Las tres B que persiguió Kurt Cobain Por Byron Salas Víquez para Literofilia La figura más inclasificable de los beatniks; controvertido y transgresor siempre; William Burroughs (1914-1997) tuvo una influencia inusual en la música que se gestaría en las décadas posteriores a sus escritos. Poco quería el novelista norteamericano a los seres humanos. Incrédulo para el humanismo radical y para el amor que “es mayormente un fraude, una mescolanza de sexo y sentimentalismo que ha sido sistemáticamente vulgarizada y degradada por el virus del poder”, según sus palabras. Amante de los gatos, de donde provino su gracia. Divagando siempre en la línea de aquello que podría ser onírico o propio de la vigilia. Turbado muy a menudo por ese mundo espeso en el cual se desarrolló, casi ilícitamente, en medio de drogas, armas y violencia, que tanto enriquecieron sus textos. Siempre tuvo la batuta que dirigió la vanguardia literaria de su generación (a propósito de esto último, sobre Burroughs dijo Antony Burgess: “Si algún escritor hay que puede reanimar una forma agotada y mostrarnos lo que todavía es posible hacer con una lengua que Joyce pareció exprimir hasta dejarla seca, ése es William Burroughs”). Ergo, de ahí su influencia en otros campos, como la música; leído por figuras como Bob Dylan, John Lennon, Frank Zappa, Lou Reed, Tom Waits, William Gibson, Bruce Sterling, Joaquín Sabina o el Indio Solari. Ícono de la contracultura, cada uno de sus textos resultaba insólito y agresivo: Junkie (1953), un cuasi manual de la drogadicción; “Naked lunch” (1959), su novela más aclamada, y cuyo título debe a Jack Kerouac (otra de las grandes figuras de la generación Beat, quien en compañía de Allen Ginsberg rastrearon a Burroughs hasta Tánger, Marruecos, donde se había refugiado después de haber sido acusado del homicidio involuntario de su esposa Joan: allí encontraron los escritos que posteriormente darían origen a “El almuerzo desnudo”), ese descenso a los abismos de las sustancias ilícitas, esa crítica a los sistemas de ideas dogmáticas, a la sociedad de aquel entonces; o bien, “Queer” (escrita originalmente entre 1951-53, pero publicada hasta 1985), que es un examen descarnado de su homosexualidad a través del personaje Lee, inmerso siempre en ese mundo de drogadicción y sexo. Esa influencia insólita de Burroughs llegó a uno de los músicos más exitosos de la década de los noventa: Kurt Cobain (1967-1994), el vocalista de la banda Nirvana. Influencia que se movió desde lo sumamente personal (como las complejas convicciones ideológicas de Cobain en las que el escritor no fue del todo inocente), hasta la manera en que el intérprete escribió las letras de sus canciones. Cobain comenzó su afición, o bien podría llamársele su idolatría por Burroughs, cuando pasaba horas en la biblioteca de Aberdeen, Washington leyendo sus novelas. En cierta ocasión (1992), dijo a la periodista de la revista RIP, Katherine Turman, que le gustaba todo aquello que comenzase con “B”, que su favorito era Burroughs, y también gustaba de Bukowski y Beckett. En uno de sus diarios, Cobain menciona a Bukowski, diciendo que en cierta ocasión: “lo primero que hice fue quemar todos mis libros de Charles Bukowski. Saqué el papel de aluminio y lo extendí en el suelo. Rompí en mil pedazos las entrañas inmundas de la literatura–plancton y encendí una cerilla. Apagué las luces y observé las llamas…”, este fragmento forma parte de un ensayo que el músico intituló: El crítico se hace Dios, y prosigue con una serie de críticas y burlas hacia las bandas que formaron parte del universo musical de la década de los ochenta, aunadas a otras opiniones donde arremete en contra de los críticos del rock. Sin embargo, y de esto no cabe ninguna duda, el escritor que más influencia tuvo sobre Kurt Cobain fue siempre William Burroughs. Las ideas antimaterialistas y anticonsumistas del músico bien pudieron provenir de las ideas que el novelista gestó en contra de los sistemas dominantes del poder; por ejemplo, en 1964, con motivo de la prohibición de