EL IMPERIALISMO (1870-‐1900) I. CAUSAS Aunque a lo largo de

Anuncio
EL IMPERIALISMO (1870-­‐1900) I. CAUSAS Aunque a lo largo de la historia han sido muchas las civilizaciones que han expandido sus fronteras sobre otros pueblos, formando imperios, entendemos por imperialismo exclusivamente el fenómeno de expansión europea que se produce ligado al desarrollo capitalista en el siglo XIX. Causas económicas La segunda revolución industrial En el último tercio del siglo XIX, la actividad económica experimentó un crecimiento acelerado a causa de un fuerte incremento de la productividad, consecuencia de la aplicación de nuevos sistemas de organización del trabajo, que culminaron con la generalización de las cadenas de montaje. Comenzaron además a aplicarse nuevas técnicas que, en el caso de la siderurgia, por ejemplo, aumentaron la producción y mejoraron la calidad de los aceros. Se desarrollaron nuevos sectores industriales, como la construcción y las químicas y comenzaron a emplearse nuevas fuentes de energía: la electricidad y, tras la invención del motor de explosión, el petróleo. El crecimiento de las industrias y las nuevas técnicas empleadas exigieron la inversión de capitales cada vez mayores, lo que llevó a que las viejas empresas familiares fuesen sustituidas por las sociedades anónimas de inversionistas. Los nuevos grupos industriales tendían a eliminar la competencia, favoreciendo la concentración económica y financiera: comienzan a formarse los cárteles, los trusts y, posteriormente, los holdings. Todos estos cambios significan el paso del capitalismo industrial a un capitalismo financiero, en el que son las grandes entidades bancarias, las que, mediante la adquisición de acciones de las grandes empresas, pasan a controlar la producción industrial. La Gran Depresión (1873-­‐1896) La industrialización había traído nuevos tipos de crisis económicas: las habituales en las sociedades preindustriales eran crisis de escasez, generalmente como consecuencia de malas cosechas, que encarecían los productos básicos. Pero en las sociedades industriales las crisis económicas vienen a ser consecuencia del exceso de producción. Por diversas circunstancias, las empresas fabrican más productos de los que puede absorber el mercado, lo que provoca la bajada de los precios, el descenso de los beneficios, la caída de la producción y el aumento del paro. En 1873 se llegó a una de estas crisis cíclicas típicas del sistema capitalista, pero que en esta ocasión se manifestó con particular intensidad: descendió el comercio, cayeron los precios y con ellos los beneficios y muchas empresas cerraron, dejando en la calle a miles de trabajadores. Paralelamente, los productos agrarios que llegaban a Europa de Estados Unidos, Argentina o Nueva Zelanda, a precios mucho más bajos, sumieron en la crisis a la agricultura europea. La crisis de 1873 se tradujo políticamente en que los poderes económicos presionaron a sus respectivos gobiernos para imponer medidas proteccionistas, que reservasen el mercado nacional a la producción propia. Estas políticas convirtieron en rivales a las economías nacionales. Pero además, se trataba de buscar nuevos mercados donde colocar el exceso de producción y nuevos territorios donde obtener materias primas más baratas que hiciesen los productos más competitivos. De esta manera, los estados europeos, en el último tercio del siglo XIX, cierran sus fronteras a los productos extranjeros, mientras se lanzan a la carrera colonial. Un proceso en el que fueron generándose las tensiones y alianzas que culminaron cuarenta años más tarde en la Primera Guerra Mundial. Causas sociales y demográficas En la expansión imperialista de las potencias europeas en el siglo XIX encontramos causas de índole demográfica, dado que la revolución demográfica de los siglos XVIII y XIX incrementó la población europea de 190 a 300 millones de habitantes en apenas setenta años. Esta masa laboral no podía ser absorbida por el sistema y por lo tanto tuvo que emigrar a otros territorios. Pero junto a esta necesidad demográfica tenemos la necesidad política de los gobiernos europeos de facilitar la salida de los trabajadores hacia otras áreas para aliviar las tensiones surgidas dentro de sus estados. Causas políticas e ideológicas El imperialismo fue también estimulado por razones ideológicas y políticas: la necesidad