La poesía mariana de Gonzalo de Berceo

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LA POESÍA MARIANA
DE GONZALO DE BERCEO
ROMÁN SOL
PALABRAS CLAVE: Literatura, Mester de Clerecía, Berceo, Virgen.
RESUMEN: El primer nombre propio conocido de la literatura española es
Gonzalo de Berceo, de finales del siglo XII y mediados del XIII. Es también el
primero en escribir obras marianas de cierto relieve. Toda su obra se encuadra en
el llamado mester de clerecía. Las obras no marianas que se estudian, en las que
hay referencias a la Virgen son Vida de San Millán, Vida de Santo Domingo, Poema
de Santa Oria, El sacrificio de la Misa, Los signos del juicio final y los Himnos. De sus
composiciones marianas, la más conocida y publicada es Milagros de Nuestra
Señora, una colección de veinticinco milagros que difunde la devoción mariana.
A esto se añaden los poemas Loores de Nuestra Señora y Duelo de la Virgen. La
Virgen es presentada, ante todo, como la Madre de Jesús, de quien se repite que
es Dios y el Salvador. Así es Madre de Dios, y también Madre de todos los
hombres, que se dirigen a Ella con este entrañable nombre.
THE MARIAN POETRY OF GONZALO DE BERCEO
KEY WORDS: Literature, Master of the Clerisy, Berceo, Virgin.
SUMMARY: The first proper name recorded in Spanish literature is that of Gonzalo de
Berceo (end of the 12th century to the middle of the 13th century). He is also the first to write
Marian works of any significance. All his work fits under the heading of master of the
clerisy. The non Marian writings that are studied, which contain some reference to the
Virgin are: Vida de San Millán, Vida de Santo Domingo, Poema de Santa Oria,
El sacrificio de la Misa, Los signos del juicio final and the Himnos. So far as his
Marian writings are concerned, the best known and published one is Milagros de Nuestra
Señora, a description of some twentyfive miracles which encourage Marian devotion. To
this, one should add the following poems: Loores de Nuestra Señora and Duelo de la
Virgen. The Virgin is presented above all as the Mother of Jesus, of whom it will often be
said that He is both God and Saviour. This, then, is the Mother of God as well as being
the Mother of all mankind, who may turn to her and address her using this beautiful name.
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1. Introducción
En los albores de la literatura española sobresale la aparición del primer
autor que conocemos por su nombre propio: Gonzalo de Berceo. Además,
junto a ese honor de primogenitura de nuestras letras, tiene el mérito de ser
el primer autor en escribir obras marianas de gran relieve1.
Los datos conocidos de su vida lo sitúan entre finales del siglo XII y
mediados del XIII; y nos lo presentan como un clérigo relacionado con el
monasterio de San Millán de la Cogolla, en la Rioja. Si hace un tiempo se
pensaba que podía ser un monje de ese cenobio, hoy se tiende a considerar
por el análisis de las fuentes conocidas que fue un sacerdote secular, aunque
bien relacionado con el monasterio y su abad. La información sobre su vida
nos llega por dos vías principales: algunos documentos de la época y las
referencias contenidas en sus obras.
En cuanto a las autocitas esparcidas por sus poemas2, junto a los datos de
infancia y formación, nos hacen patente la conciencia de autor que poseía
Berceo. En la Vida de Santo Domingo nos dice:
757. Yo Gonçalo por nombre, clamado de Berceo,
de Sant Millán criado, en la su merced seo,
de fazer est travajo ovi muy gran deseo,
riendo gracias a Dios cuando fecho lo veo3.
1. “En realidad, es obra que, en su sencillez, merece tal aceptación, ya se tome en cuenta el
arcano aroma de primitivismo que la impregna, o la circunstancia de ser el primer brote bien
logrado de poesía mariana en romance castellano”(C. GARIANO, Análisis estilístico de los
Milagros de Nuestra Señora de Berceo, Gredos, Madrid 1965, p. 9). “Pero, estaba reservado a un
poeta, cantor insigne de los loores de María y cronista singular de sus milagros el inaugurar
con sus versos una literatura peninsular. Éste fue Gonzalo de Berceo” (F. GUTIÉRREZ LASANTA,
“Gonzalo de Berceo, cantor de la Gloriosa”, Berceo, 5, Logroño 1950, p. 734).
2. “Berceo está en sus poemas con una presencia casi física, con su nombre de pila que repite
siete veces al menos, con su pueblo nativo, con su educación en San Millán, con la autoría
proclamada de sus versos” (J. ARTILES, Los recursos literarios de Berceo, Gredos, Madrid 1968,
2ª ed., p. 20).
3. Para las citas seguimos siempre esta edición: G. DE BERCEO, Obras completas, Fundación
J. A. de Castro, Madrid 2003, edición preparada por Jorge García López y Carlos Clavería.
Otras ediciones de la obra completa son: la de Brian Dutton, en cinco vols., Támesis,
Londres 1967-1981; y la de Isabel Uría, en Espasa Calpe-Gobierno de La Rioja, MadridLogroño 1992.
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En la Vida de San Millán se presenta –mejor, se despide, ya que es la
última estrofa– de modo parecido: “Gonzalvo fue so nomne qui fizo est’
tractado, / en Sant Millán de Suso fue de niñez crïado” (489 a-b)4.
Todo la obra berceana se encuadra en el llamado mester de clerecía5, en
oposición al de juglaría, y emplea una estrofa conocida como cuaderna vía
(o técnicamente: tetrástrofo monorrimo), que consta de cuatro versos
alejandrinos con cesura (es decir, 7+7 sílabas) y rima consonante. A escribir
parece moverle un afán de divulgación piadosa6, como puede deducirse por
el contenido de sus obras y expresa en unos célebres versos. Así escribe al
comienzo de S. Millán:
2. Quiero fer una prosa en román paladino,
en el cual suele el pueblo fablar con so vecino,
ca no so tan letrado por fer otro latino,
bien valdrá, como creo, un vaso de bon vino.
Sus obras conservadas son diez, todas de tema religioso y se pueden clasificar
del siguiente modo: cuatro hagiográficas: Vida de San Millán, Vida de Santo
Domingo, Martirio de San Lorenzo y Poema de Santa Oria; tres doctrinales o
pedagógicas: El sacrificio de la Misa, Los signos del Juicio Final e Himnos; y tres
marianas: Milagros de Nuestra Señora, Loores de Nuestra Señora y Duelo de la Virgen7.
4. Otras alusiones se hallan en la misma Vida de San Millán: “el barrio de Verceo Madriz li
yaz present’” (3 c); “Demás si quieres saber dó vengo, la raíz, / en Verceo fui nado, cerca es
de Madriz” (19 a-b); en Milagros de Nuestra Señora: “Yo, maestro Gonçalvo de Verceo
nomnado” (2 c); y en la estrofa final de Santa Oria: “Gonçalo li dixieron al versificador, /
que en su portalejo fizo esta lavor” (205 a-b).
5. En otra obra de esta escuela, el Libro de Aleixandre, se da una referencia clásica: “Mester
traigo fermoso, non est de joglaría; / mester es sin pecado, ca es de clerecía” (2 a-b).
6. Ésta es la opinión tracional. Como ejemplifica A. G. SOLALINDE: “Pero Berceo, a pesar de
sus temas religiosos, de sus fuentes latinas y de su métrica precisa, no es poeta erudito, sino
más bien un escritor que quiere popularizar estas leyendas entre sus oyentes o lectores, a
los que continuamente se dirige, exhortándoles a seguirle en sus narraciones, que él
transcribe al lenguaje del pueblo, al romance castellano, entendido por todos” (A. G.
SOLALINDE, Prólogo, en G. DE BERCEO, Milagros de Nuestra Señora, Espasa Calpe, Madrid
1982, 10ª ed., p. XIII).
7. No incluimos, ya que mayoritariamente la crítica no la acepta por muy buenas razones, la
atribución del Libro de Aleixandre, pese a la referencia que aparece en su estrofa de cierre y
que se supone añadida por un copista: “Si queredes saber quien fizo esti dictado, / Golçalvo
de Berceo es por nombre clamado” (2675, a-b).
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Monasterio de Suso. San Millán de la Cogolla.
Al ser el poeta riojano, como indicamos al principio, el primer gran
autor mariano de nuestras letras, nos parece relevante hacer un repaso
completo de sus versos para descubrir la presencia de Santa María8 y
averiguar qué hay de verdad en los comentarios de quienes lo convierten en
mariólogo.
8. “La obra del poeta riojano es eminentemente mariana. Aún queda corta nuestra
afirmación; es exclusivamente mariana, porque a Ella, a María, consagra sus potencias, sus
afectos y sus composiciones” (F. GUTIÉRREZ LASANTA, “Gonzalo de Berceo, cantor de la
Gloriosa”, art. cit. en nota 1, pp. 743-744). “Recordemos ante todo que de las tres mil
trescientas cuatro estrofas que abarca la obra de Berceo, mil trescientas cincuenta y cuatro
son de tema mariano” (V. GARCÍA DE LA CONCHA, “La mariología en Gonzalo de Berceo”,
en G. DE BERCEO, Obra completa, Espasa Calpe-Gobierno de La Rioja, Madrid-Logroño
1992, p. 61).
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En un sentido más general, la crítica le ha dado y le ha quitado el título
de teólogo. Veamos cómo se han expuesto estas dos opiniones encontradas.
J. Saugnieux considera: “Berceo no es, en absoluto, teólogo. Su pensamiento
no tiene nada de sistemático y no está libre de incoherencias y
contradicciones. Así, es necesario guardarse de atribuir al poeta un sistema
teológico que él jamás concibió”9.
En respuesta al autor anterior, argumenta Menéndez Peláez: “Nuestra
posición va a ser precisamente la contraria. Creemos que en la obra de Berceo
se reflejan las dos grandes perspectivas de la especulación teológica. Por una
parte, hay en sus obras una clara presencia de las tres fuentes donde se apoya
la reflexión teológica: la Sagrada Escritura, la tradición de los Santos Padres
y el magisterio de la Iglesia. Pero por otra parte, –y aquí sí que podemos
considerar a Berceo como un innovador– recoge otra fuente del quehacer
teológico: el llamado sensus fidelium esto es, la piedad popular”10.