sus libros, dijo Burrouhgs: “El virus del poder se manifiesta a sí mismo de muchas maneras. En la construcción de armas nucleares, en prácticamente todos los sistemas existentes que procuran anular la libertad interior, es decir, controlarla. Se manifiesta en la extrema sordidez de la vida diaria en los países occidentales. Se manifiesta en la fealdad y la vulgaridad que vemos en las personas y se manifiesta, por supuesto, en las enfermedades causadas por el virus. Por otra parte, los que resisten están en todas partes, pertenecen a todas las razas y naciones. El que resiste puede ser definido simplemente como un individuo que tiene conciencia del enemigo, de sus métodos operativos, y que está empeñado activamente en combatir a ese enemigo.” El pensamiento más o menos anarquista de Cobain tampoco resulta ser un secreto; en las ideas previas para Smells like teen spirit, escribió: “…saldremos caminando por un centro comercial, lanzando miles de dólares al aire mientras los asiduos de los centros comerciales se pelean como buitres para recoger todos los que les caben en las manos. Luego entramos en una joyería y la destrozamos con una violencia punk rock fruto de un sentimiento antimaterialista. Después acudimos a una asamblea de instituto y las animadoras llevan la “A” de anarquía en las camisetas…”. En conjunto, toda esa compleja maraña ideológica del revolucionario del rock, género musical en peligro para aquellas fechas, se expone en los diarios que escribió en el periodo comprendido entre 1988 y 1994 – no existen fechas concretas en estos textos –, en forma de poemas, ensayos, cartas y pensamientos. (La edición en castellano de estos escritos, la publicó Random House Mondadori en 2003). William Burroughs y (Nueva York, 1979) Mick Jagger Bien, ahora volviendo al tema que nos interesó para redactar esta nota, cabe decir que para finales de la década de los ochenta, William Burroughs se había convertido en una especie de ícono pop relacionado con el desenfreno y lo dionisíaco, aclamado por varios artistas, tal y como lo atestiguan fotos con Madonna, Mick Jagger o Sting para citar algunos. Y sería en 1992, cuando el novelista norteamericano hiciera su primera colaboración con el vocalista de Nirvana, al aceptar que éste adaptara la música para el cuento suyo titulado “The priest they called him”, el cual refiere la historia de un hombre adicto a las drogas, que sale a buscarlas en víspera de navidad. La pieza musical comienza con una versión distorsionada de Noche de paz, para luego dar paso a la voz de Burroughs en background. Cobain y Burroughs no se conocieron personalmente en la grabación de su primera colaboración, sino al año siguiente, cuando Kurt lo visitó en su casa. Antes de hacerle esta visita Cobain le dirigió una carta al escritor, de la cual se coloca un extracto a continuación: Mr. William Burroughs WILLIAM BURROUGHS COMUNICATIONS Estimado William: Es un poco raro escribir a alguien que nunca he conocido, pero con quien ya hemos grabado un disco. Realmente disfruté al hacer el disco – es un gran honor estar en la foto junto a usted en la contraportada. Ahora le escribo sobre la posibilidad de que aparezca junto a mi banda (Nirvana) en el primer video de nuestro nuevo álbum, “In Utero”. Aunque sé que Michael Meisel, de Gold Mountain Entertainment (mi sociedad de gestión), ha estado hablando con James Grauerholz, quería decirle personalmente que me gustaría que apareciese en el vídeo. Lo más importante, quiero que sepa que esta petición no se basa en el deseo de aprovecharnos de usted, de ninguna manera. Sé que las historias de la prensa con respecto a mi consumo de drogas pueden hacerle pensar que esta petición tiene que ver con un deseo de nuestras vidas paralelas. Le aseguro que ese no es el caso. Como fan e investigador de su trabajo, mantengo la esperanza de trabajar directamente con usted. En la medida en que sea posible, se evitará cualquier uso directo de su imagen (evitando así el vínculo antes mencionado para la prensa). […] Dicho esto, quisiera reiterar lo