de los estados de fortalecer su posición internacional apoderándose de otros territorios y extendiendo sus áreas de influencia, que fue justificada con frecuencia por la presunta misión "civilizadora" del hombre blanco sobre los pueblos más atrasados. Pero por encima de estas y otras razones, el imperialismo tiene una raíz fundamentalmente económica: es la respuesta de los gobiernos a las necesidades de expansión de la economía capitalista a partir de mediado el siglo XIX. II. LAS POTENCIAS COLONIALES El reparto del mundo En el período que media entre 1876 y 1914, seis estados europeos se repartieron una cuarta parte del planeta. Algunos de estos estados ya eran de hecho potencias coloniales desde los inicios de la Edad Moderna, pero en la nueva fase, presionados por la necesidad de inversiones más productivas, nuevos mercados y fuentes de materias primas, se lanzan a una carrera que comienza a principios de los años ochenta con la ocupación británica de Egipto. Gran Bretaña, aprovechando el asesinato de cristianos por parte de nacionalistas egipcios, se hace con el control de un gran productor de algodón y, sobre todo, del Canal de Suez. A partir de ese momento, las grandes potencias europeas se lanzaron a la ocupación de territorios, en una carrera que inmediatamente provocó los primeros conflictos entre los estados imperialistas. La necesidad de evitar conflictos entre las potencias europeas llevó al canciller alemán, Otto von Bismarck a convocar en 1885 una conferencia en Berlín donde se establecerían una normas para apoderarse de África de una forma "ordenada" y sin que se produjeran enfrentamientos. En la Conferencia de Berlín de 1885, a la que asistieron trece estados europeos más Estados Unidos, se adoptaron, entre otras, las siguientes decisiones: •
Respetar el derecho preferente de una potencia que haya ocupado un tramo de litoral para apoderarse del interior. •
La obligatoriedad de ocupar efectivamente el territorio por parte de la potencia colonial. •
La ocupación del valle de un río daba derecho a la cuenca entera. •
La navegación por los grandes ríos africanos (Níger y Congo) sería libre para todos los países. •
El territorio del Congo quedaba bajo la autoridad personal del rey belga Leopoldo II como estado neutral y librecambista. Tras la Conferencia de Berlín las potencias europeas se lanzaron a la ocupación de territorios en África y Asia, dando origen a los grandes imperios coloniales sobre los que destacan los de Gran Bretaña y Francia. Los grandes imperios El Imperio británico Los británicos partían en la carrera colonial con sólidas bases, tanto en Asia, como en África. En Asia, el principal territorio bajo su control era la India. Administrada desde hacía muchos años por una compañía privada, la Compañía de la India, tras la revuelta de los cipayos de 1857 se modificó el sistema, estableciendo un control directo del gobierno británico sobre la colonia. desde la India, los británicos proyectaron su expansión hacia el norte, sobre Afganistán y hacia el este, por Birmania y Malasia, donde chocarían respectivamente con los intereses de Rusia y Francia. En África, los británicos contaban con posiciones en el sur (El Cabo) y el norte (Egipto) y su objetivo era establecer un imperio continuo de sur a norte. Para ello ocupó Rhodesia, Uganda, Kenia, Somalia y Sudán, además de Costa de Oro, Nigeria y Sierra Leona en las costas occidentales. A este imperio hay que añadir las otras posesiones de las que ya disponía Gran Bretaña: Canadá, Guayana Británica, Honduras Británica, Jamaica, Australia y Nueva Zelanda, así como un gran número de enclaves entre los que destacan por su importancia los que protegían la ruta desde Inglaterra hasta la India a través del Mediterráneo: Gibraltar, Malta y Suez. El Imperio francés Francia llegó a poseer el segundo imperio en extensión, después del británico. Sus dominios se extendían por Asia sobre toda Indochina (actualmente Vietnam, Laos y Camboya). En África, la expansión colonial francesa se inició con la ocupación de Argelia en 1830, a la que siguieron Túnez, un protectorado sobre Marruecos, Senegal, Costa de Marfil, Guinea, Chad y finalmente, Madagascar. Al igual que los británicos, también los franceses trataron de construir un imperio continuo, en este caso de este a oeste, sobre la costa mediterránea, aunque la presencia británica