Acab y Jezabel: abuso de autoridad White Ministerios PM

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Comentarios Auxiliares de Elena G de
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Acab y Jezabel: abuso de autoridad
Lección 11
Para el 15 de Septiembre del 2007
Sábado 8 de septiembre
En la época de Elías había una gran apostasía en Israel. El rey Acab se había rodeado de
hombres y mujeres que se había separado del Dios viviente y se habían vuelto a los ídolos. El
rey, quien debía haberse mantenido leal a Dios para ser un ejemplo e influir sobre el pueblo
para no abandonar a Dios, se unió con los apóstatas y llevó al pueblo a la idolatría. Los
dirigentes tienen gran influencia para bien o para mal y su responsabilidad es muy grande. Acab
usó su influencia para propagar el mal, hundiendo a Israel más y más profundamente en el
pecado (Review and Herald, mayo 26, 1891).
Acab carecía de fuerza moral. Su casamiento con una mujer idólatra, de un carácter
decidido y temperamento positivo, fue desastroso para él y para la nación. Como no tenía
'principios ni elevada norma de conducta, su carácter fue modelado con facilidad por el espíritu
resuelto de Jezabel. Su naturaleza egoísta no le permitía apreciar las misericordias de Dios
para con Israel ni sus propias obligaciones como guardián y conductor del pueblo escogido.
Bajo la influencia agostadora del gobierno de Acab, Israel se alejó mucho del Dios vivo, y
corrompió sus caminos delante de él. Durante muchos años, había estado perdiendo su sentido
de reverencia y piadoso temor, y ahora parecía que no hubiese nadie capaz de exponer la vida
en una oposición destacada a las blasfemias prevalecientes. La obscura sombra de la apostasía
cubría todo el país. Por todas partes podían verse imágenes de Baal y Astarté. Se multiplicaban
los templos y los bosquecillos consagrados a los ídolos, y en ellos se adoraban las obras de
manos humanas. El aire estaba contaminado por el humo de los sacrificios ofrecidos a los dioses
falsos. Las colinas y los valles repercutían con los clamores de embriaguez emitidos por un
sacerdocio pagano que ofrecía sacrificios al sol, la luna y las estrellas.
Mediante la influencia de Jezabel y sus sacerdotes impíos, se enseñaba al pueblo que los
ídolos que se habían levantado eran divinidades que gobernaban por su poder místico los
elementos de la tierra, el fuego y el agua. Todas las bendiciones del cielo: los arroyos y
corrientes de aguas vivas, el suave rocío, las lluvias que refrescaban la tierra y hacían
fructificar abundantemente los campos, se atribuían al favor de Baal y Astarté, en vez del
Dador de todo don perfecto. El pueblo olvidaba que las colinas y los valles, los ríos y los
manantiales, estaban en las manos del Dios vivo; y que éste regía el sol, las nubes del cielo y
todos los poderes de la naturaleza (Profetas y reyes, pp. 84, 85).
Domingo 9de septiembre: Acab
Acab "tomó por mujer a Jezabel, hija de Et-baal rey de los sidonios, y fue y sirvió a Baal, y
lo adoró. E hizo altar a Baal, en el templo de Baal que él edificó en Samaria" (1 Reyes
16:31,32).
Acab no solamente introdujo el culto a Baal en la ciudad capital sino que bajo la dirección
de Jezabel levantó altares paganos en los lugares altos rodeados de bosques; donde los
sacerdotes y otros individuos conectados con esta forma seductora de idolatría ejercían su
maléfica influencia, hasta que prácticamente todo Israel siguió en pos de Baal. "A la verdad
ninguno fue como Acab, ----dice el registro inspirado-- que se vendió para hacer lo malo ante
los ojos de Jehová; porque Jezabel su mujer lo incitaba. Él fue en gran manera abominable,
caminando en pos de los ídolos, conforme a todo lo que hicieron los amorreos, a los cuales
lanzó Jehová de delante de los hijos de Israel" (1 Reyes 21 :25, 26).
Bajo la maléfica influencia del gobierno de Acab, Israel se alejó del Dios verdadero y
corrompió sus caminos delante de él. La reverencia y el temor a Dios se habían estado
perdiendo anteriormente; pero ahora parecía que nadie se atrevía a levantarse y oponerse a la
blasfemia e irreverencia prevalecientes. La oscura sombra de la apostasía cubría toda la tierra
y las imágenes de Baal y Astarté se podían ver dondequiera. 'Los templos idólatras y los altares
donde se adoraban dioses hechos por manos humanas se multiplicaban; y el humo de los
sacrificios hechos a los dioses falsos contaminaba d aire. Tanto en las colinas como en los valles
se podía oír la algarabía producida por la borrachera de los sacerdotes paganos que realizaban
su culto al sol, la luna y las estrellas. Guiados por el rey y los sacerdotes, los súbditos
participaban de estas orgías inicuas donde el vino corría como agua y las acciones vergonzosas
se multiplicaban.