En sentido parecido se expresan J. García y C. Clavería: “las tres obras
marianas se complementan entre sí para ofrecernos tres momentos distintos y
complementarios de la Virgen, que, unidos, nos proporcionan una completa
mariología. Y esa teología de perfiles piadosos y centrada en la historia de la
Iglesia, alcanza la plenitud de su sentido en la emoción mariana”11.
9. J. SAUGNIEUX, “Observaciones sobre la economía de la salvación en los Milagros de Nuestra
Señora, de Berceo”, Literatura y espiritualidad, Prensa Española, Madrid 1974, p. 55. En
sentido similar C. Gariano, sobre Milagros, dice: “En general, puede afirmarse que el autor ha
eliminado todo contenido especializado concerniente al culto de María, por lo cual la lengua
poética carece de términos o giros propios de la teología, doctrinal o mística, cristiana o sufí,
de la época de Berceo, pues hasta en la introducción de los Milagros, en que los nombres
marianos derivan de varias fuentes bíblico-teológicas, se ve que a Berceo le preocupa más el
aspecto poético que lo demás” (C. GARIANO, Análisis estilístico de..., o. c. en nota 1, p. 154).
“Porque es claro que a una mentalidad teológica culta, hoy como ayer, la visión teológica que
subyace en las obras de Gonzalo de Berceo ha de resultarle pobre” (V. GARCÍA DE LA CONCHA,
“La mariología en Gonzalo de Berceo”, art. cit. en nota 8, p. 83).
10. J. MENÉNDEZ PELÁEZ, “La tradición mariólogica en Berceo”, Actas III Jornadas de Estudios
Berceanos, Instituto de Estudios Riojanos, Logroño 1981, p. 113. Prosigue: “Enseña, pues,
no una teología conceptualista sino existencial. Pero detrás de este aparente ropaje de
sencillez se ve muy clara la mente culta del teólogo que conoce prefectamente los tres
aspectos que ha de desarrollar una divulgación teológica: una teología moral, una teología
dogmática y una catequesis litúrgica” (ibidem, p. 114).
11. J. GARCÍA LÓPEZ - C. CLAVERÍA, Introducción, en G. DE BERCEO, Obras completas, Fundación
J. A. de Castro, Madrid 2003, p. XXIX.
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Antes de comenzar el estudio particular de cada obra, hacemos
referencia a otro punto destacado por la crítica: la riqueza de los términos
utilizados por el poeta para citar a la Virgen, siendo el más repetido el de
Gloriosa12. “Resulta bien significativo el que entre los variados títulos con
que Berceo designa a María destaque el de ‘la Gloriosa’, ochenta y cuatro
veces repetido, al que sigue ‘Sancta María’ con cuarenta y cuatro citas. En
la misma línea, se exalta en muchos modos la condición de Madre de
Cristo”13. Éstos y otros calificativos saldrán en las páginas siguientes.
2. Obras no marianas
En los poemas hagiográficos y dogmáticos, como no podía ser de otra
manera, también hay referencias a la Virgen, que suelen ser aisladas, aunque
no por ello carecen de interés. Por tanto, veamos cuáles son esas citas en
cada obra para observar cuál es su aportación.
Vida de San Millán. Ésta es su primera obra14 y está dedicada al santo que
le resulta más próximo desde su infancia15. La presencia mariana, siendo en
12. “Todo ese raudal de gracia poética que Gonzalo de Berceo derrocha en sus versos, lo enderezó
principalmente hacia la Virgen María. Don Gonzalo es por antonomasia el Cantor de la Gloriosa.
Cualquier otro título se le podrá discutir: la originalidad de sus milagros, la belleza de sus versos,
el ritmo de sus estrofas..., pero en llegando a sus relaciones con María preciso es convenir que a
sus pies se rinden todas las lanzas” (F. GUTIÉRREZ LASANTA, “Gonzalo de Berceo, cantor de la
Gloriosa”, art. cit. en nota 1, p. 739). “La simple lectura de la obra de Berceo deja en el alma del
lector una imborrable impresión; siéntese saturado de espíritu mariano y dulcemente
impresionado de las excelencias y casi omnipotencia de la Gloriosa Santa María. La Introducción,
sobre todo, vale por un tratado de las excelencias de María” (C. VILÁ, “Estudio mariológico de
los Milagros de Nuestra Señora de Berceo”, Berceo, 28, Logroño 1953, pp. 343-344).
13. V. GARCÍA DE LA CONCHA, “La mariología en Gonzalo de Berceo”, art. cit. en nota 8, p. 76.
Para otra relación, cfr. F. GUTIÉRREZ LASANTA, “Gonzalo de Berceo, cantor de la Gloriosa”, art.
cit. en nota 1, p. 740; y cfr. C. GARIANO, Análisis estilístico de..., o. c. en nota 1, pp. 83-84, sobre
fórmulas y epítetos, o “rodeos calificativos” de la Virgen en Milagros.
14. En cuanto a su estructura (va a ser parecida en Santo Domingo), Berceo divide la obra es tres
partes bien diferenciadas. Primero, la vida de San Millán, desde el nacimiento hasta poco
antes de la muerte; segundo, los milagros en vida y su muerte; finalmente, los milagros
póstumos y los llamados votos de San Millán.
15. Es posible que fuera animado para componerla para que apareciera la cuestión de los votos
que ocupa la parte final. Cfr. B. DUTTON, Introducción, en la Vida de San Millán, Támesis,
Londres 1967, pp. 163 y ss., quien lo considera un propagandista interesado, en oposición
al clérigo divulgador.
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general modesta, no suele superar las fórmulas corrientes de invocación. Por
ejemplo, para referirse a Jesús: “sirviendo al que nasco de la Virgin María”
(168 d); o de modo similar: “ca Él que en la Virgin fue por nos encarnado”
(255 c). Al acudir en auxilio dice: “por Dios que’l acorriesse, e por Santa
María” (187 d). Más interés presenta la fórmula: “Rendió gracias al Fijo
de la Virgen Gloriosa, / que por salvar el mundo nació de su esposa” (223
a-b). Al hablar del fallecimiento del santo y su entrada en el cielo,
describe: “El Reÿ de los cielos, la sue Madre gloriosa / diéronle rica siella
e corona preciosa” (308 a-b); de modo que sitúa a la Virgen junto a
Jesucristo como rey.
Vida de Santo Domingo. Las referencias a la Virgen en este poema son del
mismo tenor que las vistas en San Millán. Hay comentarios al referirse al
Señor como su Hijo, del tipo “perdónetelos Christo, el fijo de María” (149 c)
y “do sirva al que nasco de la Virgen María” (185 d). Para hablar de su
devoción y agradecimiento, se indica que Santo Domingo al comienzo de
su vida de entrega a Dios se propone:
103. Quiero algún servicio facer a la Gloriosa,
creo bien e entiendo que es onesta cosa,
ca del Señor del mundo fue madre e esposa,
plazme ir a la casa enna cual ella posa.
Por lo cual va a retirarse a una iglesia de la Virgen como ermitaño, con
tal pobreza que vive de limosnas. En agradecimiento, por dedicarse a su
servicio, Ella le envía una corona, la segunda de tres que recibe:
241. La otra te ganó mieña Sancta María,
porque la su eglesia consagró la tu guía,
en el su monasterio fecist grand mejoría,
es mucho tu pagada, ende te la embía.
La influencia mariana cerca de Dios se expresa en otros versos: “diéronli
otro precio Dios e Sancta María” (260 b); “que me digas quí eres, por Dios e
la Gloriosa” (656 b); y “dixo: ¡Válasme Christo e la Virgen gloriosa!” (708 d).
Martirio de San Lorenzo. Es una obra breve donde las citas son
únicamente circunstanciales. Valerio, obispo de Huesca, enseña a sus
siervos Vicencio y Lorenzo “que amassen al Fijo de la Virgo María” (3 d); o
al invocar su ayuda, “Amigos, disso, válanos madre Sancta María” (28 c).
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Poema de Santa Oria. Es una obra que el autor dejó incompleta16,
probablemente por interrumpirla la muerte ya que al inicio confiesa que se
encuentra en la vejez. En su redacción, se acoge a la Virgen por intercesión
de esa santa:
3. Luego en el comienço e en la primería,
a ella mercet pido, ella sea mi guía;
ruegue a la Gloriosa, Madre Sancta María,
que sea nuestra guarda de noche e de día.
La parte principal relata una serie de visiones que tiene de la Virgen.
Una denominación sorprendente para María, desde el punto de vista de una
religiosa, está al decir: “que de don Jesu Christo quiso seer esposa, / non
quiso otra suegra si non la Glorïosa” (31 c-d). Al hablar de algunos santos,
se señala como un componente de su santidad el ser devotos marianos:
“Obispos fueron éstos, sierbos de la Gloriosa” (62 d).
En la segunda visión de Oria, se cuenta: “Ende a poco rato vino Sancta
María” (129 a), para alegría de las santas vírgenes, pues con Ella: “como con
tal Señora todas avién buen día” (129 c). Y al llegar, con precisa referencia
trinitaria, se le indica: “levántate, recibi a la Virgo Gloriosa, / que es Madre
de Christo e Fija e Esposa” (130 b-c). A lo que sigue un entrañable diálogo
entre ambas, comienza: “Madre, díxoli Oria, si tú eres Maria, / de la que
fabló tanto el barón Isaia” (136, a-b), y le pide un signo seguro de su
salvación (cfr. 137 c-d). En el epílogo comenta la santa:
200. La Virgo Glorïosa lo que me prometió,
ella sea laudada, ca bien me lo guardó;
en el mi passamiento de mí non se partió,
de la su sancta gracia en mí mucha metió.
El sacrificio de la Misa. En esta obra, Berceo da una extensa catequesis
sobre la Misa, dedicándose sobre todo a comentar sus partes y su sentido.
Por esta razón, la presencia mariana es bastante escasa. No obstante,
16. Puede ser la causa de que las ediciones presenten más divergencias, empezando por su
esquema. En la edición Castro la división es: prólogo 1-10, introducción 11-27, primera
visión 28-118, segunda visión 119-139, tercera visión 140-163, muerte de Oria 164-189,
epílogo 190-205; para otra lectura cfr. Vida de Santo Domingo. Poema de Santa Oria, ed. Aldo
Ruffinatto, Espasa Calpe, Madrid 1992.
