fantasía y ansiedades psicóticas

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FANTASÍA Y ANSIEDADES PSICÓTICAS
Robert M. Young1
Una de las distinciones esclarecedoras que nos ha proporcionado el
psicoanálisis post-Kleiniano es la existente entre el saber y el saber acerca de.
En psicoanálisis, el saber acerca de algún aspecto generalmente actúa como
defensa contra su conocimiento de un modo más profundo y emocional.
Recuerdo muy bien que mi primer supervisor, Bob Hinshelwood, a quien le
tengo gran estima, dijo una vez de manera autocrítica que si no se comprende
lo que el paciente quiere expresar en una determinada sesión se realiza una
interpretación inteligente, y por otra parte, si no se está íntimamente ligado al
paciente siempre es posible escribir un ensayo acerca de ello.
Los aspectos sobre los cuales basaré el presente ensayo no son
nuevos. La mayoría de mis fuentes fueron publicadas entre el año de mi
nacimiento y 1955, cuando me encontraba cursando segundo año de pregrado
y comencé a leer psicoanálisis seriamente. Desde hace algún tiempo, he
sabido de gran cantidad de literatura acerca de las fantasías inconscientes y
ansiedades psicoticas, tras haber leído a Klein y Bion durante mi propio
análisis. Sin embargo, existe una parcialidad sensible contra leer demasiado
durante el propio entrenamiento clínico, de manera que raramente se estudia
un tema de forma sistemática. Como consecuencia de lo anterior, es
únicamente ahora, algunos años después del análisis que estoy comenzando a
sentir (sin que sea mi intención exagerar la medida en que lo siento) que podría
tomar en serio estos asuntos.
Me agrada pensar que me encuentro en el camino hacia su
conocimiento. Uno de mis propósitos al escribir un ensayo acerca de este
tema, es exegético – un intento de unir estos aspectos para así observar si
poseen coherencia desde mi punto de vista.
Por supuesto, lo que se llega a conocer, se sabía todo el tiempo, como
ilustraré en estas líneas y conocer acerca de estos aspectos puede ser tanto
una barrera como un catalizador para ser capaz de pensar acerca de dicho
conocimiento tácito. Siempre he sabido acerca de la normalidad y ubicuidad de
las fantasías inconscientes y las ansiedades, sin embargo, comienzo a ser
capaz de permitirme darme cuenta de esto y reflexionar sobre algunas de las
consecuencias de la omnipresencia de las fantasías inconscientes y primitivas
para la vida, cultura, política y teoría del conocimiento.
Tras haber realizado una reconsideración sobre la literatura acerca de
las fantasías inconscientes y ansiedades psicóticas, me planteo dos tareas. La
primera es intentar describir y proporcionar algún significado emocional a los
tipos de fantasías contra las que, como individuos y en grupos e instituciones,
gastamos gran cantidad de energía defendiéndonos. En segundo lugar,
quisiera reunir y hacer énfasis en las implicaciones de las ideas Kleinianas y
neo-Kleinianas acerca de cómo pensamos acerca de la naturaleza humana, es
decir, con respecto a los individuos y todos los demás niveles de cultura y
civilización. Resulta que la defensa contra las ansiedades psicóticas es ofrecida
por los Kleinianos como una explicación más profunda que el tabú de incesto
como base de ese barniz delgado y muy fácilmente corrompible que constituye
la civilidad y se interpone, por un lado entre lo que se considera como orden
social y el caos (o el miedo a éste) por otro. Esto resulta ser un arma de doble
filo, puesto que nuestras defensas contra las ansiedades psicóticas actúan
como un poderoso freno sobre el cambio institucional y social hacia relaciones
menos rígidas y más generosas entre individuos y grupos.
La primera vez que escuché acerca del psicoanálisis fue hace cuarenta
años aproximadamente, en mi primer día de universidad, donde los nuevos
estudiantes provenientes de entornos muy diferentes se unieron como
compañeros de clase. Uno de mis compañeros rió al saber que yo nunca había
escuchado de Freud, a quién describía como “el hombre que pensaba que
todas las puertas eran chochos y todas las corbatas eran penes”. A principios
de 1950, el psicoanálisis poseía una connotación sexual para los estudiantes
de pregrado americanos, simple sexo obsceno. Aprendí rápidamente la
estrecha conexión existente estos aspectos y sentimientos violentos y locos
como la envidia asesina, cuando, únicamente unas semanas después, el
mismo compañero trató de apuñalarme con una navaja suiza debido a que no
podía soportar que yo tuviera novia y él no.
Planteo esta anécdota por diversas razones. Primero, la Teoría de la
Civilización de Freud llamó la atención sobre el tabú acerca de la
competitividad sexual violenta y la rapacidad como piedra angular de la
civilización. Se decía que el patriarca sexual polimorfo había sido aniquilado
por la horda primitiva, estableciéndose así el tabú de incesto, base de todos los
demás tabúes y del sistema de medida y legalidad que originó la cultura y la
civilización, términos que Freud se negaba a diferenciar.
Freud siempre enfatizó que el hombre es un lobo para los otros
individuos, que la apariencia de la civilización es delgada y se encuentra bajo
amenaza de un momento a otro, y que la vida es una constante lucha dirigida
en el tenso espacio entre los instintos eróticos y los destructivos. Para Freud
los conflictos básicos ocurrían a este nivel de la psique (Ver Young 1994, cap.
2). Según lo describía Meltzer, el mundo de Freud es “un mundo de animales
superiores”, criaturas buscando tregua del constante bombardeo de estímulos
internos y externos”. En contraste, este autor describe el mundo de Klein como
“un mundo de bebé santos en familias sagradas plagadas de los demonios de
la división de instintos mortales” (Meltzer, 1978, parte 3, pp 115-116).
