La liturgia como un juego ante Dios *

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La liturgia como un juego ante Dios *
Romano Guardini y la renovación litúrgica
Robert Anthony Krieg **
Este artículo presenta la concepción de Guardini sobre la liturgia y
también describe cómo la puso en práctica en la vida de la Iglesia. Se
desarrolla en cuatro partes. La primera recuerda algunos de los
personajes y de las ideas más importantes del movimiento litúrgico
desde la mitad de 1800 hasta el fin de la Primera Guerra Mundial. La
segunda expone cómo Guardini descubrió la naturaleza de la liturgia.
La tercera es una revisión del libro que resultó del descubrimiento de
Guardini: El Espíritu de la Liturgia. La cuarta parte trata de poner de
relieve sus contribuciones al movimiento litúrgico de 1918 a 1968. De
manera particular se estudia su carta de 1940 dirigida a los obispos
alemanes sobre algunos peligros de la renovación litúrgica, su
contribución a la Constitución sobre la sagrada liturgia del Vaticano II
y su carta abierta de 1964 sobre nuestra capacidad para el acto de
culto.
En la década de 1930, en la mayor parte de las misas católicas en el mundo, el sacerdote
celebraba frente al altar y daba la espalda a la asamblea de los fieles. Pero había un
puñado de excepciones a esta forma universal, y una de ellas era la misa para los
estudiantes en la capilla de St. Benedikt, en Berlín, donde Romano Guardini presidía
regularmente la eucaristía. Regina Kuehn, que asistía a esta misa, la describió así:
La capilla de los estudiantes era una habitación grande, en el sótano, que se había
arreglado para la celebración de la misa de los domingos. Había una figura de
Cristo, tamaño natural, de bronce repujado, detrás de un altar sencillo e
independiente, rodeado de cubos de madera que fungían como asientos. El cubo
del que presidía cerraba el círculo. Pero la mayor parte de nosotros estábamos de
pie, porque Los signos sagrados (de Guardini) nos habían enseñado la
significación de este gesto tan noble.
Cuando comenzaba la misa nos quedábamos completamente quietos, y en
perfecto silencio y compostura éramos testigos del evento cósmico de
consecuencias universales, en el que todos -cada uno por separado y todos juntos
a la vez— jugábamos la parte que nos tocaba... La missa recitata era la forma de
la celebración. Todos contestábamos en latín. [1]
Heinz Kuehn, que también fue miembro de esta asamblea de estudiantes, amplió la
descripción hecha por Regina Kuehn, contando cómo participaba cada uno en la misa:
"El impacto de la acción sagrada era todavía más profundo porque Guardini celebraba la
misa versus populum. Era una missa recitata, algo que entonces era una novedad, y los
que asistíamos éramos como los acólitos, porque muchachos y muchachas respondíamos
en latín a las oraciones del celebrante". [2]
Los recuerdos de los Kuehn sobre las misas en la capilla de St. Benedikt dejan ver uno
de los principios que están en la base de la concepción que Guardini tiene de la liturgia:
el culto exige la participación activa de la asamblea que está presente. Aunque hay
diferentes funciones en la celebración, cada uno tiene que tomar su parte en el ritual, si
es que de verdad es liturgia. Por eso el sacerdote está de cara al pueblo y toda la
congregación responde a las oraciones del que preside.
No fue Romano Guardini el primero que propuso la participación activa de los fieles en
la liturgia. Muchos habían trabajado, desde los comienzos de 1800, por recuperar este
sentido del culto que uno encuentra en la Iglesia primitiva. Con todo, de 1918 hasta 1960,
a Guardini le tocó jugar un papel muy importante en la renovación litúrgica, con sus
escritos y con su liderazgo pastoral. En textos como El Espíritu de la Liturgia iluminó
los principios que subyacen al culto auténtico y también aclaró el valor de la oración
privada y de las devociones populares. Y al mismo tiempo, con su liderazgo pastoral
demostró lo que puede llegar a ser la liturgia, al presidir las celebraciones en St.
Benedikt y en Burg Rothenfels am Main. Por sus contribuciones, de obra y de palabra,
fue uno de los líderes más importantes del movimiento que llevó a la encíclica sobre el
culto, la Mediator Dei, del Papa Pío XII, el 20 de noviembre de 1948, y más tarde a la
Constitución sobre la sagrada liturgia, Sacrosantum Concilium, del Concilio Vaticano II,
el 4 de diciembre de 1963. [3]
Este artículo presenta la concepción de Guardini sobre la liturgia y también describe
cómo la puso en práctica en la vida de la Iglesia. Se desarrolla en cuatro partes. La
primera recuerda algunos de los personajes y de las ideas más importantes del
movimiento litúrgico desde la mitad de 1800 hasta el fin de la Primera Guerra Mundial.
La segunda expone cómo Guardini descubrió la naturaleza de la liturgia. La tercera es
una revisión del libro que resultó del descubrimiento de Guardini: El Espíritu de la
Liturgia. La cuarta parte trata de poner de relieve sus contribuciones al movimiento
litúrgico de 1918 a 1968. [4] De manera particular se estudia su carta de 1940 dirigida a
los obispos alemanes sobre algunos peligros de la renovación litúrgica, su contribución a
la Constitución sobre la sagrada liturgia del Vaticano II y su carta abierta de 1964 sobre
nuestra capacidad para el acto de culto. [5]
La recuperación del sentido del culto
El movimiento litúrgico antes de 1918
En los últimos años, los cambios en la liturgia han llevado a la Iglesia más allá de la
forma barroca que modeló el culto católico de 1600 hasta mediados de 1900. Durante
tres siglos, la misa era semejante a una actuación en la que el sacerdote representaba un
drama en el altar mientras que cada uno de los miembros de la asamblea lo observaba
pasivamente, o rezaba sus oraciones particulares. Las respuestas que se habían de dar a
las oraciones del sacerdote venían, como en un susurro, de parte de los acólitos, y en los
domingos y en los funerales quizá del organista o del coro. En la mayor parte de los días
de la semana el sacerdote dejaba a un lado la fiesta del santo del día, y revestido de negro
decía la misa de réquiem. Y si se trataba de la "misa solemne", el sacerdote cantaba las
oraciones y le respondían cantando a lo más el organista y el coro. Y como no había un
misal con las oraciones y las lecturas del día, la mayor parte de las personas tenían sólo
una vaga idea de lo que el sacerdote musitaba en latín en el altar. Y también, la gente
rara vez participaba de la "santa comunión" y cuando lo hacía, generalmente era antes o
después de la misa. [6]
Esta forma de Eucaristía hoy es desconocida por la mayor parte de los católicos, por el
movimiento que comenzó en Francia en 1833, cuando el monje benedictino Prosper
Louis Pascal Guéranger (1805-1875) restableció la abadía de San Pedro en Solesmes,
no lejos de Le Mans. Inmediatamente después de su ordenación en 1827, Guéranger se
dedicó a promover una teología ultramontana en contra del galicanismo de su tiempo. Y
en este espíritu, él y un pequeño círculo de asociados recuperaron la liturgia monástica,
especialmente el rito romano de la misa. Más tarde, Guéranger fue a la vanguardia de la
recuperación de las antiguas prácticas litúrgicas con la redacción de los tres volúmenes
de sus Intitutions liturgiques (1840-1851), sobre la misa, y con sus nueve volúmenes de
L'année liturgique (1841-1867), sobre las fiestas principales del año litúrgico.[7]
Las ideas de la abadía de Solesmes echaron raíces en Alemania en 1863, cuando dos
monjes de Solesmes, Maurus Wolter y Placidus Wolter, refundaron la abadía de
Beuron y consagraron su comunidad benedictina a la antigua vida litúrgica. En 1884,
uno de sus monjes, Anselmo Schott, publicó el primer misal en alemán y en latín,
Messebuch der heiligen Kirche, que permitió a la asamblea reunida seguir las oraciones
y las lecturas de la misa. Nueve años más tarde, Schott publicó el Vesperbuch, con el
cual el oficio divino se hacía accesible a los laicos. Cuando el monasterio de Beuron
floreció, mandó a alguno de sus miembros a restablecer otras abadías. Entre ellas estuvo
la abadía de María Laach en 1892, no lejos de Coblenza, y la abadía de Mont-César en
1899, cerca de Lovaina. [8]
Por los esfuerzos de las abadías benedictinas, la renovación litúrgica adquirió una gran
importancia y luego el reconocimiento oficial del Papa Pío X (1903-1914), que vio en el
culto renovado un fortalecimiento de su compromiso para "renovar todas las cosas en
Cristo". Poco después de su elección pontificia, Pío X publicó su primer Motu Proprio,
titulado Tra le sollicitudini (22 de noviembre de 1903), en el que promueve la
"participación activa" de los fieles en la misa. Con sus palabras:
Siendo nuestro deseo ardiente el ver restaurado en todo sentido el
verdadero espíritu cristiano, y preservado por todos los fieles, hemos
juzgado necesario proveer, antes de cualquier otra cosa, a lo que respecta
a la santidad y dignidad del templo, en el que los fieles se reúnen para
adquirir este espíritu de su fuente indispensable y principal, que es la
activa participación en los misterios santos y en la oración pública y
solemne de la Iglesia. [9]
El objetivo de Pío X de llevar "el verdadero espíritu cristiano a la vida moderna" tenía su
lado problemático en el apoyo al integrismo, el movimiento francés ultra conservador,
opuesto a las nuevas ideas y métodos de la teología y de los estudios bíblicos. [10] Sin
embargo, el reconocimiento hecho por el Papa de que los laicos deben participar en la
misa le dio un respaldo institucional a la reforma de la liturgia. Además de este apoyo, el
pontífice publicó Sacra Tridentina Synodus (el 22 de diciembre de 1905), sobre el valor
de la recepción diaria de la "santa comunión", y luego el Quam singulari (10 de agosto
de 1910), que permitía a los niños recibir su "primera comunión" apenas alcanzado el
uso de la razón [11]. A Pío X se le atribuye también el crédito de un lema que ayudó a la
renovación de la Eucaristía: "No se reza en la misa, sino que se reza la misa". [12]
El monje benedictino Lambert Beauduin (1873-1960), de la abadía de Mont-César,
trabajó también por la renovación de la liturgia. El 23 de septiembre de 1909, en el
Congreso Católico de Mechlin, Beauduin dio una conferencia titulada "La oración
auténtica de la Iglesia" en la que abogaba por un cambio de la restauración de la antigua
liturgia a la renovación de la liturgia para la vida contemporánea. Apoyando la noción de
participación activa de Pío X, hacía ver que los fieles tienen que entender nuevamente
los textos y los ritos de la celebración. En 1914 Beauduin publicó sus ideas sobre el culto
de la Iglesia en su libro La piété de l' Eglise que fue recibido de inmediato como el
"manifiesto" del movimiento litúrgico. [13]
El abad Ildefons Herwegen (1874-1946), de la abadía de María Laach, promovió el
estudio de la historia de la liturgia. Después de ser elegido abad en 1913, inauguró el
"Círculo académico" que incluía a Kunibert Mohlberg, Odo Casel y Antón Baumstark.
