REUNION MENSUAL SACERDOTES Y LAICOS

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ARQUIDIOCESIS DE MEXICO
PRIMERA VICARIA EPISCOPAL
“SANTA MARÍA DE GUADALUPE”
HOMILIA
INSTITUCIÓN DE LECTORES Y ACÓLITOS A SEMINARISTAS
DE NUESTRO SEMINARIO
6 De Febereo De 2015
Apreciable Sr. Rector de nuestra Casa Madre, el Seminario Conciliar de México, padre, José Guadalupe Godinez, queridos padres formadores y profesores, queridísimos seminaristas de cada curso, tanto de Filosofía como de Teología, Curso introductorio y Preparatoria del curso 2015-2016. Hermanos, hermanas que atienden en los
diferentes campos, la administración y el mantenimiento de este nuestro seminario.
Queridos papás, hermanos, familiares y amigos de los jóvenes que hoy reciben el
ministerio ya sea del lectorado o del acolitado, religiosos y religiosas. Hermanas y
hermanos todos, fieles laicos que participan en esta solemne celebración. Gracia y paz
de parte de Dios Padre dador de la vida, de nuestro Señor Jesucristo quien se
entregó a la muerte por amor, y del Espíritu Santo fuente de todo consuelo, gracia y
paz a cada uno de ustedes.
En este ambiente de familia, quiero aprobechar para expresarles mi aprecio y cariño,
pues me da gusto presidir esta Eucaristía con el motivo ya mencionado, la institución
de 8 lectores y 8 acólitos de esta generación. Debo decir que presido esta celebración
dado que su Eminencia el Sr. Card. Dn. Norberto Rivera Carrera, obispo titular y
pastor de esta amada Arquidiócesis Primada de México, ha delegado a uno de su
obispos auxiliares para presidir esta Celebración ya que él se encuentra en Roma,
cumpliendo algunos servicios que su santidad el Papa Francisco le ha encomendado,
por ello delegó a su servidor para representarlo. En su nombre les saluda y les felicita
particularmente a ustedes, los que hoy reciben los ministerios, encomendandolos a
Dios mediante la oración en donde los tendrá presentes a fin de que el compromiso
que hoy adquieren sea un paso firme para acercarse a las ordenes sagradas, todo para
servir y dar gloria de Dios.
En este contexto, lo primero que viene a mi mente es el deber de constante gratitud a
Dios. Pues la vocación al llamado, que el Señor ha hecho a cada uno de ustedes, todos
los que se encuentran en formación en esta casa que es semillero de vocaciones, sin
duda será bendecido por Dios. Esto es un hecho, ya que estos frutos se ven reflejados
en ustedes que hoy después de una reflexión profunda y según el parecer de los
formadores, quienes después del acompañamiento y de los escrutinios, y habiendolos
considerándo aptos, siguen su proceso de formación y hoy dan un paso más,
comprometiendose a vivir la experiencia del ministerio ya sea de lector o acolito. En
esto reconocemos que este acontecimiento es un auténtico y precioso regalo del
Espíritu a su Iglesia, para nuestra Arquidiócesis.
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Sabiendo que la vocación surge de distintos modos y realidades concretas, como cada
uno de ustedes lo habrán experimentado: tal ve el nacimiento de su vocación sugió de
una familia cristiana, bien integrada, o después de estar en proceso o de haber logrado
una profesión, o de una experiencia de sufrimiento, o del fin de un noviazgo, o al
haber experimentado una inquietud para discernir el sentido de su vida, o de una vida
inmersa en el mundo de pecado, de unos padres divorciados, del anhelo de acabar con
la injusticia, de la búsqueda de la verdad, de un mundo dividido y necesitado de Dios,
entre otros; donde solo así se comprende que la vocación sacerdotal significa. Es el
sacerdote tomado de entre los hombres a favor de los hombres, cada uno de ustedes,
particularmente en este día recordará desde donde el Señor te ha llamado, y en mirada
retrospectiva recodarás el inicio de tu llamada, y ahora le dicen al Señor, aquí estoy
para hacer tu voluntad…Por tanto, hoy es un día de gozo para nuestro Seminario,
para todos nosotros, para sus familiares aquí presentes y en especial para ustedes, al
comprometerse en un ministerio específico en forma pública ante Dios y ante la
comunidad. En proceso y acercamiento a las Ordenes sagradas.
