EL SACRAMENTO DE LA EUCARISTIA EN EL VATICANO II Recibir la Eucaristía es entrar en profunda comunión con Jesús. “Permaneced en mí, y yo en vosotros”(Jn 15,4). Esta relación de íntima y recíproca “permanencia” nos permite anticipar en cierto modo el cielo en la tierra. ¿No es quizás éste el mayor anhelo del hombre? ¿No es esto lo que Dios se ha propuesto realizando en la historia su designio de salvación? 1 La Eucaristía tiene una marcada línea de progreso y plenitud en la iniciación cristiana, nos incorpora plenamente al Misterio Pascual de Cristo. Por el bautismo nos incorporamos al misterio pascual de un modo inicial en tensión hacia la Eucaristía “a la íntegra incorporación en la comunión eucarística” 2. En su dimensión eclesial la constitución Lumen Gentium nos presenta la Eucaristía como el sacrificio del nuevo Pueblo de Dios: “La obra de nuestra redención se efectúa cuantas veces se celebra en el altar el sacrificio de la cruz, por medio del cual Cristo, que es nuestra pascua, ha sido inmolado”3. Por tanto la Nueva Alianza en el Pueblo de Dios se realiza en la Eucaristía. Esta alianza realizada por Cristo es universal, no se concreta en un pueblo; la sangre de la Nueva Alianza es derramada por todos, todos formamos un solo pueblo. Por eso la Eucaristía es incorporación más íntima al Pueblo de Dios. Destaca también la constitución que la Eucaristía es el sacramento de la unidad eclesial 4. Esta unidad del Pueblo de Dios queda significada y realizada en este sacramento precisamente por la presencia de Cristo. La presencia de Cristo se ordena a la comunidad, por eso el sacrificio eucarístico es un sacrificio comunitario. Esto exige una proyección en la vida. No puede ser auténtica una comunidad eucarística que no lleve a la vida la exigencia de testimoniar a todos los niveles que la Eucaristía es su vínculo de caridad. Esta dimensión comunitaria tan fuertemente destacada en los documentos del Concilio encierra también una gran exigencia a la hora de realizar nuestras celebraciones eucarísticas. Pues si la Eucaristía pide comunidad habrá que romper con todo tipo de individualismo, y en la pastoral habrá que buscar nuevos caminos para que se formen auténticas comunidades que se reúnan para celebrar la Eucaristía y no para “cumplir un precepto”. Unicamente con este sentido de comunidad, de pueblo de Dios reunido en torno al Altar, se puede tener conciencia de participación activa, como pide el Concilio, por medio de la cual los fieles ejercen su sacerdocio común: “Participando del sacrificio eucarístico, fuente y cumbre de toda la vida cristiana, ofrecen a Dios la Víctima divina y se ofrecen a sí mismos juntamente con ella... todos tienen en la celebración litúrgica una parte propia” 5, la misma idea de participación, se expresa en la Constitución sobre la Liturgia (cf. 48 y 55). Todo el pueblo de Dios, sacerdotes y fieles, ofrecen y se ofrecen; así toda la Iglesia es co-oferente y co-sacrificada con Cristo, es cierto que el sacerdote es el ministro ante Dios, pero el Concilio advierte que los MND 3,19 Mane nobiscum Domine UR 22 Unitatis redintegratio 3 LG 3 Lumen gentium 4 LG 3, 7, 11, 26 5 LG 11 1 2 fieles ofrecen y se ofrecen “juntamente con él”6. Por eso es toda la Iglesia la que se une al sacrificio de Cristo. Otra nota que destaca el Vaticano II y que ha devuelto a la Eucaristía su profundo significado es la de ser memorial de la muerte y resurrección de Cristo, de la cena pascual7. Si es memorial, es decir, recuerdo actualizante, hay que volver a vivir el sacrificio eucarístico tal como Cristo lo instituyó: como don para ser comido. Ya que todos los elementos de la cena pascual se concretan en Jesucristo dado como alimento. Así la Constitución de Liturgia presenta a los fieles como la participación más perfecta el recibir “del mismo sacrificio el cuerpo del Señor8 y de una manera un poco tímida abre las puertas a la comunión bajo las especies de pan y vino. Al leer en los documentos del Concilio lo que se refiere a este sacramento se ve la relación íntima que existe entre la Eucaristía e Iglesia y que tantas veces se expresó diciendo que la Eucaristía hace la Iglesia y que la Iglesia hace la Eucaristía. Lo primero porque si la Iglesia es esencialmente comunidad unida a Cristo y comunidad de hermanos unidos en Cristo, es precisamente la Eucaristía la que produce este doble efecto como enseña San Pablo a los Corintios9 y texto que cita la Lumen gentium en el número 7. También dice el Concilio “Mediante la Eucaristía la Iglesia vive y crece continuamente”10. Pero también la Iglesia hace la Eucaristía, porque sólo en la comunidad cristiana se realiza el rito eucarístico “fuente y cumbre de toda la vida cristiana”11. La Iglesia desde los Apóstoles, nunca ha dejado de reunirse para celebrar la Eucaristía. Monasterio de la Asunción , Rengo SC 48 Sacrosanctum Concilium SC 47 8 SC 55 9 1 Cor. 10,16-17 10LG 26 11LG 11 6 7