UN RESUMEN SOBRE EL JESÚS HISTÓRICO Planteamiento, métodos y alcances posibles Es frecuente que las discusiones sobre Jesús de Nazaret se centren en el llamado Jesús histórico: en la cuestión de los hechos reales que dieron origen al cristianismo. Como hoy es una cuestión compleja, cuando surge un conflicto difícilmente se puede resolver sin salirse del punto discutido: se hace necesario acudir a dicersas caras del asunto y, como no siempre puede hacerse, todo resulta incompleto o reiterativo. Por esto voy a intentar un resumen de cómo se contempla hoy, a través de métodos actuales, esta cuestión. No soy un especialista –o un “investigador”-, pero durante años he intentado ir conociendo el desarrollo de la cuestión y sus nuevas perspectivas. Notaré que en este campo hoy trabajan conjuntamente católicos y protestantes (me refiero, particularmente, a los protestantes "clásicos"), y lo hacen sirviéndose de métodos comunes presuntamente válidos para todo el mundo. El resumen constará de tres partes, que son: 1) El lugar de Jesús en la fe en Dios. 2) La cuestión del Jesús histórico: el paso de la visión clásica a la visión crítica. 3) La figura histórica de Jesús. Unas líneas maestras. 1ª Parte.- EL LUGAR DE JESÚS EN LA FE EN DIOS. La figura de Jesús de Nazaret es un hecho históricamente contingente, pues ni ha existido siempre ni ha existido para todos los hombres. Creo que esto invita a una perspectiva más amplia, que incluya la fe en Dios y el lugar histórico que ocupa en ella una figura como Jesús de Nazaret. a) Dios y las mediaciones.- Aparece claro, al menos para creyente actual, que el término o la realidad central de la fe del hombre sólo puede ser Dios mismo. El resto de realidades, y justamente las que nosotros tenemos a mano, a nuestros ojos no pueden ser otra cosa que caminos que orienten hacia Dios, signos suyos o vestigios de su acción; mas no pueden ponerse en su lugar y suplirlo. Nos referimos al cosmos entero y a cualquiera de sus elementos, a los seres humanos o a alguien en particular, y en definitiva a toda la variedad de elementos, objetivos o simplemente ideales, que pueblan nuestra vida. Pues bien, al conjunto de elementos mundanos que, para unos u otros hombres, han llegado a ser signos de Dios, se les suele llamar "mediaciones". Estas mediaciones tienen un gran componente cultural y, por tanto, transitorio; circunstancia de la que depende, en buena parte, la concepción de Dios y del mundo a que da lugar cada una de ellas. Se entiende -- si nos situamos en el ángulo del pensamiento actual -que confundir las mediaciones con Dios es como crear un ídolo, un dios falso. Por lo demás está claro que, cuando el hombre excluye expresamente la existencia de Dios, también excluye, por esto mismo, la existencia de toda mediación y la posibilidad de reconocer como tal a realidad alguna. b) Jesús de Nazaret como mediación.- El Jesús presuntamente constatable en la historia de los hombres -- el único que aquí nos interesa directamente -- fue y es una mediación concreta entre las otras, justo porque presuntamente fue y es, a los ojos de sus seguidores, un signo de Dios. Y lo que los hombres pudieron contemplar en él y aún hoy pueden tener presente fue un conjunto de realidades del todo "mundanas", absolutamente inconfundibles con la divinidad. Como una mediación más, pues, y a través de unos hombres determinados, es como Jesús de Nazaret dio lugar al inicio histórico del cristianismo. Como ya se ha dicho, tal significación mediadora sólo pudo y puede tener lugar, como ocurre con todas las mediaciones posibles, en el marco de la fe en Dios: hay que creer en Dios, para entender que Jesús es signo de Dios. Fuera de esta fe, Jesús es únicamente un ser humano más o menos interesante. El aspecto mundano y constatable de Jesús es, de todos modos, el único que puede estudiar la crítica histórica. Y es el único que plantea este resumen. 2ª Parte.