28 - George Whitefield (5) SECRETOS

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George Whitefield (5) SECRETOS
3- SANTIDAD personal
“Sobre todo él era un gran santo; lo fue durante su vida hasta que
falleció. Este fue el mayor secreto de su predicación de poder” (Lloyd-Jones).
Su ansia y anhelo aún antes de conocer a Cristo era la santidad. Whitefield,
siendo estudiante servidor (estudiante que trabajaba ayudando a estudiantes
adinerados) y sin haberse convertido a Cristo formó parte del “Club Santo” de
los hermanos Wesley. Durante su vida su bandera fue la santidad.
A pesar de las tentaciones que venían con su gran éxito, su popularidad
en América y en Inglaterra, Whitefield nunca cayó en faltas sexuales o de
dinero, ni tuvo afán por crear una denominación con su nombre. Su carácter
reflejaba al de los santos bíblicos de los cuales hablaba, y su obra de
compasión por los niños huérfanos lo mantenía casi siempre al borde de la
quiebra, a pesar de que de ambos continentes recibía ayuda económica.
Procuremos la santidad, sin la cual ninguno verá al Señor. Esta es una
verdad para cada día. Dios se da a conocer a los santos. ¿Quiénes son los
verdaderos conocedores de Dios? No fueron los doctores de la ley ni los
fariseos hipócritas, sino el publicano contrito y humillado, la samaritana
arrepentida, el ciego de nacimiento renacido; fue Pedro en la barca, y Pablo
en la casa de Ananías orando y ayunando. Hoy mismo: examínate, confiesa
tus pecados y lava tu conciencia en la presencia del Señor. Mira Su santidad
y teme, empápate de Su gloriosa hermosura y dile: “¡Ay de mí que soy
muerto!” Pasa tiempo junto a la cruz y no salgas de allí hasta que no veas la
miseria en que has caído, pues siendo un renacido no hablas de Él; teniendo
la mente de Cristo no piensas como Él, siendo salvo por la eternidad te
mueves por lo terrenal y no lo eterno. Sé santo, porque Él es santo.
Desde el púlpito George Whitefield proclamaba: “Es mejor ser un santo
que un conocedor. De hecho, la única manera de ser un verdadero conocedor es
procurando ser un verdadero santo.”
4-COMPASIÓN por los perdidos
Él tenía la convicción que los pecadores estaban dirigiéndose al infierno
eterno. Su compasión le movía a predicar, a no callar, a entregarse por entero
por la causa del evangelio. No tenía mayor meta que la de alcanzar a los que
iban a la condenación. La urgencia y peligro en que veía a las almas le hacía
declarar: “Estoy dispuesto a ir a prisión o aun la muerte por ustedes; pero no
estoy dispuesto a ir al cielo sin ustedes. El amor de Jesucristo me constriñe a
levantar mi voz como trompeta. Mi boca ahora habla de la abundancia del
amor que tengo por vuestras almas preciosas e inmortales; y podría alargar mi
discurso no sólo hasta la medianoche, sino hasta que no pueda hablar más”
(“Los sermones de Whitefield”- Grand Rapids, MI: Christian Classic Ethereal Library- Sermón
“Presencia del Espíritu Santo en el creyente, privilegio común de todos los creyentes”. En
Inglés). Whitefield Gold p. 67
“¡Oh, si pudiera hacer más por Él! Oh, si fuera una llama de fuego santo
y puro, y tuviera miles de vidas para invertir en el servicio de mi amado
Redentor… la visión de muchas almas pereciendo me afecta tanto y me hace
desear, si fuera posible, ir de Polo a Polo, para proclamar el amor redentor”
(“George Whitefield- Siervo ungido de Dios en el gran avivamiento del siglo dieciocho, por
Arnold A. Dallimore- Wheaton, IL:Crossway Books, 1990- p. 149. En inglés). Whitefield Gold
p. 60
5- CONSAGRACIÓN y dedicación
En sus giras misioneras, Whitefield atravesó trece veces el océano
Atlántico viajando siete veces a América y más de doce a Escocia, Irlanda,
Bermudas y Holanda.
“Si hubo un hombre que se consumió a sí mismo en el servicio a Dios, ese
fue Whitefield. Era infatigable e implacable en sus esfuerzos para ganar almas.
A través de su vida disfrutó la presencia de Dios en su predicación. Aún en su
último día en este mundo él predicó, aunque estaba muy enfermo. Era un
hombre cuyo único deseo era predicar a Cristo crucificado” Nigel Clifford
(Christian Preachers, Brytirion Press- En inglés).
En una carta a otro ministro escribió: “No temas a tu débil cuerpo; no
moriremos hasta terminar nuestro trabajo. Los siervos de Cristo tenemos que
vivir de milagro, si no, yo ya no viviría porque sólo Dios sabe lo que tengo que
soportar diariamente. Mis continuos vómitos casi me matan y el púlpito es lo
único que me cura.”
“Él insistía a los ministros que no estuvieran satisfechos con predicar
los domingos solamente, sino que lo hicieran los siete días de la semana. Que
predicaran al aire libre y no quedaran limitados por sus propias parroquias,
sino que fueran adonde estaban las almas perdidas y les proclamaran la
gracia de Dios. Tales acciones, él les aseguraba, les traería oposición de las
autoridades y el odio del mundo, pero también serían testigos de la bendición
de Dios” Arnold A Dallimore (“George Whitefield- Siervo ungido de Dios en el gran
avivamiento del siglo dieciocho, por Arnold A. Dallimore- Wheaton, IL:Crossway Books, 1990p. 166. En inglés). Whitefield Gold p.160
“Él, pocas veces, por no decir nunca, predicó un sermón sin lágrimas”
Cornelious Winter (“Sodoma no tenía Biblia”, Leonard Ravenhill- Minneapolis, MN:
Bethany House Publishers, 1984- p. 188. En Inglés). Whitefield Gold p.160
“Profeso ser miembro de la Iglesia Anglicana; pero si ellos no me dejan
predicar en una iglesia, yo predicaré en cualquier lugar. Todo el mundo es mi
parroquia, y predicaré donde Dios me dé la oportunidad. Nunca me
encontrarás discutiendo acerca de las cosas externas de la religión. No me
digas que eres Bautista, o Independiente, o Presbiteriano, o Disidente: dime
que eres un cristiano. Esto es todo lo que deseo. Esta es la religión del cielo y
debe ser la nuestra aquí en la tierra” (Tyerman, Vol. 2 p. 567- en Inglés) Whitefield
Gold p. 59
Ante el consejo de sus doctores de no continuar su incesante actividad,
Whitefield insistía: “Prefiero desgastarme que oxidarme.”
La clase de hombre. Cuando este santo de Dios pensaba en su muerte
decía: “Cuando muera, deseo que en mi tumba diga: ‘Aquí descansa George
Whitefield; sólo en el día final se sabrá qué clase de hombre fue’.” Gracias a
Dios que antes del día final podemos saber y ser afectados por esta clase de
hombre. Ora, mi hermano, conmigo: “Señor yo quiero ser esa clase de
hombre”. Amén
(Continuará)
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