Mediante la enseñanza de Jezabel y sus sacerdotes impíos, el pueblo llegó a creer que los
ídolos que adoraban regían los elementos de la tierra, el fuego y el agua, a través de su místico
poder ... Se olvidaban que en el desierto, cuando Israel sufría con angustia por la sed, fue el
Dios que rige todos los elementos de la naturaleza quien ordenó a Moisés sacar agua de la roca.
Todos los beneficios que Dios había dado a su pueblo no despertaban ahora ninguna gratitud
hacia el Dador (Review and Herald, agosto 7, 1913).
Lunes 10 de septiembre: El poder de una pareja
¡Cuán pocos se dan cuenta del poder de una mujer que no es consagrada! Fui llevada, a
través del tiempo, hasta los días de Acab. Dios habría estado con Acab si hubiera seguido el
consejo del cielo; pero Acab no hizo eso. Se casó con una mujer entregada a la idolatría.
Jezabel tenía más poder sobre el rey que Dios. Ella lo llevó a la idolatría, y al pueblo junto con
él.
La influencia de Jezabel sobre Acab fue mayor que la influencia del Espíritu de Dios, no
importando cuán poderosa y convincente fuera la evidencia del cielo (Comentario bíblico
adventista, T. 2, p. 1027).
El Señor eligió a los israelitas como su pueblo peculiar y como depositarios de su ley. Debían
ser una nación santa, distinta y separada de las naciones paganas que los rodeaban. Debían
preservar el conocimiento del verdadero Dios quien, mediante ellos, enviaría rayos de luz
celestial sobre todos los pueblos. Debían ser una ilustración viviente de la superioridad de una
religión que reconoce a Dios como el supremo gobernante del universo.
En los días de Acab, uno de los reyes más impíos de Israel, el pueblo se alejó de Dios. La
pagana Jezabel, con quien el rey se había unido en matrimonio, introdujo el culto a los dioses
falsos...
El Señor envió a su profeta con palabras de reproche y advertencia. Se acercó al rey, por
cuya influencia el pueblo había sido llevado a la idolatría, y le declaró que Jehová tenía el
derecho de ser el único Dios en Israel; pero las continuas advertencias fueron desoídas. El
pueblo estaba cautivado por los ritos fascinantes y los despliegues encantadores del culto a los
ídolos y, siguiendo al rey, se entregaron a un culto sensual y a placeres degradantes e
intoxicantes. Dirigidos por el rey y su corte, rechazaron el gobierno moral de Jehová y se
convirtieron en infieles depositarios de la verdad divina. La luz había brillado claramente sobre
ellos, pero prefirieron seguir sus propios caminos en lugar de los que Dios había mostrado, y de
esta manera el culto al verdadero Dios y la obediencia a sus leyes fueron dejados de lado (Signs
of the Times, diciembre 18, 1884).
Martes 11 de septiembre: Jezabel y Elías
El mensaje que Dios mandó a Acab dio a Jezabel, a sus sacerdotes y a todos los adoradores
de Baal y Astarté la oportunidad de probar el poder de sus dioses y demostrar, si ello era
posible, que las palabras de Elías eran falsas. La profecía de éste se oponía sola a las palabras
de seguridad que decían centenares de sacerdotes idólatras. Si, a pesar de la declaración del
profeta, Baal podía seguir dando rocío y lluvia, para que los arroyos continuasen fluyendo y la
vegetación floreciese, entonces el rey de Israel debía adorarlo y el pueblo declararle Dios.
Resueltos a mantener al pueblo engañado, los sacerdotes de Baal continuaron ofreciendo
sacrificios a sus dioses, y a rogarles noche y día que refrescasen la tierra. Con costosas
ofrendas, los sacerdotes procuraban apaciguar la ira de sus dioses; con una perseverancia y un
celo dignos de una causa mejor, pasaban mucho tiempo en derredor de sus altares paganos y
oraban fervorosamente por lluvia. Sus clamores Y ruegos se oían noche tras noche por toda la
tierra sentenciada. Pero no aparecían nubes en el cielo para interceptar de día los rayos
ardientes del sol. No había lluvia ni rocío que refrescasen la tierra sedienta. Nada de lo que los
sacerdotes de Baal pudiesen hacer cambiaba la palabra de Jehová (Profetas y reyes, pp. 90,
91).
Cuando finalmente el Señor no pudo soportar más la apostasía, envió a su profeta con un
mensaje amenazador: Entrando al palacio sin anunciarse, Elías declaró: "Vive Jehová Dios de
Israel, en cuya presencia estoy, que no habrá lluvia ni rocío en estos años, sino por mi palabra".
