GASPAR SABATER Kristian Krekovic EL ARTISTA Y SU OBRA 1 GASPAR SABATER Kristian Krekovic EL ARTISTA Y SU OBRA 2 Edición Digital 2009 – www.kristiankrekovic.com (!) Derechos Cedidos por los Herederos de D. G. Sabater Revisión del Texto: D. Arturo Lope L. de Rego Edita: Asociación de Amigos del Museo Krekovic Creación y Maquetación: Creabit.es – DissenyBalear.com Edición Impresa © Juana Vives de Sabater Primera edición: 1990 Primera reimpresión: 1997 Revisión del texto: Gaspar Sabater Vives Edita: Consell de Mallorca – Museo Krekovic Imprime: Maringraf, S.L. Palma ISBN: 84-87389-94-5 Depósito Legal: P.M. 2095-1997 3 El Consell de Mallorca, en virtut del traspàs de competències del Govern Balear, es va fer càrrec de la gestió del Museu Krekovic l’any 1995, amb l’objectiu de potenciar la seva activitat i mantenir viva la memòria de la personalitat que li dona nom: Kristian Krekovic. Per tal de donar a conèixer la seva obra, la Conselleria de Cultura, Educació i Esports va editar el llibre de Gaspar Sabater Serra, “Kristian Krekovic, el artista y su obra” que ara arriba a les teves mans, gràcies a la seva reimpressió patrocinada pel Consell de Mallorca. Corn ja vaig dir a la presentació de la seva primera edició, aquest assaig, a més dels valors intrínsecs que aporta corn a acurat i documentat estudi biogràfic i artístic, constitueix també un reconeixement i un emocionat record cap als dos protagonistes del llibre, autor i artista, els quals dissortadament, no el poguérem veure publicat en vida. Endemés d’aquest factor profundament sentimental, l’obra esdevindrà, sens dubte, un important mitjà de divulgació de la vida i de la producció artística del pintor croataperuà. A aquest doble gentilici, podríem afegir-hi amb tota seguretat de complaença per part de l’artista, el de mallorquí, car Kristian Krekovic fou, durant el darrer quart de segle de la seva vida, mallorquí d’adopció. Assolí un profund arrelament en el món illenc i es trobava compenetrat amb el passat i el present de la terra que l’acollí tan benèvolament l’any 1960, i que ja no abandonaria. No podem oblidar, en aquest sentit, que l’agraïment de Kristian Krekovic cap a Mallorca ha tingut una plasmació importantíssima per al patrocini cultural illenc en la creació i consolidació del “Centre Cultural Hispanoamericà-Fundació Museu Krekovic”. En la trajectòria vivencial de Kristian Krekovic, en la seva obra i en aquest centre- museu, es combinen clarament l’amor que professava a l’art, a la humanitat, a la història i també, i de forma exemplar, a la seva terra adoptiva. MARIA ANTONIA MUNAR RIUTORT Presidenta del Consell de Mallorca 4 Prólogo El 21 de noviembre de 1985 fallecía en Palma, a los 84 años, Kristian Krekovic, un artista que 25 años antes y tras haber recorrido medio mundo desde que hubo de iniciar un forzado exilio desde su Croacia natal, eligió finalmente Mallorca como patria de adopción. De Kristian Krekovic escribe Gaspar Sabater, en la presente obra, que fue “un hombre bueno en el sentido que Machado da a esta palabra”, y que “a la grandeza de su obra hay que añadir la bondad de su persona”. Krekovic legó a estas Islas lo mejor de su ingente tarea artística reunida en un museo que el mismo edificó con esfuerzo y entusiasmo. La muerte le encontró iniciados los trámites para la cesión de dicho museo a la Comunidad Autónoma, y su admirable esposa Sina hubo de encargarse de llevar a cabo la voluntad del artista. Hoy el Museo Krekovic, dependiente del Consell Insular de Mallorca desde 1995, es ya patrimonio del pueblo de Baleares. Gaspar Sabater inició la redacción de este libro en vida de Kristian Krekovic, con quien mantuvo una estrecha y sincera amistad y por quien sintió a la vez gran admiración, y fue culminado muerto ya el artista, circunstancia que produjo hondo pesar en Sabater, con la ayuda de los datos aportados por Sina Krekovic. El autor, que fallecería el 21 de febrero de 1987, tampoco pudo ver publicada esta obra proyectada junto a Krekovic y en vida de ambos. La aparición de “Kristian Krekovic, el artista y su obra”, en 1990 tuvo un carácter doblemente póstumo. Ni el artista ni su biógrafo, Kristian Krekovic y Gaspar Sabater, alcanzarían a ver la publicación de este libro en el que ambos habían depositado la mayor de sus ilusiones. Su aparición supuso entonces un bello recuerdo y una muestra de gratitud. Hoy, renace en una nueva edición que posibilita la pervivencia de un Museo que mantiene una importante presencia en el panorama cultural mallorquín. G.S.V. 5 Primera Parte: El Artista Retrato de Kristian Krekovic, (1980). 6 Nacimiento y primeros pasos Entre los artistas que han nacido al comienzo de este siglo y que a lo largo de éste han desarrollado su labor, destaca, por la grandeza y monumentalidad de su obra, y por el espíritu trascendente y sensibilizado que la informa, el pintor croata-peruano Kristian Krekovic. Nacido en la ciudad de Koprivna, en la provincia croata de Bosnia, no lejos de la ciudad de Tomislavgrad el 28 de Febrero de 1901. Su infancia y juventud se vieron afectadas por las vicisitudes que experimentó su patria a comienzos de siglo; cambios que afectaron a su alma sensible y que le abrieron el corazón y la mente hacia nuevos horizontes y hacia nuevas empresas. La Bosnia, antigua comarca de la Turquía Europea, llamada por los papas “Muralla para los anticristianos”, fue anexionada a Austria, que la ocupó en virtud del Tratado de Berlín de 1878, y quedó incorporada más tarde, en 1908, al Imperio Austro-Húngaro. Dentro de la nueva situación, formó con la Herzegovina la provincia de Bosnia-Herzegovina, cuya capital fue Sarajevo: la bella Bosna-Seray situada a orillas del Bosna. Tras la primera Gran guerra europea de 1914-18, cuyo primer capítulo tuvo por escenario precisamente la ciudad de Sarajevo, en la que el 28 de Junio del citado año de 1914 fueron asesinados el archiduque Francisco Fernando, heredero del trono Austro-Húngaro, y su esposa Sofía, se derrumbó el Imperio Austro-Húngaro. Creado el Estado Servio-Croata-Esloveno formado por los territorios de Servia, Montenegro, Bosnia-Herzegovina, Croacia y Eslavônia, Dalmacia, Eslovenia y parte de la Carniola y del Banato, la vida en esta zona de los Balcanes, llamada con razón la Suiza del Oriente Europeo, se desenvolvió siempre bajo la amenaza de lo que suponía la inestabilidad de un Estado mosaico como era el que surgió a raíz de la guerra de 1914-18. Tras el derrumbe de Estados y Naciones que supuso la gran guerra mundial de 1939-45, paso este Estado a formar parte de la nueva Yugoeslavia, perdiendo las características que lo habían ido informando a lo largo de su formación como nacionalidad claramente definida y diferenciada. Estas vicisitudes y estos cambios diversos y encontrados, tenían que influir necesariamente en su alma de artista. Tenía escasamente siete años cuando empezó a pintar. Puede decirse que sus juguetes preferidos fueron los lápices y los pasteles. Con ellos trazó sobre el papel sus primeros dibujos. Pese a esa preocupación primera, no abandonó sus estudios. Al contrario, se mostró siempre como un alumno aplicado y provechoso. Tanto es así, que, terminados sus estudios en el Liceo, obtuvo una beca para continuar sus estudios comerciales en Viena. 7 A pesar de ser contrario a esta clase de estudios —Sina, su mujer, dijo en cierta ocasión que si a Kristian le nombraran director de Wall Street, la bancarrota sería segura dada su animadversión a los números— y para no contradecir a su familia, que no aceptaba el que fuera pintor, por considerarla una profesión de escaso e incierto porvenir, accedió a proseguir los estudios comerciales iniciados. Pan ello se trasladó a Viena e inició un largo y arduo camino por los vericuetos de la contabilidad y de los problemas derivados de la actividad comercial. La Familia Krekovic quería para su hijo una situación no solo estable sino hasta floreciente. Kristian era el más estudioso y el más despierto de los cuatro hijos que formaban la modesta familia de un guarda forestal, a la sazón Jefe de Bosque y de Caza de la Corte Imperial de Viena y era lógico que quisieran lo mejor para él. Los estudios comerciales se presentaban como la opción más viable. Sin embargo, la situación floreciente que deseaban para su hijo, no le vino por el camino de los libros de contabilidad, sino por lo que ellos calificaban de incierto porvenir. Tanto es así que, haciendo honor a su habitual manera de ser y de comportarse, con los primeros dineros que ganó con su arte, compró a sus padres la única propiedad que poseyeron en toda su vida. El gesto, pese a la negativa de sus padres a que se dedicara a la pintura, creyendo que le hacían con ello un bien, habla más que elocuentemente de los sentimientos del pintor y de su cariño y amor hacia los suyos. Los resultados de dichos estudios fueron malos. La poca atención prestada a esta dase de trabajos y el contacto con las exposiciones y museos en donde le fue dado contemplar por vez primera las obras de los grandes maestros, extasiándose ante ellas, influyó en el pésimo resultado de los estudios comerciales. Prestaba más atención a la visita a los museos que a los libros de texto, llenos de documentos mercantiles, de letras de cambio, de inventarios, de balances y de libros de Contabilidad. Fue tan estrepitoso el resultado de los exámenes, que no solo perdió el curso, sino también la beca que le habían concedido. Ante esto, que a cualquiera que no fuera él, hubiera supuesto un revés difícilmente superable, Kristian Krekovic reaccionó con fuerza y con decisión. Lejos de regresar a su pueblo vencido y derrotado, optó, libre de trabas e imposiciones, por emprender el camino que su corazón le había trazado. Camino duro e incierto. Pero el único que le interesaba y que movía los actos todos de su existencia. Estaba decidido: seria pintor. Con esta decisión tomada en plena juventud, se iniciaba el camino que debía conducirle a la gloria y a La fama. No a través de los libros de contabilidad, sino a través de líneas y de colores. El camino estaba trazado y se cumpliría pese a adversidades y tropiezos. Kristian Krekovic iniciaba, con este acto, el primer capítulo de su vida de pintor. 8 La Llamada del Arte La Llamada del Arte, presente en el artista desde su más tierna infancia, se manifiesta en esta época de manera clara y esplendente. No podemos olvidar que Kristian Krekovic sintió esta llamada cuando era todavía un niño y casi, diríamos, que por mera intuición. El artista, en su ciudad natal, no habla visto ninguna obra de los grandes maestros ni habla visitado nunca un museo. Hasta que llegó a Viena, para ampliar sus estudios de Comercio, no tuvo ocasión de conocer las obras maestras de la pintura, puestas a su alcance en exposiciones y pinacotecas. Habiendo perdido la beca que se le habla concedido una vez suspendido el curso, la vida de Krekovic cambió el signo y se lanzó de lleno a lo que era y tenía que ser en el futuro, el objetivo de su vida: la pintura. Para ello inició una etapa llena de privaciones. En 1921 se matriculó en la Akademia der Bildenden Kunste —luego de sufrir un examen que superó brillantemente— para seguir los estudios propios del Arte de la Pintura. Para poder costearse estos estudios, trabajó en los más duros y penosos trabajos. Así, le vemos limpiando las escaleras de las principales casas de Viena con lo que ganaba el sustento y los porteros le proporcionaban un lugar donde dormir. En esta situación permaneció por espacio de dos años. La circunstancia de haber celebrado la Akademia una exposición en la que tomaron parte todos los alumnos, hizo posible que un matrimonio judío, sin hijos, se fijara en sus obras. Al conocer las circunstancias en que se encontraba, le ofrecieron una habitación en su casa, a cambio de hacerles un dibujo cada mes. Este trato se hizo con el fin de no ofender al artista, al que llegaron a tener como si fuera un hijo suyo. Gracias a esta ayuda pudo terminar sus estudios en la Akademia. Con La entrada de las tropas hitlerianas en Austria, este matrimonio fue deportado siguiendo la triste suerte de La mayoría de los judíos. El joven Kristian sintió en lo más profundo de su ser esta separación y lloró amargamente su pérdida. Los estudios en la Akademia de Viena, de la que guardó siempre un grato recuerdo, terminaron brillantemente en 1925. Acababa de cumplir los veinticuatro años, y su labor pictórica habla recibido el espaldarazo de sus profesores y de los críticos —Seligmann y Ankwicz-Kleehoven, entre otros— que hablan visto su obra a raíz de las exposiciones que la Akademia celebraba. Ya en posesión de la técnica básica necesaria para abordar nuevas empresas artísticas, Krekovic decide dar el salto al país del Arte, y se traslada a París. 9 Interior del estudio de Krekovic en París. 10 París La meta de todos los artistas, sin distinción de continente y nacionalidad, fue, a partir del Impresionismo, París. Apagadas las luminarias del Renacimiento y habiendo caído la pintura italiana en una especie de copia servil de los grandes maestros, la avidez espiritual de los artistas dejó Italia —Roma, Florencia, Venecia— y se dirigió hacia la Capital de Francia. El movimiento Impresionista acaparaba la atención de todos, y hacia él convergieron las miradas y las aspiraciones de todos los artistas. París fué, a partir de este momento, meta y escuela. A París acudían artistas de todas partes. Y París dio nacimiento y vida a todos los movimientos artísticos y a todas las escuelas —Cubismo, Dadaísmo, Surrealismo, Abstraccionismo, etc.