Reconstruyendo y Renegociando la Identidad en el Exilio: el caso de refugiados latinoamericanos en Londres, Inglaterra. Diana G. Palmerín Velasco “El aire está en todas partes. El aire es lo común a todas las mujeres y a todos los hombres. Por eso, el exilio puede quitar una gran cantidad de bienes, menos el sol, menos el aire. No obstante hay muchas clases de aire: aires buenos, aires malos. El viento sucio es un aire malo. Pero se lo debe situar. Hay que darle su lugar en medio de los otros aires. El viento sucio pasará” (Pereda, 2008, p.83). Resumen El presente artículo tiene como objetivo reflexionar en torno a la reconstrucción y renegociación de la identidad en el exilio con base en trece entrevistas a profundidad realizadas a refugiados latinoamericanos que actualmente radican en Londres, Inglaterra. Se considera que el exilio representa un espacio privilegiado de indagación sobre los cambios en la autopercepción y autorepresentación de los individuos, así como sobre la relación de alteridad en la cual se funda la construcción identitaria y la estrecha relación existente entre identidad y cultura. Si bien se reconoce que el exilio es una experiencia particular se concluye que la reconstrucción y renegociación identitarias dependen en gran medida de las condiciones de salida y llegada así como de la forma en que se vive en el exilio. Palabras clave: exilio-identidad-reconstrucción-cultura-esencialismo-constructivismo Abstract The main purpose of this article is to reflect on the reconstruction and renegotiation of identity in exile. Thirteen in-depth interviews were carried out to Latin-American refugees who live in London, England. We consider exile as a privileged space to reflect on the changes in self-perception and self-representation of individuals, as well as on the alterity relation on which identity is constructed and on the links between culture and identity. We recognise that exile is a particular and individual experience. However, we conclude that the reconstruction and renegotiation of identity depends in a significant way on the conditions of departure and arrival as well as on the way in which individuals experience exile. Key words: exile-identity-reconstruction-culture-essentialism-constructivism 1 Introducción Varios autores (Esteinou y Millán, 1991; Bélanger, 2000 y Giménez, 2002) coinciden en que la preocupación y el cuestionamiento por la identidad surgen como consecuencia de la fragmentación, crisis y cambio social característicos de las sociedades actuales. Tiempos de retos en los que “…la identidad deja de ser un hecho adquirido, sea objetiva o subjetivamente, y deviene el objetivo de una búsqueda con frecuencia tormentosa y difícil. El hombre moderno parece estar destinado inevitablemente a la búsqueda de si mismo” (Esteinou y Millán, p. 58). La migración es uno de los fenómenos en la actualidad que necesariamente nos lleva a replantear la identidad. Si bien es cierto la migración como tal no es reciente sí es necesario reconocer que en la actualidad se ha complejizado y diversificado a consecuencia de la globalización, los conflictos armados, los fundamentalismos, las crisis económicas y las precarias condiciones de vida en las que subsiste la mayor parte de la población. De acuerdo a la Organización Internacional para las Migraciones1 se estima que actualmente hay más de 200 millones de migrantes internacionales en el mundo. Más allá de los números que nos hablan de la importancia de este fenómeno, se hace necesario reconocer que en términos cualitativos la experiencia migratoria tiene efectos significativos en la identidad de los emigrantes. Si bien se podría pensar a la migración como una experiencia transformadora también se hace necesario subrayar que dicha transformación no siempre es positiva ni libre de problemas y necesariamente conlleva a una reconstrucción y renegociación de la identidad. Lo anterior es todavía más importante cuando diferenciamos entre la migración voluntaria y la migración forzosa que se impone al individuo como la única posibilidad para salvaguardar la vida y la libertad a causa de la persecución generalmente política. De acuerdo con la Convención de Ginebra2 sobre el estatuto de los refugiados (1951) un refugiado es una persona que, “debido a fundados temores de ser perseguido por motivos de raza, religión, nacionalidad, pertenencia a un determinado grupo social u opiniones políticas, se encuentre fuera del país de su nacionalidad y no pueda o, a causa de dichos temores, no quiera acogerse a la protección de su país; o que careciendo de nacionalidad y hallándose a consecuencia de tales acontecimientos fuera del país donde antes tuviera su residencia habitual, no pueda o, a causa de dichos temores no quiera regresar a el”. 1 Organización Internacional para las Migraciones (2008); “Informe sobre las Migraciones en el Mundo en 2008: Encauzar la movilidad laboral en una economía mundial en plena evolución”. 2 www.acnur.org/biblioteca/pdf/0005.pd 2 Tomando en cuenta lo anterior es que consideramos que el exilio es una experiencia naturalmente difícil para quien lo vive, principalmente por la serie de acontecimientos usualmente traumáticos que le anteceden pero también por el carácter de temporalidad con el que generalmente es experimentado por los propios exiliados y por la imposibilidad inmediata de regreso al país de origen lo que a su vez conlleva a un proceso de difícil y forzosa adaptación al lugar del exilio. Como bien lo indica Veredas, “Para el verdadero refugiado, la salida no es una elección, es la única posibilidad. A nivel psicológico esto tiene repercusiones claras cuando se opera el salto al nuevo contexto, un lugar donde es preciso partir de cero en condiciones adversas y donde las posibilidades de desarrollar la actividad profesional para la que se está preparado son ciertamente escasas. Hay que partir de cero también porque aquí se es un don nadie, porque el reconocimiento que se obtenía en ciertos