Es importante, entonces recordar lo que es este ministerio y lo que significa para la
comunidad. Como es sabido, desde muy antiguo la Iglesia instituyó ministerios para
rendir debidamente el culto a Dios y servir a la comunidad. Estos ministerios con frecuencia se conferían con un rito especial, mediante el cual el fiel que los recibía quedaba agregado a una clase u orden, a fin de desempeñar una determinada función
eclesiástica. Con el paso del tiempo, aquellos ministerios o servicios más vinculados
con la liturgia fueron considerados como pasos previos a la recepción de las órdenes
sagradas. Es así que dentro de la tradición de la Iglesia de rito latino comenzó a
hablarse de “órdenes menores” para designar los oficios del ostiario, del lector, del
exorcista y del acólito. Correlativamente se hablaba de “órdenes mayores” en
relación con el subdiaconado, el diaconado y el presbiterado.
Ha sido el Papa Pablo VI, beatificado el 19 de octubre de 2014, y que pronto será
cano- nizado, quien en el año 1972, siguiendo el sentir de muchos pastores y algunas
pistas del Concilio Vaticano II, decidió reformar las llamadas órdenes menores y el
subdia- conado, manteniendo lo más útil y apropiado y estableciendo lo que debía
exigirse a los candidatos al Orden sagrado. De este modo, se conservaron y adaptaron
los minis- terios vinculados con el servicio de la Palabra de Dios y del Altar. Las
funciones que anteriormente asumía el subdiácono, quedaron integradas en los
ministerios del lector y del acólito, los cuales también pueden ser conferidos a laicos.
En el motu proprio Ministeria quaedam, el ahora beato Pablo VI explica el sentido de
la reforma con estas palabras, que a su vez remiten a la Constitución Lumen gentium:
“Así aparecerá también mejor la diferencia entre clérigos y seglares, entre lo que es
propio y está reservado a los clérigos y lo que puede confiarse a los seglares cristianos; de este modo se verá más claramente la relación mutua, en virtud de la cual el
‘sacerdocio común de los fieles y sacerdocio ministerial o jerárquico, aunque dife2
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rentes esencialmente y no sólo en grado, se ordenan sin embargo el uno al otro, pues
ambos participan a su manera del único sacerdocio de Cristo’ ” (LG 10).
Queridos hermanos, al conferirles el ministerio del lectorado, les instruyo que la Iglesia le confía el cuidado de la Palabra de Dios contenida en la Biblia y les pide la práctica de la lectura frecuente, orante y repetida de la Sagrada Escritura, pues como hemos escuchado en la primera lectura del Escrito a los Hebreos que nos dice: “La
palabra de Dios es viva, eficaz y más penetrante que una espada de dos filos. Llega
hasta lo más íntimo del alma, hasta la médula de los huesos y descubre los pensamientos e intenciones del corazón” como vemos, esta expereincia de fe va en orden al
ministerio del lectorado que hoy reciben, experiencia que habrá de acompañarlos toda
la vida dentro de su servicio eclesial.