— que han configurado el Arte del siglo XX. Todas las técnicas y todas las estridencias, tuvieron por escenario las orillas del Sena y las empinadas calles de Montmartre. La Place du Tertre fue el objetivo hacia el cual convergían las miradas ansiosas de miles de artistas en busca de gloria y de fortuna. Kristian Krekovic no podía ser una excepción. Y con el diploma recién estrenado de la Akademia de Viena, se traslada a la Ville Lumière, para, en una nueva etapa, continuar su formación artística. El espíritu de superación de Kristian Krekovic no tenia límites. El afán de saber era innato en él. Y con esta disposición, con este entusiasmo y con este empeño decidido, se matricula en 1925 en la Escuela de Bellas Artes. La tarjeta de presentación —sus propias obras: óleos y dibujos— no podía ser más elocuente. El bagaje pictórico que presentaba llamó la atención de sus maestros. Uno de ellos el admirado y a la vez temido Jean-Pierre Laurens, al contemplar su obra exclamó: —No sé porqué vienes aquí. Tus dibujos son mejores que los míos. Kristian no se envaneció por ello. Al contrario, dedicóse con más tesón y con más ahinco al estudio del Arte que era su única ilusión y su preocupación primera. Dedicó todo el tiempo de que disponía a la pintura. Ora en la escuela —donde cursó, además, estudios de Arquitectura— siguiendo las enseñanzas de sus maestros, ora en su estudio haciendo pruebas de técnicas y de colores. Esta preocupación por dominar la técnica fue constante a lo largo de su dilatada vida de pintor. Los domingos frecuentaba los museos y se extasiaba ante las obras de los grandes maestros de la pintura universal. Su espíritu de perfección no tenia límites. Lo que había que aprender era mucho y el tiempo iba pasando muy velozmente. Esta preparación intensa y este estudio constante a que sometió su obra, dio sus frutos. Cuando apenas había cumplido los veintisiete años vió como 11 su obra comenzaba a ser valorada y estimada. Ante la realidad de esta obra suya, tan conscientemente trabajada, se le abrieron en 1925 las puertas del Salón des Artistes Français, salón donde exponían únicamente los artistas ya consagrados y donde él expuso durante ocho años consecutivos. El paso estaba dado y ya quedaron atrás los años de escasez y de penuria. Kristian Krekovic había conseguido en plena juventud lo que muchos tardan años en conseguir. Su presencia en el Salón des Artistes Français supuso su consagración oficial, ya que este salón era considerado el salón oficial de Francia. El nombre de Kristian Krekovic era ya conocido en los ambientes artísticos de París y, pese a su carácter un tanto retraído, su figura comenzó a ser familiar entre los amantes del Arte de la Pintura. El saldo al reconocimiento oficial, estaba conseguido. En 1928 tomó parte en la Exposición de Arte Internacional de Burdeos, de la que obtuvo medalla de Oro y diploma de honor. A la consagración oficial y al reconocimiento del público y de la crítica sucedería la fama. Una fama que se extendió a dos continentes y que ha venido marcada por una obra imperecedera. Perú El año 1928, se ha convertido en una fecha crucial para Kristian Krekovic. Marca lo que podríamos llamar el signo en que se desenvolverá su obra posterior. El afán de perfección de Krekovic, le llevó a estudiar tipos y caracteres humanos. Pero le llevó a estudiar, también, toda clase de elementos decorativos y de uso común. Son notables los estudios que realizó, en su etapa de aprendizaje, de diversos tipos de telas y de vestidos regionales. El museo Krekovic está lleno de estas muestras que llaman poderosamente la atención de los visitantes. Telas de variados dibujos y finos encajes, constituyen un raro ejemplo de virtuosismo clásico. El artista gustaba de resolver los problemas que la captación de estos elementos representaba. Vistos ahora en perspectiva, asombra la pulcritud, precisión y sentido realista con que aborda su plasmación. Diríase que se recrea en la captación de estos elementos, en los que al decorativismo de los mismos se une el valor histórico y de ambientación, No es extraño, pues, que la exposición que realizó en 1928 el arqueólogo peruano Julio C. Tello en el museo del Trocadero — (llamado ahora Museo del Hombre) — de las telas halladas en las tumbas de la civilización parcas (Perú) — 400 A.C. — 800 D.C. — llamaran tanto la atención de nuestro pintor. Estas telas, por 12 extrañas circunstancias —no es la menor el haber estado ocultas durante siglos al aire y al sol— conservaban la frescura de sus vivos colores y el encanto de un trenzado inigualable. La preocupación que siempre sintió Krekovic por esta clase de elementos, y que él gustaba de trasladar a la tela, le impulsó a dar el paso decisivo de su vida: visitar Perú y conocer de cerca aquella civilización que habla hecho posible esta maravilla. Paso que cambiaría la trayectoria de su Arte y le conduciría a la fama y a la inmortalidad. Desde aquel momento no tuvo otra preocupación que conocer aquel país y aquella cultura y embeberse de ellas. No podía suponer, sin embargo, que ese país y esa cultura le ganarían para siempre, llegando a convertirse en su segunda patria. Su condición de Croata-peruano, con que él mismo se calificó siempre, ya dice de esta transformación operada en el alma de nuestro artista. Ante la exposición de Julio C. Tello, Kristian Krekovic no dudó en tomar contacto con esta civilización, adentrarse en ella, y conocer el secreto que escondían esos objetos y esas telas, especialmente las telas, que tanto le hablan fascinado. Comenzó una intensa labor investigadora en librerías y bibliotecas, encaminada a su esclarecimiento. Leyó todos los libros que hablaban del fabuloso Perú, y, a medida que se adentraba en el mundo de la civilización Pre-Incaica e Incaica, más fabuloso le pareci6 ese país. Libros, revistas y folletos que hablaban del Perú fueron leídos ávidamente. Y junto a la labor investigadora del pasado, penetró en la vida actual del Perú, de su Arte y de su Historia. El pasado y el presente. El deseo que impulsó a Krekovic a conocer esa tierra y ese Arte, halló su realidad en 1930. Esta fecha marca otro momento decisivo en la vida y en la Obra del pintor. Acababa de cumplir los veintinueve años. A partir de ese momento, vivirá unos años en Europa y otros en América. Kristian Krekovic habla hallado, la razón de ser de su vida. Sin desdeñar de su patria de origen, su Croacia natal, se nacionalizará peruano. Su destino estaba trazado. Sina Krekovic, esposa, compañera y colaboradora Posiblemente, la obra de Kristian Krekovic, hubiera sido muy distinta de lo que es ahora, de no haber encontrado en Sina a la mujer ideal: esposa, compañera y colaboradora. Y digo la mujer ideal, porque Sina ha sido para Kristian su luz, su guía y el báculo donde se ha apoyado siempre el artista. Esto le ha permitido llevar a cabo su labor de creación, ajeno a todo lo que no ha sido específicamente esta dedicación. 13 Kristian y Sina. Dibujo del artista fechado en Palma en 1961. El encuentro entre Sina y Kristian, tuvo lugar en París y estuvo rodeado de un halo poético y romántico extraordinario. Fue en una fiesta social a la que asistieron los dos sin pensar ni remotamente, que en ella encontrarían su felicidad. Al ser presentados y verse por primera vez, surgió entre ellos una tal corriente de simpatía, que se convirtió más tarde en un amor firme e imperecedero. El amor envolvió a la pareja desde el primer momento y ya no les abandonó jamás. Por este amor Sina sufrió, al lado de Kristian, 14 privaciones y sinsabores, trabajos, incomodidades y hasta el exilio. Sina sufrió todo esto con satisfacción, radiante, optimista con la mirada puesta en Kristian y en la Obra que estaba realizando. Esta compenetración y este amor que les unió de por vida, se resume en unas palabras que me dijo ante el cadáver de su esposo: —Mi vida con Kristian ha sido cincuenta años de felicidad. Sina Krekovic, de soltera Pevner, nació en París en 1910. Hija de un famoso cirujano, su vida se desenvolvió en un ambiente en que el arte, la música y la literatura estaban presentes. Su madre, gran aficionada a las artes y las letras, era una lectora incansable y conocía perfectamente el movimiento artístico y literario de su tiempo. Sina estudió Historia del Arte en París y Viena y Música en el Conservatorio y en la Escuela de los Maestros de la capital austriaca. Pronto destacó como excelente pianista, dando recitales en fiestas y reuniones sociales, y fue muy celebrada su manera de interpretar a los grandes maestros. Sin embargo, Sina abandonó la música, para seguir las vicisitudes de la vida de Kristian. Se casaron en 1934, y a partir de este momento la vida de Sina se confunde con la de su marido y forma con ella un todo. Podríamos decir que Sina y Kristian llegaron a ser como una sola persona. Le acompaña en sus expediciones a las montañas del Perú y soporta con entereza las inclemencias de unas altitudes de 3.000 y 4.000 metros. No la arredra el cansancio que supone andar por caminos abruptos y peligrosos, cargados con todo lo necesario para subsistir en lugares desolados e inhóspitos. Sina da ejemplo de gran vitalidad y fuerza interior. Su interés por la obra de su marido la hace fuerte ante adversidades y pesares. De “mujer excepcional que comparte su vida y que junto a él es un hada bienhechora de inspiración, serenidad y reconfortación”, la califica Manuel Vega Castillo, Director de Cultura del Ministerio de Educación Pública del Perú, al analizar lo que ella ha aportado a la obra fecunda del pintor. La misma Sina corrobora con sus palabras, esto que estoy diciendo. En una conversación con el periodista Alfonso Sánchez, dijo a propósito de esa ayuda prestada a su marido: “Le organizo la vida, le administro, procuro que él no tenga más preocupación que la de pintar”. Con el fin de que su ayuda a la obra de Kristian fuera 10 más efectiva posible, comenzó una labor de estudio en bibliotecas y museos. A sus conocimientos de historia del arte en general, unió los propios de la historia del Perú, con sus implicaciones artísticas, y, de una manera especial, los que hacen referencia a la civilización precolombina, así como, por extensión, la que se refiere a la colonización española. Conocía perfectamente el proceso colonizador español, y comprendía la gesta de los colonizadores españoles, 15 de la que la obra conjunta de Krekovic es un canto emocionado y sentido. Tanto es así, que, más tarde, al inaugurarse el Museo Krekovic, Sina fue, durante años, hasta que se lo permitió su salud, la mejor comentarista de las obras que forman este Museo. Y sus explicaciones calaban muy profundamente en el ánimo del visitante. En esta tarea, aparte del conocimiento de la obra de Kristian por haber asistido a su gestación, la ayudo enormemente el hecho de hablar numerosas lenguas —Castellano, Italiano, Inglés, Francés, Alemán, Ruso, Croata y Quechua— lo que le posibilitaba hacer llegar el mensaje de una obra trascendente, sea cual fuere su nacionalidad. Como dato curioso y significativo a la vez, basta decir que hablaba también el Croata a la perfección, siendo difícil hacer comprender a los Croatas que ella no era una Croata como ellos, como hace observar muy atinadamente el escritor y crítico de Arte croata Karlo Nirth. A la muerte de Kristian, ocurrida en 1985, Sina siguió al frente del museo Krekovic, con el mismo espíritu de siempre, fiel al esposo desaparecido y a la obra por él creada. Atendiendo solícita las visitas y, con el entusiasmo que la ha caracterizado siempre hacia la obra de su esposo, explicando a los visitantes el valor artístico, histórico y sentimental de cada cuadro de los que se exponen en el museo. Su explicación estaba llena de sabiduría y amor. Hasta los 75 años mantuvo el espíritu vivo y penetrante siempre al servicio de lo que fue su única preocupación: la obra de Kristian Krekovic. En Zagreb Luego de una larga estancia en el Perú, dedicado por entero a la creación de su obra hispanoamericana, Kristian v Sina retornaron a Europa. Se establecieron en París, donde Kristian tenía montado su estudio v continuó trabajando con el espíritu de siempre. Esta estancia en París fue muy fructífera. El artista celebró durante este tiempo varias exposiciones, cosechando en todas ellas merecidos éxitos. La crítica se mostró complacida con esta obra suya, tan primorosamente trabajada y tan artísticamente concebida, y le colmó de elogios. Durante esta época realizó exposiciones en París, Londres, Viena v Estocolmo. En todas ellas se reveló como un artista consciente, en posesión de una técnica envidiable. Como expresión de su trabajo en esta época, basta citar el famoso retrato que hizo de La Reina María de Inglaterra, retrato que adorna una de las estancias del Palacio Real de Buckingham. 