
interna económica y política?). En cualquier caso, estas predicciones deberán ser
seriamente revisadas. Esto no quiere decir que, a largo plazo, todo seguirá igual. Es
posible que algunos de los países mencionados emerja como gran protagonista
durante estos años, lo cual acelerará el proceso de cambio en el sistema internacional
e, inevitablemente, tendrá un impacto en los países G7 de la OCDE. Es posible que
éstos no puedan controlar el problema de la economía internacional en el año 2020
tan fácilmente como en 1999.
Conclusiones
De esta discusión surgen tres grandes conclusiones.
La primera es la tesis de la globalización dura, que conduce a una pérdida de
confianza por parte de las autoridades públicas y, de hecho, de cualquier agente que
vea la necesidad de un gobierno. Disminuye las expectativas de lo que aún se puede
lograr y conduce a una actitud derrotista por parte de aquéllos relacionados con las
políticas públicas. Aunque sólo sea por esta razón, debería afrontarse como un
problema.
Como
hemos
visto,
la
economía
internacional
sigue
siendo
sorprendentemente no integrada. En términos de nuestra distinción conceptual inicial,
la economía mundial aún parece más una economía 'internacional' que una economía
'globalizada'.
En segundo lugar, es crucial reconocer que la economía mundial está compuesta por
nuevas organizaciones e intereses, y que está cambiando tanto en su forma como en
su contenido. El desafío para los responsables de las políticas consiste en aprender a
gestionar este sistema en evolución. En esta tarea, la idea de globalización a veces
puede ser más un obstáculo que una ayuda. Su utilidad como categoría se pone en
entredicho, puesto que tiende a dejar la gestión de la economía mundial a los simples
dictados de la economía de mercado (en principio, aunque no siempre en la verdadera
práctica).
Finalmente, hay todo un espectro de temas relacionados con el gobierno que surgen
en la economía internacional o que deberían abordarse en ese plano. Éstos se
organizan en torno al papel futuro de la Tríada, en torno a los flujos internacionales de
inversión y las decisiones, en torno al carácter del sistema financiero y el régimen de
términos de intercambio y en relación a las organizaciones que establecen las normas.
Estos problemas no se encuentran más allá de las posibilidades de que se les
gobierne. Potencialmente, al menos, pueden llevarse al ámbito de lo que aquí se ha
denominado un 'multilateralismo mínimo modificado trilateralmente'.
Traducido del inglés
Nota
* Quisiera agradecer a mi colega Paul Hirst por las estimulantes discusiones
sostenidas durante nuestro trabajo conjunto sobre la globalización y que han
contribuido a los argumentos de este artículo.
Referencias
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THOMPSON, G.F., 1997 'Globalization and the Possibilities of Domestic Economic
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THOMPSON, G.F., 1999. 'Where do MNCs conduct their business activity and what
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(eds) National Capitalisms, Global Competition and Economic Performance. Berlin: De
Gruyter.
* Nota biográfica
Grahame Thompson es profesore de economía política en la Facultad de Ciencias
Sociales de la Open University, Milton Keynes MK7 6AA, Inglaterra. Email:
[email protected]. Ha trabajado durante muchos años en temas de
integración económica internacional, y particularmente en el tema de la globalización.
En 1996 publicó, con Paul Hirst, Globalization in Question: The International Economy
and the Possibilities of Governance, de la cual está prevista una nueva edición en
1999. El Editor desea expresar su agradecimiento al Profesor Thompson por su
inestimable apoyo como Consejero Editorial para este número de la Revista.
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