EL ENVÍO DE LOS DISCÍPULOS

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TEMA
3
El envío de los
discípulos
Pbro. Toribio Tapia Bahena
“Vayan y hagan discípulos a todos los pueblos y bautícelos para consagrarlos al Padre, al
Hijo y al Espíritu Santo, enseñándoles a poner por obra todo lo que les he mandado”
(Mt 28, 19-20).
53
1. La misión de los discípulos
1. Enviados como Jesús
Jesucristo, el Enviado por excelencia, envía a sus discípulos. Así lo expresa el evangelio de
Juan: “Como el Padre me envió, también yo los envío” (20, 21). El envío de los discípulos incluye
la semejanza con el Hijo que ha sido enviado por el Padre. No se trata de una comparación sino
de una continuidad inseparable. Es
decir, el Hijo extiende a los discípulos
su propia misión, la que recibió del
Padre1. Esta continuidad significa en
el evangelio de Juan que los discípulos
deben realizar la misión del Hijo que
el cuarto evangelio parece resumir así:
“Yo he venido para que tengan vida y
la tengan en abundancia” (10,10).
Los discípulos son responsables
de evidenciar en la vivencia de la
unidad que Jesús es el enviado y,
al mismo tiempo, que ellos lo son
también.
Por su parte, el evangelio de
Marcos señala que Jesús llamó a sus
discípulos para que estando con él
asumieran lo que hacía y enseñaba y,
de este modo, fueran a compartirlo
con otras personas (3,14)2. De hecho
los envía para que realicen lo que Él
había comenzado a hacer: predicar
(Mc 1, 14-15.22) y disminuir la
presencia del mal (1, 23-28.34).
El llamado al seguimiento es al
mismo tiempo una responsabilidad
para la misión (véase Mc 1,17;
1
La continuidad entre la misión del Hijo y la de los discípulos se expresa también en Jn 13,20: “En verdad, en verdad les
digo: quien acoja al que yo envíe, me acoge a mí, y quien me acoja a mí, acoge a Aquel que me ha enviado”.
2
Tengamos presente que en ninguno de los grupos religiosos de la época encontramos una exigencia de adhesión personal
como la que encontramos en Jesús. De este modo, Jesús llamó a sus discípulos para que establecieran una nueva relación con él; ésta
implicaba no sólo el aprendizaje de su doctrina sino sobre todo la imitación de su estilo de vida y la identificación con su destino. Esta
identificación con Jesús es, además, la condición para que los discípulos puedan ser enviados a anunciar y a vivenciar el Reinado de
Dios.
54
también Lc 5,1-11). No es posible, como hemos afirmado anteriormente, ser discípulo sin sentirse
misioneros3.
El envío aparece en dos fases claramente diferenciadas: el envío anterior a la pascua (Mt 10,142; Mc 6,6b-13; Lc 9,1-6; 10,1-164) y el que tuvo lugar después de la resurrección (Mt 28,16-20; Mc
16,15-20; Hech 1,85; Jn 20,22-23; 21,15-17). Ambos tipos de relatos reflejan, por igual, el tiempo de
Jesús así como el de las primeras comunidades cristianas.
En estos envíos (el prepascual y pospascual) Jesús encomendó a sus discípulos la tarea de difundir
con signos y palabras el mensaje que él anunciaba6.
2. El trabajo por el Reino, una tarea urgente y transformadora
Jesús utilizó términos como pescadores y jornaleros, tomados de la vida cotidiana, para designar
la misión de sus discípulos. Llama la atención que no haya usado designaciones procedentes de
oficios religiosos o civiles de la época. Más aún, los términos usados, tenían incluso connotaciones
negativas en la cultura del tiempo de Jesús. Los jornaleros, por ejemplo, pertenecían al estrato
más bajo de los campesinos; no tenían tierras y tenían que ofrecer su trabajo temporalmente a los
propietarios de los latifundios (Mt 20,1-16) Es muy significativo que estos términos (pescadores y
jornaleros) dejaran de usarse en las comunidades cristianas de la primera y segunda generación y
que el término pastor pasara a designar un oficio estable más que un ministerio itinerante (Hech
20,28; 1Pe 5,1-4).
Este ministerio itinerante estaba al servicio de la Buena Nueva del Reino de Dios; los discípulos
pasan de ser pescadores de peces a pescar personas7. Pescar, en griego zogreo, significa al pie de la
letra “atrapar”, “capturar vivo”8. Como explicaremos más adelante, la tarea de todo discípulo sería
congregar a las personas, atraerlas para hacerles el bien.
