Friedrich Schlegel De la esencia de la crítica 1 Todo cuanto Lessing ha hecho, formado, intentado y deseado puede resumirse muy apropiadamente bajo el concepto de “crítica”; un concepto que, por muy diversa y amplia que fuera la actividad de su espíritu, sin embargo es completamente suficiente para abarcarla en su integridad, siempre que a éste se lo conciba –restituyéndole su antigua dignidad- con la misma vastedad con la que antaño se lo concebía. Los esfuerzos poéticos de Lessing deben ser considerados como ejemplificaciones de sus principios en materia de poética y dramaturgia; pero en filosofía, el ámbito al que verdaderamente lo orientaba la tendencia de su espíritu, no era en absoluto ni sistemático ni promotor de sectas, sino crítico. El examen, una franca y cuidadosa revisión de las opiniones ajenas, la refutación de muchos prejuicios en general vigentes, la defensa y reactualización de alguna que otra paradoja antigua y a menudo olvidada: esta era la forma en la que acostumbraba exponer, las más de las veces sólo indirectamente, sus propias opiniones en esta materia. La gran masa de sus otros escritos, investigaciones sobre Antigüedad, dramaturgia, gramática y literatura propiamente dicha, pertenece también a esto según el concepto general; y no sé si toda polémica no debería ser considerada al menos como un género muy próximo a la crítica. Mas en virtud de que esta ciencia o arte que llamamos “crítica” abarca tantas cosas, y que su ámbito suele extenderse hasta los confines a los que llegan las artes de la palabra y las lenguas, es imprescindible determinar su concepto de modo exacto, y para lograrlo, lo mejor es recordar su origen. Los griegos, de quienes hemos recibido incluso el nombre de “crítica”, fueron los primeros en descubrirla y sentar sus fundamentos, llevándola también casi a la cima de su elaboración y perfección. Entre ellos, el sentido de la Poesía 2 no pereció por completo aun después de la época de los grandes poetas. En la gran cantidad de monumentos escritos que se habían conservado –y se siguieron conservando- en parte por su inherente interés, en parte por la muy vasta actividad de aficionado, se constituyó una ciencia el siquiera conocerlos a todos, y más aun el tener sobre ellos una visión de conjunto, lo cual era imposible sin un cierto ordenamiento; el modo en que se transmitían los poemas a la posteridad y en que se multiplicaban por entonces los libros le dio también ocupación a la mente sagaz que hubiera preferido limitarse a una única obra antes que perderse en la vasta totalidad; aun para una sola obra, determinar con certeza las grandes y pequeñas lagunas y añadidos a partir de las fuentes antiguas, compilarlos a partir de la comparación de varios manuscritos, deducirlos del contexto, y tras repetidas evaluaciones y comparaciones, arribar 1 “Vom Wesen der Kritik” (1804). Artículo escrito originalmente como prólogo a una compilación de textos de Lessing. En: F. Schlegel. Kritische Ausgabe seiner Werke. Editado por E. Behler. Munich, F. Schöningh, 1975. Tomo 3, pp. 51-61. 2 Schlegel alude con este término (Poesie) al original griego (poiesis), vale decir, la fuerza o facultad creativa en general. En el resto de este escrito, Poesie conserva este sentido etimológico y se distingue de Dichtkunst o Dichtung en tanto arte de escribir poesía propiamente dicho. Traducimos Poesie como “Poesía”, con mayúscula, a fin de diferenciarlos (aunque el autor parece usarlos casi siempre como sinónimos). por fin a conclusiones ciertas, constituyó un empeño de muy largo alcance, demasiado grande a menudo para poder ser concluido por una sola persona. Ambos aspectos, la elección del autor clásico, la cual había de poner el conjunto de la Poesía y la literatura griega en un ordenamiento claro, y en segundo término, el manejo de las distintas variantes, forman los goznes permanentes de la crítica antigua. Quizás esa segunda parte no alcanzó una plenitud tan inmejorable como la primera; quizás durante la selección de las obras clásicas, algún aspecto que podría resultarnos notable no llegue a nosotros por encontrarse fuera del ciclo considerado. Sin embargo, el principio según el cual se procedía es absolutamente correcto; en tanto no consideraban