el hombre enfermo de europa en la literatura de cordel. una

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EL HOMBRE ENFERMO DE EUROPA EN LA LITERATURA DE
CORDEL. UNA VISIÓN HISPANA DEL IMPERIO OTOMANO A
LO LARGO DEL SIGLO XIXI
Eloy Martín Corrales
Universitat Pompeu Fabra - CSIC
Cuando en 1782 se firmó el Tratado de Paz, Amistad y Comercio entre la Monarquía espa­
ñola y el Imperio Otomano, la percepción, aunque poliédrica, que la mayoría de los espa­
ñoles tenían de los otomanos no era muy positiva. La hostilidad imperante durante siglos
(sólo atemperadas por algunos períodos de treguas) fue forjando una imagen muy negativa
en la que las referencias a la batalla de Lepanto, al crónico enfrentamiento corsario, a la en­
conada pugna por el dominio del litoral norteafricano, al miedo a la alianza de los moriscos
con los turcos, a los asedios a Malta, Viena y Corfú, a la suerte de los cautivos cristianos en
territorio otomano, al hecho de que Tierra Santa estuviera bajo dominio islámico y, por úl­
timo, a la pugna de la religión cristiana con la musulmana (considerada como falsa y secta­
ria), favorecieron que se hiciera hincapié en esa imagen tan negativa de los otomanos. 2
A partir del Tratado de 1782, diplomáticos, marinos, comerciantes, peregrinos, via­
jeros y publicistas (Gabriel de Aristizábal, Federico Gravina, Baltasar de Sesma, Juan de
Navarrete, José Solano Ortiz de Rozas,Juan Ferrer,Juan de Villavicencio, Felipe López
de Carrizosa, Miguel Comenche, Nicolás de Módena, Rafael Illescas, José Usel y Guim­
barda, Miguel Cerguero, José Solano Ortiz de Rosas, José Sánchez, José Moreno, ete.)
visitaron los dominios del Imperio Otomano y, aunque no todos, elaboraron y/o publi­
caron informes y libros con sus impresiones. En líneas generales se sintieron impresio­
nados por Estambul (<<la mejor del mundo en utilidad y hermosura», «el sitio mas her­
moso que se puede presentar a la vista») y el propio Imperio, aunque no faltaron las
críticas para con determinados aspectos (<<el fanatismo e indolencia estoica de los tur­
COS»),3 Las obras que redactaron constituyeron un auténtico redescubrimiento español
1. Esta investigación se inscribe en el marco del proyecto «Dinámicas imperiales, descolonización y tran­
siciones imperiales. El imperio español (1650-1975)>>, Referencia, HUM 2006-07328, financiado por el Minis­
terio de Ciencia y Tecnología (MCYT).
2. M. A. Bunes Ibarra, La imagen de 10I musulmanes ... A. Mas, Les Turcs ... E. Martín Corrales, La ima­
gen del magrebí ...
3. P. Martín Asnero, Via;eros hispánicos .. _ Del mismo autor, Descripción del Damasco ... También, Es­
tambul, el e;ército ... Y, «España-Turquía, 1700-1823 ... ». E. Martín Corrales, «Redescubrimiento de Estam­
bui». Y, «Relaciones de España ... ».
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Eloy Martín Corrales
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del Oriente otomano y, especialmente, de Estambul. Aunque tales informes y publica­
ciones sólo pudieron ser leídos por una ínfima minoría de españoles, lo cierto es que
contribuyeron a que en España se tuviera un conocimiento mas real y menos fabulado
de la política, de la economía y del conjunto de la sociedad otomana.
Paralelamente, diplomáticos (el caso paradigmático fue el del embajador Vassif
Efendi), comerciantes y marinos turcos frecuentaron puertos y ciudades españolas, con­
tribuyendo igualmente a que se fuera desvaneciendo las ideas míticas acerca de los oto­
manos y fueran contemplados de forma más realista. 4
Las nuevas relaciones pacíficas favorecieron un espectacular incremento del comer­
cio, basado en la llegada de embarcaciones otomanas a los puertos españoles, general­
mente con cargo de trigo. Aunque los intercambios mercantiles decayeron visiblemente
a partir de 1830,5 aparecieron diversas publicaciones que abogaban por relanzar el co­
mercio entre ambas partes (L. del Castillo en 1828 y N. M. Bremon en 1841), se firma­
ron varios acuerdos bilaterales que posibilitaron la navegación de barcos españoles por
los Dardanelos y el Mar Negro en 1827, se aplicó a España la cláusula de nación mas fa­
vorecida en 1840, se consolidó la red diplomática y consular en los dominios otomanos
y se hizo mas segura la peregrinación hispana a Tierra Santa. El creciente interés por
todo lo que acontecía en el Imperio Otomano tuvo uno de sus momentos álgidos con
motivo de la Guerra de Crimea. Se enviaron observadores militares al campo otomano
que dejaron por escrito sus impresiones (entre ellos Juan Prim), se publicaron mapas,
atlas y cartas esféricas (Turquía europea, 1828; Crimea, 1856; Dardanelos, 1866), traba­
jos periodísticos y libros de viaje (A. Borrego, 1855; D. J. Ballester, 1857) y se tradujeron
al castellano diversas monografías de carácter histórico o divulgativo sobre el imperio
(en 1836, los dos viajes que Ali Bey efectuó a Estambul a comienzos del siglo XIX; en
1840, la obra J. M. J ouannin y J. van Gaceren; en 1857, la de L. Ranke).6 Sin embargo, el
grado de conocimiento sobre el Imperio dejaba mucho que desear. La memoria de Aris­
tizábal, de 1784, fue la base del libro de J. Moreno, de 1790, de cuyas páginas fue muy
deudor el texto de F. Caballero de 1828. De hecho, el grueso de la edición del libro de
Moreno sólo pudo venderse mas de medio siglo después de su aparición, gracias al im­
pacto de la Guerra de Crimen. 7
En líneas generales, se despertó una clara corriente de simpatías hacia el Imperio
Otomano, especialmente entre los liberales españoles, que a duras penas lograban con­
solidar el estado liberal frente a los defensores del Antiguo Régimen, absolutistas y car­
listas. Establecieron cierto paralelismo entre el triunfo liberal español y los esfuerzos re­
4. M. H. Sánchez Ortega, «Las relaciones hispano-turcas ... », A.] urado Aceituno, «A propósito de ... ».
E. Onalp, «La Crónica ... ».
5. E. Martín Corrales, E., Comercio de Cataluña .oo También, «Cereales y capitanes oo.». Y, «La flota gre­
co-otomana " .».
6. V. Morales Lezcano, V., España y la Cuestión ... También, «España y Turquía ... ». Y, «Fuentes docu­
mentales oo.». M. Espadas Burgos, <<lntroduccióm>.]. Vicens Vives, «Goberno ed opinione ... ». J. Pando Des­
pierto, J. «Españoles en Oriente ... ».
