ESPIRITUALIDAD MARIANA Las religiosas que animamos el Colegio Regina Pacis “Somos una Congregación Religiosa de vida mixta…dedicadas a la Oración y al Apostolado. Nuestro CARISMA se define en la Adoración Perpetua a Jesús Eucaristía en espíritu y en verdad, procurando su Gloria y llevándole almas que lo conozcan, lo amen y lo adoren. Asimismo, nuestra ESPIRITUALIDAD es profunda y específicamente Franciscana, Eucarística y Mariana. Franciscana, ya que nos inspiramos en el espíritu de pobreza, sencillez y abnegación de San Francisco de Asís y Santa Clara “buscando solo a Dios en todas las cosas, en una vida escondida en Cristo”. Eucarística, pues vivimos dedicadas a la Adoración Perpetua al Santísimo Sacramento, que sustenta toda nuestra vida espiritual y apostolado, dado que “sin la Eucaristía no tendría razón de ser nuestro Instituto”… Mariana, por haber nacido en el “Corazón Inmaculado de María Santísima de los Dolores, como fruto de su Maternidad Divina, al pie de la Cruz.” La Virgen María es nuestra protectora y modelo de vida, y estamos unidas a ella por el vínculo de la esclavitud del amor, ya que el Divino Salvador nos la dio por Madre nuestra y a nosotros por hijos suyos. Nuestra MISIÓN en la Iglesia se actúa mediante la Adoración Perpetua al Santísimo Sacramento y la dedicación a la formación humana y cristiana, principalmente de la niñez y juventud, a través de la enseñanza y con preferencia por los necesitados material o moralmente, a quienes se prestan otras ayudas asistenciales.” (Tomado del Ideario del colegio) Esta espiritualidad nos da identidad porque aunque toda espiritualidad es un modo de vivir la vida cristiana, se puede profundizar en uno u otro aspecto del Misterio de Cristo. Madre Trinidad vivió su manera de ser hija de Dios teniendo como centro la eucaristía, bajo el amparo maternal de la Virgen María y envuelta en una espiritualidad franciscana; este modo concreto de ser cristiana es la herencia espiritual de nuestra fundadora a todos los que somos parte de la familia reginapacista. Empecemos recordando lo que creemos los católicos sobre la devoción a la Virgen María para continuar con textos autobiográficos sobre la experiencia de Madre Trinidad. EL CATECISMO DE LA IGLESIA CATÓLICA La Iglesia venera con especial devoción a la Virgen bajo el título de Madre de Dios y a ella nos acogemos todos para que interceda ante Dios por nuestras necesidades (Números 484-507; 963-972) María en la Anunciación: “El Padre de las misericordias quiso que el consentimiento de la que estaba predestinada a ser la Madre de Jesús, precediera a la Encarnación para que, así como una mujer contribuyó a la muerte, así también otra mujer contribuyera a la vida. La Virgen de Nazaret es saludada por el ángel, por encargo de Dios, como llena de gracia (Lc1,28) y ella responde: He aquí la esclava del Señor, hágase en mí según tu palabra (Lc 1,38)” (Tomado de los Documentos del Concilio Vaticano II: Constitución Dogmática Lumen Gentium) María al pie de la Cruz: Esta maternidad de María llega a su momento culminante en el sacrificio de la cruz de Cristo y su misterio pascual: “Junto a la cruz de Jesús estaban su madre, la hermana de su madre, María, mujer de Cleofás y María Magdalena… (Jn 19, 25s) La Madre Trinidad desde su infancia fue educada en la devoción a la Virgen. Refuerza su filiación Mariana el hecho de que a los ocho años se quedara sin madre “(mamá) nos decía señalándonos un cuadro de la Virgen de los Dolores junto a su cama: “No os dejo huérfanas, ahí tenéis la que desde hoy cuidará de vosotras y será vuestra Madre… Y desde entonces una serie no interrumpida de gracias especialísimas y singulares favores nos hizo ver y sentir la amorosísima maternidad de María Santísima con sus dos huerfanitas, especialmente su pequeña Merceditas, que en todas las tribulaciones y penas iba en busca de aquella tierna y divina Madre del Cielo a decirle: “Madre mía, que sois mi madre, cuidad de mí””. “La Congregación está siempre bajo la protección de la Virgen