excelente, formado y digno de eterna imitación a lo carente de fallas, mayormente sólo lo que no tiene fuerza alguna para suscitar excesos, sino a aquello que en su género era lo más poderosamente concebido o lo más artísticamente consumado como lo primero, lo superior o lo último, aun cuando irritara al sentido limitado. Y excelente era su método de estudio; una incesante, continua y repetida lectura de los escritos clásicos, recorriendo una y otra vez el ciclo completo desde su inicio; sólo eso se llama realmente lectura; sólo así pueden surgir resultados maduros y una sensibilidad artística, y un juicio artístico, algo sólo posible a través de la comprensión de la totalidad del arte y la cultura misma. Claro que en ello tenían una ventaja considerable; la sensibilidad artística entre los griegos era muy común, y los críticos mayormente sólo debían confirmar y aclarar los juicios generalizados con los que ya se encontraban; sólo aquí y allá han cambiado algo arbitrariamente, sólo en detalles las consideraciones secundarias encaminaron a la sensibilidad artística por un desvío; y sólo podía tener lugar una discusión o una diferencia de criterios acerca de determinaciones menores; pero en conjunto había consenso con respecto a los principios y al juicio artístico. Lo cual es natural: la literatura y la Poesía griegas eran un todo completo y cerrado en sí mismo, donde no podía resultar difícil encontrar el lugar correspondiente a cada elemento individual en el todo. El sentido poético nunca se perdió del todo en esa nación. Pero el modo en que, desde la invención de la imprenta y el crecimiento del mercado editorial, el sentido natural de los modernos se vio dilapidado, aplastado, confundido y mal dirigido a manos de una inmensa masa de escritos cabalmente malos y radicalmente inútiles, aún no había tenido lugar en absoluto por entonces. No es que entre la cantidad de poetas antiguos no se haya conservado alguno que era mediocre o que se empeñaba en pos de algo totalmente equivocado, perdiéndose por mucho de la verdadera senda. Sólo que la mayoría de las obras conservadas generalmente leídas y repetidamente revisadas eran de hecho excelentes. Las menos buenas eran la excepción, y aun entre éstas acaso ninguna por completo carente de valores culturales o artísticos, como sólo es posible allí donde un buen escrito es la más rara excepción pero el escrito absolutamente malo es la regla. Entre los romanos ya era totalmente distinto, si bien su crítica era adoptada de los griegos, conformada íntegramente según la crítica griega. Pues ya esta precisa circunstancia, esta introducción de una cultura y una Poesía extranjeras, debió abrir una profunda brecha entre la sensibilidad de los eruditos y los que no lo eran. Y entre los eruditos romanos era incluso esta cuestión de hasta dónde había que copiar incondicionalmente lo griego o si también había que preservar lo autóctono el objeto de una discusión jamás definida, que concernía algo nada menor como eran los principios mismos de la literatura. A ese respecto, la actitud de los romanos es más parecida a la nuestra. Por lo demás, sin embargo, el espíritu de esta nación era demasiado práctico como para haber poseído más que unos pocos grandes eruditos, que a su vez también se quedaron pronto sin sucesores. En particular, su Poesía era de origen demasiado reciente, demasiado pobre, y puesto que era forzada, pronto volvió a estancarse. Por cierto que a los modernos no les faltó una rica Poesía en la era 3 romántica. Pero esta Poesía era un florecimiento tan inmediato de la vida que estaba completamente ligada a ella, y con la declinación de los usos y costumbres, sobre todo en Alemania, también hubo de declinar. Los que la practicaban eran mayormente caballeros y príncipes; más raramente clérigos, los que sólo en contraposición con aquellos pueden ser llamados “eruditos”. Así fue en Alemania, en España, en el sur y norte de Francia. Tan sólo en Italia fueron los tres primeros grandes poetas también eruditos,4 claro que con cuán limitados recursos, pero con más erudición que cualquiera de los que se puede encontrar entre los tempranos inventores románticos, a la vez poetas y los primeros restauradores de la literatura