7. E. Martín Corrales, «Relaciones ... ».
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El hombre enfermo de Europa en la literatura de Cordel
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Eloy Martín Corrales
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pa en la literatura de Carde!
formistas otomanos a partir de 1839 (Tanzimat). Paralelamente, la todavía reciente y do­
lorosa experiencia de la pérdida de las colonias continentales americanas favoreció el
apoyo sentimental a otro imperio en dificultades, el Hombre Enfermo de Europa, ame­
nazado en su integridad física por las potencias occidentales: Francia, Inglaterra, Impe­
rio Austro-hungaro y, especialmente, Rusia. 8 Hay que tener presente que la potencia za­
rista era la valedora de la causa carlista, que comprometía el triunfo liberal, y se negaba
a reconocer a Isabel n.
En la anterior línea hay que incluir las obras sobre el Imperio Otomano de F. Caba­
llero (1828) y V. Roger y Coma (1829). Por el contrario, la opción pro-griega (que pre­
suponía la solidaridad para con los correligionarios religiosos) no tuvo excesiva impor­
tancia, posiblemente por el hecho de que, por encima de cualquier otra consideración,
el Imperio Otomano era tratado casi como víctima de la agresión de las grandes poten­
cias europeas, especialmente del Imperio ruso. Sólo la obra de M. M. Río y Coronel
(1828) se muestra claramente filohelena. 9
A tenor de lo señalado, todo estaba dispuesto a la altura de la década de los cuaren­
ta del siglo XIX, para que la imagen negativa de los otomanos y turcos de los siglos ante­
riores fuera sustituida progresivamente por otra claramente positiva o, cuando menos,
mas amable. No se partía de cero, ya que se contaba con la descripción que de los turcos
ofreció a mediados del siglo XVI el célebre «Viaje de Turquía», en el que, además de ob­
servaciones descalificadoras, se puede rastrear la auténtica admiración que despertaba el
Gran Turco gracias a su fortaleza (<<fuerte como el turco» recogía una sentencia popular
castellana, mientras que en el ámbito catalán se afirmaba «febrer curt, mes brau que un
turc»)lO y al fasto y magnificencias de la Sublime Puerta (que explica las ensoñaciones
que suscitaba el tema del harem y la majestad de las representaciones iconográficas de
los sultanes más importantes). Sin embargo, la emergente «buena» imagen de los oto­
manos se vio contrarrestada por diversos factores que favorecieron el mantenimiento de
los estereotipos fijados en los siglos anteriores. Todo ello en un contexto en que el Ro­
manticismo y, posteriormente, el Orientalismo contribuyeron a generalizar y perpetuar
lo exótico y lo mas negativo de las imágenes que se habían ido generando acerca de los
otomanos hasta entonces (fanáticos, indolentes, crueles, falsarios, lascivos, etc.).ll En de­
finitiva, la representación de los otomanos imperantes hasta fines del siglo XVIII (funda­
mentalmente negativa) continuó en vigor, aunque se solapó con la nueva (parcialmente
positiva), hasta el punto de que fue usual la simbiosis de tales imágenes en piezas litera­
rias, musicales, etc.
8 Un grabado titulado «Nuevo Mapa de Europa para 1870» en e! que aparecen las distintas potencias,
nos muestra a España y Turquía asiática de forma similar: ambas en actitud yacente aunque la segunda fu­
mando una pipa de agua, Arxiu Nacional de Catalunya, Fans Familia Nada!'
9. E. Martin Corrales. «Re!aciones ... ».
10. «Febrero corto, mas bravo que un turco.»
11. Las publicaciones españolas sobre e! Orientalismo, especialmente el pictórico, se han centrado en e!
caso marroquí, por lo que no existe ninguna monografía que se centre en e! caso turco-otomano. No obstan­
te, es posible tener una idea de la imagen que los pintores orientalistas nos proporcionan de! Impero Otoma­
no en, E. Dizy Caso, Los orientalistas ...
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Eloy Martín Corrales
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La literatura de cordel española se hizo eco de la tendencia anteriormente señalada.
Sirva de ejemplo la narración de la llegada a Barcelona en 1787, Y posterior traslado a
Madrid, del «Enviado de la Sublime Puerta Otomana», Ahmet Vasif Efendi, quien reci­
bió un trato que nada tenía que ver con el dispensado hasta entonces a los otomanos. 12
Sirvan también de ejemplo dos pliegos de cordel, editados en fecha indeterminada, po­
siblemente de mediados del siglo XIX, con los siguientes títulos: Canción del turco y su
querida, el primero, y Despedida del turco a su querida, el segundo. Tienen el interés de
contemplar como posible en aquellos momentos la relación amorosa de una catalana y
un turco en la propia Cataluña, lugar en el que se desarrolla el relato. Sin embargo, fi­
nalmente, tal relación se presenta como algo imposible, como se verá más adelante Y
Otros pliegos ridiculizaban los romances cautivos (que continuaron publicándose a
lo largo del siglo XIX, cuando la esclavitud fruto del corsarismo ya había desaparecido).
En uno de ellos, que narraba las hazañas de un «guapo» o «jaque», se decía:
Me marché a Constantinopla
capital de siete imperios,
donde está aquel gran Señor
rey de setenta y tres reinos,
que seis meses estuve,
en los cuales habrá muerto
pasados de veinte mil:
no hablo más porque no quiero
y nadie me contradiga
si quiere conservar el cuerpol4
También hay que destacar la popularización de cierto gusto por la moda turca (aun­
que ahora desprendida de aquella admiración con que había acogida en los pasados si­
glos la fastuosidad del Imperio Otomano), visible especialmente en los disfraces a la tur­
ca (totales o parciales) /5 así como la proliferación de cafés con nombre tales como del
Turco, de Levante, de Oriente, Divan, etc., en diversas ciudades: Barcelona, Madrid,
12. Relación Nueva en la que se describe el arribo y desembarco, que ha hecho en la ciudad de Barcelona el
dia 28 de Julio de este año de 1787, el Exc. o Señor Enviado de la Sublime Puerta Otomana. la lucida comitiva que
trae: obsequios que se le han hecho, y otras curiosidades que se verán en este nuevo Romance, Valencia, Francis­
co Burguete, 1787.
13. Canción del Turco y su querida aumentada con el despido de sus amores, s.1., Imp. Hospital, 19. El Aba­
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14. Nueva relación de los desa/íos, hazañas y valentías del más jaques de los hombres Francisquillo el sas­
tre, enJ. Caro, Ensayo sobre ... , pp. 108-109.
15. Un anuncio publicado en la prensa barcelonesa de fines del siglo XVIII informaba de lo siguiente: «En
el Despacho de este Periódico daran razón de quien alquilará un vestido turco, de raso muy hermoso, con la
condición de que si se echa a perder, o hacer alguna mancha, de pagarle, dexando por prenda el valor de di­
cho vestido», Diario de Barcelona, 27 -1-1798. Rogerio, uno de los protagonistas de una novela de mediados del
siglo XIX y ambientada en Barcelona, acude a un baile de Carnaval vestido de turco. Se trata de la obra de P.
