Puede ser lector, un hombre, una mujer, un joven, y también niños teniendo presente lo anteriormente mencionado, para las lecturas que no sea el Evangelio. No es conveniente llamar de improviso a posibles voluntarios. Los lectores deben cuidar su presentación personal, evitar el uso de ropas que desdigan la nobleza de su oficio. No deben leer en hojas sueltas, sino en libros realmente “dignos, decorosos y bellos” Sobre el leccionario: El libro de la Palabra es el signo visible de aquella Palabra que, inspirada por el Espíritu Santo, la Iglesia recibió y conserva con especial esmero. Para ayudar a descubrir la presencia de Dios en el Sacramento de su Palabra, es necesario cuidar la forma externa del libro. No corresponde al respeto debido a la palabra de Dios el uso de hojas o folletos en la acción litúrgica. Estas, si es del caso, deben ubicarse dentro de un libro digno. Todas las lecturas b íblicas, el salmo Responsorial y la oración universal se hacen desde el ambón. Catequesis de La Eucaristía Ficha Nº3 LITURGIA DE LA PALABRA: El Señor nos invita a la Mesa de la Palabra Ideas generales de la Liturgia de la Palabra En la Liturgia de la Palabra Dios mismo le habla a su Pueblo: “Está presente en su palabra, pues cuando se lee en la Iglesia la Sagrada escritura, es Él quien habla”1. Se hace presente y nos habla de la misma manera como lo hizo con sus discípulos en Emaus. Es Dios que quiere entrar en diálogo con nosotros, Él nunca nos deja de acompañar y conducir. Su presencia por medio de la Palabra, es presencia que se hace vida, y efectiva. La acción de Cristo mediante la Palabra de Dios nos anima a transformar nuestra vida, nuestra actitud debe ser de total apertura para que el Señor actúe. Es importante entonces dejar actuar al Señor, dejar que Él moldee nuestro corazón y nos convierta en hombres nuevos. Por tanto cuando escuchamos la Palabra de Dios en la asamblea, es el Señor quien nos enseña. Lo hace a través de la Palabra de Dios escrita en las Sagradas Escrituras, pero, sobre todo, iluminándonos en lo más íntimo del ser. Las más bellas páginas de las Sagradas Escrituras no son nada si el Espíritu Santo no se hace nuestro pedagogo. Más allá del lector que proclama el texto sagrado y el sacerdote que lo comenta, es el Espíritu Santo el que habla. Ponerse a la escucha de la palabra es ponerse a la escucha del Espíritu. Pero su finalidad es “instruirnos para celebrar el misterio pascual”, cuyo memorial es la cena del Señor; “penetrar en los designios del amor del Padre”, que culminan en el don de su Hijo2. La Iglesia crece y se construye al escuchar la Palabra de Dios, y los prodigios que en muchas formas Dios realizó en la historia de la salvación se hacen presentes de nuevo en los signos de la celebración litúrgica de un modo misterioso, pero real. Dios, a su vez, se vale de la comunidad de fieles que celebra la liturgia, para que su Palabra se propague y sea conocida y su nombre alabado por todas las naciones. Preguntas para profundizar: 1.- ¿Cuál es mi actitud de escucha en mi familia, con mis vecinos, en mi trabajo en mi comunidad, y con todo aquel que necesite ser escuchado? 2.- ¿Me siento escuchada por otros? ¿Qué genera en mi corazón esta actitud? 3.- ¿Cómo he fortalecido mi actitud de escucha de la Palabra de Dios? 4.- ¿Cómo es mi diálogo con el Señor, una vez escuchada su Palabra? 5.- ¿Produce ecos en mi vida la Palabra escuchada y meditada? “Por tanto, siempre que la Iglesia, reunida por el Espíritu Santo en la celebración litúrgica, anuncia y proclama la Palabra de Dios, se reconoce a sí misma como el nuevo pueblo, en el que la alianza antiguamente pactada llega ahora a su plenitud y perfección. Todos los cristianos, que por el bautismo y la confirmación en el Espíritu se han convertido en mensajeros 1 2 SC Nº7 La Misa ayer y hoy, Pierre Jounel. Editorial Herder 1988. Barcelona de la Palabra de Dios, después de recibir la gracia de escuchar la Palabra, la deben anunciar en la Iglesia y en el mundo, por lo menos con el testimonio de su vida.”3 Partes de la liturgia de la Palabra La liturgia de la Palabra está formada por: Primera Lectura. Salmo Responsorial. Segunda Lectura. Aleluya. Evangelio y Homilía. Credo. Oración de los fieles Primera Lectura Todos los domingos, excepto durante el tiempo pascual, la primera lectura se