La seriedad y alcance de la misión de los discípulos se percibe también en las imágenes que
utilizó Jesús para señalar su tarea. Sobresale la imagen de la siega (Mt 9,37s; también Lc 10,2)
que con frecuencia evoca la intervención definitiva de Dios en la historia de los hombres (Mt 13,
24-70; Ap 14,15). Ahora bien, aunque con mucha seguridad en los primeros momentos se percibió
una intervención inmediata de Dios poco a poco los textos conocidos como escatológicos (por
3
Mc 7,31-37 enfatiza que si el discípulo quiere hablar adecuadamente del Maestro debe escuchar primero. “Escuchar” en
el evangelio no significa “oír lo que a uno se le antoje”; escuchar significa captar quién es realmente Jesús, descubrir lo que hace, sus
intenciones, sus actitudes con los más desprotegidos. Esta actitud de escucha no es fácil pues existe la eterna tentación en el ser humano de adaptar a Dios a sus propios gustos e intereses.
4
Véase también el recordatorio de este envío en Lc 22,35-38.
5
El evangelio de Lucas no presenta a Jesús enviando a los discípulos sino animándolos a que sean sus testigos para que
puedan salir al encuentro de las personas comenzando en Jerusalén hasta los confines de la tierra (Hech 1,8).
6
Compárese la tarea de los apóstoles (Mc 6,12-13) con la misión de Jesús (1,15. 23. 29-30. 34; 2, 1-12; 3, 1-6). Por su parte,
el evangelio de Mateo dice expresamente que uno de los encargos principales de los misioneros es enseñar a guardar lo que él les ha
mandado (28, 20).
7
El hecho de que en Lc 5,1-10 Jesús sólo le haya dicho a Simón Pedro que iba a ser pescador de hombres no significa –en
absoluto- que la tarea sólo le competa a él. Estamos, con mucha probabilidad, ante una modificación lucana que quiere enfatizar el
papel de Pedro (véase Hech 2,1441; 3,11-4,22; 9,32-12,23) pero sin monopolizar en él la misión de todo discípulo.
8
Incluso podría significar “salvar” o “preservar para la vida” (Jos 2,13).
55
ejemplo Mt 24-25) fueron teniendo más bien una connotación positiva al enfatizar la importancia
del presente. Recordemos que en la cultura mediterránea cuando algo se desplaza al final es, entre
otras cosas, para enfatizar su seriedad e importancia para la vida presente. La imagen de la cosecha
remarca pues, entre otras cosas, la urgencia de la tarea al mismo tiempo que su importancia.
La urgencia de la tarea queda manifiesta en la intensidad de la misión de Jesús. Esta es
expresada con bastante claridad en el evangelio de Lucas (12, 49-53) cuando presenta al Señor
diciendo: “He venido a arrojar un fuego sobre la tierra y ¡cuánto desearía que ya hubiera prendido!
Con un bautismo tengo que ser bautizado y ¡qué angustiado estoy hasta que se cumpla! ¿Creen que
estoy aquí para poner paz en la tierra? No, se los aseguro, sino división” (vv. 49-51).
En el Antiguo Testamento así como en la literatura intertestamentaria (es decir, la literatura
que se produjo entre el año 150 a. C. y 150 d. C.) y en algunos libros del Nuevo Testamento el fuego
posee una fuerza destructora; no así en Lucas 12, 49 que habla de él en sentido positivo. Para el
tercer evangelista el fuego que trae Jesús no es un fuego destructor o de juicio como el que aparece
en la proclamación de Juan Bautista (3,17); es más bien un fuego que alimenta la Buena Nueva
del Reino (véase 3,16)9. Por esto quizás junto con el fuego aparece la paz (en gr. eirene)10. Esta paz
no es sinónimo de tranquilidad o de simulación de unidad11. Por esto, se contrapone la paz a la
división. El término división (en gr. diamerismós) ha sido preferido por Lucas en lugar de la espada
que ha conservado el evangelio de Mateo (10,34)12. Así como la paz no se refiere a un simulacro de
tranquilidad, la división no hace referencia a la violencia. Jesús no vino a traer una falsa tranquilidad,
se hizo presente para suscitar un nuevo tipo de convicciones; y esto es urgente. El evangelio de
ninguna manera está incitando al levantamiento de unos miembros de la familia contra otros. Más
bien quiere dejar claro que, una vez que ha comenzado la etapa de la luz y del enardecimiento (cf. el
fuego que ha comenzado a arder), no es posible vivir neutralmente. La verdadera paz, la presencia
transformadora del Señor Jesús, sólo es posible en la medida en que nadie se mantiene neutral; sólo
la radicalidad de las opciones hace posible que la vida mejore13.