círculos a través del activismo político o social han desaparecido. Doblemente, pues, traumática la pérdida: atrás queda no solo la tierra donde se nació, la gente entre la que uno creció, atrás queda también parte de uno mismo, la parte que en cierta medida compensaba psicológicamente el riesgo de perder la libertad o la vida, ese reducto del yo inmune a las armas y las amenazas. Aquí ya no hay peligro de muerte, están a salvo, pero el coste es considerable la identidad personal se tambalea” (Veredas, 1999, p. 121). El presente artículo busca reflexionar en torno a la reconstrucción y renegociación de la identidad individual de trece refugiados latinoamericanos que actualmente residen en Londres, Inglaterra3 y que a consecuencia del exilio han tenido que hacer frente a diversos procesos de arraigo y desarraigo tanto en sus países de origen como en el lugar de exilio. Al hablar de reconstrucción y renegociación de la identidad se hace necesario remitirse a la propia narrativa de los actores involucrados y es por esto que este artículo se apoya fundamentalmente en entrevistas a profundidad realizadas entre 2005 y 2006 a cuatro refugiados chilenos, dos uruguayos y siete colombianos que actualmente residen en Londres. El reflexionar de esta forma en torno a la identidad implica tomar partido por la visión subjetivista y constructivista de la identidad en oposición a visiones esencialistas o primordialistas. Lo anterior no implica dejar de reconocer que si bien la identidad individual es “trabajo del actor” (Dubet, 1989) este trabajo necesariamente se da dentro de un horizonte socialmente construido. En este sentido consideramos que el exilio ofrece un espacio privilegiado de reflexión sobre la identidad ya que los referentes tanto individuales como sociales son modificados y por tanto, las formas de 3 Las entrevistas recolectadas forman parte de un proyecto más amplio denominado “Refugee Communities History Project” realizado en Londres, Inglaterra entre 2004 y 2006 y dirigido por la Evelyn Oldfield Unit, el Museo de Londres y la London Metropolitan University. 3 autopercepción y autorepresentación de los individuos en el nuevo entorno (Veredas, 1999). Estrechamente vinculado a lo anterior es que la reflexión acerca de la identidad desde el exilio también permite una indagación privilegiada acerca de la relación de alteridad sobre la cual se construye la identidad. Es decir, si la identidad está principalmente relacionada a la representación de nosotros mismos en relación con los demás (Giménez, 2009) los referentes sobre los cuales se hace esta comparación en el exilio y que principalmente nos refieren a materiales culturales nos permite observar las identificaciones que prevalecen en el exilio con la cultura de origen así como las nuevas que se crean a partir de la experiencia de vida en el lugar de exilio; lo mismo sucede con las contra-identificaciones. Finalmente el explorar a la identidad desde el exilio nos permite ahondar en los estrechos vínculos entre cultura e identidad y que en el caso de los exiliados nos llevan a entrever la complejidad que este proceso de migración forzada impone en los procesos de reconstrucción y renegociación de la identidad de los individuos. Los Exilios Latinoamericanos en Londres, Inglaterra La comunidad latinoamericana en Londres está esencialmente compuesta por refugiados y migrantes económicos. Números precisos y confiables en cuanto al tamaño de la comunidad latinoamericana en Londres son difíciles de encontrar dado el carácter de ilegalidad en el cual viven muchos de los latinoamericanos. De acuerdo con una publicación del 20004 se estima que la comunidad latinoamericana en Londres asciende a más de 100,000 individuos. En el caso específico de los refugiados existe acuerdo en que su llegada al Reino Unido se dio principalmente en la década de los 70’s a consecuencia de las dictaduras militares instauradas en el Cono Sur. La llegada de los exiliados chilenos a causa de la dictadura impuesta por el General Augusto Pinochet fue la que en realidad marcó lo que podemos considerar como el inicio más significativo de la migración latinoamericana al Reino Unido. A los refugiados chilenos se sumarían refugiados argentinos, uruguayos, peruanos y ecuatorianos en los años posteriores. En la década de los 80’s comenzó la llegada de los colombianos quienes actualmente constituyen aproximadamente la mitad de la comunidad latinoamericana en Londres. Cabe subrayar que solamente una minoría entre la comunidad colombiana han sido formalmente reconocidos como refugiados pues a pesar de que para la gran mayoría de ellos la migración es efecto de la violencia y el conflicto armado prevalecientes en Colombia, su entrada al Reino 4 Open Channels (2000); “The Colombian Community in London”; Peterborough: Open Channels 4 Unido se ha dado bajo visas de turistas o estudiantes y no bajo la protección del Estado británico. Como se mencionó con anterioridad, de las trece personas entrevistadas para este proyecto cuatro son chilenos, dos uruguayos y siete colombianos. Cabe subrayar que la selección de las personas entrevistadas no se dio bajo ningún criterio de representatividad pues se parte de la idea de que no hay un exilio sino exilios y que las experiencias bajo las que se vive esta situación son particulares a cada individuo. Esto no implica negar la existencia de elementos comunes en torno a esta experiencia. A través de las entrevistas realizadas y de lecturas hechas en torno al exilio es posible detectar sentimientos compartidos que nos hablan de la enorme dificultad con la que se experimenta esta condición. Punto central del exilio es la referencia al sentimiento de pérdida que implica el dejar de forma imprevista y en circunstancias usualmente traumáticas todo lo conocido hasta el momento (patria, cultura, familia, amigos, profesión, reconocimientos). Optar por el exilio implica también abandonar la lucha y asumirla en muchos casos como derrota lo que