Para dar a conocer los hallazgos de este grupo de investigación, el abad instituyó, en
1918, una serie de libros titulada Ecclesia Orans, cuyo primer texto fue El Espíritu de la
Liturgia de Guardini. Herwegen fundó en 1921 la revista Das Jahrbuch für
Liturgiewissenschaft y aprobó también los experimentos litúrgicos, como la "misa
dialogada" de Albert Hammenstede, en la capilla de la cripta de la abadía. [14]
Para 1918 la reforma de la liturgia se había extendido a la mayor parte de los
monasterios benedictinos de Europa y comenzaba a llegar a las parroquias. Mientras los
europeos cavilaban sobre los horrores de la guerra, buscaban un punto trascendente de
referencia, Dios, en relación con el cual pudieran reanudar su vida personal y
comunitaria. Aunque atraídas por el fatalismo de los dos volúmenes del libro de Oswald
Spengler, La decadencia de Occidente (1918, 1922), muchas personas buscaban la
restauración de sus esperanzas. Y como resultado de todo, querían profundizar en su vida
de oración y de culto religioso. [15] Uno de los líderes pastorales que salieron al
encuentro de estos deseos fue Pius Parsch (1884-1954), de la abadía de Klosterneuburg,
en Austria. Por medio de su predicación, conferencias, literatura devocional y libros
sobre la Iglesia primitiva, Parsch emprendió lo que llamó su Volksliturgisches Apostolat,
su apostolado para la liturgia del pueblo. [16] Además de Parsch, otro líder creativo del
movimiento litúrgico fue Romano Guardini.
El descubrimiento litúrgico de Guardini
Durante los primeros veinte años de su vida, Guardini conoció solamente una clase de
oración: la oración privada. En casa, su madre ponía el ejemplo, porque ella "era piadosa
en un sentido íntimo y árido." [17] En el Gymnasium, Guardini comenzaba cada día en la
capilla. [18] Más tarde, como estudiante que sufría una crisis de fe, en la Universidad de
Munich, buscaba alivio y luces por medio de la oración privada en la Iglesia de St.
Ludwig. [19] En el otoño de 1905, en Berlín, tomó conciencia de su vocación al
sacerdocio mientras hacía oración en la Iglesia de St. Paul. [20] En la primavera de 1906,
cuando comenzó a estudiar Teología en la Universidad de Friburgo, salió de un periodo
de depresión mediante la asistencia a las misas, la recitación del rosario, y el rezo de las
estaciones del Vía crucis. [21] A lo largo de estos años, Guardini desarrolló el hábito de
la oración privada, que hacía incluso durante la misa. Sin embargo, inmediatamente
después de haberse trasladado a Tubinga para continuar los estudios de Teología,
aprendió otra manera de hacer oración.
Hacia fines de 1906, Romano Guardini y Karl Neundörfer acompañaron a su amigo
Josef Weiger en una visita a la abadía benedictina de Beuron, donde Guardini descubrió
la oración comunitaria, la liturgia de la Iglesia. En 1944, en sus apuntes autobiográficos,
Guardini recuerda su llegada a la abadía:
Mi primera visita a Beuron se me ha quedado profundamente grabada en
la memoria. Era de noche, fuimos directamente de la estación a la abadía
y nos dieron las habitaciones no en la hospedería, que entonces todavía no
existía, sino en el mismo claustro, lo que hizo que la estancia allí fuera
algo realmente cálido y vivo. Las habitaciones a pesar de su sencillez eran
muy confortables, con mucha madera oscura y algo indescriptible que
hacía que uno se sintiera profundamente a gusto. Luego nos dieron algo
de cenar y asistimos al rezo de Completas. La iglesia estaba ya a oscuras
y sólo había algunas luces en el coro. Los monjes estaban de pie y
recitaban de memoria los hermosos salmos de Completas que entonces
eran siempre iguales. En toda la iglesia se respiraba un aura de misterio
santo y salvífico a la vez. Posteriormente tendría ocasión de constatar que
la liturgia tiene cosas mucho más impresionantes y majestuosas, pero al
principio la pequeña puerta de las Completas hace entrar más
profundamente en el corazón de su sagrado mundo que las portadas de las
grandes celebraciones litúrgicas. [22]
En 1966, contando una vez más su visita de 1906 a la abadía de Beuron, Guardini la
relacionó con la escritura de su libro El Espíritu de la Liturgia:
Mi primer encuentro con la liturgia tuvo lugar durante mis años de
estudiante en Tubinga, de 1906 a 1908, en la abadía de Beuron. El padre
Odilo Wolf y otros le dieron al encuentro un toque personal. Me hospedé
con mi amigo Karl Neundörfer (que murió prematuramente) en el mismo
claustro. Mis primeras impresiones han tenido su efecto durante toda mi
vida.
Por ese tiempo mi amigo Karl y yo habíamos hecho el propósito de
presentar la esencia de la Iglesia a través de dos de sus elementos
fundamentales. Neundörfer habría de tratar la dimensión jurídica en un
libro titulado Vom Geist des Kanonischen Rechts (Sobre el espíritu del
derecho canónico). Un libro inspirado en el clásico de Rudolf von Ihering
Der Geist des Romischen Rechts (El espíritu del derecho romano). Murió
en las montañas de Sils-Maria (en 1925), antes de que pudiera terminar el
proyecto. Yo escribí El Espíritu de la Liturgia. Herwegen y mi amigo
Mohlberg lo publicaron como el primer libro de la serie Ecclesia orans.
[23]
En suma, la primera visita a la abadía de Beuron introdujo a Guardini a un mundo nuevo.
En otras visitas a la abadía, Guardini discutió su descubrimiento no nada más con
Neundórfer y Weiger, sino también con los monjes. [24] Además, durante estas visitas, y
después, puso por escrito sus pensamientos sobre la naturaleza de la liturgia.
Siendo ya un joven sacerdote, Guardini pensó ulteriormente sobre el carácter de la
eucaristía y del Oficio divino y advirtió la inadecuación de la misa que se celebraba en
las parroquias. Sirviendo como vicario en la iglesia St. Christopher (1912), y en la iglesia
de St. Ignatius (1915), de Maguncia, observó que mientras él presidía la celebración de
la misa, los fieles se dedicaban a rezar el rosario o a recitar sus devociones privadas.
Muchos años más tarde, comentando sobre la práctica de las oraciones privadas durante
la misa, escribió: "la falta de sentido de esta celebración era insoportable y pude evitar un
daño interior sólo en la medida en que intenté ser insensible ante semejante sinsentido".
[25] Lo que Guardini mismo había hecho en la misa durante muchos años, se había
vuelto sumamente problemático para él mismo. Este penoso contraste fue el estímulo
para las reflexiones que dieron origen a El Espíritu de la Liturgia. [26]
Una teología de la liturgia
El Espíritu de la Liturgia (1918)
En el prólogo de El Espíritu de la Liturgia, Guardini distingue entre el culto público y la
oración privada y luego presenta los temas principales que se tratan en el libro. La
liturgia es la forma objetiva del culto de la Iglesia. Ella "es la unión de la comunidad
creyente como tal, es algo que sobrepasa y desborda la simple adición numérica de los
individuos; en una palabra, es la Iglesia; es ejercida y dirigida por ministros escogidos
por ella con este fin, que son los sacerdotes." [27] La liturgia, o el culto (por ejemplo, la
misa, el Oficio divino), es cosa distinta de las "devociones populares" (por ejemplo, el
Vía crucis o la recitación del rosario), porque lo primero es una actividad comunitaria,
mientras que lo segundo es algo privado, por más que sea hecho en común. Además, a
diferencia de las devociones populares, la liturgia tiene "leyes", o principios permanentes,
que aseguran su universalidad y su carácter objetivo (p. 124). Entre ellas están las
siguientes. Primera: el culto auténtico brota de una vida emocional sana. Segunda: se
apoya en la razón, en la medida en que busca comunicar la verdad sobre Dios y sobre la
existencia personal. Tercera: expresa las emociones humanas, si bien en una forma
contenida (p. 129). Cuarta: la auténtica liturgia exige la participación activa de la
asamblea. Quinta: está radicada en el mundo natural y en la cultura (p. 137). Estos cinco
principios básicos aseguran que la liturgia sea en verdad "la oración de la Iglesia... en
sentido total y completo de la palabra, colectiva y objetiva" (pp. 122-123). En los
siguientes capítulos, Guardini profundiza en los diversos aspectos de estas cinco normas.