Lo anterior no es únicamente una diferencia de énfasis. Como lo
muestra el impactante ejemplo de mi experiencia universitaria, aspectos que
pudieran parecer a primera vista que traten acerca de la sexualidad genital
puede resultar ser acerca de niveles de angustia psicológica mucho más
primitivos. Del mismo modo, la diferencia entre los mundos de Freud y Klein
puede describirse como un nivel de explicación y de causalidad. Bion hace
claro énfasis en la conclusión de su ensayo “Dinámicas de Grupo –una
revisión”, el cual, como señala Menzies Lyth era más explícito acerca de la
inspiración de las ideas de Klein que su más conocida colección de ensayos,
Experiencias en Grupos (1961). Bion dice “la visión de Freud de las dinámicas
de grupo, me parece que requiere complementación más que corrección”
(Bion, 1955. p. 475). Este autor acepta el punto de vista de Freud de que el
grupo familiar es la base para todos los grupos, pero añade que “esta visión no
va lo suficientemente lejos….Pienso que la posición central en las dinámicas de
grupo la ocupan los mecanismos más primitivos que Melanie Klein ha descrito
como peculiares hacia las posiciones paranoides-esquizoides y depresivas. En
otras palabras, siento que no se trata únicamente de que el esclarecimiento
proporcionado por el descubrimiento de Freud acerca del grupo familiar como
prototipo de todos los grupos se encuentre incompleto, sino del hecho de que
se deja fuera la fuente de los principales impulsos emocionales del grupo”
(ibid). Luego resume las nociones de “grupo de trabajo” y las “asunciones
básicas” que lo asalta, como lo son la dependencia, vinculación y el ataquefuga, y sugiere que éstas pueden poseer un enlace común o pueden ser
diversos aspectos de cada una de ellas. Investigaciones posteriores
demuestran
que
cada
asunción
básica
contiene
características
que
corresponden de manera estrecha como partes-objetos extremadamente
primitivos que desatarán tarde o temprano la ansiedad psicótica perteneciente
a dichas relaciones primitivas.
Estas ansiedades y los mecanismos peculiares a ellas, ya han sido
desplegados por Melanie Klein en el psicoanálisis y sus descripciones cuentan
además con los estados emocionales del grupo de asunciones básicas. Dichos
grupos poseen objetivos “muy diferentes bien sea de la tarea abierta del grupo
o de las tareas que pudieran parecer apropiadas a la visión de grupo de Freud,
basada en el grupo familiar. Sin embargo, al realizar una aproximación desde el
ángulo de la ansiedad psicótica, asociada a fantasías de relaciones primitivas
parte-todo… el fenómeno de las asunciones básicas parece tener mucho más
las características de reacciones defensivas a la ansiedad psicótica y no
alejarse demasiado de los puntos de vista de Freud como complemento. Desde
mi punto de vista es necesario trabajar tanto a través de las tensiones
pertenecientes a los patrones familiares como de las ansiedades aún más
primitivas de las relaciones parte-todo. De hecho, considero que estas últimas
contienen las fuentes primordiales de todo el comportamiento del grupo”.
Desde el punto de vista de Bion, lo relevante en el comportamiento
individual y de grupo es más primitivo que el nivel de explicación Freudiano.
Las fuentes principales de nuestra angustia son las ansiedades psicóticas y
mucho de lo que ocurre en los individuos y grupos es el resultado de las
defensas erigidas contra ellas, de manera de no tener que soportarlas
concientemente.
Comentaré algo acerca del término “psicótico” y luego iré al concepto de
fantasía y las ansiedades generadas por las fantasías primitivas. Para la
mayoría de nosotros “psicótico” se refiere a psicosis, un trastorno primario de
las relaciones libidinales con la realidad, y los síntomas psicóticos son un
intento de restaurar el enlace con los objetos (Laplanche & Pontails, 1973, p
370). Cuando realicé mi entrenamiento como ayudante psiquiátrico en un
hospital mental estatal en 1950, se nos enseñaron ciertas cosas acerca de la
psicosis, las cuales parecían adecuadas en tiempos anteriores a Laing y a
Goffman. Los psicóticos se encontraban “fuera de contacto con la realidad” por
la mayoría o la totalidad del tiempo. Escuchaban y veían cosas que no existían
–alucinaciones- y distorsionaban salvajemente las cosas que allí se
encontraban – ilusiones-.
Quiero referirme ahora a los mecanismos en cuestión y su evolución
desde la guardería hacia el preescolar. Klein describió que los mecanismos
esquizoides ocurren “generalmente en el desarrollo del bebé durante el primer
año de vida… el infante sufría estados mentales esencialmente equivalente a
las psicosis adultas, tomadas como estados regresivos en el sentido de Freud
(Meltzer 1978, parte 3, p. 22). Klein dice en el tercer párrafo de su articulo más
famoso, Notas sobre algunos Mecanismos Esquizoides, “En la temprana
infancia surgen ansiedades características de la psicosis, lo que lleva al ego a
desarrollar mecanismos de defensa específicos. En este periodo se encuentran
los puntos de fijación para todos los desórdenes psicóticos. Esto ha llevado a
muchas personas a creer que considero a todos los niños como psicóticos; sin
embargo, ya he luchado suficiente con la incomprensión en otras ocasiones”
(Klein, 1975, vol.3, p 1). Meltzer comenta que “a pesar de que Klein negaba
que esto era equivalente a decir que todos los bebés son psicóticos, es difícil
ver como podría escapar esta implicación” (Meltzer, 1978, parte 3, p 22).
El pensamiento Kleiniano evolucionó en tres etapas. Como en la cita
anterior, Kein veía los mecanismos esquizoides y la posición paranoideesquizoide como puntos de fijación, respectivamente, para la esquizofrenia y la
psicosis maníaco-depresiva. Más tarde, las posiciones paranoide-esquizoide y
depresivas se convirtieron en etapas del desarrollo. Su terminología incluía
“fases psicóticas”, “posiciones psicóticas” y más tarde “posiciones” (Klein, 1975,
vol 1, pp 275n-276n, 279). En tercer lugar, en el trabajo de Bion y otros postKleinianos, éstas se convirtieron en principios económicos y parte de las
vicisitudes momentáneas de la vida cotidiana.
Las notaciones “Ps” y “D” se unían con una doble flecha a fin de indicar
la facilidad y frecuencia con la que nuestros estados internos oscilan de uno a
otro y continúan repitiéndose: Ps < ----> (Meltzer, 1978, parte 3, p 22).
