construcción y representación literaria del conflicto armado en

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CONSTRUCCIÓN Y REPRESENTACIÓN
LITERARIA DEL CONFLICTO ARMADO EN
COLOMBIA A TRAVÉS DE LAS VOCES DE
LOS PERSONAJES EN LOS EJÉRCITOS DE
EVELIO ROSERO Y EN EL BRAZO DEL RÍO
DE MARBEL SANDOVAL
Jorge Andrés Cárdenas Santamaría
Universidad Nacional de Colombia
Facultad de Ciencias Humanas, Departamento de Literatura
Bogotá, Colombia
2016
CONSTRUCCIÓN Y REPRESENTACIÓN
LITERARIA DEL CONFLICTO ARMADO EN
COLOMBIA A TRAVÉS DE LAS VOCES DE
LOS PERSONAJES EN LOS EJÉRCITOS DE
EVELIO ROSERO Y EN EL BRAZO DEL RÍO
DE MARBEL SANDOVAL
Jorge Andrés Cárdenas Santamaría
Tesis o trabajo de investigación presentada(o) como requisito parcial para optar al
título de:
Magister en Estudios Literarios
Director (a):
Doctora, Ángela Inés Robledo
Universidad Nacional de Colombia
Facultad de Ciencias Humanas, Departamento de Literatura
Bogotá, Colombia
2016
2
A la vida, a su misteriosa lección que día a día
le concede al ser humano.
A la palabra, a su fuerza para enunciar
las verdades que tanto oculta la vanidad humana.
3
Agradecimientos
El sentido de gratitud debo expresarlo a todos los que han hecho parte de mi formación
tanto intelectual como humana; por un lado, debo exaltar la contribución de aquellos
maestros que configuraron la pasión y la disciplina para pensar la escuela a partir de una
mirada crítica y propositiva. Especialmente debo agradecer a los maestros Ángela
Robledo, Carmen Elisa Acosta, William Díaz y otros más, quienes guiaron mis horizontes
de investigación hacia escenarios llenos de complejidad. Ellos forjaron en mí el placer por
las ciencias del lenguaje, el gusto por la indagación literaria y, más aún, la constancia
que debe tener el ser humano en su vida académica y social.
Por otro lado, agradezco a mi familia: Jorge Eliécer Cárdenas, Mercedes Santamaría y
Edisson Cárdenas, quienes a través de sus valores y consejos han apoyado todos los
proyectos que he emprendido en la vida. Sus palabras y esfuerzo han hecho de mí un
docente que ha puesto por encima de todo el sentido de lo humano. Finalmente, quiero
dar gracias a mis grandes amistades, en especial Jhon Erick Cabra quien ha sido un
apoyo constante y sincero. Agradezco también a quien comparte mi vida y es consejera
de los propósitos que he realizado para conseguir este logro, Nicolle Gordillo.
4
Resumen
Esta investigación está basada en el análisis hecho a dos obras publicadas en el año
2006: Los Ejércitos de Evelio Rosero y En el brazo del río de Marbel Sandoval Ordóñez.
El interés investigativo está esencialmente situado en la configuración de las voces
narrativas que subyacen a las condiciones de violencia representadas en cada obra. Es
decir, se busca identificar los cambios a nivel literario que se han llevado a cabo en la
representación de la violencia durante más de un siglo. Lo anterior con el fin de
reconocer cómo se ha narrado y representado la guerra en textos literarios y cuál ha sido
el papel de los personajes que sufren directamente el acto violento en tales
producciones. Además, se prestará especial atención al análisis del lugar enunciativo que
tiene cada personaje dentro de la resignificación de la guerra en los relatos, con el
objetivo de establecer cuáles son los discursos de los personajes involucrados, en las
tramas narrativas, sobre la violencia.
Palabras clave: Violencia, conflicto armado, representación, voces narrativas, víctimas.
5
Abstract
This research is based upon the analysis of two literary works published on 2006: Los
ejércitos, by Evelio Rosero, and En el abrazo del río, by Marbel Sandoval Ordoñez. It
focuses on the construction of narrative voices that lie behind the violent conditions of
each literary piece. The main purpose of this analysis is to identify the changes that have
occurred for more than a century, with regards to the representation of violence on the
literary level, focusing on the questions: How has the war been narrated and represented
in the literary texts and what has been the role of the characters who suffer directly from
the violent act in these texts. Additionally, special attention will be given to the enunciative
point of each character, within the redefinition of war in these stories; in order to establish
the speeches of the characters involved with respect to violence, within the literary plot.
Keywords: Violence, military conflict, representation, narrative voices, victims.
6
Contenido
Introducción y marco conceptual .......................................................................................... 9
1. Capítulo I ......................................................................................................................... 19
Aproximación histórica y narrativa de la literatura sobre la violencia en Colombia en los
siglos XIX y XX ................................................................................................................... 19
1.1 Tres momentos en la historia de la violencia colombiana ....................................... 19
1.1.1 Representación de la violencia en la literatura. Primeras décadas del Siglo XX
..................................................................................................................................... 23
1.1.2 Panorama de la literatura de la violencia en la mitad del Siglo XX ................... 28
1.1.3 La violencia en Colombia en el ámbito literario. Años 80 y fin de siglo XX ...... 34
2. Capítulo II ........................................................................................................................ 40
Construcción narrativa de los personajes en la novela los Ejércitos de Evelio Rosero... 40
2.1 Evelio Rosero y su obra ............................................................................................ 40
2.2 Ismael Pasos: ángulo, punto de vista y perspectiva de la guerra en San José ...... 43
2.3 Interacción de las voces: relato múltiple sobre la violencia en San José ................ 51
3. Capitulo III ....................................................................................................................... 59
Representación narrativa de la violencia en la obra En el brazo del río de Marbel
Sandoval ............................................................................................................................. 59
3.1 Marbel Sandoval y su obra ...................................................................................... 59
3.2 Dos voces, dos perspectivas que resignifican la violencia ...................................... 61
3.3 Recuerdo y memoria: elementos de representación sobre el acto violento en
Paulina y Sierva María .................................................................................................... 68
4. Capítulo IV ...................................................................................................................... 77
Propuestas y aportes de Evelio Rosero y Marbel Sandoval en la narrativa sobre la
violencia del siglo XXI. ........................................................................................................ 77
4.1 Contexto histórico, social y político........................................................................... 77
4.2 Propuesta literaria y cambios en la narrativa de las obras de Evelio Rosero y
Marbel Sandoval ............................................................................................................. 83
4.2.1 Los Ejércitos y En el brazo del rio frente a la tradición literaria de mitad del siglo
XX ................................................................................................................................ 83
4.2.2 Divergencias respecto a la literatura de inicios del siglo XX. El caso Pax ....... 86
7
4.2.3 Encuentros y desencuentros con la narrativa de finales del siglo XX .............. 89
4.2.4 Puntos en común y diferencias narrativas, temáticas y críticas en las obras de
Rosero y Sandoval ...................................................................................................... 93
5. Conclusión ...................................................................................................................... 96
Bibliografía ........................................................................................................................ 100
8
Introducción y marco conceptual
Este trabajo está enfocado en dos obras sobre la violencia en Colombia publicadas en el
año 2006: Los Ejércitos de Evelio Rosero y En el brazo del río de Marbel Sandoval
Ordóñez. En él analizo, en cada una de las novelas, cómo las voces narrativas configuran y
representan el conflicto político-militar protagonizado por guerrilla, paramilitares y Estado
durante las últimas décadas en Colombia. Para ello, es importante entender cómo se ha
narrado la guerra y cuál ha sido el papel de los personajes que sufren directamente la
violencia desde comienzos del siglo XX hasta hoy.
Para abordar lo anterior, me he valido de conceptos como ángulo, perspectiva y punto de
vista que hacen parte del estudio adelantado por el teórico francés Gérard Genette en su
texto Figuras III (1989). De la misma manera, es oportuno afirmar que pretendo valorar
teóricamente el lugar enunciativo1 que tiene cada personaje dentro de la resignificación del
acto violento2 en el relato3, esto con el fin de advertir la forma como se configura el
1
La enunciación es definida por Tecla Gonzáles Hortigüela (2009) ―…como el ámbito de la inscripción del
sujeto en el acto lingüístico…‖ (pág. 151). Afirmación que nace de los postulados del lingüista francés Émile
Benveniste (1966) y que posibilita vislumbrar un sujeto que es producido en el discurso y no productor del
mismo, esto en tanto que el lenguaje constituye su figura dentro de la comunicación. De esta manera, se
configura la noción de sujeto de la enunciación que, en el ámbito literario, se representa como narrador y,
más específicamente, en el organizador de las otras instancias discursivas que hacen parte del relato. Este
mismo se encarga de ―…manejar el discurso a partir de un ángulo de visión u otro, es decir, desde cierto
punto de vista…‖ (Beristáin , 2002, pág. 112) que ofrece la percepción de los acontecimientos.
2
Para la presente investigación el término acto violento estará relacionado con las acciones violentas de las
que son víctimas los ciudadanos en un contexto de confrontación armada.
3
Genette (1989) propone tres definiciones sobre el término relato. En primera medida lo define como ―…el
enunciado narrativo, el discurso oral o escrito que entraña relación de un acontecimiento o de una serie de
acontecimientos.‖ (pág. 81). En un segunda medida, lo determina como la designación sucesiva de
acontecimientos, reales o ficticios, objeto del discurso y sus diferentes relaciones. Y por último, lo define
como aquel que ―…designa también un acontecimiento; pero no ya el que se cuenta, sino el que consiste en
que alguien cuente algo: el acto de narrar tomado en sí mismo…‖ (pág. 82). Para efectos de la presente
investigación es necesario advertir que, según el propio Genette y en beneficio de evitar cualquier tipo de
confusión teórica, la concepción de la palabra relato se tratará de acuerdo ―al significante, enunciado o texto
narrativo mismo…‖ (1989, pág. 83). A saber, a partir de esta aclaración conceptual es posible asumir el
9
discurso sobre la violencia en los personajes que la experimentan directamente. Y como
última instancia, considero el entorno socio-económico y político que rodea el siglo XXI
como factor relevante en la escritura sobre la violencia en Colombia, asimismo concentro
la reflexión sobre la propuesta de Rosero y Sandoval respecto a la manera como llevan a
cabo la reconstrucción literaria del conflicto armado en el país.
Los ejércitos y En el brazo del río son textos paradigmáticos de una escritura sobre la
guerra que tienen marcas específicas y que le dan espacio a las voces de las víctimas, a
tono con las teorías contemporáneas de los nuevos sujetos subalternos y descentrados de
los discursos de poder. Hay que tener en cuenta que la primera de ellas, la obra de Rosero,
es reconocida, y ha sido objeto de varios análisis académicos, mientras que la novela de
Sandoval4 no ha tenido el reconocimiento que merece.
Así expuesta, la estructura de la investigación cuenta con cuatro capítulos en donde
abordo los temas y problemáticas ya enunciadas. En las siguientes líneas establezco un
breve resumen de cada uno y el contenido con el que cuenta.
El primer capítulo que contiene esta investigación denominado Aproximación histórica y
narrativa de la literatura sobre la violencia en Colombia en los siglos XIX y XX, trata
sobre el contexto histórico desarrollado en el país durante los siglos ya citados. Allí, bajo
horizonte analítico que se desarrollará en las novelas seleccionadas, ello en relación al discurso narrativo que
presenta cada una.
4
Algunas publicaciones han resaltado la importancia de la obra En el brazo del río en el ámbito literario y
sociológico, entre ellas se encuentra ―The social origins of human rights. Protesting political violence in
Colombia’s oil capital, 1919-2010‖ de Luis Van Isschot (2015). También es posible advertir la inclusión de
la novela en el análisis titulado ―La literatura como una expresión de duelo que permite establecer procesos
de memoria. Un análisis de dos narraciones literarias colombianas de la primera década del Siglo XXI
ligadas al conflicto armado, desde los enfoques de Acción Sin Daño y Psicosocial‖ de Karol Tatyana Duarte
Bello.
10
conceptos propios del campo de la Historia y la Sociología, hago un recorrido por los
eventos violentos que han marcado al país. En principio, describo la Guerra de los mil días
como el posible antecedente que desencadena la escritura de obras literarias sobre la
violencia en Colombia, caracterizo el entorno socio-político de la época, y, además, cito
las principales producciones literarias que relataron tal evento y los autores que se
interesaron por esta temática en aquel momento. Luego, centro la argumentación en la
conformación histórica de los partidos políticos (Conservador y Liberal) y su
confrontación hacia la mitad del siglo XX, lo cual culminó en lo que se ha denominado
como El Bogotazo.
El enfrentamiento bipartidista se describe como un conflicto que corresponde a un
ambiente político en crisis, el cual provoca una aguda pugna social que va encaminada a
defender los principios ideológicos de cada colectividad y a combatir a ultranza los
contrarios. Como consecuencia de ello, el resultado es un escandaloso número de muertos
en diferentes zonas del país. En este apartado también realizo un balance de la narrativa
que enfocó su contenido hacia la representación de esta problemática, es decir, el
tratamiento narrativo que llevaron a cabo los escritores sobre la contienda política, y,
además, las condiciones e implicaciones culturales derivadas de dicha situación bélica.
Aquí integro referentes teóricos que posibilitan señalar el viraje dado a la literatura
colombiana respecto a la forma representativa de la violencia.
Finalmente, efectúo una caracterización de la literatura que se ha escrito a finales del siglo
XX. Allí discuto algunos de los temas que fueron constantes en la década de los ochenta y
los noventa, en relación a fenómenos como el narcotráfico, la lucha armada y el
crecimiento de grupos paramilitares. Destaco, bajo la reflexión analítica, los conceptos que
11
enmarcan el estilo narrativo de las obras inscritas en este marco espacio-temporal,
teniendo en cuenta, claro está, el ámbito socio-económico y político que se presenta por
ese lapso histórico.
En el segundo y tercer capítulo: Construcción narrativa de los personajes en la novela Los
ejércitos de Evelio Rosero y Representación narrativa de la violencia en la obra En el
brazo del rio de Marbel Sandoval, respectivamente, llevo a cabo la reflexión concerniente
a las dos novelas seleccionadas. En este apartado reúno la aplicación de categorías de
análisis como: focalización interna, narrador-personaje, voz5 e instancia narrativa (1989),
asimismo, la ilustración narrativa de los diversos aspectos, problemáticas y asuntos que
ambas producciones escritas proponen.
Mediante el ejercicio analítico defino y desarrollo los conceptos y términos que han sido
estudiados en la investigación y permiten, a su vez, la reflexión de los componentes
temáticos que se derivan de los objetivos de este ejercicio de indagación. Tales elementos
los desarrollo en las obras escogidas acorde con los pasajes y ejemplos que soportan la
dinámica teórica.
En las obras seleccionadas como corpus para el análisis de esta investigación, preciso que
la voz narrativa esté situada en aquellos personajes que padecen directamente las
consecuencias de la guerra. Voces que operan a partir del relato vivencial de la guerra y
que desde la experiencia que tienen sobre esta, la cuenten mediante distintos recursos
5
A este concepto Genette (1986) dedica un amplio estudio en su texto Figuras III. Valiéndose de las ideas
sobre esta temática propuestas por el lingüista francés Joseph Vendryes, asume la voz como: ―…la acción
verbal considerada en sus relaciones con el sujeto, sujeto que aquí no solo es el que realiza o sufre la acción,
sino también el que la transmite y eventualmente todos los que participan, aunque sea pasivamente en esa
actividad narrativa‖ (pág. 271). Así visto, tomo en cuenta en esta investigación, este horizonte conceptual
para desarrollar el análisis propuesto en las obras escogidas.
12
narrativos. Por ello, la primera novela seleccionada titulada Los Ejércitos, escrita por
Evelio Rosero y que tiene como personaje principal al profesor Ismael Pasos, es un
ejemplo esencial para adecuar la reflexión de esta indagación hacia el carácter experiencial
y autónomo del testimonio ficcional sobre la guerra. Son dos características que
particularmente vuelven al personaje central en el portavoz de un relato soportado por
juicios de valor e ideas propias sobre lo que sucede a su alrededor.
La ya citada voz narrativa, en términos de Patricia Martínez (2002), es: ―…el dispositivo
retórico que establece quién cuenta y desde dónde en un relato‖ (pág. 198). Permite
asimismo reconocer el origen de lo discursivo a través de la figura del narrador, que a su
vez, es una proyección ficcional del autor y presenta al lector el mundo narrado. No cabe
duda de que este elemento es indispensable a la hora de hablar sobre el lugar enunciativo
que poseen los personajes marginales en un relato, pues su intervención, a nivel narrativo,
deja entrever la importancia que tienen al momento de contar la historia propuesta. Si se
habla de una temática novelesca sobre la violencia es mucho más evidente y explícita la
forma en como se exponen los modos de pensar y actuar de un personaje en las acciones
de la trama ficticia. Tanto su punto de vista6 como su perspectiva sobre los
acontecimientos que suceden, permiten concebir hasta qué punto su locus enunciativo es
válido, en términos de representación de la realidad y más, en este caso, de la violencia.
Así visto, el personaje de Ismael deja de ser un simple eco de su autor y toma una
independencia total en las acciones de la obra. Es portador de una ideología y un carácter
6
Según Patricia Martínez en su trabajo de 2002 titulado Algunos aspectos de la voz narrativa en la ficción
contemporánea: el narrador y el principio de incertidumbre, este concepto está relacionado con la voz
narrativa en tanto ―La puesta en escena enunciativa de esa voz permite asimismo delimitar la posición de la
misma con respecto al universo de la ficción, y encuadrar la perspectiva o el punto de vista desde el cual se
percibe y aprehende el mundo ficcional representado en la novela‖ (198).
13
propios a la hora de emitir opiniones o ideas sobre la violencia desatada. En palabras del
crítico literario ruso Mijaíl Bajtín (1999): ―…el autor crea, pero ve su creación tan solo en
el objeto que está formando, es decir, únicamente ve la generación del producto y no su
proceso interno, psicológicamente determinado‖ (pág. 15). Ismael Pasos asume un rol
autónomo en el trasegar de la trama ficcional, mediante la ocurrencia de diversas
situaciones en la obra, propone y expone una serie de ideas que le aseguran un lugar de
enunciación único en el universo ficcional desarrollado. Por lo tanto, configura un modo
de pensar y decir que le permite observar y reflexionar; posición desde la cual consolida su
voz narrativa en tanto que es víctima directa y brinda un testimonio ficcional a partir de lo
que puede ver, oír y sentir.
Por su parte, la segunda obra seleccionada: En el brazo del río de Marbel Sandoval
Moreno, aporta no solo una voz narrativa desde la cual se relata la violencia, sino dos
voces a partir de las cuales es posible reconocer y comprender la misma. Al igual que en
Los Ejércitos, se ubica el foco de enunciación en las víctimas del conflicto armado, en este
caso son dos adolescentes que cuentan los estragos que ha dejado la guerra en cada una y
cómo su relación de amistad produce todo un escenario de reconstrucción sobre los actos
violentos. El recuerdo y la evocación son los elementos narrativos que permiten dar cuenta
del enfrentamiento armado que viven día a día; también estas voces juveniles se apoderan
de una idea propia que surge por el trajinar en medio de hechos violentos.
La marginalidad que ostenta el habitar un lugar donde los grupos al margen de la ley
combaten diariamente, lleva a que las voces de Paulina y Sierva María se apropien de todo
el espacio narrativo de la novela debido a que son testigos directos, y, asimismo, víctimas
de las acciones presentadas en el plano ficcional. Sus posiciones respecto al relato
14
muestran además, un ángulo desde el cual enuncian sus apreciaciones. Por lo anterior,
existe una conciencia, a través de los propios personajes, que advierte y señala cuáles son
las injusticias, los hechos atroces y las inequidades que se derivan de los contextos de
guerra. Ambos personajes pueden decir, según su propio criterio, cuál es la opinión al
respecto de que, ni el Estado ni los mismos medios de comunicación, puedan hacer algo
para evitar más muertes en su territorio y a nivel general en el país. Todo ello, claro está,
dentro de una consideración de personajes ficcionales y que pertenecen al mundo propio
de la obra literaria.
Así visto, en esta investigación propongo, al escoger estas dos obras, no simplemente
advertir cómo las voces narrativas se configuran a partir de la marginalidad, sino que, aun
mejor, trato de analizar cuáles son los recursos y estrategias narrativas que permiten
consolidar su representación de la violencia. En términos generales, busco señalar cuáles
son los aspectos enunciativos y discursivos que diferencian el relato sobre la violencia en
Colombia; esto contemplado en lo que realizan las dos novelas respecto a otras
producciones literarias que han abordado el tema en épocas diversas y bajo estilos
narrativos distintos. En síntesis, pretendo reconocer y resaltar por qué los personajes que
integran estas dos obras se valen de juicios de valor, opiniones o ideas para resignificar el
acto violento y presentar al lector una visión de mundo que posibilita comprender el
testimonio7 que produce la guerra en las víctimas que deja esta misma.
Esta idea de narrar a partir de quien vive el relato, es decir, a través del personaje en
primera persona, permite identificar la referencia y el punto de vista que este propone
7
En su trabajo ―Violencia, memoria y literatura testimonial en Colombia. Entre las memorias literales y las
memorias ejemplares‖, Juan Carlos Vélez (2003) argumenta que la narrativa testimonial permite darle la voz
a los protagonistas involucrados en el conflicto. A saber, el testimonio implica reconocer los hechos que
subyacen a la violencia a partir de quien los vive y quien se ve afectado por los mismos.