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al hablar de Jesucristo sacerdote se lee: “Fijo del alto Reÿ e de alta Reïna”
(27 b); otras alusiones a su Madre son: “al Fijo de María, del mundo
Salvador” (44 b), “lo que dixo don Christo, Fijo de la Gloriosa” (45 c), y
“que por nos pocadores en la Gloriosa vino” (62 d). De una manera
menos frecuente, aplica una imagen bíblica: “Christo fue el cordero, fijo
de tal Cordera” (58 a), y “El cordero secundo fue de mejor Oveya, /
mucho de meyor carne e de meyor pelleya” (154 a-b).
Los signos del juicio final. En esta obra, debido al tema que trata, podía
esperarse una participación mayor de la Virgen; en cambio, no va mucho
más allá de lo que acabamos de ver en la Misa. Después de referirse a los
signos que lo precederán, se llega al día del juicio: “el Rey será en medio
con su az revestida, / cerca d’Él la Gloriosa de caridat complida” (25 c-d).
Se describe el infierno con las penas de los pecadores y al hablar de los justos
Virgen con el Niño. Siglo XIII. Monasterio de Cañas. La Rioja.
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se dice que entrarán en el cielo: “rendiendo a Dios gracias e a la Virgen
ondrada” (50 d). Tras pedir a Cristo que nos lleve a esa compañía, se añade:
“guíenos la Gloriosa, Madre Santa María, / que es fuente de gracia e mana
cada día” (60 c-d). Al final, concluye:
77. Digamos Pater noster que nos esto ganemos,
laudemos la Gloriosa, mercet nos li clamemos,
todos Ave María a su honor cantemos,
que nos con el su Fijo e con Ella regnemos.
Himnos. Los tres himnos están dedicados respectivamente a Cristo, el
Espíritu Santo y Santa María, y son fieles traducciones de los
correspondientes latinos. El himno mariano que Berceo traduce es el Ave
maris stella. Tanto el original latino como su traducción tienen siete estrofas
de cuatro versos. Los versos aluden a María como refugio de pecadores:
“Puerta de pecadores por al Cielo entrar” (1 d) y “Solvi los pecadores que
yacen enrredados” (3 a); y como camino para llegar al cielo, conforme a la
imagen que le da título.
3. Milagros de Nuestra Señora
La más conocida y publicada obra de Berceo es Milagros de Nuestra
Señora. Se trata de una colección de veinticinco milagros que difunde la
devoción mariana y para cuya composición se sirvió de una fuente latina17,
que contiene relatos de épocas y lugares muy variados18.
C. Vilá señala como nota principal de la colección: “Pero el pensamiento
central en torno al cual úrdese el tejido de los legendarios Milagros es, sin
17. Esta fuente se identifica con el Manuscrito Thott 128 de la Biblioteca Real de
Copenhague, de la segunda mitad del siglo XIII, incluido como apéndice de M. GERLI,
en G. DE BERCEO, Milagros de Nuestra Señora, Cátedra, Madrid 1987, pp. 223-262; y cfr.
J. C. BAYO - I. MICHEL, Introducción, en Milagros de Nuestra Señora, Castalia, Madrid 2006,
pp. 32-34, sobre otras posibles fuentes latinas encontradas.
18. “Si las Vidas de santos presentan rasgos de intencionalidad propagandística, se hace difícil
extender ésta a la trilogía mariana y, mucho más, al resto de composiciones de Berceo”
(V. GARCÍA DE LA CONCHA, “Los Loores de Nuestra Señora, un compendium historiae salutis”,
Berceo, 94-95, Logroño 1978, p. 139).
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duda, la Mediación Universal de María presentando a su público a la Madre
de Dios como la gran Medianera de las gracias”19. Su móvil es, por tanto,
despertar en los oyentes la confianza mariana20. Con un fondo más
teológico, expone V. García de la Concha: “El objetivo que se propone
Berceo en su libro de Los Milagros de Nuestra Señora no es otro que anunciar
la buena nueva de María, “un buen aveniment” (c. 1.3), sobre la base de su
función en la Historia de la salvación”21.
La parte más destacada del poema, y que más admiración sigue
causando, es su introducción alegórica.
“Pero donde Gonzalo de Berceo alcanza la cumbre del numen
poético según reconocen todos los críticos es en la Introducción a
los Milagros de Nuestra Señora. Trátase de un arranque de
inspiración en que la Naturaleza, su propia fantasía y la
inspiración que desciende de la Gloriosa, avivan de consuno el
estro poético de nuestro autor. Una parábola saturada de imágenes.
Prados, arboledas, frutas, fuentes, ríos, aves, todo se reproduce en
torno a Berceo que para completar el cuadro se finge romero,
sentándose a descansar en el prado que es María, bebiendo de sus
aguas que es la gracia destilada por María, saturándose de sus
frutos que son los besos desprendidos de los labios de María y
cantando como un ruiseñor enamorado al conjuro del encanto y de
la inspiración de María”22.
19. C. VILÁ, “Estudio mariológico de...”, art. cit. en nota 12, p. 345. Otro autor habla de tres
puntos: “Se resume el mensaje central de ese ‘evangelio mariano’ en tres puntos: el triunfo
glorioso de la Virgen María sobre e1 Diablo, hacedor del mal; su omnipotencia suplicante;
la fidelidad con que, en régimen de vasallaje, la ejerce” (V. GARCÍA DE LA CONCHA, “La
mariología en Gonzalo de Berceo”, art. cit. en nota 8, p. 76).
20. Cfr. C. VILÁ, “Estudio mariológico de...”, art. cit. en nota 12, p. 357. “En resumen,
podemos afirmar que la teología de la justificación subyacente en los Milagros y que Berceo
acepta es que la justificación viene de la fe y no de las obras; por eso ningún pecado es
estorbo para la intervención de María, si el pecador tiene fe en ella” (J. MENÉNDEZ PELÁEZ,
“La tradición mariólogica en Berceo”, art. cit. en nota 10, pp. 119-120).
21. V. GARCÍA DE LA CONCHA, “La mariología en Gonzalo de Berceo”, art. cit. en nota 8,
p. 73.
22. F. GUTIÉRREZ LASANTA, “Gonzalo de Berceo, cantor de la Gloriosa”, art. cit. en nota 1,
p. 742. Cfr. J. ARTILES, Los recursos literarios de Berceo, Gredos, Madrid 1968, 2ª ed.,
p. 181.
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Hasta ahora se han buscado en vano las fuentes en que pudo inspirarse y
sólo se han señalado algunas influencias parciales23. En esta Introducción,
Berceo nos presenta una composición alegórica, acompañada de su propia
explicación. Compara la vida con un viaje, una romería, y dice encontrarse
en un prado muy agradable con sus árboles, flores y pájaros, donde el
hombre cansado puede encontrar reposo. La clave principal consiste en que
el mismo prado es Santa María:
19. En esta romería avemos un buen prado,
en qui trova repaire tot romeo cansado:
la Virgin Glorïosa, madre del buen Criado,
del cual otro ninguno egual non fue trobado.
A continuación se exponen los demás elementos del prado. Primero los
detalles que se refieren a María, donde es preciso al tratar su virginidad:
20. Esti prado fue siempre verde en onestad,
ca nunca ovo mácula la su virginidat;
post partum et in partu fue virgin de verdat,
illesa, incorrupta en su entegredat.
Después hace una referencia a la Sagrada Escritura, pues las cuatro fuentes
del prado son los cuatro evangelios, ya que a su entender los evangelistas
trataban con la Virgen: “cuando los escrivién, con ella se fablavan” (21 d). Nos
va explicando cada elemento: los árboles son los milagros de la Virgen, los
cantos de las aves son las alabanzas que los santos dijeron de Ella y, finalmente,
las flores son los nombres que se le dan, y se ponen varios ejemplos como
estrella, vellocino, honda de David, vara de Moisés, puerta, etc.
39. Es dicha vid, es uva, almendra, malgranada,
que de granos de gracia está toda calcada,
oliva, cedro, bálssamo, palma bien ajumada,
piértega en que sovo la serpiente alzada.
23. “La pradera mística de la introducción de los Milagros no es una invención de Berceo, sino
que evoca el tópico del locus amoenus, muy corriente en la literatura antigua, tanto bajo la
forma de viaje como de visión. Hasta la transición alegórica de la pradera a María tiene
antecedentes documentados en la tradición mariana. Los nombres simbólicos de María
tampoco son creación original de Berceo, pues él los deriva directa o indirectamente de la
exégesis alegórica o tipológica de la Biblia, como también de la mística mariana de aquella
época” (C. GARIANO, Análisis estilístico de..., o. c. en nota 1, p. 31).
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Termina el prólogo con una nueva alusión a la relación entre los árboles
y los milagros, porque va a entrar en la materia de su narración:
45. Quiero en estos árbores un ratiello sobir
e de los sos miraclos algunos escrivir;
la Gloriosa me guíe que lo pueda complir,
ca yo non me trevría en ello a venir.
Y concluye la última copla con simpatía al considerar que el primer
milagro de la Virgen sería conseguir ese objetivo propuesto por el autor, es
la típica intención de ganarse con modestia el favor del lector.
A continuación va a verse la ayuda que la Virgen presta a sus devotos24.
Para facilitar la lectura, establecemos una división de los milagros en cinco
grupos de acuerdo con su contenido y sus personajes25. Al ser su obra más
conocida, vamos a fijarnos sólo en algún detalle de cada milagro que
indique algún rasgo mariano.
3.1. Los amigos fieles
Un primer grupo de seis milagros corresponde a los que destacan por su
amor a la Virgen y son personas ejemplares. Con uno de este tipo empieza
la colección: “La casulla de San Ildefonso” (milagro 1º). Es la historia del
santo obispo de Toledo de quien se dice: “que fue de la Gloriosa amigo
natural” (48 d), en clara invitación a su público a obrar igual.
Movido de su amor a María, el santo realiza dos cosas importantes,
primero en defensa de uno de los dogmas marianos: “fizo d’Ella un libro de
dichos colorados / de su virginidat contra tres renegados” (51 c-d). Después
cambia la fecha de la fiesta de la Anunciación para celebrarla con mayor
solemnidad:
24. “Desde la cuaderna 46 que cierra la Introducción hasta la 911 en que el poeta termina la obra
pidiendo la gracia de María para sí mismo, se hace eco de la gracia mariana por lo menos
cuarenta veces (...). Por otra parte, si comparamos estos pasajes elaborados por Berceo con sus
fuentes latinas, se hace patente que ni la mención ni la preocupación por la gracia aparecen
en éstas últimas. Berceo, por lo tanto, ajusta las historias latinas a un contexto temático, el
de la gracia salvadora de la Virgen” (M. GERLI, Introducción, o. c. en nota 17, p. 47).
