LA BENDICIÓN EN LA BIBLIA

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LA BENDICIÓN EN LA BIBLIA
Marcelo Alarcón A.
La Bendición en Israel
La expresión “Bendecir” se usa ordinariamente para expresar la transmisión del bien por
aquel que tiene de parte de Dios el poder de hacerlo. Suponemos que el que bendice
pronuncia palabras acompañadas con algún gesto, como el trazar una cruz sobre lo que
bendice o extendiendo las manos.
Sin embargo, “Bendecir” en la Biblia tiene aún más alcance; no sólo Dios “Bendice” al
hombre, sino que éste bendice también a Dios; cuando el hombre “Bendice” a Dios, lo hace
como respuesta, en actitud admirada frente al Dios que se le manifiesta en forma maravillosa
o admirable.
Esta Bendición supone la intervención de Dios en la vida del hombre; intervención
salvadora, que sana o libera al hombre de alguna indigencia y que al mismo tiempo le da a
conocer su amor. El israelita el “Bendecir” alaba, ensalza y magnifica a Dios.
Las Bendiciones judías llenan toda la Biblia, tanto el Antiguo como el Nuevo Testamento;
la expresión “Bendito seas Dios...” que encabeza la oración se va repitiendo, desarrollando así
una alabanza maravillosa.
Las hay breves y que acompañan las acciones más simples y comunes de la vida; otras,
sin dejar el contexto de alabanza, se desarrollan en forma de súplica; tal modo lo
encontramos especialmente en el servicio de los sábados en al Sinagoga y al tomar las
comidas.
El piadoso israelita pronunciaba cien “bendiciones” durante el día; esto le permitía
constantemente renovar su atención para encontrar a Dios en todo y envolver así la vida con
su adorable presencia.
Aparte de encontrar a Dios en todas las circunstancias de la vida, Israel tomaba
conciencia de su calidad de “Pueblo Sacerdotal” y que Dios vivía en medio de ellos;
igualmente la “Bendición”, según la enseñanza de los rabinos, apuraba la venida del Reino de
Dios.
Veamos algunas de las bendiciones que se pronunciaban en Israel en el curso de un día,
aparte de las solemnes y más largas que se pronunciaban en las festividades, en el culto o en
las comidas.
Al despertar, el lavado de la mañana se santificaba de esta manera: “Bendito eres, Dios
nuestro, Rey de los siglos, que nos santificas con tus mandamientos y nos ordenas lavarnos las
manos...”
Despejada la mente del sueño se decía: “Bendito eres... Tú que restituyes las almas a
los cuerpos, asociando así el despertar mañanero con la esperanza de la resurrección”.
Al levantarse: “Bendito eres... Tú que levantas a los humildes”.
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Al mirar lo que rodea: “Bendito eres... Tú que abres los ojos de los ciegos”.
Al vestirse: “Bendito eres... Tú que vistes a los desnudos”.
Al poner los pies en el suelo: “Bendito eres... Tú que extendiste la tierra sobre las
aguas”.
En el Antiguo Testamento
Podríamos continuar la lista, pero tal enumeración estaría fuera del propósito de este
trabajo y más bien conviene detenerse en célebres y solemnes “Bendiciones” bíblicas que
contienen tanto el Antiguo como el Nuevo Testamento.
En el libro del Éxodo encontramos el “Cántico de Moisés” (Éxodo 15, 1-21), el cual
desarrolla una “Bendición” al Señor Dios fuerte y poderoso, que junto con aniquilar el poderío
de los egipcios, libera a Israel de la opresión del Faraón e instala a su pueblo en el monte
Sión, lugar de su elección.
“Cantaré al Señor, porque se cubrió de Gloria; caballos y jinetes arrojó al mar.
Mi fuerza y mi refugio es el Señor. Él fue mi salvación.
Él es mi Dios, yo lo alabaré; el Dios de mi padre, yo lo ensalzaré.
El Señor es un fuerte guerrero; su nombre es el Señor”. (Éxodo 15, 1-3)
El “Cántico de Ana” (1º Samuel 2, 1-10), cántico de Bendición pronunciado por la madre del
profeta Samuel, que celebra el poder de Dios al hacerla madre, liberándola así del oprobio de
la esterilidad.
“Mi corazón se alegra en el Señor, mi fuerza está en mi Dios,
mi boca se ríe de mis enemigos, porque me alegro con tu salvación.
No hay Santo como el Señor.., levanta del polvo al desvalido,
saca al pobre de la miseria para sentarlo con los nobles...” (1º Samuel 2, 1-2.8)
El “Cántico de Tobías” (Tobías 13, 1-17), pronunciado por el anciano Tobías al verse
liberado de su ceguera por al intervención de Dios e igualmente por recobrar a su hijo sano y
salvo y a su nuera liberada del poder demoníaco. El cántico incluye una “Bendición” por el
futuro escatológico de Jerusalén.
“Bendito sea Dios que vive eternamente, bendito sea su reinado.
Porque castiga, pero tiene compasión, hace bajar a los abismos infernales
por debajo de la tierra, pero saca de la gran ruina...
