Camarilla Vs. Sabbat - La Biblioteca de Cartago

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Autor: Adam Galathan y Janos Narov – [email protected] y [email protected]
Camarilla Vs. Sabbat
Una fina niebla cubría aquél apartado pueblo abandonado del Norte de España. Nada se
movía. Ni una hoja, ni un animal. La noche comenzaba a cernerse sobre el pueblo mientras la luna
se alzaba como un ojo para vigilar lo que allí ocurriría. De la oscuridad pura de la noche se formo
una figura. Donde en un instante no había nada, había ahora, después de una ondulación en la
Celosía que separa el mundo material del espiritual, una alta figura envuelta en sombras. A la tenue
luz de la luna se veía que, desde luego, no era humano. Sus casi dos metros estaban envueltos en
una gabardina negra y un smoking, pero probablemente la forma y la vestimenta era todo lo que le
emparentaba con la humanidad. Su piel era más blanca aún que la misma niebla que amortajaba el
pueblo, y sobre su cabeza calva y sus cejas inexistentes había pequeñas espinas, al igual que en sus
brazos, con la excepción de que en éstos las espinas eran más largas, y mayores aún en las
articulaciones. Sus ojos eran completamente rojos, las orejas algo puntiagudas y llevaba un bastón
de roble negro coronado por un dragón de bronce en la mano. Era Janos Narov, Voivoda en
Hungría durante más de tres siglos y, en la actualidad, Obispo del Sabbat. Una vez apareció, apenas
se movió si no fue para inspeccionar con sus inquietantes ojos el panorama que tenía ante sí... y
para sonreír siniestramente cuando un cuervo atravesó la niebla y, deteniéndose en el aire, se
transformó en un hombre apenas unos centímetros más bajo que él, de pelo largo y rubio que le caía
por la espalda como una cascada. Sus ojos felinos y sobrenaturalmente verdes parecían ocultar mil
secretos. Y su rostro jovial acentuaba todos sus rasgos. Vestía ropas del siglo XVII; una chaqueta
larga y negra con bordados en oro bajo la abultada camisa blanca, botas de cuero hasta la rodilla,
guantes de seda y una pesada capa aguantada por cadenas.
Era Adam Galathan, el Príncipe de Barcelona. Al fin se encontraron. La esperada confrontación
no podía tardar. ¿Por qué luchaban? ¿Quién sabe? Dos seres procedentes de los inicios de la
rivalidad de sus respectivos clanes y sectas, Tzimisce y Tremere, Sabbat y Camarilla, tienen siglos
de razones, con toda probabilidad muchas de ellas personales, para enfrentarse. El hecho es que
estaban aquí y ahora, y que iban a librar un duelo que sería recordado hasta la misma Gehena.
Durante mucho rato ninguno de los dos habló. Se limitaron a mirarse fijamente a los ojos ¿un duelo
psíquico? Quizá. O quizá sólo estaban evaluando al contrario. El primero en hablar fue el Tzimisce.
-
Siempre tan espectacular, Galathan. Bonita forma de preservar tu querida "Mascarada".
-
Me lo dice alguien que no puede salir a la calle sin que los mortales huyan aterrorizados.
El Demonio parecía halagado
-¿Y qué es si no ser un vampyr? ¿Ocultarse en una capilla rezando y temiendo que los inquisidores
llamen a tu puerta? ¡Que llamen! Si quieren fuego lo tendrán
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Galathan no respondió. Se limitó a desenvainar su espada y disponerse al combate
-¡Basta de palabras! En Garde!
Janos asintió, riendo burlonamente
- O, sancta simplicitas! De acuerdo, Usurpador, lucharemos.
Dicho esto, cada una de las manos del Tzimisce se transformó en una larga espada de hueso de
más de un metro, que dispuso en una guardia abierta.
-Ataca pues.