Desde esta perspectiva la tarea de los discípulos como la de Jesús no sólo era urgente sino además
transformadora: la proclamación de la Buena Noticia era en sí misma una invitación a introducirse
en un proceso de recapacitación personal y comunitaria para ir haciendo presente entre las personas
la vida de Dios.
9
Este sentido positivo del fuego aparece también señalado en un ágrapha, es decir un dicho de Jesús no recogido en los
evangelios canónicos citado en la época patrística que dice: “el que anda cerca de mí anda cerca del fuego; mas el que está lejos de mí,
lejos está de (mi) reino”. De manera semejante el evangelio de Tomás dice: “He echado fuego sobre el mundo y he aquí que lo miro hasta
que (el mundo) arda”.
10
Entre los evangelios Lucas es quien más lo usa. Así, por ejemplo, con el nacimiento de Jesús ha llegado la auténtica paz para
los seres humanos (2,14); el mismo Señor garantiza la paz (7,50; 8,48); más aún, los discípulos son portadores de esta paz (10,5-6).
11
El pueblo de Israel –y de esto estaban enteradas las comunidades de Lucas- había experimentado la presencia de profetas
sin inspiración y misión divinas que prometían una falsa paz (cf. Jer 28,8-9).
12
“No piensen que he venido a traer paz a la tierra. No he venido a traer paz, sino espada. Sí, he venido a enfrentar…”
13
Desde esta perspectiva el evangelio prepara una mejor comprensión de los vv. 54-59 que presentan el tema de las señales
de los tiempos.
56
La misión entusiasmaba a los discípulos14; sin embargo, sabían que no era tarea fácil. Aunque
debían reconocer que no era su obra sino la del Señor tenían que sentirse responsables.
2.. Ejercicios de Lectio Divina sobre el envío de los
discípulos
A continuación presentamos unos ejercicios de encuentro con la Palabra. Hemos querido
abarcar los textos más significativos de los evangelios sobre el envío de los discípulos por parte
de Jesús. Abordaremos “Las consecuencias y exigencias del envío” (Mt 10,1-42), “Enviados para
hacer discípulos a todas las gentes” (Mt 28,16-20), “Llamados y enviados” (Mc 6,7-13), “Vayan por
todo el mundo” (Mc 16,14-20), “Exigencias elementales para el auténtico misionero” (Lc 10,1-16) y
“Enviados para la reconciliación” (Juan 20,19-31).
1. Consecuencias y exigencias del envío
Mt 10, 1-4215
La mayoría de los primeros cristianos se dieron cuenta que colaborar en la misión de
Jesús además de exigencias tenía consecuencias; la tarea no sólo era exigente, también resultaba
arriesgada.
El evangelio de Mateo reúne en un solo capítulo el llamado (vv. 1-4), la misión (5-15), las
persecuciones (16-25), la confianza en las situaciones adversas (26-33), las exigencias y la recompensa
para los enviados (34-42).
a) Lectura
• De los vv. 1-4 pregúntate16: ¿A quiénes llamó Jesús? ¿Para qué les dio poder? (son dos
finalidades).
• Lee los vv. 5-15: ¿A dónde no deben ir?17 ¿A quiénes si deben ir? ¿Qué deben proclamar?
Enumera lo que deben realizar los enviados (v. 8) ¿Con qué característica deben hacerlo?
¿Por qué?
• ¿Qué no deben llevar? ¿Por qué?
• ¿Qué deben hacer los enviados al llegar a alguna ciudad o pueblo? ¿Qué deben hacer al
entrar a la casa? ¿Qué deben hacer en caso de no ser bien recibidos? ¿Qué ciudades serán
tratadas con menos rigor en el día del Juicio con relación a las que rechacen el mensaje de
los enviados?