El oficio o ministerio del lector se ejerce en la lectura de la Palabra de Dios en la
asamblea litúrgica. A él le compete proclamar las lecturas bíblicas, menos el Evangelio, en la Santa Misa y en las demás celebraciones sagradas. En ausencia del salmista,
recitará el salmo interleccional. También a él corresponde proclamar las intenciones
de la oración universal de los fieles en ausencia del diácono o cantor, e instruir a los
fieles para la digna recepción de los sacramentos. Por eso queridos jóvenes que hoy
reciben este ministerio, les animo para que sean ustedes los primeros en amar y escuchar la Palabra de Dios. Es fundamental que la Palabra revelada fecunde radicalmente
la vida de cada cristiano, más aún de cada joven que se prepara para el ministerio
sacerdotal. Nos dice el papa Francisco: “La evangelización requiere la familiaridad
con la Palabra de Dios y esto exige a las diócesis, parroquias y a todas las agrupaciones católicas, proponer un estudio serio y perseverante de la Biblia, así como
promover su lectura orante personal y comunitaria” (EG, 175). Queridos jóvenes que
en adelante desempeñarán en la comunidad este noble ministerio, acojan con docilidad el sublime tesoro de la Palabra revelada que quiere ser para su vida y la de la
comunidad, la fuente perenne donde se nutra su corazón y su existencia. La fuente
perenne donde encuentren el punto de partida para que como San Pablo, lleguen a
decir en su vida “¡Ay de mí si no anunciara el Evangelio!” (1Co 9,16).
Los exhorto, por tanto, a volverse más conscientes de la responsabilidad adquirida.
Pues no se trata sólo de leer, sino de anunciar y testimoniar también con la vida la
Palabra de Dios. Importa mucho que sepan proclamar con claridad, ritmo adecuado y
buena dicción el texto elegido que ha sido inspirado por Dios y dirigido a su pueblo.
Pero más aún importa que se muestren en la vida como buenos discípulos misioneros
del Señor siendo testigos fieles de su Palabra.
Por su parte, queridos seninaristas, el ministerio de acólito que hoy reciben, los
aproxima y compromete más con el altar del Señor y la celebración de los sagrados
misterios. Quedan instituidos para todo lo relativo al servicio del altar. Como lo que
nos dice, el Evangelio que se ha proclamado hoy, a propósito de la multiplicación de
los panes, donde se bosqueja el sentido que tiene el acolitado, que es el cuidado del
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Pan eucarístico, a quien se le encomienda atender el decoro de la mesa del Señor:
Después les dijo Jesús “Díganle a la gente que se siente” es decir, acomodar la
asamblea y la mesa del banquete…Enseguida tomó Jesús los panes, y después de dar
gracias a Dios, se los fue repartiendo a los que se habían sentado a comer. Después
de que todos se saciaron, dijo a sus discípulos: “Recojan los pedazos sobrantes, para
que no se desperdicien”. Los recogieron y con los pedazos que sobraron de los cinco
panes llenaron doce canastos. Es también propio del acólito recoger y acomodar en
su sitio lo que se ha utilizado para la celebración del Banquete del Señor. “También
ha de asistir al ministro: diácono, sacerdote u obispo en las funciones litúrgicas, principalmente en la celebración de la S. Misa; además distribuir, como ministro extraordinario, la Sagrada Comunión cuando faltan los ministros o están imposibilitados por
enfermedad, avanzada edad o ministerio pastoral, o también cuando el número de fieles que se acerca a la Sagrada Mesa es tan elevado que se alargaría demasiado la
Misa. En las mismas circunstancias especiales se le podrá encargar que exponga
públicamente a la adoración de los fieles el Sacramento de la Sagrada Eucaristía y
hacer después la reserva; pero no que bendiga al pueblo” (Ministeria quaedam § VI).
Queridos jóvenes seminaristas elegidos para este misterio, sepan que de ahora en
adelante su vida deberá comprometerse cada vez más en el amor a la Santísima
Eucaristía; sería muy triste que habiendo recibido este ministerio ustedes se quedasen
al margen y no tuvieran en la comunión su principal alimento. De modo muy especial
quiero exhórtales a que se esfuercen en desempeñar este ministerio de manera que las
acciones litúrgicas de esta comunidad y del lugar donde sean enviados a colaborar,
sean celebraciones vivas que lleven a los fieles a un encuentro verdadero con Dios.
¡Sean asiduos adoradores del Santísimo Sacramento y celosos promotores del amor a
Jesucristo presente en la Eucaristía! Cuiden la dignidad y el buen desempeño del culto
eucarístico, de manera que contribuyan junto con el sacerdote para que la belleza de
celebrar nuestra fe, transforme realmente la vida de la comunidad. Sería muy penoso
que redujeran el ministerio a un requisito de paso a las Ordenes sagradas o a una
función práctica. Hagan por tanto suyas, las palabras de Jesús “Mi carne es verdadera
comida y mi sangre es verdadera bebida.” (Jn 6, 55).
