El dulce encanto de la imaginación

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ECONOMÍA Y SALUD
Medicamentos clandestinos
El dulce encanto
de la imaginación
■ ENRIQUE GRANDA VEGA • Doctor en Farmacia.
Recién finalizado un año en el que
se han producido distintos
escándalos relacionados con
medicamentos clandestinos y
curas milagrosas, el autor
reflexiona sobre este fenómeno
social que surge periódicamente y
apunta soluciones para una mejor
regulación legal de los
complementos dietéticos, las
especialidades publicitarias y las
fórmulas magistrales. Sugiere, en
definitiva, la mejor forma de
atajar el problema de los
medicamentos ilegales, mantener
el mercado en el ámbito sanitario
y encontrar soluciones
jurídicamente aceptables para
quienes buscan formas diferentes
de cuidar su salud.
C
ada cierto número de años
surge una oleada de remedios
secretos o verdaderos medicamentos no registrados como
tales, a los que se atribuyen propiedades prodigiosas y que se venden a precios elevados, en oscuros circuitos de
comercialización. En ocasiones su
retirada constituye un verdadero fenómeno social, con pacientes que protestan o «empresarios» que se querellan
contra las autoridades sanitarias, mientras cunde cierta alarma entre aquellos
que acusan de falta de control al
ministerio y a las comunidades autónomas, y los que exigen más libertad a
la hora de elegir las formas de tratar su
6 FARMACIA PROFESIONAL
VOL 17 NÚM 1 ENERO 2003
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MEDICAMENTOS CLANDESTINOS
enfermedad, o las empresas que quieren atender las demandas de unos
pacientes que desconfían de la medicina oficial. El año que acaba de transcurrir ha sido especialmente pródigo en
acontecimientos de este tipo e invita a
una reflexión sobre los planteamientos
de unos y otros.
ILEGAL, PERO ATRACTIVO
Lo clandestino parece tener cierto
encanto para un segmento de la población, sin que sea posible determinar
fácilmente los motivos que empujan a
estas personas a gastar dinero y a asumir riesgos con curas milagrosas. De
antemano, no puede afirmarse que ese
segmento de población tenga un bajo
nivel cultural ni que proceda de las
clases más desfavorecidas, por el contrario, en algunos casos recientes
hemos podido comprobar que los
usuarios eran personas de buen nivel
cultural, incluso pertenecientes al
mundo sanitario. No es cuestión de
dinero tampoco: la medicina oficial,
con sus problemas, atiende a todos, y
los atiende prácticamente gratis. Sin
embargo, hay personas que parecen
empujadas por un imán hacia lo alternativo, creando una demanda que es
atendida por quienes ven en ello una
oportunidad de negocio. La historia,
casi como una crónica de sucesos, ha
sido pródiga en este tipo de engaños y
merece la pena recordarlos, porque
han condicionado una legislación
represiva, aunque no tanto una vía de
escape legal a otras formas de abordar
el problema.
CRÓNICA DE SUCESOS
La Ley de Sanidad de 1986 y la Ley
del Medicamento de 1990 se hicieron
bajo la sombra de un medicamento
clandestino —Amatrisan—, un producto anticanceroso elaborado por un
médico de Alicante —el Dr. Amat—,
que tuvo en jaque a las autoridades
sanitarias allá por el año 1995 porque
en nuestro ordenamiento jurídico no
había previsiones sobre los remedios
secretos, cuando éstos se prescribían
y administraban por un médico en
uso de su libertad de prescripción.
Ambas leyes fueron muy prolijas en
la prevención de estas situaciones,
sobre todo cuando se trataba de
supuestos medicamentos con indicaciones en enfermedades graves, pero
se dejó de regular adecuadamente otro
tipo de productos cuya indicación
principal es, en términos generales, el
«bienestar», el apoyo a otras opciones
terapéuticas y el tratamiento de otras
pequeñas dolencias.
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La «vacuna de enzimas vivientes»
Desde la década de los años 70, un
farmacéutico de Córdoba, el Dr. Fernando Chacón Mejías, venía preparando una fórmula magistral cuyo componente principal era suero lácteo, que
los médicos prescribían en recetas de
la Seguridad Social en forma inyectable para enfermedades graves como
algunos tipos de cáncer. El asunto se
destapa por primera vez en 1980, cuando el Insalud decide no pagar unos 12
millones de pesetas en recetas correspondientes a la «vacuna de enzimas
vivientes», que es como denominaba el
imaginativo Dr. Chacón a su descubrimiento. La negativa al pago es recurrida en los tribunales y, sorprendentemente, obtiene una sentencia favorable,
ya que en ese momento las fórmulas
magistrales no cuentan con ninguna
limitación en cuanto a su composición
y el Concierto de la Seguridad Social
recoge que se abonarán todas las fórmulas prescritas válidamente por los
médicos. ¡Qué tiempos!1
Las reclamaciones judiciales del Dr.