14
Así parece reflejarlo Lucas cuando afirma: “Regresaron los setenta y dos, y dijeron alegres: ‘Señor, hasta los demonios
se nos someten en tu nombre’. Él les dijo: ‘Yo veía a Satanás caer del cielo como un rayo. Miren les he dado el poder de pisar sobre
serpientes y escorpiones y sobre todo poder del enemigo, y nada les podrá hacer daño; pero no se alegren de que los espíritus se les
sometan; alégrense de que sus nombres están escritos en los cielos’” (10,17-20).
15
Podría dar la impresión de que es un texto demasiado extenso para hacer una Lectio Divina; sin embargo, por el tema que
se aborda así como por la posible finalidad perseguida por el evangelista, es posible leer todo el capítulo 10 sirviéndonos de algunas
claves.
16
Las preguntas no agotan el contenido del texto; las que sugieren aquí están en orden a percibir lo más relevante de esta cita
respecto de la misión.
17
Para complementar lo que dice Mt 10,5 lee 28,19.
57
• Al leer los vv. 16-25 pregúntate especialmente lo siguiente:
• ¿Cómo son enviados los discípulos? ¿Qué les pide Jesús a sus discípulos al enviarlos como
ovejas en medio de lobos? ¿Por qué les pide que se cuiden (que no se fíen) de la gente?
¿Ante quiénes serán conducidos los enviados por causa de Jesús? ¿Para qué? ¿De qué no
deben preocuparse los enviados? ¿Por qué? ¿Quién hablará por ellos?
• ¿Por qué serán odiados los discípulos? ¿Quién se salvará?
• ¿Qué deben hacer los discípulos en caso de que los persigan en una ciudad? De acuerdo
al v. 24 ¿está el discípulo por encima del maestro? ¿Está el siervo por encima de su amo?
¿Qué es suficiente?
• De los vv. 26-33 pregúntate: ¿Por qué no deben tener miedo los discípulos? ¿Qué deben
hacer los enviados con lo que Jesús les ha dicho en la oscuridad y con lo que se les ha dicho
al oído? ¿A quiénes no deben tenerle miedo los discípulos? ¿A quiénes deben temer?
• ¿De quiénes cuida el Señor? ¿Por qué no deben temer los discípulos? (v. 31) ¿Qué relación
encuentras entre la imagen de los cabellos contados con la indicación que Jesús da a los
discípulos de que no tengan miedo?
• Observa detenidamente los vv. 32-33: El centro es declararse a favor de Jesús o negarlo
¿Qué captas en estas frases?
• De los vv. 34-36 pregúntate: ¿Qué no deben pensar los discípulos que Jesús ha traído a la
tierra? ¿Qué ha venido a traer Jesús en contraposición a la paz (léase tranquilidad)?
• De acuerdo a los vv. 37-39 ¿quién no es digno de Jesús? Son tres énfasis. ¿Quién perderá
su vida? ¿Quién la salvará?
• Por último, de los vv. 40-42 ¿A quién recibe el que acoge a los discípulos enviados? ¿Y el que
recibe a Jesús? ¿Qué tipo de recompensa recibirá quien reciba a alguien por ser profeta? ¿Y
el que reciba a un justo? Por último ¿Quién no perderá su recompensa? (v. 42).
_________________
Para comprender mejor el capítulo 10 del evangelio de Mateo debemos tomar en cuenta, en
primer lugar, que éste ha sido ubicado entre dos elementos bastante significativos. Por una parte,
el señalamiento de lo que hacía Jesús así como su compasión y la constatación de la abundancia
de la cosecha y la carestía de trabajadores (9,35-38). Por otra, el señalamiento de que, una vez que
instruyó a sus doce discípulos, Jesús “se fue a enseñar y a proclamar el mensaje en los pueblos de la
región” (11,1). De esta manera los discípulos son al mismo tiempo colaboradores y continuadores;
la realidad es exigente y apremiante: la gente está como ovejas sin pastor (9,35)18; además la cosecha
es abundante y los trabajadores escasean (v. 37). Sin embargo, los discípulos no son los dueños de la
cosecha; el dueño es Dios (v. 38); ellos son sólo trabajadores. Es cierto que son colaboradores pero
sobre todo son continuadores; en estos dos matices podría haber un sentido de responsabilidad y
fidelidad (véase 11,1).
18
El sentido de la afirmación “como ovejas sin pastor” (v. 36) equivale más que a la carencia de guías a la ausencia de verdaderos guías. Así lo manifiesta con más claridad Mc 6,34 al colocar como antecedente a Herodes como el antitipo (es decir, antitestimonio) de lo que era un buen pastor, un buen guía (véase Mc 6,14-29).
