b R11 LATERCERA Domingo 5 de junio de 2016 Tiro al blanco Fernando Villegas El reino de los lelos L La última encuesta de Cadem arrojó resultados -ya los veremos con algún detalle- que reflejan tan contundente y acelerada caída libre de la Mandataria y su gobierno que nos ha dejado lelos a todos. Preciso el término; tanto el Gran Diccionario Everest de la Lengua Española como el de la Real Academia definen la expresión “lelo” exactamente del mismo modo: “Fatuo, simple y pasmado”. El Everest agrega un matiz extra, bobo. De cuál significado deba aplicarse depende del uso y contexto. “Quedó lelo”, decían otrora cuando deseaban hacer alusión a alguien en pasmo, como por ejemplo nos hemos quedado los ciudadanos con las cifras de dicha encuesta, pero si en cambio se afirmaba “qué lelo es ese tipo” se quería decir, con vocablo más suave, que dicho fulano era un imbécil. Este último no es por el momento el caso de todos los ciudadanos, pero sí hay abundancia de la primera variante. De ahí que en ocasiones una nación pueda llegar a convertirse en el “reino de los lelos”, esto es, en una porción de espacio territorial que por un lapso de tiempo aparece, a la observación de los zoólogos y tratadistas, como habitada y hasta gobernada por la mar de lelos originados en parte por pasmo y en parte por necedad. A la condición de lelo en su primera y menos grave versión, esto es, simplemente la de una criatura víctima del pasmo y la fatuidad, podemos caer todos; por eso el mal se puede masificar y dar origen a los mencionados reinos. Estos, dicho sea de paso, crecen lujuriosamente en algunas zonas del planeta, como Sudamérica, donde las condiciones ecológicas son muy propicias. Sudamérica es la tierra prometida del cantinfleo y el machismo político hecho de alardes y de violencia, de posturas teatrales, desprolijidad, enorme pereza mental e invencible indolencia; por todo eso suelen darse muy bien los credos, cualquier credo o sistema de creencias -también llamados programas– que elimine la necesidad de pensar pero, al mismo tiempo, como por arte de birlibirloque suministre una explicación de qué es el universo, en qué consiste la verdad, cuál es la naturaleza de la justicia, adónde debemos ir en nuestra vida, con qué criterios evaluar al prójimo y a qué villanos invitados detestar, amén. Con el credo nace y prospera la fatuidad del bendito a quien se le ha revelado TODO, pero a esa fatuidad tarde o temprano le sobreviene de compañía su hermano de leche, el pasmo y desconcierto, lo cual sucede cuando al fin los feligreses comprueban que aun no viene y parece que no vendrá por segunda vez el Mesías, que no hubo Fin de Mundo en la fecha señalada, que no llegaron al galope los cuatro jinetes del Apocalipsis o no hubo educación de calidad y ni siquiera gratuidad pues la habrá de pagar Moya. Eso es a fin de cuentas el ser lelo, la penosa condición oscilatoria que alterna entre esperar y aspirar a tonterías y sufrir rabiosos desencantos. Cifras El credo, todo credo, deteriora hasta casi aniquilar las facultades del entendimiento. Esto significa que deja desprovistas a sus víctimas de la capacidad para aplicar la claridad y lógica del canon aristotélico, o, simplemente, sacar lecciones de la realidad tal como se manifiesta en las cifras. Como ejemplo veamos las de la ya mencionada encuesta Cadem. De acuerdo a ellas la Mandataria sólo cuenta con un 21% de aprobación, apenas un 25% cree en lo que promete, nada más que un 29% le tiene confianza, su liderazgo es de un magro 29% y ante la pregunta de si “tiene capacidad para solucionar los problemas del país” un escaso 27% dice que sí. En cuanto a sus co- Una nación puede convertirse en el “reino de los lelos”, esto es, que por un tiempo aparece como habitada y hasta gobernada por la mar de lelos originados en parte por pasmo y en parte por necedad. laboradores, un casi imperceptible 15% aprueba la gestión del equipo de ministras y ministros y en todas las áreas la percepción de la gente es igual de devastadora. Es así en Salud, con un 78% de desaprobación, en Transporte Público con 77% de desaprobación, en lucha contra la Delincuencia, con 87% de desaprobación, en el