16 La guerra mundial de 1939, puso un paréntesis a su actividad creadora. Al inicio de la contienda, Kristian y Sina deciden trasladarse a Croacia, ya que en aquel momento el Estado Yugoeslavo permanecía neutral en el conflicto. Recogieron todas las obras existentes en el taller de París —unas mil doscientas— y las trasladaron a Zagreb, la capital de Croacia, en evitación de su posible destrucción, caso de que la capital de Francia fuera objeto de bombardeos por parte de la aviación alemana. En Zagreb halló una acogida algo fría por parte de aquellos de los que esperaba una colaboración más entusiasta. Ante esa situaci6n, y con el fin de evitar dificultades de convivencia, optó por trasladarse a Belgrado. En esta ciudad, y a raíz del bombardeo que sufrió por parte de la aviación alemana el 6 de Abril de 1941, fue destruida la totalidad de su obra, que con tantas dificultades había conseguido trasladar desde París. A pesar de todo, Krekovic no desesperó. Al contrario, inició una nueva etapa en su labor artística. Se trasladó de nuevo a Zagreb, en donde, dejando a un lado incomprensiones más o menos interesadas, siguió trabajando con la misma intensidad y con el mismo entusiasmo de siempre. En esta ciudad permaneció hasta el final de la guerra. Al terminar ésta, y habiendo tornado los comunistas el poder, Krekovic, aunque no fue molestado por el nuevo régimen, optó por abandonar el país en 1946. El exilio De tal puede calificarse el período que media entre la salida de Zagreb en 1946 y la llegada al Perú en 1951. Son años éstos, en los que la familia Krekovic busca un lugar donde asentar su vida y la necesaria tranquilidad espiritual para relanzar su obra. Tras la salida de lo que era ya la nueva Yugoeslavia, los Krekovic llegaron a Venecia. Fueron momentos difíciles en los que se puso a prueba el temple de los esposos, y el deseo de abrirse camino en el mundo de las artes, tan olvidado en aquellos momentos. El artista ha reflejado estos momentos en sus cuadros: “El éxodo del siglo XX” (donde están retratados él y su esposa) y “Personas desplazadas". Sin embargo, pese a las dificultades de todo orden que la realidad les iba presentando, los Krekovic —y nunca mejor empleada la conjunción maridomujer— salieron adelante gracias a su esfuerzo personal, a su entusiasmo y a la ayuda que les prestó August Schmitz, un industrial sueco, enamorado de la obra del pintor, el cual les posibilitó su traslado a París. 17 De nuevo en la capital de Francia, encontraron su estudio intacto. Todo seguía igual. Parecía como si La guerra no hubiera tenido lugar. Lo que si había cambiado era el ambiente, la mentalidad de las gentes, su materialismo. Las dificultades experimentadas en una capital como París, recién terminada la guerra, y tras una ocupación extranjera, tenían necesariamente que ponerse de manifiesto. La vida resultaba tremendamente dura y no apta para la labor de creación, propia de un artista sensible como era Kristian Krekovic. Con el fin de hallar un lugar más apropiado a esta labor de creación que el artista necesitaba, los esposos Krekovic se trasladaron a Ginebra, en la Suiza neutral, un oasis de paz dentro de la convulsionada Europa. En Ginebra se instalaron en un barrio tranquilo, junto a un parque de gran belleza, en una pequeña calle llamada Paseo del Pino. Au montó su estudio y pudo hacer frente a sus necesidades materiales como retratista. De esta época son algunos de sus retratos más conocidos, entre los que destaca el del Rey Gustavo V de Suecia, que lo llamó a Estocolmo para que lo retratara. De esta misma época es el retrato que hizo al médico y escritor sueco Axel Munthe, autor del famoso libro “La Historia de San Michele”, traducido a todos los idiomas. En Malmoe, la ciudad más meridional de Suecia, retrató también al Diplomático Ake Lindahl, cónsul de Italia, y a su Bosquejo del escritor Axel Munthe, (1948). 18 amigo August Schmitz, el que tanto le había ayudado para salir de Venecia y llegar a París. La vida en Suecia, superadas ya las dificultades que le acompañaron a lo largo de esta época, que podemos calificar como de exilio, era una vida apacible y tranquila. Como hombre, tenía satisfechas todas sus necesidades vitales y su vida transcurría sin tropiezos. Pero como artista no estaba satisfecho. El artista no podía limitarse a una vida burguesa, plácida, reposada y con horizontes limitados. Y obligado por una necesidad espiritual imperiosa, se lanza de nuevo a la aventura para la que había sido llamado y a la que permaneció fiel durante toda su vida. Y el Perú, con su cultura milenaria, con su entronque hispánico, y con la belleza plástica de sus hombres, de sus costumbres y de sus paisajes, le llama de nuevo y le obliga a continuar su obra pictórica sobre esa civilización, iniciada veintitrés años antes en aquel lejano año de 1930. Retrato del Rey Alejandro de Yugoslavia, (1933). 19 El Presidente de Austria, Dr. Shaerf, visitando la exposición de Krekovic en el Hofburg de Viena, (1957). 20 De nuevo Perú En 1951, los Krekovic regresan al Perú. Su pasaporte no registra ninguna nacionalidad. Su Croacia natal ha sido disuelta dentro del conglomerado que se llamó Yugoeslavia. Solo un título campea en el documento oficial. Es el clásico y corriente en aquella época de “Displaced person". Los Krekovic eran, simplemente unas personas desplazadas. Iban en busca de un ideal, de una meta. Y en Perú encontraron, además lo que buscaban, una nacionalidad y una patria. Con la misma fuerza de siempre, con el mismo entusiasmo de siempre, y con la misma vitalidad de siempre, Krekovic se pone a trabajar. El Perú se abre ante él como una promesa. El artista busca el alma del Perú, su espíritu. Se adentra en sus hombres, en sus costumbres y en su paisaje. El Perú de los Incas y el Perú de la colonización española, se funden en un abrazo indestructible. Ya no hay, para Krekovic, un Perú precolombino y un Perú español. Para el artista, atento al vibrar de las cosas y de los hechos, hay un solo Perú, nacido de la fusión de dos pueblos hermanados por la sangre y por el espíritu. El fruto de este trabajo no se hizo esperar. Tres años después de su llegada al Perú, el salón de recepciones del Palacio Municipal de Lima abre sus puertas para mostrar al pueblo de la capital limeña la maravilla de una obra enraizada en lo más profundo del ser peruano y del ser español. Era el veintidós de Abril de 1954. La exposición de Kristian Krekovic —promovida por el senador López de la Torre y aprobada por la cámara de senadores— constituyó un acontecimiento de auténtico carácter nacional. Inauguró la exposición el Presidente de la República, el General Manuel A. Odria —el cual había visitado con anterioridad el taller de Krekovic en el hotel Bertoloto de Sari Miguel, en compañía de los ministros de Relaciones Exteriores y de Fomento— quien hizo entrega, en una ceremonia sin precedentes, del documento por el cual se le concedía la nacionalidad Peruana. Esta exposición, bajo el titulo de Obra Peruana de Kristian Krekovic, fue “presentada bajo los auspicios del señor presidente de la República, General de División Don Manuel A. Odria”. Constaba de cincuenta grandes telas, que representaban las distintas culturas estudiadas por el artista, y que correspondían: una a la cultura Chavín, tres a la Mochica, una a la Lambayeque, tres a la Chimu, una a la Tiahuanaco, cuatro a la Paracas, una a la Nasca, dos a la Inca, y doce a motivos varios, entre los que figuraban naturaleza quieta preincaica y colonial —objetos de alfarería, plata, vestidos, etc.— un curandero prehispánico y una mantilla colonial. La exposición, que constituyó un rotundo éxito, estuvo 21 realzada con la presencia de destacadas personalidades del mundo del arte, de las letras, de La política y del mundo intelectual. Se calcula que fue visitada por más de veinte mil personas, durante las cinco semanas que permaneció abierta at público. Ante esta explosión de justo entusiasmo, el Gobierno le concedió —3 de Junio de 1954— el ingreso en La Orden del Mérito, por Servicios Distinguidos, con el grado de Comendador. Años más tarde, en 1966, y por idénticos motivos referidos a la Ciudad de Cuzco, le fue concedida por la municipalidad cuzqueña, la medalla de Oro de máximo galardón que concede esta ciudad. Patrocinada por el Gobierno peruano, esta muestra, que debe calificarse de antológica por muchos conceptos, fue llevada al extranjero, en concreto a Estados Unidos, España y Austria. Esta muestra, con el título de presente y pasado del fabuloso Perú, se presentó con asistencia de autoridades y de un numerosísimo público, en las siguientes ciudades: Washington, en el National Museum of the Smithsonian Institution. (JulAgo de 1955). Filadelfia, en la University Museum. (Oct-Nov 1955). Siracusa, en el The Siracuse Museum of fine Arts. (Feb, 1956). Nueva York, en el Law Memorial Library Columbia University (Abril, 1956). Ambassador Hotel (Nov., 1956). Barcelona, en la Galería Grife & Escoda (Sept-Oct, 1957). Madrid, en el Círculo de Bellas Artes (Nov-Dic, 1957). Viena, en la Neue Hofburg (Mayo, 1958). Palma de Mallorca, en la Casa de Cultura (Nov-Dic, 1961). Todas estas exposiciones obtuvieron una gran resonancia, tanto de público como de crítica. Como dato elocuente, y a la vez significativo, baste decir que La exposición celebrada en el Museo de Washington fue visitada por 126.066 personas. Llegada a Mallorca De regreso a Europa, luego de las exposiciones celebradas con motivo de su obra peruana, lejos de residenciarse en Ginebra, en el Paseo del Pino donde tenía su estudio, salió para Mallorca con el fin de establecerse en esta isla. Las razones por las cuales escogió Mallorca para fijar definitivamente en esta tierra su residencia, fueron varias. La primera y principal razón era que Mallorca es una Isla española, y España es una nación que tiene con el Perú una misma historia y una misma raíz étnica y espiritual. Otra de las razones 22 es la de ser una Isla mediterránea, lo que le recordaba a su tierra natal “He elegido Mallorca -dijo en cierta ocasión- por ser lo más parecido al imborrable recuerdo que yo guardo para siempre de la costa Dálmata, allá en mi Croacia natal”. Y otra razón, no menos despreciable, es la de ser Mallorca un centro turístico internacional, y lugar apto para que gente de todas las latitudes pueda contemplar su obra, ya que en su mente, y ante la expectación despertada por sus exposiciones sobre el Perú, anidaba la idea de crear un Museo donde se guardara su obra hispanoamericana. Todas estas razones fueron las que hicieron posible la llegada de Kristian y Sina Krekovic a Mallorca, en aquella primavera de 1960. El contacto del artista con la belleza del paisaje mallorquín, la exhuberancia de sus habitantes, les ganaron para siempre. Recorrieron la Isla en todas direcciones y comenzaron a estudiar la geografía y la historia mallorquinas para mejor compenetrarse con lo que tenía que ser, en lo sucesivo, su lugar de residencia permanente. Luego de un periodo de adaptación física, en el que sus organismos fueron adaptándose al clima isleño, tan distinto del que hablan soportado durante largos años en el Perú, con alturas de 3.000 ó 4.000 metros y fríos propios de las altiplanicies, Mallorca les pareció única. El amor a la Mallorca física fue creciendo y aumentó más todavía cuando entraron en contacto con sus habitantes. Artistas, escritores, hombres y mujeres de toda clase y condición, comenzaron a llenar sus vidas y a formar el ambiente propicio a una labor de convivencia. Tanto Kristian como Sina gustaron del trato social y humano y ello junto con su sensibilidad y su cultura, hizo posible el que la compenetración del artista con el entorno que había escogido fuera más completa. Aunque parezca extraño en un hombre como él, dedicado íntegramente a su tarea pictórica, Krekovic estaba al corriente de todo lo que pasaba en su tierra de adopción, en especial en el aspecto intelectual; y se interesaba por lo que, en este aspecto, flotaba en el ambiente Isleño. Pero este era un conocimiento de artista, de hombre preocupado por los problemas del espíritu. En ningún momento le vemos protagonizar nada que se salga de los límites que se ha trazado, que se limitan a su obra de creación. Incluso cuando, por las razones que sean, se ve obligado a ocupar un primer plano, una exposición, la colocación de un cuadro suyo en un centro oficial, etc., se le ve como distante, ausente, como si quisiera pasar desapercibido. Su naturaleza humilde, sencilla y retraída, le hacía adoptar esta actitud. Durante los 25 años que Kristian Krekovic vivió en Mallorca, su labor, pese a ese interés suyo en ocupar siempre un segundo plano discreto, fue 23 altamente provechosa. Inició, con los cuadros que habla elaborado en el Perú y con los que realizó la exposición en la Casa de Cultura de Palma en 1961 el pequeño Museo de Son Fusteret, germen y embri6n de lo que sería más tarde la Fundación Museo Krekovic, dependiente del Centro Cultural Hispano Americano. Por otra parte, el artista, fiel a! latido del pueblo en el cual se habla insertado, —el pueblo mallorquín, comenzó a plasmar en la tela momentos y personajes de la isla. Esta adaptación y esta compenetración con el presente y con el pasado de la isla, es una de las facetas que hay que destacar. Y todo do, como hecho a media voz, sin ruido, sin portavoces publicitarios de ninguna clase. Los últimos años de su vida los dedicó a la formación de la Fundación Museo Krekovic y a la instalación de dicho Museo. Para recoger fondos destinados a la realización de la obra de su vida, hizo numerosos retratos de sus bienhechores, retratos que se guardan en una gran sala llamada el Salón Dorado. En ella, y sobre fondo de oro, —de ahí el nombre de Salón Dorado— se hallan expuestos todos los retratos de aquellas personas que con su contribución económica ayudaron a que este Museo fuera una realidad. La muerte le encontró cuento había iniciado ya los trámites para ofrecer dicho Museo a la Comunidad Autónoma con el fin de garantizar una continuidad y una mayor divulgación de las obras que en él se conservan. Visita al Papa Una canción muy en boga en la América española, que popularizó en España aquel gran artista de la canción que fue Antonio Machín, inspiró a Krekovic una obra estimable, mejor dos. La canción se llama “Angelitos Negros”. La idea de la canción hizo mella en el corazón de Kristian Krekovic, y el pintor llegó a la conclusión que la Virgen debería tener en torno suyo, formando su corte angélica, ángeles de todas las razas y de todos los colores. Esta fue la idea primera y La que hizo posible la obra de arte que vendría después. Estando el pintor en Venecia conoció al entonces Patriarca de aquella ciudad, Angelo Giuseppe Roncalli, que años más tarde serla elegido Papa con el nombre de Juan XXIII. Hablando de do con Monseñor Roncalli, éste se entusiasmó con la idea y animó al pintor a llevaría a la práctica. Krekovic no la abandonó y ésta fue tomando cuerpo y dibujándose en su mente con fuertes y vigorosos trazos. Monseñor Roncalli llamó a esta Virgen rodeada de ángeles de todas las razas, “la Virgen Ecuménica”. 