En los escritos de Bion sobre esquizofrenia, se presenta una
ambigüedad acerca de si la parte psicótica de la personalidad es omnipresente
o se encuentra presente únicamente en los esquizofrénicos, pero Meltzer
concluye su exposición acerca de los artículos sobre esquizofrenia de Bion
refiriéndose a la existencia de este fenómeno en pacientes de cualquier grado
de trastorno, aun en los candidatos “sanos” en entrenamiento (p 28). Al ir más
allá, él y sus colegas se han basado en el mundo interior de los pacientes
autistas a fin de esclarecer la norma, Frances Tustin escribió acerca del
fenómeno de autismo en pacientes neuróticos, mientas que Sidney Klein ha
descrito “quistes autistas” en pacientes neuróticos
Los planteamientos anteriores parecen demasiado para traer el término
“psicótico” al reino de lo normal y lo neurótico. Refiriéndome ahora a la
“fantasía” comenzaré señalando que a este término se le dedica una página
entera en el índice de Developments in Psychoanalisis (Klein, et al, 1952) y la
entrada llena media página en la cuenta histórica de The Freud-Klein
Controversies 1941-1945 (King y Steiner, 1991). Los ensayos que se presentan
en Developments in Psychoanalisis son versiones de los artículos que
formaban la base para la posición Kleiniana en dicha controversia. Había
muchas cosas en juego, pero en el fondo, en mi opinión, se encuentra la
cuestión de la primacía del mundo interior, en oposición al marco más
interactivo y adaptativo de ideas que resulta estar asociado con la psicología
del ego y, en nuestros días, el Freudianismo contemporáneo.
Anna Freud refuta la afirmación de que “posee un prejuicio empedernido
a favor de los modos de la realidad externa… y de los procesos mentales
conscientes” (King y Steinner, 1991, p 328), sin embargo, pienso que existe
una demarcación legítima entre la orientaciones Kleinianas y Freudianas y
esto se vuelve aún más evidente en manos de Hartmann, Kris, Loewenstein y
la escuela americana personificada por el trabajo sistematizado de David
Rapaport.
Como parte del problema sobre la primacía del mundo interior, creo que
los individuos se encontraban verdaderamente asustados por la locura y
suciedad pura del mundo interior como lo describe Klein y sus partidarios. En
efecto, Michael Balint realiza una protesta a lo largo de estas líneas,
comentando secamente en la discusión de un articulo fundamentalmente
importante de Susan Isaacs, al que me referiré más adelante, que “tal vez la
Sra. Klein está poniendo un énfasis indebido en el papel del odio, la frustración
y la agresión en el niño” (p. 347). Fairbairn, por el contrario, parecía sentir –al
menos en ese momento- que las cuentas Kleinianas de la fantasía eran tan
exitosamente descriptivas del mundo interior que propuso cambiar “fantasía”
por “realidad interior” (p. 359).
Comienzo con el punto básico de que “fantasía” se refiere a las
“fantasías predominante o totalmente inconscientes” en contraste con el tipo de
fantasías conscientes o imaginaciones con las que asociamos, por ejemplo las
exploraciones de Coleridge sobre la imaginación (Isaacs, 1952, pp 80-81). Joan
Riviere apela a la hipótesis de Freud de que la psique siempre se encuentra
interpretando la realidad de sus experiencias – “o más bien malinterpretándolade una manera subjetiva que aumenta su placer y la protege del dolor” (Riviere,
1952, p 41). Freud, de acuerdo a Riviere, llama este proceso alucinación, y
este forma la base de lo que llamamos vida de fantasía. Por lo tanto, la vida de
fantasía del individuo es la forma en la que las sensaciones y percepciones
reales internas y externas se interpretan y se le representan en su mente bajo
la influencia del principio de placer-dolor. Riviere agrega que “esta función
primitiva y elemental de su psique –malinterpretar sus percepciones para su
propia satisfacción- aún conserva ventaja en las mentes de la gran mayoría de
los adultos civilizados” (p 41).
Esta función general se repite en la definición de Susan Isaacs: “esta
expresión mental del instinto es una fantasía inconsciente….No existe impulso,
necesidad instintiva o respuesta que no se experimente como fantasía
inconsciente… Los primeros procesos mentales deben considerarse como
comienzos tempranos de las fantasías. Sin embargo, en el desarrollo mental
del niño la fantasía se convierte pronto en un mecanismo de defensa contra la
ansiedad, un medio para inhibir y controlar los impulsos instintivos e igualmente
una expresión de deseos reparatorios… Todos los impulsos, sentimientos y
modos de defensa se experimentan como fantasías, lo que les proporciona
vida mental y muestra su dirección y finalidad”. (Isaacs, 1952. p. 83).
Cuando pasamos al contenido de las fantasías surge un problema de
comunicación: “éstas son aptas para producir una fuerte impresión de irrealidad
y falsedad” (Riviere, 1952 p. 20). Esto se produce debido a que cuando
hablamos o escribimos sobre ellas, utilizamos procesos mentales preverbales
muy primitivos en el lenguaje de palabras de los diccionarios. Giro alrededor de
este punto a fin de mostrar algunas imágenes y anécdotas de mi propia
experiencia personal y clínica. Las fantasías se representan como agujeros
negros, terror sin nombre, parte-todo, menudencias, heces, orina, los sueños
de un paciente sobre cenizas húmedas o escapes mentales en un desierto
estéril, pus, baba, sentimientos de estar abrumado, sumido, desintegrado, en
pedazos, devorado, cayendo en el vacío, arañas, insectos, culebras. El
lenguaje elaborado a partir del trabajo con pacientes autistas incluye el temor a
derrumbarse, caer al infinito, derramarse en la distancia, explotar, la amenaza
de aniquilación total, desintegración (distinta a la desintegración de la
esquizofrenia), experimentar a la persona desaparecida como un agujero (en
lugar de “extrañarla” como persona no presente).