en el África oriental les impidió la realización del proyecto. Francia controló además importantes rutas comerciales gracias a su presencia en otros puntos de América y Oceanía. El Imperio alemán Los alemanes habían quedado inicialmente fuera del reparto del mundo. La juventud de su estado, unificado en 1871, les había impedido construir su propio imperio colonial durante la Edad Moderna. Por otra parte, tanto Guillermo I como su canciller, Otto von Bismarck, consideraron que lo más conveniente para Alemania era mantenerse alejada de los conflictos coloniales para fortalecer su posición en Europa e impedir que un conflicto colonial pudiera provocar un cambio en la correlación de fuerzas en el continente. Sin embargo, en 1888 Guillermo II ascendió al trono y sus ambiciones colonialistas, que entre otras cosas dieron lugar a la caída del canciller Bismarck, provocaron la entrada de Alemania en la carrera colonial, en la que logró hacerse con el control de Tanganika, en África oriental y Togo y Camerún en la occidental. Otros imperios Además de los arriba señalados (Gran Bretaña y Francia por su potencia y Alemania por su papel en la política europea y mundial), concurrieron en la carrera colonial otros estados de menor entidad, pero que lograron también en muchos casos hacerse con parte del botín africano, como Italia, que ocupó Libia, Eritrea y parte de Somalia y fracasó en la conquista de Etiopía; Portugal, asentada en Angola y Mozambique; Bélgica, que a la muerte del rey Leopoldo se hizo cargo del Congo; y finalmente, España, que mantuvo sus viejas colonias en la Guinea española y Río del Oro y que tras llegar a un acuerdo con las demás potencias, pudo asentarse a principios del siglo XX en la zona norte de Marruecos. Por último hay que señalar la emergencia de dos grandes potencias, cuyas áreas de expansión quedaron inicialmente al margen de las europeas: Japón, que a partir de la revolución meiji de 1868 inició un proceso acelerado de industrialización y crecimiento económico que le llevo a proyectarse sobre la península coreana y China (donde chocó con los intereses rusos y británicos) y los Estados Unidos, que tras completar la conquista del territorio norteamericano a costa de las poblaciones indígenas, se aseguraron el control político y económico de centro y Sudamérica y se asomaron al Pacífico como área natural de expansión. Conflictos coloniales La expansión colonial dio lugar a frecuentes tensiones y conflictos, tanto entre las potencias coloniales y las poblaciones indígenas como entre las propias potencias imperialistas. Entre el primer tipo de conflictos, podemos destacar, en África, la resistencia exitosa de los etíopes, acaudillados por Menelik II contra las fuerzas italianas, así como la larga y sangrienta guerra que tuvieron que enfrentar a principios del siglo los británicos en Sudáfrica contra los zulúes, dirigidos por el rey Shaka. En Asia , los británicos también tuvieron que hacer frente a la resistencia indígena, la más importante fue la rebelión de los cipayos de 1857, en la India. Además, en China, llevaron a cabo a mediados del siglo las llamadas "guerras del opio" para forzar el sometimiento del imperio chino a los intereses comerciales británicos y, en 1900, hicieron frente a una nueva revuelta contra la penetración occidental, la de los boxers. Mayores consecuencias tuvieron los conflictos entre las potencias coloniales, que fueron generando un juego de intereses y alianzas que estallarían finalmente en 1914. Los principales puntos de fricción eran los siguientes: En África, los intereses franceses e ingleses se cruzaron en 1898 en Fashoda, donde estuvieron a punto de provocar la guerra entre ambas potencias. Finalmente, la cuestión se resolvió con un acuerdo que reservaba la zona occidental para Francia y la oriental para Gran Bretaña (frustrando el proyecto francés de establecer un imperio continuo sobre el norte de África). En Asia, eran nuevamente los británicos los que protagonizaban las tensiones coloniales: al este de la India se encontraban las posesiones francesas de Indochina, lo que convertía el territorio en zona de fricción entre ambas potencias, lo que se resolvió con la creación de estados colchón que salvaguardaban los intereses de ambas. Al norte de la India, los intereses británicos se enfrentaban con el expansionismo ruso en