15
sobre las acciones presentadas en la obra. En esencia, el relato se efectúa en tanto ―…el
propio personaje asume la función de narrador y nos refiere el mundo ficcional desde la
perspectiva del Yo‖ (Martínez García, 2002, pág. 200). Existe entonces una pluralidad de
conciencias que interactúan, esto hace que el mundo para cada personaje aparezca bajo un
determinado aspecto conforme al cual se estructura su representación. Para Ismael Pasos,
en el caso puntual de Los Ejércitos, el acto violento tiene su trasfondo debido a la
interacción que ha tenido con este mismo, mientras que para otro personaje que no ha
vivido la violencia de cerca, las implicaciones son distintas y su concepción es muy
opuesta.
Para Bajtín (1993), en su estudio sobre el carácter polifónico en las obras de Dostoievski,
las ideas que encarnan los personajes o ―héroes‖, como los llama él, parten de la
independencia que se establece entre autor y personaje. A saber, no se permite confundir el
pensamiento de quien escribe la obra con el personaje creado simplemente porque este
último posee una autonomía dentro de las acciones del relato; estos personajes no son una
imagen determinada en un sentido unitario. Más bien constituyen un punto de vista
particular sobre el mundo y sobre sí mismos. Son discursos libres que conforman su
postura dentro de la trama narrativa y el universo simbólico de la obra. Asegura el mismo
Bajtín, con relación al autor y sus personajes, que si ―…el cordón umbilical que los
une…no se corta, estaremos frente a un documento personal y no frente a una obra‖ (pág.
77). El personaje en este caso cuestiona, profundiza, valora y hasta se opone a su mismo
creador; construye una voz que lo independiza y permite su manifestación más allá de lo
narrado.
16
En el caso de los personajes en cuestión (Ismael Pasos en Los Ejércitos y Paulina y Sierva
María que hacen parte de En el brazo del río) cabe anotar que responden a estos
planteamientos dados por el teórico literario ruso, en consideración a su misma actividad y
participación en las obras citadas. Tales personajes están constantemente evaluando las
acciones del relato y además discuten, de manera monológica o dialogada, las barbaridades
cometidas antes, durante y después de la guerra, pero sus juicios de valor son libres y hasta
contradictorios de lo que sus creadores pueden llegar a enunciar. Esto es dicho, no en el
sentido de que la intención que persiguen tanto Evelio Rosero como Marbel Sandoval diste
de aquello que pretendan en sus obras, sino más bien en que el discurso establecido por
cada personaje va más allá de la propia potestad de sus autores. La violencia para estos
personajes se vive de cerca y se sufre en el plano ficcional, pero esto no quiere decir que
sus autores también la hayan vivido de la misma manera en el terreno de la realidad.
Por lo anteriormente dicho, esta es la idea que también persigue la presente investigación,
a saber: la configuración de una estructura narrativa que sitúe en los personajes una voz
propia desde la cual se pueda advertir la indignación y hasta el mismo cuestionamiento
sobre la duradera y frenética guerra en el país. Puntos de vista que, como la afirma
Martínez García (2002), no solo se entiendan como ―…punto de mira o ángulo de visión
que condiciona la configuración del mundo ficcional— sino también en su acepción
ideológica: como el sistema de juicios, conceptos y valores que sustentan una visión del
mundo‖ (pág. 201). En síntesis, un lugar desde el cual se puedan denunciar los crímenes y
las afectaciones que sufren quienes son golpeados por el extenso conflicto armado que por
más de un siglo padece Colombia. Ello a partir del ejercicio de imaginación y creación que
puede ofrecer la literatura.
17
En el cuarto y último capítulo, denominado Narrativa sobre la violencia del siglo XXI.
Propuesta de Evelio Rosero y Marbel Sandoval, realizo un análisis comparativo entre
algunas obras literarias del Siglo XX y Los Ejércitos y En el brazo del rio, de acuerdo a las
incidencias, influencias y divergencias que se presentan entre unas y otras obras a nivel
estilístico. Es este capítulo establezco la diferenciación entre elementos narrativos que
hacen explícita la especificidad de cada novela, en referencia a la disposición espacial,
personajes, posición de narrador y focalización, propios el relato; aspectos que permiten
visibilizar las técnicas narrativas utilizadas, el modo como se lleva a cabo la representación
de la violencia en las obras y la tradición literaria que ostentan. Esto, ligado también a una
descripción del contexto histórico en los planos social, político y cultural del presente
siglo, con el propósito de reconocer los fenómenos, circunstancias y hechos de violencia
que afectan a Colombia en este periodo histórico.
18
1. Capítulo I
Aproximación histórica y narrativa de la literatura sobre la violencia en
Colombia en los siglos XIX y XX
“Entre los textos y hechos se ratifica que la literatura
no guarda silencio frente a la historia, que ha tenido
necesidad de contar, de afirmar y exorcizar el dolor y
el horror” (Luz Mary Giraldo. En otro lugar.
Migraciones y desplazamientos en la narrativa
colombiana contemporánea)
1.1 Tres momentos en la historia de la violencia colombiana
Por más de un siglo la representación de la violencia en Colombia ha sido tema recurrente
en la literatura nacional. Algunas obras literarias han buscado abordar ficcionalmente las
voces de quienes padecen directamente las consecuencias de la guerra, y así mismo,
valorar su importancia dentro de la configuración narrativa de cada época histórica.
Siguiendo a María Helena Rueda en su texto ―Nación y narración de la violencia en
Colombia (de la historia a la sociología)‖, es posible asumir que tal vulnerabilidad
histórica a la que se han visto sometidas miles de personas, ha presentado una notoria
preocupación en la literatura del país. Ello es explicado en tanto que ―…si bien la
escritura ofrece la posibilidad de un distanciamiento con respecto a la violencia, es difícil
pensarla como un acto ajeno a ella…‖ (Rueda, pág. 346), pues en esencia el acto bélico ha
sido la constante del proceso de conformación de la propia nación colombiana.
Es por ello que eventos como La Guerra de Los Mil Días, la lucha bipartidista, la
incidencia del narcotráfico y el conflicto armado que se han desarrollado durante los siglos
XX y XXI, denotan un extenso contenido sobre el cual se ha hecho literatura en Colombia.
Esto conduce a señalar que algunos episodios de violencia en la historia del país, han
incidido en la producción artística de novelas y además en la manera en como los
19
escritores pretenden representar la violencia de acuerdo al contexto socio-político que los
rodea.
Ante este panorama es indiscutible que la forma de narrar la violencia en Colombia ha
tenido transformaciones y estilos diversos a través del paso del tiempo, pues la influencia
misma del contexto social y político de cada época incide en las maneras de configurar la
representación de los actores del conflicto. Por ejemplo, en gran parte del siglo XIX y
como lo advierte Vera Castro (2013):
…se escribe una cantidad inequívoca de novelas que presentan algunas formas de la
violencia de esa época, y que para ese tiempo hacía curso en algunas comunidades de la
sociedad colombiana. Las guerras civiles colombianas, por ejemplo, aportaron al
imaginario de los escritores de aquel tiempo, para escribir lo que serían décadas más
tarde, novelas que retratarían la historia de esas luchas. Ese episodio de la historia
colombiana probablemente hace parte del génesis de la novelística moderna del país.
(pág. 28).
Estas son construcciones literarias que obedecen a los hechos bélicos y conflictivos que
acontecen en este momento histórico, claro está que bajo un estilo de narración propio y
bastante disímil a lo que posteriormente se presenta en el plano narrativo sobre la
violencia.
Aquí es menester señalar que los personajes incluidos en estas novelas son
fundamentalmente creados desde una perspectiva histórica, y además, a partir de los
principales referentes que participan en los enfrentamientos armados de las diferentes
guerras civiles. Sumado a ello, no solo el tema de la violencia es parte principal de este
periodo; cabe resaltar que las costumbres, gustos y dinámicas del diario vivir son aspectos
20
que se tienen en cuenta para la elaboración del trabajo artístico de finales de siglo XIX y
comienzos del XX. Para ampliar este panorama referencio el capítulo ―Representación de
la violencia literaria en las primeras décadas del Siglo XX‖, donde llevo a cabo el análisis
de dos obras y los elementos narrativos que hacen explícita la manera en cómo se sitúan la
violencia en el plano narrativo.
Otro momento de confrontación y gran incremento de la producción de las letras en
Colombia sobre el tema de la violencia, se deriva de la contienda bipartidista de mitad del
siglo XX. Para Pablo Montoya (1999) en su artículo ―La representación de la violencia en
la reciente literatura colombiana‖, este suceso de lucha por el poder político afectó
notablemente la estructura social de país, es decir, que miles de campesinos se vieron
obligados a abandonar sus tierras de origen debido a las reyertas entre los bandos opuestos
(liberales y conservadores). Tal ―éxodo‖, como él mismo lo denomina, y las condiciones
de miseria evidentes per se a los enfrentamientos, motivaron la escritura de un sinnúmero
de historias que, por un lado, mostraron los horrores de la guerra de manera escalofriante y
explícita y, por el otro, permitieron la apertura a un escenario conciente sobre el
tratamiento de la violencia.
A partir de lo anterior, se proponen dos puntos de vista sobre cómo abordar y presentar la
violencia en la literatura, pero también se polariza el modo en que se representan los
actores de tal fenómeno, narrativamente hablando. Además, vale anotar que hasta la
década de 1950 y atendiendo a lo que bien apunta María Helena Rueda (2008) ―…las
agresiones y heridas de las guerras que tuvieron lugar en Colombia a partir de los primeros
años del siglo XX no entraban en el discurso historiográfico, aunque sí en crónicas y en
relatos novelados…‖ (pág. 351). Esto quiere decir que la representación de la violencia y
21
su misma presencia estuvo explícita solo en el discurso narrativo, debido a que la función
o rol asumido por la historiografía a partir de la constitución de 1886 promulgada por
Rafael Núñez, apoyó la configuración de un ideal de nación que denotara un aspecto
ejemplarizante conforme a su difusión en la esfera educativa del país. Para una mejor
comprensión de esta temática, el apartado titulado ―Panorama de la literatura de la
violencia en la mitad del Siglo XX‖, aborda con mayor profundidad las problemáticas y
asuntos expuestos.
Transcurridas algunas décadas y tras los enfrentamientos entre miles de civiles por la
defensa de los dos bandos políticos, surgen algunas colectividades alzadas en armas que
pretendían representar ideas de oposición respecto al gobierno central. Tales pensamientos
divergentes se gestan, por un lado, en las zonas rurales donde algunos campesinos
conformaron colectividades para combatir y luchar por la defensa de intereses políticos; y
por otro lado, en claustros universitarios donde la corriente marxista y la inspiración
castrista permiten que el radicalismo estudiantil comience a configurar lo que se ha
denominado como ―guerrilla‖. Según Mario Arrubla (1991), este proceso de conformación
guerrillera está mediado por la indignación y profundo desacuerdo con el aparato de
Estado que se forjó en el Frente Nacional. En otras palabras, la confluencia de las
corrientes liberales y conservadoras en el escenario político, permitió que muchas
decisiones económicas y sociales afectaran a los propios ciudadanos de clases populares en
el país.
Ante este panorama de subversión cabe señalar que al iniciar la década del ochenta se da la
conformación de grupos paramilitares y de autodefensas, los cuales fueron creados, tanto
para repeler y combatir a las guerrillas, como también para apoderarse de las tierras a
22
través del ejercicio de la violencia. En palabras de Gustavo Duncan (2006), empieza
entonces una disputa por los territorios y por el capital que se deriva al asumir el control
económico de alguna zona del país. La siembra y comercialización de cultivos ilícitos
resulta el mejor medio para incrementar el poder, y además, el clientelismo se torna en el
pan de cada día para administrar el control político a nivel local. A causa de ello, el
Ejército Nacional da apertura a las incursiones armadas para exterminar tales
colectividades armadas ilegales, pero el resultado es la masiva muerte y desplazamiento de
la población civil.
Colombia culmina el siglo XX con un nuevo éxodo de campesinos, como ya se había
presentado a finales del XIX. Se repite la historia y una vez más se advierte la constante y
perturbadora violencia que ha acompañado al país durante más de un siglo. Ante este triste
panorama, la literatura no es ajena a representar estos hechos violentos; escritores,
periodistas e intelectuales emprenden la tarea de retratar el fenómeno del narcotráfico. Así,
y como lo afirma Cardona López (2002), se publica en 1986 la novela El divino de
Gustavo Álvarez Gardeazábal, obra pionera en la escritura sobre esta problemática social y
que da pie a la publicación de diversas producciones sobre esta temática. Para ampliar la
información sobre este periodo en la narrativa de Colombia recomiendo la lectura del
apartado titulado ―La violencia en Colombia en el ámbito literario. Años 80 y fin de siglo
XX‖.
1.1.1 Representación de la violencia en la literatura. Primeras décadas del Siglo XX
Al situar el hecho violento dentro del contexto colombiano es imprescindible el
acercamiento a la historia que ha configurado su presencia. Para efectos de este documento
contaré con la valoración de un periodo comprendido entre finales de siglo XIX y
23
comienzos del XX. Evidentemente no concentro la atención en la totalidad de hechos
ocurridos en el país durante esta prolongada temporalidad, sino que especifico de acuerdo
a las situaciones violentas más relevantes acaecidas en Colombia. Para ello, debo anotar
que uno de los acontecimientos primarios que permite reconocer la elaboración de un
escenario violento en Colombia, parte sin duda del evento denominado Guerra de Los Mil
Días. Hecho que, debido a su gran carga de prácticas explícitas de guerra y con un enorme
contenido de imágenes que exhibían la muerte, significó un perfecto panorama para los
contenidos de las diversas obras literarias realizadas años después.
Por lo anterior, el final del siglo XIX marca para Colombia un momento en el desarrollo
de la producción escrita sobre la violencia política y social, debido a la ya citada Guerra de
los Mil Días, sucedida en el periodo que va de 1899 a 1902. En pleno cambio de siglo se
presenta este conflicto librado entre el Gobierno ultra-conservador de la Regeneración y el
sector belicista del partido liberal, pugna que desembocó en la pérdida de Panamá y que
condujo a una serie de masacres en las diversas zonas del país. Para Jorge Orlando Melo
(1991) este enfrentamiento fue generado por la aprobación de la constitución de 1863,
pues esta le atribuía una autoridad mayor al presidente para ejercer sus funciones y le
concedía privilegios a los militantes o seguidores de su propio partido. A saber, el enorme
poder que la esfera gubernamental ostentaba para los liberales y los beneficios que se
derivaban de esta situación, desencadenaron una intensa disputa política en el país.
Este escenario político que permitió la polarización ideológica en el país, motivó a la
esfera radical de los liberales a lanzarse a la guerra. En razón de ello, en agosto de 1899 se
dio inicio a la contienda que ―…sería la más violenta y prolongada de la historia
colombiana: en ella se volvieron a ver los familiares reclutamientos forzosos, la
24
expropiación de bienes, los empréstitos obligatorios a cargo de los enemigos del régimen,
y la muerte de un elevado número de colombianos…‖ (Melo, 1991, pág. 68). Y si con este
panorama no bastara para advertir la terrible condición de violencia que ostentaba
Colombia, se suma que en 1902 y debido a la alianza establecida con Estados Unidos para
dar solución al conflicto, se establecen algunos acuerdos y tratados con los
norteamericanos que, a su vez, aprovechan la situación para invadir Panamá y así
apoderarse de este territorio que antes de 1903 formaba parte de la geografía colombiana.
En literatura, esta circunstancia histórica tuvo resonancia en cuanto ―…la agitación social,
la crisis económica y las polémicas ideológicas…. determinan, la total liquidación de las
formas románticas hasta entonces imperantes‖ (Trujillo, 2005, pág. 4). Y son ejemplo de
este cambio narrativo obras literarias como Pax (1907) de José Rivas Groot y Lorenzo
Marroquín, Diana La Cazadora de Clímaco Soto Borda (1917), A flor de tierra (1904) de
Saturnino Restrepo, entre otras. Tales narrativas exponen un panorama que involucra una
serie de problemáticas derivadas por la situación de guerra vivida y los cambios que esta
misma genera al interior de una sociedad.
La mirada histórica que proponen estas novelas sobre el ya mentado acontecimiento, parte
de la misma reivindicación del pasado, y de igual manera, del tratamiento a nivel narrativo
que los escritores llevan a cabo; en cuanto a Pax, Curcio Altamar (1975) afirma:
…ella viene a demostrar plenamente cómo la novela en Colombia no ha tomado al
margen los sucesos y la idiosincrasia de la nación, sino que los ha tomado desde
principios de siglo…los ha subido a categoría de novelable… (pág. 162).
25
Por lo tanto, la configuración del universo simbólico de la obra se ve influenciado por el
mismo contexto que rodea a quien escribe. Las situaciones y personajes inmersos en la
narración proponen al lector un panorama sobre lo ocurrido en su entorno.
En el caso de Diana La Cazadora se indica que ―…es otro aspecto del Bogotá de
principios de siglo, filmado ahora por el lado de la vida bohemia y de los bajos fondos,
pero con los mismos colores de exotismos que el autor quiso criticar‖ (Curcio Altamar A. ,
1975, pág. 166). Aquí la voz de la clase baja se impone un poco más, las prestezas de
quien vive las consecuencias del enfrentamiento civil se tornan de manera evidente, la
experiencia de la ciudad y los personajes marginados se presentan de forma ajustada a la
cotidianidad de un contexto de violencia y guerra. Más aún, se privilegia el punto de vista
de quien lleva a cabo actos violentos y quien motiva la presencia del descontento social
para dar continuidad al caos.
Finalmente, a propósito de la obra A flor de tierra, Augusto Escobar Mesa en su artículo
―Tres novelas sobre la guerra civil de los ―mil días‖ afirma que esta, a través de su
personaje protagonista, ―…brinda una imagen terrible de lo que implicó para el país su
vigésima novena y última guerra civil del siglo XIX.‖ (pág. 2). Tal descripción,
corresponde a las imágenes y cuadros que se presentan en cada una de las obras
caracterizadas anteriormente, pues sin duda alguna deja entrever el impacto de la violencia
que este acontecimiento bélico representó en sus víctimas.
Estas tres obras sitúan un punto de referencia para la descripción de la violencia política
que de ahí en adelante afectaría al país durante varias décadas. Es más, los crueles cuadros
presentados en estas y otras obras que se publicaron años más adelante muestran un
26
escenario notoriamente atroz e inhumano, ya que en algunas de estas producciones se
incluían fotografías de los procedimientos usados por los victimarios para masacrar a sus
víctimas. De hecho, en algunos pasajes de la novela Pax es visible la descripción de la
muerte en un sentido explícito y que llega a chocar con el amarillismo o el morbo; el locus
enunciativo además es asumido por la alta sociedad dejando de lado la voz de quien
padece los estragos de la guerra directamente.
Esta última afirmación es condescendiente con fragmentos de la obra, pues se citan salones
de baile ostentosos, tertulias sobre filósofos o escritores europeos y además discusiones
sobre música clásica. Ligado a ello, las reuniones entre bandos políticos se dan en grandes
hoteles y los teatros donde se entretienen con las funciones de opera están plagados de
pomposidad. Ejemplo de ello es visto en el siguiente pasaje:
El inmenso comedor del Hotel Bicontinetal resuena con el taconeo de los criados
sobre el entablado que hacen los últimos preparativos para el banquete organizado por
González y Mogollón en honor a Landáburo, y para iniciar unión de los íntegros y de
los revaluadores…‖ (Rivas Groot & Marroquín , 1986, pág. 88).
De esta manera, se otorga relevancia a la instancia discursiva caracterizada por quienes
tienes un poder económico y social, dejando de lado las circunstancias marginales y las
condiciones precarias de los barrios de clase baja de la Bogotá allí representada.
Así como lo anota Armando Romero (1987), es interesante observar cómo los escritores
colombianos de finales del siglo XIX y comienzos del XX pertenecen a una posición
económica alta, lo cual posibilita advertir que desde su nacimiento estaban
ideológicamente predispuestos para convenir con su clase dirigente. De este modo, se
percibe cómo los intereses de muchos de los escritores estaban guiados por la
27
particularidad política que, por tradición, los influenciaba y los determinaba
narrativamente hablando; caso concreto es el del diplomático Lorenzo Marroquín, co-autor
de Pax, quien se codeaba con las grandes esferas del poder gubernamental colombiano.
Ello permite evidenciar un marcado tinte político en las producciones literarias de esta
época y además un privilegio por las ideas de un sector socio-económico, valga anotar que
en años posteriores esta tendencia estaría dispuesta en muchas de las novelas que retratan
los conflictos civiles del país.