invariablemente lleva a experimentar un terrible sentimiento de culpa que incluso se manifiesta en la culpabilidad por haber logrado salvaguardar la propia vida. Frente a este contexto las ausencias se multiplican y en el exilio “todo” es demasiado: el sol es “bravo”, la helada “quema”, los campos son “infinitos” (Pereda, 2008, p. 54). Una de las descripciones más comunes para referirse a los primeros años en exilio es la de sentirse como personas discapacitadas, impotentes e imposibilitadas a iniciar cualquier curso de acción. No sólo existen barreras formales y jurídicas que imposibilitan al refugiado a llevar una vida “normal” y obtener un empleo o proseguir con su educación, sino que también están las barreras interiores que impiden a los refugiados considerar como importante lo que se encuentra en el lugar de exilio. Se vive para el regreso, con la maleta a la puerta esperando que los tiempos cambien para finalmente retornar a lo que se dejó atrás. Esto conlleva a “vivir de paso” y con el tiempo a un vivir dividido entre dos lugares. Aunado a esto aparece la necesidad de un mostrarse forzosamente agradecido al país y la sociedad de exilio aunque interiormente no se sienta este agradecimiento a un lugar en el que nunca se pensó ni se quiso estar. Es cierto que con el tiempo y paulatinamente las cosas cambian; esto no implica olvidar en forma alguna la causa primaria que los llevó al exilio pero sí hace referencia a un tomar distancia respecto al dolor para de esta forma recuperar de nuevo la capacidad de agencia. Retomando la tipología 5 propuesta por Pereda podemos decir que la reconstrucción y renegociación de la identidad depende en gran medida de la forma como se vive el exilio, ya sea “padeciéndolo como pérdida, convirtiéndolo en resistencia o celebrándolo como umbral” (Pereda, 2008, p.10). Para las personas entrevistadas el hablar de reconstrucción y renegociación de la identidad se vincula estrechamente a los procesos de adaptación e incluso integración al lugar de exilio. Con base en las entrevistas realizadas, en estos procesos parecen intervenir ciertos factores como el número de años de residencia en el Reino Unido, el dominio del idioma inglés y por tanto de la posibilidad de comunicarse con otros, la oportunidad de tener un trabajo principalmente remunerado aunque también voluntario y de esta forma satisfacer ambiciones profesionales, las raíces familiares como el tener a la familia con uno o bien tener hijos o nietos nacidos en el Reino Unido y finalmente, el tener la oportunidad de regresar al país de origen así sea de vacaciones. Sin embargo y como se mencionó con anterioridad éstos son solo factores que parecen tener cierta influencia en el proceso de reconstrucción y renegociación de la identidad más no ingredientes de una receta. “En la diáspora cada uno se reinventa en cierta forma y tal depende, según creo, de las condiciones de partida y de llegada, del desajuste entre ellas y las formas valorativas del nuevo contexto” (Veredas, 1999, p. 116). ¿Qué es la Identidad? Actualmente es muy común no sólo en el ámbito de las ciencias sociales sino incluso en el discurso político oír hablar de identidades nacionales, identidades étnicas, identidades juveniles e identidades fronterizas por mencionar sólo algunos ejemplos. Sin embargo, y a pesar de la gran cantidad de investigaciones empíricas realizadas hasta ahora, el término identidad sigue siendo considerado como un término con importantes connotaciones movilizadoras pero con poca utilidad analítica. Lo cierto es que las identidades van más allá de ser un constructo sociológico y su existencia en el mundo de lo social es innegable, razón por la cual su adecuado entendimiento se vuelve una tarea urgente para la ciencia social. Si bien es cierto la identidad no es un término nuevo en las ciencias sociales, sí lo es el relativamente reciente auge en su estudio. Para autores como Dubet (1989) este auge obedece por una parte al objetivismo predominante en la teoría social hasta la década de los 70’s y por la otra, a la emergencia de nuevas movilizaciones colectivas cuyas demandas principales hacen referencia a la afirmación 6 de identidades. De forma similar, Cerulo (1997) afirma que el cambio en la forma tradicional de estudiar a la identidad obedece a tres causas. En primer lugar, la aparición de movimientos sociales y nacionalistas que vuelven a poner en el centro del debate la noción de identidad colectiva. En segundo lugar y en reacción al objetivismo predominante mencionado con anterioridad emergen preocupaciones intelectuales por retomar la cuestión de la agencia en la teoría social y, por último, la aparición de tecnologías que plantean nuevas preguntas y posibilidades al estudio tradicional de la identidad. Para efectos de este ensayo y dejando un poco de lado las obligadas distinciones entre identidad individual, social y colectiva retomamos la definición propuesta por Giménez (2002) en cuanto a que la identidad en general hace referencia “a un conjunto de repertorios culturales interiorizados (representaciones, valores, símbolos) a través de los cuales los actores sociales (individuales o colectivos) demarcan sus fronteras y se distinguen de los demás actores en una situación determinada, todo ello dentro de un espacio históricamente específico y socialmente estructurado” (Giménez, 2002, p. 38). En este sentido, la identidad es indisociable de la cultura pues es esta última la que posibilita la construcción identitaria al brindar los elementos de diferenciación sobre los que se construye la propia identidad. También es necesario enfatizar que no hay una sola identidad inmutable y estática a lo largo del tiempo, por el contrario, existen identidades diversas, conformadas a su vez por múltiples elementos en constante interacción, reafirmación y negociación que dependen de las diversas situaciones en las que se encuentren los individuos. Dado el objetivo de este ensayo centrado en la reconstrucción y