Manejo del Fuego y Restauración, Sierra de Manantlán 1 PUBLICADO EN: Flores-Garnica, J.G. y D.A. Rodríguez-Trejo (Eds.) 2006. Incendios Forestales. Mundi Prensa-CONAFOR. México D.F. y Madrid Pp. 214-242 MANEJO DEL FUEGO Y RESTAURACIÓN DE BOSQUES EN LA RESERVA DE LA BIOSFERA SIERRA DE MANANTLÁN, MÉXICO1 Enrique J. Jardel P.2, Rubén Ramírez-Villeda2, 3, Faviola Castillo-Navarro2, Salvador GarcíaRuvalcaba2, Oscar E. Balcázar M.2,3 Juan Carlos Chacón Mathieu2y Jorge E. Morfín Ríos2,4 RESUMEN Los incendios son una perturbación común en los ecosistemas terrestres y un tema controversial para el manejo de las áreas protegidas. A pesar de los esfuerzos de supresión de los incendios forestales alrededor del mundo y en México, se observan tendencias de aumento en la superficie quemada y en la severidad de los efectos del fuego. Si bien el fuego puede ser un factor de degradación, es también una herramienta ampliamente utilizada en la agricultura y la silvicultura, y la investigación ecológica ha demostrado que los incendios han sido parte de la dinámica de los ecosistemas forestales y del ambiente evolutivo de su biota. Todo esto implica que el enfoque convencional de supresión de incendios, debe de ser reemplazado por un enfoque de manejo del fuego. En este trabajo se discute acerca de la incidencia de incendios forestales y los efectos de los regímenes de fuego sobre los bosques de la Reserva de la Biosfera Sierra de Manantlán en el occidente de México, y se presentan las líneas de acción estratégicas del Programa de Manejo del Fuego y Restauración de Bosques de esta área protegida. ABSTRACT Wildfires are a common disturbance in terrestrial ecosystems and a controversial issue for protected areas management. Despite suppression efforts all over the World and México, there is an increasing trend in burned area and fire severity effects. Fire can be a degradation factor. However, fire is also a widely used tool in agriculture and silviculture, and ecological research has demonstrated that wildfire has been part of forest ecosystems dynamics and the evolutionary environment of their biota. The conventional fire suppression approach must be replaced by a fire management strategy. In this paper we present a discussion about wildfire incidence and fire regime effects in the forests of the Sierra de Manantlán Biosphere Reserve in Western México, and the strategic action lines of the Fire Management and Restoration Plan of this protected area. 1 Ponencia presentada en el “Simposio Internacional sobre Incendios Forestales y Manejo del Fuego”, Segunda Expo-Forestal México Siglo XXI, Guadalajara, Jalisco, México, 1-2 de julio de 2004. 2 Instituto Manantlán de Ecología y Conservación de la Biodiversidad, Centro Universitario de la Costa Sur, Universidad de Guadalajara, Independencia Nacional 151, Autlán, Jal. 48900, México; [email protected] 3 Dirección de la Reserva de la Biosfera Sierra de Manantlán, Comisión Nacional de Áreas Naturales Protegidas; [email protected] 4 Fundación Manantlán para la Biodiversidad de Occidente A.C. Manejo del Fuego y Restauración, Sierra de Manantlán 2 INTRODUCCION Los incendios son uno de los factores de perturbación más comunes y que afectan mayores extensiones de los ecosistemas terrestres alrededor del mundo (White 1979; Chandler et al. 1983; Agee 1993; Whelan 1995: Rodríguez-Trejo 1996). Las tendencias observadas de incremento en el número de incendios, superficie afectada y severidad de los efectos del fuego, han puesto la cuestión en primera línea dentro de la agenda de la conservación, especialmente a partir de los años críticos de 1997 y 1998 (Rowell y Moore 1999) y en el contexto del cambio climático global (Veblen et al. 2003). El manejo del fuego constituye, sin lugar a dudas, un tema importante y controversial en la conservación biológica y el manejo tanto de las áreas naturales protegidas como de los bosques de producción (Pyne 1996; Rowell y Moore 1999; Bradstock et al. 2002). En el caso de México el fuego es un fenómeno frecuente en las áreas naturales protegidas, tales como parques nacionales y reservas de la biosfera, especialmente en aquellas que se encuentran en las zonas de montaña. Hay una tendencia a considerar a los incendios forestales como una de las mayores amenazas sobre los bosques y a asociarlos con la deforestación (Santiago et al. 1999; SEMARNAP 2000; CESPEDES 2002), ya que el fuego es utilizado como una herramienta para el desmonte y la conversión de bosques y selvas a terrenos de cultivo agrícola o pastizales para la ganadería. Sin embargo en México la mayor parte de la cubierta boscosa se mantiene a pesar de sufrir incendios frecuentes y muchas de las consideraciones sobre los impactos negativos de los incendios forestales se basan en observaciones generales y conjeturas sobre el papel de los incendios en la degradación de la cubierta forestal y los suelos, por lo cual es necesario un análisis más profundo del problema. Partiendo de la percepción generalizada del papel negativo del fuego en las áreas forestales, que prevalece tanto entre la opinión pública como entre los responsables de la gestión de los bosques y las áreas protegidas, la prevención, combate y supresión constituyen el enfoque dominante en relación con los incendios forestales, tanto en México como en otros países del mundo (Pyne 1996). A pesar de los intentos de suprimir los incendios forestales, se observan a escala mundial tendencias de aumento no solo en la superficie quemada, sino también en la severidad de los efectos del fuego (Rowell y Moore 1999). En México, de acuerdo con las cifras oficiales, el área quemada entre 1970 y 2002 fue en promedio de 218,727 ha año-1, con años críticos como 1988 y 1998 en los que se quemaron 518,265 y 849,632 ha de bosques, respectivamente (SEMARNAT 2002). Sí bien el fuego puede ser un factor de deterioro de los bosques, la investigación ecológica alrededor del mundo ha demostrado que este factor, originado ya sea por causas naturales como tormentas eléctricas, o humanas como las quemas agrícolas y otros usos históricos del fuego, es y ha sido un proceso ecológico que ha estado presente en la dinámica de los ecosistemas forestales y en el ambiente evolutivo de su biota por millones de años (Komarek 1973; Agge 1993; Whelan 1995). Incluso en muchos ecosistemas forestales la supresión del fuego puede considerarse como una forma de alteración que genera cambios en la composición de especies, la estructura y funcionamiento de los bosques, favoreciendo la acumulación de combustibles y el aumento en la severidad de los efectos del fuego, así como el deterioro de las condiciones sanitarias de la vegetación (Pyne et al. 1996). En estos casos los intentos de eliminar los incendios forestales en ciertos tipos de bosques, matorrales y praderas, pueden considerarse como una alteración de procesos ecológicos y condiciones históricas (Agee 1993; Fulé y Covington 1996). Puede decirse que tanto la falta como el exceso de fuego en los ecosistemas forestales pueden ser causas de alteración de patrones y procesos ecológicos. En cualquier caso, la investigación sobre la ecología de los incendios forestales y la experimentación con prácticas de manejo del fuego es necesaria para desarrollar conocimientos y técnicas aplicados al aprovechamiento sustentable y a la conservación y restauración de los ecosistemas forestales. Existen aún pocos estudios que hayan evaluado los efectos del fuego sobre la estructura, composición y dinámica de ecosistemas forestales de México (González-Cabán y Sandberg 1989), pero los estudios disponibles muestran la importancia y la necesidad de un entendimiento más profundo de la ecología del fuego como fundamento para la definición de enfoques y acciones de Manejo del Fuego y Restauración, Sierra de Manantlán 3 manejo (Rodríguez-Trejo 1996). Los estudios realizados en bosques dominados por el género Pinus (que representan el 28% de la superficie de bosques y selvas del país, SFF 1994), indican que los incendios forestales son comunes en este tipo de bosques, los cuales se mantienen bajo un régimen de incendios frecuentes, están compuestos por especies adaptadas o resistentes al fuego, y se regeneran bien en áreas quemadas (Anaya 1989; Jardel 1991; Saldaña y Jardel 1991; Fulé y Covington 1996, 1999; Rodríguez-Trejo 1996; Heyerdahl y Alvarado 2003; Rodríguez-Trejo