1.1.2 Panorama de la literatura de la violencia en la mitad del Siglo XX
El tema de la violencia en la literatura colombiana se ha abordado a partir de los hechos
que, política y económicamente, marcaron la historia del país y además repercutieron
directamente en la sociedad de cada época donde estuvo presente el acto violento. A saber,
y según la perspectiva de Óscar Osorio (2008):
…ha sido un tema recurrente en nuestra literatura. Desde las novelas que se referían a
las guerras civiles del siglo XIX, pasando por la centena de textos narrativos que
enfrentaron el asunto de la Violencia de los años cincuenta… (pág. 178)
Así, los diversos novelistas que bajo la perspectiva histórica de su momento crearon
relatos e historias ficcionales, no solo situaron un punto de vista sobre la violencia en
Colombia, sino que representaron las condiciones socio-culturales que en cada periodo de
conflicto el país vivió.
Sin duda, el hecho histórico más trabajado para la construcción de novelas fue el de la
lucha bipartidista entre liberales y conservadores desarrollada durante la mitad de siglo
XX. Este suceso hizo parte de un gran número de publicaciones, que a través del
testimonio de personajes y situaciones, retrataron las condiciones relacionadas con los
28
enfrentamientos entre ambos partidos políticos en algunas regiones del país. En su texto
denominado ―Siete estudios sobre la novela de la Violencia en Colombia, una evaluación
crítica y una nueva perspectiva‖, Osorio (2006) da cuenta de las obras que trataron la
violencia en Colombia en el ámbito literario de acuerdo al periodo de su publicación. La
idea en común que comparten las investigaciones analizadas por el autor es aquella que
plantea el año de 1948, y más exactamente El Bogotazo, como precedente para el
surgimiento de la vasta producción novelística en Colombia.
Si bien la contienda entre partidos se venía gestando durante el siglo XIX, es interesante
advertir cómo esta problemática se va desarrollando al iniciar el XX y cómo tiene su punto
álgido en 1948 con el asesinato del líder político Jorge Eliecer Gaitán. Dicha situación se
presenta debido a que hacia 1946 el partido liberal pierde el poder político en Colombia y
por ende los conservadores toman las riendas de los asuntos gubernamentales en el país.
Situación que desencadena una serie de vetos a los seguidores liberales y una serie de
limitaciones mediadas por procedimientos violentos. En sus dos periodos de predominio
(treinta años en el siglo XIX a partir de 1850 y quince en el siglo XX a partir de 1930) el
liberalismo, según Mario Arrubla (1991), realizó una serie de rupturas y cambios en el
terreno socio-económico del país, transformaciones situadas propiamente en la
configuración de escenarios sindicales para motivar a las clases populares y medias a
enfrentar a latifundistas, esclavistas y a la misma iglesia terrateniente.
Así, la denominada hegemonía liberal8 motivó de este modo la libre circulación mercantil
de la tierra, y con claridad evidente, el mejoramiento de las condiciones laborales. Incluso,
8
Periodo de dominio presidencial por parte del partido Liberal que se desarrolló en Colombia entre 1930 y
1946.
29
con la llegada del conservatismo al poder y de acuerdo con sus principios fundados en el
orden y la autoridad, concede mayor importancia a las clases altas, centraliza el control en
el Estado y además le atribuye importancia política a la Iglesia. Este cúmulo de situaciones
sumado a la impotencia del sector liberal por carecer de participación en las decisiones
gubernamentales, llevan al desencadenamiento de la guerra civil más cruel y aterradora
que ha sufrido el territorio colombiano en su historia.
Como lo indica María Helena Rueda (2008):
Pese a haber comenzado como un enfrentamiento partidista, la guerra terminó siendo
una lucha generalizada en la cual cualquier habitante de las regiones afectadas podía ser
víctima. Tanto conservadores como liberales llevaron a cabo campañas de terror para
promover la anexión de grandes territorios, mediante métodos de exterminio que
buscaban la expulsión de los miembros del partido contrario, quienes huían de sus
tierras acosados por el miedo. En los asaltos que se llevaban a cabo se realizaron
prácticas exhibicionistas y elaboradas de la agresión, que incluyeron el uso de diversos
tipos de ―cortes‖ y la exposición de los cuerpos violentados como trofeos de guerra…
(Rueda, 2008, pág. 352).
Este cuadro de masacres, matanzas y exterminio, que por más de dos décadas padeció el
país, estuvo enmarcado en las letras de algunos escritores porque esta compleja
circunstancia histórica, no les fue ajena.
A partir de lo asegurado por Augusto Escobar Mesa (2002), algunos de los textos literarios
que se ocuparon de la violencia en el periodo de 1948 hasta finales de la década del 70,
entraron en la dinámica de presentar tal problemática a partir de las masacres y muertes
ocurridas en diversas zonas de confrontación. Se hizo un tratamiento al estereotipo de la
30
muerte y la escena de crueldad dejando de lado la voz narrativa viva de las víctimas que
padecían el desdén de la guerra. Se lleva entonces, un abordaje sobre la violencia en el
cual los acontecimientos que suceden en la cotidianidad trascienden al ejercicio escritural
de una manera directa, en este caso con una carencia regular de la metaforización y más
bien presentación del horror y la tortura a través de lo explícito. A esta serie de obras y al
periodo en el cual fueron publicadas se le denominó Literatura de la Violencia (Escobar
Mesa, 2002).
Para el mismo autor, en su edición crítica sobre la obra Marea de ratas (1994) de Arturo
Echeverri, se evidencian en este periodo una serie de novelas donde ―…había inconciencia
artística previa a la escritura e irresponsabilidad estética frente a la intención clara de la
denuncia…‖ (pág. 64). Lo cual contrasta con algunas obras literarias publicadas en este
mismo periodo de la historia y que, según el propio Escobar Mesa, hacen parte de
excepciones que no se relacionan con este tratamiento de la violencia, sino que, aún mejor,
apelan a la reelaboración imaginativa y al uso de recursos que presentan las situaciones o
acciones violentas, de forma diferente. Entre estas novelas están: El gran Burundún
Burundá ha muerto (1952) de Jorge Zalamea; Marea de ratas (1952) de Arturo Echeverri;
El coronel no tiene quien le escriba (1961) de Gabriel García Márquez, La casa grande
(1962) de Álvaro Cepeda Samudio; Respirando el verano de Héctor Rojas Herazo; El día
señalado (1964) de Manuel Mejía Vallejo.
En el caso particular de Marea de ratas9 se presenta una historia ficcional encarnada en la
disputa territorial y política entre los partidos políticos (liberal-conservador) a mitad de
9
Escrita por Arturo Echeverri y publicada en 1960, hizo parte de los textos que fueron declarados
subversivos, recogidos de bibliotecas y librerías y posteriormente quemados por orden del clero y bajo las
consignas del gobierno conservador. Junto a esta novela tuvieron la misma suerte El monstruo de Carlos H.
31
siglo XX. ―En ella…los actos de violencia operan como en una caja de resonancias; están
allí como trasfondo, como parte de un escenario inseparable de lo narrado…la novela está
mediada por la violencia, pero elevada a su mejor condición, la literaria…‖ (Escobar Mesa
, 1994, pág. 78). Por ello, en tal escenario narrativo cabe destacar la utilización de recursos
literarios que logran asumir la violencia desde otro punto de vista, es decir, que las
imágenes de cuerpos mutilados, muertos a la deriva y masacres brutales, son
representadas, en este caso, a partir de la problematización de las acciones y las
experiencias de los personajes. Se narra la violencia a partir del conflicto generado
internamente en el relato, pues en este los personajes, las condiciones espacio-temporales y
las prácticas discursivas que subyacen al mismo, transcienden el marco descriptivo de los
acontecimientos presentados.
En la misma obra de Echeverri los ejemplos son extensos y puntuales para justificar tales
afirmaciones. Pues, sin duda alguna, en el contenido de esta novela son partícipes
elementos retóricos que permiten caracterizar la violencia como un hecho cuestionable y
narrado a partir de la experiencia de su padecimiento. Fragmentos como el siguiente
permiten hacer explícita esta visión:
…una patrulla de hombres tristes y trasnochados izó una bandera de un solo color en
el mástil del cuartel. Bajo la lluvia, ahora tenue, sus botas militares chasquearon en el
barro y los sonidos repercutieron sordos y monótonos a todo lo largo de la calle
(Echeverri Mejía, 1994, pág. 193).
Pareja, Viernes 9 de Ignacio Gómez Dávila, Lo que el cielo no perdona del cura liberal Ernesto León
Herrera, entre otras.
32
La bandera aquí izada es la de uno de los partidos políticos en contienda y en contraparte
se expresa la amargura de autoridades armadas que han librado una guerra que ha dejado
la muerte de miles de personas en todo el país.
Pero no solo es la confrontación política lo que en la obra se discute, también entran en
juego los cuestionamientos que se hacen respecto a los ámbitos religioso, social y político.
Es posible encontrar en los personajes las fuertes contradicciones que poseen a nivel moral
y autoritario, pues, por un lado, está el cura de la aldea que discrimina y censura a quienes
van en contra de lo que la iglesia católica indica; y por otro lado, se expone El Capitán
que, bajo la figura de jerarquía armada y en representación del gobierno conservador, tiene
un secreto escandaloso: su homosexualidad. Estas dos construcciones discursivas
inherentes a la novela entran a establecer la ruptura de la tranquilidad y a instituir un nuevo
orden a los habitantes de la aldea. Realizan persecución a los profesores y a quienes no
comparten las ideas de su partido político, torturándolos y asesinándolos por no ser parte
de su componente ideológico. Así, la obra no solo se mueve en la descripción de la disputa
entre liberales y conservadores, sino que trasciende la problematización de la realidad de
acuerdo a los elementos sociales que subyacen de este conflicto.
En relación a lo anterior, se configura un notorio desapego al tipo de narración cruda de la
violencia y se comienza a advertir un panorama distante en tanto que los novelistas ―…se
despojan del anecdotismo, superan el maniqueísmo y tornan hacia una reflexión crítica de
los hechos, vislumbrando una nueva opción estética y, en consecuencia, una nueva manera
de aprehender la realidad‖ (Escobar Mesa, pág. 324). Se toma posición respecto a la
historia asumiéndola como un hecho que a través de la literatura es posible ficcionalizar y
resignificar. La violencia ya no se comprende como un reflejo mecánico de la realidad;
33
ahora, en cambio, se expresa bajo una reelaboración más consciente de sus implicaciones
socio-culturales.
Para Luz Mary Giraldo (1995) este cambio en la forma de narrar la violencia pasa por el
movimiento vertiginoso que toman los modos de vida de la sociedad de mitad de siglo, los
valores, ideologías y componentes tanto culturales como artísticos generan una transición
en la representación de la realidad. Lo anterior, conforme al complejo entorno del presente
y al cuestionamiento de las formas narrativas del pasado, se evidencia entonces en un
compromiso por parte del escritor en la conformación de una actitud reflexiva y crítica de
su conciencia histórica. Ya el lugar enunciativo no se ubica en los muertos y la cantidad de
víctimas que se presentan al momento de una confrontación armada, sino que se plantea un
escenario donde la voz de los vivos toma un protagonismo activo; la experiencia de la
guerra y la vivencia se sitúan como ejes esenciales para relatar la violencia. A este tipo de
manejo estilístico en la narración se le denominó Literatura sobre la Violencia (Escobar
Mesa, 2002).
1.1.3 La violencia en Colombia en el ámbito literario. Años 80 y fin de siglo XX
Hacia la década de 1980 y tras las dinámicas de violencia ejercidas tanto en La Guerra de
los Mil Días y posteriormente en la confrontación bipartidista de mitad de siglo, miles de
campesinos tuvieron que abandonar sus tierras y lugares de origen para desplazarse a las
ciudades principales del país. Cinturones de miseria comenzaron a construirse en las zonas
periféricas de Bogotá (Ciudad Bolívar) y Medellín (Comunas Nororientales), espacios
evidentemente peligrosos y marginales que denotan la crisis de la sociedad colombiana.
Para Luz Mary Giraldo en el texto ―En otro lugar. Migraciones y desplazamientos en la
narrativa colombiana contemporánea", este fenómeno migratorio posibilitó el incremento
34
de las problemáticas sociales, pues existe una carencia de adaptación al llegar a un
territorio desconocido y por ello, ajeno a sus costumbres.
Este tránsito del campo a la ciudad afecta al desplazado porque ―…experimenta la
organización ciudadana, las señales de desempleo, las dificultades para la educación y la
reubicación, además de inseguridad social, formas de agresión, repulsión y exclusión‖
(Giraldo L. M., 2008, pág. 37). Esto significa vivir en un espacio ajeno a las costumbres
que se tenían en el ámbito de origen. Existe un choque con los modos de pensar, actuar y
decir con relación a los habitantes del entorno urbano, las formas de interactuar y
relacionarse con el otro cambian de manera vertiginosa. Este desarraigo de lo propio y la
rapidez que lo genera encausan una serie de violencias a nivel local que no solo pasan por
lo político, social y económico, sino que se sitúan en el plano emocional de los individuos
desplazados.
Mientras unos comienzan a adaptarse a la experiencia citadina, quienes causaron estos
desplazamientos empiezan a apoderarse de los territorios rurales invadidos. Autodefensas,
paramilitares, guerrilla y otros grupos al margen de la ley, emprenden la lucha por la
apropiación de diversas zonas que proporcionan un beneficio económico notable. Bajo este
complejo escenario social comenzó a darse apertura al tráfico de estupefacientes y la
disputa por el manejo de su comercialización a nivel nacional e internacional, muchos
carteles comenzaron a crearse en torno a este negocio y por ende a enfrentarse
violentamente. En medio de este conflicto armado están los civiles inocentes quienes
deben salir, sin mediar palabra, de sus hogares hacia un destino incierto, ir ―a cualquier
parte‖.
35
En el plano literario, las obras publicadas a partir de 1980 y finales del siglo XX suponen
un tratamiento ficcional y testimonial sobre las dinámicas, anotadas párrafos atrás,
respecto al narcotráfico. Abundan narrativas cargadas de voces testimoniales que dan
cuenta de experiencias de la guerra, el secuestro, el desplazamiento y demás eventos que
se derivan de la actividad conflictiva. Más aún, algunas de estas obras realizan una
representación de la realidad que no cuestiona o toma posición respecto al hecho violento,
sino que se caracterizan por relatar una serie de experiencias traumáticas de la guerra. Para
Fernando Reati (2000) ―…títulos como La virgen de los sicarios de Fernando Vallejo
(1994), Noticia de un secuestro de García Márquez (1996), Rosario Tijeras de Jorge
Franco Ramos (1999)… sin duda agregan nuevas miradas y sujetos al fenómeno, pero no
cuestionan la posibilidad última de representación de lo real…‖ (pág. 18).
Complementando lo anterior, José Cardona López (2002) argumenta que muchas de las
novelas que se publicaron en esta época realizan un trabajo de índole testimonial, pues los
autores llevan a cabo una serie de investigaciones y entrevistas a víctimas o actores reales
del narcotráfico para con ello llevar a la ficción sus historias, representando así su
experiencia en tal problemática. Las temáticas que atravesaron estas producciones escritas
representaron, principalmente, las condiciones o dinámicas que se desprendieron de la
incursión de grupos al margen de la ley. Es por ello que historias sobre secuestros,
matanzas, migraciones y otros asuntos propios de esta confrontación respondieron a los
intereses de periodistas, escritores o intelectuales.
En el estudio adelantado por Giraldo (2008) es visible la manera como se ejemplifica la
narrativa del desplazamiento en dos obras; por un lado La virgen de los sicarios (1994) de
Fernando Vallejo, y, por el otro, Rosario tijeras (1999) de Jorge Franco. Estas dos novelas
36
están enmarcadas por la compleja situación del sicariato en las comunas de Medellín (zona
periférica y marginal donde miles de desplazados por la violencia vinieron a parar).
Responden al contexto social vivenciado por aquellos años en esta ciudad del país, y así
mismo, conciernen al estilo narrativo que ambos escritores pretendían efectuar. Escritura
que tiene su particularidad en la velocidad de las acciones y la concentración de temáticas
derivadas por el agobiante hecho violento. Se hace explícita una sociedad en crisis
extenuada por la pobreza y también carente de valores morales que permitan la
consecución de un ideal de vida en paz.
De esta manera, y siguiendo nuevamente a Giraldo (2008), se establece un cambio
respecto a la forma de narrar la violencia en lo que se denominó ―novela sicaresca‖, ya que
―…el nuevo escritor no se manifiesta consciente de la frustración, la reiteración, la
continuidad y el vacío…‖ (pág. 43). El compromiso asumido por los autores se torna
diverso respecto a aquellos que relataron la violencia de mitad de siglo. Los personajes que
narran se ubican, en el caso de estas dos obras, en estratos socio-económicos privilegiados
y ven desde su comodidad los comportamientos de la clase marginada. Así, ―llama la
atención el protagonismo del intelectual ―enajenado‖ que mira la ciudad como un tejido
ajeno, en contraste con los que viven desde su condición marginal, quienes parecen tener
conciencia de un papel sólo restringido en su territorio barrial…‖ (pág. 68).
Como ilustración de lo anterior, se toman algunos pasajes de la obra La virgen de los
sicarios escrita por Fernando Vallejo y publicada en 1994, para reconocer algunos
elementos que hacen parte de la configuración narrativa de este periodo histórico. Primero,
es indiscutible la manera como el narrador es propuesto a través de la figura de un
personaje que relata lo que sucede a su alrededor. La violencia ocurre próxima a él pero
37
este mismo no es partícipe activo de ella; a partir de las acciones de otros personajes es
posible advertir los acontecimientos que se libran en el espacio-tiempo y aquel narrador
ve, cuenta y opina sobre los sucesos acaecidos. Ejemplo de ello es visto en el siguiente
fragmento:
Yo hablo de las comunas con la propiedad del que las conoce, pero no, sólo las he visto de
lejos, palpitando sus lucecitas en la montaña y en la trémula noche. Las he visto, soñado,
meditado desde las terrazas de mi apartamento, dejando que su alma asesina y lujuriosa se
apodere de mí… (Vallejo, 2001, pág. 30).
El conflicto se observa desde la lejanía y la pasividad práctica, más las circunstancias son
valoradas por un juicio crítico de quien detesta existir en un país como Colombia.
El mismo narrador se siente extranjero en una tierra que lo vio nacer, pero la ausencia que
por años ha tenido al habitar países diferentes, lo lleva a establecer un punto de vista
crítico sobre los cambios sociales y políticos de Medellín. En cada paso que realiza por su
ciudad de origen nota una transformación evidente, los personajes que lo acompañan, que
en este caso son dos de sus amantes, le permiten identificar el incremento y la cotidianidad
de la violencia en este territorio colombiano. Asesinatos, robos, inequidades e injusticias
sociales son el panorama que se encuentra al retornar a su patria, un regreso que bajo las
prácticas de sicariato de sus compañeros logra evidenciar y aceptar como prácticas
normales de violencia en un contexto tal. Y es este fenómeno de muerte representado en el
sicario, lo que posibilita proporcionar una visión sobre los cambios y dinámicas de
violencia que por más de un siglo han estado presentes en Colombia.
En el mismo acto discursivo del narrador se discuten escenarios de violencia que denotan
el desarrollo y progreso de la misma, pues, según él mismo, el origen de las comunas de
38
Medellín es producto de quienes libraron la guerra bipartidista de mitad de siglo y que
―…huyendo dizque de la "violencia"… fundaron estas comunas sobre terrenos ajenos,
robándoselos, como barrios piratas o de invasión. De "la violencia"... ¡Mentira! La
violencia eran ellos. Ellos la trajeron, con los machetes. De lo que venían huyendo era de
sí mismos…‖ (pág. 83). Aquí es admisible considerar que el accionar de la violencia ha
estado vigente en el país y, aún mejor, que su evolución ha derivado en otras formas de
asesinar o matar al otro. Por herencia y tradición existe un sentimiento colectivo de
venganza y odio en aquellos que bajo la forma de la violencia han crecido y se han forjado
durante su vida.
Vale anotar en este punto que la validez de esta posición del narrador es oportuna para el
tratamiento literario de la violencia, así no intervenga directamente en las acciones
conflictivas del relato sí propone una visión de las mismas. Su odio a los medios de
comunicación, particularmente a la televisión, dentro la trama ficcional, da a entender la
crítica que él mismo construye respecto a los mecanismos que operan en la sociedad para
distorsionar la crudeza y permanencia de la guerra en Colombia. Los noticieros
bombardean a sus usuarios de imágenes de horror y miedo, pero, a su vez, enaltecen la
figura de narcotraficantes y gobernantes corruptos que diariamente esconden su verdad al
país. Aun siendo una mirada cómoda para el narrador, en donde hay una carencia de
afectación y padecimiento de los problemas que enfrenta su entorno mismo, es adecuado
señalar que es una manera de representar la violencia y de ofrecer una perspectiva
diferente sobre la misma, distante, eso sí, de la realizada por algunos escritores del mitad
del siglo XX.
39
2. Capítulo II
Construcción narrativa de los personajes en la novela los Ejércitos de
Evelio Rosero
“Así Oye viene a dar soporte a todas aquellas voces apagadas en
el fragor de la guerra. Esas voces decapitadas son las de los
sobrevivientes, las de los desterrados, las de los deudos: los
dolientes del desarraigo, cuyo dolor es índice de la verdad trágica
que encarnan” (Belén Moreno Cardozo. Un grito que rompe
espejos)
2.1 Evelio Rosero y su obra
El escritor Evelio José Rosero Diago (1958) fue criado y educado en Bogotá. Comenzó su
carrera de escritor publicando, a los catorce años, un poema de amor en el Magazín de El
Espectador. Seis años después aparece un cuento, en El Tiempo, titulado Juliana, que
luego formaría parte de la base de una de sus primeras novelas, Juliana los mira (1987). A
los 21 años, gana el primero de muchos premios, por el cuento Ausentes, premio de la
Gobernación del Quindío que brinda un gran estímulo al joven escritor. Otros cuentos y
premios siguieron hasta que aparece el ―poema novelado‖ El eterno monólogo del LLO 10
publicado por Ediciones Testimonio de Medellín en 1981.