renegociación de la identidad individual podemos decir que la identidad es “un proceso subjetivo (y frecuentemente autoreflexivo) por el que los sujetos definen su diferencia de otros sujetos (y de su entorno social) mediante la auto-asignación de un repertorio de atributos culturales frecuentemente valorizados y relativamente estables en el tiempo” (Giménez, 2009, p.12). El mismo autor afirma que esta autoidentificación por parte del sujeto requiere ser reconocida por los demás para tener existencia social y pública. De esta forma, la identidad se construye con base en elementos de pertenencia social pero también con elementos que le son únicos al individuo. Por tanto la identidad contiene elementos de lo “socialmente compartido” y de lo “individualmente único”. “Los primeros destacan las similitudes, en tanto que los últimos enfatizan la diferencia, pero ambos se relacionan estrechamente para constituir la identidad única, aunque multidimensional del sujeto individual” (Giménez, 2009, p.13). 7 Si bien es cierto que la propia naturaleza de la identidad la ubicaría como una noción propiamente relacional en tanto que su construcción y formación necesariamente la vincula a las relaciones sociales, también es necesario reconocer que su estudio no ha escapado al gran debate en la teoría social entre dicotomías como objeto/sujeto, agencia/estructura o individuo/sociedad. En este sentido, es posible identificar dos grandes vertientes en el estudio de la identidad. Por una parte, la visión sustancialista a su vez vinculada a nociones primordialistas y esencialistas que definen a la identidad como algo dado apriorísticamente al individuo y por la otra, la visión subjetivista que parte de la idea de que la identidad es en último término la producción del sujeto o de lo que se denomina como “el trabajo del actor” (Dubet, 1989). Esencialismo vs Constructivismo en el estudio de la identidad Desde la perspectiva de Giménez, “lo que vemos difundirse en todas partes es una concepción sustancialista de la identidad, según la cual ésta se define como un conjunto de propiedades y atributos específicos y estables, considerados como constitutivos de entidades que se mantienen constantes y sin mayores variaciones a través del tiempo” (Giménez, 2002, p. 36 – 37). En general podemos decir que esta visión sustancialista ha tenido efectos perniciosos en el entendimiento de la identidad en dos frentes principales. En el primero de ellos, constituido por el debate académico, ésta visión ha causado una especie de retroceso en el estudio de la identidad que nos remite a las primeras formulaciones de identidad colectiva según las cuales ésta tiene como función primaria la integración social. En este sentido la identidad hace referencia a las formas en que los individuos internalizan los roles y estatus impuestos por la sociedad de pertenencia y que a su vez son orientados hacia valores colectivos, de aquí que la identidad se vincule fuertemente a la eficacia de la socialización. Para Somers (1994) ésta visión esencialista, estática y pre-política de la identidad ha significado un problema recurrente en los estudios de la formación de la identidad. El segundo frente, en que esta vertiente objetivista de la identidad ha tenido efectos negativos es en el de la arena política. Por una parte, la visión sustancialista de la identidad puede ser políticamente peligrosa como bien lo menciona Giménez (2002) ya que puede dar lugar a una institucionalización del racismo y a una emergencia de nacionalismos y movimientos etnonacionalistas radicales. A la vez esta visión ha permitido que los Estados y gobiernos se erijan en dadores de identidad y que bajo la suposición de que la identidad se encuentra incrustada en una cultura diferente mantengan a millones de personas en la marginación al ser consideradas como “minorías étnicas”. 8 Los problemas anteriormente mencionados han ocasionado como respuesta lo que se ha dado por llamar las políticas identitarias. Al nivel de la teoría y en palabras de Somers, “…estas nuevas teorías de las políticas identitarias han cambiado las explicaciones de la acción de “intereses” y “normas” a identidades y solidaridades, de la noción de un agente social universal a categorías particulares de personas concretas. Basadas en la suposición de que personas en categorías sociales similares y experiencias de vida similares (basadas en género, color, generación, orientación sexual, etc.) actuarán con base en atributos comunes, las teorías de las políticas identitarias proponen que “Yo actúo porque yo soy” y no por un interés racional o conjunto de valores aprendidos” (Somers, 1994, p. 608). Cabe subrayar que estas políticas identitarias no han ayudado en absoluto a superar las visiones objetivistas pues se sigue partiendo de la idea de que identidades y solidaridades son creadas por el simple hecho de pertenecer a cierta categoría social. En este sentido, Young (2000) prefiere hablar de políticas de la diferencia más que de políticas identitarias ya que desde su perspectiva la identidad es construida de forma relacional solamente por los individuos y no necesariamente con base en atributos compartidos. En la esfera política y vinculado a lo anterior, la emergencia de los denominados nuevos movimientos sociales han comenzado a plantear necesidades a partir de la propia diferencia (Esteinou y Millán, 1991). En este sentido, más allá de plantear demandas relacionadas con derechos se trata de demandas que involucran la propia definición y reconocimiento de identidades colectivas. Desde esta perspectiva, “…lo que está en juego es la capacidad misma de ser sujeto, es decir, de tener una “personalidad” capaz de actuar y de entrar en comunicación con otros… No se trata de defender una identidad, sino del derecho de construirla en un mundo de comunicaciones abiertas. Es así como el tema de la igualdad en la diferencia que atraviesa la mayor parte de los nuevos movimientos sociales deja de ser un absurdo