Reflexionando sobre el principio de la participación activa de la asamblea, observa que
la misa no es una reunión de creyentes individuales, cada uno de los cuales se dirige a
Dios en privado. Más bien, la eucaristía es la acción comunitaria que manifiesta
concretamente el culto de la Iglesia entera en unión con Cristo. La liturgia expresa a la
Iglesia como cuerpo de Cristo. En palabras de Guardini: "La Iglesia... es un organismo
perfecto y cerrado en sí mismo, se nos ofrece como reunión fuertemente matizada de
manifestaciones vitales de infinita variedad, de medios y de fines, de actividades y de
acciones, de instituciones y de leyes" (p. 142).
El culto de la Iglesia se ha desarrollado a lo largo de los siglos y su diseño trasciende las
culturas, no como el templo griego, y expresa "gran vigor e intensidad". En la forma de
la liturgia "hay limpidez de la lengua, mesura en el gesto, retoque formal perfecto del
lugar y de los objetos de culto, de las tonalidades plásticas o sonoras; todo ello,
pensamiento, palabra, gesto e imagen, formado con los elementos simples de la vida del
alma" (p.154). Su estructura transmite "un mundo interior de inconmensurable
profundidad y anchura." Y al mismo tiempo, como la forma de la liturgia es casi
intemporal, el culto público de la Iglesia debe ser complementado por las devociones
populares que proporcionan lo que la gente pueda echar de menos en la liturgia. Esta
polaridad entre culto público y devoción popular es semejante a la complementariedad
que existe entre las imágenes litúrgicas de Cristo y las representaciones de Cristo que
están en los evangelios. La misa presenta al "Mediador soberano", "el Cristo místico",
mientras la Escritura nos da un ser humano que es "enteramente uno de nosotros, una
persona real —Jesús 'el hijo del carpintero"' (p. 158). Y como la Iglesia es "católica", es
decir, "real y universal", tiene que animar la reciprocidad entre la liturgia y las
devociones populares, entre el Cristo de las masas y el Jesús del Nuevo Testamento.
La participación activa en la liturgia exige nuestros cuerpos (por ejemplo, en las
procesiones) y nuestras mentes, y por ello se deben usar símbolos e ideas. Este principio,
por una parte, irrita a los racionalistas porque ellos persisten en un dualismo implícito de
alma y cuerpo, y por otra, molesta a los románticos que no pueden tolerar la pretensión
de que algunos símbolos religiosos sean más válidos que otros. En todo caso, se tiene
que reconocer que los seres humanos crean símbolos para transmitir sus percepciones
más profundas sobre la realidad. "Un símbolo nace siempre que lo interior, lo espiritual,
encuentra su expresión en lo corporal" (p. 167). La actividad simbólica de la liturgia
construye sobre las "reglas fundamentales" que gobiernan los gestos simbólicos de
nuestra vida diaria, como el abrazo o el compartir los alimentos. La iglesia se apoya en
los creyentes que tienen una disposición racional para ayudar en la "discriminación entre
los signos", y al mismo tiempo confía en los creyentes que poseen una disposición
romántica a dar vida a la "cohesión" de elementos materiales para formar símbolos
religiosos.
Esta consideración de la función de los símbolos en el culto lleva a la idea de que la
liturgia es muy semejante al arte y al juego. La liturgia no es una actividad que intenta
conseguir alguna cosa. No es funcional. Más bien, la liturgia es una actividad que
expresa significados e intenciones. Está llena de propósitos, como el arte y los juegos.
Como la pintura y el juego, la liturgia es algo hecho por sí mismo y lleva a cabo una
apertura de la realidad que de otra manera echaríamos de menos. El creyente, en la
celebración, es como el artista "que no quiere más que liberar, exteriorizándolos, su ser y
su sueño; no quiere otra cosa que reflejar en lo exterior, en la forma, la verdad interior"
(p. 180). Así también los creyentes se valen de la liturgia para manifestar la verdad más
profunda del corazón de la creación: el misterio de Dios Trino y Uno. Los creyentes en
la celebración son también como los niños que juegan. "No trabajo, juego. Llevar su
juego ante Dios. No crear, sino ser ella misma una obra de arte, he ahí la íntima esencia
de la liturgia" (p. 181). De esta manera, las imágenes bíblicas de la liturgia son la visión
de Ezequiel de los serafines ante el trono de Dios (Ez 1,4), y el himno de la sabiduría:
"Día tras día encontraba en eso mis delicias y continuamente jugaba en su presencia" (Pr.
8,30).
Continuando la comparación de liturgia y arte, Guardini señala que el culto como arte
debe respetar la relación entre belleza y verdad. La filosofía escolástica observó
correctamente que "la belleza es el esplendor de la verdad" (p. 190). Aplicado a la
liturgia, este principio significa que todas las cosas en una misa deben servir a la autocomunicación de Dios. Por esta razón, no es el erudito a la violeta el que descubre "la
esencia de la liturgia", sino "el buen hombre simple que no pretende más que rendir a
Dios en la misa mayor el homenaje debido y regular; la pobre mujer encorvada y
doblada por la miseria de la vida que va a la Iglesia para sentirse un poco aliviada.
Yerran, pues, los que se interesan en el culto 'sólo por causa del valor estético'" (p. 185).
Los liturgistas que tienen una "mentalidad estética" no respetan la necesidad de
contención en el arte y por tanto en el culto. La liturgia como el arte quiere expresar la
realidad interior y por eso tiene que poseer cierto grado de "modestia", porque "cualquier
interioridad profunda, aun animada por la más auténtica de las inspiraciones, aun
impulsada por la más pura verdad, experimenta una especie de singular pudor en
entregarse, en abrirse. Y eso tanto más cuanto que es portadora de más riquezas" (p. 193).
Los liturgistas deben escuchar a Platón que nos pone en guardia contra los que son
excesivamente amantes de la belleza, porque son capaces de distorsionar la verdad. De
hecho, el culto se vuelve verdaderamente hermoso cuando todos sus elementos
funcionan en orden a revelar la Palabra de Dios que se hizo carne.
Esta consideración de la liturgia en el servicio de la verdad lleva a la conclusión de que
la liturgia da testimonio y alaba a la realidad objetiva. Esta manera de ver el culto pone
en cuestión el relativismo de la Ilustración y su concepción funcional de la verdad. A su
manera, cada uno de ellos, Kant, Fichte, Schopenhauer, Hartmann y Nietzsche, han
enfatizado la primacía de la voluntad sobre el intelecto. Esta mentalidad de la Ilustración
produce la búsqueda moderna del "éxito" y del "poder", y un desinterés por la verdad,
por la ortodoxia. El resultado de esta tendencia es que "la religión se orientará siempre
más hacia el mundo. Progresivamente llegó a ser no más que cierta consagración de la
existencia terrestre" (p. 205).
Según Guardini, el catolicismo rechaza la pretensión del Fausto de Goethe de que "en el
principio estaba la acción" y da testimonio, por el contrario, de la verdad del Evangelio
de Juan: "en el principio estaba la Palabra" (Jn 1,1). Si hay acción correcta, primero debe
haber un pensamiento correcto. "No importa cuan grande sea la energía de la volición, de
la acción y del esfuerzo, tiene que estar basada en la contemplación tranquila de la eterna
e inmutable verdad" (p. 209). Si se busca de manera adecuada, este compromiso con el
Logos lleva a una vida que no es la de una "fría majestad", sino "de la verdad en el amor",
y se realiza concretamente en el culto "donde al Logos se le ha asignado la precedencia
que le corresponde sobre la voluntad". Cuando los cristianos se congregan para la liturgia,
se dan cuenta de que reciben "paz en lo más profundo de su ser", y que con esta
tranquilidad y dirección interior son capaces de "valentía" para su acción en el mundo"
(p. 211). ¿Cuál es, por tanto, la esencia o el espíritu de la liturgia? Ella es el espíritu que
se ha hecho carne y que vive ahora como cabeza de su cuerpo místico, la Iglesia, y en la
liturgia la Iglesia está unida a Cristo para dar gracias y alabar en el Espíritu Santo a Dios,
el Padre.
Un texto clásico
El Espíritu de la Liturgia fue la obra seminal del desarrollo del pensamiento de Guardini.
A partir de ella comenzaron a germinar sus ideas en artículos y en libros sobre el culto y
la oración y sobre el sentido de la Iglesia: Vom Sinn der Kirche (1922). También tuvo un
papel importante en la renovación de la liturgia. Poco después de su aparición, Max
Scheler alabó el libro, y Carl Sonnenschein ordenó mil ejemplares de la obra. [28] Muy
pronto decenas de miles de católicos estaban leyendo este libro que llegó a ser un manual
de los grupos católicos de juventud y que en cinco años tuvo doce reediciones. [29] A la
luz del éxito obtenido, Hans Maier lo describió como "el libro fundacional del
movimiento litúrgico." [30] Y más tarde, trascendiendo su situación original, El Espíritu
de la Liturgia se ha convertido en un clásico de la teología litúrgica. [31] Y como tal,
todavía ofrece muchas ideas de gran importancia. Aquí se hablará de tres de ellas. [32]
Primera. El Espíritu de la Liturgia nos recuerda que la comunidad cristiana no debe
"rezar en la misa", sino "rezar la misa". [33] ¿En qué consiste la participación activa en
el culto? Hay que saber que implica una coincidencia de los opuestos (Gegensatze). [34]
La auténtica liturgia lleva a las personas a estar en comunidad, y a la vez las mantiene
separadas unas de otras. En algunos momentos, pide una respuesta comunitaria (un canto,
por ejemplo), y en otros, dirige a cada una de las personas hacia su interioridad, en
cuanto exige silencio, escucha atenta y reflexión. Y también, la participación activa
implica un dinamismo que es interior y exterior al mismo tiempo, el movimiento de
nuestros corazones y de nuestras mentes se expresa con el estar de pie, hacer la señal de
la cruz, estar sentado y estar de rodillas. Además, los elementos básicos de la vida
humana, como el pan y el vino, están allí para hacer patente la venida de Dios a nosotros
y la respuesta que nosotros damos a Dios.