y Fulé 2003; Jardel et al. 2004a, 2004b; Rodríguez-Trejo et al. 2004). Los incendios forestales juegan un papel central en la dinámica sucesional y la regeneración de los bosques de pino, y alrededor del mundo la dominancia de los pinos está positivamente correlacionada con el fuego (Agee 1998); las especies de Pinus presentan estrategias ecológicas y características de sus ciclos de vida que les permiten sobrevivir y dominar en ambientes donde el fuego es un factor ecológico frecuente (Keeley y Zedler 1998). En el caso del género Quercus, otro de los elementos más característicos de los bosques mexicanos (Rzedowski 1978), muchas especies son resistentes al fuego y prosperan en ambientes sujetos a la influencia de incendios forestales (Van Lear y Watt 1993; Jonson et al. 2002). El fuego ha formado también parte de la dinámica de los bosques tropicales subcaducifolios, como los de la península de Yucatán, asociados con otras perturbaciones naturales como los ciclones y antropogénicas como la agricultura de tumba-roza-quema (López-Portillo et al. 1990). En contraste, tipos de vegetación como el bosque mesófilo de montaña pueden ser severamente afectados por el fuego (Asbjornsen y Gallardo 2004). Es indudable que el entendimiento del papel ecológico del fuego en los bosques mexicanos es un tema que requiere de más investigación, pero el conocimiento actual sobre la ecología de los incendios forestales en distintos ecosistemas del mundo, junto con la experiencia práctica del manejo forestal y la conservación de áreas silvestres indican que es indispensable transitar de los enfoques convencionalmente centrados en la prevención, control y supresión de incendios forestales y la reforestación de áreas quemadas, a estrategias integrales de manejo del fuego y restauración ecológica. Por otra parte, el hecho de que una proporción importante de los incendios forestales son antropogénicos, implica también que el fuego debe ser considerado, estudiado y entendido como un fenómeno social y cultural, y que esto es fundamental para cualquier estrategia de manejo o conservación. En resumen, la persistencia de una alta incidencia de incendios forestales y las tendencias mundiales y nacionales al aumento de la superficie afectada y la severidad de los efectos del fuego, muestran que el enfoque de supresión debe ser reconsiderado. Es importante transitar de dicho enfoque centrado en un vago e inalcanzable objetivo de eliminación de los incendios hacia estrategias de manejo del fuego, basadas en principios ecológicos y sociales, e integradas dentro de estrategias más generales de manejo forestal, integrando objetivos de producción sustentable, conservación y restauración ecológicas. En este trabajo se presenta una discusión sobre el desarrollo de una estrategia de manejo del fuego y restauración de bosques en un área protegida de montaña en el Occidente de México, la Reserva de la Biosfera Sierra de Manantlán (RBSM). El caso de esta reserva es utilizado para hacer algunas reflexiones en torno al desarrollo de un modelo de manejo del fuego aplicable a las condiciones socioecológicas de las zonas forestales de México, que están caracterizadas por su heterogeneidad ambiental, alta diversidad biológica y complejidad social (Jardel 1990; Challenger 1998). El problema de los incendios forestales en la RBSM ha sido considerado previamente en la estrategia de manejo del área protegida (Jardel 1992; INE 2000), en estudios ecológicos (Anaya 1989; Jardel 1991, 1998; Saldaña y Jardel 1991; Sánchez-Velásquez y García-Moya 1994; Pineda et al.2000; Jardel et al. 2004 a y b) y se cuenta con una caracterización general de la incidencia de incendios forestales en la reserva (Castillo et al. 2003; Jardel et al. 2004 c). El presente trabajo sintetiza los planteamientos del Programa de Manejo del Fuego y Restauración de Bosques de la Reserva de la Biosfera Sierra de Manantlán. Manejo del Fuego y Restauración, Sierra de Manantlán 4 LA RESERVA DE LA BIOSFERA SIERRA DE MANANTLÁN La Sierra de Manantlán se localiza en el Occidente de México en los estados de Jalisco y Colima, entre los 19º25’ y 19º45’ de latitud norte y los 103º45’ y 104º30’ de longitud oeste, formando parte de la Sierra Madre del Sur (Fig. 1). La reserva, establecida en 1987, cubre una superficie de 139,575 ha de terrenos montañosos, que se extienden entre los 300-600 m y los 2860 m de altitud sobre el nivel del mar (INE 2000). Figura 1. Localización de la Reserva de la Biosfera Sierra de Manantlán. El paisaje de la RBSM es muy heterogéneo (Jardel et al. 1996). Debido a su ubicación geográfica en la Zona Mesoaméricana de Transición Biogeográfica entre los reinos Neotrópical y el Neártico (Halffter 1987; véase también Rzedowski 1978), y al gradiente altitudinal, en el área se observa la transición desde zonas de clima cálido, cubiertas por bosques tropicales secos y subhúmedos, a zonas de clima templado con bosques de coníferas y encinares, y se presentan comunidades únicas como el bosque mesófilo de montaña, con mezclas de especies de afinidades biogeográficas holárticas y neotropicales (Jardel et al. 1993; Vázquez et al. 1995; Cuevas 2002). El sustrato geológico, la forma del relieve y los suelos son complejos y variados. El basamento de la Sierra está formado por rocas ígneas intrusivas del Cretácico, sobre las cuales se encuentran rocas ígneas extrusivas del Terciario en la porción central y oeste del macizo montañoso, y calizas del Cretácico en la porción este, conocida como Cerro Grande. Las laderas bajas, valles intermontanos y depresiones están cubiertas por sedimentos del Cuaternario. En el área pueden diferenciarse 19 unidades morfoedafológicas (INE 2000). La cobertura vegetal (Fig. 1) incluye bosques tropicales secos abajo de los 1200 m de altitud, bosques de encinos caducifolios entre los 1200-1800 m, y bosques de pinos y encinos arriba de los 1800 m. En las cañadas de las laderas y en las depresiones del terreno y valles intermontanos, las condiciones son más húmedas y se observa la transición de bosques tropicales subhúmedos (bosque tropical subcaducifolio) de las partes bajas a bosques latifoliados templados (bosque mesófilo de montaña) en altitudes medias (1400-2200 m) y bosques de oyamel-pino-encino en las partes más altas (arriba de los 2200 m). Se encuentran también matorrales y pastizales en sitios perturbados por Manejo del Fuego y Restauración, Sierra de Manantlán 5 la influencia humana y tierras de cultivo agrícola. Los bosques y selvas representan el 76 % de la cobertura vegetal de la RBSM (INE 2000). El área provee hábitat para una rica variedad de organismos. La diversidad biológica es notable y se han registrado más de 2900 especies de plantas vasculares y 560 especies de vertebrados (Vázquez et al. 1995; INE 2000). El proyecto de conservación de la RBSM se originó a partir del descubrimiento de un pariente silvestre del maíz endémico del área, Zea diploperennis (INE 2000). El decreto de la reserva fue justificado con fines de conservación de diversidad biológica, incluyendo numerosas especies amenazadas, raras o endémicas, y de protección de cuencas hidrográficas que abastecen de agua a unos 400,000 habitantes de su región de influencia (Jardel et al. 1996). El decreto de la reserva no modificó la tenencia de la tierra. El 68 % de la superficie de la RBSM pertenece a comunidades agrarias y el 32% está formado por propiedades privadas. Tanto el decreto como el programa de manejo (INE 2000) establecen restricciones de uso y normas de manejo para los terrenos y los recursos naturales del área protegida, sobre la base de una zonificación que divide a la reserva en tres zonas núcleo dedicadas a la protección de las cabeceras de cuencas y hábitats críticos para la conservación de biodiversidad (30% de la superficie de la RBSM), rodeadas por una zona de amortiguamiento (70% del área protegida) dedicadas a usos forestales, ganaderos y agrícolas. El manejo de la RBSM integra objetivos de conservación ecológica y desarrollo social y se basa en la implementación de mecanismos de co-manejo con la participación de comunidades locales, el establecimiento arreglos institucionales y la ejecución de programas de manejo dirigidos al aprovechamiento sustentable y la conservación de los recursos naturales (Jardel et al. 1996, INE 2000). La población humana de la RBSM asciende a 32,000 