sociológico. No hay ninguna diferencia que no sea en realidad una desigualdad para que el llamado a la autonomía del sujeto sea escuchado” (Dubet, 1989, p. 543). Ligado a lo anterior aparece la necesidad de reformular la identidad con el fin de adecuarla a un mundo de incertidumbre y caos. Para Bélanger, “…la idea de identidad surge en el discurso cuando se siente la necesidad de rehacer de cabo a rabo una estructura de valores o de crear a partir de ella una nueva…De entrada se reconoce que es necesaria una pretendida crisis para poner en funcionamiento el concepto de identidad. En tiempos normales, en los que el papel de unos y de otros está bien establecido, a nadie se le ocurre preguntarse, 9 por ejemplo, sobre la identidad de los actores que son portadores de identidad” (Bélanger, 2000, p. 30 – 31). Más allá de la existencia de crisis y fragmentaciones, lo cierto es que el mundo actual presenta un panorama ante el cual algunos teóricos ven como inevitable “el retorno del sujeto” y del individuo como sujeto reflexivo y libre de escoger su propia identidad. Desde esta perspectiva es que la propia noción de identidad comienza a fragmentarse y diferenciarse; por ejemplo algunos autores prefieren distinguir claramente entre roles e identidades (Rosenau, 2000), de hablar por una parte de identidad y de auto–representaciones por la otra (Pratt, 2000) o de diferenciar claramente entre solidaridades e identidades (Bélanger, 2000). Cabe aclarar que desde estas perspectivas se sigue partiendo de la existencia de dos tipos de identidades: la social o colectiva y la individual o personal. Si bien esta diferenciación no es nueva y ya aparece en los estudios realizados por las perspectivas psicológico–sociales de Tajfel y Turner, el elemento novedoso radica en concebirlas prioritariamente desde la propia subjetividad de los individuos. Es en este sentido en el que podemos hablar de la aparición de una vertiente subjetivista de la identidad que si bien enfatiza “el trabajo del actor” no por ello deja de considerar que este trabajo se da dentro de un horizonte de sentido producido socialmente. Desde nuestra perspectiva un aporte fundamental de esta vertiente subjetiva es la de considerar que la identidad no puede observarse como un todo armónico. De acuerdo con Esteinou y Millán, “Efectivamente la posibilidad de reflexionar individualmente la identidad, es decir, que el individuo la convierta en un problema subjetivo, se presenta sólo en una condición diferenciada en la que no existe un sistema de categorización dentro del cual se pueda encontrar una colocación única y una sólida definición; pero al mismo tiempo, la identidad no puede pensarse como unidad armónica. El cuadro descrito hace contingente el encuentro y la definición, los contornos y los confines de la propia identidad: tiende a volverla múltiple. Quizás esto explique la paradoja moderna de que, si por una parte es altamente contingente y difícil delimitar la identidad, las exigencias de su definición no sólo no claudican sino que se vuelven más urgentes” (Esteinou y Millán, 1991, p. 59). Retomando lo anterior es que se hace imposible seguir hablando de “la identidad” y se hace necesario considerar que las identidades son múltiples, fluidas y contradictorias. En este mismo sentido y retomando a Bélanger (2000) es que la identidad involucra a la volición y voluntad del individuo y por tanto se trata de una identidad construida y por tanto sujeta a la contingencia y al 10 cambio. Para Dubet “la identidad social no está ni dada, ni es unidimensional, sino que resulta del trabajo de un actor que administra y organiza las diversas dimensiones de su experiencia social y sus identificaciones” (Dubet, 1989, p. 536). Siguiendo su línea de pensamiento el concebir a la identidad como trabajo del actor plantea dos problemas fundamentales. El primero, relacionado al grado de coherencia entre los diversos niveles de la acción y el segundo, relacionado a lo que Dubet denomina como la conquista de la identidad en contra de atribuciones negativas. En este sentido la construcción de la identidad se erige en un trabajo constante al requerir ser conquistada y reafirmada continuamente. Dentro de la vertiente subjetivista es importante considerar la reformulación de la identidad colectiva y que surge principalmente como una forma de explicar la emergencia de los denominados nuevos movimientos sociales. En este sentido es importante mencionar la distinción hecha por Bélanger entre solidaridades e identidades. En su artículo titulado “La lucha de las Solidaridades So Capa de la Identidad” (2000) él menciona que a diferencia de la identidad, la idea de solidaridad es la que nos remite a una realidad puramente social. Desde su perspectiva, “…la solidaridad se basa en el sentimiento experimentado por los actores de constituir un grupo o una categoría distintiva por una similitud de rasgos o una situación común…La solidaridad se crea y se emprende gracias al discurso que, por la ideología, justifica la existencia del grupo en una relación de conflictividad con enemigos muy definidos. Se alimenta de la relación conflictiva entre el “nosotros” y los “otros” (Bélanger, 2000, p. 30). Reconstruyendo y Renegociando la Identidad en el Exilio Como se señaló anteriormente el tener que abandonar de forma imprevista e involuntaria el país de origen con el fin de salvaguardar la vida genera un fuerte impacto en la identidad de los individuos. En el caso de los exiliados, “Los factores que orientan de forma primordial la identidad y auto-presentación del asilado se refieren sobre todo a su antigua condición de luchador social, de militante político, de líder….La autoconciencia en el exilio está muy relacionada con la forma en que uno se perciba en relación con la situación en que estaba en el país de origen” (Veredas, 1999, p.121). 