Segunda. El Espíritu de la Liturgia insiste en que nuestro culto debe dirigirse a su
referente objetivo, el Cristo viviente. Esta persona trascendente, e inmanente a la vez, es
la que ha dado la existencia a la comunidad, y la asamblea reunida en el culto ha de
manifestar su unidad con Cristo. Desafiando los presupuestos epistemológicos de
Descartes y de Kant, este libro emplea el método fenomenológico para arrojar una luz
que aclare no solamente la vida humana, sino también lo referente a Dios, origen y fin de
la vida. El Espíritu de la Liturgia pone el acento sobre la solidaridad humana, la
sacralidad de la creación y la objetividad de la verdad. Presuponiendo la eclesiología del
cuerpo de Cristo, muestra que en su liturgia eucarística una comunidad debe expresar y
fortalecer su verdadero ser, que es su vida de comunión en Cristo. [35]
Tercera. El libro presenta varias ideas sobre la sociedad moderna y el catolicismo. Por
una parte, se opone al énfasis que hoy se da al individualismo y a la autorrealización. En
este punto señala que la forma de una misa no es cuestión del gusto personal del
sacerdote. Además, se enfrenta al relativismo y al funcionalismo modernos, al poner en
guardia sobre el peligro de tiranía que estas tendencias comportan. En otras palabras,
quince años antes del Tercer Reich de Hitler, este libro advirtió a los lectores sobre los
peligros del fascismo. [36] Por otra parte, El Espíritu de la Liturgia se pronuncia en
contra de la tendencia de la Iglesia a congelar una forma específica de culto, y dirige la
atención a los principios sobre cuya base el culto puede cambiar. Al poner en guardia
contra la tendencia a dejar diluir la fe en la cultura del momento, el libro dirige también a
sus lectores a descubrir la gracia de Dios mediada por el mundo material, los símbolos
contemporáneos y el cuerpo humano. En breve, este libro llama a la Iglesia a la
renovación de sus formas de culto. [37]
El Espíritu de la Liturgia es un libro del que surgieron ideas que todavía hoy están
vigentes. Por esta razón, Kathleen Hughes indicó que "muchas de las preocupaciones
litúrgicas de Guardini siguen siendo puntos centrales en la agenda de la renovación. La
reforma de la liturgia ha comenzado. Pero la renovación prometida apenas está
comenzando". [38] Como se verá más tarde, muchas de las ideas de este libro florecieron
en los escritos posteriores de Guardini.
La renovación de la liturgia
Hacia la Mediator Dei de Pío XII (1947)
Luego del éxito de El Espíritu de la Liturgia, Guardini se dispuso a llevar la reforma de
la liturgia de las abadías benedictinas a las parroquias. Amaba mucho la liturgia de
Beuron, pero como sacerdote diocesano se sintió llamado a ayudar para que la Iglesia
entera mejorara su liturgia y su oración. Durante las cinco décadas siguientes se consagró
a este esfuerzo y logró resultados positivos. A este respecto, Franz Henrich escribió que,
al comienzo de 1918, Guardini "abrió el camino para la renovación de la liturgia que
hasta ese momento estaba marcada por el ideal monástico y por la vida del claustro, para
que se dirigiera hacia las parroquias, y le dio a la renovación un marco de referencia
mucho más grande." [39] Hans Maier ha insistido también en esto: "Lo que Guardini
quería, y lo que logró realizar en el curso de su vida, fueron dos cosas: llevar al
movimiento litúrgico fuera de los ambientes monásticos y académicos a las parroquias,
con la gente, y mano a mano con este esfuerzo, preparar a los fieles en la liturgia por
medio de la teología y de la dirección pastoral". [40] Para apreciar el liderazgo de
Guardini en el movimiento litúrgico se estudiará su trabajo pastoral con la juventud
alemana y algunos otros de sus escritos sobre el culto y la oración.
En Berlín y en Burg Rothenfels Guardini se esforzó porque los hombres y las mujeres
tuvieran una rica experiencia de la eucaristía. Al comienzo de este capítulo se han traído
a colación los relatos de Regina y Heinz Kuehn acerca de las misas en la capilla de St.
Benedict. Sobre las misas de Guardini en Burg Rothenfels se podrían citar descripciones
muy semejantes. Ampliando el Messebuch de Schott, Guardini tradujo al alemán otras
partes de la misa. Más tarde las personas cantaban himnos en alemán durante la
celebración. Además, hacia fines de 1923, Guardini, con el arquitecto Rudolf Schwartz,
trabajó en la renovación de la capilla, y así esta habitación, que era grande, llegó a ser un
"espacio flexible" en el que el que presidía la celebración podía mover el altar, el ambón
y los asientos para ajustarlos al tipo de liturgia que se quería. Con el altar independiente
de la pared, el sacerdote estaba de cara al pueblo durante la celebración y las personas
estaban reunidas en semicírculo alrededor del altar. Además, Guardini estableció una
procesión de ofertorio en la misa, y hacia fines de la década de 1920 modificó la
celebración del triduo de la Semana Mayor. Había quienes leían los textos de la Vigilia
de la resurrección, y la Pascua fue cambiada del sábado por la mañana a la tarde del
mismo día: Una Vigilia de Pascua. Para 1930, la asamblea estaba marchando en una
procesión con velas en la mano luego de haber encendido el cirio de la Pascua. [41]
Pero Guardini no se concentró solamente en la liturgia. Junto con la diaria recitación del
Oficio divino, seguía fiel a la práctica del santo rosario. [42] En El Espíritu de la
Liturgia afirma: "Ningún error sería en realidad más grave en consecuencias que
sacrificar, o querer a toda costa adaptar a la liturgia formas infinitamente preciosas de
espiritualidad popular." [43] Actuando de acuerdo con esta convicción, en los retiros en
Burg Rothenfels y en las conferencias espirituales en Berlín, Guardini insistió en tiempos
de silencio para la meditación, y dirigió a los que hacían los retiros a la oración privada
instruyéndolos sobre la importancia de la postura corporal, la respiración, el
recogimiento y el aquietamiento de las emociones. Para estos ejercicios espirituales se
apoyó en los místicos cristianos como Jan von Ruysbroeck, y más tarde, en el budismo.
[44]
En suma, los jóvenes que hacían oración con Guardini fueron descubriendo las riquezas
de la liturgia y también las de las devociones populares. [45] A partir de esta experiencia,
Walter Dirks escribió: "Nosotros éramos estudiantes católicos que sabíamos cómo
manejar el misal de Schott y que conocíamos la consigna de Pío X: 'No hay que rezar en
la misa, hay que rezar la misa'. Sin embargo, estábamos sometidos a muchas influencias
que eran en parte complementarias y en parte contradictorias. Lo que nos hacía inseguros
no era solamente la inmadurez juvenil sino también el espíritu de ese tiempo". [46] Pero,
de acuerdo con Dirks, Guardini lo condujo a él, y a miles como él, a entender que sus
vidas estaban insertas en el cuerpo místico de Cristo.
Junto con este liderazgo pastoral, Guardini enriqueció la renovación litúrgica con sus
obras. En 1919 escribió Der Kreuzweg unseres Herrn und Heilands. Y en un esfuerzo
por esclarecer el papel de las cosas materiales en el culto, escribió una serie de artículos
titulada "Liturgie in Alltag" (La liturgia en los días ordinarios) para la Carta circular de
Quickborn, y en 1922 reunió estas reflexiones en su libro Vom Heiliegen Zeichen, que
explica el uso que hace la Iglesia del ponerse de rodillas, hacer la señal de la cruz, el
agua bendita, las velas y el incienso. También dio varias conferencias en Burg
Rothenfels sobre los principios de la liturgia que publicó en 1923 con el título de
Liturgische Bildung (Educación litúrgica). Aquí explica que el "Invisible" se revela en lo
"visible" por el uso de los elementos materiales (el pan, por ejemplo), y por los
movimientos físicos (estar de rodillas o estar de pie, por ejemplo). Otro texto que surgió
del liderazgo pastoral de Guardini fue Besinnung vor der Feier der heiligen Messe
(Meditaciones antes de la misa, 1939) que está compuesto por consideraciones sobre el
significado de la eucaristía. Además, Der Heilige Franziskus (San Francisco, 1927),
sobre la vida y la espiritualidad de San Francisco de Asís. Der Rosenkranz Unserer
Lieben Frau (El rosario de Nuestra Señora, 1940,) que trata sobre el misterio de la
presencia de Dios en la vida de María y en la vida de la Iglesia. Las conferencias de
Guardini en la iglesia St. Canisius de los jesuitas, en Berlín, dieron origen a Die letzten
Dinge (Los novísimos, 1940). Y hay todavía otros libros sobre la vida espiritual escritos
durante los años en Berlín. Entre ellos están Vom Lebendigen Gott (Del Dios viviente,
1929), Das Gebet des Herrn (La oración del Señor, 1932) y Vorschule des Betens
(Introducción a la vida de oración, 1943).
