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NOTA DE PRENSA
Habla por primera vez albañil acusado
del cuádruple crimen de La Plata
La crónica, llamada «Cuatro mujeres muertas» aparece desde el 20
de julio en la revista Orsai. Aquí fragmentos de las declaraciones de
Javier «la Hiena» Quiroga al periodista Javier Sinay.
En el penal de Magdalena, a cincuenta kilómetros de la capital bonaerense,
Javier Quiroga —albañil más conocido como “la Hiena”— pasa sus días a la
espera de la resolución del juicio por el cuádruple crimen de La Plata.
Quiroga está acusado como coautor de la masacre cometida el 26 de
noviembre de 2011, en la que mueriron Susana de Bártole; su hija, Bárbara
Santos; la hija de esta, Micaela Galle; y una amiga, Marisol Pereyra.
Él, que había hecho varias refacciones en la casa de la señora De Bártole,
fue capturado en la noche del 2 de mayo de 2012, cuando se descubrió que
era suyo el ADN hallado en las manchas de sangre y en los restos de piel
desperdigados en la escena del crimen, y eligió mantener un prolongado
silencio hasta ahora.
El acusado habló para la revista hispanoargentina Orsai —frente al
periodista Javier Sinay—, y su testimonio enriquece una pieza periodística
sobre el cuádruple crimen que será publicada en el número 14 de la revista,
que corresponde a los meses de julio y agosto de 2013.
El albañil contó que en la tarde de aquel sábado 26 de noviembre, Osvaldo
Martínez —otro de los acusados, conocido por su apodo de “Karateca”— lo
fue a buscar a su casa, en las afueras de la ciudad de La Plata.
FRAGMENTOS DEL TESTIMONIO
“Me resultó raro, porque yo a él no lo recordaba”, dice. “Lo había visto una
sola vez, un domingo en el que él se había quedado a dormir con [su novia]
Bárbara y en el que yo llegué [a la casa de Bárbara y Susana] a las nueve
de la mañana y estuve charlando sobre una refacción con la señora [De
Bártole]. Aquella vez ni me saludó. Pero el día en que me fue a buscar me
charló como si fuéramos grandes amigos. ‘Queríamos hablar con vos por el
tema del trabajo siguiente, después de los techos hay que arreglar los
cielorrasos porque están todos destruidos’, me dijo. Y no me pareció raro,
porque ese tema estaba charlado”.
Quiroga cuenta que Martínez le pidió que ese mismo día se presentara en la
casa de la calle 28 —donde después ocurriría el múltiple homicidio— porque
había prisa por comenzar la refacción. Alrededor de las nueve de la noche,
entonces, el albañil llegó en bicicleta y fue recibido por la señora De Bártole,
que no estaba al tanto del nuevo trabajo, pero que, ya confiada en él, lo
dejó entrar. “Nos quedamos un ratito”, detalla ahora Quiroga.
“Se ve que Bárbara estaba estudiando y por eso no salió enseguida.
Tomamos mate con Susana y charlamos. Al rato salió ella, cuando sonó el
timbre. Yo me puse a arreglar unos cajones; porque siempre que iba tenía
que acomodarlos porque se corrían las guías y los tornillitos no daban más…
En eso llegó él… y… pasó lo que pasó”.
A lo largo de la entrevista el albañil se quiebra varias veces. Y aunque
rechaza las fotos (“No quiero que mis hijos me vean así”), acepta hablar
sobre sus orígenes, sus problemas de pareja y sus recaídas en el alcohol y
en la droga. “Mi separación fue prácticamente a causa de las drogas y el
alcohol, y por ese motivo fue que decidí internarme: para recuperarme y no
tener nada que esconder”, dice.
SU VERSIÓN SOBRE LOS CUATRO ASESINATOS
“Bárbara salió a recibirlo [a Martínez, después de que sonara el timbre] y se
metieron a discutir en voz baja. Yo ya había dejado de tomar mate y estaba
esperando a que Martínez se decidiera para que hablara de lo que había que
hablar, porque ya eran como las diez de la noche. Hice un llamado a mi
señora para avisarle que me iba a demorar y ella me recriminó que ya
estaba de joda de nuevo… Y en eso fue que él dejó de hablar con Bárbara y
ella se metió en el baño. Él vino para donde estaba yo y me preguntó si ya
había visto lo del trabajo. ‘No’, le dije. Fui para el recibidor, intenté agarrar
una silla para subirme y ahí fue que escuché un golpe. Ahí empezó todo”.
Quiroga mantiene frente a la revista Orsai que fue un testigo deluxe de la
violencia espectacular de los crímenes —aunque presa del pánico— y no un
partícipe activo. “Me asusté de tal forma que no supe qué hacer”, asegura.