Mata Fontanet. El poeta y el banquero. Utilizo la edición barcelonesa, de 1986.
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90.
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El Sultán Generoso, Diari.
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Eloy Martín Corrales
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Málaga, Sevilla, etc. Curiosamente, buena parte de esos centros de sociabilidad que uti­
lizaban tales nombres solían ser presentados en las novelas y folletines de la época como
lugares de reunión de liberales radicales, revolucionarios, etc. 16 Incluso en los escenarios
teatrales, además de las piezas centradas en temas turcos u otomanos, se integró en oca­
siones una «vanda con música instrumental á la Turca».I)
Sin embargo, la inercia de los siglos de enfrentamiento continuaba pesando mucho.
Las ambiciones expansionistas españolas en el Norte de África (la crisis hispano-marro­
quí de 1844, la conquista española de las islas Chafarinas en 1848 y la Guerra de África
de 1859-1860 entre España y Marruecos) favorecieron que, en el contexto de un nuevo
enfrentamiento hispano-musulmán, se recordara la antigua rivalidad hispano-otomana.
Se reeditaron antiguas obras sobre la batalla de Lepanto y se publicaron nuevas aproxi­
maciones al mismo tema. También se reeditaron numerosos romances que sobre la suer­
te de los cautivos cristianos en tierras de Turquía habían aparecido a lo largo de los si­
glos XVI, XVII Y XVIII, sin que importara excesivamente el hecho de que la esclavitud
hacia un siglo que había sido abolida. Sirvan de ejemplos las continuas reediciones de La
Renegada de Valladolid (que en Turquía «sirvió á Mahoma veinte y seis años cabales»)18
yel
Romance nuevo, en que se declara y da cuenta, como estando cautivo un cristiano, natural de
la ciudad de Valencia, en la ciudad de Constantinopla, en el palacio del gran Turco, se ena­
moró de él la hija de dicho Rey: dase cuenta como con sus persuasiones la redujo á nuestra Fe.
bautizándola; y como después murieron mártires. Con todo lo demas que verá el curioso lec·
tor 19
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Igida en los pasados si­
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10mbre tales como del
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•en la ciudad de Barcelona el
'mana, la lucida comitiva que
Romance, Valencia, Francis­
También debe tenerse en cuenta que durante todo el siglo XIX (e incluso en no po­
cos casos en la actualidad), los turcos continuaron protagonizando el papel de antago­
nistas, de enemigos, en no pocas fiestas tradicionales a lo largo y ancho del territorio es­
pañol: la Patum de Berga, los cavallets de Mallorca, en diversas fiestas de Moros y
Cristianos levantinas, etc.
Paralelamente, el antiguo enemigo otomano, admirado y temido, se fue convirtien­
do paulatinamente en «El Hombre Enfermo» de Europa. La llamada Cuestión de Orien­
te y la Guerra de Crimea pusieron de manifiesto la debilidad del imperio, incapaz de ha­
cer frente con solvencia a la presión territorial y política que sufrió por parte de varios
estados europeos, especialmente Rusia. 20 Un pliego satírico que narra las hazañas de un
,Imp. Hospital, 19. El Aba.
16. Para el Café de Levante del Tío Curro, en Barcelona, P. Mata Fontanet, El poeta y el banquero ... , p.
•ombres Francúquillo el sas-
90.
Drmaba de lo siguiente: «En
e raso muy hermoso, con la
) por prenda el valor de di­
una novela de mediados del
:0. Se trata de la obra de P.
17. La Compañía de Bayles la incluyó en su «bayle heroico pantomimo», La Prisionera Española. o sea
El Sultán Generoso, Diario de Barcelona, 10,28.29.30,31 enero y 2,6.7, 13 febrero de 1805.
18. La Renegada de Valladolid, Palma de Mallorca. Se hallará en venta en casa de M. Borrás, Sindicato,
139, s.f.
19. Barcelona, Imprenta de los Herederos de la Viuda Pla, calle de Cotoners, 1848.
20. P. Martin Asuero, P., «España y la Cuestión ... ». Y, P. Martin Asuero, P. (ed.), Diego de Ca ello Que·
sada ...
2
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en la literatura de Cordel
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Caracol gigantesco aparecido en Aragón, incluye en el relato referencias a la extrema de­
bilidad de Turquía. Después de arrasar tierras aragonesas y catalanas
Declaró a Turquía guerra,
y lo moros con furor
levantan toda la tierra
y sitian al caracol
Vienen con Turquía
la Rusia y la Polonia,
y arman los de Hungría
grande Babilonia.
Balas de cañón
y fusil tiraban,
le dan en la concha
y al cielo llegaban
Cuando se vió de los moros
el caracol ultrajado,
dio un salto y con sus cuerno.r
todos los ha dispersado
Huyen temerosos
para su nación
que dijo un sargento
ese es español
El que el caracol fuera considerado como español por el sargento se debió, casi con
total seguridad, a su victoria frente a los musulmanes y al hecho de que regresara a Es­
paña con un rico botín compuesto, entre otras cosas, por «veinte y cinco mil turbantes y
treinta mil espingardas».21
La imagen del Imperio Otomano resultó especialmente dañada con motivo de las
tensiones ocasionadas por el creciente descontento de las minorías del imperio (griegos,
serbios, rumanos, búlgaros, armenios, árabes, ete.), cada vez menos interesadas en com­
partir un futuro común, que fue paulatinamente acaparando las simpatías de la sociedad
española. Especialmente en lo relativo a los conflictos suscitados por las diferentes igle­
sias cristianas, tal como demuestra la emoción que se suscitó en España al conocerse la
matanza de maronitas y varios religiosos españoles, a manos de los drusos en el Líbano en
1860. 22 Un pliego de cordel (Horroroso asesinato de 12.000 cristianos) es un ejemplo elo­
cuente de la solidaridad para con los cristianos y la hostilidad hacia lo turco y musulmán:
21. Estragos de un Caracol. Verdadera y exacta relación de los estragos que ha causado un enorme Cara­
col en España y Turquía, Barcelona, Imp. Hospital, 19. El Abanico. La negrita es mía.