11 De acuerdo con las entrevistas realizadas lo anterior es de suma importancia sobre todo en los primeros años del exilio, pues en realidad el único referente que se tiene para la definición de uno mismo consiste en lo que se dejó atrás. Confirmando lo anterior es que reproducimos un fragmento de la entrevista a Alberto5 en la que habla de sus sentimientos al llegar al Reino Unido; “…me sentí completamente perdido, perdido y traumatizado porque me di cuenta que no era la persona que solía ser. Me dí cuenta de que no era nada aquí, así es como me sentí, nada…Entonces, yo no tenía un sentido de la realidad ni una aceptación conmigo mismo por el hecho de estar aquí y así es como me di cuenta que mi sentido de pertenencia estaba completamente ausente. Y me di cuenta que había perdido mi sentido de identidad y ahí es cuando aprendí que cuando vienes al exilio tienes una pérdida múltiple y esta pérdida múltiple es una pérdida de tu identidad como persona, una pérdida de identidad como profesional en lo que sea que hagas. Tu rol en la sociedad es también otra identidad que pierdes”. A las dificultades e incertidumbres señaladas también hay que añadir el hecho de encontrarse de pronto con lo que podríamos denominar como una identidad impuesta, una etiqueta (referente a la condición de ser refugiado) otorgada por las circunstancias y el nuevo ambiente social y que en algunos casos genera aún más incertidumbre. Como Mariana afirma, “…cuando llegué aquí aprendí que era negra y refugiada, porque no era blanca pues si me catalogaba a mi misma como blanca me miraban dos veces y decían “aaahhh!!! ¿De dónde eres? No, no latinoamericana, blanco es británico o ¿eres europea? No, entonces latina”. Entonces si ser blanca era ser británica, yo no era blanca, no era negra para los negros africanos, no era asiática, no china, no árabe, entonces siempre éramos los otros. Por otra parte, a veces decía ciudadanos británicos o refugiados, y entonces yo era refugiada. Entonces, por una parte el ser refugiado te proporciona cierto estándar que te permite ubicarte en el sistema y entonces encajas como refugiado o casado, o ciertas cosas. Y así es como decidí ser una mujer latinoamericana refugiada…No soy una refugiada en primer término, aunque así se me vea en este país, dentro de mí yo no me veo ni a mi ni a nadie como un refugiado o no porque creo que el ser refugiado es una consecuencia de algo y es una descripción que obedece a una condición jurídica o legal y no a una condición humana”. Las citas anteriormente señaladas son importantes ya que nos dejan ver tres aspectos fundamentales en la reconstrucción y renegociación de la identidad de los refugiados. En primer lugar, se enfatiza en la gran pérdida identitaria generada por el exilio y que se da tanto al interior de los individuos como al exterior de ellos. Al interior pues como bien menciona Alberto hay un 5 Los nombres verdaderos de los entrevistados han sido cambiados con el fin de salvaguardar su identidad. 12 sentimiento de pérdida, de no encontrarse en la persona que se solía ser. Al exterior pues de pronto se es algo más, un refugiado en un país extraño que sólo reconoce al individuo bajo este estatus jurídico. Un segundo punto sobre el que es interesante reflexionar es el carácter de instrumentalidad al que hace referencia Mariana al asumirse como refugiada y que es el que le permite ubicarse de una u otra forma dentro del sistema británico. Finalmente, la cita de Mariana nos habla de que en realidad es su propia subjetividad la que le permite auto-definirse. Importante hacer notar como si bien en su auto-definición incorpora el hecho de ser refugiada este no es en forma alguna el elemento prioritario. Cabe mencionar que para la mayoría de los entrevistados el ser refugiados es parte importante de su identidad más no su identidad. Nuevamente en este punto intervienen otros factores de experiencia de vida en el lugar de exilio que ayudan o bien obstaculizan a superar el hecho de adoptar el ser refugiado como identificación primaria. Cabe subrayar que ante un contexto incierto y difícil el auto-definirse prioritariamente como refugiados conlleva a considerar esta identidad como la única segura y disponible mientras se vive en el exilio. Como se mencionó anteriormente, los procesos de reconstrucción y renegociación de la identidad de los entrevistados parecen estar vinculados a procesos de adaptación y en algunos casos integración al lugar de exilio. Igualmente se mencionó que con base en las entrevistas realizadas se detectaron ciertos factores que parecen facilitar en cierta forma la integración como: el número de años de residencia en el Reino Unido, el dominio del idioma inglés, la oportunidad de satisfacer necesidades profesionales, el tener familia en el país de exilio y la posibilidad de regreso al país de origen. Sin embargo, los casos más notorios de resistencia a la integración no están necesariamente determinados por los factores antes señalados sino por el temor de que con la integración se pierda parte de la identidad. Ejemplo de lo anterior es un fragmento de la entrevista a Roberto quien afirma, “Yo creo que sí, hay elementos que te hacen sentir extranjero, principalmente en el caso de la gente que llegó ya siendo adulta. Nosotros traemos un marco de referencia, una forma de pensar, un marco para interpretar la realidad que es muy distinto en comparación con el que encontramos en la sociedad británica. Esto necesariamente lleva a cierta resistencia a la integración, a establecer cierta barrera para no perder lo que es mío, lo que he construido, lo que he hecho, lo que soy, lo que significa mi existencia”. En un tono similar, Leandro afirma, 13 “Yo no quiero convertirme en una persona británica, o francesa o alemana o nada. Yo quiero ser yo mismo, ni siquiera he presentado mi solicitud para la ciudadanía inglesa o británica porque no quiero tener un pasaporte donde diga que soy un ciudadano del Reino Unido porque para mi sería un problema pues todavía pienso que estaría cambiando algo de mi mismo si adquiero la ciudadanía británica y no me quiero volver un