- LA CUESTIÓN DEL JESÚS HISTÓRICO: EL PASO DE LA VISIÓN CLÁSICA A LA VISIÓN CRÍTICA. Primero iremos a las circunstancias de este paso, luego a la naturaleza de los Evangelios como documentos de la historia y, finalmente, a los métodos vigentes para una aproximación histórica a Jesús. a) Las circunstancias del tránsito en el ámbito protestante y en el católico. En el s. XVIII y en plena Ilustración, entre los protestantes se inició la aplicación de métodos simplemente históricos a la Biblia, abandonando la valoración literal. Empezó de modo muy iconoclasta. A. Reimarus, por ejemplo (1694-1768), entendió que Jesús había pretendido un mesianismo político que fracasó, y que sus seguidores, después de robar el cadáver, pasaron a un mesianismo espiritual diciendo que Jesús había resucitado ("teoría del fraude"). La idea tuvo poco éxito, pero el procedimiento "crítico" produjo en el s. XIX un montón de "vidas" de Jesús, generalmente insatisfactorias por lo dispares, que tenían en común la separación entre "el Jesús de la historia" y "el Cristo de la fe" presentado por los discípulos (o "el Jesús predicador" y el Jesús predicado", lo "prepascual" y lo "postpascual", etc., términos éstos que se siguen usando). Aquí es interesante D. Strauss (1808-1874), que hace esta separación pero prefiere, como otros, quedarse con lo mítico, para él el terreno propio de la religión. Al final de esta época aparece el conocido R. Bultmann (1884-1976), que ante tanto fracaso ya no cree posible llegar adecuadamente al Jesús histórico; pero piensa que tampoco tendría interés poder hacerlo, y plantea la "desmitificación" radical del NT, que a su manera lleva a cabo. Importa destacar que los discípulos de Bultmann (p. ej., E. Käsemann) descubren nuevos métodos críticos para llegar al Jesús histórico y, contra aquella ruptura total entre el antes y el después de Paascua, entienden que hay visibles líneas de continuidad entre el Jesús histórico y sus seguidores. Entre los católicos, el movimiento histórico-crítico no empezó -seguramente porque había menos libertad a este respecto -- hasta mediado el s. XX, cuando un documento del Vaticano admitió que los 11 primeros capítulos del Génesis no eran lo que entendemos por una crónica de los hechos. La nueva consideración de las cosas se extendió rápidamente al texto bíblico en general, y se consolidó con el Conc. Vaticano II, de los años 60. Por este tiempo apareció, con los nuevos métodos, la obra del francés X. Léon-Dufour "Los Evangelios y la Historia de Jesús", que se extendió rápidamente. Siguieron y siguen muchísimas más, y protestantes y católicos trabajan hoy con metodología idéntica (Uno de los criterios de historicidad más importantes procede del protestante Käsemann.). b) Visión actual de los Evangelios como documentos sobre el Jesús histórico. La naturaleza de los Evangelios puede hacerse patente subrayando cuatro fases en las que estos documentos se han formado. Son las siguientes: 1.- El hecho mismo Jesús de Nazaret, tal como se dio hasta su muerte en las circunstancias que lo rodearon. Es lo que ocurrió "de verdad" e independientemente de cómo luego sería contado. 2.- Predicación de los "Apóstoles", iluminados por la que llamarían "resurrección" de Jesús. Esto ya tiene lugar en una situación de "fe", como ponen de manifiesto las primeras palabras de Marcos, el evangelio más antiguo: "Éste es el evangelio de Jesucristo, hijo de Dios" (Mc 1,1). Tal situación significa que los hechos de Jesús ahora tienen un nuevo y más profundo sentido del que tenían antes, un sentido que, si por un lado está ligado a la historia y no puede prescindir de ella, por otro se convierte en la cuestión central. Esto lleva a una relectura de las cosas y a un montaje, más que histórico, "teológico" (relacionado con Dios); lleva a cualificar a Jesús con los atributos que podía otorgarle la rica tradición judía, a presentarlo con la libertad de recursos, en fin, que eran de uso habitual en el hombre oriental y precientífico, judío o no judío. Algún autor dice que lo que entonces se pretendía, al describir un personaje, era añadir a su imagen las cualidades que el retratista, desde su visión personal, descubría en élra. A veces se compara este procedimiento con el artista que, más que pretender conseguir la "fotografía" exacta de un rostro humano, quiere plasmar su "alma", su persona (se puede pensar en los autoretratos de Van Gogh, p, ej.). 