6 PARAGRAFO 2 - bienvenidos a ciencias y letras

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REPUDIO E INVALIDACIÓN DE LA FILOSOFÍA OCCIDENTAL
Varias tendencias teóricas y políticas que reivindican los movimientos subalternos insistieron, las últimas décadas del siglo XX, en que las crisis de las ciencias exigirían revolver las
creencias optimistas y nociones excluyentes de los conceptos positivistas. Aparte de la concepción sobre los paradigmas, la epistemología anarquista, la teoría crítica o los discursos
caracterizados como postmodernos1, en el seno de la cultura occidental o en entornos sociales periféricos, surgieron posiciones teóricas y filosóficas con fuerte contenido político e
histórico. Ejemplos de tales casos son los desarrollos teóricos “desde los márgenes” y la
perspectiva ofrecida por los “estudios subalternos”2.
Si, por ejemplo, se considera la epistemología feminista, asumida como una teoría con contenido ideológico y político que critica con acidez el logos occidental y el desarrollo clásico
de la filosofía, resulta que es frecuente encontrar, aparte de posiciones en contra del positivismo clásico y de sus expresiones recientes, implicaciones políticas claras a partir de nociones filosóficas precisas y la articulación de conceptos que guían la acción colectiva en
determinadas circunstancias históricas. Desde varios puntos de vista, estas teorías son al
menos sugerentes por cuanto ofrecen críticas a la filosofía occidental y al logos prevaleciente en la tradición clásica.
Con las consecuencias que tales críticas inspiran es posible, por ejemplo, evaluar la pertinencia de recurrir a la filosofía occidental para seleccionar herramientas teóricas que permitan comprender la cosmovisión andina. Asimismo, de las implicaciones políticas e históricas del pensamiento filosófico proveniente de actores subalternos o de minorías ideológicamente aplastadas, fluyen sugestivas implicaciones que permiten apreciar los contenidos
teóricos que se dan a partir de la interpretación de la visión del mundo sustentada por el
hombre andino. Por lo demás, no deja de ser paradójico que, por ejemplo, en el caso de la
epistemología feminista, ácidas críticas y sugestivas posiciones políticas surjan en el seno
mismo del pensamiento occidental, en ostensivas teorías que se constituyen en parte de la
academia estadounidense.
Elizabeth Grosz, por ejemplo, piensa que las crisis de las disciplinas científicas expresan
una crisis todavía más profunda y radical: la de la razón occidental. Aparte de que posicio1
Una exposición sucinta acerca de la teoría de los paradigmas de Thomas Khun, sobre la epistemología
anarquista de Paul Feyerabend y respecto del modo radical cómo Michel Foucault critica la episteme
de la modernidad se encuentra en mi libro Educación e investigación: Una crítica de la metodología positiva. Op. Cit. Véase por ejemplo, la segunda parte del texto, pp. 33 ss. También en mi libro Foucault,
feminismo, filosofía… se encuentran análisis más minuciosos sobre las crisis actuales de la razón y de
la ciencia a la luz del pensamiento foucaultiano. Op. Cit. pp. 283-6, 293, 303, 409-13, 428.
2
Una muestra de la valoración de los “estudios subalternos” en nuestro medio intelectual, es la compilación de Silvia Rivera y Rossana Barragán, Debates post coloniales: Una introducción a los estudios de
la subalternidad. Aunque el texto publicado en La Paz se refiere a la India, contiene sin duda, sugestivos contenidos, útiles para entornos culturales, políticos y sociales como nuestro país.
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nes teóricas como el feminismo habrían contribuido a esclarecer la gravedad de dicha crisis,
el pensamiento de sujetos subalternos que luchan teórica y políticamente por su liberación,
habría mostrado la encrucijada en la que se encuentran los destinatarios de tal discurso. De
esta manera, existirían opciones para que las mujeres, hoy día, sigan determinados caminos.