58
En segundo lugar, podríamos poner atención en la coherencia interna de todo el capítulo
10: llamado-envío-consecuencias-promesa-exigencias-recompensa. Da la impresión de que el
evangelista quiso proporcionar a sus comunidades una catequesis sobre los diversos elementos que
incluye la misión de los discípulos. Veamos algunos de los elementos más importantes19.
Una misión para un gentío cansado y abatido. Los versículos finales del capítulo 9 (35-38) dejan
claro los destinatarios –al menos inmediatos- de la misión de los discípulos. Mateo ha ubicado el
llamado y envío de los apóstoles con relación a una muchedumbre “cansada y abatida”; es ante este
gentío que se constata la falta de pastores20. Es una muchedumbre que está “cansada”; la palabra que
se utiliza aquí viene del verbo (en griego skullo) “despellejar”, “hostigar”, “perseguir sin descanso”.
No es pues un cansancio cualquiera; es como un desgano provocado. Además, son una muchedumbre
“abatida”; el término que se traduce por “abatido” (del verbo griego rupto) tiene el matiz de “arrojar”,
“tirar al suelo”. De este modo, podemos constatar que la muchedumbre de la que se compadece
Jesús está desganada, maltratada, ninguneada...
La misión del Maestro, tarea del discípulo. De acuerdo al resumen que se nos presenta en 9,35 Jesús
proclamaba la Buena Nueva del Reino curando todas las enfermedades y dolencias; eso tendrán que
hacer también los discípulos: curar toda enfermedad y dolencia (10,1) y proclamar la llegada del
Reino de Dios (v, 7). La misión del Maestro es la de los discípulos; queda claro en la lista de tareas
que les da: curar a los enfermos, resucitar muertos, purificar leprosos, expulsar demonios (v. 8). Para
esto reciben poder; sólo para eso (10,1).
19
Tomamos en cuenta los elementos que remarca Mateo; en su momento se enfatizarán otros en los envíos correspondientes
de Marcos (6,6b-13) y Lucas (9,1-6; 10,1-16).
20
Es posible que la frase “como ovejas que no tienen pastor” sea, más que una comparación, una declaración. Es decir, la gente
está cansada y abatida, en parte PORQUE no tienen buenos pastores.
59
Está prohibido enriquecerse
en y con la misión. Las obras de
los discípulos enviados (curar
enfermos, resucitar muertos,
purificar
leprosos,
expulsar
demonios) deben darse sin lucrar:
“gratis lo recibieron; denlo gratis”.
En el momento en que se empieza
a lucrar con la misión el sentido
principal no está en la comunidad
y en la fidelidad al Señor sino en
el egoísmo y carrera desmesurada
por acrecentar el beneficio
personal21. En otras palabras, la
misión no es un negocio. Además,
los enviados prácticamente deben
ir sin nada (oro, plata, cobre en
sus fajas, alforja para el camino,
una sola túnica; tampoco deben
llevar sandalias ni bastón); con la
presentación del enviado como
alguien totalmente desprovisto
hasta de lo más indispensable se
quiere señalar el convencimiento
de que el misionero debe correr la
suerte de la comunidad; el buen
enviado debe ir hombro con hombro.
Por esto, el evangelio afirma que “el
obrero merece su sustento”; es decir,
el misionero merece su alimento22.
Los Doce: llamados y enviados
para crear el nuevo pueblo. El hecho de que Jesús llame y envíe a Doce puede tener una fuerte carga
simbólica sobre la necesidad de reintegrar, restablecer y de construir un nuevo pueblo que vivencie
los valores del Reino23. Desde esta perspectiva se entiende que les dé poder para expulsar a los
espíritus inmundos y para curar toda enfermedad y dolencia (10,1; también v. 8); indispensable en
21
Cuando el misionero se siente, equivocadamente, digno de recompensa por lo que hace existe el riesgo de que sólo sirva a
quienes pueden pagarle.
22
Mateo conocía el término “salario” (en griego misthós) que sí es usado por Lucas (10,7); sin embargo prefiere utilizar la
palabra “sustento” (en griego trofé). Con mucha probabilidad en las comunidades de Mateo los misioneros tenían el peligro de exigirle
a la comunidad un pago en lugar de pedirles que se solidarizaran con ellos por medio de la alimentación.