El género cuento ha sido esencial en el proyecto creador de Rosero. De la práctica de este
género, se destaca la antología Cuento para matar un perro y otros cuentos (1989)
10
En la entrevista que Cecilia Caicedo realiza a Evelio Rosero en 2011 es posible advertir la importancia de
esta publicación. El mismo Rosero afirma que ―El Monólogo de LLO son todos mis poemas de
adolescencia, que decidí llevar a la prosa. Fue una obra primeriza, experimental. Durante algunos años
pensaba que nunca debí permitir su publicación, pero ahora creo todo lo contrario. Allí se encuentran las
raíces de mi obra posterior. Ahora bien, con ella me despedí de la poesía‖. Para visualizar la entrevista
completa dirigirse a: http://www.banrepcultural.org/escritoresyeditores/evelio-rosero/entrevista-de-ceciliacaicedo-a-evelio-rosero
40
publicada después de regresar de España. Años después la Editorial Magisterio le publica
en 1991 la novela para niños Pelea en el parque. En 1992 gana el Premio Nacional de
Literatura con el libro de cuentos El aprendiz de mago, publicado en su primera edición
por Colcultura. Posteriormente la editorial norma publica Cuchilla (2000), reconocida el
premio latinoamericano de literatura infantil y juvenil Norma Fundalectura.
En el año 2006 Rosero publica la novela Los ejércitos11, producción escrita que recibió el
premio Tusquets de Novela y además un gran reconocimiento en la crítica literaria del
país. Siendo una narración que recoge la representación de las eventualidades de la guerra
vivida en Colombia durante las últimas décadas del siglo XX y parte del XXI, constituye
una historia ficcional que permite reconocer la experiencia de las víctimas y el sinnúmero
de complejidades que deben superar en momentos de violencia. Dentro de la configuración
narrativa que propone el autor se advierte una toma de posición12, primero, frente a ―…la
novela contemporánea anclada, en algunos casos, en la representación amarillista, gratuita
y morbosa de la violencia producida por el narcotráfico, la guerrilla, el paramilitarismo, la
11
Ismael, un anciano profesor jubilado, y su mujer, Otilia, viven morosa y modestamente en el pueblo de
San José desde hace cuatro decenios. A Ismael le gusta espiar a la mujer de su vecino, y Otilia suele
reconvenirlo, avergonzada. Hasta que el ambiente idílico del pueblo se enrarece. Las desapariciones de
algunos familiares extienden el miedo entre los habitantes de San José y parecen preludiar sucesos aún más
graves. Una mañana, tras volver de un paseo, Ismael se entera de que unos soldados de no sabe qué ejército
se han llevado a sus vecinos. Le cuentan también que su mujer lo ha estado buscando e intenta dar con ella
en vano... Los ataques continúan y, cuando los acontecimientos se precipitan y se desata la violencia, los
supervivientes deciden huir antes de que sea tarde. Pero Ismael opta por quedarse en el pueblo devastado.
Una decisión que le revelará un destino oscuro e imprevisible. Extraído de: Rosero, Evelio (2006). Los
ejércitos. España: Tusquets.
12
Para Pierre Bourdieu en su texto ―El campo literario. Prerrequisitos críticos y principios de método‖
(1990), el concepto tomas de posición es ―…el conjunto estructurado de las manifestaciones de los agentes
sociales comprometidos en el campo — obras literarias o artísticas, evidentemente, pero también actos y
discursos políticos, manifiestos o polémicas, etc…‖ (pág. 24). A saber, son actos concretos que producen
transformaciones, cambios y luchas respecto a las producciones realizadas por otros agentes sociales en
diferentes temporalidades históricas, son expresiones que provocan una ruptura, en este caso en el campo
literario, para crear problemáticas y propuestas innovadoras en el tratamiento de los componentes históricos,
sociales, culturales y artísticos. Para Iván Padilla la obra literaria de Evelio Rosero ostenta una toma de
posición de acuerdo al compromiso que el autor asume con la realidad colombiana y con las dinámicas de
guerra que subyacen de este escenario.
41
descomposición social o los problemas urbanos…‖ (Padilla Chasing , 2012, pág. 147). Y
segundo, a la histórica lucha que se libra en zonas de Colombia por controlar el poder
económico, social y político, suponiendo ello un conflicto que recae en campesinos y
civiles que deben morir o desplazarse hacia otras regiones donde exista una calma posible.
Los personajes en los cuales recae la acción violenta son afectados por esta misma, poseen
una voz en la obra que, a través de sus diálogos y acciones dentro del relato, permite
representar la vivencia de la guerra a partir de la interioridad y la experiencia. Es decir, la
conciencia misma del personaje da cuenta de los horrores que lo afectan y asimismo
describe las imágenes de muerte que hacen parte de la naturalización de la violencia. En
términos de Liliana Ramírez (2013) ―…la novela hace visible a los otros… al alumbrar las
márgenes, al mostrar y narrar la violencia no solo mostrando el impacto que tiene en las
víctimas… sino además narrándolo desde las víctimas de la violencia‖ (pág. 111). Se
asume entonces un punto de vista situado, ya no en los violentos sino en los violentados; el
foco o énfasis narrativo deja de establecerse a partir de quienes ejercen la guerra y pasa a
determinarse desde la perspectiva de quien padece y quien sufre directamente las
consecuencias del acto violento.
Entre las últimas obra escritas por Rosero están Los almuerzos (2001), relanzada por
Tusquets en 2009, se caracteriza por su tono irónico y la sucesión de enredos, por su
opulencia verbal y su carga simbólica. Encontramos también La carroza de Bolívar (2012)
que sin duda es la novela más ambiciosa de Rosero, en ella se propone una reflexión sobre
el pasado y la independencia colombiana.
42
2.2 Ismael Pasos: ángulo, punto de vista y perspectiva de la guerra en San José
El locus enunciativo está concentrado en el personaje de Ismael Pasos en tanto que, según
Bajtín (1999), es una imagen artística que se torna independiente debido a que ofrece un
punto de vista y reflexiona sobre las situaciones que suceden a su alrededor. Este profesor
jubilado propone una voz dentro de la narración que ostenta una percepción y un ángulo
desde el cual se va a mirar y juzgar las acciones inmersas en la historia ficcional, por ello
es que su posición dentro de la novela se constituye a partir de quien observa, o en
términos coloquiales, es ―el mirón‖. Este ―fisgón‖, como lo denomina Belén Moreno
Cardozo (2013) se configura, narrativamente hablando, en testigo de imágenes de lujuria y
deseo al ver la desnudez de su vecina Geraldina, por un lado; y de violencia y crueldad tras
el conflicto armado que se desata posteriormente, por el otro. Contenidos divergentes que
producen en él sensaciones que sintetizan la vivencia de la guerra en los habitantes del
pueblo de San José y que de igual manera lo ubican como portador del sentimiento
colectivo.
Ismael asume una perspectiva narrativa al emitir juicios de valor sobre lo que se le
presenta, constituye él un punto desde el cual se contemplan los elementos pues mediante
lo que ve y recuerda, el lector puede comprender los acontecimientos que ocurren en la
trama narrativa. En palabras de Genette (1989) este tipo de personaje realiza una
focalización interna fija, pues a partir de la acción que desarrolla permite al lector
reconocer el panorama que la obra despliega; gracias a las vivencias que expone, mediante
la imagen que se hace de los demás, se pueden comprender las acciones internas del relato.
Por ejemplo, en el cuadro descriptivo con que inicia la novela, él narra la situación familiar
de Gracielita y señala que ―…tempranamente huérfana, sus padres habían muerto cuando
43
ocurrió el último ataque a nuestro pueblo de no se sabe todavía qué ejercito-si los
paramilitares, si la guerrilla: un cilindro de dinamita estalló en mitad del pueblo… ‖
(Rosero, 2007, pág. 12) . Aquí es explícita la forma cómo el lector puede observar con los
ojos del personaje la incertidumbre de vivir en constante guerra y además la crudeza de los
ataques que acaban con miles de vidas humanas.
Continuando con Genette, se vincula de esta manera a Ismael Pasos como personajenarrador en cuanto participa activamente dentro de la historia ficcional. Tanto sus
pensamientos, evocaciones y recuerdos como también sus diálogos con otros personajes,
logran exponer una serie de situaciones que desarrollan los acontecimientos inmersos en el
relato. Al remitirse a la obra literaria es indiscutible que el entorno que rodea a Ismael, y al
mismo pueblo de San José, es de calma y tranquilidad, más aún, episodios como la
rememoración del encuentro con su actual esposa, la tragedia familiar de Gracielita y la
desaparición de Marcos Saldarriaga, obligan a pensar en un contexto de violencia que la
memoria no deja atrás. Pasajes como estos sitúan a este personaje como un referente donde
se condensa el pasado de quien ha habitado por mucho tiempo este pueblo y por tanto sabe
cuál ha sido su historia, tristemente atravesada por la guerra. Ya de viejo, acude a sus
recuerdos de la niñez para señalar que su país ha vivido constantemente en conflicto y que
aún en el presente no tiene certeza de un futuro en paz.
Las reminiscencias de este personaje cuentan el estado de guerra en el que ha subsistido
por décadas; sin embargo, algunas calles de su pueblo y rostros de antiguos vecinos y exalumnos los ha olvidado por completo, su memoria solo tiene cabida para imágenes que le
ha dejado la violencia. Lo anterior debido a que ―…la voz narrativa de Ismael es el
remanente que sobrevive cuando el yo ha sido desposeído de su humanidad, el residuo que
44
sigue a la catástrofe, el dispositivo simbólico que liga a la persona ficticia con su espectro‖
(Moraña, 2010, pág. 193). Su miedo al habitar la incertidumbre de la muerte, de no
asegurar cuándo encontrará la tranquilidad perdida por tantos años, lo torna como un
fantasma que recorre San José al dejar a su mujer de camino a la casa de Hortensia. De
repente escucha algún ruido en la calle y lo invade la probabilidad de que ataquen su
pueblo, aquel miedo asedia su conciencia hasta la distorsión de su propia racionalidad.
La idea de morir en cualquier instante, ronda al personaje durante el desarrollo de la
narración. Esta idea parte, sin duda alguna, del mismo miedo que le produce la suerte que
muchos de sus amigos o conocidos han tenido. La desaparición de Marcos Saldarriaga, la
supuesta muerte de Carmina Lucero en cautiverio, el desplazamiento de habitantes del
pueblo que en los últimos años se ha presentado por la violencia, etc., hacen parte de
algunos episodios que llevan a Ismael a reconsiderar la idea de continuar viviendo allí, en
este territorio azotado y maltratado por la inhumana guerra. Sabe que su propia existencia
está en duda, pero continúa caminando y paseando por lugares apartados de su casa, lejos
de su ―querida‖ Otilia, como pretendiendo mostrarse ante el peligro y encontrar de frente
esa tan anhelada muerte que su vejez le incita. Así como su apellido, Ismael se aventura a
dar pasos hacia lugares de los que él mismo no tiene certeza; cada andada lo lleva quizás a
su esperado fallecimiento.
Hasta aquí los estruendos, estallidos y explosiones aún no son explícitos, más bien han
sido leves sonidos de disparos que se escuchan en la lejanía: ―Oigo un grito en la
madrugada y después un tiro…‖ (LE, 62)13. Sin embargo, dichos disparos, cada vez se
acercan más y retumban en los oídos de Ismael con más ahínco, con mayor intensidad. Y
13
De aquí en adelante usaré la abreviatura LE para referirme a Los Ejércitos.
45
es aquí donde el personaje no sólo muestra lo que ve, sino que también empieza a oír lo
que sucede; primero con ecos que provienen de la montaña, y según avanza el relato, con
ruidos próximos que anuncian la inminente llegada de la guerra. Este panorama es
analizado por Belén Moreno en su artículo Un grito que rompe los espejos (2013), allí se
indagan las ―…voces apagadas en el fragor enloquecedor de la contienda, los balbuceos
torpes en que se descompone la palabra, por temor o cobardía, y hasta los gritos que, por
ensordecedores, terminan taponando las orejas de los asustados…‖ (pág. 24). Todo ello en
la figura de Ismael como aquel que hace oír y quien, a partir de su posición de testigo,
cuenta las penurias que le producen aquellos sonidos e imágenes.
Tras el análisis de algunas tonalidades que se presentan en diversos personajes de la obra,
Moreno establece y consolida la idea de visibilización de voces apagadas en cuanto las
víctimas del conflicto deben ser quienes protagonicen el relato de la guerra. Ello debido a
que tal narración no debe asimilarse desde el punto de vista de los victimarios, sino que su
tratamiento debe darse a partir de quienes sufren directamente los estragos de la violencia.
Así, mediante lo que ella denomina gritos, balbuceos, susurros y hasta silencios es posible
advertir cómo el registro de la voz permite mostrar la vivencia y los estragos que causa el
conflicto bélico en las víctimas. A través de la figura ficcional de quien vende empanadas
en el pueblo mediante el grito ―oyeee‖ y que, a su vez, es el nombre con el cual los
habitantes lo han caracterizado, la autora pretende comparar el grito que miles de víctimas
profieren por el sufrimiento que lleva consigo el acto violento. Oye es aquel llamado que
intenta protestar ante los vejámenes e injusticias que se cometen diariamente por los
grupos alzados en armas sobre los inocentes pobladores de San José y otras regiones del
país.
46
Claro está que al ubicar el foco de atención, o en términos de Genette, el personaje-focal
del relato, en las víctimas, es posible que se corra el riesgo de representar únicamente a
dichos personajes con el arquetipo de ―víctimas‖, pues el énfasis narrativo en las voces de
aquellos personajes que cuentan los sucesos del conflicto, tendería a mantenerlos atrapados
en la señalización de marginados o en aquel círculo vicioso que consiste en reforzar, cada
vez que se nombra a dichos personajes, su categoría de víctimas. Sin embargo, y
acudiendo a Ramírez (2013), esto no se da en la obra de Rosero pues al dar voz y visión a
Ismael se humaniza y desnormaliza la violencia. La tensión que produce la cercanía de la
guerra genera un estado de incertidumbre donde el miedo y el horror se apoderan de este
personaje, la violencia se torna como una constante que altera todo tipo de normalidad y
además causa expectativa respecto a lo que Ismael va observando y escuchando. No solo
se da luz a las márgenes o a las voces invisibilizadas, sino que se les atribuye una
participación activa y vivencial en las acciones de la novela.
En la propuesta de Rosero no se llega a victimizar a Ismael Pasos en cuanto este personaje
asume un punto de vista sobre lo que ocurre, su opinión sobre los acontecimientos que
protagoniza o que lo circundan, pasa por la reflexión propia de su carácter. En esencia,
valora desde su posición de víctima los sucesos que se derivan de la violencia y no
simplemente es afectado por ella sin ofrecer un balance o criterio sobre la misma. En
términos bajtinianos ello se debe:
…a la individualidad completa del personaje, en la cual su aspecto, sus modales, las
circunstancias absolutamente determinadas de su vida tienen tanta importancia como
sus ideas; es decir, en este caso, en vez de la fundamentación y propaganda de una
idea tiene lugar la encarnación del sentido al ser (Bajtín, 1999, pág. 18).
47
Asume Ismael una autonomía y una singularidad ideológica que lo establece como aquel
lugar de enunciación que evalúa las implicaciones sociales nacidas de los enfrentamientos
armados. Para él la idea sobre la violencia se funda a partir de las vivencias y experiencias
que ha tenido durante muchos años, se ha forjado un concepto sobre la guerra conforme al
conocimiento que le ofrece su vejez y su misma profesión.
En el desarrollo del relato Ismael juzga, advierte, aclara y establece una variada
perspectiva sobre lo que va presentándose a su alrededor. Su voz de personaje-narrador
representa la vida dentro de la violencia que se presenta en las acciones de la historia
ficcional, existencia que tiene su vivacidad al momento de ver a Geraldina: ―…no pido
otra cosa a la vida sino esta posibilidad, ver a esta mujer sin que sepa que la miro, pero
verla, mi única explicación de seguir vivo…‖ (LE, 34). Sus ojos están enfocados en el
deseo que le despierta la corporalidad seductora de esta mujer, ante su avanzada edad y por
lo tanto su cercana muerte lo consuela el hecho de poder mirar y fantasear el femenino
cuerpo de la juventud. La guerra para él, pasa a segundo plano, cuando deleita su vista y su
imaginación; no hay descaro ni vergüenza ante esta mirada, más bien, es un consuelo ante
la lucha por mantenerse vivo tantos años como sea posible, en un territorio en donde lo
más seguro que hay, es la propia muerte.
No obstante, como se había anotado previamente, los pensamientos de muerte siempre
están latentes dentro de las acciones de Ismael. Recurre a las preguntas:
« ¿qué pasa,
qué me está pasando?, ¿será que me voy a morir?» (LE, 84) advierte así una duda en su
condición de vida, y así mismo, cuestiona su supervivencia ante este panorama violento.
Incluso la incertidumbre por su propia existencia es valorada en cuanto a que él mismo
asume que ya murió desde un tiempo atrás: «De manera que me mataron mientras dormía»
48
(LE, 178). Ismael, en tanto víctima del conflicto armado, carece de una sólida idea sobre el
porvenir. Sus actos y monólogos están mediados por la inmanente seguridad de su
fallecimiento, sabe que en cualquier momento será alcanzado por alguna bala perdida o
por alguna explosión y por ello adopta un estado anímico que tiende a demostrar el
inevitable destino que tendrá.
La voz entonces se configura como prueba de la existencia en la guerra. Ismael Pasos
interactúa con los demás personajes a través del diálogo o la referencia que ofrece sobre
ellos. Cuando alguna de esas voces deja de ser narrada es porque desapareció dentro de la
historia ficcional, ya sea por un secuestro, como en el caso del brasilero, o por muerte
violenta como se denota en el transcurso de la novela; dejan de participar y entran en el
silencio mismo que otorga la muerte. No obstante, aquel silencio es situado en el personaje
de Eusebito como un trauma que le generó el rapto que vivió junto a su padre (El
brasilero), pues una vez retornó a la libertad lo hizo sin pronunciar palabra alguna, solo
emitió posteriormente un mensaje sobre la suerte que correría su padre. Aquí la ausencia
de la palabra cobra significado para señalar la pérdida de la voz, y por ende de la vida, a
causa de las imágenes violentas que destrozaron la inocencia y la paz de su niñez.
Esta misma mudez, como lo propone Belén Moreno (2013), es comparada con la que tuvo
Ismael en el momento en que una reportera lo interrogó, su respuesta fue nula pues a
través de sus gestos hizo entender que era mudo. Silencio voluntario que no sólo consolida
la idea de callar para vivir, sino que permite considerar las condiciones a las que se
someten los testigos de la violencia. Esto en tanto que su voz como testimonio de
veracidad ante crímenes atroces e inhumanos debe esconderse y por lo tanto condenarse al
silencio absoluto, Ismael prefiere no decir ni una palabra y quedarse totalmente mudo ante
49
los periodistas porque su vida está en peligro y además porque la distorsión que causan los
medios de comunicación puede tomar su relato como una prueba en su misma contra.
Pero no solo la voz mediante el grito, el susurro o el mismo silencio se tornan en el único
medio para narrar la violencia por parte de Ismael y de los demás personajes de la obra. De
igual forma, es notoria también la manera como, en algunos episodios oníricos, se denotan
pasajes relacionados con las imágenes violentas y hasta la configuración de un pasado
tranquilo, un presente caótico y un futuro incierto. El sueño se torna para Ismael, en
algunos pasajes de la novela, como reparador en tanto afirma: ―…venía a ayudarnos, y era
que nos encontrábamos más que rendidos gravitando en una cama en un pueblo en un país
en el suplicio…‖ (LE, 60). La cama es el espacio donde se consigue algo de seguridad y a
través del sueño se puede estar en calma ante la guerra que amenaza y quiere arrebatar su
propia existencia.
Sin embargo, aquella siesta para que sea realmente un descanso y donde se sienta una
calma absoluta solo es posible sin soñar, es decir, que dormir es el aliciente físico que
provoca aislarse del agotamiento de produce la violencia, pues el mismo hecho de soñar ya
revela de nuevo imágenes sobre la irrupción de la violencia, contenidos que el inconciente
exhibe al momento en que el sueño se apropia de la existencia de Ismael. Por ello, él
mismo dice: ―…esta noche sí podré dormir, espero no soñar, simplemente no soñar…‖ y
agrega ―…tendré que despedirme, quiero dormir, ojalá de una buena vez y para
siempre…‖ (LE, 139). Estar en su cama bajo la tranquilidad que le produce dormir es el
máximo anhelo del profesor Pasos, quisiera al otro día no despertar nunca más para evadir
la realidad que le concede el estado de guerra que lo rodea.