Adam se lanzó hacia delante blandiendo la espada, que fue detenida por una de las armas de hueso
del Tzimisce, el cual aprovechó la otra para tratar de golpear al Tremere, que se había apartado de
un salto al ver el peligro. La espada se transformó repentinamente en lanza, intentando atravesar a
Galathan, el cual se acercó de nuevo y golpeó. Demonio y Brujo intercambiaron estocadas por
espacio de varios minutos, sin lograr ninguno un resultado claro. Finalmente, Adam saltó en
busca de una posición ventajosa desde la que atacar, lo que el Tzimsice aprovechó para colocarse
justo donde había estado el otro segundos antes. El Tremere tuvo tiempo de caer y girarse
velozmente para evitar males mayores...pero no de esquivar la hoja de hueso que se le clavó en el
pecho.
- ¡Maldito!
El Tzimisce rió a carcajadas mientras una serie de espinas iba surgiendo a lo largo de la hoja,
acercándose cada vez más al Tremere que se debatía intentando liberarse. La otra mano del
Demonio onduló y se dobló de formas imposibles hasta quedar convertida en una dentada hacha
de hueso dispuesta a decapitar finalmente al Brujo, que consiguió liberarse justo a tiempo.
Inmediatamente, comenzó un nuevo ataque sin preocuparse por las heridas, girando como un
torbellino espada en mano en dirección a Janos, que retrocedía sin saber qué hacer. Finalmente, la
espada tomó de nuevo forma de lanza y fue a dar a las piernas del Tremere que giraba a toda
velocidad. El giro fue detenido, pero al precio de un brazo roto y sangrante para el Tzimisce, casi
separado del cuerpo. Janos quedó de rodillas sujetándose el brazo e intentando recomponerlo a
base de sangre mientras Galathan, tras levantarse, se acercaba a grandes pasos. Ya estaba
restablecido, mientras que el brazo del Tzimisce continuaba en mal estado
-
Bueno, Janos, supongo que esto acaba aquí, ¿verdad?
-
No.
El Demonio se levantó mientras su brazo volvía al ángulo normal y se encajaba en el hueso. La
lanza volvió a tomar forma de espada y Janos se colocó en posición de guardia.
-
Como tú dices, en garde!.
Adam cargó. Se lanzó de nuevo sobre Janos, cortando, tajando y realizando barridos y contragolpes
en todas direcciones a velocidad pasmosa. El Tzimisce detenía los golpes con la ventaja que le
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daban sus dos espadas, aunque la mayor velocidad y habilidad del Tremere restaban parte de tal
ventaja. En un momento dado, un descuido de Galathan permitió a Janos golpear con una de sus
espadas, que sólo logró golpear de plano el brazo de Adam y enredarse en su capa. El Tremere
aprovechó para golpear a su enemigo, haciéndole un corte profundo en el pecho con su espada.
Janos dio un brutal tirón hacia dentro, que golpeó a Adam antes de permitirle soltar las espadas de
la capa desgarrada. Ambos quedaron de nuevo frente a frente. Ambos habían recibido heridas y
ninguno pensaba ceder un solo milímetro. Adam habló.
- Tu aura es negra como el carbón. Me repugnas.
- ¿Usando trucos sucios para adivinar mis movimientos, Galathan? Muy propio de tu clan. ¿Tú te
crees el niño bueno? ¿Tú? ¿El chiquillo de un cobarde, creado con sangre robada? ¿El descendiente
de un diabolista que odia su condición? ¡ja!
- ¡Cierra tu boca blasfema!
Adam cargó de nuevo e intercambiaron estocadas durante un buen rato, cada uno deteniendo
magistralmente los golpes y fintas del otro, esquivando los golpes bajos y respondiendo con igual
fiereza. En un momento dado, Adam saltó tan alto que Janos tuvo que alzar la cabeza para ver su
silueta recortada contra la luna, cayendo en picado con la espada apuntando hacia él. Con una
sonrisa maquiavélica, el Tzimisce se colocó justo donde había estado el otro, como había hecho
minutos antes, y, cuando éste cayó, le clavó la espada en la nuca.
-¿Nunca aprendes, Galathan? Dos veces la misma noche, qué horror...