Es digno de señalarse que los esfuerzos de Guardini por introducir la renovación
litúrgica en las parroquias lo llevaron a dos conflictos. El primer choque tuvo lugar entre
Guardini y Odo Casel (1886-1948) que escribió Die Liturgie als Mysterienfeier (La
liturgia como celebración de los misterios, 1922) y otros textos sobre la historia del culto
cristiano. [47] En 1919 Guardini comenzó la colaboración con Casel, y otros, en la
abadía de María Laach, en el estudio de la liturgia, y a principios de 1921 sirvió como
editor asociado de Das Jahrbuch für Liturgiewissenschaft. Luego de la aparición de su
ensayo sobre el valor de las devociones populares, fue criticado por Casel en el número
siguiente de la revista. [48] Esta crítica molestó a Guardini, quien pensó que Casel tenía
muy pocos deseos de promover la renovación litúrgica fuera de los monasterios. Cuando
Der Kreuzweg Unseres Herrn y Von Heiligen Zeichen llegaron a ser un éxito de librería
entre los católicos, Guardini se distanció de la abadía y se retiró del consejo editorial de
Das Jahrbuch für Liturgiewissenschaft. [43] Un segundo conflicto, del que se habló
brevemente en el capítulo tercero, se desarrolló hacia el final de la década de 1930, y
principios de la de 1940, cuando algunos católicos conservadores se quejaron de los
cambios que se hacían a la misa en algunas parroquias, y ganaron para su causa el apoyo
del monseñor Conrad Gröber, arzobispo de Friburgo. Uno de los críticos era Max
Kassiepe OMI que estaba muy alarmado no solamente por algunas prácticas litúrgicas,
sino también por ciertos artículos de revistas populares, como Liturgisches Leben, que
era publicada por Johannes Pinsk, capellán de los estudiantes en Berlín y amigo cercano
y colega de Guardini. En 1939, en Irrwege und Umwege im Frömmigkeitsleben der
Gegenwart (Caminos falsos y desviaciones en la vida espiritual de nuestros días),
Kassiepe hacía la acusación de que la Iglesia estaba siendo herida por el "liturgismo", o
sea, por unas formas emocionales e irresponsables de practicar el culto divino. Aludía a
unas variaciones introducidas en el Confiteor y en el Agnus Dei, y a la celebración de la
Vigilia de Pascua el sábado por la noche. Según él, un pequeño grupo de liturgistas, sin
la aprobación de los obispos, estaba haciendo cambios a la liturgia de la misa y
desanimando a los fieles respecto de la recitación del santo rosario y de la práctica del
Vía crucis. También hacía el señalamiento de que los sacerdotes se tomaban la libertad
de usar el alemán en vez del latín en los cánticos y en las oraciones de la iglesia. [50] El
libro de Kassiepe tocó una cuerda sensible entre los católicos conservadores que, por su
parte, hacían la acusación de que algunos sacerdotes estaban modificando la misa para
convertirla en una forma de protesta en contra del Tercer Reich. [51]
Como los católicos conservadores insistían en sus críticas, los obispos alemanes trataron
de poner un remedio a la situación. El obispo de Maguncia, Albert Stohr, le pidió a
Romano Guardini que le escribiera una carta sobre la renovación litúrgica. En "Ein Wort
zur Liturgischen Frage" (Una palabra sobre la cuestión litúrgica, 1940), Guardini pidió
que los obispos evitaran una posición autoritaria que no tuviera en cuenta la realidad viva
del culto de la Iglesia. A su juicio, sería mejor que los obispos continuaran con su apoyo
a la renovación litúrgica, pero advirtiendo a los dirigentes que evitaran cuatro tendencias
que son destructivas: "liturgismo", "diletantismo", "pragmatismo" y "conservadurismo".
El "liturgismo" está en lo correcto al reconocer la necesidad de recuperar las intenciones
y las formas primarias de la liturgia, pero yerra porque no aprende nada del culto vivo de
las parroquias. El "diletantismo" se propone un buen objetivo que es el de llevar la
liturgia a la vida de cada día, por ejemplo, por medio de la promoción del uso de la
lengua alemana en la misa, pero es intolerante con las prácticas que no cuadran con sus
maneras estrechas de entender la celebración. El "pragmatismo" se preocupa con toda
razón por lo que es factible en nuestros días, pero no respeta a la liturgia como una
actividad cuya validez está en ella misma. El "conservadurismo" quiere guardar las
verdades de la tradición y en eso está en lo justo, pero como no tiene una visión
adecuada de la historia, le concede la primacía a prácticas que son secundarias dentro de
la historia de la liturgia. En conclusión, Guardini recomendaba que los obispos animaran
la renovación de la liturgia y que se opusieran a las cuatro posiciones extremas. [52]
El obispo Stohr juzgó que la carta de Guardini aclaraba las cosas, la distribuyó entre
todos los obispos alemanes, y más tarde la dio a la publico. Treinta años después escribió
que la carta causó un fuerte impacto en los obispos de la Conferencia de Fulda: "Con esta
carta, redactada con una inteligencia brillante y una suprema destreza, Guardini mostró
el camino entre el hacer demasiado y el hacer muy poco, entre la resistencia endurecida y
el paso demasiado rápido, y llevó a cabo en favor de sus amigos y asociados un servicio
que difícilmente podía ser opacado." [53]
Otro paso importante fue que el obispo Simon Konrad Landerdorfer, de Passau, formó
un equipo de trabajo, que incluía a Romano Guardini, para estudiar la renovación
litúrgica en Alemania. Siguiendo esta iniciativa, la Conferencia de los obispos de Fulda
estableció una comisión de liturgia encargada de vigilar la renovación litúrgica en las
parroquias y nombró a Guardini para esta comisión. En 1942 esta comisión publicó sus
"Pautas para la estructura de la liturgia parroquial". [54]
Aunque muchos obispos estuvieron de acuerdo con las ideas que Guardini había
expresado en su carta de 1940, el arzobispo Gröber mantuvo su apoyo a las acusaciones
de Kassiepe y también a las de August Dörner en su Sentire cum Ecclesia (1941). No
estaba de acuerdo con el movimiento litúrgico en general, ni con las ideas de Guardini.
[55] El 18 de enero de 1943, Gröber escribió una carta abierta a la curia y a los obispos
de habla alemana en la que criticaba las nuevas ideas teológicas y litúrgicas. Y aunque
esta carta atacaba implícitamente la obra de Guardini, Guardini mismo no respondió. Sin
embargo, por petición del cardenal de Viena, Theodor Innitzer, Karl Rahner escribió
un artículo en el que hacía ver que los estudiosos estaban empeñados en una
recuperación responsable de las riquezas olvidadas de la Iglesia en la teología y en la
liturgia. [56] En abril de 1943, el cardenal Adolf Bertram de Breslau pidió al Vaticano
el permiso para cambios ulteriores en la misa, el Oficio divino, y el canto de los himnos
en alemán. [57]
El Vaticano respondió a la controversia de una manera que fue del agrado de los
teólogos progresistas, incluido Guardini. El 29 de junio de 1943, Pío XII publicó la
encíclica Mystici Corporis, en la que reconoce la validez de la teología del cuerpo de
Cristo, si se le concibe dentro de un marco jerárquico. Tres meses más tarde, el 30 de
septiembre de 1943, el Papa dio a conocer la encíclica Divino Afflante Spiritu en la que
da permiso para un uso prudente de los métodos críticos en los estudios bíblicos.
Además, el 24 de diciembre de 1943, el cardenal Maglione, secretario de Estado del
Vaticano, hizo saber al cardenal Bertram que el Vaticano permitía los cambios en el
culto que había propuesto. [58]
Con todo, no terminó aquí la aprobación oficial de algunas de las modificaciones en la
liturgia. Cuatro años más tarde, el 20 de noviembre de 1947, Pío XII publicó su encíclica
Mediator Dei, que para muchos es la Carta Magna del movimiento litúrgico. [59] El
Papa habla principalmente sobre el culto en la Iglesia universal, pero alude a la
controversia de los alemanes cuando pone en guardia contra los abusos derivados del
excesivo entusiasmo por los cambios en la liturgia. [60] Pero esta advertencia es un tema
menor. El tema principal es el de la importancia de mejorar el culto de la Iglesia y el de
la validez del principio de la participación activa en la liturgia. La Mediator Dei afirma:
La sagrada liturgia es, pues, el culto público que nuestro Redentor tributa
al Padre como cabeza de la Iglesia; es también el culto tributado por la
sociedad de los fieles a su Cabeza y, por Él, al Padre eterno; es, en una
palabra, el culto integral del cuerpo místico de Jesucristo, es decir, de la
cabeza y de los miembros. [61]
Estas afirmaciones casan perfectamente con lo que Guardini había expresado — con sus
palabras y con sus obras — en Burg Rothenfels y en la capilla St. Benedikt de Berlín.
Además, la Mediator Dei puso la base oficial para la ulterior renovación de la liturgia tal
como había sido pensada por Guardini y otros. Pero el cambio sólo pudo venir con
lentitud, a través de pasos muy mesurados, especialmente después de que Pío XII trató
de restringir las nuevas ideas en teología con la publicación de su encíclica Humani
Generis, el 12 de octubre de 1950.
Hacia la Constitución Sacrosanctum Concilium del Vaticano II (1963)
Después de la Segunda Guerra Mundial, Romano Guardini siguió activo en el
movimiento litúrgico. Habiendo decidido no volver a Burg Rothenfels, limitó su
ministerio principalmente a la iglesia St. Ludwig de Munich. También tomó parte en los
congresos, porque pensaba que la renovación requería ahora la educación de los católicos
en lo que respecta al culto y a la oración. En 1950 dio una conferencia titulada "Die
liturgische Erfahrung und die Epiphanie" ("La experiencia litúrgica y la epifanía") en el
Primer Congreso Litúrgico en Frankfurt am Main. [62] Catorce años más tarde, cuando
nuestro teólogo, que había llegado a la edad de setenta y nueve años se vio impedido por
la enfermedad de asistir al Tercer Congreso Litúrgico en Maguncia, mandó un escrito
titulado "Der Kultakt und die Gegenwärtige Aufgabe der Liturgie" ("El acto de culto y la
tarea actual de la liturgia"). [63] En 1957, en el contexto de su compromiso por la
educación teológica de los laicos, asistió en Munich a la fundación de la Katholische
Akademie in Bayern. [64] Junto con estas actividades, Guardini continuó sus escritos
sobre el culto y la oración. Por petición de la Comisión Litúrgica Alemana, junto con
Johannes Wagner y Heinrich Kahlefeld, hizo la traducción de los salmos hebreos al
alemán literario para el nuevo Deutscher Psalter (1950). [65] Trece años más tarde hizo
una especie de suplemento para el salterio escribiendo Weisheit der Psalmen (La
sabiduría de los salmos), una colección de meditaciones sobre trece salmos. Otros
escritos de Guardini sobre la liturgia y la oración, del periodo de la posguerra, incluyen
Theologische Gebete (Oraciones teológicas, 1948), Drei Schriftauslegungen (Tres
exégesis bíblicas, 1949), y Die Sinne und die Religiöse Erkenntnis (Los sentidos y el
conocimiento religioso, 1950).