Cuando no consigo un papel o entro en una habitación sin saber por
qué, no pienso únicamente en la edad y las preocupaciones. La fábrica de
realidad está destrozada y me siento en peligro inminente de desmayo, de
desintegración, de pánico insoportable. Cuando era niño había una gran casa
ubicada en un gran terreno en una quebrada, con paredes y una puerta con
una pesada cadena y un cartel de hierro forjado que decía “DRIVERDALE”. No
podía acercarme a ella sin sentir ansiedad intensa. (La hazaña de mi
adolescencia era manejar mi moto a alta velocidad en dichos terrenos). El
mismo terror intenso lo experimentaba con respecto a una casa verde por la
que debíamos pasar en camino a la piscina, y llamábamos a la mujer que vivía
allí “la bruja verde”. Yo creía y le temía al coco y no podía dormir a menos que
la puerta de mi closet estuviera cerrada. Le tenía un terror mortal al monstruo
de Frankestain y a la Momia (de la película “La maldición de la Momia”) y hasta
el momento en que fui a la universidad, no podía entrar a la cocina sin girar
primero alrededor de la jamba de la puerta y encender la luz fluorescente, que
tardaba siglos en encenderse. Lo mismo ocurría con el porche trasero,
mientras que ir al jardín trasero al anochecer era impensable. Mi infancia y
adolescencia estuvieron llenas de terrores, imaginaciones, fantasías y algunas
actividades acerca de las que me sonrojaría si las contara – todas rasgando el
tejido de la sociedad civilizada. El más prominente de los terrores era el total
horror de escuchar la palabra “Terrel”, el nombre de un hospital mental
cercano. No recuerdo alguna vez que esta palabra no me transmitiera un
infierno inimaginable, en la que mi madre deprimida y yo estábamos en peligro
inminente
de
ser
arrojados
como
resultado
de
mis
transgresiones,
particularmente mi imposibilidad de tener respeto suficiente por mi padre. Aún
me sobreviene una versión de este terror cuando me encuentro en las garras
de una discusión y no puedo salir de ella. Tras estas experiencias conscientes,
ahora sé que se esconden ansiedades psicóticas.
Ofrezco estas anécdotas, de manera un poco tímida, a fin de invitarlo a
que realice búsquedas similares en sus recuerdos para vislumbrar las puntas
de iceberg de sus propias fantasías y ansiedades psicóticas. Son mi versión de
lo que Klein llama “una cueva de monstruos peligrosos” (Klein 1975, vol 1, p
272). Mi punto general es que si se preguntan “¿Qué es una ansiedad psicótica
cuando se encuentra en la realidad y no en un texto increíble y casi insondable
escrito por Melanie Klein?, podrán ser menos escépticos si interrogan las
franjas de sus propios recuerdos y experiencias dolorosas y por supuesto, sus
sueños. Luego ofreceré más ejemplos, pero por ahora deseo afirmar que las
ansiedades psicóticas son omnipresentes, subyacen todo pensamiento,
proporcionan racionalidad a toda cultura e instituciones y en casos particulares,
nos ayudan a darle sentido a maneras de ser especialmente chocantes. En
este momento pienso en la concepción de Meltzer acerca del claustro (1992),
donde habitan conformistas ultra-ambiciosos y sobrevivientes que viven en
identificación proyectiva, a quienes toma para expresar que su morada dentro
del mundo interior se encuentra dentro del recto, confirmando así la descripción
coloquial de estas personas como “cabrones”. Su análisis muestra que este
nivel de uso
de identificación proyectiva es una defensa contra la ruptura
esquizofrénica.
Esto sugiere que muchos de nuestros jefes ejecutivos y líderes viven al
borde de la locura perpetuamente. No es de extrañar que deban alcanzar su
camino. La ambición de Greedy está huyendo asustada.
Los puntos de vista de Klein acerca de estos asuntos se basan en las
nociones de Freud y Abraham de la libido oral y las fantasías de canibalismo
(Gedo 1986, p 94). Se refiere a impulsos sádicos contra el pecho materno y
dentro de su cuerpo, queriendo cavar, devorar, cortar, envenenar y destruir por
todos los medios sugeridos por el sadismo (Klein 1975, vol 1, p 262). Una vez
más, los mecanismos proyectivos e introyectivos de los primeros meses y años
dan lugar a situaciones de ansiedad contra ellos, “cuyo contenido es
comparable al de la psicosis en adultos” (ibid). La oralidad se encuentra en
todas partes, por ejemplo, en la “mordedura de conciencia” (p 268). Riviere
dice que “dicha impotencia contra las fuerzas destructivas internas constituye
la mayor situación de daño físico conocida al organismo humano, y que esta
impotencia es la fuente más profundo de ansiedad en el ser humano” (Riviere,
1952, p 43). Es la fuente principal de toda neurosis. En esta etapa temprana del
desarrollo, el sadismo está a su altura y lo sigue el descubrimiento de que los
objetos amados se encuentran el estado de desintegración, en pedazos o
disueltos, llevando al desespero, remordimiento y ansiedad, los cuales
subyacen numerosas situaciones de ansiedad. Klein concluye “encuentro que
las situaciones de ansiedad de este tipo se encuentran en el fondo de la
depresión, sino de todas las inhibiciones de trabajo” (Klein 1975, vol 1, p 270).
Debe recordarse que éstas son experiencias prelingüisticas del desarrollo, y
sub-lingüísticas en los adultos. La característica de la visión del mundo de los
Kleinianos es que lo primitivo nunca trascendió y que todas las experiencias
continúan siendo mediadas a través del cuerpo de la madre. Del mismo modo,
existe una persistencia de fantasías primitivas de las partes del cuerpo y de las
funciones corporales, especialmente el morder, comer, lagrimear, escupir, la
orina y el orinar, las heces y el defecar, mocos y genitales.
Tras haber dicho lo anterior, ofreceré un ejemplo puro de Klein. Se
encuentra en medio de una exposición acerca del papel que juegan las
posiciones paranoides, depresivas y maníacas en el desarrollo normal” (Klein
1975, vol 1, p 279) y ofrece dos sueños ilustrativos, que no citaré. (Debería
enfatizar que estoy citando un pasaje de la mitad de una exposición e
interpretación que consta de seis páginas). Quiero transmitir el sabor de las
fantasías primitivas que he estado discutiendo. Presentaré una parte de la
interpretación: “La micción en sueños lleva a fantasías agresivas tempranas del
paciente hacia sus padres, dirigidas especialmente contra sus relaciones
sexuales. Había fantaseado con morderlos y comérselos y entre otros ataques,
orinar sobre y en el pene de su padre, a fin de quemarlo y hacer que su padre
quemara a su madre en las relaciones (la tortura con aceite caliente). Estas
fantasías se extendían a los fetos que debían matarse (quemarse). El riñón
quemado vivo representaba tanto el pene de su padre –equiparado a las
heces- como a los fetos (la hornilla que no abrió). Las asociaciones expresaban
la castración del padre como decapitación, se mostraba la apropiación del
pene del padre por medio del sentimiento de que su pene era muy largo y de
que orinaba tanto por el como por su padre (la fantasía de que tenía el pene de
su padre del suyo o unido al suyo había sido un gran punto en su análisis). La
micción del paciente en el recipiente también significa su relación sexual con su
madre (donde el recipiente y la madre en el sueño la representaban de forma
real y como una figura internalizada). El padre impotente y castrado fue hecho
para observar la relación del paciente con su madre – a la inversa de la
situación que el paciente ha pasado en la fantasía de su infancia-. El deseo de
humillar a su padre se expresa por medio de su sentimiento de que no debe
hacerlo” Klein 1975, vol 1, p 281). Siguiendo así por media página más. Otro
ejemplo desalentador similar puede extraerse de la historia de Meltzer acerca
de los materiales soñados que pueden atribuirse a fantasías inconscientes de
masturbación anal (Meltzer, 1988, esp. Pp 104, 106-7).