50
Despertar un día más en el caos, desconocer hasta el mismo tiempo y espacio que
circunda, oír ruidos y tener justamente el sentimiento más paradójico en una situación tan
difícil: la risa. Se cuestiona Ismael: ―… ¿por qué me da por reír justamente cuando
descubro que lo único que quisiera es dormir sin despertarme? (LE, 161). Este sentir en
una situación tan compleja, donde lo cómico no tiene cabida, es al que acude este
personaje para, irónicamente, burlarse de su situación. Una burla que él mismo justifica
por la alocución del presidente donde afirma que ―no pasa nada‖, una risa que se torna
carcajada por las injusticias que se cometen día a día en Colombia y donde nadie hace
nada ni dice nada. Una risotada de indignación y dolor por habitar un país que da tristeza y
llanto, pero que produce risa y es uno de los ―más felices del mundo‖.
Al profesor solo le queda por decir ante su risa que:
se trata del miedo, este miedo, este país, que prefiero ignorar de cuajo, haciéndome el
idiota conmigo mismo, para seguir vivo, o con las ganas aparentes de seguir vivo,
porque es muy posible, realmente, que esté muerto, me digo, y bien muerto en el
infierno, y vuelvo a reír. (LE, 161).
Miedo desde el cual las voces de algunas víctimas han luchado para narrar una violencia
que debe ser contada para que próximas generaciones no queden en el silencio.
2.3 Interacción de las voces: relato múltiple sobre la violencia en San José
Dentro de los acontecimientos que suceden en la obra, existe la presencia de una
diversidad de personajes que participan en la construcción representativa de la violencia
sucedida en San José. Como se vio en el apartado anterior, el lector recorre, bajo el punto
de vista de Ismael Pasos, los hechos que se presentan en la historia ficcional, su voz
narrativa interactúa con otros universos simbólicos y permite que estos intervengan en las
51
acciones allí acaecidas. Cada vez que camina por el pueblo, cada vez que entabla un
diálogo y hasta cada vez que rememora la figura de algún personaje, Ismael está
concediéndole participación a otras voces en el relato. Él mismo es narrador que se
presenta como personaje en la acción, es el foco narrativo14 que cuenta los sucesos que
transcurren a su alrededor.
En el comienzo de la novela es claro observar que las primeras palabras referidas son las
de Ismael: ―Y era así:‖ (LE, 11). De ahí en adelante toma la narración e interactúa con los
demás personajes y espacios incluidos en la obra. Bajo su discurso enunciativo se van
creando las imágenes que el lector identifica y reconoce. Así, la construcción sobre los
episodios de violencia que se presentan en San José, espacio ficcional donde se desarrollan
las acciones, parte de la comunicación que tiene el profesor con sus vecinos o conocidos.
Por ejemplo, en el pasaje donde Ismael escucha a unas ex alumnas suyas se advierte:
―«Mataron una recién nacida…Descuartizada. No hay Dios…»‖ (LE, 35). Asimismo, oye
la intervención de Geraldina sobre el tema en tanto afirma: ―«Mejor pudieron dejarla en la
puerta de la iglesia, viva… ¿por qué matarla?»‖ (LE, 36). En ese momento se conoce la
opinión de estos personajes a través de lo que Pasos narra en el momento, pero también es
posible visualizar la interpelación que se le hace a él de acuerdo al pensamiento que tiene
sobre la situación comentada, a lo cual responde: ―No es la primera vez…ni en este
pueblo, ni en el país‖ (LE, 36).
Independiente de la actitud adoptada por este personaje tras el cuestionamiento que se le
hace, él da la posibilidad para que otras voces intervengan en el relato. El ángulo desde el
14
Según el esquema de los norteamericanos Cleanth Brooks y Robert Penn Warren propuesto en 1943 y que
fue incluido como complemento teórico de Gérard Genette (1986, pág. 240) en su abordaje sobre la
perspectiva del narrador, el foco narrativo es equivalente al punto de vista que en este caso se desarrolla en el
relato de manera interna, en términos de los propios autores ―el héroe cuenta su historia‖.
52
que cuenta permite al lector examinar la confluencia de otras conciencias, de otras voces
que tienen una idea o un argumento sobre la violencia. Para este caso, la frialdad con la
que Ismael contesta a las preguntas resulta algo realmente desconcertante para sus
interlocutores. No obstante, esta visión de los hechos, por parte del profesor, responde a lo
que Iván Padilla (2012) señala como la actitud de ―…un personaje que actúa y piensa en
él, pero sobre todo, que experimenta aquello que verbaliza‖ (pág. 125). Una conciencia
que al experimentar por largos años los clamores de la guerra, se refiere a ella de la manera
más cruda y sincera posible. Esto en consonancia a que sus oídos ya están acostumbrados a
escuchar tantas injusticias y tantos vejámenes producidos por la inacabable violencia.
Más aun, lo que encuentra a su paso siempre son historias sobre desapariciones, masacres,
desplazamientos y otras consecuencias derivadas de la condición bélica que ha perseguido
su existencia por tanto años. En otro apartado de la obra, Pasos se halla escuchando el
relato que el maestro Alfaro le ofrece en torno a la retención que sufrió por parte de un
grupo al margen de la ley. Cuenta este último que:
Estaba en la hamaca, quitándome las alpargatas, ya era tarde, y se aparecieron:
«venga con nosotros» me dijeron. Les dije que no me importaba…Eso fue caminar a
lo bruto; a toda carrera: como que ya los soldados los cercaba. «Y este quién es, por
qué lo llevamos», se decía uno de ellos. Ninguno me conoce, pensé, y era que tampoco
yo los conocía, jamás los vi en mi vida; tenían acento paisa; eran jóvenes y trepaban;
yo les seguía el paso, cómo no… (LE, 46).
Cuenta así, la experiencia que tuvo al ser obligado sin motivo a abandonar su hogar. Irse
con hombres armados que desconoce y de los cuales no tenía certeza sobre sus intenciones
53
reales para con él. Por su parte, Pasos solo emite palabras de aprobación y se dedica a
tratar de entender lo que su interlocutor pretende compartir con él.
Así visto, la experiencia de otros personajes es narrada por el propio profesor Pasos. De
primera mano el lector conoce las vivencias que sufren otras conciencias inmersas en el
relato. El personaje-narrador, según Marta Cecilia Lora Garcés (2011), ―…se coloca del
lado de las víctimas y de la miseria humana que abruma al lector, por el horror de las
historias contadas‖ (pág. 3). Víctimas ficcionales que al encontrarse con Ismael se
desahogan y le comunican una serie de sucesos que los convierten en protagonistas
centrales de la violencia. Los cuadros que él va describiendo aseguran la creación de
imágenes violentas en el lector y por ende la interpretación del escenario narrativo
dispuesto en el relato.
Ahora bien, los oídos del personaje están prestos a escuchar las posibles causas que
motivaron la desaparición del Brasilero, en voz del médico del pueblo. Cuenta el Doctor
Orduz que: ―…el brasilero pagaba sus buenas vacunas, tanto a los paras como a la
guerrilla, a escondidas, con la esperanza que lo dejaran tranquilo, ¿y entonces?, ¿por qué
se lo llevaron?, vaya usted a saber‖ (LE, 68). Interviene entonces una voz que relata los
sucesos que desconocía hasta el momento Ismael, pero también se hace explícita la forma
de identificar que en San José debe pagarse una cuota de dinero para estar protegido. A
saber, que la incursión de guerrilla y paramilitares en la zona lleva a que propietarios,
comerciantes o campesinos deban pagar para que su ganado, sus fincas o sus cultivos no
sean arrebatados por algunos de estos dos grupos subversivos. Al describir lo que el
médico le relata, Ismael está proponiendo un punto de vista sobre lo que pasa en estas
zonas y además está revelando un panorama que la guerra trae consigo.
54
La desaparición del brasilero y sus hijos repercute en Geraldina a partir del desconcierto y
la indignación. Ella pregunta al propio Pasos en tanto le dice: ―Se los llevaron, profesor,
quién sabe hasta cuándo, por Dios, si nosotros ya íbamos a irnos, y no sólo de este pueblo,
sino del maldito país‖ (LE, 79). Así pues, Pasos es constantemente interrogado por los
personajes que interactúan con él, se dirigen a la perspectiva o idea que tiene sobre la
situación y de esta forma se piensa que puede tener la verdad o la solución a tales
problemáticas. En cuanto personaje focal se concentra el relato en sus acciones y la
narración que hace de los acontecimientos que pasan, su punto de vista valora las
interacciones discursivas que tiene con los demás, pero asimismo establece un escenario
de crítica sobre las condiciones a las que se someten quienes habitan zonas de guerra.
La siguiente voz que aparece en el relato es la del padre Albornoz, sacerdote del pueblo y
autoridad religiosa para los habitantes de San José. Un nuevo cuestionamiento surge ante
las explosiones que se escuchan en las montañas, una nueva pregunta se le formula a
nuestro personaje. Albornoz acude al profesor para señalarle: ―¿Y si sucede otra vez?... ¿si
viene la guerrilla hasta esta plaza, como ocurrió?‖ (LE, 90). A lo cual Ismael afirma ―No
creo…No creo, esta vez‖ (ibíd.). Aquí, se busca un referente de seguridad ante la
incertidumbre de morir por la incursión de este grupo alzado en armas, colectividad que ya
antes había invadido y azotado a la población; ni el mismo representante de la iglesia está
convencido de vivir y acude a Pasos para tener un aliciente o posible calma ante un
panorama desolador.
Ya en el caos que desatan los enfrentamientos armados y la explosión de la guerra, Ismael
escucha una advertencia: ―Cuidado, profesor. No sabemos aún en manos de quién quedó el
pueblo…‖ (LE, 110). Es la voz de Gloria Dorado quien trata de indicar al profesor el
55
peligro en el que puede estar, una voz de incertidumbre ante el grupo armado que se tomó
el pueblo. A saber, se desconoce si paramilitares o guerrilleros son quienes controlan San
José y cuáles son las intenciones que tienen respecto a la población que lo habita. Ya sea
en manos de uno u otro, los afectados directamente, y quienes sufrirán el rigor de las
armas, serán los inocentes pobladores de este territorio; miles de campesinos que tendrán
que abandonar sus enceres y desplazarse hacia otras ciudades o quedarse a morir en una
tierra que solamente les ha brindado desazón, tristeza y dolor.
Dentro de este ambiente desconcertante y de inquietud total, el profesor Pasos comienza a
entrar en un estado de locura o pérdida de la razón. Las voces que escucha no ostentan un
referente definido, los rostros de quienes enuncian son desconocidos para él. El relato en
este instante se torna caótico. Llegan a su oído diferentes sonidos que hablan de
desapariciones, muertes, desolación, miedo e incertidumbre; se agolpan en su conciencia
susurros y gritos que lamentan la situación vivida. Según el propio personaje ―…las voces
hablan de Yina Quintero, la joven de quince años que pisó una mina y perdió el oído y el
ojo izquierdo. Los que vinieron a San José ya no se pueden ir, dicen, y tampoco se quieren
ir‖ (LE, 118). Además que ―….Fanny, la portera, con una esquirla de granada que
atravesaba su cuello, y Sultana García, la madre de Cristina, que apareció acribillada
debajo de unos ladrillos «todavía con la escoba en las manos» –cometario amargo de las
gentes–‖ (LE, 123). Ello resume un cuadro de desesperación e impotencia que el propio
Ismael vive y lo trasmite al lector.
En la obra, y como lo resalta la propia Belén Moreno (2013), es menester hablar del
personaje Oyee, pues ―….más que ser un personaje es el lugar de la enunciación más
elemental‖ (pág. 27). Y lo es en razón a que, particularmente, este personaje se dirige a la
56
nada, su grito característico para vender empanadas no tiene un interlocutor fijo o estable.
Pero aun así, dice algo. Pretende, mediante la fuerza de su gran ruido ensordecedor,
soportar el silencio de aquellas voces apagadas por el acto violento. Busca
denunciar las muertes que la guerra ha llevado consigo y retumbar en los oídos de quienes
poseen una sordera voluntaria ante la injusticia. Sus palabras, descritas por Ismael,
ostentan un sentimiento de odio y venganza que está enfocado en poder rebanar el
pescuezo de algún ladrón como lo hizo años atrás en Bogotá. Su muerte, al final de la
novela, sintetiza las consecuencias de quien acusa en voz alta y quien lo hace en un
territorio marcado por la violencia.
Al igual que Oyee, existe la figura de otro personaje que cobra importancia dentro del
relato y, aún más, para el propio Ismael Pasos. Es una figura que durante la historia
ficcional apaga su voz como también su presencia física, ella es Otilia, esposa y
acompañante fiel del profesor hasta su desaparición. Si bien las intervenciones discursivas
de esta mujer no son evidentes respecto a la violencia, sí se convierte en el motivo por el
cual su esposo se aferra a una esperanza y a una convicción que se resume en estas
palabras: ―…quedaré solo, supongo, pero de cualquier manera haré de este pueblo mi casa,
y pasaré por ti, hasta que llegue Otilia por mi‖ (LE, 194). Esta travesía tiene como fin
encontrar su paradero y además lo lleva a vislumbrar todo el escenario que desencadena la
guerra en el pueblo. A través de sus pasos este personaje ofrece el antes, durante y después
de la guerra, su relato sobre la violencia permite comprender la magnitud del conflicto
armado y las graves consecuencias que este tiene contra las víctimas inocentes.
A partir de lo visto, es indiscutible la manera como la representación que se hace de la
violencia en la obra de Rosero, parte de la configuración que, narrativamente hablando,
57
hacen los personajes sobre esta. La multiplicidad de voces concentradas en el relato que
son integradas, valoradas y que interactúan con el personaje-narrador Ismael Pasos,
cuentan las experiencias que han tenido con el acto violento y además las percepciones
que tienen sobre este mismo. Bajo el ángulo del propio Ismael se van resiginificando los
hechos y sucesos que escucha sobre la guerra, voces que le permiten consolidar una
diversidad de percepciones sobre la violencia en el relato.
58
3. Capitulo III
Representación narrativa de la violencia en la obra En el brazo del río de
Marbel Sandoval
“Porque los dolientes están del mismo lado de los
muertos de los desaparecidos, de los desplazados de
esos días y a ellos no les dejan oír su voz”. (Marbel
Sandoval. En el brazo del rio).
3.1 Marbel Sandoval y su obra
Marbel Sandoval Ordóñez (1959) es bogotana y experta en documentación por formación
en la Universidad de Navarra. Ha sido redactora de El tiempo y Vanguardia Liberal, donde
se destacó como jefe de redacción en la oficina de Barrancabermeja. En 1997 publica el
libro Gloria Cuartas por qué no tiene miedo y en 2002 Petróleo colombiano más futuro
que pasado. Durante más de 15 años ha ejercido su profesión en los campos del
periodismo, la docencia y la comunicación organizacional, como preparación para la
escritura.
En el año 2006 la editorial Hombre Nuevo publica su primera novela En el brazo del rio15.
Tal producción literaria estuvo inspirada en la masacre llevada a cabo en la década del
ochenta en Vuelta Acuña, población ubicada cerca de Barrancabermeja. Su autora, de
acuerdo a la labor periodística ejercida durante años en la zona del Magdalena Medio,
15
―En el brazo del río, Paulina Lazcarro y Sierva María Malagón, dos adolescentes, se inmortalizan cuando
a través de la novela se narra la vida, desaparición y muerte de una de ellas. La amistad, el amor, el miedo y
la desolación en un punto del río Magdalena dejan ver y sentir al lector lo corta que puede ser la vida y lo
largo que puede ser el dolor y el sufrimiento, simplemente por estar en la mitad de un conflicto en el cual no
se eligió estar. Marbel Sandoval Ordóñez consigue en El brazo del río ponerle rostro, color y vida a Paulina
Lazcarro, el único cuerpo no encontrado de la masacre ocurrida en el año 1984 en la vereda Vuelta Acuña.
En este hecho real fueron asesinadas ocho personas en la región del Magdalena Medio colombiano, zona
marcada por la despiadada violencia de los años ochenta…‖ (Fragmento tomado de la entrevista titulada ―La
trilogía de una Colombia aguerrida‖, publicada en 2015 por el diario El Espectador, que Marbel Sandoval
concede a la periodista Roselia Aguirre).
59
pretende mediante el recurso literario reconstruir aquella historia de violencia ocurrida en
el país. Esta obra está enmarcada por la narración del conflicto armado en la voz de dos
personajes adolescentes, dos jóvenes que relatan la crudeza de la guerra evidenciando las
condiciones de disputa por algunos territorios de Colombia y el temor que enfrentan los
habitantes de los pueblos atacados por parte de los grupos al margen de la ley.
En la entrevista concedida en 200616 por Marbel Sandoval a Diego Alejandro Olivares es
posible advertir los elementos que inspiraron la creación de esta novela y además conocer
algunas opiniones sobre la violencia en Colombia. Allí la escritora señala que la literatura
cuenta la propia vida y permite recrear cómo sentimos los colombianos los diferentes
hechos violentos que ocurren en el país, por ello el dolor de conocer la masacre de Vuelta
Acuña fue lo que motivó la escritura de su novela. Afirma además que los medios de
comunicación están embelesados en contar siempre lo mismo y de la misma manera. Ella
propone que ―…en la medida en que los medios asuman con responsabilidad contar los
hechos desde las diferentes fuentes y no satanizando algunas, los lectores sacarán sus
propias conclusiones…‖, ya que al creer tener la verdad de lo que sucede distorsionan la
mirada y el punto de vista de los hechos.
Lo sucedido en la masacre fue el detonante de escritura para Marbel Sandoval, en otra
entrevista ella misma dice que escribe:
…para bucear en quiénes somos y para contarnos como una manera de romper el
hechizo de la costumbre ante la barbarie, porque si nos acostumbramos más, estamos
perdidos. Al contar estas historias, al humanizarlas, al dejar en claro los odios y los
16
Entrevista llevada a cabo en 2006 y publicada en la página de la Universidad Autónoma de Bucaramanga
(unab). Link de consulta: http://www.unab.edu.co/content/tener-memoria-es-una-forma-de-no-repetir-lahistoria
60
amores, podremos descubrir que el otro estaba vivo y no tuvimos por qué quitarle la
vida. Busco sondear nuestra alma y mirar qué nos hace ser como somos. 17
Existe un motivo de denuncia en la autora, un ánimo de dar fuerza a la protesta de los
miles de afectados y víctimas de una guerra que en Colombia completa más de un siglo.
Una preocupación artística y ciudadana para no callar los crímenes que se cometen en
zonas apartadas del país y que en muchas ocasiones quedan silenciadas o arrojadas al
olvido.
3.2 Dos voces, dos perspectivas que resignifican la violencia
La configuración narrativa desarrollada en la obra denota principalmente la inclusión de
dos voces juveniles. Dos lugares enunciativos que ostentan un punto de vista propio y una
perspectiva desde la cual se relata la violencia. Sierva María y Paulina no solo son
personajes esenciales en la historia ficcional, sino que fundamentalmente son personajes
focales (Genette, 1989) que permiten al lector comprender el universo simbólico inmerso
en la novela. De la misma manera, posibilitan reconocer la representación de la realidad
sobre el acto violento a partir de las acciones o diálogos que llevan a cabo, pues la
comunicación que se efectúa entre las dos adolescentes sitúa un escenario donde se
construyen las voces que valoran las situaciones sucedidas en el entramado narrativo.
En esencia y siguiendo a Mijaíl Bajtín (1999), ambos personajes asumen un punto de vista
independiente a partir del cual cuentan su relato. Sus ideas y juicios de valor sobre las
diversas situaciones que ocurren en el relato, parten de una postura propia y fundada en lo
que han vivido ficcionalmente. A saber, los personajes ―…poseen una autoridad ideológica
17
Entrevista realizada por Roselia Aguirre a Marbel Sandoval en 2015.
http://blogs.elespectador.com/
Contenida en la página
61
y son independientes, se perciben como autores de una concepción ideológica propia…‖
(Bajtin, 1993). En el momento en que intervienen en la obra con una opinión, anécdota o
recuerdo, tanto Paulina como Sierva María están proponiendo una forma de pensar que es
autónoma y responde a un ideal representado a través de la violencia vivida
cotidianamente.
Por lo anterior, estos personajes consolidan su voz narrativa de acuerdo al establecimiento
de un dispositivo retórico desde el cual cuentan el relato. En palabras de Patricia Martínez
(2002) citando a Nora Catelli (1997)18, ello es visto como ―…un principio constructivo que
determina la configuración del mundo referido en la novela, y constituyéndose en un
problema fundamental para la comprensión de la misma‖ (pág. 198). Entonces, la
participación discursiva de las dos voces narrativas adolescentes que se presentan en la
obra, no solo posibilita el entendimiento del entramado narrativo, sino que además da pie
para presentar al lector el mundo allí narrado. Para los personajes, las condiciones de
violencia que han enfrentado vivencialmente no son similares ni se equiparan en términos
de igualdad, más bien la experiencia que han tenido dentro de la guerra hace que se
diferencien sus puntos de vista sobre la misma.