Afganistán. Mención aparte merece la guerra colonial de los boers, en Sudáfrica, que enfrentó a los colonos de origen holandés (boers) contra los británicos por el control de la región de Transvaal, donde se encontraron importantes minas de oro y diamantes en 1886. La guerra se saldó con la formación de la Unión Sudafricana, bajo control británico y en la que los boers mantenían un cierto nivel de autonomía. Pero con todo, las tensiones más graves se daban entre las grandes potencias coloniales y aquellas nuevas potencias que, habiéndose desarrollado rápida, pero tardíamente, llegaron tarde al reparto colonial y se vieron privadas de los recursos necesarios para mantener el desarrollo de sus economías, esto es, fundamentalmente, Alemania. El principal escenario de las tensiones alemanas contra otras potencias era Europa, a pesar de lo cual dichas tensiones entran dentro del marco de los conflictos imperialistas: con Francia permanecía la cuestión de las regiones mineras de Alsacia y Lorena, ganadas por el Reich en 1871 y reclamadas continuamente por Francia. En los Balcanes se enfrentaban el expansionismo ruso con el austríaco, principal aliado alemán. Finalmente Gran Bretaña veía en el desarrollo acelerado de Alemania una amenaza para su propia hegemonía económica. Los sistemas diseñados por Bismarck y que se estudian en otro tema mantuvieron la estabilidad en lo que se dio en llamar la "paz armada", pero no pudieron impedir que finalmente las rivalidades entre las grandes potencias estallaran en un conflicto abierto. III. LA ADMINISTRACIÓN DE LAS COLONIAS Tras la ocupación del territorio y como medio para su explotación, se hacía necesario establecer un sistema de control y gobierno, una administración colonial, que adoptó formas muy diversas de acuerdo con las características de cada país y con los intereses de la metrópoli. Podemos indicar al menos los siguientes modelos de control del territorio: Las áreas metropolitanas. Se consideraban parte de la metrópoli, como un departamento o provincia más, es el caso de la Argelia francesa. Las colonias de administración directa, donde la presencia de la metrópoli era completa y afectaba no sólo al control político, sino también a la imposición de la lengua y cultura metropolitanas sobre la población indígena. Los dominios, eran territorios donde había un gran predominio de población procedente de la metrópoli, disponían de cierta autonomía de gobierno y los mejores ejemplos son los de Australia y el Canadá británicos. Las colonias de explotación eran territorios estrictamente sometidos a la metrópoli y cuya única función era la del proveerla de materias primas. Protectorados. Eran territorios donde se mantenía la autoridad indígena en todo lo relativo al gobierno interior, pero cuyo ejército y política exterior quedaban en manos de la metrópoli. Establecimientos comerciales. Eran territorios administrados y explotados por compañías comerciales privadas metropolitanas. Concesiones. Enclaves estratégicos, generalmente puertos, que eran cedidos de forma más o menos libre por estados independientes a las potencias coloniales. IV. CONSECUENCIAS DEL IMPERIALISMO Las consecuencias de la expansión colonial europea fueron bien diferentes para las metrópolis y para los pueblos colonizados. Para las primeras, el colonialismo significó sobre todo la posibilidad de desarrollar completamente sus economías capitalistas, gracias al control de fuentes de materias primas baratas y seguras y la conquista de mercados para sus manufacturas e inversiones, si bien, como ya se ha señalado, la competencia entre las metrópolis se saldaría con una guerra mundial a partir de 1914. Para los pueblos colonizados, la expansión europea significó en primer lugar una ruptura con sus costumbres, tradiciones y en general, con sus culturas, ruptura que desarticuló sus sociedades y las hizo extremadamente vulnerables. Pero además, el control colonial de sus recursos puso las bases de una dependencia económica que se prolongó más allá de las independencias a mediados del siglo XX, puesto que frustró un desarrollo autónomo y modeló sus economías y sus infraestructuras en función de las necesidades europeas. Esto daría lugar a la aparición del Tercer Mundo, subdesarrollado y dependiente, cuando las metrópolis abandonaron el control político directo sobre sus antiguas colonias. 
Descargar