24 Audiencia particular del Papa Pablo VI a Krekovic, (1972). Pero eso lo que en un principio fue una Virgen concebida como acostumbran verla los hombres de occidente, dio paso a otra Virgen de parecidas características, pero de corte oriental. Y surgieron dos Vírgenes, las dos iguales, rodeadas de ángeles de todas las razas, blancos, negros, amarillos y cobrizos- solo que la oriental sigue las huellas a las Vírgenes bizantinas. Krekovic realizó estas Vírgenes con mucho cariño y convencido del sentido ecuménico que de ellas se desprendía. Tanto la romana, como la bizantina, llenaban el hueco que la iglesia perseguía con tanto empeño: la unión de los católicos y de los ortodoxos. 25 Fue en 1975 cuando Krekovic, acompañado de su esposa Sina, fue a Roma para hacer ofrenda al Papa —que lo era en aquel entonces Pablo VI— de estos dos cuadros. Pablo VI recibió complacido el obsequio. La atención que tuvo con el matrimonio Krekovic —hora y media duró la audiencia particular— habla del interés con que acogió aquella donación. Pablo VI llamó a esta Virgen, “la Virgen de la Paz” y como tal figura en sus dos versiones —la romana y la bizantina— en el Museo Vaticano. El deseo de Krekovic halló su realización y plasmación en esta visita que, al decir de Monseñor Matehi Secretario particular de Pablo VI, fue una de las que más satisficieron a Su Santidad. La idea de Krekovic logró de Pablo VI su más amplia complacencia. Últimos años del artista Los últimos años del artista, puede decirse que estuvieron dedicados a la gran ilusión de su vida: la creación de su querido museo. ‘La creación de este museo le llevó mucho tiempo. Los trámites que tuvieron que hacerse para conseguir la edificación del inmueble, que hoy alberga la obra peruana y española de Kristian Krekovic, fueron lentos y trabajosos. Parte importante en el resultado de esta tramitación, la tuvo Don Jaime Enseñat, a la sazón, presidente del patronato de la Fundación Museo Krekovic. Don Jaime Enseñat, ilustre abogado mallorquín residente en Madrid y bien relacionado, puso todo su entusiasmo y todo su esfuerzo para que este Museo fuera un hecho. La labor de Krekovic, al margen de estos trabajos, por su condición y por su edad, se orientó a la estructuración y al enfoque del museo. En este trabajo no tuvo descanso. Hoy, ya una realidad, puede apreciarse el estudio previo que supuso su creación. Una vez levantado el edificio, hubo de disponer lo necesario para que las obras expuestas pudieran ser contempladas dignamente. El traslado y la colocación fueron obra casi exclusiva del pintor. Kristian Krekovic gustaba de pasear por las amplias salas y contemplar su obra, mientras Sina, su mujer, enamorada del hombre y por extensión, de la obra que el hombre de su vida habla creado, explicaba a los visitantes su sentido y su forma de gestación. Es tanto el entusiasmo que ella pone en sus explicaciones, que sus parlamentos constituyen auténticas lecciones de amor a la obra de su marido y a la obra colonizadora de España en América. 26 La vida de Krekovic iba poco a poco apagándose. Los años comenzaron a hacer mella en aquella naturaleza fuerte y robusta. Su salud empezaba a resentirse, pero no por ello dejó el artista los pinceles, intentando trasladar a la tela ese mundo interior que llevaba dentro. Permanecía horas y horas en su estudio, como enclaustrado. Más tarde, después de haber sufrido una calda, ya no se recuperó jamás. Murió sin apenas sentir dolor una mañana, cuando el sol ya brillaba esplendorosa Era el día 21 de Noviembre de 1985. El reloj de su casa marcaba las nueve. Era el fin. El fin de una vida humana, terrena y el comienzo de otra en la que desaparecido el hombre, la obra, lejos de ataduras humanas, brillaba con toda su fuerza y con toda su trascendencia. Kristian Krekovic había entrado, por derecho propio, en el reino de la inmortalidad. Perfil Humano de Kristian Krekovic Kristian Krekovic resulta tan interesante como hombre que como artista. A la grandeza de sus obras pictóricas hay que añadir la bondad de su persona. Kristian Krekovic era un hombre bueno, en el sentido que Antonio Machado dio a esa palabra. Los que tuvimos el placer de conocerle sabemos de su bondad innata, que se apreciaba al contemplar ese rostro suyo, sobre el que se dibujaba siempre una alegre sonrisa. Esa condición de hombre bueno, es la que le caracterizaba más profundamente y la que le dio esa manera de ser tan grata a todos los que le trataron. Esa condición personal y de carácter, posibilitaba todas las facetas que, como hombre, le caracterizaban: amor, generosidad, humildad y simpatía. Kristian Krekovic amaba a todos los hombres y tendía hacia ellos siempre su mano bienhechora. Esa misma manera de tratar a los indios del Perú, ya dice de cómo entendía el amor hacia los demás. El artista gustaba de hacerse útil y gustaba de que todos los hombres fueran tratados con la dignidad y consideración que merece toda persona humana y como corolario de ese amor, la paz. La Paz con mayúscula a través de la cual el hombre se dignifica y los valores humanos alcanzan el nivel deseado. Podríamos decir que Kristian Krekovic fue en esto un auténtico defensor de los derechos del hombre, fruto de ese humanismo cristiano que impregnó todo su ser, y que configuró su actuación a lo largo de toda su vida. Sus vivencias personales, su acusado sentido de la estética y su formación 27 humanística, hicieron posible las obras que en este sentido proyectó aunque solo pudo llevarlas en parte a cabo. El ambicioso proyecto de estas obras —el Pangeion, el Pantepion y la Academia, entre otros— escapan a lo que podía hacer un hombre solo y una vida. Todo ello, sin embargo, dirigido a esa preocupación primera: el amor a sus semejantes que, en último término, no es sino amor a la humanidad. El llamamiento que lanzó en el libro Nueva Era bajo el título de “La fraternidad humana universal” —llamamiento que publicamos en otra parte de este libro— habla por sí solo. Otro distintivo de su carácter, era la laboriosidad. Krekovic fue un trabajador incansable. Un trabajador nato. Se levantaba muy temprano y disponía del trabajo del día para aprovecharlo hasta el máximo. “Me aburre —dijo en cierta ocasión— que los días sean tan cortos para trabajar. Yo me levanto a las 4 de la mañana, pero no empiezo a pintar hasta las 8, cuando hay luz, mucha luz”. El hábito de trabajo no le abandonó nunca. Cumplidos ya los 80 seguía haciendo la misma vida de siempre, levantándose muy de mañana y trabajando todo el día sin apenas descansar. Las obras por él emprendidas no hubieran sido posibles, de no haber permanecido fiel a ese sentido de la responsabilidad en el trabajo, que fue una característica acentuada suya. La producción peruana por una parte —compuesta por obras de gran tamaño— y los cuadros murales que en otros aspectos y en otros temas llevó a cabo, hablan más que elocuentemente de ese amor al trabajo. Estas facetas, sobresalientes en Kristian Krekovic, se traslucen y se hacen patentes en la obra pictórica por él creada. De ahí su sentido y su significación. Humanamente, Kristian Krekovic era un hombre de regular estatura y de complexión fuerte —como “un pedazo de regias y altas montañas de Bosnia”, al decir del escritor croata Dusko Jelevic— amable, atento, servicial. Hombre de pocas palabras le gustaba pasar desapercibido y desdeñaba agasajos y honores. Diríase que los repelía. Cuando se veía obligado a protagonizar un acto importante —como la inauguración por S.M. la Reina Doña Sofía del nuevo Museo— se le veía como si aquello no friera con él. Su humildad le obligaba a no hacer ostentación de ninguna clase. Su hablar a media voz, que tanto gustaba a aquel gran escritor que fue Benjamín Farnés, ayudaba a que esta humildad fuera todavía mayor. 28 Segunda Parte: La Obra Venus índia. 29 Técnica y Espíritu Toda obra de arte, para ser completa, debe estudiarse en dos aspectos: técnica y espíritu. La técnica es imprescindible para que la obra de arte resulte perfecta. Pero la técnica, únicamente, no basta. Es necesario el espíritu. La técnica sola convierte a la obra de arte en algo correcto, casi perfecto, pero mecánico y deshumanizado. Hace falta el espíritu que le infunda el hálito necesario para que lo que es simple oficio se convierta en obra perfecta. En Krekovic estos dos aspectos se presentan unidos formando un bello y armonioso conjunto. No se puede hablar de uno y otro indistintamente. Las obras de Krekovic constituyen un alarde de técnica, no solo en la concepción, sino también en su ejecución. Telas de 4 metros como son a título de ejemplo, El Cid Campeador o Moisés, necesitan de una técnica acabada y perfecta. No es posible emprender obras de esta envergadura material y de concepto, si no se está en posesión de una técnica acabada. Y, al mismo tiempo, es necesario dotar este armazón, que la técnica proporciona y hace posible, de un espíritu que lo vivifique. Observando las obras de nuestro pintor, salta a la vista la presencia de estos dos factores que, al contemplarse, hacen posible la obra de arte. Esto es esencial. Lo demás —escuela, tendencia, estilo,— es accesorio. Lo importante es la idea. La realización, en posesión de una técnica precisa y adecuada, es simple corolario de aquella. El pintor lo ha dicho: “Lo que cuesta es el pensar, dar con el motivo. Luego, el pintar es fácil”. Y en cuanto a la técnica, a la escuela, el pintor ha sido explícito: “Contemplad la obra y no preguntéis a que escuela pertenece. Si llega a interesaros, tanto mejor para mí”. Y tenía razón. En Krekovic no podemos dedicarnos a estudiar escuelas o tendencias. Porque en el mundo pictórico de Krekovic, están representadas todas las escuelas y todas las tendencias. Partiendo de la doble clasificaci6n de pintura figurativa y figura abstracta, es obvio que Krekovic pertenece a la primera clasificación, sin que por ello desdeñe a los pintores que han hecho de la abstracción su meta y su objetivo. Refiriéndose a la pintura abstracta, su juicio es de una ecuanimidad y de una responsabilidad manifiesta. Dice así: “Que cada cual exprese su emoción de lo que ve y de lo que siente según su temperamento. Yo respeto profundamente toda clase de pintura, porque veo en ella la sinceridad emotiva del que la vivió y la hizo”. Esa manera de ver y de juzgar, le redime de toda sujeci6n a escuelas y tendencias. Sin embargo, Krekovic, dentro de la corriente figurativa, muestra elementos propios de distinta escuela, si bien debemos considerarla como un exponente fiel de un realismo expresionista, en el que aparecen muestras más que elocuentes de un 30 Krekovic dibujando en Venecia. hiperrealismo comedido, en especial, en lo que hace referencia a las telas, alhajas y otros objetos de adorno. Por lo demás, su pintura es una muestra viva y operante, adecuada a los temas que su paleta aprisiona. Así le vemos hiriente, fuerte, valiente y optimista en un Cid Campeador, en un Jaime I o en un Moisés, sin contar 31 Moisés, sin contar las varoniles y erguidas testas de un Manco Capac o la de cualquier jefe de los indios peruanos. Y, por contraste, se nos aparece doliente, triste y desencajado, cuando nos muestra escenas del Éxodo o las no menos angustiosas de los “Desplazados” en busca de un rincón donde vivir en paz. La paleta de Kristian Krekovic como la de un maestro, está capacitada para transmitirnos toda clase de sentimientos y toda dase de ambientes y situaciones. Tanto por lo que respecta a la estructura de la obra como a