Chacón continúan en años posteriores,
ya que la vacuna se sigue prescribiendo y facturando, y en 1988, incluso los
tribunales obligan a realizar una prueba
pericial para comprobar los argumentos de las Autoridades Sanitarias en el
sentido de que se trataba de un fraude2.
El tratamiento periodístico de esta
noticia es claramente inadecuado, ya
que siembra la duda sobre las pretendidas virtudes de los llamados «enzimas
vivientes». Toda esta cuestión parece
terminar con la publicación de la Ley
del Medicamento en 1990 y el fin de
una cierta impunidad legal, pero reaparece en el año 2002 con unas características muy semejantes a las de entonces, agravadas, si cabe, por la
intervención de una figura del mundo
sanitario de los tiempos de la UCD.
Amatrisan
Como se ha señalado, otro de los
casos con resonancia en las publicaciones diarias fue el del médico alicantino Antonio Amat, que preparaba,
él mismo, un medicamento a partir de
urea que denominó Amatrisan y con el
que pretendidamente curaba el cáncer.
Este caso fue bastante diferente en su
tratamiento periodístico, ya que la
prensa no dudó en ponerse de parte de
las Autoridades Sanitarias calificando
directamente de fraude los tratamientos
del Dr. Amat que incluían, además,
otras medidas complementarias, aparte
de administrar el medicamento. El
suceso, además de su componente folclórico y tercermundista, tuvo mucha
importancia en el desarrollo de la Ley
del Medicamento, que recogió las previsiones necesarias para que no pudieran darse estas situaciones en el futuro.
Las Píldoras del Dr. Bogas
El último caso, acontecido en épocas
más recientes pero mucho más fácil de
atajar, fue el de una fórmula adelgazante compuesta por tres tipos de cápsulas
y que se conoció con el nombre de Píldoras del Dr. Bogas. En este caso se
ocultaban los verdaderos componentes
de la fórmula, que resultó contener
anfetaminas, hormonas tiroideas y benzodiacepinas, por lo que se pudo actuar
eficazmente por medio de la legislación
sobre psicotrópicos y clausurar la fabricación. Las ventas del producto, no
obstante, alcanzaron bastantes cientos
de millones de pesetas. En este caso la
prensa también hizo un tratamiento
adecuado de la noticia, sobre todo, por
los importantes efectos adversos aparecidos en muchos de sus consumidores.
El punto en común de estos sucesos es
que en su génesis hay profesionales
sanitarios y, por ello, el tratamiento
periodístico ha sido bastante diferente
del que se ha dado a los llamados
«medicamentos milagro», de los que ha
habido también numerosos ejemplos.
Productos milagro
A lo largo de la historia moderna se han
dado numerosos casos de difusión de
noticias sobre las pretendidas virtudes
de algún remedio que, en casi ninguna
ocasión, parte de un profesional sanitario. Así, en los años 50 la prensa habló
ampliamente de un tratamiento para los
cálculos renales, al parecer de un jesuita, que consistía en una ampolla cerrada
que contenía una sustancia ligeramente
radiactiva y que se dejaba en un vaso de
agua durante la noche para beberla por
la mañana. En épocas posteriores, aparece un apicultor extremeño, Cirilo
Pérez, que prepara un crecepelo de
efectos milagrosos al que denomina
Ciripolen, del que la prensa se hace eco
en tono de «serpiente de verano»3.
Entre estos remedios, el que irrumpió con más fuerza y dio lugar a explicaciones más o menos científicas en la
prensa fue el famoso hongo que vivía
en el agua de té y al que se atribuyeron
muy diversas virtudes curativas en la
posguerra y que tuvo cierto resurgimiento en épocas posteriores con
carácter de amuleto esotérico. El relevo de estos remedios fantásticos lo
tomarían, en la era de la electrónica,
las pulseras con metales ionizados o
minerales cristalizados, los imanes, los
ionizadores del ambiente y otro tipo
de aparatos a los que se atribuían virtudes medicinales y que tienden a
desaparecer tras la publicación del
Real Decreto de 19964, quizá impulsado por otra oleada de escándalos sufrida en 1994, cuando se comercializaban en las farmacias productos sin
registro tales como Biodel o Nomasquil, que dieron lugar a una agria poléFARMACIA PROFESIONAL
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MEDICAMENTOS CLANDESTINOS
mica entre la Corporación Farmacéutica y el ministerio, recogida en el El
País5. También por entonces, algunos
consumidores presentaron denuncias
contra Diecur y Dieplus, de las que,
asimismo, se hizo eco la prensa6.