habitantes. Las condiciones socieconómicas predominantes son de pobreza y marginación, por lo que el desarrollo rural basado en el aprovechamiento sustentable de los recursos naturales y la protección de áreas críticas para la generación de servicios ambientales es un aspecto central del manejo del área (INE 2000). Los bosques de la RBSM tienen una larga historia de aprovechamiento y de influencia humana a través de la agricultura, la ganadería, el aprovechamiento de recursos forestales maderables y no maderables, y el uso del fuego (Jardel 1998). Es en este contexto de condiciones ecológicas y sociales complejas y de manejo basado en la integración de objetivos de conservación y desarrollo, en el que debe insertarse la estrategia de manejo del fuego y restauración de bosques para la RBSM. LOS INCENDIOS FORESTALES EN LA RBSM Incidencia y causas de los incendios forestales En la Sierra de Manantlán, al igual que en otras zonas montañosas de México se observa una alta incidencia de incendios forestales (Jardel et al. 2004 c). El fuego en el área ha estado asociado principalmente a las quemas agrícolas (Castillo et al. 2003) y es uno de los factores que más han influido en la composición y estructura de la vegetación y en los procesos sucesionales (Jardel 1998; Jardel et al. 2004 a y b). Estudios preliminares realizados en bosques de pino-encino con métodos dendrocronológicos indican que en rodales individuales el intervalo medio entre incendios es de 5 a 14 años (Jardel 1991, Enríquez 1998). Esta frecuencia de incendios es similar a la reportada para otros bosques de pinoencino de México (Fulé y Covington 1996, 1999, Heyerdahl y Alvarado 2003). Como parte del proceso de planificación del manejo del fuego en la RBSM, se integró una base de datos y un sistema de información geográfica (SIG) utilizando información derivada de reportes de las brigadas de combate de incendios forestales e inspecciones de campo (Castillo et al. 2003). Los reportes de las brigadas incluyen información sobre la localización de los incendios, la superficie de terreno encerrada en el polígono del incendio, los tipos de vegetación afectados y las operaciones de combate de incendios. Esta información es centralizada en la Dirección de la RBSM, agencia gubernamental encargada del manejo del área y dependiente de la Comisión Nacional de Áreas Naturales Protegidas. Se cuenta con registros de incendios desde 1988 a 1994 incompletos, Manejo del Fuego y Restauración, Sierra de Manantlán 6 pero a partir de 1995 se cuenta con registros completos y desde el año 2001, las áreas quemadas son inspeccionadas en campo y delimitadas con ayuda de mapas topográficos y sistemas de posicionamiento geodésico (GPS), incorporando los datos al SIG. Entre 1995 y 2004 se registraron 353 incendios; la superficie afectada suma en total 63,832.4 ha, equivalente al 46% de la superficie de la RBSM; esto no quiere decir que se ha quemado esa proporción de la reserva, ya que muchos sitios han sido afectados más de una vez por incendios durante el período de observación, mientras que otros sitios se han mantenido libres del fuego. Por año se quemaron en promedio 6,383.2 ± 1,246.5 ha y se registraron 35 ± 3 incendios. Esto significa que la media de la superficie quemada anualmente representa en promedio el 4.6% del total de la superficie de la RBSM y el 6.0% de su superficie boscosa. Durante el período de observación (1995-2004) el año con mayor superficie afectada fue 1998 con 15,237 ha, seguido de 1996 con 10,735 ha (Fig. 2); los años de 1997, 1999 a 2001 y 2003 y 2004 presentaron una superficie afectada menor a la media del período. La superficie afectada no presentó una relación directa con el número de incendios (Fig. 3) y se observó una variación importante en el tamaño medio de los incendios por año (Fig. 4), cuya media (para los 353 incendios registrados) fue de 181.3 ± 19.4 hectáreas. Por ejemplo 1996 fue el año con el menor número de incendios registrados (18) pero con la superficie media por incendios más alta (596.4 ha), mientras que en 2003 se presentaron 43 incendios con una superficie media de 67.9 ha. Esta variación puede deberse a un conjunto de factores que incluyen el estado del tiempo, las condiciones de topografía y carga de combustibles de los sitios donde ocurrieron los incendios, y la eficiencia de las operaciones de combate (Jardel et al. 2004 c). En general se observa que en los últimos dos años tanto la superficie afectada total como la superficie media por incendio tienden a disminuir, y esto puede asociarse tanto con condiciones meteorológicas favorables (alta humedad) como con una mayor eficiencia en las actividades de prevención y combate de incendios; esto requiere un análisis más detallado y un mayor período de observación para afirmar que se trata realmente de una tendencia y no de un resultado circunstancial. Los incendios forestales se presentan en la temporada seca del año, entre finales de diciembre y principios de junio, siendo los meses de mayor riesgo marzo, abril y mayo (Fig. 5). La superficie anual afectada por incendios forestales se correlaciona con la cantidad de lluvia de invierno-primavera; sin embargo esto explica solo parte de la variación, ya que existen factores como las causas de ignición y el desarrollo de las actividades de combate que también influyen en la extensión de la superficie afectada (Jardel et al. 2004). La mayoría de los incendios forestales registrados entre 1996 y 2004 (para 1995 el registro de causas fue incompleto), tuvieron causas antropogénicas (cuadro 1). Solo un incendio provocado por rayos se registró en 2004. En comparación con los incendios antropogénicos, los incendios naturales parecen ser muy raros; la incidencia de rayos tiene lugar generalmente asociada a las lluvias, lo cual reduce el riesgo de ignición, pero al inicio de la temporada lluviosa ocurren bajas precipitaciones con tormentas eléctricas, seguidas de algunos días secos y el fuego puede propagarse, especialmente en áreas con alta acumulación de combustible. Un evento de este tipo se observó en el 2004 y hay evidencia anecdótica de incendios provocados por rayos al inicio de la temporada lluviosa en años anteriores. El 34.7% de los incendios fue causado por quemas agropecuarias (quema de rastrojos, desmontes agrícolas o terrenos de agostadero) que se escaparon de control (cuadro 1). El 14.9% de los incendios se asoció a cultivos ilegales –marihuana y amapola –en los que el fuego se usa tanto para limpiar el terreno de cultivo como para borrar rastros, y el 12.9% fueron incendios provocados intencionalmente en áreas donde existen conflictos de propiedad. Solo el 4.3% de los incendios se originó por fuegos escapados de fogatas de paseantes. En un número importante de incendios (el 30.4%) la causa no fue determinada; la investigación de las causas de los incendios sigue siendo deficiente tanto en el área de estudio como en la mayor parte del país. En cuanto a superficie afectada, las proporciones son similares a las del número de incendios, pero se puede observar que la superficie media por incendio es mayor en el caso de los cultivos ilegales, dado que estos se localizan en áreas aisladas donde se dificulta el acceso y las operaciones de combate. . Manejo del Fuego y Restauración, Sierra de Manantlán 7 15,237 16000 Superficie (ha) 14000 12000 10,735 10000 8000 6,450 5,773 5,949 6000 6,572 4,735 3,271 2,974 4000 2,138 2000 0 1995 1996 1997 1998 1999 2000 2001 2002 2003 Número de incendios Figura 2. Superficie quemada por año (1995-2004). 60 50 49 47 41 41 40 30 43 38 26 24 26 18 20 10 0 1995 1996 1997 1998 1999 2000 2001 2002 2003 2004 Figura 3. Número de incendios por año (1995-2004). 700 596.4 Hectáreas 600 500 400 323.4 300 200 100 189.6 109.4 85.8 125.5 105.9 143.0 67.9 69.1 0 1995 1996 1997 1998 1999 2000 2001 2002 2003 2004 Figura 4. Superficie quemada (hectáreas) media por incendio por año (1995-2004). 