su realización y enfoque, Kristian Krekovic se presenta como un maestro del arte de la pintura, cuya obra marca un momento en la historia de este arte en los últimos tiempos. Por eso podrá decir, a propósito de estas distintas interpretaciones y de esos distintos enfoques estructurales y de realización, estas palabras de un marcado carácter pedagógico: “a ml me inspira todo. Cualquier cosa, cualquier minucia, puede ser obra de arte: se trata de dar calidad a la pintura. Es cuestión de maestría”. Exacto. Cuestión de maestría que, en el fondo, no es sino una cuestión de técnica y una cuestión de espíritu. En último término, de sensibilidad. Artista ciclópeo y monumental Faceta destacada dentro de la obra pictórica conjunta de Kristian Krekovic, es la grandiosidad, la monumentalidad y el tamaño de sus cuadros. Krekovic no es un pintor de caballete. A nuestro pintor hay que definirlo como pintor muralista. Tanto si pinta murales propiamente dichos —los que ocupan buena parte de las paredes del museo— como si pinta telas que por su tamaño pueden calificarse de murales. Podría decirse, que la mayoría de los cuadros pintados por Krekovic, son auténticos murales, tanto por su tamaño como por su concepción y enfoque. Ya se sabe que no es lo mismo pintar un mural que un cuadro normal y corriente. Entre unos y otros, existe una gran diferencia. Porque aparte de las medidas, hay que considerar el enfoque y el tratamiento pictórico en el que entran a partes iguales la estructura formal y el valor de la pincelada. De todo ello da muestras más que elocuentes la obra Krekoviana. Cualquiera de sus telas — de casi todas sus telas para ser más exactos— aún sin serlo, puede convertirse en mural si se la acopla a un espacio que concuerde con el tamaño del cuadro. De todas maneras, a más de lo dicho, Krekovic realizó auténticos murales pintados ex-profeso y de acuerdo con unas medidas y con una temática 32 previamente elegidas. Destacan de entre todos ellos, los que realizó en Belgrado, la capital de Yugoeslavia, y que pueden contemplarse en los ministerios de Agricultura y de Comercio, en el Parlamento y en el Banco Hipotecario de esa ciudad. Interesantes son, también, por el motivo y adecuado emplazamiento, los que realizó en el edificio Allgot, en Bora (Suecia), y los que adornan las paredes del Castillo del Conde de Argenté en París. Esta faceta de Krekovic, por lo que a la pintura mural se refiere, no constituye sólo un aspecto de su obra, sino que, podríamos decir, es el elemento principal de la misma. No se concibe a Krekovic de otra manera, ni creo que pudiera, dado su carácter, su empuje y su vitalidad, pintar de otra forma. La grandiosidad, la monumentalidad y el sentido de lo ciclópeo, fluye a lo largo de toda su obra pictórica. El paralelo que en ese aspecto se ha indicado con el coloso del Renacimiento, el gran Miguel Ángel, es un paralelo real, efectivo. Kristian Krekovic retratista Una de las facetas que vale la pena estudiar detenidamente en este pintor, es la que hace referencia a su condición de retratista. Por lo que tiene de especialidad dentro del arte de la pintura, y por lo que tiene de significación, dentro del aspecto crematístico de la obra de arte. Hay que destacar este hecho, ya que Krekovic no se dedicó nunca a vender sus cuadros. Solo vendía los retratos. Sus palabras a este respecto son significativas: “Vivo de los retratos que hago para la gente de dinero. Mi obra artística no la vendo por ningún dinero del mundo”. Y en otra parte: “Yo no vendo mis cuadros. Solo me basta la honda satisfacción de haberlos creado”. Esta declaración es taxativa y la cumplió durante toda su vida. Kristian Krekovic es un magnífico retratista y esta cualidad es lo que hizo posible el que trasladara a la tela importantes personajes de la realeza, de la aristocracia, de la política y de la cultura. Son numerosos los retratos que hizo y cuya enumeración nos llevarla muchas páginas. Puede decirse que todo lo que Krekovic realizó durante su estancia en el Perú —viajes, telas, transportes, manutención, etcétera— pudo hacerlo gracias al dinero que ganó con sus retratos. Y gracias a estos ingresos, pudo llevar a cabo toda su obra. La preocupación por el retrato surgi6 ya en su juventud. El mismo nos lo cuenta en una conversación sostenida con Inge Möller —escritora peruana, hija de padre alemán y de madre colombiana y actualmente trabajando en 33 la ONU-, la cual hizo su tesis doctoral sobre la obra pictórica de Krekovic y en ella cuenta que, siendo todavía el pintor un niño de ocho años, hizo un retrato a un tío suyo con solo verlo pasar por delante de su casa. Luego, durante sus estudios en Viena y París, el retrato ocupó un lugar importante en sus trabajos estudiantiles. Esta preocupación y este estudio hicieron posible el que Kristian Krekovic haya alcanzado como retratista un lugar destacado. Si la grandiosidad y monumentalidad de los cuadros dedicados al Perú y a otros temas —España, Mallorca, personajes históricos, etc.— no hubieran asombrado a críticos y comentaristas y solo se hubiera limitado a su condición de retratista, habría pasado a la historia de la pintura como uno de los más destacados. Durante su estancia en París y en Ginebra, realizó muchos retratos. Algunos de personajes ilustres. Figuran entre ellos el Rey Gustavo V de Suecia, pintado cuando el monarca sueco había cumplido los noventa años; el de la Reina María de Inglaterra, que según palabras del mismo Krekovic pintó en unas pocas sesiones y por el que le pagaron la suma de 60.000 francos; el del Rey Alejandro de Yugoeslavia, juntamente con los miembros de la familia real; el de la Reina María de Rumania; el del político, filósofo y escritor hindú Mahatma Gandhi, que fue amigo personal de Kristian, y de quien ha dicho su esposa Sina, que fue el “último santo que hemos tenido”; el del escritor sueco Axel Munthe, famoso autor del libro La historia de San Michel, el gran éxito literario de la década de los treinta, etcétera. Otros muchos retratos coronan la vida del pintor, lo que le permitió dedicarse a su obra de creación, lejos de preocupaciones económicas de ninguna clase. Los que dedicó a su padre —cuadro que figura en el Museo Krekovic— y a su amigo el sueco August Schmitz, son un ejemplo de este tipo de retrato, en el que al parecido del retratado se une una ejecución fresca, limpia, justa y precisa, no exenta de sensibilidad y poesía. Unos de los últimos retratos realizados por el artista fueron, sin duda los de los Reyes de España, Don Juan Carlos y Doña Sofía. Cuando la Reina, el día de la inauguración del actual museo, contempló en el estudio del artista dichos retratos, mostró su complacencia, felicitando efusivamente al artista. Dentro del género del retrato, hay que considerar, por lo que tienen de especial significación, los que dedicó a los personajes que con su aportación económica hicieron posible la construcción del actual Museo Krekovic. Estos retratos, de una factura impecable, cuya testa surge como recortada dentro de un fondo de Oro, lo que da al cuadro una riqueza singular, se hallan expuestos en el Salón Dorado, como homenaje a los que mostraron su amor y su interés por la obra de nuestro pintor. 34 Junto a estos retratos, en los que el personaje se nos muestra en toda la exactitud de sus facciones y en todo el espíritu y la sensibilidad que le caracterizan, hay que situar otros muchos cuadros, que si bien no son considerados como retratos en el estricto sentido en que concebirnos a este género, merecen ser tenidos en consideración como retratos en sentido amplio. Nos referirnos a los retratos de personajes históricos, trazados con la grandeza y monumentalidad a que Krekovic nos tiene acostumbrados, y dotados de un espíritu de observación y de un rigorismo histórico considerable. Puede decirse que el pincel de Kristian Krekovic, abierto a todo lo que supone espiritualidad ha querido incorporar a su obra la representación gráfica de aquellos personajes que, con su esfuerzo, han contribuido al progreso de la Humanidad. Y ello trazado de forma ciclópea y monumental. Porque de forma ciclópea y monumental hay que tratar a personajes tan representativos como fueron Atila y Confucio, Miguel Ángel y Beethoven, Lincoln y Lao-Tse, El Cid Campeador y Jaime I el Conquistador, Cristóbal Colón y Manco Capac. Personajes, todos ellos, que han recibido de Krekovic un tratamiento que nos permite identificarnos con su obra, que los ha destacado del común de los mortales. A la ejecución lograda se une un laborioso trabajo de reconstrucción histórica, lo que nos proporciona una ambientación perfecta. La faceta de Kristian Krekovic como retratista, participa de la maestría de los grandes cultivadores del género. Consciente de lo que este representa, y de la dificultad que supone plasmar en la tela la personalidad de los personajes históricos. Todo un acierto que demuestra la gran sensibilidad del artista. Sus raíces Croatas Kristian Krekovic es ante todo, un croata. Croata de nacimiento y croata de espíritu. Incluso después de nacionalizarse en el Perú, debido a razones externas a su condición de croata —el exilio—, se definió siempre como pintor “croata-peruano”, anteponiendo al título de su nueva nacionalidad, el de sus auténticas e indestructibles raíces. Esta manera de ser, esta manera de entender sus raíces, le llevó a una interpretación de la vida — interpretación extensiva al arte— cuya auténtica raíz debemos situar en la tierra natal del pintor. El hecho de que sus ascendientes sean todos ellos croatas por los cuatro costados y que el espíritu de Croacia permanezca vivo e inalterable, pese a las vicisitudes pasadas a lo largo de la historia, explica 35 vicisitudes pasadas a lo largo de la historia, explica este sedimento históricogeográfico que configuran una vida y una actuación. Desde este punto de vista, el croatismo de Kristian Krekovic no puede ponerse en duda. Dejando a un lado estas razones geográficas e históricas, toda vez que Croacia ha pasado por diversas situaciones en las que su configuración externa ha cambiado, hay que decir que la raíz, el sustrato, sigue siendo el mismo. Porque tan croatas han sido los hombres de esta tierra, cuando Croacia formaba parte del Imperio Austro-Húngaro, como cuando diluida forma parte de la Yugoeslavia actual. El Croata, tanto si goza de plenos reconocimientos históricos, como si les acallan y recortan estos reconocimientos, seguirá siendo siempre el mismo, con su idioma, sus costumbres, su idéntica e inalterable raíz. Eso puede verse en las publicaciones —libros, diarios, revistas— que, en lengua croata, alimentan el espíritu de una raza extendida, víctima de un exilio obligado, en todo el mundo. Kristian Krekovic no fue, en esto, una excepción. Es más, puede decirse que Croacia estuvo siempre metida en lo más profundo de su corazón. No es casualidad que los tres grandes amores que conformaron su vida y su actuación fueran Croacia, la civilización peruano-española, y lo que él llamaba Nuevo Renacimiento de la Federación Mundial. Estos tres amores, por los que luchó a lo largo de su existencia, delimitaron su actuación, y dieron forma y estilo a su producción pictórica. De Croacia son sus líneas interpretativas fundamentales, su bagaje cultural europeo, su necesidad de afirmar una raza y una nacionalidad. Como expresión de ese cromatismo es, de manera fundamental, el hablar el croata con su mujer, la cual, siendo francesa, llegó a hablar el croata a la perfección. Este sentimiento no le abandonó jamás. Por lo que a este respecto se refiere, y dentro de las realizaciones pictóricas expresivas de estos tres amores apuntados, Krekovic tenía el proyecto referido a la nación croata, de crear tres obras que comprendieran todo el proceso nacional de este país. Eran estos proyectos el Palacio de los Reyes Nacionales croatas, el Panteón de los croatas y el Museo Arqueológico croata. Comprendía el primero de ellos la erección, en el interior del palacio real de Zagreb, de una estatua dedicada al primer rey croata Tomislav, elegido rey de Croacia en el siglo X, y a su alrededor, la efigie de los sesenta y dos reyes que ocuparon el trono de Croacia a lo largo de las sucesivas dinastías reinantes. El segundo hacía referencia a la creación de un panteón, al estilo de los existentes en numerosos países, dedicado a los hombres célebres que ha dado la nación croata y en el que figurarían escritores, artistas, políticos, hombres de ciencia y todo aquel que haya dado 36 artistas, políticos, hombres de ciencia y todo aquel que haya dado brillo y prez a Croacia. Este panteón debla construirse en el parque central de Zagreb, junto al río Sava, y rodeado de cuatro estatuas ecuestres. Y el tercero, que se situarla en una de las grutas naturales existentes en la montaña de Vebelit, estarla formado por todas aquellas lápidas con inscripciones referidas a la historia y al arte croata y que formaban lo que Krekovic llamaba el Museo Arqueológico croata. Estas preocupaciones y estos proyectos hablan de sus innegables e irrenunciables raíces croatas. Raíces que puso de manifiesto a lo largo de toda su existencia y de las que dio muestras inequívocas con su vida y su obra. Los retratos de sus familiares, en especial el de