tema del Conflicto Mapuche con 82% de desaprobación y en Corrupción con un 89% de desaprobación. Sume a eso el 75% de interrogados que desaprueba la gestión en creación de empleos y el 78% que desaprueba la gestión en economía. Aun en Educación, el caballo de batalla del gobierno y con cuyo pretexto se ha entregado ya el paquete de tallarines más grande de la historia, un 78% desaprueba. ¿Y cuál ha sido la reacción del régimen ante esta encuesta y también frente a las anteriores, que nunca han sido mucho mejores? “Resiliencia” Podríamos describir la respuesta de los titulares del régimen ante esa fenomenal desaprobación usando una palabreja que se ha puesto de moda, “resiliencia”, pero si bien “resistencia” es un equivalente más adecuado y menos pedante, aun mejor sería definir dicha actitud como una rica mezcla de porfía, obstinación, cerrazón mental, arrogancia, soberbia, miopía, fanatismo e ignorancia, todo en uno. Sin embargo no debiera concitar asombro -o pasmo– el espectáculo reiterado de tanta “resiliencia” dado por los apóstoles verbales de la Buena Nueva y hechores materiales del hasta ahora más estrepitoso de los fracasos: eso, la distancia abismal entre creencias y realidades, constituye la virtud Teologal de todo Credo. Así como casi no hay cristiano que haya dejado su fe por el largo historial de distorsiones y toda clase de humanas falencias de la Iglesia, así también sólo muy pocos revolucionarios con un póster del Che en su pieza –pero mejor aun con pituto en la administración pública– dejaron de serlo luego de darse una vueltecita por Cuba o la RDA; de hecho la mayor parte de la feligresía de izquierda, contra toda evidencia racional y empírica llovida a cántaros, todavía suspira con nostalgia y/o ve en esos lugares un faro de luz para la humanidad. Quizás a esos turistas del socialismo que sí cayeron en el desaliento habría que sumar los que relajaron su fe por efecto del dinero, método mucho más eficaz y casi infalible para abandonar la doctrina oficial de la Iglesia. Pero, es de temerse, estos últimos son escasos: muchos son los llamados, pero pocos los elegidos para hacerse cargo de los más sabrosos cargos. Huyendo hacia adelante Hay entonces ingenuidad –a veces eso es casi el equivalente del pasmo en materia de déficit atencional– en quienes aun esperan por parte de La Moneda y la NM un gesto de reconocimiento del fracaso y en seguida la puesta en vigor de las urgentes medidas correctivas. ¿Cómo se puede esperar tal cosa? Las ilusiones que hubo de que venía en camino una rectificación, alentadas durante largas 24 horas por la llegada al gabinete de Valdés y Burgos, se han disipado hace mucho. Ya ni siquiera la sonrisa presidencial emociona a nadie, salvo quizás a los odontólogos. Y aun si por milagro ese despertar del sueño revolucionario -para luego rectificar la gestión- fuera considerado seria y patrióticamente, de todos modos tanto el gobierno como su coalición están impedidos de hacerlo porque para llegar al poder y propinar el puntapié inicial desataron demasiadas fuerzas, esperanzas, demandas, exaltaciones y delirios, como bien lo manifiestan quienes se desembarcan en estos días no por moderación, sino por pretender ir aun más lejos. Ese frenesí se observa en su propia gente, la de partido, la de pituto, pero aun más en las hornadas juveniles que a variables distancias orbitan alrededor de la Fe de los elegidos, ese hiperbólico llamamiento a erigir una sociedad alternativa propuesta a base de negaciones tales como No al capitalismo, No al Lucro, No a las elites, No al modelo, No al orden social burgués, No a la salud privada, No a la Constitución, No a los empresarios, No a la derecha y NO a todo lo que caiga en el amplio saco de la acusación final, fundamental y decisiva: ¡Fascistas! Este proceso político, el encabezado por Michelle Bachelet, no tiene un modo de autocorrección. Carece de reset. No puede tenerlo. Nunca los tienen. Como una ola o más aun, como un tsunami, no conocen otra dinámica que avanzar hasta que su impulso cinético se diluya dejando en el camino los debidos estropicios. De sus errores estos regímenes sólo pueden huir corriendo hacia adelante.R