25. En los personajes se da: “Amalgama, íntimo maridaje de pasiones desbordantes y de fe sencilla
e inquebrantable en Santa María. Esta es la doble silueta moral del medioevo como la hallamos
en Berceo” (C. VILÁ, “Estudio mariológico de...”, art. cit. en nota 12, p. 356).
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52. Fízo’l otro servicio el leal coronado:
fízoli una fiesta en deciembre mediado,
la que cae en marzo, día muy señalado,
cuando Gabrïel vino con el rico mandado.
Agradecida la Virgen, se aparece a su siervo Ildefonso llevando en la
mano el libro que había escrito sobre su virginidad y para hacerle un
singular obsequio: una casulla inconsútil hecha por los ángeles (cfr. 60).
Después se alude a su fallecimiento y sustitución por un hombre indigno,
Siagrio, y lo que a éste le ocurre, pero sin que ya se haga referencia en esa
parte a la Virgen. Al terminar sólo se comenta que a sus siervos sabe dar un
buen galardón y malo a quienes no lo hacen así; éste va a ser un tema
recurrente en el poemario, propio de una concepción de justicia retributiva.
“El clérigo ignorante” (milagro 9º) presenta el conmovedor suceso de un
sacerdote que sólo sabe decir la misa de la Virgen y por ello es denunciado
ante el obispo, quien le castiga sin decir misa. En esta situación, el clérigo
acude a su Madre:
227. La Madre precïosa, que nunca falleció
a qui de corazón a piedes li cadió,
el ruego del su clérigo luego gelo udió,
no lo metió por plazo, luego li acorrió.
Por atender la demanda, la Virgen se aparece al obispo de modo
amenazador para que le deje decir la misa o se atenga a las consecuencias:
“¡desend verás que vale la saña de María!” (231 d). Ante tal intervención, el
prelado repone al clérigo en su puesto y sigue diciendo esa única misa hasta
su muerte.
Otro caso de buenos devotos de la Virgen es “El prior y el sacristán”
(milagro 12º). Del prior que no tenía demasiadas virtudes, no obstante se
dice:
284. Avié una costumne que li ovo provecho,
dizié todas sus oras como monge derecho,
a las de la Gloriosa siempre sedié erecho;
avieli el dïablo por ello grand despecho.
Tras fallecer el prior, se presenta al sacristán para contarle como fue
favorecido por la Virgen para salir del mal estado en que se encontraba:
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“Prísome por la mano e levome consigo” (297 a), y continúa con algún
detalle sobre el delicioso paraíso en el que se encuentra. Terminada la
visión, el sacristán lo refiere al capítulo del convento.
“El clérigo y la flor” (milagro 3º) muestra a un clérigo que “amava la
Gloriosa de corazón complido” (101 d) y tiene la costumbre de saludarla.
Un día sus enemigos le dan muerte, y los de su convento y de la villa por
ignorar cómo hubiera sido aquello deciden no enterrarlo en sagrado. Ante
esta situación interviene la Virgen, apareciéndose a un buen clérigo para
que lo entierren en sagrado (cfr. 107). Los términos con los que se da a
conocer son:
109. Díssoli la Gloriosa: Yo só Sancta Maria,
madre de Jesu Christo, que mamó leche mía;
el que vós desechastes de vuestra compañía,
por cancellario mío yo a éssi tenía.
Al cumplir ese mandato, se encuentran con otro milagro en el cadáver:
“Issieli por la boca una fermosa flor / de muy grand fermosura, de muy
fresca color” (112 a-b).
“El premio de la Virgen” (milagro 4º) narra la historia de un clérigo que
tiene en poco lo que hace por servirla. Una de las cosas es:
118. Apriso cinco motes, motes de alegría,
que fablan de los gozos de la Virgo María;
diziégelos el clérigo delante cada día
avié Ella con ellos muy grand placentería.
En la siguiente cuaderna se enumeran esos gozos y se sacan después
conclusiones morales en relación con los cinco sentidos. Al caer enfermo, la
Virgen le visita y le habla así: “sepas serás aína d’esta dolor guarido” (125
b), por lo que entiende que recuperará la salud. En cambio, fallece poco
después, y se hace preciso explicar lo sucedido: se recuerda que lo
prometido por María fue que su dolor terminaría e iría a un sitio donde ya
no hay sufrimiento sino que todo es gozo, por tanto: “leváronla al cielo do
el bien nunca fina” (129 d).
“El pobre caritativo” (milagro 5º) por amor a la Virgen da mucho de lo
poco que tiene. Cuando el pobre muere, Ella viene y dice para que todos lo
escuchen:
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135. Tú mucho cobdiciest la nuestra compañía,
sopist pora ganarla bien buena maestría,
ca partiés tus almosnas, diziés “Ave María”;
por qué lo faziés todo yo bien lo entendía.
Por este motivo le lleva al reino de su Hijo, “do se ceban los ángeles del
buen candïal trigo” (137 c).
3.2. Los devotos con defectos
“El labrador avaro” (milagro 11º) presenta a un campesino con graves
defectos, pues es tan codicioso que altera los mojones para ganar tierra a sus
vecinos, por lo que se lleva mal con ellos. Pero como virtud puede contarse:
272. Querié, pero que malo, bien a Sancta María,
udié los sos miraculos, dávalis acogía;
saludávala siempre, dicieli cada día:
Ave gratïa plena que parist a Messía.
A la hora de su muerte, se presentan los demonios para llevarse su alma,
pero se encuentran con que también los ángeles han ido por ella, y uno da
este testimonio en su favor: “fue de Sancta María vassallo e amigo” (276 d).
Por lo que ganan la contienda y ese labrador es conducido al cielo, ya que
al sólo nombre de María los diablos se espantan. De modo que la conclusión
de Berceo, por la fuerza de su nombre, es: “que non digamos todos: Salve
Regina Sancta” (280 d).
“La boda y la Virgen” (milagro 15º). Es un episodio largo que incluye
varias peripecias, pues se trata de un canónigo, servidor de la Virgen, con
una devoción poco extendida:
332. Non avié essi tiempo uso la clerecía
dezir ningunas oras a ti, Virgo María
pero elli dizielas siempre e cada día,
avié end la Gloriosa sabor e alegría.
La familia del clérigo, por asegurar una descendencia, le concierta una
boda. Por su debilidad, se deja enredar en el asunto y, al llegar el día del
enlace, se acuerda de la Virgen y cae en la cuenta de su error, por lo que
entra en una iglesia a rezar. Santa María se lo reprocha, recordándole su
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afecto pasado: “Assaz eras, varón, bien casado comigo, / yo mucho te quería
como a buen amigo” (341 a-b). No obstante, proporciona una salida a tan
complicada situación, pues esa misma noche le hace desaparecer y conducir
a un lugar donde permanecer en paz.
“El monje borracho” (milagro 20º) es un hombre que ama a la Virgen
pero cae en el vicio de la embriaguez. En este estado padece una serie de
alucinaciones, que consisten en la visión de animales salvajes: un toro, un
perro y un león. En cada ocasión para librarle del peligro, llega Santa María.
Por ejemplo, con el toro: “metióselis en medio a él e al Pecado, / el toro tan
superbio fue luego amansado” (468 c-d). Ante esos tres enemigos citados,
representaciones de su pecado, reza pidiendo auxilio, “Dicié: ¡Valme,
Gloriosa, Madre Sancta María, / válame la tu gracia oï en esti día!” (475 a-b).
La actuación materna de María desciende a detalles tan entrañables como
acostarle:
482. La Reïna preciosa e de precioso fecho
prísolo por la mano, levolo pora’l lecho,
cubriolo con la manta e con el sobrelecho,
púso’l so la cabeza el cabezal derecho.
Además, con sano criterio le invita a que acuda a un confesor:
“confiéssate con elli e serás bien conmigo” (484 c). Sigue una conversación
entre ellos en la que Santa María se muestra como: “yo só la que parí al vero
Salvador” (487 b). Por lo que la vida de este monje tras la confesión se
corrige por completo, “amola siempre mucho, fízo’l siempre onor, / feliz fo
el que Ella cogió en su amor” (493 c-d).
“La abadesa encinta” (milagro 21º) ofrece otro caso de ayuda de la Virgen
en un grave apuro, como el título expresa. La abadesa ha sido denunciada al
obispo por su estado de embarazo y, en una situación tan difícil, busca
auxilio en quien siempre ha confiado (cfr. 518). En su oración hace
referencia a que Ella nunca dejó desamparado a nadie que le rogó, y sabe
que también a ella puede socorrerla.
523. Madre del Rey de Gloria, de los cielos Reïgna,
mane de la tu gracia alguna medicina;
libra de mal porfazo una muger mezquina,
esto si Tú quisieres puede seer aína.
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Como esperaba, su oración es bien atendida por la Virgen que la
consuela, y se produce el milagro del nacimiento “non sintiendo la madre
de dolor nulla cosa” (533 b), y la criatura “mandola a dos ángeles prender
la Glorïosa” (533 d). Al verse fuera del aprieto, la religiosa estalla en
palabras de agradecimiento y cuenta al prelado el favor recibido; y el niño,
criado por un ermitaño, llega a ser obispo.
3.3. Los resucitados
Un peculiar subgrupo del anterior está formado por los que podemos
llamar milagros de “la segunda oportunidad”, ya que se trata de casos en
que un devoto de la Virgen muere en pecado y parece destinado al infierno,
momento en que interviene Santa María para obtener de Dios que el alma
vuelva al cuerpo y, por tanto, resucite, de modo que tenga tiempo de hacer
penitencia y salvarse26.