antigua. Y asimismo sólo la Poesía italiana de aquellos viejos tiempos ha perdurado y ha conservado viva su vigencia. Los cantos provenzales,5 las antiguas invenciones francesas y las soberbias obras de la antigua poesía alemana han desaparecido, y la Poesía ahora casi desconocida yace aún en el polvo de las bibliotecas, a la espera de un liberador. Puesto que la vida y el espíritu de los que emanaba la Poesía romántica se hallaban suprimidos y aniquilados, se hundió también esa Poesía, y a la par se hundió con ella todo sentido poético, porque en este caso no ocurrió como en Grecia, que a la época de la poesía le siguió la época de la crítica; al menos como para que, ya que no se disponía de fuerzas para producir nueva belleza, traer la antigua a la posteridad. La declinación precoz, rápida, y en algunos países al menos, total de la Poesía romántica (y con ella del recto sentimiento de la vida nacional y la memoria de los predecesores) debido a la carencia de crítica, y la consecuencia de dicha carencia, el abandono y el descuido de la lengua materna, muestran con toda claridad la importancia y el valor de este arte, que al parecer juguetea con investigaciones irrisorias más producto del diletantismo que del estudio serio. En efecto, ninguna literatura puede perdurar a largo plazo sin crítica, ni lengua alguna está a resguardo del descontrol, cuando aquella no conserva los monumentos de la Poesía y no nutre el espíritu de ésta. Así como se buscan en la mitología las fuentes comunes y el origen de todos los géneros del poetizar y el formar propios del hombre, la Poesía es la cumbre suprema de ese conjunto, en cuya floración se disuelve finalmente –si está consumado- el espíritu de todo arte y toda ciencia; así, la crítica es el soporte común en el que se apoya el entero edificio del conocimiento y la lengua. Por carecer de la erudición y la crítica fundamentales es que nosotros, los modernos, y especialmente los alemanes, hemos perdido nuestra Poesía y con ella, la antigua manera de pensar apropiada a la nación. Claro que no faltaba erudición en Europa desde que los efímeros griegos habían expandido sus tesoros, se había introducido el Derecho romano, se había inventado la imprenta, y se habían fundado las Universidades. Pero como esta erudición era tan cabalmente extranjera, se descuidaba aun más a la lengua materna; y la intuición poética estaba ya tan por completo perdida que estos eruditos, que a menudo no eran más que eruditos, igualmente carecían de la primera y más esencial condición para la crítica. Eso se hizo bien visible en los primeros intentos por recuperar esta intuición poética y poder emitir un dictamen sobre el mérito o el demérito artístico. Pues como ahora se pretendía ligar gradualmente a la filosofía con la erudición, tratando así de aplicar los 3 Schlegel corrigió por Poesie en ediciones posteriores. Por supuesto, Dante, Petrarca y Boccacio. 5 Se refiere a los cantos de trovadores. 4 conceptos generales de belleza y arte a menudo sin distinguir claramente dónde eran estos pertinentes y dónde no, y en tanto mucho de este tipo de búsqueda se hallaba además en los escritos de los antiguos, lo que debía suscitar, al menos como tradición, una oscura creencia y toda especie de intentos de dicha aplicación, ya los primeros frutos de estos esfuerzos revelaron a partir de qué absoluta carencia de sentido artístico, a partir de qué alejamiento de toda Poesía se buscaba volver a aproximarse a ésta. Pues sólo se aventuraba un juicio sobre pasajes aislados, se discutía sobre el mérito o el demérito al nivel del detalle, donde todo sentimiento cesa, y se procuraba, en dichos pasajes, explicar el fundamento del placer no tanto físicamente, partiendo de la naturaleza del alma, sino más bien a partir de algunas abstracciones asaz vacías, con frecuencia no sin derivar las más forzadas sutilezas. La primera condición de toda comprensión, también de la comprensión de una obra de arte, es la visión de conjunto.6 Ahora bien, en esto ni se podía pensar con aquel método, diametralmente opuesto, y se llegó tan lejos que se leía al poeta sólo en aquellos pasajes que se llamaban cuadros poéticos,7 y cuyas reglas se organizaban en un sistema. En esta época aconteció