3.- Transmisión, oral o escrita, de las tradiciones apostólicas. Esto tiene lugar en distintas comunidades y medios, y el formato inicial de dicha transmisión, que empezaría siendo oral, son las más pequeñas unidades literarias, o "perícopas", sueltas. Estos elementos en cada caso irían uniéndose, sobre todo por escrito, en un orden determinado y formando documentos parciales. Algo a tener en cuenta de esta fase es la capacidad de aquellas gentes para transmitir oralmente una tradición de este tipo, así como la motivación para hacerlo responsablemente. Esto último cabe suponerlo de la naturaleza de lo que transmitían, para ellos algo "sagrado". En cuanto a la capacidad, la fiel transmisión oral de las tradiciones era medio habitual y conocido desde siempre, como ocurría en los otros pueblos de la época, hasta el punto de que esta función memorística se veía como algo decisivo en las escuelas rabínicas y hasta era ayudada con técnicas mnemotécnicas. Sí se puede suponer que, de forma voluntaria y según pareciera, el material manejado por cada comunidad se iba acomodando más o menos a las características de la misma y a sus circunstancias. No faltan referencias, por lo demás, a una especie de cuerpo de tradición común. 4.- La última fase consistía en poner enteramente por escrito cada una de las tradiciones, dando lugar así a los cuatro evangelios que conocemos (por lo que se piensa, en Mc esto ocurrió hacia el año 70, en Mt y Lc hacia los 80, y en Jn hacia el 100). Tendría lugar, entonces, alguna acomodación definitiva a las respectivas comunidades. Como los tres primeros, llamados "sinópticos", tienen textos muy parecidos, añadiremos -- siguiendo el pensamiento más generalizado -- que Mt y Lc parece que tomaron material de Mc, cada uno modificándolo algo y a su manera; que también tomaron de otra fuente común ("Q"), desconocida de Mc; y que además presentan material propio y no compartido. Jn, más tardío, tiene otra situación y otro aire. c) Los métodos de aproximación al Jesús histórico. Tengamos en cuenta que no hay testimonios extrabíblicos estimables sobre Jesús: Josefo tiene algún texto discutido que no aportaría, de todos modos, novedad alguna, y tampoco se valora mucho más una cita del Talmud; en cuanto a algunas alusiones de Tácito, Plinio, etc., podrían provenir, más que de fuentes originales, de informaciones corrientes que en su tiempo estaban ya en la calle. Los investigadores, por tanto, sólo disponen de los documentos cristianos. Mediante estos documentos, su tarea final consistirá en recorrer críticamente y a la inversa las fases señaladas en relación con ellos y en alcanzar, en lo posible, los hechos históricos iniciales. Para esto se han arbitrado diversos métodos y criterios, que resumimos. 1.- Apareció en primer lugar la llamada "Escuela de la historia de las formas", que intenta estudiar cada una de las perícopas o unidades independientes de cada evangelio y conocer la evolución particular de que puede haber sido objeto. Para ello se mira la perícopa en relación con sus paralelas, si las tiene, y con la comunidad particular que la ha transmitido. Un método complementario es el de la llamada "Escuela de la historia de la redacción", que se centra en la redacción final de cada evangelio y en las circunstancias que la condicionaron, a fin de entender su plan y sus variantes. En uno y otro método se aplican determinados criterios -- en razón de que los textos sean más simples o más complejos, más próximos a la mentalidad judía que a la romana, etc. -- con objeto de acercarse a la forma original y, si es posible, a los mismos hechos (Añadiremos que ambos métodos son de origen protestante y admitidos "oficialmente" por los católicos.). 