2º CONCURSO DE RELATOS FEMENINOS HISTORIAS DE MUJERES: “CUANDO DEJAMOS DE GRITAR EN SILENCIO” Un grito de Auxilio Primer lugar Autora: Puntito Era verano, tenía 10 años de edad y mi mami me había ido a buscar al colegio que en ese entonces se llamaba D-778… por calle larga. Acostumbra llegar de clases cambiarme de ropa y jugar, porque mi almuerzo me lo daban en el colegio así que las tardes eran de juegos, tareas y visita a la Tía Milita. La tía vivía a tres casas de la mía, tejió toda mi ropita que use desde que nací y cada tarde iba a darle el besito del día. Siempre la encontraba tejiendo en el umbral de la puerta y cuando me veía… me decía ¡aquí viene el beso de mi puntito!, porque así me llamó hasta el día que partió. Junto a ella, se sentaba un hombre grande, rudo, con olor a alcohol y tabaco y con el intento de tocarme cada vez que podía, mas ella nunca lo permitió. Una tarde la Sra. Elsa (una vecina) llegó llorando a buscar a mi mami… le dijo ¡Sra. Ana la Milita está mal!, ¡me grita desde la pandereta y no sé qué hacer porque tiene la puerta de la calle con una cadena! Yo con el afán de saber que pasaba salí detrás de mi mami para ver qué sucedía. Ambas pusieron una escalera afirmada en la pandereta y mamá me dijo: Hija...sube y ve lo que pasa, pero solo mira. Cuando asomé mi cabeza, sentí un escalofrío muy grande y sin impulso alguno comencé a llorar. Mi mente de niña no podía entender lo que estaba pasando. Mi mamá me gritaba ¡hija… baja… qué pasa… dime! Estaba tras un ventanal, su rostro negro e hinchado. Los ojos casi ni se veían, sus manos amarradas y su grito de auxilio apenas se sentía a través del vidrio. Sin pensar y sin obedecer a la voz de mi mamá, recuerdo que salté la pandereta y corrí donde mi Milita, y me quedé ahí, recuerdo que lloraba con ella, creo que en ese momento aprendí lo que es la impotencia y también sentí el deseo de ser grande y fuerte para defender a mi querida Milita. No paso mucho cuando llegaron los carabineros, una ambulancia y mucha gente. Rompieron las cadenas y entraron todos y mi mamá con ellos. Me abrazo fuerte y me prometió que la Milita iba a estar bien. Se la llevaron al hospital y después supe que a él se lo habían llevado los carabineros. Ese día sentí que los años de maltrato en silencio habían terminado y también que mi ayuda había servido para que eso sucediera. Nunca he olvidado ese rostro todo desfigurado. Con los años creo que ella y yo lo pudimos superar pero nunca olvidar, ni menos aún dejar que pasara de nuevo pues ella aprendió a defenderse y yo aprendí que algo así debe ser contado. Él murió al año después, creo que fue justicia divina, y ella comenzó a disfrutar la vida. Compartimos juntas hasta mis 38 años de edad y nunca dejamos nuestro besito del día, hasta que cerró sus ojos para siempre. Cuando la vi a través de ese ventanal y sentí sus gritos de auxilio, con los años comprendí que ese día mi Milita dejaría de gritar en silencio. Red Intersectorial por la No Más Violencia en contra de las Mujeres