El Tremere no respondió. Con escalofriante sangre fía, se limitó a sacarse la espada con las manos
desnudas y se volvió, poniéndose en guardia una vez más sin abrir la boca. Sin embargo, esta vez
no cargó, sino que se limitó a lanzar su espada a Janos. La hoja describió una elegante espiral en el
aire hasta irse a estrellar en el pecho del Demonio, que cayó de espaldas, herido. Inmediatamente se
levantó, espada en mano (una de sus espadas de hueso había vuelto a su forma normal)
-
Buen movimiento, Galathan, pero tiene un fallo: ahora no tienes espada. Y yo sí.
Adam, sin hablar una vez más, aunque ahora con una sonrisa en la boca, sacó de su cinturón una
daga ritual y se colocó en posición de combate.
Janos Se encogió de hombros y lanzó la espada al suelo delante de Adam, donde quedó clavada y
balancéandose.
-
Vamos, cógela. No quiero hacer más injusto un combate de por sí desequilibrado entre un
Vampyr y un eslabón perdido Tremere.
Galathan se limitó a envainar la espada y volver a asir la daga.
-
Vamos, ataca. ¿Te da miedo mi daga?
Janos bufó. Sus manos volvieron a la forma habitual, pero ahora cada dedo era una daga de treinta
centímetros.
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Tengo las mías ¿por qué debería darme miedo un trozo de acero?
Mientras hablaban, Janos se había ido acercando centímetro a centímetro. Finalmente, giró hacia
abajo la mano con la que Galathan empuñaba la daga y le clavó las suyas en el hombro. Su cabeza
estaba a meros centímetros de la del Tremere.
-
Levanta la cabeza. No me importará devolver tu sangre a mi clan, te lo aseguro.
El Tremere, en lugar de responder, soltó su mano de la presa del Demonio y enterró hasta la
empuñadura su daga en el hombro de éste.
- Ahora estamos iguales, amigo.
Con una mueca de dolor por mover el brazo atravesado, Janos enterró profundamente las dagas de
la mano derecha en las costillas de Galathan.
-Ahora gano yo.
EL Tremere hizo una zancadilla a Janos, tirándolo de espaldas y quedando ambos uno sobre otro. El
Tzimisce se soltó, buscando un punto de apoyo, y Galathan aprovechó para clavarle su espada en el
pecho, llegando a atravesarlo y enterrar el filo en la tierra. Janos, furioso, lanzó las manos hacia
adelante buscando clavarlas en la cara del Brujo, que por toda respuesta encendió su cuerpo con
llamas místicas, haciendo chillar de dolor al Tzimisce, que se fundió en la tierra velozmente,
dejando la espada clavada sobre él. Galathan, tras hacer desaparecer las llamas, se agachó, extendió
su mano abierta sobre el suelo y esperó. En pocos segundos se abrió una grieta en la tierra, djando
al descubierto al Tzimisce. Janos estaba abajo, y no desaprovechó la oportunidad de conjurar un
enorme volcán a la espalda del Brujo, que reaccionó a tiempo para desviarlo con una corriente
mágica de aire increíblemente poderosa. El Tzimisce flotó hasta el exterior, posándose suavemente
en el suelo y comenzando a hacer gestos y murmurar en un extraño idioma, uno que los chamanes
garou, algunos magos y contados vampiros podrían identificar como el idioma de los espíritus. El
cielo comenzó a cubrirse de nubes negras, que ocultaron la luz de la luna, y la invocación terminó
en clarísimo inglés, obviamente para que Galathan comprendiera lo que se le venía encima:
-¡Llamo a la flecha de Perun!
El príncipe Tremere miró hacia arriba y abrió mucho los ojos a tiempo de ver el relámpago que se
dirigía hacia él con la inevitabilidad de la muerte. La explosión lo envolvió todo en humo y
fragmentos de piedra y tierra que volaban en todas direcciones. Cuando se asentó el polvo, donde
antes estaba Galathan sólo había un cráter humeante. Janos se acercó.
-
Sé que estás vivo. ¿Por qué no sales? La Ofuscación es una disciplina de cobardes.
La voz llegó sola, sin un cuerpo que la acompañara:
- ¿Quién dice que esté ofuscado?
-¿Entonces?
-Justo detrás de ti.
