Letras Liberteñas: LOS POETAS QUE NOS DEJARON Escribe: Blasco Bazán Vera [email protected] Triste es tener que acercarse a la máquina para escribir algo sobre los poetas que nos llevan la delantera en el cumplimiento de su voto terrenal. Triste, porque dejan un vacío amical, difícil de llenar. Porque ya no veremos más sus sonrisas ni menos leeremos los dones literarios con que Dios les premió. Sus plumas se apagaron para siempre, pero sus espíritus nos rondarán con la misma vehemencia con que lo hicieron en vida. En menos de dos años, es decir, entre los años 2006 y el 2008 que acaba de irse, siete de nuestros hombres representativos de las letras liberteñas, han pasado para escribir en la mansión del Señor. Ellos que eran capaces de escribir en las nubes, de convertir a aquellas en suaves ovejas obedientes de un pastor, en darle celestial música a los rudos vientos que muchas veces azotan al alma y amenazan arrasarnos con su bronca tempestad, ellos, me refiero a Efraín Orbegoso Rodríguez que falleció el 17 de julio del 2006; a Eduardo Quiroz Sánchez , el 21 de abril del 2007; a José Watanabe Varas, cuatro días después de fallecer Eduardo Quiroz; a Flavio López Solórzano, el 4 de abril del 2008: a Guillermo Alva Ríos, el 28 de abril del 2008, a Elio Otiniano Mauricci, el el 22 de setiembre del 2008 y Carlos Manuel Guevara Bocanegra, el 2l 29 de diciembre del 2008., ya no están con nosotros. Nuestra Región ha perdido colosales valores literarios y con ella, los pueblos que los vieron nacer. Cajamarca fue la cuna de Eduardo Quiroz Sánchez, quien acogió a Trujillo para brindarle lo mejor de sus sentimientos y quedarse eternamente en él. Otuzco, pierde a Efraín Orbegoso Rodríguez, Pueblo Nuevo, a Guillermo Alva Ríos, Trujillo a Elio Otiniano Mauricci, Laredo a José Watanabe y Huamachuco a Flavio López Solórzano y Carlos Manuel Guevara Bocanegra. Los verbos y gerundios, la prosapia del buen hablar, la sintáxis del castellano, el relato cristalino, extrañaran el sutil toque de Quiroz Sánchez; La Geografía y sus dimensiones como también el relato de leyendas otuzcanas, lloran la ausencia de Efraín Orbegoso; La límpida protesta y el buen gusto para decir verdades han de extrañarse de la pluma del pueblonovense Guillermo Alva Ríos; La filosofía y el buen decir expresado en el verso han dado paso al silencio eterno de Elio Otiniano; La mística, el verso dulce y reflexivo dio paso a la amargura silenciando para siempre a Watanabe Varas; El teatro, la poesía y el cuento amén de las notas taurinas, han escuchado el toque de queda y con él, apagarse la voz de su pregonero, el huamachuquino Flavio López; y, por último, los cuentos, la poesía, la leyenda, sobre todo aquella leyenda titulada: “La Leyenda de la Palmera”, bellísima expresión de claro talante y buen gusto literario del otro huamachuquino Carlos Guevara, quedan abrigadas con los vientos de nostalgia al haberse extinguido su creador. El consuelo que nos queda es de que estos hombres, estos escritores, no han vivido en vano, pues sus nombres, sus hechos y sus obras literarias ya están siendo estudiados en nuestras universidades liberteñas, así como también en todas las Instituciones Públicas Educativas de la región La Libertad por mandato de la Resolución de la Gerencia del Gobierno Regional de La Libertad que me tocó dirigir. Paz en su tumba y que Dios los tenga en su más infinita misericordia. ¡Gracias, poetas!