inglés, todavía soy chileno. Todavía soy un latinoamericano que tiene cierta cultura, ciertas cosas que me son particulares y que si yo acepto esta otra ciudadanía eso significa aceptar te guste o no otras cosas de este país que no quiero aceptar o no las quiero en mi vida como persona”. Las citas anteriores son importantes por varios puntos. En primer lugar nos permiten comprobar que la relación de alteridad sobre la cual se construye la identidad y que en estos casos particulares se da a través de la comparación con la sociedad británica, es fundamental en la auto-definición de los entrevistados. Tanto Roberto como Leandro expresan la diferencia fundamental que desde sus perspectivas existe entre su cultura latinoamericana y la cultura británica, lo que a su vez dificulta en cierta medida su integración. En segundo lugar, las citas anteriores confirman el hecho de que primordialmente la identidad se origina en la cultura entendida como “la organización social de significados, interiorizados de modo relativamente estable por los sujetos en forma de esquemas o de representaciones compartidas, y objetivados en formas simbólicas, todo ello en contextos históricamente específicos y socialmente estructurados” (Giménez, 2009, p.8). En este sentido pareciera que al encontrarse en exilio los entrevistados se aferran a esa cultura que sienten les pertenece y les proporciona su identidad. En el caso de Leandro es importante hacer notar la asociación entre adquirir la ciudadanía británica y lo que esto significaría en términos de su auto-definición y auto-representación. En este caso particular el carácter instrumental que le brindaría el tener el pasaporte británico no es lo suficientemente fuerte para compensar el costo identitario que este hecho tendría para Leandro. Finalmente, y vinculado a los dos puntos anteriores comprobamos que “la desterritorialización física no implica automáticamente la desterritorialización en términos simbólicos y subjetivos. Se puede abandonar físicamente un territorio sin perder la referencia simbólica y subjetiva del mismo a través de la comunicación a distancia, la memoria, el recuerdo y la nostalgia. Cuando se emigra a tierras lejanas, frecuentemente se lleva la patria adentro” (Giménez, 1996, p. 10). Existen otros casos en los que las circunstancias han facilitado la integración al lugar de exilio, lo que a su vez ha conllevado a una reconstrucción total de la identidad. Sin embargo y como se 14 mencionó con anterioridad la auto-identificación requiere del reconocimiento de los demás para tener existencia social y pública. En palabras de Inés, “Yo siento, honestamente e internamente yo me siento como una persona inglesa y me encanta. Pero no importa lo mucho que yo me sienta así porque nunca voy a ser vista por la mayoría de la gente como una persona inglesa y no hay nada que yo pueda hacer y está bien. Incluso mi acento, la gente inmediatamente ven mi nombre y mi acento y me preguntan ¿De dónde eres? A pesar de que he vivido aquí por más de treinta años pero aún así no soy de aquí”. Retomando la cita anterior podemos decir que incluso en los casos en los que parece haber una reconstrucción identitaria acorde a las características de la sociedad británica existe una especie de desfase entre la auto-identificación de la entrevistada y la percepción que “los otros” tienen de ella. En este sentido “lo que resulta indudable es el componente bidireccional del proceso de reconstrucción de la identidad, por cuanto nunca se verifica independientemente del otro: la cuestión es que otro se tome como referencia y es ahí donde entran en juego los aspectos relativos a la retribución y, por ende, al efecto de la forma en que el inmigrante se sienta percibido y tratado…” (Veredas, 1999, p.117). Otro caso interesante de este componente bidireccional se manifiesta en la entrevista con Carmen en la que el desfase anteriormente señalado no se da en el lugar de exilio sino en el país de origen. “En algunos casos –aunque yo misma no lo vea- las personas en Chile me ven muy inglesa. ¿Sabes? Me solía enojar por eso, porque la gente decía, incluso como un insulto “¡Ah sí! tu eres muy inglesa, bla, bla, bla. Pero entonces me dí cuenta de que bueno, he vivido la mayor parte de mi vida en Inglaterra, y ¿sabes? no es una sorpresa en realidad que haya desarrollado algunos de los hábitos, palabras o formas de ser que son inglesas, entonces, en ese sentido, sí, ya no es un insulto ser llamada inglesa”. Otro caso similar al anterior es el de Eugenia en el que la adquisición de ciertos hábitos culturales de la sociedad de exilio como el vestido, en su país de origen representa un cambio en la forma como es percibida por los demás. En sus palabras, “Entonces me dicen que mi forma de vestir es muy simple. Demasiado simple y yo no me considero así. Me dicen “eres una mujer muy simple” Entonces me ven de una forma distinta a como solían hacerlo. Porque claro, antes yo iba a fiestas y todo mundo está bien vestido ¿no? Pero ya no me molesta como voy ahora, voy ahí y a todas partes en shorts y sandalias”. Finalmente, cabe mencionar que un componente importante en el proceso de reconstrucción y renegociación de las identidades se refiere al sentido de pertenencia de los entrevistados. Para 15 todos ellos el hecho de ser refugiados afecta este sentido de pertenencia y se vuelve problemático de definir ya sea hacia el lugar de exilio o hacia su país de origen. Como lo menciona Carolina, “Yo creo que siempre eres un refugiado en ese sentido, ya que no perteneces aquí e incluso cuando te puedas adaptar y disfrutar de la vida y todo, no perteneces aquí. Es decir, veniste y te tuviste que adaptar pero este no es tu hogar. Pero mi hogar tampoco es mi hogar porque no es lo que solía ser y entonces yo no me sentiría cómoda allá ni tampoco me hubiera adaptado a mis necesidades, entonces tampoco es mi hogar”. En un tono similar Teresa afirma, “…como te lo dije antes, mi esperanza es regresar un día