22. P. Martín Asuero, E.rpaña y el Líbano, ... , pp. 111-114.
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El hombre enfermo de Europa en la literatura de Cordel
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~rencias
a la extrema de­
Ya en Oriente se levanta
el pendón del Cristianismo
para abatir de una vez
al despótico Islamismo
Ya la señal de la Cruz,
que es signo de redención,
abatirá á no dudarlo
la musulmana nación
Menguante la media luna
ha de marchar á su ocaso,
que el cristiano se levanta
con fiero y potente brazo
La Bosnia, la Herzegovina
la Sérvia y el Montenegro
rechazan al enemigo
del monte, el llano y el cerro
.lanas
Ya no hay noble ni plebeyo
ni propietario ni pobre;
todos empuñan las armas
contra el mahometano innoble
Tres ó cuatrocientos años
que el musulmán avasalla
á la raza cristiana
y trata cual vil canalla
Cerca cuatrocientos años
que llevan férrea cadena
sumidos en la miseria
que el vil moro les condena
~ento se debió, casi con
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y cinco mil turbantes y
íada con motivo de las
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impatías de la sociedad
por las diferentes igle­
España al conocerse la
drusos en el Líbano en
nos) es un ejemplo elo­
la lo turco y musulmán:
Instado por los Hulemas
que fanatizan el pueblo
por todas partes que llega
todo lo pasa a degüello
Las tropas del interior
semisalvajes envía
á los campos de batalla
á saciar su saña impía
Y estas sedientas de sangre
y en la matanza gozando
á donde ponen sus pies
todo lo están destrozando
ha causado un enorme Cara­
s mía.
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pa en la literatura de Cordel
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Su barbarie y su rigor
en la Bulgaria se siente
de una manera cruel
de una manera inclemente
Las cárceles están llenas
de infelices desgraciados,
tan solo por el delito
de ser todos cristianos
Ya pasan de doce mil
muertos despiadadamente
en medio de mil horros
de aquella tropa inclemente
Y á los pobres prisioneros
llenos de saña y fiereza
sin distinción de sexo
les cortaron la cabeza
Y en el recinto que forma
á fuera de la ciudad
unas estacas clavaron
y las clavaron allá
(crecientemente cante
perio. El enorme inter
debió más a las creciel
cupación por la suerte
no al colapso total (in ,
pre, Bosnia-Herzegm
debidas a políticos, di]
do con respecto. No d,
territorios del imperio
reciendo, se observe 12
Rivadeneyra, 1871; A.
rales, 1876; S. ]iménez
D. Rada y Delgado, 1
1889; 1. Barrios, 1889
1913; Y A. Zayas (191:
El paulatino desp
daban cuenta del idili<
nalmente, imposible a
protagonistas. Así lo e
El cambio de actitud con respecto a la Cuestión de Oriente, yen especial el paso del
respeto a la integridad territorial del Imperio al de aceptar la necesidad de su desinte­
gración, se manifiesta en claramente en el mismo romance:
Ya las potencias de Europa
al momento intervendrán
á favor de los cristianos
ante el trono del Sultán
Y libres é independientes
gozarán de libertad,
que á su sombra el bien renace
y renacerá la paz23
En definitivas, las simpatías para con el régimen otomano, considerado como tiráni­
co y débil al mismo tiempo, incapaz de atender las reivindicaciones de las minorías na­
cionales en el interior y de hacer frente a la presión de las potencias europeas, se fueron
evaporando aceleradamente en la segunda mitad del siglo XIX. En realidad, una parte
importante de la sociedad española comenzó a desviar sus simpatías desde los otomanos
23. Horroroso asesinato de 12.000 cristianos y 60 poblaciones enteras incendiadas por los turcos, en la gue­
rra de Oriente, Barcelona, Imp. De Narciso Ramírez y c.', Pasaje de Escudillers, núm. 4,1876.
140
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El turco, que no 1
es sincero
En la Despedida
mientas, tal como ine
24. Para estos viajera
rrales, E. «Relaciones ... ».
ros españoles ... ». P. Mar¡
La imagen del Libano ...
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Eloy Martín Corrales
(crecientemente contemplados como turcos) a las distintas minorías existentes en el Im­
perio. El enorme interés que despertó la guerra ruso-turca de 1877-1878 parece que se
debió más a las crecientes simpatías por las nacionalidades balcánicas que no a la preo­
cupación por la suerte de un Imperio Otomano que se consideraba cada vez más cerca­
no al colapso total (independencia de Rumanía, Serbia y Montenegro, pérdida de Chi­
pre, Bosnia-Herzegovina y zonas de Anatolia oriental). Numerosas publicaciones
debidas a políticos, diplomáticos, periodistas y escritores dan cuenta del cambio opera­
do con respecto. No debe extrañar que en el creciente número de libros de viajes por los
territorios del imperio, así como en las monografías de carácter político que fueron apa­
reciendo, se observe la tendencia a hablar de Turquía en lugar del Imperio Otomano (A.
Rívadeneyra, 1871; A. Borrego, 1876; E. Castelar, 1876; M. Troyano, 1876; J. Pilar Mo­
rales, 1876; S. }iménez, 1879; G. Gómez Nieto, 1879; V. Moreno de la Tejera, 1879; J. de
D. Rada y Delgado, 1882; D. de Coello, 1882-1897; M. Navarro, 1883; Martín Arrue,
1889; 1. Barrios, 1889; A. Opios, 1896; V. Blasco Ibáñez, 1907; J. Llave y García, 1909,
1913; y A. Zayas (1912).24
El paulatino desprestigio otomano se demuestra por los ya citados romances que
daban cuenta del idilio de un turco y una catalana. Recordemos que esta relación fue, fi­
nalmente, imposible atendida las enormes diferencias religiosas y culturales entre ambos
protagonistas. Así lo exponía la catalana:
Eres turco y no te creo
aunque dices que me quieres
os casais con cien mujeres
y á ninguna dais amor
{en especial el paso del
~cesidad de su desinte­
nsiderado como tiráni­
nes de las minorías na­
ias europeas, se fueron
En realidad, una parte
[as desde los otomanos
El turco, que no la desmiente, tratará en vano de hacerle comprender que su amor
es sincero
No por eso amada prenda
desprecies la pasión mía,
que también allá en Turquía
hay quien muere de amor
En la Despedida del turco a su querida, ambos protagonistas repiten sus plantea­
mientos, tal como indica el nuevo reproche de la catalana
Cómo puede un turco
amar con pasión
¡úm. 4, 1876.
24. Para estos viajeros, las obras citadas en notas anteriores de P Martin Asuero. También, E. Martín Co­
rrales, E. «Relaciones ... ». Igualmente de utilidad, l·litvak, Viajeros españoles ... F. J. Sanchez Cantan, <<Viaje­
ros españoles ... ». P. Martinez Montavez, «Algunos aspectos .. ». Y, «La visión de un otro ... ». Z. Chaaban,
La imagen del Libano ...
Illes Imperis - 10/1]
la en la literatura de Cordel
Illes Imperis - 10/11
Eloy Martín Corrales
¡das por los turcos, en la gue­
141
repartiendo á muchas
la misma canción?