Después de dar este terrible mensaje, el profeta partió tan rápidamente como había llegado,
sin dejar1e al asombrado rey tiempo para responderle.
La palabra del Señor entró en efecto inmediatamente. Ahora los israelitas podrían probar el
poder de los dioses a quienes habían estado adorando. Se habían alejado de Aquel que con
poderosos actos los había sacado de Egipto, les había hecho camino en el Mar Rojo y los había
guiado por el desierto. Habían considerado todas estas maravillas como un asunto común; no
habían agradecido a Dios por ellas, ni las consideraban como sus bendiciones. Ahora, al
retirarles la lluvia y el rocío, sus valles se transformaron en una tierra desolada y un desierto
sediento. Ahora podían ver que Aquel que creó la naturaleza y sus leyes, podía usarla como su
instrumento de bendición o destrucción.
Los sacerdotes de Baal habían adorado a la naturaleza y la habían exaltado por encima del
Creador de ella. Ahora tenían la oportunidad de probar el poder de sus dioses y mostrar la
falsedad de la predicción de Elías. Con costosos sacrificios podían tratar de agradar a sus dioses
e ídolos en sus altares y bosques. Si la naturaleza seguía su curso natural desafiando la
amenaza divina, podían seguir exaltando la naturaleza por encima del Creador. Si Baal podía
traer lluvia para vestir con nuevo verdor a los campos y hacer florecer la vegetación; si podía
ofrecer la cosecha a su tiempo para que hombres y bestias tuvieran alimento, entonces los
dioses de madera y de piedra podían seguir siendo adorados. ¿Quién temería entonces al Dios
de Elías o a las palabras del profeta? (Signs of the Times, diciembre 18, 1884).
Jezabel se negó en absoluto a reconocer la sequía como castigo enviado por Jehová.
Inexorable en su resolución de desafiar al Dios del cielo, y acompañada en ello por casi todo
Israel, denunció a Elías como causa de todos los sufrimientos. ¿No había testificado contra sus
formas de culto? Sostenía que si se le pudiese eliminar, la ira de sus dioses quedaría
apaciguada, y terminarían las dificultades (Profetas y reyes, pp. 91,92).
Los sacerdotes de Baal presenciaban consternados la maravillosa revelación del poder de
Jehová. Sin embargo, aun en su derrota y en presencia de la gloria divina, rehusaron
arrepentirse de su mal proceder. Querían seguir siendo los sacerdotes de Baal. Demostraron así
que merecían ser destruidos. A fin de que el arrepentido pueblo de Israel se viese protegido de
las seducciones de aquellos que le habían enseñado a adorar a Baal, el Señor indicó a Elías que
destruyese a esos falsos maestros. La ira del pueblo ya había sido despertada contra los
caudillos de la transgresión; y cuando Elías dio la orden: "Prended a los profetas de Baal, que
no escape ninguno", el pueblo estuvo listo para obedecer. Se apoderó de los sacerdotes, los
llevó al arroyo Cisón y allí, antes que terminara el día que señalaba el comienzo de una
reforma decidida, se dio muerte a los ministros de Baal. No se perdonó la vida a uno solo
(Profetas y reyes, p. 113).
Acab... relató a su esposa los maravillosos sucesos acontecidos ese día, así como la
admirable revelación del poder divino que había probado a Israel que Jehová era el Dios
verdadero, y Elías su mensajero escogido. Cuando Acab contó a la reina cómo habían muerto
los profetas idólatras, Jezabel, endurecida e impenitente, se enfureció. Se negó a reconocer en
los acontecimientos del Carmelo la predominante providencia de Dios y, empeñada en su
desafío, declaró audazmente que Elías debía morir (Profetas y reyes, p. 117).
Miércoles 12 de septiembre: La viña de Nabot
La mala influencia que Jezabel había ejercido desde el principio sobre Acab continuó
durante los años ulteriores de su vida, y dio frutos en actos vergonzosos y violentos que pocas
veces fueron igualados en la historia sagrada. "A la verdad ninguno fue como Acab, que se
vendiese a hacer lo malo a los ojos de Jehová; porque Jezabel su mujer lo incitaba".
Siendo por naturaleza codicioso, Acab, fortalecido y apoyado en el mal hacer por Jezabel,
había seguido los dictados de su mal corazón, hasta quedar completamente dominado por el
espíritu de egoísmo. No toleraba que se le negase algo que deseaba, sino que lo consideraba
legítimamente suyo... Junto al palacio del rey había un viñedo que pertenecía a Nabot, de
Jezreel. Acab se había propuesto obtener ese viñedo; y quiso comprarlo, o permutarlo por otra
parcela de tierra. Dijo a Nabot: "Dame tu viña para un huerto de legumbres, porque está
cercana, junto a mi casa, y yo te daré por ella otra viña mejor que ésta; o si mejor te
pareciere, te pagaré su valor en dinero" (Profetas y reyes, p. 152).