23
Puede verse también Mt 19,28 en donde, también en un contexto de seguimiento, Jesús anuncia a los discípulos: “cuando
el Hijo del hombre se siente en su trono de gloria, se sentarán también que ustedes en doce tronos para juzgar a las doce tribus de
Israel”.
60
esta tarea también es el modo y las intenciones con las que se realice esta tarea, a saber, la gratuidad
y la solidaridad con la comunidad (vv. 8. 10). En esta perspectiva se ubica también el señalamiento de
que una tarea importantísima de los discípulos será precisamente ser portadores de paz, de unidad,
de reintegración24. En coherencia con este encargo el evangelio afirma que los discípulos de ninguna
manera deben imaginarse que Jesús ha venido a traer la tranquilidad; el discípulo misionero que
quiera realmente ser fiel a su tarea necesariamente tiene que asumir ciertos conflictos25.
Los enviados ante el rechazo y la violencia. La indicación de que los enviados van como ovejas
en medio de lobos (v. 16) deja entrever el ambiente de persecución en el que están inmersos los
discípulos. En la trama narrativa del evangelio esto no es una novedad; Jesús les había indicado en
el contexto del Sermón del Monte (5,1-7,29): “guárdense de los falsos profetas, que vienen a ustedes
con disfraces de ovejas, pero por dentro son lobos rapaces” (7,15). Ante esta situación los enviados
tienen una exigencia, una promesa y una esperanza. Tienen la exigencia de ser “prudentes como las
serpientes y sencillos como las palomas” (10,16). La paloma era para los griegos y, en general, para
las personas de la cultura mediterránea, inocencia, desamparo y pureza; la serpiente, por su parte,
es considerada astuta y sagaz. En Mateo el término prudente significa pensar, comprender y ser
competente26. La sencillez de las palomas podría estarse refiriendo a la buena intención, a la claridad
para hacer el bien27. De esta manera, ante el rechazo y la persecución los enviados deben ser bien
intencionados pero no ingenuos.
Los discípulos enviados tienen una promesa: la presencia del Espíritu Santo que hablará por los
discípulos. Dios, a través de su Espíritu, se convierte en defensor del enviado inocente28. Además,
poseen una esperanza: “el que persevere hasta el fin, ése se salvará” (10,22). Mateo utiliza en dos
ocasiones la misma frase: en 10, 22 y 24,13, la primera en el contexto de persecución, la segunda
en el de fidelidad. No se trata pues de aguantar o soportar sino de mantenerse fieles y coherentes29.
Quien se mantenga fiel y coherente alcanzará la vida eterna, es decir, la vida que no se acaba.
Los enviados no deben tener miedo. El miedo que tienen los discípulos (10,17-19) es real: iban a
ser entregados (o los estaban entregando) a los tribunales, los azotarían; también iban a comparecer
acusados ante los gobernadores y reyes, sufrirían traición hasta de los más cercanos de la familia,
serían perseguidos. Sin embargo, el Evangelio les da dos razones para que no tengan miedo: la
verdad, tarde o temprano, se conoce (v. 26) y el Padre no los abandonará (v. 31); tampoco Jesús los
dejará solos, promete que los va a respaldar (v. 32)30.
24
Detrás de esta palabra está la “paz judía” que más que ausencia de guerra se refiere a la integridad, unidad, prosperidad,
seguridad. Los discípulos son portadores de esta paz.
25
Mateo ha elegido la palabra “espada” en lugar de “división” como lo hace Lucas (12,51). Además, Mateo ha preferido el
contexto de seguimiento a diferencia del tercer evangelista que ha ubicado estas palabras de Jesús en el discurso escatológico.
26
Así lo atestiguan numerosos testimonios en los escritos griegos, en el sentido oficial y popular. Incluso, en ciertos autores
como Flavio Josefo el verbo que está detrás del adjetivo prudente significa “diseñar”, “idear”. En Mateo se confirman estos significados con el matiz de cordura y sensatez en oposición a estupidez (7,24), de habilidad ante los peligros (10,16) y de previsión (25,4).
27
Véase por ejemplo Rom 16,19; Flp 2,15.
28
Es importante insistir en que el Señor Jesús garantiza su presencia para quienes sufren persecución por su causa. Debemos
procurar no confundir persecución con el señalamiento honesto de muchas personas que están hartas de nuestras incoherencias.
29
Para Mateo la persecución identifica al discípulo con el Maestro (10,24-25).