2004 Manejo del Fuego y Restauración, Sierra de Manantlán 8 Cuadro 1. Causas de los incendios forestales registrados entre 1996 y 2004. Se indica el número de incendios (N) y la superficie total afectada (S) y sus porcentajes respectivos, y la superficie media por incendio (SI) según el tipo de causa. Causa No determinada Quemas agropecuarias Cultivos ilegales Incendiarios Paseantes Quema de basura Otras Total N % 92 105 45 39 13 4 5 303 30.4 34.7 14.9 12.9 4.3 1.3 1.7 100.0 S (ha) 18,373.0 18,029.4 14,654.2 5,611.6 385.2 294.7 34.5 57,382.6 % 32.0 31.4 25.5 9.8 0.7 0.5 0.06 100.0 SI (ha) 199.7 171.7 325.6 143.9 29.6 73.7 6.9 189.4 La observación de los patrones de distribución espacial de los incendios forestales, ha permitido identificar áreas críticas de alta incidencia. Por ejemplo, de la superficie afectada por incendios entre 2001 y 2003, 882.6 ha se quemaron repetidamente en dos años y 223.1 en los tres años (Castillo et al. 2003). Estas áreas críticas coinciden con sitios donde se han localizado cultivos ilegales, generalmente en sitios aislados y en terrenos donde no hay un control efectivo de los propietarios –principalmente en terrenos de propiedad privada -, así como en una porción de la reserva que es atravesada por una carretera federal (carretera Autlán-Barra de Navidad) y donde hay un proceso activo de desmonte con fines agropecuarios, principalmente en terrenos de propiedad privada. Efectos de los incendios Entre 1995 y 2003 el 37% de los incendios registrados afectaron bosques de pino-encino y el 27% bosques de encino caducifolio (Jardel et al. 2003). En conjunto, los bosques de pino-encino y encino cubren el 53.7% de la superficie de la RBSM. Para el período de 2001-2003, en el que se cuenta con la delimitación en campo del polígono de las áreas afectadas, en promedio el 29.5% de la superficie quemada se registró en bosque de pino-encino, el 27.8% en bosque de encino caducifolio (bosque de roble) y el 13.8% en bosque de encino-pino; el 16.2% del área quemada correspondió a matorrales y pastizales en zonas de agricultura con ciclo de barbecho donde se realizan quemas para limpiar el terreno con fines de cultivo (Castillo et al. 2003). En México las áreas afectadas por incendios forestales generalmente no son evaluadas de manera sistemática. Al mismo tiempo, existen pocos estudios sobre la ecología del fuego en los bosques mexicanos (González-Cabán y Sandberg 1989, Rodríguez-Trejo 1996) y esto constituye un vacío de información y conocimiento para definir estrategias de manejo del fuego. Para evaluar los efectos de los incendios forestales en la RBSM, como parte de la planificación y evaluación de las actividades de manejo del fuego y restauración, se están realizando estudios ecológicos centrados principalmente en los bosques de pino y encino, donde el fuego es más frecuente y afecta mayores superficies. Además de esto se ha comenzado a sistematizar la evaluación anual de las áreas quemadas realizando recorridos de campo en los sitios afectados por incendios. Las entrevistas con pobladores locales, investigadores y personas que han estado involucradas en el manejo de la RBSM y en la prevención y control de incendios a aportado información complementaria. En esta sección se hace una breve sinopsis de los resultados preliminares de los estudios ecológicos realizados en el área, algunos aspectos de los efectos del fuego sobre la vegetación y la fauna silvestre. Utilizamos también nuestro conocimiento empírico del área adquirido a través de 18 años de trabajo de campo en el caso de los dos primeros autores. A continuación se resumen los hallazgos más relevantes. Manejo del Fuego y Restauración, Sierra de Manantlán 9 La mayor parte de los incendios forestales en la RBSM son superficiales y de extensión relativamente pequeña. De los incendios registrados entre 1995 y 2004 el 97% fueron superficiales y solo en el 3% se observaron áreas afectadas por fuego de copa. La media de la superficie afectada por incendio fue de 181.3 ± 19.4 ha y la moda de 50 ha; el 31% de los incendios registrados tuvieron una superficie menor a 20 ha y el 34% presentaron superficies entre 21 y 100 ha; solo el 8% de los incendios presentaron extensiones mayores a 600 ha (Fig. 5). 35 31 Porcentaje 30 25 21 20 20 14 15 12 10 5 5 3 0 < 20 21-50 51-100 100-300 300-600 6001200 >1200 Categoría de tamaño Figura 5. Porcentaje del número total de incendios registrados entre 1995 y 2004 clasificados por categoría de tamaño (hectáreas). Dentro del área comprendida en el polígono de los incendios reportados, el efecto del fuego varía en función de la topografía, el estado del tiempo y la carga de combustibles –los tres componentes del “triángulo del comportamiento del fuego” (Pyne et al. 1996). De acuerdo con resultados preliminares de la evaluación de incendios forestales y quemas prescritas en la Estación Científica Las Joyas (Jardel et al., en preparación), la forma del relieve ejerce un importante control sobre el comportamiento del fuego, de modo que generalmente el daño más severo –en cuanto a mortalidad de árboles y apertura de claros en el dosel del bosque –ocurre en geoformas convexas – cimas y parteaguas –y en laderas con pendientes fuertes y expuestas a la influencia del viento. En las laderas bajas y geoformas cóncavas –barrancas y depresiones del terreno –donde existen condiciones de humedad, el fuego tiende a extinguirse y dentro del polígono de un incendio pueden localizarse áreas que no llegan a quemarse. La estructura de la vegetación y la carga de combustibles también determinan la severidad de los incendios; esta es más crítica en rodales jóvenes, muy densos y con continuidad vertical del combustible, así como en sitios que no se han quemado por períodos prolongados (más de 10-20 años) donde se acumulan combustibles en forma de hojarasca y material leñoso en descomposición. El fuego puede provocar la apertura de claros relativamente grandes (de unos cientos de metros cuadrados a decenas de hectáreas), ya sea en parches quemados de copa, en donde ocurre una alta mortalidad de árboles en los años siguientes a un incendio, o cuando el fuego ocurre asociado con desmontes agrícolas o en sitios donde se ha cortado madera sin hacer una disposición adecuada de residuos de corta. En estos claros se establece una regeneración abundante de pinos (Pinus pseudostrobus, P. douglasiana, P. herrerae, P. oocarpa, P. devoniana) y algunas especies de encinos (Quercus scytophylla, Q. obtusata, Q. praineana, Q. resinosa y Q.castanea entre otros) y madroños (Arbutus xalapensis) (Anaya 1989; Jardel 1991; Saldaña y Jardel 1992). Los incendios superficiales favorecen también la dominancia de los pinos frente a otras especies tolerantes a la sombra pero poco resistentes al fuego, como los oyameles (Abies religiosa y A. religiosa subsp. emarginata), y las latifoliadas del bosque mesófilo de montaña que en ausencia Manejo del Fuego y Restauración, Sierra de Manantlán 10 del fuego tienden a reemplazar a los pinos en sitios húmedos a través de la sucesión (Saldaña y Jardel 1992; Sánchez-Velásquez y García-Moya 1993; Jardel 1998; Jardel et al. 2004 a y b). En sitios permanentes establecidos para estudios sobre sucesión (Jardel et al. 2004 b) se observa que los incendios superficiales aceleran el proceso de autoaclareo al eliminar árboles suprimidos, y que en sitios donde el fuego ha sido excluido por varios años las especies de latifoliadas tolerantes a la sombra tienden a aumentar en dominancia; el fuego actúa como un factor que detiene el reemplazo sucesional de los pinos por las latifoliadas. En resumen, las observaciones de campo indican que el fuego favorece a los bosques de pino y a algunos tipos de bosque de encino, mientras que tienen efectos negativos para la regeneración de bosques de oyamel y bosque mesófilo de montaña. Estos dos tipos de vegetación son considerados prioritarios para la conservación en México y en la RBSM (INE 2000), por lo cual se han adoptado medidas de control de los incendios para favorecer su restauración y conservación (Jardel et al. 2003). Aunque el fuego favorece a los bosques de pino, cuando ocurren varios incendios repetidos en áreas de regeneración natural, se impide el establecimiento del renuevo y ocurre el reemplazo de la vegetación arbórea por matorrales secundarios (Jardel et al. 2003, 2004 b). Además en algunos sitios el fuego se ha combinado con otros factores que conducen a la degradación de los bosques, como la extracción de madera, la erosión provocada por caminos forestales mal construidos y el sobrepastoreo. En estas condiciones es necesario adoptar medidas de restauración que implican el control de la erosión y la estabilización y recuperación del suelo, la reforestación con especies nativas y la protección temporal contra incendios (Jardel et al. 2003). Ensayos experimentales de quemas prescritas realizados en la Estación Científica Las Joyas (ECLJ), en la parte central de la RBSM, indican que el fuego controlado puede reducir la carga de combustibles sin efectos significativos de mortalidad de árboles. Se ha observado una reducción del 65 al 70% de la carga de combustibles leñosos y una reducción de 70-80% de la profundidad de la hojarasca (Jardel et al. en preparación). En las áreas afectadas por incendios en la Sierra de Manantlán se observan diferentes condiciones: (a) Sitios que han sufrido incendios de copa o fuegos recurrentes, además de la influencia de la explotación maderera, la erosión provocada por las brechas de saca y el pastoreo de ganado, donde la regeneración natural de especies arbóreas es escasa, las fuentes de propágulos se han reducido con la eliminación del arbolado reproductivo y se presentan problemas críticos de erosión de suelos. (b) Sitios donde los incendios superficiales frecuentes han detenido la regeneración de especies arbóreas latifoliadas, deteniendo la sucesión de comunidades raras o amenazadas como el bosque mesófilo de montaña o el bosque de oyamel. (c) Sitios donde la regeneración abundante de pino, después de incendios forestales, ha dado lugar a rodales sobresaturados, en los cuáles la densidad del arbolado ha provocado, como consecuencia de la competencia entre los árboles, lentos crecimientos, supresión de árboles y brotes de ataques de insectos que pueden convertirse en plagas. Estos rodales presentan una marcada continuidad vertical y horizontal del combustible y son muy susceptibles a incendios severos. Dadas las tres condiciones descritas, se requiere de diferentes tipos de manejo para fines de protección y restauración. En el primer caso, además del control de los factores de deterioro y la protección para favorecer la regeneración natural, es necesario implementar medidas de control de erosión, recuperación del suelo y reforestación. En el segundo caso, los incendios y el pastoreo pueden controlarse para favorecer el proceso de reemplazo sucesional y permitir la recuperación del bosque mesófilo de montaña y el bosque de oyamel. En el tercer caso, es conveniente realizar intervenciones silvícolas como aclareos, cortas de saneamiento y quemas prescritas para regular la densidad y el estado sanitario del arbolado. Manejo del Fuego y Restauración, Sierra de Manantlán PP T 400 25 200 20 300 250 15 200 150 10 100 5 hectáreas 350 Temperatura °C Precipitación pluvial mm 250 30 450 11 150 100 50 50 0 0 E F M A M J J A S O N D 0 E F M A M J J A S O N D Figura 6. El gráfico de la izquierda muestra la variación anual (1989-2003) de la precipitación pluvial y la temperatura en la Estación Científica Las Joyas (1950 m snm) en la parte centro oeste de la Sierra de Manantlán. El gráfico de la derecha muestra la distribución de la superficie afectada por incendios forestales (1995-2003) por mes. Régimen de incendios La investigación ecológica ha demostrado que existe una importante variación en los regímenes de fuego y en las respuestas de los ecosistemas y sus componentes al efecto de los incendios (Heinselman 1981; Agee 1993; Whelan 1995). En los bosques subtropicales de montaña, caracterizados por una marcada variación de condiciones de sitio, alta diversidad de especies y patrones de transición entre diferentes unidades de vegetación a través de gradientes climáticos, topográficos y edáficos (Jardel et al. 2004 a), es indispensable considerar que esta heterogeneidad ambiental se refleja en una diversidad de regímenes de fuego y respuestas de los ecosistemas a este tipo de perturbación, lo cual tiene implicaciones importantes para el manejo del fuego y la restauración. A partir de la información disponible de los estudios y observaciones realizados en la RBSM, y de la revisión de literatura sobre ecología del fuego, elaboramos hipótesis sobre el probable régimen de incendios forestales en los bosques del área, que se resumen en la figura 7. Utilizamos como base el modelo de Agee (1993) desarrollado para los bosques del Pacífico Noroeste de los Estados Unidos, en el cual se relacionan los tipos de vegetación potencial con gradientes de temperatura y humedad (factores climáticos que determinan tanto el crecimiento de la biomasa vegetal como el peligro de incendios) y se caracterizó el régimen de fuego en función de la frecuencia de incendios y la severidad de su efecto sobre la vegetación. Para el área de estudio la hipótesis es que en condiciones “naturales” (esto es, en ausencia de incendios antropogénicos), se observarían cuatro regímenes de fuego: a) Incendios muy raros, con frecuencia muy baja, superficiales, asociados con condiciones de sequía extrema, a veces combinados con perturbaciones como sequías o ciclones que aumentan la carga de combustible por la mortalidad de árboles. Este sería el régimen de fuego característico de los bosques que se desarrollan en las condiciones más húmedas (bosque tropical subcaducifolio y bosque mesófilo de montaña), donde predominan especies latifoliadas. En estos bosques las condiciones de humedad y el tipo de combustibles restringen la propagación del fuego. Cuando se producen incendios estos son superficiales y de baja intensidad, pero el daño puede ser severo, ya que las especies arbóreas son poco resistentes al fuego. Este régimen de incendios es similar al descrito para bosques tropicales húmedos (Sanford et al. 1985, López-Portillo et al. 1990, Cochrane 2003). Manejo del Fuego y Restauración, Sierra de Manantlán 12 b) Incendios poco frecuentes (intervalo entre incendios mayor a 50-100 años), superficiales o de copa, severos, que provocan el reemplazo de rodales. Este régimen correspondería a los bosques de oyamel (Abies), localizados en los sitios más fríos y húmedos del área de estudio, y es similar al de bosques boreales (Johnson 1992, Agee 1993), aunque aquí por las condiciones topográficas los incendios son pequeños en extensión. Los incendios pueden ocurrir asociados con sequías extremas y ataques de insectos en rodales coetáneos sobremaduros. Este puede ser también el régimen de fuego en bosques mixtos de pinos y latifoliadas de sitios húmedos (Jardel et al. 2004 a) donde se observa una alta acumulación de combustibles (Morfín et al., en preparación), y en algunos bosques de pino-encino en sitios protegidos del fuego por las condiciones topográficas. c) Incendios frecuentes (intervalo medio entre incendios menor a 20-25 años), generalmente superficiales, con daño poco severo (consumo de vegetación del sotobosque, muerte de árboles individuales generalmente suprimidos, formación de claros pequeños). Este sería el régimen característico de bosques de pino y de encino, similar al que ha sido descrito para bosques de pino en la Sierra Madre Occidental (Fulé y Covington 1996, 1999). d) Incendios poco frecuentes (intervalo entre incendios de decenas de años) de baja severidad. Este régimen correspondería a los bosques que se desarrollan en las condiciones más secas (bosque tropical caducifolio) donde hay poca acumulación de combustibles y la temporada de sequía e incendios coincide con la época en que las plantas son menos susceptibles al daño (predominan árboles deciduos y plantas criptofítas). En general los bosques tropicales secos de la región no se queman en forma natural y en ellas el fuego está asociado con desmontes agrícolas o alteraciones por la tala y la introducción de pastos (Mass 1995). Estos regímenes de fuego son hipotéticos y representan condiciones extremas dentro de un gradiente de frecuencia y severidad de los incendios forestales. Constituyen una guía preliminar para diseñar un esquema experimental de manejo del fuego y deben ser estudiados más a fondo. Por otra parte, debe considerarse que el régimen de incendios en el área de estudio ha sido modificado por la intervención humana desde hace siglos, lo que incluye una mezcla de condiciones variables en el espacio y el tiempo: aumento de la frecuencia de incendios por las quemas agrícolas, reducción de la carga de combustibles ligeros por el pastoreo de ganado, modificación de la estructura y composición de la vegetación y la carga de combustibles como resultado de desmontes agrícolas y explotación maderera, y acciones de control de incendios. Dadas estas situaciones, se complica la definición de