Intervención de Rogelio Mouzo nombrado ciudadano honorario

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Rogelio Mouzo Pagan recibe su titulo de Ciudadano Honorario
de La Unión de manos del Sr. Alcalde D. Francisco Bernabé
Intervención de Rogelio Mouzo Pagan, el día de su
nombramiento como Ciudadano Honorario de La Unión
Sr. Alcalde, dignas autoridades, corporación municipal, familia,
amigos, publico en general, buenas tardes.
La mayoría de los que han sido galardonados lo fueron por sus
logros profesionales, sus estudios, titulaciones, etc., con las que llevaron
por diversos lugares el amor por su pueblo, etc.
Mi actividad siempre la he realizado dentro de ámbito del
municipio como otros muchos ciudadanos, realizando acciones más o
menos altruistas, hechas fuera del ámbito profesional y sin esperar
nada a cambio. En este sentido considero, que el que mas meritos ha
hecho en estos actos de desprendimiento y generosidad con entrega de
40 años de trabajo y dándose a los demás, fue mi tío Antonio Pagan
Lorenzo (El Hombre del Chorrillo).
Hace meses que el Sr. Alcalde me comunicó en su despacho que
iba a proponerme como “Ciudadano Honorario de La Unión”;
seguidamente mostré mi asombro, haciéndole saber que era algo que
yo nunca esperaba de ninguna corporación municipal, dado que por
mis posiciones políticas anteriores siempre estuve en contra de muchas
de sus decisiones. El Sr. Bernabé dijo que él era diferente e insistió en
la propuesta. Seguidamente acepté lleno de ilusión y gratitud.
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También desde aquí mi agradecimiento a los que redactaron el
expediente, al Pleno de la Corporación Municipal que la aprobó por
unanimidad, y, sobre todo, al más de medio millar de firmas de
adhesión de personas y vecinos de toda clase y condición que la
apoyaron; esto si que me lleno de orgullo. Ante vosotros y sin querer
pecar de inmodestia, asumo este galardón, diciendo para mi interior
aquello del refrán: -“Algo tendrá el agua cuando la bendicen”. Mil
gracias para todos.
Perdónenme si hago una especial mención a mis padres Rogelio
Mouzo Ayo “El Gallego”, niño huérfano que desde cuatro años tuvo
que ponerse a servir cuidando vacas para unos amos en una pequeña
aldea perdida en tierras de Coruña, el cual jamás pudo ir al colegio;
también a mi madre, Francisca Pagan Lorenzo, mas conocida por Paca
“la Zapatera”, que me trajeron a este pueblo con 18 meses de edad y
en el llevo vividos 68 años. Aquí contraje matrimonio, y en La Unión
han nacido mis cinco hijos, que me han dado ya 10 nietos.
Al reflexionar con mi vida pasada, considero que para que yo
naciera tuvieron que suceder infinidad de acontecimientos y
circunstancias.
El mas importante fue la tragedia de una cruenta guerra civil
que partió en dos mitades a España (“Roja y Nacional”), posibilitando
en 1937que un joven soldado gallego haciendo la mili en la otra mitad,
cruzara toda España luchando con el llamado Ejercito Nacional, en la
Cuarta División de Navarra, tropas primeras que entraron en la
comarca de Cartagena acuartelándose en La Unión, en donde conoció
y contrajo matrimonio con una joven portmanense,
de cuyo
matrimonio nacieron cinco hijos. De ahí que considere que he sido un
“hijo de la guerra”, pues sin ella no hubiera sido posible que mis
padres se conocieran y, por tanto, mi propia existencia.
Aunque mi padre fuera parte del ejército que ganara la guerra,
bien por su analfabetismo, su ignorancia, haberse criado tan solo o ser
tan pobre, nunca disfrutó de su condición de “excombatiente
vencedor”, y pasó la misma o igual miseria y hambre que los que la
perdieron. Conocida es la frase: -“la guerra la ganan los ricos y la
pierden los pobres”.
Pasada una corta estancia en Galicia y tras yo venir al mundo en
el pueblo de Camariñas en una humilde cuadra, donde según contara
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mi madre, como mobiliario solo había un catre y un baúl, que además
hacia de mesa, añadiendo que el día que yo nací en aquella cuadra que
por caridad les dejaron, había un palmo de agua en el suelo y las ratas
campaban a sus anchas por todas partes. En tan pobre situación
subsistimos gracias a la bondad de una rica señora del pueblo dueña de
la fabrica de Conservas Cerdeira, que compadecida de nuestra
precaria situación de desamparo y hambre mandaba a la criada cada
día con una olla de guiso.
También junto a nosotros en aquella cuadra, vivía un pequeño
cerdo, el cual fue criado y vendido primal; y con aquel dinero, en 1942
la pareja con este niño regresan a La Unión, donde mi padre, durante
15 años, trabajó de minero de interior en inhumanas condiciones.