Estas opciones se constelarían habida cuenta de que se han denudado las formas de explotación privada y segregación pública que sufren las mujeres, la sujeción ideológica y la
manipulación de la que son objeto, y las múltiples y eficaces formas de opresión y poder
que se ejercen contra ellas. Optar por seguir el camino abierto por estas brechas de crítica
intelectual, resistencia y liberación implicaría una decisión de vida.
La teoría, en consecuencia, según piensa Grosz, no puede sustentarse en discursos positivistas como el “criterio de objetividad”, “el valor de la razón y la experiencia”, o nociones que
reivindiquen la neutralidad de los investigadores, el “método científico”, o los “criterios de
validación” de una teoría como científica. La crisis del hombre habría mostrado que la
humanidad ya no puede ser “cosificada” ni tratada como objeto físico; en tanto que es insostenible que la razón siga enceguecida si tiene en cuenta el contexto determinado desde
donde se produce la interpretación y creación teórica: siempre según intereses políticos y
sociales específicos y pretendiendo articular posiciones ideológicas indisolublemente vinculadas al poder3.
La crítica feminista, sin embargo, se extendería todavía más profundamente y con mayor
acidez, evidenciando los alcances de la crisis. Pondría de relevancia, según Grosz, la imposibilidad de sostener el privilegio histórico en favor de lo mental y en detrimento de lo corporal; esclarecería el error de Occidente de relegar y desvalorar al cuerpo, asumiendo que la
producción de conocimiento estaba sólo vinculada a la razón independientemente del sexo.
Tales referencias sugieren varias aplicaciones respecto de las culturas periféricas tradicionalmente sometidas al poder ideológico y político de Occidente: ante éstas, un contenido de
enorme eficacia intelectual es el que presupone y difunde que solamente el saber triunfante
de las metrópolis tiene valor filosófico y político. Para la visión occidental, las manifestaciones periféricas de los sujetos subalternos, de los indios de los Andes por ejemplo, carecen de rigor racional, están consubstanciadas con supersticiones ridículas, ofrecen apenas
pintorescas manifestaciones de la cultura material expresada en el folklore y las artesanías,
y ponen en evidencia la incapacidad radical de las razas o grupos subalternos, diseñen y
realicen proyectos políticos e históricos sustentables y estratégicos.
Las posiciones teóricas y políticas del feminismo habrían abierto una brecha en la filosofía
y la práctica de Occidente, las que entronizaron a distintos sujetos históricos como los amos
del sexo y la raza. Habrían denudado los fundamentos del patriarcado expresado en el poder del macho todopoderoso, señor frente a los otros subalternos, y amo como arquitecto
del futuro4. El feminismo habría puesto en ascuas al falocentrismo acelerando la crisis de la
3
Véase el texto “Bodies and Knowledges: Feminism and the Crisis of Reason”, en Feminist Epistemologies. Alcoff & Potter eds. Routledge. New York – London, pp. 187-216.
4
Foucault, feminismo, filosofía… Op. Cit. Véase las referencias en el “Índice de materias” correspondientes a las entradas “patriarcado”, “poder patriarcal”, “falocracia” y “falocentrismo”.
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razón y abriendo nuevas perspectivas para la subjetividad, más allá de las insuperables barreras de la ciencia y la filosofía occidental.
El desarrollo teórico del feminismo ha dado lugar a la construcción de conceptos tan relevantes como el de “patriarcado filosófico” o “logocracia machista”. Elizabeth Grosz se
refiere a la noción de falocentrismo como la proyección isomórfica de teorías asumidas
como verdaderas, proyección que realiza intencionalmente el sujeto que las enuncia sobre
el cuerpo social e histórico. Implica constelar las diferencias de género –y por extensión, las
étnicas o raciales-, como parte de las distancias existentes con los otros, con quienes el amo
es biológica, social, cultural y naturalmente distinto y superior: ubicado en el centro de la
naturaleza para manipularla y en el centro de la sociedad para gobernarla según el uso de
diversos dispositivos de poder.