la primera etapa de la trayectoria y la crítica de Lessing; y aun cuando su estética todavía recuerda en todo esta falsa tendencia, puede decirse lo siguiente en su favor, sin atribuirles mayor valor a las debilidades de los primeros pasos de este gran espíritu. Incluso en sus primeras apreciaciones estéticas, que meramente se proponen explicar el placer artístico según la psicología analítica de la escuela de Wolf (una forma de explicar el fenómeno artístico en la que se parte presuponiendo arbitrariamente que los sentidos son racionales pero asimismo, para que no recaiga en lo irracional, se concibe a la razón misma como puramente abocada a su propio interés), incluso en esta búsqueda tan endeble de su pensamiento temprano se percibe no sin placer la diferencia de un rigor mayor; casi todo se remite al concepto de realidad como único concepto real; y muchos podrán hallar aquí un primer germen de la filosofía posterior de Lessing, que se apegaba al más estricto y consecuente realismo. Por lo demás, en esta tendencia se deja ver muy específicamente cuán extraña se había vuelto la Poesía para los hombres; el sentimiento artístico les resultaba un fenómeno que anhelaban comprender y explicar antes que cualquier otra cosa; pero con ello ni se abre la comprensión del arte ni se promueve al poeta mismo. En la época moderna, sobre todo desde Kant, se ha emprendido otro camino: reconduciendo cada sentimiento artístico particular al sentimiento de lo infinito o a la rememoración de la libertad, se ha salvado al menos la dignidad de la Poesía. Para la crítica, empero, no se ha ganado mucho con ello, en la medida en que sólo se quiere explicar el sentido artístico cuando debería ejercitárselo, aplicárselo y moldeárselo polifacéticamente. Así como una física del ojo y del oído para el pintor y el músico es en parte concebible, y en parte, también, el germen al menos ya está disponible en datos e ideas sueltos, si tuviéramos una ciencia similar para la Poesía -aunque precisamente porque éste es el arte más vasto, dicha ciencia no debería ser ni una estética ni una fantástica (pues éstas, demasiado generales en sus fundamentos, serían confundidas con la concepción de la filosofía como una ciencia de la consciencia)-, debería ser algo así como una patética:8 una correcta captación de la esencia de la cólera, de la voluptuosidad, 6 La teoría es explícitamente de Lessing. Véase la Carta 6ª de sus Briefe, die neueste Literatur betreffend (“Cartas sobre la literatura actual”). 7 Lessing discute estos poetische Gemälde en su Laocoonte (en especial, cap. XIII). Poco antes de este artículo, el propio Schlegel había publicado también sus Gemäldebeschreibungen, literalmente, “descripciones de pinturas”. 8 Es decir, un estudio del pathos, de la emoción o el sentimiento. etcétera, para cuyo establecimiento, no obstante, la teoría física del Hombre y de la Tierra es indiscutidamente aún demasiado imperfecta. Por cierto, una ciencia semejante sería, como parte de la física, una ciencia muy real, pero difícilmente podría colaborar con la práctica del poeta o alterar su naturaleza. La formación artística, cuando menos, no habrá de comenzar de esta forma, y para la crítica éste sería un esfuerzo perdido. Pero el espíritu de Lessing no estaba hecho para seguir hasta el final una falsa tendencia. Osadamente pasa de la una a la otra, describiendo una trayectoria irregular, diseccionando tanto numerosos sistemas como muy diversas áreas de la literatura. Ya temprano se manifiesta en él, junto a la explicación psicológica, el esfuerzo por distinguir estrictamente los géneros artísticos, e incluso por determinar su concepto con precisión científica; éste prevalece tanto en sus estudios sobre la Antigüedad como en aquellos sobre dramaturgia, y jamás lo abandonó. Notable esfuerzo, que por primera vez sienta auténticamente las bases de una crítica mejor, la cual ha de restituirnos la antigua crítica perdida. Para los antiguos, la diferencia entre los géneros se manifestaba a la intuición de cada cual; los géneros se habían desarrollado libremente a partir de la esencia del arte y de la poesía en general y de los de los griegos en particular, y en su carácter seguían siendo mayormente fieles, inmutables