objetivos de restauración y surgen una serie de preguntas acerca de lo que sería un régimen de incendios adecuado para los objetivos de conservación ecológica y producción forestal en una unidad de manejo para uso múltiple (la RBSM), que además presenta una notable diversidad de ecosistemas. En este sentido, se plantea la necesidad de definir en primer lugar objetivos explícitos acerca de las condiciones de estructura y composición de la vegetación deseables de acuerdo con los objetivos de las distintas zonas de manejo de la RBSM, y establecer un programa de manejo del fuego con un enfoque experimental de “manejo adaptativo” (Walters y Holling 1990), combinando medidas de exclusión del fuego en unos sitios con quemas prescritas o incendios controlados en otros, y con acciones de reforestación y restauración de suelos en los sitios más degradados. Cálido Manejo del Fuego y Restauración, Sierra de Manantlán Bosque tropical subcaducifolio Bosque de roble Temperatura a Templado Bosque de oyamel Bosque tropical caducifolio c Bosque mesófilo de montaña 13 d Bosque de pino-encino b Húmedo Seco Humedad Figura 7. Ilustración de los regímenes de fuego hipotéticos en bosques subtropicales de montaña. Se muestra la distribución de la vegetación potencial del área de estudio en función de los gradientes de temperatura y humedad, y los regímenes de fuego correspondientes: (a) incendios raros con severidad alta, (b) incendios poco frecuentes severos, (c) incendios frecuentes de baja severidad y (d) incendios poco frecuentes de baja severidad. El componente social El fuego en los ecosistemas forestales no es solo un factor ecológico, sino también un fenómeno social. La mayor parte de las áreas boscosas del mundo tienen una larga historia de incendios antropogénicos asociados a las prácticas de uso y manejo de la tierra, a condiciones económicas y a factores culturales (Pyne 1996; Andersen 1999; Suyanto et al. 2004). Sin embargo los planes de manejo del fuego y de restauración ecológica generalmente tienden a centrarse solo en los aspectos biofísicos y ecológicos. La consideración del componente social es esencial para el éxito de cualquier tarea relacionada con el manejo de recursos naturales. Los procesos de deforestación y degradación son consecuencia de factores sociales relacionados con políticas de desarrollo económico, patrones de consumo y fuerzas del mercado, la estructura de la tenencia de la tierra o el crecimiento demográfico (Wunder 2000). Dependiendo del contexto ecológico y social, el fuego puede ser un factor destructivo asociado al cambio de uso del suelo y la deforestación, o una herramienta de manejo en la silvicultura y la conservación. Por lo tanto es necesario considerar el entendimiento de los procesos sociales relacionados con la incidencia de los incendios forestales y con el uso y manejo del fuego. Prácticamente todos los incendios forestales registrados en la RBSM en los últimos años son antropogénicos, y la mayoría se originan por quemas agrícolas en la interfase entre los bosques y los terrenos de cultivo. La mayor parte de los terrenos de cultivo se encuentran en las laderas bajas de la Sierra, excepto en la parte este correspondiente a Cerro Grande (Fig. 1). Reducir el número de incendios provocados por las quemas agrícolas implica incidir en aspectos económicos, culturales y de organización social que están atrás de las prácticas agrícolas. La quema, por ejemplo, es una costumbre fuertemente arraigada entre los campesinos, y tiene una utilidad práctica en la agricultura con ciclo de barbecho; es una herramienta que facilita, a un bajo costo económico, el desmonte, el control de malezas y plagas de insectos y la movilización de nutrientes. Sin embargo, la quema deja Manejo del Fuego y Restauración, Sierra de Manantlán 14 de ser una práctica adecuada en sitios donde las prácticas de cultivo tradicionales se han modificado con la reducción del tiempo de barbecho, el abandono de prácticas de conservación de suelos y la aplicación de agroquímicos. Cuando se reduce el tiempo de barbecho o descanso de la tierra, no hay una recuperación adecuada de la cubierta vegetal y de la fertilidad del y el uso del fuego se convierte en un factor de degradación de las áreas de cultivo, eliminando la materia orgánica y volatilizando los nutrientes que deberían incorporarse al suelo. La substitución del uso del fuego en la agricultura implica la necesidad de introducir nuevas prácticas de cultivo –medidas de conservación de suelo, abonos verdes, cultivos de cobertera –que sean aceptadas por la gente y que tengan viabilidad dadas las condiciones de rentabilidad de la producción agrícola y de disponibilidad de fuerza de trabajo y capital. La tenencia de la tierra es otro factor importante en relación con los incendios forestales (Fig. 8). En la RBSM se encuentran tres formas diferentes de propiedad: privada, comunal y ejidal. Estas dos últimas corresponden a formas colectivas de tenencia de la tierra. Se estimó la incidencia de incendios por tipo de tenencia de la tierra entre 1995 y 2003 utilizando el SIG, y se encontró que en terrenos de propiedad privada se registra el 53% de la superficie afectada por fuego y el 47% en terrenos ejidales y comunales (Jardel et al. 2004 c). La propiedad privada representa solo el 32% de la superficie total de la Reserva y la comunal y ejidal el 68% (INE 2000). Esto significa que anualmente se quema el 5.6% de la superficie bajo propiedad privada, contra el 2.5% de los dos tipos de propiedad colectiva, aunque en estos se esperaría una mayor incidencia de incendios por el hecho de que en los ejidos y las comunidades indígenas se concentra la mayor superficie de áreas de cultivo. Contra la idea generalizada de que la propiedad colectiva es más ineficiente que la propiedad privada o la del estado para la conservación de los recursos naturales (por ejemplo véase CESPEDES 2002), estos resultados indican lo contrario para el caso de la RBSM donde en términos absolutos y relativos los bosques de propiedad privada se queman más que los ejidales o comunales. La explicación de esto es que en las tierras de propiedad social o colectiva existe un mayor control de las comunidades y una mayor capacidad para movilizarse y actuar en el control de incendios forestales. En contraste, la mayor parte de los propietarios privados no viven en el área y no tienen control sobre sus predios en los que se presenta una situación de acceso abierto, esto es, de inoperatividad del régimen de propiedad (Baland y Platteau 1996). Además en muchas de las tierras privadas existen conflictos por la propiedad y el aprovechamiento de recursos como la madera. En estas condiciones, los incendios provocados intencionalmente, las quemas de sitios dedicados a cultivos ilegales y la falta de intervención para controlar el fuego, son comunes en los predios privados. La indefinición de la propiedad, los conflictos de tenencia y la distribución desigual de la tierra, son factores que limitan el establecimiento de acuerdos entre la autoridad encargada del manejo de la RBSM y los dueños de la tierra, para implementar medidas de manejo del fuego y restauración. Es por esto que la atención a los problemas agrarios es una prioridad en la estrategia de manejo de la RBSM (INE 2000). Otra cuestión importante es que en el manejo de un área como la RBSM intervienen diferentes actores sociales con diferentes objetivos, intereses y capacidad de acción. El conjunto de actores en la RBSM incluye, entre otros, a agricultores campesinos, ganaderos, empresas forestales comunales o privadas, y recolectores de productos forestales no maderables, y por otra parte a las dependencias gubernamentales, centros de investigación, grupos ambientalistas y pobladores de los centros urbanos de la región. Cada uno de estos diferentes actores percibe la cuestión de los incendios desde diferentes puntos de vista y con diferentes intereses. Por ejemplo, para un campesino el fuego es una herramienta que forma parte de sus prácticas tradicionales de cultivo, mientras que para el ambientalista de la ciudad es una causa de destrucción de los bosques; para el silvicultor o el administrador de la reserva, la aplicación de quemas prescritas es un medio para favorecer la regeneración del bosque y para reducir la carga de combustibles y el peligro de incendios severos, mientras