Así ocurre en “El sacristán fornicario” (milagro 2º), de quien se dice: “querié
de corazón bien a Sancta María, / facié a la su statua el enclín cada día”
(76 c-d). Además de esa reverencia, emplea como jaculatoria el saludo del ángel
“Ave María” (cfr. 77 b). Este sacristán, como padece un vicio, sale de noche del
convento, y en una de estas escapadas se ahoga. Al morir disputan por su alma
demonios y ángeles, la Virgen interviene a su favor y logra de Cristo que
resucite, y el sacristán da testimonio de lo ocurrido con las siguientes palabras:
96. Fablolis el buen omne; díssolis: “Compañeros,
muerto fui e só vivo, d’esto seet certeros.
¡Grado a la Gloriosa que salva sos obreros,
que me libro de manos de los malos guerreros!”.
26. “La estructura literaria común a todas estas descripciones se apoya casi siempre sobre el
mismo esquema teológico: la Virgen interviene tras la muerte del pecador para concederle
una salvación inmerecida o inesperada. Esta salvación no es fruto de unas obras sino de una
confianza, de una fe fiducial en María” (J. MENÉNDEZ PELÁEZ, “La tradición mariólogica
en Berceo”, art. cit. en nota 10, p. 119). “En cuatro episodios la Virgen interviene ante
Dios para que resucite un hombre muerto (2, 7, 8 y 10). Obsérvese otra vez la ortodoxia
fundamental del poeta riojano: en tales casos María ha de recurrir a su Hijo para que obre
el milagro; no puede hacerlo directamente. (...) Lo importante, de nuevo, no es la vida
terrenal, sino la salvación del alma” (J. C. BAYO - I. MICHEL, Introducción, o. c. en nota 17,
p. 42).
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“El monje y San Pedro” (milagro 7º). Es un religioso de mala vida y
al llegar la hora de su muerte es San Pedro, al que tenía devoción, quien
intercede por su alma. Para que su petición ante Dios sea más poderosa
acude a la Virgen, que se presenta delante de su Hijo y mantiene un
diálogo. Ante este ruego, contesta Jesús: “Madre, dijo el fijo, non serié
derechura” (171 a), pero por pedírselo Ella da con una solución, “torne
aún al cuerpo en qui fo morador” (172 b). Al final, se expone la fuerza
de María:
181. Como es la Gloriosa plena de bendicion,
es plena de gracia, e quita de dicion;
no’l serié denegada ninguna peticion,
non li diçrié tal fijo a tal Madre de non.
“El romero de Santiago” (milagro 8º). Esta vez se muestra a un hombre
recorriendo el camino de Santiago y que se ve engañado por el demonio que
ha adoptado la figura del apóstol, y le convence para mutilarse gravemente
hasta el punto de fallecer desangrado. Cuando los demonios van a
apoderarse de su alma, interviene el verdadero Santiago –como antes san
Pedro–, y la disputa se lleva al juicio de María:
206. Propusieron sus vozes ante la Glorïosa,
fo bien de cada parte afincada la cosa;
entendió las razones la Reïna preciosa,
terminó la varaja de manera sabrosa.
Para sorpresa del lector, en esta ocasión, es Ella misma quien da la
sentencia de vuelta del alma al cuerpo (cfr. 208). Para que esto sea posible
se aclara: “Valió esta sentencia, fue de Dios otorgada” (209 a). De modo que
el romero resucita, da gracias a Dios y a la Virgen, y alcanza la meta de su
peregrinación en Santiago. De regreso a su casa, además de divulgar el favor
recibido, se hace monje y termina sus días muy santamente.
A este grupo pertenece el milagro de “Los dos hermanos” (milagro 10º),
donde mientras un hermano, el clérigo Pedro, al fallecer va al purgatorio;
el otro, el senador Esteban, debería ir al infierno. Pero como es muy devoto
de San Proyecto, éste acude a la Virgen para que ruegue ante Dios, quien
resuelve darle treinta días más de vida: “Fue por la Gloriosa, que luz más
que estrella, / moviola con grand ruego, fue ante Dios con Ella” (256 a-b).
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En relación con los cuatro anteriores, puede colocarse en este apartado
“El ladrón devoto” (milagro 6º). Es un individuo que vive del robo y, sin
embargo, tiene una cosa buena, su amor a la Virgen, hasta el extremo que:
145. Si fuesse a furtar o a otra locura,
siempre se inclinava contra la su figura;
dizié Ave Maria e mas de escriptura;
tenié su voluntad con esto mas segura.
Como era de suponer al final es detenido y condenado a morir ahorcado.
Cuando se ejecuta esa pena, en recuerdo de los servicios que le prestaba, se
produce una sorprendente intervención de la Virgen: “Metioli so los piedes
do estava colgado, / las sus manos preciosas, tóvolo alleviado” (150 a-b). De
este modo, pasan tres días sin que muera para asombro de todos, y al
comprobar que no pueden matarlo se deciden a dejarlo vivir: “Dexáronlo en
paz que se fuesse su vía, / ca non queríen ir ellos contra Sancta María” (157
a-b). El ladrón después de todo esto cambia de vida.
3.4. Los castigados
Otros milagros también muestran personajes castigados, pero sin llegar
a ocupar el lugar principal como en los tres presentes de este grupo. En “La
iglesia profanada” (milagro 17º), un hombre tiene unos enemigos que
buscan quitarle la vida, para evitarlos se refugia en una iglesia de la Virgen;
no obstante, sus perseguidores no respetan el lugar sagrado y allí lo matan.
De resultas, “tóvose la Gloriosa mucho por afontada” (383 c). En este verso,
se aprecia un sentimiento del honor propio de la época.
En consecuencia, tal afrenta no va a quedar ignorada: “Peso’l de corazón, fo
ende despechada, / demostrógelo luego que lis era irada” (384 c-d). En castigo,
Dios envía a los profanadores de la casa de su Madre un fuego que les quema el
cuerpo. La pena les sirve para arrepentirse y rezar a laVirgen: “dizién a grandes
vozes: ¡Sancta María, val!” (385 d). Vuelven a la iglesia donde la han ofendido
y le piden perdón, mostrando su arrepentimiento en varias coplas que terminan:
393. Madre, si non nos vales, de ti non nos partremos,
si tú non nos perdonas, d’aquende non iremos;
si tú non nos acorres, a nada nos tenemos,
sin ti de esta fiebre terminar non podremos.
Su ruego es oído y Santa María les perdona, se les quita el fuego que les abrasa,
aunque les quedan secuelas por todo el cuerpo; se confiesan y hacen penitencia.
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“Los judíos de Toledo” (milagro 18º). Es un día de fiesta y se escucha una
voz del cielo, que denuncia un comportamiento de los judíos. Primero, se les
reprocha lo sucedido en el Calvario: “Nin se dolién del Fijo, que mal non
merecié, / nin de la Madre suya, que tal cuita vidié” (418 a-b). Se reconoce a
la Virgen en esa voz cuando habla en primera persona: “en cruz está mi Fijo,
luz de los pecadores” (419 d). Después, cuando les dice: “Otra vez crucifigan
al mi caro Fijuelo” (420 a), no comprenden a qué se refiere. El arzobispo decide
averiguar qué es lo que pasa, ya que entiende: “Sepades que judíos fazen alguna
Nuestra Señora de Vico. Siglo XII. Arnedo (La Rioja).
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cosa, / en contra Jesu Christo, Fijo de la Gloriosa” (423 a-b). Por lo que van a
la judería y en casa de un rabí encuentran la figura de cera de un crucificado.
“La iglesia robada” (milagro 25º) tiene la singularidad de carecer de
fuente conocida27. Un lego y un clérigo entran a robar en una iglesia. Como
hay una imagen de la Virgen con el Niño, al ver que lleva una valiosa
corona, deciden quitársela:
883. Luego que de la toca travó el malfadado,
pegóseli tan firme en el puño cerrado
que con englut ninguno non serié tan travado,
nin con clavo que fuesse con martiello calcado.
Además, en castigo por su atrevimiento quedan trastornados ambos: “el
lego e el clérigo tod el seso perdieron” (884 b) y sin poder salir. Por las voces
de una monja, acude gente y son apresados, en el sentir popular “e cómo los
avié presos Santa María” (891 c). Se restituye la corona a la Virgen y
concluye con una lección: “Los malos que vinieron afontar la tu ciella / bien
los toviste presos dentro en tu capiella” (909 a-b).
3.5. Los diversos arreglos
“El nuevo obispo” (milagro 13º). Cuando fallece un obispo, la Virgen
interviene para indicar quién debe ser el nuevo y desde su elección será
guiado por Ella. En “La imagen respetada” (milagro 14º) se describe una
iglesia con un altar y una imagen de la Virgen, donde se resalta su realeza:
319. Estava la imagen en su trono posada,
so fijo en sos brazos –cosa es costumnada–,
los reïs redor Ella, sedié bien compañada,
como rica Reïna de Dios santificada.
Por la caída de un rayo, se produce un incendio y arde toda la iglesia
menos la citada imagen que queda preservada por completo, “que nin fumo
nin fuego non se llegó a ella” (327 b); mientras, a su alrededor, todo resulta
27. “El milagro XXV se ve claramente que fue añadido por el propio Berceo después de cerrada la
colección de veinticuatro milagros. Es de asunto español y pudo recogerlo el poeta de la tradición
oral, ya que narraba una leyenda relativamente reciente, aunque también pudo hallarlo en algún
manuscrito” (A. G. SOLALINDE, Prólogo, o. c. en nota 6, pp. XXII-XXIII).
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devastado por las llamas. La imagen del fuego sirve para establecer una
comparación con el infierno, igual que María ha librado su toca, “asín libra
sus siervos del fuego perennal” (329 c).
“El niño judío” (milagro 16º) asiste un día a misa y comulga, y se ve favorecido
por una visión: “vïo sobre’l altar una bella figura, / una fermosa dueña con genta
creatura” (357 c-d). Observa lo que hace esta señora: “a grandes e a chicos ella los
comulgava” (358 b), y el niño “de la su fermosura más se enamorava” (358 d).
Al llegar a su casa no tiene reparo en contar a su padre lo ocurrido, sin
imaginar que éste lo va a tomar mal, hasta el punto de arrojarlo al fuego. Allí
nada le ocurre al niño porque le ampara la Virgen: “ca’l fazié la Gloriosa
compaña e solaz” (366 d). Al salir ileso de las llamas, explica así lo sucedido:
369. Recudiolis el niño palavra señalada:
La dueña que estaba enna siella orada,
con su fijo en brazos sobre’l altar posada,
éssa me defendié, que non sintía nada.