Denle gracias Israelitas, ante los paganos porque él los dispersó entre las naciones
y ahí les ha mostrado su grandeza...” (Tobías 13, 1-2ª.3)
La “Oración de Salomón” (1º Reyes 8, 14ss) es una Bendición de tipo cultual y de súplica,
pues la pronunció Salomón delante de su pueblo al dedicar el Templo.
“Bendito sea el Señor, Dios de Israel
que habló personalmente a mi padre David
y con su poder ha cumplido la promesa que le hizo...” (1 º Reyes 8, 15)
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Fuera de muchas otras bendiciones pronunciadas por Patriarcas, Profetas, los Salmos nos
ofrecen variedad de modelos de oración de Bendición. En ellos esta actitud toma diversos
modos de expresión. En ellos muchas veces amar, esperar, confiar y servir a Dios son formas
implícitas de bendición. Podríamos decir que el “Espíritu de la bendición” recorre los salmos
en forma subyacente, a la manera de un torrente subterráneo que vitaliza la superficie.
En el Nuevo Testamento
Tanto Jesús como las personas que lo rodean se expresan delante de Dios por medio de
la “Bendición”; recordemos algunas de las más importantes y conocidas.
El “Cántico de Zacarías” (Lucas 1, 68-79), padre de Juan el Bautista, que bendice a Dios
porque le ha dado un hijo como signo de llegada de Cristo, el cual viene a liberar a su pueblo
de sus pecados iluminando a los que viven en sombras de muerte.
“Bendito sea el Señor, Dios de Israel
porque ha visitado y redimido a su pueblo.
Nos ha suscitado una fuerza salvadora
en la familia de, David su siervo,
como lo había prometido desde antiguo...” (Lucas 1, 68-70)
El “Magnificat” (Lucas 1, 46- 55) , cántico de bendición de la Virgen y que ella pronuncia
al contemplar las maravillas de Dios realizadas en ella, en la humanidad y con Israel, su
Pueblo.
“Mi alma glorifica al Señor y mi espíritu se alegra en Dios mi salvador,
porque ha mirado la humildad de su sierva.
Desde ahora me llamarán dichosa todas las generaciones,
porque ha hecho cosas grandes en mí el poderoso,
su nombre es santo...” (Lucas 1, 47-49)
El “Cántico de Simeón” (Lucas 2, 29-32), una breve bendición pronunciada por un
anciano profeta al contemplar al Cristo, al que prevé como la luz de los pueblos y la gloria de
Israel.
“Ahora, Señor, según tu promesa,
puedes dejar que tu siervo muera en paz
Mis ojos han visto a tu salvador,
a quien has presentado a todos los pueblos
como luz para iluminar a las naciones
y gloria de tu pueblo Israel”. (Lucas 2, 29-32)
Jesús Bendice
Jesús, nuestro Señor, vive inmerso en todo el contexto religioso de Israel; su alma se
abre hacia su Padre dentro de las formas de oración que constituyen como la respiración
mística del Pueblo de Dios. Jesús aprendió a orar en su hogar y más tarde, al incorporarse al
culto de la Sinagoga, enriqueció los temas de oración; igualmente tenemos que verlo
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participando en la celebración de la Pascua y demás Festividades Judías. Como ya se ha
señalado, el contexto religioso de Israel está fuertemente marcado por la oración a Dios que
lo “Bendice” por sus maravillas.
Recordemos algunas de las “Bendiciones” pronunciadas por Jesús que nos han llegado
por los Evangelios. Leemos en el capítulo 11 de San Mateo, que Jesús al contemplar los designios de su Padre, que oculta las realidades del Reino “a los sabios y prudentes para revelarlas
a los pequeños” se llena de gozo y “Bendice” a su Padre, “Señor del cielo y de la tierra”
“Yo te alabo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has escondido estas cosas
a los sabios y prudentes y se las has dado a conocer a los sencillos. Sí, Padre, así te
ha parecido bien”. (Mateo 11, 25-26).
Igualmente encontramos otra oración de “Bendición” pronunciada por Jesús, la cual
tiene lugar frente al sepulcro de Lázaro; Jesús “Bendice” a su Padre porque lo ha escuchado y
él sabe que siempre lo escucha y da lugar para los que ven las obras que él hace en nombre de
su Padre, crean
“Padre, te doy gracias porque me has escuchado. Yo se muy bien que me escuchas
siempre; si hablo así es por los que están aquí para que crean que tú me has
enviado”. (Juan 11, 41 y 42).
Aparte de estas “Bendiciones” pronunciadas por Jesús, y que podríamos llamar
ocasionales, encontramos las “Bendiciones” rituales que los Judíos pronunciaban antes de las
comidas y que Jesús también pronuncia.
Leemos en San Mateo, en el capítulo 14, que Jesús multiplicó los panes, pero antes de
hacerlo, “levantando los ojos al cielo pronunció la “Bendición” y partiendo los panes se los dio a sus
Discípulos ...”. En el mismo contexto de “Bendición” nos narran la “Multiplicación de los Panes”
Marcos, Lucas y Juan.
Igualmente la institución de la “Eucaristía” en la “Ultima Cena”, está narrada por San
Mateo, San Marcos y San Lucas en el contexto de la “Bendición” pronunciada sobre el pan y
sobre el vino.
“Durante la cena Jesús tomó pan, pronunció a bendición, lo partió, lo dio a sus discípulos y
dijo...” (Marcos 14, 22)
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