e inequívocos, incluso en sus desviaciones. Pero en el conjunto mayor de la Poesía de todos los pueblos antiguos y modernos, que paulatinamente ha de ser el objeto de la crítica entre nosotros, los géneros son demasiados y se han modificado con demasiada diversidad como para que el sentimiento solo, sin un concepto totalmente determinado, pueda ser suficiente. Y analizando retrospectivamente las opiniones que prevalecían entonces, cuando Lessing empezó a escribir y escribió, la monstruosa inartisticidad del pensamiento general déjase ver también en que se exigía todo de cada género, y por ende no se tenía ni la noción de que, como ocurre con todo lo demás, cada obra de arte sólo debe ser excelente en su tipo y en su género, o de lo contrario se vuelve una cosa común y privada de esencia, como muchas de la literatura moderna. Por muchas rectificaciones que los conceptos de Lessing puedan necesitar, su estética estaba al menos bien encaminada; pues tarde o temprano, la separación de los géneros conduce, cuando se la consuma fundamentadamente, a una construcción histórica de la totalidad del arte y de la poesía. Pero nosotros hemos hecho de esta construcción y este conocimiento del todo la condición básica, la más esencial de una crítica que debe colmar su alta determinación. La otra condición era la expulsión de lo inauténtico; pero este elemento debe por cierto cobrar una forma totalmente diversa cuando se lo aplica a la literatura autóctona. Lo que se ha conservado de los tiempos antiguos ha estado más protegido de las falsificaciones merced a las condiciones externas; pero la masa de falsedades e inautenticidades que en el mundo de los libros -e incluso en la forma de pensar de los hombres- ocupa actualmente el lugar de lo verdadero y auténtico es tremendamente grande. A fin de que al menos haya un espacio para el germen de lo mejor, hay que hacer a un lado los errores y las fantasías de todo tipo. Con razón podemos llamar a esto “polémica”, de acuerdo con Lessing, que practicó este arte con excelencia durante toda su vida, y en especial la segunda mitad. El desarrollo histórico hasta aquí trazado del concepto de crítica también abarca la trayectoria de Lessing como escritor, y coincide con las diversas épocas de su espíritu. Pero también es de remarcarse por doquier aquella filología, así llamada inicialmente, aquel lúcido interés por todo cuanto pueda ser de alguna manera literariamente interesante, incluso lo que les sigue interesando al Literator o bibliotecario sólo porque por alguna razón tuvo interés cierta vez. Con placer se hallarán, aquí y allá, las huellas de la más minuciosa atención a la lengua alemana; y una familiaridad hoy todavía infrecuente, pero más rara entonces, con los monumentos antiguos mismos. Lessing había escrito muy tempranamente un largo comentario al Libro de los Héroes, cuya pérdida resulta muy lamentable; y más tarde, ya en medio de muy diversas ocupaciones, las novelas épicas del Santo Grial y de la Mesa Redonda fueron objeto de su estudio.9 Y esto es lo fundamental. Su espíritu no estaba circunscripto a la estrecha esfera del de otros eruditos, que sólo son críticos en latín o griego, pero realmente acríticos en cualquier otra literatura, porque le son extraños y carecen de comprensión. Lessing, en cambio, lo trataba todo con espíritu crítico: la filosofía y la teología no menos que la poesía y las Antigüedades. A menudo se ocupaba de lo clásico con la ligereza y la popularidad con la que sólo se suele hablar de lo moderno, y evaluaba lo moderno con el rigor y la exactitud que antes de él sólo se hacían necesarios en el tratamiento de los antiguos. Como ya dijimos, estudiaba la antigua literatura autóctona sin dejar de estar lo suficientemente informado sobre la moderna literatura extranjera, como para poder señalar, al menos, el camino correcto por el cual había que tomar y qué había que estudiar: es decir, la antigua literatura inglesa, en lugar de la francesa, que predominaba hasta él, y luego la italiana y la española. Pero por muy abarcativa que fuera su crítica, asimismo era cabalmente popular, y aplicable en forma muy general. Cuando un erudito universal dotado de un gran intelecto, como Sir William Jones,10 