2.- Aparte de estos métodos, luego son muy conocidos ciertos criterios generales y más simples, a veces suficientes por sí mismos para dar garantías de historicidad a uno u otro punto. Son básicamente tres: - "Criterio de discontinuidad", a veces llamado de desemejanza y otros nombres parecidos: según este criterio, es histórico y ha de atribuirse a Jesús todo aquello que, o por incapacidad o por contraposición de intereses, no es atribuible a las comunidades cristianas ni al judaísmo. (Un ejemplo de "incapacidad" sería el término "Abbá", que encontramos en boca de Jesús dirigido a Dios y que no resulta derivable de la mentalidad judía. Un ejemplo de la "contraposición de intereses" sería la ejecución de Jesús, fuente de dificultades para presentarlo como salvador tanto dentro como fuera del judaísmo.). Este criterio de discontinuidad se centra, en realidad, en la "originalidad" del judío Jesús de Nazaret en relación al judaísmo que lo rodeaba. - "Criterio de continuidad", o de semejanza, de coherencia, de congruencia, etc. (complementario del anterior): según este criterio, es substancialmente histórico todo aquello que se encuentra en continuidad o semejanza con los elementos señalados como históricos por el criterio anterior. (Así, la historicidad del término Abbá da también a entender que Jesús tenía habitualmente un trato familiar con Dios, aunque no pueda deducirse que "todas" las invocaciones familiares de Jesús a Dios sean históricas. Y si Jesús fue condenado y ejecutado a instancia de la autoridad judía, puede deducirse que tuvo previamente conflictos graves con ella, aunque no pueda garantizarse que "todos" los enfrentamientos que narran los evangelios sean históricos.). - "Criterio del testimonio múltiple" (el más clásico): según este criterio, es histórico aquello que en el NT es afirmado por testimonios distintos e independientes entre sí. (La formulación es convincente; pero es difícil asegurar esta independencia, si tenemos en cuenta las relaciones que se suponen y hemos recordado entre unos y otros evangelios. Puede ser muy importante, sin embargo, la presencia de una misma tradición o perícopa en todas las comunidades, al menos en orden a la antigüedad del texto; a veces, también en orden a los hechos iniciales [Hay algún autor que hace un uso bastante decisivo de este criterio].). (Fin de la segunda parte) 3ª Parte.- LA FIGURA HISTÓRICA DE JESÚS. UNAS LÍNEAS MAESTRAS. Después de lo dicho hasta ahora, se comprende por qué hoy se cree imposible construir una "biografía" de Jesús: los autores de los Evangelios se proponían otra cosa. Pero los investigadores entienden que con los métodos actuales se pueden alcanzar algunos puntos clave de su vida, decisivos para la comprensión del personaje. Vamos a recoger algunos de estos puntos, a diversos niveles: nos detendremos en las circunstancias básicas de la figura de Jesús, en el "reino" que él predica, en sus actitudes, en posibles palabras suyas sobre sí mismo, en los "milagros" y en lo relativo a la "resurrección" . Constantemente tendremos en cuenta los criterios de historicidad recordados antes. a) Circunstancias básicas de la figura de Jesús. Una circunstancia básica de Jesús, que influirá en toda su vida, es su procedencia de los niveles populares y anónimos de la sociedad de su tiempo, la ausencia en él de títulos particulares y la distancia que lo separa de toda clase de élites. Esta ausencia de significación oficial en su figura se presenta, por las diversas dificultades que añade, como histórica. En este mismo plano cabe destacar la originalidad que toman sus actividades en