mucho que me gustaría que esto sucediera. Aunque estoy tranquilo dejando a Michael y James debatiendo este tema, estoy dispuesto a discutir esto con usted a su conveniencia. Muchas gracias por su consideración. Saludos cordiales, Kurt Cobain Cobain ya había incluso hecho anotaciones sobre el video, del tema Heart shaped box, en el que planeaba aparecer junto a William Burroughs; en una de ellas escribe: “William y yo estamos sentados uno frente al otro en una mesa (blanca y negra). La luz cegadora entra a raudales a través de las ventanas situadas a nuestra espalda. Estamos cogidos de la mano y nos miramos a los ojos. Me manosea por detrás y cae muerto sobre mí.” Pero su héroe literario, al final, rechazó la oferta. Otro detalle interesante, en la influencia que Burroughs ejerció sobre Cobain, es el hecho de que éste último utilizara para escribir sus canciones el mismo método que el novelista usara para componer sus complejos textos: el “cut-up”. William Burroughs y Kurt Cobain, 1993 La técnica del “cut-up”, la aprendió William Burroughs (aunque inconscientemente la hubiera utilizado ya en “El almuerzo desnudo”) alrededor de 1960 cuando se encontraba con el artista plástico Brion Gysin en el Hotel Beat de París, donde se hospedaban artistas y escritores Beat como Allen Ginsberg, Peter Orlovsky, Ian Sommerville y Gregory Corso. Esta técnica se la comentó Gysin tras haberle afirmado que “la literatura estaba cincuenta años atrasada con respecto a la pintura”, de manera que le sugirió que, usando el ejemplo de corrientes de vanguardia (como el surrealismo y el dadaísmo), pusiera en práctica las técnicas de collage en su escritura. El “cut-up” era algo así como un “corte”, que permitía introducir textos de índole diversa, totalmente inconexa, fragmentos de prosa experimental (donde predominaba el “libre fluir de la conciencia”), por ejemplo, al lado de discursos presidenciales o de crónicas periodísticas. Incluso, se afirma que Burroughs se grababa antes de escribir, luego comenzaba a reproducir la cinta y la detenía cuando iba a anotar una o varias frases. De la misma forma escribiría, décadas después, Kurt Cobain las letras de sus canciones. Él mismo dijo en sus diarios que “…son un gran montón de contradicciones. Se dividen a partes iguales entre opiniones y sentimientos sumamente sinceros y refutaciones sarcásticas y humorísticas, espero, hacia los estereotipados ideales bohemios desfasados desde hace años… En fin, a mí me gusta ser apasionado y sincero, pero también me gusta divertirme y hacerme el tonto”. También en una sesión “cut-up”, Kurt, compuso una extraña ópera punk rock, donde el personaje principal, Puto Toro, imagina cómo unos drogadictos destruyen una iglesia sin techo e infestada de velas, en la cual se encuentra la Virgen María colgando de un gancho de carnicería, envuelta en una especie de tela metálica, y portando en su túnica una “A”, que simboliza la anarquía, pintada con spray. Esta pieza no evolucionó más allá de su borrador. Después de que Kurt Cobain dejara la casa de Burroughs, tras aquella visita de 1993, éste se acercó a su secretaria y le dijo: “Ése chico tiene algún problema, frunce el ceño sin ningún motivo.” Por otro lado, en las páginas de los diarios del intérprete, la caligrafía, cuando ya se entra en los últimos escritos, se torna casi incomprensible (de acuerdo con quienes tuvieron acceso a los originales), lo que según los grafólogos denota un estado de perturbación: un estado interno sumamente conflictivo. Se habla de que un escrito del 3 de marzo de 1994, en el Hotel Excelsior de Roma, es un ejemplo de lo ya dicho. Un día después de haberlo escrito, Kurt Cobain intenta suicidarse y entra en coma. Logra recuperarse, pero no hay más escritos; finalmente, el 8 de abril de 1994, se anuncia que el músico más influyente de la última década del siglo XX, se ha dado un tiro en la cabeza, y quien fue su héroe literario no guardaría silencio, pues para él, el suicidio significó la “desmoralización de los fans” y además con él “defraudó a su familia”.