Esto es verdaderamente difícil de soportar, difícil de creer, difícil de
seguir. Klein funciona bien y verdaderamente en las partes más primitivas del
mundo interior, donde el simbolismo de los sueños se encuentra con las
funciones corporales y las partes primitivas del cuerpo. Su modo de describir
estas fantasías es fácil de caricaturizar y se vuelve madera cuando se adopta
una moda animalesca por acólitos no experimentados. Sin embargo, en la
historia subsiguiente del psicoanálisis Kleiniano continúa prevaleciendo su
perspectiva sobre la fantasía inconsciente. Elizabeth Spillius informa que este
es uno de los conceptos de Klein que los post-Kleinianos “han alterado muy
poco”.
Sin embargo, muchos Kleinianos (a pesar que no son todos, por
ejemplo, Donald Meltzer) ha alterado su lenguaje y se ha hecho más propenso
a realizar interpretaciones en términos de funciones en lugar de partes-todo
anatómicas. Edna O’ Shaughnessy ha sugerido la noción de “parte-todo
psicológica” como analogía a las partes-todos corporales. Spillius toma esto y
argumenta que “nos relacionamos con partes-todo psicológicos… con las
funciones de la parte-todo en lugar de con su estructura física primaria. Son
nuestras capacidades de ver, tocar, saborear, escuchar, oler, recordar, sentir,
juzgar y pensar tanto activas como pasivas, las que se atribuyen y se perciben
en la relación parte-todo”.
Spillius concluye sus observaciones sobre este cambio de énfasis en la
técnica relacionándolas con el concepto de Klein de identificación proyectiva.
Estas funciones “se entienden frecuentemente como aspectos del yo que se
proyectan en objetos parciales” (Spillius 1988, vol 1, pp 2-5; cf. Vol 2, pp 8-9).
A Klein no le preocupaba ser llamado “psicólogo id” (Gedo, 1986, p 91).
Ella concebía sin ningún tipo de arrepentimiento que la tarea del analista era
confrontar al paciente con el contenido del inconsciente. Evitaba la “experiencia
emocional correctiva”, no alentaba la regresión y el revivir de experiencias
infantiles, o las influencias educativas o morales explícitas y mantenía
“únicamente el procedimiento psicoanalítico, el cual en resumen, consiste en
entender la mente del paciente y transportarlo a lo que allí ocurre” (Klein, 1975,
vol 3, p 129). Ella sentía que articulando confidencialmente interpretaciones de
material muy primitivo de cara a la resistencia disminuye la ansiedad del
paciente y abre la puerta al inconsciente. Tampoco evitaba interpretaciones tan
profundas o interpretaciones de transferencia desde el inicio del trabajo
analítico con un paciente (Klein, 1975, vol 2, pp 22-24; Gedo, 1986, p 92).
¿Por qué lo anterior representa tanta innovación? Riviere señala que la
ansiedad poseía gran significación para Freud, pero que mucha de su retórica
era fisiológica. No le preocupaba el contenido psicológico de las fantasías. Por
el contrario, “la ansiedad y las defensas contra ella ha sido desde el principio la
aproximación de la Sra. Klein a los problemas psicoanalíticos. Fue desde este
ángulo que descubrió la existencia e importancia de elementos agresivos en la
vida emocional de los niños… y esto le permitió sacar a la luz la mayoría del
fenómeno de desordenes mentales con los principios básicos de análisis”
(Riviere, 1952, pp 8-9).
A partir de este punto, los Kleinianos siguieron proponiendo elementos
de una psicología general, incluyendo la afirmación de que existe “una fantasía
inconsciente detrás de cada pensamiento y cada acto (p 16). Es decir, la
expresión mental de los procesos primitivos es “fantasía inconsciente” (ibid).
Este hecho no es sólo un murmullo de fondo, como lo fue. Isaacs afirma que
“el pensamiento de la realidad no puede funcionar sin fantasías inconscientes
concurrentes y de apoyo” (Isaccs, 1952, p. 109). Y reiterando: “las fantasías
son el contenido primario de los procesos mentales inconscientes” (pp 82, 112).
“No existe impulso, necesidad instintiva que no se experimente como fantasía
inconsciente” (p 83). “Las fantasías poseen tanto efectos físicos como
corporales, por ejemplo, los síntomas de conversión, las cualidades corporales,
el carácter y la personalidad, la inhibición de síntomas neuróticos y las
sublimaciones” (p 112), éstos incluso determinan los detalles minuciosos del
lenguaje corporal (p 100). El papel de la fantasía inconsciente se extiende
desde el primer pensamiento hasta el más abstracto. El primer pensamiento del
niño acerca de la existencia del mundo externo, provine de ataques sadistas
sobre el cuerpo de la madre (Klein, 1975, vol 1, p 276; vol 3 p. 5). “Las
fantasías –que se vuelven más elaboradas y se refieren a una variedad más
profunda de objetos y situaciones-
continúan a lo largo del desarrollo y
acompañan todas las actividades; nunca dejan de jugar un papel importante en
la vida mental. La influencia de la fantasía inconsciente sobre el arte, el trabajo
científico y las actividades de la vida cotidiana no puede sobrevalorarse” (Klein,
1975, vol 3, p 251; cf. P 262).
