Renovación Carismática Católica en España Material de Formación CREO EN EL PERDÓN DE LOS PECADOS “Id por todo el mundo y proclamad la Buena Nueva a toda la creación. El que crea y sea bautizado se salvará” (Mc 16,15-16). “Como el Padre me envió, también yo os envío. Dicho esto, sopló sobre ellos, y les dijo: Recibid el Espíritu Santo. A quienes les perdonéis los pecados, les quedan perdonados, a quienes se los retengáis, les quedan retenidos”. (Jn 20,21-23). El Credo cristiano, en su estructura trinitaria, sitúa el perdón de los pecados como explicitación de la fe en el Espíritu santo en la Iglesia. El amor de Dios, Padre misericordioso, que ha reconciliado al mundo consigo, por la muerte y resurrección de Jesucristo, ha enviado el Espíritu Santo a la Iglesia para hacer presente y actual esta obra en el perdón de los pecados. El pecado, vivido en la presencia de Dios Padre reconocido a la luz de Cristo y confesado bajo el impulso del Espíritu Santo, se convierte en la Iglesia en acontecimiento de celebración de la Buena Nueva. El encuentro con Cristo lleva al cristiano a verse a sí mismo, en su ser y en su actuar, como creación de Dios y como recreación en el Espíritu. Así su fe es acción de gracias por el don de la vida, confesión de la propia infidelidad frente a la fidelidad del amor de Dios, que no se queda en la tristeza o en el hundimiento por el sentido de culpabilidad, sino que se hace canto de glorificación a Dios, confesión de fe, celebración del perdón... Perdón y pecado, en este orden, forman parte de la experiencia cristiana, de modo que integran la confesión de fe de la Iglesia. Por eso el Símbolo profesa: “Creo en el perdón de los pecados”. El Perdón El perdón de los pecados es una de las manifestaciones del Espíritu Santo, que prolonga y actualiza la obra de Cristo en la Iglesia. La resurrección de Cristo se hace presente en la Iglesia creando, mediante el Espíritu Santo, la “comunión de los santos”, es decir la comunión de los que viven del “perdón de los pecados”. El perdón de los pecados adquiere, en la profesión de fe, un significado sacramental: Se vive en el bautismo y en la penitencia, “segundo bautismo”. El perdón es la fuente de un amor más grande, que produce la gratuidad en el pecado perdonado. El perdón de Dios es oferta gratuita y nunca conquista o derecho merecido del hombre. El perdón de los pecados se efectúa dentro de la Iglesia y por lo tanto no se puede recibir sino es en ella y tal y como ella indica. Ni siquiera el sacerdote es dueño de decidir lo que hay que perdonar y cómo hay que hacerlo. La Iglesia conoce dos modos de perdonar los pecados: es El Bautismo el primer sacramento que perdona los pecados. La confesión es el siguiente. Cristo quiso ligar el perdón de los pecados a la fe en la Iglesia y a la recepción de manos de ésta de ese perdón. Por eso no basta el mero arrepentimiento ni tampoco el atribuirse control sobre el bien y el mal o sobre el modo de recibir el perdón. Tras confesar la fe en la Iglesia y en la comunión de los santos que es un aspecto de esa fe, pues significa que creemos que los que fueron miembros de la Iglesia siguen perteneciendo a ella después de su muerte, el Credo nos invita a proclamar nuestra convicción en el perdón de los pecados, un perdón inmerecido por el hombre y otorgado gratuita y generosamente por Dios mediante el sacrificio de Cristo. Un sólo Bautismo para el Perdón de los Pecados “El Símbolo de los Apóstoles, vincula la fe en el perdón de los pecados a la fe en el Espíritu Santo, pero también a la fe en la Iglesia y en la comunión de Creo en el perdón de los pecados Objetivos o Creer que” el perdón de los pecados” es una de las manifestaciones del Espíritu Santo, que prolonga y actualiza la obra de Cristo en la Iglesia. o Vivir la reconciliación del perdón con una gran alegría. Porque es la fuente de un gran amor. 1 Renovación Carismática Católica en España Material de Formación los santos. Al dar el Espíritu Santo a sus apóstoles, Cristo resucitado les confirió su propio poder divino de perdonar los pecados: "Recibid el Espíritu Santo. A quienes perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos" (Jn 20,22-23) la propia expresión sacramental para que el hombre se haga partícipe del Don del Espíritu Santo. San Pedro concluye su primer discurso después de Pentecostés animando a los judíos a la penitencia, “y que cada uno sea bautizado en el nombre de Jesucristo, para remisión de vuestros pecados; y recibiréis el don del espíritu Santo” (Hech 2,38). La primera conclusión, por lo tanto, es la de que el hombre no tiene poder para perdonar pecados, pues ese poder es exclusivamente divino. Ahora bien, por el sacramento del orden sacerdotal, con la efusión del Espíritu Santo que conlleva, el