El galán, jurando «por el zancarrón» y por «el Alcorán», le prometía que sus, no des­
mentidas, mujeres de Turquía, sus «esclavas serán» y que no serían obstáculos para su
amor
y aunque, mahometano
juro por mi/é
que mientras yo respire
siempre te amaré
Sin embargo, la catalana, inflexible, zanja la disputa amorosa:
Una es tu porfía,
no te puedo amar,
vuélvete á Turquía
o déjame estar,
porque sólo cabe
en mi corazón
un dios, un amante
y una Religión 25
Parte de esta pieza se hizo muy popular. En concreto «Eres turco no te creo» pasó a
formar parte del lenguaje popular para expresar la poca confianza que se tenía en la fi­
delidad de determinada persona. Una revista satírica recogía una viñeta en la que la 1 Re­
pública, representada por una mujer adornaba con gorro frigio, tenía a sus pies arrodi­
llado a J osep Feliu i Codina, afiliado al partido liberal dinástico y de dudosa fidelidad
republicana, vestido a la turca. Feliu declaraba: «Juro no serte infiel». La República res­
pondía: «Eres Turco no te creo».26
El clima hasta aquí descrito facilitó que se renovara la creencia de que los países is­
lámicos, en virtud de la equivocada religión que profesaban sus moradores, eran objeto
de continuos castigos divinos. Entre ellos pavorosos incendios que eran achacados, por
encima del hecho de que buena parte de las construcciones urbanas fuesen de madera,
a la considerada errónea religión. Un pliego de cordel recoge uno de los incendios que
asoló Estambul de la siguiente manera
25. Canción del Turco y su querida aumentada con el despido de sus amores, s.l., Imp. Hospital, 19. El Aba­
nico.
26. La Campana de Gracia, any 3, batllada 96,18-2-1872.
142
Illes Imper!s - 10111
El hombre enfermo de Europa en la literatura de Cordel
Mayor difusión tm
sionan la «Fiera malvac
vino a los musulmanes
cos animales. Usualmel
no deja de ser paradóji
rra Santa. Durante un
decenas de ocasiones
Manresa, etc.).28
En 1876, el nuevo
aprobada y, aunque ne
chos de los que habían
criticar el régimen OtOI
el Sultán Rojo, por lo (.
na y por el brutal com
popular, que tenía con:
carácter despótico del
I
27. Relación interesan
la ciudad de Constantinopla
na,Imprenta de Ignacio Est
28. ]. Caro Bajara, En
ediciones distintas, la mayo
Illes Imperis - 10111
Eloy Martín Corrales
No hace mucho aconteció
uno de aquellos sucesos
con que Dios de cuando en cuando
castiga a aquellos perversos
Pues desde que el Cristianismo
abandonó aquel terreno
siempre pestes y desgracia
les causa irritado el cielo
rometía que sus, no des­
:rían obstáculos para su
Así les envió Dios
el castigo que refiero,
porque son mucho las culpas
de aquellos hombres soberbios27
a:
Jrco no te creo» pasó a
que se tenía en la fi­
viñeta en la que la 1 Re­
tenía a sus pies arrodi­
y de dudosa fidelidad
iel». La República res­
la
Mayor difusión tuvieron los romances que narraban las pérdidas de vida que oca­
sionan la «Fiera malvada» y el «Animal silvestre», también presentados como castigo di­
vino a los musulmanes de los dominios otomanos, que eran devorados por tan fantásti­
cos animales. Usualmente, era un cristiano quien conseguía acabar con la fiera, aunque
no deja de ser paradójico que sus hazañas tuvieran lugar en «el país de Jerusalén», Tie­
rra Santa. Durante un siglo, entre 1788 y 1876, se reeditaron en castellano y catalán en
decenas de ocasiones y en numerosas ciudades (Barcelona, Madrid, Córdoba, Reus,
Manresa, etc.).28
En 1876, el nuevo califa otomano, Abdulhamid II, suspendió la Constitución recién
aprobada y, aunque no supuso el final de los proyectos reformistas, favoreció que mu­
chos de los que habían mostrado sus simpatías para con el período Tanzimat, pasaran a
criticar el régimen otomano por despótico y policiaco. Abdulhamid, fue conocido como
el Sultán Rojo, por lo «sanguinario» de su política represión para con la oposición inter­
na y por el brutal comportamiento de las tropas (<<las atrocidades turcas»). Un poema
popular, que tenía como objetivo criticar al general carlista Cabrera, hacía hincapié en el
carácter despótico del Sultán:
Gozoso andada Cabrera
por Valencia y Aragon,
a Espartero desafiando
como loco fanfarrón
ia de que los países is­
10radores, eran objeto
le eran achacados, por
nas fuesen de madera,
) de los incendios que
,Imp. Hospital, 19. El Aba-
Illes Imperis - 10111
a en la literatura de Cordel
27. Relación interesante y verdadera del horroroso incendio, acontecido el19 de julio del presente año, en
la ciudad de Constantinopla. Grandes desgracias, muertes, pérdidas y estragos que causó y otros sucesos.Barcelo­
na,Imprenta de Ignacio Estivill,1851.
28. J. Caro Bajora, Ensayo sobre ... , pp. 144, 146, 158. Por mi parte, tengo en mi archivo una decena de
ediciones distintas. la mayoría sin fecha, ni lugar de edición.
Il!es Imperis - 10111
Eloy Martín Corrales
143
batar Creta a los turco~
de cruzada, al monarca
la isla, apoyando a los
Ya se veía en la Corte
mas rey que su soberano,
mandando como el gran turco
en el imperio otomano29
cristians,
Con motivo de la guerra ruso-otomana de 1877-1878, la prensa periódica española
se fue haciendo eco de las llamadas «atrocidades turcas». La Ilustración Española y Ame­ Los citados mensaj
ricana y otras publicaciones similares incluyeron en sus páginas numerosos dibujos al
lanistas, además de nu
respecto. José Luis Pellicer, corresponsal de la Ilustración envió numerosas escenas del
En lo que se refiere al
conflicto, entre las que destacaron las que mostraban la crueldad de los otomanos. lO Fue­
Almogávares que habÍl
ron reeditados en Madrid en fecha tan tardía como 1909, integrados en una colección de
taba convenientemente
fascículos bajo el título genérico de «Regicidios y crímenes políticos». Varios números
turcos) .34
estaban consagrados a los acontecimientos de la época de Abdulhamid II y presentaban
En línea similar ha:
de forma harto elocuente el comportamiento de las tropas otomanas en la citada guerra.
bino Arana, quien con:
La portada del número 32, mostraba una población serbia destruida con un elocuente
en lo económico a la
pié de página: «Ferocidades turcas. Población servia destruida por las tropas». La por­
quía. J5
tada del número 33, contenía un dibujo que ilustraba perfectamente el título: «Atroci­
dades turcas. Cabezas de soldados rusos halladas en un reducto». No menos elocuente
era el texto que acompañaba a la ilustración de la primera página del fascículo número
35: «Atrocidades turcas. Cabezas mutiladas de prisioneros, expuestas al público».ll
En esta tesitura los emergentes nacionalismos catalán y vasco se convirtieron en
abiertos detractores del Imperio Otomano y mostraron sus simpatías para con las mino­
rias cristianas, especialmente con los griegos. En concreto, el movimiento ideológico
que, en la segunda mitad del siglo XIX, desembocó en el nacionalismo catalán no tardó
en comparar al estado español con el Imperio otomano, considerando a ambos como
cárceles de pueblos. En la primera Asamblea Catalanista, celebrada en Manresa en 1893,
Angel Guimerá, delegado de Barcelona, se explayó sobre la decadencia de España.