su padre, auténtico ejemplo del arte centroeuropeo, y las testas que hacen referencia a los hombres y mujeres de su tierra, hablan más que elocuentemente de esas raíces que él cuidó de que no desaparecieran. Las cuidó, las cultivó, las mimó y procuró que el paso del tiempo no borrara sus huellas. El fabuloso mundo del Perú Como ya se ha indicado en otra parte de este libro, la exposición que, en 1928, realizó en el Museo del Trocadero —hoy Museo del Hombre— de París, el arquc6logo peruano Julio C. Tello, de telas halladas en las tumbas de Paracas, llevó a Krekovic al Perú. Y en este país, al conocimiento, a la admiración y a! estudio de lo que él llama el “fabuloso mundo” del Perú. Fabuloso por lo que supuso de fábula, casi de irrealidad. Ese mundo fabuloso que se abrió ante él, supuso un cambio radical en su vida y supuso, a su vez, adentrarse —artística, cultural y etnográficamente— en las culturas que florecieron en la América Precolombina y que formaron las civilizaciones Preincaica e Incaica propiamente dicha. Dentro de cada una de ellas, Krekovic estudió sus características especiales y conoció su proceso evolutivo, su historia y su Arte. Su labor, en este sentido, fue exhaustiva. A su labor investigadora unió la realizada sobre el terreno. Ya se ha dicho que se internó en las montañas del Perú y estudió las distintas razas, sus usos, sus costumbres, sus vivencias, y las trasladó a la tela, con toda la fuerza y grandiosidad de que hace gala en sus obras. Orgía cromática que halla su máxima expresión en el estudio, pictóricamente hablando, de todos aquellos elementos tan gratos al artista: vestidos, joyas, armas, instrumentos musicales, etcétera. Diríase que Krekovic se recrea ante estos elementos y les dedica toda su atención. Una plasmación tan perfecta y tan meticulosa, 37 tan realista constituye todo un trabajo de orfebrería. El artista se siente testigo de la historia menuda, de la historia de cada día, la cotidiana, y que en el fondo, es necesaria para conocer la historia en toda su dimensión. A través de estos estudios que podríamos calificar de etnológicos, si el espíritu no los envolviera y los elevara hacia esferas más altas y más trascendentes, conocemos la historia profunda —la intrahistoria de que nos habla Unamuno— de esos pueblos y de esas razas cuya manera de ser constituye para el hombre europeo —para el hombre nacido y formado en la civilización occidental— un misterio insondable. Krekovic penetró en ese misterio que envuelve la vida de los indios y se hizo como ellos, con el fin de poder estudiarlos más ampliamente y conocerlos mejor. Tanto es así, que los mismos indios le consideraban como un indio más; y hasta llegaron a creer que era un Inca reencarnado. Los Indios decían: —Tú eres el Viracocha. El Inca te ha enviado para glorificar nuestra raza. Gracias a esta posibilidad pudo penetrar en su propia alma, en su propio espíritu y trasladarlos a la tela con toda la grandeza de una raza pura y no contaminada. La preocupación pictórica de Kristian Krekovic, por lo que a la captación de tipos humanos se refiere, se centra en esas razas que, aunque diezmadas viven todavía en lo alto de las montañas, entre Perú y Bolivia, a unas altitudes que oscilan entre los 3.000 y 4.000 metros. Esa vida agreste, descarnada y vital al mismo tiempo ha hecho posible el que estas razas, conserven todavía su pureza primitiva. Gentes pacíficas por naturaleza se entregaron fácilmente a Krekovic y a su esposa Sina, y les ayudaron en la tarca que ellos hablan emprendido. A propósito de la forma en que fueron recibidos por los indígenas, Sina comentaba que, de haberse encontrado con razas sanguinarias, la aventura iniciada habría terminado antes de empezar, ya que no llevaban más armas que un simple cuchillo para pelar patatas. La bondad de estas razas y la manera como el pintor y su esposa se entregaron a ellos, hizo posible el que ahora tengamos, a nuestro alcance la historia gráfica de estos pueblos primitivos. La obra peruana de Krekovic se divide en tres partes: Civilización PreIncaica, Civilización Incaica y Civilización Española. De cada una de estas partes —de estos estadios, mejor— el artista nos da una justa y precisa documentación gráfica, que ayuda a comprender la raíz y la razón de este fabuloso Perú: el pasado precolombino y el presente surgido a raíz de la conquista y posterior colonización. En todos ellos, la nota viva y palpitante, y en todos ellos, también, el documento histórico a través de la imagen queda fuertemente grabado en nuestro ánimo. Así surgen ante nuestros ojos 38 histórico a través de la imagen queda fuertemente grabado en nuestro ánirno. Así surgen ante nuestros ojos las variadas civilizaciones preincaicas —Chavin, Paracas, Nazca, Mochica, Tiahuanaco, Chimú, Pachacamac, Lambayeque, Ancó, Chancay— que han dejado, a lo largo de los siglos la impronta de su paso. Y tras ellos el esplendor del Imperio de los Incas, con sus dos focos importantes de cultura, el Machu-Pichu y Cuzco. Si el primer foco es hoy una ciudad muerta, a la que no llegaron nunca los españoles, y completamente desconocida por el hombre europeo, hasta 1911, en que Hiram Ringham la descubrió, el segundo es una ciudad viva a la que se unió la huella española a partir del momento mismo de la conquista, siendo un ejemplo vivo de esa conjunción de lo español con lo indígena y constituyendo a la vez un museo vivo de estas dos culturas que lo hicieron posible, la Incaica y la colonial. Como dato elocuente diremos que Krekovic visitó la ciudad de Cuzco en numerosas ocasiones. El diario El Comercio de Cuzco, en su edición del 8 de Junio de 1959, señala que el pintor ha visitado la ciudad ya en cinco ocasiones. Ello explica la concesión de la medalla de Oro de la ciudad, por el Ayuntamiento cuzqueño, hecho que, como ya se ha indicado, ocurrió en 1966. Toda esa labor —toda esa empresa, mejor— la realizó el artista sin subvención de ninguna clase. A las dificultades en el terreno artístico, se unían las derivadas de la cuestión económica. Realizar obras de este tipo, de grandes proporciones y en escenarios de difícil acceso, suponía no solo un desgaste físico, sino también una financiación considerable. Krekovic, ganado para siempre por su “fabuloso Perú”, no regateó esfuerzos de ninguna clase para llevar a cabo su tarea: la de dar testimonio de una raza y de una empresa colonizadora. El resultado no pudo ser otro que el que Krekovic nos ha dejado. Un resultado feliz, magnifico y esplendente. La herencia española Krekovic no podía olvidar lo que hizo posible ese maravilloso presente del Perú. Y sus miradas se dirigieron a lo que es y constituye la auténtica raíz de todo este fascinante mundo: España. Y, consecuentemente, la obra de España en América. La obra de conquistadores y colonizadores, la obra de artistas y literatos, de hombres de ciencia y de hombres de religión. Junto al Indio, el Español. Junto a tipos aborígenes, el tipo esforzado y valiente del conquistador español, llegado de las áridas tierras castellanas o extremeñas, de las soleadas tierras andaluzas o de las abruptas tierras del Norte. 39 Krekovic ha plasmado en la tela lo que la realidad hizo posible: la unión de dos pueblos que se fundieron en una misma sangre y en un mismo espíritu. Sangre española mezclada con sangre india y viejas supersticiones humanizadas por la doctrina del crucificado. En los lienzos de Krekovic puede verse todo este momento de la Historia de América. Elocuente es a ese respecto, la tela que representa al conquistador, cargado con todos sus pertrechos guerreros y portando sobre sus espaldas a la joven india que convertirá más tarde en su esposa. La huella de España se le presentó con toda la fuerza y la atención de la clave de lo que sus ojos hablan visto con el continente americano. Y la historia de España fue estudiada con tesón, admirando a sus hombres y a sus gentes. Las personalidades y el pueblo llano. Y así surgen una serie de telas que quieren ser su tributo a la nación española, creadora de naciones, y que hizo posible incorporar a la civilización occidental, todo un mundo nuevo y desconocido. Así surgen las testas de los reyes forjadores de la gran empresa americana —Isabel la Católica, Carlos V, etcétera—, como surgen las de aquellos que hicieron posible la nación española. La figura de Rodrigo Díaz de Vivar, el “Cid Campeador”, es una de las primeras que atraen la atención del artista. En su deseo de trasladarlo a la tela de acuerdo con la más exacta realidad histórica posible, se traslada a Madrid para entrevistarse con la figura procer de Don Ramón Menéndez Pidal, que dedicó toda su vida a estudiar el famoso Poema del Mío Cid y cuyo libro La España del Cid, encierra todo lo que de ese personaje puede saberse. El resultado es una tela de cuatro metros en la que el hombre de combate, el “buen vasallo si hubiese buen señor", símbolo de la esencia española, se presenta ataviado con todos los atributos de un batallador de su tiempo. La historia de España —y por lo tanto, la herencia española— no se limita a esta figura, sino que se hace extensiva a otros personajes igualmente claves de esta historia. Y es el almirante de la Mar Océana, el gran Cristóbal Colon, descubridor del Nuevo Mundo, al que presenta como un hombre visionario, puesta la mirada en ese punto lejano que se presiente al otro lado del Mar Tenebroso, un mar que nadie habla osado atravesar. Su figura habla de anhelos, de deseos largo tiempo acariciados, de esperas y dilaciones propias de la época y de lo inverosímil e increíble de la empresa perseguida. La herencia española, de la que Kristian Krekovic se siente solidario, sigue presente en su espíritu y en su pincel. De su paleta surgen nuevos motivos de captación y nuevos enfoques. Lo que comenzó siendo una atención hacia unas telas y un colorido, se convirtió en una pasión hacia un 40 pueblo primitivo —el pueblo de los Incas— y hacia una nación que supo ganarlo e infundirle nueva savia vivificadora. Un proyecto largamente acariciado, y que hace referencia a esa herencia española, es el de trasladar a la tela las visiones de las distintas tierras de España, a través de sus respectivos trajes regionales. Aparte de las que titula las Baleáricas, referidas a las Islas Baleares, hay que reseñar las que hacen referencia a Mallorca, Galicia, Cataluña, Segovia, Valencia, Murcia, Zamora, Cáceres, Ávila, Salamanca y Canarias, sin olvidar a la clásica lagarterana que resume y compendia ese tablado de la riqueza folklórica española. Apenas iniciado el dedicado a las Canarias, la muerte truncó la posibilidad de llevar a feliz término esa idea que hablaba, a su vez del cariño, la simpatía y la admiración que profesó a España. Proyección internacional La obra americana y su interpretación del fabuloso Perú, le abrió las puertas de la fama y del reconocimiento internacional. A raíz de las exposiciones realizadas en América y en Europa —exposiciones patrocinadas por el gobierno peruano— el nombre de Krekovic saltó al primer plano de la actividad artística internacional. La aparición de una obra como la suya, distinta a las demás por el tema y por la técnica empleada, llamó la atención de público, crítica y comentaristas. Críticos americanos y europeos dedicaron a Kristian Krekovic y a su obra los mejores elogios. Todos ellos se hicieron eco de la originalidad del tema —los pintores que hablan tratado el tema indiano no hablan alcanzado la fuerza, la vivacidad y la riqueza de colorido de nuestro artista— y de manera particular el buen hacer de que hace gala Krekovic en estos cuadros. Y en todos estos elogios también se destaca la forma como el artista ha captado no sólo la realidad de unos tipos y de unas escenas, sino el espíritu que iota por encima de los actos puramente materiales, dando un sentido y una significación a los temas tratados. Si unimos a esto la proyección de los retratos hechos a personajes reales —de los que hemos hablado al tratar al pintor como retratista— tendremos explicado el porqué de esta proyección internacional de que disfruto y disfruta su obra. El arte de Kristian Krekovic ha entrado a formar parte por derecho propio, del acervo común al arte de todos los tiempos. Las palabras que le dedicó aquel gran crítico de arte que fue Camille Mauclair — "Es uno de los más grandes pintores de todos los tiempos” — autor f eliz del libro 41 La farsa del arte viviente, vademécum de los críticos de arte de nuestro tiempo, y de aquella obra tan grata a los españoles La espléndida y áspera España, habla por sí sola del valor de una obra y de su posterior proyección internacional. Proyección que, a medida que transcurre el tiempo, adquiere una mayor y más profunda realidad. Entre los críticos y comentaristas que se han ocupado de su obra y cuyos juicios se reproducen en otra parte de este libro, citaremos, aparte de la relevante figura de Camille Mauclair, entre los extranjeros a J.L. Laurens, Jehan Vellard, Florence Berryman, Tomás Beggs, Dorothy Grafly, Walter Baum, Anna W. Olmsted, F. Lience Basil, Jean Hervieu y Robert L. Voorhees. Y entre los de habla española, citaremos a Juan Antonio Lavalle y J. Rovira Fors, José Prados López, Federico Galindo, Luis Gil Fillol, Felipe Sassone, Ramón Loy, José