A partir de ese foco de percepción o punto de vista se desarrolla la narración de los
eventos acaecidos en el espacio ficcional de la obra. En este caso, y como ya se había
enunciado antes, dicha perspectiva se ajusta al personaje en tanto es él quien cuenta y vive
el relato. Para Genette (1989) ello responde a una focalización interna en donde se
despliega ―…una imagen que se hace de los demás…conciencia inmediata de las cosas, de
18
CATELLI, N. (1997). «El punto de vista en la novela», La novela del siglo xx y su mundo, Escuela de
Letras, n.o 11 y 12, pp. 183-196.
62
nuestras actitudes respecto a lo que nos rodea, sobre lo que nos rodea…‖ (pág. 247).
Evidentemente este ángulo desde el que se cuenta condiciona la construcción del mundo
ficcional, es decir, la intervención por parte de los personajes mediante juicios de valor y
opiniones dentro de la obra, se encuentran influidos por un sistema de valores y una
ideología que sustentan la visión de ese mundo que se relatan.
Como ilustración a lo anterior, y tomando como sustento la obra literaria en cuestión, cabe
decir que si el personaje de Sierva María no ha sufrido la violencia directamente, sino que
su referencia sobre ésta se determina por los medios de comunicación como el periódico,
es claro que su visión frente al acto violento está condicionada por el mismo hecho
experiencial. Mientras que el personaje de Paulina en tanto víctima de la guerra sí puede
tener la certeza sobre las implicaciones de la violencia en tanto que vivió directamente y
sufrió vivencialmente el impacto de la misma. Incide así la manera de asumir o hablar
sobre la violencia de acuerdo a la participación y proximidad que se ha tenido con esta, el
solo hecho de vivir el desplazamiento, la muerte y demás aspectos derivados de la guerra,
lleva a tener una autoridad enunciativa respecto a sus consecuencias.
En ese caso, Sierva María cuenta diferentes hechos de violencia que hacen parte de
noticias que escucha, ya sea por radio, cometarios que hacen sus vecinos o por voz de la
misma Paulina. Su conocimiento sobre el acto violento está mediado por la voz de otros,
indirectamente tiene una noción sobre la guerra que transcurre a su alrededor y bajo este
criterio asume una idea sobre la misma. En el siguiente pasaje expresa una masacre que su
amiga le relató:
…la matazón se había incrementado, sobre todo por los lados de Puerto Berrío, y los
vivientes que seguían en sus tierras lo hacían con miedo de que llegaran los hombres
63
por el río a quemar sus casas, a comerse sus reses, a violar a sus mujeres, a matar a sus
hijos y a ellos mismos. Ya hasta contaban haber visto y escuchado almas en pena que
vagaban por las márgenes del Magdalena y por el mismo centro del río... (Sandoval
Ordóñez , 2006, pág. 32)19.
Aquí es notoria la forma como las colectividades armadas invaden poblaciones y cometen
un sinnúmero de delitos contra ellos sin ninguna justificación.
Cada circunstancia violenta narrada por Sierva procede de la voz de terceros. Su
construcción discursiva sobre la violencia está compuesta por referencias externas a su
experiencia, pero esto no quiere decir que carezca de una representación sobre las acciones
bélicas. Más bien, ella realiza un juicio de valor sobre tales acontecimientos y refiere los
hechos para posibilitar la comprensión de las dinámicas propias de la guerra. Por su parte
Paulina, víctima directa del conflicto armado, sitúa una enunciación que va más allá de la
propia descripción de los hechos y sienta una crítica al momento de referirse a la violencia.
Cuestiona y discute ciertas injusticias que ocurren en las diversas esferas del ámbito
político y económico cuando son permeadas por la corrupción. En su voz narrativa se
hacen explícitos los rasgos de indignación por las cosas que suceden en el país que le tocó
vivir.
Ejemplo de lo anterior, se halla cuando Paulina habla sobre las condiciones de los barrios
habitados por desplazados, pues afirma que estos ―… nacieron de muchas invasiones, de
las que organizaban los políticos bigotudos para las elecciones de mitaca y de las que
improvisaban los campesinos que iban llegando del Magdalena arriba… ‖ (BR, 37). Es
clara aquí la forma como se establece un desacuerdo con aquellos personajes que en época
19
De aquí en adelante usaré la abreviatura BR para referirme a En el brazo del rio.
64
electoral aparecen en los pueblos, políticos que abusan y se aprovechan de los pobladores
prometiéndoles terrenos para la construcción de casas o viviendas propias, las cuales, a la
postre, resultan siendo ilegales. Se adopta así, una actitud de inconformismo que
corresponde a la experiencia sufrida por ella misma al ser desplazada junto a su familia y
adaptarse a un modo de vivir distinto, sabe que los miles de campesinos desarraigados de
sus tierras sufren en zonas ajenas a sus costumbres.
Esta huida de campesinos afectados por la expropiación de sus terrenos y condenados a la
incertidumbre por el arribo a lugares que desconocen totalmente, es vista por Sierva María
desde otra mirada. Visión que claramente carece de un tono denunciante como el de su
amiga, pero que connota un acto de conciencia sobre lo que ocurre en su entorno. Así, es
evidente la manera como ella establece una comparación, una analogía, entre la situación
de los desplazados que habían llegado al puerto petrolero, y el éxodo del pueblo de Israel
que el padre Eduardo le habló en la catequesis. Para Sierva estas dos situaciones son
equiparables en cuanto unos y otros estaban dejando su lugar de origen; no obstante, ella
tiene la certeza de que en el éxodo que se presentaba en el puerto ―…la gente no salía de la
tierra extranjera sino de la propia‖ (BR, 72). Hay conocimiento de las implicaciones que
recaen en las personas que deben irse de sus hogares por mecanismos delictivos y
vandálicos, este personaje encarnado en una niña sabe que se están cometiendo violaciones
contra los derechos de estos campesinos en el país.
Sierva María interactúa con las diversas voces del relato para obtener referencias sobre los
enfrentamientos armados en Barrancabermeja, la historia ficcional se va disponiendo
conforme a sucesos que van pasando y de los cuales se va enterando por diversos medios.
Algunos pasajes a continuación expresan este aspecto: ―…Dijeron que ya eran como tres
65
mil los campesinos que se encontraban en el puerto petrolero, como acostumbraban llamar
a la ciudad…‖ (BR, 72), ―Argumentaban que la muerte había empezado a bajar en lancha
desde Puerto Berrío y aseguraban que no regresarían a sus tierras hasta que no se hiciera
presente el gobierno para garantizarles que podían volver a ellas sin peligro para sus vidas‖
(BR, 73). La narración de los hechos por parte de Sierva, según los fragmentos anteriores,
concede importancia a lo que escucha y lo que puede inferir de las voces que rodean su
ambiente.
Otro aspecto que da luces sobre la especificidad narrativa de ambas voces está situado en
los pasajes que rodean la desaparición de Paulina. De hecho, gran parte de la obra se
despliega en torno a las causas que rodean su desaparición y la incesante búsqueda que
emprende su amiga Sierva María. Se concentra el relato en la dualidad de experiencias
vividas por cada joven, de lado y lado se advierten las acciones que recaen en tal
circunstancia. Por una parte, Sierva se entera de una masacre cometida en Vuelta Acuña y
empieza a recibir noticias al respecto, sabe que su amiga se trasladó a esa zona y que su
vida está en riesgo. Por otra parte, Paulina da cuenta de esta masacre y describe los
pormenores que condujeron a su muerte y la de su madre. Ella narra las sensaciones que
percibió desde el momento en que hombres armados llegaron a la finca, y bajo amenaza,
perpetraron el asesinato de todos los habitantes de esta, también menciona la última
imagen que la agonía le permitió observar: su cuerpo maltratado y trasgredido en su
inocencia.
La muerte de Paulina es algo desconocido de acuerdo a las pesquisas realizadas por Sierva,
sus opiniones y pensamientos sobre la situación se derivan de los recortes que día a día lee
en el periódico. Más aún, y conforme al oficio de su mamá como costurera del pueblo,
66
logra enterarse que efectivamente Paulina fue asesinada a manos de paramilitares y que la
policía emprendió una compleja investigación para la captura de cada uno. Este testimonio
fue revelado por uno de los sobrevivientes de la masacre, que se hizo pasar por muerto,
quien, una vez a salvo, contó los hechos que rodearon la muerte de quienes habitaban la
finca ubicada en Vuelta Acuña. La voz del testigo aparece como punto de apoyo para que
Sierva María no solo conozca la verdad, sino para que su preocupación esté ahora
encauzada en resolver lo que aconteció con el cadáver de su amiga.
Este interrogante que al final de la obra no tiene una respuesta, lleva a que Sierva no
obtenga la justicia que tanto anhelaba y además a reconocer que su inocencia fue
violentada por la cruda violencia del país. Ella misma enuncia que:
―Mi verdad era que todavía no cumplía catorce años y que un día, y de una sola vez,
me tocó abrir los ojos. Sólo que no me gustó la luz que me llegó, porque me decía que
no siempre podía confiar en lo que veía bajo el primer rayo y también que podía no
gustarme lo que viera‖ (BR, 123).
El inclemente y tortuoso resplandor de la realidad la golpea con su mayor fuerza, cae en
cuenta que los esfuerzos por evitar la violencia son en vano. Que en el país donde ella ha
nacido no hay posibilidad para conseguir la paz.
El relato impotente de la propia Paulina, enunciado después de su muerte, lleva a
considerar el tipo de voces que se escuchan y a las cuales se les concede mayor valor en el
testimonio sobre la violencia. Argumenta ella que ―…en la Colombia real, en la que a mí
me tocó vivir y morir, la paz es más una palabra para adornar que un intento verdadero‖
(BR, 139). Dentro de esa concepción y teniendo en cuenta que hace parte de un hecho
ficcional, un escenario de paz es imposible en el país mientras las víctimas del conflicto
67
armado no tengan una voz activa, es decir, que sus relatos y experiencias deben tener una
trascendencia dentro del discurso de la violencia.
En síntesis, la voz narrativa de Paulina refleja la incidencia y mediación que sus
experiencias han tenido en la configuración discursiva sobre la violencia. El ángulo desde
el cual narra, que es el de las víctimas, le brinda la oportunidad de relatar actos criminales
y hechos de corrupción que ha podido observar durante su existencia. Las imágenes,
cuadros y episodios que contienen actos de terrorismo son el sustento enunciativo
fundamental para narrar los acontecimientos que la trama ficcional desarrolla. Mientras
tanto, la voz narrativa de Sierva María, retoma tales eventos y experiencias para afianzar
su comprensión sobre lo que ocurre –ficcionalmente hablando– en el país con relación a
las violaciones, agresiones y atropellos a los inocentes. Ella viene a narrar, desde una
perspectiva y ángulo disímil, las consecuencias que deben padecer aquellas víctimas del
conflicto armado. Se apropia del relato para dar vida a la voz de desaparecidos y muertos
que deja la guerra.
3.3 Recuerdo y memoria: elementos de representación sobre el acto violento en
Paulina y Sierva María
En este apartado se torna relevante el cómo se narra, es decir, el recurso que se utiliza para
referir las inclemencias y crudezas que trae consigo el acto bélico. Así pues, cabe señalar
que la particularidad narrativa llevada a cabo en la obra, viene dada por la inclusión del
recuerdo y la evocación, como elementos principales del relato. Ambos personajes
proponen mediante la rememoración del pasado, un aparato discursivo desde el cual
comunican su experiencia sobre la violencia. Violencia que representan, no con cuadros
terroríficos de masacres y mutilados, ni tampoco asumiéndola con la normalidad que
68
conduce la constante presencia de esta. Sino más bien, a partir del encuentro entre
sentimientos y pasajes contradictorios, entre la amistad y la felicidad del pasado con la
tristeza y desolación del presente; entre la búsqueda de la justicia y la decepción de la
incertidumbre. En síntesis, la representación de una violencia que pretende, mediante la
narración del recuerdo, permanecer en la memoria para no ser olvidada, y aún mejor, no
repetirla.
A partir del carácter narrativo de la memoria y del recuerdo se resignifican los eventos
sucedidos en la obra. Sierva María y Paulina en cuanto personajes principales de la historia
ficcional, constituyen el lugar de enunciación desde el cual se relata la violencia. La
historia que ambas voces narran viene dada y establecida a través del recuerdo, pues
mediante las imágenes que de la misma guerra han tomado y experimentado, se valen para
contar episodios que tienen un propósito fundamental y es el de no ser olvidados. En este
punto entonces es posible hablar de la memoria, la cual, en términos de Elsa Blair (2002)
es ―…una construcción que se elabora desde el presente y, fundamentalmente, desde el
lenguaje‖ (pág. 23). Es en esencia, una vivencia que se comunica y que pretende dejar una
impresión o huella en el futuro.
Por lo anterior, el encuentro próximo que se tiene con la guerra, en el caso de Paulina,
asegura una serie de recuerdos que son comunicados a su amiga Sierva María. Ésta última
relata, desde la rememoración de dichos sucesos, la experiencia que la violencia deja en
quienes son víctimas directas. Tales condiciones de terror presentadas en la obra son
evidentes desde su mismo inicio, ya que es menester advertir, en voz de la propia Paulina,
el desplazamiento al que se sometió con su familia y asimismo la muerte de su padre a
manos de no se sabe quién o quiénes. Ella misma afirma que ―…la llegada a
69
Barrancabermeja no fue fácil porque nos tocó dejar la tierra y la casa de un día para otro,
apenas un mes después de que mataran a mi papá" (Sandoval Ordóñez, 2006, pág. 23).
Esta reminiscencia admite reconocer el complejo modo de vida motivado por el
desplazamiento forzado al que fue sometida y la adaptación que, junto con su familia
próxima, debió hacer en la ciudad.
Este recuerdo es importante en la vida de las dos niñas porque la figura paterna en los dos
casos está ausente, ya sea por hechos de violencia o por desconocimiento total. En el caso
de Paulina, la intervención de grupos al margen de la ley en la zona donde vivía, obligó a
que, junto a su madre y a sus hermanos, tuvieran que huir hacia la ciudad. Este fenómeno
produjo el abandono de su hogar y de la tranquilidad que tenían antes de la incursión de lo
que ella misma llama ―Los masetos‖, es decir, grupos paramilitares que pretenden
controlar zonas del país donde no llega el Estado central. Por su parte, Sierva María no
sabe a ciencia cierta quién es su progenitor y solo sabe que existe una gran probabilidad de
que él haya sido un petrolero que embarazó muy tempranamente a su mamá, y de la misma
manera, desapareció sin dejar rastro alguno. Opera así la evocación de estos sucesos como
eventos que han marcado la existencia infantil de los personajes y además como relato que
justifica su incertidumbre en medio de la guerra.
Así visto, el lugar desde el cual se narra es el recuerdo. De hecho, la misma Paulina
advierte en un pasaje de la obra que:
…no es este lugar desde el que estoy contando, sino las largas horas que
transcurrieron entre la noche del martes doce de enero y el amanecer del miércoles
trece. La eternidad es un grito que nunca fue escuchado, es la voz que no sale, es el
70
corazón que late desbocado…es el miedo que seca la boca, es desear que todo termine
de una vez y para siempre‖ (BR, 19).
Ella cuenta, desde su lecho de muerte, los acontecimientos que ocurrieron antes de la
lamentable masacre que paramilitares cometieron contra ella, su madre y algunas personas
más. Pero lo hace con la impotencia de quien comprende que su voz no se escuchará para
que exista justicia y para señalar a los asesinos que sometieron su voluntad a través del
acto violento.
Para Blair Trujillo en su texto ―Memoria y Narrativa: La puesta del dolor en la escena
pública‖ (2002), una de las formas de tramitación del dolor20 o, en pocas palabras, de
sanar heridas producidas por situaciones traumáticas, viene dado por la manifestación
textual, la ―puesta en palabras‖ de ese sufrimiento. El discurso sobre la violencia que
subyace en los relatos o testimonios que surgen por el conflicto armado, se torna como un
mecanismo para desahogar el trauma ocasionado por la guerra. Se busca con ello, contar
los detalles que rodearon el tormento, en el caso de Paulina, de ser violada por varios
hombres que sin ningún remordimiento arrebataron su vida y la de su madre. Las escenas
que ella ofrece en su relato posibilitan la comprensión del calvario que enfrentó, de las
vejaciones a las que fue obligada y la inhumanidad con la que actuaron sus victimarios. Su
voz narrativa, y más aún, el ángulo desde el cual narra estas acciones, posibilita al lector
sentir la experiencia que ella vivió y las sensaciones que tuvo instantes antes, durante y
después de su muerte.
20
En su texto Memoria y narrativa: la puesta del dolor en la escena pública Elsa Blair propone tres vías o
formas de tramitación del dolor. ―Ellos son: la puesta en escena pública del dolor (reconocimiento y discurso
político de los dirigentes); la conmemoración histórica para recrear (resignificando) ese dolor y, finalmente,
la puesta en palabras del dolor (relatos y/o testimonios)‖. Para la investigación en literatura, evidentemente la
última de estas formas, es la que se adecúa en el proceso de reconstrucción de la memoria, ello en eventos
derivados del conflicto armado en Colombia y más aún en el terreno ficcional.
71
Esta estrategia de sanación de las heridas, propuesta por Blair, permite bajo el recurso de
la literatura, asegurar un lugar enunciativo válido que reconstruya la memoria de las
víctimas de la guerra. Valga anotar que el uso de esta memoria ―…se elabora desde el
presente y, fundamentalmente, desde el lenguaje‖ (pág. 23), pues carecería de sentido un
cúmulo de hechos del pasado que no se quebranten para su recordación. Con ello, si bien
Paulina cuenta desde el más allá, o sea después de su muerte, no se debe olvidar que lo
hace en el presente de la trama ficcional, lo cual no solo determina el dejar un registro de
su desaparición, sino también una voz que sea recordada para que, actos violentos como el
que le sucedió, no pasen de nuevo. Se pretende así, configurar una memoria narrada que
reinterpreta la realidad y la pone de manifiesto como una versión de su padecimiento.
Este medio de reproducción es el recurso primario que Sierva utiliza para informarse sobre
la desaparición de Paulina; mediante la recopilación de noticias sobre este acontecimiento
ella examina lo que pudo haber sucedido. Ante este propósito Sierva María dice: ―Compré
un cuaderno rayado, de pasta de argollas, y un frasco de goma, y empecé a recortar y a
pegar las noticias que contaban los hechos parecidos a lo que podía haberle sucedido a
Paulina‖ (BR, 120). Pretende así reconstruir las causas que motivaron la ausencia repentina
de su amiga y, ligado a ello, recomponer la historia de miles de desaparecidos en el país
que han sido desposeídos de su libertad y su existencia. Su voz narrativa se establece a
partir de quien tiene la oportunidad de vivir para contar, de encaminarse a descifrar la
verdad, y a partir de esta, señalar a los culpables del homicidio de Paulina. Lo que Sierva
persigue es asumir la memoria de su fiel compañera para no disiparla en la nada.
Sierva acude al recuerdo no simplemente de situaciones dramáticas o dolorosas, sino que
advierte panoramas de felicidad con relación a Paulina. Para ella la mejor manera de
72
recordar la memoria de su amiga es revivir los instantes de amistad, en la soledad que está
después de conocer la suerte de su confidente, y además, en el estado de incertidumbre por
no conocer el paradero de su cadáver, aparecen pasajes como este: ―Nos fuimos subidas
las dos en la bicicleta y antes de llegar hasta mi casa nos acercamos a la orilla del río, la
misma a donde me bajo ahora cuando siento que me llama‖ (BR, 44). Se cruza, en aquellos
momentos de evocación, la cruda imagen espectral de Paulina, su ausencia encierra una
visión fantasmal que la presenta como un alma en pena que recorre el cauce del río. Así
visto, el recuerdo se aborda con un detalle contrastivo, las sensaciones opuestas encierran
la figura de Paulina y someten su recordación a un difícil procedimiento por parte de
Sierva María.
Siguiendo la idea señalada por Alejandra López (2014, pág. 3) respecto a la existencia de
una memoria válida, se sugiere que debe haber ―algo‖ que se quiere memorar y ―alguien‖
que rememore. En este caso Paulina es aquel algo y Sierva María ese alguien, pero estos
dos componentes deben valerse del lenguaje para que trascienda y no se quede como
estático recuerdo del pasado. Más bien, debe existir un reconocimiento que sobrepase la
esfera individual y conlleve al interés colectivo, esto es, que se ponga en circulación hacia
lo público y represente una historia que transite temporalmente el pasado, presente y futuro
en pro de ser comprendido por los demás. De esta manera, la incansable tarea que realiza
Sierva María al recortar noticias de periódico sobre lo sucedido en Vuelta Acuña y
recopilarlas para definir un camino hacia la verdad de la desaparición de Paulina, hace que
exista una huella y un punto de referencia para que socialmente no se olvide tal evento.
No se busca entonces, insertar en la memoria un suceso violento para evitar su repetición,
pues el solo acto de fijar un recuerdo y no tener conciencia del mismo se torna simple e
73
intrascendente. Valga anotar aquí, que tal manera de hacer memoria es tan vacía como
aquel pasaje de la obra donde una lora repite las sílabas ra-ta-ta-ta-ta; el animal es el eco
de las ráfagas de ametralladora de los paramilitares que atacaron Vuelta Acuña, pero este
carece de conciencia y claramente no reflexiona sobre los hechos que equivalen a este
sonido propio de la incursión armada. Sierva María se cuestiona, interroga y discute
asuntos como el siguiente: ―…los periódicos seguían hablando de los ocho muertos, pero
sólo había seis cadáveres desenterrados. ¿Dónde está Paulina?‖ (BR, 144). Esta duda
asevera la confusión y distorsión que este medio escrito expone con relación a la muerte de
Paulina, Sierva se da cuenta de que lo que estas noticias informan no tiene coherencia con
lo que está ocurriendo.
