El derecho a caer bajo

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POR JOYCE
VENTURA NUDMAN
Frederic Beigbeder hace
frente a una sociedad que
se ha vuelto cada vez más
restrictiva relegando al
hombre al último espacio
de libertad, el automóvil.
«Una novela francesa», de Frederic
Beigbeder, arranca con la detención del
escritor por consumo de cocaína en el
capó de un Crhysler frente a un discoteca parisina. Tras el control de detención es encarcelado y esa noche, en la
soledad y claustrofobia de una celda,
sin sedantes ni lectura, se propone hacer un inventario personal y redactar
mentalmente un relato de su infancia y
una declaración de derechos.
¿Por qué mejor no nos cuenta de su
vida disipada, de su presente? Porque
el policía lo ha tratado como un niño y
si la comisaría es como una guardería
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donde «te desnudan, te dan de comer,
te vigilan, no te dejan salir», entonces
retrotraerse al pasado es un acto necesario que se desprende de
esta extrañeza de encontrarse nuevamente sin herramientas de defensa, tal
como un niño frente a la
autoridad. Así, ante el
juez se imagina haciéndole la siguiente confidencia: «Mi carné de
identidad dice que tengo cuarenta y dos años
pero en realidad tengo
ocho. Tiene que dejarme salir puesto que la
ley prohíbe tener niños
de esa edad en prisión
preventiva (...) soy
pueril, influenciable,
ineficaz, inconsecuente, ingenuo...».
Mientras el policía intenta hacerle
ver los estragos que causa la droga en
las personas sin recursos, él responde
con sorna y elabora una lista de derechos que a su juicio el hombre ha ido
perdiendo injustamente como el Derecho a Caer Bajo, el Derecho a Buscarme la Perdición, el Derecho de Engañar a la Mujer sin Salir en los Periódicos, el Derecho a Fumar un Cigarrillo
en el Avión a Beber Whisky en un Set
de TV, a Hacer el Amor Sin Preservati-
vo, el Derecho a no Comer Verduras.
Desde el principio, la empresa que
se propone le parece imposible ya que
se ha percatado de que no recuerda absolutamente nada de
sus primeros años,
«acaso sea este el motivo por el cual estoy
tan perdido ahora»,
escribe. Solo por medio de forzados
autflashbacks irán
emergiendo desordenadamente los hechos
que lo marcaron. El mayor de todos, el divorcio
de sus padres: «mi vida
se divide en dos: por un
lado, la melancolía materna; por el otro, el hedonismo paterno (...) Los humores de mis progenitores
fueron los vasos comunicantes de mi infancia (...) El divorcio lo
multiplica todo por dos: dos pisos, dos
navidades, dos habitaciones, una existencia desdoblada, a mí aquel acontecimiento me subdividió, me hizo sentir como amputado: me convertí en
mediopensionista, en medio hombre en
un mediocre». Pero no es su intención
juzgarlos, también él se ha divorciado.
Prefiere echar mano a lo positivo, a la
herencia que recibió de cada uno: de su
madre, el romanticismo, la buena edu-
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Los Beigbeder y el
gobierno de Vichy
En desacuerdo con que la sociedad
pretenda proteger a las personas de sí
mismas le hace ver al policía su incomodidad
ante sus preguntas y su precipitación al
juzgarlo por recurrir a las drogas para
sentirse feliz y libre. Sólo aplico las leyes, le
responde. Entonces Beigbeder hace la relación
y confirma la torpeza del policía al recordar
que su familia desobedeció las leyes
antijudías durante la segunda guerra cuando
sus abuelos paternos escondieron en el
segundo piso a una rica familia judía bajo la
premisa de que ante todo eran católicos y
basándose en el argumento del arzobispo de
Toulouse quien dijo que los judíos eran
hombres y mujeres que pertenecían al género
humano y que ningún cristiano debería
pasarlo por alto. Cuando las autoridades de
Vichy visitaron la casa, hoy convertida en un
hotel, con el objetivo de apropiársela, Grace,
la abuela de Beigbeder, pidió a todos sus hijos
que armaran escándalo para confundir a los
alemanes y cuando éstos quisieron subir la
abuela tuvo la genial idea de decir que la villa
era también un hospital para niños con
tuberculosis lo cual los espantó
definitivamente con su afán higienista.
cación, el gusto por los cotilleos; de su
padre, los delirios de grandeza, la ropa
Brooks Brothers, el sarcasmo, la obsesión sexual, la debilidad por las mujeres jóvenes y comprar en los duty free.
En «Una novela francesa», tal como
en sus obras anteriores «El amor dura
tres años», «13,99 euros» y «Windows
of the world», Beigbeder expone con
sencillez iluminada su visión crítica de
una sociedad de consumo cada vez más
vacía, manipuladora y restrictiva, que
pretende reducir a los adultos a su condición de niños a quienes todo les ofrecido al tiempo que denegado y donde
los espacios de libertad se han desplazado hasta desaparecer.
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