En este contexto, queridos hermanos lecotres y agcólitos, el salmo que hoy se nos ha
proclamado canta también la grandeza de la Palabra del Señor que reconforta el alma
y da fortaleza para servirle con fidelidad y alegría. Haciendo vida la voluntad de Dios
en nostros. Esto que Jesús nos ha enseñado, y que lo ha plasmado en su Palabra
contenida en los Evangelios. Es lo que los últimos Papas nos han indicado e insitido:
que tengamos cercanía y mucha familiaridad con la Biblia y esto mismo se realice en
las comunidades, particularmente con el método de la Lectio Divina.
El Papa Francisco, nos ha exhortado continuamente a que hagamos de la Biblia nuestro libro de oración diaria y que llevemos con nosotros siempre un texto de los Evangelios. Lo ha repetido muchas veces y nos lo dijo a los obispos de la Provincia de
Mexico y Monterrey aquel 15 de Mayo de 2014, en la Visita ad Limina Apostolorum.
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Lo volvió a repetir el domingo pasado, diciendo que nos nutramos con la Palabra de
Dios y que llevemos en nuestros bolsillos un texto de los evangelios y esto se los dice
también a ustedes queridos hermanos que reciben el lectorado y también el acolitado
y nos lo dice a todos los que estamos aquí, nos lo dice a todos. ¿De acuerdo?.
Finalmente, queridos hermanos, un llamado a todos los que participamos en esta
Celebración. Llamado a la conciencia del trabajo vocacional que debe ser una acción
concreta en todos los bautizados. (Pensemos en le número de alumnos que hay actualmente en el seminario, para toda esta arquidiócesis de más de ocho millones de habitantes. ¿Que hacer?). En este año que celebraremos el Sínodo de la familia, es importante apelar a la generosiadad y cohesión de las familias para que hagan surgir de su
hogares vocaciones sacerdotales. Hoy recibimos una gran bendición del Señor, pues
la entrega de estos hermanos seminaristas que por compromiso al ministerio que
reciben, nos animan a redoblar nuestos esfuerzos en la promoción de las vocaciones.
“La urgencia por la cual esta exhortación surge, es por el hecho de que vemos que en
los últimos años han disminuido considerablemente el número de vocaciones al sacerdocio en nuestra Iglesia, tal vez por la situación turbulenta de nuestro mundo de hoy,
o por muchas otras razones, es por lo que hacemos un llamado a todos para que
conociendo esta realidad, trabajemos todos por promover las vocaciones. Nuestro
corazón no sería de verdad ‘católico’ si en él no sintiéramos el eco de las palabras de
Jesús: ‘La cosecha es abundante, pero los trabajadores son pocos’ (Lc 10,12)”.
Promovamos las vocaciones sacerdotales con nuestra oración ayuda y testimonio.
Concluyo esta reflexión, elevando nuestra fervorosa oración para pedir que el Señor
que siga bendiciendo la obra buena que en el Seminario ha comenzado: los formadores, que entregan su vida para servir al Señor en el acompañamiento y discernimiento de los futuros sacerdotes, el personal y todos los seminaristas que lo conforman. Especialmente a ustedes nuevos lectores y acólitos a quienes encomendo con
todo mi corazón a nuestra Madre y Maestra en su inmaculada concepción, patrona de
nuestro Seminario, para que les ayude a dejarse transformar por la acción de la gracia,
en hombres nuevos, con la novedad siempre actual del Evangelio. Los acompañe
siempre para que un día no muy lejano, si Dios así lo quiere, sean pastores comprometidos para guiar la grey del Señor. Que así sea. Y muchas felicidades.
+Florencio Armando Colín Cruz
Obispo Auxiliar de la Arquidiócesis de México y
Vicario Episcopal de la Primera Vicaría
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