que los incendios incontrolados pueden ser un factor destructivo; para el habitante urbano, la quema de los bosques puede ser una causa de disminución de la calidad de agua y de deterioro de sitios de esparcimiento al aire libre. Esto implica que un programa de manejo del fuego Manejo del Fuego y Restauración, Sierra de Manantlán 15 debe de considerar los puntos de vista de diferentes actores, e incluir el diseño de mecanismos para conciliar sus intereses y resolver los conflictos entre estos. Superficie por tipo de tenencia Privada 31.6 Superficie afectada por incendios Comunal 15.0 Ejidal 53.4 Comunal 13.1 Privada 52.8 Ejidal 34.1 Figura 8. Comparación de la superficie por tipo de tenencia de la tierra y la superficie afectada por incendios forestales en la Reserva de la Biosfera Sierra de Manantlán en el período 1995-2003. ESTRATEGIA DE MANEJO DEL FUEGO Las condiciones ecológicas y sociales descritas en la sección anterior muestran la complejidad del contexto en el que hay que desarrollar las prácticas de manejo del fuego y restauración como parte de la estrategia de conservación ecológica y desarrollo social en una reserva de la biosfera como la Sierra de Manantlán. Dando seguimiento al programa de manejo de la RBSM (INE 2000), el Consejo de la Reserva, integrado por representantes de las comunidades agrarias y organizaciones no gubernamentales locales, las autoridades municipales y las universidades estatales de la región, encargó la elaboración del Programa de Manejo del Fuego y Restauración de Bosques a la Dirección de la RBSM y al Instituto Manantlán de Ecología y Conservación de la Biodiversidad (IMECBIO) de la Universidad de Guadalajara. El programa, en proceso de elaboración, tiene por objeto establecer el marco conceptual, los lineamientos generales y el plan de acción para el manejo del fuego y la restauración de áreas degradadas por incendios y otros factores relacionados. De acuerdo con la zonificación de la RBSM, los objetivos de manejo son diferentes. En las zonas núcleo el propósito es proteger cabeceras de cuencas y mantener diversidad biológica y especies raras o amenazadas. El manejo del fuego debe contribuir a dichos fines, lo que implica una estrategia mixta que combine supresión del fuego en algunos sitios (por ejemplo, para favorecer la conservación y regeneración de bosques sensibles al fuego como el bosque mesófilo de montaña o el bosque de oyamel) y quemas prescritas en otros, para reducir el peligro de incendios severos o mejorar la regeneración, estructura o estado sanitario (principalmente en los bosques de pino-encino y encino). Manejo del Fuego y Restauración, Sierra de Manantlán 16 En las zonas núcleo la restauración está enfocada a recuperar sitios afectados por incendios repetidos y por las secuelas de la explotación maderera en el pasado, para aumentar la cobertura forestal, conservar biodiversidad y mantener la generación de servicios ambientales. El enfoque de manejo implica controlar el o los factores causantes del deterioro (incendios forestales, sobrepastoreo, extracción de madera, desmontes o erosión de caminos abandonados), proteger sitios para permitir su recuperación espontánea a través de procesos de regeneración natural y sucesión, o bien intervenir con prácticas de estabilización de suelos, control de la erosión, mejoramiento del sitio y restauración, en aquellos casos en los que ha ocurrido una fuerte alteración del suelo y no hay una adecuada regeneración natural. En la zona de amortiguamiento el manejo del fuego y la restauración están dirigidos hacia el desarrollo de actividades productivas sustentables. Esto es, en el caso de los bosques, el uso del fuego como parte de las prácticas silvícolas para la producción de madera y otros recursos y rehabilitación de bosques sobreexplotados para mejorar su productividad y valor económico. En las áreas de uso agrícola, control o substitución del uso del fuego en el cultivo y mejoramiento y conservación de suelos. El programa incluye las siguientes líneas de acción: a) Prevención y control de incendios forestales. En el corto plazo se continuará con la aplicación de medidas para reducir el número de incendios y la superficie quemada, aplicando los medios convencionales de campañas preventivas de información al público, establecimiento de brechas cortafuego en áreas críticas, vigilancia continua durante la temporada de riesgo de incendios, detección oportuna, y operaciones de combate y control de los incendios. b) Regulación o sustitución del uso del fuego en la agricultura. El objetivo es reducir la incidencia de incendios forestales ocasionados por quemas agropecuarias que se escapan de control y se propagan desde las áreas de cultivo hacia los bosques adyacentes. Esto incluye medidas para programar las quemas agrícolas junto con las autoridades agrarias ejidales y comunales (comisariados y consejos de vigilancia), y el aviso de la aplicación de las quemas para que las brigadas de combate de incendios puedan intervenir en caso de que el fuego se escape de control. También se plantea el ensayo de prácticas de cultivo alternativas que permitan reducir o eliminar el uso del fuego en áreas críticas (terrenos aledaños a masas boscosas) y rehabilitar los suelos degradados; esto incluye la aplicación de técnicas como cultivos de cobertera, uso de abonos verdes y compostas, y labranza mínima. c) Aplicación experimental de quemas prescritas. El uso de quemas prescritas –esto es, la aplicación del fuego como herramienta para inducir condiciones deseadas de estructura, composición y regeneración del bosque, crear condiciones de suelo apropiadas para la regeneración natural, o para controlar la acumulación de combustibles forestales –es una herramienta silvícola para la conservación y restauración de hábitat y para la producción forestal. Se han hecho ya ensayos de quemas controladas en áreas críticas de alta acumulación de combustibles forestales y el uso de contrafuegos es una técnica utilizada en el control de incendios (de hecho anualmente se queman de manera controlada superficies extensas en las operaciones de combate de incendios). Existe por lo tanto experiencia en el manejo del fuego y se cuenta con los elementos teóricos y cierta evidencia científica para recomendar el uso del fuego en el manejo de los bosques de la reserva, pero es necesario aún desarrollar un mayor conocimiento y entendimiento, así como los elementos técnicos y operativos para lograr un uso del fuego adecuado en función de los objetivos de manejo del área protegida. El avance en el conocimiento y la experiencia permitirá pasar de las quemas controladas a la aplicación efectiva de quemas prescritas con objetivos específicos de manejo de la vegetación, el hábitat y los combustibles. Por lo tanto se plantea un enfoque de manejo experimental, de “aprender haciendo”, con una filosofía de manejo adaptativo. d) Restauración de sitios degradados. El programa considera actividades de restauración o rehabilitación de sitios degradados por incendios frecuentes, prácticas de explotación forestal inadecuadas, desmontes y sobrepastoreo. En este caso las prácticas de restauración se están planteando igualmente con un enfoque experimental y asociadas a estudios sobre regeneración natural, sucesión ecológica y patrones y dinámica del paisaje. Manejo del Fuego y Restauración, Sierra de Manantlán 17 e) Investigación aplicada, monitoreo y sistemas de información. Un manejo fundamentado en principios y criterios de sustentabilidad implica un mejor entendimiento de los patrones y procesos ecológicos y del papel que juega el fuego en la dinámica de los ecosistemas forestales. En este sentido la investigación y la observación continua a largo plazo (monitoreo) son un componente esencial del enfoque de manejo. El programa incluye una serie de líneas de investigación aplicada sobre ecología y manejo del fuego y ecología de la restauración, así como el desarrollo de sistemas de información y monitoreo para retroalimentar el manejo. Además, la investigación y el monitoreo son un componente central del enfoque de gestión de las reservas de la biosfera como áreas protegidas donde, además de conservar biodiversidad y ecosistemas, se pretende generar modelos experimentales de gestión ambiental y manejo de los recursos naturales (Jardel 1992; Jardel et al. 1996; INE 2000; Santana et al. 