La crítica feminista, por lo tanto, apunta al corazón de la filosofía que sustenta formas diversas de dominio, invitando a desarrollar nociones teóricas alternativas y acciones políticas fuertes de resistencia; invita a afirmar posiciones divergentes, aplastadas y dominadas,
no sólo respecto de las mujeres, sino con relación a los sujetos subalternos que han jugado
en los más distintos escenarios históricos y políticos, diversos roles sociales, culturales y
políticos marcados por la inferioridad, la explotación y el dominio 5.
Resulta claro, en consecuencia, que el falocentrismo presume la incapacidad de las mujeres
–o de los indios-, para aprender. Es un contenido teórico que permite preservar las formas
de dominio histórico y político del macho dominante. La justificación racional de tal situación de poder se ha dado en la historia de Occidente recurriendo a otro concepto filosófico
identificado como falogocentrismo. Se trata de la combinación de la posición de privilegio
expresada en el logocentrismo filosófico y científico, unido con la tendencia falocrática
que, tradicionalmente, ha otorgado prerrogativas exclusivas a los varones poderosos de
determinado perfil: blancos, racionales, burgueses, heterosexuales y saludables6.
El falogocentrismo fija condiciones de conocimiento con inequívocas consecuencias de
poder: asume que su argumentación es verdadera y racional, justificándose en ella los fundamentos de su supremacía. Además de confinar a las mujeres a la esfera privada, con dominio –no siempre efectivo- de las dimensiones emotiva y corporal; el falogocentrismo las
excluye de que empleen la razón de modo “objetivo”, “neutral” y provechoso para la sociedad.
Similar exclusión se da respecto de los grupos subalternos, para los que está vedado el acceso a los escenarios intelectuales y sociales donde sólo la gente puede desenvolverse como
corresponde. Así, el logocentrismo falocrático es el saber que radica el poder para guiarse
5
Grosz critica la tendencia masculina a representar el rol de los hombres y el lugar de las mujeres con
base en una elisión estructural. Así, sólo la imagen masculina se abroga a sí misma la posibilidad de
constituir conocimiento científico y teórico. “Bodies and Knowledges”. Op. Cit. pp. 208-9.
6
Cfr. el artículo de Naomi Scheman “Though This Be Method, Yet There is Madness in It: Parannoia and
Liberal Epistemology”, texto reimpreso en Feminism and Science, Keller & Longino eds. Oxford – New
York, 1998. p. 206. La version original proviene de A Mind of One´s Own. Antony & Witt ed. Bolder,
Colorado. Eastview Press.
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teórica y políticamente por el estrecho sendero de la razón: es el discurso y la práctica que
constituye una elite de hombres porque sólo ellos pueden hacerlo, diferenciándolos, en general, de todas las mujeres incapaces por naturaleza, y de los sujetos subalternos destinados
por el orden de las cosas, a una vida de servidumbre.
El término crisis significa en su origen, “decisión”. Se trata de la decisión de que los sujetos subalternos tendrían que tomar entre dos opciones. Por una parte, o la lucha teórica y
práctica por romper desde las pesadas cadenas que los atenazan en la larga duración, hasta
los sutiles hilos que los envuelven sin dejarles advertir las remozadas formas de poder que
siguen oprimiendo y manipulándolos. O, por otra parte, tomar la decisión de no obrar consciente ni intencionalmente, simplemente actuar según el fluir de ineluctables fuerzas superiores a cualquier voluntad individual o colectiva. Esto último, en el caso de las representaciones colectivas andinas, frecuentemente adquiere la expresión de un destino cósmico
marcado por un orden previo irremisible.