“Quería hacer algo, moverme, pero no tenía la reacción. En un momento
estuve parado, pero después se me vencieron las piernas y me quedé
arrodillado detrás de una mesa, tratando de no ver, de ver. Es algo
inexplicable. Muchos me dicen que podría haber hecho algo… pero hay que
estar ahí en ese momento… Ver una persona matar a otra no es ver a dos
perros peleando, que se separan si los pateás. Por eso no puedo responder
a la pregunta de por qué no hice nada. Lo que sí puedo decir es que tuve
mucho miedo. Mucho miedo en ese momento y después”.
Durante la serie, Quiroga recibió un corte en la mano y regó con su sangre
la escena: así fue que dejó su rastro genético, guardado durante seis meses
bajo la enigmática etiqueta de “ADN perfil NN1”, hasta que finalmente se
supo a quién pertenecía. Según su versión, Martínez lo habría llevado a la
casa para provocarle una herida y descargar su sangre; en otras palabras,
para montar una fabulosa puesta en escena y darle a los peritos un nuevo
autor de la masacre. Y dice Quiroga que, habiendo sido amenazado por el
Karateca para guardar silencio, eligió callarse hasta que fue detenido.
CONTRADICCIONES Y ADN
En la entrevista con Orsai el albañil asegura que vio delante de sus narices
la muerte de Bárbara Santos, pero no las otras. Sin embargo, sus restos de
piel fueron hallados debajo de las uñas de Marisol Pereyra y de Susana de
Bártole, lo que llevó a pensar a los investigadores que las dos mujeres lo
rasguñaron en la lucha. “No sé, no tengo ni idea. Son situaciones que no
puedo recordar”, se excusa él.
Ésta no es la primera contradicción en una causa que alcanza los dos
metros lineales de papelerío: el cuádruple crimen de La Plata es uno de los
casos más resonantes, controvertidos y misteriosos de los últimos años.
En su elevación a juicio el fiscal Álvaro Garganta sostiene en cambio que
Quiroga participó de la pelea y que tomó parte en un múltiple homicidio que
demandaría al menos dos autores. De este modo, Garganta descreyó de
una parte de la versión del albañil y lo acusó como copartícipe. Con la
aprobación del juez de garantías Guillermo Atencio del pedido de elevación
a juicio y la posterior apelación del abogado defensor Juan Manuel Morente,
ahora resta el fallo de la Cámara de Casación para saber si Quiroga ocupará
un banquillo de acusado.
Lo mismo ocurre con Osvaldo Martínez, que espera la decisión en libertad
luego de haber sido detenido dos veces y de haber salido por falta de
pruebas las dos veces. Martínez siempre destacó, a su vez, la parcialidad
del fiscal Garganta y del juez Atencio en su contra.
Con respecto a la versión de Quiroga, Herminia López —la madre del
Karateca—, anotó en una denuncia que: “por dichos a personas cercanas al
policía Juan Manuel Rodríguez, quien fuera escribiente en la declaración
primera de Quiroga Javier, manifiesta que al no nombrar a Martínez en su
declaración, el fiscal Garganta le dice que la destruya, que esa declaración
no sirve”. Es decir, que el fiscal le habría ordenado la mención del Karateca
en la trama. El propio Quiroga destaca que nadie le dijo que podía negarse
a declarar y que en las pericias psicológicas que le fueron practicadas en la
Unidad 34 del Servicio Penitenciario Bonaerense él se encontraba alterado
por efecto de las pastillas que le habían suministrado al llegar.
Y Daniel Oscar Peña Devito, un preso que compartió una celda con el albañil
en la cárcel de Olmos, pidió declarar en la causa en enero de 2013, en
medio de la feria judicial, para contar que la Hiena le había revelado, en una
charla a solas, que el cuádruple homicidio era obra propia y exclusiva. Que
el Karateca no había participado. Pero el fiscal Álvaro Garganta,
escudándose en que la investigación que él había conducido ya estaba
cerrada, le dejó la tarea de escucharlo a los miembros del tribunal que
algún día intentará impartir justicia sobre el caso.
Por último, la defensa de Martínez ha sostenido que el remisero Marcelo
Tagliaferro (que aseguró haber visto al Karateca en el lugar de los hechos)
no solo sería un testigo falso, sino que además podría ser, de algún modo,
cómplice de Quiroga en los crímenes.
En este nuevo escenario los celos —el presunto móvil de Martínez— no
existen. Habría otros móviles, muy diferentes: asuntos de drogas, de
prostitución, de la corporación judicial. O un dinero que Susana de Bártole
habría ganado alguna vez en el bingo y que los asesinos habrían ido a robar.
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Esta información puede reproducirse libremente citando la fuente: editorialorsai.com.
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