Estas ansiedades no son sólo omnipresentes: interactúan de forma
complicada. Según señala Riviere, “es imposible hacerle justicia a la
complejidad y variedad de las situaciones de ansiedad y las defensas contra
ellas que dominan la psique durante estos primeros años. Los factores
involucrados son muy numerosos y las combinaciones e intercambios muy
variables. Los objetos internos se emplean contra los externos y los externos
contra los internos, tanto para la satisfacción como para la seguridad; el deseo
se emplea contra el odio
y la destructividad; la omnipotencia contra la
impotencia y aun la impotencia (dependencia contra la omnipotencia
destructiva; la fantasía contra la realidad y la realidad contra la fantasía.
Además, el odio y la destrucción se emplean como medidas para evitar el
daño del deseo y aun del amor, gradualmente se realiza un desarrollo
progresivo, por medio de la interacción de estos y otros factores y de ellos con
las influencias externas, fuera de los cuales se forma el ego del niño, sus
relaciones con los objetos, su desarrollo sexual, su súper-ego, su carácter y
capacidades” (Riviere, 1952, pp 59-60).
Dirigiéndonos hacia las bases de estas ideas
sobre los grupos e
instituciones, quiero comenzar por señalar dos puntos. El primero de ellos es
que el movimiento es simple. Bion dice: “Mi impresión es que el grupo se
aproxima de forma muy cercana, en la mente de los individuos que lo
componen, a fantasías muy primitivas sobre los contenidos del cuerpo materno.
Por lo tanto, el intento de realizar una investigación racional de las dinámicas
de grupo se ve perturbado por los miedos y por los mecanismos para luchar
con ellos, los cuales son característicos de la posición paranoide-esquizoide.
La investigación no puede llevarse a cabo sin la estimulación y activación de
dichos niveles… los elementos de la situación emocional se encuentran tan
aliados a las fantasías de las ansiedades más tempranas que el grupo se ve
obligado, cuando la presión de la ansiedad se hace muy fuerte, a tomar
acciones defensivas” (Bion, 1955, p 456). Las ansiedades psicóticas en
cuestión involucran la división y la identificación proyectiva y son características
de las posiciones paranoides-esquizoides y depresivas, ahora como procesos
grupales (p 457). El movimiento de individuo a grupo no plantea nuevos
problemas sobre la explicación. Él dice un poco más adelante, “ la aparente
diferencia entre la psicología de grupo y la individual es una ilusión producida
por el hecho de que el grupo pone de relieve el fenómeno que parece ajeno a
un observador no acostumbrado a utilizar el grupo” (p 461).
Mi segundo punto es que aquellos que hemos tratado de cambiar las
instituciones y hemos aprendido que existen (según lo planteado por Bruce
Springsteen) “cosas que te derribarán porque no las viste venir” nos sentiremos
aliviados de saber esto y de estar mejor informados
sobre a lo que nos
enfrentamos. Recuerdo con un poco de disgusto la vez que Bob Hinshelwood,
(quién ha publicado el mejor libro sobre grupos hasta ahora: Hinshelwood
1987) insistió en que realizara entrenamiento en terapia de grupo y asistiera a
una Conferencia residencial de Leicester sobre las relaciones de grupo, que
duraba dos semanas (Miller, 1990). Me ofendió su planteamiento de que no
poseía experiencia en grupos, debido a que había pasado los años sesenta y
setenta en todo tipo de colectivos, cooperativas y hasta en una comuna. Sentí
que estaba desdeñando una de mis cicatrices más dolorosas y tuvimos una
discusión fuerte acerca de cuál de los dos estaba siendo arrogante… Volviendo
al pasado desde la ventaja de cierto número de años dirigiendo y siendo
supervisado en terapia de grupo, así como de intentar asimilar la experiencia
de la Conferencia Leicester (lo cual reconocemos que toma años), digo
gratamente (sólo con un poco de resentimiento) que a menos que entendamos
las ansiedades psicóticas a las que se refiere Bion, nunca sabremos a lo que
nos enfrentamos en la naturaleza humana y en el intento de cambiar las cosas.
Bion dice que caer en la forma de funcionamiento de las asunciones básicas
que describe es instintivo, involuntario, automático, instantáneo e inevitable (pp
449,458).
Elliot Jacques e Isabel Menzies Lyth son igualmente muy soberbios y
estoicos en sus evaluaciones de las barreras hacia el cambio. Jacques
comienza su ensayo sobre “Sistemas Sociales como defensa contra la
ansiedad persecutoria y depresiva” reiterando que “el fenómeno social muestra
una llamativa correspondencia con los procesos psicóticos en los individuos”,
que “los individuos utilizan las instituciones para reforzar los mecanismos
individuales de defensa contra la ansiedad y que “los mecanismos de
identificación proyectiva e introyectiva operan enlazando el comportamiento
individual y social”. Argumenta la tesis de que “los elementos cohesivos
primarios que unen al individuo a la asociación humana institucionalizada son
los de defensa contra la ansiedad psicótica” (Jaques, 1955, pp 478-9). Señala
que los procesos proyectivos e introyectivos que investiga son básicos aún
para los más complejos procesos sociales y nos dirige hacia el argumento de
Paula Heimann acerca de que se encuentran en la base de todos nuestros
negociaciones con los demás (p 481 n). Su conclusión es cautelar y señala las
consecuencias conservadoras –y hasta reaccionarias- de nuestras ansiedades
psicóticas y nuestras defensas grupales e institucionales contra ellas. Sugiere
que como resultado de estas reflexiones sobre la naturaleza humana “puede
quedar más claro el porque el cambio social es tan difícil de lograr, y por qué
muchos problemas sociales son tan intratables. Desde el punto de vista aquí
planteado, los cambios en las relaciones y procedimientos sociales llaman a
una restructuración de las relaciones a nivel de la fantasía, con la consecuente
demanda a los individuos a aceptar y tolerar cambios en sus patrones de
defensa existentes contra la ansiedad psicótica. Es probable que el cambio
social efectivo requiera análisis de las ansiedades comunes y de las
coaliciones inconscientes que subyacen las defensas sociales determinantes
de las relaciones sociales de fantasía” (p 498).
Me referiré, un poco antes de finalizar, al investigador cuyo trabajo me
parece el cuerpo de escritos más importante sobre las bases sociales del
psicoanálisis, Isabel Menzies Lyth, quién construyó su investigación sobre los
hombros de Bion y Jaques. Esta autora ha investigado ciertos asentamientos
tensos, como lo son los bomberos, los motociclistas, instituciones de niños así
como ciertos asentamientos industriales y más recientemente la estructura
grupal tripartita del Instituto de Psicoanálisis de Londres.