Por lo anterior ella misma afirma:
Entendí también que las noticias que nos cuentan como verdades, y así las recibimos,
no son sino versiones y, por tanto, sólo una de las caras, para recomponer en cada caso
lo que en realidad sucedió se necesitaría reunir todas las versiones como lo he hecho
yo por Paulina, como una manera de recuperarla, como una manera de explicarme qué
pasó, qué fue lo que le pasó… (BR, 151).
Su misión es crearse una idea diferente sobre lo que el periódico afirma y por tanto decide
mirar la masacre de Vuelta Acuña desde otra perspectiva. Ella no se queda con la versión
que le da la prensa y comienza a averiguar por su cuenta cada indicio o sospecha que le
abra el horizonte de indagación. Se enfrentan la versión oficial y la versión alterna, esta
última como voz que se elimina y no hace parte del relato sobre la violencia, pero que
nunca se da por vencida y lucha por ser escuchada.
74
Para López Getial (2014), esta situación obedece a que ―…el contexto colombiano ha
legitimado un exceso de memorias oficiales que han ido en contra de la palabra y de las
pruebas de las víctimas y la sociedad civil…‖ (pág. 5). Así, la historia ficcional presentada
en la obra se establece como un discurso alterno sobre la violencia, al rescatar las voces de
quienes padecen el conflicto armado y son afectados directamente por este. Se logra no
sólo hacer visibles sus relatos y testimonios sino que además se aspira a revalidar una
memoria que no los deje ni en el anonimato ni en el olvido. La legitimidad de los
desplazados, familiares de masacrados, testigos de la cruda violencia y quienes deben
asistir cada día al caos de la guerra, debe partir de un lugar enunciativo autorizado y
participativo tanto en el plano literario como en el ámbito de la realidad social que enfrenta
el país. Paulina y Sierva María narran su experiencia en la violencia de la Barrancabermeja
que hace parte del mundo simbólico, pero asimismo trascienden este ejercicio narrativo a
la memoria real de Colombia.
Ante la decepción creada por los medios de comunicación, Sierva María comprende la
indiferencia e injusticia que existe con las víctimas, desaparecidos y personas objeto de
masacres en su país. Tiene la seguridad de que la normalidad con la que muchos asumen la
violencia los vuelve partidarios de ella, pues dice que ―Así éramos y así seguimos siendo.
Mientras lo que suceda no toque a nuestra puerta, todo puede pasar‖ (BR, 135). Si la
guerra no afecta los intereses o familiares propios nunca se tendrá conciencia de su
magnitud y poder, el olvido será la mayor excusa para dejar de pensar en muertos ajenos
porque ―…así vivíamos y así seguimos viviendo, y los muertos de enero se habían
olvidado‖ (BR, 132). El consuelo de Sierva María es, finalmente, mantener vivo en el
recuerdo a su amiga Paulina y saber que hizo hasta lo imposible para que su muerte no
75
entrara a hacer parte de los crímenes sin resolver. De los millones de asesinados que
habitan fosas comunes y aún esperan por ser nombrados y reconocidos.
76
4. Capítulo IV
Propuestas y aportes de Evelio Rosero y Marbel Sandoval en la
narrativa sobre la violencia del siglo XXI.
4.1 Contexto histórico, social y político
El siglo XXI, antes de evidenciar esbozos de paz en Colombia o de presentar una notoria
reducción de la violencia, da cuenta de un escenario complejo donde el conflicto armado
es cada vez más dramático y en donde la influencia de grupos al margen de la ley o bandas
criminales demuestra un dominio aún más potente. Con grupos paramilitares reinando en
zonas periféricas del país donde el estado no hace presencia, se recrudecen los combates
entre colectividades armadas que continúan la búsqueda del control absoluto de vastos
territorios de Colombia. Guerrillas como el ELN y las FARC que vienen por más de
cincuenta años persiguiendo su tan anhelada revolución, día a día se enfrentan con las
fuerzas del estado que, bajo el mando del por entonces presidente Álvaro Uribe Vélez,
hacen ahínco para derrotar y exterminar estos grupos ilegales.
Las incursiones armadas en diversas zonas del país, comandadas por el alto mando
presidencial, obligan a que se registren diversos combates entre guerrilla y ejército.
Enfrentamientos armados que evidentemente propenden por la finalización del conflicto en
Colombia, pero que mediante el mecanismo de las armas solo impulsa las muertes de
civiles e inocentes. Estos ataques y la carrera acelerada por dar de baja a los líderes
guerrilleros, privilegia los intereses del gobierno central ―…con el agravante de que aquí
se siguen defendiendo los privilegios no con la palabra sino con la sangre, pero no la
sangre de los poderosos de siempre, sino la sangre de los excluidos de siempre…‖ (Celis,
2010, pág. 3). Esto último, afirmado por Luís Eduardo Celis (2010) en su informe Política
77
y violencia en Colombia, sitúa el detrimento al que han estado sometidas las víctimas
directas de la guerra, las que por más de un siglo han padecido las consecuencias de la
misma en el país.
Ligado a ello, la asociación de grupos al margen de la ley con el narcotráfico y la
instauración de paramilitares en alcaldías, asambleas, concejos y gobernaciones para
ejercer desde allí el control político, motivaron la ilegalidad y el crimen en las
instituciones del vasto territorio nacional. Su incidencia fue tal, que en el propio Congreso
de la República se crearon leyes para defender y dar prerrogativas a quienes cometieron
crímenes de lesa humanidad. Resultado de ello, fue la rebaja de penas y la no extradición
de un gran número de jefes paramilitares y de autodefensa que cometieron masacres en
zonas apartadas de Colombia. A este fenómeno se le denominó la parapolítica y aún en el
desarrollo de la segunda década del siglo XXI siguen apareciendo nuevas revelaciones al
respecto.
En 2011 se publicó el Informe anual de la Corporación Arco Iris21, el cual tiene como
frase de encabezado: ―Las cuentas no son tan alegres‖. En este documento, según la
periodista Maureén Maya, se advierte la persistencia del conflicto armado en el país y la
incidencia que ha tenido en la generación de grupos alternos de paramilitarismo, es decir,
la creación de fuerzas denominadas, por el propio Gobierno Nacional, Bacrim o mejor,
bandas criminales. Ante la imposibilidad de frenar el crecimiento de estas fuerzas al
margen de la ley, tanto el reclutamiento forzado como su inclusión en los poderes políticos
han acelerado su potencial, y asimismo, la violencia en Colombia. Además de esta grave
21
Documento tomado de la página viva.org.co donde la periodista Maureén Maya realiza un recuento de los
resultados que arrojó este informe anual, el cual fue realizado en 2011 por el analista político León Valencia
Agudelo.
78
situación, muchos líderes sociales han sido asesinados por reclamar las tierras de algunos
desplazados y por promulgar la defensa de los derechos humanos, hechos que han quedado
en la impunidad y están asediados por la desviación o distorsión de la justicia.
En las revelaciones más importantes de este informe están la consolidación de las bacrim
en 209 municipios del país, presencia que evidentemente ejerce un control político y
económico en tales zonas, obligando a sus pobladores a someterse a las reglas allí
establecidas. También es visible la manera cómo, tras las bajas considerables que ha tenido
la guerrilla y los numerosos militantes abatidos en combate, ha llevado a una segmentación
en pequeñas unidades de esta colectividad armada. Sin embargo,
―…lejos de terminarse
está aún su capacidad de causar daño y lesionar el espejismo de la seguridad que trató de
imponerse bajo la anterior administración‖. Otro grave suceso es el referido al miedo a
reclamar las tierras despojadas por grupos al margen de la ley, los desplazados que se
cobijan con la medida de restitución de tierras han sido amedrentados para no realizar tal
acción, pues los intereses de las bandas criminales por apoderarse de estos territorios
conlleva a que miles de campesinos opten por abandonar este propósito.
Se afirma además en el documento que:
Un condicionante esencial para la paz es la verdad y la justicia; pues sin estos, será
imposible apelar a una genuina reconciliación, superar los odios y sanar las heridas de
la violencia padecida. El Estado no puede regular sus normas a partir de las presiones
o chantajes de los criminales porque al hacerlo no sólo se desdibuja y lacera la
institucionalidad del Estado, sino que además socava los principios esenciales de un
genuino Estado democrático. (Maya, 2012).
79
Si las leyes están permeadas por criminales, paramilitares o grupos que buscan solo el
interés propio, un proceso real de paz en Colombia sería muy complejo. Mientras las
víctimas de crímenes atroces y los miles de desplazados que ha dejado la guerra en el país
sigan siendo desconocidos y manipulados, seguirá la violencia acechando por varias
décadas más.
En literatura, este contexto histórico incide en las diversas propuestas aparecidas en el
ámbito de la producción literaria. Dentro del repertorio de novelas que realizan un
tratamiento ficcional sobre la violencia en Colombia en el nuevo siglo están: Angosta
(2004) de Héctor Abad Faciolince, Delirio (2004) de Laura Restrepo, Rencor (2006) de
Óscar Collazos, Abraham entre bandidos (2010) de Tomás González o El ruido de las
cosas al caer (2011) de Juan Gabriel Vásquez, producciones que hacen énfasis en
temáticas del desplazamiento, el conflicto armado y violencias que se han venido
desarrollando durante las últimas décadas en el país. A esta selección se le suman obras
que, según Alejandra Jaramillo en su texto Nación y melancolía: literaturas de la violencia
en Colombia, 1995-2005, ostentan una perspectiva policial ―…como: Camús, la conexión
africana (Moreno Durán, R-H. 2003), Los impostores (Gamboa, Santiago. 2002), Cinco
tardes con Simeón (Paredes, Julio. 2003)…‖ (2007, pág. 324).
Dentro de este listado de obras publicadas en el último siglo, se destaca la del escritor de
origen chocoano Óscar Collazos, Rencor. Publicada en 2006, narra la cotidianidad, en
medio de la violencia, de una adolescente que junto a su familia ocupa una zona de
invasión en la periferia de Cartagena, territorio que habitan a partir del desplazamiento al
que se vieron sometidos años atrás por parte de grupos al margen de la ley. Keyla cuenta a
un periodista su vida y narra los acontecimientos que tuvo que enfrentar en cada una de las
80
etapas de su existencia. Allí se evidencian las problemáticas de orden civil que tuvo que
enfrentar su familia por tener que huir de la violencia. Prostitución, desplazamiento
forzado, guerra entre pandillas y masacres son algunos de los cuadros que la obra presenta
y que posibilitan al lector comprender la realidad que se busca representar.
Collazos permite vislumbrar en su obra la manifestación del sentimiento más arraigado de
las víctimas de la violencia: el rencor. Mediante la figura protagónica de Keyla, quien
asume la voz narrativa del relato, es posible conocer los hechos que se desatan alrededor
de un contexto de conflicto y beligerancia, situaciones que ella misma describe a partir de
lo que le ha tocado vivir y padecer. A partir de la evocación de los momentos más
complejos de su existencia, logra contar su historia que particularmente es la historia
misma de la guerra en Colombia. La evidencia de un abuso sexual por parte de su padre, la
condición de desarraigo espacial y sentimental, la presencia constante de la violencia en su
vida y su supervivencia en la prostitución, conllevan a dilucidar el sufrimiento de una
adolescente en un entorno que ha golpeado y cercenado su propia dignidad.
Para Keyla ―…el rencor es una rabia que va creciendo y nunca se va, parece que se fuera a
veces y, cuando uno menos piensa, vuelve a meterse en el cuerpo y en los pensamientos‖
(Collazos, 2006, pág. 147). En ese sentido, al habitar un territorio que le es ajeno y
acoplarse a unas dinámicas de interacción alejadas de lo que en su niñez aprendió, lleva a
que se cree en ella un odio y una venganza sobre todo aquello que le ha impedido ser feliz.
Al estar latente la violencia en sus recuerdos y establecerse como parámetro de
recordación, motiva ello a que sus comportamientos estén encaminados a involucrase en el
mundo de la confrontación y del peligro; en cada etapa de su vida encuentra que la
solución ante el desamparo es la violencia y el estar inmiscuida en ella. Forja entonces un
81
rencor hacia todo aquello que nunca tuvo, a las oportunidades a las que no pudo acceder y
a los privilegios con los que muchos cuentan.
Por otra parte, existen también novelas que trabajan la violencia desde un punto de vista
testimonial, como lo asegura Jorge Eduardo Suárez (2011) en su artículo La literatura
testimonial de las guerras en Colombia: entre la memoria, la cultura, las violencias y la
literatura. En esta última perspectiva:
Hay temas nuevos que se posicionan en el mercado editorial como los testimonios de
mujeres inmersas en el mundo de la prostitución de alto nivel. Pero sin lugar a dudas
el tema con más circulación es el de los ex secuestrados por las FARC (Suárez Gómez
, 2011, pág. 292).
Tras las experiencias en cautiverio vividas por algunos personajes de la política
colombiana, algunas editoriales comienzan a publicar novelas o instant books realizadas
por militares, policías y políticos que dan testimonio de todas las peripecias, anécdotas y
situaciones vividas en los años que padecieron el secuestro. Efectivamente, este tipo de
testimonios proponen una forma de escritura que involucra un acercamiento más directo
con la realidad, pero que se distancia de la labor literaria emprendida por sus antecesores.
Entre el corpus de producciones que salieron a luz es posible encontrar: El mundo al revés
(2010) del ex gobernador del Meta Alan Jara, Años en silencio (2009) del político
risaraldense Oscar Tulio Lizcano, Lejos del Infierno (2009) de los estadounidenses
Gonsalves, Stansell y Howes; ¡Desviaron el Vuelo! Viacrucis de mi secuestro (2008) del
político huilense Jorge Gechem; El trapecista del ex canciller Fernando Araujo (2008);
Las cadenas de la infamia (2009) del teniente del ejército Raimundo Malagón. Y un texto
que tuvo bastante publicidad fue No hay silencio que no termine (2010) de la ex candidata
82
presidencial Íngrid Betancourt, debido al revuelo que causaron sus declaraciones, una vez
liberada por las FARC.
El mismo Suárez Gómez aduce que en estas publicaciones el actor central son las
guerrillas o quienes hacen la guerra en el país. Afirmación que malogra los intentos de
aquellos escritores que han intentado ficcionalizar la violencia y darle un sentir a las
víctimas para que la violencia no siga normalizándose o tomándose de manera natural.
Prevalece entonces la voz de cabecillas de autodefensas o paramilitares que toman un
protagonismo absoluto en la narrativa sobre la guerra, se apagan de nuevo las voces de
aquellos que padecen las acciones bélicas y se retoma una visión que motiva y da
protagonismo significativo a los actos violentos. Enfoque que también incide en las
producciones televisivas y que expone una serie de telenovelas o series donde los
protagonistas principales son narcotraficantes o políticos corruptos que siguen otorgando
una imagen negativa de Colombia en países extranjeros.
4.2 Propuesta literaria y cambios en la narrativa de las obras de Evelio Rosero y
Marbel Sandoval
4.2.1 Los Ejércitos y En el brazo del rio frente a la tradición literaria de mitad del siglo
XX
Tras lo expuesto en los capítulos anteriores y bajo los presupuestos teóricos que orientan la
investigación presente, cabe señalar que existe una tradición literaria que ha incidido e
influenciado las obras de Rosero y Sandoval. Se elaboran recursos retóricos, estilísticos,
temáticos y simbólicos que, a mitad del siglo XX, algunas novelas presentaron en el
tratamiento de su narrativa. A saber, y proponiendo el caso de novelas como Marea de
ratas (1960), El coronel no tiene quien le escriba (1961) y La rebelión de las ratas (1962),
se establece la integración de elementos figurativos y metafóricos para representar las
83
acciones violentas y los pasajes de muerte, horror y desolación. Además, se realiza el
cuestionamiento de aspectos derivados de las circunstancias bélicas caracterizadas, ya que
no sólo se especifican las escenas que tienen que ver con la guerra, sino que también
interesa la discusión de las implicaciones sociales, políticas y económicas estas mismas.
En obras citadas en el párrafo anterior y que ayudan a establecer puntos en común con Los
Ejércitos y En el brazo del rio, se advierten fragmentos donde se abordan conflictos
sociales generados por la violencia allí representada. Por ejemplo, en La rebelión de las
ratas, de Fernando Soto Aparicio, es notable la forma como el personaje Rudecindo
Cristancho, tuvo que dejar sus tierras a causa de la lucha bipartidista y emigrar hacia la
ciudad junto con su familia. Él mismo advierte que ―Antes todo era sencillez, rusticidad,
paz. Y de pronto el valle se vio invadido por las máquinas…y el silencio, ese bendito
silencio… huyo para siempre hacia las montañas (pág. 5)‖. Aquí existe la controversia
sobre el desplazamiento forzado y también las condiciones de adaptación a una nueva
vida, de laborar por un salario precario y someterse a una jornada de trabajo extensa,
también es posible señalar cómo las industrias se convierten en centros de explotación de
mano de obra.
En El coronel no tiene quien le escriba de Gabriel García Márquez, confluyen
problemáticas que se hacen explícitas alrededor de la historia ficcional. En este caso, se
evoca el pasado de un veterano combatiente de la guerra (La Guerra de los Mil Días), para
así, evidenciar el ideal de esperanza frustrada y la constancia de la violencia en el país. Se
habla de frustración en tanto el anciano coronel no obtiene el beneficio que le corresponde
por participar en el evento bélico, por una parte; y se afirma una violencia extendida
debido a las acciones que subyacen en la historia ficcional, por otra parte. Estos dos
84
elementos desarrollan en la obra no solo la promesa incumplida del Estado a sus figuras de
autoridad armada, sino que también presenta las resonancias de un conflicto que durante
décadas se viene manifestando en Colombia. La muerte de Agustín (hijo del coronel), la
propaganda política censurada, el toque de queda impuesto por el gobierno, entre otras,
permite asumir la afectación social de las innumerables víctimas de este flagelo.
Por su parte, en Marea de ratas de Arturo Echeverri, los cuestionamientos pasan por la
imposición de unos ideales políticos y religiosos a los que deben someterse los habitantes
de una aldea. Ello es, que tras la instauración de una tropa de soldados perteneciente al
partido conservador en este territorio, se establecen una serie de demandas y
requerimientos para poder vivir allí; principalmente hay que compartir los propósitos de tal
colectividad política y asimismo actuar de acuerdo a lo pautado tradicionalmente por la
iglesia católica. Ante este cuadro, muchos de los pescadores y personas que habitan la
aldea son perseguidos y asesinados al mostrarse reticentes u opositores al nuevo orden,
entra aquí el problema del control y la afectación a quienes se presentan como apolíticos,
ateos, liberales o simplemente desinteresados en las cuestiones políticas o religiosas. En
palabras de Augusto Escobar (1994) la obra pretende ―…mostrar no una, sino muchas
formas de violencia, pues…ésta es una herencia histórica…‖ (pág. 87).
En las tres obras es posible asumir la violencia desde las implicaciones y problemáticas
sociales que desencadena. Esto visto como el desajuste de la calma y de la cotidianidad en
los diversos personajes que se ven afectados por la violencia: desplazamientos,
enfrentamientos armados, persecuciones, muertes anónimas y otros mecanismos
subyacentes a la guerra, hacen parte de paisaje expuesto por las narraciones de Soto
Aparicio, García Márquez y Echeverri Mejía. Aspectos que Rosero y Sandoval rescatan en
85
sus novelas y que, adecuados al contexto de violencia que representan, exhiben a sus
lectores de una manera particular y diferente. Divergencias que radican no solo en el
contexto de violencia que narran, sino en el tipo de narrador que proponen para hacerlo, ya
que mientras en La rebelión de las ratas, El coronel no tiene quien le escriba y Marea de
ratas existe un narrador omnisciente que junto a narradores22 en primera persona,
configuran el relato; en Los Ejércitos y En el brazo del rio la narración en primera persona
acapara la obra.
Pero aun así, lo disímil en la tipología del narrador no deja de lado el hecho de que se está
representando la violencia desde las víctimas que experimentan y viven la violencia.
Evelio Rosero y Marbel Sandoval vienen a proponer en sus obras una configuración
narrativa donde la perspectiva de la narración no se sitúa en la voz del victimario o aquel
perteneciente a la élite, sino que ubica tal locus de enunciación a partir de la víctima. Para
ambos escritores lo que interesa a la hora de referir el acto violento no es el simple hecho
de describir muertes o masacres, ni tampoco caracterizar la forma como se cometen actos
violentos contra inocentes, lo que realmente pretenden es relatar desde la experiencia de
los personajes víctimas de la guerra, el discurso literario vivencial y la voz que estos
ostentan como testigos directos que han sido afectados por la situación violenta.