El 25 de enero de 1959 el Papa Juan XXIII anunció su intención de convocar el
Concilio Vaticano II, que habría de comenzar el 11 de octubre de 1962. Poco después,
Guardini fue invitado para ser miembro de la Comisión Conciliar Preparatoria para la
liturgia. [66] Aceptó el honor del nombramiento, pero ya no fue capaz de consagrarse a
la tarea por la declinación de su salud. [67]
Al promulgar la constitución Sacrosanctum Concilium, el 4 de diciembre de 1.963, el
Concilio Vaticano II confirmó el movimiento que comenzó con Prosper Guéranger en
1833, se diseminó en otros monasterios benedictinos, y maduró luego entre los católicos
alemanes por los esfuerzos de líderes como Odo Casel, Balthasar Fischer, Romano
Guardini, Ildefons Herwegen, Josef Jungmann y Pius Parsch. La Constitución sobre
la sagrada liturgia reitera los principios teológicos y las ideas que Guardini promovió en
El Espíritu de la Liturgia y en obras posteriores. Afirma que "toda celebración litúrgica,
por ser obra de Cristo sacerdote y de su cuerpo, que es la Iglesia, es acción sagrada por
excelencia, cuya eficacia, con el mismo título y en el mismo grado, no la iguala ninguna
otra acción de la Iglesia". [68] Luego desarrolla el principio de la participación activa
donde declara:
La santa madre Iglesia desea ardientemente que se lleve a todos los fieles
a aquella participación plena, consciente y activa en las celebraciones
litúrgicas que exige la naturaleza de la liturgia misma, y a la cual tiene
derecho y obligación, en virtud del bautismo, el pueblo cristiano, linaje
escogido, sacerdocio real, nación santa, pueblo adquirido (1 Pe 2,9; Cf.
2,4-5).
Al reformar y fomentar la sagrada liturgia hay que tener muy en cuenta
esta plena y activa participación de todo el pueblo, porque es la fuente
primaria y necesaria en la que han de beber los fieles el espíritu
verdaderamente cristiano. [69]
Sacrosanctum Concilium es a todas luces el fruto del trabajo de muchos líderes, entre los
cuales destaca Romano Guardini. [70] No hay ninguna duda de que la Comisión
Preparatoria del Concilio para la Liturgia se inspiró implícitamente en las obras de
Guardini para el proyecto de la Constitución. [71] También hay que recordar que la
Comisión post-conciliar para la puesta en práctica de la Constitución sobre la sagrada
liturgia honró a Guardini al proponer que una selección de sus escritos fuera incluida en
las nuevas lecturas del Oficio divino. Sin embargo, el Vaticano no aprobó esta
recomendación porque se decidió que el nuevo Oficio divino incluyera muy pocos textos
contemporáneos. [72] Reflexionando sobre la influencia de Guardini en la Sacrosanctum
Concilium y en su puesta en práctica, Arno Schilson escribió:
La reforma post-conciliar de la liturgia que ya tiene veinticinco años —y
sobre todo, su aceptación en Alemania, que estaba preparada para ella y
que la celebra— no se pueden entender sin el incansable trabajo
preparatorio de Romano Guardini. También hay que decir que la
Constitución sobre la liturgia, que es el fruto maduro del movimiento
litúrgico, presupone y corona al mismo tiempo la entrega de Guardini en
pro de la renovación de la liturgia y de la recuperación de nuestra
capacidad para la liturgia y para los símbolos. [73]
Pero hacia el final debemos advertir que, si bien Guardini preparó el camino para la
Constitución sobre la sagrada liturgia, no habló de algunos de los retos que habría de
tener la Iglesia post-conciliar. Por ejemplo, no hizo ningún comentario sobre el modo
cómo la renovación del culto en el catolicismo debía aprender de otras iglesias cristianas,
del judaismo y de las religiones del mundo. [74] Y tampoco previo cómo habrían de ser
los cambios de la liturgia en las culturas que no son occidentales. [75]
"Der kultakt"(1964)
En abril de 1964, dirigentes de la Iglesia, liturgistas y teólogos, se congregaron en
Maguncia para el Tercer Congreso Litúrgico en una atmósfera festiva por la
promulgación conciliar de la Sacrosanctum Concilium cuatro meses atrás, el 4 de
diciembre de 1963. Algunos de ellos quedaron muy sorprendidos al oír la lectura, hecha
por Johannes Wagner, de una carta de Guardini, en la sesión plenaria del congreso. Se
preguntaban si Guardini había perdido su entusiasmo por la renovación de la liturgia. [76]
Por eso, hay que preguntar: ¿Cuál es su mensaje en el texto "Der Kultakt und die
Gegenwärtige Aufgabe der Liturgie"? ¿Cómo embona con la obra de su vida? [77]
En esta carta Guardini nota que, con la aprobación de la Constitución sobre la sagrada
liturgia del Vaticano II, el movimiento litúrgico ha entrado en la cuarta de sus fases
principales. A su juicio, Guéranger inició la primera fase en la abadía de Solesmes, en
1833, al dirigir la "restauración" del rito romano. [78] Beauduin, en la abadía de MontCésar, llevó al movimiento a su segundo estadio, que comenzó en 1909 con su llamada a
la investigación académica sobre la historia de la liturgia. El tercer estadio comenzó
después de la Primera Guerra Mundial, cuando Pius Parsch de la abadía de
Klosterneuburg, y los dirigentes del movimiento católico de la juventud (incluyendo a
Guardini) llevaron la reforma litúrgica a las parroquias y a los movimientos juveniles.
Finalmente, en la Constitución sobre la liturgia, el Vaticano II confirmó a los tres
estadios anteriores y "puso los fundamentos del futuro". Como consecuencia de todo ello,
el movimiento ha llegado a una nueva coyuntura: "Ahora, como resultado del impulso
dado por el Concilio, tiene que comenzar una cuarta fase, una que infundirá nueva vida a
la liturgia" (p. 26).
Según Guardini, los liturgistas post-conciliares tendrán que enfrentar dos problemas.
Primero, tienen que responder a la pregunta: "¿Cuál es la naturaleza del genuino acto de
culto, o acto litúrgico, en contraposición al acto religioso y a las devociones individuales,
o los actos laxamente comunitarios de las devociones populares? Los dirigentes del culto
van a necesitar llevar a la Iglesia más allá de la mentalidad que ve a. las acciones
litúrgicas como algo de alguna manera secundario respecto de la oración interior del
creyente. Ellos habrán de enseñar que cuando la asamblea está de pie, camina en
procesión, se sienta, o se arrodilla, está orando de verdad. Los cristianos tienen que
recuperar la idea de la antigua Iglesia que sostuvo siempre que "la acción externa es ella
misma 'oración', acto religioso; que los tiempos, los lugares y las cosas incluidas en la
acción no son meras decoraciones exteriores, sino elementos del acto total, y que
tendrían que ser practicados en cuanto tales, etc." (p. 24)
Además, la recuperación del sentido de la liturgia dependería de una segunda cuestión.
Los liturgistas tendrán que considerar el impacto de nuestra cultura tecnológica sobre la
capacidad de la gente para participar en actividades comunitarias. En una sociedad que
valora la autonomía personal y la inteligencia por encima de las relaciones
interpersonales y del sentido de la persona total, es probable que los cristianos ya no
tengan la capacidad de reunirse para el culto de la Iglesia. Por ello, Guardini pregunta de
manera provocativa:
¿No está el acto litúrgico, y con él todo lo que conocemos con el nombre
de liturgia, tan ligado al contexto histórico —antiguo, medieval o
barroco— que fuera mejor abandonarlo junto con él? ¿No sería mejor
admitir que el hombre de la edad industrial y científica, con su nueva
estructura sociológica, ya no es capaz de un acto litúrgico? (p. 26).
Las preguntas de Guardini vibran todavía. Parecen transmitir un escepticismo respecto
de la capacidad de la Iglesia contemporánea con relación al culto. Además, aumentan su
gravedad a partir de la crítica que se hace allí a los liturgistas de que están tan
preocupados por los detalles del ritual que dejan de lado las cuestiones de fondo.
Guardini señala, por ejemplo, que los ministros de la celebración deben preocuparse no
por cómo hay que "organizar mejor la procesión", sino por cómo "el acto de caminar
puede llegar a ser un acto religioso, un acompañamiento del Señor que camina a través
de su tierra, de modo que pueda tener lugar una 'epifanía'" (p. 25).
En la actualidad, la carta de Guardini, en 1964, sugiere tres observaciones. La primera es
que él no intenta arrojar dudas sobre el movimiento litúrgico o la Constitución sobre la
liturgia y su puesta en práctica. Más bien, pone de manifiesto la coincidencia de los
opuestos (Gegensátze) que ha caracterizado toda su obra. Antes del Vaticano II, Guardini
cuestionó la manera de ver las cosas que prevalecían, y continúa haciendo lo mismo
después del Concilio. Como lo dijo al obispo Tewes, estaba encantado con la nueva
forma de la misa que había introducido el Vaticano II. [79] Guardini reiteró este punto de
vista en la segunda edición de Liturgie und Liturgische Bildung (Liturgia y educación
litúrgica, 1966J. En este libro recuerda que cuando era un sacerdote joven esperaba ver
llegar el día en que al presidir la misa pudiera decir en voz alta en alemán: "El Señor esté
con ustedes", y oír a toda la asamblea responder: "Y con tu espíritu". Gracias al Vaticano
II, el día esperado había llegado por fin. [80]
Segunda observación. En 1964 Guardini hizo la pregunta sobre nuestra capacidad para
participar en la liturgia, pero ésta no era una pregunta nueva, sino la que ya había hecho
desde 1918. [81] En el libro El Espíritu de la Liturgia señala que la cultura puede ayudar
o puede impedir nuestra capacidad para participar en el culto. Con palabras suyas: "Que
falte un caudal de rica y noble cultura y se verá a la espiritualidad detenerse, anquilosarse
al secarse; que la base de la sana naturaleza llegue a desaparecer y se asistirá a la
degeneración de esa misma espiritualidad en la insulsez, la insinceridad, la ausencia de
naturalidad y finalmente la esterilidad". [82] Después del Vaticano II, Guardini no se
tropieza, pues, con una nueva pregunta sobre la liturgia y la cultura. Más bien, lo que
quería es que la Iglesia se comprometiera con una renovación litúrgica que no pudiera
ser impedida por las limitaciones de una sociedad altamente tecnológica.