La investigación que le ha merecido fama mundial se describe en un
informe titulado “El funcionamiento de los Sistemas Sociales como defensa
contra la Ansiedad”. Es un documento particularmente conmovedor, que dirige
la cuestión de por qué las personas de buena voluntad y motivos idealistas no
hacen lo que pretenden, es decir, por qué las enfermeras se encuentran, hasta
niveles sorprendentes, sin cuidar a los pacientes y abandonan en masa el
servicio de enfermería. Sería repetitivo revisar los mecanismos descritos por
esta autora. Lo verdaderamente doloroso es que operen de modo abrumador
en un asentamiento que tiene como razón de existencia la disposición a la
sensibilidad y el cuidado. Aun dicho asentamiento se encuentra en sí mismo
lleno de amenazas a la vida y despierta las ansiedades psicóticas que he
subrayado. La autora dice “la situación objetiva que confronta la enfermera
posee un parecido sorprendente a las situaciones de fantasía que existen en
cada individuo en los niveles más profundos y primitivos de la mente. La
intensidad y complejidad de las ansiedades de la enfermera se atribuyen
primeramente a la capacidad peculiar de las características objetivas de su
situación de trabajo a fin de estimular de nuevo aquellas situaciones tempranas
y las emociones que las acompañan” (Menzies Lyth, 1988, pp 46-7).
El resultado es la evolución de los mecanismos de defensa
estructurados socialmente que toman forma de rutinas y división de tareas, lo
cual excluye de manera efectiva la relación de la enfermera como persona
integral con el paciente en su totalidad. “El objetivo implícito de dichos
dispositivos, que operan tanto estructural como culturalmente puede describirse
como una forma de despersonalización o eliminación de las diferencias
individuales tanto en la enfermera como en el paciente. Por ejemplo, las
enfermeras a menudo hablan de los pacientes no por su nombre sino por sus
números de habitación, su enfermedad u órgano enfermo: “el hígado de la
habitación 10” o “la neumonía de la habitación 15”. Las enfermeras
desaprueban esta práctica, pero persiste” (p 51-2). La autora enumera y
discute los dispositivos reificantes que reducen a todos los involucrados a
objetos parciales, incluyendo el insight de por qué la enfermera te despierta
para darte una pastilla para dormir
(p 69). Existe todo un sistema de
superposición de formas de evadir la totalidad de la fuerza de las ansiedades
asociadas a la muerte, las que se encuentran en el corazón de los mecanismos
que describió Klein (p 63-64; cf. Riviere, 1952, p 43).
Menzies Lyth arroja igualmente una conclusión cautelar: “en general se
puede postular que la resistencia al cambio social es probable que sea mayor
en las instituciones cuyos sistemas de defensa social
son dominados por
mecanismos psíquicos de defensa primitivos, aquellos descritos de manera
colectiva por Klein como defensas paranoides-esquizoides” (Menzies Lyth, p.
79). En reflexiones recientes sobre su trabajo y el de sus colegas, ha reiterado
lo refractarias al cambio que son las instituciones (Menzies Lyth, 1988 pp 1-42
y comunicaciones personales).
Las
Conferencias
Leicester
sobre
el
comportamiento
grupal
y
organizacional, haciendo particular énfasis en la autoridad y el liderazgo, se
han llevado a cabo al menos una vez al año
desde 1957. Heredan las
tradiciones antes discutidas, especialmente el trabajo de Klein, Bion, Jaques y
Menzies Lyth. (Otras influencias se mencionan en Miller, 1990, p 165-69). Una
de las muchas maneras interrelacionadas de caracterizar las conferencias
residenciales de dos semanas es que se encuentran organizadas a fin de
facilitar el aprendizaje experiencial de la manera en que los procesos grupales
pueden generar ansiedades psicóticas y defensas institucionales contra ellas (p
171). La lucha que se deriva en la mente de los miembros entre la individuación
y la incorporación, como resultado de los eventos de los grupos de conferencia,
es difícil de creer para alguien que no ha participado en la Conferencia
Leicester o en eventos “mini-Leicester” relacionados con ésta. Del mismo
modo, las descripciones de eventos y sentimientos puede que le resulten
extraños a alguien que no esté familiarizado con el tipo de eventos alrededor
de los que se estructuran las conferencias. Sin embargo, creo que los puntos
emocionales
relevantes
estarán
suficientemente
claros
sin
realizar
(necesariamente) una larga descripción del rubro de la conferencia.
Mi propia experiencia involucraba sentimientos que se encuentran
continuamente
al
borde
de
la
desintegración
como
resultado
del
comportamiento en la variedad de eventos grupales (cuyo tamaño va desde
una docena hasta más de 100 personas) lo que me parecía pésimo y de donde
parecía no haber salida, mientras los esfuerzos para persuadir a las personas a
que se comportaran correctamente producían evasión, sadismo, reducción de
los riesgos colusorios o negación. El potencial del grupo para unirse (lo que se
denominó ocasión) la “reconciliación barata” o su crueldad, me llevó a retirarme
en varias ocasiones, y frecuentemente tenía la experiencia de tener que utilizar
todos mis recursos para mantenerme firme contra las fuerzas que me parecían
tan profundamente inmorales, amorales o patéticamente conformistas. Ninguna
apelación a los estándares de decencia de grupo era de provecho.
Terminé por formar en mi mente un grupo que constaba de todas las
personas que admiraba en la historia y en mi vida, por ejemplo, Sócrates,
Lincoln, Gandhi, King, Bonhoeffer, Marcuse, Mandela, quienes se habían
enfrentado a fuerzas sociales intolerables sin abandonar el campo o quebrar
sus espíritus. Lo denominé “Grupo de Solidaridad Ps < ----- > D” y armado con
su mandato, logré hablar en una reunión con los directivos, con el propósito de
realizar una crítica a la categoría del ejercicio. Me sentí contenido por la
solidaridad interna que me proporcionaba mi grupo imaginario, cuando estaba
en realidad solo en el contexto fenomenal de los eventos de la conferencia.