toma del Antiguo Testamento. Siempre se escoge en referencia al Evangelio. La ley y los Profetas conducen de este modo hacia Cristo. En el tiempo pascual, es la vida de la joven Iglesia, llena del Espíritu de Pentecostés, la que se expresa a través de la lectura de los Hechos de los apóstoles. Los ocho domingos de Pascua proponen así en su totalidad el anuncio de Cristo resucitado en la predicación de los apóstoles Pedro y Pablo .Es el anuncio del Kerygma Salmo El salmo responsorial es una respuesta meditativa a la lectura. Oramos al Señor cantando o rezando con Salmo. Siempre es preferible cantar el salmo, por lo menos entonar la antífona Segunda Lectura La segunda lectura suele tomarse de las cartas apostólicas. Cada Domingo, Pedro, Juan o sobre todo Pablo, está presente en el seno de la asamblea, iluminándola y guiándola, a veces incluso despertándola de su adormecimiento, como lo hiciera en otro tiempo en Roma, en Éfeso o en Corinto. El Aleluya El aleluya u otro canto según el tiempo litúrgico, es la aclamación antes del Evangelio, y tiene por sí mismo el valor de rito o del Acto, mediante el cual la asamblea de los fieles recibe y saluda al Señor, que va a hablarles, y profesa su fe cantando. El canto del Aleluya acompaña la procesión del evangeliario desde el altar al ambón Evangelio y homilía El evangelio es la parte central de la Liturgia de la Palabra, la instrucción general del Misal Romano nos dice: La lectura del Evangelio es la cumbre de la liturgia de la Palabra. La Liturgia 3 enseña que se le ha de tributar suma veneración cuando la distingue entre las demás lecturas con especiales muestras de honor… La Homilía es la reflexión a partir del texto bíblico de los misterios de la fe y la manera en que la Palabra de Dios interpela la vida. El Credo La profesión de fe expresa la adhesión de la asamblea a la Palabra que acaba de recibir. El Credo debe decirlo o cantarlo el sacerdote junto con el pueblo los domingos y solemnidades; también puede decirse en celebraciones más solemnes. Si se canta, lo comienza el sacerdote o, según las circunstancias, un cantor o los cantores, pero será cantado por todos juntos, o por el pueblo alternando con los cantores. Oraciones de los Fieles Después de haber escuchado la Palabra de Dios y después de escuchar la enseñanza de la Iglesia, nos disponemos a decirle a Dios la palabra que hay en nuestro corazón. Y lo hacemos llenos de confianza porque sabemos que Dios nos escucha, incluso sin necesidad de dirigir hacia él nuestras palabras, porque él sabe bien cuáles son nuestras necesidades4. Es momento privilegiado para ejercitar nuestro sacerdocio común de los fieles, presentando a Dios todas las peticiones de la familia humana Algunas recomendaciones generales. Sobre las lecturas: Hay que proclamar al menos dos lecturas bíblicas durante la semana, esto significa la primera lectura y el Evangelio. Entre los ritos de la liturgia de la Palabra hay que tener en cuenta la veneración especial debida a la lectura del Evangelio. Cuando se dispone de un evangeliario, que en los ritos iniciales ha sido llevado por un diácono o por un lector es muy conveniente que ese mismo libro sea tomado del altar por el diácono o, si no lo hay, por un sacerdote y sea llevado al ambón, acompañado de los ministros que llevan velas e incienso o con otros signos de veneración, conforma a los que se acostumbre. La liturgia de la Palabra será celebrada de tal modo que favorezca la meditación, por eso se evitará completamente toda clase de prisa que impida el recogimiento. Conviene que en ella también se den momentos breves de silencio, adaptados a la asamblea congregada, en los cuales, con la ayuda del Espíritu Santo, la Palabra de Dios sea acogida en el corazón y mediante la oración se prepare la respuesta. Sobre los lectores: Los lectores deben ejercitarse en el arte de la comunicación: no se trata tanto de leer sino de proclamar, de comunicar el mensaje. De allí la importancia de la dicción, de las pausas, del tono de voz. OLM nº 7 4 Partir el Pan, P. Miguel Ortega y P. Cristián Precht Además, se debe buscar el tono justo de proclamar, según el género literario del texto: relato histórico, enseñanza doctrinal, exhortación, etc. (Ver Los Pecados del lector5) 5 Alberto Aranda M.S.P.S, Antonio Serrano S. J. Buena prensa México