Tercera y última. La carta de Guardini surge, en parte, de su propia ansiedad respecto de
la época moderna. En la década de 1960, el anciano teólogo se reconoció como incapaz
de entender la cultura alemana que estaba naciendo. [83] En una carta a Josef Weiger —
una carta escrita poco después de su carta al Tercer Congreso de Liturgia— Guardini
escribió que no podía entender el arte de los últimos años, ni la literatura, ni la música, y
que, por lo tanto, se sentía ajeno a la sociedad contemporánea. [84] En particular tenía
temor de que el énfasis en el individualismo y en la autosuficiencia harían que la
auténtica participación en el culto fuera muy difícil para la gente. [85]
La carta de Guardini, de 1964, está, pues, en continuidad con sus obras anteriores, pero
al mismo tiempo transmite la sensación de incomodidad experimentada por el teólogo,
que había cumplido ya los setenta y nueve años, con la década de 1960. Y también
trasmite su intento de establecer una tensión creativa a partir de la cual la siguiente
generación de los liturgistas pudiera descubrir lo que la participación activa en el culto
puede implicar a finales del siglo XX.
Refiriéndose a esta carta y a los problemas que plantea, Burkhard Neunheuser, de la
abadía de Maria Laach, escribió: "Guardini es en este aspecto básicamente un optimista,
a condición, sin embargo, de que uno se enfrente honestamente con estos problemas y de
que trabaje seriamente por una educación que responda a los hechos". [86] Regina
Kuehn, que estudió con Guardini en Berlín, confirmó que él nunca perdió la confianza en
el movimiento litúrgico. A su juicio, sin embargo, estaba preocupado porque si los fieles
no podían participar en la liturgia, ya no serían capaces de alabar como miembros del
cuerpo místico de Cristo. En palabras suyas:
El planteamiento de Guardini nace de una preocupación pastoral. En su
época, una época de un individualismo altamente desarrollado, ya no se
consideraba "correcto, útil o a la moda" el que uno expresara su fe
personal o la fe de su comunidad... Guardini temía que la parroquia —el
lugar donde la fe se hace real— llegara a ser, por consiguiente, una
colección empobrecida de individuos, en lugar de la "corporización" del
Cristo viviente y actuante. [87]
En sus últimos años, Guardini se aferró firmemente a su visión de la renovación de la
liturgia de la Iglesia. En la medida en que estaba confundido por las corrientes
contemporáneas en arte, literatura y música, este azoro lo perturbaba más, porque —
como se verá en el capítulo quinto— a lo largo de toda su vida poseyó una capacidad
inusual para interpretar la literatura. En todo caso, al final de su vida no sintió pena por
el fruto de sus trabajos en la Iglesia post-conciliar. La Comisión Litúrgica del Vaticano
para la puesta en práctica de la Sacrosanctum Concilium actuó correctamente cuando al
saber la noticia de la muerte de Guardini hizo una oración por él durante su onceava
reunión general, el 17 de octubre de 1968, en señal de gratitud por la vida de este teólogo
que se consagró al servicio de la renovación litúrgica de la Iglesia. [88]
_________________
* Traducción de José Benigno Zilli
** Robert A. Krieg
profesor de Teología en la Universidad de Notre Dame
Notas
[1] Regina Kuehn, "Romano Guardini in Berlin," en RoGu, 87-92, 88; cf. Berichte, 106-7.
[2] Heinz R. Kuehn, "Fire in the Night: Germany 1920-1950," en RoGu, 1-14, 7-8.
[3] Sobre el movimiento litúrgico, ver Mark Searle, "liturgical movement," en EnCa, 783-84; Virgil C. Funk,
"Liturgical Movement, The (1830-1969)," en NDicSWor, 695-715; Aidan Kavanagh, "Liturgical and Credal Studies,"
en Henry W. Bowden, ed., A Century of Church History (Carbondale: Southern Illinois University Press, 1988), 21644; Alois Baumgartner, "Die Auswirkungen der liturgischen Bewegung auf der Kirche und Katholizismus," en Antón
Rauscher, ed., Religiós-kulturelle Bewegungen im deutschen Katholizismus seit 1800 (Paderborn: Ferdinand
Schoningh, 1986), 121-36; Iserloh, "Movements within the Church"; ídem, "Die Geschichte der liturgischen
Bewegung" (1959) en ídem, Kirche-Ereignis und Institution,l (Munster: Aschendorff,1985), 436-51; R. William
Franklin, "The Nineteenth-Century Liturgical Movement," Worship 53 11979): 12-39; L. C. Shepperd, "Liturgical
Movement, Catholic," en NCaEn 8, pp. 900905; Ernest B. Koenker, The Liturgical Renaissance in the Román Catholic
Church (Chicago: University of Chicago Press, 1954).
[4] Sobre las fases del movimiento, Liturgie und liturgische Bildung (Würzburg: Werkbund, 1966), 15; Wahrheit, 31;
Heinrich Kahlefeld, "Die Phasen der liturgischen Erneuerung" (1969), en idem, Kleine Schriften (Frankfurt am Main:
Josef Knecht, 1984), 177-89.
[5] En su selección de los textos de Guardini este texto es similar al de Theodor Maas-Ewert, "Anwalt des liturgischen
Anliegens,» en Siedel, ed., "Christlíche Weltanschauung", 163-83.
[6] Ver Bernard Botte, From Silence to Participation, trad. John Sullivan (Washington, D.C.: The Pastoral Press,
1988), 1-8.
[7] Ver Funk, "Liturgical Movement, The," 695-700; Michael Kwatera, "Benedictines and Liturgical Renewal," en
NDicSWor, 129-134.
[8] Ver Shepperd, "Liturgical Movement, Catholic," 902-3.
[9] Pío X, Tra le sollecitudini, en R. Kevin Seasoltz, ed., The New Liturgy: A Documentation, 1903 to 1965 (New
York: Herder and Herder, 1966), 3-10, 4.
[10] Ver en Ca, 671; G. J. O'Brien, "Integralism," en NCaEn 7, pp. 552-53.
[11] Ver Funk, "Liturgical Movement, The," 700.
[12] Este lema ha sido atribuido erróneamente a Pío X; ver John H. McKenna, "Papacy Modern, and Liturgical
Renewal," en NDicSWor, 922-125, 923; Koenker, The Liturgical Renaissauce, 12-13, 235 n. lo.
[13] Ver Funk, "Liturgical Movement, The;" 700; Sonya Quitsland, Beauduin (New York: Newman, 1973).
[14] Ver Kwatera, "Benedictinea and Liturgical Renewal", 131.
[15] Ver Baumgartner, "Die Auswirkungen der liturgischen Bewegung", 124; Schilson, Perspektiven theologischer
Erneuerung, 51-52; Holborn, A History of Modern Germany, 1840-1945, p. 657, Pinson, Modern Germany, 462.
[16] Sobre Pius Parsch, ver NCaEn 10, 1040; Koenker, The Liturgical Renaissance, 14-16.
[17] Berichte, 60-61; Gerl, Romano Guardini, 22.
[18] Ver Gerl, Romano Guardini, 35.
[19] Ver ibid., 42.
[20] Ver Berichte, 74; Gerl, Romano Guardini, 46.
[21] Ver Gerl, Romano Guardini, 51-52.
[22] Berichte, 87-88.
[23] Liturgie und Liturgische Bildung, 20-21; cf. Berichte, 88-89.
[24] Los monjes con los que habló frecuentemente Guardini fueron Anselm Manser, que conocía el pensamiento de
Max Scheler; Odilo Wolff, que trató sobre la filosofía de Platón; y Placidus Pflumm, que era consejero del abad
Ildefons Herwegen en la Abadía de María Laach; ver Gerl, Romano Guardini, 64.
[25] Berichte, 96.
[26] Ver Martin Marschall, In Wahrheit beten (St. Ottilien: FOS, 1986); Arno Schilson, "Romano Guardini:
Wegbereiter und Wegbegleiter der liturgischen Erneuerung," LitJb 36 (1986): 3-27; Tewes, "Romano Guardini";
Walter Dirks, "Guardini ais Führer zur Liturgie," LitJb 10 (1960): 202-10.
[27] Liturgy, 122. Si no se dice lo contrario, las citas de este capítulo sobre la liturgia están tomadas de Liturgy.
[28] Gerl, Romano Guardini, 109.
[29] Henrich, Die Bünde, 40.
[30] Hans Maier, "Nachwort," en El Espíritu de la Liturgia (Mainz: Matthias Grünewald, 1983), 145-58, 152; cf.
Schilson, Perspektiven theologischer Erneuerung, 37; John F. Baldovin, review of Holy Things by Gordon W. Lathrop,
in TS 55, 1994): 569.
[31] Ver Maas-Ewerd, "Anwalt der liturgischen Anliegens," 164.
[32] En El Espíritu de la Liturgia, ver Marschall, Im Wahrheit beten, 51-111; Knoll, Glaube und Kultur, 1090-14;
Schilson, Perspektiven theologischer Erneuerung, 34-79; Gerl, Romano Guardini, 109-19.