Si los sujetos subalternos asumieran la primera opción, tienen a su disposición ricas vetas
de pensamiento filosófico e invaluables experiencias de lucha. Entre éstas, por ejemplo, el
feminismo ofrece auspiciosas reflexiones teóricas y prácticas políticas con significativas
manifestaciones exitosas. Así, ni en la teoría ni en la acción se trata de efectuar una
búsqueda neutral y objetiva, no se puede demandar “mesura” en las acciones políticas y
sociales si dicha “medida racional” preserva, en último término, las estructuras establecidas. Las crisis de la ciencia, de las ideologías y de determinados enfoques filosóficos refieren la crisis de la sociedad y de su estructura constitutiva, ante la cual se hace imperativa la
búsqueda de nuevos horizontes donde tengan la palabra y el poder, a quienes tradicionalmente se les negó dicha posesión quedando excluidos y aplastados
La crítica feminista denuncia que el conocimiento racional ha sido construido como un medio de control y de transformación de las fuerzas de la naturaleza y de la sociedad, con la
condición de que lo femenino y subalterno quede a la zaga7. Para que tal discurso sea efectivo, agrega la crítica, se requiere la reproducción de representaciones simbólicas colectivas, y de modo decisivo, que las mujeres y los oprimidos en general, crean que su lugar está
dado por debajo de la fuerza, la opresión y la centralidad que ejerce el macho subordinante.
Así, el dominio discursivo y político se realiza de modo efectivo, en la medida que saberes
teóricos y prácticas de poder reivindican modelos de heterosexualidad, salud, raza, etnicidad, cultura y pensamiento, al tiempo que Occidente descalifica los demás discursos estigmatizándolos como periféricos, marginales, sin proyección política y carentes de valor
científico y sentido histórico.
Por lo expuesto resulta comprensible que tanto en los llamados “estudios subalternos” como en las elaboraciones filosóficas “desde los márgenes” de la sociedad, prevalezca una
desvaloración e inclusive la descalificación del pensamiento occidental. El logos y la filosofía europea –incluyendo al pensamiento anglosajón-, son presentados por estos enfoques
como instrumentos efectivos de continuación del dominio político e ideológico que ha ca-
7
Véase el artículo de Genevieve Lloyd “Reason, Science and the domination of Matter”. En Feminism
and Science, Op. Cit. p. 41.
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racterizado a la historia de Occidente sobre el mundo conocido, tanto en el siglo XX y en el
milenio que comienza, como desde los albores de la civilización en la antigüedad.
Sin embargo, este fácil expediente no debe pasar ligeramente por alto, que aunque la racionalidad no sea única y existan varias formas de inteligencia, pese a que, efectivamente, los
modelos occidentales de vida y los proyectos históricos de corte eurocéntrico han evidenciado profundas escisiones y crisis; la capacidad intelectual no es privativa de Occidente.
Tampoco se puede admitir, siendo parte de las sociedades “periféricas” o de atiborrados
escenarios culturales en conflicto, que en latitudes distintas a Europa y América del Norte,
prevalezca apenas un pintoresco pensamiento “primitivo” que se regocija en múltiples expresiones simbólicas y folklóricas y que sólo reivindica su derecho de afirmarse y su anhelo
de una imprecisa y utópica “liberación” comprensible por las condiciones paupérrimas de
su existencia.
Entre las intelectuales que trabajan “desde los márgenes” –continuamos con la teoría feminista contemporánea-, Helen Longino señala con énfasis que la filosofía ha sustantivado el
individualismo como premisa de conocimiento objetivo y verdadero, que ha creado el mito
de que es necesario erradicar toda contaminación subjetiva, y que aboga por el empirismo
como un medio imprescindible para alcanzar contenidos de valor neutral8.
Como una epistemología alternativa a la filosofía occidental, según autoras estudiosas del
feminismo como Longino, en el siglo XX habrían surgido corrientes que, por ejemplo, reivindican la pasión, el sentimiento y la afectividad en la producción de conocimiento teórico
y científico; enfoques que conciben los contenidos como resultado de una subestructura
emotiva y que han caracterizado a la fuerza masculina como la causa que convierte los saberes en mecanismos de poder y dominación.