Todos entienden que la mujer protectora es Santa María. La razón de
su actuar está conforme a la lógica del premio y castigo: “a los bonos da
trigo, a los malos avena, / los unos van en gloria, los otros en cadena”
(374 c-d).
“Un parto maravilloso” (milagro 19º). Hay un naufragio y los
supervivientes al no ver a la mujer embarazada que viajaba con ellos
suponen que ha fallecido. Sin embargo, al cabo de un tiempo la ven salir del
mar con su hijo en brazos y les cuenta que al ver la muerte tan cerca se
encomendó a Cristo y su Madre, entonces: “Yo en esto estando, vino Sancta
María / cubriome con la manga de la su almexía” (448 a-b). Después acaece
el parto del niño bajo su protección, “nunca mugier non ovo madrina tan
onrada” (450 d).
“El náufrago salvado” (milagro 22º) comienza comparando a la Virgen
con un caudaloso río del que todos pueden beber y que riega los campos,
imagen que tiene el interés de no encontrarse en la fuente latina:
585. Siempre acorre Ella en todos los lugares,
por valles e por montes, por tierras e por mares;
qui rogarla sopiesse con limpios paladares,
non lo podrién torzones prender a los ijares.
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Como en el anterior, es el caso de un barco que naufraga y uno refiere
que debe su salvación a la Virgen. Al verse en peligro, le implora: “vedía
que de muerte non podía guarir, / ¡Valme, Sancta Maria!, empecé a decir”
(607c-d), y lo que Ella hace es cubrirle con un paño protector (cfr. 609).
Los que se han salvado cantan la Salve y cuentan sus maravillas. Dentro de
las alabanzas que le dirigen se establece una relación con nuestra primera
madre: “Los que por Eva fuemos en perdición caídos, / por Ella
recombramos los solares perdidos” (621 a-b).
En “La deuda pagada” (milagro 23º), un mercader bizantino para superar
un mal momento entra en tratos con un judío. Para ofrecer fiadores del
préstamo, se dirige a una iglesia y ante la imagen de la Virgen con el Niño:
650. Disso el omne bono a los de la aljama:
Esti es nuestro Sire, e ésta nuestra Dama:
siempre es bien apreso qui a ellos se clama,
qui en ellos non cree bevrá fuego e flama.
El judío los acepta por fiadores. Pasa el tiempo, el mercader hace fortuna
y al llegar la fecha del cumplimiento y encontrarse lejos, arroja en un saco
al mar el dinero debido, confiado en que María lo hará llegar: “a Ti dó la
pecunia, Señora, Tú la guía” (669 d), y así sucede y llega al judío. Pero al
regresar el mercader, le reclama la deuda, negando que se le haya pagado.
En esta situación, acude al testimonio de sus fiadores: “Paráronse delante al
Niño coronado, / el que tenié la Madre dulzement abrazado” (692 a-b).
El Cristo contesta afirmativamnete y se resuelve la cuestión, quedando al
descubierto la falsedad del prestamista.
“El milagro de Teófilo” (milagro 24º) relata un pacto con el diablo, al
que llega un buen clérigo por envidia. Tiene que renegar de su fe:
“Deniegue al so Christo e a Sancta María” (740 a) y firmar una carta de
compromiso. Tras hacerlo, las cosas comienzan a resultar conforme a su
ambición. Al enfermar un día, se arrepiente del pacto acordado y razona
sobre si puede alcanzar perdón. Termina sus reflexiones considerando que
sólo María puede socorrerle pese a haberla negado:
764. Non quiero por los piedes la cabeza dessar,
a la Madre gloriosa me quiero acostar,
cadré a los sos piedes delante so altar,
atendiendo su gracia, allí quiero finar.
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Le pide: “Torna contra mí, Madre, la tu cara preciosa” (775 a), como se
reza en la Salve. A esta súplica responde la Virgen y, pese a que manifiesta
algo de resistencia, ante la profesión de fe de Teófilo acepta defenderle en
este pleito ante su Hijo, porque:
803. Señora benedicta entre todas mugieres,
bien lo querrá tu Fijo lo que Tú bien quisieres;
todo te lo dará lo que Tú bien pidieres,
a mi verná la carta si Tú savor ovieres.
Y así ocurre, pocos días después, Santa María ha recuperado del infierno
la carta por la que vendía su alma. A Ella se le llama: “La esposa de Christo,
poncella e parida” (823 a). Los siguientes versos recogen el agradecimiento
de Teófilo, ponderando el poder intercesor de la Virgen y su voluntad de
socorrer a los errados; también se confiesa, comulga y a los tres días fallece
en gracia. Al terminar aparece el autor:
866. Madre, del tu Gonzalvo seÿ remembrador,
que de los tos miraclos fue enterpretador;
Tú fes por él, Señora, prezes al Criador,
ca es tu privilegio valer a pecador.
Tú li gana la gracia de Dios, Nuestro Señor. Amén.
4. Loores de Nuestra Señora
Como se ha dicho por alguno este poema berceano contiene una
completa historia de la salvación28. Por esta razón, su protagonista es Cristo
y el título lleva un tanto a confusión sobre cuál sea su verdadero contenido.
28. “En el desarrollo de dicho núcleo se condensan, en efecto, tal cantidad de elementos
hagiográfico-bíblicos, doctrinales y parenéticos, y cobra, a veces, en él tal vuelo la subjetiva
efusión lírica, que la composición rebasa con mucho el apretado esbozo y el reducido marco de
los loores medievales, casi siempre la andadura de una cantiga, para convertirse en lo que con
más propiedad deberíamos denominar un ‘Compendium historiae salutis’” (V. GARCÍA DE LA
CONCHA, “Los Loores de Nuestra Señora...”, art. cit. en nota 18, p. 133). De otro parecer es
Gimeno: “Fija al principio mismo del poema las razones que determinan la gloria de la Virgen:
es gloriosa María por ser corredentora, porque por ella vino Cristo a redimir el mundo. (...)
Vemos, por eso, a María, no como compendio de la historia redentora, sino como figura central
y activa en la redención del hombre”. (J. GIMENO CASALDUERO, El misterio de la Redención y la
cultura medieval, Academia Alfonso X el Sabio, Murcia 1988, p. 196).
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ROMÁN SOL
No obstante, el enfoque que Berceo adopta para la obra justifica en gran
medida el título escogido, ya que la obra se presenta en diálogo con la
Virgen. El tono adoptado es de impetración filial, ya que el autor se dirige
con gran frecuencia a la Virgen por el apelativo de madre29, desde la primera
línea, por lo que tiene una fuerte carga afectiva30.
La intención de Berceo parece ser, como otras veces, de divulgación y
catequesis31, y para su composición se ignoran las fuentes que pudo
utilizar32. “El hilo narrativo del poema, como señalan Clarke, Foster, García
de la Concha, y Boreland, es la historia de la caída y la redención del género
humano, historia en la cual el papel desempeñado por Maria es mucho
mayor que en la Biblia”33. La obra arranca con los siguientes versos34:
1. A ti me encomiendo, Madre de pïadat,
que concebist’ de Spiritu, e esto es verdat,
parist’ fijo precioso en tu entegredat,
serviendo tu esposo con toda lealtat.
29. Cfr. en cuanto a Madre los versos: 3 a, 7 a, 9 a, 11 a, 13 a, 20 d, 28 a, 34 a, 41 a, etc. “La maternidad
de María será una de las advocaciones más frecuentes en Berceo, sobre la cual se apoya su abogacía
ante el Hijo-Juez. (...) La maternidad de María es el título más invocado hasta convertirse en la
única advocación de los Loores. El término Madre en un contexto de súplica aparece treinta y tres
veces en los Loores” (J. MENÉNDEZ PELÁEZ, “La tradición mariólogica en Berceo”, Actas III Jornadas
de Estudios Berceanos, Instituto de Estudios Riojanos, Logroño 1981, p. 121).
30. Cfr. J. GIMENO CASALDUERO, El misterio de la Redención..., o. c. en nota 28, p. 195.
31. “El poeta con una finalidad catequética expondría a sus oyentes o lectores la función de
María en la economía de la historia de la salvación. Es, sin duda, la obra que con una
perfecta estructura teológica se constituye en un verdadero tratado de mariología, a la vez
que se proponen las verdades fundamentales de lo que pudiera constituir la cristología
berceana” (J. MENÉNDEZ PELÁEZ, “La tradición mariólogica en Berceo”, art. cit. en nota 10,
pp. 114-115). Cfr. V. GARCÍA DE LA CONCHA, “Los Loores de Nuestra Señora...”, art. cit.
en nota 18, p. 139.
32. “Pensamos más bien que la gran tradición mariológica que acepta Berceo está ligada a los
grandes mariólogos europeos: S. Anselmo y S. Bernardo, así como a la tradición secular del
amor cortés” (J. MENÉNDEZ PELÁEZ, “La tradición mariólogica en Berceo”, art. cit. en nota
26, p. 117).
33. A. DEYERMOND, “Observaciones sobre las técnicas literarias de los Loores de Nuestra Señora”,
Actas III Jornadas de Estudios Berceanos, Instituto de Estudios Riojanos, Logroño 1981, p. 58.
34. Una división del poema es: introducción 1-3, profecías del AT 4-19, anunciación e infancia
de Jesús 20-41, vida pública y muerte 42-77, oración narrativa 78-98, entierro y descenso
a los infiernos 99-102, resurrección 103-129, ascensión 130-139, elección de Matías 138141, el nº siete 142-151, pentecostés 152-159, expansión de la iglesia 160-169, juicio
final 170-194, y oración de petición 195-233.
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LA POESÍA MARIANA DE GONZALO DE BERCEO
El título se justifica en la segunda estrofa: “En tu loor, Señora, querría
entender, / de las tus largas faldas una fimbria tañer” (2 a-b), y expresa su
intención: “En tu feduça, Madre, de ti quiero decir / cómo vino el mundo
Dios por ti redemir” (3 a-b). A continuación, desde la cuarta estrofa,
comienza la relación de profecías del Antiguo Testamento a las que atribuye
significado mariano.
5. Patriarchas e profetas, todos de ti dissieron,
e por Spíritu Sancto tu virtut entendieron;
profecías e signos todos por ti ficieron:
que cobrarién por ti los qu’en Adán cayeron.