[33] Ver Henrich, Die Bünde, 78-79.
[34] Ver Burkhard Neunheuser, "Romano Guardini and His Vision of the Liturgy" (1982), Liturgy O.C.S.o. 29 (1995):
73-81.
[35] Ver Baumgartner, "Die Auswirkungen der liturgischen Bewegung," 132.
[36] Ibid., 126.
[37] Sobre el impacto de El Espíritu de la Liturgia, ver Franz Henrich, "Leben, Persönlichkeit and Charisma Romano
Guardinis," en Ratzinger, ed., Wege zur Wahrheit, 9-32; Tewes, "Romano Guardini"; Dirks, "Guardini ais Führer zur
Liturgies"
[38] Kathleen Hughes, "Romano Guardini's View of Liturgy," en RoGu, 73-85,83.
[39] Henrich, Die Bünde, 96.
[40] Maier, "Nachwort," 150.
[41] Ver Henrich, Die Bünde, 30, 40, 76-82; Frederic Debuyst, "The Church: A Dwelling Place of Faith," Studia
Liturgica 24 (1994), 30-31. Sobre R. Schwartz, ver Wolfgang Pehnt y Hilde Strobl, Rudolf Schwartz, 1897-1961
(Stuttgart: Gerd Hatje,1997).
[42] Burkhard Neunheuser recuerda que "hacia las cuatro o cinco de la tarde (Guardini) solía disculparse, e interrumpir
su trabajo para rezar vísperas de pie frente a un atril en el que estaba abierto un gran breviario romano"; ver B.
Neunheuser, "Romano Guardini and His Vision of the Liturgy," 74.
[43] Liturgy, 123.
[44] Un ejemplo es Wille und Wahrheit (Mainz: Matthias Grünewald, 1933). Ver Heinrich Dumovlin, Zen Buddhism
in the Twentieth Century, trad. Joseph O'Leary (New York: Weatherhill, 1992), 107-10; Henrich, Die Bünde, 135.
[45] Ver Henrich, Die Bünde, 93.
[46] Dirks, "Guardini ais Führer zur Liturgie," 203.
[47] Sobre Casel ver Theresa F. Koernke, "Mystery Theology;" en NDicSWor, 883-91; Amo Schilson, Theologie ais
Sakramententheologie (Mainz: Matthias Grünewald, 1982).
[48] Ver "Das Objektive im Gebetsleben," Das Jahrbuch for Liturgie Wissenschaft 1 (1921): 117-25.
[49] Ver Gerl, Romano Guardini, 121-28; Neunheuser, "Romano Guardini and His Vision of the Liturgy," 78. La falta
de entusiasmo de Casel para la renovación litúrgica entre los jóvenes católicos es evidente en O. Casel "Liturgische
Bewegungen: 2. In der katholische Kirche," Religión in Geschichte und Gegenwart, 2a. ed., 3 (1929): 1698-1701.
[50] Funk, "Liturgical Movement," 702-4; Theodor Maas-Ewerd, Die Krise der Liturgischen Bewegung in
Deutschland und Österreich (Regensburg: Friedrich Pustet, 1981); Ferdinand Kolbe, Die liturgische Bewegung
(Aschaffenburg: Paul Pattloch, 1964); Koenker, The Liturgical Renaissance, 18-20; Burkhard Neunheuser, "Report on
Liturgical Activities in Germany During the War," Orate Fratres 21 (1946-47): 114-22.
[51] Ver Eugene O'Sullivan, In His Presence (Wilmington, Del.; Michael Glazier ,1980). Sobre la influencia de
Guardini, ver Karl Fróhlich, "Das Volksliturgie Apostolat von St. Paul in München," en Georg Schwaiger, ed., Das
Erzbistum München und Freising in der Zeit der nationalsozialistischen Herrschaft, 1 (Munich: Schell and Steiner,
1984), 122-30.
[52] Ver "Ein Wort zur liturgischen Frage" (1940), en R. Guardini, Liturgie und liturgische Bildung, 193-213. Un
texto abreviado: "Some Dangers of the Liturgical Renewal," en Alfons Kirchgássner, ed., Unto the Altar, trans.
Rosaleen Brennan (New York Herder and Herder, 1963), 13-22; Hughes, "Romano Guardini's View of Liturgy," 7982; Maas-Ewerd, "Anwalt des liturgischen Anliegens," 167-69; Schilson, Perspecktiven theologischer Erneuerung,
43-47.
[53] Albert Stohr, "Romano Guardini Fünfundsiebzig Jahre Alt," 200-201.
[54] Ver Iserloh, "Movements within the Church," 302-5.
[55] Sobre la crítica de Gröber a la visión de Guardini de la eucaristía, ver La Maison-Dies 7 (1946): 101.
[56] Ver Karl Rahner, Theologische und philosophische Zeitfragen im katholisches deutschen Raum (1943), ed.
Hubert Wolf (Ostfildern: Schwabenverlag, 1994); J. Gülden, "Krise der Lituigischen Bewegung (1942-1944)," en
Balthasar Fischer et al, eds., Ein Leben für Liturgie und Kerygma (Innsbruck: Tyrolia, 1975), 64-68; Vorgrimler, Karl
Rahner, 32-42.
[57] Ver Maas-Ewerd, Die Krise der Liturgischen Bewegung, 435-53; Iserloh, "Movements within the Church," 303-4.
[58] Ver Maas-Ewerd, Die Krise des Liturgischen Bewegung, 453-76.
[59] Ver Pío XII, Mediator Dei (November 22, 1947), en Claudia Carien, ed., The Papal Encydicals, 1939-1958
(Raleigh: McGrath, 1981), 118-56; Funk, "Liturgical Movement," 705-6.
[60] Ver Pío XII, Mediator Dei, n. 8; Shepperd, "Liturgical Movement," 903.
[61] Ver Pío XII, Mediator Dei, n. 19.
[62] Ver "Die liturgische Erfahrung and die Epiphanie," en Die Sinne und die religiöse Erkenntnis (Zurich: Verlag der
Arche,' 1950), 39-70.
[63] Ver "A Letter from Romano Guardini," Herder Correspondence (Edición especial, 1964): 24-26; Liturgie und
liturgische Bildung, 9-18.
[64] Gerl, Romano Guardini, 356-57.
[65] Ver Johannes Wagner, Mein Weg zur Liturgiereform 1936-1986 (Freiburg: Herder, 1993), 42-43.
[66] Ver Annibale Bugnini, The Reform of the Liturgy, 1948-1975, trad. Matthew J. O'Connell (Collegeville: The
Liturgical Press, 1990), 938.
[67] Ver Gerl, Romano Guardini, 360-64.
[68] Vaticano II, Constitución sobre la Sagrada Liturgia, n. 7, p. 141.
[69] Ibid., n. 14, p. 144.
[70] Ver Aidan Kavanagh, "Liturgy," en MoCa, 68-74, 69; Baumgartner, "Die Auswirkungen der liturgischen
Bewegung," 135.
[71] Ver Pesch, Das Zweite Vatikanische Konzil, 115,131.
[72] Ver Bugnini, The Reform of the Liturgy, 544.
[73] Schilson, "Romano Guardini und die Theologie der Gegenwart," 161; ver ídem, "Die liturgische Bewegung," en
Klemens Richter y A. Schilson, eds., Den Glauben feiern (Mainz: Matthias Grünewald, 1989), 11-48.
[74] Ver Baumgartner, "Die Auswirkungen der liturgischen Bewegung," 131.
[75] Sobre liturgia e inculturación, ver R. E. McCarron, "Inculturation, Liturgical," en NCaEn 19, pp. 179-86; David N.
Power, Worship: Culture and Theology (Washington, D.C.: The Pastoral Press, 1990).
[76] Ver Gerl, Romano Guardini, 210.
[77] Ver Hughes, "Romano Guardini's View of Liturgy," 74-79; Knoll, Glaube und Kultur, 512-20; Albert Gerhards,
"Romano Guardini ais Prophet des Liturgischen," en Schuster, ed., Guardini Weiterdenken, 1, pp. 140-53; Klemens
Richter, "Die Frage nach der Liturgiefähigkeit angesichts einer erneuerten Liturgie," en Honnefelder y Lutz Bachmann,
eds., Auslegungen des Glaubens, 85-106; Jennifer Glenn, "Twenty Years Later," Assembly 12 (April 1986): 325-28;
Schilson, Perspektiven theologischer Erneuerung, 48-50; Walter Birnbaum, Das Kultusproblem und die liturgischen
Bewegungen des 20. Jahrhunderts (Tübingen: Katzmann, 1966).
[78] "A Letter from Romano Guardini," 25. Si no se dice otra cosa, las afirmaciones de Guardini, en este capítulo,
sobre la situación en 1964, se citan de "A Letter from Romano Guardini".
[79] Tewes, "Romano Guardini," 136-37.
[80] Liturgische Bildung, 22. La opinión positiva de Guardini aparece también en el apunte de su diario del 19 de junio
de 1953. Véase Wahrheit, 39.
[81] Ver Knoll, Glaube und Kultur, 512; Richter, "Die Frage," 86.
[82] Spirit, 139.
[83] Ver Mercker, Christliche Weltanschauung, 135-37,158.
[84] Ver Briefe, 55.
[85] Ver Gerl, Anfechtung, 25.
[86] Neunheuser, "Romano Guardini and His Vision of the Liturgy," 81.
[87] Regina Kuehn, A Place for Baptism (Chicago: Liturgy Training Publications, 1992), 13.
[88] Ver Bugnini, The Reform of the Liturgy 1948-1975, 179; Regina Kuehn, "Romano Guardini: The Teacher of
Teachers," en Robert L. Tüzik, ed., How Firm A Foundation: Leaders of the Liturgical Movement (Chicago: Liturgy
Training Publications, 1990), 36, 49.
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