Colocada á un extrém de Europa com esta colocada á I'altre extrém Turquia, se semblan molt
al present la patria de la Porta Sublim ab la patria de la Porta del Sol. Portas duas que s'obran
cap á l'Africa».
Más adelante se refirió a «las rassas engrillonadas per la Turquia».12 De ahí que la co­
rriente nacionalista se alineara inmediatamente con los griegos en sus intentos de arre­
En paralelo a lo ar
en su vertiente mas ca
tra los turcos, especial
lativamente frecuente
tas» de Lepanto ya la
El Imperio Otom
españoles, absolutista
dos a Rusia, el mayor
batieron, con las arm:
plo puede ser ilustn
Gálvez, que llegó a gl
como voluntario el
Pachá, para quien (
na al monarca alen
la amenaza del tUfI
como simple solda
29. M. Barrios, Rimas de la Oposición "', p. 92. Para las críticas de los sectores liberales al gobierno oto­
mano, M. A. Bunes Ibarra, El imperio otomano .. _
30. Pellicer, uno de los introductores de la Primera Internacional de España, estuvo vinculado al anar­
quismo y al republicanismo federal, «El ojo de la Guerra. La Guerra de Oriente», La Aventura de la Historia,
18 (2000), pp. 115-117.
31. Colección de fascículos editados en 1909 en Madrid por la imprenta de Domingo Blanco.
32. «Colocada en un extremo de Europa como está colocada en el otro extremo Turquía, se parecen mu­
cho en el presente la patria de la Sublime Puerta yla patria de la Puerta del Sol. Dos Puertas que se abren ha­
cia Africa», <das razas encadenadas por la Turquía», Unió Catalanista. Asambleas Catalanistas (Primera) Man­
resa. Dellberacions y acorts, Barcelona, Imprempta la Renaixensa, 1893, pp. 67,69.
33. El mensaje apar
34. E. Martin Corra
35. «Hipocresía y e
Sendoa, 1980, I, p. 208.
36. Numerosas refe
37. P. Gálvez, Desa
144
Il!es Imperis - 10/11
Illes Imperis - 10/11
El hombre enfermo de Europa en la literatura de Cordel
Eloy Martín Corrales
batar Creta a los turcos. En 1897, la Unió Catalanista dirigió sendos mensajes, en tono
de cruzada, al monarca griego y al jefe del ejército expedicionario griego que se dirigía a
la isla, apoyando a los
cristians de Creta, atropellats per lo lanatisme deIs sectaris de Mahoma
nsa periódica española
ración Española y Ame­
; numerosos dibujos al
numerosas escenas del
:le los otomanos. lO Fue­
los en una colección de
:icos». Varios números
lamid II y presentaban
nas en la citada guerra.
uida con un elocuente
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ente el título: «Atroci­
>. No menos elocuente
a del fascículo número
estas al público». J1
'ca se convirtieron en
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Ilovimiento ideológico
lismo catalán no tardó
erando a ambos como
la en Manresa en 1893 ,
dencia de España.
Turquia, se semblan molt
,Portas duas que s'obran
ia».J2 De ahí que la co­
Il sus intentos de arre­
Los citados mensajes consiguieron la adhesión de 18 periódicos y 28 entidades cata­
lanistas, además de numerosos particulares, que condenaron <d'opresió dels turchs».Jl
En lo que se refiere al ideario nacionalista uno de los mitos sustentadores fue el de los
Almogávares que habían luchado contra los turcos en Asia Menor (para lo que se ocul­
taba convenientemente que los citados almogavars también actuaron como aliados de los
turcos).J4
En línea similar hay que situar al mas tardío nacionalismo vasco, encabezado por Sa­
bino Arana, quien consideraba que España estaba
en lo económico a la altura de Grecia e Italia, yen civilización a la bajura de Marruecos y Tur­
quía. J5
En paralelo a lo anterior, el reforzamiento del nacionalismo español, especialmente
en su vertiente mas conservadora, favoreció la recuperación de las antiguas luchas con­
tra los turcos, especialmente la batalla naval de Lepanto. 36 También es cierto que fue re­
lativamente frecuente que españoles y/o catalanes aludieran conjuntamente a las «ges­
tas» de Lepanto y a la de los almogavars.
El Imperio Otomano también tuvo mala prensa entre los enemigos de los liberales
españoles, absolutistas y carlistas, quienes en el plano internacional tuvieron como alia­
dos a Rusia, el mayor enemigo del Imperio Otomano. No faltaron los carlistas que com­
batieron, con las armas en la mano, el dominio turco en los Balcanes. El siguiente ejem­
plo puede ser ilustrativo al respecto. El padre del poeta malagueño Pedro Luis de
Gálvez, que llegó a general en las filas carlistas, combatió
como voluntario en Albania contra los turcos, cuando el prestigioso patriota albanés Essad
Pachá, para quien el oro llegó a pesar mas que la patria, se alió con los otomanos e hizo la gue­
rra al monarca alemán que habían instaurado la grandes potencias cristianas de la época. Ante
la amenaza del turco invasor, mi abuelo rompió una lanza por el príncipe Guillermo de Wied
como simple soldado. Por méritos de guerra es ascendido a capitán. l7
es liberales al gobierno oto­
estuvo vinculado al anar­
La Aventura de la Hútoria,
1,
omingo Blanco.
10 Turquía, se parecen mu­ )s Puertas que se abren ha­
:atalanistas (Primera) Man-
I
Illes lmperls - 10/11
en la literatura de Cordel
33.
34.
35.
Sendoa,
36.
37.
El mensaje aparece en]. Llorens i Vila, Catalanisme i moviments ... , pp. 56-57. La cursiva es mía.
E. Martin Corrales, «Relaciones ... ».]' M. Bernal, «Els catalans a Orient ... ».
«Hipocresía y egoismo», en Bizkaitarra. 29-1-1894. En S. Arana Goiri, Obras completas, Zarautz,
1980,1, p. 208.
Numerosas referencias en]. Alvarez Junco, Mater Dolorosa ...
P. Gálvez, Desarraigo. Memorias ... , pp. 26-27.
Illes lmperis - 10/11
Eloy Martín Corrales
145
Lo anteriormente expuesto no invalida el hecho de que, a pesar de todo, los turcos
continuaron gozando de las simpatías de algunos sectores de la sociedad española, aun­
que ya no precisamente los mas progresistas. Sirva de ejemplo el hecho de que la mo­
narquía salida de la Restauración (y los sectores sociales que la apoyaban) se decantó por
el sultán Abdulhamid n, a quién hizo entrega, en 1880, de una de las mas importantes
condecoraciones hispanas: el Toisón de Oro. 38 Sin embargo, incluso entre los pocos par­
tidarios que le quedaban en España al Imperio Otomano, ya no se percibe aquella ad­
miración que había provocado durante siglos la fortaleza y fastuosidad del Imperio.