La etapa de posguerra fue dura, y al igual que la mayoría de los
niños de mi generación teníamos que hacer como los animales: salir de
la casa y buscar la forma de subsistir casi por si solos, cogiendo leña
por los montes, higos, matas comestibles, ir a la lonja a descargar los
carros de frutas y verduras para obtener algún obsequio del agricultor,
o bien buscando trapos, alpargatas rotas y chatarra, e incluso
“catalinas” (mierdas secas) para vender en las chatarrerías. La
recompensa era poder meter algo en la barriga, y a ser posible dar a
nuestra madre algunos céntimos, mejor una peseta, con la que poder
poner algo en el puchero. Los niños por entonces visitábamos las
minas con frecuencia, a fin de llevar a nuestros padres la única comida
caliente que se hacia al medio día.
Posiblemente mi destino, al igual que pasó con otros muchos
niños de mi tiempo, hubiera sido la mina; pero tuve la suerte de que mi
padre, con escasos conocimientos de arreglo de calzado, simultaneaba
el oficio de zapatero con el de minero, haciendo yo también trabajos
de zapatero desde edad de 7 años. Con el tiempo esa profesión de mi
padre y la venta ambulante de calzado, acabaron posibilitando que él
pudiera salirse de la mina, y sus dos hijos varones no la pisáramos.
Siempre me crié enclenque y flacucho, y durante mi infancia
tome mucho hígado de bacalao e inyecciones de calcio y vitaminas (era
lo que entonces mandaban os médicos), pero mi estado físico era tan
calamitoso, que los niños, que siempre aunque sea de forma cruel dicen
la verdad, me llamaban en plan burlón: “El Cara muerto”.
Mi escuela fue poca; aunque puedo presumir de que durante un
corto tiempo asistí como alumno al Asilo de Huérfanas de Mineros de
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La Unión, recibiendo lección de la Hermana Felisa y otras; pero, el
poco dinero que se pagaba por aquella escolaridad, era algo fuera de
las posibilidades de mi familia, y me sacaron de allí; después asistí a las
Escuelas Graduadas con los entrañables profesores: Don Pelayo, Don
José Barbera, Don Andrés Martines y Don Asensio Sáez, saliendo de
allí sabiendo leer y escribir y las cuatro reglas y poco mas. Mi madre
siempre se lamentaba de no haber podido darme estudios, porque
según ella, yo era muy listo. ¡Cosas de las madres¡ Posteriormente, con
16 años de edad tome lecciones de acordeón. etc.
Emulando a un plató de TV y los programas rosa, ante todos
ustedes diré que llevo 48 años feliz mente casado, pues contraje
matrimonio a los 21 años de edad con una guapa cartagenera, a la que
sigo viendo tan bonita como antaño ¡Gracias por todo Carmen!
Había cumplido yo 26 años y ella 21, cuando ya éramos padres
de una familia numerosa de cinco hijos. Según las gentes, aquello de los
muchos hijos en las familias, sucedía por la ausencia de televisión…
Hasta la edad de 25 años trabajé como zapatero remendón en el
pueblo; pero otro imprevisto en mi camino (destino, el azar, que se yo,)
hizo que conociera al cura D. Andrés Valero, perteneciente al llamado
grupo de curas obreros y párroco de El Garbanzal, que con su ejemplo
de vida cristina creó en esta parroquia una comunidad viva,
participante y militante. Recuerdo del primer día que fui a Misa a
llevar un donativo por el bautizo de mi hija mayor Paquita, y durante
el sermón D. Andrés estuvo contando el drama vivido días antes, donde
él bajó al fondo de la mina colgado en el pozo como un minero mas,
para dar la extremaunción a un obrero muerto. La descripción era
desgarrante y la Iglesia era un mar de llanto. ¡Un espectáculo
indescriptible!
Pronto me integré en los grupos de la Hermandad Obrera de
Acción Católica HOAC, aceptando compromisos de actuación y
solidaridad a favor de los pobres y oprimidos: Allí escuché por
primera vez la denominación “proletarios y burgueses”. Los jóvenes
de entonces no sabíamos nada de política ni nada de lo pasado, pues ni
padres ni abuelos ni nadie hablaban de esas cosas debido al miedo por
la represión vivida tras la guerra.
Así, un pequeño grupo de obreros miembros de la parroquia del
Garbanzal participamos apoyando algunas luchas obreras, como la
Huelga de mineros en mina Brunita; o el cierre de la empresa Monte
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Soria (antes MINESCASA), en la que toda la plantilla de mineros fue
abandonada a su suerte y despedida, incluidos un gran numero de
silicóticos, etc., en la que se realizaron una gran resistencia
encerrándose en las instalaciones de la mina, despertando bastante
solidaridad con apoyos de otras empresas, y recogida de dinero en
múltiples colectas. En estas acciones tuve la suerte de tener como
compañeros a Abrahán Caballero, a Juan “El Menuo de Roche” y
otros mas, todos mineros muy valientes y solidarios, de los que de su
ejemplo mucho aprendí.