sacerdote participa de ese poder y, en el nombre de Cristo, puede perdonar los pecados al penitente, siempre que cumpla las condiciones impuestas por Cristo, es decir aquellas que establece la Iglesia. A la hora de hablar del perdón de los pecados hay que hablar también de los efectos redentores que tiene el Sacramento del Bautismo.”El Bautismo es el primero y principal sacramento del perdón de los pecados porque nos une a Cristo muerto por nuestros pecados y resucitado por nuestra justificación”. En el momento en que hacemos nuestra primera profesión de fe, al recibir el santo bautismo que nos purifica, es tan pleno y tan completo el perdón que recibimos, que no nos queda absolutamente nada por borrar, sea de la falta original, sea de las faltas cometidas por nuestra propia voluntad, ni siquiera pena que sufrir por expiarlas. Sin embargo, la gracia del bautismo no libra a la persona de todas las debilidades de la naturaleza humana. Al contrario, todavía nosotros tenemos que combatir los movimientos de la concupiscencia que no cesan de llevarnos al mal”. Creo en el perdón de los pecados Por lo tanto el primer sacramento del perdón es el Bautismo, el cual, en el caso de los recibidos de adulto, nos libra no sólo del pecado original sino también de los pecados personales cometidos sin necesidad de que debamos confesarnos de ellos. Pero no nos libra de tener que seguir luchando para mantenernos en el estado de gracia recibido: tentaciones, inclinaciones al mal…. 2 San Ambrosio habla de dos conversiones que, hay en la Iglesia: el agua y las lágrimas: el agua del bautismo y las lágrimas de la Penitencia (Ep, 41,12). Y nuestro querido Juan Pablo II, en la audiencia general del 15 de Noviembre de 1989 dice que “cumpliendo fielmente lo que Cristo había establecido ( Mc 16,16 ;Mt 28,19 ).Pedro exige no sólo “ la conversión”, sino también el bautismo en el nombre de Cristo” para remisión de los pecados” ( Hech 2,38) En efecto, los Apóstoles, el día de Pentecostés “quedaron llenos del Espíritu Santo” ( Hech 2,4). Por eso, transmitiendo la fe en Cristo redentor, exhortan al bautismo que es el primer sacramento de esta fe. Puesto que ese bautismo realiza la remisión de los pecados, la fe debe encontrar en el bautismo Cristo como verdadero Dios tiene el Poder de Perdonar los pecados, y le entregó ése poder a los Apóstoles y a sus sucesores. Por eso precisamente el Catecismo recuerda que el poder de perdonar está vinculado no sólo a la fe en el poder redentor de Dios sino también a la fe en la Iglesia. Es en la Iglesia donde se recibe el perdón de los pecados, pues la capacidad de perdonar fue conferida por Cristo sólo a sus apóstoles, columnas de la Iglesia naciente, y a sus sucesores los apóstoles. Precisamente porque esta relación entre el perdón y la Iglesia no se tiene en cuenta lo suficiente, se producen las confusiones y errores que tan frecuentemente se dan hoy: 1. Uno de los errores más frecuente: es el creer que el pecador puede absolverse a sí mismo. La gente lo dice de ésta manera: “Yo me confieso con Dios”. 2. Otro error: En él caen los que consideran que pueden, a su antojo, establecer la moralidad de sus actos. Cuándo Dios es excluido de la esfera pública, desaparece “el verdadero sentido del pecado” y precisamente cuándo se relativiza el valor absoluto de las normas morales, las categorías de bien o mal se difuminan, juntamente con la responsabilidad” (Benedicto XVI El 9 de octubre de 2006) Ni el laico, ni el sacerdote son los dueños de los criterios de moralidad. 3. Otro error frecuente es el que se comete cuándo no se respetan las normas establecidas por la Iglesia para llevar a cabo el Sacramento de la Reconciliación. Por ejemplo: Cuándo algunos sacerdotes imparten la absolución colectiva sin confesión personal de los pecados mortales, cosa que está permitida sólo en algunos casos muy extremos, que prácticamente se dan en pocas ocasiones. Al respecto la “Reconciliación y Penitencia”, nº 32, dice: que: La celebración comunitaria del sacramento de la reconciliación, según las normas Renovación Carismática Católica en España Material de Formación El sacerdote es un instrumento mediante el cual nos reconciliamos con Dios, aunque el sacerdote sea un pecador como nosotros. Confesamos nuestros pecados, pero realmente es Dios que actúa por medio del sacerdote para el perdón de nuestros pecados. Jesús fundamentó su Iglesia sobre el apóstol san Pedro sabiendo que Pedro era también un pecador. El sacerdote recibe de Cristo el poder de perdonar los pecados y concede el perdón “en la persona de Cristo”; y cuándo dice “Yo te perdono en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo” no se refiere a la persona del sacerdote sino al mismo Cristo que actúa en él. La confesión