13. La Corte Penal Internacional y el principio de Soberanía

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Centro de Estudios del
Derecho Internacional Humanitario
LA CORTE PENAL INTERNACIONAL
Y EL PRINCIPIO DE SOBERANÍA
Dr. Miguel A. D’Estéfano Pisani
Presidente de la Sociedad Cubana
de Derecho Internacional (UNJC)
Profesor CEDIH
Ciudad de La Habana
Cuba
Noviembre del 2000
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LA CORTE PENAL INTERNACIONAL Y EL PRINCIPIO DE SOBERANÍA
I.
Esta breve exposición comienza por recordar que, la categoría histórica de soberanía se
desarrolla cuando el período feudal va cediendo el paso a la nueva clase, la burguesía,
que demanda e instaura el concepto de un Estado Nacional soberano; en un primer
momento, la soberanía es absoluta, pero da paso a la soberanía relativa, o sea, aquella en
que los Estados para desarrollar relaciones entre sí, ceden, recíprocamente, determinadas
facultades soberanas sobre la base del consentimiento en hacerlo; durante siglos y hasta
nuestros días, la soberanía relativa es la que ha permitido, sobre la base de la igualdad
soberana de los Estados, llegar al desarrollo de relaciones multifacéticas de carácter
político, económico, comercial, etc.
Pero la llegada del Nuevo Orden Mundial en la década de los 90, que trajo consigo el
hegemonismo, sobre todo de Estados Unidos, ha dado lugar a la presencia de la llamada
“soberanía limitada”, o sea, los Estados poderosos especialmente Estados Unidos,
pretenden que los Estados del Tercer Mundo acepten una “soberanía” sujeta a la
imposición de las limitaciones que se arrogan sin que por supuesto, tales Estados
poderosos hagan la menor dejación de sus soberanías respectivas. Llegan a sostener, que
la soberanía implica la negación del Derecho Internacional, cuando es lo cierto que la
soberanía presupone la propia existencia del Derecho Internacional y que, el derecho a
entrar en compromisos con otros Estados es un atributo de la soberanía.
Solamente partiendo de esta formulación es que se puede analizar la relación existente
entre el Estatuto de la Corte Penal Internacional y la soberanía. No se trata, en esta
reflexión, de que cuestionemos o no la existencia de la Corte. Personalmente somos de
la opinión que debe llegarse a establecer la responsabilidad criminal de las personas,
aplicándose el Derecho Internacional ex proprio vigore, es decir, aplicándose
directamente a las comisiones de macrocrímenes internacionales, pero objetamos mucho
de lo establecido en el Estatuto aprobado en Roma en 1998 y esto referido a la soberanía,
es necesario destacar en qué medida resulta afectada.
Si se lee el Estatuto se observa que no hace mención alguna a la soberanía y que solo
esto aparece implícitamente pero no explícitamente en el mismo. La primera
interrogante a formular es la siguiente: resulta inaceptable el principio de la exclusividad
de la jurisdicción internacional de la Corte, precisamente por razón de soberanía, pero
¿hasta donde la complementariedad establecida en el Estatuto respeta la soberanía de los
Estados? No nos corresponde a nosotros responder.
Ahora bien, hay tres aspectos fundamentales de la soberanía que nosotros identificamos
que están presentes o dimanan del Estatuto: 1. la relación entre el Consejo de Seguridad
y la soberanía; 2. el Consejo de Seguridad como tercero que decide por los demás
Estados; 3. la pretendida consideración del Estatuto como régimen objetivo y por ende,
como supletorio forzado de la soberanía de todos los Estados.
La respuesta a estas tres situaciones nos permite considerar hasta que punto el Estatuto y
la Corte guardan relación con la soberanía de los Estados.
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II.
Relación entre el Consejo de Seguridad y la soberanía.
Debemos partir del hecho más que comprobado por lo acaecido en la década de los años
90, que el actual Consejo de Seguridad con su actuación, ha resultado y es un hijo
putativo del Nuevo Orden Mundial, que dista mucho de tener un carácter representativo
y que ha violado de manera reiterada en su actuación la Carta de las Naciones Unidas y
el Derecho Internacional.
Ahora bien, un análisis del Estatuto nos permite comprobar lo siguiente: I. el Consejo de
Seguridad decide todo lo que se refiere a definición y aplicación del mas grave de los
crímenes internacionales que recoge, el crimen de agresión; 2. el Consejo de Seguridad
“decide pedir aplazamiento de investigaciones.... procedimiento o proceso de cualquier
clase.... y la Corte lo acatara”; 3. el Consejo de Seguridad tiene un papel preponderante en la
calificación de figuras delictivas internacionales. 4. de tal manera, sucede que la Corte se
convierte en un instrumento para legitimar o legalizar las actuaciones del Consejo de
Seguridad; 5. todo lleva a afirmar que el Consejo de Seguridad se convierte en el factotum,
en el poder decisorio o voz cantante de mayor peso.
Al decir lo anterior obsérvese que al Consejo de Seguridad se le atribuyen funciones que no
vienen establecidas en la Carta de las Naciones Unidas, con lo cual se viola dicha Carta,
porque para que dicho Consejo asuma las funciones que dimanan del Estatuto lo primero que
debiera producirse es una reforma de la Carta lo que no se ha hecho ni es propósito hacer.