Así llegamos a la época actual, en la
que reaparece la cura del Dr. Chacón
bajo el nombre de Bio-Bac e Inmunobiol y muchas comunidades autónomas comienzan a retirar productos de
herbolarios con pretendidas indicaciones terapéuticas que, en ocasiones,
provocan reacciones airadas de las
empresas que las comercializan o de
los pacientes que los consumen.
Durante el año 2002 se produjo la retirada de la nada desdeñable cantidad de
321 7 productos, en su mayor parte
vendidos en los herbolarios. La conclusión a la que cabe llegar a tenor de
todos estos sucesos es que no basta
con prohibir: hay que ofrecer salidas
razonables al mercado siempre que no
se pretenda fabricar medicamentos
clandestinos o engañar directamente a
los consumidores y esta salida pasa
por mantener el canal sanitario y la
garantía farmacéutica para cualquier
producto que tenga que ver con la
salud.
SOLUCIONES POSITIVAS
Lejos de este mundo oscuro —el de lo
clandestino—, existen empresas,
enfermos y personas sanas, que desean
satisfacer necesidades concretas por
medios legales. Por nada del mundo
quisieran verse confundidos con los
ignorantes o crédulos que confían en
la curación del cáncer, el sida o la
hepatitis fuera de la medicina oficial, o
con quienes juegan con la ilusión de
los pacientes en su propio beneficio.
Pero parece que no hay otra alternativa
que los medicamentos que proceden
de patentes, los que imponen las
empresas multinacionales y que tampoco se salvan, en ocasiones, de problemas. Las autoridades sanitarias son
remisas a regular la medicina natural.
Se espera desde hace muchos años el
desarrollo de la Ley del Medicamento
en lo que se refiere a las plantas medicinales. Los productos homeopáticos
son rechazados a pesar de estar regulados8; los aditivos alimentarios se consienten sólo cuando acompañan a alimentos en los que lo principal es el
valor alimenticio y las fórmulas
magistrales se persiguen como si de
medicamentos clandestinos se tratara.
Se pone infinidad de trabas a las especialidades farmacéuticas publicitarias,
tanto en su registro como en su comercialización, por lo que su mercado se
encuentra estancado o en retroceso.
Quizá la mejor estrategia frente a lo
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FÓRMULAS MAGISTRALES
clandestino sea dar salida a los mercados complementarios mediante una
regulación legal adecuada, facilitando
el desarrollo de productos naturales,
complementos dietéticos, plantas
medicinales y otros productos que no
pueden clasificarse como medicamentos pero que influyen en funciones
fisiológicas de forma positiva.
Las fórmulas magistrales
se persiguen como si de
medicamentos clandestinos
se tratara
Las soluciones deben ser adoptadas
urgentemente porque hay una demanda
insatisfecha de productos legales y de
calidad, en plantas medicinales, en
suplementos dietéticos y en especialidades publicitarias, mientras todos somos
testigos de cómo se permiten anuncios,
hasta en televisión, de productos que
bajan los triglicéridos y el colesterol;
yogures que no contienen gérmenes
vivos y a los que se autoriza la denominación de «yogur» como si los tuvieran;
aguas que adelgazan y productos anunciados por personajes conocidos, que
practican un tipo de publicidad expresamente prohibida para los medicamentos:
la llamada «publicidad testimonial». El
caso más sangrante de esta falta de regulación o de una regulación mal encaminada lo tenemos en las fórmulas magistrales, que tras las últimas declaraciones
de responsables sanitarios, están llamadas a desaparecer si progresan las ideas
que están transmitiendo.
La publicación del real decreto9 que
regula la formulación magistral se configura como una medida desproporcionada para su aplicación a tratamientos
que, por su propia naturaleza, son
medicamentos personalizados. La
garantía de calidad —sobre todo, el
proceso documental que se exige—
encuentra su justificación en productos
producidos industrialmente o procesos
llevados a cabo de forma rutinaria, pero
es inadecuada para hacer una fórmula
cada tres días. En este caso, prever el
futuro es fácil: la formulación magistral
va a desaparecer, máxime si se tiene en
cuenta que, al parecer, la Administración prepara una lista cerrada de fórmulas magistrales. Nuevamente, la
sombra de la Gran Industria se deja ver
tras estas medidas y la erradicación de
la formulación magistral constituye un
nuevo incentivo para que personas ajenas al mundo sanitario buceen en las
procelosas aguas de lo clandestino.
ESPECIALIDADES
PUBLICITARIAS
El mercado de las especialidades publicitarias y los productos para el autocuidado
de la salud no progresa y ello se debe a
un conjunto de razones; quizá la principal de ellas sea el bajísimo coste para los
españoles de los medicamentos que
financia la Seguridad Social, pero también a un exceso de regulación —lista
positiva de principios activos, controles
previos de los mensajes, imposibilidad
de practicar ciertos tipos de publicidad,
etc.,— lo que aboca a que las inversiones sean poco rentables, se pierda dinero
en bastantes campañas en medios y, en
general, se desincentive al sector.
