¿EXISTE TODAVIA EL MUNDO OCCIDENTAL?

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¿EXISTE TODAVIA EL MUNDO OCCIDENTAL?
Immanuel Wallerstein
No se trata de una cuestión de historia cultural, sino de geopolítica
contemporánea. Durante el período 1945-2001 poca gente dudaba de que
hubiera algo en la arena política mundial que se podía llamar "Occidente" o "el
mundo occidental".
Evidentemente, había algunas disputas sobre sus límites. Algunos países
estaban obviamente incluidos en él: Estados Unidos, los países de Europa
occidental, Canadá, Australia y Nueva Zelanda. Pero en cuanto a la zona
fronteriza no había un acuerdo unánime. ¿Formaba parte del mundo occidental
la Europa "oriental"? ¿Y Turquía? ¿Y Japón? ¿Era [sólo] miembro honorario de
Occidente, como en la definición del régimen de apartheid de Sudáfrica, que
consideraba a los japoneses "blancos honorarios"?
Desde que el régimen de Bush se lanzó a su campaña unilateral y macho [sic
en el original] en todo el planeta, las relaciones entre Estados Unidos y
"Europa" se han tensado, y los políticos y medios de comunicación de todo el
mundo han llegado a reconocer que la unidad geopolítica de "Occidente" ya no
se puede dar por supuesta. Tras la conquista estadounidense de Iraq, Tony
Blair se ha planteado la tarea de restaurar la unidad entre Europa y Estados
Unidos, lo que evidentemente significa que esa tarea requiere esfuerzo y que
su desenlace no es seguro.
La New York Times Sunday Magazine Section del 27 de abril de 2003 contiene
dos artículos, ambos de autores británicos, con un tono muy diferente. Uno de
ellos es de Timothy Garton Ash y se titula "Cómo puede unirse Occidente", y el
otro es de Niall Ferguson, con el título muy diferente de "El imperio se echa
atrás". Una lectura detallada de ambos artículos revela la naturaleza del debate
entre lo que hasta hace poco era el centro del establishment y la ahora tan
poderosa extrema derecha.
Ash es el Director de Estudios Europeos del St. Antony's College de Oxford y
miembro destacado de la Hoover Institution de Stanford (poco sospechosa de
radicalismo). Es muy conocido por sus amplios estudios sobre Europa central y
oriental, tanto antes como después del colapso de la Unión Soviética. Escribe
lo que se podría llamar una "carta dolida" a sus "queridos amigos americanos",
que se inicia así: "Debemos volver a unir a Occidente". El artículo se concentra
en dos cuestiones: Oriente Medio y Francia. Su opinión sobre Oriente Medio es
muy similar a la que ha proclamado públicamente Blair; insiste en particular en
la importancia de crear un Estado palestino viable. Sobre Francia, cree que se
comportó de una forma "escandalosa" con respecto a la guerra contra Iraq,
pero aun así, dice, "la francofobia de Washington ha ido demasiado lejos", ya
que "Churchill tenía razón: la Europa que queremos no se puede construir sin
Francia", y pide "unos Estados Unidos menos arrogantes".
En cuanto al artículo de Ferguson, el tono es muy diferente: como Ash, está
vinculado a ambas orillas del Atlántico; es profesor de historia financiera en la
universidad de Nueva York así como investigador prominente del Jesus
College de Oxford. El subtítulo de su artículo es "Por qué los estadounidenses
no tienen en realidad lo que se necesita para gobernar el mundo", y lo deplora.
Acusa a Estados Unidos de mantener una "referencia temporal crónicamente
corta", y teme que "carezca del vigor [necesario] para una administración a
largo plazo", que según él los británicos poseían en su apogeo. Señala que una
parte de la elite británica estaba dispuesta a "pasar toda su vida [...] lejos de su
lugar de nacimiento, gobernando países infernalmente cálidos, plagados de
enfermedades". Por el contrario, "el producto de las instituciones educativas
estadounidenses de elite es gente muy poco dispuesta a vivir fuera de su país,
más allá de visitas y vacaciones esporádicas". ¿Cuál es su conclusión?
"Mientras el imperio estadounidense no se atreva a proclamarse como tal –
mientras mantenga su tradición de hipocresía organizada– los jóvenes
hombres y mujeres ambiciosos de hoy echarán una mirada a la perspectiva del
Iraq de postguerra y dirán unánimemente: "Ni hablar de aparecer por allí".
Así pues, Ash se lamenta de que Estados Unidos emprenda la vía imperial
unilateral y arrogantemente, y Ferguson de que Estados Unidos no emprenda
la vía imperial, lo que requeriría que ocupe permanentemente países
infernalmente cálidos plagados de enfermedades. ¿Cuál de los dos tiene
razón? Como en muchas de esas discusiones, ambos. Ash tiene razón en que
Estados Unidos no puede ir solo por su cuenta con éxito (quizá sí militarmente,
pero no políticamente). Y Ferguson tiene razón en que la elite estadounidense
no está en absoluto dispuesta a servir como "Funcionarios Coloniales" en el
Tercer Mundo.