Percibido con mucha o escasa simpatía, existía cierta unanimidad en considerar casi
acabado al Imperio Otomano. Su participación en las exposiciones internacionales que
se celebraron en España, y en concreto en la Exposición Internacional de Barcelona de
1888, consolidó su imagen exótica, y por lo tanto no moderna. Así parece corroborarlo
la prensa local al dar cuenta de una presencia modesta de Turquía. En un suelto (<<Notas
cómicas. En la sección turca») inserta el siguiente diálogo:
-Oye ]uanito, pregúntale donde podría comprar un aderezo igual al que está debajo del
abanico de plumas.
-¿Para qué? No entiende el castellano
-Puede usté hablarme en castellano, catalán, italiano, árabe, francés ...
-Que puedo ¿eh? Eso quisiera yo.
-Los deseos de la señora son fáciles de realizar; la recomendaremos á casas de nuestra
confianza y créalo usté, saldrá la señora complacida.
-Anda]uanito, apunta las señas.
-De las instalaciones con aderezos para no pasar ante ninguna; estas serán las que yo
apunte.
-Créame usté, caballero ¡créame! Estos aderezos son buenos, bonitos y baratos.
-Vámonos]osefina: á un turco, ya sabes, no se le puede creer.
-¡Eso es, si; porque ofrece lo que no me quieres comprar!39
Parece evidente que, independientemente de otras lecturas que se puedan hacer,
Turquía aparece en la Exposición Universal de Barcelona como abastecedora de pro­
ductos, en esta caso textiles y similares, de escasa importancia y de reducido precio (bue­
no, bonito y barato). En definitiva, una participación que cabría encuadrar en el grupo
de los países exóticos. También parece consolidarse la idea de que los turcos no tenían
ninguna credibilidad. Una publicación periódica madrileña comentará los siguiente
acerca del Jefe de Gobierno en 1910:
En breve visitará nuestro país una escuadra turca. El Sr. Moret ha dado la noticia con regoci­
jo. ¡Como que él es, en ocasiones, un turco!. Y por eso nadie le cree. 40
38. V. Moralez Lezcano, «Fuentes documentales ... ».
39. La Vanguardia Española, 5-6-1888. Edición de tarde.
40. Gedeón, 739. 23-1-1910.
146
Illes Imperis - 10/11
El hombre enfermo de Europa en la literatura de Cordel
Pero, seguramente, lo
señalados en páginas ante
gran desconocimiento del
que viajaron por la zona,
ron a Tierra Santa. Natur
ron constancia escrita de •
ron largos períodos en ]
establecimiento y amplia
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profesionales españoles. 4J
les individuos, repercutif
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formes, artículos periodü
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cimiento de la realidad e
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cardaran, o renovaran, ]
nático, cruel, vengativo
1914, los otomanos, rel
fundamentalmente con
caso, la derrota otomar
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turcos.
E! desconocimiento
mente en la percepción
vez abolido el sultanato
tulada «La Joven Turqu
l
41. E. Manzano Morenc
va Lewita, Diario de Jerusalén
42. A. Arce, Expedicion,
sulado ...
43. E. Garcia Gascon, (.
presencia de ciudadanas es
Paulina ...
44. V. Morales Lezcano
Illes Imperis - 10/11
Eloy Martín Corrales
pesar de todo, los turcos
sociedad española, aun­
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a de las mas importantes
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Así parece corroborarlo
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igual al que está debajo del
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dado la noticia con regoci­
~e.40
Illes Imperis - 10/11
opa en la literatura de Cordel
Pero, seguramente, lo más destacable, por encima de la vigencia de los estereotipos
señalados en páginas anteriores, es que, en vísperas de la 1 Guerra Mundial, se tenía un
gran desconocimiento del Imperio Otomano. A pesar del elevado número de españoles
que viajaron por la zona, siendo especialmente nutrida la nómina de los que peregrina­
ron a Tierra Santa. Naturalmente, su número fue muy superior al de aquellos que deja­
ron constancia escrita de sus viajes. También fueron numerosos los españoles que vivie­
ron largos períodos en los dominios del Imperio, ya fuese como consecuencia del
establecimiento y ampliación de la red diplomática española,41 de la presencia de reli­
giosos españoles, especialmente en Tierra Santa,42 y de la estancia en el país de algunos
profesionales españoles. 4> La experiencia vital, y los conocimientos, acumulados por ta­
les individuos, repercutieron en el conjunto de la sociedad española gracias a la nume­
rosa relación de libros de viaje editados, a la publicación de una importante cantidad de
monografías de carácter histórico, político, divulgativo, al número no desdeñable de in­
formes, artículos periodísticos, conferencias, etc. Sin embargo, como se ha señalado, no
fue suficiente para impedir que, en vísperas de la 1 Guerra Mundial, existiera en España
un elevado grado de desconocimiento sobre el Imperio Otomano.
Ciertamente, la contienda bélica favoreció que se reavivase coyunturalmente el in­
terés por el Imperio Otomano, en un primer momento, y por la naciente Turquía, pos­
teriormente. 44 Sin embargo, todo parece indicar que, cuando se produjo el estallido de
la guerra, los turcos sólo contaban con las simpatías de los germanófilos. El descono­
cimiento de la realidad otomana, la vigencia de los estereotipos denigratorios y la per­
tenencia a un bando que sólo suscitó simpatías en sectores minoritarios de la sociedad
española, por influyentes que fueran en determinados ámbitos, favorecieron que la
imagen que los medios de comunicación difundían en esos momentos de los turcos re­
cordaran, o renovaran, la construida a lo largo de los siglos XVI, XVII Y XVIII: turco fa­
nático, cruel, vengativo y lascivo. No debe sorprender por tanto que, a la altura de
1914, los otomanos, reducidos ya al sólo elemento turco, continuaban siendo vistos
fundamentalmente con tintes negativos o contemplados de forma burlona. En todo
caso, la derrota otomana se llevó consigo casi todos los aspectos positivos que, para
distintos sectores de la sociedad española del XIX, también habían caracterizado a los
turcos.
El desconocimiento de lo que sucedía al otro lado del Mediterráneo pesó excesiva­
mente en la percepción que se tenía acerca de la evolución política turca. En 1924, una
vez abolido el sultanato y el califato, y proclamada la República apareció una zarzuela ti­
tulada «La Joven Turquía», con argumento original de Emilio G. Del Castillo y música
41. E, Manzano Moreno, <<.Jerusalen durante ... ».J. R. Orive Hernandez, El Consulado . . A. de la Cier­
va Lewita, Diario de Jerusalén ...