30
Además, las dos recomendaciones de Jesús (vv. 27-28) reflejan, de acuerdo al estilo del evangelista, peligros o problemas
de la comunidad de Mateo. Y es que el miedo no reconocido o simulado puede provocar que el misionero no diga abiertamente y para
todos lo que le corresponde proclamar y que confunda la magnitud de los males.
61
Amar a Dios y a las personas con la misma intensidad. El enviado debe tener claridad en la
intensidad de su amor. Nadie, sin excepción, debe interferir en el amor hacia Dios. Pero no debemos
confundirnos; el evangelio dice “el que ama a su padre o a su madre más (literalmente sobre) que
a mí…” (v. 37; también se menciona el hijo y la hija). Si tomamos en cuenta que en Mateo 22, 39
el mandamiento mayor de la Ley es desglosado en dos y que además sólo aquí se enfatiza que “el
segundo es semejante a éste”, es decir, al primero, estaríamos con mucha probabilidad ante una
equiparación del amor a Dios y al prójimo. No se trata de confusión o identificación burda sino
del convencimiento de que la intensidad y la totalidad del amor a Dios debe corresponder con la
actitud con la que se ama al prójimo31. Esto tiene coherencia con el convencimiento que se expresa
en Mt 25,31-46: “cuanto hiciste a uno de estos hermanos míos más pequeños, a mí me lo hiciste”
(vv. 40.45). Desde esta perspectiva el enviado para ser coherente con su tarea no debe amar a nadie
sobre Dios; pero tampoco debe ponerlo sobre las personas pues, con mucha facilidad, cierto tipo de
“dios” puede convertirse en el peor pretexto para evadir el compromiso con el ser humano. Desde
esta perspectiva tomar la cruz estaría refiriéndose a la entrega de la vida al estilo del Maestro e ir
detrás de Jesús a no tener otra referencia más que al Señor (10,38).
Una promesa de salvación. La identidad entre el destino de Jesús y el de los discípulos enviados
que había sido subrayada desde el v. 24 es ahora una seguridad en sentido positivo. Recordemos que,
según el derecho judío, un mensajero representa plenamente a quien lo manda; en los evangelios
esto no representa un privilegio sino una responsabilidad (véase por ejemplo los vv. 24-25). Por otro
lado, la itinerancia de los discípulos para cumplir con el mandando misionero del Señor, necesitaba
de la solidaridad de la comunidad; la tarea y los logros conseguidos no eran sólo de los misioneros
sino también de las comunidades que los acogían. Estas promesas de recompensa debieron haber
resultado muy esperanzadoras para quienes, de alguna u otra forma, colaboraban en la difusión
de la Buena Nueva del Evangelio tanto en tiempos de Jesús como en de las primeras comunidades
cristianas.
La Buen Noticia es para todos pero es indispensable una comunidad reconstruida que se convierta
en signo evidente del Evangelio. La indicación “no tomen camino de gentiles ni entren en ciudad de
samaritanos; diríjanse más bien a las ovejas perdidas de las casa de Israel” (10,5b-6) no debemos
considerarlo una prohibición sino más bien una precisión. Así puede concluirse al notar que Mateo
ha tratado de matizar un posible mal entendido dejando claro que el Señor Jesucristo dijo a los
discípulos: “vayan, pues, y hagan discípulos a todas las gentes…” (28,19)32. Podríamos decir entonces
que la precisión de que primero vayan a las ovejas perdidas de la casa de Israel estaría en coherencia
con la carga simbólica de la elección de los Doce; un paso previo e indispensable en la misión era la
reconstitución de una comunidad suficientemente coherente para poder hacer discípulos a todas
las gentes. Esta idea estaría en consonancia con las indicaciones del sermón del Monte (5,1-7,29,
especialmente 5,20-489 así como el alcance de las acciones de Jesús narradas en los capítulos 8 y 9
que culminan con la compasión de Jesús ante la muchedumbre (9,35-38).
31
El texto de Mateo termina diciendo: “de estos dos mandamientos penden toda la Ley y los Profetas” (22,40); la fidelidad de
un discípulo misionero se mide desde el amor a Dios y al prójimo con todo el corazón, con toda el alma, con toda la mente.
32
Existe también la posibilidad de que en las comunidades de Mateo hayan existido al mismo tiempo un grupo
judeocristiano con tendencias particularistas y un grupo más abierto que era partidario de ir a todas las gentes.