María en cualquiera de sus advocaciones y singularmente en la de sus dolores junto a la cruz, desde la cual el divino Salvador nos la dio por Madre Nuestra y a nosotros por hijos suyos” (Jn 19,26) Sus miembros han de sentirse particularmente unidos a ella por el vínculo de la esclavitud del amor”. “Para cumplir nuestras promesas de amarle siempre, no apartemos nuestra mirada de Jesús, María y José. Él quiere que siguiendo con ellos nuestros días en la tierra, sigamos sus ejemplos. No busquemos agua en otros acueductos, saquemos el agua de la fuente divina del corazón adorable de Jesús y del purísimo de nuestra Madre, siguiendo aunque nos cueste el camino. Ella, recogida y silenciosa en la casa de Nazaret, recibe al ángel que le anuncia que ha de ser Madre de Dios y se entrega con aquel “fiat” eterno que nos trajo al Salvador. Y desde aquel momento dulcísimo y feliz, empezó nuestra Madre Santísima su Adoración Perpetua al Divino Verbo que encarnaba en su seno virginal por obra del Espíritu Santo. Y al nacer, ella con san José, adoró reconociendo con fe vivísima, que era Dios verdadero. Reconocía a su Hijo y a su Dios y bajo ese velo oculto, confesaba la verdad del misterio y con sus adoraciones, le dio más gloria que todos los ángeles y santos juntos.” Madre Trinidad va a Roma (1930) para conocer la voluntad de Dios sobre la fundación, si mantenerse como monjas de clausura en oración o dedicarse también a la educación de la niñez; la mandan a Asís y allí pide luces para entender qué es lo que Dios quiere: “Queríamos seguir su Voluntad Santísima en adorarle día y noche con más penitencia y austeridad, con mayor retiro de criaturas, con estrecha clausura, con más vida de contemplación. Y Jesucristo Sacramentado nos tuvo en el Tabor los seis o siete primeros años. Y vino la revolución a echarnos de nuestros conventos y de nuestra Patria… Para que entendiésemos su Voluntad Santísima, manifestada por los hechos y los prelados en Roma… hasta que me mandó a Asís y allí, se descubrió el velo y con un “fiat” arrancado del alma, le dije: Hágase, Señor y Dios mío, como Vos queráis de mí y de todas las hijas que fieles me siguen; nos ofrecemos sin condiciones a Vos para siempre.” En 1936, iniciada ya la guerra civil española, Madre Trinidad sufre porque no ha podido rescatar a todas sus monjas: “Hoy, día de nuestro Padre San Francisco, he sentido el mayor consuelo. Las noticias de España han sido horribles, pero no sentí esas agonías ni penas amarguísimas de otras veces. Siento paz, sé que estáis cubiertas por el manto de nuestra Madre Santísima y que Jesús hará de vosotras lo que quiera. Él os ama más que yo. Él sea bendito.” “Mirar fijamente a la Estrella. La Congregación nació el Viernes Santo al calor purísimo del Inmaculado Corazón de María.” “Madre mía dulcísima, Madre de Jesús y de tus Esclavas Eucarísticas: sed nuestra Madre en estos momentos y condúcenos, Tú misma, Madre mía, a tu Divino Hijo…Solo deseo cumplir vuestra adorable voluntad. Que seáis Vos, Madre mía la Maestra y Madre de tus hijas, compañeras y esclavas de Jesús sacramentado…” “…Es pues, nuestra Madre, nuestra Superiora y Maestra. Qué pureza de vida, qué disposiciones nos pide Jesús para cumplir dignamente con tal Madre que se nos presenta con Majestad de Reina, con sencillez y humildad de Virgen, con amor y ternura de Madre mostrándonos al pie de la Cruz a su Divino Hijo…” “Somos hijas y Esclavas de Nuestra Madre Santísima. Imitadla lo más posible. Encomendaros a Ella en vuestras luchas y trabajos y decidle: Madre mía, ayúdame para poder y ser grata a Vuestro Divino Hijo. Meditad con frecuencia en su Magníficat, pues por humildad y pureza me pidió ser la Madre de Dios, la más humilde de las criaturas, siendo la Madre de Dios y de los hombres”. ¡Virgen Santísima! ¡Madre mía dolorida al pie de la cruz, sed nuestra Madre y Maestra y concédenos la gracia que cada convento sea un cenáculo donde vos nos enseñéis amar, reparar y adorar a vuestro divino Hijo Sacramentado…” “Madre mía, María