Todo lo anterior entraña una violación de la soberanía de los Estados que ven como el
Consejo de Seguridad usurpa funciones que no han sido acordadas por los Estados Miembros
de la ONU.
III.
El Consejo de Seguridad como tercero que decide por los demás Estados.
La figura del tercero tiene una extraordinaria importancia en el Derecho de Tratados de 1969,
que establece en su articulo 34 “Los tratados no crean obligaciones ni derechos para terceros
Estados sin su consentimiento”; de manera que el consentimiento resulta un elemento
esencial para la propia existencia y validez de un tratado, al punto que cuando tal
consentimiento no existe se incurre en un vicio del consentimiento, que conduce a la nulidad
absoluta o a la anulabilidad del tratado.
Ahora bien, en muchos tratados vienen establecidas obligaciones para los terceros Estados,
son aquellos llamados “tratados in detrimentum tertiis”; y en estos casos se contempla o
requiere el consentimiento del tercer Estado; por otra parte en un tratado puede que se
establezcan derechos para un tercer Estado, son los tratados in favorem tertiis, ambas
situaciones las recogen respectivamente los artículos 35 y 36 del Derecho de Tratados de
1969.
También existe la consideración a los terceros Estados en la llamada “cláusula de nación más
favorecida”, en virtud de la cual los beneficios que un Estado confiere a otro Estado se hacen
extensivos, ipso facto, a los otros Estados Partes del tratado que sea. La existente situación,
como aquella otra en virtud de la cual los terceros Estados actúan en función de mediador,
árbitro o juez, lo que no guarda relación con el tema que nos ocupa.
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Pero lo verdaderamente insólito en el Estatuto es que confiere derechos a terceros Estados,
que no son Partes en el Estatuto, nada menos que para decidir cuestiones fundamentales.
Así, Estados Unidos y otros Miembros Permanentes del Consejo de Seguridad, a tenor del
Estatuto, deciden cuestiones de suma importancia, como las que hemos apuntado ut supra.
Es la primera vez, en nuestros conocimientos de la institución del tratado, que nos
encontramos en el caso insólito de que Estados no Partes en un tratado deciden sobre
aplicación de ese tratado. Y, evidentemente, esto supone una flagrante violación de la
soberanía de los Estados.
IV.
La pretendida consideración del Estatuto como régimen objetivo.
Se pretende que el Estatuto obligue en el futuro inmediato a todos los Estados. Entrará en
vigor cuando lo hayan ratificado sesenta Estados y hasta nuestros días lo han hecho 14
Estados. Que obligue a todos los Estados sería considerarlo lo que se denominan “regímenes
objetivos”.
El Derecho de Tratados (1969) no recoge los regímenes objetivos que consisten en que,
cuando un numero muy considerable de Estados convienen en algo, y ello se convierte en
consuetudinario, prima lo que se llama, “la norma imperativa de Derecho Internacional” ius
cogens y tal situación conduce a que, un tratado llegue a ser obligatorio para todos los
Estados. Así, la Corte Internacional de Justicia en una opinión consultiva de 1949 sostuvo
que 50 Estados (los que entonces eran Estados Miembros) tenían la capacidad como
comunidad internacional de crear Naciones Unidas y disponer de una Carta; por otra parte,
por ejemplo, constituye una norma imperativa de Derecho Internacional considerar la
esclavitud como un crimen internacional y, por tanto, no se puede aprobar un tratado que la
acepte o pretenda regularla.
Pero el Estatuto dista mucho de ser un régimen objetivo porque sólo esta ratificado por unos pocos
Estados, necesitaría la ratificación, digamos que mucho más de 100 Estados, y, además que se
constituya en un derecho consuetudinario, lo que dista de serlo.
Algunos sostienen que el Estatuto recoge las normas del Derecho Internacional Humanitario como
crímenes, o sea las propias infracciones graves que contienen los Convenios de Ginebra de 1949;
pero el Estatuto además de los crímenes de guerra del DIH recoge otros y además no recoge
macrocrímenes internacionales, como el tráfico de drogas, el terrorismo y el bloqueo, a lo que se
suma que son muchísimos los Estados que objetan cuestiones de procedimiento del Estatuto o la
ingerencia del Consejo de Seguridad, y, todo esto le resta al Estatuto la condición de régimen
objetivo de obligada observación por todos los Estados; un caso de régimen objetivo lo es el
Convenio de 1888 (de Constantinopla) que regula el transito por el canal de Suez y otros. De primar
esta concepción del Estatuto como régimen objetivo de tratados se violaría la soberanía de tantos
Estados que no admiten esta condición.
El Estatuto llegaría a ser, cuando lo ratifiquen más de sesenta Estados lo que se llama un “Tratado
Normativo” o sea, de normas obligatorias o de recomendaciones para terceros Estados no miembros,
como sucede, por ejemplo, con la Convención de las Naciones Unidas sobre Derecho del Mar de
1982.
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Estas consideraciones tienen especial importancia en lo que se refiere al principio de la soberanía
nacional de los pueblos, que debe contemplarse a la luz de los aspectos positivos o negativos de la
Corte Penal Internacional
Nota: No se autoriza la reproducción total o parcial de los documentos publicados sin previo
consentimiento y autorización de la Institución.
La opinión expresada en este material es responsabilidad exclusiva del autor y no refleja
necesariamente los puntos de vista del Comité Internacional de la Cruz Roja y la Cruz Roja
Cubana.
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