Si bien es cierto que estas críticas son pertinentes e incisivas en contra del modelo positivista y sus variantes, sin embargo, no es posible desconocer que en el propio pensamiento occidental surgieron visiones distintas a tal enfoque clásico. Tampoco se puede descalificar a
cualquier autor por el hecho de que sea varón o porque no sea indígena, menos aún porque
no proclame con denodado énfasis su adscripción a tal o cual posición ideológica, política o
filosófica. Estas actitudes, más que mostrar intolerancia intelectual y política, evidencian
una solapada incapacidad argumentativa de afirmar teórica y prácticamente, la solidez del
propio saber y las consecuencias de cambio que se plasmarían si los sujetos subalternos
ejercieran poder.
Por lo demás, la crítica “desde los márgenes” y en la perspectiva de los “estudios subalternos” es plausible en el ámbito epistemológico, si focaliza como objetivo de su ataque al
positivismo y sus variantes, considerando tanto el surgimiento clásico en el siglo XIX e
inclusive antes, como sus expresiones contemporáneas fuertes y sutiles9.
8
Cfr. “Subjects, Power and Knowledge: Description and Prescription in Feminist Philosophies of Science”
publicado en Feminist Epistemologies, Op. Cit. pp. 104 ss.
9
Una exposición breve sobre el modelo positivista de la ciencia, incluyendo su definición, división, condiciones de cientificidad y el lenguaje que le es propio se encuentra en mi libro Educación e investiga-
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Los antecedentes de dicha concepción se encuentran en el empirismo inglés del siglo XVII,
por ejemplo, con David Hume. Sin embargo, la tradición inglesa es aún más lejana e incluye a filósofos del siglo XIII como Guillermo de Occam y Roger Bacon. No se puede prescindir, además, de que en el siglo XIX se dieron en Francia los fundamentos clásicos del
positivismo con Auguste Comte, ampliados por Herbert Spencer en Inglaterra, y desarrollados por John Stuart Mill quien sentó las bases de la metodología inductiva.
La crítica a la visión clásica de la filosofía que hunde sus raíces permitiendo el florecimiento de la ciencia moderna, incluye también a las expresiones de las últimas décadas del siglo
XIX y las primeras del siguiente siglo, momento en el que aparecieron y se desarrollaron el
atomismo lógico de Gottlob Frege y la corriente austriaca conocida como empiriocriticismo. En esta última, autores como Ernst Mach y Richard Avenarius emplearon la física de
su tiempo para sostener una remozada concepción solipsista como lo hizo siglos antes en
Inglaterra, Georges Berkeley. Por su parte, Frege trató temas cruciales para el atomismo
lógico posteriormente sistematizado rigurosamente por Bertrand Russell.
El crecimiento del neopositivismo en el siglo XX identificado por lo general con el empirismo lógico, se dio paralela y sucesivamente en Viena, Berlín, Cambridge, Oxford y en
varias Universidades de Estados Unidos. En 1929 se conoció el Manifiesto del Círculo de
Viena redactado por Moritz Schlick, donde se expresaron ideas de físicos, matemáticos,
lógicos y filósofos; entre los más destacados estaban Kurt Gödel y Rudolp Carnap. En la
escuela de Berlín trabajaron Karl Hempel y Edward von Mises; en la de Inglaterra, John
Austin y Alfred Ayer, y en las universidades norteamericanas, Ernest Nagel y W. N. Quine.
Karl Popper y Ludwig Wittgenstein tuvieron una estrecha relación con estos centros de
discusión, Popper dio forma al “racionalismo crítico” y a la “metodología falsacionista”, en
tanto que Wittgenstein propuso originales y muy influyentes concepciones sobre el mundo,
el lenguaje y el conocimiento. A ellos se suman las nociones estructuralistas de Suppes y
Sneed por ejemplo; el realismo científico crítico de I. Niiniluoto y R. Tuomela y una amplia variedad de ideas identificadas como teorías de sistemas10.
