Un par de ideas musicales1 La oración universal, o oración de los fieles, es uno de los momentos en que toda la asamblea ejerce su función sacerdotal y ora por todas las necesidades de los hombres y mujeres, y especialmente por la Iglesia. En esta oración se ve claro que cada uno hace su tarea: quien preside invita la asamblea a la oración con una monición y la termina con otra oración; un diácono, un cantor u otro miembro de la comunidad, dice las intenciones; y toda la asamblea expresa sus súplicas con una invocación común después de cada intención. Toda la oración no deja de ser, pues, a nivel literario, una letanía. Es decir, una alternancia entre súplica y respuesta. Es positivo, por ello, que se cante la oración de los fieles, como la mayoría de letanías (tal como deja entender el misal cuando pide que las intenciones las diga un diácono o un cantor). Y es que el canto, además de dar a la oración unanimidad y solemnidad, también ayuda a entender y penetrar en el sentido del texto. La práctica usual en nuestras iglesias es recitar las intenciones. Pero vale la pena que fomentemos el canto de la respuesta de la asamblea. Para estos domingos del tiempo ordinario, proponemos cantar la respuesta, si no se hace. Otra idea. Cada Cuaresma, dejamos de cantar el aleluya. Pero antes del evangelio no dejamos de cantar una aclamación a Jesucristo. JORDI GUARDIA 1 Cf. Centre de Pastoral Litúrgica, Misa Dominical, Nº 2 Año XXXIV, 2002, Barcelona.