6 - Escuela Sabática

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COMENTARIO DE LA LECCIÓN
II Trimestre de 2011
Vestidos de gracia
Vestiduras figuradas en la Biblia
Lección 5
(23 al 30 de Abril de 2011)
Las vestimentas sacerdotales
de la gracia
Pr. Marcio Nastrini
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Introducción
Las lecciones de este trimestre tienen como objetivo abordar, a través de distintos
episodios bíblicos, el simbolismo de las “vestiduras” de sus protagonistas.
Tiempo atrás, libros como Dress for Succes [Vestido para el éxito], o How to Dress
for Succes [Cómo vestirse para el éxito], tuvieron una increíble aceptación mundial.
Los autores presentaban conceptos, consejos y orientaciones para alcanzar el éxito
en la vida profesional. Hoy, este concepto de la importancia de la moda está presente en varios sitios en Internet e incluso empresas de asesoría de imagen para las variadas áreas de la vida: profesional, relacional, sentimental, religiosa, etc.
La Biblia es un libro compuesto de literalidades y símbolos. El peligro está en literalizar los símbolos, o simbolizar lo literal, por decirlo así. En el transcurso de estos meses, nos atendremos a la cuestión del simbolismo de bíblico de las vestiduras y sus
significados.
Así, al estudiar estas lecciones no olvidemos de que Dios se valió de varias formas,
símbolos y expresiones para, finalmente, revelar al ser humano pecador el magnífico
plan de salvación.
La lección de esta semana presenta un interesante estudio de las vestiduras sacerdotales, enfocándose principalmente en el llamado a Aarón, sus hijos, y los levitas
para el oficio sagrado. Traza también un paralelismo, por extensión, clasificando a
todos los creyentes como sacerdotes y representantes del gran Sumo Sacerdote
Jesús. “a fin de proclamar las virtudes de aquél que os llamó de las tinieblas a su luz
admirable” (1 Pedro 2:9).
La lección presenta dos palabras clave: privilegios y responsabilidades, y puede ser
presentada a partir de tres elementos interrelacionados.
Editor de la revista Adventist World en portugués; edito asociado de la revista Ministerio en la Casa
Publicadora Brasileira
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El sacerdocio aarónico
Dios le había dado su Ley al pueblo de Israel. En el monte Sinaí le dio también instrucciones específicas a Moisés acerca de la construcción del santuario (Tabernáculo
o Tienda de reunión).
“Se necesitó alrededor de medio año para construir el tabernáculo”.
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Terminado este lugar de adoración, fue necesario escoger a sus responsables. Por
orden divina, fue escogida la tribu de Leví para los servicios del santuario. Anteriormente, los patriarcas (los padres de familia) y, según el derecho de la primogenitura,
eran los hijos mayores los que ejercían el sacerdocio en los hogares.
A la tribu de Leví le fue otorgada esta distinción especial, separándola para los servicios sagrados. Y fue aceptada en lugar de los primogénitos de todo Israel.
Pero el sacerdocio propiamente dicho, quedó restringido a la familia de Aarón únicamente. Los sacerdotes eran todos levitas, pero no todos los levitas eran sacerdotes. Sólo Aarón, sus hijos, y los futuros descendientes de sus hijos podrían ministrar
delante del Señor.
A los sacerdotes les estaban designadas las responsabilidades de “encender las
lámparas, quemar incienso, ofrecer los sacrificios, asperjar la sangre, preparar y
acondicionar el pan de la proposición y comer de él, preservar las instrucciones divi3
nas y enseñar la Ley”. Los demás levitas eran responsables de los trabajos generales y complementarios del tabernáculo, tales como limpieza, seguridad, mantenimiento, traer leña, etc.
El llamado de Aarón y sus cuatro hijos (Nadab, Abiú, Eleazar e Itamar) instituyó oficialmente el servicio sacerdotal eclesiástico. Aarón fue el primer sumo sacerdote
(Éxodo 28 y Números 3). ¿Y por qué Dios lo escogió, siendo que él consintió con el
tan aberrante acto de la idolatría del becerro de oro, hasta liderando él mismo este
episodio? En primer lugar, porque Moisés intercedió por su hermano, en caso contrario, Aarón habría sido fulminado (Deuteronomio 9:20) por Dios. En segundo lugar,
está el hecho de que Aarón era el bisnieto de Leví (su padre Amram era hijo de Coat,
quien había sido hijo de Leví). Así, Aarón era un legítimo levita (Éxodo 6:16-20). Por
último, siendo él levita y el brazo derecho de su hermano Moisés, el gran líder fue
beneficiado por la inmunidad espiritual de la tribu de Leví, la cual no se había postrado para adorar el becerro de oro (Éxodo 32).