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El Tzimisce intentó apartarse y lo consiguió en parte, pero aún así, alcanzó buena parte del golpe
de barrido que dio Adam con la espada mientras se elevaba.
-Esta vez me has hecho daño. Creo que va siendo hora de terminar con esto.
-Sí.
Una vez en el aire, el Tremere comenzó a hacer gestos extraños y a murmurar en latín. Janos
repitió la invocación, haciendo cubrirse de nuevo el cielo de nubes negras, pero en esta ocasión
añadió vientos de entre cincuenta y cien kilómetros por hora, nieve y truenos. Cuando el rayo se
descargó con toda su fuerza sobre la cabeza del Tremere, Janos apartó la vista de la inminente
explosión...y la levantó cuando no hubo ninguna. Aunque no dio muestra alguna de ello
externamente (su orgullo se lo impedía), el Tzimisce estaba extremadamente sorprendido y
preocupado al ver el rayo que con tanto trabajo había conjurado convertido en un anillo que
rodeaba a su presunto objetivo. Alrededor del rayo se formó un aura oscura que terminó por
explotar en millares de fragmentos que quemaban como el ácido todo lo que tocaban, devastando
el pueblo abandonado. Milagrosamente, ninguno tocó al Tzimisce. Sin embargo, Galathan no se
detuvo ahí. Asiendo el rayo a la manera de Zeus, lo lanzó contra el suelo, lo que provocó un
terremoto y lanzó a Janos varios metros hacia atrás. Cuando se levantó, entre nubes de polvo y
sangre, el Demonio, aunque herido, se encogió de hombros.
-
Muy bien, si quieres guerra, la tendrás.
Janos se elevó hasta la altura de Galathan y comenzó a hablar a su vez en aquella extraña lengua,
conjurando un terrible cataclismo. Los vientos se aceleraron hasta los doscientos kilómetros por
hora, arrastrando consigo las casas semiderruidas y los árboles muertos del pueblo. Caían rayos
como si fuera una auténtica lluvia desde el cielo encapotado, acompañados por lluvia de verdad,
nieve, granizo, e incluso meteoros de pequeño tamaño. Al mismo tiempo, la tierra se agitaba con
un impresionante terremoto y surgían volcanes y auténticos chorros de lava en dirección al Brujo,
mientras el agua del cercano río borboteaba y se alzaba como un tsunami dispuesto a sepultar el
pueblo. La Celosía se rasgó, dejando entrar a espíritus de todas clases: lobos cubiertos de escarcha,
gigantes de fuego de diez metros, centenares de halcones plateados y azules, elementales de
fuego, agua aire, y tierra, e incluso una pareja de dragones se cernieron sobre el pueblo devastado
y el Tremere, que se vio acosado por raíces y ramas, e incluso árboles enteros, que trataban de
atraparlo y hundirlo en sus profundidades vegetales. Adam terminó su ritual con las palabras
"Alpha Omega", y entre sus manos apareció una esfera oscura de dimensiones increíbles, que se
dirigió directamente hacia el Koldun. Cuando la esfera entró en contacto con el cataclismo en
expansión se produjo una tremenda explosión que arrasó todo lo que rodeaba al pueblo. El choque
de la magia hermética Tremere y las fuerzas naturales conjuradas por el Koldun había sido
demasiado fuerte.
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Separados por varios kilómetros, dos cuerpos yacían cuando se despejó el humo. Ambos
destrozados, con las ropas desgarradas y destruidas por la explosión. El terreno a su alrededor
estaba calcinado y destruido, como si hubiera habido una explosión nuclear. El pueblo que fue
centro de la conflagración era ahora una mancha negra en el mapa, que la Camarilla se apresuraría
a ocultar para preservar la Mascarada. Pero por lo pronto, Adam Galathan, Príncipe de Barcelona,
y Janos Narov, Obispo de San Andrés, yacían en Letargo separados uno del otro por varios
kilómetros, heridos y exhaustos. Sus sirvientes se apresuraron a recogerlos y llevarlos a sus
refugios, para buscar a alguien que los sacara del letargo. Aquello había terminado. Por ahora.
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