2004). f) Formación y capacitación. El desarrollo de los distintos componentes del programa requiere del mejoramiento y fortalecimiento de capacidades locales mediante la formación, capacitación y entrenamiento a distintos niveles, considerando desde el personal dedicado al combate de incendios y las labores de reforestación, hasta los responsables de coordinar las actividades de manejo y los investigadores encargados de estudiar el fenómeno del fuego y sus efectos ecológicos o los procesos de regeneración y sucesión en los ecosistemas. En la RBSM hay una estrecha vinculación tanto con las comunidades locales como con universidades y centros de investigación, lo cual ofrece una oportunidad única. g) Educación ambiental, difusión e información al público. La educación ambiental juega un papel fundamental en la transformación de las interacciones entre la sociedad y su entorno ecológico. El caso de los incendios forestales y el manejo del fuego es un reto para la educación ambiental, ya que se trata no solo de sensibilizar a la población de la RBSM y su región de influencia sobre un problema, sino también comunicar conocimientos sobre el papel ecológico del fuego y su uso como herramienta de manejo, y promover cambios en actitudes y comportamientos de la gente. Enfrentamos el reto de transitar de la imagen negativa de los incendios, promovida por la mayor parte de los programas de educación ambiental, a un enfoque de manejo del fuego, cuya comprensión es más compleja, y de vincular las actividades educativas con acciones de organización y aplicación de los componentes del programa de manejo del fuego y restauración. En este sentido el programa de educación ambiental en la RBSM ha utilizado distintos medios; por ejemplo, una especie carismática de ave, el pájaro bandera o coa (Trogon mexicanus) ha sido utilizado como el “mensajero ambiental” para comunicar ideas y valorizar la reserva y sus bosques promoviendo la conservación a través del orgullo que siente la gente al reconocer el patrimonio natural de la región donde viven. El pájaro bandera sirve también para generar un análisis sobre la complejidad del fenómeno del fuego, ya que esta ave puede ser favorecida o afectada por el régimen de incendios; utiliza para anidamiento árboles muertos por los incendios, pero fuegos frecuentes pueden destruir sus nidos, y hemos observado que esta y otras aves cazan insectos que se desplazan frente al avance de la línea de fuego en incendios superficiales. En resumen, el pájaro bandera, como muchas otras especies, depende de un mosaico de hábitat con áreas libres de fuego y otras quemadas. Las actividades de educación ambiental incluyen además programas de radio, distribución de historietas y otros materiales impresos, charlas y exposiciones en las comunidades, y obras de teatro guiñol entre otros medios educativos, a través de los cuales se trata de comunicar la idea de que el fuego es un fenómeno con dos caras: puede ser tanto un factor de destrucción como una herramienta de manejo y conservación (Fig. 9). h) Desarrollo de arreglos institucionales y mecanismos operativos. La puesta en marcha de cualquier plan de manejo de áreas protegidas o de recursos naturales requiere de mecanismos de gestión, arreglos institucionales duraderos y acuerdos establecidos entre distintos actores y de una organización que permita coordinar esfuerzos y optimizar recursos (Graf et al. 2003). El programa de manejo del fuego se basa en un mecanismo de co-gestión establecido a través de los consejos de la RBSM establecidos en los estados de Jalisco y Colima, y en el trabajo cooperativo entre la instancia responsable de la gestión del área protegida (la Dirección de la Reserva) y las comunidades agrarias y particulares que son los dueños y poseedores de los bosques y, por ende, sus verdaderos gestionarios. Manejo del Fuego y Restauración, Sierra de Manantlán 18 i) Generación de financiamiento para la operación del plan. Para el financiamiento a largo plazo de las acciones planificadas, es necesario canalizar de manera organizada las distintas fuentes de financiamiento (presupuesto regular de las dependencias gubernamentales, programas de apoyo del gobierno, donaciones de organizaciones privadas, proyectos de investigación, etc.) y diseñar mecanismos de financiamiento de largo plazo (por ejemplo el fondo patrimonial de la RBSM y el desarrollo de actividades de producción forestal sustentable en la zona de amortiguamiento del área protegida). Figura 9. Materiales utilizados en el componente de educación ambiental del programa de manejo del fuego en la Reserva de la Biosfera Sierra de Manantlán. A la izquierda el cartel con la coa (Trogon mexicanus) especie emblemática utilizada como el “mensajero ambiental” en las actividades educativas. A la derecha, un títere utilizado en una obra de teatro guiñol que muestra las dos caras del fuego, como factor destructivo (arriba) y como herramienta de manejo (abajo). CONCLUSIONES El entendimiento del papel ecológico del fuego y del contexto socioecológico de los incendios forestales, es fundamental para diseñar prácticas adecuadas de manejo con fines de conservación biológica, restauración ecológica, rehabilitación productiva o silvicultura sustentable. Considerando tanto el estado actual del conocimiento sobre la ecología del fuego, como la diversidad de especies y ecosistemas de las zonas montañosas de México en general y de áreas como la Sierra de Manantlán en particular, la investigación ecológica y sociológica, así como la experimentación y el monitoreo, son indispensables para generar conocimientos y experiencias de manejo del fuego. Los aspectos sociales son un componente fundamental; es necesario tomar en cuenta los intereses de diferentes actores, las condiciones de tenencia de la tierra, los arreglos institucionales de largo plazo y los mecanismos de toma de decisiones y resolución de conflictos. Manejo del Fuego y Restauración, Sierra de Manantlán 19 Para que sea funcional un programa de manejo del fuego y restauración de bosques en un área protegida como la RBSM, este debe de formar parte de una estrategia integral de manejo (véase INE 2000). El caso de la RBSM nos muestra la complejidad del contexto social y ecológico del manejo del fuego y la restauración ecológica en los bosques subtropicales de montaña. Las reservas de la biosfera son no solo un tipo más de áreas protegidas, sino también sitios donde se pueden experimentar enfoques alternativos de manejo de los ecosistemas y los recursos naturales incorporando el componente humano (Jardel et al. 1996, 2004 d; Graf et al. 2003). Las experiencias desarrolladas en estas reservas eventualmente pueden extenderse más allá de sus límites con el fin de promover impactos positivos en la conservación de los ecosistemas forestales, la biodiversidad que contienen y los recursos naturales y servicios ambientales que proveen a la sociedad. AGRADECIMIENTOS La elaboración y desarrollo del Programa de Manejo del Fuego y Restauración de Bosques de la Reserva de la Biosfera Sierra de Manantlán han sido apoyados a través del Programa de Prevención de Incendios y Restauración (proyectos F6-00-14, F6-00-20, F6-00-79F6-02-128, y A104-035) del Fondo Mexicano para la Conservación de la Naturaleza A.C. y la Agencia para el Desarrollo Internacional de los Estados Unidos (US-AID). El trabajo se desarrolló a través de la cooperación entre distintas instituciones: la Dirección de la Reserva de la RBSM (Comisión Nacional de Áreas Naturales Protegidas), el Instituto Manantlán de Ecología y Conservación de la Biodiversidad (Centro Universitario de la Costa Sur, Universidad de Guadalajara), Espacios Naturales y Desarrollo Sustentable A.C. . la Fundación Manantlán para la Biodiversidad de Occidente A.C., la Comisión Nacional Forestal (CONAFOR) y la Secretaría de Desarrollo Rural del Gobierno de Jalisco. Agradecemos la contribución de Ernesto Alvarado, Juan Manuel Frausto, Sergio Graf , Jesús Montes y José Aragón en el desarrollo de este trabajo. LITERATURA CITADA Agee, J.K. 1993. Fire ecology of Pacific Northwest Forests. Island Press. Washington D.C. Agee, J.K. 1998. Fire and pine ecosystems. En: D.M. Richardson (Ed). Ecology and biogeography of Pinus, Cambridge University Press. Cambridge, Reino Unido. Pp.193-218 Anaya C., M. 1989. 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