Juan Alberto Esquivel Reyna

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quella mujer tenía
todo listo para el día
en que falleciera. El
ataúd comprado, el espacio
en el cementerio reservado,
el vestido escogido y el peinado decidido. Hizo saber
a su párroco, punto por
punto, todo cuanto debía
irse con ella a la tumba.
Parecía haber algo de
celebración en la preparación de su muerte. La
programó con tal detalle,
como si se tratase de su
fiesta de aniversario. Sucedía que esta mujer entendía
la muerte, no como consecuencia lógica de la vida,
sino como el único camino
hacia ella.
Ya se había despedido
del sacerdote, cuando recordó una última instrucción que por poco olvida:
‘cuando muera, Padre, entiérrenme con un tenedor
en la mano derecha’.
Anticipó la pregunta al
ver en el rostro del sacerdote un gesto de extrañeza,
y sin esperar a que la formulara, le explicó que nunca le gustaron los platos de
entrada. Siempre, desde
que recordaba, quiso de
inmediato el plato fuerte.
Cuando se acercaba la
comida o la cena en alguna
fiesta o restaurante, tomaba todos los cubiertos y los
ponía en el plato de la sopa,
esperando que el mesero
los retirara y enseguida
le sirviera el plato fuerte…
sólo se quedaba con el tenedor en la mano.
“Así es que, Padre, cuando me muera, quiero que
me pongan en el ataúd un
tenedor en la mano derecha”. Después de una breve
pausa, sentenció “Y cuando pregunten por qué tengo yo un tenedor en la mano, usted les dirá: ‘porque
lo mejor está por venir”.
Con esa anécdota al cierre de su sermón, el sacerdote consoló la partida de
Alberto Esquivel en el día
de la resurrección de Jesucristo, haciendo saber a su
familia que la verdadera
vida del delantero apenas
empieza.
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“Tenía nueve años de conocerlo, desde las fuerzas básicas
y casualmente debutamos en
Primera División en la misma
temporada (Apertura 2001)”.
“Creo que lo más rescatable es
la reflexión, porque tenemos
que aprender de esta lección y
que su muerte no haya sido en
vano”.
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“La verdad estoy muy triste, destrozado, porque he aprendido
a querer a los muchachos, además, a Juan lo tuve desde el '98
con el Atlas de tercera división
y definitivamente creo que esta
situación es lo peor que nos ha
pasado”.
“Yo siempre le he dicho a los muchachos que hay que estar bien
conlafamiliayconDios,ojaláesta situación una más al grupo”.
“Había hablado con él y sé que
tenía planes de casarse, era un
joven con ilusiones personales y
es una gran pérdida para todos”.
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“Creo que con esta noticia, todos
debemosestarmásunidos,fuealgo de repente, no lo puedo creer,
cuando me dijeron pensé que era
una broma”.
“Era muy alegre, siempre se ganaba a todos, a nadie le podía
caer mal porque era demasiado
amigable”.
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Si alguien conocía a bien a Juan
AlbertoEsquivel,eraJorgeHumberto Torres. No porque fuera el
director técnico de los Coyotes,
en cuyas filas Juanito estuvo desde que el club llegó hace casi un
año a Hermosillo.
Como profesional, el “Negro”
vio crecer al delantero desde su
primera visoría en Tepic, para
enfilarse a las fuerzas básicas del
Atlas.Estuvoconélensuascenso
por Tercera y Segunda división,
en reservas y hasta hace apenas
un día, en Primera División A.
Como humano, lo vio crecer a
tres casas de la suya, en pláticas
que con frecuencia salían de los
fríos márgenes de la cancha para entrar al terreno personal, en
camaradería.
No fue el mejor jugador de la
oncena, pero era pieza clave para
mantener el ánimo del equipo y
un par de ojos adicionales para
el director técnico, que no pocas
veces se detuvo a escuchar las
observaciones del delantero.
“Siempre fue alguien importante”,subrayóelestratega,quien
muchas veces tuvo que dejar su
afecto de lado para no alinear al
delantero de 23 años a quien vio
crecer desde que era apenas un
adolescente.
“En el futbol, la velocidad era
una de sus principales virtudes.
Ni él mismo se daba cuenta de
la condición que tenía. Debería
haber sido titular, pero no aprovechó las oportunidades que se
le dieron”
“Le hizo falta constancia. Un
día jugaba muy bien y otro… Era
uña y carne de Juan de la Cruz…
Yo le decía ‘voy a tener que ir por
Juanito para que juegues bien”,
recordó el estratega, esbozando
una sonrisa de las que incluso
en sus mejores días se le ven pocas, quizá la primera desde que
recibió ayer la noticia.
Y junto al cuerpo técnico de
Coyotes y a los jugadores, que
acompañaron a la familia desde
que arribó al aeropuerto hasta el
sepelio, pasando por la PGJE para el reconocimiento, ese “gran
grupo humano”, como Torres
describe al equipo, se mantuvo
al pie del cañón para dar el último adiós a su compañero.
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“Estas cosas duelen mucho, en
este deporte se hacen buenas
amistades y creo que necesitamos estar unidos”.
“Es una pérdida irreparable,
esto no se compara con nada,
ahora tenemos que buscarle el
lado positivo, aunque sea difícil
y tratar de no cometer errores,
por ahora vamos a estar con su
familia para que sepan que no
están solos”.
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“Aunque ande en valle
de sombra de muerte,
No temeré mal alguno
porque tú estarás conmigo”.
Salmo 23;4
Jugadores, cuerpo técnico
y directiva del club de futbol
Coyotes de Sonora
se une a la pena que aflige a la familia
Esquivel Reyna
por el sensible fallecimiento
de nuestro amigo y compañero
Juan Alberto
Esquivel Reyna
Acaecido en esta ciudad, el
día 16 de abril de 2006.
Descanse en paz
Lic. Raymundo
Fernández
Pendones
Presidente del club
17 de abril de 2006, Hermosillo, Son.
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