Si al tratar con nuestros prójimos actuamos con deshonestidad o fraude, lo mismo haremos
con Dios. Aquellos que persisten en actuar deshonestamente llegarán finalmente a engañar a
sus propias almas y perderán el cielo y la vida eterna. Muchos sacrifican el honor y la religión
por pequeñas ventajas mundanales. Aun en nuestras filas existen tales personas, y a menos que
experimenten un verdadero nuevo nacimiento, no podrán ver el reino de Dios. La honestidad
debe verse en cada acto de nuestras vidas. Los ángeles examinan la forma en que actuamos, y
si nos alejamos de los principios de la verdad, en los registros del cielo se escribirá: "fue
hallado falto" (Review and Herald, septiembre 18, 1888).
Jueves 13 de septiembre: El fin viene...
...El rey Acab fue muerto por los sirios, Ocozías, su sucesor, "hizo lo malo en los ojos de
Jehová, y anduvo en el camino de su padre, y en el camino de su madre, y en el camino de
Jeroboam... Porque sirvió a Baal, y lo adoró, y provocó a ira a Jehová Dios de Israel" (1 Reyes
22:52-54), como había hecho su padre Acab. Pero los juicios siguieron pronto a los pecados del
rey rebelde. Una guerra desastrosa con Moab, y luego un accidente en el cual su vida fue
amenazada, atestiguaron la ira de Dios contra él (Profetas y reyes, p. 154).
Al ungir a Jehú, el mensajero de Eliseo declaró: "Yo te he ungido por rey sobre el pueblo de
Jehová, sobre Israel". Y luego dio solemnemente a Jehú un encargo especial del cielo. El Señor
declaró por su mensajero: "Herirás a la casa de Acab tu señor, para que yo vengue la sangre de
mis siervos los profetas, y la sangre de todos los siervos de Jehová, de la mano de Jezabel. Y
perecerá toda la casa de Acab" (2 Reyes 9:6-8).
Después que fuera proclamado rey por el ejército, Jehú se dirigió apresuradamente a
Jezreel, donde inició su obra de ejecutar a los que habían preferido deliberadamente continuar
en el pecado e inducir a otros a hacer lo mismo. Fueron muertos Joram de Israel, Ocozías de
Judá y Jezabel la reina madre, con "todos los que habían quedado de la casa de Acab en
Jezreel", así como "todos sus príncipes", "todos sus familiares, y... sus sacerdotes". Pasaron a
cuchillo a "todos los profetas de Baal, a todos sus siervos, y a todos sus sacerdotes" que
moraban en el centro dedicado al culto de Baal cerca de Samaria. Los ídolos fueron derribados
y quemados, y el templo de Baal quedó en ruinas. "Así extinguió Jehú a Baal de Israel" (2 Reyes
10: 11, 19, 28) (Profetas y reyes, pp. 159, 160).
"De Jezabel también ha hablado Jehová, diciendo: Los perros comerán a Jezabel en el muro
de Jezreel. El que de Acab fuere muerto en la ciudad, los perros lo comerán, y el que fuere
muerto en el campo, lo comerán las aves del cielo" (1 Reyes 21:23,24). Este terrible mensaje
fue dado por el profeta al rey culpable. Satanás había usado a una mujer no consagrada para
cambiar el corazón del rey, y mediante él hacer pecar a Israel. Es una cosa terrible ser un
instrumento satánico y Satanás elige a las mujeres porque puede tener más éxito que con los
hombres (Manuscript Releases, 1. 10, p. 76).
Cada acto de nuestra vida afecta a otros para bien o para mal. Nuestra influencia tiende
hacia arriba o hacia abajo; los demás la sienten, obran de acuerdo con ella, y la reproducen en
mayor o menor grado. Si por nuestro ejemplo ayudamos a otros a adquirir buenos principios,
les impartimos poder de obrar el bien. A su vez, ellos ejercen la misma influencia benéfica
sobre otros, y así ejercemos sobre centenares y millares de personas nuestra influencia
inconsciente. Pero, si por nuestros actos fortalecemos o ponemos en actividad las malas
facultades que poseen los que nos rodean, participamos de su pecado, y tendremos que dar
cuenta por el bien que podríamos haberles hecho y que no les hicimos, porque no hallamos en
Dios nuestra fortaleza, nuestro guía, nuestro consejero (Joyas de los testimonios, 1. 1, p. 205).
Viernes 14 de septiembre: Para estudiar y meditar
El hogar adventista, pp. 191, 192.
Compilador: Dr. Pedro J. Martinez
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