Francés, M. Sánchez Camargo, Manuel Vegas Castillo, Ernesto Foye, A. del Castillo, Ángel Marsá, Juan Cortés y L. Figuerola-Ferretti. La tragedia del hombre Kristian Krekovic, formado en el humanismo cristiano, siente en lo más profundo de su ser todo lo que hace referencia a! hombre. Y de una manera especial, a la tragedia que envuelve a ese mismo ser. El artista ha sido testigo de esa tragedia con ocasión de la I Guerra Mundial, y ha experimentado en sus propias carnes el horror que todo aquello supuso. Como buen humanista, nada humano le es ajeno, y como buen humanista, también todo lo que se refiere al hombre es como si se refiriese a su persona. Esa concepción humanística que tiene su entronque en el arte y en la Literatura, halla su plasmación, a su vez, en el hombre como ser vivo y como elemento básico, celular de toda sociedad humana. Ante esta situación, a! artista que hay en Krekovic se une al humanista y plasma, en dos telas harto significativas, esa tragedia del hombre de nuestro tiempo. Se titulan Éxodo del siglo XX y Personas desplazadas. En esas dos obras aparece, en toda su amplitud, lo que podríamos llamar la tragedia de nuestro siglo, surgida a raíz de la I Gran Guerra Mundial. Krekovic, que ha vivido los avatares de esta guerra y las consecuencias que de ella se derivaron, ha trasladado a la tela esa tragedia. Y lo ha hecho con la fuerza de haber sido víctima de ella. Éxodo del siglo XX y Personas desplazadas son dos telas que marcan, dentro la temática conjunta de Kristian Krekovic, lo que podríamos llamar 42 un momento de reflexión. Un momento en el que el artista, lejos de encerrarse en su torre de marfil, aporta su grano de arena a la lucha contra esa tragedia. Estos cuadros, son testimonio vivo de lo que Europa soportó a lo largo de esta centuria, y que supuso una dura prueba para todos. Y, de una manera especial, para todos aquéllos que fueron víctimas directas de esta tragedia que el mismo hombre desencadenó. El hecho mismo de que en el cuadro Éxodo del siglo XX figuren, dentro de la carreta donde huyen atemorizadas las gentes en busca de un lugar seguro, los retratos del pintor y de su esposa, indica su vinculación a este mundo triste de la vida de millones de seres indefensos. El otro cuadro, Personas desplazadas, nos muestra a un grupo de personas —niños, jóvenes y ancianos— ansiosas ante el mostrador de una oficina improvisada, en espera de una documentación que les permita legalmente vivir. La poca atención que la encargada de la oficina presta a los que se agolpan ante ella, acentúa más el desvalimiento de estos seres víctimas de la tragedia. Dentro del panorama que Europa ofrecía al final de la contienda, estos dos cuadros de Krekovic constituyen una llamada de alerta, un aviso ante futuras conflagraciones de este tipo, y un ejemplo vivo de lo que no deberla ocurrir nunca más. La labor de Kristian Krekovic en este sentido, dejando a un lado el valor artístico de estos dos cuadros, es digna de agradecimiento. Por lo que tiene de reflejo de una realidad insoslayable y por lo que tiene de testimonio ante las generaciones futuras. “El éxodo del siglo XX”. En el cuadro figuran el artista y su esposa. 43 La Nueva Era Corolario obligado de la Tragedia del hombre, es lo que Kristian Krekovic llama la Nueva Era. Proyecto ambicioso y quimérico que, sin embargo, habla de una idea que baila en su mente y que no es otra cosa que el bienestar de la humanidad. Toda su vida, tanto artística como humanamente hablando, estuvo presidida por lo que podríamos llamar sus tres grandes amores, y que constituyeron el móvil de toda su actuación. Fueron estos, su preocupación por su pueblo de origen —Croacia—, por su pueblo de adopción —Perú y, por extensión, España— y por lo que él llamó Nuevo Renacimiento de la Federación Mundial, que no es otra cosa que esa Nueva Era que el tanto ansiaba. Con el fin de hacer posible esta idea humanitaria, Krekovic lanzó a! mundo un llamamiento. Este llamamiento, redactado en cuatro lenguas, — Español, Alemán, Francés e Inglés— dice así: “La vida en nuestro superpoblado planeta está en grave peligro. Sus riquezas vitales se acercan a su inevitable fin”. “Urge una educación pacificadora de la juventud en todos los continentes, en el espíritu de la no-violencia, de la justicia social, de la paz, de la belleza, del amor y de la tolerancia entre todos los hombres, sin distinción de razas, creencias, lengua, sexo o color”. “Pronto se hallará el hombre en una encrucijada. Un camino conduce a la catástrofe, el caos y la confusión moral y material; el otro, que es un renacimiento universal, lleva a su salvación, al que se llega únicamente con sanas ideas y nuevos esfuerzos espirituales y sacrificios materiales”. “Feliz el mundo que vivirá en la paz del nuevo renacimiento, sin miedo ni tiranías, en el que se viva según la ley suprema de todas las leyes, las que enseñaron Confucio y Cristo: “No hagas a los demás lo que no quieres que hagan contigo". “Con esta ley se lograría la sabiduría, la moderación, la bondad, el orden y la paz en el futuro de los tiempos, si la ciega política inconsciente y la bomba atómica nos da tiempo suficiente para llegar a la nueva era de la fraternidad humana universal”. -Esta idea —o mejor, este ideal— necesita de elementos materiales para hacerla realidad. Toda idea, por abstracta que sea, necesita del soporte de la material para hacerse sensible. La materia, en este caso, son los proyectos arquitectónicos necesarios e imprescindibles para que esta idea tome cuerpo. Son estos, la Academia, El Pangeión y el Pantempión. Tres proyectos arquitectónicos ambiciosos y casi irrealizables, diseñados por el mismo Krekovic. Proyectos que desaparecieron en 1940 a raíz del bombardeo que destruyó todas sus obras, obligándole a comenzar de nuevo. 44 Estos proyectos, son la plasmación de la idea primitiva y, de llevarse a la práctica, habrían contribuido en parte a la ansiada paz mundial. La Academia, viene a ser el crisol donde se fundirán los hombres que van a formar la Nueva Era. En ella se contará con todos aquellos elementos que puedan contribuir a una mayor formación: Biblioteca, Museo, Auditorium para conferencias y conciertos, amén de las aulas necesarias para impartir las clases. A la Academia acudirán aquellos hombres y mujeres a los cuales se les asigna la labor reconstructiva de la humanidad. Labor que debe iniciarse desde la infancia. Y para que su formación sea lo más completa posible, se estudiarán las personalidades —filósofos, literatos, artistas, músicos, etcétera— que en el mundo han dejado huella. Esta Academia tenía que ubicarse en los Estados Unidos, ya que esta joven nación ha sabido recoger y hacer suyas las aspiraciones de los hombres, en orden a un perfeccionamiento individual y colectivo. Otro proyecto es el Pangeión, dedicado a la armonía y convivencia pacífica entre todas las naciones, como afirma el mismo Krekovic. Este proyecto, consta de cuatro edificios, dedicados a oficinas del Gobierno Mundial. En el centro de estos cuatro edificios, se levanta una torre de cien metros de altura, que representa a los cinco continentes, que está adornada con estatuas de bronce de siete metros de altura, representando los grandes genios de la Humanidad. En el frontispicio de los cuatro edificios, podrá leerse en cuatro idiomas —Latín, Chino, Inglés y Ruso— la ley de todas las leyes, que dice así: "No hagáis a los demás, lo que no queráis que os hagan a vosotros". Este edificio, sede del Gobierno Mundial, se levantará en Suiza, ya que este país ha sido tradicionalmente un país neutral y, además, por su misma estructura federal, es un país formado por gentes de distintas razas, lenguas y religiones. Y por último el Pantempión, edificio que alberga a todos los templos, y que tiene como misión la de fomentar la tolerancia entre todas las creencias. Estará formado por doce grandes templos representativos de los doce grandes religiones mundiales. Dentro de estos, sesenta capillas más pequeñas, albergarán a las distintas sectas en que cada una de estas religiones se divide. En el centro de estas edificaciones, se levantará el Altar de la Meditación, consistente en un globo terráqueo, sostenido por los doce grandes intérpretes de la palabra de Dios: Moisés, Cristo, Mahoma, Zoroastro, etcétera. Desde este altar podrá penetrarse dentro de los doce grandes templos. Sobre cada uno de ellos, figurará el distintivo que los caracteriza: La Estrella de David, La Cruz de Jesucristo, La Media Luna de Mahoma, etc. Este templo debería levantarse en la ciudad india de Bombay, 45 ciudad que siempre ha demostrado una gran tolerancia en materia religiosa. Estos son los proyectos que, en relación con la Nueva Era, perfiló Krekovic y cuya plasmación, fue acariciando durante toda su vida. La vastedad, la grandiosidad y el gigantismo —gigantismo material y espiritual— imposibilitaron su realización. Sin embargo, ello queda como expresión de una idea noble y de una Empresa digna de mejor suerte. Mallorca en el corazón Del mismo modo que su presencia en el Perú hizo posible la obra americana del artista, su llegada a Mallorca y su permanencia en esta Isla de por vida, desde que llegó a ella en 1960, hicieron posible el nacimiento de obras referidas a los personajes mallorquines que han contribuido a perfilar un pueblo y una personalidad. La compenetración del artista con la tierra que le acogió tan benévolamente, y en la cual exhaló el último suspiro, fue perfecta. Y si no, díganlo las obras que, en este sentido, nos ha dejado. Krekovic estudió la historia de las Islas y se compenetró material y espiritualmente con ella. Y de ese estudio nacieron una serie de obras que pregonan a los cuatro vientos esa vinculación. Figura principal de toda la historia mallorquína y, por ende, de la balear es la del joven y animoso monarca Jaime I el Conquistador, que al adueñarse de las Islas en 1229, las incorporó para siempre a los reinos y a la civilización cristiana. La figura de este Rey, la ha plasmado en varias ocasiones, siempre con la dignidad que requiere un personaje de esta categoría. Lo mismo podemos decir de Jaime III, el Rey desafortunado, que al intentar recobrar el Reino que le había sido arrebatado, halló valerosamente la muerte en la batalla de Llucmajor. Estas dos figuras reales, merecieron la atención minuciosa del pincel de Kristian Krekovic. Otra de las figuras representativas de la historia mallorquina, que el artista trasladó a la tela, fue la del filósofo, teólogo, pedagogo y poeta Ramón Llull. El autor del Art General, del Arbre de la Ciencia y de Doctrina Pueril, mereció la interpretación del artista. Lo hizo teniendo en cuenta las luchas ideológicas y humanas del gran visionario. Tratamiento parejo mereció el Arquitecto Guillermo Sagrera, autor de la Lonja palmesana y de la atrevida escalera del Castel Nuovo de Nápoles, una de las figuras más representativas del gótico mediterráneo. Como la ha merecido también la 46 de aquel gran evangelizador y colonizador que fue Junípero Serra, quien desde su Petra natal salió hacia América y llegó a la costa occidental de los Estados Unidos, en donde realizó la gran empresa de fundación de pueblos y ciudades a lo largo del llamado Camino Real, y que desde la frontera de Méjico a San Francisco, llevó la llama de la fe cristiana y de la civilización occidental. Las hoy populosas ciudades de Los Angeles y San Francisco, fueron fundadas por este mallorquín, que, aunque bajo de estatura, era grande de corazón. Todas estas obras, aparte una serie de paisajes naturales -especialmente marinas, insólitas dentro del conjunto de su obra- hablan de amor y de compenetración seria y profunda. Su amor a Mallorca, la que llevó siempre en el corazón, fue un amor intenso y fuertemente sentido. El Museo Krekovic Bajo el título de "Centro cultural Hispanoamericano—Fundación Museo Krekvic", comenzó a funcionar este Museo, instalado en un principio en la Finca de Son Fusteret, situado en los alrededores de Palma, en el Km. 3 de la Carretera Vieja de Bunyola. Hoy se halla definitivamente ubicado en un magnífico edificio, rodeado de Jardín y construido exprofeso en la Calle Ciudad de Querétaro del Polígono de Levante. Este edificio, alberga 150 obras distribuidas entre tres salas. La primera de ellas está dedicada al Imperio de los Incas, la segunda a España y la tercera al Perú y a la paz internacional. Todo el Museo respira paz y serenidad. Para este Museo, ilusión de toda su vida, Kristian Krekovic escribió unas líneas que, por explicar la raíz y la razón del mismo, no podemos menos que transcribir íntegramente. Dirigidas a los visitantes españoles, dicen así: "Visitante español: por favor cuide y guarde este Museo como su propio patrimonio. Es suyo. Esta Obra Cultural pictórica es la única en el mundo que presenta un excepcional "monumento y lazo perpetuo" entre España y el fabuloso Mundo Hispanoamericano. Es un regalo a los pueblos de España del que suscribe: Pintor Croata—Peruano Kristian Krekovic y su esposa. "La colección completa está realizada con mis propios medios, esfuerzos y sacrificios, sin encargo de nadie y sin apoyo económico de ningún gobierno ni de ninguna institución. "Es una Obra de Amor y pasión por el arte, realizada