La lección hace referencia a las vestiduras sacerdotales. A continuación ofrecemos
una descripción y el significado de las diferentes partes, según Éxodo 28.
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Vestiduras del sumo sacerdote
 Túnica: vestimenta larga confeccionada de lino.
 Manto: Capa o “chaleco” de lino azul sobre la túnica; en las orlas, había granadas decorativas y campanillas de oro.
Elena G. de White, Patriarcas y profetas, p. 361.
M. L. Andreasen, El santuario y su servicio.
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Efod: especie de chaleco en dos partes, todo trabajado y bordado de azul,
púrpura, carmesí y oro, unido por los laterales y los hombres con dos piedras
preciosas (sardónica y ónix) una en cada hombro.
Pectoral: especie de escudo o blasón sobre el pecho confeccionado del mismo material que el efod, de forma cuadrada y que medía un palmo (Éxodo
28:16). Tenía doce piedras preciosas engarzadas con los nomres de las doce
tribus y se suspendía de los hombros por cadenillas y argollas de oro. “A la
derecha y a la izquierda… había dos piedras grandes y de mucho brillo. Se
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llamaban Urim y Tumim”.
Cinto: Del mismo material y colores que el efod y bellamente trabajado. Colocado sobre el efod un poco por arriba de la cintura para sujetar la ropa y el
pectoral.
Mitra o turbante: De lino blanco, un cordón azul que lo sujetaba y una lámina
de oro (o vincha) alrededor del turbante, en el cual estaba escrito “Santidad a
Jehová”.
Vestimentas de los sacerdotes
 Túnica: Vestimenta larga de lino.
 Cinto: De lino, bordado en azul, azul, púrpura y carmesí.
 Turbante: De lino blanco.
Nota: Debido a la santidad del oficio, Dios le ordenó a Moisés que también
fueran confeccionadas una ropa interior (“calzoncillos”, RVR2000), especie de
calzones desde la cintura hasta los muslos, por debajo de las vestiduras.
Las vestimentas de los sacerdotes, con sus colores y agregados, tenían un significado simbólico: representaban la pureza y la santidad, tal como la mayoría de las demás cosas relacionadas con el santuario. No fueron seleccionadas o escogidas por
Aarón y sus hijos, sino designadas por Dios. Eran “santas”.
Hasta incluso en la ceremonia de consagración, fue indicación del Señor cuál debía
ser el orden en el cual debían colocarse esas vestiduras. “Llevarás a Aarón y sus
hijos a la entrada de la Tienda de la Reunión y los lavarás con agua. Tomarás los
vestidos y vestirás a Aarón la túnica, el manto del efod, el efod, el pectoral, y lo ceñirás con el cinto del efod, y podrás la mitra sobre su cabeza, y sobre la mitra podrás
la diadema santa. Después tomarás el aceite de la unción, lo derramarás sobre su
cabeza y lo ungirás” (Éxodo 29:4-7). Aarón no se vistió a sí mismo con estas vestiduras. Lo vistieron. Eran las vestiduras que simbolizaban la justicia de Cristo y él no
podía vestirse con ellas a sí mismo. Así, el pecador no puede hacerse justo por sí
mismo, necesita de la justicia de Cristo.
Grandes eran los privilegios del sacerdocio. Aún así, sus responsabilidades eran
mayores. El sumo sacerdote no era simplemente un hombre más. Era una institución. Era una figura (tipo) de Cristo. Debía obrar por los hombres, ministrando por el
culpable. En el servicio del sacerdocio tres cosas se destacaban: mediación, reconciliación y santificación. Esto resume lo que Cristo hizo por nosotros y hace en nosotros.
White, p. 365.
A pesar de esto, en el Material Auxiliar para el Maestro, de la Guía de Estudio, se menciona que ambas piedras estaban dentro del pectoral: “Su propósito [del pectoral] era contener el Urim y el Tumim”.
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Lamentablemente, el servicio sacerdotal en el Antiguo Testamento se corrompió. Un
comentario interesante que nos muestra hasta qué punto se llegó se describe en 1
Samuel 2. Así, se hizo necesario que un Sumo Sacerdote “Superior”, sin mancha y
sin defecto, mediara por nosotros en el verdadero Santuario en el Cielo.
El sacerdocio de Cristo
Cristo fue, al mismo tiempo, Sacerdote y Víctima; ofrenda y perdón, sacrificio y expiación. Él era el Santuario en persona, pero también su Sumo Sacerdote.
Cada elemento de la vestimenta sacerdotal, sus colores, sus adornos, eran representaciones figuradas del Autor de la gracia. El blanco, la justicia de Cristo; el carmesí, su sangre; el azul, su lealtad; el oro, su amor; el púrpura, su realeza.