Santísima, en este primer sábado del año cogerme a mí y a todas vuestras hijas y cuantos han contribuido ayudar a vuestra obra una bendición especialísima, una gracia de predilección y amor de Jesús y vuestro. Amén.” “Oh Madre compasiva y amantísima de vuestras humildes y fidelísimas siervas, queremos vivir y morir bajo vuestra maternal protección… Madre de amor y de misericordia, somos tus hijas, escuchad nuestras súplicas, inclinad vuestro Corazón Inmaculado a esta tu familia predilecta…” “Oh María, mi Dulcísima Madre, escribid en el corazón de vuestras hijas los deseos de vuestro Hijo Santísimo, Jesucristo, vida de nuestras almas! Que imitemos vuestros ejemplos de pureza, de amor, de abnegación, humildad, obediencia y desprendimiento de cuanto el mundo ama…” “Oh sublimidad del amor purísimo de tal Madre que nos enseña prácticamente los deberes sagrados que hemos contraído… la Adoración Perpetua y nuestra vida de abnegación y víctima. Esta es, hijas del alma, lo que Jesús Dulcísimo me viene pidiendo, y la Madre Santísima, enseñándonos a morir a nosotras mismas para vivir la vida de Dios.” “Ruego humildemente… se amen y vivan bajo el amparo de nuestra dulcísima Madre, en la Adoración, amor y culto a Jesús sacramentado, sin apartarse jamás del espíritu de humildad y pobreza que nos legó el P. San Francisco y la M. Santa Clara”. “Os llamaréis las Esclavas de la Sagrada Eucaristía y de la Madre de Dios. Haréis en la tierra la misión de recogerme las almas abandonadas de los niños y traerlos a mi Mesa donde serán alimentados del Pan de la Eucaristía, siguiendo a mi Madre Santísima, imitando sus virtudes de humildad y pobreza.” “No os separéis nunca de nuestra Madre María Santísima. Imitadla. Quince minutos de consulta y oración a sus purísimos pies, os habrán desvanecido todas vuestras luchas, y saldréis de su Escuela ilustradas, caritativas, humildes, llenas de paz y alegría, haciendo bien a vuestro prójimo. Llevaréis en vuestro rostro los destellos de la luz de la que es Sede de la Sabiduría.” (Tomado del testamento de Madre Trinidad) “Alégrense todas de participar en los trabajos más sencillos imitando el ejemplo de Nazaret donde Jesucristo nos enseñó el valor y dignidad de cualquier clase de trabajo.” “Al pie del Altar en aquella noche memorable rodeado el Tabernáculo de almas y de luces se celebraba el séptimo centenario de la fundación de la Orden, sus hijas oyeron una voz que venía como del Altar: La Adoración Perpetua a Jesús Sacramentado bajo el amparo de la Virgen Santísima al pie de la cruz, hará violencia al Corazón del Divino Redentor, que derramará a torrentes su amor y misericordia sobre el mundo entero, que vendrá a saciar su sed en esta fuente adorable de la Eucaristía.” Ya próxima a morir dice: “Así me quiere Jesús Dulcísimo, me humilló hasta lo último. ¡Y cómo me deja! Sobre todo, me consuela que nunca negué nada. Muero tranquila porque nunca hice mi voluntad”. Refiriéndose a la Santísima Virgen: “No, no tengo miedo. Estoy en los brazos de mi Madre, me envuelvo en su manto y confío en su piedad”. “Cuando en la Santa Misa, unida a la Hostia Santa, os recojo a todas presentes y futuras en la patena, cuando el sacerdote en la santa Misa ofrece la Víctima Divina, os acerco y me acerco en adoración y reparación, inmolación y amor, y en aquellos momentos solemnes en que el alma libre de los cuidados y humanos sentimientos siente el ansia vivísima de la unión, el hambre de recibirle Sacramentado, adorándole en unión de la primera adoradora, su Madre Santísima, parece que mi alma entra de lleno en esa región donde no oye más que esa inspiración que nos hizo empezar el camino de nuestro calvario: Imitad a mi Madre que os dejé por Madre y Maestra. Sea ella vuestra guía y modelo para adorarme, reparar y amar”. “La característica de su piedad y de su espíritu son la sencillez y alegría seráfica. La humildad y generosidad en sus actos hará más fecunda su labor en unión con la Santísima Virgen, nuestra Madre, que se llamó “sierva del Señor”.”