durante medio siglo 47 S.M. La Reina Sofía en la inauguración del Museo Krekovic. Junto a la Reina, Sina y Kristian Krekovic. con esfuerzos casi sobrehumanos y grandes sacrificios económicos, sin avidez de fortuna, sin ambición de fama, sin vanidad y sin ninguna finalidad comercial. "Viviendo muy modestamente, mi mujer y yo, sacrificando nuestras vidas y todo lo que poseemos para la realización de este Museo y del Centro Cultural Hispanoamericano en España, ofrecemos al visitante español con todo corazón el resultado de este esfuerzo de nuestras vidas: mi contribución para la comprensión humana mutua con el mundo Hispanoamericano, más varios proyectos y cuadros dedicados a la Paz Mundial y a la fraternidad entre toda la humanidad". "En la tercera sala del Museo, pueden verse mi ferviente y apasionada ilusión y mi modesta contribución a la idea de la Paz Universal y a un Nuevo Renacimiento Mundial, proyectos realizados en el año 1926". Este Museo, dependiente del Centro Cultural Hispanoamericano, funcionó hasta 1986 bajo un patronato formado por un grupo de mallorquines animosos, amantes de la obra de Krekovic, y de lo que esa obra representa para la cultura española. Dicho patronato, bajo la presidencia de D. Jaime Enseñat Alemany, estaba formado por Kristian y Sina Krekovic, Gaspar Sabater Serra, Bernardo Julià Rosselló, José Mascaró Pasarius, 48 Perspectiva de la “Sala I” del Museo Krekovic. Antonio Capllonch Aguiló, Antonio Gutiérrez Ubierna y José Planas Llabrés de Jornets que actuaba de Secretario. A partir de 1986, y habiendo fallecido ya el artista, el Museo con sus instalaciones anejas y el conjunto de las obras existentes pasó a depender de la Comunidad Autónoma de las Islas Baleares, puesto bajo la tutela de la Consejería de Educación y Cultura. Este Museo, por la índole del mismo, la significación que tiene y el valor artístico de las obras que lo componen, es uno de los más interesantes que existen. Basta asomarse al mismo, cuidado con amor por el propio artista hasta el momento de su muerte y luego por su inseparable esposa, compañera y colaboradora, para darse cuenta de lo que él representa. Todo un mundo de arte y de história se mezclan para entonar el mayor canto que se ha hecho a la labor colonizadora y misionera de España en América. Y, al mismo tiempo, para mostrarnos el sustrato de lo que es el hispanoamericano de hoy en su mezcla con los españoles que, en solidaridad y conjunción con el pueblo aborigen, crearon las naciones de Hispanoamérica. Este Museo Krekovic, aspiración permanentemente acariciada por el artista, bajo los auspicios de la Comunidad Autónoma de las Islas Baleares, pasó a depender del Consell Insular de Mallorca en 1995, y con ello a formar parte definitivamente del patrimonio cultural de nuestra isla. 49 La obra de Krekovic vista por la crítica En este capítulo se recogen algunas de las opiniones vertidas sobre la obra de Kristian Krekovic que contribuyen a subrayar el valor de una obra y una actuación. "El poderío de las magistrales composiciones pictóricas de Kristian Krekovic, de contenido profundamente filosófico y social, hacen de él uno de los más grandes pintores de nuestro tiempo. Se nos presenta solo, aislado, con su expresión altamente personal y original, su fuerza primitiva, el poderío dinámico de sus personajes, la inagotable imaginación que le caracteriza". (Camille Mauclair) "Exposición espectacular en el más amplio sentido de la palabra, esta de Kristian Krekovic, que ganará a buen número de visitantes por su concepto y colosalismo, por su brillantez y su exotismo". (L. Figuerola-Ferreti) "El sentimiento de Kristian Krekovic hacia el mundo es único. Impregna todo su arte e impregna con extraordinaria creatividad y constructivo carácter". (Mahatma Gandhi) "Técnicamente hablando Krekovic se ha formado en los maestros vieneses y franceses de su época. El estudio de los viejos maestros ha permitido a su personalidad el poder realizar su misión". (J.P. Lawrence) 50 "De sensacional, sin exageración ninguna, puede calificarse la exposición que nos presenta el pintor Croata-Peruano Kristian Krekovic. Sus lienzos, la mayoría de ellos de gran tamaño, de pululante y complicada composición, ponen de relieve un dibujo de fidelísima descriptibilidad, un duchísimo manejo del claroscuro y una paleta rutilante y lumínica". (Juan Cortés) "Exposición admirable esta de Kristian Krekovic, por la grandeza, la fuerza y la verdad". (Jehan Vellard) "El esfuerzo, la audacia en la concepción y en la realización, la seriedad del trabajo paciente y poderoso, ahí están en estas telas de dimensiones inusitadas que Kristian Krekovic concibió para formar parte de un conjunto colosal dispuesto a entrar en la posteridad como una obra de magnitud apenas previsible". (Ángel Marsá) "La técnica maestra de Krekovic se adapta bien a los monumentales temas que ha pintado con ímpetu y fuerza al mismo tiempo que con belleza. Los resultados son excepcionalmente asombrosos". (Florence Berryman) "Seguro el dibujo y ambiciosa y muy estudiada la composición de pincelada corrida y sensual, emplea Krekovic el colorido buscando efectos de relieve y misterio lumínico". (A. del Castillo) 51 "La maravillosa exposición de Krekovic que nos llega del Perú es monumental. Los oros brillantes y el fulgor de sus rojos y azules, animan con esplendor estas escenas del pasado y presente del Fabuloso". "La obra de Kristian Krekovic da fe de una personalidad artística cimentada en un rigor clasicista que se traduce en un dominio del dibujo, de la composición y del color. Color que por medio de una técnica a la vez apretada y desenvuelta, magistral en su enorme flexibilidad y potencia expresiva, sabe conjurar con mano expertísima para obtener volúmenes, claridades y claroscuros tanto o más elocuentes que las restallantes pigmentaciones fastuosas". (Ernesto Foye) "Krekovic presenta en esta exposición una extraordinaria serie de telas. A las joyas y tejidos se les ha dado una calidad brillante y casi tridimensional: el trato que el pintor da a la figura se parece al de un escultor". (Dorothy Grafly) "Kristian Krekovic, pintor peruano de origen croata, ha dedicado su vida y su arte al fabuloso imperio de los Incas, Preincas y al actual folklore hispanoamericano, con tal derroche de amor y verdad, arte y saber, fuerza y sensualidad, sacrificio y perseverancia, como no lo ha realizado pintor alguno en la historia artística de América". (Manuel Vegas Castillo) "Krekovic está creando su propio arte, significativo y con una calidad imperecedera''. (Walter Baum) 52 "La pintura de Kristian Krekovic posee una plástica brillante y efectista, en tal grado que la misma calidad rutilante se presta a los rostros y a las gemas, metales y atuendos, lo que indica su finalidad decorativa". (M. Sánchez Camargo) "No han faltado en el año 1957 exposiciones de artistas extranjeros. Algunas de tan extraordinaria importancia como la del pintor Croataperuano Kristian Krekovic, de un ímpetu cromático deslumbrador, de una exaltación étnica, costumbrista y arqueológica sorprendente". (José Francés) "Nos hemos sentido estremecidos y penetrados ante estos cuadros de Krekovic en esta exposición sobre el presente y el pasado del Perú, que ha despertado un enorme entusiasmo en toda la ciudad y que ha llevado al Museo un público sin precedentes". (Anna W. Olmsted) "Los lienzos de Krekovic, aparte su interés temático y buena composición están dibujados y pintados con varonil maestría que se observa en la violenta energía de la pincelada, la untuosidad abundante y cálida de la materia y la precisión e intensidad de la línea". (Ramón Loy) "Kristian Krekovic es un artista verdadero que no descuida jamás la armonía. Por eso cuando elogio a Kristian Krekovic porque pinta lo que ve y ve el color justo y la forma exacta y los traslada al lienzo, me refiero a la única pintura que puedo sentir sin entender: La pintura realista por las buenas, la pintura que tiene el modelo delante, la pintura que aprisiona el instante que huye. Y este es el caso de Kristian Krekovic". (Felipe Sassone) 53 "Desde Zorn y Joaquín Sorolla no habíamos visto un pintor de tanta potencia. Kristian Krekovic como Miguel Ángel y, después, Sorolla en otro aspecto, posee ese don sobrehumano de la fuerza física, cuya equivalencia espiritual es el portento". (Luis Gil Fillol) "Decorativa y expresionista es la pintura de este pintor croata; pintura basada en una técnica y un dibujo de esencias netamente académicas. De la concomitancia de estas circunstancias brota un arte imperioso y fuerte, rico en colorido y en calidades, y nutrido de internas corrientes espirituales". (Federico Galindo) "Los cuadros de Krekovic están forjados a golpe de Titán, como dicen que actuaban los dioses legendarios, como trabajan los escultores gigantes de ayer y de hoy". (José Prados López) "Krekovic es un ejemplo poco corriente de voluntad, unida a una excepcional condición de artista y científico. En un par de años, ha creado esa obra suya que ha impresionado a los más exigentes críticos de arte, historiadores y hombres cultos". (J. Rovira Fors) "Indiscutiblemente una de las bases principales de la obra de Krekovic radica en el dibujo cuyo dominio hace sensible de forma meritoria. Por la línea aspira a lo monumental, influenciado de Miguel Ángel, seguramente buscando el movimiento. Los tonos recuerdan a Zurbarán, digamos que con la idea de reflejar, por el estilo, el concepto de la cultura española". (Fernando Lience Basil) 54 "Técnicamente hablando ha sido formado por los vieneses y franceses de su época, pero esa formación no fue más que el punto de partida: el estudio de los grandes maestros y de la Historia del Humanismo han permitido a su personalidad imponerse y de ahí realizar su misión". (Jean Hervieu Causse) "Tiene más la contextura física de un escultor que de un pintor. Por eso, quizá, su obra pictórica tiene un volumen escultural y sus pinceladas adquieren relieve de martillo y de escoplo". (José Antonio de Lavalle) "Kristian Krekovic expone cincuenta de sus pinturas y nada de lo jamás visto en Siracusa puede igualarse en fuerza virilidad y excelencia pictórica, presentando una de las más grandes civilizaciones como es la de los Preincas e Incas del Perú. Los intensos colores de un dorado imperio vuelven a revivir en las magníficas pinturas que reflejan estas culturas indígenas. Esta muestra es una de las que jamás se olvidan". (Robert L. Voorhees) 55 Jóvenes mallorquinas. 56 La construcción de Sacsahuaman. 57 Visión secular (Lago Titicaca). 58 El Rey Don Jaime I. 59 Tejedoras de Ancón (Perú). 60 Las vírgenes. 61 Tocadores de Pinculio. 62 Indio con alpaca. 63 El tocador de Quena. 64 Madre de Ayauiri. 65 El Inca Hijo del Sol. 66 Dos alcaldes indígenas. 67 Hombres de Paracas. 68 Bibliografía Armenteras, Antonio de.-Kristian Krekovic. "La Prensa" Barcelona. 30-X1957. Arteaga, Esteban de- Exposición Krekovic. "Cultura Peruana". Vol - XIV n.° 70, Lima, Abril, 1954. Ayllón, Manuel- Kristian Krekovic. "Moncloa", n.° 12, Madrid, Enero 1958. Baum, Walter E.- Ancient Peru Culture Revived by Krekovic. "The Sunday Bulletin", Filadelfia, 2-X-1955. Beggs, Thomas, M.- The Golden brush of Kristian Krekovic. "American Artists", Nueva York, Diciembre 1955 y "The Zajednicar" Pittsburg, 2-I1957. Benson, Gertrude.- Other exhbites. "The Philadelphia Inquirer", Filadelfia, 30-X-1955. 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París. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Perú. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Sina Krekovic, esposa y colaboradora. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . En Zagreb. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . El exilio. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . De nuevo Perú. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Llegada a Mallorca. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Visita al Papa. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Últimos años del artista. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Perfil humano de Kristian Krekovic. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 7 9 11 12 13 16 17 21 22 24 26 27 Segunda Parte: La Obra Técnica y espíritu. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Artista ciclópeo y monumental. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Kristian Krecovic, retratista. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Sus raíces croatas. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . El fabuloso mundo del Perú. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . La herencia española. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Proyección internacional . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . La tragedia del hombre. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . La Nueva Era. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Mallorca en el corazón. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . El Museo Krekovic. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . La obra de Krekovic vista por la crítica. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Bibliografía. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 73 30 32 33 35 37 39 41 42 44 46 47 50 69