Afín de dar testimonio personal de que se puede ser obrero
asalariado, y dentro de las empresas defender tus derechos ante los
patronos, dejé de ser zapatero y me hice trabajador por cuenta ajena;
después buscando mayor eficacia en la consecución de las libertades
democráticas, lo hice militando en partidos políticos de carácter
marxista. Todo esta actividad me hizo ir a prisión en 1971, en una
situación de total desamparo, pues se había decretado el estado de
excepción en España, por la anulación de algunos artículos del Fuero
de los Españoles, y en consecuencia podías ser detenido durante seis
meses sin cargos, etc.; tras haber permanecido durante 10 días en los
calabozos de comisaría sometido a continuos interrogatorios, y mi
posterior traslado al la cárcel de San Antón a disposición del Tribunal
de Orden Publico acusado del ¡enorme delito de asociación ilícita y
propaganda ilegal!, 40 días después salí libre y sin cargos. ¡Suerte que
tuve!.
En las filas de aquel partido, podemos decir de carácter
extremista revolucionario, que consideraba la solución a España ser
convertida en una Republica Democrática Popular. Participé en las
primeras elecciones al Congreso de los Diputados y en otras
posteriores, incluso como numero uno de la lista por Murcia; pero los
votos en las urnas no dieron para conseguir ningún escaño, y aquella
formación política desapareció en toda España.
Ni que decir tiene que esta forma mía de pensar y ser, causó
grandes tras torno y precariedad, especialmente a mi joven esposa y
mis hijos. Todo este cúmulo de circunstancias me forjó y me dieron
más amplitud de miras.
Ya sin compromisos políticos, es cuando otro azar del destino me
da a conocer algo de la historia local. Siempre he sido muy apasionado
en todo lo que hago, y en esta ocasión no iba a ser menos.
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Era la mitad de la década de 1980, las minas ya daban signo de
decaimiento total; muchas empresas habían cerrado y todo empezaba
a desaparecer. Desde entonces he dedicado muchas horas y no pocos
medios materiales, en rescatar y salvar lo que se pudiera del desastre
que se avecinaba, afín de que las futuras generaciones pudieran
contemplar, o al menor conocer, algo de esta mas que milenaria Sierra
Minera y sus gentes.
La búsqueda de documentos y objetos mineros, mi contacto con
los mineros, entre todos ellos eterna gratitud a Luís Belchi, amante de
su pasado minero como nadie, con el que durante muchos años
recorrimos la sierra, sus pozos y sus rincones, el cual me explicó al
dedillo todos los secretos de
tan dura y arriesgada profesión; así
como a los varios cientos de personas mayores que, en modesta
entrevista escrita, me confiaron sus conocimientos profesionales y otras
vivencias a modo de semblanzas, que constituyen un testimonio vivo
del pasado histórico reciente: Posiblemente sea esto lo mas importante
de mi aportación a las futuras generaciones cuando se lean.
Desde aquí y a modo de agradecimiento público de todos ellos (la
mayoría ya fallecidos), quiero dar un saludo solidario al último de mis
entrevistado presente en esta sala: el Sr. Antonio Navarro, hombre
sencillo, trabajador y generoso, con muchas vivencias a sus espaldas y
dotado de una gran memoria, a pesar de sus 86 años, Gracias Antonio.
Finalmente, además de felicitar al resto de compañeros
galardonados, quiero expresar mi alegría porque este titulo se me
haya otorgado durante los actos de la celebración del 150 aniversario
de La Unión como municipio.
Este hecho debe ser para todos los unionenses motivo de gran
orgullo, pues aunque a principios del S. XIX algunos núcleos urbanos
tales como: El Algar, Alumbres, La Palma y otros también se
segregaron de Cartagena creando municipio propio, todos ellos
acabaron sucumbiendo al poco tiempo por falta de recursos, siendo
solamente El de La Unión el que se ha mantenido erguido contra
viento y marea.
En estos momentos viene a mi memoria una persona sencilla,
culta, generosa y convencidamente unionense, como fue D. Juan
Sánchez Perelló, 1º cronista oficial de La Unión, con el que durante
años mantuve muchas conversaciones, y del que mucho aprendí, el
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cual hacia gran hincapié en la importancia de trabajar por y para La
Unión, impidiendo que dejara de ser municipio propio.
¡Con que alegría disfrutaría de estos momentos si viviera!, en los
que se aventuran nuevos rumbos que afianzaran la pervivencia de este
pueblo, el cual desde hace 68 años también es mi pueblo.
Vecinos, familia, amigos, después de abrí mi corazón ante
vosotros y conocerme mejor, si estáis arrepentidos de haberme
concedido el titulo de ciudadano honorario, os digo aquello de: “Rita
Rita, lo que se da no se quita”, Lo trinco, me lo quedo…
Vecinos, amigos a todos, mil gracias ¡Viva La Unión!
La Unión 8 de noviembre de 2010
Autor: Rogelio Mouzo Pagan
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