Renovar nuestras comunidades cristianas Carta de los obispos

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Carta de Monseñor Blázquez para el dia
de la Iglesia diocesana
(CAMINEO.INFO) - hoy Domingo 19 de
noviembre se celebra el dia de la Iglesia
Diocesana. El Obispo de la diócesis de
Bilbao, Monseñor Ricardo Blazquez,
actual Presidente de la Conferencia
Episcopal Española ha escrito para la
jornada una carta que, recogiendo una cita
del Papa Benedicto XVI, se titula “Quien
cree nunca está solo” y que a continuación reproducimos.
Para la celebración del día diocesano se ha escogido el lema “Es tu
Iglesia, participa. Zeurea, geurea” , que señala dos tareas:
hacer de cada familia cristiana una iglesia en pequeño y hacer
entre todos de nuestra diócesis una familia grande.
Queridos
hermanos
y
hermanas:
El Día de la Iglesia Diocesana nos ofrece la oportunidad de
descubrir mejor la diócesis, de crecer en la conciencia diocesana y
de asumir las actitudes correspon-dientes. Nos da la impresión de
que sólo lentamente vamos uniendo la fe cristiana y la pertenencia
eclesial; al ser bautizados entramos a formar parte de una
comunidad cristiana, de una parroquia, de una unidad pastoral, de
la diócesis y de la Iglesia universal. Somos miembros de la Iglesia
católica a través de la iglesia local, dentro de la cual existen
parroquias, comunidades religiosas, grupos apostólicos. Toda
diócesis, nuestra diócesis, es Iglesia en sentido pleno; no es
simplemente una organización eclesiástica coincidente más o
menos con un territorio histórico o una provincia. Como recuerda el
lema de la Jornada de este año, es tu Iglesia, es nuestra Iglesia en
su rostro más cercano.
El cartel puede evocar a su modo la realidad familiar: hombres y
mujeres de diversa edad y condición. Nos trae los ecos del
Encuentro Mundial de las Familias, que tuvo lugar en Valencia los
primeros días del mes de julio. En este sentido, la presente
Jornada nos señala dos tareas, a saber: hacer de cada familia
cristiana una iglesia en pequeño y hacer entre todos de nuestra
diócesis una familia grande.
Desde el principio del cristianismo se ha comparado a la Iglesia con
una familia. La comunidad eclesial es la familia de los hijos de Dios
reunida por Jesucristo (cf. Jn 11,52). Por eso abundan los términos
familiares: Dios es nuestro Padre a quien invocamos con la
confianza de hijos (cf. Rom 8,14-17. Gál 4,4-7). Jesús es nuestro
hermano mayor (cf. Rom 8,29; Heb 3,6;10,21); la Iglesia es
nuestra Madre (cf. Gál 4,26; 1 Tes 2,7); dentro de esta familia
todos somos hermanos (cf. Mt 23,8-12, 1-21; 1 Cor 12-13); el
espíritu de esta familia se resume en el amor y la unidad (cf. Gál
6,10). San Pablo escribió a los cristianos de su tiempo y nosotros
somos también destinatarios de su carta: Por el bautismo y la vida
nueva en Cristo “ya no sois extraños ni forasteros, sino ciudadanos
del pueblo de Dios y miembros de su familia” (cf. Ef 2,19).
“Quien cree nunca está solo” es una frase feliz de Benedicto XVI,
convertida en leit-motiv de su viaje a Baviera (Alemania); con esta
pista podemos comprender mejor lo que es la diócesis y cada
comunidad cristiana dentro de ella. Al creer hemos atravesado un
umbral que nos introduce en la comunicación filial con Dios y en la
fraternidad de los cristianos. Ser cristiano es pasar de la soledad,
definida como lejanía de Dios Padre y de Jesucristo (cf. Ef 2,12), a
la intimidad de los hijos, y de la enemistad e indiferencia en
relación con los demás a la fraternidad (cf. Ef 2,13-14). Creer en
Dios Padre de nuestro Señor Jesucristo y formar parte de la
Iglesia, presente en cada diócesis, coinciden. Ser cristiano equivale
a ser hermano.
A la luz de lo que precede quiero hacer dos invitaciones.
a) Hacer de cada familia cristiana una Iglesia doméstica.
Transmitir la fe constituye el centro de nuestro Plan Diocesano de
Evangelización, que debe orientar nuestras actividades cristianas y
apostólicas. Queridos padres de familia, formáis con vuestros hijos
una iglesia en pequeño. Vuestros hijos son también hijos de Dios.
Así como de vosotros aprenden a llamar “aita” y “ama”, que
aprendan también a llamar “Aita” a Dios y “Ama, Amatxo” a la
Virgen María. Enseñadles a rezar y rezad con ellos; que vayan
creyendo y rezando en vuestra compañía. Dios os ha hecho
ministros de la vida; os llama a también ser evangelizadores de
vuestros hijos. A vuestro lado poco a poco van despertando
vuestros hijos a la vida; que también los abráis vosotros al
despertar religioso. Sin vuestro amor paternal y maternal apenas
encontrarán humus vital para que arraigue en su corazón lo que se
les transmita en la iniciación cristiana. A un niño, a una niña no le
dicen sus padres: Hijo ve a Misa, sino, hijo, vamos a Misa. ¡Qué
satisfacción producen los templos animados con la vitalidad de los
niños! No olvidemos los adultos aquellas palabras de Jesús: “Dejad
que los niños se acerquen a mí” (cf. Mt 19,14). Vuestro ejemplo,
queridos padres, es guía inapreciable para su conducta moral.
b) Hacer de la diócesis una familia grande
Nuestra sociedad es actualmente con mucha frecuencia inhóspita
para los cristianos; nos hallamos como en un ambiente extraño y
casi hostil. En esta situación comprendemos y apreciamos mejor el
don de la fraternidad cristiana y la familia de la fe. Y por ello las
palabras del Papa “quien cree nunca está solo” nos señalan un
quehacer muy actual en la construcción de cada comunidad.
Hemos venido a la fe por medio de otros, vivimos la fe como en
familia, estamos llamados a transmitir a otros la fe y acompañarlos
en su crecimiento y maduración. Los cristianos debemos estar
atentos para acercarnos a las personas cuando sufran no sólo por
motivos de enfermedad y otros problemas familias o sociales, sino
también porque padecen crisis, incertidumbres y oscuridad en la
fe.
Hacer de la diócesis una familia significa favorecer la participación
de todos. Entre todos como piedras vivas (cf. 1 Ped 2,4 ss.), con la
fuerza del Espíritu Santo, vamos construyendo la casa de Dios (cf.
1 Tim 3,15; Heb 3,6). En esta edificación todos somos necesarios y
nadie es imprescindible. Colaboramos para hacer de nuestra
diócesis una Iglesia vigorosa en la fe, por la escucha de la Palabra
de Dios, la oración y la participación en la Eucaristía dominical; una
iglesia que transmita la fe a los niños, adolescentes y jóvenes; una
Iglesia con abundantes vocaciones al sacerdocio y a la vida
consagrada; una Iglesia acogedora de los inmigrantes, hospitalaria
con los que no tienen hogar, cercana a los pobres y marginados;
una Iglesia pacificada y socialmente pacificadora. Pidamos a Dios
que se robustezca la unidad interior y la comunión con la Iglesia
universal presidida por el Papa, obispo de Roma y sucesor de
Pedro. ¡Que acreciente nuestra vitalidad cristiana para que
aumente nuestra capacidad evangelizadora!
En el regazo de la Virgen de Begoña depositamos nuestras
esperanzas y necesidades.
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