XV - ¡Pero vaya lío que se ha armado! Lío… ¿A cuál de todos te refieres, Luis? ¿A cuál tiene que ser? ¡Al de la Rita! En efecto, ya salieron los jomeinis de la unidad de lengua. Al parecer, la alcaldesa del cap i casal no habló en puridad idiomática… al sentir de los puristas idiomáticos, que para eso existen: para recordarnos que la puridad la juzgan ellos y nadie más que ellos. Doña Rita, al parecer, se disculpó haciendo referencia a que no fue uno de sus mejores días y llegó a más: pidió disculpas. Esperemos, y deseamos, que los jomeinis puedan absolverla de tan monstruoso atentado contra los purismos idiomáticos. AMÉN. - Y es que los jomeinis, con anterioridad a los yijadistas, ya estaban muy escampaus por estas tierras nuestras, Luis... - Pos, claro… después de tantos siglos de dominación mora y tantos cruces de sangre ¡cómo se va a pedir pureza de sangre!... Vamos, pienso yo… - Y piensas bien, sólo que de vez en vez sale alguno de esos puros - ¿Puros o raros? –precisó Luis - Tienes razón, pues más que puros parecen puritanos, impartiendo purezas de sangre, pureza idiomática… - Lo malo es que estas pseudo-izquierdas me recuerdan la España de los años cuarenta…, sólo que entonces decíamos que eran los curas de pueblo… Les llamaban… ¿Cómo era?... Ah sí: curas de misa y olla. - Ja ja ja… eso era más antiguo, pero, vale; se les podía aplicar. Lo malo es que estos puristas vienen de la universidad - Ya, pero de ixa universidat de la Loge… ¿Se dice así, no? - Ja ja ja… vale, vale ¡Cuánto sentido común tenían las palabras de Luis! Y es que, no en vano, su experiencia de la vida no había sido vana, aún cuando no sea el momento, ni yo el más indicado, para traerla a colación. XVI Durante la semana siguiente a nuestra última salida, por razones derivadas de diversos requerimientos del Instituto Valenciano de la Salud, Luis y yo no coincidimos en los horarios y, en consecuencia, en nuestras caminatas y, lógicamente, no hubo lugar a nuestros comunes recuerdos ni a nuestros septuagenarios diálogos. Tal vez por ello, y por la soledad en los recorridos, mi cabeza no hizo sino retomar algunas de sus sentencias, porque Luis las dejaba escritas como con cincel sobre la roca. 1 Una de ellas, sin duda la más reciente, hacía referencia a esa nueva mentalidad de ciertos universitarios, que él había llegado a comparar con la bastedad o rusticidad de los curas de misa y olla. Y ello me había dejado impresionado; tanto que, como describí en su momento, traté de disimular mi sorpresa con unas sonoras carcajadas. Ahora, más reflexivo –tal vez por mor del silencio que me acompaña–, intenté reflexionar sobre ello. Y, en efecto, concluí que no le faltaba razón en su apreciación. Recientes informes sobre el estado de nuestras universidades, al compararlas con las de otros países nos las muestran con unas imágenes desoladoras. No faltan pensadores influyentes, incluso en el campo de la izquierda, que hablan de la carencia no sólo en la transmisión, sino sobre todo el día a día de valores cívicos, de valores democráticos… Y claro, esas carencias acaban siendo rellenadas con algo y/o por alguien. Mentalmente decidí no insistir más sobre ello; pero el problema lo tenemos sobre la mesa y o bien reaccionamos como sociedad o bien algún salvapatrias nos hará descubrir, aunque tardíamente, el adocenamiento o vulgaridad, –que no mediocridad– en que nos estuvimos dejando conducir. Y, hablando de la mediocridad, bueno sería traer a cuento, pues siempre hay quien no sabe de qué va por muy estudiado que se crea. En efecto, la voz mediocridad encierra un concepto muy antiguo. Por ejemplo, para el pensamiento griego la mediocridad era y significaba un atributo de lo bello. Así que, según ello, gracias habrá que dar a quien definió como mediocre la labor que viene haciendo La Sierra en cuanto fundación, pues es claro que, dado que era universitario quien lo dijo, entendía que es una bella labor la que viene realizando. Pero no sólo los griegos gastaban la palabra mediocridad para resaltar la belleza; también los romanos debieron utilizarla en tal sentido, aún cuando es cierto que será Horacio quien recurre a la mediocridad, bien que agregándole el calificativo de dorada, para aludir al intento de alcanzar el punto medio, o la justa medida o al estado ideal basado en conformarse con lo que se tiene y no dejarse llevar por las emociones desproporcionadas. Y ya metidos en harina, para evitar el mal uso del lenguaje, especialmente cuando se trata de personas que estuvieron, pero no pasaron por los estudios de una universidad, finalizaremos con una elucubración de expresiones de uso común, aún cuando se disfracen de latinajos. En tal sentido, entendemos que para la correcta interpretación de tales latinajos, que con frecuencia vienen oyéndose en labios de nuevos “Bachilleres Carrasco”, especificamos algunas de las locuciones latinas tomándolas en un buscador de la red, sin necesidad de recurrir a la 2 Teoría y Crítica literaria; y aunque son muchas, para no hacernos prolijos, sólo tomamos dos más, a saber: Carpe diem y parvo vivere ya que aurea mediocritas quedó vista. Veámoslas para entenderlas de manera correcta , si acaso las oímos utilizar a los Carrasco de turno. Carpe diem.- se trata de una locución latina que, acuñada por Horacio en una de sus Odas, significa aprovecha el día, es decir disfruta el momento, no lo malgastes. La frase completa de Horacio decía Carpe diem quam mínimum crédula postero, que en traducción libre vendría a decir: Aprovecha el día y no confíes en el mañana o, si se prefiere, no dejes para mañana lo que puedas hacer hoy o, incluso, vive cada momento de tu vida como si fuese el último. Y la otra expresión que es posible en labios de los actuales imitadores del bachiller Carrasco es: Parvo vivere.- que es otra de las máximas filosóficas de Horacio cuyo significado, relacionado con la mediocritas aurea, es el de vivir de acuerdo con una modesta pobreza y, es por ello, que exista la relación por cuanto no debe vivirse miserablemente ni en la prodigalidad. Algún autor la traduce como vivir bien con poco, que también le cuadraba al campesino Ofellus, presentado por Horacio como modelo de moderación. Otros referencian la expresión latina como sinónimo de felicidad. Por tanto, hay que dar las gracias a quien –bien que por descuido o por ignorancia, ¿quién sabe?–, desde el estrado del Palacio de los Condes de Cervellón, en Anna, alabó nuestra Fundación cuando, al querer distanciarse de ella, la definió como MEDIOCRE, o lo que es lo mismo que, para él, la labor de nuestra Fundación es BELLA… EQUILIBRADA… Gracias, pues, por un reconocimiento público, que no le pedimos. Por la Transcripción José Cerdá Aparicio 3