y decir “ok de nuevo soy colombiana, soy colombiana de nuevo”. Pero mientras tanto eso no pasa y me interesa mi país y amo a mi país y amo a mi gente, pero no me puedo sentir…Tengo un grupo de amigos y somos muy honestos entre nosotros y casi todos tenemos el mismo problema. Cuando hablamos, decimos pero si no me identifico con muchas de las cosas de allá. ¿Qué soy ahora? Esa identidad está como en el limbo”. Retomando las citas anteriores sólo podemos concluir que la problemática particular que el exilio plantea en términos de la identidad es sumamente compleja. En este sentido, “…la situación existencial límite que puede llegar a constituir el exilio, plantea de manera aguda y desgarradora la problemática de nuestra identidad. Porque cuando todo se torna incierto y un viejo mundo se desmorona, la pregunta ¿quiénes somos? se plantea inexorablemente” (Vásquez y Araujo, 1990, p.146). Conclusiones El propósito fundamental de este ensayo ha sido reflexionar en torno a la reconstrucción y renegociación de la identidad en el exilio con base en trece entrevistas a profundidad realizadas a refugiados latinoamericanos en Londres, Inglaterra. En este sentido, reflexionar desde esta perspectiva la identidad constituye un espacio privilegiado en el cual es posible explorar el cambio en las formas de auto-percepción y auto-representación ante un contexto en el cual tanto los referentes individuales como sociales han sido modificados. De igual forma, desde el exilio es posible observar los cambios en la relación de alteridad sobre la cual se construye la propia identidad así como los estrechos vínculos que hay entre ésta y la cultura. 16 Si bien se reconoce que el exilio es una experiencia particular no por ello se deja de reconocer la existencia de ciertos elementos comunes como el terrible sentimiento de pérdida con el cual es experimentado así como el sentimiento de discapacidad e impotencia con el que la mayoría de los refugiados vive los primeros años en el exilio. Estrechamente vinculado a los procesos de reconstrucción y renegociación de la identidad aparecen los procesos de adaptación y en el mejor de los casos integración al país de exilio. Con base en las entrevistas realizadas se detectaron ciertos factores que parecen influir en estos procesos (número de años de residencia, dominio del idioma, satisfacción de ambiciones profesionales, el tener a la familia con uno y la posibilidad de regreso al país de origen). Sin embargo, cada experiencia es única y en mucho parece estar determinada por las condiciones de salida y llegada así como por la forma en que se viva el exilio. El hablar de reconstrucción y renegociación de la identidad automáticamente implica optar por la visión constructivista de la identidad y que principalmente defiende la idea de que la identidad es en último término “trabajo del actor”, trabajo que obviamente se da dentro de un horizonte socialmente construido. De acuerdo a los testimonios de los entrevistados es posible concluir que en el caso específico de los exiliados hay cinco puntos que resultan de particular interés en los procesos de reconstrucción y renegociación de la identidad. En primer lugar, aparece el hecho de que en los primeros años de exilio el único referente para la auto-definición está constituido por todo aquello que se dejó atrás, principalmente la lucha social y política lo cual plantea una gran pérdida identitaria ante la cual no hay opción más que la re-definición. Aunado a este problema aparece la identidad impuesta de ser percibido en primer término como un refugiado y no encontrar más que en esta identidad una forma de ubicación dentro del país de exilio. En tercer lugar, aparecen los problemas de la re-definición y el temor de perder lo que algunos entrevistados consideran como su identidad profunda “entendida como el sistema valorativo personal desde el cual se representa a si mismo e interpreta el entorno y sus relaciones con el” (Veredas, 1999, p.116). En cuarto lugar aparece la problemática que representa el reconocimiento de “los otros” para la existencia social y pública de la identidad y que con base en los testimonios recolectados ocasiona ciertos desfases tanto en el país de exilio como en el de origen. Finalmente, el sentido de pertenencia elemento fundamental de la construcción identitaria se torna francamente problemático en el caso de algunos de los entrevistados dada la dificultad de reconciliar los cambios impuestos por el exilio. 17 Para concluir, sólo podemos enfatizar que de acuerdo a las entrevistas realizadas la complejidad en la reconstrucción y renegociación de la identidad en el caso de los exiliados depende en gran medida de las condiciones de salida y llegada, así como de la forma en que se viva el exilio. Sin embargo, también tiene mucho que ver con su condición de extranjeros y con la posibilidad que tengan de reconciliar esta condición con las circunstancias en las que se encuentran. Retomando a Simmel, “…el extranjero no es el que viene hoy y se va mañana, sino el que viene hoy y se queda mañana; es por decirlo así, el emigrante en potencia, que, aunque se haya detenido, no se ha asentado completamente. Se ha fijado dentro de un círculo espacial –o de un círculo cuya delimitación es análoga a la espacial-; pero su posición dentro de él depende esencialmente de que no pertenece a él desde siempre, de que trae al círculo cualidades que no proceden ni pueden proceder del círculo” (Simmel, 1972, p.716). Bibliografía - Bélanger, A. (2000); La Lucha de las Solidaridades so capa de la Identidad en Prud’homme Jean – Francois (Comp); “Demócratas, Liberales y Republicanos”; El Colegio de México; México. - Cerulo, K. (1997); “Identity Construction: new issues, new directions”; Annual Review of Sociology, Vol. 23. - Dubet, F. (1989); “De la Sociología de la Identidad a la Sociología del Sujeto”; Estudios Sociológicos; Vol. VII (21). - Esteinou, R y Millán, R. 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