es la declaración de los pecados ya reconocidos, con el arrepentimiento y propósito de la enmienda. Y los pecados quedan perdonados. ¡Así de fácil! ¡Y gratis! Porque el hombre no es capaz de ser siempre fiel a la gracia de Dios y, por lo tanto, peca, es por lo que era necesario que la Iglesia “fuese capaz de perdonar los pecados a todos los penitentes, incluso si hubieran pecado hasta el último momento de su vida”. La capacidad de perdonar conferida por Cristo a la Iglesia afecta a todo tipo de pecado: “No hay ninguna falta por grave que sea que la Iglesia no pueda perdonar….Cristo, que ha muerto por todos los hombres, quiere que, en su Iglesia, estén siempre abiertas las puertas del perdón a cualquiera que vuelva del pecado” Lo repetimos: Por medio del sacramento de la Penitencia, el bautizado puede reconciliarse con Dios, con la Iglesia y con la comunidad. No hay ninguna falta por grave que sea que la Iglesia no pueda perdonar. “No hay nadie, tan perverso y tan culpable, que no deba esperar con confianza su perdón siempre que su arrepentimiento sea sincero”. Cristo que ha muerto por todos los hombres quiere que, en su Iglesia, estén siempre abiertas las puertas del perdón a cualquiera que vuelva del pecado (Catecismo 982) “Si decimos que no tenemos pecado, nos estamos engañando a nosotros mismos, y la verdad no está en nosotros. Pero si confesamos nuestros pecados, Él, que es fiel y justo, nos perdonará nuestros pecados y nos limpiará de toda maldad” (1 Jn, 1) Aquí radica el drama de nuestro mundo. Hoy en el mundo, y entre algunos llamados cristianos, se ha perdido el sentido del pecado, con lo que se ha agudizado el sentido de culpabilidad. El reconocimiento del pecado lleva a la experiencia de la alegría en el perdón, como vivencia del amor gratuito, el único amor liberador del hombre. La experiencia oculta de culpabilidad, en cambio, abre cauces oscuros en la existencia humana en forma de: tristeza, soledad, sensación de absurdo de la vida, aburrimiento, todas las expresiones de violencia contra uno mismo y contra los demás: drogadicción, suicidio, abortos… El hombre en soledad, con su fracaso a cuestas, se asfixia y vive bajo los impulsos de autodestrucción. Es la palabra de Judas, que se siente condenado por la ley de sí mismo y se suicida. Le hubiera bastado levantar la mirada a Cristo, como hace Pedro con ojos cargados de lágrimas, para experimentar el perdón y la vida. Frente a esta situación es preciso anunciar la buena nueva del “perdón de los pecados”, que supone el reconocimiento y confesión del propio pecado “Humildad y docilidad son como el marco de una vida cristiana. Un cristiano va siempre así, en la humildad y docilidad. Y Jesús nos espera para perdonarnos. ¿Puedo hacerles unas preguntas?: Entonces ir a confesarse ¿no es ir a una sesión de tortura? ¡No! Es ir a alabar a Dios, porque yo pecador he sido salvado por Él. ¿Y Él me espera para apalearme? No, con ternura para perdonarme. ¿Y si mañana hago lo mismo? Ve otra vez, y otra y otra….Él te espera siempre. Esta ternura del Señor, esta humildad, ésta docilidad… El confesionario: es un encuentro con Jesús que nos espera, como somos. Ve otra vez… Él siempre nos espera. El Señor no se cansa de perdonar, somos nosotros los que nos cansamos de pedir perdón.” (Homilía del Papa francisco, el 29 de Abril de 2013). La Iglesia es instrumento de Santidad y Santificación, actúa para que todos estemos más cerca de Dios. Y nosotros en la lucha por vivir santamente y con nuestra palabra podemos hacer que los demás estén más cerca de Cristo y se conviertan. . Creo en el perdón de los pecados establecidas por la Iglesia debe, sin embargo, encontrar su culmen en la confesión y absolución individuales de los penitentes y tampoco debe eludir de ningún modo la celebración del sacramento como momento de encuentro personal con la gracia de la conversión. La reconciliación de cada penitente individualmente, de hecho, “constituye el único modo normal y ordinario de la celebración sacramental 3 Renovación Carismática Católica en España Material de Formación Ministerio de Formación. Bibliografía: Catecismo de la Iglesia católica 976-987 Homilía del Papa francisco del 29 Abril del 2013 “Creo en el Perdón de los Pecados”. Autor: Padre Félix Castro Morales. PREGUNTAS PARA LA REFLEXION 1. 2. 3. 4. Creo en el perdón de los pecados 5. 4 ¿Qué significa: “Creo en el Perdón de los Pecados? “ ¿Por qué el Credo relaciona” el Perdón de los Pecados”, con la Profesión de fe en El Espíritu Santo? ¿Cómo vivo yo personalmente el sacramento de la Reconciliación? ¿Creo que cada vez que recibo el Sacramento de la Reconciliación, recibo además unos beneficios espirituales? Después de esta reflexión: ¿En qué debo cambiar con respecto a este Sacramento?