Junto a quienes observan cuidadosamente las normas, están siempre los que
buscan la posibilidad de decir lo que no
se permite a una especialidad publicitaria con todas las garantías, y lo consiguen en productos alimenticios o simplemente dietéticos, aguas de mesa y
otros productos de consumo que, al
parecer, son los únicos que bajan el
colesterol, adelgazan, rejuvenecen o
«dan alas» a los ciudadanos. La lista
positiva de principios activos que pueden pasar a formar parte de las especialidades publicitarias se debería construir
con aquellos principios activos cuyas
ventas se producen en más de un 50%
fuera de la Seguridad Social y su registro tendría que abreviarse al máximo.
PLANTAS MEDICINALES
Dado que han transcurrido doce años
desde la publicación de la Ley del
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MEDICAMENTOS CLANDESTINOS
Medicamento y sigue sin desarrollarse el artículo 42 que se
refiere a las plantas medicinales, cabe concluir que hay intereses contrarios a su regulación. Las farmacias representan la
garantía sanitaria de los productos que responden a criterios
de calidad, seguridad y eficacia, pero no están dispuestas a
compartir el mercado con quienes no dudan en alinear en sus
estanterías productos clandestinos o curas imaginarias. El
mercado de plantas medicinales crecería extraordinariamente
si las farmacias tuvieran un verdadero interés por él, pero este
hecho tiene que ir acompañado de una regulación adecuada.
COMPLEMENTOS DIETÉTICOS
Este es un campo en el que también hay mucho que hacer.
Hasta ahora en España sólo se acepta la existencia de medicamentos y alimentos, con la excepción de los aditivos alimentarios —sal, especias, colorantes y algunas vitaminas en
dosis infraterapéuticas—, pero no hay una definición de
otros productos que puedan usarse como complementos dietéticos y que mejoren algunas funciones fisiológicas. Hay
varios países de la Unión Europea que han avanzado en este
campo al igual que Estados Unidos, y admiten la existencia
de otros productos clasificados como alimentos aunque su
función no sea directamente nutritiva. De nuevo, una regulación adecuada de estos productos podría acabar con la clandestinidad (en parte, inocente) y con la importación de estos
productos de otros países europeos, que suele quedar impune, ya que en dichos países de origen son legales.
CONCLUSIÓN
Los recientes casos de retirada de medicamentos clandestinos
fuerzan una reflexión que se viene repitiendo en este artículo:
hace falta una mayor regulación de otros productos no directamente medicamentosos que, sin engaño a los ciudadanos,
constituyan una alternativa a los fármacos procedentes de las
patentes y de la investigación. El mantenimiento de estos productos en el canal sanitario, y concretamente en las farmacias, es quizá la mejor garantía para todos. ■
BIBLIOGRAFÍA Y NOTAS
1. Granda E. Prensa y medicamentos. Discurso leído en el acto de
recepción como académico correspondiente el 14 de febrero de
2000. Campillo Nevado: Barcelona, 2000.
2. San Martín N. Diario Ya del 7 de junio de 1988: Sanidad hará la
prueba pericial de una vacuna anticáncer. La sentencia de la
Audiencia Nacional obliga a probar las virtudes de la vacuna de
enzimas vivientes del Dr. Fernando Chacón Mejías.
3. Granda E. Clandestino. ¡No gracias! Farmacia Profesional
1994;8(7):4-8.
4. Real Decreto 1907/1996 de 2 de agosto del Ministerio de Sanidad y Consumo, sobre publicidad y promoción comercial de
productos, actividades o servicios con pretendida finalidad
sanitaria. BOE 189 de 6 de agosto de 1996.
5. Camacho A, Castelló E. Sanidad y farmacéuticos se acusan
mutuamente por la venta de adelgazantes no autorizados. El
País, 13 de abril de 1994.
6. Castelló E. Las denuncias de los consumidores no consiguen frenar
la avalancha de falsos adelgazantes. El País, 25 de abril de 1994.
7. Según el subsecretario de Sanidad, Pablo Vázquez, en su comparecencia en la comisión de Sanidad del Congreso de los
Diputados a finales del mes de noviembre, en el año 2000 se
retiraron 92 productos; en el año 2001 fueron 137 los productos retirados y en el 2002 se llegó a la cifra de 321.
8. Ha habido casos en los que la Agencia del Medicamento ha llegado a devolver las tasas pagadas para la evaluación de productos
homeopáticos para «invitar» a retirar una solicitud de registro.
9. Real Decreto 175/2001 de 23 de febrero que regula la formulación magistral por las oficinas de farmacia.
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