VIERNES 23 DE enero DE 2015 . SUPLEMENTO SI! . 7 martin bonetto loyds “Me siento emparentado a Fogwill, como lector” S u nombre parece que lo dice todo: Merca, el título de la novela debut de Loyds, también poeta, que aquí ficcionaliza bajo el protagonismo de un tal Johnny, los devenires de un adicto pero, sobre todo, mal tipo. “El tema de la novela es más la clase retratada que la cocaína en sí”, cuenta. El escritor se llama así, a secas y sin doble ll, gracias a una publicidad de Lloyd’s Bank que filmó de chiquito, cuando sus compañeros le dieron apodo: un suceso infantil que mutó de estigma a apropiación y resignificación, hasta el propio cariño. –¿Cómo fue el proceso de escritura? Se siente que el libro fue “vomitado”... –Los primeros pasajes, breves y sin un orden específicio, fueron una especie de vómito. El primer borrador salió en unos tres meses, a mediados de 2012. –¿Coincidís en que tu novela es una cara local de la Alt Lit nortemamericana? –Si por Alt Lit se entiende a sobrevolar la insatisfacción crónica en la posmodernidad, ironizar sobre el mandato epocal de ser feliz y del culto al hedonismo material y confrontar con el sinsentido de la vida en el capitalismo, bienvenida sea la analogía. –¿Te sentís emparentado a Fogwill? Tu Johnny me recordó al Gil Wolff... –Me siento emparentado a Fogwill como lector, porque admiro su obra y siempre lo he leído con mucha atención. Confieso que soy más fan de Los Pichiciegos, pero el Gil Wolff de Vivir Afuera es un personaje extraordinario, con todo ese cinismo. –¿Johnny es un alter ego tuyo? –Por suerte, no. Pero, como decíamos en un asado con amigos el otro día, seguramente todos tengamos algo de Johnny adentro. –¿Cuál es tu autor del exceso favorito? –El colombiano Andrés Caicedo, que además de escribir (entre otras cosas) un novelón como ¡Que viva la música!, siempre les decía a sus amigos que vivir más de 25 años era una vergüenza y dicho y hecho se suicidó a los 25 años. –¿Se puede hablar de un “efecto Trainspotting” en la crudeza y el placer combinados en la pintura de la droga? –Me interesaba que la narración fuese cruda y muy visual. Siendo una película que en su momento miré con devoción, me gusta la idea. Aunque Renton sea mucho más querible que Johnny. –¿Qué es lo mejor y lo peor que se dijo o se dirá de tu libro? –Me gustó mucho algo que escribió Diego Erlan en Ñ: “Loyds consigue que una novela que se llame Merca esté a la altura de su título”. ¿Lo peor? Mi viejo llamó a mi hermano para preguntarle si yo estaba consumiendo mucha cocaína: por suerte no escribí una novela sobre un asesino serial, jaja. Un culo peludo en mi ventana En dos años, Fitte gestó doce cuentos cortos a pura genitalidad, crítica familiar, mordaz mirada social y flashback a los ritos adolescentes. Bien explícito. Con prólogo de Zambayonny, la obra estará editada en abril por Emecé. Silvina Marino CREDITO EDDIE FITTE “El libro me mostró mi lado más desagradable” S Merca “Leer Merca es como escuchar de principio a fin Achtung Baby de U2”, arriesga Leonardo Oyola en la contratapa de la novela. Y es cierto que hay noches ultravioletas y ultraviolentas, nariguetazos escondidos y públicos y, sobre todo, exceso. angre y tinta. En el antebrazo izquierdo de Eddie Fitte descansa un autógrafo de Charles Bukowski, faro letrístico y abismal de este notero de Telenoche y En Síntesis que anduvo de gira por Africa y Asia detrás de leones y elefantes varios. Pero la escritura muestra, según sus palabras, al “resentido” y no al “careta de la tele”. ¿El verdadero Eddie? “Soy una mezcla, no me encuentro a mí mismo, no sé bien quien soy”, resume aquel “loquito” de una familia “bien” de Pilar que hoy, desde su monoambiente palermitano de 28 m2, cigarrillo y vaso de whisky en mano, le da duro a la tecla. Con Un culo peludo en mi ventana, Fitte le pegó un par de cachetazos a las historias que padeció de púber. “Los padres de los chicos del country eran los que movían los hilos del país, los maestros titiriteros, no le podían decir a sus hijos de qué trabajaban. Yo no me sentía parte de eso y esa diferencia con mi entorno me generó un resentimiento que reprimí”. Y con su primer libro, Fitte pudo vomitar doce cuentos cortos, cada uno craneado a la mañana y finalizado a altas horas de la noche. De un tirón. Eddie confiesa que varias veces compró cinco libros juntos y, en menos de diez días, los devoró. “Soy un lector compulsivo, me gusta que mi biblioteca me refleje. Primero llegué a Fogwill con Los pichiciegos y luego leí todos sus cuentos. Eran lecturas fugaces porque de más pendejo no tenia capacidad de atención”, dice este fanático de J.D. Salinger quien ya tiene otra novela terminada, Bailando sobre la tumba del periodismo (una mirada ácida acerca de vivencias en su trabajo como notero televisivo) y Todo por el flan, una visión escatológica acerca de la búsqueda de la primicia informativa. –¿Qué te gusta y qué no de un libro? –No me van los que tienen personajes idílicos, yo tengo magnetismo con el antihéroe, el que te provoca. El libro me tiene que hacer enojar. Apuesto a lo ridículo, lo bizarro, como en La conjura de los necios (de John Kennedy Toole), mi libro de cabecera. –¿Qué opinás del fenómeno editorial de “Cincuenta sombras de Grey”? –Hay gente que tiene una vida gris, enlatada y busca en esos libros lo que en la realidad no posee: acción. Te contagia la adrenalina de la no rutina. Vivir un idilio. –¿Cómo creés que pegará el libro? –Me da miedo que esté al alcance de mi tía (la del barrio privado), que vea el libro y sepa que yo soy eso. Me genera un poco de miedo leerme y, a veces, me pregunto: “¿de dónde mierda está saliendo esto, por qué estoy tan enojado?”. El libro me mostró mi lado más desagradable, pero, ojo, verlo me hizo sentir bien, te conocés. Escribir fue una forma de terapia, de descargarme. Muy eyaculatorio. Pablo Raimondi