42. A. Arce, Expediciones de España ... J. R. Orive Hernandez, «Actividades de la Orden ... ». Y. El Con­
sulado ...
43. E. Garcia Gascon, «La estación del Hiyaz ... ». Y, «El arquitecto español ... ». También se detecta la
presencia de ciudadanas españolas, casadas con comerciantes extranjeros, J. Joly Fontanals, George y
Paulina ...
44. V. Morales Lezcano, «The Relationship between ... ». C. Uriarte, Las relaciones hispano-turcas,
Illes Imperis - 10/11
Eloy Martín Corrales
147
de Pablo Luna, que sitúan la acción «en Constantinopla, en la post-guerra».45 Se trata de
una trama amorosa que transcurre en el ambiente de los mercados de ventas de esclavas
y del harem. En realidad, una copia o remedo, sin excesiva gracia, de las operetas y pie­
zas de teatro de temática turca, con esclavas, Serrallo y harem, que tan del gusto europeo
fueron a lo largo del siglo XIX. Atendiendo a lo expuesto con anterioridad, no debe ex­
trañar que sean escasas las referencias a los espectaculares cambios operados en los ám­
bitos político, legislativo y sociológico, así como a la transformación del Imperio Oto­
mano en una nación turca, la J oven Turquía. Los protagonistas fundamentales de esos
cambios, los Jóvenes Turcos, aparecen al inicio de la obra a la defensiva, muy al contra­
rio de lo que sucedía en aquellos momentos en los que detentaban el control del nuevo
país:
Allí permanezco hasta
taba transmitiendo in~
Para concluir, y sin c
los otomanos y/o turcos
mer tercio del xx. No Sf
contramos entre los sigll
mentas. Al otomano, fu(
de ser un secular enemi!
Bibliografía
En el café turco hay dos grupos uno de jóvenes y otro de viejos turcos. A los primeros les in­
digna la bárbara costumbre de vender mujeres. A los viejos, más apegados a las viejas cos­
tumbres, miran a las esclavas con ojos de comprador experto 46
ALVAREZJUNCO,]., Mater]
ARANA GOIRI, S., Obras ca
ARCE, A., Expediciones de
cional de Tierra Santa,
Más tarde, sus voces se alzan en forma de coro, para intervenir críticamente en una
BARRIOS, M., Rimas de la (
subasta de esclavas:
BERNAL,]. M., «Els catalal
pp. 6-11.
Infeliz Turquía. llora sin cesar,
BUNES IBARRA, M. A., La i;
Cuando vendrá ese día que te podamos salvar.
XVI Y XVII. Los carácte;
Oh, Turquía, sacude la tiranía del opresor 47
«El imperio Otomanc
P., Pino, F. del (ecls.),.
No carece de interés el hecho de que la obra concluya sin que se advierta que los
Iberoamericana-Fran
autores estaban al corriente de lo que ocurría en Turquía. Otro buen ejemplo, aunque
Canción del Turco y su qUl
muy posterior, de la degradación de la imagen turca nos lo proporciona una anécdo­
Abanico.
ta ocurrida en plena Guerra Civil española, conflicto en el que la diplomacia turca fue
CARO BAJaRA, J., Ensayo J
CHAABAN, Z., La imagen a
totalmente favorable a los franquistas. En su sede de Madrid encontraron refugio
XIX, Madrid, Univers
centenares de partidarios del bando franquista. La legación turca consiguió sacar de
CIERVA
LEWITA, A. de la
Madrid, conducir a Valencia y embarcar, sanos y salvos, a unos setecientos partidarios
1996,
edición prepar;
del bando franquista que llegaron tranquilamente a un puerto italiano. Según testi­
DEL CASTILLO, E., Luna,
monio anónimo de un teniente «sobreviviente de la cárcel de San Antón» y familiar
DIZY CASO, E., Los orienl
de un ex ministro de la Guerra de la República, anduvo escondido en varios lugares
«El ojo de la guerra. La g
en Madrid y
ESPADAS BURGOS, M., In
Oriente, presentada a
Posteriormente me refugio en casa de un amigo turco -Stephan Stephanian Crikan- que te­
Estragos de un Caracol. ~
nía buenas relaciones en la Embajada de su país. El piso de Stephan estaba, nada menos, en­
col en España y Turq,
cima de la oficina de la Brigada de «El Campesino». Tras disfrazarme de turco, a base de Bron­
FERNÁNDEZ, e, ParacueL
zill (una pomada que olía que apestaba) y un turbante, me traslado a la Embajada de Turquía.
GÁLVEZ, P., Desarraigo. }.
26-27.
Argumentos y cantables de La Joven Turquía, Barcelona, Imprenta Inglesa, 1924.
46. ArgumentoL .. , p. 2.
47. ArgumentoL .. , pp. 9-10.
45.
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El hombre enfermo de Europa en la literatura de Cordel
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Jarama "', p. 219.
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Eloy Martín Corrales
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el control del nuevo
Allí permanezco hasta que es asaltada dicha legación, pués se sospechaba que desde ella se es­
taba transmitiendo información a la zona nacional. 48
Para concluir, y sin caer en exageraciones, hay que convenir en la negativa imagen de
los otomanos y/o turcos imperante en la sociedad española a lo largo del siglo xx y pri­
mer tercio del xx. No se trataba de una imagen tan perversa y temible como la que en­
contramos entre los siglos XVI Y XVJTT; tampoco era tan respetada como en aquellos mo­
mentos. Al otomano, fuerte, fastuoso y temido, se contrapuso el turco, que había dejado
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Relación interesante y verdadera del horroroso incendio, acontecido el19 de julio del presente año,
en la ciudad de Constantinopla. Grandes desgracias, muertes, pérdidas y estragos que causó y
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Romance nuevo, en que se declara y da cuenta, como estando cautivo un cristiano, natural de la ciu­
dad de Valencia, en la ciudad de Constantinopla, en el palacio del gran Turco, se enamoró de él
la hija de dicho Rey: dase cuenta como con sus persuasiones la redujo á nuestra Fe, bautizándo­
la; y como después murieron mártires. Con todo lo demas que verá el curioso lector, Barcelona,
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Emigrar a América para e
En mayo de 1877 una re\
emigrar a las Antillas de 1<
afirmaba que «al alcanzar
abuelos, bajo cuya férula i
profesión seguros, dedicaJ
queza en las Antillas, en A
la imaginación les pinta u
compañeros que, al poco (
y magníficos relojes, ... al
Unos meses después, en 1
ra afirmaba, por su parte,
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Antillas españolas (en par
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quienes así lo hacían con
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era el regreso. Ese era el
1. Ona primera versión se
brado en Montevideo del 5 al 7
tina. Estudios de caso y confron
2. Publicado en la Revista
Les índies, horitzó nou. Sitges i I
3. Recogido por David Jo
rents a Sitges i utilitzats en la rt
del JI Forum de MunicljJis India
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Martín Rod rigo y Albarilla
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