relación a otras paralelas y conocidas en su medio. Jesús intentará actuar como un maestro -- como un rabino --, pero con otro propósito y con otro horizonte. Se dirigirá él mismo a los discípulos, en contraste con la fórmula pasiva de los maestros de Israel; su actividad se saldrá de los espacios académicos o similares y tendrá lugar en una aldea, en la montaña o junto al mar; su mensaje no se reducirá -- y aquí se tendría un rasgo especialmente significativo -- al temario bíblico, como en el caso de los mencionados rabinos, sino que se referirá a los temas básicos que interesan al hombre de su tiempo, desde los cuales acudirá eventualmente a la Biblia. En esta originalidad se va mostrando la huella o historicidad de los hechos, sobre todo al enlazarla con planos más concretos. Y ya se entiende, al menos, que lo que se iniciaba con Jesús no era una simple propuesta teórica, sino algún tipo de "movimiento". b) El "reino de Dios". Jesús se sirve repetidamente del concepto "reino de Dios" para hacer su propuesta central. Este uso viene históricamente garantizado por el hecho de que antes de Jesús la expresión "reino de Dios" apenas era usada, que la encontramos en su boca en multidud de ocasiones, como un recurso habitual, y que después de él fue abandonada de nuevo por sus mismos discípulos (hay, así, una "discontinuidad" u originalidad). El sentido general de este reino no es el geográfico, sino el histórico: Jesús viene a hablar de un Dios presente y de una vida de comunión con él. Siguiendo con los datos de especial garantía de historicidad, se pueden señalar en este "reino" las siguientes características: 1,- Este reino tiene un carácter fundamentalmente "positivo": es una oferta de vida y alegría, y para quien lo encuentra en como encontrar una "perla". De este modo entraña un tono particular ante la espiritualidad judía en general y ante el mensaje amenazador, también, de Juan Bautista. 2.- Es un reino "gratuito", que transparenta la gratuidad del "Padre". No es algo que el hombre pueda "ganarse" con su comportamiento o con sacrificios, no es un "do ut des". Esto distancia el mensaje de Jesús del papel que el judaísmo oficial atribuía a sus prácticas rituales. 3.- Es un reino "universal", para todo hombre. Superando la concepción judaica, Jesús puede alabar la fe de un centurión romano y gozarse de la llegada, a este reino, de gentes "de oriente y occidente". 4.- La oferta la hace, particularmente, a las masas anónimas y a los "pequeños" de su pueblo, a los que jamás formarían parte de los grupos elitistas, que mantenían su condición mediante separaciones infranqueables respecto de las masas. 5.- Es, digamos finalmente, un reino "escatológico", de términos definitivos. Es como decir que, superando también la fase estrictamente mundana y de espera en que pensaban encontrarse los judíos, esta historia del reino vale directamente ante Dios y Dios está totalmente con ella. Notemos que parecidas características también podrían sacarse de las "bienaventuranzas", del "mandamiento principal" subrayado por Jesús, etc., con aspectos igualmente originales. c) Actitudes de Jesús. Las actitudes son formas de vida estables y centrales, mientras los hechos, ocasionales, derivan simplemente de ellas. Por esta razón, y por las variantes que las tradiciones sobre Jesús pueden haber introducido en el plano de los hechos narrados, sus actitudes no sólo son más importantes que estos hechos, sino también históricamente más asequibles y más sólidas: un hecho determinado puede ser un añadido, pero es más difícil que lo sea la actitud que, de un lado avalada por su originalidad, encontramos tras los hechos materiales. Nos fijaremos en las actitudes de Jesús en relación a las gentes marginadas de su mundo y ante la Ley, en su condición de "itinerante" y en la experiencia religiosa donde todo esto parece tener sus raíces. 1.