4.2.2 Divergencias respecto a la literatura de inicios del siglo XX. El caso Pax
Se acaba de hacer explícita la manera como algunas obras de mitad del siglo XX han
contribuido a la creación artística de las novelas de Rosero y Sandoval, lo que ahora se
pretende es mostrar cuáles son las principales diferencias respecto a la novela Pax
22
Para Genette, algunas obras literarias no tienen una constancia en la focalización del narrador, él mismo
arguye que ―…la fórmula de la focalización no se aplica siempre a una obra entera, sino más bien a un
segmento narrativo determinado que puede ser muy breve…‖ (pág. 246). Por ende, estas novelas
referenciadas, en algunos de sus pasajes narrativos, proponen narradores diferentes.
86
publicada a comienzos de siglo XX. Por lo tanto, si se equiparan los diversos aspectos
narrativos propios de estos escritores con producciones literarias de comienzos de siglo
XX, es posible advertir diferencias notables en elementos enunciativos que se desarrollan
en cada obra. Aspectos estilísticos que evidencian la especificidad de cada escritor y
además el influjo que el contexto político y cultural de su época les otorga. Con ello, son
explícitos los cambios en el ángulo desde el cual narran los personajes y la voz narrativa
que asumen dentro del relato. Para mejor comprensión de este panorama es necesario
acudir a la comparación entre las obras en cuestión (Los Ejércitos y En el brazo de rio) y
la novela Pax (1907) escrita por Lorenzo Marroquín y Rivas Groot, con el fin de elaborar
un esquema de ejemplificación que ubique al lector en la comprensión de las diferencias
antes expuestas.
Si en Pax es notoria la ubicación del narrador a partir de las élites sociales, en Los
Ejércitos y En el brazo del rio se sitúa en la figura del campesino de clase baja. Ello indica
que la voz de quien narra se inscribe en un plano socio-económico distinto, el punto de
vista con el cual los personajes describen los hechos de la historia ficcional, cambia en
relación a su cercanía con el acto violento. Mientras en la novela de inicio del siglo XX la
voz narrativa está ubicada en los personajes que invierten grandes sumas de dinero en
favor de la canalización del Magdalena, en las obras de siglo XXI son habitantes de
poblaciones perturbadas por la incursión de grupos al margen de la ley.
Otro aspecto que diferencia las obras es aquel que contempla los cuadros que caracterizan
las consecuencias de la guerra. En Pax se encuentran pasajes que exhiben la crudeza de las
masacres realizadas en pro de la lucha por el poder, esto se advierte en el siguiente
fragmento: ―Entre la paja estaban tendidos los cadáveres de un viejo y un muchacho. El
87
viejo con su barba bíblica manchada de sangre por una cuchillada que le cruzaba la
frente…el muchacho, entre un charco de sangre…en el cuello un tajo formidable que ha
dejado la cabeza apenas pendiente de un tendón‖ (1986, pág. 338). En Los Ejércitos y En
el brazo del rio existen cuadros donde confluyen imágenes violentas y crueles de la guerra,
pero aquí no se presenta una descripción detallada de lo que les sucede a los muertos y el
estado de sus cuerpos; más bien, se trata de elaborar un cuadro experiencial de lo que los
personajes hacen al momento de la situación violenta y los padecimientos que deben
enfrentar para sobrevivir.
Evidentemente son dos maneras y estilos diferentes de narrar la violencia, lo cual pone de
manifiesto que existen unos intereses diversos a la hora de representar el acto violento y
las dinámicas derivadas del mismo. Aquí no solo incide el hecho de que Pax esté escrita
por un autor cercano a la política colombiana del momento como lo fue Lorenzo
Marroquín, también es clara la forma cómo influye el contexto histórico en el cual se
realiza la obra y el evento violento que se está resignificando. Rosero y Sandoval hacen
parte de una época histórica distinta y asimismo tratan en sus obras un acontecimiento de
violencia diferente. Pero aquí vale anotar que existe un cambio notable en cómo las
víctimas están siendo referidas en el relato, es decir, cuál es su participación en las
acciones que la obra propone y qué alcances tiene su discurso sobre la violencia en el
terreno ficcional.
Así visto, el lugar enunciativo en Pax permite reconocer una voz narrativa que está
ubicada en los personajes que cometen las acciones violentas y quienes desencadenan los
ideales de la guerra. Nunca es explícito el personaje que sufre las prácticas criminales y su
voz no se considera como válida dentro de la construcción narrativa. En su lugar, las dos
88
obras que ocupan el interés de esta investigación pretenden darle ese espacio y esa voz,
literariamente hablando, a los afectados por más de un siglo de violencia en Colombia.
Buscan recuperar ese punto de vista que, en mitad de siglo XX con obras como La
rebelión de las ratas, Siervo sin tierra, La mala hora23 y otras más, se había considerado
por su experiencia y proximidad con la violencia. Estas obras resaltan el ángulo desde el
cual es posible comprender el miedo y el horror que causa la guerra constante, ese juicio
de valor que denuncia los actos vandálicos y asume una protesta respecto a las injusticias
que recaen sobre aquellos que sufren la transgresión armada.
4.2.3 Encuentros y desencuentros con la narrativa de finales del siglo XX
Tras ser la tradición más cercana y próxima, en términos temporales, a las obras Los
Ejércitos y En el brazo del rio, la de las décadas del ochenta y noventa constituyen un
punto de análisis fundamental para abordar el tratamiento de la violencia en las propuestas
literarias respectivas. Por un lado, existe un contexto histórico que marca una incidencia
directa en la configuración narrativa y la forma de hacer novela a partir del narcotráfico y
el fenómeno del sicariato; y por otro lado, existe un ámbito social y político donde
problemáticas como la guerra entre paramilitares, guerrilleros, autodefensas y ejército
toma relevancia esencial en la producción literaria del país. Dos realidades que no solo
consolidan la permanencia del conflicto armado en Colombia, sino que permiten visibilizar
las divergencias y similitudes entre las obras literarias pertenecientes a los periodos de la
historia referenciados.
23
En el subcapítulo, que hace parte de esta investigación, denominado Panorama de la literatura de la
violencia en la mitad del Siglo XX, es posible identificar los cambios narrativos que se presentan en la
literatura de esta época.
89
Para el caso específico y en pro de ejemplificar este análisis, se toman en cuenta dos
novelas que sitúan la temática del sicariato de los años ochenta y los elementos que a nivel
social y cultural se derivan de este. De esta manera, No nacimos pa’ semilla (1990) de
Alonso Salazar y La virgen de los sicarios (1994) de Fernando Vallejo son los soportes
literarios que admiten la reflexión sobre la elaboración narrativa hecha sobre la violencia a
finales del siglo XX. Estas dos obras consideran la trascendencia histórica de los
mecanismos de violencia en la sociedad y los cambios que la misma ha tenido durante más
de cincuenta años en el país, a partir del personaje del sicario y la cotidianidad del mismo
en un ambiente que está permeado por las acciones violentas.
En la obra de Salazar están contenidas una serie de historias ficcionales que narran
diferentes protagonistas en primera o tercera persona. Tales relatos reflejan problemáticas
sociales que se han presentado en el trascurso del siglo XX en el país, con relación a las
dinámicas de violencia que cada periodo histórico han estado latentes. De esta manera, es
posible reconocer en la narrativa de Alonso Salazar un legado histórico de acciones
violentas que ha definido y modelado las actividades delincuenciales de finales de siglo.
Se advierten así, familias que han huido de la violencia política de las décadas del cuarenta
y cincuenta, obligando a su desplazamiento y asentamiento en diferentes ciudades de
Colombia. En estos territorios de invasión, ubicados en las periferias de las zonas urbanas,
se concentran familias que cuentan con limitaciones económicas y niveles de pobreza
extrema, seres que son la voz de la guerra y que asumen el punto de vista desde el cual se
habla en la novela en referencia.
Así, la multiplicidad de personajes que se presentan en No nacimos pa’ semilla logran
representar la violencia a través de recuerdos, vivencias y acciones que ellos mismos
90
caracterizan y describen. Asumen la violencia como propia, la conocen y pueden dar
cuenta de ella: ―Si quiere hablar de violencia, le cuento mi vida, o la de cualquier vecino.
Es que nosotros hemos vivido siempre de violencia en violencia, con muy pocos tiempos
de paz. Cada uno de nosotros es una novela completa…‖ (1993, pág. 39). Existe una
experiencia que permite dar autoridad y voz a quien relata pasajes o situaciones violentas,
y es que la vida misma de cada personaje ha estado directamente relacionada con
imágenes, circunstancias y hechos crueles o trágicos. La muerte ha rodeado sus historias
de vida y para lograr sobrevivir en tal contexto, pues han recurrido a la aplicación de la
violencia por la violencia.
Por otra parte, para hablar de la novela de Vallejo es indispensable reconocer que existen
ejes temáticos y estilísticos que complejizan el escenario narrativo de la violencia.
Mediante la voz del narrador es posible advertir un cúmulo de asesinatos y muertes que
observa y hasta justifica, él mismo dice: ―…Lo matamos por chichipato, por bazofia, por
basura, por existir. Porque contaminaba el aire y el agua del río‖ (Vallejo, 2001, pág. 28).
Es explícito un atentado contra la vida de cualquiera sin mayor sustento que el de la
sinrazón, se mata a quien esté en contra de lo que se piensa o lo que se quiere, un odio
social que ostenta una herencia de antaño y que está cobijada por la venganza de no tener
las mismas oportunidades que los demás. Nuestro narrador es parte de la clase alta, vive en
el extranjero y reniega de su regreso al país, maldice el conformismo de una sociedad que
mediante la violencia ha formado sus principios y degenerado sus valores.
Narra sin participar pragmáticamente en las circunstancias del relato, es decir, que no se
involucra activamente en los asesinatos y muertes acaecidas. A través del accionar de sus
amantes logra vislumbrar al sicario como producto de condiciones políticas e históricas en
91
Colombia, pues tanto las consecuencias de la guerra de mitad de siglo, como también la
ineptitud de los gobiernos para frenar los componentes derivados de la violencia
(desplazamiento, narcotráfico, inequidad social, entre otras), producen este fenómeno
social que tiene gran impacto en el país. El sicario además de ser amante del narrador, es
su compañía y el referente para relatar los actos delincuenciales que día a día se producen
en la Medellín representada en la obra. Es cómplice de cada uno de los hechos vandálicos
cometidos y testigo presencial de los mismos, es una voz que acepta la violencia como
mecanismo de una sociedad en decadencia.
En consecuencia, teniendo en cuenta la configuración narrativa de Salazar y Vallejo en sus
novelas, es adecuado afirmar que existen problemáticas, prácticas y dinámicas de violencia
que se diferencian en su tratamiento y estilo literario con relación a lo propuesto por
Rosero y Sandoval. Ello particularmente visto en la forma como se da relevancia a la voz y
punto de vista desde el que se narra, ya que mientras en No nacimos pa’ semilla y La
virgen de los sicarios se muestra la visión de quien comete el crimen, produce pánico y
temor en la sociedad, en Los Ejércitos y En el brazo del rio se exhibe la perspectiva de la
víctima que padece el enfrentamiento armado. Mientras en estas últimas quienes proponen
la narración son afectados y sufren la inclemencia del conflicto, en los personajes de
Vallejo y Salazar se encargan del acto discursivo aquellos que ven la guerra desde afuera o
participan de ella como victimarios.
No obstante, ambas narrativas poseen puntos en común a la hora de abordar la violencia
como un hecho que ha prevalecido y se ha incrustado en cada dimensión de la vida social.
Resulta la acción violenta un eje bajo el cual se articulan los sucesos y conforme al cual se
representa la realidad en el escenario literario correspondiente. La preocupación en unos y
92
otros es dar por sentado que la guerra en Colombia ha ido desarrollándose en diversas
manifestaciones que se adecuan al contexto en que se presentan, expresiones que cada vez
son más crueles e inhumanas en quienes recaen. Desde la producción literaria y el recurso
artístico estos autores pretenden reconocer la evolución de la violencia en el país, sus
componentes, elementos y sus protagonistas.
4.2.4 Puntos en común y diferencias narrativas, temáticas y críticas en las obras de
Rosero y Sandoval
Escritores como Evelio Rosero y Marbel Sandoval quieren dejar una huella y un producto
creativo donde se evidencie la fuerza que tiene la literatura para denunciar y sentar una voz
de protesta ante tantas injusticias cometidas en el país. No obstante, este punto donde
compaginan sus propuestas narrativas tiende a diferenciarse en otros elementos. Ambos
estilos narrativos y, más aún, las dos producciones literarias analizadas, proponen unos
narradores opuestos en sus características físicas y hasta en sus edades cronológicas,
además cabe señalar que en Los Ejércitos la crítica literaria24 es bastante amplia si se
compara con el poco o nulo trabajo investigativo sobre En el brazo del río. Por un lado,
Rosero le da la voz narrativa a un anciano profesor jubilado y, por el otro, Sandoval juega
con dos voces adolescentes que aún asisten a la escuela. Se presenta el discurso sobre la
violencia a partir de dos generaciones muy disímiles, lo cual hace que sus puntos de vista
varíen y el lugar enunciativo desde el que narran cambie según la experiencia que han
24
Es indiscutible que los estudios adelantados en torno a la obra de Rosero son múltiples y cuentan con una
bibliografía extensa. Algunos de los referenciados en esta investigación son: Toma de conciencia y
socialización del duelo, el dolor y la muerte en la novela colombiana contemporánea. Lectura de dos casos:
Los Ejércitos y Rencor (2012) de Caleb Harris; Respirando desde los asediados: una lectura de Los
Ejércitos de Evelio Rosero Diago y Los vigilantes de Diamela Eltit (2013) de Liliana Ramírez; El conflicto
armado y la lucha prolongada, en Los Ejércitos, de Evelio Rosero (2011) de Marta Cecilia Lora-Garcés; Los
ejércitos: novela del miedo, la incertidumbre y la desesperanza (2012) de Iván Padilla; Un grito que rompe
los espejos (2013) de Belén de Rocío Moreno; y finalmente, La novelística de Evelio Rosero Diago: los
abusos de la memoria (2011) de Paula Andrea Marín.
93
vivido. Sin embargo, el foco de referencia que sitúan está siempre relacionado con las
dinámicas de la guerra y las afectaciones que produce esta en su quehacer social.
Al seleccionar estas dos obras dentro del corpus de investigación se busca proponer dos
visiones sobre la violencia en Colombia. Primero, la perspectiva de un anciano que se
encuentra en el ocaso de la vida y que permite con ello referenciar el extenso padecimiento
de la guerra, las crudas batallas que se han librado por más de un centenario en Colombia
por divergencias de carácter político, económico y social.
Segundo, el punto de vista de
dos jóvenes que apenas están empezando a reconocer las implicaciones de vivir en un país
que ha librado un estado de violencia por más de un siglo y que comprenden que el
padecimiento pasado y presente no tiene una clara salida para la paz en el futuro. Así, se
presencian dos relatos sobre un enfrentamiento armado que ha trascendido cada época y
momento de la historia en el país, dos concepciones sobre el amargo estrago que posee la
violencia en cada uno de los que la padecen.
Lo claro es que, en uno y otro, la representación llevada a cabo sobre la violencia es el
interés esencial. Así no sea explícita ni cuantitativamente vasta la crítica de la novela de
Sandoval, sí es notoria la forma como su escritura pretende alumbrar las márgenes y
concederle la voz a los personajes afectados por la guerra. Si en Rosero la bibliografía de
artículos, documentos, análisis literarios, etc. es numerosa y evidentemente es merecedor
de premios literarios, es también sabido que su propósito es hacer visible las voces de
quienes sufren el conflicto armado. En palabras de Iván Padilla (2012)―…Rosero
representa el estado mental, la forma de sentir, la manera cómo viven los colombianos la
guerra‖ (pág. 122). Existe una toma de posición sobre lo que el relato desarrolla y sobre lo
94
que narrativamente está dispuesto dentro de él, la importancia que le atribuyen al acto
violento, tanto Rosero como Marbel, es vital para forjar una postura crítica en sus lectores.
95
5. Conclusión
La narrativa que se ha realizado sobre la violencia en Colombia desde el plano literario,
cuenta con una diversidad de técnicas, estilos y estrategias discursivas para ser abordada.
Representar la violencia en las diferentes épocas en las que ha hecho presencia y en las que
incidió en la configuración misma de la nación, ha sido una tarea bastante ardua para
quienes emprenden la escritura de obras y quienes bajo el recurso de la literatura intentan
contar una historia a nivel ficcional. Parte de esta tarea dependió sin duda alguna de los
acontecimientos y hechos violentos más relevantes o de mayor trascendencia que el país
enfrentó, pero asimismo estuvo mediada por el manejo narrativo que escritores y
periodistas le dedicaron a estos eventos a la hora de desarrollar los interrogantes: quién,
cómo y desde dónde se cuenta la violencia.
La configuración del discurso del narrador dentro de las diversas obras que tratan el tema
de la violencia, constituye entonces una de las problemáticas más relevantes en el
desarrollo del relato. Y se torna compleja esta situación no solo por el tipo de suceso que
se retrata, sino por el manejo que se le da a este mismo en el plano netamente narrativo. En
síntesis, el problema aquí es valorar el ángulo desde el cual el personaje enuncia su
discurso y el punto de vista que adopta en el momento de opinar y enjuiciar un
acontecimiento, pues es claro que no es lo mismo relatar una historia ficcional desde el
lado del victimario que hacerlo a partir de la propia víctima que sufre la violencia. Si bien
algunas producciones literarias de comienzo de siglo XX estuvieron enmarcadas por
personajes situados en las élites y que además cometían acciones que motivaban la
violencia, no se debe dejar de lado que, a partir de mitad de siglo, esto cambió de manera
96
radical con la propuesta de nuevos horizontes narrativos que sitúan el relato en las
víctimas.
El mismo hecho de dar un viraje a la concepción de la guerra en Colombia en el ámbito
literario, da pie para otorgar tonalidad y figuración a las voces que fueron apagadas
durante más de tres décadas. Voces que ficcionalmente viven en carne propia los clamores
y padecimientos que se derivan de las acciones violentas, personajes que, a su vez, son
víctimas directas y que tienen un punto de vista sobre las dinámicas de la guerra. Para
Evelio Rosero y Marbel Sandoval, en las obras aquí analizadas, estos criterios y
características narrativas, son la base para la construcción de sus personajes. El universo
de representación que encarnan estos mismos y la idea que proponen sobre la violencia en
sus diálogos, acciones e intervenciones en las novelas, consolidan su posición narrativa del
relato. En él interactúan y movilizan una serie de puntos de vista, argumentos y opiniones
sobre el acto violento que, sin duda, muestra una visión próxima y cercana a la experiencia
bélica.
Antes de contar una violencia reiterada donde la cantidad de muertos o el sin número de
desaparecidos es el pilar de la trama narrativa, estos dos escritores buscan ubicar al lector
en un ángulo desde el cual logren comprender las dinámicas y el entorno que se vive al
interior de un escenario de guerra. Ello es, que a través de los recursos utilizados en la
configuración de las obras, tanto Rosero como Sandoval posibilitan la creación de voces
narrativas que observan, escuchan y perciben todo aquello que les sucede antes, durante y
después de estallar la confrontación armada o el evento violento. En Los Ejércitos hay
expectativa por la inminente llegada de la guerrilla o los paramilitares, una vez estalla el
enfrentamiento existe caos total y se desatan diversas acciones que son narradas por Ismael
97
Pasos, mientras que En el brazo de rio la narración del encuentro amistoso de Paulina y
Sierva María da paso a la posterior masacre cometida a la primera de ellas y su familia.
Son dos momentos violentos cumbres en cada obra y que actúan como detonante para el
abordaje de las categorías de análisis que se desarrollan en la investigación. Elementos de
indagación que posibilitan observar la manera como, bajo un ángulo y una perspectiva, se
narran las condiciones de violencia, y además, formas de vivir la guerra, formas que hacen
explícita la particularidad de ambos autores y que exhiben la especificidad de sus
propuestas literarias en el vasto campo editorial. Si bien muchas otras novelas hacen parte
del periodo temporal de publicación de Los Ejércitos y En el brazo del río, es definitivo
afirmar que la selección de estas dos obras estuvo mediada por la inquietud y
desestabilidad emocional que produjeron en quien realiza esta investigación. Sin estos
requerimientos otro fuera el panorama de escogencia y además otra sería la idea que se
configuraría sobre la violencia en Colombia.
Por último, cabe advertir las ideas que Gabriel García Márquez propone acerca de la
novela de la violencia. Allí, el novel afirma que ―La novela no estaba en los muertos de
tripas sacadas, sino en los vivos que debieron sudar hielo en su escondite, sabiendo que a
cada latido del corazón corrían el riesgo de que les sacaran las tripas‖ (García Márquez,
1959). Rescatar las voces de los vivos dentro de las obras literarias en Colombia y
presentarlas como un aspecto fundamental en la narración sobre la violencia, otorga al
lector la posibilidad de experimentar el relato con los protagonistas de las historias
ficcionales, sentir el padecimiento de quienes son víctimas del conflicto y asumir un punto
de vista desde el cual hable sobre la violencia en el país. Tanto Rosero como Sandoval
logran utilizar y sacar provecho de este recurso en sus obras y es por ello que su
98
producción artística adquiere un inmenso valor, revitaliza lo que novelas en décadas
pasadas lograron y permite reconocer una propuesta bajo las condiciones sociales, políticas
y culturales que rodean a Colombia en la actualidad.
99
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