Entre ellos aparecen35: la rama que arde sin consumirse, la vara de
Aarón, la profecía de Isaías sobre la raíz de Jesé, etc. Hasta explicar la
razón: “Éstos fueron e otros, Madre, tus mensageros” (13 a). Se refieren
después en la Anunciación y primeros años de la vida del Señor, con un
gran protagonismo de la Virgen. Se realiza el saludo de Gabriel y se
comenta:
22. Bendicta fust’ clamada e de gracïa plena,
concebist’ por virtut e pariste sin pena;
por ti s’ fue afloxando la tan mortal cadena,
por ti cobró logar la oveja centena.
Se habla de la misión de Jesús y se elogia la humildad de María al recibir
el mensaje; y su espera hasta el momento del alumbramiento, cuando: “fijo
parist’ e padre sobre lecho de feno” (25 d). Se subraya la virginidad: “virgo
fust’ anr’ el parto, virgo remaneciste; / pariendo, menoscabo ninguno non
prisiste” (26 b-c). Prosigue con los demás episodios relatados en los
evangelios: la circuncisión del Niño, la adoración de los Magos, hasta la
presentación en el templo:
35. “Las prefiguraciones de María ocupan las estrofas 6-12: el arbusto que ardía sin quemarse
(María dará a luz sin perder su virginidad), la vara de Aarón, etc. Van incluidas en esta serie
de seis figurae dos que se refieren tradicionalmente, no a María, sino a Cristo: la vara de
Aarón y la verga que sale de la raíz de Jessé, pero Berceo explica de manera convincente la
aplicación de estos ‘signos’ a la Virgen” (A. DEYERMOND, “Observaciones sobre las
técnicas...”, art. cit. en nota 33, p. 59). Cfr. J. GIMENO CASALDUERO, El misterio de la
Redención..., o. c. en nota 28, p. 197.
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ROMÁN SOL
34. Madre, d’aqueste passo profetó Malachías
cómo vernié al templo el amado Mesías;
e Tú, como saviés leyes e profecías,
Tu lo fuisti cumpliendo como venién los días.
Termina esta parte con la huida a Egipto y matanza de los Santos
Inocentes. Al regreso se comenta lo que es la vida cotidiana de la Sagrada
Familia: “Joseph te ministraba commo tal servidor” (40 d). Se resalta la
singular ley del servicio que viven:
41. En todas las faciendas, Madre, mientes paravas,
de dichos nin de fechos nada non olvidavas;
en las humanas cosas al fijo ministravas,
en las que son durables a Él te comendavas.
En las coplas de la vida pública de Jesús, no se menciona a la Virgen
hasta llegar a los días de la Pascua, con la pasión del Señor. Ante Cristo
crucificado, se describen sus padecimientos maternos36:
70. Madre, la su dolor a ti mal quebrantava;
el gladio del tu fijo la tu alma passava;
lo que disso el viejo por verdat se provava;
tal madre por tal fijo, ¿qué mira si s’ quexava?
Incluye más comentarios sobre la salvación que nos llega por ese
sacrificio, con ese recurso de dirigirse a la Madre: “La mas principal cosa aun
es de deçir / de lo que quiso, madre, el tu fijo sofrir” (74 a-b). En este
momento, se hace una recapitulación de la historia de la salvación, en la que
se hace referencia a las culpas de la humanidad y se habla de la creación, el
pecado y los primeros pasos de la historia de la alianza con Noé, Abraham
y David, que enlaza con un inmenso canto de agradecimiento al Señor,
muerto por amor a los pecadores, incluyendo a su Madre:
97. Si Tú nunca moriesses, vivir yo non podría;
si Tú mal non sofriesses, yo de bien non sabría;
si Tú non decendiesses yo nunca non subría;
¡Loado seas, Christo, e Tú, Virgo María!
36. “Despreciando los apócrifos, Berceo fundamenta la afirmación de la cooperación corredentora
de María en el cumplimiento de la profecía que le había hecho el anciano Simeón”. (V. GARCÍA
DE LA CONCHA, “La mariología en Gonzalo de Berceo”, art. cit. en nota 8, p. 68).
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LA POESÍA MARIANA DE GONZALO DE BERCEO
Se retoma el hilo de la narración en el momento de la sepultura, con nuevas
referencias a Santa María: “e cuánt grant fue la cuita, Madre, del tu pesar” (101
c). Al hablar de la Resurreción de Cristo, se participa de la alegría de la Virgen,
por el papel que le ha correspondido en la Redención: “Si por mugier füemos
e por fuste perdidos, / por mugier e por fuste somos ya redemidos” (110 a-b);
y en el mismo sentido: “si Eva falta fiço, Tú lo as adobado” (111 b).
En consecuencia, ya que ha participado en la Redención, nuestro
agradecimiento debe incluirla: “a la Virgo María todos gracias rendamos, /
por qui los pecadores tan grant merced ganamos” (118 c-d). Se relatan las
apariciones del Resucitado y se llega al día de la Ascensión (cfr. 130). Esta
parte se cierra con otra alabanza.
137. Señora benedicta, en buen punto fust’ nada,
que pariste tal cosa que es tan exaltada,
disti en hora buena a Mesia posada;
por end’, te dicen todas las gentes bienauzada.
Al regreso de la Ascensión, se destaca su presencia: “La compaña de
Christo, triste e desarrada, / fiço contigo, Madre, a la ciudad tornada” (138
a-b). Circunstancia que vuelve a indicarse en Pentecostés: “a ti estavan
todos, Señora, acostados” (154 d). Al tratar de la expansión de la Iglesia, se
comenta: “mas fue tu Fijo, Madre, piedra de fundamiento” (168 c). En el
relato del Juicio Final, no hay referencias a la Virgen. En cambio, el último
apartado le está dedicado por completo, bajo la rúbrica “Loores y
deprecaciones a María”37. Se pone en Ella la confianza de nuestra salvación,
de modo debidamente ordenado:
196. La mayor esperanza nos en Dios la tenemos,
pero en ti, Señora, grant feduza avemos,
ca tod’ nuestro esfuerzo nos en ti lo ponemos.
¡Señora, Tú nos uvia, ante que periglemos!
37. Como esquema de esta parte final: 195-199 función de María en el curso de la vida y en el
día del juicio, 200-203 algunos ejemplos de su eficacia, 204-207 laus nominis, 208-214
apologética de su virginidad, 215-225 María medianera de la Gracia, 226-233 súplica
final. Cfr. V. GARCÍA DE LA CONCHA, “Los Loores de Nuestra Señora...”, art. cit. en nota
18, p. 142. “De ahí la función muy clara de la tercera parte; glorifica a María, y, mientras
las alabanzas fluyen y mientras se recuerdan la emoción y el sentimiento que con ella se ha
vivido, pide su ayuda e implora su socorro” (J. GIMENO CASALDUERO, El misterio de la
Redención..., o. c. en nota 28, p. 244).
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Sobre la gracia, indica: “Tú fuisti reliquiario pleno de sanctidat” (199 b).
Se recuerdan ejemplos de esta verdad, como el mismo milagro de Teófilo o el
honor merecido por San Ildefonso, por lo que abundan los elogios delicados:
204. Dulce es el tu nombre, dulce toda tu cosa;
salió, cuand’ Tú naciste, de la espina rosa;
Tú abrist’ los misterios como natural cosa,
a ti recebió Christo para ser su esposa.
Son unos hermosos versos dictados por el afecto del autor, y se abordan
diferentes cuestiones, como: “fuisti de Sancto Spíritu largament’ embevida”
(208 b). Al mencionar su concepción virginal, se emplea la comparación del
cristal y la luz: “com’ lo pasa el rayo del sol sin lesïón, / Tú assí engendreste
sin nulla corrupción” (209 b-c). Reitera el móvil de su petición:
214. Ruega tu Fijo, Madre, por los tus pecadores;
fijo lo as e padre, oïrá los clamores;
madre te á e fija, querrá fer tus favores.
¡Defiéndenos, Señora, de los malos sudores!
Se sirve de la invocación filial: “Varones e mugieres por Madre te
catamos; / Tú nos guía, Señora, com’ tus fijos seamos” (218 a-b). Se recuerda
su lugar preeminente en el cielo: “Reïna coronada de tan noble corona, / te
femos abogada, lo nuestro Tú razona” (220 c-d). Esta situación es por
voluntad divina: “de cuánt grandes donaires te quiso Dios vestir” (224 b);
y su capacidad es universal: “de essa tu misericordia des sobre la
christiandat” (226 c). De la petición final copiamos la siguiente estrofa:
227. Acorri a los vivos, ruega por los passados,
conforta los enfermos, converti los errados,
conseja los mezquinos, visita los cuitados,
conserva los pacíficos, reforma los irados.
El autor, desde su condición de pecador, llega a términos muy personales
al rogarle: “Por mí, que sobre todos pequé, merced te pido; / torna sobre mí,
Madre, non m’ eches en olvido” (231 a-b). Y con estos versos acaba Berceo:
232. Aún merced te pido: por el tu trobador,
qui est’ romance fizo, fue tu entendedor,
seas contra tu Fijo por elli rogador,
recábdali limosna en casa del Criador.
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LA POESÍA MARIANA DE GONZALO DE BERCEO
5. Duelo de la Virgen
Este poema tiene una gran relación temática con Loores, y si ya la obra
precedente tenía un elevado componente afectivo, ahora todavía más38.
Se plantea como una petición de San Bernardo39 a la Virgen para que le
cuente cómo vivió la Pasión de su Hijo. Sobre este propósito, dice Berceo:
1. En el nomne precioso de la Santa Reïna,
de qui nasció al mundo salud e melecina,
si Ella me guiasse por la gracia divina,
querría del su duelo componer una rima.
Las palabras del monje San Bernardo son: “fazié a la Gloriosa aquesta
petición: / que Ella enviasse la su consolación” (4 c-d). La respuesta es:
10. Fraire, dixo la dueña, non dubdes en la cosa:
yo só doña María de Josep la esposa;
el tu ruego me trae apriessa e cueitosa;
quiero que compongamos yo e tú una prosa.
En concreto, el santo francés le pide: “cuando Christo fue preso, si tú con
Elli eras, / tú cómo lo catavas, o con cuáles ojeras” (12 b-c). No le resulta
fácil atender a esta demanda, pues no ha olvidado su padecer: “la pena de
María nunca serié asmada” (14 d), y le resulta penoso volver sobre su dolor.