- Jesús ya se distancia de las preferencias oficiales de su pueblo al dirigirse a las masas anónimas; pero aun lo hace mucho más al acercarse a los marginados expresamente: son los "publicanos y pecadores", o "publicanos y prostitutas", los leprosos, los "pequeños" en general, gentes que no evitaba y con las que se mezclaba hasta compartir la mesa. Eran grupos sociales declarados "impuros" por la Ley y de los que se alejaba escrupulosamente un buen israelita. En esta ruptura de comportamiento está la garantía de su historicidad. 2.- La postura de Jesús ante la Ley -- que constaba de textos de la S.E., de sus interpretaciones oficiales y de las costumbres añadidas --, la tenemos, entre otros, en textos tan conocidos como Mt 5, 21-48 y Lc 11, 39-52. En los primeros Jesús se enfrenta a tradiciones de comportamiento que se veneran como procedentes de Moisés para darles un sentido, según él, más genuino -- mediante un rotundo "pero yo os digo" --, y en los segundos critica el ritualismo en que venían a resumirse normas como las de la "pureza legal". Tenemos la misma "discontinuidad" con formas notables y habituales de su medio. 3.- Circunstancia que acompaña estas actitudes básicas de Jesús es su condición de hombre "itinerante". Parece que el hecho se daría con cierta frecuencia, en aquellos tiempos; pero en el caso de Jesús, y dentro del proyecto de su "reino de Dios", la condición de itinerante parece ha de entenderse como una disponibilidad total para su quehacer y para las gentes a las que se dirige. Es hombre que, de hecho, "no tiene donde reclinar la cabeza" (Mt 8,20). 4.- Buscando el fondo de todo esto, inaccesible a partir de cierto punto, quizás lo más firme y significativo tocante a las actitudes de Jesús lo tenemos en el término arameo "Abbá" (Mc 14,36), que se estima era el usado habitualmente por Jesús para dirigirse a Dios. Este término pertenece al lenguaje coloquial, y en el ámbito doméstico lo usaban pequeños y adultos para dirigirse al padre de familia. Este término subrayaría, por tanto, la actitud confiada y libre de temores con que Jesús entendería su relación con "el Padre". Y en ese mismo tono familiar, inaceptable para los enfoques del judaísmo, tendríamos de nuevo la originalidad propia del Jesús histórico. d) Palabras de Jesús sobre si mismo. Este tema tiene interés dada la multitud de veces que los evangelios atribuyen a Jesús, mediante afirmaciones en boca de Jesús mismo o de otras personas, su calidad de "mesías", de "hijo del hombre" o de "hijo de Dios". La cuestión es si Jesús afirmó tales cosas de sí mismo o si esto se debe a la fe de sus seguidores. Son puntos complejos, y en buena parte tendremos que prescindir de los razonamientos adecuados para limitarnos a informar de las conclusiones actuales. 1,- Parece que Jesús no se atribuyó jamás el título de "mesías", tal vez porque los contenidos del término, muy politizados, casaban mal con la idea que él tenía del "reino"y de su misión. A veces se cree que Jesús sí aceptó la "confesión de Pedro" (Mc 8, 27-30), lo que habría ocurrido en un círculo privado y anunciando Jesús, acto seguido, algo tan "antimesiánico" como que iba a padecer a manos de la autoridad. 2.- El título "Hijo del Hombre", extraño y poderoso personaje que aparece en Dn 7,13, en los evangelios lo tenemos muchas veces y sólo en boca de Jesús. Esto hace que se le atribuya históricamente el uso inicial de estos dichos, y particularmente aquellos en los que no está claro que Jesús se identifique con tal personaje (p. ej., Mt 26, 59-66). 3.