Aarón cargaba junto al pecho el “pectoral del juicio”, significando que llevaba bien
cerca del corazón a los hijos de Israel. Del mismo modo, Jesús, hoy en el Santuario
Celestial, tiene a cada uno de nosotros bien junto a su corazón. El conoce nuestras
luchas, pecados, temores, anhelos y deseos. Él es un Sumo Sacerdote que puede
interceder verdaderamente por nosotros, pues “tenemos un gran Sumo Sacerdote
que entró en el cielo, a Jesús, el Hijo de Dios, retengamos la fe que profesamos.
Porque no tenemos un Sumo Sacerdote incapaz de simpatizar con nuestras debilidades, sino al contrario, fue tentado en todo según nuestra semejanza, pero sin pecado. Acerquémonos, pues, con segura confianza, al trono de la gracia, para alcanzar misericordia y hallar gracia para el oportuno socorro” (Hebreos 4:15, 16). Podemos decir que en este pasaje tenemos un “evangelio en miniatura”.
Cristo es nuestro infalible Abogado en las cortes celestiales. Cuando Aarón hizo el
becerro de oro y condescendió con el pueblo en aquella idolatría nacional generalizada, Dios le hubiera quitado la vida. Sin embargo, Moisés intercedió por su hermano, y la vida de Aarón fue salvada, y su pecado perdonado. Del mismo modo, Cristo
hoy presenta al Padre su sacrificio por nosotros.
El sacerdocio de los cristianos
Cuando Israel fracasó en ser el portavoz de Dios al mundo, y el servicio sacerdotal
había caído en la más completa corrupción, Jesús vino a la tierra.
A través de su muerte, Él extendió a cada uno la oportunidad de aceptarlo y de convertirse en hijo de Dios, a través de la adopción en la vid abrahámica. Siendo Él descendiente de Abrahán, raíz de Judá, todos los que aceptaran sus méritos en la cruz
se convertirían en “hijos de Abrahán y herederos de la promesa”.
Jesús nos hizo reyes y sacerdotes para Dios. El apóstol Pedro, refiriéndose a esto,
dice: “Mas vosotros sois linaje escogido, nación santa, real sacerdocio, pueblo adquirido por Dios” (1 Pedro 2:9). Pedro toma prestado de Éxodo 19:5 y 6 estas palabras.
Fueron proferidas por Dios al pueblo de Israel luego de su liberación de Egipto, asegurándoles con ellas la promesa de ser una gran nación. Debían llevar la salvación a
aquellos que estaban en tinieblas.
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Hoy somos el “Israel espiritual” de Dios. Por eso, la Biblia enfatiza el sacerdocio y
ministerio de “todos” los creyentes. Como cristianos, tenemos el deber de interceder
delante de Dios por las personas que aún no lo conocen. Esto implica una función
sacerdotal.
Esta función nos confiere privilegios; no obstante, por otro lado, requiere responsabilidades. El sacerdote en el Antiguo Testamento tenía el sagrado deber de ser puro y
santo, o sea, separado, diferente, del resto del pueblo. No solo era reconocido por
sus vestiduras, sino –por encima de todo– su conducta. No debía ser uno más del
montón, sino entre muchos ser alguien. Pensar para actuar, y actuar para acertar.
Al considerar todas estas cuestiones, ¿cómo sientes tu sacerdocio hoy? Cosa terrible es ser sepulcro blanqueado. Hermoso por fuera, pero podrido por dentro. Tener
las vestiduras de justicia, pero no vivir de manera justa.
El armiño es un animal propio de las heladas regiones del hemisferio norte. Tiene
una piel hermosa y preciosa. En el verano presenta un tono ceniza, pero cuando llega el invierno se vuelve blanco como la nieve. Se cuenta que, en cierta oportunidad,
un grupo de cazadores acorraló a un armiño. El pobre animal quedó entre la lanza
mortal y un pozo de lodo. Encogiéndose, esperó que la muerte llegara. ¡Prefirió morir
a ensuciarse en el fango!
Conclusión
La iglesia de Dios necesita hoy sacerdotes consagrados, leales y dedicados al Maestro. Es necesario determinación para servir en esa causa. Todos pueden ser útiles si
permiten ser guiados por el Espíritu Santo.
La diversidad de colores en las vestiduras sacerdotales representan también los diversos dones dispensados a cada uno de nosotros.
“Hay diversidad de dones, pero el Espíritu es el mismo” (1 Corintios 12:4).
¡Ministremos a la humanidad perdida las buenas nuevas de salvación!
Pr. Marcio Nastrini
Editor asociado
Casa Publicadora Brasileira
Traducción: Rolando D. Chuquimia
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