Había sacado un grupo con una angustia considerable, debido a que éste
había fracasado totalmente en mantenerse en su auto-designación de abogar y
practicar la decencia y civilidad entre sus miembros e instar dichos estándares
sobre el mayor grupo de miembros de la conferencia.
Justo cuando estaba a punto de sentarme a confrontar a los directivos
en nombre del grupo de mi mundo interior, (esperando vanamente que
mostraran algún interés en su nombre, membresía y valores), apareció un
representante
del
grupo
que
había
dejado
y
me
otorgó
“poderes
plenipotenciarios” (una de las formas de delegación de autoridad designadas),
liberándome de la temida situación de “Singleton”. Un Singleton es una persona
sin status en un gran grupo (ver Miller 1990, p 179 y Turquet, 1975, donde se
describe perspicaz y conmovedoramente la situación del Singleton). Me había
sentido indeciblemente solo, casi por completo en un asidero de persecuciones
paranoides, aferrado a salvarle la vida a mi grupo histórico alucinado. El
otorgamiento de la confianza de mi grupo de conferencia me reincorporó al
todo social en términos que podía aceptar.
Mi confrontación con el grupo de directivos, actuando en este ejercicio
como “Gerencia” era predecible sin problema, pero me fui sintiendo que había
hablado sin sufrir la humillación que muchos otros habían experimentado. He
ofrecido mi análisis de la situación y su papel en ella, una dimensión de la cual
era que podrían – como parte del punto del ejercicio- continuar comportándose
como lo estaban haciendo, es decir, actuar como un objeto inamovible en el
que los grupos proyectarían sus fantasías sobre la autoridad y (con suerte)
comenzar a asumir su responsabilidad. Sentí que había hecho esto y
negociado mi propio rito de pasaje- la justicia. Tras haber ido hacia la
resolución de mi propia locura temporal (aunque no mi omnipotencia) sólo era
capaz de disfrutar gratamente en la membresía del grupo por pocos minutos
antes de que miembros de otro grupo, que habían buscado refugio en actitudes
regresivas y tontas (se denominaban “Grupo de entrenamiento del orinal”)
irrumpieran en la sala donde los directivos/ Grupo de Gerencia estaba reunido.
La persona a quién consideraba el miembro más leve de ese grupo, atacó
físicamente a un miembro alemán del equipo con gritos de “fascista” y otros
epítetos violentos. Era ayudado y vitoreado por otros miembros de su grupo,
hasta que uno de ellos, una mujer que estaba seguro que era Judía pero ahora
pienso que probablemente no lo era sino que era alemana rompió en sollozos y
gritó para detener todo esto.
El descenso de los grupos de trabajo a los grupos esclavos de
asunciones básicas psicóticas es según señaló Bion, espontáneo e inevitable,
aun en una situación en la que se sabe que toda preocupación es temporal y
“artificial”, me sigue pareciendo que esto es profundamente aleccionador.
Igualmente continúo mascullándolo y estoy lejos de haber digerido la
experiencia, a pesar de que la he encontrado cada vez más útil en mi trabajo y
en las actividades relacionadas con éste.
Luego de sondear la literatura sobre la fantasía inconsciente y las
ansiedades psicóticas y reflexionar sobre ella y mi propia experiencia personal
y clínica quedo con un sentido desalentador del poder del mundo interior y una
gran consciencia de cuán profundas, primitivas, permanentes y alarmantes son
sus regiones inferiores. Las ansiedades que he tratado de subrayar (y en cierto
nivel, evocar) existen a lo largo de la naturaleza humana - en toda la vida
desde la cuna (algunos dicen que antes) hasta la sepultura, en todo juego y
cultura, y actúan como freno de la benignidad y el cambio social, el cual es
difícil imaginar su liberación aun muesca por muesca.
La historia del psicoanálisis nos ha dejado con un pequeño número de
ideas acerca del barniz de la civilización. Freud decía que era delgado y bajo
amenaza. Una lectura de las que aún halan en su nombre y citan su slogan
“Donde había identificación, allí estará el ego. Es un trabajo de cultura- no
diferente del drenaje del Zuider Xee” (Nuevas Lecturas Introductorias sobre
Psicoanálisis, S.E. XXII, p 80) toman esto para significar que el resultado puede
ser un terreno de floración seco, es decir, que puede existir una “esfera libre de
conflicto del ego”. Un segundo grupo más bien dispar propone una extensión
continua desde la defensa de Reich de la resublimación y una promesa de
retorno al Edén, a la posición Winnicottiana que evita el indudable estrés de
Klein sobre el poder de fuerzas tanáticas destructivas y ve aún más decencia y
esperanza en la sociedad liberal.
Me atrevería a decir que Klein dijo más bien menos sobre el otro lado de
la naturaleza humana – los impulsos constructivos o eróticos- debido a que se
encontraba en un diálogo crítico mutuo con colegas que sentía que sobreenfatizaban estos aspectos. Encontrando la rama doblada, según pensaba,
demasiado lejos, se inclinó hacia el otro lado, quizás para dejarlo claro para
aquellos que seguían. Un tercer grupo son los Kleinianos ortodoxos y señalan
que el barniz de la civilización es de hecho muy delgado y el remolino bajo éste
está perpetua y más bien patéticamente defendido contra ésta. Se puede
afirmar que esto proporciona la base para un optimismo de la voluntad,
emparejado con un pesimismo del intelecto y una creencia de que es esencial
conocer lo que hay bajo la superficie si queremos tener esperanza de enfriar la
corteza.
Igualmente creo que esta posición es consistente con una lectura
CUUIDADOSA DE LA civilización y sus Descontentos de Freud, escrita a mixta
de sus lucha de dieciséis años contra el cáncer. Allí, él dice que la historia de la
civilización es la “lucha entre Eros y la Muerte, entre el instinto de vida y el
instinto de destrucción, según se entrena a sí mismo en las especies humanas.
Esta lucha es en la que consiste esencialmente toda la vida… Y es la batalla de
los gigantes lo que nuestras enfermeras tratan de apaciguar con su canción de
cuna sobre el Cielo” (S.E XXI, p 122).
1 Este es el texto revisado de una ponencia dada a THERIP (Red de Educación
Superior para la Enseñanza e Investigación en Psicoanálisis) en noviembre de 1991. Ha
servido posteriormente como base para un ensayo sobre “La Omnipresencia de las Ansiedades
Psicóticas” y un capítulo en Mental Space.
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