- Tal como aparece en los evangelios, excepto en Jn, la cualificación de "hijo de Dios" es conocida en el judaísmo y se aplica a los reyes, a los personajes relevantes y al pueblo entero como colectividad. En este mismo sentido se aplica a Jesús (Mc 1, 1), y así lo entiende éste cuando se refiere a las propias relaciones y a las de sus discípulos con "el Padre". Hay algún texto menos claro en el que no podemos entrar. Digamos que en el Jesús histórico lo que cuenta en primer término es su vida y su proyecto del "reino", y no sus posibles títulos de presentación. e) Los "milagros" de Jesús. En tiempos de Jesús, el milagro era "socialmente" frecuente, en Palestina y fuera de ella. Se cuenta que Plinio admitía llanamente que cierta planta los sábados no florecía, en atención a la fiesta judía. Había un "gusto" por el milagro, y éste se atribuía fácilmente a los personajes que, sobre todo en el terreno religioso, eran tenidos por importantes. Los seguidores de Jesús participaban de todo esto, y es el contexto que hay que tener en cuenta a la hora de las consideraciones históricas. Quienes estudian el tema están de acuerdo en que muchos de los milagros que se cuentan de Jesús no son históricos, y en primer lugar suelen señalar los que sólo serían una metáfora "teológica": la "transfiguración", por ejemplo, o el andar sobre las aguas. Otros parecen proceder de crónicas extrañas: el del paralítico que después se lleva su camilla (Mc 2,11) y el del ciego curado con saliva (Mc 8, 23), por ejemplo, tienen dobles aproximados fuera de Palestina. Muchos autores entienden, además, que habría que excluir los milagros que vienen a superar las leyes naturales. Sin embargo, la cantidad de milagros narrados en los evangelios es tal, que generalmente se piensa que, en su raíz, hay algún núcleo histórico: la substancia misma del hecho de Jesús se presentaría fuertemente ligado a ellos. A este núcleo histórico suelen atribuirse ciertas curaciones y, tal como entonces se veía, ciertas , "expulsiones de demonios"; un tipo de hechos en favor de los hombres que alguien llama "hechos psicógenos", o "de superación", y que entonces eran tenidos por verdaderos milagros. Se trataría de gestos naturales y a la vez "saludables" por parte de Jesús, acordes con el "reino" que intentaba promover. f) En torno a la "resurrección". Decimos "en torno" porque lo que no se puede es, por las razones que diremos, "entrar" en la resurrección propiamente dicha. Por esto nos centraremos en su planteamiento correcto y en la posible aproximación a ciertos hechos relacionados con ella. 1.- El planteamiento de la resurrección de Jesús viene condicionado por la naturaleza de la misma, que en el NT es también llamada "exaltación" (Fl 2, 9) y "glorificación" (Lc 24, 26), supone la imposibilidad de volver a morir y no tiene que ver, por ejemplo, con la hipotética resurrección de Lázaro. Se supone que Jesús ha sido "acogido" por el Padre y que ahora participa, para el hombre, de su mismo "misterio". Cualificada por este misterio, la naturaleza de la resurrección de Jesús -- un acontecimiento distinto de las llamadas "apariciones" -- no puede ser considerada ni estudiada directamente por el hombre. La única aproximación histórica posible a la resurrección de Jesús, en consecuencia, ha de ser a través de ciertos hechos históricos más o menos relacionados con ella. Tales hechos son principalmente la muerte de Jesús en la cruz, el presunto hallazgo de la tumba vacía y las llamadas apariciones. Nos detenemos brevemente en cada uno de ellos. 1) La condena y muerte de Jesús en la cruz, forma de ejecución romana sólo aplicable a malhechores "de colonias", se considera. como ya se dijo, un dato histórico firme, por la dificultad que impone a los primeros cristianos, dentro y fuera de Palestina, a la hora de presentar a Jesús como "mesías" o como guía y salvador (1C 1, 23). 