Las múltiples críticas, desde distintos horizontes filosóficos y políticos, en contra de la corriente positivista y sus diversas expresiones, han puesto en evidencia que hoy no cabe creer que sea posible alcanzar neutralidad transparente en el proceso de conocimiento del objeto. Asimismo, se ha establecido como fundamental asumir que no hay una adecuación
perfecta entre los métodos, axiomas, y criterios de evaluación con el objeto de investigación. Por otra parte, la interdisciplinariedad no puede ser ignorada, debe ser realizada como
un espacio que trascienda las limitaciones de visión, seleccionando y construyendo útiles
herramientas y armas teóricas. Se trata, finalmente, de cuestionar el enfoque metodológico
empleado, sea cual fuera éste, tanto si se lo ha elegido según las preferencias del investigación: Una crítica de la metodología positiva. En el texto también se tratan temas concernientes al método científico y las ciencias sociales. Op. Cit. Véase la tercera parte, pp. 55 ss.
10
Para esto último recomiendo la lectura de mi artículo “La teoría de sistemas: Sus orígenes biológicos y
un ejemplo de aplicación”, texto publicado en mi libro Sugerencias intempestivas. Instituto de Estudios
Bolivianos. UMSA, 1996. pp. 151-64.
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dor como si se lo ha fijado según las determinaciones de cada disciplina en un momento
determinado a partir de la vigencia del paradigma triunfante.
Por último, es aceptada hoy día la tesis que afirma que no existe conocimiento alguno incluyendo las disciplinas formales- que tenga contenidos cognitivos exógenos a la historia.
En este sentido, es necesario afirmar la importancia y a veces, el carácter decisivo, de los
orígenes de los saberes, las vicisitudes sociales y políticas en las que se desarrollan y sus
proyecciones de poder. Así, es insostenible que la ciencia carezca de perspectiva ideológica
y que su valor radique al margen de todo punto de vista subjetivo y social.
Sin embargo, aunque las críticas al empirismo, al repudiado “método científico” y a los
supuestos positivistas sean extremadamente radicales, el momento en que se valida un conocimiento nuevo, siguen prevaleciendo criterios tradicionales precipitándose una inocultable obsecuencia teórica. Así, pese al vigor de las críticas, el método lógico deductivo muestra todavía hoy su fuerza, reaparece con solidez la evidencia empírica y se reafirman las
condiciones repetidas de suficiencia teórica y científica. La base fáctica y los datos de sustentación, la diferencia discreta del contenido conceptual de las nociones teóricas e inclusive la defensa encubierta de la neutralidad científica y la “pulcritud” incontaminada del conocimiento académico independiente de intereses individuales o corporativos y valores
ideológicos o políticos, resuenan en el fondo de críticas altisonantes11.
Tampoco ha variado la arenga de sacrificio de los intereses cotidianos y prosaicos en procura de la impoluta verdad teórica. La visión occidental sigue remarcando la necesidad de
que el hombre “supere” sus prejuicios, de que cultive una actitud absolutamente libre frente
al conocimiento, que sea neutral y que se dedique con vocación, a la construcción de conocimientos verdaderos. En suma, pese a la crisis de la ciencia, el cuestionamiento del logos
occidental y la posibilidad de abrazar contenidos diferentes y alternativos que conduzcan a
los intelectuales y actores por nuevos senderos para la reconstrucción de la naturaleza y de
la humanidad, la modernidad decadente sigue influyendo de modo eficiente evidenciando el
poder polifacético del patriarcado filosófico.
11
La feminista Mary Tiles, por ejemplo, considera impertinente que en la teoría del conocimiento científico
se hable de oposiciones entre lo masculino y lo femenino, lo dominante y lo dominado. Tampoco admite referir los contextos sociales y políticos del primer y tercer mundo. Cfr. en Feminism and Science, “A
Science of Mars or of Venus?”. Op. Cit. pp. 224 ss.
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