No obstante, accede al ruego de su servidor y comienza a narrar esos
episodios desde la Última Cena y la prisión de su Hijo. Al seguir a los
38. “El vocabulario contribuye también a crear un clima emocional, sobre todo si se aúna a la
emotividad del tema. Es lo que sucede en el Duelo de la Virgen, el poema más afectivo de
Berceo, en que la Madre cuenta, paso a paso, escena por escena, la pasión y muerte del Hijo.
En este poema hay palabras como lágrimas, duelo, planto, cuita, temblor, dolor, amargura,
gemido, plorar, lazrar, penar, plañir, sufrir, que se repiten una y otra vez, contribuyendo a
crear una atmósfera de pasión que lo envuelve todo” (J. ARTILES, Los recursos literarios de
Berceo, o. c. en nota 22, pp. 208-209). “Si, por fidelidad al planteamiento de perspectiva
general de la Historia de la salvación, Berceo no se detiene en los Loores a contemplar en
detalle la base del título y del ejercicio de la corredención mariana, a ello consagra El duelo
que fizo...” (V. GARCÍA DE LA CONCHA, “La mariología en Gonzalo de Berceo”, art. cit. en
nota 8, pp. 71-72).
39. Esta elección permite suponer que conocía bien su obra mariana. Sobre influencia de San
Bernardo, cfr. J. GIMENO CASALDUERO, El misterio de la Redención..., o. c. en nota 28, pp. 208
y ss.
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captores, puede observar el maltrato que le dan, y Madre e Hijo pueden
verse mutuamente: “Yo catava a Elli por que tanto lazdrava, / Él catava a
mí, que tanto me quexava” (29 a-b). En el camino del Calvario, también
acompaña a Jesús y al pie de la cruz está con las santas mujeres y San Juan.
37. Vïo al su discípulo que Él mucho amava,
fijo de Zebedeo, vïo cómo ploraba;
diom’ a elli por fijo, ca mucho li costava,
a mí a él por madre, travonos con tal trava.
La situación en que se encuentra le une cada vez más a su Hijo: “lazdrava
el Maestro e plorava María, / ambos uno por otro, avién amargo día” (41 cd). Allí recoge la sangre derramada por el Señor: “Corrié d’Elli la sangre a
grandes zampunuelos, / recibiela la madre en muy blancos lenzuelos” (53 ab), y se exploran sus sentimientos maternos porque: “ca nunca parió madre
fijo de tal natura” (60 d).
En su dolor, la Virgen no entiende fácilmente la situación, porque Jesús
sólo hizo bien a todos: “demás mal nunca fizo nin mal non meresció; /
siempre derecho fizo, derecho cobdició” (61 b-c). Se duele por su abandono
e interpela a Jesús en la cruz: “¿por qué es la tu madre de ti desemparada?”
(74 b) y le pide que se la lleve con Él. Insiste con fuerza en su demanda:
“Fijo, ruego de madre no’1 deve rehusar” (75 d), y “Fijo, siempre oviemos
yo e tú una vida, / yo a ti quissi mucho, e fui de ti creída” (78 a-b). La
respuesta de Nuestro Señor es:
82. Madre, bien te lo dixi, mas aslo oblidado:
tuélletelo el duelo, que es grant e pesado,
porque fuï del Padre del Cielo envïado,
por recibir martirio, seer crucifigado.
A esta firme manifestación, sigue un relato de toda la historia de la
salvación en sus puntos principales, con la entrada del pecado y la
condenación de la humanidad, hasta el momento de la Anunciación:
“Madre, la poridad tú la sopist’ primero, / Gabrïel te la dixo essi buen
messagero” (88 a-b). Un punto central y bien preparado por todo lo
anterior, viene con su participación en la redención, que se plantea al decir
Jesús: “fuera por esti vaso que debemos beber, / yo e tú, Madre mía, nol
podemos verter” (91 c-d), por lo que parece asociarla a sus padecimientos.
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LA POESÍA MARIANA DE GONZALO DE BERCEO
93. Madre, será aína el vaso agotado,
lo que mandó el Padre aína recabdado;
los vivos e los muertos, todos nos abrán grado,
será el tu grand planto en grand gozo tornado.
Estas expresiones parecen más que suficientes para entender la
participación de la Virgen en la Redención de su Hijo. Después, con las
palabras de Jesús queda bastante reconfortada (cfr. 99), ya que piensa en los
que su Hijo va a salvar con su Pasión. Además le anuncia su resurrección:
“seré vivo contigo, verás grant alegria; / visitaré primero a ti, Virgo María”
(107 c-d). Poco después muere el Señor y María desfallece. Los ángeles se
presentan junto a ellos: “Doliense de don Christo, doliense de María” (114
b). La Virgen entona un nuevo lamento ante el cuerpo exánime de su Hijo:
121. Recudí yo mesquina bien grant ora trocida,
clamando: Fijo, fijo, mi salud e mi vida,
mi lumne, mi consejo, mi bien e mi guarida,
cuando non me fablades, agora só perdida.
Al hablar de la muerte del Señor, se distinguen las dos naturalezas. La
divina es inmortal: “En la natura santa que del Padre avedes, / vos siempre
sodes vivo, ca morir non podedes” (124 a-b). En cambio, en la naturaleza
humana que tomó de su Madre sí que puede morir, aunque el parto fue
singular: “Fijo, cuando naciestes nunca sentí dolores” (126 a). José de
Arimatea pide a Pilatos el cuerpo, mientras “yo lazdrava mesquina, de
plorar non cesava; / reptava al mi Fijo porque non me fablava” (136 b-c).
Prosigue María en su llanto, mientras desclavan el cuerpo del Señor y lo
llevan a la sepultura. La Virgen se recoge en la casa de Juan, pero esa noche
no puede dormir:
161. El viernes en la noche, fasta la madrugada,
sofrí grant amargura, noche negra, pesada,
clamando: Fijo, fijo, ¿dó es vuestra posada?
nunca cuidé veer la luz del alvorada.
Pasa el sábado y, al fin, el domingo: “resuscitó don Christo, e la Virgo
María / toda la amargura tornó en alegría” (196 c-d). No obstante los
intentos de sus enemigos, nada ha podido impedir que la Salvación se
realice. Con esta enorme alegría, se ha llegado al final del poema, el autor
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dirige unas alabanzas a la Virgen, como: “Reïna de la Gloria, Madre de
pïedat, / Señora de los Ángeles, Puerta de salvedat” (205 a-b), y otros versos
similares. Finalmente, pide que le guíe aludiendo a su condición de
sacerdote:
208. Madre a ti comiendo mi vida, mis andadas,
mi alma e mi cuerpo, las órdenes tomadas,
mis piedes e mis manos, pero que consagradas,
mis ojos, que non vean cosas desordenadas.
Le implora que no desoiga su petición, vuelve a citar como ejemplo el
caso de Teófilo (cfr. 210), y termina de un modo algo abrupto, porque quizá
quedó sin acabar.
6. Conclusión
Al terminar nuestro recorrido por los versos berceanos dedicados a la
Virgen María, podemos confirmar la importancia de su papel sin temor
alguno a exagerar, sobre todo en las tres obras específicamente marianas,
pero sin que puedan ignorarse las demás. El balance de lo aportado en las
páginas anteriores, que son una síntesis, resulta a nuestro juicio
impresionante.
Gonzalo de Berceo es indiscutiblemente un gran escritor mariano, tanto
por la abundante presencia de la Virgen en sus textos, como por cómo le
expresa su amor sin el menor reparo y por sus oraciones colocándose bajo su
guía y protección. Y todo ello lo hace para que sean muchos quienes la
amen y obtengan por este camino su salvación.
En cuanto a mariólogo, no responde a lo que se entiende hoy por tal al
carecer de un sistema y una terminología, algo que nunca pretendió con sus
poemas. Por otra parte, sí puede decirse que hay una doctrina implícita en
los versos, y a menudo de un modo muy preciso, que podemos detallar en
la contestación a estas tres preguntas: ¿quién es María?, ¿qué puede hacer?
y ¿qué pide a los hombres?
La Virgen es presentada, ante todo, como la Madre de Jesús, de quien se
repite que es Dios y el Salvador. Así es Madre de Dios, y también Madre de
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LA POESÍA MARIANA DE GONZALO DE BERCEO
todos los hombres, que se dirigen a Ella con este entrañable nombre.
A continuación debe indicarse que señala con claridad la Virginidad de
María, antes, durante y después del parto. Por lo que se refiere a la
Inmaculada y la Ascención, cabe relacionarlas respectivamente con los
apelativos de Llena de gracia y Gloriosa en los cielos, tan abundantes en
Berceo, que habría que interpretarlos debidamente. Por último, en este
breve repaso dogmático debe aludirse a cómo la presenta asociada a la
Redención de su Hijo en la Cruz, y a las muchas veces que la llama Reina.
Al haber establecido quién es Santa María en los poemas berceanos,
ahora ya es más fácil contestar a qué puede hacer y qué pide a cambio.
Su misión es, precisamente, ser Medianera de la gracia, facilitar el camino
de la salvación, ya que puede llevar al Cielo a quien acuda a Ella, y no hay
ningún pecador, por abominables que parezcan sus faltas, al que vaya a
rechazar. En verdad, es Dios quien lo hace, pero Ella consigue todo lo que
le pide. Por tanto, el poeta espera que su público se anime a tomarla por
intercesora, como él mismo no se cansa de hacer.
Así entramos en la respuesta a la última cuestión planteada. La Virgen
espera siervos fieles que le sepan mostrar amor, algo que puede hacerse de
muy diferentes maneras, y tengan confianza en su poder intercesor.
De algún modo recuerda –y algún crítico alude a ello– al llamado amor
cortés de la época, con el vasallaje rendido a la dama por los enamorados, y
que cantaban los trovadores, como a su manera lo canta Berceo. Ahora bien,
para salvarse no basta con decir Ave María o servirse de otros gestos de
devoción mariana, sino que gracias a ello lo que se obtiene es la oportunidad
de apartarse del pecado y hacer penitencia. Es, en definitiva, el camino
seguido por muchos santos y que la tradición católica expresa con la
fórmula: ad Iesum per Mariam.
Román SOL
Subdirector de Scripta de Maria
ZARAGOZA
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