rastrea mediante la cadena de afinidades el nacimiento mismo de no sólo el edificio de la poesía, sino del tramado completo de todas las lenguas, revelando así los ocultos orígenes del lenguaje; cuando un Wolf,11 con incomparable agudeza, penetra el laberinto de todos los prejuicios, dudas, malentendidos, suposiciones sin fundamento, juicios parciales y exageraciones, falsificaciones y degradaciones hijas de la época, más burdas o más imperceptiblemente sutiles, y para mayor satisfacción del investigador, arriba a las fuentes y a la verdadera génesis del más antiguo monumento artístico de la creativa 12 nación de la Antigüedad; pues está en la naturaleza de las cosas que sólo unos pocos puedan y deban participar de estas búsquedas. Basta con que en una época haya unos pocos críticos de esta especie esotérica y otros pocos que los comprendan. El espíritu de la crítica -más popular- de Lessing, empero, reside por entero en el círculo de lo comúnmente comprensible. Debería ser extendido por doquier al dominio completo de la literatura; pues nada es tan grande y nada es tan aparentemente nimio en la literatura como para que no sea aplicable este espíritu franco e inquisidor, en pos de conceptos artísticos acertados donde quiera que sea, cada vez más riguroso y no obstante tan voluble, pero más particularmente aquel fácil desprecio y alejamiento de lo mediocre o lo miserable. En especial para Alemania sería esto de lo más ventajosamente apropiado y deseable. Somos una nación erudita, nadie nos disputa esa fama, y si no le damos una base segura a nuestra literatura –mayormente aún en trance de nacer- por medio de la erudición y la crítica, me temo que pronto habremos de perder lo poco que hasta aquí ya poseemos. Unas últimas palabras, para concluir esta introducción señalando al menos cómo habría que determinar el concepto de crítica más precisa y científicamente de lo que ha podido hacerlo hasta aquí el desarrollo histórico. Se piensa a la crítica como un intermediario de la 9 El Libro de los Héroes era una compilación épica del Siglo XV. Lessing trata las otras dos obras mencionadas sólo esporádicamente, en su correspondencia. 10 William Jones (1746-1794), lingüista inglés. 11 F. Wolf (1759-1824), filólogo alemán. 12 En otra versión se lee “la más creativa”. historia y la filosofía que liga a ambos, en el que ambos deben unirse para constituir un tercero. Sin espíritu filosófico, ella no puede prosperar; eso todos lo admiten; y tampoco sin conocimiento histórico. La purificación y la evaluación filosóficas de la historia y de la tradición son crítica, indiscutidamente; pero igual de indiscutidamente lo es cada concepción histórica de la filosofía. Va de suyo que aquí no pueden mencionarse las compilaciones de opiniones y sistemas que se hacen llamar así. Una historia de la filosofía como de la que hablamos podría tener por objeto sólo un sistema, sólo un filósofo. Pues no es nada fácil abarcar correctamente el surgimiento de siquiera un solo sistema de pensamiento y la historia de la formación de siquiera un solo espíritu, y bien vale la pena si se trataba de un espíritu original. Nada es más difícil que poder reconstruir, percibir y caracterizar el pensamiento de otro hasta en la más sutil peculiaridad del conjunto. Hasta ahora, en la filosofía esto es por lejos lo más difícil, ya sea porque su representación es hasta hoy menos completa que la de los poetas, ya sea por la esencia del género mismo. Y sin embargo sólo se puede decir que se comprende una obra, un espíritu, cuando se pueden reconstruir el proceso y la estructura. Ahora bien, esta comprensión fundamental –que expresada en palabras específicas se denomina “caracterizar”- constituye la ocupación auténtica y la íntima esencia de la crítica. Si se quiere unir los resultados puros de una masa histórica en un concepto, o bien si se quiere determinar un concepto no meramente por su diferencia sino construyéndolo en su devenir, desde su origen primordial hasta su consumación definitiva, proporcionando con el concepto su historia interna: en ambos casos se trata de una característica, la suprema tarea de la crítica y el más íntimo maridaje entre la historia y la filosofía. Traducción y notas: Marcelo G. Burello