62
b) Meditación
La misión de todo discípulo está en relación estrecha con la vida de la gente. Tiene sentido el
discipulado y la misión, no principalmente en la autorrealización personal, sino en la compasión
ante la muchedumbre dolida, desganada, ninguneada. Es la vida de la gente más necesitada la que
indica qué tipo de vocaciones (laicales, religiosas, sacerdotales...) se están necesitando.
Nuestra misión no es como a cada quien se le antoje o en lo que se le ocurra. El replanteamiento
de la misión de cada uno de nosotros debe tener, además del criterio anterior, la fidelidad a lo que
dijo e hizo Jesús. El discípulo no puede ejercer su misión al margen de lo que hizo el Maestro.
Más aún,
debemos identificarnos
con las intenciones del Señor: nunca
debemos considerar la misión como una
empresa o negocio personal; para esto es
indispensable comportarnos, más que
como bienhechores, como hermanos
agraciados y solidarios con la suerte de
la comunidad.
Nuestra tarea como discípulos
misioneros es realizar un esfuerzo
permanente por ir construyendo una
comunidad que viva los valores del Reino.
No es posible –o al menos es demasiado
incoherente- que pretendamos hacer
discípulos de Jesús a otras personas y no
vivamos como comunidad de seguidores
de Jesús. Es decir, si queremos ser
una comunidad misionera debemos
ser simultáneamente una comunidad
alternativa, testimonial.
No es una tarea fácil; existe la
seguridad de la violencia y el rechazo.
Tenemos la tarea de no ser ingenuos y
de ser bien intencionados. De confiar
en la presencia del Espíritu de Dios
para ser auténticos profetas; debemos
estar seguros de que, si somos fieles y
coherentes, nuestra vida tendrá sentido.
De que superaremos los miedos, esos que
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evitan comprometerse y caminar como discípulos, porque Dios no abandona a quien se esfuerza por
ser coherente y la verdad tarde o temprano sale a relucir.
Pero no nos despistemos, nuestra tarea no es fácil. No es difícil decir que se ama a Dios y olvidarse
de las personas; tampoco es complicado afirmar que se ama a las personas y olvidarse de Dios.
Nuestra tarea es mucho más seria: amar a Dios y las personas con la misma intensidad.
No estamos solos en la misión. Es cierto que la itinerancia que vivían los primeros misioneros
cristianos ha variado en mucho; sin embargo, sigue siendo condición indispensable para ser un buen
enviado sentirse dependiente de la comunidad más que bienhechor, hermano más que Maestro… La
proclamación de la Buena Nueva del Reino no se puede hacer sin solidaridad con y de la comunidad.
Es posible que uno de los elementos más contradictorios en la misión de los cristianos sea, en muchas
ocasiones, que no alcanzamos a ser cercanos, a ser solidarios realmente. A veces no solamente
hablamos otro lenguaje y tenemos preocupaciones diferentes a las de nuestra gente sino que nos
ven acomodaticios en lugar de ser solidarios y cercanos.
c) Oración
Pidámosle perdón a Dios por las ocasiones en que nuestro trabajo misionero ha sido
indiferente a la vida de la gente más desprotegida de nuestras comunidades. Que nos perdone las
ocasiones en que hemos querido realizar la misión a nuestro antojo; de las ocasiones en que hemos
visto la tarea evangelizadora como un negocio y no como una misión en la que el principal interés
debería consistir en ser fieles a las palabras y práctica del Maestro.
Roguémosle que nos ayude a no pretender ser misioneros sin estar profundamente
preocupados y atareados en construir una auténtica comunidad de hermanos entre nosotros.
Démosle gracias porque no estamos solos en nuestro esfuerzo diario por ser mejores
discípulos misioneros; contamos con su presencia y con el acompañamiento de cada una de nuestras
comunidades eclesiales (familia, parroquia, diócesis…).
d) Contemplación – acción
Si quisieras hacer un perfil o retrato de un buen discípulo de Jesús teniendo en cuenta las
principales alegrías, sufrimientos y esperanza las personas de nuestras comunidades ¿qué no debería
faltarnos a los agentes de pastoral (laicos, obispos, sacerdotes, religiosas y religiosos)?
¿Coinciden nuestros principios pastorales y nuestro trabajo con las actitudes de Jesús?
¿Qué podríamos hacer para ser más solidarios con nuestras comunidades?
¿En qué urge ponerle más empeño para ser mejores instrumentos de paz?
¿Hemos hecho de la misión una especie de negocio personal y familiar olvidando que esa actitud
contradice al evangelio?
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