Ash pide al régimen de Bush que retorne a la política exterior de hasta hace un
año, basada en una Alianza Atlántica significativamente cooperadora: Ferguson
le pide que no haga eso y que se desprenda de la hipocresía de pretender
aparecer como idealistas soñadores frente a un océano de terroristas. A mí me
parece improbable que ninguno de los dos consiga la política estadounidense
que desearía. Los halcones estadounidenses vetarán, ya han vetado, lo que
Ash pide a Estados Unidos. Por otra parte, la política de los halcones
estadounidenses es políticamente inaceptable a largo plazo, no sólo para el
electorado estadounidense sino igualmente para su elite, precisamente por las
razones que aduce Ferguson. A la mayoría de los estadounidenses les resulta
mucho más confortable el aislacionismo que convertirse en señores imperiales,
por mucho que les complazcan las espléndidas victorias militares.
Mientras Estados Unidos se angustia políticamente sobre su futura política
mundial (pese a los altos niveles actuales de Bush en las encuestas, que son
muy transitorios, Estados Unidos está verdaderamente angustiado por esa
cuestión), Europa seguirá construyéndose a sí misma dolorosamente como tal,
no como parte de "Occidente" ni del "mundo atlántico". ¿Cómo puedo decir
esto, cuando en este momento Estados Unidos parece mucho más unificado
políticamente que Europa, que parece sumida en un estado de agudo y abierto
conflicto interno?
En realidad hay dos razones, una de ellas económica y otra cultural. La
económica es bastante sencilla de exponer. Por un lado, Europa comparte con
Estados Unidos su interés en mantener la actual escisión en la economíamundo entre centro y periferia, con todas las ventajas que esa estructura
proporciona al Norte. Por otro lado, Europa es claramente un rival económico
de Estados Unidos, y esa rivalidad se hará más intensa en las próximas
décadas. Así pues, Europa tiene que equilibrar sus ganancias de un frente
común del Norte en arenas tales como la Organización Mundial del Comercio,
con sus pérdidas derivadas de la prolongada ventaja económica de Estados
Unidos debido al papel del dólar, sostenido como está por las presiones
políticas y militares de Estados Unidos sobre Europa.
Si Europa no consigue quebrar el papel privilegiado del dólar, está condenada
a un status de segundo rango. Los europeos son lo bastante inteligentes como
para darse cuenta de esto. ¿Sacrificarán entonces sus intereses de clase como
miembros de pleno derecho del "Norte" si se da un enfrentamiento importante
con Estados Unidos? No necesariamente, porque creen que la estrategia
estadounidense como Norte es menos eficaz que la que ellos desean
mantener, y que la posición estadounidense en las cuestiones Norte-Sur se ve
comprometida por su lucha simultánea contra Europa. Europa cree que una
política Norte-Sur diferente no sólo le conviene a ella sino también a Estados
Unidos (aunque no se dé cuenta). Parece por tanto probable que Europa no
renuncie a su contienda económica con Estados Unidos, que se desarrolla
tanto en los acuerdos financieros internacionales como en las inversiones en
nuevos productos de primera línea. Y a fin de defender sus intereses
económicos, Europa construirá ahora una fuerza militar independiente, contra
la que tanto Blair como Powell han vuelto a proclamar su vigorosa oposición,
teñida con la notable preocupación de que quizá no puedan impedirla.
En cuanto al factor cultural, tenemos que retroceder un poco en la historia.
Estados Unidos es culturalmente un vástago europeo, y hasta 1945, tanto en
Europa (incluyendo, aunque no especialmente, a Gran Bretaña) como en
Estados
Unidos,
Europa
era
considerado
el
hermano
mayor.
Los
realineamientos posteriores a 1945 convirtieron en Europa en hermano menor,
y a los europeos nunca les ha gustado realmente demasiado esa
transformación. La aguantaron en general durante la guerra fría, pero no ven la
necesidad
de
seguir
aguantándola
más.
Hasta
los
europeos
más
conservadores comparten ese sentimiento; obsérvese si no el desdén cultural
de los argumentos de Ferguson. En realidad, su desdén difiere poco, en
términos de política cultural, de las quejas de Ash, que simplemente se muestra
más educado.
El orgullo cultural europeo es en general absolutamente incomprensible para la
mayoría de los estadounidenses, y siempre ha sido así. La francofobia
prevaleciente hoy día no es en realidad antifrancesa, es antieuropea, y los
europeos lo saben. Ash no es el único en verlo claramente. ¿Existe todavía
Occidente? Todavía no ha desaparecido del todo en términos geopolíticos,
pero parece increíblemente debilitado.
Extraído de: http://www.globalizacion.org/biblioteca/WallersteinMundoOccidental.htm
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