2) Sobre el presunto hallazgo de la tumba vacía unos estudiosos piensan que es un hecho histórico. Se fundan, sobre todo, en que quienes descubrieron vacía la tumba de Jesús fueron unas mujeres, el testimonio de las cuales en aquel tiempo tenía un valor mínimo (de ser una narración metafórica, se hubieran "puesto" hombres); y en que en los evangelios no aparece ninguna negación del hecho y sí hay, en cambio, acusaciones de haber robado el cadáver... Pero otros -- creyentes como los anteriores -- entienden que dicho hallazgo no es histórico. Éstos notan que la narración es tardía, y que todo empezó con unas peregrinaciones a la tumba, que hicieron de ella el lugar simbólico donde, para ellos, la vida había vencido a la muerte. Como en el judaísmo el ser humano es una unidad, la afirmación de Jesús como viviente traería consigo, con el tiempo, la "desaparición" del cadáver. Ya nada sería comprobable. 3) Las "apariciones", finalmente, tendrían el papel de "revelación" de la resurrección a los seguidores de Jesús. Así como la resurrección en sí pertenece al mundo inaccesible de Dios, las apariciones, en cuanto afectan a unos hombres concretos, tendrían que ser algo de naturaleza histórica. Nos interesan su naturaleza y su historicidad. Para estudiar la naturaleza de las apariciones están los llamados "textos largos", de carácter narrativo, que tenemos al final de los cuatro evangelios: presentan un detalle variado y contradictorio -- Jesús unas veces come un pescado con sus discípulos y otras es difícilmente reconocible, entra en una estancia estando las puertas cerradas o hace que se compruebe la herida del costado --, que los hace inútiles para la investigación histórica. Serían la forma plástica adoptada a partir de cierto momento para presentar lo ocurrido después de la muerte de Jesús. Pero luego están otros textos llamados "breves", o "credos", anteriores a las narraciones y carentes de detalle -- dicen el "qué", pero no el "cómo" --, más útiles para acercarnos a nos hechos. Probablemente el más estudiado de estos últimos es 1C 15, 3-7, tenido por prepaulino, que enumera diversas apariciones mediante el término "ofthé" (de orao = ver), un término presente también en el AT, que es usado en "hierofanías" como Gn 12, 7 (se dice que Dios "se apareció" Abraham) y que, por tanto, alude a un "ver" muy particular. Los autores también se fijan en textos como 1Te 4, 14, para algunos todavía más antiguo, donde se afirma la muerte de Jesús y su resurrección, pero no se habla de apariciones. Visto todo esto, la generalidad de los autores piensan que en la raíz de las llamadas "apariciones" habría habido una vivencia de carácter religioso (eran judíos que creían en Yahvé), por la que entendieron que Jesús, el crucificado, estaba con Dios; o que Dios había acogido a Jesús. Sería una vivencia interior, y compartida. Algún autor se atreve a especificar ese tipo de vivencia, y propone concebirla como una "conversión": después de abandonar a Jesús en los peores momentos, volverían a él y a su mensaje con una resolución nueva. La muerte de un Jesús ajusticiado habría dado toda la medida y la novedad de aquel hombre, a la vez que habría provocado una reacción más definida y madura en sus viejos amigos. Entendidos los hechos -- los hechos estrictamente "mundanos" y constatables -- aproximadamente de esta manera, su historicidad quedaría subrayada por el evidente cambio en la actitud de quienes los experimentaron, los seguidores de Jesús (según el criterio "de discontinuidad"). Aquellos hombres pasaron, efectivamente, del miedo y la huida a la vivencia de una actitud resuelta y esperanzada. ______ Bevísima bibliografía: - Schillebeeckx, E. Jesús. La historia de un viviente. Cristiandad, Madrid 1981, 686 pág (Bueno y sugerente.). - Crossan, J.-D, Jesús, la vida de un campesino judío. Crítica, Barcelona 1994, 565 pág. (Metodología algo particular y matices interesantes). - Meier, John P., Un judío marginal, Nueva visión del Jesús histórico (en publicación). Verbo Divino, Estella (Navarra) 1998 y ss. (Tomo I [1998]: Las raíces del problema y de la persona; Tomo II/1 [1999]: Juan y Jesús. El Reino de Dios; Tomo II/2 [2000]: Los milagros; Tomo III [2003]: Compañeros y co9mpetidores.). (En realidad, una obra de consulta: ya han salido tres tomos -- cuatro vols. -- y, al menos, saldrá otro. Todo muy claro y amplio).